SIGNO Y SIGNIFICADO Josef Simon Un signo es aquello que

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SIGNO Y SIGNIFICADO
Josef Simon
Un signo es aquello que entendemos.
En la medida en que entendemos un signo, no
preguntamos
qué
significa.
Cuando
preguntamos por el significado de un signo,
estamos entendiendo algo como signo, y por
lo tanto estamos entendiendo algo en él, pero
no su significación completa. Es entonces
cuando preguntamos por el significado.
El significado de un signo es el signo que
entendemos como respuesta a la pregunta
por el significado. Es la interpretación del
signo.
Se podría pues decir también: un signo que
entendemos sin preguntar por su significado
es un significado. La diferencia entre signo y
significado nace del no entender.
Un signo que entendemos como signo, pero
no en su significación cabal, requiere
interpretación. Es un signo imperfecto o una
significación imperfecta. Cuando preguntamos
por el significado estamos preguntando por la
perfección del entender.
En la comprensión perfecta no se produce ya
reflexión sobre el entender, ni se pregunta ya
cómo hay que entender algo. Ningún signo y
ninguna pregunta por <<su>> significado
acceden ya a la conciencia. El signo y su
interpretación son entonces uno: leemos un
texto sin interpretación.
El no entender hace un alto en la lectura y se
vuelve sobre sí. Pregunta por el significado, y
con ello por otro signo que esté por el no
entendido y lo explique. Pregunta por más
texto, por incisos y excursos aclaradores.
El entender se refiere a la unidad del signo, el
explicar a su variación.
En el no entender un signo se expresa la
necesidad de entenderlo todo, esto es, de
entender todo como signo sin (preguntar por
su) significado.
Sólo cuando no se entiende todo surge un
problema. Con la pregunta por la finitud del
espíritu humano la filosofía estaba
preguntando <<críticamente>> si nosotros
podríamos entenderlo todo. Los problemas
surgen sin embargo allí donde esto no ocurre
y donde se piden explicaciones. Lo que habría
que preguntar es, pues, si cada vez que no lo
entendemos todo logramos una explicación.
Tal pregunta no puede responderse a priori.
En cada caso tiene que ponerse de manifiesto
si se ha logrado o no una explicación. Y se
logra cuando la variación de signos nos lleva a
entender sin problemas, esto es, a que se
entienda todo lo que estaba en cuestión.
SIGNO Y CONCEPTO
No es posible decir de una manera general lo
que significa el que un signo se entienda o no.
El no haberlo entendido se pone de manifiesto
únicamente en la pregunta por el significado,
esto es, por otro signo que pueda estar en su
lugar. Sólo entonces está dado un signo: el
signo se hace presente en la pregunta por su
significado. No entender es lo contrario de
entender, sino su modalidad deficiente.
El estar dados los signos es la conciencia como
pregunta por otro signo en lugar del que está
dado. Conciencia es el intento de interpretar,
de explicar un signo por medio de otro. Es un
trabajo sobre los signos.
La explicación tiene éxito cuando el nuevo
signo explica al anterior: cuando lo nuevo se
entiende en su contexto sin más preguntas.
Con ello se restaura el contexto. La filosofía
que parte de que todo signo, aun el entendido
sin más o <<inmediatamente>>, posee un
significado, el <<suyo>>, dice que el viejo y el
nuevo signo poseen <<la misma>>
significación. Pero el nuevo, en cuanto
entendido inmediatamente, es el significado
del anterior1. Es el signo que se pone en lugar
del anterior, pero no arbitrariamente, puesto
que es el que se entiende realmente en su
lugar. Está pues en una relación interna con
él.
Cuando se dice que no sólo entendemos
signos sino también cosas, personas o
acciones, esto significa que entendemos algo
como perteneciente a una determinada
especie, esto es, que atribuimos a cosas
diversas un mismo significado porque para
nosotros lo que queda por debajo de esa
significación común en particular no significa
nada en ese preciso momento. La <<cosa>>,
1
Cf. Wittgenstein, Philosophische Untersuchugen,
núm. 560.
entendida como cosa, es indiferente a sus
relaciones con las demás cosas, tal como éstas
podrían adquirir relevancia por ejemplo por su
posición respectiva; una persona, entendida
como ser humano, es indiferente a sus
relaciones particulares con otras personas,
esto es, a todos los aspectos bajo los cuales
esas otras personas se entienden por debajo
del concepto general del <<ser humano>>, por
ejemplo como hombre o como mujer, como
ajeno o como prójimo. Una acción, en cuanto
que se la entiende como tal acción, es
entendida como indiferente respecto de otras
acciones, como algo completo o completable
en sí mismo.
