El derecho canónico en el contexto del "Libro de Buen Amor"

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E L D E R E C H O C A N Ó N I C O EN EL CONTEXTO
DEL «LIBRO DE BUEN AMOR»
H O R A C I O SANTIAGO-OTERO
Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. Madrid
La ponencia El derecho canónico en el contexto del «Libro de buen amor»,
cuya exposición me ha sido encomendada, reviste, por su contenido, unas
características que la diferencian sensiblemente de todas o de casi todas las
demás ponencias y comunicaciones de este congreso. En efecto, el derecho
canónico, aparte determinadas leyes establecidas por la iglesia, o sea, leyes
humanas sujetas a cambios y a adaptaciones sucesivas, implica originariamente otras leyes de alcance superior: leyes divinas inscritas por Dios en la
naturaleza humana o reveladas expresamente en el libro de la Biblia, es decir,
el derecho divino natural y positivo.
La iglesia no creó el contenido de esas leyes; su tarea fundamental consistió en recordarlas o, como suele decirse, en proponerlas, aunque frecuentemente tuvo que interpretarlas y precisarlas en cuanto a sus aplicaciones
prácticas.
Ello significa que el derecho canónico se inscribe en el área del campo
de la teología y se inscribe, de hecho, como una especialidad de alcance
eclesiológico, junto con otras disciplinas, como la teología litúrgica, la teología pastoral, la teología misionera y la teología ecuménica.
Y es que el cristianismo no es precisamente una empresa de salvación
individual; el cristiano se encuentra integrado en un cuerpo funcionalmente
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organizado, la iglesia o pueblo de Dios en camino hacia el destino eterno,
cuya finalidad consiste en congregar a todos los hombres en la unidad de
una misma fe. En la iglesia y, en cierto modo, mediante ella el cristiano
tiende, en comunión con los demás humanos, a la salvación prometida. En
pocas palabras, la especialidad denominada derecho canónico y las «especialidades» que acabo de mencionar (liturgia, pastoral, «misión», ecumenismo)
son aspectos diversos, actividades específicas de la iglesia, diferentes disciplinas teológicas; es decir, son una prolongación del tratado de la iglesia, y
sólo se comprenden bien si no están aisladas del campo correspondiente a
ese tratado teológico.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la historia de esa disciplina,
es decir, la historia del derecho canónico, lo mismo que la patrística, la historia de los dogmas, la historia de la teología, la historia eclesiástica, no es una
disciplina realmente teológica. En todos estos casos se trata de disciplinas
puramente históricas, cuya finalidad es el conocimiento de un pasado que
tiene suficiencia y valor por sí mismo, que utiliza un método y unos procedimientos aplicables a cualquier investigación de tipo histórico. Ello no
obstante, para la óptica del teólogo, la historia del derecho canónico, por
razón de su objeto material, o sea, el hecho cristiano en la complejidad de
su desarrollo empírico, no es una ciencia puramente profana.
En mis reflexiones no pretendo hacer, evidentemente, una exposición
del contenido del derecho canónico en su configuración completa y definitiva; pretendo, tan sólo, hacer una breve historia de esa disciplina, a nivel
general y en la Península Ibérica, en los momentos anteriores y coincidentes con la época en que vivió el autor de la obra El libro de buen amor, Juan
Ruiz de Cisneros, arcipreste de Hita (1295/1296-1351/1352), y, por último, recordar algunas de las referencias del Libro de buen amor 2. las instituciones y normas canónicas.
I
La historia del derecho canónico permanece estrechamente unida a la
historia misma de la iglesia. La iglesia cristiana, que surgió como una realidad de orden espiritual, lo mismo que el reino de Dios, al que anuncia,
prefigura y, de alguna manera, actualiza, tiene también un aspecto visible y
exterior; vive y se desarrolla a la manera de una sociedad, independiente de
cualquier otra y con medios propios de gobierno. Por ello, la iglesia no
puede prescindir de normas para organizar su vida interna, definir las relaciones de los diferentes miembros entre sí y regular los actos individuales
que puedan tener alguna repercusión social.
E L D E R E C H O C A N Ó N I C O EN EL C O N T E X T O DEL «LIBRO DE B U E N A M O R »
De hecho, la sociedad eclesial ha sido, desde sus inicios, portadora de
leyes. El libro de los Actos muestra a los apóstoles reunidos en Jerusalén
con el fin de examinar algunas cuestiones prácticas en relación con los
cristianos procedentes del paganismo, y tomando decisiones que tenían
fuerza de ley (Act 15, 28-29).
San Pablo promulga reglamentaciones relativas a la celebración de las
asambleas (1 Cor 11, 2-33), al matrimonio entre cristianos y paganos (1
Cor 7, 12-16), a la elección de los ministros de la iglesia (cartas pastorales).
