EL AMOR (soneto) Late, late mi atolondrado corazón, sentimientos jamás experimentados, esos ojitos negros en mí posados prenden prestos la llama de la pasión. Miradas que se iluminan sin razón y por astros del cielo vigilados, locos juramentos de amor susurrados vienen de su boca de melocotón. ¿Cuándo se quebró aquel precioso momento en el que nuestras almas se separaron? Cada día dolor infinito siento. ¡Qué poco nuestras ilusiones duraron! A pesar de todo yo no me arrepiento de esos corazones que una vez se amaron. Rebeca Giménez ODA AL CALENDARIO (décima) Marcas los días pasados, vislumbras días futuros dando vida sin apuros. Tanto eventos señalados como algunos ya olvidados, eres memoria del año. Cada hoja tuya un peldaño que me lleva con mesura, una hoja, una asignatura. El calendario de antaño. Rebeca Giménez SONETO Versos y poetas ¡Oh tierra mía! llenan la existencia de colores haciéndonos sentir hombres mejores dando al amor la chispa de alegría. No hay diferencias, todo es armonía, leo poesía y ya no hay temores. Imagino uno más, música y flores que me devuelven vida y alegría. Hundo mis pies descalzos en la arena, vienen olas y tengo la certeza de que llegan canciones de sirena, que envuelven con sus notas la tristeza llenándome de paz de forma amena, dándome de esta forma su belleza. Almudena Hernández ELEGÍA (decima) Y con Villa yo soñaba, él me hacía disfrutar. ¡Aquello sí que era amar! Me cogía y me abrazaba. Te fuiste y te extrañaba. Tu marcha son agonías ya que me entristecías. Dime, ¿dónde está tu amor? ¿No has de extrañar la flor a la que tanto sentías? Almudena Hernández ELEGÍA AL DOLOR (décima) Para empezar el dolor es un sentimiento malo que se pega como un palo en la resina, en su color, amarillo esplendor. Como una lapa en la roca, en una tarta de moka. Te duele si alguien se va. Sí, algún día pasará y dolerá si te toca. Estel López ELEGÍA A MI PERRO HAPPY En este triste enero de rojizos y blanquecinos cielos mientras la lluvia marcaba su paso y su ritmo triste no cedía, yo me sentía más lejos que nunca de la vida. Yo sólo tenía dieciséis eneros vividos cuando aquel preciso día el prendió sus ojos en los míos, y con su dulce mirada y su ronco ladrido, pareció decirme: adiós mi muy querido amigo. Gonzalo Ruipérez