Holy Motors - Cineclub Sabadell

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Estrenes | 23 de maig de 2013 | Horari: 20.00 i 22.30 h
Holy Motors
2012, Leos Carax
Sinopsi
De l’alba al vespre, unes hores en
l’existència del senyor Oscar, un ésser que viatja de vida en vida. Passa
de directiu a assassí, captaire, criatura
monstruosa, pare de família… El senyor Òscar sembla interpretar diversos
papers, ficant-se de ple en cadascun
d’ells, vivint-los tots.
Fitxa artística
Denis Lavant . . . . . . . . . . . . El senyor Òscar, el banquer, la captaire, l’especialista en motion capture,
el senyor Merde, el pare, l’acordionista, l’assassí,
la víctima, el moribund i l’home de la casa.
Edith Scob . . . . . . . . . . . . . . . Céline
Eva Mendes . . . . . . . . . . . . . Kay
Kylie Minogue . . . . . . . . . . . Eva Grace
Elise Lhomeau . . . . . . . . . . Léa
Jeanne Disson . . . . . . . . . . . Angéle
Michel Piccoli . . . . . . . . . . . L’home del vi
Leos Carax . . . . . . . . . . . . . . . El somniador
Nastya Golubeva Carax . . . La nena
Reda Oumouzoune . . . . . . . L’acròbata Mo-Cap
Fitxa tècnica
Director . . . . . . . . . . . . . Leos Carax
Guió . . . . . . . . . . . . . . . Leos Carax
Productor . . . . . . . . . . Didier Abot
So . . . . . . . . . . . . . . . Erwan Kerzanet
Katia Boutin
Josefina Rodriguez
Fotografia . . . . . . . . . . . Caroline Champetier
Yves Cape
Muntatge . . . . . . . . . . . Nelly Quettier
Vestuari . . . . . . . . . . . . Anaïs Romand
Durada . . . . . . . . . . . . . 115 minuts
Any . . . . . . . . . . . . . . . . 2012
El director, LEOS CARAX
(Suresnes, Francia) 21 de noviembre de
1960.
Con apenas dieciséis años, y recién finalizados sus estudios secundarios, rueda su primer cortometraje; luego empieza como cronista cinematográfico en distintos diarios
así como en la prestigiosa Cahiers du Cinèma. Es precisamente esta revista la que le
sirve como plataforma para darse a conocer
y la que apoyará su carrera desde el principio y de manera incondicional. Su debut en
el campo del largometraje se producirá con
21 años gracias a Chico conoce chica, donde
parte de la típica estructura de la comedia
romántica para contarnos de forma renovadora la historia de siempre. Mezclando
varios registros, como el cine experimental,
procedimientos de parodia, imágenes de vídeo o manipulaciones sobre la banda de sonido; cuenta la obsesión de un adolescente
por una chica a la que ha conocido de manera casual. El director cuenta con un grupo
de colaboradores habituales que le ayudan
en la tarea, como el actor Denis Levant o el
director de fotografía Jean-Yves Escoffier.
Frente a la oscuridad de su anterior filme
opta por la línea clara en Mala sangre, como
homenaje directo al dibujante belga de cómic Hergé, creador del personaje de Tintín.
El filme cuenta sin embargo la amarga historia de un hombre que roba un virus capaz de provocar la muerte de aquellos que
hacen el amor sin quererse verdaderamente.
Parábola moralista sobre el SIDA, este filme
fue rodado en dieciocho semanas más de las
previstas, lo que contribuyó a encarecer el
presupuesto y a dificultar su amortización.
Nada comparable, no obstante, con la odisea que supuso Los amantes del Pont-Neuf.
Con uno de los más elevados presupuestos
de la historia del cine francés, el rodaje duró
más de tres años y hubo de ser suspendido
en diversas ocasiones por falta de liquidez
económica. Saltándose todas las dificultades que iban cruzándose en el camino,
Leos Carax fue capaz de superar la quiebra
financiera del productor, la prohibición
del Ayuntamiento de París para rodar en el
mítico puente (que se reconstruyó a escala
real en Montpellier), un grave accidente del
protagonista o la destrucción completa de
los decorados a causa de una tormenta. Los
amores de dos vagabundos que duermen
en el puente, un tragafuegos y una pintora
que se está quedando ciega, muestran la
fascinación de Carax por la estética de la
enfermedad, la putrefacción y la suciedad,
pero el desastre económico fue definitivo.
