La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social

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Presentación
2. La pastoral de la Iglesia
ante la exclusión social
Francisco Maya Maya
Profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y del Seminario Archidiocesano de Mérida (Badajoz)
Resumen:
La significatividad y credibilidad de la Iglesia en el contexto actual le vendrá de la
compasión, el amor y la solidaridad con el pobre. Esto será posible si se apuesta por
una pastoral de conjunto cuyo eje central se proyecte “hacia la práctica de un amor
activo y concreto con cada ser humano”.
A partir de esta presentación, el autor expone qué es la pastoral social en sus diferentes vertientes para, en una segunda parte, presentar principios y líneas de acción
a desarrollar en los tiempos actuales: una pastoral organizada y desplegada desde
los infiernos del mundo.
Concluye afirmando que la pastoral de la diaconía implica una Iglesia en diálogo y
servicio gratuito al mundo; Iglesia samaritana, profética y de mediación, pobre, libre
y liberadora; Iglesia de fraternidad. La opción por los pobres podrá quedar en mero
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discurso si no se plasma en una pastoral de la diaconía inserta en la estructura,
organización y funcionamiento de la misma Iglesia.
Palabras clave: Credibilidad, Pastoral social, Pastoral de servicio, Principios de acción.
Abstract:
The Church’s significance and credibility in the current context will come from
compassion, love and solidarity with the poor. This will be possible if a commitment
is made towards joint pastoral work that is focused “towards the practice of active,
specific love for each human being”. Following this presentation, the author sets out
what the various elements of social pastoral work consist of, before going on to
present action principles and approaches to be taken in current times: pastoral
work that is organised and deployed from the world’s hells.The paper concludes by
stating that Diakonia-based pastoral work means a Church in dialogue with and
freely serving the world, a Samaritan, prophetic and mediating Church, that is poor,
free and liberating; a Church of fraternity. Opting for the poor may be reduced to
mere discourse unless it takes the form of Diakonia-based pastoral work inserted
into the structure, organisation and functioning of the Church itself.
Key words: Credibility, Pastoral social work, Pastoral service work, Action principles.
Corintios XIII nº 135
La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
La teología pastoral es una teología historizada, lee los signos de los tiempos
narrando la presencia o ausencia de Dios en la historia, discerniendo a la luz de la
Palabra y del Magisterio qué es lo que debe ser y hacer la Iglesia aquí y ahora. Es una
eclesiología en acción, planteando no tanto cuál es la identidad de la eclesiología,
sino cómo esa identidad se manifiesta y expresa en la realidad histórica. La teología
pastoral no es un conjunto de exhortaciones, de experiencias, de recetas; posee
plena dignidad teológica porque recibe de la fe los principios desde los que ha de
planificar la acción pastoral1. La teología pastoral o práctica tiene como objetivo:
“dar cuenta de la fe y del Dios que ella confiesa en el contexto de las prácticas
sociales y culturales contemporáneas”2. Si la Iglesia “existe para evangelizar” su preocupación más profunda debe ser comprobar cómo la salvación se hace realidad
en cada comunidad, lugar y situación.
Es la sacramentalidad lo que caracteriza a la pastoral. Es una teología del
quehacer o de la autorrealización de la Iglesia, concebida a partir de su sacramentalidad. Ser Iglesia sacramento –signo eficaz– del Reino implica no sólo interpretar
(ver, juzgar), sino también cuestionar y transformar desde dentro (conversión, denuncia, compromiso) los “signos de los tiempos” para que se conviertan en “signos
del Reino”.
Desde su ser sacramental la Iglesia está llamada a “significar y actualizar el
amor gratuito del Señor en el servicio pobre y humilde al mundo. En su Cuerpo,
que es la Iglesia, Cristo prosigue su existencia entregada a favor de las muchedumbres hambrientas de pan, de justicia y, en última instancia, del Dios de la esperanza”3.
Hablamos de una Iglesia encarnada en el mundo, “sacramento de fraternidad universal” y “sacramento universal de salvación”4; Iglesia que se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de la historia5, hermanada e impulsora de
la gran familia humana; Iglesia del diálogo6, que afirma la secularidad del mundo, su
autonomía incuestionable y propia.
Y esta Iglesia “ha sido enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos”7, la caridad ha de ser verdaderamente
1. Cf. Juan Pablo II, Pastoris Dabo Vobis 57; Presbiterorum ordinis 19.
2. J. Audinet, ¿Qué es la teología práctica?, en B. Lauret-F. Refoulé (eds), Iniciación a la práctica de la
teología V, Madrid, 1986, 91.
3. CEE, La caridad de Cristo nos apremia, 5.
4. Cf. GS 42.
5. GS 1.
6. Cf. Pablo VI, Ecclesian suam, 49.
7. AG 10.
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su corazón8, y en la búsqueda de la significatividad, credibilidad y autenticidad en el
contexto actual, tiene que ser una Iglesia de la compasión, del amor y solidaridad
con el pobre: “Una Iglesia auténtica consiste en ser, aparecer y actuar como una
Iglesia misericordia; una Iglesia que siempre y en todo es, dice y ejercita el amor
compasivo y misericordioso hacia el miserable y el perdido, para liberarle de su
miseria y de su perdición”9. Pero ello no será posible sin una apuesta decidida por
la caridad en el seno de las Iglesias particulares, apuesta por una pastoral de conjunto (integración y coordinación de todas la fuerzas de la Iglesia particular y de sus
instituciones) cuyo eje vertebral, su objetivo general o meta a conseguir, sea la proyección “hacia la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano. Éste
es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y
la programación pastoral”10.
A partir de estas pinceladas sobre la teología pastoral, la eclesiología que la
fundamenta, y su concreción en la teología de la caridad, haremos una reflexión en
dos partes. En la primera, expondremos qué es la pastoral social en sus diferentes
vertientes, y en la segunda, presentaremos los principios, criterios y líneas de acción
que esta pastoral ha de desarrollar en los tiempos actuales.
I. La pastoral social
Es una pastoral al servicio del Reino de Dios. En continuidad con la misión de
Jesús (cf. Mt 28,18; LG 5), la acción evangelizadora de la Iglesia consiste en anunciar
el Reino de Dios, un anuncio que no es sólo verbal, sino también real y anticipativo
(cf. Mc 3,14).Visibiliza y hace significativo y eficaz el amor de Dios al mundo viviendo
en comunión y en solidaridad entre y con todos los que sufren explotación, exclusión e injusticia. “La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la
considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo,
para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los pobres”11.
Comprometida en la historia, desde el lugar teológico de los pobres12, la
Iglesia desarrolla su pastoral social como “la expresión viva y concreta de una Iglesia
plenamente consciente de su misión de evangelizar las realidades sociales, econó8. Cf. Juan Pablo II, Novo Millenio Ineunte, 42.
9. Comisión Episcopal Pastoral Social, La iglesia y los pobres, 11.
10. Cf. Novo Millenio Ineunte, 49.
11. Juan Pablo II, Laborem Exercens, 8.
12. “Estar al lado del pobre luchando contra la pobreza, autoexcluirse del sistema para situarse al
lado de los que son marginados por el mismo, es el lugar social desde el que iniciar cualquier teología”.
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La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
micas, culturales y políticas del mundo”13. Anuncia la Buena Nueva de Jesucristo
con el testimonio de la pobreza y de la acción a favor de los excluidos, y, desde el
respeto a la autonomía de lo temporal, busca la progresiva transformación de la
sociedad a través de la promoción y el desarrollo integral del hombre, cuyo centro
ha de ser la caridad14.
1.1. La pastoral social prolonga la acción
liberadora de Cristo
Nuestra fe cristológica es la que lleva a los cristianos, como discípulos, a contemplar en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo, que nos
llama a servirlo en ellos. “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes
de Cristo”15. Los pobres son sacramento de Cristo. “En la persona de los pobres
hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencia por
ellos”16.
