HOGAR – REFUGIO PARA PERSONAS MIGRANTES

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HOGAR – REFUGIO PARA PERSONAS MIGRANTES
«Y LA PALABRA SE HIZO DESPLAZADO…
Y VINO A HABITAR ENTRE NOSOTROS…»
Cuando Wilfido llegó a su aldea, la encontró destrozada, las casas se consumían en llamas, parecía una
escena de guerra. La policía nacional y el Ejército guatemaltecos habían recibido la orden de desalojar
por tercera ocasión a las 75 familias que conformaban la comunidad agroecológica Nueva Esperanza.
Las y los campesinos habían llegado a asentarse a escasos 2 kilómetros de la frontera con México en el
Parque nacional Sierra del Lacandón desde el año 2000.
Wilfido no lo podía creer, se le llenó el corazón de coraje pero también de una ansiosa preocupación
pues no solo pensaba en su casa y sus cosas, el corazón le punzaba sobre todo porque Paola su
compañera había quedado sola con su pequeña hija Yorleni Yolet de escasos 5 meses de vida. La
intuición lo hizo dirigirse a la comunidad mexicana de Nuevo Progreso que estaba justamente en la
“línea” entre México y Guatemala. Encontró a mucha gente de su comunidad, llorando, rabiando,
sentados sobre troncos, sin saber qué hacer. Buscó a su esposa y la encontró llorando con su hija en sus
brazos, en la cocina de una vecina.
Ese mismo día la comunidad decidió poner un campamento en la “línea”, pues seguro allí no llegaría el
ejército de su país a desalojarlos nuevamente. Los soldados les advirtieron que no regresaran ni por lo
poco que podían rescatar, pues tenían la orden de “tirar a matar” a quien lo intentara. Las primeras
noches la pasaron a la intemperie, poco a poco, con la solidaridad de algunas personas de México
consiguieron lonas, ropa, cobijas.
En la “línea” estuvieron, soportando el sofocante calor de septiembre, bajo las torrenciales lluvias de
octubre y aguantando el frío de diciembre, con muy poca comida. Una madrugada del nuevo año el
Gobierno de México ordenó la repatriación voluntaria de la comunidad argumentando que era un
“rescate humanitario”, invadieron el campamento más de cuatrocientos elementos de la Policía federal, el Instituto Nacional de Migración y la Policía estatal. A los primeros que agarraron fue a los niños y
niñas. A Yorleni Yolet la arrebataron de los brazos de Paola y la subieron al autobús; ella tuvo que
“entregarse” pues no podía desprenderse de su hija, aunque sí dejó a Wilfido. El viaje de repatriación
duró menos de 20 horas, los fueron a echar a Tecun Uman, la frontera norte de Guatemala con México.
Diez días después Wilfido se encontró con Paola y su pequeña hija en El Ceibo, la otra frontera de
México y Guatemala. Juntos decidieron regresar al Campamento y seguir la lucha al lado de la
comunidad hasta que el gobierno de su país les diera una solución. La comunidad decidió
autonombrarse Campamento en resistencia La Nueva Esperanza.
Sabían que todo iba en su contra, el nuevo gobierno de Guatemala, encabezado por el general Otto
Pérez Molina, famoso por sus actos de represión en el conflicto armado, no daba muestras de querer
solucionar pronto la reubicación de la comunidad. Siguieron los meses de intenso frío y entrada la
primavera vino la temporada de calor. La comunidad seguía resistiendo con poca comida y escasa agua
pues las autoridades mexicanas decidieron cortar el agua potable. Se dio un brote de enfermedades,
sobre todo para las niñas y los niños. Yorleni estaba muy enferma, diarrea, vómito. En el hospital de
Tenosique le diagnosticaron deshidratación. Para seguirla atendiendo les exigieron Seguro popular,
cosa que no pudieron cubrir pues no eran mexicanos. Después de darla de alta, la niña empeoró, la
regresaron al hospital, pero una vez en la ambulancia la niña no aguantó y murió.
Un año y cuatro meses después del violento desalojo, las mesas de diálogo arrojaron como resultado
que los habitantes del Campamento en resistencia de la Nueva Esperanza serían reubicados en una
finca muy cerca de Flores en el Petén. La movilización se programó para finales de diciembre. La gente
estaba entusiasmada.
La reubicación se decidió hacer el 23 de diciembre. Wilfido y Paola esperaban ya su segundo bebé. El
traslado desde la “línea” hasta su nueva aldea duró 7 horas. Al llegar a la finca a Paola le llegó la hora
de dar a luz. Algunas mujeres se juntaron para ayudarla, los hombres improvisaron una “champa”. Por
la noche la comunidad recibió a un hermoso bebé, el primero nacido en las tierras de la reubicación,
después del deshumano desalojo que sus padres sufrieron en su propio país.
Don Simón, el hombre más anciano de la comunidad, que no había visto a la mayoría de la gente desde
hacía meses, pues fue víctima de la “repatriación voluntaria”, dijo que el nacimiento de ese niño
representaba el inicio de una nueva etapa en la lucha de la Nueva Esperanza. Hoy les anuncio que ha
llegado el inicio de nuestra salvación, expresó.
El profesor de la comunidad, Helder Pelicó, descendiente de indígenas mayas en Guatemala, lanzó un
grito a los cuatro vientos: ¡Hasta la victoria siempre! Que es como gritar: ¡Gloria a Dios en cielo, en la
tierra y en todas partes, pues la Gloria de Dios es que el pobre viva!
Diciembre de 2012.
Con profundo agradecimiento a todas y todos los miembros de La Nueva Esperanza, por darme el privilegio de aprender
de ellas y ellos que la esperanza se construye resistiendo tenazmente todos los días.
Tomás González C.
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