Manuelita Sáenz: alegrías y desencantos de su estadía en Bogotá

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MANUELITA SÁENZ: ALEGRÍAS Y DESENCANTOS
DE SU ESTADÍA EN BOGOTÁ
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BOGOTÁ
MANUELITA SÁENZ: ALEGRÍAS Y
DESENCANTOS DE SU ESTADÍA EN BOGOTÁ
Ana María Espinosa
MANUELITA SÁENZ: ALEGRÍAS Y DESENCANTOS
DE SU ESTADÍA EN BOGOTÁ
Ana María Espinosa
Estudiante de X Semestre de Antropología
Universidad Nacional de Colombia
A Manuela Sáenz
El yelo de mis años se
reanima con tus bondades y
tus gracias. Tu amor da una
vida que está espirando. Yo
no puedo estar sin ti, no
puedo
privarme
voluntariamente
de
mi
Manuela. No tengo tanta
fuerza como tú como para no
verte apenas basta una
inmensa distancia. Te veo
aunque lejos de ti. Ven, ven,
ven luego.
Tuyo de alma,
Bolívar
(ctd en Castillo)
http://www.avizora.com/publicaciones/biografias/textos/t
extos_s/0021_saenz_manuela.htm
T
iempo después de que Bolívar tomó el cargo de presidente de la Gran
Colombia (10 de Septiembre de 1827) en Bogotá, escribió a Manuela,
quien acudió a su llamado y partió hacia Bogotá en diciembre del mismo
año. Aparte de las dificultades del largo viaje de 1500 kilómetros de Quito a
Bogotá, Manuela observó con preocupación la difícil situación económica,
política que encontró a lo largo del trayecto y el fuerte descontento existente en
Ecuador y Colombia.
Durante este año se presentaron insurrecciones contra Bolívar desde Guayaquil
hasta Caracas. El intento de unir a los países recién independizados en una
sola nación produjo malestares al no tomar en cuenta los intereses locales.
Como consecuencia de esto, Bolívar pasó de ser el héroe Libertador de América
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al dictador, tirano que trajo miseria y contrariedad a los países miembros de la
Colombia de entonces.
Manuela llegó a principios de 1828 a Bogotá, una ciudad de 22.000 habitantes con
tres riachuelos que la atravesaban y, numerosas iglesias y conventos. Manuela,
extranjera, amante, irreverente, impertinente, alegre, hermosa, llegó a esta ciudad
conservadora y beata que se escandalizó con su presencia, aún más que en
Santiago de Quito, donde ya había dado bastante de que hablar. El hecho de
tener una clara posición en el bando bolivariano y de que su conducta se saliera
de los parámetros de comportamiento femenino de una “señora de la época”
fueron las principales razones que provocaron las habladurías. Manuela no le dio
mucha importancia a esto, ya durante toda su vida había tenido suficiente carácter
para mantener sus ideas y decisiones por encima de los chismes y rumores que
despertaba.
Manuela antes de su llegada a Bogotá
M
anuela nació en 1797 en Quito, hija de Simón Saénz -comerciante
español casado con una mujer española- y de Joaquina Aizpuru, criolla
comprometida con la causa independentista del Ecuador. Joaquina
sembró en Manuela la pasión hacia el compromiso patriota y las ideas de
libertad. Además se aseguró de que Manuela fuera educada, aprendiera a leer
y a escribir, y a dominar otras labores que debía tener una señora de la época
como tocar el piano y tejer en oro y plata.
En 1817 se casó con Jaime Thorne, un médico inglés y vivieron por un tiempo
en Lima. Manuela empezó a participar en la causa patriota limeña organizando
reuniones conspiradoras en su casa. Por estos días San Martín la condecoró
con la Cruz de la Caballeresas del Sol como protectora del Perú (Andrade 27).
Se conoció por su gran valentía y sangre fría en los momentos de peligro y por
manejar la espada como cualquier soldado.
“Ella había dado pruebas de su valor militar; al lado del general Sucre
asistió lanza en mano, a la batalla de Ayacucho, último encuentro
que tuvo lugar entre americanos y españoles, en donde recogió, a
manera de trofeo, los estupendos mostachos de los que se hizo
hacer postizos” (Boussingault 47).
