EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS Y MISIONEROS

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ARQUIDIOCESIS DE MONTERREY
VICARIA DE PASTORAL
ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN
DISCIPULOS Y MISIONEROS
GUIONES PARA REFLEXIONES
CUARESMA 2008
1
PRESENTACIÓN
En la pasada Asamblea Diocesana 2007, una de las propuestas fue
que los Ejercicios Cuaresmales del 2008, desarrollaran el tema de la
Espiritualidad de Comunión.
Para su desarrollo se tomaron en cuenta las siguientes indicaciones:
1.- Apoyarnos en el Documento de Aparecida, ya que contiene una
riqueza abundante para guiar y dirigir a cada una de nuestras
comunidades, destacando el lema principal: ser discípulos y
misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan
vida.
2.- Aplicar una orientación de conversión, ya que los temas deseamos
que sean utilizados para los Ejercicios Cuaresmales 2008.
3.- Partir del recorrido que hizo Jesús con los discípulos de Emaús
(Lc. 24, 17-35) . En este encuentro vemos un itinerario de fe que
nosotros también debemos seguir: 1) los discipulos viven en comunión
con otras personas que habían dejado en Jerusalén; 2) son discípulos
al ir escuchando a Jesús por el camino; 3) se convierten cuando
descubren que es Jesús quien parte el pan; y 4) se hacen misioneros
al regresar a buscar a los demás (resto de la comunidad) a compartir
lo que les había pasado (lo que habían visto y oído)
4.- Es un subsidio que la Arquidiócesis ofrece para que con
responsabilidad pastoral cada agente evangelizador pueda adecuar y
enriquecer: preparar preguntas, cantos, oraciones, dinámicas, etc; ó
las adecuaciones propias que pidan los destinatarios: familias,
jóvenes, niños, barrios ó sectores. En cada comunidad se deberán
multiplicar según necesidad o apreciación pastoral del responsable.
2
El siguiente esquema ilustra el itinerario propuesto
“Esquema para los Ejercicios Cuaresmales 2008”
Texto base: Emaús Lc 24,13-35
Tema 5
Tema 4
Tema 3
Tema 2 Tema1
Idea Bíblica
Idea fuerza
“Él les dijo: ¿Qué es lo que La realidad
vienen conversando por el
camino?” Lc 24, 17
Iluminación de 5ª.
Conferencia CELAM
Aparecida
Capítulo 2: Mirada de los
discípulos misioneros sobre la
realidad.
“Y empezaron por Moisés y Formación
siguiendo por todos los
profetas, les explicó y lo que
decían de él las Escrituras”
Lc 24,27.
Capítulo 6: El itinerario
formativo de los discípulos
misioneros
“Y entró para quedarse con Santidad
ellos” Lc 24,29
Capítulo 4: “La vocación de
los discípulos misioneros a la
santidad”
“ En aquel mismo instante Comunión
se pusieron en camino y
regresaron a Jerusalén,
donde
encontraron
reunidos a los onces y a
todos los demás” Lc 24,33
Capítulo 5: “La comunión de
los discípulos misioneros en
la Iglesia”
“ Ellos, por su parte,
contaban lo que les había
ocurrido cuando iban de
camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan”
Lc 24, 35
Capítulo 3: La alegría de ser
discípulos misioneros para
anunciar el evangelio de
Jesucristo.
Capítulo 7: La misión de los
discípulos al servicio de la
vida plena.
Capítulo 8: Reino de Dios y
promoción de la dignidad
humana.
Misión
LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
Lc. 24, 13-35
3
13]. Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado
Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, [14]. e iban
conversando sobre todo lo que había ocurrido. [15]. Mientras conversaban y
discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, [16].
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
[17]. El les dijo: "¿De qué van discutiendo por el camino?" Se detuvieron, y
parecían muy desanimados. [18]. Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó:
"¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo
que ha pasado aquí estos días?" [19]. "¿Qué pasó?", les preguntó. Le
contestaron: "¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!"
Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo
el pueblo. [20]. Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron
de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. [21]. Nosotros
pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Pero todo está hecho,
y ya van dos días que sucedieron estas cosas.
[22]. En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, [23].
Pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron
hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. [24].
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían
dicho las mujeres, pero a él no lo vieron."
[25]. Entonces él les dijo: "¡Qué poco entienden ustedes, y qué lentos son sus
corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! [26]. "No tenía que
ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?" [27]. Y les
interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por
Moisés y luego todos los profetas.
[28]. Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir
adelante, [29]. Pero ellos le insistieron diciendo: "Quédate con nosotros, ya
está cayendo la tarde y se termina el día." Entró, pues, para quedarse con
ellos.
[30]. Y esto sucedió. Mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, [31]. y en ese momento se les
4
abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero ya había desaparecido. [32].
Entonces se dijeron el uno al otro: "¿No sentíamos arder nuestro corazón
cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?"
[33]. De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once y a los de su grupo. [34]. Estos les dijeron: "Es verdad. El
Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón." [35]. Ellos, por su parte,
contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan.
1º. Día (Tema # 1)
LA IMPORTANCIA DE MIRAR LA REALIDAD PARA SER AUTÉNTICOS
DISCÍPULOS Y MISIONEROS
“Jesús escucha las inquietudes, los problemas y las angustias de los discípulos de
Emaús”
“Él les dijo: ¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?” Lc 24, 17
Objetivo:
Descubrir la importancia de que los discípulos y misioneros conozcan la realidad, a la luz del
Espíritu Santo, para ponerse al servicio del Reino.
VER
5
Muchas empresas antes de hacer sus programas y sus proyectos necesitan conocer lo que
quieren lograr, fijar muy bien sus objetivos, pero para ello necesitan hacer estudios y conocer sus
alcances mercadotécnicos. Ellos necesitan fijar sus alcances de publicidad, sus alcances de
producción, de distribución y administrativos.
Muchas familias necesitan planear sus necesidades y conocer sus posibilidades de gastos.
Necesitan conocer su realidad y distribuir muy bien sus recursos. Deben conocer su realidad para
no verse rebasados en sus gastos y recursos.
Los empresarios y las familias, en los dos ejemplos anteriores, tienen reuniones, platican entre
ellos, conocen su realidad y se ponen a planear sus necesidades.