El servicio a los pobres es una manera de hacer presente a Jesús “a mí me
lo hicisteis” (Mt 25,40 ss). Su invitación a saberlo descubrir en el rostro de aquellos
que pasan hambre, sed, o que no tienen hogar, etc. (cf. Mt 25,35-36) “no es una
simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio
de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de
Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia”17. La llamada “diaconía”, o
servicio de la caridad, se hace así parte integrante del anuncio de la obra salvadora
y liberadora de Jesús18.
Este servicio constituye una de las manifestaciones más importantes y necesarias de la acción del Espíritu en los seguidores de Jesús. Esta acción puede ser
realizada de múltiples formas, pero siempre debe inspirarse en la acción de Cristo
como servidor de Dios y liberador de los hombres (Mc 10,45; Jn 13,15).
La pastoral social hace presente y prolonga la acción liberadora y renovadora de Cristo: “El Espíritu de Dios está sobre mí, porque él me ha ungido para que
José Laguna, ¿De la Liberación a la Inclusión?, en Cuadernos Cristianisme i Justícia, 127 (Septiembre
2004), 11.
13. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, n. 524.
14. Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 19.
15. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Aparecida, n. 393.
16. Novo Millennio Ineunte, 49.
17. Novo Millenio Ineunte, 49.
18. CEE. La caridad en la vida de la Iglesia, Introducción a las propuestas.
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dé la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el
año de gracia del Señor… Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este mensaje”
(Lc 4,18-21). La presencia de Jesús representa ya el comienzo del Reino de Dios.
Los pobres oyen el mensaje del Reino de Dios y con ello su situación cambia, igual
que la de los ciegos curados por el milagro de Jesús: “Id a contarle a Juan lo que
habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y
los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”
(Lc 7,22).
El Reino de Dios se promete como un acontecimiento futuro (los hambrientos saciarán su hambre), pero es también una realidad presente, porque se pueden
sentir sus efectos. “Al anunciar el Reino, los cristianos tenemos que hacerlo ya realidad entre nosotros y con todos los hombres, especialmente con los más pobres y
necesitados, de manera que aparezcan signos reales de la presencia del amor y de
los dones de Dios como invitación a la fe, estímulo para la esperanza, anticipo de la
paz y de la felicidad eterna que Dios ha preparado para todos (cf. Mc 16,20)”19.
La Iglesia, continuadora de la misión de Jesucristo20, comparte la vida, las
esperanzas y las angustias de su pueblo, y muestra, por el testimonio, que Él es el
Cristo creído, proclamado y celebrado por ella21.
1.2. Pertenece a la misión de la Iglesia
La pastoral social carece de razón, si no se la fundamenta en el anuncio y
testimonio del amor-ágape o caridad evangélica. “Si Dios nos ha amado tanto, es
deber nuestro amarnos unos a otros; a Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos mutuamente, Dios está en nosotros y su amor está realizado en nosotros”22.
“El que diga ‘yo amo a Dios’ mientras odia a su hermano, es un embustero, porque
quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede
amarlo. Y éste es precisamente el mandamiento que hemos recibido de él: quien
ama a Dios, ame también a su hermano”23.
19. CEE, Testigos del Dios vivo, 55.
20. Cf. Mt 28,18; LG 5.
21. Cf. Documento de Puebla, 177.
22. 1 Jn 4,11-12.
23. 1 Jn 4,20.21.
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La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
Es una pastoral que, ejercida por todo el pueblo de Dios, pone de manifiesto
el amor trinitario de Dios24. El Concilio Vaticano II nos ha presentado a la Iglesia
como “imagen” del Dios Trino y Uno (cf. UR 2; LG 4). La vida íntima de Dios, que se
nos ha revelado en Jesucristo como Trinidad Santa de Padre, Hijo y Espíritu Santo,
es la vida del Amor. Y la Iglesia sólo será verdadera Iglesia cuando se empeñe en ir
realizando cada vez más esa condición suya de ser imagen de la Trinidad. Por tanto,
toda la actividad de la Iglesia ha de ser expresión de ese amor trinitario que busca
el bien integral del ser humano.
Luego la acción caritativa y social no le viene exigida a la Iglesia desde fuera;
es inherente a su misma identidad, le arranca de dentro. “La naturaleza íntima de la
Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerigma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia).
Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para
la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también
se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia25.
La pastoral social pertenece a la misión de la Iglesia, ya que “el amor al
prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero
lo es también para toda la comunidad eclesial, y en todas sus dimensiones: desde
la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su
totalidad”26. El testimonio de la caridad no puede dejarse exclusivamente a la iniciativa privada o a la buena voluntad de algunas personas. Toda la comunidad eclesial
debe sentirse sujeto responsable de la diaconía, sin excluir la participación de grupos o miembros “especializados”.
“La Iglesia y los cristianos de todos los tiempos, como seguidores de Cristo,
hemos recibido el encargo primordial de servir por amor a Dios y a los hombres,
con entrañas de misericordia especialmente hacia los más débiles y necesitados”27,
por ello “la misión de la Iglesia es ser la Iglesia de los pobres en un doble sentido:
en el de una Iglesia pobre, y una Iglesia para los pobres”28.
El empeño por la promoción, la liberación y el desarrollo integral del hombre
y de todos los hombres “es un imperativo para todos y cada uno de los hombres
24. Cf. Deus Caritas est, 19. Caritas in veritate, 5.
25. Deus caritas est, 25 a.
26. Deus Caritas est, 20.
27. CEPS, La Iglesia y los pobres, 13.
28. Ibíd., 25.
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y mujeres, para las sociedades y las naciones, en particular para la Iglesia católica”29.
“Esta misión fundamental de la Iglesia hacia los pobres supone una permanente
conversión, volcarnos, vaciarnos-todos-juntos hacia el lugar teológico de los pobres,
donde nos espera Cristo para darnos todo aquello que necesitamos para ser verdaderamente su Iglesia, la Iglesia santa de los pobres y para los pobres. De aquí la
necesidad de conocer, vivir y compartir el mundo de los pobres”30.
La Iglesia ha de solidarizarse con los pobres, servirlos, e implicarse en la
transformación de las relaciones sociales, según las exigencias del Reino de Dios.
Está llamada a ser en la sociedad sacramento de la no exclusión. O afirmado positivamente: está llamada a ser sacramento de amor y fraternidad, mesa compartida,
igualitaria y abierta, signo del banquete fraternal que celebra la vida nueva del Reino
sin dejar a nadie fuera, expresión comunitaria de una forma distinta y disidente de
vivir, siguiendo las huellas de su único Maestro.
Toda acción caritativa-social ha de tener siempre una dimensión eclesial y ha
de tener necesariamente una referencia a la Iglesia, ya que es ella el sujeto al que el
Señor confió la misión de evangelizar. “No basta con afirmar que es la Iglesia donde
se realiza –en diversas formas– la Pastoral de la Caridad. Hay que llegar a descubrir
que es la misma Iglesia la que la realiza, en la pluralidad de sus sujetos individuales,
colectivos e institucionales”31.
A la luz de estos fundamentos cristológicos y eclesiológicos, el compromiso
comunitario hacia los más pobres debe mostrar su específica inspiración cristiana32.
