PDF Diario EL PAÍS

Anuncio
2
EL PAÍS, sábado 3 de mayo de 2008
CATALUÑA
Platón ‘low cost’
El otro día un profesor de filosofía me comentó que proyectaba fragmentos de los Diálogos de Platón en la pantalla, a
través del Power Point, con el
propósito de que los estudiantes, confundiéndolos con imágenes, se entretuvieran leyéndolos. El pobre profesor, disculpándose, justificó el método: “Sólo se fijan en las imágenes”. Naturalmente, a él mismo le parecía aberrante. Primero, porque así se descartaba la lectura directa de los libros, y en segundo lugar, porque como profesor de filosofía
sabía a la perfección que si algo va directamente en contra
del pensamiento platónico es
la desecación de los conceptos
en imágenes.
No tenía, por tanto, duda dicho profesor de que un redivivo Platón se pondría las manos en la cabeza al ver sus clases, si es que no la emprendía
a bastonazos con el proyector
de ídolos. De todos modos, hablando con más calma de esta
innovadora didáctica, quedó
claro que había otras razones
que impulsaban al profesor,
además de la confesa idolatría
de los estudiantes, que no hacen sino trasladar a la Universidad la idolatría general.
Este profesor, joven y necesitado de promoción profesional, había advertido que su
método encajaba con las tendencias y requisitos de la Universidad actual. Me dio detalladas explicaciones que ayudan a comprender el perfil del
profesor en el inmediato futuro. Me enseñó, por ejemplo,
unos formularios dedicados a
la evaluación del profesorado
en los que aparentemente el
mérito mayor radicaba en la
RAFAEL
ARGULLOL
El joven profesor
había advertido que
su método encajaba
con las tendencias de
la Universidad actual
capacidad del docente para la
renovación tecnológica, sin
que la publicación de libros, y
cosas así, pareciera tener la
menor importancia. Nuestro
profesor se había renovado
tecnológicamente y soltaba pedazos del Fedro en la pantalla
para ver si pillaba a los estudiantes.
Pero era evidente que, para
sobrevivir en la Universidad,
además de la renovación tecnológica, era necesario acumular
grandes conocimientos sobre
el lenguaje administrativo. La
comprensión de los requisitos
exigidos por las distintas admi-
nistraciones —estatal, autonómicas y universitarias— ofrecía más obstáculos que los textos de Kant o Heidegger. Ningún ser ajeno a la Universidad
podría entender el galimatías
de validaciones, acreditaciones, habilitaciones y demás jerga que forma parte del universo mental del profesorado.
Supongo que, obligado por
las circunstancias, el profesor
de filosofía había luchado con
los sucesivos boletines oficiales y se había convertido en un
gran experto en galimatías.
No sé si esta lucha a brazo partido con los textos sagrados de
la burocracia había ido en detrimento de sus obligaciones
para con Aristóteles o Nietzsche. Ni siquiera tuve que preguntárselo porque enseguida
me aclaró que, en el momento
de ser valorados sus méritos,
el saber burocrático tendría
tanta importancia, si no más,
que el saber intelectual. Él no
estaba de acuerdo, pero “las
cosas son así”, decía.
Tampoco era un gran amante de las reuniones y sin embargo iba a todas —“a todas”,
subrayaba— porque no podía
permitirse el lujo de quedarse
al margen del engranaje. Cierto que había un exceso de las
reuniones en las que a menudo las disquisiciones eran mucho más oscuras y complejas
que las de las teologías bizantinas. Pero no había más remedio que asistir porque las cosas eran así y, además, podían
contar para el currículo.
No se detenían aquí las tribulaciones del joven profesor
de filosofía, quien tenía poco
tiempo para adentrarse en los
vericuetos de Hegel o Kierkegaard porque tenía que bus-
car afanosamente revistas de
impacto donde publicar papers ¿Qué diablos es todo eso?,
preguntarán las almas poco
avezadas en el actual espíritu
universitario. Un paper es un
escrito
—valioso
o
no,
depende— que un profesor escribe para que lo lean cuatro
gatos de su gremio y, si puede
ser, nadie más. Una revista de
impacto es una revista especializada que puede tener o no
valor científico —depende— y
que con frecuencia, sobre todo en el ámbito de las humanidades, es un puro portavoz
gremial. Publicar papers en revistas de impacto es el paraíso
de quien aspira a hacer carrera universitaria. El aludido
profesor de filosofía proclama
que le gustaría escribir ensayos de otro tipo, más creativos, pero éstos contarían escasamente para el currículo.
“Las cosas son así”.
