LA TAIFA SEVILLA NA EN EL SIGLO XI – AL MUTAMID, EL REY

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LA TAIFA SEVILLANA EN EL SIGLO XI – AL MUTAMID, EL REY POETA
El Siglo XI fue un siglo trascendental en la Edad Media española y de una
importancia vital para Sevilla.
Comienza el Siglo con vientos de bonanza para los reinos cristianos: en el año
1002 muere Almanzor, azote de los reinos del norte durante los anteriores
treinta y cinco años y preludio, treinta años después, de la descomposición del
califato de Córdoba y aparición de los reinos Taifas.
No termina bien, ya que los almorávides están en la plenitud de su poder, en
1099 muere el Cid Campeador, en 1109 muere Alfonso VI y aún quedan
algunos graves percances para las armas cristianas.
La galería de personajes es impresionante por ambos bandos.
Por los cristianos están los que, para mí, son los tres más grandes reyes de la
alta Edad Media: Sancho III el Mayor de Navarra, su hijo Fernando I de Castilla
y León y su nieto Alfonso VI de Castilla y León. Y, junto a este último, todos los
personajes que vivieron a su alrededor: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador; Pedro Ansúrez, conde de Carrión y Saldaña; García Ordóñez,
conde de Nájera; Alvar Fáñez de Minaya, sobrino de El Cid; García Jiménez,
defensor de Aledo, etc.
Por los musulmanes el ya mencionado Almanzor, así como los tres más
famosos reyes de las taifas de Al – Andalus: al-Mamúm de Toledo, Abd Allah
de Granada y al-Mutamid de Sevilla. Y, por supuesto, el emir de los
almorávides Yusuf ibn Texufin.
Realmente los personajes centrales de nuestra charla de hoy son al-Mutamid
de Sevilla y Alfonso VI de Castilla y León. Hay una clara distinción entre los
personajes cristianos y musulmanes del Siglo. Por una parte las cortes
refinadas de las Taifas plagadas de poetas (varios de los reyes eran buenos
poetas), historiadores, astrónomos, médicos y demás representantes de las
ciencias y artes (Nota 1). Por otra en los reinos cristianos, cuyo principal
objetivo era la reconquista, destacan los hombres de armas. Esta puede ser
una apreciación simplista, ya que también en las cortes cristianas existían los
trovadores, cantando el amor cortés de la poesía occitana, y los juglares,
recitando los cantares de gesta. Y, por supuesto, entre los musulmanes
también había buenos guerreros.
Ya que el principal protagonista de nuestra historia de hoy es al-Mutamid de
Sevilla, vamos a comenzar con algunos datos sobre la dinastía de su
antagonista cristiano: Alfonso VI de Castilla y León. (Proyección nº 2)
Y vamos a hacerlo con el fundador de su dinastía: Sancho Garcés III, llamado
el Mayor.
El gran impulsor de los reinos cristianos en el Siglo XI es Sancho III El Mayor,
rey de Navarra desde el año 1004, con solo 14 años. Su idea de la unidad
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nacional española se adelantó en quinientos años a los Reyes Católicos. Sus
conquistas y su política matrimonial (él se casó con Munia, hija mayor del
Conde de Castilla Sancho García; a su hermana Urraca la casó con Alfonso V
de León, viudo y con dos hijos llamados Vermudo y Sancha; a su hijo
Fernando, ya Conde de Castilla, lo casa con Sancha, hermana de Vermudo III
de León, que estaba tutelado por su madrastra Urraca), hicieron que su
ascendiente se notara en toda la España cristiana. (Proyección nº 3)
Su influencia, por dominio directo, por vasallaje o por prestigio, llegó a
comprender desde los condados de Barcelona y Gascuña hasta León.
Prácticamente una tercera parte del territorio peninsular. Llegó a acuñar
moneda con el título de Imperator. En el acta de traslado del cuerpo de San
Millán, en el año 1030, consta lo siguiente: “reinando en Nájera, en Castilla y en
León el rey de las Españas”. (Proyección nº 4)
El más importante error de este gran Rey, que murió el 16 de octubre de 1035,
es que repartió el reino entre sus hijos: Al primogénito, García, de dejó Navarra;
a Fernando el condado de Castilla, con el título de Rey; a Ramiro Aragón, con
el título de Rey; y a Gonzalo, los condados de Sobrarbe y Ribagorza, también
como rey. Así fue la creación de los dos reinos, Castilla y Aragón, que llevarían
la Reconquista a su fin y que, unidos por los Reyes Católicos, darían lugar a la
España actual. (Proyección nº 5)
En este punto, al parecer, hay historiadores vascos que piensan que Sancho III
el Mayor no es lo que la Historia nos demuestra y enseña: el Ayuntamiento de
Fuenterrabia, gobernado por el PNV, ha decidido aprobar el insólito acuerdo de
erigir un monumento al monarca navarro como “Rey del Estado Vasco” para
conmemorar los mil años de su subida al trono. Y eso que no era nada más
que una cuarta parte de vasco, ya que era biznieto de Fernán González y la
mayoría de sus antepasados eran castellanos. (Nota 2) (Proyección nº 6)
El segundo gran Rey de este Siglo, y padre de nuestro protagonista cristiano,
fue Fernando I, llamado el Magno; el primer Rey de Castilla. (Proyección nº 7)
Cuando Fernando I comenzó su reinado en 1035, hacía cuatro años que el
último Califa había caído del trono cordobés y se produjo la descomposición del
Califato. Nacían las Taifas y, con ellas, la debilitación del poder de los
musulmanes españoles. Era el momento de darle un empujón a la
Reconquista.
Pero Fernando I, inicialmente, tuvo que arreglar algunos problemas familiares.
Vermudo III de León, liberado de la tutela de Urraca, había recuperado el trono
en cuanto murió Sancho III y no estaba conforme con la extensión de su reino,
después de los territorios arrebatados por el rey de Navarra y anexionados a
Castilla. En 1037 cruza el río Cea con su ejército y se enfrenta a Fernando I,
ayudado por su hermano García Sánchez de Navarra. Es la batalla de
Tamarón, en la que muere Vermudo III. Fernando, invocando que está casado
con Sancha, hermana de Vermudo, se hace proclamar Rey de León y el
matrimonio es coronado en la Iglesia de Santa María en 1038.
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Las relaciones entre los hermanos Fernando y García, que en principio fueron
buenas, empezaron a ser conflictivas por temas territoriales. Los navarros
hicieron incursiones en tierras castellanas, a las que respondió en infanzón
castellano Diego Laínez (padre del Cid Campeador) recuperando para Castilla
los castillos de Ubierna, de Urbel del Castillo y La Piedra. Estas escaramuzas
territoriales terminaron en una batalla formal: en Septiembre de 1054 las tropas
castellano-leonesas vencen a las navarras en Atapuerca. Muere el Rey García
Sánchez de Navarra.
Entre 1057 y 1065 (fecha de su muerte) realiza una inmensa tarea de
Reconquista. Incorpora a su reino Gormaz, Vadorrey, Berlanga, Lamego, Viseu
y Coimbra. Hace pagar parias a los reinos taifas de Zaragoza, Toledo, Sevilla y
Badajoz. (Proyección nº 8)
En Sevilla se presentó con su ejército en 1063. En el acuerdo para el cobro de
parias se incluyó la entrega de los restos de Santa Justa. Cuando vinieron a
buscarlos (los obispos de León y Astorga fueron los encargados de ello)
reinaba en la taifa al-Mu`tadid, padre de nuestro protagonista al-Mu`tamid.
