EN BUSCA DEL ARCO PERDIDO Hay melancolía Llueve a cántaros y entre los vapores de la humedad que irradian las baldosas, emergen ilusionistas del pasado. Que sabe el cemento del barro que ocultan Tendrá conciencia el pavimento que allí respiran con intermitencia, sin morir del todo, gambetas a las que el lodo no percudió Daniel Roncoli “Instrucciones para embellecer el domingo” Quien en el planeta no vio en directo o diferido el primer gol del mundial de Alemania 2006. Cuantas publicaciones semanales, quincenales o mensuales, diarios, revistas, noticieros, informativos, etc, lo registraron antes durante y después, desde una vista lateral, desde el ángulo inverso, en visión frontal o posterior. Determinar el primer gol de los mundiales, significó un pedido de informes de FIFA a la AUF, una investigación solicitada por ésta al Conservador del Museo del Fútbol Julio Marne Rodríguez, información que ratificada y confirmada por la entidad organizadora del Primer Mundial, y elevada a FIFA, permitió concluir: el primer gol de un campeonato mundial fue convertido el domingo 13 de Julio de 1930 por el jugador de Francia Lucien Laurent, en el field de los Pocitos de la ciudad de Montevideo, a los 19 minutos del primer tiempo del partido Francia vs. Méjico, jugado simultáneamente con el de Estados Unidos vs. Bélgica disputado en el Gran Parque Central, jornadas que constituyeron el inicio de la gran aventura de los mundiales FIFA. De este primer gol mundialista hasta el momento el único registro gráfico que cuenta el Museo del Fútbol, es una reproducción de fotografía publicada en la revista “La Aurora” de Durazno, de la colección del periodista Eduardo Rivas, quien gentilmente la proporcionara como aporte a la investigación iniciada, realidad que marca nítidamente la diferencia mediática, el impresionante desarrollo tecnológico producido en los mas de setenta y cinco años transcurridos. Lo inalterable, lo permanente desde 1930 al presente, es la esencia: el significado del fútbol, como deporte, juego, espectáculo hermanador de pueblos, pasión de multitudes. En ese invernal domingo montevideano, la carrera-grito-abrazo del goleador Laurent, la derrota, desazón de la figura yacente del golero Bonfiglio, que adivinamos, compitiendo, por sobre la estirada inútil con la quietud de la pelota, cuero, cámara, tiento, allá en el fondo de la red, en el rincón de las arañas. Con este gol, esencia y definición del fútbol, en ese arco del field de los Pocitos, comenzaba a escribirse la historia-futuro del Campeonato Mundial y de la magia de los que vendrían. Se hace camino al andar, decía Machado y lo corroboran los Gigghia, Pelé, Kempes, Maradona, Ronaldo, Henry, Grosso y “ainda mais”. Pero este gol es único. Es el primero de un Campeonato Mundial, convertido por un francés, a un mejicano en el arco de una cancha de fútbol en Montevideo Uruguay, con árbitro uruguayo. Es obligación “histórica” del Museo del Fútbol, recuperarlo Hoy, asistiendo al enorme desarrollo de la FIFA como organización mundial, a la absoluta primacía del fútbol y en particular del Campeonato del Mundo sobre cualquier otra competencia deportiva, -incluido el aspecto económico y los ingresos que genera-, es que crece el papel protagónico de todos aquellos pioneros que comenzaron este espectáculo global, los que dieron el “puntapié inicial” en medio de la llovizna, la granizada previa “de tamaño similar a granos de arroz” que sacudía la tarde invernal de un domingo montevideano en dos escenarios legendarios, mientras se terminaba en esfuerzo titánico el que después resultaría Monumento Histórico del Fútbol Mundial. Francia vs. Méjico, Estados Unidos vs. Bélgica, eran a las 15.00 horas en punto de ese domingo de 1930 el compromiso con la idea y el espíritu del fútbol, el prolongar la llama olímpica en la justa internacional exclusivamente futbolera. Hacían justicia al deporte-espectáculo que desde 1924 y 1928 nítidamente demostraba que era el preferido de las multitudes. Un compromiso que implicaba por