CRONICAS VINDOBONOMUSICALES

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CRONICAS VINDOBONOMUSICALES
Sábado 15 de mayo de 2010
Como he escrito tantas veces, esto de vivir casi la mitad del tiempo en Viena, lejos de
Alguienita y de Valeria y de Xóchitl (Sóchil) tiene sus melódicas compensaciones. Ved,
si no, lo que me acaeció estos días.
Sábado 7
En la Kammeroper anunciaban “Il nascimento dell’Aurora”, de Albinoni. De don
Tomasso conozco, como casi todo el mundo, el célebre Adagio y nada más. El Adagio,
claro, es una maravilla, pero, como el de Barber, pareciera ser lo único digno de
mención, audición y recuerdo del compositor, Como la KO es célebre por la calidad de
sus puestas, me dije, ¡Ma sí!, y me compré una platea.
¡Menos mal! Porque la obrita, una simple “serenata” de chupamedias a la Elizabeth
Christine von Brünswick-Wolfenbüttel (una especie de Mónica Bedoya Hueyo de Picos
Pardos Unzué Crostón, ¿recordates, gerentes, la bianaza inolvidable de Niní Marshall?).
La susodicha era vicerreina de España y ex consorte –viuda, bah-del Emperador Carlos
VI (pero no de España, que andaba cuatro dígitos atrasada) y candidata al Primer
Premio de la Guerra de Sucesión Española si llegaba a quedar preñada.
Cinco personajes mitológicos: Peneo, tenor y dios del río homónimo que recorre el valle
del Tempe original (no el bodrio argentino de Marcos Sastre), Dafne (soprano a la que
Zeus aspira a fifarse pero no puede y termina -Dafne- convirtiéndose en laurel, como en
la ópera homónima de Richard Strauss), Zeus, contratenor y sátiro que viaja en primera,
Flora, mezzosoprano encargada del olímpico jardín botánico, y Céfiro, Eolo que viaja
en turista, soprano masculino él (o sea, que nada de voces graves). Una orquestita de
café concert: dos violines, viola, contrabajo, para compensar, un tiorbo del tamaño de
un contrabasso da ginocchi, y, al clave, el estupendo René Clemencia. Nada que valga
la pena recordar como libreto (por suerte, no se sabe quién lo escribió). Y una puesta
simplemente delagranputa, ingeniosa, atiborrada de pequeños e hilarantes efectos. Y,
shaquestamos, una partitura de primerísima. Las voces, excelsas (nunca había
escuchado un(a) soprano masculina(o) (Farinelli, move on!). En suma, dos horas de
gloria.
Domingo 8
En la Jesuiteknirche daban la “Misa en Re”, op. 86, de Dvorak, pero con orquesta
completa (suelen darla en la versión para órgano, porque la magra formación que exige
la más compleja partitura de Haydn, Mozart o Schubert no alcanza). De modo que me la
agendé a fuego. Llegué pocos minutos antes y me agencié una de las sillas que hay
apiladas en una salita a la derecha del altar. Tuve la precaución de escuchar la misa un
par de veces antes, para poder disfrutarla mejor. Una de las obras maestras del bohemio
(y muy superior, a mi ver, a su más difundido y posterior “Te Deum”). La versión,
como siempre, de primera. A la salida, por cierto, me fui a tomar un feca a Zanoni, en la
Guttenberg Platz, a cien metros de la Jesuiten y 89 de mi ex domicilio en la
Bäckerstrasse 12, y allí me encontré con Mila, su dorima, su otra hija Laura y Sofía la
pelighoja (vide “Xóchitl Aeroperipatética” en “Año de Nuestro Señor 2010”).
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Sábado 14
A recomendación de mi colega, Teresa Povo, voy, aquí a la vuelta, a la vieja Bolsa de
Productos Agrícolas, transformada en Teatro Odeón, a ver “El ángel de fuego”, de
Prokófiev, en versión (maravillosamente, según me entero) reducida a quince
instrumentistas y los solistas originales. El edificio (aparentemente, uno de los pocos
que se salvó de las bombas en el barrio) está tal cual: en el como interior de un templo
griego, unas bancos en hemiciclo ascendiente parten del piso, que hace las veces de
escenario. A foro derecha y levemente en diagonal, los quince músicos. El resto del
“patio” dividido por paneles móviles empieza como dos cuartos contiguos de una
hostería, sigue como cocina y baño de un departamento y, antes de convertirse en los
claustros de un convento, será comedor íntimo y mesa de un mesón. Todo por obra de
ocho turiferarios que, a su vez, harán las veces de camareros y, lo juro por Dios y por la
Virgen, perros.