Aparte de sufrir la humillación de ser tributario de Castilla, tuvo que permitir la
actuación de aquellos “arqueólogos” del Siglo XI. No encontraron los restos de
la Santa, pero si los de San Isidoro, el sapientísimo arzobispo de la época
visigoda cuyos libros (como Las Etimologías) estaban en todas las bibliotecas y
escuelas que había en Europa. Fernando se llevó a León los restos de San
Isidoro, depositándolos en la recién construida Iglesia de San Juan Bautista y
San Pelayo, que desde entonces se llamará de San Isidoro y que es una joya
del románico. (Proyecciones núm. 9, 10 y 11)
Antes de su muerte, acaecida en 1065, tuvo que sufrir otra tragedia familiar. En
1064 su hermano Ramiro I de Aragón atacó a la Taifa de Zaragoza. Como
dicha Taifa pagaba parias a Castilla, Fernando envió una expedición de ayuda
al mando del Infante Sancho, el que poco después sería Sancho II de Castilla.
En dicha expedición iba Rodrigo Díaz de Vivar. En Graus hubo una batalla en
la que murió Ramiro de Aragón.
Fernando hizo lo mismo que su padre: repartir sus reinos entre sus hijos. A
Sancho de dejó Castilla y las parias de Zaragoza. A Alfonso, nuestro
coprotagonista con al-Mu`tamid, Leon con las parias de Toledo. A García,
Galicia con las parias de Sevilla y Badajoz. (Proyección nº 8)
Este reparto de la herencia, tal como en el reinado anterior, veremos que tuvo
fatales consecuencias.
Hemos visto que Alfonso recibió la herencia del reino de León y las parias de la
Taifa toledana. Pero su hermano Sancho II de Castilla no se sintió satisfecho
con la división del reino que había hecho Fernando I. Tenía sus razones
Sancho para sentirse insatisfecho, ya que siendo el primogénito la extensión de
su reino era de unos 25.000.- km2, cuando la superficie de los reinos de León y
Galicia era de unos 46.000 km2 cada uno, además de que la realeza,
tradicionalmente, estaba asociada de siempre al reino de Leon.
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La paz se mantuvo mientras vivió la reina Sancha. Moriría en noviembre del
1067. En Julio de 1068 se produjo el primer choque armado entre Alfonso y
Sancho. Fue en Llantada, dentro de las fronteras de reino leonés, lo cual indica
que la iniciativa partió de Sancho. El choque no tuvo más consecuencias que la
derrota del ejército leonés, no produciéndose ningún cambio territorial y Alfonso
pudo retirarse a su capital sin más problemas. En esta batalla participa
Rodrigo Díaz de Vivar, como alférez de Sancho, y Martín Alfonso
(posteriormente conde de Cea y de Grajal), como alférez de Alfonso.
No debió ser muy grave el desencuentro entre los dos hermanos, ya que
iniciaron una colaboración interesada para despojar del reino a su hermano
García. En la primavera de 1071 ambos hermanos deciden la invasión de
Galicia. En un diploma de septiembre de 1071 Sancho figura como rey de
Castilla y Galicia y Alfonso como rey de León y Galicia. El pobre García
retrocedió hasta el condado portucalense, en la zona de Coimbra, y allí se
mantuvo algún tiempo.
Pero esta colaboración no duró mucho tiempo. En los primeros días de enero
de 1072 se enfrentan las tropas castellanas y leonesas en Golpejera, a unos
quince kilómetros de Carrión de los Condes. Las tropas leonesas sufren una
importante derrota y Alfonso es hecho prisionero y enviado al castillo de
Burgos. De esta batalla hay dos versiones (la Najerense, favorable a los
castellanos, y la Tudense, grata a los leoneses) (Nota 3) En ella encontramos
a los dos personajes, Pedro Ansúrez y Rodrigo Díaz de Vivar, que acompañan
a ambos reyes; si bien Pedro Ansúrez (Nota 4) no era alférez de Alfonso (lo era
Gonzalo Alfonso), sí lo era de Sancho el Cid Campeador. Sancho se dirige a
Leon y el 12 de enero es coronado rey.
Sancho está a punto de conseguir reunificar los reinos que fueron de su padre.
Entre marzo y mayo de 1072 invade los territorios de Galicia y Portugal en los
que su hermano García aun tenía alguna autoridad. Lo derrota, lo hace
prisionero y lo destierra a Sevilla, a la Taifa de al-Mu`tamid que su padre le
había dejado las parias como herencia. Evidentemente no lo consideraba
peligroso. Sancho no le quedaba por someter a su autoridad nada más que la
ciudad de Zamora, cuyo señorío Alfonso había concedido a su hermana Urraca
y donde ésta actuaba a su entera voluntad.
Pero antes tiene que arreglar el problema de Alfonso, prisionero en Burgos. Allí
acudió su hermana Urraca y le pidió lo pusiera en libertad. También intercedió
por él Hugo, abad de Cluny. Sancho accedió a estas peticiones y llegó a un
acuerdo con Alfonso para que marchase a un cómodo confinamiento en
Toledo, en la corte de Yahya al-Mamun, con el que le unía una buena relación.
Sancho permitió que acompañasen a Alfonso su amigo y consejero Pedro
Ansúrez, así como los hermanos de éste Gonzalo y Fernando.
A Alfonso solo le queda para ser el rey que fue su padre, que Sancho intente
apoderarse de Zamora, ciudad que estaba gobernada por su hermana Urraca
(nota 5) Sabemos que fue muerto, el 7 de octubre de 1072, en el sitio de la
ciudad por Bellido Dolfos. Una vez muerto su hermano Sancho, Alfonso
regresa a León y vuelve a tomar posesión de su reino. Después va a Castilla y
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es reconocido rey por los castellanos. En un diploma de 7 de diciembre de
1072 ya figura Alfonso como rey de Castilla.
Pero existe el problema de García. Alfonso teme que su hermano reclame el
reino de Galicia. García, al enterarse de la muerte de Sancho, sale de Sevilla
camino de Portugal y Galicia e, ingenuamente, termina en Leon para que su
hermano le ayude a recuperar su reino. El 13 de febrero de 1073 Alfonso lo
apresa y lo encierra en el castillo de Luna. Allí permaneció prisionero hasta su
muerte en 1090.
Y ahora sí que tenemos al Alfonso VI que conoció al-Mu`tamid de Sevilla.
Vamos a conocer ahora algo de al-Mu`tamid y su entorno a fin de situarlo
frente a Alfonso VI.
Con la muerte, en el 976, de al-Hakem II, último califa efectivo de Córdoba, y la
subida al trono de su sucesor Hissam II, comienza realmente la
descomposición del Califato. Hissam II se convierte en una figura decorativa
dominado por su madre y por Almanzor, su amante. Desde esa fecha y hasta el
año 1009, la familia de los amiries, Almanzor (hasta 1002), Abd al- Malik (hasta
1008) y unos meses del 1009 Abd ar-Rahman Sanchuelo, dominan el gobierno
del Califato. Esta situación produjo un desprestigio tal de la institución califal
que entre 1009 y 1031 hubo catorce califas (Hissam II abdicó en 1009 y volvió
al trono en 1010 hasta 1013), siendo el último Hissam III (1027-1031)
El hecho es que en el año 1031 cae el último califa español y comienzan a
repartirse el botín las distintas familias más poderosas de Al-Andalus.
