La violencia masculina en los Desengaños amorosos de María de

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The South Carolina Modern Language Review
Volume 5, Number 1
La violencia masculina en los Desengaños amorosos de María de Zayas
by Nadia Avendaño
College of Charleston
En las últimas dos décadas se ha notado un aumentado interés en María de Zayas
y sus “novelas”1. En el pasado, los críticos apenas se habían interesado en el género de la
novela corta (con la excepción de las Novelas ejemplares de Cervantes) porque tales
historias se percibían como literatura popular de poco valor literario. Sin embargo, ahora
con la cultura popular como objeto de estudio docto, el género ha recibido mayor interés.2
La producción literaria de María de Zayas y Sotomayor fue bien recibida en la
segunda mitad del siglo XVII. No sólo fue la escritora más exitosa de España de la época
pero fue la más leída después de Cervantes, Quevedo, y Alemán. Aunque este ensayo se
enfocará en el propósito feminista y concientizador de Zayas, es importante mencionar
que su narrativa escandalosa y salaz responde a una clara demanda por el público lector
de esa época. Una breve enumeración de los temas de sus “novelas” revela este intento
sensacionalista: la tortura, la violación, la desmembración, el asesinato, el travestismo, el
deseo lesbiano, y la homosexualidad figuran entre estos temas. Varios críticos han
intentado explicar el nivel excesivo de violencia en su obra y algunos ven su fascinación
con lo sangriento como una expresión del carácter barroco tan evidente en las artes
plásticas como también en el teatro (Brownlee 19).
La segunda parte de la colección de novelas de María de Zayas y Sotomayor,
publicada en 1649 con el título de Desengaños amorosos, nos ofrece una visión misógina
del mundo patriarcal en que viven las mujeres y muestra la crueldad y violencia que
infligen los hombres a las mujeres. En varias historias, narradas por las mujeres del
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marco novelesco, la protagonista experimenta una muerte violenta a manos del hombre.3
El hecho de que todas las protagonistas son inocentes enfatiza la idea de Zayas que los
hombres no son merecedores del amor de una mujer y que el único lugar seguro para la
mujer es el convento lejos del dominio del hombre.
De acuerdo con Patsy Boyer, Zayas utiliza subtextos masculinos como el del
honor pero, a diferencia de la trama tradicional donde la justicia poética reestablece el
orden social, Zayas muestra lo opuesto. Ella enfatiza el desorden inherente en este
discurso patriarcal para silenciar y controlar a la mujer. La autora quiere mostrar la
falibilidad de este sistema de honor donde el desorden se manifiesta en la violencia contra
la mujer (69).
Aunque muchos críticos dicen que estas novelas no llegan a cuestionar el sistema
patriarcal, afirmo que Zayas efectivamente denuncia este sistema misógino e intenta
despertar una conciencia moral en sus lectores. Este tomo feminiza y materializa el
discurso corporeal. En el siglo XVI y XVII, época en que los escritores, la Inquisición, y
el estado usaban los cuerpos por varios propósitos estéticos, didácticos, políticos pero
esencialmente patriarcales, María de Zayas dio su propia respuesta a la dominación
masculina de discursos de sexualidad, relaciones de género y justicia. Utilizando la
violencia y el discurso corporeal para transmitir un mensaje feminista, la segunda
colección de novelas de Zayas incorpora el espectáculo de violencia visto en la vida
pública, la literatura, y el teatro.
Diferenciándose de las Novelas amorosas donde se dividen los narradores
equitativamente entre hombres y mujeres, la segunda colección excluye a la voz narrativa
masculina. De acuerdo con Lisa Vollendorf, Zayas intenta valorizar y autorizar las voces
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y experiencias femeninas y emplea el cuerpo de la mujer como un espacio que
experimenta violencia y tortura dentro de una misoginia institucionalizada. El propósito
de Zayas es enfatizar la necesidad de la mujer de crear una voz propia y lo importante
que es para los hombres lectores valorizar lo femenino (100). Al forjar una conexión
entre las voces y los cuerpos de mujeres, Zayas cuenta la historia de la mujer de su época.
Por medio de esta conexión, la autora traza los principios de un temprano feminismo
corporeal que adentra y politiza al cuerpo femenino (Vollendorf 39).