Durante los tres primeros siglos de cristianismo, la comunidad cristiana,
obligada por las persecuciones a permanecer oculta, se conforma a un derecho consuetudinario, conforme atestiguan varios escritos anónimos de aquella época o atribuidos a los apóstoles con el fin de acrecentar su autoridad,
tales como la Didajé, la Didascalia de los apóstoles, las Constituciones de los
apóstoles, etcétera. A partir de la paz establecida por el emperador Constantino, tanto en Oriente como en Occidente, se desarrolla una importante
actividad conciliar que afecta fundamentalmente a cuestiones de orden moral
y práctico. A su vez, los obispos de Roma, cuya primacía es progresivamente reafirmada, se ven solicitados para intervenir en la solución de cuestiones
particulares que les son planteadas desde diferentes lugares de la cristiandad. Éste fue, de hecho, el origen de las Decretales pontificias, las primeras
de las cuales remontan a los siglos IV y V. De este modo, poco a poco, se fue
formando un derecho eclesiástico que, con la terminología que se hizo usual
desde los comienzos del siglo XII, se denomina derecho canónico, el cual se
perfeccionó y completó en función de las circunstancias y en función de las
necesidades de las diferentes épocas.
Este derecho eclesiástico o derecho canónico podría ser definido como
el conjunto de leyes propuestas, establecidas y aprobadas por la autoridad
eclesiástica competente con vistas a garantizar el bien común de la sociedad
eclesiástica.
Es a partir de los siglos XI y XII cuando el estudio razonado del derecho
eclesiástico o canónico se sistematiza de manera progresiva, constituyéndose en disciplina independiente. La obra que más contribuyó a hacer de este
estudio una ciencia autónoma fue, sin duda alguna, la célebre Concordia
discordantium canonum (Acuerdo de los cánones en desacuerdo), normalmente conocida bajo el nombre de Decretum, escrita por el monje bolones Graciano. En este monumental tratado se incluye la síntesis de toda la disciplina elaborada a lo largo de los once primeros siglos de cristianismo; en él los
textos patrísticos, conciliares, de los sumos pontífices aparecen dispuestos
metodológicamente, y solucionadas las dificultades que plantean. El De-
ESTUDIOS DE FRONTERA, ALCALÁ LA REAL V EL ARCIPRESTE DE HITA
creto de Graciano fue el libro-base para la enseñanza del derecho canónico
durante la edad media, lo mismo que el Sententiarum libri quatuor de Pedro Lombardo lo fue para la enseñanza de la teología a lo largo de esa misma época, y la Historia scholastica de Pedro Comestor lo fue para el estudio
de la Biblia.
Con anterioridad a Graciano merece especial mención el Decretum
Buchardi, compuesto hacia el año 1012, anterior, por consiguiente, a la reforma gregoriana. Se refiere a la disciplina de toda la iglesia, así como a
cuestiones dogmáticas y penitenciales, y tuvo gran influencia en la elaboración del derecho canónico posterior.
Durante la reforma gregoriana surgieron varias colecciones que reciben, por ello, la denominación de «colecciones gregorianas». Pueden recordarse, de entre las más importantes, el Capitulare cardinalis Attonis, compuesto en 1073 por el arzobispo de Milán Atón para uso de los clérigos; la
Coüectio Anselmi Lucensis, de reconocida autoridad, compuesta en 1083; la
Collectio cardinalis Deusdedit, compuesta en Roma en 1085, y la colección
de Ivon de Chartres (1040-1116), grandemente valorada por teólogos y
canonistas, y que representa el derecho tradicional europeo.
La impresionante variedad de fuentes canónicas constituían una verdadera dificultad en lo que se refiere a su aplicación y estudio; se hacía,
pues, necesario realizar una obra de síntesis que permitiera, además, valorar
cada uno de los cánones, situándolo en su propio contexto. Este trabajo lo
llevó a cabo el maestro Graciano, al asumir, en la difícil tarea de organizar,
armonizar y jerarquizar los diversos decretos, el método crítico del Sic et
non de Pedro Abelardo. Por esta influencia abelardiana, constatada por primera vez por el historiador Enrique Denifle, hace ya algo más de un siglo,
Graciano representa en la historia del derecho canónico un papel realmente importante, similar al que corresponde a Pedro Abelardo respecto a la
filosofía y a la teología escolásticas. Concretamente, la obra de Graciano
divide la historia del derecho canónico en dos etapas: la de las colecciones
privadas, que termina, y la edad de la formación del nuevo derecho eclesiástico, que comienza; lo que afectó a la concepción misma de esa disciplina. Como explica W. Ullmann, el derecho canónico era antes de Graciano
una teología jurídica con el acento puesto en lo teológico, mientras que
después de Graciano el acento se trasladó a lo jurídico.
Con el método de la «concordia discordantium canonum» se logró la
concordia externa; pero, en realidad, lo verdaderamente importante era
establecer la concordia interna a través de una ley única; lo que, de hecho,
se consiguió con la ayuda de la escolástica y el estudio del derecho romano.
E L D E R E C H O C A N Ó N I C O EN EL C O N T E X T O DEL «LIBRO DE B U E N A M O R »
Esto fue mérito de Graciano (designado por ello, con toda razón, padre de
la ciencia canónica) y de los decretistas o intérpretes del Decreto d u r a n t e los
siglos XII al XIV.
El n ú m e r o elevado de decretistas es debido, sin d u d a alguna, al esplendor alcanzado por las ciencias jurídicas a partir de Graciano, especialmente
en el e n t o r n o cultural de Bolonia. Merecen destacarse R o l a n d o Bandinelli,
maestro de filiación abelardiana en Bolonia, más tarde papa con el n o m b r e
de Alejandro III ( 1 1 5 9 - 1 1 8 1 ) ; el maestro O m n e b e n e , c o n t e m p o r á n e o del
anterior, t a m b i é n de filiación abelardiana, q u e elaboró u n resumen del
Decretum; el famoso glosador Alberto Beneventano, papa bajo el n o m b r e
de Gregorio VIII; así c o m o H u g u c c i o (+ 1210), cuya obra es de m á x i m a
importancia entre las elaboradas por los decretistas.
