La esquizofrenia afecta aproximadamente al 1

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Miércoles, 24 de Febrero del 2016
A veces tengo
miedo
Ilustración encontrada en un
antiguo asilo psiquiátrico.
Realizada por un paciente que
padecía esquizofrenia.
ISAAC GARCÍA AUTILLO
MARTA PUIGDUETA REVETLLE
CRISTINA TOMÁS SERRA
La Real Academia Española
define la palabra “miedo”
como la “angustia por
un riesgo o daño real o
imaginario”. Una respuesta
natural ante el peligro. Una
sensación desagradable que
atraviesa cuerpo, mente y
alma. Modifica nuestra forma
de ser (o estar) pero no siempre
es el reflejo de algo real. Muchas
veces se teme a algo que no
existe, que es producto de la
imaginación. El problema
es cuando no se es capaz de
diferenciar entre la realidad
y la ficción. Es la pesadilla
que viven los esquizofrénicos.
Realidad desdibujada
‘Schizo’, en griego, significa escisión o división; ‘phrenos’, mente. Así, tal y como su nombre
indica, la esquizofrenia provoca una ruptura en la persona. La
enfermedad aparece y altera la
actividad de los neurotransmisores del cerebro. Es decir, tras-
toca las sustancias que permiten
a las neuronas funcionar. Provoca una pérdida de contacto con
la realidad, trastornos en el lenguaje, conductas extravagantes
y alteraciones en la afectividad.
Los enfermos reciben informaciones que no vienen del mundo real, que no se perciben por
los sentidos, aunque las vean,
escuchen o sientan como verdaderas.
La llave que abre la puerta
La esquizofrenia afecta aproximadamente al 1% de la población mundial. Hablamos de 61
millones de personas. Por ahora, es una enfermedad muy desconocida. Así como en la neumonía los médicos saben que la
raíz se encuentra en una bacteria, en este caso no se sabe qué
hay detrás. La llave que abre la
puerta para que aparezca está
en el punto de mira desde hace
mucho tiempo. Aunque no se
sabe con certeza cuál es su origen, la mayoría de profesionales, como el psicólogo Adolfo
Jarne, coinciden en que lo que
se produce es un trastorno ce-
rebral.
Como en todas las enfermedades mentales, existe una alta
predisposición genética. Eso no
quiere decir que heredar determinado gen sea sinónimo de padecer esquizofrenia. El gen puede estar durmiendo toda la vida en el interior de una persona
y no despertar nunca. Por tanto, si el gen no despierta, nunca se padecerán los síntomas del
trastorno. Factores psicológicos
y sociales pueden avivarlo, desencadenar la enfermedad y en-
La esquizofrenia
afecta
aproximadamente
al 1% de la
población mundial
cender así el interruptor de algo
que ha estado apagado durante
un tiempo y que podría haberlo estado toda la vida.
Cada vez más jóvenes
Un trauma, una situación dolorosa o una crisis psicológica
ejercen una influencia significativa en las personas. Sumado
a una herencia genética determinada, puede ser suficiente para desencadenar la esquizofrenia. Sin embargo, algo ha cambiado respecto a años anteriores. La edad media de los pacientes que sufren el primer brote ha bajado: de los 20 a los 14
años. Es debido al alcohol, y sobretodo a las drogas, que actualmente se consumen más temprano y están más al alcance entre los jóvenes.
La marihuana, la cocaína y
las drogas sintéticas (LSD, éxtasis, MDMA, etc.) pueden acelerar su manifestación. Jarne
remarca que, aunque parezca
mentira, especialmente y de
forma frecuente se encuentra
el consumo de cannabis asociado a este trastorno mental.
Oigo voces
En la familia de Aina había atecedentes de casos de esquizofrenia. Una situación de fuerte estrés psíquico y emocional des-
pertó en ella la enfermedad. Su
padre murió cuando apenas era
una niña. Fue un shock tan fuerte que no supo cómo afrontar. Se sentía vacía y las drogas
eran lo único que conseguían
evadirla de la realidad. Tenía tan
solo dieciséis años y demasiados problemas. Comenzó a jugar con ellas y a consumir todo
lo que le ofrecían. Le ayudaban
a que se sintiera mejor, más fuerte y menos triste. Pero ya se
sabe que quien juega con fuego se acaba quemando. Empe-
El riesgo de perder
el apetito sexual
incita a los jóvenes
a no tomar la
medicación
zó a notar cambios. Escuchaba
voces, sentía que la perseguían
y pensaba que sus amigos estaban planeando matarla. Cuanto más intentaba que desaparecieran las voces, más se acerca-
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Miércoles, 24 de Febrero del 2016
ban. Tenía miedo. De todo y de
todos. La pérdida de un padre,
el abuso de las drogas y una tía
con un historial médico marcado por la esquizofrenia activaron esta enfermedad mental
en Aina.
