rEVISIÓN Aspectos clinicopatológicos y moleculares de valor diagnóstico y pronóstico en gliomas Arantxa Ortega-Aznar, Patricia Jiménez-León, Elena Martínez, Francisco J. Romero-Vidal Introducción. Los gliomas infiltrantes difusos, las neoplasias cerebrales primarias más frecuentes, suponen casi el 80% de los tumores cerebrales malignos. De todos los gliomas, el 60-70% son astrocitarios, y más del 80% de estos tumores se considera de alto grado de malignidad (grados III y IV), según la actual clasificación de la Organización Mundial de la Salud. Los gliomas infiltrantes incluyen los astrocitomas difusos, oligodendrogliomas y oligoastrocitomas. Objetivo. Revisar las características clínicas e histológicas de los gliomas cerebrales y aquellas alteraciones moleculares conocidas que añaden información y tienen un significado diagnóstico, pronóstico o terapéutico. Desarrollo. Actualmente, la clasificación histológica es determinante para el diagnóstico de estos tumores, y ésta establece una gradación o escala de malignidad como predictor de su comportamiento biológico. A lo largo de los últimos años ha habido una explosión de conocimientos acerca de las alteraciones moleculares que subyacen en los gliomas, que ha dado lugar a la aparición de biomarcadores que tienen un valor predictivo y que desempeñan un papel cada vez más importante en el desarrollo del diagnóstico y el pronóstico. Actualmente, el neuropatólogo, en la encrucijada entre la patología y la genética molecular, desempeña un papel importante en la implementación de nuevos tratamientos o ensayos clínicos. Conclusiones. El estudio de biomarcadores, tanto proteómicos como moleculares, debe ser complementario del estudio histopatológico y permite, en ocasiones, determinar factores predictivos o la determinación de vías afectas que pueden convertirse en dianas terapéuticas selectivas. Palabras clave. Biomarcadores moleculares. Genética de tumores. Gliomas. Grado de malignidad. Patología de tumores. Pronóstico de tumores. Servicio de Anatomía Patológica, Neuropatología (A. Ortega-Aznar, P. Jiménez-León, E. Martínez); Servicio de Neurorradiología (F.J. Romero-Vidal); Hospital Universitari Vall d’Hebron; Barcelona, España. Correspondencia: Dra. Arantxa Ortega Aznar. Servicio de Anatomía Patológica. Hospital Universitari Vall d’Hebron. Pg. Vall d’Hebron, 119-129. E-08035 Barcelona. E-mail: [email protected] Aceptado tras revisión externa: 08.01.13. Cómo citar este artículo: Ortega-Aznar A, Jiménez-León P, Martínez E, Romero-Vidal FJ. Aspectos clinicopatológicos y moleculares de valor diagnóstico y pronóstico en gliomas. Rev Neurol 2013; 56: 161-70. © 2013 Revista de Neurología Introducción Los tumores del sistema nervioso central (SNC) constituyen el décimo tumor más frecuente en adultos y, de ellos, los primarios representan el 50% de los tumores intracraneales. En el grupo de población pediátrica, sin embargo, ocupan el primer lugar entre los sólidos y la segunda causa de muerte por cáncer. La mortalidad de los tumores malignos del SNC es muy alta y se acompaña de un gran impacto emocional, debido a su particular historia natural, caracterizada en los gliomas de alto grado por una tendencia casi universal a la recidiva local, tras la cirugía seguida de radioterapia (con o sin quimioterapia), y una evolución clínica posterior hacia la progresiva incapacitación del paciente hasta su muerte. Constituyen, por ello, un reto terapéutico. El diagnóstico exige tener presente que ciertos tumores se vinculan a una localización específica y a una edad particular y, por ello, estos datos clínicos estrechan considerablemente el rango de posibilidades diagnósticas [1]. En la actualidad, deben incluirse en protocolos cooperativos que impliquen nuevas y cada vez más específicas estrategias de tratamiento. www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 Para ello usamos una nomenclatura uniforme, como la clasificación de la Organización Mundial de la Salud, ya adoptada en todo el mundo, y que es el resultado de un consenso satisfactorio que reúne criterios de clasificaciones histológicas y pronósticas [2]. Este sistema de clasificación establece grados de malignidad para cada entidad, en lugar de un sistema de estadiaje. Por otra parte, los gliomas infiltrantes difusos son las neoplasias cerebrales primarias más frecuentes, y es precisamente en este grupo donde se han descubierto múltiples e importantes alteraciones moleculares; alteraciones que constituyen biomarcadores específicos que, integrados en la información clínica y contexto anatomopatológico, añaden información relevante y de gran valor para el diagnóstico, pronóstico y manejo del paciente. Tumores astrocitarios Astrocitoma pilocítico Es el tumor cerebral benigno más frecuente en la población pediátrica. Este glioma de grado I supone 161 A. Ortega-Aznar, et al Figura 1. Tomografía computarizada con contraste, corte sagital: astrocitoma pilocítico; lesión quística con un nódulo mural en el hemisferio cerebeloso. aproximadamente