Los discípulos de Emaús, no tenían problemas de dinero, pero presentaban una realidad, tenían
sus dudas, tenían un problema, no sabían si creer o no en lo que se decía que Jesús había
resucitado. Realmente le estaban presentando un problema de su comunidad de Jerusalén. Jesús
los escucha, y les presenta una solución: sabía que conociendo las Sagradas Escrituras a ellos se
les iluminaría su problema y ahí descubrirían que efectivamente no tenían que dudar respecto a la
resurrección del Señor.
¿Se conoce la realidad de nuestra comunidad y sabemos qué es lo que tenemos que hacer para
plantear una solución?
JUZGAR



En el texto del pasaje que conocemos como los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), la
primera actitud de Jesús es acercarse a ellos para conocer de que iban platicando:
“Mientras hablaban y se hacían preguntas, Jesús en persona se acercó y se puso a
caminar con ellos”(Lc 24,15) y les dijo: “qué es lo que vienen conversando por el camino”.
Antes de explicarle las Escrituras y llevarlos a un encuentro personal con él por medio de
la fracción del pan, se interesó por ellos, los escuchó, descubrió que aflicción o angustia
había en su corazón para así responder de la mejor manera a sus necesidades.
Este es el misterio de la encarnación, Jesús siendo Dios se ha hecho hombre para caminar
con nosotros, para conocer nuestra realidad y desde nuestra realidad redimirnos. Es
común en los evangelios ver cómo Jesús:
o camina por los diferentes pueblos: “Mientras iban caminando, Jesús entró en un
pueblo, y una mujer, llamada Marta lo recibió en su casa” (Lc 10,38), “Iba ya de
camino cuando se le acercó un corriendo…” (Mc 10,17).
o Escucha a quien se le acerca para después iluminarlos con su palabra: Nicodemo
(Jn 3,1-3), La Samaritana (Jn 4,1-26), la mujer adúltera (Jn 8,11), etc.
o Observa y descubre lo que hay en el corazón de las personas: “Jesús estaba
sentado frente a las arcas del templo, y observaba cómo la gente iba echando
dinero en ellas… Jesús les dijo: Le aseguro que esa viuda pobre ha echado en las
arcas más que todos los demás…” (Mc 12,41-43). “Algunos maestros de la ley
decían para sí: “Éste blasfema”, Jesús dándose cuenta de lo que pensaban les
dijo…” Mt 9,3-4).
o Se compadece ante el sufrimiento de los que los rodean: “Jesús al verla se
compadeció de ella y le dijo: No llores más” (Lc 7,13).
Jesús mismo nos ha dejado una clara enseñanza sobre la necesidad de interpretar los
signos de los tiempos. “Y a la gente les decía: cuando ven levantarse una nube sobre el
occidente dicen en seguida. “Va a llover”, y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur,
dicen: “Va a hacer calor”, y así sucede. ¡Hipócritas! Si saben distinguir el aspecto de la
tierra y del cielo, ¿cómo es que no saben distinguir el tiempo presente? ¿Por qué no
disciernen por ustedes mismos lo que es justo?” (Lc 12,54).
6

Por eso como Iglesia que desea ser fiel a la actitud del Dios de Jesucristo que, con
mirada amorosa, presta atención a las necesidades de su pueblo, escucha sus clamores y
dispone todas las cosas para su liberación, queremos mirar la realidad. El documento de
Aparecida al respecto nos dice: “Como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados
a discernir los “signos de los tiempos”, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio
del Reino, anunciado por Jesús que vino para que todos tengan vida y “para que la tengan
en plenitud” (Jn 10,10).” (No. 33). Y nos invita ante la situación actual a buscar la
información “si se quiere ejercer sobre la realidad el señorío a que por vocación estamos
llamados” (no. 36).
 Es muy importante, pues, tomar conciencia que el conocimiento de la realidad sirve:1
o Para entender mejor la naturaleza profunda de las personas, de los acontecimientos
y de las cosas, descubriendo sus causas, sus relaciones y sus efectos.
o Para responder a necesidades verdaderas y no sólo a las que uno se imagina.
o Para ubicarse en la realidad no sólo como espectadores, sino como actores que lo
sufren y lo padecen todo.
o Para constatar los signos de gracia o los signos de pecado que favorecen o estorban
el cumplimiento del Reinado de Dios.
o Para realizar cambios significativos, nuevas formas de ser y de relacionarse, de
comportarse y de vivir.
o Dicho en pocas palabras: se estudia la realidad para dar respuesta a sus problemas
reales, tratando de crear un modelo de hombre, de Iglesia y de sociedad según el
plan de Dios, manifestado en Jesús y proclamado por la Iglesia.
 Sin embargo, esta mirada de los discípulos y misioneros sobre la realidad no puede ser
desde un punto de vista solamente humano, queriéndonos basar sólo en métodos o
técnicas sociológicas, la mirada de un discípulo debe ser con los “ojos de Jesús”, es decir
debe ser una mirada desde la fe, pues la “Mirada de Dios no es como la del hombre: el
hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón” (1 Sam 16,17). El Papa Benedicto
XVI al respecto nos dice: “La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: Sólo
quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y
realmente humano. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de
“realidad” y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas
destructivas” (Discurso Inaugural, V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe).
ACTUAR
En pequeños grupos responder las siguientes preguntas. (Formar los grupos pensando en la
facilidad para participar en el diálogo común)
1. ¿Cómo podemos conocer más nuestra realidad personal?
2. ¿Qué cosas concretas podemos hacer para conocer más nuestra realidad familiar?
3. ¿Qué debemos hacer para que como católicos conozcamos más la realidad social?
CELEBRAR (oración en común)
Presidente (Coordinador, ó alguien designado de antemano) Para ser fieles discípulos y
misioneros ayúdanos, Señor, a mirar la realidad como tú lo hiciste, para sí poder llevar mejor tu
amor y tu gracia a todos nuestros hermanos, especialmente a los marginados y alejados. Digamos
todos: Jesús enséñanos a mirar la realidad como tú lo haces.
Presidente: Para que en nuestra familia, trabajo, colonia y parroquia podamos escuchar el clamor
de los que nos rodean y no seamos sordos a la voz de Dios que a través de ellos no pide ayuda.
Todos: Jesús, enséñanos a mirar la realidad como tú lo haces.
