ESPECIAL auténticamente andina... k Domingo, 2 de noviembre de 2014 k CUENTOS DE CAMINO Por Ana Yoleida Martínez (+) “El espejo siniestro” M uchas son las personas que sienten recelo hacia los espejos, algunas les tienen verdadero temor, y no les falta razón. Existen millones de personas en el mundo que creen a pie juntillas que los espejos funcionan como puertas hacia otras dimensiones. No voy a tratar aquí sobre estas creencias, sino a relatarles una curiosa y, ¿por que no?, aleccionadora experiencia. Miriam Sulbarán de niña compartía su habitación con su hermana Ivana. Cuando Miriam tenía 10 años e Ivana 8, una noche en la que ambas jugaban con sus muñecas antes de acostarse, Ivana se quedó observando el gran espejo de pared DIRECTORIO Presidente: Eladio Muchacho Unda. Gerencia de Negocios: María Alexandra Muchacho. 2 que había entre las dos camas. -¿Por qué miras tanto el espejo? – le preguntó Miriam -Es que vi a un hombre salir del espejo, nos miró y después se volvió a meter. -Estás loca, cómo alguien va a salir de un espejo. Si le cuentas eso a papá te va a enviar para un manicomio. -Es verdad, Miriam, lo vi clarito, era un hombre muy alto y flaco como un esqueleto – Miriam recogió las muñecas y dijo: Mejor vamos a dormir, a ver si con el sueño se te quitan esas loqueras. Ambas niñas se acostaron y el sueño de Miriam fue interrumpido por los gritos de su hermana. Ella encendió la luz de una lámpara que Gerencia de Operaciones: José Ramón Muchacho. Gerencia de Circulación: Lilia Gil. Supervisor de Producción: Ramón Bermudez. Coordinación Editorial: Ever Garcés . Redacción: Ever Garcés. estaba al lado de su cama y lo que vio casi la enloqueció. Los brazos de un hombre forcejeaban para introducir a su hermanita en el espejo, ya solo se veían las piernas. Ella la tomó por los pies y comenzó a halar mientras gritaba llamando a su padre y a su hermano. Ambos hombres llegaron justo cuando apenas los pies de Ivana quedaban fuera, y sin entender lo que sucedía halaron con todas sus fuerzas hasta sacar a la pequeña del espejo. La pobrecita lloraba y temblaba incontrolablemente, su padre la llevó hasta su habitación y entre él y su esposa tardaron mucho para calmarla. La niña decía que un hombre moreno, de ojos claros y muy alto, salió del espejo cuando jugaba con Miriam, pero ella no le quiso creer y cuando llevaban rato acostadas, Miriam se durmió, pero ella se quedó despierta observando el espejo hasta que el hombre salió otra vez y quiso llevársela. Del otro lado del espejo se veía un lugar muy feo, lleno de calaveras y huesos y de gente que gritaba pidiendo auxilio. Los padres estaban muy confundidos. Cuando la pequeña logró dormirse fueron hasta la habitación y casi se desvanecen cuando comprobaron que Miriam no estaba en su cama. La buscaron en el baño y por toda a casa, pero nada, la niña había desaparecido. Lo extraño era que su ropa de dormir estaba tirada en el piso frente al espejo y una sombra con la forma de su cuerpo estaba dibujada en él. -¡No puede ser! Esto es cosa de locos, ¿quién nos va a creer que un hombre salió de un espejo y se llevó a nuestra hija? – gritaba el padre desesperado. La madre, mujer piadosa y creyente en el Gran Poder de Dios, no se amilanó. Fue hasta el rincón de la sala donde tenía un pequeño altar, tomó un crucifijo y un frasquito con agua bendita que había traído días atrás de la iglesia. Le ordenó a su esposo que saliera de la habitación y que estuviera pendiente de Ivana y de su otro hijo. El hombre, al que le temblaba cada centímetro del cuerpo, la obedeció sin rechistar. La madre fortalecida en su fe, comenzó a rezar y a pedirle al Creador que no permitiera que las fuerzas del mal se llevaran a su hija. De vez en cuando lanzaba unas gotas de agua bendita al espejo. Rezó durante toda la madrugada y casi al amanecer, como una aparición, su pequeña hija salió del espejo y llorando se lanzó a los brazos de su mamá. La mujer logró su objetivo: recuperar a su hija, pero en seguida comenzó a sentirse mal, fue presa de fiebre muy alta y dolores en todo el cuerpo. Un médico vino a verla y no encontró razón para