Antes de q u e apareciera la colección auténtica de Gregorio IX, el Liber
Extra, existieron varias colecciones de decretales: colecciones privadas desde el pontificado de Alejandro III ( 1 1 5 9 - 1 1 8 1 ) hasta el de H o n o r i o III
( 1 1 9 8 - 1 2 1 6 ) y cinco compilaciones llamadas antiguas: la Compilado I, de
1190, hecha p o r Bernardo de Pavía; la Compilatio II, de 1 1 9 8 , elaborada
p o r Juan Walesio; la Compilatio III, de 1210, hecha por Pedro Beneventano
por orden de Inocencio III y enviada por éste c o m o auténtica al estudio
general àe Bolonia; la Compilatio IV, que, elaborada en tiempos del m i s m o
papa en 1 2 1 5 , q u e d ó p r o b a b l e m e n t e c o m o privada; y la Compilatio V, de
1226 o 1227, reconocida por H o n o r i o III y enviada en calidad de tal al
estudio de Bolonia.
La fórmula de p r o m u l g a c i ó n consistía precisamente en el envío del
texto de la compilación, j u n t o con u n a bula papal, al estudio general de
Bolonia, y t a m b i é n a otros estudios generales, para uso de los maestros y de
los especialistas.
E n las Extravagantes de Gregorio I X ( 1 2 2 7 - 1 2 4 1 ) , colección auténtica,
única y exclusiva, se recopilan y sistematizan a b u n d a n t e s textos canónicos
aparecidos hasta entonces, entre ellos, los decretos del concilio lateranense
I V (1215), constituyendo, de este m o d o , u n cuerpo de derecho eclesiástico
apto para aquellos m o m e n t o s . Su n o m b r e indica el c o n t e n i d o de la colección, es decir, decretales «extra D e c r e t u m vagantes». Hechas p o r R a i m u n d o
de Peñafort p o r encargo del papa, esta colección fue p r o m u l g a d a mediante
la bula «Rex pacificus», de fecha 5 de septiembre de 1234 y enviada a los
estudios generales de Bolonia y de París.
A partir de esas fechas, la Santa sede se reserva la facultad de publicar
colecciones canónicas.
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Años más tarde, después de la aparición de las Extravagantes, el papa
Bonifacio VIII ( 1 2 9 4 - 1 3 0 3 ) reunió en el Liber sextus decretalium («sextus»,
por referencia a los cinco libros de las Decretales de Gregorio IX) decretales
papales emitidas desde Gregorio I X ( 1 2 2 7 - 1 2 4 1 ) hasta su pontificado, así
c o m o cánones de los concilios I (1245) y II (1274) de Lyon, y los p r o m u l gó m e d i a n t e la bula «Sacrosanctae» de 3 de marzo de 1 2 9 8 . El Sextus contiene 108 decretos y cánones (desde Gregorio I X hasta Nicolás III), los
cánones de los concilios I y II de Lyon, y 2 5 1 capítulos del propio Bonifacio V I I I .
La colección d e n o m i n a d a Clementinas tiene su origen en el papa Clem e n t e V ( 1 3 0 5 - 1 3 1 4 ) , q u e hizo reunir en u n v o l u m e n y distribuir bajo
diferentes títulos u n a serie de constituciones destinadas a remediar abusos,
a resolver p u n t o s difíciles y a establecer prescripciones relativas a cuestiones
importantes. Estas constituciones fueron promulgadas en 1 3 1 7 en el p o n tificado de J u a n XXII ( 1 3 1 6 - 1 3 3 4 ) , sucesor de C l e m e n t e V, dándoles con
ello valor legal definitivo. C o m e n t a d o r cualificado de las Clementinas fue,
entre otros, el gran glosador Juan de Andrés (ca. 1 2 7 0 - 1 3 4 8 ) , considerado
c o m o el canonista más completo de la época clásica del derecho canónico y
llamado p o r sus c o n t e m p o r á n e o s «fons et t u b a iuris», q u e en 1326 terminaba su célebre Glossa ordinaria. C o n razón se afirma q u e el derecho canónico clásico comienza con el Decretum de Graciano y llega a su plenitud de
desarrollo con la Glossa de Juan de Andrés en el primer tercio del siglo XIV.
A las Clementinas siguieron otras dos colecciones, q u e son conocidas
bajo el n o m b r e de Extravagantes de Juan XXII y Extravagantes comunes. Su
existencia es debida al hecho de que había decretales y constituciones que
n o formaban parte de colección alguna, las cuales m a n t e n í a n , sin embargo,
valor legal, ya que n o habían sido abrogadas por la promulgación de las
Clementinas. A esas constituciones y decretales n o incorporadas había que
añadir algunas decretales de Juan XXII y de sus sucesores, Benedicto XII
(1334-1342), Clemente VI (1342-1352), Inocencio VI (1352-1362) y otros,
que p r o n t o fueron glosadas por maestros en derecho canónico. Figuraban
estas decretales en manuscritos e incunables a continuación del Sexto y de
las Clementinas. Era lógico, pues, que llegado el m o m e n t o , los canonistas
hicieran de ellas colecciones independientes, lo q u e tuvo lugar en el año de
1500 p o r obra del licenciado Juan C h a p u i s y dio origen a las Viginti extravagantes papae Joannis XXII y a las Extravagantes communes o compilación
de decretales y de constituciones de sumos pontífices desde Bonifacio V I I I
(1294-1303) hasta Sixto I V ( 1 4 7 1 - 1 4 8 4 ) . Se llaman «comunes», p o r q u e se
encontraban generalmente recogidas en manuscritos y en ediciones incu620
EL DERECHO CANÓNICO EN EL CONTEXTO DEL *<LEBRO DE BUEN AMOR»
nables, como ya se ha dicho. Su valor científico era ciertamente inferior al
de las colecciones anteriores; sólo en 1580 fueron declaradas auténticas por
decisión del papa Gregorio XIII (1572-1585).
