CASA DE LA PANADERIA. CUARTO REAL El edificio de la Casa de la Panadería preside la Plaza Mayor, diferenciándose del resto de construcciones por el tratamiento de su fachada principal, que presenta en los extremos torres con chapiteles y está decorada con pinturas murales. En su interior se conserva pinturas realizadas en el siglo XVII por Claudio Coello y José Jiménez Donoso. El edificio El Cuarto Real y su decoración pictórica Los orígenes de la Real Casa de la Panadería se remontan a un primer edificio que comienza a ser levantado en 1590 por Antonio Sillero para albergar la tahona principal de la villa. Esta primera construcción fue transformada y finalizada por Juan Gómez de Mora en 1617, quedando integrada en el conjunto de la Plaza Mayor. En la planta noble del edificio se dispuso el Cuarto Real, destinado al uso exclusivo de la Corona. Estaba formado por una cámara, con balcones que se abrían a la plaza, y una antecámara, en la zona interior. Ambos espacios estaban unidos por tres grandes vanos rematados en arcos toscanos de medio punto. Sus techos fueron decorados por Claudio Coello y José Jiménez Donoso con pinturas al temple. Tras el incendio de 1672 el inmueble fue reconstruido por el arquitecto Tomás Román, conservándose únicamente del edificio primitivo el sótano con una trama de 56 pilastras de granito cubiertas con bóvedas de arista de ladrillo y su planta baja con soportales. El edificio cuenta con cuatro alturas, rematándose la última en forma de ático. En los extremos de su fachada principal se sitúan dos torres cuadradas con chapiteles, y en su eje central el balcón real con un escudo esculpido por Barbieri. Esta fachada se encuenra además decorada con pinturas murales. Originalmente, presentaba niños desnudos o putti, bustos alegóricos y figuras a modo de cariátides realizados por Luis González Velázquez a finales del siglo XVIII. A principios del siglo XX, estas pinturas fueron restauradas por Arturo Mélida, y posteriormente reemplazadas por otras nuevas del pintor y ceramista Enrique Guijo. Finalmente, en 1992 fueron sustituidas por una nueva decoración realizada por Carlos Franco, que intenta mantener un estilo colorido y barroco. En la antecámara, así como de la escalera de acceso, estas pinturas se perdieron, siendo rehechas en 1901 por Arturo Mélida. En la cámara, las pinturas se sitúan en su bóveda esquifada con lunetos. La composición muestra arquitecturas fingidas, abriéndose en la zona central un celaje al que se asoman las virtudes cardinales portando el escudo de la Casa de Austria. Alrededor f lota un grupo de amorcillos y ángeles con elementos diversos. En el interior de los lunetos de los lados largos se incluyeron medallones con pinturas en grisalla con algunos de los trabajos de Hércules. Por su parte, en los lados cortos se muestran los escudos de Madrid. Se desconoce la distribución del trabajo de cada pintor, aunque es probable que la parte arquitectónica fuera realizada por Jiménez Donoso y las figuras por Coello.