primera vez para europeos y americanos del norte, el traslado al remoto y desconocido Sur de América. De 15 a 20 días de navegación en los “transatlánticos” para llegar y competir. Epopeya iniciada en el “Desirade” y que ahora en sentido inverso, se continuaba en el “Florida” o el “Compte Verde”, el que no pudo abordar Egipto en Marsella, quedándose por ello fuera del primer mundial. Eran tiempos de estar “anclao en París” Ese domingo, quizás sin que sus protagonistas lo percibieran en toda su real dimensión, dejó de ser un domingo más para ingresar a la historia del fútbol, de la ciudad y del país todo. Fue la puesta en marcha del aporte organizativo y económico de la Asociación Uruguaya de Fútbol y del Uruguay en la concreción de una idea que la FIFA perseguía desde su fundación en París, allá por 1904. Realidad definida en que todo se hacía por vez primera, con el papel vanguardista del ir generando la experiencia práctica en situaciones absolutamente inéditas. Primer Comité Organizador, primera experiencia en legislar todos los aspectos inherentes a la disputa de la Copa: traslado, estadía y alojamiento de los participantes, viáticos, recaudación y porcentajes de FIFA y de los países participantes, instrucciones y directivas para los árbitros designados, construcción del primer estadio específico para el fútbol mundial. Jornada inaugural, diferida, sorteo de series sin la presencia de delegaciones. Todo con el coraje y el ímpetu de los descubridores. Primeros partidos y primer gol de un mundial, con la inherente obligación que implica para todos los futboleros de ley, allí donde se encuentren o de donde sean, de recuperar a estos precursores, “para que renazcan los hombres y las cosas muertas en el milagro de la evocación” como decía el gran Homero Manzi y hacerlos vivir para el presente y el futuro. A la vieja cancha de Peñarol en Pocitos, allá por los ’40, se la llevó la piqueta fatal del progreso. El crecimiento de la ciudad, sus avenidas, calles, veredas, edificios y casas ocuparon la cancha, sus áreas, las tribunas y plateas. Se esfumaron los tablones, los arcos. El palco y los portones de entrada, -art nouveau ellos-, dicen que retornaron a Las Acacias, luego que el escenario mundialista, pasó a ser un baldío donde alternaban picados con remontadas de cometas. Hoy es un rincón de la ciudad, que no da muestras de su pasado, mas allá de recuerdos imprecisos, desteñidos por el paso del tiempo y por las inexactitudes propias de la transmisión fundamentalmente oral de lo vivido, cuando se entra en el sentimiento del recuerdo y el palpitar de la nostalgia Por eso esta búsqueda de datos e información para determinar el lugar preciso de ubicación del field de los Pocitos, proyectado por el Arq. Scasso e inaugurado el 6 de Noviembre de 1921 con el “match internacional entre los eleven de Peñarol y River Plate argentino”. Cancha que mas allá del dominio de la empresa tranviaria La Comercial sobre los traslados originados por el fútbol, posibilitó la inserción de una de las instituciones grandes del fútbol uruguayo directamente en un zona de vital crecimiento y desarrollo urbano de Montevideo. En el centro cívico y social, -citando al Dr.Ravera-, del pueblo de los Pocitos: la estación de Tranvías. Pueblo, barriada que seguía y sigue rondando el fantasma del “Deustcher Fussball Club” el de los “alemanes de los Pocitos”, en el que perduran las batallas épicas del Hormiguero, por allá pasando el arroyo, entre el Oriental Pocitos y el Uruguay Pocitos. La Estación Pocitos, con el Misiones F.C. diciendo presente y la imagen mítica del gran José Leandro Andrade, saliendo del conventillo “de las muchas puertas” para lucir la rojinegra. Pueblo, barriada donde florece en cada esquina una barra de botijas con una pelota de trapo. Pueblo, barriada identificada con su “crack” el maestro José Piendibene, donde comenzaran a darle a la redonda los hermanos Schiaffino, los Sosa, donde templara su entrega y pasión el gran “Mono” Gambetta. . . . . Por eso salimos