Regresó a Quito y el 16 de Junio de 1822, en una fiesta en la casa de la familia
Larrea en honor a Bolívar por los recientes triunfos en la batalla de Pichincha,
Manuela conoció al Libertador y se enamoró de su figura heroica de lucha por la
libertad, lucha en la que ella también participó y creyó. Bolívar y Manuela
comenzaron una relación amorosa que duró ocho años hasta la muerte de
Bolívar, el 17 de Diciembre de 1830.
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DE SU ESTADÍA EN BOGOTÁ
Ese profundo amor y lealtad hacia Bolívar la llevó a seguirlo durante seis años.
Por seguirlo se alejó de su ciudad natal, Quito y de Lima, la segunda ciudad en
la que vivió durante más tiempo, para partir a la lejana ciudad de Bogotá.
P
aso de Manuela por la capital del gran sueño bolivariano:
Cuando llegó a Bogotá, Manuela entendió, que desde este momento
tendría que ser aún más fuerte su apoyo, protección y lealtad al
Libertador. Se veían ya en el semblante de Bolívar las primeras
marcas de decaimiento en la salud y el ánimo que habían dejado la
disminución de su poder y gloria, y por la certeza de las numerosas amenazas
de traición que tenía a su alrededor.
Poco después de la llegada de Manuela a Bogotá, Bolívar partió a Ocaña donde
se realizaría una convención para reformar la anterior Constitución de Cúcuta.
Bolívar logró convocar esta convención a pesar de los diferentes intereses de
los tres países que conformaron la Colombia. Ésta convención se celebró del 9
de Abril al 10 de Junio de 1828. Ya el bipartidismo era evidente, el país se
dividió entre bolivarianos y santanderistas. Bolívar, que se ausentó de Ocaña
para ir a Bucaramanga, vio venir su derrota. La constitución santanderista iba a
triunfar sobre su propuesta y decidió permanecer en Bucaramanga. Por estos
días Bolívar escribió a Manuela una carta pidiendo su consejo; en ella muestra
la importancia y credibilidad que daba a las palabras de Manuela:
Bucaramanga, 18 de mayo de 1828
Mí adorada Manuela:
Me encuentro aquí solo, en esta ciudad que me turba con las noticias
que a diario recibo de las deliberaciones de la Convención de Ocaña; sé
que me falta tu consejo y tu presencia, aquí donde todo me es ingrato.
Colombia se sumerge en la discordia de los partidos y no queda otro
camino que sucumbir, o la dictadura. ¿Qué me aconsejas?
Mi fiel acompañante Lacroix 1 toma nota minuciosa de mis descargas de
ánimo, y me dice durante largas jornadas de conversación, que la Patria
y la historia me deben todo. En eso concuerda contigo, y me hace
recordarte. Pero no solamente esta nostalgia te trae a mi mente; pues se
trata del ansia con la cual mis sueños se iluminan con tu mágica sonrisa.
Sí, aún añoro esos besos tuyos y tus fragancias.
Tuyo,
Bolívar.
(ctd en Andrade 140)
1
Luis Perú De Lacroix, escribió el único reporte que se le hizo a Bolívar con vida en América.
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A pesar de las habladurías, señalamientos y envidias que despertó Manuela
a su llegada a Bogotá, logró crear un importante círculo social a su alrededor
de simpatizantes, amigos del Libertador y por supuesto, uno que otro
dudoso. Con este pequeño círculo social acostumbró hacer reuniones,
fiestas y tertulias que por lo general se celebraban en la Quinta de
Portocarrero (hoy Quinta de Bolívar). En estos convites intentó averiguar
acerca de los enemigos y de las posibles conspiraciones en contra de
Bolívar. Se dice que incluso acostumbraba hacer una sopa a base de chicha
para lograr embriagar a los invitados y obtener más fácil la información.
Durante la ausencia de Bolívar en la convención de Ocaña, Manuela
organizó una de estas reuniones que dio mucho de qué hablar. Cuando se
bebió el suficiente licor como para subir los ánimos de la fiesta, alguien se le
ocurrió proponer que se fusilara al vicepresidente, a lo que varios se le
unieron animados gritando “Muerte al traidor”. Con un saco y algunos trapos
hicieron un muñeco al que pusieron
un letrero que decía:
“Santander, muere por traidor”.