1
Cfr. Merlos Francisco, “Pastoral del Futuro”, Tensiones y esperanzas, (Ediciones Palabra, México 2001),
pág. 25.
7
Presidente: Para que ante los acontecimientos de la vida tengamos una mirada de fe que confíe
plenamente que el Señor lleva nuestra vida y nunca nos abandona.
Todos: Jesús, enséñanos a mirar la realidad como tú lo haces.
Presidente: Para que tengamos también, una mirada de esperanza ante las dificultades o
problemas de nuestra vida, y no caigamos en el desánimo o la desilusión.
Todos: Jesús, enséñanos a mirar la realidad como tú lo haces.
Presidente: Para que tengamos una mirada de amor, que nos ayude a ser solidarios, generosos y
compartidos con los que más necesitan de nuestra ayuda.
Todos: Jesús, enséñanos a mirar la realidad como tú lo haces.
Presidente: Para que a través de la oración y la reflexión nos conozcamos más a nosotros mismo
y podemos así ir transformando nuestra vida al estilo de Jesús.
Todos: Jesús, enséñanos a mirar la realidad como tú lo haces.
Presidente: Para que en nuestras familias nunca falte la comunicación y los espacios de
encuentro para conocernos mejor cada día y poder ayudarnos en nuestras necesidades.
Todos: Jesús, enséñanos a mirar la realidad como tú lo haces.
Se pueden añadir algunas otras intenciones…
Presidente: Señor, Jesús, tú que con una mirada amorosa prestas atención a las necesidades de
tu pueblo, escuchas sus clamores y dispones todas las cosas para nuestra salvación, ayúdanos a
abrir los ojos para comprender con amor a todos los que nos rodean. Te lo pedimos a ti que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
2º. Día (tema # 2)
EL ITINERARIO FORMATIVO DE LOS DISCÍPULOS Y MISIONEROS
“La Formación humana y espiritual es esencial para la vida”
“Y empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que decían de él las
Escrituras” Lc 24,27.
Objetivo
Reconocer la importancia y urgencia de la formación para asumir el reto de entrar en un itinerario
que fundamente nuestro crecimiento en la Espiritualidad de la comunión.
VER
8
Hoy día vemos con tristeza como los jóvenes cada vez muestran menos interés por alcanzar un
título universitario, inclusive teniendo todas las posibilidades para lograrlo. Y este mismo problema
lo tenemos entre la gente que colabora en las parroquias. Es decir, todos los agentes de pastoral,
deben recibir una formación, y son muy pocos los que en realidad la reciben.
Quizá porque el trabajo como quiera se ha sacado adelante aún sin la preparación de los agentes,
pero tendríamos que preguntarnos sobre la calidad y la profundización de los conocimientos que
ellos comparten, sin haber recibido una buena formación.
La sociedad, se ve afectada por una población poco preparada, en la que se nota que los niños
tienen un bajo rendimiento escolar. Pues igualmente, para transmitir el Evangelio, es necesario que
los Agentes de Pastoral, también estén bien preparados, ya que al carecer de ésta formación, se
notaría un bajo rendimiento en el crecimiento de la espiritualidad comunitaria.
Más aún, se requiere de una formación integral, de proceso, con estructuras adecuadas, que
generen una espiritualidad de comunión y sobre todo logremos convertirnos cada día más a la
santidad.
El reto no es sólo lograr que los agentes entren a una formación, sino que esta esté pensada,
ordenada, con objetivos claros y sobre todo sabiendo que lo que se quiere lograr es que sean
verdaderos discípulos y misioneros que salgan a convertir otras comunidades y acercar cada día a
más personas a la comunidad y a la santidad.
No sólo los agentes de pastoral (quienes están en grupos o movimientos parroquiales), sino que
todos los miembros de la comunidad estamos necesitados de la formación para vivir con mayor
firmeza y seguridad nuestra fe y manifestarla en la promoción y vida fraterna de toda la comunidad.
JUZGAR
El Documento Aparecida de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano dedica
todo el capítulo 6 para hablar del Itinerario formativo de los discípulos misioneros, nos parece bien
reproducir el contenido de este capítulo para lograr el objetivo propuesto.
El proceso de formación de los discípulos misioneros:
“En el proceso de formación de discípulos misioneros, destacan cinco aspectos fundamentales,
que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente
y se alimentan entre sí:
El Encuentro con Jesucristo: Quienes serán discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1,38), pero es el Señor
quien los llama: “Sígueme” (Mc 1,14; Mt 9,9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la
búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este
encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del Kerygma y la
acción misionera de la comunidad.
La conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él
por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y
de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecada es alcanzar la vida. En el
Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza para nosotros la redención de
Cristo.
9
El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de
Jesús Maestro, profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este
paso, es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que
fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la
vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.
La comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las
comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y
movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en
la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida
fraterna solidaria.
La misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de
compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar, muerte y resucitado, a
hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a
construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe
entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de
acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se
encuentre la persona”.
Fijémonos cómo la misma cita bíblica, en la que apoyamos este tema, habla claramente de un
proceso: “…y empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas…” de tal manera, que
hay un camino definido en la enseñanza y formación teológica que Jesús siguió, al compartirles las
Escrituras. El tenía claridad, no dudemos que fue profundo en sus explicaciones, los discípulos de
Emaús seguramente fueron hilando lo que escuchaban, y por eso fueron capaces de “aterrizar”
correctamente, cuando Jesús partió el pan: “…con razón nuestro corazón ardía el escucharlo…”
El “ser” de ellos ardía de amor y de alegría, porque Jesús pudo haber partido el pan y ellos no
haberlo reconocido
Los Agentes de Pastoral tenemos una gran responsabilidad, tenemos que “aterrizar” correctamente
cuando estudiemos, que El “es el Señor”; y cuando estemos compartiendo con otros, la enseñanza
de las Sagradas Escrituras, tenemos que lograr que el corazón de las personas vaya ardiendo
mientras reciben la formación.
ACTUAR
Contesta las siguientes preguntas:
¿Cómo podemos encontrarnos más con Jesús en la Sagrada Escritura?
¿Cómo podemos mejorar nuestra formación?
¿Qué recursos o elementos se necesitarían para llevar a cabo una formación de proceso?