Por debajo de tales conceptos, sin embargo,
esos <<objetos>> se entienden en el nexo de
sus referencias recíprocas (Heidegger), esto es,
en lo que son en la realidad, por ejemplo una
cosa en la mano de una persona con el fin de
realizar una cierta acción. Lo que se entiende
no son cosas sino esa clase de nexos, esto es,
se comprende sintácticamente, y o se los
entiende de inmediato o se entiende la
respuesta a la pregunta por su significado. Por
ejemplo el amor al prójimo del Antiguo y
Nuevo Testamento no son lo mismo que el
amor humanista a todos los hombres: es el
amor a aquel que inicia con uno una relación
con características singulares, de modo que lo
que importa es amarlo en esta individualidad
de su entrada en el nexo actual, con sus
perfiles propios. Entendido por con el
contrario como ser humano, quedaría
justamente apartado de ese acontecer y por lo
tanto de su integración en lo habitual; se lo
entendería como se suelen entender los
<<hombres>> en general, con lo cual ya no
sería justamente <<próximo>>. Los hombres
no son prójimo unos de otros: llegan a serlo. Y
desde el punto de vista del concepto general,
llegan a serlo por casualidad.
Por lo mismo, cuando se entiende como
acción, se lo entiende como algo que puede
ser aislado del conjunto inabarcable del
acontecer de los signos, que puede ser
cabalmente entendido desde un determinado
concepto de la acción, siendo este concepto el
que permite atribuir tal acción a ciertas
personas según el modo como éstas son
entendidas a su vez. El concepto aparta la
vista del hecho de que eventualmente ocurre
que a una determinada persona ya no se le
pueda seguir entendiendo en relación con una
determinada acción tal como se la venía
entendiendo hasta ahora, o que una cierta
acción ya no pueda ser entendida en relación
con una cierta persona como una acción de la
misma clase que antes, lo que nos hace
preguntarnos qué es, o simplemente es o no
es una acción (asignable a la responsabilidad
de alguien). En esta su <<atención negativa>>
la propia formación de los conceptos es <<un
verdadero hacer y actuar>>2.
Todo lo que entendemos es signo en cuanto
que lo entendemos, o intentamos entenderlo,
en su producirse en su relación con otras
cosas. Es signo en cuanto que no queda
entendido definitivamente bajo un concepto,
y por lo tanto no está ni sigue estando
entendido como cosa (de una determinada
especie), o como una persona o una acción
(de una determinada especie). Metafísica es el
intento de entenderlo todo bajo conceptos,
acercándonos así a una comprensión
definitiva. Algo se vuelve signo cuando pone
en cuestión su concepto, y cuando nosotros lo
entendemos en su entrar en relación con
otras cosas que no pueden ser derivadas del
concepto, por ejemplo esa cosa de ahí en la
mano de esa persona, o a esa persona de ahí
en relación con esa acción, o esa acción en su
acontecer inesperado desde su propio
concepto, o esa luz repentina sobre este
paisaje, etc.
El signo no es una cosa en sentido metafísico.
Está antes de la cosas en cuanto que está por
una determinación de las cosas que
esencialmente no llega a término. Cuando es
fónico, es y sigue siendo voz de un cuerpo
individual, sin significación susceptible de
fijación definitiva. En el curso de la aclaración
de <<su>> significado toda aclaración es un
comienzo de tal, una indicación, y en la
<<síntesis>> de signos se solapan aclaraciones
iniciadas, o lo que es lo mismo, transiciones
apuntadas de los signos a <<sus>>
significados. Se solapan entonces también las
subjetividades que se anuncian en ello, y que
son, como tales, caminos de la objetividad.
<<Son>> en la medida en que permanecen de
2
Kant, Versuch, den Begriff der negativen Grôssen
in die Weltweisheit einsufûhren, AA II, 190.
camino a la significación, o en su indicación.
Con ello se aclaran recíprocamente y alcanzan
así al mismo tiempo una referencia a <<algo>>
a lo cual se ha de aplicar la <<síntesis>>. El
camino al objeto es ese solapamiento de las
subjetividades. Las subjetividades que se
solapan (y no unas <<intersubjetividades>>)
van adensando la red de la determinación de
las realidades, pero tampoco este proceso
llega definitivamente <<a la cosa>>. Es y sigue
siendo proceso de indicaciones que se
adensan pero que tal vez vuelvan a diluirse.
No entendemos cosas sino indicaciones que
<<apuntan a>> ellas, la deixis dóxica que
<<quiere decir>> las cosas. Un <<querer
decir>> que creyese haber llegado a su
objetivo bloquearía la comprensión.
Que todo lo que entendemos sea signo no
quiere decir por lo tanto que todo sea signo en
un sentido ontológico, ni siquiera en el sentido
de todo posible objeto, por ejemplo todos los
árboles. Pues en tal caso los signos árbol y
signo tendrían que significar lo mismo, esto
es, a la pregunta por su significado bastaría la
misma respuesta (que tendría que ser
formulada en signos distintos de los de árbol y
signo).
