Perderse por la histórica ciudad de Cuenca es una suerte, como lo es visitar, en la serranía, la Ciudad Encantada, un sobrio jardín de piedra creado por la lluvia y el viento. La provincia de Cuenca es una de las cinco que integran la Comunidad de Castilla-La Mancha, la quinta en extensión de todas las de España (17.061 kilómetros cuadrados) y una de las menos pobladas. Se trata de una población eminentemente rural, muy dispersa, que solo llega a formar una concentración urbana de importancia: la ciudad de Cuenca. En la capital se concentra también buena parte del patrimonio artístico de la provincia, bellezas tan singulares como las Casas Colgadas o como la catedral de estilo gótico-normando, las cuales le han dado renombre universal y han sido motivo de su declaración como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Además de su capital, Cuenca atesora paisajes tan excepcionales como los que se descubren a lo largo de la ruta de la alta Serranía, adentrándose en las laberínticas soledades del sistema Ibérico que se extienden al norte y a naciente de la capital: la Ciudad Encantada, el nacimiento del río Cuervo, la hoz de Beteta… Desperdigadas por los confines de la provincia hay, por último, un puñado de villas monumentales que nos hablan de la historia larga y rica de Cuenca, señaladamente las de Uclés, Belmonte y Alarcón. Ciudad de Cuenca Encaramada a 1.001 metros sobre una plataforma rocosa en la confluencia los ríos Júcar y Huécar, que han excavado en derredor sendos barrancos de formas caprichosas, Cuenca parece desafiar las leyes de la gravedad y el tiempo. La ciudad vieja –alta, amurallada y encastillada en torno a la alcazaba– se caracteriza por una arquitectura medieval en altura, que obedece a la falta de espacio y que en ocasiones incluso crece asomándose al vacío (así, las famosas Casas Colgadas sobre la hoz del Huécar, del siglo XIV). A los vestigios de época morisca se superponen los edificios medievales, renacentistas y barrocos formando un conjunto abigarrado y heterogéneo, que el visitante no se cansa de mirar y pasear. Las mejores vistas de la Casas Colgadas se observan desde el Puente de San Pablo, construido en 1902 con un aspecto, al gusto de la época, industrial y hierro rojo. De la antigua alcazaba árabe sobrevive una magnífica torre cuadrada conocida como torre Mangana. Sobre la primitiva mezquita, a partir del siglo XII, se fue erigiendo una catedral que, tras sucesivas reformas, ha acabado siendo un compendio del arte español. En ella destacan el coro, la rejería, la capilla mayor –obra de Ventura Rodríguez– y, detrás de ésta, un relicario en mármol y jaspe llamado el Transparente. Junto a la catedral, en el palacio Arzobispal, se halla el muy notable Museo Diocesano. Enfrente, el Museo de Cuenca ofrece una visión completa de la historia de la provincia. También son dignas de atención la Casa de la Inquisición (Archivo Provincial), el complejo de las carmelitas (Universidad Menéndez Pelayo) y las blasonadas casas-palacio de San Pedro. En un edificio del siglo XVII, el antiguo convento de las Carmelitas, se hallan la Fundación Antonio Pérez, que alberga una buena colección pictórica, y el Museo de Electrografía. Otro espacio museístico de obligada visita es el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, que está situado en la encantadora plaza de la Merced. Pero, sin lugar a dudas, el museo más destacado y la atracción número uno de la capital conquense es el de Arte Abstracto Español. Inaugurado en 1966, este museo instalado en las Casas Colgadas –algunas ventanas parecen auténticos cuadros– expone una valiosa colección de pintura y escultura, reunida por Fernando Zóbel, de los mejores artistas abstractos españoles: Chillida, Tàpies, Saura, el propio Zóbel, Cuixart, Sempere, Rivera, Millares… La