CELEBRAR
(se mantienen los grupos)
1.-Se busca el silencio interior. (se les pide acomodarse y estar en silencio)
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2.- En ese silencio, el coordinador pide que escuchen las siguientes preguntas y deja un espacio,
entre pregunta y pregunta, para que cada quien las responda en el interior de su conciencia:
- ¿Estás conciente de la necesidad que tienes de prepararte día con día, en una formación
teológica y espiritual?
- ¿Estarías dispuesto a iniciar un proceso formativo en la parroquia o en alguna escuela
diocesana?
- ¿Qué beneficios crees que obtendrías si llevaras un estudio sobre la Palabra de Dios?
3.- Ahora deja un espacio mayor y déjalos concluir solos.
4.- Se termina con una oración espontánea.
3º. Día (tema # 3)
LA VOCACIÓN DE LOS DISCIPULOS MISIONEROS A LA SANTIDAD
“EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO ES UN LLAMADO QUE EL NOS HACE COMO
DISCÍPULOS Y MISIONEROS A LA SANTIDAD”.
“Y entró para quedarse con ellos” (Lc 24,29).
Objetivo.
Mostrar que la santidad es un ansia grabada en el corazón humano y que solamente cuando nos
dejamos llevar por la pasión por Dios y por su causa la vida adquiere todo su sentido.
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VER.
Los seres humanos tenemos un hambre y una sed de infinito que tratamos de saciar de muchas
maneras. El vacío es tan grande que parece que nada lo puede llenar. Esa sed de infinito la
dirigimos muchas veces hacia personas y cosas que terminan por dejarnos insatisfechos y
desilusionados. Veamos algunos ejemplos.
En nuestra ciudad crecen de manera alarmante los casinos y lugares de juego. Es una adicción
que ha arrastrado a muchas personas, consumiendo su tiempo y la economía familiar. El resultado
es la frustración y rabia contra uno mismo.
Podemos darnos cuenta que hay una gran pasión por los deportes, especialmente por el fut bol.
Esta pasión tiene sus ventajas: aleja de los vicios, proporciona una plataforma para el ejercicio
físico, una diversión sana, una ilusión. Pero con frecuencia deriva en idolatría. Los futbolistas y el
mismo espectáculo deportivo se trasforman en ídolos a los que se les rinde culto. El culto deportivo
parececiera que tiene su templo, sus dioses y sus “ministros” mediadores: los estadios deportivos,
los jugadores y los medios de comunicación. Como ejemplo, pueden recordar la información sobre
la “iglesia maradoniana” donde ven al futbolista por quien recibe ese nombre, como si fuera un
dios. Tenemos demasiada pasión futbolera y poca pasión por el reino de Dios y sus valores.
En nuestra sociedad existe también el culto al dinero. Lo vemos en muchos hechos que son
característicos de la sociedad de consumo, por ejemplo: la “ilusión” con que se actúa al pensar que
si usas ropa de “tal color” vendrá más amor o dinero. Es para sorprendernos el constatar todos los
que han pensado que con el amarillo, vendrá más dinero. Lo que sí queda claro es que en el
interés de muchos, el dinero se vuelve más importante que el amor. El amor es gracia (gratis).
Las personas que dan culto al dinero más temprano que tarde descubren lo que decía Pedro
Infante en una canción: “Yo pa’ qué quiero riquezas si voy por el mundo perdido y sin fe. Yo lo que
quiero es que vuelva conmigo la que se fue”.
(Invitar a los participantes a detectar (dar ejemplos, experiencias, señalar) otras formas de cómo en la sociedad o
nosotros mismos estamos poniendo en las cosas o personas la respuesta a anhelos profundos (valores morales –
espirituales) que nos hagan trascender.
12
JUZGAR.
Detrás de nuestras ansias y anhelos está la sed de Dios. Pero no siempre somos conscientes de
ello. Fué hasta después de un largo camino y un intenso diálogo con un Viajero “desconocido”
cuando los discípulos de Emaús volvieron la mirada hacia atrás y reconocieron: “¡Con razón
nuestro corazón ardía mientras nos explicaba las Escrituras!” . Mientras tuvieron los ojos cerrados
sólo percibieron el ardor en el corazón, pero sin saber cuál era la verdadera causa.
Muchas veces nuestros ojos están velados para reconocer que solamente Jesucristo es capaz de
hacer que nuestro corazón “arda”, que se apasione. Nos cuesta trabajo ver con claridad que Él es
quien despierta aquella pasión por la que vale la pena vivir y morir: la pasión por Dios y por su
causa. Es esta pasión y nuestra entrega a ella la que nos lleva a la santidad.
En efecto, tenemos una necesidad imperiosa —una urgencia— de adorar (ubicarnos y
relacionarnos con un ser superior de forma que sintamos seguridad en la vida). Cuando no lo
realizamos, experimentamos incertidumbre dañina favorece la frustración; ó si la encauzamos de
manera equivocada, nos desilusionamos. A veces la dirigimos hacia nosotros mismos o hacia
cosas y personas como deportistas, estrellas del espectáculo, familiares o amigos, pero siempre
expuestos a la desilusión, a causa de la limitación propia de los seres humanos. En esto, Los
santos son un gran ejemplo para nosotros: uno de sus secretos es que supieron dirigirla, decidida
y apasionadamente, hacia Dios, en quien encontraron la plenitud de sus anhelos, por eso llegaron
a ser grandes santos. Orientando sus vidas desde su encuentro con el Señor.
Adorar es dejarnos conquistar por Dios, dejarnos invadir por el Amor y la Belleza, abrir las puertas
a la pureza y la santidad, darle permiso a la humildad para que irrumpa en nuestras vidas
llenándolas de orden y sentido.
Hace ya muchos siglos, san Agustín ofreció una interpretación magistral a esta tendencia humana
con su célebre frase. “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en Ti”. La inquietud del corazón solamente puede encontrar descanso en Dios. Hemos
sido creados para la santidad, lanzados a ser santos
La santidad no es igual a una vida virtuosa. Existen ateos que con esfuerzo, mediante una
disciplina personal, han logrado cincelar virtudes en su vida. Si bien es cierto que la santidad pide
también nuestro esfuerzo, es, sobre una gracia: Dios mismo que llena nuestros vacíos, fortalece
nuestras debilidades, vive en nuestra vida: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” ( S. Pablo).
