En Afganistán1 casi cada nombre tiene un significado. Shirin-Gol es Dulce Flor. Sin embargo, suponer que en el momento preciso de su nacimiento su madre viera una dulce flor, olfateado su dulce aroma o simplemente su pensamiento se hubiera detenido en una serían meras invenciones. Nada más que una fantasía romántica occidentalizada. Lo más verosímil es que la madre de Shirin, como cualquier parturienta de este mundo, en el momento del nacimiento de su quinta hija, de su noveno vástago, estuviera sufriendo grandes dolores; y muy posiblemente en ese momento pensara en cómo conseguiría, con su debilitado cuerpo y marchitos senos, amamantar a otro hijo. Y probablemente, sintiera alivio cuando extrajo al bebé de su cuerpo y constató que sólo se trataba de una niña. Pues si Shirin-Gol hubiera sido un varón, hubiera necesitado más leche, más atenciones, la madre hubiera tenido que llevarlo a cuestas entre sus brazos más a menudo, celebrar una fiesta en honor a su nacimiento y sacrificar una oveja, reunir dinero para su circuncisión, y enviarlo al mulá para que aprendiera el Corán. No, Alá es generoso, y esta vez le ha enviado solamente una hija. En realidad, el Todopoderoso siempre ha sido benévolo con la madre de ShirinGol. Cuando esperaba su primer hijo, le puso un varón en el vientre para que su esposo pudiera sentirse como un verdadero hombre, y ni le saltara los dientes, ni se separase de ella, ni tampoco la repudiara, teniéndola que devolver a la casa paterna. Por seguridad, y para todo sea como debe ser, Dios le envió enseguida de nuevo otro varón. También el tercer hijo fue un chico. Después, el bondadoso Señor se volvió a acordar de la madre de Shirin enviándole tres veces seguidas tres hijas. Así, por fin, recibió ayuda para todo el mucho trabajo que ésta tiene entre su esposo, los tres hijos varones, las labores de labranza, la elaboración del pan, de los vestidos, pastorear las ovejas, ordeñar las vacas, cocinar comida, tejer alfombras y todo lo demás. Los dos bebés siguientes fueron de nuevo niños; por cada uno de ellos, el padre de Shirin-Gol sacrificará una oveja; cada uno habrá de ser circuncidado… pero al menos, estos no necesitarán ir a ver al mulá, porque ya los tres hijos mayores varones de la familia aprendieron el Corán. Y en el año después a la llegada de estos dos ya no tan importantes hermanitos vino al mundo Shirin-Gol. Para su padre, este acontecimiento no fue ni bueno ni malo. Para la madre, fue bueno. Shirin-Gol es un bebé tranquilo, y tiene suerte; la mayor parte de su tiempo como niña pequeña todos la dejan en paz. Se sienta a la sombra, en la esquina de la cabaña de barro, en el suelo arenoso, observando cómo la madre y el padre, los hermanos y hermanas mayores labran el pequeño terreno, cómo ordeñan su puñado de ovejas, abrevan al asno, barren el polvo de la cabaña, tejen alfombras, Texto de lectura del libro “Afganistán: el lugar donde Dios sólo viene a llorar” de la periodista de origen iraní Siba Shakib. 1 consiguen alimentos, hornean el pan, en definitiva: cómo sobrevive cada día la familia, cómo, de alguna manera, lo consigue de nuevo. Todos los días, la hermana con el lunar en la mejilla toma a Shirin-Gol y la sienta en la esquina; con su trocito de pan en la mano su único deber consiste en mantenerse lo más quietecita posible, sencillamente sólo mirando, entendiendo que lo que verdaderamente importa en la vida de una muchacha es no llamar la atención, trabajar y obedecer las órdenes de los chicos y de los hombres. No fue hasta que tuvo unos dos años cuando Shirin-Gol se levantó sola por primera vez: sale de su esquina de delante de la cabaña, da un par de pasos dirigiéndose hacia la hermana con el lunar en la mejilla que está lavando la ropa en cuclillas, se agacha a su lado, chapotea con sus manitas en el jabón de la colada, recibe un manotazo, se hace pis en el suelo y de nuevo es trasportada por la hermana del lunar en la mejilla a su sitio y sentada en su lugar. Todo ello es observado por el Señor que en ese momento vuelve a acordarse de la madre de Shirin-Gol, y se le ocurre que desde hace dos años no ha plantado una nueva semilla en su