Cuando intervenimos en lo social, no lo hacemos como una institución cualquiera
de beneficencia o desarrollo social, sino queriendo ser Iglesia, actuando en nombre
y por mandato de la Iglesia Es esta perspectiva, la que, al mismo tiempo trascendente y encarnada, nos distingue de otros organismos de filantropía y desarrollo
socio-económico. El trabajo de Pastoral Social presupone la fe, tiene un sentido
misionero y es parte de la evangelización. Aquellos que colaboraran con la acción
socio-caritativa de la Iglesia “no han de inspirarse en los esquemas que pretenden
mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino dejarse guiar por la fe que actúa
por el amor de Cristo”33. Esto excluye cualquier actividad no coherente con el
Evangelio y lleva a caracterizar la acción de los cristianos, no tanto por el temor de
las obras realizadas (que pueden ser comunes con los no cristianos), cuanto por
29. Juan Pablo II, Sollicitudo rei Socialis, 32.
30. La Iglesia y los pobres, n. 28.
31. CEE. La caridad en la vida de la Iglesia, introducción a las propuestas..
32. “La expresión del amor tiene formas y modalidades variables en la historia, pero en todas ellas
debe reflejarse con claridad su “ser eclesial” (CEEE, La caridad de Cristo nos apremia, 17).
33. Deus caritas est, 33.
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La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
las motivaciones e ideales que la inspiran y la función critico-profética de la fe en el
interior de la praxis histórica. Todo esto respetando la autonomía de lo temporal y
la variedad de las competencias, en un clima de diálogo y colaboración. “El ejercicio
de la caridad, realizado en esta óptica, se convierte en confesión de fe”34.
1.3. Es la pastoral de la diaconía insertada
en la pastoral orgánica
La acción caritativa y social, como parte constituyente de la misión evangelizadora de la Iglesia, tiene que ser mediadora del modo de ser de Dios; colaborando
así en hacer visible y creíble el rostro del Dios amor, que anunciamos35, asumiendo
los desafíos y los medios que ofrecen los avances históricos del mundo actual, y
aportando la nueva savia a la sociedad, desde los valores de la caridad interpersonal
y de la caridad social o política. La caridad ha de ser el principio de la vida y del
hacer de la comunidad cristiana en el mundo; tiene que ser el corazón de toda auténtica evangelización, y el motivo único y fundamental de la presencia de la Iglesia
en la sociedad36. Se trata de un servicio diaconal que lleva a la Iglesia a estimular el
crecimiento del mundo, haciéndolo más humano y más conforme con el proyecto
liberador de Dios37.
La diaconía con su riqueza de expresiones (amor, servicio, promoción, liberación, solidaridad, compartir, denuncia…), responde al deseo de hallar una alternativa desde el Reino del amor de Dios a la lógica de dominio, afán de ganancia y
de poder, individualismo y egoísmo que envenenan la convivencia humana, y que
provocan exclusión y desigualdad en el mundo.
El Reino de Dios implica una apuesta por la defensa de la dignidad del hombre, y “la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor”38.
A través del amor interpersonal y de aquel que está organizado comunitariamente
estamos dando a conocer a Dios, estamos haciendo presente su Reino. Por eso, la
acción caritativa y social viene a ser como un sacramento para los no creyentes, nos
decían los obispos españoles: (la misión) “no se reduce solamente a la predicación
y los sacramentos, sino que se extiende también al mandamiento de la caridad, en
especial a los más pobres y necesitados. Con San Agustín podríamos decir que así
34. CEE, La caridad de Cristo nos apremia, 15.
35. Cf. CEPS, La Iglesia y los pobres. 18-25.
36. Cf. CEE, La caridad de Cristo nos apremia, 5, 45.
37. Cf. GS 40 c.
38. Deus caritas est, 31.
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como los sacramentos manifiestan la presencia salvífica de Cristo dentro de la comunidad de los creyentes, la acción caritativa y social es como el sacramento para
los no creyentes”39.
La pastoral de la diaconía da credibilidad y autenticidad a las otras mediaciones eclesiales, pues la caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras40,
siendo el eje transversal de toda la acción evangelizadora de nuestra Iglesia41. Así, el
anuncio, la catequesis, la liturgia y los sacramentos deben enraizarse en la caridad,
deben empaparse de misericordia, deben alimentarse de amor y deben orientarse hacia el compromiso liberador. “Toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando
anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del
hombre”42.
La pastoral global es incompleta sin la pastoral social; y ésta no alcanzará
plenamente sus objetivos aislada de las otras dimensiones de la evangelización. No
se trata de que la proclamación de la Palabra y la Liturgia pierdan su identidad y se
diluyan en una acción social, sino de que se articulen y obren de tal modo bajo un
mismo espíritu que se alcance en su integridad y con mayor fidelidad a Cristo, a la
Iglesia y al Hombre, la finalidad última de la evangelización.
Hay que integrar coherentemente la pastoral caritativa y social en la pastoral
general de todas nuestras comunidades cristianas, no contentándonos con que ésta
aparezca en los organigramas de la pastoral de conjunto o con que esté representada en los organismos de participación y coordinación pastoral, sino procurando
una atención efectiva a esta dimensión pastoral (agentes, recursos, acciones…) que
equilibre y cohesione definitivamente la acción pastoral diaria de nuestras Iglesia,
más volcada a la celebración y a la transmisión de la fe que a su verificación en el
ejercicio cotidiano del amor.
1.4. Aplica el pensamiento social de la Iglesia
a la evangelización en el contexto actual
“La pastoral social es la aplicación del pensamiento social (de la Iglesia) a la
Evangelización de la sociedad concreta en que vivimos”43. El objetivo de la pastoral
social de la Iglesia no es sólo intelectual o cognitivo, sino eminentemente práxico.
39. CEPS, La Iglesia y los pobres. n. 110.
40. Cf. Novo Millennio Ineunte, 50.
41. La caridad de Cristo nos apremia, 42.
42. Caritas in veritate, 11.
43. CELAM, Fe cristiana y compromiso social, p. 463.
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La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
La doctrina social dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en el campo social, confrontando el mensaje con las realidades sociales44, y la pastoral social
proyecta, planifica y lleva a cabo esas acciones, a fin de cambiar nuestras vidas y ayudarnos a asumir nuestras propias responsabilidades con respecto a la defensa de la
dignidad de la persona humana, al bien común, al destino universal de los bienes, y a
la opción preferencial por los pobres. “La doctrina social traza los caminos que hay
que recorrer para edificar una sociedad reconciliada y armonizada en la justicia y
en el amor, que anticipa en la historia, de modo incipiente y prefigurado, los ‘nuevos
cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia’ (2 Pe 3,13)”45. La pastoral social
hace que la comunidad eclesial no se mueva solo en el campo de los principios, sino
en los de la acción, implicándose en la transformación progresiva de esta sociedad,
luchando por la inserción de los excluidos, y ofertando un modelo alternativo de
hombre y sociedad.
La pastoral caritativa y social pretende y propone que la Palabra anunciada
y celebrada llegue a plasmarse en la vida de los cristianos; primero al interior de la
comunidad eclesial, única forma de que ésta se constituya en testimonio de Jesús; y
en segundo lugar, fuera de ella, impregnando las estructuras sociales y adelantando
así el advenimiento del Reino. Así lo expresaba la V Conferencia Latinoamericana:
“las Conferencias Episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover
renovados esfuerzos para fortalecer una pastoral social estructurada, orgánica e
integral que, con la asistencia, la promoción humana, se haga presente en las nuevas
realidades de exclusión y marginación que viven los grupos más vulnerables, donde
toda la vida está amenazada. En el centro de esta pastoral está cada persona, que
es acogida y servida con calidez cristiana. En esta actividad a favor de la vida de
nuestros pueblos, la Iglesia católica apoya la colaboración mutua con otras comunidades cristianas”46.
