Reflexiones a propósito de la situación vivida por Alejandra

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Reflexiones a propósito de la situación vivida por
Alejandra Jaramillo Morales, por Juanita Barreto
Gama
Son muchos los caminos andados en la pretensión de eliminar todas las formas de violencia
reales y simbólicas contra las mujeres y muchas también las resistencias personales y colectivas
para eliminar las prácticas que las reproducen.
Comparto con ustedes mis reflexiones al respecto como parte de los procesos y acciones en el
camino de la construcción de la autonomía de las mujeres y el ejercicio cotidiano de
sus/nuestros derechos, a propósito de la situación vivida por Alejandra Jaramillo y de su
profunda conexión con las incontables expresiones de violencias sexistas vividas en los campus
universitarios y en todos los espacios por donde transitamos.
Juanita Barreto Gama
Ciudadana colombiana, gracias a las sufragistas que me antecedieron
Integrante del Grupo Mujer y Sociedad
Integrante de ALERTA MUJERES
Profesora jubilada de la Universidad Nacional de Colombia
EN LA BASE DE LA REPRODUCCIÓN DE LAS VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES
LA PERSISTENCIA DE LA ECUACIÓN MUJER=MADRE
Vivimos en el año 15 del siglo veintiuno del calendario gregoriano. Existen desde hace más
de cuatro décadas tratados internacionales, convenios y declaraciones que proclaman los
compromisos de los Estados del Hemisferio Occidental con la eliminación de todas las
formas de violencia contra las mujeres, pese a ello, Erwin Fabían García López[1], ejerce
violencia práctica y cotidiana contra Alejandra Jaramillo Morales y a través de ella, contra
todas las mujeres.
En sus afirmaciones reproduce los cánones que durante milenios han regido las lógicas de
la familia patriarcal, al calificar como “controversia”, un ejercicio de violencia psicológica
derivado de un ejercicio arbitrario de poder, en el cual funge como el gran paterfamilia. En su carta fechada el 11 de noviembre, a la vez que afirma “(…) Nuestra
controversia tiene que ver con diferencias en ideas y conductas en crianza y educación de
nuestro hijo e hija” denuncia que “(…) ha cometido errores graves y sigue cometiendo
errores que TENGO LA OBLIGACIÓN de cuestionar. Estos cuestionamientos se los hago a
Alejandra abiertamente DESDE LA AUTORIDAD QUE ME DA EL PROCESO DE PATERNIDAD
INTENSO Y RESPONSABLE QUE HAGO DE MI HIJO E HIJA DESDE HACE 12 AÑOS” (las
mayúsculas fijas son mías). Estas afirmaciones, palabras más, palabras menos, las ratifica
en su nueva carta fechada el 2 de febrero y publicada por diversos medios.
Se abroga así un presunto derecho de calificar desde el supuesto poder del padre, la
conducta de la madre. Pareciera que este investigador y promotor de una supuesta nueva
Educación Familiar (EF) pretende mantener aún vigente la potestad marital, definida
como “el poder que la ley confiere al marido sobre la persona y los bienes de su mujer”,
una norma que rigió en Colombia a comienzos del siglo XX y que fuera derogada desde
mediados de los años treinta, aunque haya quienes la pretenden prolongar, vía prácticas
culturales.
Durante los dos últimos años y a través de las redes sociales Erwin Fabián ha afectado la
imagen pública de quien fuera su compañera sentimental, pretendiendo sancionarla y
castigar su autonomía. En comunicaciones recientes se burla de las “medidas de
protección” dictaminadas por la Comisaría trece de familia y confirmadas por el juzgado
quince de familia las cuales demostraron que “con las publicaciones que realizó en el
muro de Facebook expone asuntos del orden familiar y personal de
Alejandra Jaramillo Morales, permeando los límites de su intimidad (…)” (Fallo del 19 de
agosto, Juzgado 15 de familia)
Las violencias contra las mujeres continúan reproduciéndose de muy diversas formas, una
de las cuales ha sido la persistencia de la ecuación mujer=madre. La
simbiosis madremujer ha sido, durante milenios, una barrera para el reconocimiento de la
acción política de las mujeres; también un obstáculo para la construcción del sentido
político de la maternidad en tanto opción libre y consciente de las mujeres en ejercicio de
su autonomía.
Homologar solo a la mujer con su potencial reproductivo y asociarla a la naturaleza
biológica, ha sido el fundamento de la ancestral división sexual, intelectual, social e
internacional del trabajo humano, y uno de los obstáculos para el ejercicio pleno de la
ciudadanía de las mujeres así como para la legitimación del ejercicio de su autonomía, aún
en los casos en que se pretenden funciones de crianza compartidas entre los padres y las
madres.
Tal es el caso de la llamada “familia nuclear” y más aún de la mal llamada “familia
completa”, cuyos imaginarios producen, reproducen y legitiman formas de violencia
contra las mujeres expresadas en la persistencia de concepciones naturalistas de la
familia, y los esencialismos culturalistas y naturalistas que las sustentan quedan
claramente expuestas en esta situación.
En Colombia, la normatividad que tipifica la violencia como un delito es de vieja data y ha
tenido nuevos desarrollos normativos desde cuando se expidió la Ley 1257 del 4 de
diciembre de 2008, en la cual se define la violencia contra la mujer como “cualquier acción
u omisión, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o
patrimonial por su condición de mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o
la privación arbitraria de la libertad, bien sea que se presente en el ámbito público o en el
privado”.
Entendidas las leyes como pactos o acuerdos básicos, producto de largos procesos
sociales y resultado de amplios movimientos, movilizaciones y acciones de mujeres por el
ejercicio de sus/nuestros derechos, los desarrollos normativos continúan, contando para
ello con la atenta vigilancia personal, colectiva e institucional de quienes desde los
diversos lugares donde nos encontremos exigimos su cumplimiento.
Juanita Barreto Gama, Integrante del Grupo Mujer y Sociedad,Febrero 10 de 2015
[1] “Egresado – Magister en Educación y Coordinador Investigación-Acción sobre Educación sin
Escuela (ESE), Autoaprendizaje Colaborativo (AC), Educación En Familia (EF), Modelos de
Escuelas Flexibles (MEF)” como aparece al pie de su nombre en las cartas enviadas al Decano
de la Facultad de Ciencias Humanas, y puestas en circulación a través de los correos
electrónicos y las redes sociales
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