vientre. Así pues, el Todopoderoso se apresura a recuperar el tiempo perdido y cuando Shirin-Gol no llegaba a los tres años, recibe de golpe dos hermanitos que serán depositados en su pequeño regazo. A partir de entonces, día tras día, será ella la que se ocupe de los gemelos. Ya casi nunca levanta la cabeza; ya no se entera de qué es lo que madre y las hermanas mayores, padre y los hermanos mayores hacen durante el día. La siguiente vez en la que la pequeña Shirin-Gol alza la vista y ve qué ocurre en el mundo a su alrededor es el día en el que los gemelos dan sus primeros pasos sin que ella tenga que llevarlos de la mano. Uno camina de derecha izquierda mientras el otro lo hace de izquierda a derecha, chocan con sus cabezas y caen al suelo. Empiezan a llorar volviendo su mirada hacia su hermana Shirin-Gol, buscando su ayuda. Muy cerca, cae un misil, el primero pero no el último que oirá Shirin-Gol a lo largo de su vida. Los gemelos enmudecen, se dirigen tambaleantes y atemorizados hacia su hermana, enterrando sus cabecitas en la falda de la niña. La madre mira asustada, los hermanos mayores vuelven corriendo del campo, las hermanas chillan, el padre, con una mueca preocupada dice, más bien para sí mismo: “Así que es verdad: los rusos están aquí”. ¿Los rusos? ¿Quiénes son los rusos? ¿Nuestros vecinos? ¿Para qué han venido? ¿Qué es lo que quieren de nosotros? Si no tenemos nada, dice la madre con una voz más fuerte y enaltecida. El padre mira a sus hijos varones y dice: “Tenemos que ir a las montañas. Primero los ingleses ocuparon nuestra tierra, decidiendo nuestro destino; ahora lo intentan los rusos. Antes, los ingleses echaron el ojo a nuestras mujeres e hijas; ahora, son los rusos. Antes los ingleses ultrajaron y ensuciaron nuestra religión y nuestra tierra, nos incapacitaron y privaron de poder, nos robaron la libertad y deshonraron el suelo de nuestra patria; ahora son los rusos. No tenemos otro camino, ha llegado el momento de que también nosotros nos unamos al mujaid para marchar a la guerra contra los rusos y, si fuera necesario, luchar contra ellos hasta la última gota de nuestra sangre. Hasta la última gota”. Estas fueron las últimas palabras que Shirin-Gol recuerda del padre, el cual se pone en fila con los hermanos mayores para orar, y seguidamente dando a cada uno de ellos un fusil y munición, desaparece de la vida de Shirin-Gol y de la cabaña de barro, dejando mucho sitio libre. Sitio para comer, para sentarse, para cuidar de los gemelos, para despiojarlos, para coser vestidos, tejer alfombras, triturar azúcar, moler grano, para sentarse juntos y hablar sobre la guerra, sobre los heridos, los muertos, los rusos, para estirar la estera y las mantas en la noche. A partir de entonces, Shirin-Gol y los gemelos ya no duermen en la esquina detrás del fogón en el suelo, reciben más comida y se les permite hablar más. Únicamente los disparos, los ataques de los misiles y las explosiones de las bombas en las montañas les recuerdan a los hermanos y al padre, que solamente muy de tarde en tarde aparecen, permaneciendo brevemente antes de volver a desaparecer en seguida. Shirin-Gol está recogiendo del campo las últimas esmirriadas katchalou (patatas) cuando ve pasar precipitadamente por delante de ella a un hombre que carga a otro sobre los hombros, completamente cubierto de sangre. El portador del hombre ensangrentado se para volviéndose hacia la chica. Ella reconoce en él a uno de sus hermanos mayores y sonríe. Pero el hermano no le devuelve la sonrisa y solamente le pregunta: “¿Por qué no llevas puesto el pañuelo en la cabeza?” para seguir su camino y desaparecer detrás de la cabaña de barro. La madre de Shirin-Gol sale de ella, perdido el color en su rostro. Madar. Madre. Madar-sin-color-en-el-rostro está parada delante de la barraca sosteniendo con ambas manos el cántaro de agua de barro apoyado en su estómago y diciendo muchas palabritas que Shirin-Gol no puede oír, porque resulta que Madar-sin-color-en-el-rostro también ha perdido su voz. Y ahí está Shirin-Gol mirando fijamente a Madar-sin-color-en-el-rostro-y-sin-voz -en-la-boca. Shirin-Gol está justo pensando quién le ha