Rita Pérez Jiménez de Moreno

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Rita Pérez Jiménez de Moreno
(23 de mayo de 1779 – 27 de agosto de 1861)
Nació el 23 de mayo de 1779, en la Cañada de los Pérez, del hoy municipio de San
Juan de los Lagos, Jalisco. Casó con don Pedro Moreno el 1º de mayo de l799 en la
casa de sus padres, en la cañada mencionada. Luego se establecieron en Lagos, en la
casa que hace esquina con Lic. Verdad y Pedro Moreno.
Cuando en 1814 don Pedro se lanzó a la guerra de Independencia y le hizo
presente su resolución a doña Rita diciéndole que era libre en conciencia para
seguirlo o quedarse con sus hijos en Lagos o en casa de sus padres, ella no trató de
disuadirlo y afirmó que con sus hijos correría la misma suerte de su esposo. Y a la
palabra unió la acción. Salió de Lagos con sus hijos y criadas y se unió al
pronunciamiento de la hacienda de La Sauceda.
La familia Moreno no se lanzó a la revolución de la independencia por
escalar una posición social ya que la tenían; ni por dinero, ya que vivían con holgura;
ni por tener más tierras, ya que eran dueños de las haciendas La Sauceda y La Daga donde nació don Pedro
Moreno, el Llano de los Coyotes (hoy Rancho de Toluca), además un sitio de ganado mayor en matanzas y
muchos semovientes. Doña Rita no fue Judith cortando la cabeza a Holofernes, ni Juana de Arco espada en
mano matando enemigos, ni Carlota Jorday apuñalando al revolucionario Marat... Ni incendió mecha al cañón
para ametrallar a sus enemigos... Pero sí nos dejó un ejemplo a seguir por su patriotismo, su lealtad a los
ideales, a su esposo, a sus hijos, a sus semejantes...
Pero no tuvimos una heroína tan exenta, tan sublime y abnegada como nuestra señora doña Rita a quien
no doblegó ni el hambre, ni la sed, ni la fatiga, ni el perder temporalmente a su hijita Guadalupe a cambio de la
cual el comandante Revuelta propuso a don Pedro canjearla por prisioneros realistas; lo cual Moreno no aceptó;
antes bien dijo: “Mi hija de nada le sirve a la Patria, tengo más hijos... podéis tomarlos”. A lo que doña Rita no
interpuso súplica y queja alguna; lo mismo hizo cuando el Brigadier de la Cruz, Comandante Militar de la
Nueva Galicia, propuso el indulto a todos los defensores del fuerte si se rendían incondicionalmente.
Ni cuando le notificaron que su hijo don Luis, junto con su tío don Juan de Dios, habían caído en el combate de
la Mesa de los Caballos, donde los atacaron los Coroneles Ordoñes y Castañón, a lo que ella tan sólo dijo: “Que
se haga la voluntad de Dios”.
Todavía el destino le reservaba un calvario de atroces sufrimientos, ya que el Mariscal don Pascual Liñán
en junio de 1817 atacó el fuerte con un poderoso ejército diez veces más numeroso que el número de los
sitiados; además; muy bien armados y dotados de todo lo necesario para el feliz término de la campaña.
En medio de ese campo de horror, de lágrimas y sangre que la guerra envolvió con el manto de la muerte,
aparecía siempre llena de una paciencia, de una abnegación y de un valor nada comunes en su sexo.
La mañana del 20 de agosto el ejército de Liñán tomó el fuerte por asalto y halló a “doña Rita sentada en
su casa rodeada de sus hijos y criadas, esperando con ánimo varonil el destino de la Providencia. De allí Liñán
la envió presa a León con escolta de caballería, yendo ella a pie, a pesar de estar ella embarazada; la
acompañaban sus criadas cargando a sus pequeños hijos. Ya en León fueron conducidas a la cárcel pública y
encerradas en una sala pequeña e insalubre que servía de capilla a los condenados a muerte.
A consecuencia de tanto padecimiento físico y moral, al día siguiente de haber llegado a Silao, murió la
niña Pudenciana y a los dos días abortó doña Rita. Pasaron algunas semanas y para colmo de su dolor y como
colofón de tanta desgracia tuvo la funesta noticia de la muerte de don Pedro Moreno a manos de los realistas.
Doña Rita vivió y murió sin odiar a nadie, ya que el odio no tenía cabida en alma tan grande y de nada se
arrepintió. El 27 de agosto de 1861 el alma de doña Rita se elevó al cielo escoltado por un coro de ángeles. Que
nuestra señora doña Rita sea nuestra mentora, nuestro faro viva eternamente en el altar de la Patria y en el altar
de nuestros corazones.
ALFARO ANGUIANO, César Gabriel, Los beneméritos de Jalisco, Guadalajara, 2003, Imprejal, 329 páginas.
P.229-235.
Link al Decreto 17839 que declara Benemérita a Rita Pérez Jiménez de Moreno:
http://congresoweb.congresojal.gob.mx/Servicios/sistemas/SIP/decretossip/decretos/Decretos%20LV/Decreto%
2017839.pdf
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