Anticipando a Hélene Cixous y Luce Irigaray, quienes les incitan a mujeres que
escriban a través de sus cuerpos femeninos y de su experiencia como mujeres, Zayas
habla a través de una colectividad de cuerpos femeninos, forzando a la mujer a reconocer
su posición desvalorizada en la sociedad (43). En este estudio se analizarán dos de las
diez novelas de Desengaños amorosos, “La inocencia castigada” y “Mal presagio casar
lejos” y se estudiará la función del cuerpo de la mujer en la sociedad de esa época. Zayas
muestra este cuerpo femenino como objeto de una violencia sádica, acercándose en varias
instancias a lo pornográfico y nos lo revela a través de una descripción naturalista. En
ambas novelas, Zayas intenta despertar la conciencia moral en sus lectores y protesta la
situación de la mujer.
Desde el comienzo de “La inocencia castigada” se muestra el espacio estrecho
que ocupa la mujer y su valorización como objeto de intercambio en el mundo patriarcal.
Se trata de una mujer, doña Inés, que acepta contraer matrimonio con un hombre
escogido por su hermano. Desde el comienzo se enfatiza la falta de poder que tiene ella
en la elección de esposo y se explica que doña Inés quiere casarse no tanto por amor o
por obediencia sino para escaparse de su cuñada cruel. Sin embargo, la narradora relata
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que: “por salir de un cautiverio,” fue “puesta en otro martirio” (110). Se sugiere que su
condición de mujer la impide ser libre y la restringe a un espacio limitado, primero, como
hermana y luego como esposa. Es decir que es tratada como objeto, primero, bajo la
posesión de su hermano y después trasladada como posesión a su marido. Su condición
empeora al casarse porque cae víctima de la mirada de un hombre y de sus apetitos
sexuales y por consecuencia pierde el honor.
La pérdida de honor ocurre cuando Don Diego se enamora locamente de doña
Inés y al no poder seducirla, él la hechiza y por consecuencia se apodera del cuerpo de
doña Inés.4 El hecho de que los oficiales la encuentran inocente porque actuó bajo un
encanto, no la salva de un castigo. Zayas emplea un subtexto masculino, el del honor, y lo
subvierte porque aunque la mujer es juzgada inocente, no hay un final feliz (Boyer 69).5
Zayas cuestiona la falibilidad del código de honor porque no importa si la mujer comete
el crimen o no, lo que importa es mantener a la mujer subyugada al hombre.
Zayas también desmitifica el amor verdadero, reduciéndolo a un amor falso y
superficial. Por ejemplo, don Diego, que supuestamente ama a doña Inés, no piensa en el
peligro en que la pone declarándose públicamente a ella, una mujer casada. “Amaba, en
fin, sin juicio, pues no atendía a la pérdida que podía resultar al honor de doña Inés con
tan públicos galanteos” (112). También cuando una vecina lo engaña trayéndole a una
prostituta en lugar de doña Inés, don Diego no se da cuenta que le hace al amor a otra
mujer. La manera en que se efectúa el engaño, mediante un vestido (parecido al de doña
Inés), es clave para mostrar que las mujeres son intercambiables y que sólo representan
cuerpos para poseer; el vestido es la prenda que identifica a Inés y es lo único que don
Diego conoce o que le importa de ella. El hecho de que don Diego mira a doña Inés como
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un objeto subraya lo que Laura Mulvey define como “escopofilia,” “that which arises
from pleasure in using another person as an object of sexual stimulation through sight”
(435).
Cuando don Diego decide acudir a un hechicero, él le construye una figura de
cera representativa de Inés. Es una réplica exacta de ella y muestra la objetivación de
Inés. Es un ejemplo de la mujer como objeto de deseo y de la mujer como ausencia. La
narradora dice con respecto a la figura de cera que don Diego:
…por ver en la figura el natural retrato de su natural enemiga, con tanta
perfección, y naturales colores, que si, como no era de más del altor de media
vara, fuera de la altura de una mujer, creo que con ella olvidara el natural original
de doña Inés, a imitación del que se enamoró de otra pintura y de un árbol.(124)
Esto muestra que don Diego es capaz de enamorarse de una figura de cera si sólo fuera de
la altura de doña Inés. Vemos de nuevo la desmitificación del amor verdadero reducido a
un amor falso y superficial que consiste en la objetivación de la mujer.
