El Gobernador Brigadier General Don Pablo Lucero

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GOBERNADOR BRIGADIER GENERAL
DON PABLO LUCERO
SU VIDA, SU GESTION PÚBLICA,
Y EL JUICIO DE LA
HISTORIOGRAFIA PUNTANA
Por Hugo A. Fourcade
1. Introducción
Cuando el Prof. Juan W. Gez concluía en su libro “La tradición
puntana” la primera síntesis biográfica que en el medio puntano se dedicaba
al Gobernador Don Pablo Lucero, escribió: “En torno de su nombre se ha
hecho en San Luis la conspiración del silencio y el olvido pues uno que otro
viejo lo recuerda a través de personales impresiones. Es tiempo ya de
despojarnos de los prejuicios de una época que se aleja, para inquirir la
verdad relativa, la única que puede interesar a las futuras generaciones
cuando deban pronunciarse definitivamente, sobre los sucesos y personajes
que han ocupado el escenario de nuestra provincia”.(1)
En esa obra aunque reconozca múltiple su accionar político insistirá
Gez en que Lucero era “un hombre de escaso saber” para agregar más
adelante con toque sutil: “La soberana Representación se había anticipado
a ofrecerle la tercera reelección y la promesa se cumplió al pie de la letra
pues el león aunque manso, no debía olvidarse que era ante todo un agente
de Rosas. Una conducta contraria hubiera sido desagradar al amo, máxime
cuando Lucero había demostrado ser algo más digno que aquéllos otros
procónsules de la tiranía”. (2)
Difícil nos resulta hoy creer o admitir que el propio Gez al publicar su
“Historia de la Provincia de San Luis” en 1916 seis años más tarde que “La
tradición puntana” superaba aquélla denunciada “conspiración del silencio”
y “los prejuicios de la época” cuando analiza la larga gestión del mandatario
que gobierna la Provincia entre 1841 y 1854, ocupando como lo cree el
autor el “puesto demasiado subalterno y odioso de un simple agente de la
tiranía”. (3)
Meritoria ha sido indudablemente la labor precursora de Gez al
darnos a conocer lo que fue la vida y la labor gubernativa de este titular del
Ejecutivo de San Luis, federal por más datos, al que juzgó desde la óptica
unitaria de su preferencia, de tal manera que, visto el crecimiento
historiográfico del medio y especialmente de los pocos que se han situado
en la corriente de la revisión de nuestro pasado, se nos imponga ahora
incorporar estos nuevos aportes para lograr una comprensión más ajustada
a la verdad y a la objetividad de lo que fue la existencia de este soldado al
que le tocó regir los destinos provinciales en una larga, difícil y hasta trágica
época.
2. Noticias biográficas
Si bien alguien consideró, como don Reynaldo A. Pastor (4), que la
más completa biografía de Lucero era aquélla que escribió Gez en su libro
“La tradición puntana”, allí no se consigna y esto podría ser considerado
una minucia, la fecha de nacimiento del mandatario que ocurrió según
Carlos Barreiro Ortiz en San José del Morro el 17 de noviembre de 1802 (5)
y faltan muchos otros datos que un desvelado sanmartiniano como Urbano
J. Núñez y otros investigadores de San Luis incorporaron con la paciencia
del que recurre a los documentos para mejorar la lección del pasado que
algún lector apresurado pudo creer inmodificable y definitiva.
De ahí que hasta hoy es un punto oscuro la fecha del natalicio del
esforzado combatiente, pues como se verá en su momento, no se
corresponde el año 1802 con los 65 años transcurridos cuando finalizó su
trayectoria mortal, datos de edad consignados en su partida de defunción,
no habiéndose podido descubrir su partida de bautismo.
Desconocemos en absoluto lo que fue la niñez de Don Pablo en el
sitio donde vino al mundo, de tal suerte que lo inicial o inaugural de su vida,
sería señalar que desde temprana edad integró las milicias provinciales e
hizo la campaña de Chile con San Martín, para continuar sirviendo a su
“país” desde ese formidable cantón que fue, por largos años, San José del
Morro.
Si bien la crónica lugareña identifica a D. Pablo Lucero desde su
mocedad como un soldado de la guarnición del Morro, debemos anotar que
a fines de 1831 integró la Sala de Representantes que elaboró el
Reglamento Provisorio para el régimen de gobierno de la Provincia de San
Luis que fue aprobado el 7 de enero de 1832, como lo documentó el Dr.
Rodolfo Follari. (6)
En noviembre de ese año 32 intervino Lucero en el combate que
ocurrió en las cercanías de su rincón natal, bajo las órdenes del
Comandante D. José Gregorio Calderón, dirigiendo en la lucha contra unos
5.000 indios, la fuerza de la izquierda junto al Comandante D. Pedro
Bengolea, “Sangriento combate” y “bochornosa derrota”, según el juicio de
Pastor. (7)
Durante la campaña contra los indios de 1833, prevista por el Gral.
Juan Manual de Rosas y que en el orden local ejecutó el Gral. Juan Ruiz
Huidobro, campaña que ha estudiado con rigor Víctor Saá (8), Lucero fue
designado jefe accidental de la División Puntana desde el 24 febrero,
comandando al inicio de la expedición el 6 de marzo, los Dragones de la
Unión que él había creado. El 16 de marzo intervino en el combate de Las
Acollaradas, imponiéndose a los señores del desierto las fuerzas
combinadas que integraban el batallón Defensores, el regimiento Auxiliares
de los Andes, los Dragones Confederados de Córdoba y los Dragones de la
Unión. En mayo desde el campamento de Río Cuarto, Lucero pide ayuda a
la Junta Gubernativa por el desamparo de su familia y es esa misma Junta
Gubernativa la que el 3 de diciembre lo asciende al grado de Coronel.
Actuó más tarde, según señala Diego de Santillán en la jornada de
Arroyo y pampa del Rosario, esto es en 1834, lográndose el rescate de 23
familias cautivas y la recuperación de 16.000 cabezas de ganado.
En 1840 a la altura del 11 de noviembre se produce la siempre
recordada revolución unitaria contra el gobierno de D. José Gregorio
Calderón, revolución que encabezó Eufrasio Videla y el Cnel. Manuel
Baigorria. Derrocado el gobierno, Don Pablo Lucero que se encontraba en
Renca con sus Dragones, soporta una sublevación parcial de sus tropas,
razón por la cual se dirige con sus fieles hasta la cercanía de Santa Rosa,
uniéndose allí con las fuerzas que comandaba el Gral. Félix Aldao.
Duró poco el dominio unitario en la capital provincial ya que las
fuerzas aliadas que integraban la vanguardia del Gral. Pablo Alemán,
viniendo desde Mendoza, más las que comandaba el Gral. Aldao y Cnel.
Lucero, triunfaron totalmente en Las Quijadas el 2 de enero de 1841.
Los vencidos como Videla fueron autorizados a trasladarse a Chile y
otros como los hermanos Saá, Juan, Felipe y Francisco, acompañados de
Baigorria, Antonio Lucero y el lancero Feliciano Ayala prefirieron buscar
refugio en tierra adentro, “llevando –la escribió Urbano Núñez– sus lanzas y
su valor, sus conocimientos y su sangre a las tolderías ranquelinas”.