Es por eso que no podemos llegar a ser santos si no sabemos estar juntos con Jesús y dejarnos
transformar por su Presencia y su Palabra: “Y entró para quedarse con ellos” (Lc 24,29).
La intimidad del discípulo con el Novio Jesús tiene que ir creciendo, madurando. Si no crece,
dejamos de caminar. Y el Señor nos habla en el camino. En el relato de los discípulos de Emaús,
que es el hilo conductor de la temática, Jesús da la impresión de continuar el camino, seguir de
largo, para que los discípulos reaccionen. Es también lo que sucede en nuestro caminar juntos con
el Señor. En ocasiones, parece que se aleja, que no nos oye. Es lo que han experimentado los
grandes creyentes. San Juan de la Cruz se lamentaba en uno de sus poemas: “En donde te
escondiste Amado y me dejaste con gemido. Como el siervo huiste habiéndome herido. Salí detrás
de ti gritando, pero ya te habías ido”. El silencio de Dios es una etapa del crecimiento espiritual. La
finalidad es ayudarnos a purificar y profundizar el diálogo y la amistad con el Señor, a descubrir
que lo más importante no es el consuelo que encontramos en Él, sino Él mismo; no los regalos que
nos da, sino su misma Persona bella y amada.
13
Los discípulos de Emaús, cuando notan que Jesús intenta alejarse de ellos, reaccionan con una
petición llena de ansias y de urgencia: «Quédate con nosotros, porque atardece y la anoche se nos
viene encima” (Lc 24, 29). Lucas agrega: “Él entró y se quedó con ellos». El verbo “quedarse”
sugiere la idea de “permanecer”, de continuar con la experiencia. No se trata de una visita fugaz. Él
se quiere quedar con nosotros definitivamente, “todos los días hasta el fin del mundo”. Pone su
tienda entre nosotros y se hace compañero de viaje. Nos habla en el camino de la vida. Pero para
que acampe en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestra Iglesia necesita
que le abramos la puerta: que le pongamos atención, que dediquemos tiempo para estar con Él,
que nos vayamos vaciando de nosotros mismos, de nuestros temores, de nuestras
preocupaciones, de nuestras dudas, de todo aquello que nos impide ser santos .
“El entró y se quedó con ellos”. La imagen recuerda cuando Jesús llamó a los Doce apóstoles
“para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (Mc 3, 14). Los discípulos misioneros saben
estar con Jesús. Lo primero es estar con él, escucharlo, crear intimidad. Solamente quien ha
estado con Jesús y ha escuchado su Palabra puede ser enviado a predicar lo que “ha visto y oído”.
Se puede pensar también en María de Betania, quien “permanecía a sus pies» para escuchar sus
palabras (Lc 10, 39) o también en la recomendación del testamento del Maestro de permanecer en
su amor . “Quédate con nosotros, Señor” se transforma en una petición apremiante para sentirnos
acompañados por Jesús y compartir nuestra vida y nuestra fe con los demás. Es un imperativo
para el presente y un testimonio para la comunión: “Lo que hemos visto y ído se lo comunicamos a
ustedes para que tengan comunión con nosotros”
Habría que preguntarnos hasta que punto tenemos deseos de quedarnos con Jesús, hasta que
punto nos dejamos animar por el Espíritu Santo para ser santos (Documento de Aparecida 4.4). Si
hay poco interés entre nosotros para expresar el deseo: “Quédate con nosotros Señor” y para
dejarnos guiar por el Espíritu, entonces terminamos por perder el camino y los simples gestos
cotidianos se vuelven insípidos. Es necesario fomentar el deseo de estar con él, juntos, a lo largo
de todo el trayecto. El evangelio nos enseña que este deseo se enciende caminando juntos, paso a
paso, en el corazón y en el espíritu. Cuando caminamos juntos, se nos aparece el Señor.
ACTUAR.
En pequeños grupos compartan las siguientes preguntas:
1. ¿Cuál es tu pasión dominante? ¿Es la pasión por el reino de Dios y sus valores?
¿Necesitas cambiar algo?
2. ¿Cuánto tiempo dedicas al día para estar con él Señor, a sus pies, escuchando su palabra
en la Eucaristía, en la oración, en la lectura personal y comunitaria de la Palabra de Dios,
en el “sacramento” del pobre que necesita ayuda?
3. ¿La comunión e intimidad con Jesucristo en el Espíritu Santo te impulsa a la comunión con
los demás?
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CELEBRAR.
El que preside la celebración invita a celebrar la presencia de Cristo resucitado entre nosotros y en
nosotros; a descubrir, como los discípulos de Emaús, que nuestro corazón arde por la presencia
del Señor. Seguir los siguientes pasos.
1. Invitar a hacer silencio interior. Salir de la dispersión mental y del alboroto emocional para
dejarse guiar por el Maestro interior (el Espíritu Santo) percibir la Presencia del Resucitado.
Para esto, cerrar los ojos y concentrarnos en la respiración (dos o tres minutos).
2. El que preside lee textos de la Escritura que hablen de la presencia cercana, íntima, de
Dios.
a) “¿No saben ustedes que son templos del Espíritu Santo” ( ).
b) “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogará el Padre y les dará
otro Defensor que permanecerá siempre con ustedes (Jn 14, 15.16)
c) “El reino de Dios ya está entre ustedes” (Lc 17,21).
3. Invitar a creer en la verdad de estas palabras. Dios no nos engaña: somos templos suyos,
habita entre nosotros, en nosotros. Ha hecho su morada en nosotros. El reino de Dios ya
está entre nosotros, aquí y ahora
4. Quedarse únicamente con estas palabras: “Con razón nuestro corazón ardía mientras nos
explicaba las Escrituras”. Repetirlas lentamente, con mucha fe y amor, sintiendo lo que
dicen.
5. Agradecer la presencia de Dios entre nosotros y en nosotros. Se puede hacer con palabras
o con un canto conocido, por ejemplo: “Dios está aquí, tan cierto como el aire que
respiro....”. “Gracias quiero darte por amarme...”
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4º. Día (Tema # 4)
LA COMUNIÓN DE LOS DISCIPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA
“Los discípulos de Emaús regresan con los suyos a hacer comunidad”
“Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén,
donde encontraron reunidos a los Once y a todos los demás” ( Lc 24,33).
Objetivo.