Teniendo al “Santander” listo, lo
fusilan. (Hispano 12) De este
fusilamiento se habló en toda la
ciudad y ayudó a construir la
reputación de mujer voluntariosa e
irreverente que tuvo Manuela desde
su llegada a Bogotá. Manuela,
radical en sus sentimientos, odiaba a
quienes querían herir a Bolívar y no
se lo ocultaba a nadie.
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http://blogs.elespectador.com/elma
gazin/2010/08/02/las-manuelas/
L
a Libertadora del Libertador
En junio de 1828 la constitución de Bolívar fue rechazada y optó por
declararse dictador de Colombia, lo que ahondó el descontento del
pueblo y la enemistad con los santanderistas. Poco después se
intensificaron las conspiraciones para atentar contra su vida.
Manuela tenía una gran habilidad para investigar e intuir traiciones contra
Bolívar. Continuamente en sus cartas, le advertía de evitar lugares,
reuniones y personas que podrían estar traicionándolo o conspirando en su
contra. Por lo general, se valía de las habladurías para sacar sus propias
conclusiones.
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En una ocasión Bolívar fue invitado a un baile de máscaras para
conmemorar el aniversario de la Batalla de Boyacá. Manuela, quien ya había
escuchado habladurías de un inminente atentado contra Bolívar, sospechó
que esta era la oportunidad para ejecutar la agresión. Insistió efusivamente
para que no asistiera a la reunión, sin embargo, Bolívar quien aún no se
convencía de que alguien cometiera la osadía de atentar contra su vida, la
vida del héroe libertador, hizo caso omiso y asistió. Manuela desesperada
intentó entrar a la reunión con su traje de oficial que acostumbraba usar, pero
le impidieron la entrada porque no se permitía el ingreso de “mujeres
vestidas de hombres”. Regresó a su casa y se vistió de mujer pero lo más
desaliñada posible y así volvió a la fiesta. Al llegar a la puerta del lugar
empezó a hacer un escándalo, Bolívar la reconoció y enfurecido abandonó la
reunión.
Boussingault, viajero francés, con quien Manuela compartió su amistad en
Bogotá, la describió como una mujer hermosa que podía ser un “amigo
seguro y amante infiel” (Boussingault38). Habló de su lealtad a Bolívar en la
que estaría dispuesta a dar su vida por salvarlo. Se habló mucho de las
supuestas costumbres infieles de Manuela. Era muy controvertida, tanto que
Boussingault la describe así:
“Daba y recibía noticias; durante el día salía vestida de oficial y en la
noche sobrevenía la metamorfosis, gracias, creo yo, a la influencia de
unos vasos de vino de Oporto que le gustaba mucho; usaba colorete y
sus cabellos siempre estaban artísticamente arreglados; tenía mucha
vida, era alegre, sin mucha gracia y a veces usaba expresiones bastante
arriesgadas” (42).
Manuela la “coronela” como algunos la llamaron, se hizo a un cargo militar y
una renta por éste.
Sería la Libertadora del Libertador, como el mismo Bolívar la bautizó poco
antes de cumplir un año en Bogotá, en la llamada Noche Septembrina, el 25
de Septiembre de 1828, cuando Manuela salva su vida ayudándolo a
escapar por una ventana del Palacio de San Carlos. Después de esto,
Manuela esperó a quienes venían a asesinar a Bolívar, logró distraerlos el
tiempo suficiente para que Bolívar se pusiera a salvo. Esa noche Manuela
tomó las riendas de la situación intentando proteger a algunos de los heridos
que dejaron los criminales. A consecuencia de este atentado, Bolívar
renunció a su cargo y asumió la presidencia el General Urdaneta.
Poco después Perú invadió Ecuador. Bolívar partió hacia el sur para salvar
Colombia de la invasión e intentó invadir Lima. Logró la paz con el Perú. De
regreso a Bogotá se enteró que Córdoba también se había sublevado.
Urdaneta envió a O´Leary a combatir y a asesinar a Córdoba. En cuanto a la
situación internacional, había entrado en dificultades con Estados Unidos e
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Inglaterra. Bolívar agotado y molesto por la adversa situación decayó aún
más en su salud y ánimo.