El conjunto de seis colecciones de textos canónicos de entre las anteriormente citadas, es decir, el Decreto de Graciano, las Decretales de Gregorio IX, el Sexto de Bonifacio VIII, las Clementinas, las Extravagantes de Juan
XXII y las Extravagantes comunes, constituye el Corpus iuris canonici, que
reguló la vida de la iglesia durante varios siglos hasta la aparición del Codex
iuris canonici en 1917. La aprobación definitiva de ese Corpus la llevó a
cabo el papa Gregorio XIII mediante el breve Quum pro muñere pastorali
de fecha día 1 de julio de 1580.
II
La iglesia hispana tuvo su propia disciplina en las épocas anteriores a la
reforma gregoriana. A la llamada época romana (siglos IV-v) corresponden
textos disciplinares de algunos concilios, colecciones canónicas aun no identificadas y decretales de papas, todo lo cual serviría de sustrato para la elaboración de la importante Colletio hispana, que surgiría a lo largo del periodo isidoriano. En la época visigótica (siglos v-vil) aumenta la actividad
conciliar (que se intensifica a partir de la conversión al catolicismo del rey
Recaredo) y adquieren importancia diferentes colecciones canónicas. Estas
se vieron pronto suplantadas por la mencionada Colección hispana; obra
cumbre de los once primeros siglos, llegó a tener influencia, incluso, en
áreas geográficas exteriores a la Península. Esta colección, considerada como
obra de la jerarquía visigótica dentro y fuera de la actividad conciliar, de
manifiestas influencias isidorianas, representa la pervivencia y la conjunción del universalismo romano con la legislación particularista sobre los
nuevos problemas que iban surgiendo en el día a día.
Isidoro de Sevilla, a quien corresponde un lugar destacado en la jerarquía visigótica, ejerció, fundamentalmente a través de su obra las Etimologías, notable influencia en el Decreturn de Graciano, en los comentarios de
los decretistas y de los decretalistas e, incluso, en los escritos canónicos de
los grandes teólogos y filósofos escolásticos, es decir, en todo el periodo
clásico del derecho canónico.
La Colección hispana reguló la vida de la iglesia española hasta los momentos de la reforma gregoriana del siglo XI. Pero la influencia de Cluny y
de la reforma gregoriana significaron un cambio importante en la escritura,
en la liturgia, en la vida monástica, y también en el derecho canónico de
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Hispania, lo que implicaba el final del reinado de la Colección hispana.
D e n t r o de la historia del derecho canónico, la reforma gregoriana representó u n a reacción frente al particularismo que se había introducido con la
instalación de los pueblos germánicos en las antiguas provincias del I m p e rio. Y surgieron entonces nuevas colecciones, c o m o la Tarraconensis ( 1 0 8 5 1090), la Caesaraugustana ( 1 1 1 0 - 1 1 2 0 ) o las dos Collectiones catalaunenses
( 1 1 2 5 - 1 1 3 0 ) . C o n ellas se p o n e fin a la canonística hispana pregraciana y
se marcan los inicios de u n a renovación del derecho canónico en el nordeste de la Península, pocos años antes de la aparición del Decreto de Graciano. La colección r o m a n a Polycarpus ( 1 1 0 4 - 1 1 0 6 ) , compuesta por Gregorio, cardenal de San Crisógono, y dedicada al obispo de Santiago de C o m p o s tela, Diego Gelmírez, tuvo gran influencia en la Península, facilitando la
incorporación de ésta a las corrientes canónicas universales.
A partir del Decreto de Graciano, Bolonia se constituyó, c o m o ya queda dicho, en el centro cultural más i m p o r t a n t e para el estudio y desarrollo
del derecho canónico. E n la Península Ibérica, d o n d e la obra de Graciano
tuvo gran difusión manuscrita, n o existió, sin embargo, u n a escuela de
derecho comparable a la de Bolonia. Los canonistas hispanos de esa época,
los llamados decretistas, destacaron principalmente en Bolonia, en cuyo
estudio general enseñaron algunos de ellos. La representación hispana en la
construcción de la ciencia del derecho canónico sobre las bases establecidas
p o r Graciano, fue realmente i m p o r t a n t e desde finales del siglo XII.