Llevar al ejercitante a comprender el rol decisivo de la Iglesia en la vida cristiana para que se una a
la tarea de construir la comunión eclesial.
VER.
No nacimos para estar solos. Instintivamente buscamos la compañía de los demás. En ciudades
grandes y muy competitivas como Monterrey, se experimenta más hondamente la soledad. Los
adolescentes y jóvenes que no encuentran compañía en su casa, la buscan fuera, a veces por
caminos equivocados como la droga o las pandillas violentas. También hay muchas personas que
viven una intensa vida familiar, pero experimentan la necesidad de enriquecerla con los amigos y
amigas. Buscan a los amigos (as) en los clubes, en los grupos para jugar baraja o dominó... no
para huir de sus casas, sino porque tienen la necesidad de ensanchar el reducido mundo de la
familia.
Otras personas no se sienten satisfechas solamente con su vida familiar y social, sino que buscan
una trascendencia de horizontes más amplios. Entonces van a la Iglesia. Pero a veces la
asistencia a la Iglesia está marcada por el individualismo. Aun cuando participan de los
sacramentos, su relación es muy vertical: Dios y yo. No se han sentido Iglesia, comunidad,
congregación reunida en torno a la Santa Trinidad. No se han dado cuenta de que todos somos
responsable de la Iglesia.
Hay católicos que dan un paso más. Le parece insuficiente la práctica sacramental y buscan algún
grupo parroquial para compartir su fe cristiana y crecer con los demás. Pero no son pocos los que
se desaniman. Encuentran conflictos en los grupos parroquiales: lucha por el poder, envidias,
celos, rivalidades entre los miembros del grupo. Entonces, se les va enfriando el entusiasmo y
algunos terminan por retirarse del grupo.
Hay católicos que deciden ser católicos, pero rechazan la Iglesia. No tienen dificultades para
aceptar a Cristo. Lo encuentran fascinante como persona y como Maestro. Le dicen “sí” a Cristo,
pero “no” a la Iglesia porque la encuentran llena de defectos. Según la enseñanza y la práctica de
Jesús ¿Se le puede aceptar a él y rechazar a su Pueblo que es la Iglesia? ¿Hay algún católico tan
perfecto que tenga la autoridad moral para rechazar a una Iglesia con luces y sombras? ¿Los
santos más grandes, con una calidad de vida moral insuperable, rechazaron a la Iglesia?
JUZGAR
Jesús de Nazaret, el Evangelio y los grandes cristianos de todos los tiempos nos dicen: Quien
encuentra a Cristo, encuentra a la Iglesia. Es el camino de los discípulos de Cristo. Los discípulos
de Emaús —una vez que se les abrieron los ojos cuando juntos compartieron el pan con el
Resucitado, es decir, participaron en la Eucaristía (Lc 24, 30-31)— sintieron la necesidad de
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regresar juntos a Jerusalén donde encontraron reunidos los Onces y a todos los demás discípulos
(Lc 24,33). Es el camino que siguió san Francisco de Asís. En efecto, el encuentro con Cristo vivo
lo lleva a la Iglesia: “Francisco, le dice Cristo, repara mi Iglesia que amenaza ruina”. Y san
Francisco siguió al pie de la letra la invitación de Cristo. Amó no a una Iglesia inmaculada, sino a
una Iglesia que amenazaba ruina y se comprometió con todas sus fuerzas a crear la comunión.
Pero no podemos limitarnos a hablar de comunión en la Iglesia: es necesario crearla. Y la verdad
que es una ardua tarea. Hay quienes se alejan de la Iglesia porque no encuentran una comunidad
fervorosa y entusiasta. El desafío es crear comunidades eclesiales donde las personas se sientan
reconocidas y acogidas por sus Hermanos en la fe y abrazadas por el amor de Dios.
La vida comunitaria puede llegar a ser difícil. Puede llevarnos por caminos imprevistos, a veces
por caminos de desaliento, de frustración, de derrota. Es justamente lo que pasó con los discípulos
de Emaus: “Nosotros esperábamos...” (Lc 24,21). ¿Quién de nosotros no perdió el camino de la
comunidad eclesial por pereza, por el mal testimonio de algún miembro de la iglesia sacerdote,
religiosa, religioso, ó laico? ó la desilusión experimentada cuando se vieron divisiones o diferencias
en los miembros de algún grupo parroquial o el desgano con el que se desempeñan algunos
ministerios (servicios. Responsabilidades) en la iglesia?, ¿Quién de nosotros, en situación difíciles,
no pensó en retirarse de la comunidad, exiliarse ante un fracaso, bajar los brazos ante un hermano
o un problema, evitar una crisis insoluble para refugiarse en otra parte? Esta fue también la prueba
del pueblo de Dios en el desierto, intentar regresar a las cadenas de su esclavitud, a las cebollas
de Egipto (). Cada uno de nosotros sabemos cuáles son nuestras derrotas ocasionales o crónicas.
Si volvemos al relato de Emaús nos daremos cuenta que, cuando la narración inicia, hay dos
personas: Cleofás y su compañero, caminante que viven un drama. Dejan Jerusalén y “todo lo que
sucedió aquellos días allí” (Lc 24,18), es decir, se alejan de una situación que les resulta
incomprensible y molesta: el drama acontecido a Jesús y a la comunidad. Al alejarse de Jesús y la
comunidad se introducen en un camino de dispersión, se distancian de la experiencia comunitaria,
y buscan refugio en los pequeños límites de la seguridad cotidiana. Su camino es el desconcierto y
la huída de la comunidad.
Juntos pasarán de tener los ojos impedidos para reconocer la presencia de Cristo en medio de
ellos, a ojos que se abren ante el contacto con las Escrituras (Lc 24,31 ) y ante la Presencia de
Jesús en “la fracción del pan” (la Eucaristía) y en su propio corazón, un corazón que se vuelve
ardiente al contacto con el Resucitado. Desde la experiencia de los discípulos de Emaús, la
comunidad se reúne y pasa de la apatía al entusiasmo, de la frialdad al fervor, de la dispersión a la
comunión cuando descubre en medio de ella la presencia del Resucitado.