su malestar, pues todo parecía estar bien. Días después, cuando estuvo recuperada, le dijo a su familia que su malestar fue el precio que tuvo que pagar por arrebatarle a su hija al maligno y si no murió fue porque en ningún momento soltó el crucifijo, por eso el maligno no se le pudo acercar para llevársela con él. Por supuesto, el espejo fue sacado de la habitación y hecho añicos en un lugar lejos de la casa. Yo, desde que tengo uso de razón, evito tener espejos en las habitaciones que he ocupado y cuando visito hoteles los quito o los tapo con una sábana, pues cuando tenía 6 años tuve una experiencia parecida a la de Miriam e Ivana, sólo que no lo pensé dos veces para romper el espejo a punta de zapatazos, aunque eso me costó un par de nalgadas por parte de mi abuela, así que no pongo en duda esta historia. ¿Le gusta tener espejos que reflejen su magnífica figura cuando está desnudo o desnuda en su habitación? Piénselo… Pues ¿quién le garantiza que no haya alguien observándole con ganas de sacarle de este mundo y llevarle quién sabe a dónde y, sobre todo, con cuáles intenciones? Fotografía: Edwuard Barradas Editor Gráfico: Henry Quintero G. Diseño y Montaje: Carlos Caracas. Diseño Publicitario: Victoria Cuevas. Impresión: Henry Sanabria y William Albarrán. t Trujillo t Táchira t El Vigía - Mérida - Panamericana. Este producto editorial circula encartado en nuestras 3 ediciones zonificadas: Impreso en los talleres de: Editorial Diario de Los Andes Teléfonos: 0271-2210255 / 2211720 2218326 . www.diariodelosandes.com [email protected] / @andinadominical ESPECIAL Domingo, 2 de noviembre de 2014 “El Hermano” C armela Indriago, a sus 49 años, y en pleno siglo 21, sí cree en fantasmas, y les cuento por qué. Cuando ella tenía 16 años vivía con sus padres y su abuela materna en una casita en Chorros de Milla. Carmela solo culminó la educación primaria, pues su padre, machista retrógrado como todavía quedan algunos por ahí, afirmaba que las mujeres no servían para estudiar, sino para casarse, tener hijos, lavar, planchar, cocinar y atender al marido “como Dios manda”. Me pregunto: ¿Cuál Dios será ese? Como la madre y abuela de Carmela nunca contradecían al macho, la pobre muchacha creció llena de frustraciones y todo lo que deseaba ser y hacer en la vida lo plasmaba en un diario que guardaba celosamente bajo el colchón de su cama. El padre les pagaba a varios vecinos para que le avisaran si veían a Carmela salir de la casa, y por eso ella recibió innumerables palizas y castigos. El 24 de diciembre de 1978, Carmela se encontraba sola en su cuarto. En la casa cenaron temprano y su papá se despidió a eso de las 10 diciendo que iba con unos amigos que tenían un grupo musical, a tocar en una casa en La Pedregosa. Carmela y su mamá sabían que para donde iba era la casa de una muchacha que lo traía arrastrando la cobija, y que vivía en el sector de El Campito. Antes de salir fue hasta el cuarto de Carmela y le advirtió: ¡Cuidadito con irte para la calle, si no quieres que al regresar te de tu buena paliza navideña! Era poco más de la media noche cuando Carmela sintió que la puerta de su cuarto se abría. Pensando que serían su mamá y su abuela que venían a desearle una feliz Navidad, encendió la lamparita de su mesa de noche y esperó a que entraran. Pero no, quien entró fue un muchacho a quien Carmela no había visto nunca y creyendo que sería un ladrón abrió la boca para gritar, pero, sorprendentemente, el muchacho le cerró la boca sin acercársele siquiera, sólo hizo un movimiento con la mano. El joven entró y cerró la puerta suavemente; en ese momento Carmela notó que traía una gran bolsa que colocó sobre la cama y le dijo a la asustada chica: -¡Feliz Navidad, Carmela! Ahí están todas esas cosas que querías recibir de regalo hoy y que tu padre, por puro egoísmo, no te compró. -¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre, y cómo entraste en la casa si todo está cerrado con llave? ¡Vete ahora mismo o mi padre me matará por haber recibido a un hombre en mi habitación! -¡Tranquila, que tu padre está muy entretenido con su otra mujer, tu mamá y tu