Al lado de las numerosas colecciones canónicas hispanas (Dertusenses,
I, II y III; Alcobacenses I y II; Seguntina, Romana, Salmanticensis, cuyos
autores y lugar de composición son escasamente conocidos) p u e d e recordarse el Liber Extra de Gregorio IX, de 1234, de alcance universal, por
haber sido su autor el canonista español R a i m u n d o de Peñafort. Y cabe
recordar igualmente las Partidas de Alfonso X el Sabio ( 1 2 5 2 - 1 2 8 4 ) . Es
bien conocido que la Primera partida contiene u n a i m p o r t a n t e síntesis de
derecho canónico medieval, utilizada frecuentemente por canonistas hispanos posteriores al siglo XIII. El resto de las Partidas ofrece t a m b i é n , a u n que en m e n o r grado, algún c o n t e n i d o canónico.
Las obras de los decretistas hispanos de los siglos XII y XIII, los cuales,
c o m o q u e d a dicho, pertenecen al e n t o r n o de la escuela de Bolonia, p e r m a necen, por lo general, todavía inéditas. Pueden recordarse los n o m b r e s de
Bernardo C o m p o s t e l a n o A n t i g u o , que en 1206 inició la composición de
u n apparatus sobre el Decreto de Graciano, cuyas glosas aparecen mezcladas
con las de otros autores; del canonista portugués Juan de Dios H i s p a n o
(siglo XIIl), varias de cuyas obras son t a m b i é n comentarios al Decreto; de
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Juan Hispano Diácono, canonista aragonés que en la segunda mitad del
siglo XIII escribió la obra que lleva por título Flos decretorum; de Lorenzo
Hispano, considerado como la personalidad más destacada entre los decretistas hispanos y una de las más importantes entre sus contemporáneos, que
desde 1210a 1215 compuso un apparatus al Decreto; de Martín de Zamora
o Martín Arias, obispo de Zamora (1193-1217), que confeccionó glosas
aisladas al Decretum; de Melendo Hispano, idéntico, según parece, al personaje del mismo nombre que entre 1210y 1215 fue obispo de Osma, del
que han quedado glosas aisladas sobre el Decreto; de Pedro Hispano, que
escribió hacia los años 1170 y que no debe confundirse con Petrus Hispanus
Portugalensis; del canonista portugués Silvestre Godinho, obispo de Braga
de 1229 a 1244, así como del renombrado canonista Vicente Hispano por
sus respectivas glosas sueltas al Decreto.
Al igual que los comentaristas hispanos del Decreto, de los siglos XII y
XIII, los decretalistas hispanos de esa misma época (cuyas obras continúan
inéditas en la mayoría de los casos), permanecen vinculados a la escuela de
Bolonia. Cabe añadir, por otra parte, que algunos comentaristas del Decreto son también comentaristas de las decretales. Son bien conocidos en este
sentido los nombres de Bernardo Compostelano Antiguo, ya citado, y de
Bernardo Compostelano el Joven por sus comentarios a diferentes decretales; de Juan García Hispano, que escribió hacia los años 1280; de Juan de
Dios Hispano, mencionado anteriormente como decretista, cuyos comentarios tuvieron amplia difusión manuscrita; de los también citados por su
actividad decretista, Martín de Zamora, Melendo Hispano, Silvestre Godinho, Pedro Hispano, Pedro Hispano Portugalense y, ante todo, de Lorenzo
Hispano y de Vicente Hispano, canonistas de relevancia; y, por último, de
Raimundo de Peñafort, redactor del Liber Extra, como ya queda dicho,
que escribió, además, una pequeña compilación de decretales para uso de
los dominicos.
Es obligado indicar que varios de los canonistas anteriormente citados,
decretistas y decretalistas de los siglos XII y XIII, así como otros que no
figuran bajo esa denominación, escribieron obras de carácter mixto, es decir, obras que no se refieren directamente ni al Decreto ni a las decretales,
sino a otros varios géneros jurídicos, las cuales influyeron también, y de
modo notable, en el desarrollo del derecho canónico medieval, pero que no
voy a reseñar en esta ocasión.
Como ha podido comprobarse, los autores que acabo de mencionar se
sitúan preferentemente en torno a la escuela de Bolonia. Debe reconocerse,
no obstante, que también dentro de la Península se cultiva la ciencia canó!
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ESTUDIOS DE FRONTERA. ALCALÁ LA REAL Y EL ARCIPRESTE DE HITA
nica, al menos a partir del siglo XIV, cuando los centros superiores de estudio adquieren importancia. Se crea entonces una escuela de canonistas,
que estudian, enseñan y escriben en su propio país. Es, por otra parte,
Salamanca el centro que cuenta con mayor número de canonistas con producción literaria, aunque esto apenas se percibe en la primera mitad del
siglo XIV. En la mayoría de los casos, estos estudiosos cultivan géneros canónicos menores, más fáciles, por consiguiente, de llevar a cabo que los
comentarios a todo el Decreto o a una decretal completa; algunos de ellos
no sólo manifiestan interés por el derecho canónico, sino que se dedican
igualmente a otras disciplinas no canónicas.
