¿Puede un cristiano llamar a otro de “necio”?

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¿Puede un cristiano llamar a otro de “necio”?
Hno. Pedro Dimond del Monasterio de la Sagrada Familia
Es interesante que en el Evangelio de Mateo 23, 17, nuestro Señor llamara a los fariseos de “necios y ciegos” a
causa de la mala voluntad y deshonestidad que ellos exhibían. La frase en Mateo 23, 17 (mōroi kai typhloi – en
el griego), también puede ser traducida como “tontos y ciegos” o también “ciegos estúpidos/insensatos”. Una
etimología confirmaría que la palabra inglesa de moron (que en español se traduciría como tonto, insensato o
estúpido) viene de la palabra griega mōros, que tiene un formulario plural de mōroi (la palabra que utiliza
nuestro Señor en Mateo 23, 17).
No obstante, algunos liberales y herejes nos han atacado por usar un lenguaje similar hacia ciertos individuos
extremadamente deshonestos y de mala voluntad. Ellos reclaman que es necesariamente malo llamar a
alguien de necio o insensato aunque exhiban mala voluntad o deshonestidad. Por supuesto, ellos no saben de
lo que hablan.
Obviamente es malo y falto de caridad el criticar o condenar a otro por algún defecto o una deficiencia que
tenga desde su nacimiento o que este fuera de su control. Sin embargo, el término “necio” o “tonto” puede ser
una descripción adecuada para alguien que demuestra una profunda deshonestidad, hipocresía o malicia,
especialmente cuando la persona exhibe bastante arrogancia en su actitud. Si nosotros usamos tal calificación,
ella siempre se hace hacia la mala voluntad de la persona, y no por algún defecto innato. La mala voluntad,
que engendra la ceguera y la estupidez espiritual, es a lo que se refería nuestro Señor cuando él utilizó tal
lenguaje. Es evidente que estos liberales no han leído el Evangelio.
Mateo 23, 16-23: “¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Jurar por el templo, no es nada;
mas quien jura por el oro del templo está obligado! ¡Necios [tontos] y ciegos! ¿Qué vale más,
el oro, o el templo que santifica al oro? Y si alguno, decís, jura por el altar, no importa; mas
quien jurare por la ofrenda puesta sobre él, se hace deudor. ¡Ciegos! ¿Qué vale más, la
ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Cualquiera, pues, que jura por el altar, jura por
él, y por todas las cosas que se ponen sobre él. Y quien jura por el templo, jura por él, y por
aquel Señor que le habita. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel
que está en él sentado. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!”.
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¿Puede un cristiano llamar a otro de “necio”?
En este contexto (Mateo 23, 15), nuestro Señor también dice esto:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un solo
prosélito, y, luego de hecho, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros!”.
La descripción de “hijo del infierno” (huion geennēs) se aplica perfectamente a tantas personas de nuestros
días, incluyendo a muchas que dicen ser católicas o incluso católicas tradicionales. Si se encuentra con un
hombre que ataca inexplicablemente a todo aquello que es verdadero y bueno –casi con energía y esfuerzo
implacable–, la razón se debe a que él es efectivamente un “hijo del infierno”.
San Alfonso (1760): “... ningún necio se estima a sí mismo como necio, pero su necedad consiste en ser
un necio sin saberlo”.
Salmo 14, 1: “Dice en su corazón el necio: ‘No hay Dios’”.
Eclesiastés 1, 15: “Las almas pervertidas con dificultad se corrigen; y es infinito el número de los
necios”.
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