el 2% de los tumores primarios intracraneales, pero el 70% de ellos se da en pacientes menores de 20 años. Su distribución topográfica, las características radiológicas (Fig. 1), los rasgos histológicos, el patrón de crecimiento y los factores pronósticos conforman una entidad clinicopatológica bien definida. La localización cerebelosa es la más frecuente, y en población infantil podemos afirmar que los astrocitomas cerebelosos son casi exclusivamente pilocíticos (97%). Son lesiones circunscritas, con un componente quístico frecuente, de crecimiento lento y pronóstico excelente. El uso de terminología vaga en el diagnóstico de estas lesiones, cuando el tejido recibido es escaso y pobremente representativo, puede llegar a interpretarse como de astrocitoma difuso, y esto suponer serias implicaciones clínicas o judiciales [2-5]. Recientemente, se ha identificado que la activación de la vía de señalización de la MAPK es una característica molecular común a los astrocitomas pilocíticos. El mecanismo más frecuentemente identificado, hasta la fecha, es una duplicación en tándem del gen BRAF en el cromosoma 7q34, que da lugar a la fusión del gen KIAA1549 en la región carboxilo terminal de BRAF (B-K). Estos cambios se observan hasta en el 65% de los casos, alcanzando el 80% en los tumores localizados en el cerebelo. El estudio de algunas series sugiere que la fusión B-K en el astrocitoma pilocítico le confiere un fenotipo clínico de menor agresividad, que explica su tendencia a la detención del crecimiento tumoral. Así, la identificación de esta fusión 162 puede tener valor diagnóstico y pronóstico [6-8]. En pacientes afectos de neurofibromatosis tipo 1 (NF1), la incidencia de este tumor aumenta, y el 15-20% desarrolla gliomas del nervio óptico, hipotálamo o tronco cerebral. El análisis molecular de estos tumores en el síndrome hereditario revela inactivación bialélica del gen supresor tumoral NF1, con pérdida de la expresión de la proteína NF1. En 1999 se identificó una variante de este tumor a la que se llamó astrocitoma pilomixoide y que corresponde a un grado II de malignidad. Aunque sus diferencias histológicas son sutiles, muestra menor supervivencia global y mayor tasa de recurrencia y de diseminación del SNC que el astrocitoma pilocítico. Se trata de un tumor de niños, a veces muy pequeños, que frecuentemente se localiza en la región opti­ cohipotalámica y comienza con gran tamaño. Las células tumorales son monótonamente bipolares y asientan sobre un material mixoide abundante, con una característica disposición perpendicular alrededor de grandes vasos [9-12]. Astrocitoma subependimario de células gigantes Es un tumor o hamartoma astrocitario intraventricular, delimitado y frecuentemente calcificado, que se asocia constantemente a esclerosis tuberosa. Situado casi siempre en los ventrículos laterales junto al foramen de Monro y el III ventrículo, puede dar lugar a hidrocefalia obstructiva. Son tumores de grado I de malignidad, su pronóstico es muy bueno y la mayoría, resecables quirúrgicamente [2,4,5]. Xantoastrocitoma pleomórfico Se trata de una lesión tumoral de grado II de malignidad. Supone una variante especializada de astrocitoma que, aunque muestra un llamativo pleomorfismo celular, suele tener buen pronóstico. Afecta a niños y adultos jóvenes, característicamente está muy bien circunscrito, se localiza en el córtex superficial e infiltra la duramadre suprayacente. Tiene frecuentemente un componente quístico con un nódulo mural, y puede imitar radiológicamente un meningioma. Entre sus características histológicas más relevantes destaca un cierto aspecto mesenquimal rico en fibras de reticulina, frecuentes astrocitos llamativamente pleomórficos y células xantomatosas de carácter astrocitario en proporción variable. Aunque los rasgos citológicos parecen propios de malignidad, hay que destacar la ausencia de mitosis o necrosis y el bajo índice de proliferación celular [3,5,13-15]. La forma anaplásica de estos tumores (grado III) es muy infrecuente y se manifiesta con www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 Aspectos clinicopatológicos y moleculares de valor diagnóstico y pronóstico en gliomas signos de progresión a malignidad, visibles mitosis, necrosis y rotura de la trama de reticulina [16-18]. Estos tumores astrocitarios circunscritos son especialmente susceptibles de interpretarse de forma errónea como de un mayor grado de malignidad al que les corresponde, particularmente en situaciones de resección incompleta. Astrocitoma difuso de grado II Se trata de una lesión tumoral difusamente infiltrante y bien diferenciada que representa el 10-15% de todos los tumores cerebrales astrocitarios. Afecta a jóvenes y adultos de edad media, con una distribución aproximada de un 10% en menores de 20 años, un 60% entre 20-45 años, y un 30% en mayores de 45 años. Puede localizarse en cualquier región del SNC, pero lo hace, sobre todo, en los hemisferios cerebrales y, menos frecuentemente, en el tronco cerebral o la médula