Desde un ex traficante sorprendido con un AK 47

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LATERCERA Domingo 20 de marzo de 2016
Desde un ex traficante sorprendido con un AK 47 hasta una supuesta nieta
del ex ministro Sergio Onofre Jarpa. Las autopistas urbanas de a poco se
han transformado en el hogar de gente que escapa de su pasado. Este es
un relato de la vida de un grupo de personas que vive en las entrañas
mismas de las carreteras.
TEXTO: Ignacio Bazán FOTOGRAFIAS: Juan Farías
Vivir en la
autopista
RR Alejandro Rivera en la casa que comparte con su amigo José, entremedio de dos autopistas.
bajo de las autopistas. Aquí quedó un sitio baldío que enrejaron, pero una porción de la reja se cayó hace dos años después de un choque y nadie la ha vuelto a
parar”, asegura.
Ambos coinciden en que la cantidad de
gente viviendo frente a sus casas ha aumentado en el último año y calculan que
ya son unas 15 las personas que duermen
frente a sus edificios.
El alcalde de Macul, Sergio Puyol, afirma
que los terrenos que están bajo las autopistas pertenecen al MOP y que ya se está en
conversaciones con el ministerio para hacer
una suerte de feria bajo el metro y autopista
que pasa por arriba de Vespucio con Macul.
“Pero no todos tienen una situación mental
buena”, dice. “Por ejemplo, la Clínica El
Carmen los acoge con la condición de que
lleguen antes de las 10 de la noche, pero
muchos prefieren la calle, aunque afuera
tengan temperaturas bajo cero”, explica.
Puyol reconoce que funcionarios municipales pasan a limpiar cuando ninguna de
las personas que viven bajo la autopista se
encuentra ahí. Pero por ahora no existen
conversaciones con el MOP para recuperar
el sector de Rotonda Grecia. “Sí voy a hablar con la alcaldesa de Peñalolén para que
cerremos el perímetro”, promete.
La pareja compuesta por Miguel (47) y
Alejandra, quien se complica para dar su
edad, forma parte del grupo de personas
que duermen en la autopista, cerca de la
rotonda. Miguel sufre de una esquizofrenia
que lo hace sufrir de alucinaciones auditivas, mientras Alejandra dice tener depresión. Ambos arrendaban una pieza en una
casa donde viven 10 familias, a unas cuadras hacia arriba, en Peñalolén. Un grave
conflicto con los vecinos los hizo preferir
la calle. Primero se instalaron en el bandejón central de Avenida Grecia, sobre el pasto, pero los carabineros los sacaron. Según
Alejandra, los mismos uniformados les recomendaron irse a vivir bajo la autopista,
porque ahí los molestarían menos.
Mientras las ruedas de los autos traque-
tean en el pavimento de la autopista arriba, la pareja pide no ser identificada en las
fotos, porque parte de sus respectivas familias no sabe que están viviendo en la calle. Miguel comenta que Alejandra es nieta
del ex ministro Sergio Onofre Jarpa, mientras Alejandra, con sus anteojos rotos, sólo
atina a asentir con la cabeza. Ambos tuvieron tiempos mejores, dicen. Ella, cuenta,
fue reportera en un medio de su padre periodista. El, asegura, pasó un par de años
por la Escuela de Arte de la Católica. Y ambos se juntaron para tener tres hijos, a los
que apenas ven, porque, según Miguel, se
los quitó su madre y su hermana por pegarle una palmada en el trasero a uno de
ellos. A Alejandra se le caen las lágrimas al
escuchar hablar de sus hijos y reconoce
que no tiene los medios para tratar su depresión, enfermedad que la mantiene encerrada en un círculo vicioso alimentado
por la vida en la calle. O la sobrevivencia.
Esta tarde dicen no tener nada para comer,
“aunque siempre llega algo”, asegura Ale-
jandra. “Nosotros esperamos con ansias los
viernes en la noche, porque nos vienen a
entregar comida y ropa de organizaciones
de caridad”, comenta la mujer.
Para ir al baño cruzan al supermercado
Santa Isabel que está en la rotonda y si necesitan ducharse lo hacen con baldes. El
agua se las dan en un servicentro cercano.
Aún así, ambos parecen no haberse bañado en días.
La escasez de recursos a veces es contradictoria. Miguel dice que Alejandra “es
seca para pedir en el metro”, que en una
hora puede hacer 18 mil pesos. El, además,
canta en las micros. Y ambos reciben una
pensión de invalidez de 70 mil pesos. “Necesitamos que alguien nos arriende una
casa, porque plata para pagar tenemos”,
dice Miguel. Aún así, esta tarde comentan
no tener para comer.
A unos 50 metros hacia la Rotonda Grecia está Héctor Olea (56), quien trabaja haSIGUE EN PAGINA [18] 3
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