La familia Larrain. Sus orígenes en España e historial de la rama

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CIUDADANO ILUSTRE
introducción
Luis Rodríguez S.*
Al cumplirse 125 años de la creación de la comuna de Viña del Mar, el Archivo
Histórico Patrimonial ha considerado un deber rendir homenaje a la ciudad a través de la
exposición “Forjadores de una ciudad”, en la que pudo visualizarse a algunos de los
hombres y mujeres que hicieron grande a la ciudad jardín, homenaje que, hoy
reiteramos por intermedio de esta publicación y de la remembranza del insigne
historiador, don Carlos Larrain de Castro.
Como es tradición en cada uno de sus números, se realiza una dedicatoria
especial a un ciudadano destacado; en esta ocasión, resaltamos la señera figura del
historiador don CARLOS LARRAIN DE CASTRO, en la pluma del también notable
historiador, Padre Gabriel Guarda Geiwitz O.S.B., quien, gentilmente ha autorizado
la publicación de una reseña sobre don Carlos, escrita por él, para servir de prologo al
libro “La Familia Larrain”.
De don Carlos Larrain, historiador por vocación y reconocido genealogista,
descendiente de una vasta familia íntimamente ligada a la historia de nuestra patria;
nacido en Japón y que hizo de Francia su segunda patria, recibiendo en ella una
esmerada educación y regalando hermosos años de su vida al servicio de la Legión
Extranjera, la cual dejó con apenas veinte años de vida, transformado en un “veterano
de guerra”; queremos particularmente destacar su libro “HISTORIA DE VIÑA DEL
MAR”, con el cual obtuvo el premio Academia, en 1941. Es esta obra historiográfica, la
más sobresaliente que existe hasta nuestros días sobre nuestra ciudad, donde don
Carlos realizó un detallado estudio de los territorios en los que más tarde se fundará Viña
del Mar, efectuando un exhaustivo análisis de los diversos propietarios de las tierras,
desde la llegada de Don Pedro de Valdivia hasta la formación de la ciudad, llegando a
abarcar hasta la década de 1930 y pudiéndose a través de sus bien estudiadas líneas,
recrear cada momento particular en la conformación de nuestra ciudad, tornándose su
estudio en una obligación, toda vez que se desea abordar la creación de Viña del Mar.
Sea éste un caro homenaje a Don Carlos Larrain de Castro y, a través de él, a la
ciudad de Viña del Mar, ciudad a la cual dedicó tan magnifica obra.
*. Licenciado en Historia. Archivo Histórico Patrimonial de Viña del Mar.
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LA FAMILIA LARRAIN
Sus orígenes en España e historial de la rama mayor en Chile
Gabriel Guarda Geiwitz O. S. B.*
Prólogo
El autor del libro que prologamos, nació en Tokio, capital de Japón, el 8 de
febrero de 1899, y falleció en Santiago de Chile el 7 de noviembre de 1973.
Hijo del distinguido diplomático y coleccionista don Javier Larrain Irarrázaval y
doña Emma de Castro Caravia, de nacionalidad uruguaya, pertenecía a familias de alta
figuración social en el presente y de preclara actuación histórica en el pasado de sus
respectivos países. Sin embargo, al decir de uno de sus biógrafos, “en él chocaban el
acendrado catolicismo de su familia paterna con el no menos encendido liberalismo del
linaje materno”.1
Tal particularidad es innegable que debió sellar la personalidad de don Carlos y,
junto con las variadas aventuras de su juventud, debió marcar no pocas de sus ulteriores
actuaciones. Cabe indicar aquí que, sin embargo, con el correr de los años triunfaría
ampliamente, por llamarlo de alguna manera, el atavismo paterno, que lo llevaría
después de un largo rodeo, a la fe de sus mayores, al punto de asumir con cristiana
lucidez la hora suprema de su muerte, al igual que las duras pruebas de la más diversa
índole que la precedieron.