espinal. Como cualquier tumor expansivo, produce síntomas derivados del efecto masa y déficits neurológicos que dependen de la localización, velocidad de crecimiento y tamaño de la lesión, aunque la sintomatología más frecuente son las convulsiones. Macroscópicamente da lugar a un ensanchamiento y distorsión de las estructuras anatómicas afectas con borramiento frecuente de sus bordes, sin producir su destrucción. A veces se extiende contralateralmente, especialmente a los lóbulos frontales y el tálamo. Histológicamente se caracteriza por una proliferación astrocitaria monótona, con núcleos redondos u ovales cuya cromatina es delicada, muestra escasa atipia y mitosis muy raramente o ausentes. Frecuentemente estas células asientan sobre un fondo laxo y enrarecido o incluso microquístico. Puede ser difícil diferenciar estos astrocitos neoplásicos de astrocitos reactivos. Estos tumores muestran gran variabilidad intratumoral e intertumoral [2-5,19], y se reconocen tres variantes morfológicas de los astrocitomas difusos, que son el astrocitoma gemistocítico, el protoplásmico y el de tipo fibrilar, de los cuales este último es el más frecuente. Astrocitoma anaplásico de grado III Son astrocitomas difusos e infiltrantes con anaplasia focal o extensa y mayor potencial proliferativo. La edad media de inicio es de 40 a 45 años, y su localización y sintomatología clínica coinciden con las de los astrocitomas difusos de grado II. A veces es difícil distinguir macroscópicamente entre un astrocitoma anaplásico y un astrocitoma de grado II, pero en otras ocasiones la mayor densidad celular del primero da lugar a una masa tumoral visible www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 que permite delimitarlo de las estructuras que lo rodean. Se caracteriza por mayor densidad celular, variabilidad en tamaño y forma nuclear, claros signos de atipia nuclear y visible actividad mitótica. Puede presentar células multinucleadas gigantes o mitosis anómalas. Este tumor tiene una gran tendencia a progresar a glioblastoma multiforme en un intervalo medio de dos años, y la edad más avanzada empeora su pronóstico [2-4,19]. Glioblastoma multiforme (GBM) Es el tumor cerebral primario más frecuente y maligno en la población adulta, con predominio de diferenciación astrocitaria. Supone el 12-15% de las neoplasias intracraneales y el 60-75% de los tumores astrocitarios. El GBM y sus variantes corresponden a un grado IV de malignidad. Puede darse en cualquier edad, pero, fundamentalmente, afecta a adultos entre 45-75 años. Aquellos GBM que progresan desde un tumor astrocitario de menor grado (II o III) se conocen como secundarios o de tipo 1. En general, muestran focos bien diferenciados que alternan con otros pobremente diferenciados, se desarrollan en pacientes más jóvenes, tienen un tiempo de progresión variable que oscila de meses a décadas (el intervalo medio es de 4-5 años) y suponen menos del 10% de los GBM. Sin embargo, los GBM primarios o de tipo 2 se originan de novo en pacientes de mayor edad y tienen una historia clínica muy corta, en general, de pocos meses. Desde un punto de vista clínico y molecular, constituyen entidades tumorales diferentes que evolucionan a través de vías moleculares diferentes [20-23]. Se localizan, sobre todo, en la sustancia blanca subcortical de los hemisferios cerebrales. A menudo se extienden infiltrando el córtex adyacente o el hemisferio contralateral a través del cuerpo calloso (Fig. 2a). La localización en los ganglios basales y el tálamo no es rara, especialmente en jóvenes, mientras que en el tronco cerebral es infrecuente, pero más común en niños o jóvenes adultos. A pesar de la corta duración de los síntomas, suelen comenzar como un tumor de gran tamaño, generalmente unilateral, a menos que hayan tenido una extensión bilateral y simétrica a través del cuerpo calloso o fórnix. Macroscópicamente, la necrosis es una constante que incluso puede ocupar gran parte de la lesión. Son frecuentes también las hemorragias o un componente quístico. Su histopatología es extremadamente variable y, mientras que unas lesiones son de gran densidad, polimorfismo celular o nuclear, incluyendo células multinucleadas gigantes y elevada actividad mitótica, otras muestran mayor monotonía citológica y moderado 163 A. Ortega-Aznar, et al Figura 2. Corte coronal cerebral con glioblastoma multiforme izquierdo. Aspecto abigarrado, necrosis y hemorragia. Sus límites son imprecisos, con ensanchamiento del centro semioval y extensión contralateral a través del cuerpo calloso (a). Histológicamente, el componente predominante es de células pequeñas muy indiferenciadas (b). a b índice de proliferación celular. Esta heterogeneidad morfológica intertumoral lo es también intratumoral o regional, lo que puede plantear grandes desafíos diagnósticos en biopsias estereoatáxicas o en casos en que el material obtenido es escaso. Característicamente, la proliferación microvascular es muy prominente en toda la lesión, sobre todo alrededor de las