Sin atenerme a un orden de prelación, indico seguidamente los nombres de algunos canonistas que ejercieron sus actividades durante la primera mitad del siglo XIV, es decir, que fueron contemporáneos de Juan Ruiz de
Cisneros. Puede recordarse, en primer lugar, el galaico-portugués Alvaro
Pelayo (1270/1280-1349) (personaje estrechamente relacionado con el papa
Juan XXII) por el interés, para la historia del derecho canónico, de su voluminosa y polémica obra Sobre el estado y llanto de la iglesia. Por las mismas
fechas, el mallorquín Bernardo Raimundo enseñaba derecho canónico en
el estudio generalde Montpellier, y explicaba allí el Liber Sextus de Bonifacio VIII, que después consignó por escrito a petición de sus alumnos. El
cardenal Gil Alvarez de Albornoz (1295-1364), que no escribió comentarios al derecho canónico, aunque se le hayan atribuido algunos que pertenecían, tal vez, a su sobrino Fernando Alvarez de Albornoz, debe figurar en
la historia del derecho canónico por haber fundado y dotado el Colegio de
España en Bolonia, y también por haber editado varias constituciones canónicas. El carmelita y polifacético Guido Terreni de Perpiñán ( 1270-1342),
denominado por sus méritos científicos doctor breviloquusy también doctor
mellifluus, ofrece gran interés para la historia del derecho canónico por su
comentario al Decreto de Graciano y las Constituciones sinodales de Elna
(Eine), ciudad en la que desempeñó el cargo de obispo. El canonista Iacobus
Ciionis Illerdensis, obispo de Lérida (1341-1348) y deTortosa (1348-1351),
todavía escasamente conocido, merece ser recordado por su Lectura sobre
el Libro IVde las Decretales de Gregorio IX. A su vez, el canonista Ioannes
Burgundus Maioricensis, embajador del rey Jaime II, que elaboró un
apparatus de glosas a su propio tratado sobre la potestad del papa, ofrece el
interés de que en esas glosas se sirve del derecho canónico, del derecho
civil, de la sacra pagina o teología y de otros saberes. Martinus Martini,
canonista también de la primera mitad del siglo XIV, dejó un extenso comentario a las Decretales de Gregorio IX, en el que los fragmentos del texto
legal de las Decretales se entremezclan con las explicaciones del autor. De
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M a r t í n Pérez, autor de mediados del siglo XIV, se conserva u n a obra sobre
la confesión, redactada en castellano y con traducción portuguesa; ambos
textos p e r m a n e c e n todavía inéditos. Por ú l t i m o , Rodrigo de Palencia, de la
primera m i t a d del siglo XIV, canónigo de Palencia y arcipreste de Carrión,
dejó u n a o b r a de interés, ante t o d o , para el c o n o c i m i e n t o de la práctica
juridico-pastoral de aquella época, la cual lleva p o r título De uisitatione
praelati liber septenarius.
D e lo a n t e r i o r m e n t e expuesto fácilmente se concluye q u e los c o m e n t a rios de los canonistas hispanos de la p r i m e r a m i t a d del siglo XIV, época en la
q u e vivió y actuó Juan Ruiz de Cisneros, son de m e n o r relevancia para la
historia del derecho canónico q u e los comentarios de los canonistas hispanos de la segunda m i t a d del siglo XII y del siglo XIII, a los q u e a n t e r i o r m e n t e
rae he referido. Ello significa q u e entre el Decreto de Graciano y el concilio
de Trento existen dos periodos bien diferenciados, de matiz creador el prim e r o , correspondiente a los siglos XII y XIII; de descenso y decadencia el
segundo, desde los inicios del siglo XIV hasta Trento. C o m o la teología y la
filosofía escolásticas, el derecho canónico alcanzó d u r a n t e el siglo XIII la
culminación de su desarrollo.
III
Después de esta exposición, debo añadir que el derecho canónico, cuyas manifestaciones y desarrollo hasta mediados del siglo XIV acabo de resumir, era u n a de las disciplinas que integraban el c a m p o amplio y variado
de los conocimientos del arcipreste Juan Ruiz de Cisneros, c o m o fácilmente p u e d e comprobarse a través de u n a simple lectura del Libro de buen
amor. N o pretendo ofrecer en estas consideraciones finales, u n estudio del
c o n t e n i d o canónico de la m e n c i o n a d a obra ni pretendo, t a m p o c o , hacer
u n a relación completa de los lugares en los q u e aparecen temas canónicos,
pues n o es ésa la finalidad del presente trabajo. Baste con señalar varios de
estos lugares en los que se hace alusión a algún aspecto de la ciencia canónica y q u e d e m u e s t r a n el interés del Arcipreste por esa disciplina.
C a b e recordar, en p r i m e r t é r m i n o , las estrofas 146 y 147 (se tiene en
cuenta la edición de Joan C o r o m i n a s , M a d r i d 1967) del episodio De la
constelación e de la planeta en que los omnes nacen, en las q u e se hace referencia a las decretales de los papas y se considera al derecho eclesiástico y canónico c o m o ciencia cierta y «de m u c h o provecho».
La estrofa 191 del Ensiemplo del garçon que quería casar con tres mujeres,
q u e dice así:
E S T U D I O S DE FRONTERA. ALCALÁ LA REAL y EL ARCIPRESTE DE H I T A
«Fizo su casamiento con esta condición;
passado el primer mes le dixieron tal razón:
que al otro sü ermano con una e con más non
quisiesse que Fcasassen a ley e a bendición»,
se sitúa en el contexto del m a t r i m o n i o legal y canónico, y parece hacer
referencia al h e c h o de q u e existían casamientos clandestinos, los cuales,
según la tradición canónica, dejaban de ser clandestinos, u n a vez recibida
la bendición.
