Don Avelino Barbot

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Don Avelino Barbot
Ya que
circunstancia fortuita
una
nos
impidió,
en
ocasión de
su
sepe
lio, despedir los restos mortales del probo colega y distinguido amigo don
Avelino Barbot, queremos suplir, en la medida de nuestras fuerzas, aquella
deuda de gratitud, al cumplirse el primer año de su muerte.
Formado en la escuela de la adversidad y del sacrificio, tuvo
primeros
maestros
en
la difícil ciencia de la
vida,
a
como
dirigentes de aquella
pronto, en el gesto ro
los
brillante generación que había de encontrar muy
mántico de Lavandeira, su expresión y su símbolo.
Niño aún y sacrificado
su
padre el día luctuoso
para el
país
en
que
también perdiera la vida don Bernardo P. Berro, modelo de gobernantes,
hubo de sobreponerse a la debilidad de sus años y a la hostilidad de aquel
ambiente lleno de
que
fe
vencen
sombras, buscando dentro de sí mismo la fe
y la
energía
su fe,
todas las decepciones y allanan todos los obstáculos. Fué
misma, sin la mirada de premios terrenos o
en la victoria fatal de lo justo, de lo bueno,
de lo humano
devoción por todas las grandes quimeras que levantan el
nivel de la vida y disipan el temor de la muerte.
Fué su energía la que mueve esas vidas fecundas que, día tras día,
la virtud por la virtud
en
divinos y siempre pueriles
^fe
—
—
,
ponen
manos a
la obra sin desfallecimientos y sin estériles rebeldías ; que
fuerza de experiencia llegan a esa expresión de vida superior que consiste
en juzgar a los demás con la tolerancia y la comprensión que sistemática
a
mente
niegan al juicio de lo propio; que ahogan, acaso, algún drama igno
el dolor de una gran pesadumbre; y que todo ese caudal de abne
gación, frente al que resulta impotente el desencanto de los hombres, lo
van dando con la naturalidad con que se paga una deuda sagrada y en
medio del silencio que siempre acogen, como asilo propicio, las virtudes
rado
o
auténticas.
Vinculado por lazos de parentesco
a
familia de escribanos, por los
Barbot y por don José S. González, de venerable memoria,
el
ejercicio profesional se caracterizó,
petencia y una honestidad ejemplares.
De ello
son
como
la de
su
aquéllos,
por
suficiente testimonio las opiniones emitidas
ocasiones por los doctores F. Capella y Pons, Montero
actuación
en
en
una com
diversas
Paullier, Cibils
La-
—
y San Juan y otros
rravide, Gard
don Avelino Barbot colaboró
Oficinas de los
en sus
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—
distinguidos magistrados,
con
quienes
funciones de Actuario al frente de las
Juzgados Letrados de Cerro Largo, Rocha, Colonia
y De
partamental de Montevideo.
Decía al respecto el doctor
"
"
Cuando
en
el año
Capella
y Pons:
1885, después de
haber renunciado la Secretaría
Londres, fui nombrado Juez Letrado en el Departamento de Colonia, encontré allí al señor Barbot, al frente de la Oficiña Actuaría ; mi antecesor en el Juzgado, el hoy fallecido doctor don
Jacinto D. Real, me habló en aquel entonces con toda la vehemencia de
su hidalgo carácter, ensalzándome las relevantes condiciones morales e
intelectuales del Secretario que dejaba. Mi propia experiencia, durante
los dos años y medio que estuve desempeñando el referido Juzgado, no
hizo luego sino confirmar en absoluto aquel juicio elogioso. Y tan fué así,
que viéndome en el caso de indicar un nuevo Actuario para el Juzgado
Letrado Departamental de Montevideo (a mi cargo desde 1888 hasta
1896), inmediatamente pensé en él para que me acompañara. Recuerdo
que en dicha ocasión tuve que insistir mucho para resolverlo a aceptar,
porque si bien le convenía el cargo, temía que la aplicación de sus rígidos
principios en un ambiente como el de la Capital, pudiera levantar resistencias y producir conflictos que llegaran a obligarme a intervenir a mí
"mismo. Sólo pude decidirle, cuando le dije que, si lo había llamado, era
precisamente porque conocía y confiaba en la absoluta e inquebrantable
"rectitud de sus procederes, y que arrostraríamos juntos las tormentas
que pudieran levantarse, sabiendo, como él ya sabía, que éstas jamás
me harían temblar, soplara el viento de donde quiera que fuese.
Este
testimonio que doy del correctísimo funcionario, y esos antecedentes de
su ejemplar conducta y exquisita delicadeza, los ratificarían, si fueran
consultados, tanto sus colegas de profesión como los curiales y la población entera de la Colonia, del mismo modo que todos los que, en los largos
años en que ha sido Actuario del Juzgado Letrado de la Capital, han
"tenido que acercarse a él con móviles de justicia o equidad.
de nuestra
Legación
en
"■
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de
Sirvan estos .juicios sentidos, al integérrimo funcionario, en el ocaso
carrera, de consoladora satisfacción a los sacrificios que constan-
su
"temente hizo
"
"
"
"
dido,
ha de
sabe dar
su
del deber; satisfacción que, estoy de ello persuaexperimentar con toda plenitud, porque su carácter noble
en
aras
verdadero valor
a
las palabras y apreciar la altiva
de quien las emplea con absoluta conciencia de lo que
F. Capella y Pons.
tevideo, enero 25 de 1924.
"
—
franqueza
Monsignifican.
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—
En idéntico sentido destacaba el doctor Montero Paullier las excep
cionales condiciones del señor
Barbot, al afirmar
que consideraba
como un
"
deber el aprecio y la consideración que siempre le guardara
por su honradez acrisolada, su asidua contracción y su laboriosidad irreprochable ".
"
Y,
no menos
categórico
en sus
apreciaciones, encarecía el doctor Gard
"
de perfecto caballero y funy San Juan las prendas que le adornaban,
cionario ejemplar, al que varias veces he citado como modelo de inteli"
"
gencia, laboriosidad
y desinterés
en
el
Todo esto y mucho más, trasciende
noble,
que bien
desempeño de
a
sus
funciones ".
través del recuerdo de esta vida
pudiera calificarse de síntesis armoniosa.
a la labor diaria desde temprana edad, carecimos de
Los que llevados
los títulos falsos
o
auténticos que suelen ganar las voluntades
o
la consi
deración de los
grandes y de los poderosos; los que en esa lucha inicial y
desigual aprendimos a discriminar y comparar valores, y llegamos a expe
rimentar, quizá demasiado prematuramente, los golpes ciegos de la indi
ferencia o de la soberbia, valoramos hoy en todo su real significado la
simpatía, el afecto, el estímulo y la edificante sugestión que a manos llenas
nos dieran hombres como don José González, don Antenor Pereira, don
Manuel Alonso, don Solano Riestra, don Eduardo Mayada y Vega, Beheregaray, Chipito, Machiñená y el inolvidable don Avelino Barbot, quienes
al prodigar sin reservas lo mejor de su espíritu, no pedían al beneficiado
más salvoconducto que su honestidad y el estricto cumplimiento del deber.
Verdad es, que sin hombres como éstos, la vida no tendría, quizá,
explicación ni sentido.
3 de
julio de 1932.
Ignacio Arcos Ferrand.
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