La pastoral social quiere contextualizar en el momento actual la misión llevada a cabo por Jesús. Y el aquí y ahora de esta pastoral es el de un mundo globalizado47, con sus riesgos y oportunidades, un mundo de interrelaciones sorprendentes,
y al mismo tiempo, un mundo donde la codicia de unos pocos deja a la mayoría
en la cuneta de la historia. Más que en un mundo global, estamos en un mundo
que continúa fuertemente dividido entre aquellos que pueden gozar de las opor-
44. Cf. Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, n. 526.
45. CDSI, 82.
46. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe, Documento Aparecida,
n. 401.
47. La novedad principal en el mundo a partir de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI ha sido
“el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización” (Benedicto XVI,
Caritas in veritate, 33).
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tunidades que la globalización aporta y aquellos otros que quedan al margen. “La
riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas
pobrezas”48. Nos encontramos ante la lógica de un sistema que genera la exclusión
social, que constituye una realidad compleja, en la que no es posible trazar límites
entre terrenos económicos, sociales y políticos. Pero también hay que reconocer
que la globalización ha creado condiciones para universalizar el paradigma de los
derechos humanos, la interculturalidad, la preocupación ambiental, el diálogo ecuménico, de género, la búsqueda de la equidad y de la justicia, el sentimiento de corresponsabilidad y de solidaridad. Por primera vez en la historia, el desarrollo científico y tecnológico nos puede permitir crear condiciones de vida digna para todos.
En definitiva, la globalización nos ha brindado la posibilidad de sabernos y sentirnos
una humanidad viviendo y conviviendo en una casa común, el planeta tierra.
2. Una pastoral organizada y desplegada desde los infiernos del mundo
El primer principio específico de la doctrina social de la Iglesia es el de la
dignidad de la persona humana, que proporciona el fundamento para los derechos
humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la
cultura debemos primero entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero
bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un fin y no como un medio.
Sin embargo, nos encontramos en una sociedad que está condenando a
muchos hermanos a la exclusión, al abandono, a los infiernos de este mundo. Hoy
el infierno tiene muchos nombres, muchos rostros y lugares concretos, donde las
personas se encuentran con el hambre, la violencia, el sin sentido, la soledad, el
fracaso, la humillación, la explotación, el dolor sin límites. La bajada a los infiernos de
la exclusión nos habla no sólo de carencias sino fundamentalmente de injusticias. Y
como Jesús, nosotros hemos de tomar con decisión el destino trágico de los hombres, acompañarlos allí donde están abandonados y expoliados; ya que descender
a los infiernos fue para Jesús descender el último peldaño en su experiencia de “su
caída sin fondo”49 en su amor a los más débiles, pobres, indefensos y pecadores del
mundo.
48. Caritas in veritate, 22.
49. Rahner, K.: Escritos de Teología, Ed. Taurus, Madrid, 1967, VII, 163.
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La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
Hemos de descender a los “infiernos” con amor, con compasión, con solidaridad y justicia, para sacar (“ascender”) a los hermanos que se encuentran atrapados en ese mundo de noche, de impotencia, de muerte, y hacer que puedan gozar
de la vida del Resucitado, para que experimenten y saboreen la vida, quitándoles
las losas que hoy les imposibilitan poder vivir como personas con dignidad y con
derechos reales en este mundo globalizado.
Ésta es la misión de la pastoral social: bajar a los infiernos desde el amor y la
gratuidad, para desde allí iniciar todo un proceso de reconstrucción de las personas,
de sanación de las heridas, de liberación de las ataduras económico-sociales-culturales, que les imposibilitan poder gozar de los dones de la creación, que Dios ha
querido ofrecer para todos (el destino universal de los bienes50). Y desde ese lugar
teológico en el que se encuentran los pobres y excluidos poder articular nuevos
modelos de vida, de sociedad, de personas, de organización social y eclesial. Así lo
expresaban los obispos españoles de la comisión de pastoral social: “La Iglesia de Jesús debe ser aquella que en su constitución social, sus costumbres y su organización,
sus medios de vida y su ubicación, está marcada preferentemente por el mundo
de los pobres, y su preocupación, su dedicación y su planificación esté orientada
principalmente por su misión de servicio a los pobres”51.
Para llevar a cabo esta misión de la caridad, que se modula en función de los
excluidos, la Iglesia, alentada por el Espíritu, ha de organizarse y estructurarse. “Es la
Iglesia, inspirada por el Espíritu, la que crea las instituciones y estructuras necesarias
para la vida de la Iglesia. El desarrollo institucional es, por tanto, el resultado de la
conjunción entre el Espíritu que guía a la Iglesia en la historia y la comunidad que
sigue los dictados del Espíritu (…) La institución no puede verse como el ‘elemento
humano’ de la Iglesia prescindiendo de su inspiración divina, sino como obra humana querida y asumida por Dios. Dios no intervine en el mundo y en la historia
prescindiendo del hombre, sino a través de él”52.
Debe quedar claro que las instituciones son medios (necesarios y sustanciales) al servicio de la comunidad cristiana, y que toda la organización eclesial debe
estar al servicio de la evangelización, al servicio del Reino de Dios, haciendo que la
Iglesia como sacramento de amor sea “eficaz” en el contexto social en el que nos
movemos. Esta eficacia al servicio de los pobres, pedida por la sacramentalidad de
esta pastoral, es la que debe llevar a una organización de la acción caritativo-social
de la Iglesia, que no excluye la caridad individual de cada creyente: “La Iglesia nunca
puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de
50. Cf, GS, 69.
51. CEPS, La Iglesia y los pobres, n. 25.
52. Estrada, J. A.: La Iglesia: ¿Institución o Carisma? Sígueme, Salamanca, 1984, 229.
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2 Francisco Maya Maya
los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la
caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia,
tiene y tendrá siempre necesidad de amor”53.
Será necesario organizar la caridad en cada Iglesia particular, y dentro de ella
en cada parroquia, buscando en su dimensión sacramental la eficacia de la misma
en beneficio de los más pobres.
2.1. Una pastoral comunitaria católica (universal),
organizada al servicio del Reino de Dios
Decíamos anteriormente que la Iglesia como icono de la Trinidad está llamada a significar y actualizar, en la historia, la reciprocidad existente entre el Padre y el
Hijo en el Espíritu Santo.
Es todo el pueblo de Dios el que ha de implicarse en el servicio de los pobres, articulando en el seno de la Iglesia local, en nuestras parroquias y movimientos, una pastoral que vaya suscitando una comunidad eclesial accesible; comunidad
católica, abierta a todos, sin distinciones ni discriminaciones; comunidad participativa, sensible y crítica ante el modelo social vigente; crear comunidades abiertas a
los excluidos que no forman parte de ellas, es decir comunidades con capacidad
permanente de acogida y de integración, informadas por la convicción de que sólo
hermanándose con los pobres y excluidos, y reconociéndolos como sujetos es
posible lograr la realización personal de todos, afirmar la presencia de Dios en la
historia y acoger su salvación.
Hemos de suscitar comunidades sanantes que sepan relacionarse y convivir
desde la pluralidad, que vivan la comunión desde la diversidad, optando por una
filosofía social en la que trabajar con los excluidos no sea equivalente a buscar la
adaptación y acomodación de los mismos al modelo social vigente, sino favorecer
un modelo social constituido desde el protagonismo y la participación de todos. Y
esto no será posible sin comunidades fundamentadas en la fraternidad, la gratuidad,
la igualdad y la reconciliación54. Hay que educar y formar en la diversidad, en la
53. Deus caritas est, 29.
54. Fernando Vidal defiende que “salida de la exclusión no es la inclusión sino la reconciliación, la
construcción de la tercera búsqueda que no está en la línea inclusión-exclusión; una tercera sociedad
que no refuerza la lógica que aleja o acerca a las personas al centro de la ciudad. La solución a la
exclusión no es ir a lo tuyo o lo mío, sino converger en un tercero que nos acoge a ambos… la salida
de la exclusión no es la integración de los excluidos sino la alteración de los exclusores” (Fernando
Vidal Fernández. Pan y Rosas. Fundamento de exclusión social y empoderamiento. Fundación Foessa,
Madrid, 2009, 44 ss.