Aparecen, de forma natural ante el vacío de poder, las Taifas. Los abbadies se
quedan con Sevilla, los aftásidas con Badajoz, los Ziries con Granada, los
hammudíes con Málaga, Algeciras y Ceuta, etc.
La familia de los Banu `Abbad, a la que pertenecía al-Mu`tamid, era un grupo
de la tribu Lajm que tenían su habitat en la frontera entre Siria y Egipto. Eran
árabes yemeníes y se consideraban la aristocracia del Al-Andalus, sobre todo
por la avalancha de beréberes que Almanzor había traído de África para sus
campañas contra los cristianos. A poco de su entrada en la península, en el
año 743, fueron concentrados en Sevilla y se instalaron en la aldea de Yawmin
(se desconoce su actual posible emplazamiento) en el distrito de Tocina.
El primer abbadí que empezó a destacar en la descomposición del Califato, fue
Ismail ben Abbad. Empezó a ser conocido en tiempos de al-Hakam II y con
Hissam II tuvo a sus órdenes un destacamento de la guardia personal del
califa; más tarde fue imán de la Gran mezquita de Córdoba y cadí de Sevilla,
nombrado por Almanzor.
“Ismail, dice Ibn Hayyan, era un hombre sin par en lo que a saber, conocer,
bellas letras y sabiduría se refiere. Protegió Sevilla del asalto de los
beréberes, que se habían apropiado de sus alfoces y establecido en sus
alrededores, gracias a la correcta dirección, al sagaz criterio y al cuidado
que dedicó a los asuntos propios del gobierno”.
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Muerto en 1019, su hijo Abu l-Qasim Muhammad se hizo cargo del gobierno de
la ciudad de forma provisional, habida cuenta el descontrol existente en
Córdoba. Hasta 1023 no fue confirmado en su puesto de máximo responsable
del gobierno de la ciudad. Desde 1027, prácticamente, se convirtió en rey de
Sevilla.
Cuando en 1031 cae definitivamente el califato, Sevilla lleva varios años
gobernada autónomamente por el primer abbadí que tomó el título de rey. Pero
había un problema grave: el “partido” africano-beréber, que defendía los
derechos al califato de los hammudíes, y cuyos miembros seguían llamándose
califas con sede en Málaga. Era preciso encontrar un califa a quien invocar en
la oración de los viernes, so pena de continuos enfrentamientos con los
belicosos africanos (ziríes en Granada, hammudíes en Málaga y Algeciras,
aftásidas en Badajoz y algún otro).
La solución estuvo en “resucitar” el nombre de Hissam II, de quien hacía más
de veinte años nada se sabía y cuyo cadáver no había sido mostrado en
público(*). Muhammad se dedicó a exhibir a un tal Jalaf el Esterero como si
fuera el verdadero Hissam II; lo vistió con trajes califales e incluso dirigió la
oración del viernes en la Mezquita Mayor de Sevilla. Escribió cartas a otras
taifas pidiéndoles obediencia y algunas se lo creyeron, pero al final la patraña
solo quedó en Sevilla. El embuste duró hasta que fue abolido por su hijo y
sucesor al-Mutadid.
Ante el fracaso de la estratagema decidió engrandecer su territorio a costa de
las taifas vecinas. Incorporó territorios pertenecientes a los aftásidas de
Badajoz, apoderándose de Beja y llegando hasta el Atlántico. Estas luchas
hicieron que los abbadies se convirtieran en enemigos mortales de los
aftásidas.
También tuvo que defender sus territorios contra una coalición formada por los
hammudíes de Málaga y Algeciras, los ziríes de Granada y los birzalíes de
Carmona. En 1036 concentran sus tropas en Écija, avanzan hacia Sevilla,
ocupan Tocina, incendian Triana y se apoderan de Aznalcázar, donde nombran
califa a un hammudí. Es, evidentemente, un golpe de fuerza para demostrar al
abbadí su voluntad de no dejarse amedrentar. Pero, en todo caso, es una
muestra del problema que tuvo la Andalucía islámica: un enfrentamiento
constante entre los beréberes africanos (ziríes, hammudíes, aftásidas,
birzalíes) y los árabes yemeníes (abbadies). Es opinión general de los
estudiosos que esta falta de entendimiento fue la causa de la perdición de las
taifas. Evidentemente si hubieran estado unidos, a los reinos cristianos les
hubiera costado mucho esfuerzo gravarlos con parias y no habrían llamado en
su ayuda a los almorávides.
(*) Según Ibn al-Jatib, Hissam II fue estrangulado el 18 de mayo de 1014.
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Abu l-Qasim Muhammad muere el 24 de enero de 1042 y le sucede su hijo Abu
Umar Abbab ben Muhammad al-Mu`tadid, conocido en la historia
coloquialmente como al-Mu`tadid. Fue el padre de nuestro protagonista y el
coloso de la dinastía.
Según el historiador Ibn Hayyan, al-Mu`tadid era extremadamente cruel,
ambicioso, vengativo, audaz, pérfido, dado a la bebida y a los placeres del
sexo. Por su harén llegaron a pasar 800 mujeres y a su muerte dejó más de
veinte hijos y otras tantas hijas.
Cuenta la historia que las cabezas de sus enemigos eran expuestas en picas
en el jardín de su palacio. Dichas cabezas eran lavadas, perfumadas y se les
ponían bálsamos para que durasen más. Mandaba plantar flores y colocaba un
papel en la oreja de cada una con su nombre. Este jardín, como es de esperar,
tenía aterrorizado a todo posible adversario (y creo que hasta a los amigos).
Voy a recordar una leyenda que conté en una excursión que hicimos a Arcos
hace unos años. Tal vez alguno de vosotros se acuerde de ella.
El último rey taifa de Arcos y Jerez, Ibn Jizrun, tenía una de sus esposas que
era muy bella y que estaba profundamente enamorado de ella. Como buen
musulmán era celoso en extremo. Y cuando salía de viaje la encerraba en una
habitación que había hecho construir debajo de su palacio en la roca de Arcos.
Dicha habitación tenía un balcón que permitía asomarse al precipicio y a ella
únicamente se accedía por un pozo desde las habitaciones del rey, cuyo
acceso estaba disimulado. Le dejaba agua y alimentos para el tiempo que
pensaba estar fuera. (Proyección nº 12)
Un día salió de viaje a Sevilla y encerró a su esposa. Y no volvió en el tiempo
previsto. La esposa, desesperada, se lanzó por el balcón y dice la leyenda que
se convirtió en una de las águilas que sobrevuelan esa zona.
Eso es lo que dice la leyenda de la esposa, pero lo que sí es histórico es lo que
le pasó al marido.
Al-Mu`tadid, en su afán de engrandecer el reino de Sevilla, citó un día en su
palacio a los reyezuelos de Morón, Ibn Nuh, de Ronda, Ibn Abí Qurra, y a Ibn
Jizrun de Arcos y Jerez. Los recibió con su habitual magnificencia a ellos y a
los personajes de sus respectivos séquitos. Les ofreció un baño y mientras
estaban allí ordenó tapiar la puerta. Murieron todos, unas sesenta personas,
por asfixia. A continuación envió tropas a cada una de aquellas plazas y las
incorporó a su reino.