La deposición del Gobernador Calderón, el triunfo de las Quijadas y
la presencia del ejército federal favorecieron la designación de Cnel. Pablo
Lucero como gobernador provisorio de San Luis, lo que ocurrió el 5 de
enero, asumiendo el cargo, como propietario recién el 19 de noviembre,
luego que, junto con Aldao realizara la llamada campaña de La Rioja,
interviniendo en el combate de Angaco, que le costó la vida al unitario Gral.
Acha (decapitado en territorio puntano) y ocurriera el triunfo federal en el
combate de Rodeo del Medio, con la derrota del Gral. Gregorio Aráoz de
Lamadrid.
Cuando transcurría el mes de diciembre se cumplió la sentencia de
muerte de Eufrasio Videla, Benigno Rodríguez y Epifanio Quiroga, quienes
un año antes encabezaran la revolución unitaria, salvando la vida otros
implicados como Juan Barbeito, Gabriel Baigorria, Lucindo Riso, Jerónimo
Concha y Francisco Bargas. Esta fusilación constituyó según Gez “una
debilidad” de Lucero, en tanto que Pastor dice que esa decisión fue una
“negra mancha que desdoró su foja de meritorios e importantes servicios
públicos”. (10)
Del primer gobierno de Lucero cabe recordar que en 1841 hizo
reedificar la villa de San José del Morro, levantando su primitiva “capilla”,
pues así se la nombra en los documentos parroquiales de la época, en tanto
en 1844 hizo construir a orillas de río Quinto el Fuerte de San Ignacio de
Loyola dedicándoselo al fundador de la Compañía de Jesús porque, decía
el gobernante, del santo era “devoto… y sus máximas mis direcciones”, tal
como lo escribió una vez.
En 1844 fue reelecto por cinco años, intentando entonces la creación
de una Cámara de Apelación para perfeccionar el sistema judicial
imperante, objetivo éste que recién se concretó en 1852.
En 1846 buscando siempre la concordia entre los puntanos, concedió
el perdón a los hermanos Saá los que volvieron, tanto Juan como Felipe
con hijas del desierto, y se integraron a las fuerzas militares de la
Provincias. Don Juan Francisco (según su partida de bautismo) se
convertiría en Ayudante de Campo del Gobernador Lucero, Felipe integraría
la oficialidad de los Lanceros Argentinos, en tanto que Francisco debía estar
en el Morro pues en 1848 acompaña las fuerzas que partieron a San Luis
para librar al General víctima de una asonada palaciega, noticias veraces
éstas que nos suministra Urbano Núñez.
De ese mismo año 1846 es la construcción que dispuso del Cuartel
de la capital provincial, edificio éste que aún resiste el paso del tiempo en la
esquina de calles 25 de Mayo y Rivadavia, historia que ha estudiado con
pulcritud el Profesor Néstor Menéndez. (11)
En 1848 cuando el almanaque marcaba el 30 de junio se produjo en
San Luis un movimiento subversivo destinado a desplazar al Gobernador
Lucero de su cargo, encabezado paradójicamente por D. Pío Solano Jofré,
jefe de Policía y edecán del primer mandatario, al que se sumaron el
comandante Romero, el Cnel. Patricio Chávez, Don Manuel Márquez y el ex
ministro Romualdo Ares y Maldes. La innoble asonada tuvo rápido
desenlace merced a la dinámica intervención de la esposa del gobernador
Doña Dominga Pérez que alertó al Comandante Domingo Meriles sobre lo
que ocurría. Este con sus Dragones sorprendió a los sublevados
penetrando a la capital provincial ocultos por el cajón del río Seco y
finalmente los venció. Algunos complotados huyeron pero pagaron con sus
vidas al abortado intento Patricio Chávez, Romualdo Ares Y Maldes, José
Antonio Chávez y Manuel Márquez.
Como quien va colocando hitos de una manera provinciana y digna
de gobernar, en el precitado año 1848 Lucero introduce, en trascendental
gestión, la Imprenta en San Luis tras adquirirla en 2.000 pesos al fuerte
comerciante del Morro Don José Van Sice, instalando la llamada “Imprenta
del Estado”, la cual produjo, a fines de ese año, los primeros impresos. Este
notable acontecimiento ha sido investigado por Urbano Núñez (12) en un
trabajo que debemos considerar único.
Y será Núñez noticioso siempre, quien nos informa que cuando la
imprenta comienza a operar, el Gobernador Lucero: “tiene una Academia
Militar en la que figuran más de treinta oficiales selectos y soldados
distinguidos de San Francisco. Ha construido un nuevo cuartel y organizado
un hospital. Sostiene un aula de latinidad y una escuela de primeras letras.
Se preocupa por las artesanías formando aprendices en diversos oficios.
Instala una fragua de la que se salen armas de paz y trabajo. Mantiene vivo
el patriotismo conmemorando todos los aniversarios, no sólo de las victorias
federales, sino también de los fastos de la Patria Grande, siendo el primero
que en esta tierra venera el recuerdo de San Martín y alecciona con su
ejemplo”. (13) Esa Aula de Gramática y Latinidad fue, en verdad el primer
intento por establecer un tipo de establecimiento del nivel llamado
secundario de la enseñanza.
En noviembre de 1849 terminó Lucero su segundo gobierno. Ante de
la Soberana Representación de la Provincia rindió cuentas de su gestión
dejando en libertad de acción a quienes la integraban para que designaran
al nuevo gobernador.
La Representación unánimemente lo reeligió por cinco años más.
Pese a este gesto de conformidad y confianza D. Pablo Lucero elevó
su renuncia al cargo tal vez afectado por la reciente revolución donde
estuvo en peligro su vida y por el bregar incesante de sus acciones militares
y la propia labor gubernamental. La Honorable Representación le ratificó su
confianza, le confirió el grado de Brigadier, poniendo a su disposición
facultades extraordinarias que jamás utilizó.
En este tercer período de gobierno Lucero debió enfrentar el
pronunciamiento de Urquiza que ocurre el 1 de mayo de 1851, negando el
gobernador entrerriano a Rosas la conducción de los asuntos exteriores de
la Nación. San Luis, que había reiterado al gobernador de Buenos Aires, el
Gral. Rosas, este privilegio, se vio compelida frente a la determinación de
Urquiza declarar “al salvaje unitario” fuera de la ley por haber traicionado a
la Confederación, aliándose al gobierno extranjero de Brasil.
Esto ocurría el 17 de octubre de 1851 por la ley “propuesta por
Lucero y redactada por D. Benjamín del Moral” acota Núñez, aunque la
batalla de Caseros que sucede el 3 de febrero de 1852 cambiará
drásticamente “el lenguaje de leyes, decretos, proclamas y cuanto papel
circulaba por los pueblos de la Confederación”.