Corintios XIII nº 135
La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
pluralidad, en la comunión. A través de las diferentes mediaciones eclesiales hemos
de incidir para que en nuestras comunidades vayamos asumiendo los valores de
la catolicidad, la diversidad y la pluralidad, unidos a los de la comunión, el amor, la
tolerancia, el diálogo y la solidaridad.
Deberemos edificar comunidades que sepan jerarquizar sus acciones pastorales en orden a la acogida de los excluidos y la lucha contra la pobreza; comunidades en las que se impliquen los niños, los jóvenes, los adultos, y los diferentes grupos
y movimientos de las mismas, para que se vayan articulando nuevas relaciones fraternales y gratuitas, que no estén mediatizadas por la lógica del mercado del beneficio, y para que en cada curso pastoral se planifique comunitariamente un proyecto
de intervención en la acción caritativo-social, que incida tanto hacia el interior de la
comunidad como hacia fuera de ella. De esta manera, estamos animando a todo el
pueblo de Dios a que sirva a los pobres de forma integrada.
Para llevar a cabo la planificación, coordinación, ejecución y evaluación de
este proyecto se requiere un equipo en cada comunidad (el equipo de Cáritas),
que sepa acompañar, formar, sensibilizar y alentar a la comunidad para poder lograr
lo programado.
La articulación y planificación de esta pastoral hay que hacerla desde la inserción y conocimiento de la realidad; es decir, vivir y desarrollar la catolicidad desde
lo particular y concreto. Por eso, son muy necesarias las comunidades parroquiales
como expresión de la diaconía de la Iglesia local en lo inmediato. “Dado que la Iglesia local a veces queda lejos para los hombres y mujeres, la parroquia aparece como
el oído, la boca y el corazón de la Iglesia en la inmediatez, la proximidad, la cercanía
y la humanidad. Es el oído atento que escucha el clamor de su pueblo, es la boca
que anuncia o denuncia la esperanza o la injusticia, es el corazón que comparte los
desgarros y se siente movido a la solidaridad… La parroquia es la diaconía eclesial
que unas veces vive el martirio y otras la profecía; que anuncia la reconciliación, se
hace samaritana y expresa la solidaridad; y que siempre mira más allá, hacia su meta
escatológica”55.
El desafío que tenemos al articular la pastoral caritativo-social desde lo concreto es el de saber conjugar la atención a lo particular, la encarnación en el territorio, el respeto a las distintas identidades raciales, culturales, políticas con el horizonte
de la mundialidad. Pensar globalmente, actuar localmente. Tendremos que planificar
esta pastoral desde una ética global que abrace a toda la humanidad, dentro del
respeto a las legítimas y necesarias diferencias. Plantear la acción contra la pobreza
más allá de los límites del propio lugar donde vivimos la fe, es decir, plantearse la
55. E. Bueno de la Fuente. R. Calvo Pérez, La Iglesia local. San Pablo, Madrid 2000, 146.
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2 Francisco Maya Maya
pobreza tal como existe a lo largo y ancho del mundo. No podemos permanecer
impasibles ante la situación de los países en vías de desarrollo, nuestras Iglesias deben vivir en comunión y solidaridad con las Iglesias y pueblos más pobres.
Y en lo particular y concreto se nos exige “convivir con” y “estar entre” las
personas a quienes servimos. Pero la sola inmersión no basta. No sólo hay que
“estar con”; también hay que “estar para” hacer propia la causa de los excluidos.
Esto significa que hay que mirar la realidad social con los ojos del pobre; que hay
que organizar la propia vida y la vida social “desde el lugar del pobre”. La Sollicitudo
Rei Socialis nos recuerda que “nuestra vida diaria, así como nuestras decisiones
en el campo político y económico, deben estar marcadas por la realidad de la
pobreza”56.
2.2. Una pastoral caritativa humanizadora y gratuita57
Entre los elementos que constituyen la esencia de la caridad cristiana y eclesial, el Papa Benedicto XVI, plantea como primer requisito fundamental “la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y
los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente
correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial”58.
Ciertamente la caridad es un hábito del corazón que comienza su andadura en el simple hecho de prestar atención desde el corazón59, dejarse afectar,
interesarse por los otros, cargar con la realidad para poder encargarse de ella. No
actuamos sólo como buenos profesionales, actuamos desde el amor, con ternura,
con delicadeza y respeto, dejándonos afectar por los rostros concretos de las personas a las que acogemos en las comunidades. Este hábito del corazón nos lleva
a conocer la situación del otro con sus sentimientos, y a ponernos en su lugar,
reconociéndole su dignidad y buscando el bien del otro. La solidaridad no es sólo
compasiva, sino que es dignificadora, rompe el anonimato. Los que sufren tienen
nombre, tienen historia, tienen vida. Y al entrar en el mundo del sufrimiento, se
observa que está habitado por personas concretas. No son números, ni clientes
o simples beneficiarios, son personas a las que la exclusión les ha impactado en lo
más profundo de su persona.
56. Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, 42,4.
57. Cf. Deus caritas est, 31. La caridad de Cristo nos apremia, 16.
58. Deus caritas est, 31, a.
59. Cf. Deus caritas est, 31, a.
Corintios XIII nº 135
La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
Este salir al encuentro de los pobres y excluidos es un camino diferente al
que estamos acostumbrados en exceso, quizá ambientados en el sentir posmoderno, a que sólo encontremos a Dios en lo bonito y en lo bello, perdiendo de esta
manera la posibilidad de encontrarlo en el hombre roto pendiente de una cruz, a
contemplarlo y mirarlo en la cruz. “El programa del buen Samaritano, el programa
de Jesús, es un ´corazón que ve´. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa
en consecuencia”60. Quien es capaz de hacer este ejercicio de contemplación sabe
que lo estéticamente feo, puede ser lo más bello-existencial. Y no es que se trate
de dejarnos fascinar, sin más, por lo roto del mundo. Eso podría constituir un sentimiento de morbosidad malsana, que incluso podría rayar en la idolatría. Se trata
de redescubrir, tal cual, “el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del
mundo”.
Cuando nos situamos ante las personas excluidas desde esta dimensión contemplativa, vemos a personas con problemas y no problemas de personas, pues,
detrás de lo que la persona pide y necesita, está, como comentaba anteriormente,
una historia personal y familiar, una trayectoria de vida, un entorno familiar, social,
económico, relacional, instituciones por las que ha pasado… Por esta razón hay
que escuchar no sólo la demanda que plantea y qué ayudas recibe de otras instituciones, sino sobre todo ¿cuáles son sus “heridas”?, es decir, lo que más sufrimiento
le está produciendo, ¿cómo vive esa situación?, ¿cuáles son sus sentimientos? Se
requiere el respeto hacia el otro, valorando al otro como a uno mismo, acogiéndolo
“sin condiciones”, acogiendo su presente, su pasado y su futuro, su modo de expresarse y de vivir. Esto implica no hacer juicios moralizantes, ni tener prejuicios ante el
otro, sabiendo centrarnos más en lo positivo que en lo negativo de cada persona,
detectando las posibilidades que posee para poder salir de la situación en la que
se encuentra. Todo ello, hay que realizarlo con comprensión y empatía, que significa
“ponerse en el lugar del otro”, lo cual supone un esfuerzo por comprender cómo
piensa y cómo siente la otra persona, poniéndose en su lugar61. Por eso, como se
dijo en la 60ª Asamblea de Cáritas Española: “la meta de nuestros procesos de acogida y acompañamiento no es tanto resolver los problemas de los pobres, cuanto
darles confianza en sí mismos para que desarrollen su personalidad”62.