Esto no es nada más que una pequeña muestra de su ambición. Sevilla era la
taifa de todo el al-Andalus que más poder de expansión tenía gracias a la
personalidad de al-Mu`tadid. Sus luchas con los ziríes granadinos fueron
constantes, al igual que con los aftásidas de Badajoz y los hammudíes Málaga
y Algeciras. Al final los venció a todos incorporó a sus reinos Mértola en 1044 y
entre 1052 y 1063 incorporó Niebla, Santa María del Algarve, Silves, Huelva –
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Saltés y Algeciras. En 1067 se anexiona Carmona, después de 25 años de
intentarlo. (Proyección nº 13)
Como hemos visto 1063 fue un mal año para al-Mu`tadid. A pesar de sus
espectaculares conquistas y victorias sobre sus correligionarios beréberes, no
pudo con las huestes de Fernando I de Castilla y León. Este hizo una incursión
por tierras de Sevilla incendiado aldeas y arrasando cultivos. Se presentó ante
las murallas de Sevilla y le debió causar tal impresión a al-Mu`tadid que
accedió al pago de parias; aparte de entregarle los restos de San Isidoro y, me
imagino, que cualesquiera otros que le hubiera pedido.
Se conservan las actas del traslado de los restos del Santo a León. En ellas se
recoge una frase de al-Mu`tadid despidiéndose de las reliquias: “¡Te vas de
aquí, Isidoro venerado! Bien sabes cuán mía era tu gloria, por ello te ruego
siempre te acuerdes de mí”. Hay que ser cínico……..(Proyección nº 14)
Su hijo y heredero, nuestro protagonista al-Mu`tamid, no estaba predestinado a
heredarlo. Su primogénito Isma`il, en el cual tenía puestas sus esperanzas, se
rebeló contra él y el padre lo asesinó con sus propias manos. Al hijo, a los que
colaboraron con él, a sus servidores y hasta las mujeres de su harén. Una
carnicería.
El “león de los reyes”, el “fuego de la fitna”, el “vengador” –según palabras de
Ibn Hayyan- murió de una apoplejía el 7 de febrero de 1069.
En 1058 arregló la patraña del califa Hissam II. Dijo que había muerto en 1044
y que no lo había comunicado antes por causa de las continuas guerras del
reino. No pasó nada, exactamente igual que ha pasado siempre con las
mentiras que cuentan algunos políticos.
Y aquí aparece Abu l-Qasim Muhammad al-Mutamid. Conocido en la historia
como al-Mutamid, coprotagonista con Alfonso VI, de nuestra charla de hoy.
La figura de al-Mutamid ha pasado a la historia por dos motivos fundamentales:
haber sido destronado por los almorávides y por su maravillosa poesía. Se
conservan de él unos ciento sesenta poemas en las más importantes métricas
de la poesía arábigo-andaluza (la casida, la moaxaca, etc.)
Jamás en la historia de al-Ándalus floreció tan brillantemente la poesía como
en el reinado de al-Mutamid. El gran arabista Emilio García Gómez, al hablar
de este rey, define su época como “pura poesía en acción”. Uno de sus
traductores dice que, además de poeta, fue rey.
Sus poemas suelen ordenarse en dos secciones: compuestos en al-Andalus y
en el destierro de Agmat, En la cárcel de esta ciudad escribió sus mejores
poemas, algunos únicos en la literatura árabe.
Las características principales de la poesía de al-Mutamid son la sensibilidad y
la espontaneidad. Era habitual en su corte las justas poéticas en las que alguno
de los asistentes comenzaba con un verso y otro le contestaba.
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Un ejemplo de esta forma de hacer poesía es una de las anécdotas mas
conocidas de al-Mutamid: A poco de regresar de Silves, en el año 1058, donde
su padre lo había enviado como gobernador acompañado como consejero por
Ibn Ammar, que también era un gran poeta (Nota 6), paseaban por la orilla del
Guadalquivir ambos hombres. Estaban encantados contemplando el paisaje y a
las jóvenes lavando ropa en el río.
Su conversación consistía en empezar uno un verso que el otro terminaría. Se
levantó una suave brisa y las aguas del río empezaron a rizarse. Al-Mutamid
versificó:
El viento tejiendo lorigas en las aguas
Esperó la respuesta de ibn-Ammar, pero ésta se retrasaba,
De pronto oyeron una dulce voz femenina que detrás de ellos decía:
¡Que coraza si se helaran!
El primer hemistiquio quedaba genialmente terminado.
Se volvieron y se encontraron una joven de extraordinaria belleza. Resultó ser
esclava de un alfarero (o arriero) llamado Rumayk. Ella se llamaba Rumaykyya.
Huelga decir que al-Mutamid la llamó a palacio, se casó con ella y cambió su
nombre por el de Itimad. Ella le acompañó toda su vida, le dio varios hijos, fue
con él al destierro y estuvo a su lado hasta su muerte en 1095.
Claudio Sánchez Albornoz en su obra “Ben Ammar de Sevilla” cambia los
versos y los adapta a la métrica castellana. Dice así:
El viento transforma al río
en una cota de malla.
Siendo la respuesta de Rumaykyya
Mejor cota no se halla
como la congele el frío.
Estos dos personajes, Ibn Ammar y al-Mutamid, terminaron mal su
amistad. Al-Mutamid, personalmente, le cortó la cabeza con un hacha que le
había regalado Alfonso VI. Tenía razones políticas para hacerlo, pero se dice
que lo que peor le pareció es que Ibn Ammar escribió unos versos que
ofendían gravemente a Itimad. (Proyección nº 15)
Otra anécdota de al-Mutamid, y que define perfectamente su carácter, es la del
famoso bandido conocido como “El Halcón Gris”.
Éste tenía atemorizados a los viajeros que trataban de llegar a Sevilla. Por fin
calló en manos de la Justicia. Lo crucificaron en las proximidades de la ciudad.
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Allí estaba esperando la muerte acompañado de su mujer e hijos. Acertó a
pasar por el lugar un comerciante de tejidos con su cabalgadura cargada de
géneros para su venta en el mercado.
Entre lamentos el condenado se dirigió al comerciante y le dijo que en un pozo
que estaba junto a la cruz había lanzado el producto de su último robo: una
bolsa con monedas de oro. Le rogó bajara al fondo, sacara la bolsa y se la
diese a su mujer e hijos para que pudiesen vivir al faltar él.
El comerciante ató una cuerda al brocal del pozo y bajó por ella. Cuando
estaba en el fondo le dijo a su mujer que cortara la cuerda, cogiera la
caballería, se fuera la mercado y vendiera las telas.
Cuando, ante los gritos del comerciante, lo sacaron, fue a la justicia. El hecho
llegó a conocimiento de al-Mutamid. Ordenó bajar de la cruz al Halcón Gris y lo
increpó por su acción, diciéndole que como se atrevía a semejante maldad
estando a punto de entregar su alma a Dios.
“El Halcón Gris” le respondió que si el rey supiera el placer que supone
engañar a la gente, dejaría el trono para ser bandido.
Al-Mutamid lo perdonó y le dio un puesto en su guardia personal.
El ingenio y la generosidad eran cualidades que ya tenían, y apreciaban, los
andaluces de hace mil años.
Las relaciones entre Alfonso VI y al-Mutamid, los dos reyes más poderosos de
su tiempo, fueron de enfrentamientos continuos. Vamos a dar un repaso a los
más importantes que la Historia ha recogido.
