Leones por corderos

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RR.HH. DE CINE
Leones por corderos
JAVIER FERNÁNDEZ AGUADO, Socio Director de MindValue
Tres historias interconectadas se desarrollan en paralelo a través del largometraje: Tom Cruise da vida a un congresista norteamericano interesado en
promover aceptación hacia su nuevo
plan para Irak y Afganistán por parte
de una periodista (Meryl Streep), que
tiempo atrás consideró que las aportaciones del político eran acertadas. Paralela en el tiempo, pero lejos de allí, se
desarrolla una charla entre un profesor
idealista (Robert Redford), que aspira a
ser mucho más un “maestro” que un
repetidor de libros de texto, y un estudiante aventajado, pero desmotivado
por su entorno.
En la tercera historia, dos soldados
americanos destinados en Afganistán, antiguos alumnos de Redford,
son heridos en territorio enemigo, y
se ven desbordados por tropas que
pretenden darles caza.
Entre las múltiples críticas que han
aparecido la más relevante –aunque
demasiado parcial– me ha parecido la
de Ray Bennett en The Hollywood Reporter cuando la describe como “un
honesto –pero algo árido– intento de
discutir sobre los méritos de las estrategias actuales del ejército americano.
(…). Una película bien hecha que no
ofrece respuestas pero que sugiere
muchas e importantes preguntas.”
Al salir de la sala, escuché a un grupo
de adolescentes:
–Pues valiente película de guerra donde hablan mucho y no se entiende
nada…
Dentro de sus limitaciones, el largometraje presenta –en mi opinión– una
válida autocrítica de la situación norteamericana en diversos campos. No se
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trata sólo de una visión cruda de su escenario militar, sino sobre todo de un
análisis de sus coordenadas intelectuales. Seguro que a David McClelland,
autor del inolvidable libro La sociedad
ambiciosa (primera gran denuncia con
fundamento de la crisis de los Estados
Unidos de Norteamérica), le hubiera
parecido lúcida.
El director de la película ha confesado
que se encuentra turbado por la carencia de ideales valiosos en USA. La
culpa de esa situación, según él, es la
ausencia de personas que se atrevan
a soñar en mundos mejores y también por la falta de esfuerzo de parte
de la generación contemporánea. La
última causa del desastre es –en su
descripción cinematográfica– la nula
capacidad de los Medios de comunicación por ayudar a salir de esa triste
encrucijada.
Robert Redford lanza preguntas que
son más bien puñetazos, particularmente por el cinismo que transpira el
bisoño senador republicano interpretado con acierto por Tom Cruise. Pero el
largometraje no se limita a denostar al
gobierno, los medios de comunicación
se llevan una buena ración, porque la
periodista –y su director– acaban haciendo lo que el cínico político deseaba.
La autocrítica es el tercer puntal, pues
en cierta medida la carencia de ideales
procede de la ausencia de la generación anterior por transmitirlos…
El problema es que tras las grandes
preguntas planteadas no se adivinan
respuestas. La cuestión debería ser: y
ahora, ¿qué? Pero en ese punto Robert Reford no ofrece senderos. Si bien
es cierto que una película no tiene por
qué ponernos delante todas las soluciones, también lo es que tras las cargas de profundidad lanzadas, debería
haber realizado alguna aportación más
sólida en cuanto a propuestas. Según
reza el adagio, los tontos constantes,
sólo los inteligentes preven. Denunciar
la triste situación de la cultura norteamericana es algo, pero no resulta
suficiente.
Limitarse a decir que seguimos igual
que antes, y que no hay nada que hacer, porque los militares mueren (eso sí,
con dignidad) y la prensa se comporta
deshonestamente no es añadir mucho.
La única luz de esperanza parece provenir de la reflexión del muchacho con
La renovación de las generaciones no empieza en ellas,
sino en las clases educativas que deben recordar que
un profesor es el mayor promotor del entusiasmo
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el que Redford ha hablado durante un
tercio de la película. Un amigo suyo,
sorprendido porque se haya levantado tan pronto, y al ofrecerle un porro,
recibe una respuesta positiva por parte
de su interlocutor: debe pensar sobre
qué hacer en el futuro. Lo grisáceo,
lo mediocre no parece ser el sendero
que más le atraiga tras las reflexiones
de su educador.
El consejo del profesor de que no
queme su juventud parece que ha
hecho mella. Mientras tanto, los soldados norteamericanos –los dos inmigrantes y no por casualidad– se niegan a morir de rodillas y se levantan
penosamente para dar la cara ante
una muerte segura. Esos dos destellos
de optimismo compensan el tono pesimista del resto del metraje.
Quizá merecería la pena reflexionar
un poco más sobre si el sistema educativo europeo ofrece algo mejor que
el norteamericano. La falta de ideales
de muchas personas es quizá fruto del
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descrédito de un sistema universitario
en el que se respira endogamia y falta
de competitividad intelectual. Como
he señalado en ocasiones: ¿qué puede esperarse de una institución de
formación superior –y son ejemplos
reales– que aloja entre su claustro un
personaje que afirma que ha descubierto Internet o que nombra como
director de una Escuelas de negocios a un narcisista autorreferencial?
Cuando los alumnos contemplan esto
es lógico que se desanimen, porque
no resulta modelos atractivos.
La renovación de las generaciones no
empieza en ellas, sino en las clases
educativas, que deberían recordar que
un profesor no puede ser un transmisor de conceptos obsoletos, sino un
maestro, promotor de entusiasmos
por lograr mundos mejores. \
FICHA TÉCNICA
Título: Leones por corderos.
Director: John Ford.
Intérpretes: Tom Cruise, Robert Redford, Meryl Streep, Derek Luke, Michael Peña,
Andrew Garfield, Peter Berg, Tracy Dali, Louise Linton, Rustee Rutherford.
Año: 2007.
Temas: Autocrítica. Branding. Caos organizativo. Comunicación interna y externa.
Esquizofrenias organizativas. Ética y política. Feelings Management. Inmolaciones
organizativas. Mediocridad. Profesores y Maestros.
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