Lucero, en la emergencia, dispone que en cada partido se elija dos
diputados para que, constituidos en Cuerpo Soberano determinen la política
a seguir. El 19 de marzo la Soberanía puntana integrada, porqué no por los
mismos hombres que formaron la representación de octubre, sancionaba la
ley por la cual efectuaba un giro cuasi copernicano con relación a la
persona del execrado Urquiza, la que, en su artículo 2º obligaba al Poder
Ejecutivo a felicitar el ilustre general en jefe del Ejército Aliado Libertador
por el glorioso triunfo de Caseros sobre el dictador odioso de la benemérita
de Buenos Aires don Juan Manuel Rosas y determinaba que la provincia de
San Luis uniformaría en un todo su política, con la del excelentísimo
gobierno de la Provincia de Entre Ríos.
Probablemente don Pablo Lucero estaba convencido que era llegada
la hora de cambiar poniéndose a tono con los acontecimientos ocurridos en
el país. Ayer el máximo poder estaba en manos de Rosas, hoy Urquiza
asumía victorioso ese poder y con él las Provincias debían entenderse. Gez
creyó que los hombres dirigentes debían adaptar su conducta a la nueva
situación y esta adaptación se correspondía con los ideales que nacían al
amparo y bajo los auspicios de la libertad. Núñez en cambio, observa
conturbado, de qué manera se puede comprobar la eterna pequeñez del
hombre ante el Vencedor…
Cuatro meses antes era imperioso “combatir la traición infame del
rebelde salvaje unitario Urquiza” y ahora Don Pablo enviado al vencedor de
Caseros la sanción legislativa del 19 de marzo le hace saber de qué modo
el voto popular del pueblo puntano uniforma sus sentimientos con los del
gobernador entrerriano, sentimientos que por espacio de veinte años
permanecía aherrojados bajo la dominación opresora de Rosas…
3. Lucero y el Acuerdo de San Nicolás
A principios de abril de 1852 el gobernador Lucero recibió una
comunicación del Ministro de Relaciones Exteriores de Urquiza Don Luis de
la Peña invitando a “una reunión solemne de los excelentísimos
gobernadores de las provincias confederadas” la que debía tener lugar en la
cuidad de San Nicolás de los Arroyos el 20 de mayo para “aunar sus
pensamientos políticos y tratar de cerca los intereses generales de ella, de
la manera más eficaz y que más tienda a la realización del gran
pensamientos de la época, la confraternidad de los gobiernos y de los
pueblos”.
Conforme a la sugerencia del gobierno central la Sala de
Representantes de San Luis disponía el 4 de mayo determinar los poderes
del gobernador Lucero en San Nicolás, entre los que sobresalía firmar
acuerdos o convenios tendientes al bien general del país fundados en los
principios de libertad y organización nacional proclamados en mayo de 1851
por la benemérita provincia de Entre Ríos, quedando expresamente
consignado que al término de su misión debía solicitar la aprobación de sus
actos por la Sala.
Transcurría mayo de ese año 1852 cuando Don Pablo Lucero cedió
el Ejecutivo en la persona de Don Mauricio Daract y se preparó para el viaje
a San Nicolás que en definitiva hizo a caballo en compañía de su fiel
secretario Don Carlos Juan Rodríguez.
La reunión –escribe Carlos Tagle Achával– era una luz en la
oscuridad de la noche institucional del país. Para asegurar la presencia de
todos los invitados a San Nicolás, Urquiza nombró a Bernardo de Irigoyen,
un prestigioso amigo de Rosas, para que los visitase “y les convenciera de
la conveniencia de no faltar a la cita” (15).
Desconocemos cuál fue en concreto la intervención de que le cupo a
Don Pablo en ese reunión nicoleña en la que estuvieron presentes la
mayoría de los gobernadores federales del país, los caudillos que habían
sido amigos y colaboradores de Rosas o como la afirmara Gez “los agentes
de la tiranía”. Ellos fueron el Brig. D. Justo José de Urquiza, gobernador de
Entre Ríos, el gobernador de Buenos Aires Don Vicente López, el Cnel.
Benjamín Virasoro de Corrientes, el Gral. Celedonio Gutiérrez de Tucumán,
don Pedro Pascual Segura de Mendoza, Don Manuel Taboada de Santiago
del Estero, Don Manuel Vicente Bustos por La Rioja, Don Domingo Crespo
por Santa Fe, don Nazario Benavídez de San Juan y el gobernador puntano
Don Pablo Lucero, habiéndose encontrado ausente los titulares de
Catamarca, Jujuy, Salta y Córdoba, que más tarde adherirían al plural
compromiso.
“Al evocar el momento de ese histórico encuentro de los
gobernadores en San Nicolás de los Arroyos –escribe así Miguel Migliarini–
nos parece vivenciar una sensación de actualidad emocionante. Tras las
horas sofocantes de las conspiraciones y el inflamado espacio de las
batallas, Pablo Lucero asiste consciente de su vida y su acción gubernativa.
Todo elogio es reducido para aquilatar justicieramente la empresa de
Lucero lúcida y enérgica en momento tan trascendental y que ponía en
juego la capacidad de maniobra de los gobernadores, urgidos ante la
posteridad en aquel mayo de 1852. No son los hombres como Lucero los
que pueden ser borrados o reemplazados. Van sobre el porvenir por su
vigencia y paradigma. Y eso es la gloria, el dilatarse sobre los tiempos y
reputaciones, recogiendo las palabras de la inmortalidad”. (16)
La asamblea de gobernadores no se improvisó, antes por el contrario
varias fueron las reuniones preliminares que se cumplieron en la residencia
de Palermo para ordenar el plan de trabajo de San Nicolás librando al
acuerdo por suscribirse de la improvisación y la anarquía. De los dos
proyectos en estudio se seleccionó el que había uniformado Don Manuel
Silva admitiéndose lo que se consideró urgente y necesario: la convocatoria
del Congreso y la creación de un gobierno nacional provisional. Tanto es así
que quien lea fríamente el texto del Acuerdo comprobará del total de los 19
artículos que las 13 primeras cláusulas del documento firmado el 31 de
mayo de 1852 se refieren a dónde, cuándo y cómo se reunirá el Congreso
en tanto los 6 artículos restantes confieren en conjunto el Gral. Urquiza los
“poderes discrecionales”, poderes éstos que alarmaron y enardecieron al
recalcitrante unitarismo porteño, declarándose en violenta oposición.
La guerra que los porteños iniciaban contra Urquiza y que remataría
en la revolución del 11 de septiembre no rozaba ni de lejos al gobernador
puntano a quien, tras el Acuerdo, la Honorable Representación provincial
reconocía el eminente servicio que había prestado al país en el buen
desempeño de la honrosa misión que le fuera conferida quedando ratificado
en todas sus partes el documento suscrito, por considerarlo conveniente al
bien general de la República. Según la normativa aprobada en San Nicolás
se procedió en San Luis a nombrar los diputados que concurrían a la
Convención de Santa Fe, recayendo la designación en los Dres. Delfín
Huergo y Adeodato Gondra, salteño el primero y porteño el segundo, quien,
Gondra renunció el 29 de enero de 1853 “siendo reemplazado el 27 de abril
por el noble hijo de la tierra puntana –escribe Reynaldo Pastor– el sabio
doctor Juan Llerena” quien a su vez dimitió en agosto dando lugar a que se
lo reemplazara con el cordobés Elías Bedoya.
De todos modos no se vivía aquí en San Luis en un lecho de rosas.