El texto del episodio... Pleito qu el lobo e la raposa ovieron..., u n proceso
legal llevado a cabo p o r el juez-alcalde, es verdaderamente i m p o r t a n t e para
el t e m a que nos ocupa. Las estrofas que lo integran, de la 3 2 1 a la 3 7 1 ,
describen la historia de este proceso desde los m o m e n t o s de la d e n u n c i a y
de la acusación hasta llegar a la formulación de la sentencia; en él se aplican
t a m b i é n las n o r m a s del derecho canónico. La estrofa de mayor interés para
el caso es, sin d u d a , la 3 3 7 ,
«Apóngole otrossí que él es descumulgado
de mayor descumunión por costitución de legado,
porque tiene barragana pública, ë es casado
con su mujer doña Loba, que mora en Vil Forado».
E n esta estrofa se alega c o n suficiente precisión u n a n o r m a c a n ó n i ca en vigor, la c o n s t i t u c i ó n Lex continentiae del concilio de Valladolid,
de 1 3 2 2 , p r e s i d i d o p o r el legado p a p a l G u i l l e r m o G o d i n , c o n t e m p o r á n e o del Arcipreste. E n d i c h a c o n s t i t u c i ó n , q u e recoge la n o r m a t i v a de
á m b i t o general, se decreta e x c o m u n i ó n p a r a el q u e tiene barragana, siend o casado; s a n c i ó n , a la cual, se h a c e referencia e n el c i t a d o texto del
Libro de buen amor.
La estrofa 1069,
«De mí, santa Quaraesma, e sierva del Criador,
embi'ada de Dios santo e a todo pecador:
a todos los aciprestes e clérigos sin amor,
en Jesucristo salut ...fasta la Pascua Mayor»,
q u e pertenece al episodio De la pelea que ovo don Carnal con la Quaresma,
parece aludir, si se tiene en cuenta el contexto, a la normativa de confesarse
en cuaresma y de comulgar en pascua, de acuerdo con el canon 2 1 , « O m n i s
utriusque sexus», del concilio lateranense I V (1215). Por costumbre, se
hacía coincidir el c u m p l i m i e n t o de estas dos obligaciones con la cuaresma
y la pascua.
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E L D E R E C H O C A N Ó N I C O EN EI. C O N T E X T O DEL «LIBRO DE B U E N A M O R »
La estrofa 1071, perteneciente al mismo episodio,
«e por aquesta razón, en virtud de obediencia,
a vos mando fírmente e so pena de sentencia
que por mí e por mi Ayuno e por la Penitencia,
que l'desafiedes luego con mi carta de creencia»,
podría tener algún interés para nuestro t e m a si se considera que las últimas
palabras «mi carta de creencia» p u e d e n ser entendidas c o m o referencia a la
obligación canónica que tenía el cura del lugar de t o m a r n o t a de los q u e se
confesaban para después permitirles comulgar. N o está claro, sin embargo,
q u e ésta deba ser la interpretación adecuada.
El episodio De cómo el pecador se deve confesar... (estrofas 1 1 2 8 - 1 1 6 1 )
es verdaderamente i m p o r t a n t e . E n él se explica c ó m o se hacía entonces la
penitencia, y se percibe que la confesión p o r escrito n o era aceptada. D e
especial interés, d e n t r o de este episodio, es la estrofa 1136, en la que se
hace referencia expresa al Decreto (al que se califica de santo) de Graciano.
Dice así:
«En el santo Decreto ay grand disputación
si se faz penitencia por sola contrición:
determina, en cabo, que es la confession
mester de todo en todo, con la satisfacción».
La referencia exacta del Decreto es la siguiente: De poen., dist. 1, per
t o t a m (cánones 1-90).
Especial relevancia corresponde a otra estrofa, la 1152, d e n t r o del mism o episodio. El Arcipreste invita al q u e desea instruirse en derecho canónico a que
«lea en el Espéculo, e en el su Repertorio;
los libros de Ostïense que son grand parlatorio;
el Inocencio Quarto, un sotil consistorio;
el Rosario de Guido, Novela e Decretorio».
El autor del Libro de buen amor se refiere concretamente al Speculum y
al Repertorium aureum iuris del i m p o r t a n t e canonista Guillermo D u r a n t e
( 1 2 3 0 / 1 2 3 7 - 1 2 9 6 ) , conocido también c o m o D u r a n d u s Mimatensis y G u i llelmus Speculator o simplemente el Speculator. Se cita también al decretalista
Enrique de Susa o Segusia (a. 1 2 0 0 - 1 2 7 1 ) , conocido c o m o el Ostiense,
célebre en la historia del derecho canónico, ante t o d o , por su Summa áurea.