La lucha contra la exclusión no podrá hacerse sin un trabajo desde lo más
profundo de lo humano. Detrás de la exclusión siempre nos vamos a encontrar con
personas que tienen una autoestima muy dañada, han perdido la confianza que es
necesario restaurar. Trabajar con la exclusión y sus efectos requiere la reconstrucción de la comunidad y de parte del tejido más personal, ya que entre las medidas
60. Deus caritas est, 31 b.
61. Cf. Caritas Diocesana de Mérida-Badajoz, Cuadernos de Formación, La Acogida, Badajoz, 2009.
62. Cáritas Española. 60ª Asamblea General. Cáritas en el proceso evangelizador de la Iglesia. p. 31.
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más urgentes –además de garantizar la renta mínima– está la reforma del modelo
de intervención social para que incluya estas dimensiones63. Un modelo de intervención que ha de hacerse desde la ternura, valorando las riquezas de los pobres,
haciendo que ellos se sitúen como receptores y donantes, a fin de que puedan
desarrollar los dones que les han sido dados.
Tarea inmensa la que poseemos pastoralmente en este campo de la exclusión, desarrollando una acogida humanizadora, totalmente gratuita y sin proselitismo. Benedicto XVI ha querido resaltar la gratuidad del amor tanto en su encíclica
Deus caritas est como en Caritas in veritate. “El amor es gratuito; no se practica para
obtener objetivos… Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará
de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa
a amar”64. “La ciudad del hombre no se promueve sólo con relaciones de derechos
y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de
comunión”65. La diaconía no debe reducirse a mero instrumento en función de
otros objetivos pastorales considerados más importantes (como la catequesis o la
frecuencia de los sacramentos). Pertenece de por sí a la misión pastoral de la Iglesia,
y es signo y testimonio del Reino: “el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor
testimonio del Dios en el que creemos, y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe
cuando es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre él, dejando
que hable sólo el amor”66.
Hemos de recordar aquellas palabras de Pablo “si me falta el amor, nada me
aprovecha”67. Si nos falta el amor, nuestras instituciones serán frías, sin alma, nos
faltará entrega, ternura, paciencia y generosidad. Podremos conseguir una buena
organización y planificación social, pero caeremos en la pura burocracia, en el “profesionalismo” sin motivación ni hondura cristiana. Deberemos vivir con una mística
de la gratuidad, que tan bellamente se encuentra sintonizada por la expresión de
Tagore: “La vida se nos dio y la merecemos dándola”.
63. Fernando Vidal Fernández, en Fundación Foessa, Necesidades en red y políticas de presencia social,
“Actuar ante la exclusión. Análisis, políticas y herramientas para la inclusión social”. Madrid, 2009. p. 275.
64. Deus caritas est, 31 c.
65. Caritas in veritate, 6.
66. Deus caritas est, 31c.
67. 1 Cor. 13,3.
Corintios XIII nº 135
La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
2.3. Una pastoral profética, eficaz, libre
y con encarnación en lo público
El carácter de inmediatez de la pastoral de la caridad, del que habla el Papa
en Deus caritas est68, no exime de una caridad, que ha de estar fundamentada en
la verdad, en su compromiso por la justicia y el bien común, como expresa el mismo Benedicto XVI en Caritas in veritate: “Sólo en la verdad resplandece la caridad
y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la
caridad (…) Sin verdad, la caridad cae en un mero sentimentalismo”69. “El que está
animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la
miseria, para encontrar los medios para combatirla, para vencerla con intrepidez”70.
Hay que diseñar y apostar por una sociedad alternativa.
Cuando la caridad pierde su dimensión social o política tendemos a dar
respuestas a la exclusión pero sin llegarnos a preguntar por ella. Ofrecemos respuestas asistenciales, itinerarios de inserción, prestaciones sociales, etc.; pero suelen
ser acciones con un carácter muy paliativo71, desde una perspectiva muy asistencial
centrada en el sujeto como paciente, sin plantearnos ni incidir en el tipo de modelo
social y económico que sustenta y hace que la exclusión permanezca y crezca entre
nosotros. Sin perder esa dimensión de atención inmediata el cristiano no puede
limitarse a ejerce un papel de “tapagujeros” y de simple “reparador”; no se ha de
quedar solamente en aliviar las contradicciones del sistema social, es necesario
crear estructuras solidarias y remover las causas del sufrimiento, implicándose en la
transformación de los mecanismos estructurales que producen marginación72.
La caridad política promueve el bien común a través de la acción en las
estructuras e instituciones. Su finalidad no es otra que el desarrollo del Reino de
Dios en la historia, la búsqueda de la justicia, la paz y el bien común de cada una de
las personas y de la sociedad. Con palabras de los obispos españoles, “se trata más
bien de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás
68. “La caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una
determinada situación” 31 a.
69. Caritas in veritate, 3.
70. Caritas in veritate, 30.
71. Cf. José Lagua, ¿De la liberación a la inclusión? Cuadernos Cristianisme i Justicia, 127, (Septiembre
2004).
72. Cf. Joaquín García Roca, Solidaridad y Voluntariado. Sal Terrae. Presencia Social. Santander, 1994,
69-72.
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2 Francisco Maya Maya
hombres, considerados como hermanos, a favor de un mundo más justo y más
fraterno con especial atención a las necesidades de los más pobres”73.
En nuestras comunidades hemos de formar laicos con una opción clara por
la dimensión socio-política de su fe, laicos más reflexivos y críticos, con competencia profesional y, con buena formación. La pastoral de la diaconía necesita hoy de
un laicado organizado, capaz de estar en el mundo con una identidad cristiana y
eclesial, con capacidad crítica, desarrollando la caridad en su vertiente social o política74. Se requiere un laicado que no privatice la fe, reduciéndola al puro ámbito
de lo privado e íntimo. Ciertamente la fe no se agota totalmente en lo social, sino
que lo atraviesa, proyectando un sentido último del hombre y de la historia. Pero
no es legítimo privatizar la fe separándola de la política (el bien común), posición
que se está adoptando tanto desde sectores de la derecha como de la izquierda,
posición que ha llegado a mantenerse en otros tiempos a partir de una errónea
fundamentación teológica.
En orden a la formación de la conciencia política de los cristianos, la Iglesia
no puede ni debe proponer un proyecto político, ni una filosofía política, ni unas
estrategias políticas de cristianos y para cristianos. Tal cosa estaría en contra de su
razón de ser y del Evangelio, así como la autonomía política de cada cristiano. La
Iglesia propone y aporta lo que le es propio: la fe, las actitudes que ella genera y
los criterios de discernimiento que en ella están implícitos, para que sea el propio
cristiano, en el seno de la comunidad, el que valore, desde ellos, todo aquello que se
le ofrece en la sociedad, y sea el mismo quien, con la ayuda de la Iglesia, establezca
su propia coherencia.
De lo que se trata, es de que el cristiano ponga en armonía su fe con su
proyecto y actuación política, sin partir de un proyecto político cristiano, que no
existe, sino estudiando si, desde el punto de vista cristiano, los planteamientos y
programas políticos de la sociedad son acordes (o en qué sí y en qué no) o no con
la fe. Y esto nadie lo puede hacer por uno. Es cada cristiano, eso sí, eclesialmente, el
que construye y desarrolla su conciencia cristiana.