zonas de necrosis, en la periferia tumoral o en zonas de infiltración, proliferación que se acompaña de gran hiperplasia endotelial, con crecimientos endoteliales que dan lugar a las típicas estructuras glomeruloides. Los cambios vasculares, la necrosis y la formación de pseudoempalizadas alrededor de un pequeño foco de necrosis tumoral hipóxica son rasgos esenciales de esta neoplasia. La naturaleza astrocitaria del GBM es fácilmente identificable, al menos focalmente, en unos tumores y difícilmente reconocible en otros, por el alto grado 164 de anaplasia. Sin embargo, el diagnóstico de GBM se basa más en el patrón tisular que en la identificación citológica de células gliales, en presencia de anaplasia, actividad mitótica, proliferación vascular con hiperplasia endotelial y necrosis. Llamamos estructuras secundarias a los patrones resultantes de la interacción de las células gliales neoplásicas con las distintas estructuras del SNC. Estas estructuras hacen visible la capacidad migratoria y las vías de migración de las células tumorales, explicando la mayoría de los GBM multifocales. Por último, los GBM pueden presentar una gran variedad de patrones, como estructuras epiteliales, componente celular muy pleomorfo, componente predominante o exclusivo de células pequeñas indiferenciadas (Fig. 2b), células gigantes multinucleadas, áreas oligodendrogliales, de gemistocitos, fasciculares de aspecto pseudosarcomatoso, de células granulares, componente de células lipidizadas e incluso áreas de metaplasia [2-4,19]. Estos patrones pueden ser focales o extensos en el seno de una neoplasia. Las variantes de GBM corresponden al mismo grado de malignidad (IV), aunque presentan algunas diferencias clinicopatológicas: – Glioblastoma de células gigantes. Es un subtipo de GBM muy infrecuente y circunscrito, que se caracteriza por el predominio de células multinucleadas gigantes enormes sobre una densa trama de reticulina. – Gliosarcoma. Es otra variante, también infrecuente, que se presenta como una lesión a menudo superficial y engañosamente delimitada, formada por un componente astrocitario y otro sarcomatoso. – Gliomatosis cerebri. Glioma difuso, casi siempre astrocitario, consistente en la infiltración excepcionalmente extensa del SNC, con afectación de tres lóbulos cerebrales, al menos, así como extensión bilateral frecuente y a la sustancia gris profunda, dando lugar a un escaso efecto de masa. Puede extenderse al tronco cerebral, cerebelo o médula espinal. En la mayoría de casos muestra un comportamiento biológico agresivo y corresponde a un grado III de malignidad (Fig. 3) [2-4]. Tumores oligodendrogliales Oligodendroglioma Es un tumor difusamente infiltrante que muestra, sobre todo, características histológicas oligodendrogliales. Supone el 10-25% de los tumores gliales difusos. Suele localizarse en los hemisferios cerebra- www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 Aspectos clinicopatológicos y moleculares de valor diagnóstico y pronóstico en gliomas les, y más de la mitad se sitúan en los lóbulos frontales, con un llamativo corticotropismo, siendo muy raro en el cerebelo, tronco cerebral o médula espinal. Aunque puede darse a cualquier edad, es muy infrecuente en niños. El estatus neurológico preoperatorio, la extensión de la resección quirúrgica y la edad de inicio constituyen factores pronósticos muy importantes, y la supervivencia es inversamente proporcional a esta última. La expectativa de vida es de 10-15 años. Es un tumor mal definido en sus bordes, el epicentro suele situarse en el córtex o en la unión corticosubcortical, e histológicamente muestra microquistes ricos en mucina, microcalcificaciones, a veces muy extensas, y formación de nódulos tumorales hipercelulares. Citológicamente, las células tumorales suelen ser uniformes, con núcleos redondos u ovales, cromatina suave y un halo claro perinuclear característico. La vascularización es muy típica y se caracteriza por una rica red capilar delicada y muy ramificada (Fig. 4). Son muy constantes las estructuras secundarias [2-4]. Figura 3. a) Resonancia magnética (TW1), visión axial, del centro oval: ensanchamiento de circunvoluciones y pérdida de delimitación entre la sustancia gris y blanca; b) Resonancia magnética (T2W1): hiperintensidad muy extensa de los lóbulos frontal y parietal izquierdos, corona radiada, rodilla y esplenio del cuerpo calloso. a b Oligodendroglioma anaplásico Corresponde a un grado III de malignidad. Se caracteriza por pérdida de la diferenciación, con mayor pleomorfismo y anaplasia citológica que el anterior, y adquiere frecuentemente cierto aspecto epitelioide. Junto con esto, los capilares presentan hiperplasia endotelial, las mitosis son frecuentes, el índice de proliferación celular mayor y no es rara la presencia de focos de necrosis o hemorragia. La expectativa de vida es de 3-5 años [2-4]. En ocasiones, el diagnóstico diferencial entre oligodendroglioma de alto grado de malignidad y GBM de células pequeñas puede ser difícil. Figura 