abuela están rendidas como dos benditas y tus vecinos chismosos están ocupados emborrachándose, así que nadie me vio entrar. ¡Anda, abre rápido los regalos, que quiero comprobar si no olvidé nada de lo que escribiste en tu diario! – Carmela, asustada, pero con la curiosidad a flor de piel, se levantó de la cama y abrió la enorme bolsa. En silencio fue abriendo cada uno de los paquetes que contenía: allí estaban ese bolso tan bonito que vio en una tienda en la avenida 3 días atrás, unas botas de cuero y terciopelo marrón, varios pares de sandalias, adornos para el cabello, cosméticos, una pulsera de oro, vestidos bellísimos y varios libros de historia, ciencia, literatura, arte y geografía. Carmela miró al joven y le preguntó: ¿Cómo supo usted que yo anhelaba tener estas cosas? –Porque soy tu hermano, Carmela. El bebé que abortó nuestra madre debido a una paliza que el bruto de nuestro padre le dio. Ella nunca te lo dijo por vergüenza, pero dos años antes de que tú nacieras debí nacer yo, pero ¿sabes? desde el día en que naciste me permitieron venir a visitarte, con la condición de que no me dejara ver, lamentablemente ese permiso vence hoy, porque dentro de dos días debo encarnar en otro cuerpo, por eso pedí permiso para dejarme ver y traerte estas cosas que querías te regalaran por Navidad, y como sé que te será imposible explicar quién te las dio, ya armé una historia con 2 amigas que será creíble para todos. Adiós, hermanita, fue un placer verte durante 17 años, lástima que no te pude defender de los abusos de nuestro padre, pero no te preocupes, mañana mismo comenzará a pagar por el daño que les ha causado a ti y a nuestra madre. Al día siguiente, 2 señoras de aspecto muy respetable, tocaron a la puerta preguntando por Carmela. Su padre, todo enfurruñado, fue hasta su cuarto y sin tocar abrió y le dijo: Allí están unas viejas preguntando por ti –Cuando Carmela entró en la sala seguida por su padre, una de las señoras la abrazó y le preguntó: ¿Querida, te gustaron los regalos que te trajimos anoche? – Mirando con miedo a su papá, Carmela respondió: Sí, gracias, están muy bonitos – La otra señora, mirando con furia al padre, dijo: Somos de la Sociedad Protectora del Niño Maltratado, y llevamos años recibiendo quejas de sus vecinos porque usted, “señor” maltrata a Carmela, no la deja estudiar y jamás le ha comprado un regalo por Navidad, así que anoche vinimos a sacarle las patas del barro, ¡soberano burro! Dijo esto y las dos desaparecieron ante los asombrados ojos de la joven y su papá. Carmela, como estaba avisada, no dijo nada, pero su padre no resistió. La visión de las mujeres lo enloqueció, salió corriendo calle abajo y durante años anduvo vagando por la ciudad y los campos aledaños hasta que un día lo encontraron muerto a orillas del Chama. Se cumplió lo que dijo el hermano de Carmela: nadie, pero nadie, se va liso de este mundo: las malas acciones de que se pagan, se pagan. ¡Así que tome nota! de todo. Cuando se sienta en condiciones de venir avíseme para enviar a alguien a buscarla. Con lo que no contaba Paquita era que a su hijo, desde donde estuviera, eso de que su mamá no quisiera asistir al entierro como que no le causó ninguna gracia, pues de pronto, como si un huracán se hubiera desatado dentro de la habitación, todo comenzó a revolverse. Paquita vio ropa, discos, zapatos y libros volar por encima de ella, los cristales de la ventana estallaron en decenas de pedazos, mientras aterradores gritos surgían de todas partes. Aquello parecía cosa de locos y Paquita intentó salir de la habitación, pero no pudo abrir la puerta. Cuando por fin se tranquilizó un poco para pensar, entendió lo que estaba sucediendo y dijo en voz alta: -Está bien, hijito, perdóname por no querer enfrentar nuevamente el dolor de ver enterrar a uno de mis grandes amores; iré a tu entierro y me quedaré para el novenario, pero por favor, ya no me asustes más – Dijo esto y la calma regresó a la habitación, nuevamente intentó salir y la puerta abrió normalmente. Cuando se dirigió a su cuarto a preparar la maleta, le esperaba una nueva sorpresa: ya “alguien” lo