1.10 Los tres varones en el horno de fuego

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Kapitel03
10.01.2007
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Los tres varones en el horno de fuego
Daniel 3
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El rey Nabucodonosor hizo erigir una enorme estatua de oro y ordenó que todo el pueblo adorase al ídolo. Los tres amigos de
Daniel no obedecieron ese mandato. Antes que inclinarse ante el ídolo estaban dispuestos a morir. El rey iracundo los mandó
detener y como castigo los hizo echar al fuego de un horno. Con el firme convencimiento que los caminos de Dios son los correctos, los tres se encomendaron a la voluntad del Padre. El Señor estaba cerca de ellos en la figura de un ángel. Él salvó a los
tres, y por su fe y su confianza en Dios no sufrieron daño alguno.
Los niños experimentan que la confianza total en Dios desencadena fuerza,
firmeza y perseverancia.
Los niños aprenden a conocer a Dios como salvador en situaciones desesperadas.
D
espués de algún tiempo, reinaba gran desconcierto en Babilonia. El rey Nabucodonosor había hecho erigir
una estatua de oro de treinta metros de altura y tres metros de
ancho. El día de la inauguración había llegado y las personalidades importantes del país, los príncipes y sirvientes reales
estaban invitados a una gran fiesta. Los tres amigos de Daniel,
Sadrac, Mesac y Abed-nego, también se encontraban entre los
invitados; Daniel no pudo estar presente.
Todos se hallaban reunidos ante el gigantesco y reluciente
ídolo. Nabucodonosor estaba orgulloso y sonriente al lado de
la estatua; un pregonero anunciaba a viva voz: «¡Escuchad el
mandato de nuestro gran rey Nabucodonosor! ¡Tan pronto
como escuchéis la música arrodillaos y adorad esta imagen
de oro! ¡Quién no obedezca, será castigado con la muerte y
arrojado al horno de fuego!».
Cuando resonó la música todos se arrodillaron ante la estatua
dorada y en el rostro de Nabucodonosor se observaba gran
satisfacción.
De pronto algunos sirvientes se levantaron y se presentaron
ante el rey diciendo: «Poderoso rey, tú has ordenado que
adoremos la estatua dorada, pero hay tres príncipes, Sadrac,
Mesac y Abed-nego, que no se arrodillan y no adoran tu estatua».
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El rostro de Nabucodonosor se turbó. «¿Cómo?», gritó a los que
le rodeaban. «¿Mis órdenes no se cumplen? ¡Traed inmediatamente ante mí estos tres malhechores!». Los tres varones fueron
llevados ante Nabucodonosor.
«¿No adoráis a mis dioses? Os voy a dar una última oportunidad para cumplir con mis órdenes, de otro modo, ya conocéis
mi castigo; el fuego os quemará. Nadie os podrá salvar porque
yo aquí soy el más poderoso ».
Sin embargo, Sadrac, Mesac y Abed-nego se acercaron con
aplomo a Nabucodonosor replicando: «Oh rey, no queremos
pelear contigo. Nosotros sabemos que tú nos puedes hacer arrojar al horno, pero si es la voluntad de Dios, Él nos puede
salvar. Y aunque no nos salve, no adoraremos al ídolo dorado.
Sólo adoramos a nuestro Dios, que ha creado el cielo y la tierra». La gran confianza que los tres varones mostraron en Dios,
hizo enrojecer de ira a Nabucodonosor.
«¡Guardias!», gritó Nabucodonosor presa de ira, «¡atad a estos
tres traidores, calentad el horno siete veces más de lo habitual
y echadlos dentro!» Se escuchó un murmullo entre la muchedumbre.
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El amado Dios está cerca de los suyos – Daniel
Los tres varones fueron echados al horno de fuego y Nabucodonosor triunfal irguió su cabeza, pero atónito no pudo dar
crédito a sus ojos.
«¿Acaso no habíamos echado tres hombres...? ¡Mirad! ...¡yo veo
cuatro hombres pasearse entre las llamas! ¡Están cantando y
alabando a su Dios; el cuarto parece un ángel!»
2
Nabucodonosor se levantó rápidamente y gritó: «¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del altísimo Dios, salid! ¡Vuestro
Dios os ha protegido y salvado!»
codonosor y de los presentes, el fuego no había
dañado a los tres; ni un solo cabello se había chamuscado
ni desprendían olor a quemado. Nabucodonosor estaba atónito.
Nabucodonosor se colocó frente a la muchedumbre y anunció: «Alabado sea el gran Dios. Él envió a un ángel y ha salvado a quienes depositaron su confianza en Él y no adoraron
otros dioses. ¡No existe otro Dios que pueda salvar de forma
tan maravillosa!»
3
Los tres salieron del horno pero el ángel ya no estaba con ellos; él había protegido a los tres. Con gran sorpresa de Nabu-
El rey Nabucodonosor hizo arrojar a los tres amigos de Daniel
al horno de fuego. Un ángel de Dios les protegió.
El rey Nabucodonosor no daba crédito a sus ojos. Él exclamó: «¡No existe
otro Dios que pueda salvar de forma tan maravillosa!»
1 Animamos a los niños para que supongan por qué los tres amigos de Daniel no se arrodillaron y lo que podía
ocurrir a partir de ese momento.
2 Contemplamos o describimos con los niños las imágenes.
Invitamos a poner el ángel en el centro de la imagen que contemplamos, como símbolo de protección ante
peligros y daños: ¡contad algo sobre el cuarto hombre de la imagen!
3 Volvemos a contemplar la imagen del horno de fuego.
En el relato los tres varones fueron librados del fuego de forma maravillosa. Los niños encontrarán seguramente innumerables peligros, de los cuales la protección angelical puede preservarlos.
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