4. Cuadro histológico clásico de un oligodendroglioma de grado II, con su característico patrón de vascularización capilar. Tumores oligoastrocitarios Oligoastrocitoma Es un tumor glial difuso con características oligodendrogliales y astrocitarias, en áreas geográficas diferentes, que da lugar a un patrón bifásico o entremezclado en la variante difusa. Esta última es más frecuente que la de patrón bifásico, y en ella algunas células muestran características intermedias entre astrocitos y oligodendrocitos. Ambas presentan frecuentemente calcificaciones. La forma de grado III o anaplásica, llamada oligoastrocitoma anaplásico, muestra mayor densidad celular, pleomorfismo, atipia citológica, mitosis frecuentes e hiperplasia endotelial, y algunas veces necrosis. Constituye el 5-15% www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 de los tumores gliales difusos y la mayoría se localiza en los hemisferios cerebrales, mientras que es extremadamente raro en el cerebelo y el tronco cerebral. Es también muy infrecuente en la infancia. En ocasiones, precisar el grado puede ser difícil, y mientras una evolución clínica prolongada sugiere un grado II de malignidad (cuya media de supervivencia es de 5-10 años), la progresión rápida sugiere anaplasia o un tumor de grado III, con una expectativa de vida de 2-4 años. Globalmente, su pronóstico 165 A. Ortega-Aznar, et al es intermedio entre un astrocitoma y un oligodendroglioma puro. El estado neurológico preoperatorio y la extensión de la resección quirúrgica son factores claves asociados al pronóstico de la enfermedad [2-4,19]. Genética y biomarcadores en gliomas difusos TP53 o gen p53 Se encuentra en el brazo corto del cromosoma 17 (17p13) y codifica un factor de transcripción nuclear de 43,7 kDa. TP53 es un gen supresor tumoral que desempeña un papel importante en la apoptosis y el control del ciclo celular. Resulta esencial para inducir la respuesta de la célula ante el daño del ADN, deteniendo el ciclo celular en caso de mutación, que se da en el 10% de los GBM primarios y en el 71% de los GBM secundarios [20,21]. EGFR La activación de EGFR, miembro de la familia de receptores tirosincinasas codificado en el cromosoma 7p, es el primer paso en la cascada de señalización, promueve la división y migración celular, y bloquea la apoptosis. Su amplificación/sobreexpresión o mutación es un marcador de muchos GBM, específicamente del tipo primario, que es el más frecuente. En el caso de los GBM de células pequeñas, la amplificación de EGFR se da en casi el 70% de los casos, típicamente en asociación con deleciones de PTEN o cromosoma 10q. Es únicamente un marcador diagnóstico y no parece aportar información al pronóstico. Debe disponerse de la posibilidad de practicar la hibridación in situ fluorescente (FISH) de EGFR en los laboratorios de neuropatología clínica, porque es de gran ayuda como marcador diagnóstico, sobre todo en situaciones en las que el tejido recibido es escaso o poco representa­tivo y los criterios histológicos insuficientes para establecer el diagnóstico de un tumor de grado IV [20-22]. Asimismo, puede ser fundamental en el ocasionalmente difícil diagnóstico diferencial entre oligodendroglioma de alto grado de malignidad y GBM de células pequeñas. IDH1 En gliomas difusos de grados II y III, se han detectado recientemente mutaciones en el gen de la isocitrato dehidrogenasa dependiente de NADP citosólico, en el cromosoma 2q. La incidencia descrita de este hecho es del 50-80% en los astrocitomas, 166 oligodendrogliomas, oligoastrocitomas y GBM secundarios, mientras que es muy rara en los GBM primarios, astrocitomas pilocíticos, tumores ependimarios u otros. Las mutaciones de IDH1 son heterocigotas, de origen somático y afectan al codón 132 en la gran mayoría de los casos. El desarrollo de un anticuerpo muy específico de la mutación IDH1 R132H (clon H09), útil para el tejido incluido en parafina, permite fácil y rutinariamente el estudio de la mutación en cualquier laboratorio de neuropatología. El conocimiento del estatus del IDH1 es de gran valor diagnóstico y tiene, además, relevancia clínica. En cuanto a lo primero, su utilidad es máxima en el diagnóstico diferencial de oligodendrogliomas con otros tumores de rasgos histológicos parecidos de tipo neuronal o ependimario, en la distinción de gliosis reactivas o en discernir infiltración neoplásica sutil en muestras con tejido escaso. Desde el punto de vista clínico, varias series grandes estudiaron el estado de la mutación IDH1 en astrocitomas de grado III y GBM, y comprobaron que la presencia o no de la mutación tiene valor pronóstico. En estas series, estos tumores se clasifican de mejor a peor pronóstico de la siguiente forma: astrocitoma de grado III con mutación, GBM con mutación, astrocitoma de grado III sin mutación y GBM sin mutación, hecho relevante que podría replantear la revisión de la clasificación actual de la Organización Mundial de la Salud [22-24]. PTEN Localizado en 10q23, actúa como un gen supresor tumoral, formando