había hecho por ella, la maleta con ropa suficiente para varios días estaba perfectamente hecha. Así que por las buenas o por las malas, iría para el entierro. Paquita no paraba de llorar y mientras cerraba la maleta sonó el timbre. Cuando abrió, un amable taxista le preguntó: ¿Es usted la señora Paquita Muñoz? Vengo de la línea de taxis para llevarla hasta La Grita. Reciba mi pésame por la muerte de su hijo, pero así es la vida. Sí, así es la vida, esa es la frase en la que Paquita durante todos estos años se ha refugiado para resistir la pena de ver partir de este mundo a tanta gente querida. Así es la vida ¿qué le vamos a hacer? “Por las buenas, o por las malas” Paquita Muñoz tiene ochenta y cinco años, y afirma ella que muy bien vividos. Paquita tuvo tres hijos, ya fallecidos; aparte de sus hijos ha visto morir a muchos familiares y amigos, así que de muertos sabe bastante. Sus dos hijos mayores murieron por causas naturales, pero el menor murió en un accidente automovilístico y ese es el motivo para este relato. El día en el que Baudilio murió en aquel terrible accidente en una carretera del estado Táchira cuando venía a visitarla por el día de las madres, Paquita amaneció muy intranquila, desde temprano estaba en la cocina preparando el lomo de cerdo que a su hijo le gustaba tanto. Mientras picaba y adobaba tenía la incómoda sensación de ser observada y a pesar de que las ventanas estaban cerradas sentía un frío intenso. Fue a su cuarto a buscar un sweater y cuando regresó vio algo que hasta hoy la tiene impresionada: alguien había hecho sobre la mesa un corazón con los tomates y las cebollas y en el centro colocó una rosa blanca. El día anterior Paquita había comprado una docena de rosas blancas para el altar de la Virgen de Chiquinquirá que tenía en un rincón de la sala, se acercó hasta el altar y las contó: efectivamente, faltaba una rosa, la que estaba sobre la mesa de la cocina. Asustada, Paquita preguntó: ¿Quién está aquí? –Como respuesta un cristal de la ventana de la cocina se desprendió y en ese momento Paquita entendió que algo grave había sucedido. Guardó la carne de cerdo en el refrigerador, limpió la mesa, pero dejó el corazón hecho con tomates y cebollas, se sirvió una taza de café y resignada se dispuso a esperar. Su espera tuvo respuesta un rato después cuando su nuera la llamó desde La Grita anunciándole que su querido hijo Baudilio había muerto en un accidente. Paquita miró el corazón con la rosa y como una autómata fue hasta el cuarto de su hijo, el que usó desde niño hasta que se casó y se fue a vivir con su esposa para La Grita. Allí estaban todas sus cosas, libros, ropa, cuadros pintados por él, discos y muchos recuerdos más de su paso por la vida. Por fin llegaron las lágrimas y Paquita dejó escapar el dolor de una madre que se siente despojada de todos sus amores. Continuaba llorando cuando su nuera la volvió a llamar para preguntarle si enviaba a alguien a buscarla. -No - respondió Paquita decidida – no voy a ir al sepelio, me niego a ver cómo la tierra se traga a mi último hijo, sé que no lo voy a resistir y espero que él, desde donde esté lo comprenda. -La entiendo, doña Paquita, dijo su nuera. No se preocupe, yo me encargaré [email protected] / @andinadominical auténticamente andina... 3 ESPECIAL auténticamente andina... Domingo, 2 de noviembre de 2014 encontraron muerta en el patio trasero: se había colgado de una de las ramas del árbol de aguacates. Vinieron las carreras, acusaciones de unos a otros y lamentaciones. Durante el velorio y una de sus tías: entierro de Luzmila, todos estaban -Tía Techa, llegó mi hora. Dentro de consternados, pues nadie nunca creyó una semana cumpliré 40 años y no me que cumpliera su amenaza. casé. Así que no me queda otra que Días después de la muerte de cumplir la promesa de suicidarme y Luzmila, a la casa comenzaron a llegar evitar convertirme en la solterona de la comentarios como que a Ismael Sánchez, cuadra. Lucho Camero y Serafino Galavís, se les -Ay, Luzmila, tú y esas tonterías. había aparecido el fantasma de Luzmila, ¿Quién te ha dicho que no casarse pues los tres, en