La sinopsis la saco de gúguel (es la elaborada por nuestro teatro Colón, ¡uno de los
poquísimos del mundo que la han tenido en su repertorio!):
“En una hostería, Renata, atormentada e histérica, confunde a Ruprecht (“Ronald”,
traduce algo incongruamente la colombina sinopsis) con Heinrich (“Enrique”), un ex
amante a quien asocia con su ángel guardián. Ruprecht, enamorado de ella, acepta
llevarla a la ciudad de Colonia para un encuentro con Heinrich. La pareja trata de
encontrar a Heinrich que por arte de magia: Ruprecht se muestra frustrado después de
una visita al mago Agrippa de Nettesheim. En tanto Renata ha encontrado a Heinrich, y
rechazada por éste urge a Ruprecht que luche con él. Ruprecht pierde la pelea. Renata
amenaza con dejar a Ruprecht, cuya pasión física obsesiva contrasta con los recuerdos
de su ángel guardián. En un jardín a orillas del Rin, aparecen Fausto y Mefistófeles;
Renata le arroja un cuchillo a Ruprecht, acusándolo de estar endemoniado. Ruprecht
observa como el diablo devora lenta y furiosamente a un criado y como luego lo
resucita de un basural. Ruprecht se encuentra en la sala del Inquisidor, un fanático
dedicado a investigar una historia de posesión diabólica; sus dudas surgen de una
novicia: Renata. Aparecen signos de posesión; al comenzar los rituales del exorcismo, la
histeria se apodera de la comunidad del convento y la ópera concluye cuando el
Inquisidor proclama a Renata culpable de hechicería, condenándola a morir en la
hoguera.”
Como pueden apreciar, del lado absurdo del disparate, pero el simbolismo era así. En
todo caso, en la URSS estuvo prohibida; aunque una versión aguada se estrenó con el
título de “Esponsales en el convento” (una historia parecida a la “Lady MacBeth de
Mzensk”/“Katerina Izmailova” de Shostakóvich).
¡Ah, pero la música! Es el Prokófiev antes del tamiz del nunca bien ponderado
camarada Zhdánov (en Minsk todavía tiene su estación de metro, en Moscú, creo.¡espero!- ya no); incisivo, mordaz, cacofónico, grotesco… ¡Y los cantantes/actores1,
porque hace falta una difícil simbiosis. Estupendo. Estupendo como “Il nascimento
dell’Aurora”, solo que en un estilo casi diametralmente opuesto.
Lo más extraordinario es que se trata de espectáculos “secundarios”, distantes de la
Staatsoper, de la Volksoper y del Theater an der Wien (el tercero lírico estable de esta
ciudad más pequeña que Rosario). ¡Y las misas dominicales en la Jesuitenkirche son
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menos populares que la competencia en la mucho mayor, más paqueta y medieval
Agustinerkirche!
Pero yo pienso en mi Buenos Aires y mi Argentina queridos sin arrepentimientos ni
vergüenza: con lo poco que nos dan de lo poco que tenemos (de lo muchísimo que
podríamos y deberíamos tener), hacemos maravillas, que, al cabo, “El ángel de fuego”
aún espera en Viena su versión a toda orquesta.
Domingo 16
Me acosté -¡lo juro por lo más sagrado, cosecha 1975!- decidido a concurrir a la
Jesuitenkirche a solazarme con la “Piccolo solo Messe” de Guolfan Amadeus, pero
llovía y hacía frío y me dio una fiaca atroz. Pero conste por la presente que habría sido
mi cuarta esperienza musicale en poco más de una semana, y siempre orsai, a las
distantes márgenes del vasto caudal de la vida musical méinstrim, como le dicen en
inglés.
Ahora, tras unos rigattoni all proprio uso, o sea, con lo que había (los residuos de la
bolsita de De Cecco, una cebolla, abundante ajo, una lata de puré de tomate, un caldo de
carne para la salsa y otro para el agua de la pasta, sal, pimienta recién molida, una hojita
de laurel, una ducha de hierbas italianas y un chorrito de Riesling de cuarta ad hoc para
cocinar y, desde luego, aceite e oliva extra virgen y, a la final, un queso ya rallado de
poca enjundia), más el tercio de botella de Chardonnay “Los vascos” –chileno, pero
muy bueno, 4,50 euros en el economato de la ONU-, mientras por MGM dan el clásico
“Pirañas” haciendo juego con mi tuco casero, a horas de partir a la parada del ómnibus
para partir al aeropuerto para partir a Varsovia hasta el joibes, me dedico, ut semper, a
teclear estas pamplinas, no sin pronunciar ad intra, mi sempiterno, ¡Gracias a la vida,
que me ha dado tanto!
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