La pastoral de la diaconía no deberá articularse ni organizarse, por tanto,
al margen de la formación de un laicado, que asuma como propio y peculiar suyo
lo secular75, que conciba lo temporal como lugar teológico, siendo “Iglesia en el
mundo”. En este sentido, deberemos preguntarnos cómo se estructuran, se forman
y se educan los laicos en los grupos cristianos de nuestras comunidades a fin de
73. CEE, Los católicos en la vida pública, 61.
74. Cf. ibíd., 60.
75. Cf. LG 31.
Corintios XIII nº 135
La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
que ejerzan su actividad evangelizadora en la vida pública, es decir, “en el dilatado y
complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía; así como también de la cultura, de la ciencia y de las artes, de la vida institucional, de los órganos
de comunicación social; y también de otras realidades particularmente abiertas a la
evangelización: como el amor, la familia, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento”76.
La Comisión Episcopal Española, en su guía-marco de formación de laicos,
nos plantea la necesidad de hacer una opción por un laicado adulto y militante,
un laicado que integre y conecte fe-vida, que desarrolle la secularidad, viviendo
el carácter ciudadano y social de la persona: familia, trabajo, política, economía,
cultura…, y todo a través de una pedagogía de la acción, que ponga en relación
lo que se vive y se hace con la fe y ésta con la vida, de modo que se pretenda dar
forma cristiana a nuestra conciencia y existencia humanas y lograr un proyecto de
personas libres y solidarias.
Ahora bien, la formación del laicado deberá tener muy presente desde qué
concepción de la sociedad y de la persona se parte, pues la concepción de exclusión viene asociada también al modo contemporáneo de entender la sociedad y
la persona. Será necesario redescubrir la dimensión ética y el parámetro humano
interior de todo progreso y de todo desarrollo, como nos ha puesto de manifiesto
Caritas in veritate. El auténtico desarrollo debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Se necesita una profunda renovación cultural
y el redescubrimiento de valores de fondo, sobre los cuales construir un futuro
mejor, subrayando que no basta progresar sólo desde el punto de vista económico
y tecnológico, ya que el desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral.
Las medidas de intervención con respecto a la exclusión desde una pastoral
de la caridad han de responder, por tanto, a dos registros básicos. Por una parte,
las que se orientan desde la gratuidad a capacitar al individuo para asumir un papel
propio y autónomo en su contexto vital; su finalidad es crear individuos autónomos
e independientes, y las medidas se dirigen a apoyar al individuo. Por otro, las que se
orientan a modificar tanto la sociedad, para hacerla accesible, como sus reglas de
juego económico y social, a fin de aprovechar todas las energías de los miembros
que la componen. Su finalidad básica es crear una sociedad accesible, adaptada al
individuo, una sociedad reconciliada, que sepa vivir en la interculturalidad, y vaya
creando una globalización solidaria, en la que “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad. Pues el hombre es
al autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”77. Son medidas en las
76. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 70. Cf. CEE, Cristianos laicos, Iglesia en el mundo, 45.
77. Caritas in veritate, 25.
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2 Francisco Maya Maya
que será necesario conjugar la asistencia inmediata (no el asistencialismo) con la
promoción, liberación e intervención social, medidas que requieren de una caridad
en el ámbito personal y en el político o social.
De esta manera, esta pastoral posee una fuerte dimensión profética en
cuanto propone, anuncia, un nuevo modelo de sociedad, una nueva humanidad, y
denuncia las estructuras de pecado que hoy están sustentando la exclusión y las
desigualdades existentes. Propone el nuevo proyecto del Reino de Jesús de Nazaret, el proyecto del Padre Dios, queriendo crear una nueva fraternidad basada en
la filiación. Hacer posible una nueva creación sin muros ni desigualdades, sin exclusiones ni pobrezas. Soñamos con esa nueva utopía, y trabajamos para que la utopía
se haga topía. Y nos arriesgamos a denunciar las barreras y obstáculos que impiden
hoy crear esta nueva humanidad, a sabiendas de las incomprensiones y rechazos
que hemos de afrontar. Eso sí, nuestra denuncia no será demagógica, la haremos
con las actitudes, medios y fines propios del Evangelio. Es una denuncia realizada a
través del propio ser, estilo de vida y acción de la misma comunidad.
2.4. Una pastoral de procesos, orgánica e integral
No todas nuestras comunidades están formadas lo suficientemente para
poder desarrollar en toda su amplitud esta pastoral. Tenemos grandes déficits en el
campo de la concepción de esta pastoral, en la transversalidad e interrelación de
esta mediación pastoral con las otras mediaciones eclesiales, en la formación del
laicado en su dimensión más propia y específica, en la organización de esta pastoral,
y en la falta de voluntarios, que integren un grupo de animación y coordinación de
la diaconía eclesial.
Deberemos ir dando pasos en dos direcciones concretas. La primera hacia
el interior de la comunidad:
–En el plan pastoral de la Iglesia diocesana, y más en concreto, en la parroquia, deberá quedar muy bien perfilado cómo se va a integrar y relacionar
esta pastoral con las otras mediaciones pastorales, y cuáles van a ser los
criterios de esta pastoral, así como los objetivos y las acciones a conseguir
en el desarrollo de esta pastoral de la diaconía.
–Sensibilizar a los cristianos, a través de todas las mediaciones eclesiales,
respecto a la dimensión social del Evangelio. Hay que superar el intimismo religioso, y la dualidad fe-vida. Como anteriormente hemos expuesto,
deberemos revisar los contenidos de la iniciación cristiana, y los proyectos
de formación del laicado, para ver cómo esta dimensión social está plan-
Corintios XIII nº 135
La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
teada en los contenidos de los diferentes planes formativos. Los obispos
españoles en su documento Los católicos en la vida pública y en Cristianos
laicos, Iglesia en el mundo, insisten sobremanera en la formación social de
los cristianos, en la vertiente pública de la fe. Plantean que “la ayuda que las
comunidades cristianas ofrece de manera general para vivir la dimensión
social y pública de su compromiso no es suficiente. Es necesario ofrecerles
otras oportunidades de formación y acompañamiento más especializadas
que respondan a las características propias de los ambientes, profesiones
u otras peculiaridades socio-culturales”78. Por eso ven que “sería especialmente útil la promoción de cursos de formación básica para la capacitación
de seglares vocacionados a la vida pública”79.
–Informar, y dar a conocer a la comunidad de la situación concreta de los pobres de nuestro entorno, y de aquellos que se encuentran fuera de nuestro
territorio, ya sea en otros barrios o pueblos, o en otros países y continentes.
Ayudar a ver y descubrir las formas clásicas y las formas nuevas de pobreza
o exclusión. García Roca hablando del déficit de fraternidad en la cultura
satisfecha, plantea la triple fragilidad que vive la solidaridad en nuestros
días: “Es débil la solidaridad espacial que afecta a los que están físicamente
lejos, pertenecen a otras nacionalidades o viven en otros países; es débil la
solidaridad temporal que afectan a los que están ausentes o pertenecen a
otras generaciones; asimismo, es débil la solidaridad social que afecta a los
perdedores o a las victimas. En el imaginario social vigente, la experiencia
del Dios de Jesús sangra por la desafección con los lejanos, con los ausentes
y con las víctimas”80. Será necesario cultivar una espiritualidad de la comunión, que nos permita salir de nosotros, e integrar y acompañar a aquellos
que han sido orillados por la sociedad.
–Sensibilizar a los cristianos en la obligación que tenemos de compartir: lo
que somos y lo que tenemos; tiempo, trabajo, cultura, dinero, bienestar, etc.;
nuestra esperanza y nuestra disponibilidad. Se trata de llevar a cabo una revolución antropológica y cultural, sembrando en el corazón humano y en la
convivencia social los valores de la gratuidad, la paz, el amor, la misericordia,
la solidaridad, la justicia, el perdón, la libertad, el compartir… frente a los del
afán de tener, ganar, poder, etc. Es entrar en la lógica de la gratuidad, como
expresa Benedicto XVI. Y una de las maneras concretas de ir educando en
la “puesta en común de bienes” es que cada comunidad, en coordinación
78. C.V.P. 184.
79. Ibíd., 188.
80. Joaquín García Roca, Exclusión social y contracultura de la solidaridad. Ed. HOAC, Madrid, 1998,
263.