días distintos, fueron significa el fin de la vida de una mujer? encontrados semidesnudos en la calle y Tienes un buen trabajo, una familia que diciendo incoherencias. Y así fueron te adora, muchos amigos y ya quisieran enterándose de otros casos, al punto tantas jóvenes que conozco tener tu que uno de ellos, Pascual Cimarro, belleza y clase. Eso te pasó por quedarte terminó loco en un sanatorio de Caracas, en Mérida, si te hubieras ido para lo cual me fue corroborado por uno de Caracas, como te sugerí cuando sus sobrinos. Todos ellos, y otros de los cumpliste los 18 años, seguro habrías cuales no pudimos obtener señales, conseguido esposo, tendrías hijos y habían integrado la lista de “elegibles” hasta habrías hecho una carrera. de Luzmila, le hicieron promesas de -Ya es tarde para lamentaciones, tía. amor, pero ninguno llegó más allá de La realidad es que no se me cumplió mi invitarla a dar un paseo por la Plaza sueño y estoy furiosa. Pero te juro algo: Bolívar y a tomar café y helados, mucho todos esos hombres que me gustaron y menos le hablaron de matrimonio e que me mantuvieron ilusionada para hijitos. Y por eso el alma de Luzmila pasó luego casarse con otras, me la van a un buen tiempo en plan de venganza. pagar; ya sabrás de los sustos que les voy Yo, prefiero quitarle hierro al asunto y a dar – Su tía sonrió, le dio un beso, y pensar que como Luzmila estaba tan antes de salir de la habitación le dijo: En buena, entre los hombres casaderos de vez de estar pensando en suicidarte, esa época que la pretendieron, no hubo piensa en qué vamos a hacer para ninguno que tuviera el suficiente celebrar esos esplendorosos 40 años. guáramo para lidiar con semejante hembrón, ¡porque a una mujer así hay Pero hay gente que no habla zoquetadas: lo que promete lo cumple, y que saber representarla y mantenerla contenta! Si hubiera vivido en esta eso fue lo que hizo Luzmila, pues, al día época, seguro le hubiera ido mejor. siguiente de conversar con su tía, la “40 años, y para el hoyo” L uzmila Sifontes fue una dama que vivió hasta 1966, cuando, lamentablemente, decidió quitarse la vida. Luzmila, según su hermana menor, quien me hizo el relato, era una mujer frontal, terca y extremista, para ella no había puntos medios, algo era negro o blanco, pero gris, jamás, y eso le causó muchas desavenencias con su familia y amistades. Luzmila, desde que era jovencita repetía constantemente que si al cumplir los 40 años no se había casado se mataba, porque ella ni de varilla pensaba ser una vieja solterona, con lo mal vistas que eran en esa época las solteronas en esta ciudad, al punto que ciertas familias donde había una, las mantenían como en una especie de cuarentena: de la casa a la misa y viceversa; de allí la negra profecía de Luzmila. ¿Y por qué no se casó?, no me lo explico, pues por las fotos que me mostró su hermana, era una mujer linda, con una cinturita de avispa y unas piernas de infarto, así que en apariencia física tenía 20 puntos. Con el paso de los años, la familia dejó de prestarle atención, pues daban por hecho que cualquier día Luzmila se iba a aparecer en la casa con un pretendiente. Pero entre algunas escaramuzas con conocidos de la familia y uno que otro estudiante de la ULA, el tiempo fue pasando y una semana antes de cumplir los 40 años, Luzmila le dijo a Aroldo Fuentes es lo que llamaríamos un tipo chévere: tranquilo, sin vicios, dedicado a su trabajo, paga sus impuestos, nunca se ha pasado un semáforo en rojo, adora a su familia y es fanático de los Leones del Caracas, en fin, es un hombre normal, que cualquiera quisiera tener como hijo, hermano, amigo o esposo. En diciembre de 2008, Aroldo y su familia estaban invitados a la boda de una ahijada de su mamá. La ceremonia se realizó en la iglesia de Milla, en Mérida. Aroldo llegó al templo con sus padres y su hermana. La iglesia estaba a medio llenar, pues ya se sabe que la mayoría de los invitados están más pendientes de la fiesta que del acto religioso en sí. La novia llegó bella y elegante, pero Aroldo fijó su mirada en una de las jóvenes que la ayudaban a llevar la larguísima cola de su