en busca del arco perdido. Para devolverlo a la ciudad, para recuperar toda la gloria que cobijan esos “tres palos”. Si apelamos a lo real maravilloso de Carpentier, casi como que podríamos decir, que el field de los Pocitos y el arco “pidieron cancha” para resurgir en medio de la ciudad. Todo se inició, casi fortuitamente, en el estudio del Arq. Enrique Benech y de un croquis de su autoría en el que, sobre el damero ciudadano de Rivera y Soca, en un emplazamiento que disentía con el tradicionalmente transmitido, se ubicaba la Estación Pocitos y su cancha. Mandó señales en un encuentro organizado por el Centro Municipal de Fotografía, a través de la ponencia de la Brigada de Sensores Remotos de la Fuerza Aérea, y del informe de los relevamientos aéreos realizados en el año 1929, destelló en el Servicio Geográfico Militar con la ubicación de un negativo, de esos de placa de vidrio, comenzó a palpitar en los pedidos de colaboración a la Biblioteca Nacional, Archivo de la Imagen del SODRE, “Fotogrametría” y “Vialidad” de la IMM –utilizando la denominación familiar y no oficial para destacar el profundo reconocimiento a la colaboración recibida-, para ya marcar su presencia con la providencial aparición del Ing. Carlos Turcatti, cuando se recaba información en el archivo del Centro Municipal de Fotografía que permitió acceder a la vivisección del predio propiedad de la “Sociedad Comercial de Montevideo”: los planos que registran el fraccionamiento del mismo. Documentación de la desintegración del Estadio de Pocitos, convertidos hoy en elementos fundamentales para la rigurosidad y exactitud de su ubicación en la realidad actual. Real maravilloso, fue el surgir el field de los Pocitos, en un momento mágico, tecnología mediante, en un ordenador de “Fotogrametría” de la IMM. Ahí en la pantalla, sobre el plano parcelario actual, de un rojo brillante, se iba insertando el relevamiento aéreo de 1926, como planeando, girando, buscando la posición, casi como un feto que se coloca para el alumbramiento, para emerger en la traza actual de la ciudad , la Estación Pocitos, el Palco, la cancha, los arcos, con toda su carga de gloria y de vida acumulada, casi como gritando ¡aquí estoy!. Por eso el verso de Roncoli, sabrá el cemento y las veredas en Cnel. Alegre y Charrúa de toda la gloria que palpita debajo de ellas. Lo que tiene claro el Museo del Fútbol, cumpliendo su cometido, es que tiene que redescubrirla y devolverla, en toda su realidad viva a la ciudad de Montevideo y al mundo, a propios y extraños como se decía antaño en esta banda oriental. Continuando con Roncoli, todos los que nos paremos en ese lugar mítico, debemos tener elementos que nos permitan recuperar toda esa gloria, tener nosotros sí conciencia y proporcionársela a las baldosas y al cemento “que allí respiran con intermitencia, sin morir del todo, gambetas a las que el lodo no percudió” La identificación del arco donde se hizo el primer gol, ya es el segundo tiempo. Mejor dicho, son esos últimos 15 minutos del segundo tiempo. Revisadas exhaustivamente las crónicas periodísticas del partido y analizadas las fotografías publicadas, pocas e inciertas eran las pistas para ubicarlo. Uno u otro arco se alternaban en aparecer como posibles candidatos, según el ángulo, la nitidez siempre escasa de una foto realizada y publicada en diarios con los medios técnicos de 1930. El estilo de las crónicas consistía en relatar el desarrollo del partido, establecer un comentario sobre la calidad del juego y el papel desempeñado por cada uno de los equipos, el resultado y poca cosa mas – al fin de cuentas el fútbol no contaba con mucho espacio-. Faltaba tiempo para que apareciera el concepto de instantánea fotográfica inmortalizando la poesía del gol, aún no se estrenaba el Estadio Centenario y su Torre del Homenaje seguía aguardando la bandera del Primer Campeón FIFA, por lo que no existía tradición en cuanto a detallar la ubicación de los equipos en la cancha. Bastante después, Don Carlos Solé nos diría que uno