Se cita igualmente a Sinibaldo de Fieschi, gran canonista y papa con el
n o m b r e de Inocencio I V ( 1 2 4 3 - 1 2 5 4 ) , que c o m e n t ó las Decretales de. Gregorio IX y elaboró él mismo varias decretales. Se n o m b r a también el Rosarium
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E S T U D I O S DE FRONTERA. ALCALÁ LA REAL Y EL ARCIPRESTE DE H I T A
o Apparatus al Decreto del célebre profesor de Bolonia G u i d o de Baysio (+
1313). El t é r m i n o Novela, que figura en el texto, podría designar la obra
Novella o comentarios a las Decretales de Gregorio IX, escritos por Juan de
Andrés (ca. 1 2 7 0 - 1 3 4 8 ) , el canonista más i m p o r t a n t e durante m u c h o tiemp o , c o m o ya q u e d ó dicho. Iniciada después de 1321 y u l t i m a d a lo más
p r o n t o en 1338, esta obra p u d o llegar a c o n o c i m i e n t o del Arcipreste, antes
de que éste realizara la segunda edición del Buen amor. La palabra Decretorio,
con que finaliza la estrofa, podría ser simplemente u n a forma u n t a n t o
ampulosa para indicar u n conjunto de libros canónicos, de m o d o similar a
c o m o , más tarde, se consagró la expresión Corpus iuris canonicipara designar seis colecciones canónicas. Si en lugar de Decretorio, leemos Directorio,
c o m o ocurre en algunas ediciones, podría tratarse del Directorium iuris in
foro conscientiae (poenitentiali) et iudiciali, conocido c o m o Suma directoría
del m i n o r i t a Petrus Quesvel, q u e floreció en la primera m i t a d del siglo XIV.
Los autores citados por el Arcipreste en la m e n c i o n a d a estrofa, la 1152,
pertenecientes todos ellos al siglo XIII y primera m i t a d del XIV, son realmente los más i m p o r t a n t e s de su tiempo. Sus opiniones constituían autoridad a
nivel de toda la iglesia. E n el caso de Inocencio I V se trataba de u n personaje q u e poseía autoridad y que, además, c o m o papa, fue legislador. Esta
referencia a canonistas y a obras canónicas de relevancia es p r u e b a m a n i fiesta de los saberes precisos del Arcipreste en el c a m p o del derecho canónico.
En el episodio En quáles instrumentos non convienen los cantares de arávigo
hay u n a referencia a Bolonia, considerada símbolo del saber universitario,
del saber jurídico y canónico, c o m o estaba en la m e n t e de todos; lo que
podría extenderse, tal vez, «a los gustos y serenatas de los estudiantes», seg ú n c o m e n t a J. C o r o m i n a s . Dice así la estrofa 1517:
«albogues e bandurria, caramillo e campoña
non se pagan de arávigo quanto dellos Boloña,
comoquier que, por fuerça, dízenlo con vergoña:
quien jelo dezir faze pechar deve caloña».
D e interés para el t e m a q u e nos o c u p a es, sin d u d a , la información
contenida en el episodio Cántica de los clérigos de Talavera. La estrofa 1690,
con q u e se inicia el episodio, dice así:
«Allá en Talavera, en las calendas de abril,
llegadas son las cartas de arçobispo don Gil,
en las quales venía el mandado non vil,
tal que, si plogo a uno, pesó más que a dos mil».
Y añade más adelante en la estrofa 1694:
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E L D E R E C H O C A N Ó N I C O EN EL C O N T E X T O DEL «LIBRO DE B U E N A M O R »
«Cartas eran venidas, dizién desta manera:
que casado nin clérigo de toda Talavera
que non toviés manceba casada nin soltera:
qualquier que la toviés descomulgado era».
Las anteriores palabras tienen fácil explicación. C o m o es sabido, las
normas dictadas por el concilio legatino de Valladolid, de 1322, antes aludido, n o fueron tenidas suficientemente en cuenta; lo que indujo al papa
Bonifacio XII ( 1 3 3 4 - 1 3 4 2 ) a enviar escritos a los arzobispos de Santiago de
Compostela, de Sevilla y de Toledo, urgiendo el c u m p l i m i e n t o de lo ya
establecido. Esto tenía lugar en enero de 1342, y en abril de ese m i s m o a ñ o
el arzobispo Gil Alvarez de Albornoz convocó en Toledo u n sínodo, en el
q u e se repiten las disposiciones y sanciones del concilio de Valladolid contra los clérigos incontinentes, disposiciones q u e son enviadas seguidamente a los diferentes arciprestazgos de la diócesis. Juan Ruiz c u m p l i ó el encargo de llevarlas a Talavera y de q u e fueran leídas en cada u n a de las iglesias
d u r a n t e varios d o m i n g o s .
Por ú l t i m o , y reconociendo q u e existen otros m u c h o s textos de conten i d o canónico, en el episodio Otro cantar de ciegos se hace u n a referencia a
la importancia canónica de la dignidad del arcediano, superior a la de las
demás dignidades canónicas, incluida n a t u r a l m e n t e la del arcipreste. Por
ello, se formula en boca del ciego el deseo siguiente: si los hijos son laicos,
que sean ricos y sanos; si son clérigos, q u e sean arcedianos. Estas son las
palabras de la estrofa 1 7 2 3 :
«nunca veades pesar,
déxevoslos Dios criar:
¡sean ricos, sean sanos,
o sean arcidi'anos!;
non les dé Dios ceguedat,
guárdelos de pobredat».
En efecto, entonces y durante siglos la categoría del arcediano fue grande,
comparable, en cierto m o d o , a la del obispo, y éste h u b o de defenderse, en
diferentes ocasiones, frente a los poderes ostentados p o r el arcediano.
T o d o lo expuesto demuestra la importancia del derecho en general y
del canónico e n particular d u r a n t e la época anterior y c o n t e m p o r á n e a del
Arcipreste; importancia q u e se refleja suficientemente en el Libro de buen
amor.
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E S T U D I O S DE FRONTERA. ALCALÁ LA REAL Y EL ARCIPRESTE DE H I T A
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