Por otra parte, la admiración que siempre le inspiró su padre, podrá comprobarla
el lector en el texto de esa misma obra, en el párrafo correspondiente, en el cual, dentro
de un estudio tan sobrio como objetivo sobre su propia familia, puede percibirse acaso el
único desborde personal del autor; hermoso testimonio que explica más que muchos
discursos la clave del presente libro.
Decíamos que la vida de don Carlos Javier transcurrió en medio de diversas
aventuras. Como se verá , bastará con sólo enumerar algunos hitos de sus itinerario para
adivinar, entre líneas, la verdad de este aserto.
Independientemente de su nacimiento en el Japón, en circunstancias que su
padre desempeñaba el cargo de Ministro Plenipotenciario de Chile ante S. M. I., sus
primeros estudios los realizó en el variado escenario de ciudades como Lima,
Montevideo o París, adonde finalmente fue enviado al famoso colegio Stanislas y donde
trascurrió su existencia en una época extraordinariamente atractiva. Fue allí donde, al
final de la Primera Guerra Mundial, ingresó como voluntario de la aviación, cuando esta
*. Academia Chilena de la Historia
1. Lira Montt, Luis. El Fuero Nobiliario en Indias. Boletín de la Academia Chilena de la Historia Nº 89,
Santiago 1975 1976, p. 45.
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Especialidad “era todavía un problema” 2
Herido en un accidente, pasa a enrolarse a la Legión Extranjera asistiendo a tres
importantes batallas. Inmediatamente después del armisticio le cupo entrar con las
tropas de ocupación a Alemania, donde fue licenciado.
Tenía a la sazón sólo veinte años. Era, sin embrago, veterano de guerra y estaba
condecorado siete veces; entre otras, con la Medalla al Mérito Militar de Francia. Con este
bagaje a cuestas llegó a Chile, donde fuera de esporádicos viajes al extranjero se
radicaría en forma definitiva. El 22 de octubre de 1922 casó en Santiago con doña Rebeca
Vicuña Valledor.
De gran agudeza, vasta cultura e inigualada experiencia, al decir de don Juan
Luis Espejo, “sin armas para combatir, recurrió a la pluma” 3, publicando un artículo
relativo a un vocablo criollo, que desató una agitada polémica periodística de tres meses
de duración.
A decir verdad, su intención no había sido encenderla, pues se trataba de una
carta privada dirigida al célebre crítico literario Omer Emeth, quien con la mejor intención
y sin duda atraído por la viveza de sus observaciones -, la dio a las prensas de El Mercurio,
el 29 de mayo de 1927. El asunto tratado se refería a un comentario crítico sobre la
novela Desarraigados, de Augusto Millán y, por la delicadeza del tema, derivó en la
bullada polémica. El autor de las presentes líneas conserva esta sabrosa página con una
nota manuscrita del puño y letra del señor Larrain, en que indica: “Este artículo
inesperado, pues era una carta privada que no sospeché se publicara, dio margen a una
'plancha' descomunal y gracias a él se descubrió mi vocación de historiados y escritor...”.
Curiosa iniciación en tan nobles disciplinas en las cuales, efectivamente, don
Carlos no había tenido una formación sistemática, si no es la general recibida en las
exigentes aulas parisinas, su vasta cultura y sus infatigables lecturas. Supliría, no
obstante, esta ausencia, el contacto con dos maestros de excepción, don Tomás Thayer
Ojeda y don Juan Luis Espejo. El área de éstos la formación de nuestra sociedad-, sería la
propia del señor Larrain, desbordando, como consecuencia directa, a diversas
investigaciones sobre historia de la propiedad, de objetos relevantes de nuestro
patrimonio cultural, cuando no, aunque en menor grado, a temas puramente literarios.
Sus actividades públicas y privadas estuvieron supeditadas a su preferencia por
los estudios históricos, que lo llevaron a obtener el premio Academia, en 1941, por su
Historia de Viña del Mar, y su ingreso a la Chilena de la Historia, Correspondiente de la
Real de Madrid, el 29 de diciembre de 1943, en el sillón vacante por el fallecimiento de
don José Miguel Echenique Gandarillas. Su discurso de incorporación versó sobre Los
judíos en la vieja Europa y en Chile colonial.4 Su carrera pública culminaría con el
2. Espejo, Juan Luis. La recepción del académico D. Carlos J. Larrain. Ibíbem Nº 27, Santiago,
1943, p. 29.