Como en los mejores relatos kafkianos, hay algo fatal
en esta afirmación ¿Quiénes
son los que hacen que las cosas sean así?, ¿los políticos?,
¿los pedagogos? ¿cerebros perezosos agazapados bajo el no
menos kafkiano Proceso Bolonia? Nadie lo sabe a ciencia
cierta. Y menos este esforzado
profesor de filosofía que corre
inquieto de un lado para otro
sin horas para dedicar a sus
filósofos. Ahora una reunión;
ahora un análisis hermenéutico del boletín oficial, ahora la
persecución de revistas de impacto, ahora un toque de renovación tecnológica. Y al llegar
a clase se pondrá a explicar el
mito de la caverna con el
Power Point, a sabiendas de
que Platón lo hubiera suspendido sólo con verle hacer eso.
que publicó hace unos días este periódico, que termina con
una palabra cuyo interior saltarín va articulado por dos emes
que obligan a quien la pronuncia a darse no uno, sino dos
patinazos. “Aquí está a punto
de prenderse un parampampán”, dijo Lina patinando con
desparpajo, alegría y profunda
convicción política.
El “narco más exhibicionista”, por definición, tiende a
caer en brazos de la ley, como
efectivamente acaba de pasarle a El Nene por segunda vez,
porque ya antes había estado
en prisión, en Marruecos, en
un plan que no estaba nada
mal, porque El Nene vivía en
tres celdas que él mismo mandó reformar y acondicionar
con toda clase de divertimentos electrónicos, y por las noches, cuando ya le dolían los
ojos de tanto jugar a la Play
Station, salía de juerga con sus
carceleros, a beber algo y a refocilarse con una tropa de chicas de alquiler. El Nene puede
darse estos lujos, pues según
sus declaraciones lenguaraces,
tiene más millones de euros
que años de vida, y sus prima-
veras suman 32. Eso de “el narco más exhibicionista” puede
corroborarse en la Red, donde
hay colgados algunos vídeos suyos que lo han inmortalizado
en plena faena, con las manos
puestas en su opinable quehacer. En el más vistoso sale El
Nene en la popa de una lancha,
transportando en la proa un
cuantioso alijo hacia la costa
malagueña, con una sonrisa
cargada de orgullo, y también
de cierta ternura, una sonrisa
que no se vería mal en un padre que lleva a sus hijos a la
escuela.
Tanto protagonismo convirtió a El Nene en un narco superestrella, que invitaba a tragos a
diestra y siniestra en los balnearios de la Costa Brava, en
un festín espontáneo del que,
en un descuido, usted o yo pudimos haber salido beneficiados
con un bendito whisky que, como caído del cielo, hubiera llegado a nuestras manos; pero
ese mismo protagonismo terminó devolviéndolo a la cárcel, de
donde había escapado con la
complicidad de sus guardianes, que eran simultáneamente sus contertulios, y adonde
ahora ha vuelto por un incidente tonto, un rifirrafe en la calle
que poco tenía que ver con su
quehacer, o cuando menos, no
directamente.
Lo que le faltó a El Nene fue
modestia, tendría que haber hecho las cosas “con más sfumature”, como bien diría Walter Veltroni, el alcalde de Roma, que
acaba de perder las elecciones
presidenciales contra Silvio
Berlusconi, alias El Caimán. A
mí me parece que tanto exhibicionismo debe de obedecer a
que El Nene consume la mercancía con la que trafica, un
error crucial en esa lid pues
bien se sabe que el capo, más
que ninguno de sus secuaces,
debe mantenerse al margen,
debe conservar la cabeza fría y
limpia de narcóticos; de otra
forma perderá el rumbo, se
convertirá en su propia víctima, porque un narco que consume lo que vende es algo así
como un escritor que lee sus
propias obras, y cuando esto
llega a suceder, estimados lectores, es que está a punto de
prenderse un parampampán.
VIRGILI
El parampampán
Ha caído El Nene. Amparado
detrás de este apodo asimétrico, porque es un tarambana
que de nene no tiene nada, operaba Mohamed Taieb Ahmed,
uno de los más sólidos traficantes de hachís del Mediterráneo
y, desde luego, el más ostentoso y lenguaraz, tanto que la
prensa española lo ha identificado, a fuerza de titulares, como “el narco más exhibicionista”. En el titular, en eso del
“más exhibicionista”, está el
germen de su desgracia, que para nosotros es gracia pura y dura, pues cuando El Nene tarambana fue cogido por la policía
marroquí, llevaba un pasaporte español auténtico, pero con
otro nombre, con el que había
dado rienda suelta a su chulería suicida por las playas más
insignes de la costa catalana.
Y ahora que he escrito dos
veces la palabra tarambana,
ese vocablo con el que uno tiende a dar un patinazo, justamente cuando llega a la eme central, me ha venido a la memoria una frase que, en un arrebato de alta lírica del Caribe, pronunció Lina Ron, líder ultrachavista venezolana, una frase,
JORDI
SOLER
El Nene se convirtió
en el narco estrella
que invitaba a tragos
en los balnearios de
la Costa Brava
Jordi Soler es escritor
Descargar