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2 Francisco Maya Maya
con Cáritas Diocesana, asuma, en la medida de sus posibilidades, el presupuesto de un proyecto social. En cuanto a la colecta litúrgica hay que decir
que la colecta sigue teniendo sentido, sobre todo si se plantea como se
hizo en los inicios de la Iglesia: junto a la Palabra que se proclama, junto
al misterio de la actualización o presencialización de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor, la comunidad que vive la eucaristía entrega algo
de su vida para los que son “sacramento de Cristo”. De esta manera se
puede dar a la liturgia su sentido último de solidaridad de los cristianos con
los necesitados, a la luz de la entrega de Cristo, del Señor que da su vida
por nosotros, por todos los hombres, por el perdón de nuestros pecados.
“Puesto que la eucaristía es comunión con el Cristo total, el que se acerca al banquete sagrado se compromete a recrear la fraternidad entre los
hombres. Fraternidad imposible, si cada uno permanece encerrado en sus
cosas e intereses… Los comensales de la cena del Señor estamos llamados
a vivir y actuar de acuerdo con lo que celebramos. Y esto supone desarrollar una verdadera espiritualidad de la comunión”81.
–Diseñar y desarrollar, a partir de un análisis certero de las nuevas pobrezas
o exclusión, algún proyecto social que responda a las necesidades detectadas, cuidando su carácter significativo, con acciones planteadas con calidad, y
sin excesivo tecnicismo, huyendo de la frialdad organizativa. Se trata de tejer
en el hoy, a través de compromisos concretos y de procesos concretos, la
escatología del mañana. Vinculamos así la propuesta con la protesta.
–Para llevar a cabo la organización, animación y coordinación de la pastoral caritativo-social es necesario crear una Cáritas, que sea una auténtica
“diaconía” de la caridad. Una Cáritas que se estructure rompiendo los esquemas tradicionales de una caridad de pura beneficencia, y se desarrolle
desde las estrategias y líneas de acción, asumidas en los últimos años por la
Confederación de Cáritas Española.
En segundo lugar, hemos de dar pasos hacia el exterior de la comunidad:
–Crear un buen servicio de acogida en la comunidad, con los planteamientos
anteriormente expuestos. Servicio en el cual los excluidos sean protagonistas de la misma acción social, y lleven a cabo medidas que se orienten a capacitar al individuo para asumir un papel propio y autónomo en su contexto
vital; su finalidad básica es crear individuos autónomos e independientes. La
acción con los pobres y excluidos quiere ser, aunque aún nos queda un largo
camino por recorrer, una acción integral, cuyo sujeto fundamental sea siem-
81. La caridad de Cristo nos apremia, 9.
Corintios XIII nº 135
La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social
pre la persona humana, no sólo en su dimensión individual, sino sobre todo
en su potencialidad participativa y en su capacidad de actuar en grupo.
–Colaborar y trabajar con las redes sociales existentes, asociaciones y organismos públicos y privados, reconociendo cuanto de bueno se halla en
el actual dinamismo social82. Las “redes” son formas de interacción social,
definida como un intercambio dinámico entre personas, grupos e instituciones en contextos de complejidad. Un sistema abierto y en construcción
permanente que involucra a conjuntos que se identifican en las mismas necesidades y problemáticas y que se organizan para potenciar sus recursos.
A través de las redes se permite abordar y desarrollar mejor la solución
para los problemas comunes, se crean lazos de cooperación, se potencian
los recursos y se divulga la información. La coordinación y colaboración con
las redes hemos de hacerla sin perder la identidad que nos moviliza y que
nos hace situarnos desde unos criterios concretos de acción.
–Denunciar las situaciones de injusticia, ya que nuestro Dios es el defensor
de los débiles, un Dios que ante la crueldad y el abuso de los fuertes
siempre nos está preguntando: “¿Dónde está tu hermano?”. La denuncia
tiene una doble finalidad: defender al inocente y convertir al culpable. Sin
demagogias ni identificaciones partidistas, y desde un profetismo sencillo y
evangélico, pero no ingenuo ni simplista83. Hemos de defender la inviolable
dignidad de la persona humana, y denunciar cuanto va contra el respeto de
la dignidad de la persona humana; la libertad y la igualdad de las personas, y
cuanto va contra los derechos humanos84. Denunciar las consecuencias de
la lógica de un mercado salvaje, la exclusión y pobreza existentes, las situaciones que vulneran la dignidad del trabajador, como el paro, la economía
sumergida, el empleo precario, etc. y todo cuanto vaya contra los derechos
individuales y sociales; y la explotación tecnológica desenfrenada de la tierra. Denunciar el modelo económico, antropológico y cultural, que está
generando una sociedad desigual e insolidaria. Por eso, hemos de apostar
por un modelo social nuevo, recreando el sentido profético de la vida en el
interior de la comunidad, con el fin de inducir alternativas que reviertan la
historia, promover procesos liberadores y crear resistencias ante el modelo
social vigente. Siempre hemos de preferir el anuncio a la denuncia, y ésta
no puede prescindir de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la
fuerza de su motivación más alta85.
82. Cf. GS 42.
83. Cf. La Iglesia y los pobres, 53.
84. Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Madrid, 2005, p. 13-79.
85. Cf. SRS, 41.
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2 Francisco Maya Maya
3. Conclusión
La pastoral de la diaconía, de la que hemos hablado en este artículo, no
podrá realizarse sin una concepción de la Iglesia en diálogo y servicio gratuito al
mundo; Iglesia que compadece y se hace samaritana; Iglesia profética y de mediación; Iglesia secular, pobre, casa acogedora para los pobres; Iglesia libre, con capacidad para resistir ante los poderes económicos, políticos y sociales, y liberadora
(apostando por el desarrollo y la liberación integral de todo el hombre y de todos
los hombres); Iglesia de la fraternidad y la filiación. Es la Iglesia que nos dibujaba la
Lumen Gentium y la Gaudium et Spes al presentárnosla como Iglesia Pueblo de Dios,
sacramento universal de salvación.
La pastoral de la diaconía necesita de una nueva evangelización, necesita de
una Iglesia metida en el mundo al servicio del Reino de Dios, que evangeliza desde
los signos de la compasión, la sanación, la vida y la solidaridad del Reino; una Iglesia
que evangeliza desde unos cristianos empeñados en transformar la humanidad
desde las claves del Reino, convirtiéndose en conciencia de la humanidad, denunciando fracasos y anunciando esperanzas; una Iglesia en la que los cristianos viven
con identidad cristiana y eclesial en sus propios ambientes, celebran su fe comunitariamente, y caminan por la vida con los ojos bien abiertos, para detectar dónde
están los más pequeños, los más pobres y excluidos, con los que hay que estar en
permanente comunión y solidaridad; una Iglesia que se organiza para servir y amar
eficazmente; una Iglesia que evangeliza desde el testimonio, en apertura y referencia
total a la persona de Jesucristo, al que anuncia como portador de la Buena Noticia
de salvación y liberación de la humanidad; una Iglesia que evangeliza con esperanza
y no deja de soñar por anticipar en el hoy el proyecto del Reino de Dios; una Iglesia
que construye una historia esperanzada en un mundo amenazado.
La opción preferencial por los pobres podrá quedarse en un discurso tranquilizador de conciencias que luego se olvida, si esta opción no se plasma en una
pastoral de la diaconía, inserta en la estructura, organización y funcionamiento de
la misma Iglesia.
Corintios XIII nº 135
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