El Congreso Admirable fue convocado por Bolívar, quien también ordenó a
los ministros inmediata renuncia. El mariscal Antonio José de Sucre fue
nombrado presidente y José María Estévez vicepresidente. En estas
condiciones, Bolívar tomó la decisión de dejar Bogotá, partir hacia Europa y
abandonar sus sueños de la Gran Colombia y su papel como gobernante de
la misma. Antes de partir se enteró que Venezuela se había separado, se
ilusionó una vez más con ir de nuevo al campo de batalla a luchar por la
unidad del gran país. Presentó su propuesta al congreso, el cual se retiró a
deliberar y decidió responder a través de una carta: no se seguiría luchando
por Colombia, no se seguiría derramando más sangre, la disolución era
inevitable. (Jaramillo 89-90)
El momento de partir había llegado. Bolívar ya no era importante en el rumbo
de ninguno de los países que componían su gran sueño. Manuela lo
acompañó sirviéndole de apoyo y consuelo en estos últimos días en la
ciudad. Se encontraban en visitas cortas en la casa de Pedro Alcántara
Herrán, donde Bolívar se hospedaba. Cedió su Quinta a José Ignacio París,
lugar donde frecuentemente se aislaba con Manuela. Bolívar se despidió de
Manuela con la promesa de encontrar un lugar tranquilo en donde pasarían
el resto de sus días juntos, sin saber que esto jamás ocurriría y que se
trataba de la despedida definitiva.
Las agresiones contra Manuela habían llegado a tal punto que circularon
panfletos y coplas callejeras que se burlaban de ella. El 9 de julio de 1830 un
grupo de personas planeaban quemar en la Plaza Mayor un castillo de
pólvora en el que estaban dos muñecos que representaban a Bolívar y a
Manuela con unos letreros que decían “Despotismo y Bolívar” y “Tiranía y
Manuela Sáenz”. Al momento de incinerar los muñecos, entró Manuela
vestida de húsar y a caballo y destrozó con una lanza el armazón donde
estaban los muñecos (Castillo). Poco después, se inició un proceso de
turbación de la tranquilidad pública en contra de Manuela. Las mujeres
liberales de la ciudad se pronunciaron a su favor:
“Muchos piden que la señora Manuela Sáenz sea llevada a la cárcel o al
destierro… pero el Gobierno debería recordar que cuando tuvo una gran
influencia la utilizó para el bien público. Nosotras, las mujeres de Bogotá,
protestamos de esos provocativos libelos contra esta señora que
aparecen en los muros de la ciudad...” “Y si la señora Saénz ha escrito o
gritado ¡Viva Bolívar! ¡Dónde está la ley que lo impida…? Sola, sin familia
en esta ciudad, debería ser objeto de consideración y estima más que
víctima de la persecución. ¡Que heroísmo ha demostrado! ¡Qué heroísmo
ha demostrado!” (ctd en Ballesteros 26)
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M
uerte de Bolívar, destierro de Manuela:
A principios de julio decretaron el destierro de Manuela. Llegaron
a su casa a apresarla y ella los recibió con pistolas con el firme
propósito de morir antes de ser apresada por esos hombres. Por
mediación de José Ignacio Paris, ella se acogió a ser apresada
por pocas horas para luego, ya libre, partir hacia Guaduas. Salió hacia
Guaduas con sus esclavas y allí vivió por unos meses. En estos meses
mantuvo correspondencia con Bolívar en la que se declaraban su gran amor
y ella se enteraba de los rápidos quebrantos de la su salud. Parecía que ya
no había tiempo que perder, se dirigió hacia Honda, donde recibió la triste
noticia: Bolívar, el general del sueño de libertad, el gran amor y una de las
razones de su vida, había muerto. Ya no había razón para continuar el
camino. De regreso a Bogotá, en Guaduas, Manuela intentó suicidarse
haciendo que la mordiera una víbora. La curaron con una sangría y la
obligaron a tomar bebidas que servían de antídoto. Tendría que continuar
sus días en medio de la soledad, sin su razón para vivir y en medio del
escarnio público.
Regresó a Bogotá, donde pasó tres años más. Santander también regresó
poco después de la muerte de Bolívar y se posesionó en el gobierno.