El camino de Emaús, que es el camino hacia la comunidad, se recorre caminando juntos, orando y
hablando. Lucas dice que los discípulos de Emaús hablaban y discutían juntos de los
acontecimientos que habían vivido. Primero hablaron entre ellos, luego hablaron con aquel
“extraño” que entró en su camino y, finalmente, terminaron hablando con Dios. Y una vez que
hablaron con Jesús, volvieron a la comunidad. Pero ya no eran los mismos: la intimidad con el
Resucitado los había transformado. Estaban listos para crear comunidad.
Sin embargo, no se trata de hablar por hablar. Se trata de una palabra necesaria. Una palabra
nacida del corazón. A través de la palabra se esfuerzan por comprender y explicar lo que les ha
sucedido. Envueltos en la ceguera y la emoción, esta palabra los hace solidarios.
Ya se ha dicho lo importante que es narrar la propia vida, para crear lazos de confianza, para crear
la comunión. El diálogo profundo ayuda a entrar en la intimidad de los otros y del Otro. Lo que
podemos confiar es simple: nuestras alegrías y nuestras penas, nuestras esperanzas y
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desilusiones, nuestros silencios y nuestros descubrimientos, nuestras necesidades y nuestra
sabiduría... En pocas palabras, la verdad de nuestro ser. Compartir hasta este punto la experiencia
funda la comunidad.
Es necesario dedicar tiempo a la comunidad eclesial, conocer la vida de la Iglesia, interesarse por
ella a fondo para descubrir que hay más allá de los ritos sacramentales, los principios morales y las
verdades doctrinales; conocerla para amarla puesto que, como dice el dicho, “de la vista nace el
amor”. Sólo quien conoce la profundidad de los sacramentos puede valorarlos y practicarlos no por
obligación, sino porque ha visto el valor que encierran y los ama. Solo quien conoce los dos mil
años de la azarosa historia de la Iglesia puede amarla con un amor lúcido y maduro, como un
adulto ama a su madre con todas sus virtudes y defectos. Sólo quien sabe —con un conocimiento
académico, pero también vivido y sufrido en la experiencia cotidiana— que al Iglesia no somos
solamente nosotros sino Cristo mismo, vivo, resucitado, presente aquí y ahora por su Espíritu,
pude crear la comunión en la Iglesia.
Los lugares de comunión, como ha dicho el Documento de Aparecida son: la Diócesis, la
Parroquia, las Comunidades Eclesiales de Base y las Pequeñas comunidades (grupos de barrio ó
sectores, grupos y movimientos parroquiales, la familia.
ACTUAR.
En pequeños grupos compartan las siguientes preguntas:
1.- ¿Cuál es tu actitud ante la Iglesia? ¿Indiferencia, apatía, interés, participación activa en los
sacramentos, colaboración en algún ministerio, crear comunión desde un grupo parroquial o
eclesial?
2.-¿A través de que medios concretos puedes ayudar a crear la comunión en la Iglesia de tal
manera que los que vengan a ella encuentren una comunidad viva, fervorosa, acogedora,
comprometida con los más necesitados y los alejados?
CELEBRAR
1. Canto. “Juntos como Hermanos, miembros de la Iglesia...”.
2. En unos momentos de silencio, piensa en todas las cosas buenas que has encontrado en
la Iglesia, todo aquello que te ha consolado y animado.
3. Agradece a Dios por ellas.
4. Los que gusten, expresen en voz alta su agradecimiento a Dios.
5. Tomarse de las manos y rezar un Padrenuestro.
6. Darse un abrazo o un saludo de despedida.
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5º. Día (TEMA # 5)
“LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS MISIONEROS PARA SERVIR AL CRECIMIENTO DEL
REINO DE DIOS, VIVIENDO EN UN ESPIRITU DE COMUNION.
Los discípulos de Emaús, corren a narrar su experiencia con Jesucristo”
“Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la
fracción del pan. (Lc. 24,35)
Objetivo
Descubrir la importancia de la Misión y que ésta debe darse con una actitud de alegría y
convicción en el mensaje transmitido, fomentando con ello el crecimiento de la comunidad.
VER
Hablar con otros de nuestras experiencias, siempre será muy provechoso porque es como volver a
vivir aquel suceso. Sobretodo si son sucesos agradables que hemos vivido. En nuestra comunidad
es muy común que si tengo que tratar un asunto con alguien lo hagamos invitándolo a tomar un
café o de plano en una invitación a comer a algún restaurante. Saboreamos la comida material y
compartimos nuestros proyectos y planes con más gusto y alegría. Nos emocionamos al
compartirlos.
Otra forma de compartir es reuniéndonos en familia. Muchas se reúnen en la casa de la mamá o de
la abuela, a platicar cómo vivimos, cómo nos ha ido en el trabajo, qué planes tienen los hermanos,
y se respira el gusto y la alegría de compartir con la familia lo que hacemos y lo vamos logrando en
la vida.
Son signos de salir al encuentro de los demás, nos organizamos, quedamos de llegar a una hora,
tenemos que estar cierto tiempo reunidos, y la llegada es siempre con un saludo y la despedida
no se diga: el abrazo sincero y el compromiso de vernos sin que pase mucho tiempo.
Pues esto mismo es lo que deberíamos hacer al compartir nuestra experiencia de Cristo en
nuestras vidas. La comunidad se reúne, platica, expresa cómo el Señor los sacó de los distintos
apuros durante la semana. No hay mejor opción de ser misioneros, que compartir, con alegría y
convicción, que Cristo ha estado entre nosotros día tras día.
JUZGAR
No es muy difícil imaginar la alegría que seguramente expresaron los discípulos de Emaús, al
comprobar que sí, aquellas mujeres que habían ido al sepulcro (Lc. 24,22) habían visto al Señor y
ahora ellos eran partícipes de la misma experiencia y no sólo esto, sino que lo vieron, platicaron
con él y convivieron con él.
Lo que les pasó a estos discípulos se sumaría a lo de las mujeres y otras apariciones, para ir
convenciendo que Cristo efectivamente estaba vivo. Una gran responsabilidad al ser escogidos
para esta gran misión.
Ellos transmitirían su experiencia y tendría que ser tal, para convencer a otros que les creyeran.
¿Lograrían convertir a otros por el hecho de haber compartido lo que les había pasado? Digamos
que sí, porque una experiencia tan real y tan fuerte, seguramente hizo que los discípulos de
Emaús, compartieran con tal alegría y tan convencidos de lo que vivieron, que seguramente
convencieron y convirtieron a los demás.