El Gobernador Lucero convocado por Urquiza debió disponer de recursos
locales para socorrer al Gobernador Nazario Benavides de San Juan,
victima de un motín que lo desplazó momentáneamente del poder, en tonto
en el horizonte se avizoraba el peligro de las lanzas ranquelinas. A ellas
aludía el gobernador delegado en febrero de 1853 Don Mauricio Daract,
quien por otra parte dispuso, en acuerdo con Lucero, la jura de la
Constitución Nacional el 9 de julio, lo que ocurrió en el antiguo Templo de
Santo Domingo, con Misa de Acción de Gracias y salvas y luminarias por la
noche.
4. Lucero, un gobernante regalista
Ya habíamos advertido en el transcurso de esta comunicación que el
gobernador Don Pablo Lucero a poco de hacerse cargo de sus funciones se
ocupó de la reedificación de la nombrada capilla de San José del Morro que
no fue sino el lugar de su nacimiento.
Atendiendo a este hecho, a este interés por levantar templos y
capillas, que se dio en su gestión cuanto en su antecesor en el gobierno el
Cnel. Mayor D. José Gregorio Calderón interviniendo en la erección del
templo de Santo Domingo y en su sucesor D. Justo Daract quien puso todo
su empeño por dotar de su Iglesia a la naciente ciudad de Fuerte
Constitucional por él fundada, que mudó su nombre por Villa Mercedes o de
Nuestra Señora de las Mercedes, preguntábamos en una ocasión anterior si
tal cuidado o inquietud era una consecuencia de su pública confesión de fe
católica o una secuela de ese espíritu regalista que había impregnado la
gestión de la dinastía borbónica y que sobrevivía en el nuevo régimen
independiente de América.
En el caso del gobernador Lucero diose una coincidencia absoluta
entre su catolicismo práctico, pues fue además miembro conspicuo de la
cofradía del Rosario, y su regalismo, es decir su adhesión a la intromisión
del poder civil en los asuntos eclesiásticos, tradición que se había
mantenido vigente por centurias. Así como puso atención en levantar la
capilla de San José del Morro y como lo escribe Urbano Núñez “Galopa una
y otra vez a Renca, preocupado por mejorar el templo del Señor y su buena
compañía, celebra la solemnidad del Corpus, pero vuelve también sus ojos
a la capilla de San Francisco que reedifica con la cooperación del Coronel
Carreras”. (17)
Para hacer patente el regalismo del gobernador Lucero bástenos
citar dos ejemplos. El 18 de marzo de 1845 emite una disposición
concebida en estos términos: “Siendo llegado el tiempo en que todos los
fieles cristianos de Nuestra Santa Iglesia deben tributar el culto debido a
Dios Nuestro Señor: el gobierno ha acordado y Decreta los artículos
siguientes: Art. 1º) Todos los empleados de la Administración Civiles y
Militares deberán confesar y comulgar el día jueves 20 del corriente… 2º)
Publíquese por bando para que llegue la noticia a todos, fíjese en los
lugares de estilo y dése al Registro Oficial…”. (18) En tanto el 18 de agosto
de 1850 determinaba: “Por cuanto desde el día de hoy se da principio a las
Misas y novenario de nuestro Padre San Luis Patrono Titular de esta
Provincia a la que deben concurrir todas las clases civiles y militares ha
acordado y Decreta: Art. 1º) Se invita a todos los ciudadanos a que
concurran a las Misas y novenario de nuestro Patrono San Luis desde el día
que se indica. 2º) Durante la celebridad de ambos actos en el día y noche
se cerrarán todas las casas de trata del centro de la población y al que
contraviniere a lo mandado sufrirá la multa de cuatro pesos a beneficio de
los fondos del Estado” (19). Para el criterio actual lo imperativo y obligatorio
del primer decreto resultaría un absurdo porque lo religioso no se impone y
menos viniendo del poder civil, en tanto se moderaba el “deben concurrir”
con el “Se invita” que apareció contradictorio en el segundo decreto, siendo
ambas resoluciones del Ejecutivo muestras inequívocas de la actitud
regalista del gobernador Lucero.
5. Los mensajes del Gral. Lucero
Incidentalmente en este texto aludimos a los mensajes que el
Gobernador Lucero dirigió al “Cuerpo legislativo” llamado también
“Honorable Sala de Representantes” u “Honorable Representación
Soberana” al cumplir cada período variable de años de su elección y las
sucesivas reelecciones.
Hemos tenido la oportunidad de contar con las copias de los
mensajes correspondientes a los años 1844 y 1854 provenientes del
Archivo de la Honorable Legislatura de San Luis aunque nos falta la versión
original del mensaje de 1849 que dirige Lucero al Concluir su segundo
período de gobierno.
Consultando la Historia de Gez comprobamos que el autor ha tenido
oportunidad de manejar los tres documentos a que hacemos referencia, en
tanto Núñez en su historia (Edic. 1980) menciona sólo los mensajes del
titular del Ejecutivo Provincial correspondiente a los años 1844 y 1854, con
alusión muy breve de su contenido.
Siguiendo el texto de 1844 se comprueban las referencias reiteradas
que hace Lucero a la situación de la Provincia cuando recibió el poder en
1841 y las conquistas logradas en el ramo de Hacienda y policía, la
necesidad de agregar al Fuerte de San José del Morro otro en el Río Quinto
“titulado el Fuerte de San Ignacio de Loyola, pues éste se debe considerar
la llave de la Provincia para espectar y defenderse de las invasiones de los
Bárbaros y salvajes del Sud”, agregando: “La atención de la guerra con los
salvajes del Sud no han impedido al Gobierno para fundar un
Establecimiento de Gramática para instrucción de la juventud ya dispuesta
su apertura el día 5 de febrero de 45”. Con otras puntualizaciones referidas
a las buenas relaciones de San Luis con las demás provincias
confederadas, a la gestión del Excmo. Encargado de las Relaciones
Exteriores de la Confederación, cierra la anotación de lo que debe ser
destacado aludiendo a la presencia como “defensa de nuestras Fronteras el
Regimiento Auxiliar de los Andes enviado por nuestro ilustre Restaurador de
las Leyes Bajo las órdenes del infrascrito”.
Del mensaje de 1849 siguiendo la exposición de Gez se destaca la
declaración del Gobernador Lucero que no había usado las facultades
extraordinarias sino para proteger los derechos y garantías de los
ciudadanos, tras la rebelión del año anterior, habiéndose preocupado por
proveer los curatos existentes con los celosos pastores, sin perder de vista
el fomento de la escuela primaria de la capital y el establecimiento de
latinidad de cuyos buenos resultados habían sido proclamados por el
dictamen de los examinadores. Aparece también lo relativo a la
organización de las milicias y el mantenimiento de los fuertes del Morro,
San Ignacio y el Lince y el fomento de la población del Morro y la
construcción de su capilla, además de referencias puntuales sobre la
administración de las rentas, de qué manera el ahorro había proporcionado
la imprenta, recomendando a jefes, oficiales y empleados la reducción de la
mitad del sueldo para ayudar al Estado.