3. Ibídem, loc. Cit.
4. Cf. Ibídem, p. 5.
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la familia larrain, sus orígenes en españa e historial...
desempeño, desde 1963 hasta su muerte, del cargo de Conservador del Museo Histórico
Nacional, benemérita institución a la que imprimiría un espíritu de dinamismo y
renovación afín con sus conocimientos históricos y su interés por todo lo chileno y la
belleza de los objetos.
La producción de don Carlos Larrain suma alrededor de medio centenar de
títulos, entre los cuales, fuera de los publicados en la prensa periódica y de los ya citados,
destacan: La Misión Lastarria; Francisco de Riberos; El desastre de Tucapel; Diego
García de Cáceres; Valdivia y su compañeros (en elaboración con don Tomás Thayer
Ojeda); Fernando Álvarez de Toledo; Catalina de Erauso; La hueste de Pedro de Valdivia;
Martín Ruiz de Gamboa; Orígenes de Zapallar; La Torre de la Pica y el Señorío de
Almenar; La Encomienda de Pullally; Parques tradicionales chilenos; Peñalolén; Lo
Arcaya y Tierras de Colina; Jardines del viejo Santiago; Papudo; El Huique; Las Condes;
Los Errázuriz; Rosalía de Castro. Aparte de los libros publicados en hermosas ediciones,
la mayor parte de estos estudios vieron la luz en el Boletín de la Academia Chilena de la
Historia. En todos ellos campea el “sello personal de sus elegante prosa, dominio del
tema, sobriedad y amena exposición, no exenta a veces de finos rasgos de ironía” 5.
No pocos de estos rasgos podrá apreciar el lector con el mérito de ser acaso la
cumbre de su producción historiográfica- en el texto de la obra que sigue. Por sus
peculiaridades, el punto merece una mayor información.
Llevado por las circunstancias -el citado artículo inaugural de su carrera literaria, al terreno de la investigación genealógica, el conocimiento de la acción pública de
muchos de sus miembros en la historia nacional, la importancia social de su amplia
parentela, por último una especie de curiosidad primaria, necesariamente el estudio de
su propia familia debía ser, en realidad, la consecuencia lógica de sus prolijas
investigaciones. Diversas circunstancias conspirarían a que también fuese la más
acuciosa de todas, y la postrera.
En efecto, pacientemente, a lo largo de todas sus búsquedas en archivos y
bibliotecas tanto nacionales como extranjeros, había tenido el cuidado de ir consignando
metodológicamente los datos que, en forma abreviada, respalda la presente obra y que
el lector atento no dejará de percibir y valorar.
Sabido es que la familia Larrain tuvo dos grandes ramas en Chile; la llamada
Mayor, de los marqueses de Larrain, y la Menor, o de Los ochocientos, en la que recaería
el marquesado de Montepío.
En un momento de su elaboración don Carlos pensaba abordar en su conjunto el
estudio de ambas ramas. Diversas consideraciones, no obstante, lo fueron, apartando
de aquel proyecto. Entre las que recordamos haberle oído, las había tan respetables
5. Lira Montt, op. Cit., loc. Cit.
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como lo abrumador de la tarea de revisar todo lo escrito y rehacer enteramente las
biografías de los miembros de la célebre Casa Otomana, durante la Independencia,
cuando, al decir del canónigo don Vicente Larrain y Salas, “todas las presidencias”,
estaban en ella. Esto era en realidad una faena abrumadora, habida cuenta que
necesariamente debían incluirse las de los infinitos próceres consortes de los miembros
femeninos de aquel conglomerado, puesto que cada uno de ellos, por decirlo así, se
identificaba y fundía en el clan.