Para los cristianos era una fuente imprescindible de ingresos las parias que
cobraban a las taifas. E intentaban cobrarlas a todas. Como las taifas entre sí
estaban en continuas guerras (recordemos las malas relaciones que existían
entre los árabes yemeníes y los beréberes africanos), ello creaba unas alianzas
políticas muy complejas. Las parias obligaban al que las cobraba a proteger a
quien las pagaba. Una taifa guerreaba contra otra y pedía ayuda al cristiano
que lo tenía que proteger. Pero como en ocasiones también cobraba parias a la
otra taifa, se daba el caso que las tropas del rey cristiano tenían que luchar
contra sus propias tropas que defendían la taifa contraria. O contra otro rey
cristiano.
En este contexto encontramos el comienzo del primer contacto entre los
protagonistas de nuestra historia de hoy.
Alfonso se encontró con su reino recuperado en la extensión que tenía con su
padre Fernando I en noviembre de 1072. Inmediatamente empezó a restaurar
el sistema de parias, que se había degradado durante la guerra civil de los tres
herederos de Fernando.
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Así en 1073 envió a Pedro Ansúrez al reino de Granada a exigir el pago de
20.000.- mizcales de oro. El rey de Granada, el zirí Abd Allah ibn Buluggin,
confiado de que entre León y Granada estaba la taifa toledana de al-Mamum,
no se amedrentó y despacho a Pedro Ansúrez con una negativa.
El pobre Abd-Allah no sabía del pacto que habían hecho Alfonso VI y alMamum cuando Alfonso estuvo desterrado en Toledo por su hermano Sancho.
En dicho pacto Alfonso se obligaba a respetar y defender el reino de Toledo
mientras viviesen Yahya al-Mamum y su hijo. Por parte su parte, al-Mamum
se obligaba a darle apoyo logístico en sus operaciones.
Este pacto se complementó con otro acuerdo que Pedro Ansúrez negoció con
Ibn-Ammar, el visir de al-Mutamid. En éste animaba a Alfonso a apoderarse de
la ciudad de Granada y que el inmenso botín fuera para Alfonso y la ciudad
para al-Mutamid. Para ello le aconsejó que se apoderara y reforzara el castillo
de Belillos, situado a unos 30 Km al noroeste de Granada y desde donde
podría hostigar la vega e, incluso, apoderarse de la ciudad. (Proyección nº 16)
(Nota 7).
En Belillos se instaló una guarnición sevillana reforzada por un destacamento
cristiano. Todos los intentos que hizo Abd-Allah por apoderarse de él fueron
infructuosos y, al final le pagó a Alfonso los 20.000.- mizcales.
En las conversaciones entre Alfonso y el rey de Granada actuó de mediador alMamun, el rey de Toledo, que como amigo de Alfonso lo había ayudado en sus
incursiones. Pero esta ayuda no fue desinteresada: la taifa toledana le arrebató
a Sevilla la ciudad de Córdoba y toda su región. Este desastre obligó a alMutamid a abandonar Belillos, que fue ocupado sin lucha por el rey de
Granada, y a pagar nuevamente parias a Alfonso.
Y en este entorno es cuando puede datarse la célebre partida de ajedrez entre
ibn-Ammar y Alfonso VI. En 1078 se presentó Alfonso ante las murallas de
Sevilla con un importante ejército. Salió a recibirlo Ibn-Ammar a negociar y
como ambos eran muy aficionados a ajedrez, le regaló un magnífico juego. Lo
retó a jugar una partida. La apuesta fue que si ganaba Ibn-Ammar, se detendría
el avance sobre Sevilla. Ganó la partida y Alfonso no siguió avanzando, pero
duplicó las parias que tenían que pagar los sevillanos. (Proyección nº 17)
Poco después de esta partida, en 1079, se produce el más conocido encuentro
entre los hombres de Alfonso VI y al-Mutamid. Es la visita de El Cid a Sevilla y
que es recordada por la ciudad con la famosa estatua de Rodrigo Díaz de Vivar
que la escultora y mecenas norteamericana Anna Hyatt Huntington regaló a la
ciudad en 1930: “El Caballo” del Prado de San Sebastián, donde los que ya
hemos cumplido los 60 hemos quedado tantas veces con nuestros amigos
cuando la Feria se celebraba en aquel paraje. (Proyección nº 18)
Parece ser que ese año al-Mutamid se retrasó en pagar las parias. Alfonso VI
envió a El Cid, acompañado de su mesnada, a cobrar la deuda.
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Al mismo tiempo envió a Granada con igual cometido, a García Ordóñez,
Conde de Nájera, Fortún y Lope Sánchez, hermanos y nobles de García de
Pamplona, y Diego Pérez, uno de los notables castellanos, todos ellos con su
correspondiente mesnada.
Ya conocemos el estado de enfrentamiento constante que existía entre los
ziríes granadinos y los abbadíes sevillanos. Aprovechando Abd Allah de
Granada la estancia de los nobles castellanos a cobrar parias, les pidió que lo
ayudaran a solventar algunos problemas fronterizos que tenía con al-Mutamid.
Estos accedieron y en coalición con el ejército granadino, avanzaron por tierras
de la taifa sevillana.
Al-Mutamid enseguida le exigió a El Cid que respondiera a la agresión. Él tuvo
claro que debería hacerlo, pero antes se dirigió a los nobles castellanos
pidiéndoles que, por respeto al Rey, detuvieran su avance y se retiraran a sus
fronteras.
El ejército granadino apoyado por los nobles castellanos, confiados en su
superioridad, no hicieron caso y siguieron su avance. El ejército sevillano, con
la ayuda de Rodrigo, salió a su encuentro y se produjo el encuentro en las
proximidades de Cabra.
Fue una derrota total de las fuerzas granadinas. Fueron hechos prisioneros los
nobles castellanos y en esa situación los mantuvo El Cid durante tres días.
Luego los dejó marchar, pero quedándose con sus tiendas y su impedimenta.
El bochorno de aquellos orgullosos nobles, sobre todo de García Ordóñez
(Nota 8), fue inenarrable. Nunca se le olvidaría y, como estaba próximo al Rey,
siempre estuvo encizañando las relaciones entre Alfonso VI y Rodrigo Díaz de
Vivar. Este fue uno de los motivos, poco después, del primer destierro de El
Cid.
El Cid regresó a Sevilla y al-Mutamid lo colmó de honores. Volvió a Castilla con
las parias cobradas y con muchos regalos que fueron entregados al Rey.
En 1082 hay otro enfrentamiento entre los dos reyes. Como cada año Alfonso
envía su embajada a cobrar las parias. Va dirigida por el judío Ibn Shalib. Los
embajadores levantan sus tiendas en las afueras de la ciudad. Allí van los
enviados de al-Mutamid con el importe del tributo. Ibn Shalib examina el pago y
comprueba que parte de las monedas son de baja ley. Devolvió las monedas
diciendo que él no quería más que oro puro y que el próximo año exigiría
ciudades.
Al-Mutamid montó en cólera y ordenó crucificar al judío y apresar a toda la
embajada. Así se hizo a pesar de que Ibn Shalib se comprometió a pagar su
peso en oro por el rescate.
El rey sevillano, comprendiendo la gravedad de su acción, escribió al emir de
los almorávides pidiendo ayuda. Yusuf ibn Texufin le contestó que antes de
pasar a la península tenía que conquistar Ceuta.
