Combatir la corrupción, recuperar la política - Antoni Gutiérrez-Rubí

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d e b at e
Combatir la corrupción,
recuperar la política
Antoni
Gutíerrez Rubí
Asesor de
Comunicación y
Consultor Político
«Parte de la persuasión consiste en dialogar; la otra parte, es dar
ejemplo».
Bernard Crick, En defensa de la política (1962)
La lucha contra la corrupción es el combate por más y mejor política. El deterioro en la
confianza política que acumulan los líderes, los partidos y las instituciones es directamente
proporcional a la preocupación que la corrupción genera entre la ciudadanía, con una
dinámica que amenaza con convertirse en crónica. La corrupción alimenta el descrédito, al
tiempo que el descrédito se produce, también, por la corrupción.
En España, la corrupción, según
la opinión pública, se está convirtiendo en un problema endémico.
Según el barómetro del Centro
de Investigaciones Sociológicas
(CIS) del mes de febrero (justo
después del estallido del caso Bárcenas), la corrupción y el fraude
son ya percibidos como el segundo
problema nacional por detrás del
paro. Una abrumadora mayoría
de ciudadanos (96%) considera
que la corrupción política en España es muy alta y, además, según
indica la encuesta de Metroscopia publicada por El País, devastadora.
Un 63% cree que la corrupción
política ha aumentado; un 54%
asegura que es superior a la de
otros países y un 92% deplora
la lentitud de la Justicia, hasta el
punto de considerar que es ineficaz para combatirla. La situación
de la política y la visión que se
tiene de los políticos (de casi todos, especialmente en los grandes
partidos) es, pues, nefasta. Y va a
peor.
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Actualmente, los juzgados tramitan 1.661 causas de corrupción
política o financiera, y el presidente del Poder Judicial pide 64
jueces más para apoyar los megaprocesos pendientes que corren,
algunos, el riesgo de prescribir
por lentitud judicial. Estamos
hablando de casos obscenos y
escandalosos en el ámbito de la
jefatura del Estado y los poderes
Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a
los que hay que añadir los de los
Y en lugar de evitar el delito, lo comete. Esto es lo que irrita, desconcierta y subleva. El liderazgo político debe demostrarse, pues, en estos
momentos. De un líder se espera
excelencia y ejemplaridad. Hay que
parar la inercia destructiva: sin líderes, sin política, sin esperanza, sin
solución. Esta cadena devastadora
arruina nuestro futuro y el futuro de
la confianza en la política.
La incapacidad del Gobierno
(y de la oposición) para afrontar
Cuando la democracia interna en los partidos
políticos es sustituida por la ‘componenda
interna’ empieza la corrupción, porque se
produce una adulteración y alteración de la vida
democrática a causa de la mesocracia orgánica.
partidos políticos, donde algunos
tesoreros, en vez de proteger y
cuidar, saquean.
Los casos se convierten en escándalos cuando quien comete la
falta actúa en sentido diametralmente opuesto a sus obligaciones.
los retos de la crisis, junto con el
desprestigio del liderazgo político están generando una letal dosis de malestar social e irritación y
una grave crisis de confianza en la
capacidad directiva, regulatoria y
paliativa de la acción política protemas para el debate
d e b at e
c. barrios
tagonizada por los partidos y los
representantes políticos. Más que
nunca, hay que volver a los orígenes para volver a legitimar la acción
política. No se necesitan solo votos, sino prácticas morales y éticas.
La agenda de cambios para
combatir la corrupción es múltiple, simultánea y urgente. Y ahí
radica una dificultad añadida: hay
que hacer muchas cosas, a la vez y
sin margen de tiempo. Estas son, a
mi juicio, las tareas exigibles:
Una nueva Ley de Partidos
Una de las voces más solventes
sobre la revitalización de los partidos como servicio público, José
Antonio Gómez-Yáñez, define la
necesidad prioritaria de una nueva
Ley con precisión: «Los partidos
son entidades especiales, se financian con presupuestos públicos, su
personal cobra retribuciones públiNº 223. junio 2013
cas y es investido como autoridad
cuando ocupa cargos públicos, y
tienen atribuido el monopolio de la
representación. No son asociaciones
privadas, un partido no puede tener
menos obligaciones que una comunidad de vecinos. Su funcionamiento debe regularse mediante una Ley
de Partidos tan meticulosa como la
Ley de Sociedades. Porque su funcionamiento tiene más trascendencia social que cualquier empresa».
Una nueva Ley de Partidos Políticos que regule su actividad basándola en una democracia interna
ampliada y profundizada, para establecer los mecanismos de control,
actualización y revitalización de sus
estructuras para evitar el anquilosamiento y la esclerosis orgánica que
favorece el clientelismo, el germen
vírico de la corrupción en la gestión
política. Cuando la democracia interna es sustituida por la componenda
interna empieza la corrupción, porque empieza la adulteración y alteración de lo democrático a causa de
la mesocracia orgánica.