Consideremos ahora el mensaje de 1854 que está precedido de una
comunicación dirigida por el Gobernador Lucero, con fecha 2 de noviembre
de 1854, a los “Compatriotas de la H. R. S. de la Pcia.”.
En esta comunicación Lucero manifiesta: “Lleno de gratitud
desciendo a la vida privada, por el ardoroso entusiasmo con que habéis
corrido cuantas veces a su llamado y que nuestra Patria se ha encontrado
en peligro”, para señalar al término de este documento: “Cuarenta años de
sacrificios y servicio creo me autorizan para hablaros en este sentido, mi
sangre se ha derramado generosamente en defensa de mi Patria y por esto
tengo derecho como ciudadano para contribuir y pedir por su felicidad, salud
y acierto os deseo vuestro compatriota. Pablo Lucero”.
El mensaje propiamente dicho lleva fecha 6 de noviembre de 1854.
Es extenso y comienza con este párrafo: “Colmado de gratitud lleno hoy el
más sagrado deber que me impuso vuestra resolución del 6 de noviembre
de 1849” y “en tal concepto y cumpliendo con ese sagrado deber os
devuelvo el depósito de las leyes e instituciones del País y la Autoridad
suprema de que fui investido y con la conciencia tranquila de no haber
omitido sacrificio alguno para guardar ileso tan sublime como delicado
encargo”.
En el texto al que estamos haciendo referencia se consigna la paz y
tranquilidad que reina en la Provincia, “las garantías constitucionales están
afianzadas de un modo inmoble, la anarquía y la guerra civil y los odios de
partidos, han sido anatematizados para siempre”.
“La relación con los indios del sur se conserva en buena armonía”…
las fronteras son custodiadas “por una fuerza de cuatrocientos cincuenta
hombres”, aunque “no se ha podido organizar la Guardia Nacional mandada
a crear por superior Decreto”. Hay una referencia a la anexión provisoria de
San Luis al Obispado de Córdoba y a la falta del Curato Rectoral de la
capital provincial, estando las demás iglesias “servidas regularmente si se
atiende a la extensión territorial de cada curato”. Se hace constar que “se ha
construido un Panteón (cementerio) en esta capital bastante capaz y que en
la actualidad sirve de enterratorio general”.
Se agrega también: “Los derechos de la Provincia han sido
respetados por toda la Confederación, las mejores relaciones de armonía
existen con los gobiernos de las demás provincias”… en tanto “las
desgracias pasadas, grabadas profundamente en el corazón de los
argentinos, son un justo motivo para esperar que la República marchará
adelante en la obra de la organización y que no volverá a nuestro suelo el
horrible fenómeno de la guerra civil, que nos ha devorado tantos años”.
6. Los colaboradores del Gobernador Lucero
Aparecen citados en más de un párrafo de este trabajo aquellos
hombres expectables que participaron como secretarios o ministros de la
gestión gubernativa del General Lucero.
De todos modos queremos reindicar en el tema comenzando por la
mención expresa que hace el Profesor Gez en su Historia (2.45) donde
declara: “Colaboraron en su administración como ministros Don Romualdo
Ares y Maldes y el ilustrado sacerdote P José María Figueroa que tuvo la
iniciativa de fundar el aula de gramática, llamándose para dictar enseñanza
a Dn. Mauricio Herrera”.
En otra página Gez recuerda que “El Gobernador Lucero nombró
ministro al responsable ciudadano Dn. Pedro Herrera” (48) y también, que el
primer mandatario partió a la reunión de San Nicolás “acompañado de su
secretario Dn. Carlos Juan Rodríguez” (80).
Urbano J. Núñez en su historia de San Luis (Edic. 1890,398)
consigna a quienes acompañaron al Gobernador Lucero en su larga gestión
de 1841 a 1854 y escribe: “Recuérdese si, en buena hora al Licenciado
Santiago Funes, a don Mauricio Daract, a don Pedro Herrera, a don
Romualdo Ares y Maldes, al presbítero José Manuel Figueroa, al diligente
Buenaventura Sarmiento y al fiel Carlos Juan Rodríguez que defendió su
tumba de ataques de los ruines ambiciosos y vengativos.”
El mismo Núñez en el “Apéndice – Cronología de Gobernadores y
ministros de la Provincia de San Luis 1890 - 1980” deja en claro que D.
Santiago Funes fue Gobernador delegado de enero a noviembre de 1841
sustituyendo a Lucero en campaña y con igual cargo se desempeño en la
administración D. Mauricio Daract entre diciembre de 1852 a mayo de 1853.
En cuanto a otros funcionarios cita en este texto como “Secretarios” de
Lucero desde 1841 a 1854 a D. Romualdo Ares y Maldes, Presbítero José
Maria Figueroa, D. Pedro Herrera y D. Carlos Juan Rodríguez”.
No todos estos secretarios extendieron su aporte a la función
gubernativa de Lucero en el período total de catorce años pues es sabido
que Ares y Maldes fue ajusticiado después de la evolución de 1848 de la
que participó, defraudando la confianza del Ejecutivo y lo que no sabíamos
era que el Presbítero Figueroa fue dejado cesante de su cargo de Senador
por Decreto del 26 (sic 25) de septiembre de 1854precedido ese decreto por
una extensa comunicación que Lucero, con la firma de Carlos Juan
Rodríguez, dirigió a la Honorable Representación de la Provincia el 25 de
septiembre del año precitado donde se anotan “los denigrantes
antecedentes que caracterizan al Sor. Figueroa, los informes últimamente
recibidos del Gobierno nacional referente a las marchas anárquicas y en
entera oposición a los principios que profesa la Pcia. y el Gobno. y los
Documentos que manifiestan la conducta observada en esta Pcia. en las
distintas veces que ha sido llamado a desempeñar algún destino público…”.
La designación de Senador que había auspiciado la Provincia a partir de
mayo con generosidad y confianza, continúa el Gobernador Lucero, “le
harían olvidar la conducta pasada y que desmentiría el triste concepto en
que le tenían todos los Pueblos de la Confn., pues en cada una de ellas
había cometido hechos que lo caracterizaban muy criminal y aun en la
República de Chile cometió desacatos que lo obligaron a emigrar del modo
más vergonzoso…” (Doc. Biblioteca de la Honorable Legislatura de San
Luis Nº 28)
Con relación a D. Carlos Juan Rodríguez, a quien Núñez llama “fiel”
en la amistad hacia su jefe, digamos que se desempeñó en puesto similar
sirviendo los patrióticos empeños de los dos gobernantes federales
Calderón y Lucero y acompañando al sucesor de este último, Don Justo
Daract, y después al Gral. Juan Esteban Pedernera y al Gral. Juan Saá.