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Alfonso no podía dejar sin respuesta semejante ofensa. Juró por la Trinidad y
por todos los santos tomar cumplida venganza.
Pero antes tuvo que negociar la liberación de sus embajadores. Y aquí aparece
de nuevo nuestra querida tierra: La Mancha. Tuvo que entregarle a al-Mutamid
la plaza de Almodóvar del Campo. Este hecho nos demuestra como Alfonso
estaba preparando la toma de Toledo (incorporada a Castilla en 1085). Tres
años antes ya tenía una base avanzada, a más de 150 Km al sur de Toledo,
para prevenir posibles incursiones o ayudas a la ciudad.
Y la venganza se produjo. Alfonso preparó un ejército con dos columnas. Una
de ellas atacó por Coimbra, bajando hacia Beja y de allí a Sevilla, acampando
en Triana.
La otra, al mando del propio Rey, fue directamente a Sevilla arrasando cuanto
encontró a su paso. Reunidas las dos columnas se mantuvieron tres días en
los alrededores de la ciudad, saqueando las aldeas del Aljarafe. Después
continuaron hacia Medina Sidonia y de allí a Tarifa, donde Alfonso pisó las olas
de la playa y dijo la frase que ha pasado a la historia “ Éste es el límite de alAndalus, yo lo he pisado”.
Esta fue, aparte de un escarmiento a al-Mutamid por la violación de la
inmunidad de los embajadores, una demostración de fuerza para hacer ver a
las taifas quien mandaba en España. Los reyes de taifas miraban, cada vez
con más angustia, a los almorávides. Y estos ya habían comenzado el asedio
de Ceuta.
En Mayo de 1085 Toledo se incorpora a los reinos cristianos. Las taifas
contemplan horrorizadas lo que se les avecina y la única esperanza que creen
tener son los almorávides. El 30 de junio de 1086 un destacamento escogido
de 500 hombres de Yusuf ibn Texufin desembarca en Algeciras y ocupan el
arsenal de la ciudad. Al día siguiente desembarcan nuevos contingentes y la
ocupan, así como sus alrededores. Al-Mutamid, que había cedido la plaza para
que los almorávides tuvieran su propia base de operaciones, ya tiene en casa a
los que habrían de ser, pocos años después, los causantes de la pérdida de su
reino y de su libertad.
El 23 de octubre de 1086, en la batalla de Sagrajas en las cercanías de
Badajoz, es el siguiente encuentro de nuestros dos protagonistas. Fue un
desastre para las tropas cristianas. Un ejército aliado de las tres taifas, Sevilla,
Granada y Badajoz, con el contingente de almorávides, derrota de forma
contundente a las tropas de Alfonso VI. Hay constancia histórica que las tropas
sevillanas tuvieron una valiente actuación en la batalla y que al-Mutamid resultó
herido levemente en una mano. Alfonso resultó gravemente herido de un
lanzazo en una pierna y tuvo que huir a caballo y refugiarse en la fortaleza de
Coria (Cáceres). La suerte que tuvo es que los almorávides no supieron
explotar la ventaja y una vez finalizada la lucha, volvieron a sus bases.
La batalla de Sagrajas (o Zalaca, como también se la conoce), supuso un antes
y un después en el reinado de Alfonso VI. Hasta entonces había impuesto su
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poder por toda España. Después una lucha sin cuartel con los almorávides, sin
ninguna ganancia territorial, con numerosas y sangrientas derrotas, pero
manteniendo en su poder Toledo y el Tajo como frontera. Únicamente el Cid,
en Valencia, venció en tres ocasiones a los africanos: la primera en enero de
1094 en Almusafes, la segunda en octubre del mismo año en Cuarte y la
tercera en enero de 1097 en Bairén. Los almorávides no volvieron por Valencia
hasta tres años después de morir Rodrigo Díaz de Vivar. Esta serie de victorias
le permitieron mantener su señorío, a la vez que sirvió como dique de
contención a la marea almorávide en sus intentos de avanzar hacia Aragón y
Cataluña. (Proyección nº 20)
Para al-Mutamid fue el comienzo del fin. Cinco años después sería depuesto
de su reino y desterrado a Agmat, a unos setenta Km al sur de Marrakech,
donde también residía Abd Allah de Granada, que había sido confinado en esa
ciudad un año antes.
Pero no adelantemos hechos, ya que aun hay una bella historia de amor que
relaciona a nuestros protagonistas. Bella y trágica historia.
A principios de 1091 al-Mutamid tenía conciencia de lo que le esperaba con los
almorávides. Vuelve sus ojos a Alfonso VI solicitando su ayuda y cediéndole, a
cambio, algunos castillos en el límite de La Mancha con Andalucía. Tal vez
Almodóvar del Campo, Caracuel y Alarcos que, en algún momento estuvieron
bajo al autoridad del rey de Sevilla.
Un hijo de al-Mutamid, al-Mamun ibn Abbad, estaba de gobernador en Córdoba
cuando la presión de los almorávides sobre la ciudad era ya insostenible. En
vista de que era inviable la defensa de la ciudad, envió a su esposa, Zaida, y
familia con todas sus joyas y objetos preciosos al castillo de Almodóvar del Río.
Él quedó al mando de la guarnición y la ciudad fue tomada al asalto el 27 de
mayo de 1091. En la defensa murió el príncipe sevillano. (Proyección nº 19)
Alfonso VI envió un fuerte ejército al mando de Alvar Fáñez en socorro de
Sevilla. La columna fue interceptada y derrotada en Almodóvar del Río. No
obstante, a Alvar Fáñez le dio tiempo de recoger a Zaida, la esposa del
príncipe sevillano, y llevarla con él a Castilla. Fue acogida en la corte de
Alfonso VI y el rey se enamoró de ella.
La mora Zaida (como se la conoce en la historia) le dio al Rey lo que el más
deseaba: un hijo varón, el infante Sancho. Alfonso se había casado ya tres
veces y no tenía más que hijas. Es más que probable que este hijo naciera
antes del matrimonio, pero el hecho es que por esas fechas, año 1100, el rey
volvió a quedarse viudo y se casó con Zaida, que previamente se había
bautizado y cambiado su nombre por Isabel.
Y, lamentablemente, no podemos decir aquello de que fueron felices y
comieron perdices, ya que la reina Isabel falleció en 1107, el infante Sancho
moriría en 1108 luchando contra los almorávides en la batalla de Uclés y
Alfonso VI moriría entristecido y amargado en 1109.
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En cuanto al-Mutamid su suerte estaba echada. La derrota de Alvar Fáñez en
Almodóvar del Río acabó con las esperanzas de salvar Sevilla de las garras de
los africanos. En septiembre de 1091 cayó Sevilla y al-Mutamid fue apresado;
con su familia fue desterrado a Marruecos y obligado a residir en Agmat. Allí
murió cuatro años más tarde. En la amargura del destierro escribió unas de las
mejores poesías de la literatura árabe de todos los tiempos. (Proyección nº 21)
Para finalizar reproduzco uno de los más bellos poemas de al-Mutamid. Como
se puede apreciar tenemos a ITIMAD en acróstico (*). Hace 920 años ya existía
un poeta andaluz que dominaba esta técnica.
Ignoran mis ojos tu presencia, pero vives en mis entrañas.
Te saludo con mil lágrimas de pena y mil noches sin dormir.
Ingeniaste como poseerme, algo difícil, y viste que mi amor es fácil.