Otro ejemplo que refuerza la idea de la mujer como ausencia y objeto es cuando
Inés, en estado hipnótico, está en la cama con don Diego y éste le platica pero ella no le
puede responder. Diego se siente triste porque ve que ella está “fuera de su sentido,” sin
embargo, sabe que es la única manera de poder gozar (abusar) de ella. La narradora,
refiriéndose a don Diego dice:
… por parecerle que doña Inés estaba fuera de su sentido con el maldito encanto,
y que no tenía facultad para hablar, teniendo aquéllos, aunque
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favores, por muertos, conociendo claro que si la dama estuviera en su juicio, no se
los hiciera, como era la verdad, que antes pasara por la muerte, quiso gozar el
tiempo y la ocasión… (125)
Es evidente que Inés es un objeto para el goce del hombre, para su posesión, y en este
caso para ser violada.
A lo largo de la novela, vemos la violencia y el poder que ejerce don Diego sobre
Inés. El se cree un Dios porque la tiene bajo su control con un encanto y él no siente
ningún remordimiento por sus acciones. Al contrario, este tipo de control le alimenta el
ego. De día ella lo rechaza una y otra vez pero él, muy seguro de sí mismo, le dice:
“Cerrad, señora, que a la noche yo os obligaré a que me busquéis” (126).
A través de las novelas, Zayas muestra cómo el poder patriarcal ejerce el control
sobre la mujer. Aunque los oficiales encuentran a doña Inés inocente del pecado de
adulterio: “pues privado su entendimiento y sentido con la fuerza del encanto…” (129) es
la familia de Inés que se convierte en su verdugo. La posición oficial en este caso no la
encuentra culpable por su falta de voluntad, sin embargo, a la familia no importa la razón
o la causa, la honra de la familia ha sido amenazada y manchada. La estructura familiar
patriarcal se pone en peligro y la mujer se convierte en víctima de la violencia al recibir
un castigo severo.
Debido a sus acciones, concientes o no, Inés ha desafiado el sistema patriarcal y
por eso es silenciada de una manera cruel y sádica. Su hermano Francisco y su esposo
planean el castigo de doña Inés, lo que muestra que los lazos masculinos son más
importantes que los lazos familiares. Zayas desmitifica la familia como un lugar de asilo
y muestra cómo el código de honor pone en peligro a la mujer (Charnon-Deutsch 130).
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La mujer es la enemiga que se debe castigar, silenciar y destruir. Es evidente que hay una
relación entre el poder del hombre en el mundo y su poder sobre la vida de la mujer
(Charnon-Deutsch 130).
Zayas no sólo desmitifica la familia como lugar seguro sino que también
desmitifica la casa como espacio seguro y la convierte en símbolo de tortura y de
cautiverio, representativo de la estructura patriarcal (Williamsen 144). El cuerpo de la
mujer por su parte sirve como el espacio para torturar. Se castiga a Inés de la peor
manera: encerrada en el hueco de una chimenea sin espacio para sentarse.
... pusieron a la pobre y desdichada doña Inés, no dejándole mas lugar que cuanto
pudiese estar en pie, porque si se quería sentar, no podía, sino como
ordinariamente se dice, en cuclillas, y la tabicaron,
dejando sólo una ventanilla como medio pliego de papel, por donde respirase y le
pudiesen dar una miserable comida, por que no muriese tan presto.(132)
La crueldad del castigo subraya el poder del hombre sobre la mujer y el estado de
desamparo que experimenta la mujer. Zayas depende mucho de la presentación estética
del cuerpo femenino para impartir su mensaje feminista y por eso la descripción de Inés
cuando dos mujeres la rescatan de su cárcel es tan chocante:
Sus hermosos cabellos...enredados y llenos de animalejos, que de no peinarlos se
crían en tanta cantidad, que por encima hervoreaban; el color, de la color de la
muerte; tan flaca y consumida, que se le
señalaban los huesos, desde los ojos hasta la barba, dos surcos cavados de la
lágrimas...descalza de pie y pierna, que de los excrementos de su cuerpo, como no
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tenía donde echarlos, no sólo se habían consumido, mas la propia carne comida
hasta los muslos de llagas y
gusanos...(136-37)
La protagonista se queda ciega como resultado de su castigo y termina refugiándose en
un convento. Esto refuerza la idea de Zayas de que el único lugar seguro para la mujer es
el convento. La narradora termina este desengaño haciendo resaltar la inocencia de doña
Inés y la crueldad de los hombres: “pues si a las inocentes les sucede esto, ¿qué esperan
las culpadas? Pues en cuanto a la crueldad para con las desdichadas mujeres, no hay que
fiar en hermanos ni maridos, que todos son hombres (138).