Manuela no tenía fuerzas para sobrellevar la pérdida de Bolívar, por esto se
le dificultó dejar Bogotá, aún sin tener ningún vinculo con la ciudad. Al ser
destituida de su cargo militar y de su renta, quedó sumida en la pobreza. El
mismo Santander se encargó de amargar aún más su estadía en la ciudad.
El primero de enero de 1834 firmó el decreto que desterraba a Manuela y le
dio tres días para abandonar la ciudad. Fue custodiada, junto con sus
esclavas, hasta el río Magdalena, por un grupo de soldados. (Jaramillo 96)
Así se acabó el paso de Manuela por la capital del gran sueño bolivariano,
siendo más que una amante del Libertador, una coronela, guardiana, de la
libertad. Mujer protectora, de gran importancia y con imborrable papel en la
vida política de la época. Ejemplo de fortaleza y valentía, transgresora de
cualquier estereotipo de comportamiento que fuera barrera para la
consecución de sus propósitos e ideales. Salió de la ciudad desterrada,
humillada y triste, como si su pasión y carácter fueran merecedores de un
señalamiento criminal. A pesar de esto, abandonó la ciudad sin ningún apego
o tristeza de extrañarla; muchas cosas habían perdido sentido y lo único que
guardaba ese lugar eran hermosos recuerdos de los momentos que
compartió con Bolívar, su gran amor, donde le demostró toda la fortaleza que
tenía para apoyarlo y protegerlo.
A partir de este momento, comenzó un viaje con sus esclavas y las pocas
pertenencias que tenía. Su gran tesoro era el archivo de Bolívar con
documentos de carácter público y privado que había custodiado por varios
años. Primero se dirigió a Jamaica, donde pasó una corta temporada.
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DE SU ESTADÍA EN BOGOTÁ
Después regresó a Quito, su ciudad natal, donde el 9 de Octubre de 1834 fue
detenida y desterrada nuevamente por el presidente Rocafuerte. Este fue su
último destierro porque a pesar de que en 1837, el general y presidente Juan
José Flores le devolvió el pasaporte y la posibilidad de regresar a su tierra
natal, ya no lo haría. Pasaría sus últimos 22 años de vida en Paita, un
pueblito ballenero de la costa del Perú. Allí rememoraría sus historias con
Bolívar y sin él, vendiendo tabacos y tejiendo hasta 1856, cuando moriría
sola en estas playas.
Muchos intentaron borrarla de la historia, pensando que mancharía el
nombre del Libertador con su imagen trasgresora. (Ballesteros 28) Manuela,
hija bastarda, amante y valiente coronela. Tarde o temprano su nombre se
perpetuó al lado del Libertador como la Mujer de América.
Fue una mujer a quien la pasión por la libertad, la llevó a enamorarse de la
figura heroica del hombre que libró batallas para libertar a América. Así, para
ella, este hombre se unió a sus ideas como razón para dedicar y entregar su
vida. Con este amor que le profesó Manuela, transformó la idea mítica y
abstracta de héroe militar y pensador de la independencia, en la de un
hombre sensible, cotidiano y enamorado.
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Bibliografía
Andrade, Arturo. Cartas de amor entre Bolívar y Manuelita. Bogotá:
Intermedio Editores, 2000.
Ballesteros, Mercedes. Manuela Saénz: el último amor de Bolívar. Madrid:
Fundación Universitaria Española., 1976.
Boussingault, Jean Baptiste. Memorias. Biblioteca V Centenario Colcultura.
Comisión Preparatoria para el V Centenario del Descubrimiento de América.
Vol. Tomo II. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, Banco de la
República, 1994.
Castillo, Eduardo. «La amable loca.» Revista Cromos. Volumen XXX.Número
743 (1930).
Hispano, Cornelio. La Quinta de Bolívar. Bogotá: Arboleda & Valencia
Editores, 1919.
Jaramillo, Alejandra. Manuelita Saénz: Amante de la libertad. Bogotá:
Panamericana Editorial Ltda, 2005.
Saénz, Manuela. “La Noche Septembrina”. Colección Biblioteca Bicentenario.
Comp. Rubén Sierra. Vol. Perfiles del Libertador. Bogotá: Centro Editorial,
2010.
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