7. Los últimos años de Don Pablo Lucero
El gobernante patriarcal a quien Barreiro Ortiz –en la obra que hemos
citado– califica de “criollo reposado y manso” y Cárcano con epítetos más
duros a injustos por falsos consideró “perseguidor tenaz de unitarios,
paisano holgazán, compositor de caballos de carrera”, al que Zinny llama
“obsecuente… al mandato de Rosas”, este Pablo Lucero dispuso en 1853 la
construcción del cementerio a tres cuadras del cuartel, esa necrópolis única
en San Luis por largo tiempo a la que, en nuestra lejana niñez, llamábamos
“cementerio de los ricos”, en tanto en 1854 determinó, visionariamente la
construcción de una represa o dique en Potrero de los Funes y encargó al
ilustre Dr. Juan Llerena la confección de una Memoria Estadística (que
recién vio la luz en 1867) para que el país conociera lo que era Cuyo y San
Luis, regiones éstas que no vivían en una continua siesta como dijo algún
sociólogo apresurado e ignorante, sino en lucha permanente contra cientos
de circunstancias adversas que por entonces la amenazaban.
Como la ha expuesto Núñez casi al término de su mandato dirigió el
4 de noviembre de 1854 un Mensaje al cuerpo legislativo de hondo
contenido, convencido de que debía devolver la autoridad suprema con que
había sido investido y aceptar, por sus actos gubernativos, el soberano fallo
del común. En el final de ese texto decía el gobernador Lucero, como si
hablara para la realidad actual: “Si queréis ser fuertes y felices haced a un
lado todo compromiso, no os dejéis llevar de fines particulares, con libertad
y patriotismo expresad vuestros sentimientos, que en el santuario de la ley
no haya coacción ni esa división odiosa que solo sirve para debilitar y
arruinar a los pueblos, que vuestra resolución sea uniforme y apoyada en la
razón y el convencimiento íntimo de vuestra conciencia para que el
ciudadano al que confiasteis los destinos del país cuente con la voluntad
general de todos vuestros comitentes y pueda marchar con paso firme y
decidido al bien público, en el escabroso camino del gobierno”. (20)
Que este mensaje de calidad no puede salir de un hombre de
mentalidad “más que mediocre” como lo afirmó Pastor, prueba, si así se
quiere, que se rodeó de un grupo de personas de buen y probado juicio que
lo ayudaron en su larga gestión gubernativa, como el Licenciado Santiago
Funes (gobernador sustituto en 1841), Don Mauricio Daract, el Presbítero
José Manuel Figueroa que fuera su Ministro, Don Buenaventura Sarmiento,
Don Pedro Herrera y sobre todo Don Carlos Juan Rodríguez, que se
desempeñó como Secretario y Ministro General y en cuyos brazos entregó
su alma a Dios en su terrón natal, el 10 de marzo de 1856.
Núñez quiere que en algún momento recordemos la religiosidad de
Lucero puesta en evidencia en más de un gesto público, en su sostenida
preocupación por la edificación de templos y capillas y hasta en la donación
que por testamento hizo para le erección de la nueva Iglesia Matriz de San
Luis, esa piedad ejemplar del mandatario puntano que reconoció el Obispo
José Manuel Eufrasio Quiroga Sarmiento (21) con quien coordinó tareas
para corregir conductas irregulares de clérigos locales, aunque su labor, en
este sentido, se tiñera de un acentuado regalismo.
Pese a esta definición católica personal, al final de su tercer gobierno
se suscitó un grave conflicto con la Autoridad Eclesiástica cuyana por la
designación por parte del gobierno puntano del Presbítero Fray Joaquín
Tula como nuevo Cura Párroco de San Luis contrariando la voluntad del
Obispo Quiroga Sarmiento al no ser reconocido su candidato. Tanto el
gobernador delegado Don Mauricio Daract como el gobernador propietario
Lucero se apoyaron en el criterio regalista expuesto y defendido por el
Ministro Dr. Rodríguez quien afirmaba que todos los títulos y diplomas de
los funcionarios públicos de la provincia, tanto civiles como eclesiásticos,
debían ser de conocimiento del gobierno provincial para concederles el
correspondiente pase a exequátur. El gobierno se afirmó en sus trece y Gez
considera que San Luis supo mantener sus derechos en virtud de la
facultad del patronato, en tanto Núñez más cauto, sin explicar el entredicho
y el intento de anexar el territorio eclesiásticos puntano a la Diócesis de
Córdoba, testimonia también los sentimientos de un pueblo que no era
defraudado por sus gobernantes ya se trate del gobernador propietario o del
delegado. Monseñor Verdaguer en su “Historia Eclesiástica de Cuyo”, juzga
la actitud de nuestro gobierno severamente por su manifiesta ignorancia del
derecho canónico.
En noviembre de 1854 Don Pablo Lucero se alejó del gobierno
dirigiéndose con sus Dragones de la Unión a San José del Morro. En ese
mismo año recibía del Brig. Gral. Urquiza los despachos de Brigadier
General de los Ejércitos de la Confederación Argentina y en febrero de 1855
era nombrado Jefe de la División Sud que integraban las milicias de San
Luis y Córdoba.
Gez en su obra “La tradición puntana” en la última página del
bosquejo biográfico que dedicó a Don Pablo Lucero transcribe la partida de
defunción expedida en Renca donde fue sepultado el 12 de septiembre,
anotando el Padre Bolla que le extinto había fallecido estericado, es decir
afectado psíquicamente, triste y deprimido, a lo que Núñez, sensible
siempre, acota, murió sí, estericado de soledad…
8. La figura de Lucero en la historiografía puntana
Comenzamos anotando que el Profesor Gez le debíamos los puntanos
el primer esbozo biográfico del General Pablo Lucero en su libro “La tradición
puntana”, ocupándose en mayor medida y con amplitud en su “Historia de la
Provincia de San Luis” de la gestión gubernativa que cumplió por tres períodos
consecutivos que se extendieron desde 1841 a 1854, es decir por espacio de
catorce años.
Quien hoy relea las consideraciones que Gez estampó en “La tradición
puntana” se sorprenderá con aquella afirmación sin desperdició escrita hace
más de 90 años y que cobra evidente actualidad además de ser notoriamente
revisionista: “En torno de su nombre se ha hecho en San Luis la conspiración
del silencio”, y esta otra definición: “Es tiempo de despojarnos de los prejuicios
de una época que se aleja”. ¿Por qué se ha hecho al gobernador Lucero la
conspiración del silencio y del olvido que menta Gez, si en verdad ha ocurrido
así? La respuesta no puede demorar, porque los que escribieron nuestra
primitiva historia lo malquisieron o no advirtieron sus méritos, o lo incluyeron en
el llamado grupo de los seides o secuaces de Rosas, en la fracción
reaccionaria de los que siguiendo sus órdenes todo lo teñían con el rojo
permanente de la sangre derramada.
Pero Gez agrega algo que no podemos pasar por alto y es que ha
llegado el tiempo de despojarnos de los prejuicios de una época, para inquirir la
verdad relativa, la única que puede interesar a las futuras generaciones cuando
deban pronunciarse definitivamente sobre sucesos y personajes que han
ocupado el escenario provincial.
Ya veremos cómo han funcionado los prejuicios y anotemos que
seguramente el historiador persigue una verdad siempre relativa en tanto y
cuanto puede mejorar, corregir, completar, perfeccionar el conocimiento del
pasado, verdad al fin que debe ser lo más objetiva posible. Esa búsqueda
puede llevar años, tantos que nos convenzan que en la materia no hay nada
definitivo.