parte de una vía de señalización de muerte celular programada. Su defosforilación lleva a la inhibición de la vía AKT, poderosa vía prooncogénica en muchos cánceres, incluidos gliomas. La inactivación de PTEN por mutación o deleción es un rasgo común en gliomas de alto grado; por ejemplo, entre el 15-40% de los GBM primarios y más del 80% del global de los GBM tienen pérdida de heterocigosidad en 10q, incluyendo 10q23. En el caso de la variante GBM de células pequeñas, la pérdida de 10q es casi universal, lo que lo convierte en un marcador diagnóstico muy útil, sobre todo combinado con EGFR y el estudio del estado 1p/ 19q. Tanto en GBM primarios como secundarios, la pérdida de 10q aparece como una característica clave. En los GBM pediátricos, la deleción de PTEN es el único marcador conocido y, como variante independiente, se asocia a menor supervivencia, por lo que adquiere potencial de marcador pronóstico en este grupo de enfermos, mientras que en adultos no añade información acerca del pronóstico [25]. www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 Aspectos clinicopatológicos y moleculares de valor diagnóstico y pronóstico en gliomas CDKN2A/P16 Se localiza en 9p21 y codifica p16, proteína clave como inhibidor del ciclo celular a través de la vía de señalización Rb. Aproximadamente el 95% de los gliomas que tienen deleción de CDKN2A homocigota en el 20% de las células tumorales corresponde histológicamente a astrocitomas de grado III o IV. Aproximadamente dos tercios de los gliomas de alto grado tienen deleciones hetero u homocigotas detectables por FISH. En oligodendrogliomas, este hallazgo se asocia con una disminución de los períodos libres, interrecurrencias y progresión a la anaplasia. En gliomas difusos, como grupo, se asocia con supervivencia más corta, aunque no parece tener valor como factor pronóstico independiente [21,22,25,26]. Metilación de MGMT El gen que codifica la metilguanidina-ADN metiltransferasa (MGMT), localizado en 10q26, es uno de los marcadores moleculares más estudiados en neurooncología en la última década, por la asociación entre la hipermetilación del promotor MGMT y la respuesta a los agentes alquilantes. La frecuencia publicada de esta hipermetilación en gliomas varía ampliamente desde el 35-73% en los GBM, el 50-84% en los astrocitomas difusos de grado III y el 43-93% en los astrocitomas difusos de grado II. El amplio rango de estos resultados se debe, en parte, a los grandes desafíos técnicos que exige esta determinación. Los métodos para el análisis de MGMT son muchos, y algunos requieren gran tecnología y experiencia, lo que ha dado lugar repetidamente a resultados divergentes en diferentes laboratorios para el mismo tumor, así como a una gran dificultad en evaluar las tasas de concordancia entre laboratorios. Para evitar dudas acerca de la calidad de los tests de MGMT se requiere una estandarización metodológica a nivel general. Las más importantes series clínicas estudiadas en la pasada década han mostrado que los pacientes con GBM e hipermetilación del promotor MGMT muestran índices de supervivencia del 49 y el 14% a los dos y cinco años, respectivamente, cuando se han utilizado tratamientos concomitantes y adyuvantes con temozolomida y radioterapia. El 24 y el 5% de pacientes tenían supervivencias de dos y cinco años si se trataban sólo con radioterapia. Por otra parte, los pacientes con GBM sin hipermetilación de MGMT tuvieron porcentajes del 15 y el 8% de supervivencia a los dos y cinco años, respectivamente, tras recibir radio y quimioterapia combinadas, y sólo del 2 y el 0% si se trataban exclusivamente con radioterapia. www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 Muchos estudios han confirmado la observación de que la hipermetilación de MGMT es uno de los factores pronósticos más importantes para pacientes con GBM, incluso en ancianos, como potente predictor de la respuesta al tratamiento con agentes alquilantes. Sin embargo, su papel en el manejo del paciente es más dudoso, dado que la temozolomida es un fármaco oral bien tolerado del que se benefician incluso los pacientes afectos de GBM sin metilación, hecho que condiciona que la mayoría de los neurooncólogos, en ausencia de otras alternativas, opten por tratar a sus pacientes con este fármaco, al margen del estatus del MGMT [21,22,24-26]. 