robado el color a la cara de Madar y ha despojado de voz a su boca, si ha sido el ensangrentado o si ha sido Madar misma quien los ha colocado en un nicho, olvidándose de volverlos a sacar, cuando el cántaro de agua cae al suelo rompiéndose en miles de pedazos de barro. El color ha desaparecido. La voz ha desparecido. El cántaro ha desaparecido. Shirin-Gol toma a los gemelos de la mano, se da la vuelta sin volver a mirar a Madar-sin-color-en-el-rostro-y-sin-voz-en-la-boca-y-sin-cántaro-de-agua-de barro-en-las-manos y se dirige de nuevo al campo de las raquíticas patatas. Ellas que están debajo de la tierra y que tienen suerte, porque se está fresquito y porque ahí no hay ninguna madre que rompa cántaros de barro. Por la noche van llegando más hombres, conocidos y desconocidos así como el padre y los demás hermanos mayores. Shirin-Gol escucha cavar la tierra detrás de la cabaña, y acercándose puede ver al hombre ensangrentado que arrastró consigo su hermano tumbado en el hoyo excavado, y cómo éste vuelve a taparse. Lloran los hombres; después, se cuelgan al hombro sus Kalashnikovs para volver a desaparecer en la oscuridad de la noche. A la mañana siguiente, sólo la madre de Shirin-Gol permanece aún agachada junto a la tumba excavada. Lleva un pañuelo negro sobre la cabeza, y mece su cuerpo adelante y atrás, como si tuviera fuertes dolores, lamentándose y gimoteando, y ni siquiera se detiene cuando Shirin-Gol le trae un té fresco… Eckeneckepen2 Lluvia persistente. Botas para el pesado barro en campesinos de barro pesado, gorgoteo al borde de la carretera y huellas mucosas sobre el asfalto. La puerta de metal del jardín y un camino de grava. Sobre las tablas de los detectores de movimiento dos lámparas: una sobre la puerta del jardín y otra sobre la de la casa, todo bien visible. Dentro, en el alféizar de la ventana, hay colocados unos tapones de botella con veneno para hormigas; entre los granos amarillos, trabajadoras hechas un ovillo, empapadas de arriba abajo. La sala, llena de sillones de cuero. Silencio mortal, como en los tiempos en los que aquí depositaban los féretros por tres días, por ser el salón. Ahora ya no hay más muertos, sólo las trabajadoras en el alféizar. En la segunda sala están los asientos de felpa y un televisor que siempre está enchufado. Hay una estancia principal, una sala de espera hasta que la vida se extingue y después, el paso a esta sala. Eso era antes, ahora ya no más. La señora Leites dominaba sobre todo esto con un artificial aroma a lilas. Lleva el pelo permanentado, siempre pantalones y el jersey de punto fino de laborioso diseño blanco y negro que se compró en la capital. Las uñas de sus dedos pintadas de rojo, las manos magras, casi siempre enfundadas en guantes de goma. Estudiando minuciosamente las ofertas del supermercado recogidas del buzón, estuvo conduciendo su Mercedes de oferta en oferta hasta que la factura de la gasolina superó a lo ahorrado en los chollos semanales. Llegó visita de sorpresa, ella chupetea Tictac3, y al comienzo de verano hierve su jugo de flores de saúco en botellas vacías de aguardiente de grano. El campesino Leites ha medrado a fuerza de trabajo. Por la mañana se levantaba a las cuatro y cebaba setecientos cerdos. A los que estaban débiles los clavaba su navaja, lo cual iba muy poco con él, como tan poco se avenía aquella sonrisa suya al ver las ratas quemadas, cuyos chillidos ahuyentaron durante semanas a todas sus congéneres del silo. Cuando se dirigía al campo, su mujer le preparaba café de karoka 4y galletas. A veces, se detenía para tomar un breve bocado y se quedaba parado en la valla 2 El título alude al nombre de un duende de capucha roja que cabalga a través del mar del Norte y el Báltico, personaje de los hermanos Grimm o de Theodor Storm (aparece en su obra “Regentrude”, ver: http://www.amorphe-welt.de/germanistik/wetter.pdf). El texto es un ejemplo de lectura del libro “Büchsenlicht” de la autora alemana Svenja Leiber. 