¿Se desprendió el Profesor Gez y los que siguieron su escuela de los
prejuicios que reinaron en su época, de su óptica unitaria contrapuesta a la
federal que jamás fue de su simpatía? Creo honestamente que el prejuicio
existió y existió hasta la apreciación retorcida y la mentira. El silencio y el olvido
están ahí, porque en definitiva ¿qué hemos oído o qué hemos leído sobre la
inmensa actividad gubernativa del Brig. Gral. D. Pablo Lucero?
Por otra parte, si nos atenemos al testimonio de Gez, de Pastor o de
Sosa Loyola, advertiremos que si bien reconocen merecimientos en el
quehacer de Lucero –tal vez porque son innegables–, se mueven entre lo
positivo y lo negativo, máxime tratándose de alguien que está inmerso en la
época de Rosas, época para ellos nefasta, cuyos excesos y extravíos también
alcanzaron a quien gobernó San Luis siempre bajo la égida del dictador
porteño. Ocurre en Gez, concretamente, lo que escribía Víctor Saá: “Tan pronto
afirma como niega grandilocuentemente”.
El hombre “poco sociable y reconcentrado, de seño indigesto” y de
maneras “de estancia y campamento” como lo describió Sosa Loyola, debía
actuar bastante lejos de los ilustrados de levita, galera y bastón, porque al fin
dejó de guerrear contra sus adversarios políticos o contra los indios, no son
pocos cuarenta años de lucha!, sin poder gozar de los saraos, la buena ropa o
los perfumes de salón. Pero el Dr. Sosa Loyola insistirá en la consideración
despectiva de Lucero, a quien ubica en su “ínsula rosista”, donde exhibía, son
sus palabras textuales, “su alma seca” y su “exterior cáscara amarga”. (22)
Claro es que son adjetivaciones desconocidas e hirientes, con ironías
que esconden desprecio, no se escribe la historia. O se apoya en documentos,
en constancias objetivas, en juicios mesurados o todos lo dicho se desvanece
como el humo de una tradición insostenible.
Pero aunque nos duela así ha procedido esta historiografía de neto
signo unitario que, paradojalmente, se constituía en heredera de ese “partido
unitario o liberal de San Luis” como lo admitió el nombrado Sosa Loyola,
partido que renacía en el año 40 de “ilustres cenizas” pero que el fin no pudo
resistir el empujo federal que lo venció en las Quijadas y, en extensión cuyana
en Angaco y en Rodeo del Medio.
Ahora bien: ¿cuándo comienza la reivindicación del Gobernador Lucero,
en qué momento se abre una nueva perspectiva tendiente a darle a su persona
y a su gestión gubernativa el matiz verdadero que le corresponde?
Comienza a escribir la otra historia el Prof. Víctor Saá desde aquel
capítulo sobre la historia provincial del período 1832-1862 incluido en el
volumen X de la Historia de la Nación Argentina prohijada por la Academia
Nacional de la Historia, en 1942 y la continúa, consigno sólo dos ejemplos, en
su trabajo “Del revisionismo histórico” donde criticando al Prof. Gez en relación
a los gobiernos rosistas de Calderón y Lucero destaca que “es evidente su
inquina contra aquellos que él, repitiendo a Sarmiento, entendió como la
barbarie, los que por el solo hecho de haber gobernado bajo la égida de Rosas
aparecen en sus páginas como suspectos de cerril servidumbre. Lo que es
totalmente falso”. (23)
Si de hablar con propiedad y con exactitud se trata habría que nombrar
en segundo lugar a Urbano J. Núñez quien, sin ser puntano y apoyado en los
papeles que investigó en el Archivo Histórico Provincial, nos ha dejado nobles
páginas justicieras referidas al gobernador Lucero, ya que como lo afirmó en su
“Historia”, “encerrado en el rojizo marco de la Santa Federación el gobierno de
don Pablo Lucero ha merecido injustos y grandilocuentes reproches, más
abundantes y fáciles que los honrados trabajos de dilucidación histórica
aportados, felizmente, por algunos pocos estudiosos”. Hay pues que volver a
leer lo escrito por Núñez, hay que repasar, entre otros su trabajo sobre los
“Orígenes del Fuerte de San Ignacio” para descubrir de qué manera estaba
hecha la recia figura de Don Pablo, y porqué no ese notable estudio que tituló
“La imprenta de San Luis”, recordando que fue Lucero el introductor de esta
máquina que aseguraba la difusión de la palabra escrita.
Es cierto como lo notara Núñez que han sido pocos los estudiosos de
San Luis que se han ocupado de D. Pablo Lucero en tanto tiene en claro el
papel del Brigadier General el Prof. Néstor Menéndez en su trabajo “Breve
historia de San Luis”, aunque sin la extensión que anhelamos pueda referirse a
este tema en el futuro.
Finalmente nos permitimos citar entre los que han dicho con claridad los
méritos del gobernador Lucero a un estudioso de la ciudad de San Nicolás de
los Arroyos, Don Miguel Angel Migliarini, quien ha escrito, indudablemente
convencido, que Lucero fue “custodio de las sagradas instituciones provinciales
y nacionales”… “propulsor de un adelanto como nunca se había visto en
territorio puntano”… “En su vasto accionar son innumerables los ejemplos que,
insisto, son paradigmas para nuestros días, como el haber regularizado la
percepción de impuestos, nivelando el presupuesto de gastos y quedando con
sobrantes en las cajas provisionales de entonces, mercad al plan de economía
iniciado con la rebaja de su propio sueldo”. (24)
9. Conclusión.
Nosotros no queremos, de ninguna manera, ser partícipes de esa
“conspiración del silencio” que denunciaba el Prof. Gez, en 1910, referida a la
persona del Gobernador Pablo Lucero. Queremos por el contrario contribuir
aunque con modestia, libres de prejuicios o prevenciones, a divulgar, a
proyectar, a difundir el testimonio de cuantos, no importa que el número sea
reducido, fueron capaces de separar la paja del trigo, merituando la gestión de
un mandatario provincial que no fue un “gaucho iletrado” sino una personalidad
modesta, sobria y justa, un valiente soldado, un escrupuloso administrador y un
progresista hombre práctico, como la hace patente el juicio del Pbro. José
Aníbal Verdaguer, citado por Saá.
FUENTES
1)
Barreiro Ortiz, Carlos: “Provincia de San Luis. Diccionario-Guía-Manual”,
Buenos Aires, 1981.
2)
de Santillán, Diego: “Gran Enciclopedia Argentina”. Tomo IV Buenos
Aires 1958.
3)
Follari, Rodolfo: “El Reglamento Provisorio para el régimen de gobierno
de la Provincia de San Luis de 1832”. Junta de Historia de San Luis, San Luis
1982.
4)
Fourcade, Hugo: “La Historiografía de sanluiseña y la época de Rosas”.
Revista “Nuestra historia”, nº 23, Buenos Aires, 1979.
5)
Fourcade, Hugo: “La Historiografía de San Luis. Primeros Apuntes”.
Congreso Nacional de Historia de Argentina. Tomo II Buenos Aires, 1997.
6)
Gez, Juan W.: “La tradición puntana”, Buenos Aires, 1910.
7)
Gez, Juan W.: “Historia de la Provincia de San Luis”, Buenos Aires,
1916.