vestido. Aprovechando que su hermana conoce a media Mérida le preguntó: -¿Quién es la muchacha delgadita, la del moño tejido? –Su hermana la miró y le dijo: No sé cómo se llama, la he visto varias veces, precisamente en otras bodas, pero nunca la he tratado. -Pues, tienes trabajo, hermanita, porque esta noche quiero que te hagas amiga suya y me la presentes – Ella lo miró con picardía, y le prometió averiguar quién era. Cuando en la fiesta la novia lanzó el bouquet, este fue a parar a las manos de la chica objeto del interés de Aroldo; al rato su hermana se le acercó exultante: -Listo, la chica, se llama 4 “¿Me esperas un ratico?” Rossana, es soltera y parece ansiosa por encontrar novio. ¡Apresúrate, hace unos minutos la vi que salió a la terraza! – Aroldo le dio un beso a su hermana y caminó hacia la terraza. La joven acariciaba el bouquet y observaba las lejanas luces de la ciudad emeritense. Cuando sintió sus pasos volteó y Aroldo pensó que era la mujer más bella que hubiera visto. -Así que si la leyenda del bouquet es cierta, la próxima novia serás tú. Ella le sonrió y dijo: Si, se supone que seré la próxima en casarme, pero llevo varios ramos en mi colección y nada que llega mi príncipe azul. Mirándolo fijamente, de una forma que a Aroldo le causó escalofríos, le preguntó: ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? – Aroldo hizo una pequeña reverencia y se presentó formalmente: Me llamo Aroldo Fuentes y soy un príncipe azul desesperado por encontrar a una mujer a quien le haya tocado un bouquet de novia realizado con nardos y azucenas, para convertirla en mi princesa esta misma noche si es posible. Los ojos de la mujer brillaron como dos luciérnagas. Se acercó a Aroldo y comenzó a besarlo. Minutos después estaban en el carro de él y se dirigían a un motel. Al pasar frente al cementerio de la Inmaculada ella le preguntó: ¿Te importaría detener el carro?, necesito hacer algo urgente, ¿me esperas un ratico? –Claro, le dijo él sonriendo, pasos y el vigilante le preguntó: -¿Por casualidad ese bouquet de novia que está sobre esa vieja tumba no era el que llevaba la muchacha que fue pensando que a lo mejor ella quería con usted para el motel? –Temblando hacer pis. Pero quedó sorprendido como hoja seca, Aroldo se acercó a la cuando en pocos minutos regresó al tumba y reconoció el ramo de nardos y vehículo vestida de novia. azucenas todavía fragantes. La erosión y -¿Y eso? ¿De dónde sacaste ese el olvido habían borrado el nombre de la vestido? Lo del príncipe azul lápida. Con la mente en blanco y cara de desesperado era una broma, ¿no bobo Aroldo miró al hombre. pensarás que de verdad me voy a casar -Yo hace años que averigüé la contigo? Me gustas muchísimo, pero te historia: en Milla, vivió una muchacha acabo de conocer, ¿lo entiendes, verdad? llamada Rossana Cepeda que se suicidó –Ella lo miró y con voz lastimera le porque su novio la dejó plantada el día preguntó: ¿Al menos me harías el amor de su boda. La pobre sigue penando, vestida de novia? Será como una noche buscando a ese príncipe azul que la lleve de bodas para mí. al altar, ¡pobrecita!, yo cada vez que la <<Otra loca más>> – pensó Aroldo – pero igual le dijo: Claro, ¡cómo defraudar veo le prendo una velita – Aroldo, no a una novia tan hermosa! Fueron al motel pudo más y se desmayó. Advertidos y complació a la mujer en todo lo que ella quedan los príncipes azules y de otros colores. quiso. Unos golpecitos en la espalda lo despertaron: -Señor, tiene que desocupar la habitación –le decía un hombre con uniforme de vigilante –Aroldo miró su reloj, eran las siete de la mañana. -¿Y la mujer que vino conmigo, una que estaba vestida de novia? – El hombre lo miró con lástima y le dijo: Otro que cayó. Espere, yo voy a entregar mi guardia y lo llevaré donde está esa mujer. Aroldo estaba aturdido, pero aceptó a que el vigilante lo acompañara. Tomaron la avenida Los Próceres y al pasar frente a La Inmaculada el hombre le dijo: Entre, por acá cerca está ella. Se detuvieron no muy lejos de la entrada del camposanto, bajaron del carro, caminaron unos pocos [email protected] / @andinadominical