— 118 — Don Avelino Barbot Ya que circunstancia fortuita una nos impidió, en ocasión de su sepe lio, despedir los restos mortales del probo colega y distinguido amigo don Avelino Barbot, queremos suplir, en la medida de nuestras fuerzas, aquella deuda de gratitud, al cumplirse el primer año de su muerte. Formado en la escuela de la adversidad y del sacrificio, tuvo primeros maestros en la difícil ciencia de la vida, a como dirigentes de aquella pronto, en el gesto ro los brillante generación que había de encontrar muy mántico de Lavandeira, su expresión y su símbolo. Niño aún y sacrificado su padre el día luctuoso para el país en que también perdiera la vida don Bernardo P. Berro, modelo de gobernantes, hubo de sobreponerse a la debilidad de sus años y a la hostilidad de aquel ambiente lleno de que fe vencen sombras, buscando dentro de sí mismo la fe y la energía su fe, todas las decepciones y allanan todos los obstáculos. Fué misma, sin la mirada de premios terrenos o en la victoria fatal de lo justo, de lo bueno, de lo humano devoción por todas las grandes quimeras que levantan el nivel de la vida y disipan el temor de la muerte. Fué su energía la que mueve esas vidas fecundas que, día tras día, la virtud por la virtud en divinos y siempre pueriles ^fe — — , ponen manos a la obra sin desfallecimientos y sin estériles rebeldías ; que fuerza de experiencia llegan a esa expresión de vida superior que consiste en juzgar a los demás con la tolerancia y la comprensión que sistemática a mente niegan al juicio de lo propio; que ahogan, acaso, algún drama igno el dolor de una gran pesadumbre; y que todo ese caudal de abne gación, frente al que resulta impotente el desencanto de los hombres, lo van dando con la naturalidad con que se paga una deuda sagrada y en medio del silencio que siempre acogen, como asilo propicio, las virtudes rado o auténticas. Vinculado por lazos de parentesco a familia de escribanos, por los Barbot y por don José S. González, de venerable memoria, el ejercicio profesional se caracterizó, petencia y una honestidad ejemplares. De ello son como la de su aquéllos, por suficiente testimonio las opiniones emitidas ocasiones por los doctores F. Capella y Pons, Montero actuación en en una com diversas Paullier, Cibils La- — y San Juan y otros rravide, Gard don Avelino Barbot colaboró Oficinas de los en sus 119 — distinguidos magistrados, con quienes funciones de Actuario al frente de las Juzgados Letrados de Cerro Largo, Rocha, Colonia y De partamental de Montevideo. Decía al respecto el doctor " " Cuando en el año Capella y Pons: 1885, después de haber renunciado la Secretaría Londres, fui nombrado Juez Letrado en el Departamento de Colonia, encontré allí al señor Barbot, al frente de la Oficiña Actuaría ; mi antecesor en el Juzgado, el hoy fallecido doctor don Jacinto D. Real, me habló en aquel entonces con toda la vehemencia de su hidalgo carácter, ensalzándome las relevantes condiciones morales e intelectuales del Secretario que dejaba. Mi propia experiencia, durante los dos años y medio que estuve desempeñando el referido Juzgado, no hizo luego sino confirmar en absoluto aquel juicio elogioso. Y tan fué así, que viéndome en el caso de indicar un nuevo Actuario para el Juzgado Letrado Departamental de Montevideo (a mi cargo desde 1888 hasta 1896), inmediatamente pensé en él para que me acompañara. Recuerdo que en dicha ocasión tuve que insistir mucho para resolverlo a aceptar, porque si bien le convenía el cargo, temía que la aplicación de sus rígidos principios en un ambiente como el de la Capital, pudiera levantar resistencias y producir conflictos que llegaran a obligarme a intervenir a mí "mismo. Sólo pude decidirle, cuando le dije que, si lo había llamado, era precisamente porque conocía y confiaba en la absoluta e inquebrantable "rectitud de sus procederes, y que arrostraríamos juntos las tormentas que pudieran levantarse, sabiendo, como él ya sabía, que éstas jamás me harían temblar, soplara el viento de donde quiera que fuese. Este testimonio que doy del correctísimo funcionario, y esos antecedentes de su ejemplar conducta y exquisita delicadeza, los ratificarían, si fueran consultados, tanto sus colegas de profesión como los curiales y la población entera de la Colonia, del mismo modo que todos los que, en los largos años en que ha sido Actuario del Juzgado Letrado de la Capital, han "tenido que acercarse a él con móviles de justicia o equidad. de nuestra Legación en "■ " " " " " " " "' " " " " " " " " " " " " " " " de Sirvan estos .juicios sentidos, al integérrimo funcionario, en el ocaso carrera, de consoladora satisfacción a los sacrificios que constan- su "temente hizo " " " " dido, ha de sabe dar su del deber; satisfacción que, estoy de ello persuaexperimentar con toda plenitud, porque su carácter noble en aras verdadero valor a las palabras y apreciar la altiva de quien las emplea con absoluta conciencia de lo que F. Capella y Pons. tevideo, enero 25 de 1924. " — franqueza Monsignifican. — — 120 — En idéntico sentido destacaba el doctor Montero Paullier las excep cionales condiciones del señor Barbot, al afirmar que consideraba como un " deber el aprecio y la consideración que siempre le guardara por su honradez acrisolada, su asidua contracción y su laboriosidad irreprochable ". " Y, no menos categórico en sus apreciaciones, encarecía el doctor Gard " de perfecto caballero y funy San Juan las prendas que le adornaban, cionario ejemplar, al que varias veces he citado como modelo de inteli" " gencia, laboriosidad y desinterés en el Todo esto y mucho más, trasciende noble, que bien desempeño de a sus funciones ". través del recuerdo de esta vida pudiera calificarse de síntesis armoniosa. a la labor diaria desde temprana edad, carecimos de Los que llevados los títulos falsos o auténticos que suelen ganar las voluntades o la consi deración de los grandes y de los poderosos; los que en esa lucha inicial y desigual aprendimos a discriminar y comparar valores, y llegamos a expe rimentar, quizá demasiado prematuramente, los golpes ciegos de la indi ferencia o de la soberbia, valoramos hoy en todo su real significado la simpatía, el afecto, el estímulo y la edificante sugestión que a manos llenas nos dieran hombres como don José González, don Antenor Pereira, don Manuel Alonso, don Solano Riestra, don Eduardo Mayada y Vega, Beheregaray, Chipito, Machiñená y el inolvidable don Avelino Barbot, quienes al prodigar sin reservas lo mejor de su espíritu, no pedían al beneficiado más salvoconducto que su honestidad y el estricto cumplimiento del deber. Verdad es, que sin hombres como éstos, la vida no tendría, quizá, explicación ni sentido. 3 de julio de 1932. Ignacio Arcos Ferrand.