8)
Lafond, Julio B.: “Historia de la Constitución Argentina”, Buenos Aires,
1950.
9)
Menéndez, Néstor pedro: “Del federalismo aristocrático al de los
caudillos populares”, San Luis, 1987.
10)
Menéndez, Néstor Pedro: “Breve historia de San Luis”, 2da. Edic. San
Luis 1994.
11) Menéndez, Néstor Pedro: “Informe histórico sobre el edificio del Cuartel
de la Guardia Nacional y Departamento de Policía de la Pcia. De San Luis”.
1ras. Jornadas de Historia, Merlo 1997.
12) Migliarini, Miguel Angel: “Breve semblanza del representante de San
Luis en el Acuerdo de San Nicolás”. Boletín nº 12 de la Historia de San Luis,
San Luis, 1994.
13) Migliarini, Miguel Angel: “Pablo Lucero y el Acuerdo de San Nicolás”.
1ras Jornadas de Historia, Merlo 1997 (inédito).
14) Núñez, Urbano Joaquín: “La imprenta de San Luis”, Edic. Dirección de
Cultura, San Luis 1953.
15) Núñez, Urbano Joaquín: “Una supuesta invasión a San José del Morro
en 1847”. Boletín nº 1 de la Junta de Historia de San Luis, 1970.
16) Núñez, Urbano Joaquín: “Historia de San Luis”. Edic. Plus Ultra, Buenos
Aires, 1980.
17) Núñez, Urbano Joaquín: “Orígenes del Fuerte de San Ignacio”. Boletín
nº 12 de la Junta de Historia de San Luis, San Luis 1994.
18) Pastor, Reynaldo A.: “San Luis: su gloriosa y callada gesta”, Buenos
Aires, 1970.
19) Pavón Pereyra, E. y, Castro, Juana: “San Luis, sus hombres, su historia,
su cultura”. Gobierno de San Luis, San Luis, sin fecha de edición.
20) Puentes, Gabriel A.: “Historia Argentina”, Buenos Aires 1956.
21) Saá, Víctor: “San Luis: 1832-1862”. Academia Nacional de la Historia.
Historia de la Nación Argentina, Vol. X Edic. El Ateneo, Buenos Aires, 1947.
22) Saá, Víctor: “Del revisionismo histórico”. Edición Centro de Estudios
Puntanos. San Luis 1954.
23) Saá, Víctor: “La Provincia de San Luis y el Ejército de Operaciones del
Centro en la Campaña de 1833 contra los indios”. Boletín nº 6 de la Junta de
Historia de San Luis, San Luis 1986.
24) Sosa Loyola, Gilberto: “La Revolución unitaria de 1840 en San Luis”.
Boletín nº 22 del Centro Puntano de Buenos Aires. Buenos Aires 1942.
25) Sosa Loyola, Gilberto: “La aldea federal”, San Luis 1941.
26) Tagle Achával, Carlos: “Las motivaciones de la lucha política argentina
desde Caseros hasta 1880”: Congreso Nacional de Historia Argentina. Vol. I.
Buenos Aires, 1997.
27) Velásquez, Felipe S.: “El Chorrillero”. Edic. Fondo Editorial Sanluiseño,
San Luis 1995.
28) Verdaguer, José A.: “Historia Eclesiástica de Cuyo”. Tomo I y II, Turín,
1932.
29) Yaben, Jacinto A.: “Biografías argentinas y sudamericanas”, Buenos
Aires, 1955.
30) Zinny, Antonio: “Los gobernantes de San Luis”.Revista de la Junta de
Estudios Históricos de Mendoza. Tomo XIX. Edic. Best. Mendoza, 1939.
NOTAS
1. Juan W. Gez: “La tradición puntana”. Buenos. Aires, 1910. Pág. 54
2. Hugo A Fourcade: “La Historiografía de sanluiseña y la época de Rosas”.
Revista “Nuestra historia”, Buenos. Aires, Nº 23, 1979, pág. 272.
3. Juan W. Gez: “Historia de la Provincia de San Luis”, Buenos. Aires, 1916,
Tomo 2 pág. 39.
4. Reynaldo A. Pastor: “San Luis: su gloriosa y callada gesta”, Buenos. Aires,
1970, pág 343.
5. Carlos Barreiro Ortiz: “Provincia de San Luis. Diccionario, Guía, Manual”,
Buenos Aires, 1981, pág. 69.
6. Rodolfo S. Follari: “El Reglamento Provisorio para el régimen de Gobierno de
la Pcia, de San Luis de 1832”. Junta de Historia de San Luis, San Luis, 1982,
pág. 22.
7. Reynaldo A. Pastor: Op. cit. Pág. 99.
8. Víctor Saá: “La provincia de San Luis y el Ejército de Operaciones del Centro
en la Campaña de 1833 contra los indios”. Boletín de la Junta de Historia de
San Luis, Nº 6. San Luis, 1982, pág. 12 y 25.
9. de Santillán, Diego: “Gran Enciclopedia Argentina”. Tomo IV, Buenos. Aires,
1958, pág. 480.
10. Reynaldo A. Pastor: Op. cit. Pág. 240.
11. Néstor Menéndez: “Informe histórico sobre el edificio del Cuartel de la
Guardia Nacional y Departamento de Policía de la Pcia. De San Luis”. Primeras
Jornadas de Historia de la Pcia de San Luis, Merlo 1997.
12. Urbano J. Núñez: “La imprenta en San Luis”. Dirección de Cultura San Luis
1953.
13. Urbano J. Núñez: Op. cit. Pág. 5.
14. Urbano J. Núñez: “Historia de San Luis”. Edic. Plus Ultra. Bs. As. 1980,
pág. 381.
15. Carlos Tagle Achával: “Las motivaciones de la lucha política argentina
desde Caseros hasta 1880”. Congreso Nnal. De Historia Argentina. Vol. 1 Bs.
As., 1997, pág. 481.
16. Miguel Angel Migliarini: “Pablo Lucero y el Acuerdo de San Nicolás”.
Primeras Jornadas de Historia de la Pcia. De San Luis. Merlo 1997 (inédito).
17. Urbano J. Núñez: “Orígenes del Fuerte de San Ignacio”. Boletín Nº 12 de la
Junta de Historia de San Luis, San Luis 1994. pág. 117.
18. Archivo Histórico de San Luis, carpeta 102. Doc. Nº 9486.18.3.1845.
19 Archivo Histórico de San Luis, carpeta 119. Doc. Nº 11076.14.8.1850.
20. Urbano J. Núñez: Historia de San Luis, op. cit. pág. 394.
21. Urbano J. Núñez: “Orígenes del Fuerte de San Ignacio”. Op. cit. Pág. 117.
22. Gilberto Sosa Loyola: “La aldea federal”. San Luis 1941.
23. Víctor Saá “Del revisionismo histórico”. Centro de Estudios Puntanos. San
Luis 1954. Pág. 23.
24. Miguel Angel Migliarini: “Breve semblanza del representante de San Luis en
el Acuerdo de San Nicolás”. Boletín de la Junta de Historia de San Luis Nº 12,
San Luis 1994. Pág. 178.
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