Sin duda de más brillo que la misma rama mayor en ese preciso período, la tarea
era tentadora, pero exigía además un tiempo que, como se verá, el autor tenía contado.
Lo asustaba, por otra parte, la enormidad de la descendencia de “los ochocientos”: tenía
temor a la idea de hacer de sus libro una edición no sólo imposible, por lo abultada, sino
ostentosa, cuando no insoportable, para el lector.
Pero la más poderosa razón para restringir su campo de investigación sería la ya
adelantada: el tiempo. Conocedor de la gravedad de su mal, el señor Larrain de Castro
sentía que los días se le iban sin alcanzar a concluir siquiera la redacción del material
atingente a la rama mayor.
En los respectivos párrafos el lector encontrará admirablemente tratado lo
referente al fundador de “los ochocientos”, don Martín de Larrain, sobrino del genearca
de su estirpe en Chile, don Santiago. Dilucida, como corresponde, las dudas sobre
eventuales predominios de alguna rama respecto de la otra y explica con breves pero
maestras razones el por qué del aparente eclipse de los miembros de la rama mayor
durante la Independencia y las circunstancias por las cuales no muestran un frente unido
en aquel crucial momento.
Lo referente a la rama mayor es abordado en la obra con la extensión y precisión
que su autor había deseado. Fue la verdadera gracia de la providencia que fuese el
mismo don Carlos quien, no obstante la presión de su dolorosa enfermedad, tuviese
tiempo suficiente para transcribir personalmente los originales y, salvo algún pequeño
detalle, dejarlos corregidos.
En la imposibilidad de afrontar en aquellas circunstancias la edición de la obra,
dispuso que después de sus días fuera entregada a don Sergio Fernández Larrain, actual
presidente de la Academia Chilena de la Historia, y al autor del presente prólogo, a fin de
que, en el seno de dicha institución, procurásemos imprimirla, tempore oprtuno.
La más variada serie de factores impidió la inmediata publicación de un libro, tan
importante en género, que, por otra parte, no podía permanecer inédito, privando al
historiador de una fuente excepcional de información y consulta.
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la familia larrain, sus orígenes en españa e historial...
Constituye una gran satisfacción para los encargados de custodiar tan precioso
original el verbo por fin impreso, cumpliendo así póstumamente los más caros anhelos
de su autor.
Conforme a todo lo expresado y según lo usual en estos casos, se ha respetado
escrupulosamente el texto original. Las lagunas existentes, en obedecimiento a la
expresa voluntad del señor Larrain, han sido llenadas gracias al concurso de diversos
colaboradores. Al efecto, el lector encontrará en cada caso en que ha debido recurrirse a
este expediente, la correspondiente nota aclaratoria, a fin de distinguir lo publicado, del
original receptus.
La iconografía, tan valiosa fue reunida y seleccionada por el propio don Carlos,
insertada en los lugares oportunos y anotada en la forma que se publica. Por nuestra
parte, hemos agregado el retrato del autor, que debemos a la gentileza de don Hernán
Rodríguez Villegas, actual conservador del Museo Histórico Nacional.
Al cumplir con la grata obligación de llevar a su término la edición de Larrain,
quiero hacer público mi agradecimiento a don Sergio Fernández Larrain, a cuyo interés,
personal se debe el hecho de que la Academia Chilena de la Historia patrocine la
publicación.
Hacemos extensivo nuestro agradecimiento, por su intervención en la
preparación de los originales, a los académicos don Luis Lira Montt y don Alamiro de Ávila
Martel, por la ayuda recibida en la complementación de datos a los señores Sergio
Larrain Eyzaguirre y Florencio Larrain Pérez Cotapos, miembros del Instituto Chileno de
Investigación Genealógicas, como las personas que se indiquen en las aludidas notas.
En los originales dejados por don Carlos Larrain al autor de estas líneas figura
una hoja suelta con una cita de Salustio: ... Majorumque gloria posteris quasi
lumen est (“La gloria de los mayores es casi luz para los descendientes”). Sirva esta
frase como pórtico de su última y mejor obra.
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