La fascinación que irradian sus imágenes no
fue capaz de contrarrestar el fracaso de público, ni tampoco Carax tuvo posibilidad de
poner en marcha nuevos proyectos durante
unos años.
Pocos cineastas surgidos en la década de
los ochenta muestran perfiles tan controvertidos como Leos Carax. Acusado de megalómano, paranoico y caprichoso por sus
numerosos detractores, y de genial, rupturista o fascinante por otro importante número de aficionados, lo cierto es que tanto
su misma personalidad como las películas
que hace no dejan indiferente a nadie. Influido por experimentalistas como Jean-Luc
Godard, Robert Bresson o Marguerite Duras,
y empedernido cinéfilo, fue en todo caso
considerado durante los años ochenta como
la mayor promesa del cine francés. Su afán
provocador le llevó sin embargo a múltiples
salidas de tono que socavaron poco a poco
su bien ganada fama de director poeta con
amplia capacidad para la irritación y la magia.
En 1999, realiza Pola X, basada en la novela
de Herman Melville, “Pierre o las ambigüedades”, que obtiene un fracaso de crítica y
público, The Process y el capítulo Merde en
la película colectiva Tôkyô son otros de sus
títulos. Holy Motors es su última película.
Crítica
-Echo de menos las cámaras. Cuando era
joven, pesaban más que nosotros. Luego, se
hicieron más pequeñas que nuestra cabeza. Y
hoy ya no las vemos. Así que sí, a mí también
me cuesta seguir creyéndomelo.
- ¿Qué le empuja a seguir?
- Sigo por lo mismo que empecé: por la belleza del gesto.
André Bazin, crítico francés que influyó
notablemente toda una generación de cineastas, publicó en los años cincuenta un
ensayo que reflexionaba sobre el arte cinematográfico. Su título: ¿Qué es el cine? Podríamos decir que, Leos Carax, entre otras
muchas cosas, hace un ejercicio parecido de
reflexión: ¿Qué es el cine contemporáneo?
¿Para qué sirven las imágenes hoy en día?
¿Hacia dónde se encamina el cine? Holy
Motors es un artefacto post-cinematográfico, una película de ahora, de su tiempo, que
investiga sobre el lenguaje del cine, desde
sus orígenes. En su arranque, podemos ver
desde algunas imágenes de las películas
cronofotográficas de Étienne-Jules Marey, a
las que el relato volverá, hasta lo más novedoso, el cine virtual. El propio director lo
cuenta así: “Mi película es una especie de
ciencia-ficción, donde hombres y máquinas
se encuentran en vías de extinción. Todos
ellos permanecen unidos por un destino
común: ser esclavos de un mundo cada vez
más virtual”. Trece años ha tardado Leos
Carax en volver a dirigir un largometraje y
ha vuelto por la puerta grande, por lo que
su película no es sólo un acontecimiento
cinematográfico, sino toda una revelación.
Sus innumerables capas, lecturas e interpretaciones la hacen una cinta profunda
y a la vez irónica, que se ríe de sí misma
y, también, se toma en serio; que interpela
directamente al espectador, subyugándole
hacía un abismo espectral del que volverá
diferente, cambiado y, sobretodo, hipnotizado por el poder de sus imágenes y de
toda su ingeniería, para construir un relato
poliédrico, sublime, vulgar, radical, en el
que nada parece ser como es y, sin embargo,
todo se manifiesta con un sentido apabullante, provocando a veces un desconcierto
brutal. Desde su magnífico prólogo, donde
el propio director se despierta de su pesadilla particular tras años y años soportando
proyectos frustrados y desgracias personales, parece resucitar y, levantándose de su
lecho fúnebre, recorre una habitación hasta
encontrar una puerta que le lleva hasta una
sala de cine dónde los espectadores están
dormidos o muertos, ¿Quizás han sido las
imágenes las que les han llevado a ese estado? ¿Cómo surgió la idea de la película?