Un arma de doble filo
La terapia psicológica y la medicación son el camino a seguir
para que el paciente consiga hacer vida normal. No obstante,
cada caso es un mundo. Los síntomas no se presentan igual en
todas las personas. Existen dos
tipos: los positivos y los negativos. Para los “síntomas negativos” no existe medicación. Se
llaman así porque expresan capacidades que se han perdido:
volverse indiferentes emocionalmente, no tener capacidad
para sentir satisfacción, dificultad para entender o perder
la motivación.
Así pues, los psicofármacos
solo intentan frenar los “síntomas positivos”: alucinaciones,
delirios y comportamientos extraños. Pero son un arma de doble filo: temblores, aumento de
peso, somnolencia, rigidez muscular, exceso de salivación, visión borrosa, impotencia, alteraciones de la glucosa, etc. Estos
son algunos de los efectos secundarios que provoca la medicación. Un precio demasiado elevado que no todos los pacientes están dispuestos a pagar. Es
el caso de algunos enfermos jóvenes. El riesgo de perder el apetito sexual o padecer impotencia a una edad tan temprana les
induce a jugar con las tomas diarias de la medicación para satisfacer sus necesidades sexuales.
Si los pacientes deciden no
medicarse los “síntomas positivos” se pueden seguir manifestando, y además se incrementa
el riesgo de sufrir un brote psicótico.
Hay casos en los que se puede llevar una vida sana con muy
poca medicación y, excepcionalmente, sin ninguna, después de
un largo proceso de psicoterapia, apoyo social y estilos de vida
saludables. Pero son casos muy
inusuales.
Falsa amenaza
En muchas ocasiones, los esquizofrénicos aparecen representados como delincuentes, asesinos
o locos. La gente sabe realmente muy poco sobre enfermedades mentales y, en concreto, sobre la esquizofrenia. El hecho de
no entender qué les puede estar
pasando por la cabeza, lleva a
mantener ciertas distancias con
ellos o incluso a tenerles miedo.
El desconocimiento impulsa a
no contratarlos, a no alquilarles pisos, no quererlos como vecinos o a ser rechazados en relaciones personales. Este retrato negativo acaba estigmatizando la enfermedad y a quienes la
sufren. La sociedad no conoce
la realidad a la que los pacientes deben enfrentarse: el trabajo, el instituto, la universidad…
Terminan siendo mundos oscuros de aislamiento social. Al final, las personas con trastornos
mentales son doblemente víctimas: de una enfermedad que
les domina totalmente y de una
sociedad que no les entiende.
La otra cara de la moneda
A menudo, los medios de comunicación contribuyen a esta percepción errónea de la enfermedad. En la presentación de
delitos o actos violentos cometidos por esquizofrénicos muchas veces solo se tiene en cuenta la audiencia o el morbo que
se puede generar. Es la causa de
que se termine adoptando normas generales a partir de casos
particulares y aislados: un error.
Por ejemplo, la agresividad
no caracteriza a los enfermos.
Según un estudio español publicado en la revista especializada Acta Psychiatrica Scandinavica
en 2009, no hay más violencia
en personas con esquizofrenia
que en la población general. Incluso hay otras investigaciones
que defienden que son menos
violentos. Eso sí, tienen más riesgo de ser agredidos, porque los
motivos de su violencia es peor comprendida que la del resto de personas. De hecho existen más posibilidades de autoagresión que de agresión.
La otra cara de la moneda,
una menos conocida pero también común, es la del paciente
aislado, sin ganas de hacer nada y que no consigue disfrutar
de las cosas. Estas actitudes, en
algunos casos, son el efecto de
la medicación. No hay que olvidar que son personas que sufren
mucho y que tienen un elevado sentimiento de culpabilidad.