Igualmente sádico es el desengaño “Mal presagio casar lejos,” donde el cuerpo de
la mujer también sirve como discurso corporeal. Esta novela enfatiza el papel del hombre
como agresor y muestra la crueldad que ejercen los hombres con los cuerpos femeninos
(Vollendorf 35). Trata de cuatro hermosas hermanas españolas, tres de las cuales se casan
con extranjeros y cada una de ellas muere a manos de su verdugo, el esposo. En cada
caso se enfatiza la inocencia de las hermanas: “pues ni les sirvió la hermosura, la virtud,
el entendimiento, la real sangre, ni la inocencia para que no fuesen sacrificadas en las
aras de la desgracia”(260).
Primeramente, una hermana es matada por su esposo que quería deshacerse de
ella y la menor, que vivía con ésta, temiendo por su vida, se arrojó por la ventana,
rompiéndose las piernas y los pocos años que vivió estuvo siempre en la cama. Luego, a
la siguiente hermana la ahorca su marido “con sus propios cabellos, que los tenía muy
hermosos, le hizo lazo a la garganta, con que la ahogó, y después mató al niño con un
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veneno...”(261). La última en casarse, y en la cual el desengaño se enfoca, es doña
Blanca, quien muere desangrada por su suegro y por su esposo.
Zayas enfatiza que el matrimonio no es una opción segura para la mujer. Desde el
comienzo del desengaño, se sugiere que el matrimonio encarcela a la mujer y la deja
impotente contra el dominio patriarcal. Refiriéndose al matrimonio, la narradora dice:
“doña Blanca estuvo cautiva en el lazo que sólo la muerte le rompe”(261). Doña Blanca,
hasta cierto punto consciente de su destino, intenta posponer su tortura, poniendo
condición a su comprometido, un príncipe de Flandes, de enamorarla y servirla por un
año, lo que el príncipe le concede no por ella, sino “por ver a España”(262). Cuando esta
condición es criticada por una sirvienta de doña Blanca, ella le responde:
-¿Y quiénes son los necios, doña María – preguntó doña Blanca – que
llaman locura a una razón fundada en buen discurso, de manera que
sienten mejor de casarse una mujer con un hombre que jamás vió ni
habló, y que suceda ser feo, o necio, o desabrido, o mal compuesto, y
se halle después aborrecida y desesperada de haberse empleado mal,
que no avisarse del caudal que lleva en su esposo? Todas cuantas
cosas se compran se procuran ver, y que, vistas, agraden al gusto, como
un vestido, una joya. ¿Y un marido, que no se puede deshacer de él,
como de la joya, y del vestido, ha de ser por el gusto ajeno? (263).
Por medio de Blanca, Zayas registra el hecho histórico de las desafortunadas prácticas
esponsales, por medio del cual las mujeres eran prometidas en matrimonio sin
consideración ninguna excepto por las implicaciones sociales y financieras de la unión
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(Brownlee 47). Esta perspectiva socioeconómica del matrimonio era el estándar hasta el
siglo XIX. Zayas quiere criticar este acercamiento al cortejo y al matrimonio.
El príncipe la trata muy bien durante este año pero en el momento de posesión
cambia su actitud y su comportamiento: “se iba cansando de los gestos que en esperanza
le habían agradado...”(273). Zayas desmitifica la idea del Príncipe Azul que viene a
rescatar a la mujer y llevársela lejos del peligro. Se muestra el cambio abrupto al llegar a
Flandes y a la casa de su suegro, quien la trata con tal odio, llamándola no por su nombre
sino “la españoleta,” que doña Blanca supo “claramente que estaba en poder de sus
enemigos”(274). Se enfatiza aquí que para el hombre la mujer es un objeto de desprecio.