1p/19q La codeleción de 1p y 19q con pérdida del brazo completo representa un marcador genético de la mayoría de los tumores oligodendrogliales. Dada la alta especificidad de este patrón de codeleción, resulta útil como marcador diagnóstico y puede ayudar a diferenciar éstas de otras neoplasias morfológicamente parecidas, o incluso a distinguir oligodendrogliomas de alto grado de GBM de la variante de células pequeñas. Actualmente no se considera un factor predictivo de respuesta a un tipo específico de terapia, sino que mejora la respuesta terapéutica en general, al margen de su tipo. Los mecanismos de esta mayor sensibilidad terapéutica de los tumores con codeleción 1p/19q no están claros, pero hoy es un estándar en la mayoría de centros de neurooncología. Es interesante observar que, aunque la mayoría de neurooncólogos utiliza el estatus de 1p/19q para sus decisiones terapéuticas, su enfoque para el manejo del paciente varía ampliamente. Se usan diversas técnicas para esta determinación, pero la más extendida es la de FISH, por ser muy fiable si se toman algunas precauciones que tengan en cuenta la posibilidad de falsos positivos técnicos. Esto puede ocurrir con algunas sondas comerciales que tienen sensibilidad máxima, pero menor especificidad, debido a que solamente la deleción del brazo completo se relaciona con un pronóstico mejor. La codeleción 1p/19q, cuando está presente, es un acontecimiento precoz en la génesis del glioma y se ve en la mayoría de las células tumorales, incluso en aquéllas de aspecto astrocitario de los oligoastrocitomas; sin embargo, es mucho más frecuente en los tumores con morfología clásica oligodendroglial (86%). Así pues, existe una asociación fuerte, pero imperfecta, entre morfología y genética. En el grupo de los gliomas pediátricos, la deleción 1p/19q es muy infrecuente y carece de las mismas implicaciones pronósticas que en los adultos [25-29]. 167 A. Ortega-Aznar, et al Figura 5. Tomografía computarizada con contraste, corte axial: ependimoma; lesión circunscrita al atrio ventricular izquierdo. La identificación de estos subtipos tiene importancia pronóstica y los pacientes con GBM proneural presentan mayor supervivencia si se compara, sobre todo, con el subtipo mesenquimal. Muestran también diferencias en la respuesta terapéutica, y se ha observado el mayor beneficio en el tratamiento en los GBM de tipo clásico, mientras que la respuesta es mala en el caso de los de tipo proneural [30-32]. Tumores ependimarios Ependimoma El perfil genómico integrado del GBM ha revelado varios subtipos moleculares, de acuerdo con los estudios de la red de investigación de The Cancer Genome Atlas. Estos tipos se definen por sus alteraciones más importantes en la expresión génica y se asocian con mutaciones específicas y alteraciones del número de copias. Se reconocen los siguientes subtipos de GBM: – Tipo clásico. Se caracteriza por amplificación/sobreexpresión o mutación de EGFR, mutación o pérdida de PTEN, pérdida de CDNK2A y acti­ vación de las vías de señalización Notch y Sonic hedgehog. – Tipo mesenquimal. Se define por pérdida de NF1, mutación de p53, mutación o pérdida de PTEN y activación de la vía del factor de necrosis tumoral. – Tipo proneural. Se asocia con amplificación de PDGF-A, mutación de IDH1 y expresión elevada de genes proneurales y oligodendrogliales. – Tipo neural. Se asocia con amplificación/sobreexpresión de EGFR y expresión de marcadores neuronales. 168 Se trata de tumores, generalmente intraventriculares, circunscritos, que suelen dan lugar a hidrocefalia (Fig. 5). Constituyen el 2-9% de los tumores neuroepiteliales; sin embargo, en la población infantil suponen el 6-12% de los tumores intracraneales, alcanzando el 30% en niños menores de 3 años. En la médula espinal, los ependimomas son los tumores neuroepiteliales más comunes y suponen el 50-60% de los gliomas espinales en adultos. Pueden darse en cualquier localización del sistema ventricular y la médula espinal, pero son mucho más comunes en el IV ventrículo. Los ependimomas supratentoriales parenquimatosos fuera del sistema ventricular son muy raros y su incidencia es mayor en la infancia. No es raro que tengan un componente quístico, hemorragia o calcificaciones. Histológicamente, suelen mostrar patrones muy característicos, densidad celular moderada y células monomorfas de núcleos redondos, cromatina delicada característica y mitosis ausentes o escasas. Corresponden a un grado II de malignidad. Existen diferentes variantes histológicas, determinadas por sus diferentes patrones y morfologías citológicas, que, aunque no comportan diferencias pronósticas, es importante reconocer, porque pueden plantear serios problemas de diagnóstico diferencial con otros tumores: – Ependimoma anaplásico. Las características histológicas de valor pronóstico que caracterizan a este tumor maligno de diferenciación ependimaria son: pleomorfismo citológico, proliferación vascular e hiperplasia endotelial, necrosis tumoral, índice mitótico significativo, índice de proliferación celular superior al 4% e infiltración del cerebro adyacente. Corresponde a un grado III de malignidad. Los cambios anaplásicos son mucho más frecuentes en niños, particularmente en aquellos tumores situados en la fosa posterior. La gradación de estos tumores es un reto no resuelto, ocasionalmente, por las razones siguientes: existen frecuentes variaciones intralesionales de www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 Aspectos clinicopatológicos y moleculares de valor diagnóstico y pronóstico en gliomas grado histológico en forma de nódulos, es inconstante la relación entre el grado histológico y la evolución clínica, tienden