3 Unos caramelitos en forma de grageas casi sin calorías. con el granjero lechero Hein Gorken… con esa lluvia persistente en el sombrero de pana, esa lluvia calabobos en el ánimo. Gorken era un gruñón, por eso casi no se hablaban, ya sus abuelos apenas lo hacían. Se decía que es un viejo asunto entre los de las dos granjas. Minna Groken, en bata sin mangas y marchitos los antebrazos, era aún más gruñona que su marido. “¡Y las patatas ya asoman desde la tieerra! ¡Y esa puerta que está atascada desde el invierno! ¡Y las vacas qu’empiezan5 ya a criar! ¡Y los niños que ya van a la escueela!”. Gorkes y Leites pasaron por alto todo esto y nada dijeron. Sólo de vez en cuando refunfuñaba Gorken: "Algún día también caerá muerta".6 El pueblo, llovido, se desperezaba y parpadeaba. El camión de EDEKA7 marchaba por la Buswendeplazt y pitaba; la señora Leites examinaba las trampas para topos en la hierba, recolectaba caracoles de las bayas para escaldarlos, y Emil, el padre de Minna Gorken, retirado de su minúsculo negocio, fumaba de su pipa de espuma de mar. “Leites debería tomar precauciones”, pensaba Emil. Y Emil sabía de qué hablaba. Los tractores se acercaban tronantes paulatinamente desde el pueblo dejando tras de sí un silencioso tropel de casas de campesinos y establos llenos de ganado para la cebadura. A veces, el estridente chillido de un cerdo consigue traspasar el hormigón. Habitualmente, entre las diez y las once, llegaba el desollador. Se dice que siempre se queda mucho tiempo en la granja de Minna Gorken. Pero tampoco se comenta más. Que aquí el que más y el que menos, casi todos, han tropezado con su aguardiente de manzana… y el8 Gorken tenía el cerebro tan embarrado que ni siquiera notaba cómo su esposa saltaba de la cama por las mañanas”. Tampoco se le creería capaz de ello a esta cara larga. Sin embargo, una vez estando tomando café con sus amigas en el pueblo cercano, algo malhumorada y ligeramente achispada se le oyó comentar que el viejo Gorken ya no tenía volcán en la brocha, cosechando estruendosas aprobaciones. 4 Es un hongo: fomes fomentarius (hongo yesquero) Utiliza un lenguaje vulgar, comiéndose y juntando las palabras, a veces, alargándolas al final de la penúltima sílaba- es dialecto del norte alemán. 6 Es dialecto, plattdeutsch y creo que viene de doodbleven < morir. Ver: http://www.plattmaster.de/plattoew.htm#Verbs 7 Cadena alemana de supermercados. 8 Es muy usual que en alemán, sobre todo el coloquial y vulgar, se anteponga el artículo los nombres propios. En este caso lo he dejado porque acentúa el desprecio hacia el personaje y la categoría social del orador.. 5 Durante mucho tiempo todo permaneció igual, nada cambió, excepto que de tarde en tarde algún granero, a pesar de la lluvia persistente y coincidiendo siempre en sábado durante la prueba de sirena, aparecía quemado, excepto que el campesino Leites hormigonara su patio y de paso medio jardín, y excepto que Holm Glave reapareció. Holm era delicado. Tenía un rostro amplio y franco y blandas y húmedas manos. Tocaba el clarinete y de vez en cuando también cantaba. Holm emergió de un agujero y se sumergió en la lluvia persistente. Era el hermano de la señora Leites. Desde que cumplió los veinte, creía estar en el punto de mira9, y ni un año de internamiento en un sanatorio ni las profundas abstracciones químicas pudieron ayudarlo: en cada esquina de sombras veía ojos mirándole, de manera que por las tardes, sudado como un ciervo agitado con la sensación de no tener piernas, terminaba precipitándose en un sueño artificial. Holm estaba huido; se mudó con los Leites; se ocultó tras la cortina de agua y tocó el clarinete. El viejo Emil asentía y aplastaba tabaco dentro de su pipa de espuma de mar: “Sííí, síí, sí. Que se ponga en guardia el Leites. El moderno de él, que ha tapado todo con hormigón. Pero ya encontraran los bichos subterráneos el camino, Leites. Si es necesario, te pasarán por la cabeza como pensamientos y el Holm tiene una… la tiene abierta, Leites espera, ya verás tú con tu hormigón. Ya encontrarán un agujero.” 9 No quiero ser prolija, pero creo que el lenguaje de la caza es importante en esta novela. El título es una de la misma: Büchsenlich palabra típica de los cazadores y alude a ese momento de luz perfecto para la caza; ahora habla de venado, de punto de mira, etc., etc.