Un árbol será un signo en el caso de que, o
bien se entienda ese signo, o bien se pregunte
por su significado. La respuesta misma no
necesitará tener que ver ni con árboles ni con
signos. Un árbol podría servir de punto de
referencia para orientarse, en cuyo caso se
hablaría de signo convencional, pero la
respuesta podría ser también que allí se
espera encontrar trufas, en cuyo caso sería un
signo indicativo, igual que si lo que señala es
que no hace viento. Incluso tal como está ahí
podría estar por un cierto estado de ánimo. En
ninguno de estos casos se lo entendería ni
como <<árbol>> ni como <<signo>>. Se lo
entiende como árbol (más exactamente: como
eso de ahí) por ejemplo cuando se están
contando árboles, y como signo cuando se
comprende que significa algo, pero no
<<que>> significa.
No
lo
que
no
se
entiende
<<inmediatamente>> accede a la conciencia
<<como algo>>, y en consecuencia como
predicado de un sujeto (gramaticalmente)
presupuesto para ese predicado. Conciencia es
el espacio de esta interpretación aclaradora y
analizadora. El sujeto se presupone sólo
gramaticalmente, no como representación.
Una representación es siempre ya predicado
de un sujeto. El que se lo presuponga significa
en realidad que es presupuesto junto con el
volverse consciente del predicado, como el
puro sujeto de éste. El predicado es la
representación del sujeto. Éste es aquello por
delante de lo cual ha sido ya representación.
La proposición de que todo lo que nos
concierne es signo se orienta contra la
posición metafísica según la cual todo es
según se lo ha conformado y concebido. Se
orienta pues contra el realismo de los
universales, pero también contra su negación
abstracta, el nominalismo, que sólo deja valer
los casos <<individuales>>, pero que entiende
estos no obstante como exponentes de
especies (como individuos de una clase).
Ambas posiciones parten de exégesis
definitivas sólo que la una entiende lo singular
desde su interpretación y la otra lo entiende
como aquello a que se refiere tal
interpretación.
El <<señalar a un objeto>> es también un
signo. Pero sólo se explica por ese
procedimiento el <<significado>> de otro
signo si el primero es entendido a su vez, esto
es, si se entiende que para explicar el signo
<<conejo>> se está señalando <<un conejo>>
y no <<partes de un conejo>>3. Si éste no es el
caso, harán falta más explicaciones por medio
de nuevos signos, hasta que al fin el último
signo aducido como explicación se entienda
<<sin más>>, es decir, hasta que no se exprese
ya incomprensión. Y mientras no se exprese
incomprensión, mientras nada suscite la
impresión de que lo que se ha entendido no
de lo mismo que lo que se quería decir, se
podrá dar por sentado que se ha entendido
<<lo mismo>>.
El ejemplo del conejo y de las partes del
conejo es sin embargo aquí tan malo como
cualquier otro. Los ejemplos están por lo que
es general y comparable. Ahora bien, ¿quién
ignora qué significa <<conejo>>, y quién, si lo
ignorase, dejaría de entender en esa situación
lo que significa señalar un conejo? Los
ejemplos quieren ser entendidos, y en su no
suscitar preguntas ulteriores no pueden
3
Cf. W. V. O. Quine. Word and object, par. 12.
constituir ejemplos de lo no entendido, de
modo que no tienen nada en común con ello.
Y del mismo modo que en general un signo
sólo es mejor que otro, y puede en
consecuencia
ser
entendido
como
<<significado>> suyo, cuando se aviene mejor
con el conjunto de lo que se entiende <<sin
más>>, sin adición de nuevos signos, o sea,
cuando en ese contexto él mismo es
entendido <<sin más>>, también al señalar es
mejor que el signo verbal sólo en esas
condiciones.
<<En principio>> esto no es distinto de lo que
ocurre por ejemplo con la verdad de las
proposiciones en las ciencias de la naturaleza,
las cuales reemplazan a las proposiciones
<<de la vida normal>> en la medida en que
explican algo que de otro modo suscitaría
preguntas. Es en este sentido como
<<atinan>>. Sólo que aquí el <<principio>> es
tal que lo que se deriva <<de>> él, lo fundado,
tiene que <<mostrarse>> en cada caso.
Cuando Cassirer entiende la función de las
formas simbólicas como condición previa4
para la aprehensión de los objetos, y cuando a
su vez Wittgenstein, en el Tractatus lógicophilosophicus, llama a <<la imagen>> un
<<hecho>>5 que, para poder ser tal imagen,
tiene que <<tener algo en común con lo que
reproduce>>6, se parte en ambos casos de que
para nosotros lo primero tiene que ser la
aprehensión de algo como símbolo o como
imagen, o dicho de un modo general: como
signo. Lo que está ahí para empezar no son
hechos u objetos que luego designamos, sino
que primero entendemos signos en cuanto
que hallamos nuestro camino en una
determinada forma de designar, y sólo así
tenemos que ver con objetos o hechos
<<correspondientes>>,
de
los
cuales
pensamos que existen en correspondencia con
la forma del signo que está por ellos.
Pensamos en cuanto que entendemos signos
de este modo. Ellos son lo que está dado
inmediatamente.
4
E. Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas. F. C.
E., México, 1971, Introducción.
5
L. Wittgenstein, Tractatus lógico-philosophicus,
2.141.
6
Op. cit., 2.16
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