larga lista de museos que el viajero puede visitar en Cuenca se amplió en 2013 con el Museo de los Objetos Encontrados, que alberga los objetos que el coleccionista y crítico Antonio Pérez lleva coleccionando desde hace más de medio siglo. Los numerosos restaurantes de la ciudad ofrecen la posibilidad de degustar especialidades gastronómicas bien ricas y típicas: morteruelo, zarajos, ajo arriero, gazpachos, migas ruleras, salmorejo, pisto, gachas…, todas ellas acompañadas por los cada vez más valorados vinos de La Mancha. La Semana Santa de Cuenca, declarada de interés turístico internacional, y la Semana de Música Religiosa, que se celebra inmediatamente antes de ésta y en la que intervienen grandes orquestas de toda Europa, son ocasiones perfectas para descubrir esta bellísima ciudad. A 30 km al este de Cuenca, en la sierra de los Palancares, se halla un conjunto excepcional de hoyas o depresiones de origen kárstico, formadas por la disolución del terreno calizo, que recuerdan vivamente cráteres volcánicos. Las torcas de los Palancares, que así se llaman, son alrededor de 30, con un diámetro que oscila entre 50 y 600 metros, y una profundidad de entre 10 y 80 metros. Tienen acceso desde Cuenca por la carretera de Teruel (N-420), doblando a la izquierda 1,6 km después de pasar el desvío a Mohorte. Muy cerca se encuentran las siete lagunas de Cañada del Hoyo, de idéntico origen que aquellas, pero más hermosas aún por estar anegadas de aguas de intenso color azul o verde esmeralda. Ruta de la Alta Serranía La protagonista de esta ruta de 200 kilómetros es el agua, pues fruto de su acción incesante sobre la roca caliza son las caprichosas formaciones de la Ciudad Encantada, las cascadas tobáceas del recién nacido río Cuervo y gargantas tan espectaculares como la hoz de Beteta. Por otra profunda hoz, la que surca el Júcar junto a la capital, sale la carretera CM-2105 hacia Villalba de la Sierra, que dista 22 kilómetros de Cuenca. ‒ Villalba de la Sierra: puerta de entrada de la alta Serranía, Villalba goza de gran prestigio en materia culinaria por las judías con chorizo, los caracoles y las gachas que se elaboran en sus restaurantes. Un enclave excepcional es el mirador del Ventano del Diablo, que se halla a 3 kilómetros del pueblo siguiendo por la CM2105, bien señalizado junto a la carretera. Se trata de un peñasco con dos orificios naturales abiertos como ventanas sobre los espeluznantes acantilados que ciñen las aguas verdes del Júcar. ‒ Ciudad Encantada: declarada Sitio de Interés Natural en 1929, ocupa una finca privada de 20 kilómetros cuadrados y dispone de un circuito señalizado de 2,5 km que permite recorrer en dos horas las calles, plazas y puentes que la erosión ha esculpido en la piedra a lo largo de miles de años. Jalonan el paseo rocas fantásticas que reciben nombres tan expresivos como la Escuadra de Barcos, la Cara del Hombre, la Lucha entre el Cocodrilo y el Elefante o los Amantes de Teruel. En cada una de las formaciones rocosas hay instalado un atril con información y curiosidades del parque. Los fines de semana se organizan visitas guiadas interpretativas para conocer más a fondo las curiosidades de este mágico rincón. ‒ Uña: ya a la altura del kilómetro 34 de la CM-2105 está Uña, pueblo que mira y da nombre a una laguna de ocho hectáreas, enmarcada por un circo de escarpados riscos calizos y poblada de carrizales y de ánades. Más adelante, la carretera orilla el embalse de La Toba –ideal para el baño–, formado por las aguas represadas del Júcar, a cuya vera corre desde el inicio esta ruta. ‒ Huélamo y Tragacete: la ruta sigue por el precioso pueblo de Huélamo –escalonado en la ladera de un cerro, bajo un picudo peñasco donde en tiempos se alzó un castillo bereber– y por carretera CM-2106 