Esta Ley no será suficiente si no
va acompañada de una profunda reforma de la ley de financiación de
los partidos políticos.
Un contrato de servicio público
Este punto es clave. Y, a pesar de
que la futura Ley de Transparencia
espero que cubra aspectos decisivos, hay que ir más allá. La representación política, cuando además
se convierte (accede) en gestión
pública, deviene un servicio público. Y como tal debe ser concebida
y tratada esta responsabilidad. Creo
que es imprescindible la firma de un
contrato de servicio público con la
ciudadanía en el momento de concurrir a unas elecciones como electo o en el momento de ocupar un
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Combatir la corrupción, recuperar la política
cargo público o político, así como
en el momento de aceptar un cargo orgánico en el partido que incorpore, al menos, los siguientes
compromisos:
a) Presentación de una declaración de actividades, tanto en el
momento inicial (candidatura/acceso al cargo) como posteriormente, de forma periódica (bianual).
La declaración de actividades
debe incluir las actividades compatibles tanto privadas como públicas, identificando, en el caso
de que se trate de responsabilidades en varios lugares públicos, los
motivos que hacen necesaria esta
compatibilización.
La información contenida en
estas declaraciones debe constar en
un registro interno y la última información actualizada debe ser accesible a través de la página web del
partido. Esta publicidad debe permitir dejar patente qué personas no
han cumplido estos compromisos.
b) Presentación de una declaración de bienes e intereses, tanto
en el momento inicial (candidatura/acceso al cargo) como posteriormente, de forma periódica
(bianual). La información contenida en estas declaraciones debe
constar en un registro interno y la
cuantía y los datos esenciales deben ser accesibles, también, a través de la página web del partido.
c) Compromiso de explicación
de la actividad desarrollada en ejercicio del cargo a través de una agenda
pública permanentemente actualizada y una memoria de gestión anual.
d) Compromiso de rechazar regalos de empresas: las empresas con
las que el partido contrate sus actos
públicos, publicidad o campañas electorales serán informadas de que no
pueden tener atenciones personales.
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e) Compromiso de transparencia en la gestión de los recursos
públicos por parte de aquellos que
ocupen un cargo público, tanto de
gestión de gobierno como desde
la oposición: fijación de objetivos
anuales y rendición de cuentas ante
la ciudadanía.
Una ética personal.
Más allá de los códigos éticos
Los partidos políticos y los
responsables públicos deben tener una sólida formación ética y
moral. Es imprescindible asociar
idoneidad a capacidad y moralidad. Los cargos públicos y orgánicos deben fortalecer la ejemplaridad como el núcleo central
sobre el que construir una actitud
política y pública capaz de enfrentarse a la corrupción moral y
material. La formación sobre los
riesgos reputacionales, así como
los costes económicos y socia-
to en 1781 (sí, 1781) que fue y es
histórico: Informe al Rey, llevaba por
título. La hazaña del Informe al Rey
causó sensación y provocó mucha
controversia. Pero la tentativa de
cambiar el espíritu de las instituciones haciendo «por primera vez de
los asuntos del Estado una cosa común» se interrumpió bruscamente.
«Una de sus ideas más firmes en
política se basaba en esa conciencia
excepcionalmente aguda que tiene
el poder de la opinión pública y de
la necesidad de gobernar mediante
ella», afirmaba el Ministro.
A pesar de que Necker representó el intento más serio de reforma de la monarquía absoluta de
los Borbones, unos meses después,
cayó en desgracia. Al fracaso de las
reformas siguieron los cambios por
las revoluciones.
En el texto encontramos este
fragmento rotundo: «La obligación
de poner al día toda su administra-
Es imprescindible la firma de un contrato de
servicio público con la ciudadanía cuando se
concurre a unas elecciones o en el momento de
ocupar un cargo público o un puesto en un partido.
les que tienen las prácticas corruptas en forma de sobrecoste
o economía sumergida debe ser
conocida y evaluada permanentemente. Sin formación ética y
sin conocimiento de los costes
políticos y económicos de la
corrupción en la gestión pública nadie podría afirmar que está
preparado para desempeñar una
función pública.
Combatir la corrupción, recuperar el
concepto de servicio público de la política.
Jacques Necker, Ministro de Finanzas en Francia, publicó un tex-
ción marcará los primeros pasos
del Ministro de Finanzas, así como
el devenir de la carrera que emprende. Las tinieblas y la oscuridad
favorecen la indolencia y la indiferencia; la visibilidad al contrario
conlleva un honor y una recompensa, ya que se ha percibido la
importancia de sus deberes, y que
se ha hecho un esfuerzo por cumplirlos». Y acaba: «Una institución
así podría tener la más alta implicación para la confianza pública».
Han pasado más de 200 años.
Ahora nos toca a nosotros. Y vamos
con retraso. Mucho retraso. TEMAS
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