El Rey Gilgamesh, Enkidu y el texto literario más antiguo

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El Rey Gilgamesh, Enkidu y el
texto literario más antiguo
de
la
historia
de
la
humanidad
Por
Oneirú
Literofilia
Caraballo
para
Diseño Johann Arroyo
[email protected]
Al estudiar con cierto cuidado la historia de cada pueblo, es
posible topar con la tendencia universal –de las más diversas
civilizaciones– de estructurar explicaciones similares para
los grandes misterios o acontecimientos de la existencia. El
Poema de Gilgamesh, el texto literario más antiguo que se
conoce no está a salvo de dicha inclinación. De hecho, parece
un espejo donde se ven reflejadas las obras literarias
posteriores o las bases imprescindibles en las que se apoyan.
Si se tiene el plácido privilegio de colmar las retinas con
el paisaje árido, de un colorido monótono inabarcable, que fue
en una época –ya muy remota– el escenario del hacer cultural
sucesivo de varios pueblos ––región que se conoce con el
término de Mesopotamia–– un curioso desasosiego se instala en
el ánimo ante la devastación del tiempo y en presencia de la
imagen de un lugar donde nada destaca, que ni siquiera es
capaz de insinuar los hechos transcendentales de los que fue
testigo debido la crueldad implacable de la extinción, pero
aunque no lo parezca en ese vacío rebosante de pedruscos y
arena existió una ciudad llamada Uruk y, en ella, un rey
llamado Gilgamesh el cual “Todo lo abarcó con la mirada,
contempló los Secretos, descubrió los Misterios”.
Se suele afirmar que dicho monarca es un ser legendario,
moldeado por la imaginación de los hombres de entonces, pero
existen documentos que son pruebas concluyentes de que uno de
los reyes de Uruk respondía al nombre Gilgamesh; inspirador y
protagonista del primer texto de carácter literario de la
historia.
Lo ideal sería que estas líneas fuesen el resultado del
teclear apasionado de un asiriólogo o de un experto en las
culturas de la antigua Mesopotamia, pero ante las carencias,
hay que mantener las apariencias y una actitud decorosa al no
poseer la habilidad –muy inusual– de leer con fluidez el
arcadio, la lengua original de la versión más completa del
poema o quizás, ser capaz de descifrar los dialectos sumerio,
hurrita, ninivita o hitita, es decir, algunos de los lenguajes
antiguos y difuntos que hicieron posible que el Poema de
Gilgamesh desafiara el olvido y se volviese una obra eterna al
alcance de cualquier lector por los siglos de los siglos. No
queda otro camino que el de recurrir a las traducciones del
poema al castellano. Traducciones hechas por reputados e
irreprochables expertos, sin embargo, en ocasiones se siente
una ligera frustración ante la imposibilidad de leer el texto
en su idioma original para “saborear” las particularidades o
matices deliciosos propios del arcadio. Durante su lectura se
percibe una lejana reminiscencia a versículo bíblico, con una
elegante predilección por las repeticiones.
Que hayan llegado hasta los mortales de la actualidad,
versiones en sumerio, hurrita, ninivita e hitita es la
evidencia irrefutable del prestigio y divulgación de la obra
en la antigüedad, incluso existen pruebas arqueológicas de que
el poema era utilizado para la enseñanza de la escritura. Y
esa difusión hizo posible que la obra fuese recopilada gracias
al hallazgo, a lo largo de los años, de diversos fragmentos
del poema en las lenguas mencionadas, al ritmo de
descubrimientos arqueológicos imprevistos. Por desgracia, es
una obra incompleta de la que se han perdido, quizás para
siempre, episodios completos, por lo tanto, es un texto
“salpicado” de fragmentos invisibles. Los manuscritos más
antiguos están en sumerio y la versión más completa del poema
–en arcadio– data de los milenios II y I antes de Cristo.
Ninguna de las versiones que ha llegado hasta el presente está
íntegra, a todas les falta algún trozo. Tanto el sumerio como
el arcadio no poseían palabras para el concepto arte o para lo
que se conoce como belleza.
El relato está hilvanado alrededor de la figura de Enkidu,
reflejo de piel y huesos del rey Gilgamesh, mortal creado por
los Dioses con el objetivo de aplacar la soberbia desmesurada
del rey; el rival amigo pero amado, el “gemelo” donde
Gilgamesh contemplará su propia insignificancia y fragilidad
como ser humano que lo llevará –a raíz del fallecimiento de
Enkidu– a emprender con ardor y determinación la búsqueda de
la inmortalidad para eludir la extinción, de la que no desiste
hasta agotar todos las posibilidades, incluso la más remotas,
para finalmente comprender y aceptar lo vano de su empeño,
porque ningún hombre está ni estará a salvo de ser borrado por
la muerte.
La obra primordial de la historia de la literatura abraza
valores e inquietudes universales del hombre, tales como la
amistad, el poder, el deseo de transcender y la incapacidad de
esquivar la muerte. Cristalinas lecciones de sabiduría, como
la que lleva al Rey Gilgamesh a proclamar la supremacía de un
pueblo conquistado. Incluso se deduce fácilmente la
importancia que tenía para la civilización de Uruk, el adobe
cocido, la madera de cedro y una cuidada mitología de los
vientos; así como la sólida creencia en lo onírico como
mensajes cifrados del porvenir.
El más destacado Rey de Uruk quería vivir para siempre. Sin
saberlo lo consiguió, porque gracias a la música de las
palabras, Gilgamesh y Enkidu estarán eternamente a salvo de la
extinción y el olvido, al resguardo de la memoria circular de
la humanidad, espléndidos de vida, inmortales por la magia de
las palabras escritas.
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