hasta Tragacete. Próximo al nacimiento del Júcar y a la segunda mayor altura de la Serranía –el cerro de San Felipe, 1.839 metros–, Tragacete posee la única red de senderos señalizados de toda la comarca, perfectamente balizados con jalones de madera y marcas de pintura blanca y amarilla. Los más bellos son el sendero PR-CU 3 (19 km, 6 horas, apto para bicis de montaña), que discurre por la ladera occidental del cerro de San Felipe, a través de estrechos barrancos, pinares y un tramo del Júcar; y el PR-CU 4 (10 km, 3 horas), que bordea el cerro Espinosa y pasa cerca del nacimiento del Júcar en el estrecho del Infierno. ‒ Nacimiento del río Cuervo: por la misma carretera CM-2106 se alcanza, 13 kilómetros después, el paraje del nacimiento del río Cuervo, donde un panel informa de tres rutas alternativas a pie para gozar del mayor espectáculo acuático de la Serranía. La más completa, de 1,5 km de longitud –media hora–, permite contemplar una cascada tobácea donde el río se precipita por sucesivas repisas calcáreas, desmelenándose en cientos de saltos menores; arribar al nacimiento propiamente dicho, una gruta donde el Cuervo surge de sopetón de la entraña caliza de la montaña, y finalmente regresar al aparcamiento por la margen contraria del río. Pinos laricios, rodales de boj y, en las riberas, sauces, álamos, chopos, tilos y avellanos, dan un inusitado verdor a este enclave serrano. ‒ Beteta: a 29 km del nacimiento del Cuervo, siguiendo las carreteras CM-2106 y CM-2201, se halla Beteta, la capital del alto Guadiela. Poblada desde los tiempos de los arévacos, la anciana Vétera tiene una bonita plaza balconada y un ruinoso alcázar árabe, el de Rochafrida, que fue propiedad de Enrique de Aragón y cuartel del carlista Cabrera, desde el que se atalaya una amplia vega, ensangrentada de rojas mimbreras. Aguas abajo, el Guadiela se abre paso por la hoz de Beteta, la más profunda y boscosa de la sierra. La carretera que va a Cañizares (CM-210) la recorre ofreciendo una visión completa, pero quizá demasiado fugaz, de la misma. Más interesante es caminar por la hoz siguiendo un sendero ecológico de 2 km y una hora escasa de duración que se inicia en el kilómetro 46 de la CM-210, por detrás de una central hidroeléctrica. ‒ Solán de Cabras: una vez rebasada la hoz de Beteta, la CM-210 llega a Puente de Vadillos, donde confluyen el Cuervo y el Guadiela. Desde aquí, un corto desvío conduce a Solán de Cabras, renombrado balneario del siglo XIX, con espléndido jardín, y sede de una planta embotelladora de agua mineral, indicada para los males del riñón y del hígado y –antiguamente se decía– para la esterilidad. La CM-210 pasa luego por Cañizares, se cuela por el túnel de Mosaete y cruza el río Escabas. ‒ El Hosquillo: nada más cruzar el puente sobre el Escabas, hay que tomar a mano izquierda, en dirección a Fuertescusa, y remontar el río por la carretera más sinuosa, solitaria y espectacular de la Serranía. Gargantas, pinares, cascadas y zonas de baño se suceden durante 44 km hasta llegar, siguiendo las indicaciones de los letreros, ante la puerta del Parque Cinegético Natural de El Hosquillo, sito en una gigantesca hondonada donde viven en semilibertad ciervos, cabras monteses, gamos, corzos, muflones y osos pardos. Al interior del recinto solo puede accederse si se ha solicitado permiso, pero al mirador de la Peña del Reloj (1.534 metros) se puede subir caminando libremente por una pista de tierra de 900 metros de longitud –unos 20 minutos–, al cabo de la cual se goza de una vista sobrecogedora de los acantilados que rodean el parque. ‒ Los Callejones de las Majadas: retrocediendo 5 km desde El Hosquillo, se ha de coger el desvío que lleva a Las Majadas y al cercano paraje de Los Callejones, que es una formación geológica similar a la