de los cuadros atacaría el arco ubicado frente a la Tribuna Colombes y el otro haría lo propio con el ubicado frente a la Tribuna Ámsterdam. Y si el partido era fuera de fronteras, era inevitable el “tomando como referencia el Estadio Centenario . . . .” Una noticia destacada en todas las notas comenzó a jugar a nuestro favor. Aproximadamente a los 22 minutos del primer tiempo luego de conquistado el primer gol de Francia, Thepot su golero, tiene que retirarse lesionado. Eureka, todo consiste en ubicar una foto donde precisamente aparezca Thepot , posicionar este arco en el Estadio Pocitos y concluír, “elemental Watson” el arco del primer gol del mundial es el opuesto. Solamente el diario “Imparcial” publica una foto de Thepot. Para nada clara. Incluso sin la total seguridad de que obligado por la noticia de la lesión sufrida y de su sustitución por el “half back derecho” Agustin Chantral, el periódico publique una correspondiente a encuentros amistosos disputados previo al inicio del mundial por Francia en la cancha de Pocitos. Pese a ello y confrontándola con la fotografía aérea de 1929, panorámicas de la cancha y demás fotos publicadas del partido, se comienza a intuir que el arco defendido por Thepot, el que defiende Francia en el primer tiempo es el arco Sur. Consecuentemente Lucien Laurent le convierte el gol a Bonfiglio en el arco norte, el que linda por el talud más amplio y con los fondos de la Estación Pocitos. Del repaso de las crónicas periodísticas se constata que, unánimemente, se hace especial mención al fuerte viento reinante, al cual se le atribuye directa incidencia en la calidad de juego y en los avatares del mismo, ya que el desempeño tanto de Francia como de Méjico se vió incrementado o disminuido según lo tuvieran a favor o en contra. Se hace hincapié en las notas en esta circunstancia como elemento fundamental en levantada de Méjico en el segundo tiempo, ya que, habiendo finalizado el primer tiempo 3 a 0 favorable a Francia, las acciones se revierten siendo mas incisivo el conjunto azteca, logrando descontar. En resumen se deja constancia que en el primer tiempo el fuerte viento reinante favorecía a Francia y en el segundo tiempo a Méjico. Consultada la Dirección Nacional de Meteorología, la División Climatología remite el parte meteorológico correspondiente al domingo 13 de Julio de 1930, donde el técnico de guardia en la Estación del Prado registra a la hora 14.00 viento de dirección Sur Oeste con una velocidad de 11.1, dejando constancia en Anotaciones: “A intervalos durante el día chubascos. Ha reinado un fuerte viento con un promedio de más de 40 k/h A las 14.30 granizada, que dura breves segundos (tamaño arroz) acompañada de un chubasco”. En las otras mediciones tomadas en el día -7h. y 21h.- la dirección Sur Oeste del viento se mantiene, al igual que su velocidad con registros similares al indicado. Esta información define claramente que es precisamente en el arco norte de la Cancha de Pocitos, donde se convierte el primer gol del primer mundial, ya que el eje longitudinal del campo de juego estaba orientado del SW al NE y el fuerte viento dominante de dirección SW corría entonces de arco a arco. Si favoreció en el primer tiempo a Francia y en el segundo a Méjico, se concluye que, en el primer tiempo Francia defendía el arco Sur, atacando en consecuencia el arco Norte, donde Laurent marcó el primero de los tres goles conquistados por Francia en este período. Con el inestimable aporte realizado por el Sr. Eduardo Rivas, las fotos correspondientes al gol de Lucien Laurent para Francia y al logrado por Juan Carreño para Méjico, corroboran lo deducido, ya que surge claramente de las mismas, que ambas conquistas se lograron en el arco Norte del field de los Pocitos, arco que estaría ubicado frente al predio de padrón Nº 174119, en la calle Coronel Alegre entre Silvestre Blanco y Charrúa, Montevideo – Uruguay. Resta sólo el definir como se deja constancia urbana de su existencia imperecedera. Juan A.Capelán MUSEO DEL FUTBOL