Katy Golubeva -actriz de Sharunas Bartas,
de J’ai pas sommeil (1994), de Claire Denis,
y de Pola X, entre otros-, pareja de Carax,
que murió brutalmente en agosto de 2011 y
a la que está dedicada la película, le pasó
un cuento al director de E. T. A. Hoffmann.
En este cuento el protagonista descubre que
su habitación de hotel conduce, a través de
una puerta secreta, a un teatro de ópera.
Como en la frase de Franz Kafka: “En mi
apartamento hay una puerta que no había
percibido hasta el momento”. Carax nos
propone un viaje construido a través de
once segmentos/relatos en el que Carax va
al film noir, la comedia, el cine de autor,
el musical, el cine mudo, la road movie…
desde los que seguimos a un enigmático
personaje de nombre Monsieur Oscar. No
es extraño que se haga llamar así, ya que el
verdadero nombre de Carax es Oscar. Éste,
magníficamente interpretado por el camaleónico Denis Lavant, actor fetiche y alter
ego del cineasta, es aquí un oscuro y misterioso personaje que va cambiando, llegando
a interpretar once caracterizaciones diferentes, explorando todos los caracteres y capas
sociales existentes. ¿Quizás es un actor?
¿Es un trasunto de nuestras propias vidas
en la que desconocemos quiénes somos en
realidad? ¿O es el deseo de vivir todas las
vidas posibles sin quedarnos con ninguna
de ellas? Oscar viaja en una limusina blanca que hace las veces de camerino, con la
única compañía de la conductora, Céline,
también de blanco. Viajamos envueltos en
la fría noche, principalmente por un París
espectral, con calles y caminos desiertos,
fábricas, lugares abandonados -los grandes
almacenes de La Samaritaine y el Pont-Neuf
otra vez, en una secuencia maravillosa donde Carax reflexiona sobre su cine y el tiempo- y cementerios, los cuales forman parte
de ese paisaje dónde son evocados nuestros
fantasmas, en el que exorcizamos nuestros
miedos y a nosotros mismos, porque como
dijo una vez alguien: “Quizás el cine es un
medio para evocar fantasmas que se olvidaron en el abismo del tiempo”.
El cine de Carax navega por lugares no transitados, espacios únicos, personajes fuera de lugar y de tiempo. En palabras de la
crítica Desirée de Fez: “En las películas de
Carax hay personajes extraños, la realidad
adopta aires de ensoñación y las atmósferas,
siempre al servicio de las emociones del relato, parece que sean de otro mundo. Como
algunos de los grandes directores de cine
fantástico, Carax tiene tendencia a abrazar
la ilusión por mostrar la infinita fragilidad
del ser humano”. Plagada de múltiples reminiscencias cinematográficas, cómo no
podía ser de otro modo, la inclusión de la
actriz Edith Scob nos remite al cine de Georges Franju; también podemos encontrar al
Charles Chaplin de Tiempos Modernos, a
Jean Renoir, a Jean-Pierre Melville, al Jean
Cocteau de La bella y la bestia, el musical de
Jacques Demy, a Jean-Luc Godard o incluso
a Jacques Tati.
Virginia Wolf decía: “El cine tiene que encontrar símbolos nuevos que le aparten de la
palabra”. Holy Motors se posiciona a raíz de
esa búsqueda, de ese camino que tenemos
que hacer, ahora que parece que las imágenes ya son válidas por el simple hecho de
existir, hay que volver a buscar en nuestro
interior, volver a mirar como mirábamos,
volver a sentir, a emocionarnos, a disfrutar
con el placer de encerrarnos en una sala de
cine por el mero hecho de descubrir unas
imágenes que nos remitan a otras cosas y,
sobre todo, a nosotros mismos…
José Antonio Pérez Guevara
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