Ciudad Encantada, un laberinto fabuloso de oquedades, calles y plazoletas aprovechadas desde el siglo XVI como apriscos de ganado. Desde aquí, la carretera CUV-9113 conduce en 14 km a Villalba de la Sierra. Uclés Ciudad fortificada y antigua capital de la Orden de Santiago, Uclés (a 70 km de Cuenca) atalaya el confín occidental de la provincia desde lo alto de su castillo y su famoso monasterio, ambos edificados en el interior de un recinto amurallado en el que existen vestigios de las distintas épocas en que fue construido: romana, visigoda y árabe. El castillo, de origen árabe, se extiende de norte a sur a lo largo de la serrezuela donde se emplaza. Quedan en pie dos torres unidas por un arco de ladrillo y, al final de su parte opuesta, una torre albarrana dentro de un pequeño recinto; el resto de la antigua fortaleza fue sustituido por el actual monasterio. Del monasterio prioral de Santiago destacan, en el exterior, sus tres portadas, siendo la más lograda la principal, que se abre al mediodía, obra churrigueresca atribuida a Pedro de Ribera. La fachada de saliente del monasterio, construida entre 1530 y 1550 con balconadas y ventanales de rejería, es la de mayor tamaño del plateresco español. Ya en el interior, los elementos de mayor calidad los constituyen la monumental escalera, la sacristía con decoración plateresca y el artesonado del refectorio. En los alrededores de Uclés, merecen una visita Tarancón –en particular, su popular barrio de Castillejo, con grandes casonas de muro encalado y viviendas solariegas de recia fachada– y las ruinas de la ciudad romana de Segóbriga, donde pueden admirarse los restos de un teatro y de un anfiteatro capaces para 2.000 y 5.000 personas, respectivamente. Belmonte En el extremo suroccidental de la provincia, a 100 kilómetros justos de la capital, se alza esta villa que ha contado con vecinos tan famosos como el infante don Juan Manuel, el marqués de Villena y fray Luis de León. Además, en su castillo moraron Juana la Beltraneja y Eugenia de Montijo. Levantado en 1456 por Juan de Pacheco, primer marqués de Villena, el castillo de Belmonte tiene planta de estrella, seis torreones cilíndricos, murallas y patio triangular. Particularmente bellos son sus artesonados mudéjares, así como las decoraciones de los dinteles. Esta fortaleza fue refugio de Juana la Beltraneja, prisión con las tropas napoleónicas, retiro de Eugenia de Montijo (1857), convento de dominicos y cárcel tras la guerra civil. En la actualidad, es propiedad de la Casa Ducal de Peñaranda y está abierto al público desde 2010, tras su rehabilitación. Otro monumento de gran interés es la colegiata de San Bartolomé (siglo XV), joya del gótico renacentista, que cuenta con un notable coro y con la pila en la que fue bautizado fray Luis de León, el hijo más ilustre de Belmonte. Junto a la colegiata perdura el antiguo palacio de don Juan Manuel (1323), convertido en hotel spa. Alarcón Situada a 83 km al sur de Cuenca, sobre un cerro prácticamente rodeado por un meandro del río Júcar, Alarcón fue propiedad del infante don Juan Manuel –de ahí, el nombre de la plaza que se encuentra en lo más alto de la localidad– y, en 1211, sede de la corte de Alfonso VIII. De la importancia de su pasado habla su arquitectura religiosa: la parroquia de Santa María –renacentista, del siglo XVI–, con gran portada y tres naves; las iglesias de Santo Domingo de Silos (siglo XII), San Juan Bautista (siglo XVI), Santa María de la Orden de Santiago y la Santísima Trinidad, esta con portada plateresca. De la arquitectura civil destacan el castillo, del que se tiene noticia desde el año 780 y que hoy es parador de turismo; el Ayuntamiento (siglo XVI) y el palacio de los Castañeda, sede del Museo Miguel Ourbanzoff, pintor local. http://clubcliente.aena.es