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Ellos se convirtieron en misioneros, pues llevaban la gran noticia de decirles a otros que
efectivamente Cristo estaba vivo. La misión entonces es anuncio gozoso y convincente, debe ser
kerygmática (o sea, viva y eficaz) para abrir los corazones de nuevas personas para que
emprendan un camino de profundización al amor de Dios.
La actitud del discípulo misionero debe ser la de convencer a otros que emprendan un camino
hacia la vida plena, que sean capaces de llamar a otros a que corrijan su vida, para vivir con
dignidad y alcancen la paz interior en la que se debe vivir para llegar a la felicidad.
Pero ¿En qué momento descubrieron que era Jesús y que estaba junto a ellos? : ¡ al partir el pan !
Esto no es ninguna casualidad, Jesús quería dejar en claro que en la Eucaristía, es donde lo
podemos descubrir realmente presente, vivo, resucitado. Esta experiencia de Eucaristía para
nosotros debe ser tan real que deberíamos salir de la celebración con mucha alegría a compartir
con otros, dicho encuentro.
Ser misionero es correr, y pudiéramos decir “desesperadamente”, para irles a decir a otros, con
una actitud de alegría y convicción, que hemos visto al Mesías, al Salvador del mundo, pero no
sólo decirlo, sino con la intención de que ellos también quieran tener esa experiencia de conversión
e iniciar un camino de cambio.
El misionero debe estar seguro de lo que predica, debe compartir una experiencia de “encuentro
íntimo, verdadero y real”; no debe compartirse como quien ha leído algo en algún libro y luego lo
narra a los demás. El misionero sólo podrá ser auténtico misionero cuando comparta lo que ha
experimentado en su propia vida y siempre con la intención de convencer a los demás de que
vivan ese encuentro.
La Iglesia debe propiciar espacios donde la gente pueda encontrarse con Jesús: la oración, la
lectura de la Sagrada Escritura, Retiros Espirituales, etc. y quienes compartan sus experiencias
deben ser “misioneros” experimentados en la vida de Cristo, es decir, que lo que compartan brote
sobre todo de su experiencia personal de Jesús. Así lo hicieron los caminantes de Emaús, ellos
fueron discípulos al ir caminando con Jesús y dejar que les explicara las Escrituras, pero llegó un
momento en el que se les abrieron los ojos y se dieron cuenta porqué su corazón ardía al
escucharlo. Lo reconocieron al partir el pan y entonces su experiencia se hizo interna, profunda y
gozosa. Los discípulos se convirtieron en misioneros.
Descubramos en la vida diaria un camino con Jesús, todos los días nos habla a través de las
distintas y diversas circunstancias que enfrentamos. De cada encuentro que tenemos con muchas
personas, nos deja un mensaje, de cada actividad realizada descubrimos una actitud nueva a
desarrollar, de cada sentimiento provocado nos deja una experiencia siempre nueva… ¿porqué no
descubrir que todos los días es un constante caminar con Jesús? Pero ¿tenemos la capacidad de
descubrirlo o nos pasa de lleno? Al terminar el día haz un recuento de tu encuentro con El y al día
siguiente compártelo con otras personas como lo hacen los misioneros, seguramente otros te
escucharán con atención e irás inyectando una actitud de conversión a los demás. Y no se diga del
haber compartido la Eucaristía dominical donde él realmente se hizo presente y puedas compartir
el mensaje que te dejó.
Los discípulos fueron como misioneros a encontrarse con los demás, aunque se habían separado
de la comunidad (ya que tenían que regresar a sus casas), sintieron la necesidad de regresar a la
comunidad a compartir lo que habían visto y oído.
No tendría ningún sentido salir a transmitir el mensaje evangélico si no lo hacemos concientes de
que lo que se va buscando es el crecimiento de una comunidad. Anunciar el mensaje sí, pero con
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la intención de convencer a otros de que quieran experimentar esta alegría y este gozo que
expresa ya el misionero.
Imaginemos que vamos a una comunidad y les compartimos con mucha alegría la experiencia de
haber encontrado al Señor, pero si no logramos que aquellas personas también quieran
experimentar ese encuentro, logrando con ello tener más discípulos, no tendría ningún sentido la
misión. Por eso decimos que la misión debe estar impregnada de gozo, alegría y convicción, para
emocionar a otros a la conversión.
La misión es generadora de comunidad y la misma comunidad debe estar generando misioneros.
Debe ser algo tan dinámico que no se pueda detener: misioneros que van a una comunidad
buscando nuevos misioneros y al encontrar nuevos misioneros iniciar nuevas comunidades.
No es tan fácil lograr esta dinámica y la creación de nuevas comunidades, naturalmente que se
requiere de varias cosas: primero que los misioneros realmente hayan llevado una formación que
los haya enamorado de Cristo, porque al final de cuentas lo que se comparte es esta experiencia y
no sólo un conocimiento o conceptos; en segundo lugar que haya un sistema de crecimiento para
la comunidad, o sea, que no llegue el misionero sin saber por donde va a dirigir a la comunidad,
debe tener un proceso claro y definido; tercero y no menos importante, que haya espacios y
recursos suficientes y necesarios que le faciliten su trabajo misionero.
Así entonces es importante planear con anticipación el inicio de una misión y el crecimiento de una
comunidad, porque de lo contrario nos exponemos al fracaso y a que la misión en realidad no
tenga frutos.
ACTUAR:
En pequeños grupos compartan las siguientes preguntas:
1.- ¿Porqué es importante haber tenido un encuentro profundo con Jesús, para poder ser
misionero?
2.- En esta Cuaresma, la conversión es muy importante. ¿Qué actitudes debe mostrar el
“misionero” para lograr que los demás se vayan convirtiendo?
3.- ¿Qué elementos consideras que debe de haber para vivir en un espíritu de misión permanente
en la comunidad?
CELEBRAR:
1.- Se invita a que las personas se arrodillen, y que se concentren en un silencio interior.
2.- Repasarán lo que hicieron en el día. (El que preside los va guiando para que recuerden por
horas, las actividades del día que está culminando).
3.- Se les invita a que le compartan al mismo Jesús, sus experiencias del día. Queriendo lograr con
esto las actitudes de un misionero.
4.- Se culmina con una oración apropiada o un canto que hable sobre el tema de la misión.
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