arquitectura latinoamericana

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PROCESOS CONSTRUCTIVOS II
LEBLANC . ROVIRA . WEBER
TEXTOS OPCIONALES: ¿ARQUITECTURA LATINOAMERICANA? (ballenas, mariposas,
camellos, entre otras cosas). Arq. Rafael Iglesia
En nuestra literatura Borges, Arlt, Bioy Casares y tantos otros se han expresado con un lenguaje
que le es propio y a la vez universal. Han contado nuestras cosas. Y si bien han pintado nuestra aldea:
¿nos atreveríamos a decir que la obra de Jorge Luis Borges es latinoamericana? Un escritor que pensaba en inglés y que, por esas cosas de la vida nació en Buenos Aires; que fue, al mismo tiempo, fiel a su
origen geográfico y confeso amante de la literatura norteamericana y la mitología germana; alguien que
cuando se vio morir se fue a vivir a Suiza, mientras se preguntaba: ¿ porque habré de morir, si nunca lo
hice antes?. Hasta donde puedo ver, Borges es, por lo menos, universal.
Entonces, ¿qué cosa es una arquitectura latinoamericana? ¿Una clasificación? ¿Un orden para
evitar el caos? En ese caso, deberíamos preguntarnos de cuál caos se trata: ¿el caos donde todo es
igual o el caos donde todo es diferente? (1) Si esto es así, y a pesar de que sé que es una cuestión de
orden indispensable para estructurar un saber, no puede dejar de inquietarme el hecho de compartir el
mismo estante con la ballena cuando de mamíferos se habla (porque esto, puede transformarse rápidamente en un verdadero caos si la bestia se despierta o, simplemente bosteza). Pero en el caso que nos
ocupa, creo que no es más que la actitud propia del coleccionista de mariposas, que prefiere verlas hieráticas y numeradas antes que ocasionando un poco de caos libre y ventoso por ahí.
Pero si a pesar de todo lo dicho concebimos algo a lo que llamamos arquitectura latinoamericana, y si
esto es así, habrá que responder a preguntas tales como cuáles son las semejanzas, las similitudes que
han sido tomadas en cuenta, cuáles las jerarquías que se han manipulado para que nos coloquen a todos los de esta parte del mundo en este estante. Y una última cuestión: esta generalización, ¿no es lo
mismo que rechaza?
Más razonable parece, entonces, hablar de las distintas arquitecturas que se construyen en los
diferentes lugares que integran la América Latina.
Si la intención es buscar algún rasgo común a todas, arriesgo que ése podría ser que la arquitectura de por acá -según el diccionario, acá indica lugar menos circunscrito o determinado que el que se
denota con el adverbio aquí- se sensibiliza con el lugar, el horizonte, la inmensidad, la vastedad, eso es
lo que nos diferencia. Somos más geográficos que históricos (no tenemos un pasado que nos una). El
paisaje es lo que nos hace paisanos. Y esto de alguna manera implica puntos de vistas comunes. Y el
hecho de ver por la misma ventana nos presupone habitantes bajo el mismo techo.
De todas formas, antes de perdernos en la búsqueda de una definición que domestique a este
monstruo de múltiples cabezas y de preocuparnos por saber cuáles serán los sombreros o paraguas necesarios para techarlas, creo que es imprescindible establecer claramente cuál es nuestra tarea.
Los arquitectos debemos ser capaces de reconocer la concepción del espacio que late en nuestro tiem-
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po y transformarlo en lugar habitable del hombre, en objeto arquitectónico, dejar de lado las arquitecturas
pre-fabricadas y cuestionar los incansables modelos agotados detener razón; esto es, intentar realizar
una arquitectura que modifique el presente para poder encontrar en el futuro nuevos pasados. Es decir
despojarnos del objeto heredado. Porque, tal vez y después de todo, exista un pasado, nuestro vasto pasado geográfico esperando en la Pampa, un pasado que quizá no sea mucho más que aquel que describió Oliverio Girondo, con palabras tan justas: de tu origen marino no conservas más caracol que el nido
del hornero.
Pienso que la actitud que debemos tomar ante los muchos y desesperados intentos de clasificarnos es la que adopta sabiamente Jorge Luis Borges en su ensayo El escritor argentino y la tradición, escrito en el año 32 (unas mil noches más tarde de la inauguración del Pabellón de Mies). O ser argentinos
y, en una perspectiva más amplia, latinoamericanos es una fatalidad (y en ese caso lo seremos de cualquier modo) o es una afectación (y en ese caso la cuestión carece de todo valor). Pero sigamos con lo
importante, lo que verdaderamente cuenta es que la apuesta en cada uno de nuestros trabajos debe ser
la de no traicionarnos; de esta manera, seremos argentinos, chilenos, brasileños y, para aquellos que así
lo consideren, seremos latinoamericanos, pero también y más importante, seremos buenos o tolerables
arquitectos.
Y para terminar donde empecé, así tengo la sensación de no haber ido a ningún lado, vuelvo a
Borges. Como en Internet.
“He encontrado días pasados una curiosa confirmación de que lo verdaderamente nativo suele y
puede prescindir del color local; encontré esta confirmación en la Historia de la declinación y caída del
Imperio Romano de Gibbon. Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay
camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia
de camellos para probar que es árabe. Fue escrito por Mahoma, y Mahoma, como árabe, no tenía por
qué saber que los camellos eran especialmente árabes: eran para él parte de la realidad, no tenía por
qué distinguirlos; en cambio, un falsario, un turista, un nacionalista árabe, lo primero que hubiera hecho
es prodigar camellos, caravanas de camellos en cada página; pero Mahoma, como árabe, estaba tranquilo: sabía que podía ser árabe sin camellos. Creo que los argentinos podemos parecernos a Mahoma,
podemos creer en la posibilidad de ser argentinos sin abundar en color local” . (2)
1- La idea de los dos caos aparece en el prólogo al libro de Michel Foucault, Esto no es una pipa.
En realidad, el caos de lo igual es contrario a la idea de orden en el sentido en que en él es mi
posible establecer jerarquías y, por lo tanto, ordenar.
2- Jorge Luis Borges, “El escritor argentino y la tradición” en Discusión, 1932.
Arq. Rafael Iglesia
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