No sólo se percibe este odio hacia doña Blanca, la extranjera, sino también hacia la nuera,
doña Marieta. Ambas son ignoradas y despreciadas por sus esposos, lo que une a las dos
y se forma una gran amistad:
...cobrándose las dos tanto amor, que si no era para dormir, no se dividía la una de
la otra, comunicando entre ellas sus penas, que gustos tenían tan pocos, que no las
cansaba mucho el contarlos, porque tan poco
estimaba su esposo a la señora Marieta, como el príncipe a doña Blanca.(274)
Zayas sugiere que el único lazo de verdadera solidaridad que puede tener la mujer es con
otra mujer.
La crueldad contra Blanca por su marido va aumentando con el tiempo. Primero,
se manifiesta como indiferencia hacia ella, luego con ataques verbales, y culmina en la
violencia física:
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...el príncipe se descompuso con doña Blanca, no sólo de palabras, mas de obras,
maltratándola tanto, que fue milagro salir de sus manos con la vida, y ésa se la
pudo deber, después de Dios, a la señora Marieta,
que con su autoridad puso treguas, aunque no paces, al disgusto de este día...(280)
En otro momento, vemos de nuevo la cuestión de honor que termina en la violencia
contra la mujer. El esposo y padre de la señora Marieta la matan. Nunca se explica muy
bien de qué la acusan, lo que muestra que no importa. Sin embargo, el castigo se narra en
gran detalle. Después de haber matado a puñaladas al hombre que acompañaba a la
señora Marieta en sus salidas, el esposo y su padre llamaron a Marieta:
...tenían atado al espaldar de una silla un palo, y haciéndola sentar en ella, su
propio marido, delante de su padre, la dio garrote; que ésta tan cruel sentencia
contra la hermosa y desgraciada señora salió de acuerdo de los dos, suegro y
yerno de más de una hora que habían estado a solas.(281)
Esta escena demuestra como las relaciones entre los hombres son mucho más fuertes que
las de padre/hija o esposo/esposa. El suegro y el yerno se unen y conspiran contra la
“enemiga natural,” la mujer, y la matan a palotazos. La violencia sádica continúa cuando
dejan el cuerpo de Marieta en la sala de comer para que doña Blanca la vea. Esto sirve de
aviso para ella, como tormento psicológico, que le advierte que pronto vendrá su turno.
Cuando finalmente viene el turno de Blanca, al sorprender a su esposo y a su
amante, Arnesto, en la cama, ella dice: “Mi muerte hallé... y si hasta aquí la veía en
sombras, la veo ya clara y sin ellas. Bien sé que lo que he visto me ha de costar la
vida”(228). Por fin se explica el motivo de tanta excesiva barbaridad hacia las mujeres, el
hecho de que el príncipe, su padre y Arnesto forman una estrecha comunidad
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homosexual. En vez de hacerse la desentendida, doña Blanca decide cobrar agencia en
sus últimos momentos de vida y vengarse. Ella quema la cama de los amantes en el patio,
lo que enfurece a los hombres y hasta cierto punto aumenta el grado de crueldad y
violencia que experimentará en su muerte. El acto de quemar la cama es una señal de su
rabia por ser reemplazada por una unión (homosexual) que la excluye de una economía
de deseo en términos absolutos. El suegro, ardiendo de ira, asegura a su hijo: “No temas
eso, que antes de mañana a estas horas pagará la española atrevida estos excesos”(288).
Quizás si Blanca hubiera sido más pasiva y esperado su muerte silenciosamente,
sus verdugos hubiesen sido menos crueles, pero estos “excesos” son lo que no toleran
porque socava la autoridad masculina. Deciden desangrarla y “la abrieron las venas de
entrambos brazos, para que por tan pequeñas heridas saliese el alma, envuelta en sangre,
de aquella inocente víctima, sacrificada en el rigor de tan crueles enemigos”(289). Para
“dársela con más crueldad,” Arnesto, el amante, conspira en la ejecución.