Según diversos
estudios, la
agresividad no
caracteriza a los
esquizofrénicos
Bajo control
Los brotes psicóticos no son más
que una respuesta de autoprotección. Los enfermos pierden el
sentido de la realidad, creen vi-
Ilustración anónima que
representa uno de los
síntomas más comunes de la
esquizofrenia.
vir una especie de “sueño” despiertos y no pueden entender
qué está pasando a su alrededor.
En estos momentos de crisis sienten miedo y por eso adoptan
actitudes defensivas. Si se tiene
una visión alejada o equivocada de la esquizofrenia, algunos
casos resultan inexplicables, pero desde la lógica de la enfermedad son explicables.
Estas rupturas de la realidad
requieren asistencia médica y,
en determinados casos, también la intervención de los cuerpos de seguridad. Existen protocolos ante urgencias psiquiátricas de este tipo, aunque eso no
quiere decir que siempre funcionen correctamente.
Lo que pasa en la mayoría de
los casos es lo siguiente: 112 recibe el aviso e informan al Servicio de Emergencias Médicas
(SEM), que a su vez advierte a
los Mossos d’Esquadra. Guillermo Pérez de Tudela, Mosso d’Esquadra desde hace nueve años,
comenta que lo habitual es que
el SEM llegue primero al lugar
donde se solicita la asistencia, y
después los Mossos. Estos dan
soporte y valoran la intervención si la situación se sobrepasa.
En la mayoría de casos, el SEM
consigue calmar al paciente y la
ambulancia se lo lleva.
Protocolos incorrectos
Aún así, Pérez de Tudela reconoce que muchas veces los cuerpos
de seguridad llegan antes que el
SEM porque estos tienen la costumbre de recurrir directamente a los Mossos cuando hay indicios de violencia. Aunque no
debería de ser así. Obviamente,
depende de la urgencia y la llamada que entra al 112. Es aquí
cuando también puede presentarse el problema. Si la adverten-
Los brotes
psicóticos son una
respuesta de
autoprotección de
los enfermos
cia que se da a las autoridades
no se corresponde con la realidad, se ponen en funcionamiento protocolos que no son los
idóneos para lo que necesita la
situación, incluso que pueden
tener efectos contraproducentes. Una persona en estado de
nervios puede transmitir un aviso demasiado grave para lo que
puede ser en realidad. O viceversa. Un mensaje que en principio
no reviste peligro, puede terminar presentándolo en el lugar.
Siempre que hay un brote
psicótico acude el SEM. Pérez
de Tudela admite que en principio los Mossos ahí no hacen
nada porque los esquizofrénicos
no son personas violentas, sino
personas enfermas. Si se dan casos en los que la integridad física de otras personas peligra, sí
que es posible que intervenga
una brigada móvil. En estos sucesos puntuales, el médico tiene la autoridad y responsabilidad de ordenar el ingreso involuntario del enfermo sin autorización judicial previa.
Montserrat Dolz, directora
del servicio de Psiquiatría del
Hospital Sant Joan, es partidaria del uso de la pedagogía ya
que así es posible reconvertir
un ingreso involuntario en voluntario solamente escuchando y colaborando con las familias obteniendo así una alianza
terapéutica
Genios y enfermos
Edgar Allan Poe, Salvador Dalí, John Nash y Franz Kafka sufrían esquizofrenia. Incluso un
estudio patológico del personaje
Don Quijote revela que también lo podría ser. En el siglo XXI
necesitamos etiquetarlo todo,
incluso aquello que desconocemos para tener la sensación
de que lo entendemos. Pero no
es así. No se informa bien de lo
que es la esquizofrenia y el resultado es que la creencia social la vincula equivocadamente
a la violencia.
Nos fascina leer El cuervo; disfrutamos apreciando cada detalle de El gran masturbador; reconocemos el talento concediendo un premio Nobel; y oímos
el nombre de Gregorio Samsa
y pensamos en genialidad. En
cambio, la esquizofrenia nos da
miedo: prejuicios y falsas verdades.
Tal vez deberíamos ser capaces de dar la vuelta a esta situación, que los enfermos mentales pasen de ser
una “amenaza” —que no
lo son— a ser comprendidos y ayudados. Solamente necesitamos sentido crítico e información de calidad. Si fracasamos, nos estaremos perdiendo a personas asombrosas.
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