a recurrir y a diseminarse por el líquido cefalorraquídeo. Los factores pronósticos clinicopatológicos más significativos son: elevada actividad mitótica o del índice de proliferación celular (Ki-67/MIB-1), edad del paciente menor a 3 años (presentan anaplasia hasta en el 69% de los casos), topografía en la fosa posterior (IV ventrículo) o intraparenquimatosa paraventricular, y resección incompleta o extensión subaracnoidea en el momento del diagnóstico [5,33-36]. – Ependimoma mixopapilar. Variante de tumor ependimario de grado I que esencialmente se localiza en la cauda equina medular y que supone el tumor intramedular más frecuente en adultos. Generalmente alargado y encapsulado, suele resecarse en bloque. Sus características histológicas de estructuras papilares sobre un componente mixoide son muy típicas. Los ependimomas muestran alteraciones genéticas diferentes a las de los demás gliomas. En el 30% de casos existen aberraciones en c22q del tipo de monosomía, deleciones o traslocaciones, y las mutaciones en NF2 se dan solamente en los ependimomas espinales. Por otra parte, se han descrito frecuentemente alteraciones en miembros de la familia de las proteínas 4.1, y estas alteraciones parecen tener una incidencia diferente en los diferentes grupos. Así, las deleciones en el gen 4.1B y la pérdida de expresión de 4.1R son más frecuentes en ependimomas pediátricos y en los anaplásicos o de grado III, mientras que las deleciones de 4.1G son más frecuentes en pacientes con recurrencias o peor evolución clínica. Los ependimomas intracraneales e intraespinales progresan a través de vías sustancialmente diferentes, y los de niños muy pequeños son también biológicamente diferentes a los de los niños mayores y adultos [37,38]. Conclusiones Los tumores primarios del SNC contribuyen de manera significativa a la morbimortalidad de todos los grupos de edad. Conceptualmente y en la práctica se diferencian mucho de los aspectos oncológicos propios de los tumores de otras localizaciones. Los términos ‘benigno’ y ‘maligno’, que son absolutos para los tumores de otros sistemas, son solamente relativos cuando se aplican al SNC, sobre todo si se sitúan en una región elocuente de éste. La reci- www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170 diva local de un tumor histológicamente benigno, pero de imposible resección, según su topografía, acaba por ser tan mortal como un tumor histológicamente maligno de la misma localización. La irrupción progresiva de nuevos conocimientos acerca de las alteraciones moleculares en estos tumores ha dado lugar a nuevos biomarcadores que añaden información muy importante y de gran utilidad en el diagnóstico, conocimiento del pronóstico y manejo de los pacientes, especialmente en el grupo de los gliomas difusos. Considerando que, sobre todo, los gliomas malignos tienen un pobre pronóstico, el tratamiento de los tumores cerebrales merece consideraciones terapéuticas especiales y requiere un abordaje multidisciplinario, con estrecha colaboración entre diversos especialistas: neurólogos, neurocirujanos, neuropatólogos, radioterapeutas, oncólogos y neurorradiólogos. Bibliografía 1. Vogel H, ed. Nervous system. Cambridge illustrated surgical pathology. Cambridge: Cambridge University Press; 2009. 2. Louis DN, Ohgaki H, Wiestler OD, Cavenee WK, eds. WHO classification of tumours of the central nervous system. Lyon: IARC Press; 2007. 3. Burger PC, Scheithauer BW, eds. Tumors of the central nervous system. AFIP atlas of tumor pathology. Washington DC: American Registry of Pathology; 2007. 4. Ironside JW, Moss TH, Louis DN, Lowe JS, Weller RO, eds. Diagnostic pathology of nervous system tumours. London: Churchill Livingstone; 2002. 5. Ortega-Aznar A, Romero-Vidal FJ. 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To review the clinical and histological features of cerebral gliomas, and molecular alterations that add relevant information for novel approaches in diagnosis, prognosis and treatment. Development. The current gold standard diagnosis of these tumours relies on histopathological classification, which provides a grading of malignancy as a predictor of biological behaviour. However emerging molecular abnormalities have been discovered in the last years and these molecular changes are playing an increasingly prominent role as predictive biomarkers or in the development of diagnostic and prognostic. Now the neuropathologist is in crossroads between pathology and molecular biology and he plays a significant role in implementation of treatments and/or clinical trials. Conclusions. The study of proteomics and molecular biomarkers should complement the histopathological analysis and sometimes allows to determine direct or indirect predictive factors as well as the study of affected pathways which may become selective therapeutic targets. Key words. Grade malignancy. Infiltrating gliomas. Molecular biomarkers. Pathology of gliomas. 170 www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 56 (3): 161-170