Mi deseo es estar contigo siempre. ¡Que se me conceda ese deseo!
Asegúrame que cumplirás la promesa y no te cambiarás por mi lejanía.
Di cabida a tu dulce nombre aquí, escribiendo sus letras.
Este bello poema está cantado, con ritmo de bulerías, por el gran cantaor
granadino Enrique Morente. Lo tiene editado en una grabación de 1983.
(*) Acróstico: Composición poética en que las letras iniciales, medias o finales de los
versos forman un vocablo o una frase.
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NOTAS
(1).- La cultura en los reinos de taifas fue una constante que ya había
comenzado con el califato de Córdoba en el Siglo X, al imitar a Bagdad en el
fomento y protección de las ciencias y las artes.
A los palacios andaluces, todos ellos con espléndidas bibliotecas, llegaban
rápidamente desde todos los países del Islam, los libros más selectos de las
más variadas disciplinas científicas, filosóficas y artísticas que se escribían o
traducían, sin olvidar los que se producían en Al-Andalus.
Los mismos reyes, en muchos casos, eran verdaderos científicos. Dos
miembros de la familia Banu Hud, Moctádir y Mutamin de Zaragoza, eran
filósofos y matemáticos importantes y sus obras muy valoradas por
Maimónides y su escuela. El rey taifa de Badajoz, Modaffar ben Aftas, fue autor
de una enciclopedia de 50 volúmenes, cuya información fue obtenida de la
riquísima biblioteca de palacio.
La pequeña taifa de Almería había varios centros literarios con importantes
bibliotecas y la del visir del segundo rey llegó a contar con 400.000 volúmenes.
Allí se recibían y recompensaban con largueza los poetas y representantes de
todas las artes.
Alfonso X el Sabio se sirvió de todo este caudal de cultura para su Grande y
General Historia, sobre todo de la obra del príncipe de Huelva Abú Obaid el
Becrí, excelente geógrafo e historiador, que residía en la corte de al-Mutamid
en Sevilla.
(2).- La información procede de un artículo publicado en ABC el 11 de enero
de 2003 y que está firmado por D. Juan Miguel Arrieta, ex Alcalde de
Pamplona.
En el artículo D. Juan Miguel Arrieta, acusa al nacionalismo vasco, y al
lehendakari Ibarreche en especial, de un desmedido afán de confundir y
apropiarse de la Historia de Navarra. Para el lehendakari, Euskadi, el
nacionalismo vasco y el Reino de Navarra, con más de mil años de historia y
madre de diversos reinos forjadores de la unidad de España, como Castilla y
Aragón, son todo una misma cosa.
Con respecto al mapa, y esto es comentario mío, la realidad es que confunde,
por supuesto que interesadamente, las posibles buenas relaciones, incluso de
vasallaje, con otros reinos o condados independientes, y atribuye el dominio e
incluso la posesión de muchos territorios al Reino de Pamplona-Nájera, que
jamás le pertenecieron.
Sancho III, que murió en la plenitud de su poder, dejó en herencia a sus hijos
los reinos de Navarra, Castilla, Aragón y Sobrarbe-Ribagorza (estos tres
últimos convertidos de condados independientes en reinos, aunque Sobrarbe-
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Ribagorza se incorporó posteriormente al reino de Aragón). Les dejó lo que
realmente poseía. Lo demás son entelequias y deseos de manipular los hechos
históricos en beneficio de ideas políticas, cosa bastante frecuente en todas las
épocas.
(3).-La Crónica Najerense, de unos noventa años posterior a la batalla, nos
relata la versión de la misma considerada favorable a los castellanos. Refiere
que, acampadas las huestes en Golpejera la noche anterior a la batalla, el rey
Sancho y sus vasallos principales conversaban acerca de lo mucho más
numeroso que era el ejército leonés. “Si ellos son más – dice Sancho con
jactancia – nosotros somos mejores y más fuertes; mi lanza valdrá por mil
caballeros y la de Rodrigo Campeador por cien.” Rodrigo, mucho más
prudente, dice: “Yo, por mí, solo afirmo que combatiré contra un caballero y
Dios dirá después”. El rey insiste en que acceda a reconocer que peleará
contra cincuenta, cuarenta, treinta... o, al menos, contra diez. La única
respuesta de Rodrigo es: “Lucharé contra uno y Dios dirá”.
La batalla causó una gran mortandad y Alfonso cayó prisionero de los
castellanos y Sancho de los leoneses. Rodrigo, rotas sus armas, se encontró
con un grupo de catorce caballeros leoneses que llevaban preso a Sancho y
les gritó: “¿A dónde lleváis así a nuestro señor, si el vuestro también está
prisionero? Devolvámonos libres a uno y otro rey”.
Los leoneses ignoraban la prisión de Alfonso y contestan al Campeador: “¿Por
qué sigues, necio, a tu rey cautivo? ¿Piensas tú solo librarlo de nuestras
manos?”. Rodrigo desafió a los leoneses a que le dieran una lanza y ellos, por
desprecio, le entregaron una y siguieron. Rodrigo tomó la lanza, espoleó al
caballo y se lanzó contra los leoneses; derribó a dos e hirió a otros, libertó a
Sancho, que tomó armas de los caídos y ya juntos acabaron con los restantes,
con lo cual la batalla no tardó en decidirse a favor de los castellanos.
El Tudense, del leonés Lucas de Tuy, más de ciento cincuenta años después
de la batalla, hace una crónica de la misma grata a los leoneses. No dice que
los leoneses fuesen más numerosos, solo que la batalla fue durísima; al final el
rey Sancho y los castellanos retrocedieron y abandonaron el campamento y
Alfonso ordenó que no se les persiguiese. Entonces Rodrigo anima a Sancho y
le dice: “He aquí los gallegos con tu hermano el rey Alfonso, que después de la
batalla duermen tranquilos en nuestras mismas tiendas; caigamos sobre ellos
al amanecer y los venceremos”. Sancho aceptó y reuniendo los restos de su
ejército atacó a los leoneses, que como estaban desarmados fueron vencidos
y su rey hecho prisionero.
(4).- Pedro Ansúrez, ayo de Alfonso VI y luego su hombre de confianza, era
Conde de Carrión, de Saldaña y, posteriormente, de Zamora. La capital del
condado era la ciudad amurallada de Santa María de Carrión (hoy Carrión de
los Condes) y de allí era oriunda la brillantísima familia de origen mozárabe los
Beni Gómez, a la cual pertenecían los hermanos Ansúrez (Gonzalo, Pedro y
Fernando).
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Los musulmanes llamaban a esta familia los Beni Gómez (hijos de Gómez), ya
que eran descendientes del famoso Gómez Díaz, yerno de Fernán González y
alférez de éste por los años 930. Los cristianos también los conocían por este
sobrenombre y el Cantar del Mío Cid cita la familia como ilustre:
de natura sodes de los de Vanigómez
onde salíen condes de prez e de valor
Pedro acompañó toda su vida a Alfonso y, cuando murió, a su hija y heredera
Urraca.
(5).- Hay una creencia bastante generalizada de que la Infanta Urraca heredó
de su padre la ciudad de Zamora. Es un error, ya que Fernando I, en su
testamento, dejó en herencia a sus hijas, Urraca y Elvira, el infantazgo monacal
de todos los monasterios de los tres reinos. Eso sí: con la condición de que no
se casasen. Parece que las infantas no llevaron con paciencia el celibato;
sobre todo Elvira que llevó una vida bastante licenciosa, desde el punto de
vista de los religiosos/as que tenía, teóricamente, a su custodia y cuidado.