Se subraya de nuevo que las relaciones entre hombres cargan más peso que las
relaciones entre esposo y esposa porque Arnesto, siendo de una clase inferior a la de
Blanca todavía ejerce más poder que ella. De acuerdo con Eve Sedgewick, el tipo de
relación que existe entre Arnesto y el príncipe es una relación homosocial. En la sociedad
patriarcal “there is a special relationship between male homosocial (including
homosexual) desire and the structures for maintaining and transmitting patriarchal
power...”(481). Es decir que la relación entre los hombres refuerza la dominación
patriarcal sobre la mujer.
El placer sádico que experimentan el suegro y Arnesto al ver a doña Blanca morir
se transmite en la palabras del suegro: “Así tuviera a todas las de su nación como tengo a
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ésta”(290). Se refiere, por supuesto, a todas las españolas, sin embargo, también se puede
interpretar como a todas las de su género. Esto refuerza la crítica de Zayas de que la
mujer es ajena al hombre y que no ocupa un espacio en el mundo patriarcal.
Es curiosa la reacción del príncipe al ver a doña Blanca casi muerta porque por
primera vez siente compasión y enternecimiento por ella. En este momento se arrepiente,
diciendo que “no me ha parecido más linda que ahora. Por esta hermosura merece perdón
su atrevimiento”(290). Se revela el estado mental enfermizo del príncipe que sólo se
excita o se emociona cuando ve a una mujer en su estado más pasivo, justo antes de
morir.
El discurso de Zayas en ambas novelas emplea lo corporeal femenino como
estrategia para transmitir un mensaje feminista a la sociedad del siglo XVII. En palabras
de Lisa Vollendorf: “María de Zayas responds to the devaluation of the feminine in the
intellectual and cultural spheres with feminism based on women’s corporeality”(69). Al
expresar una visión extremadamente pesimista del matrimonio y de las relaciones entre
los hombres y mujeres, Zayas se enfoca en la crueldad y la violencia para enfatizar la
necesidad de cambio. Después de leer la colección de novelas, es evidente que Zayas
apoya la opción de la mujer de entrar en un convento.
Aunque hay varias lecturas teóricas que se pueden hacer sobre el discurso
Zayesco, este trabajo intentó analizar dos de los desengaños basándose en la teoría
feminista contemporánea, sobre todo en la teoría del “corporeal feminism” de Vollendorf.
Debido a que el término feminismo es del siglo XX, no se puede categorizar a Zayas
como feminista pero dentro de su época sus textos fueron progresivos y demuestran una
clara conciencia del estado de persecución en que se encontraba la mujer. El hecho de
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que sus textos cuestionan las relaciones de género, sitúa a Zayas como una pionera en el
campo del feminismo y una de las escritoras más importantes de su siglo.
Notas
1 Cuando se habla de novela, se refiere a la novela corta del siglo XVII en
España.
2 Por ejemplo, además de las ediciones de Zayas, Cervantes, y de la
picaresca, en las últimas décadas se encuentran ediciones modernas de las
novelas de Leonor de Meneses (1995), Mariana de Carvajal (1993), y Juan
Pérez de Montalbán (1990) para nombrar algunos. Para una lista más completa,
véase la introducción de Judith Whitenack y Gwyn Campbell.
3 El uso del marco novelesco en las novelas cortas españolas del siglo XVI y
XVII, se ha atribuído a la influencia de las colecciones de novelas del
renacimiento italiano, particularmente las de Boccaccio y sus sucesores
Bandello, Cinthio, Guicciardino y Straparola (Whitenack viii).
4 La época de Zayas estaba obsesionada con la magia – sus orígenes, sus
posibilidades y sus implicaciones. En sus novelas, Zayas ofrece al lector todo
tipo de mago que controla ya sea la magia blanca o la magia negra en el caso
de “La inocencia castigada” (Brownlee 85).
5 La falta de final feliz en estos “desengaños” hace resaltar la diferencia entre
Zayas y su contemporánea, Mariana de Carvajal. La obra de Carvajal,
Navidades de Madrid y noches entretenidas en ocho novelas (1663), se
caracteriza por circunstancias idealizadas y finales felices. Sobre las
diferencias y similitudes de Zayas y Carvajal, véase Judith A. Whitenack y
Gwyn E. Campbell, Zayas and Her Sisters: An Anthology of Novelas by 17thCentury Spanish Women. North Carolina: Pegasus P, 2000.
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