La ciudad de Zamora fue entregada por Alfonso a Urraca, con la anuencia de
Pedro Ansúrez a quien pertenecía. No olvidemos que éste era Conde de
Zamora. Con esta cesión Alfonso distinguía a su hermana mayor, a la cual la
trató como reina hasta que éste se casó. Entre ambos hermanos existía un
gran cariño. Ya hemos visto a Urraca intercediendo ante Sancho II por su
hermano Alfonso cuando estaba prisionero en Burgos, consiguiéndole un
cómodo confinamiento en la taifa toledana.
Es de resaltar la generosidad (absolutamente infrecuente en aquella época) de
Sancho con sus dos hermanos, Alfonso y García, enviándolos a residir en
Toledo y Sevilla, comparada con la crueldad que Alfonso trató a su hermano
García, encerrándolo, cargado de cadenas, en el castillo de Luna hasta su
muerte. Crueldad que debe ampliarse a Urraca, ya que si ella hubiera pedido a
Alfonso un trato más favorable para García, seguramente no hubiera tenido un
final tan terrible.
Cuenta la historia que cuando García estaba ya muy enfermo, próximo a morir,
Alfonso ordenó se le quitasen las cadenas. García se negó a ello y murió
encadenado. En su epitafio, grabado en la lápida de su sepulcro, así se dice.
(6).- ibn-Ammar nació en Santiponce de familia pobre, consiguió en 1053 una
pensión del palacio por sus magníficos versos dedicados al rey al-Mutadid.
Aproximadamente por esa fecha al-Mutadid envió a su hijo al-Mutamid, con
solo doce años de edad, de gobernador a Silves. Encomendó a ibn-Ammar que
lo acompañase y actuase como consejero.
La amistad tan íntima que tenían los dos jóvenes no gustó al-Mutadid y en
1058 los hizo regresar. Algo ocurrió que no gustó a al-Mutadid, pero el hecho
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es que sobre 1062 ibn-Ammar fue desterrado de la corte sevillana. Logró ser
acogido al servicio de los Banu Hud, reyes de la taifa de Zaragoza.
Cuando en 1069 al-Mutamid hereda en trono, uno de sus primeros actos es
llamar a palacio a su amigo de juventud ibn-Ammar. Lo envía de gobernador a
Silves, pero no por mucho tiempo, ya que pronto lo hace volver a Sevilla y lo
nombra visir para tenerlo a su lado y disfrutar de las veladas poéticas tan del
agrado del rey.
Como intrigante que era, convenció a al-Mutamid de que sería fácil conquistar
el reino de Murcia y sin informar al rey negoció la ayuda del conde de
Barcelona, el cual, además de exigir una cuantiosísima suma por su ayuda,
impuso como garantía de cobro que se quedase como rehén el príncipe alRasid, hijo de al-Mutamid. Falló el primer intento de anexión de Murcia y alMutamid tuvo que pagar una enorme cifra al conde de Barcelona por la libertad
de su hijo. Ibn-Ammar siguió intrigando y esta vez se alió con el alcaide del
castillo de Vélez Rubio. Logró conquistar Murcia, pero su aliado le traicionó y
tuvo que huir.
Se refugió nuevamente en la corte de Zaragoza y desde allí, cargado de odio
hacia al-Mutamid, escribió un poema satírico dirigido contra al-Mutamid e
Itimad. Al-Mutamid decidió castigarlo y cuando en una de sus intrigas y
aventuras lo cogieron prisionero, al-Mutamid pagó a sus captores una fuerte
cantidad e ibn-Ammar fue a parar a las mazmorras de Sevilla. Al-Mutamid le
cortó la cabeza personalmente.
Hay una biografía novelada de ibn-Ammar escrita por D. Claudio Sánchez
Albornoz. Está publicada por Espasa Calpe en la Colección Austral y se llama
“Ben Ammar de Sevilla”.
(7).- La historia del castillo de Belillos está redactada en base a las memorias
de Abd Allah ibn Buluggin, último rey zirí de Granada, destronado por los
almorávides en 1090. Están publicadas por Alianza Editorial con el título de “El
Siglo XI en primera persona”. En el Capítulo V se describen todos los detalles
del relato, pero el traductor (el gran arabista y académico D. Emilio García
Gómez) no proporciona datos de la ubicación de la fortaleza.
D. Manuel Martínez Martín, profesor de la E.U.A.T. de la Universidad de
Sevilla, ha localizado un castillo que reúne todas las características descritas
de la fortaleza de Belillos. Incluso su arquitectura muestra la influencia de las
construcciones militares leonesas de aquella época. Este castillo está en
Moclín (Granada) y D. Manuel Martínez Martín está desarrollando sobre este
tema su tésis doctoral en Bellas Artes. Tiene publicada la parte referida a
Belillos en la revista “Aparejadores”, editada por el Colegio de Aparejadores y
Arquitectos Técnicos de Sevilla.
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(8).- García Ordóñez era de familia de al alta nobleza castellana. Su padre,
Ordoño Ordóñez, fue alférez de Fernando I. Entre 1067 y 1070 Sancho II lo
nombra gobernador de Pancorbo, pero es con Alfonso VI cuando comienza a
sobresalir en la corte. En 1074 figura como alférez de Alfonso y en 1076 ya es
Conde de Nájera.
El que sería el más encarnizado enemigo del Cid en la corte de Alfonso VI, hay
constancia de que en los primeros tiempos eran amigos. Se les encuentra
juntos desde muy jóvenes, ya que los nombres de ambos aparecen, uno junto
al otro, en varios documentos de la primera época, incluso reinando Fernando
I. Pero la derrota que en Cabra le infringió el Campeador, hizo que las
relaciones entre ambos se rompieran totalmente.
No fue un buen militar. Aparte de la derrota de Cabra, también fue vencido y
hecho prisionero por Pedro I de Aragón en Alcoraz (1096) y fue incapaz de
presentar batalla a Rodrigo Díaz de Vivar cuando éste asoló sus tierras en
1092.
El Conde García Ordóñez, absolutamente vulgar en sus actuaciones tanto
militares como políticas, tuvo la habilidad de hacerse grato a los ojos de
Alfonso VI, el cual lo distinguió con su confianza al extremo de entregarle a su
único hijo Sancho para que se educase a su lado.
La última derrota de García Ordóñez fue en Uclés, luchando contra los
almorávides en 1108. Allí murió el infante Sancho (debía tener unos 15 años) y
García Ordóñez pudo redimir sus muchos fracasos con una muerte heroica:
defendiendo con su escudo al infante cuando estaba rodeado de musulmanes.
BIBLIOGRAFÍA
Gran parte de los datos obtenidos proceden de la obra “La España del Cid” de
D. Ramón Menéndez Pidal.
Al-Mutamid de Sevilla - Poesía completa
Editorial Comares, SL
Otras obras y escritos de autores utilizados, son referenciados en el texto.
También se han consultado “Historia de España antigua y medieval” de D. Luis
G. de Valdeavellano, así como “El Cid Histórico” y “Alfonso VI” de D. Gonzalo
Martínez Díez y La España Musulmana de E. Lévi-Provençal (Colección
Historia de España de Espasa Calpe).
Y, por supuesto, artículos, fotografías, mapas y esquemas publicados en
Internet.
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