Este texto está escrito en primera persona por Luis

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FAMILIA
El Método de la Recompensa vs. el Método de la Cooperación y la
Responsabilidad
Roberta Maso-Fleischman
LATINOAMERICA/USA
Somos padres y educamos a nuestros hijos. El educarlos significa que
internalicen ciertas normas, las cuales van a ayudar a que nuestros hijos se
conviertan en un seres sociales, útiles y productivos y que la familia a la
cual pertenecen funcione bien. Queremos que nuestros hijos acepten e
internalicen ciertos valores, o sea, que acepten adoptar ciertas conductas
positivas como, por ejemplo, acostarse a cierta hora, hacer las tareas
asignadas por el colegio, recoger el dormitorio, cepillarse los dientes,
ducharse, ser ordenado con su ropa y sus juguetes, etc.
Como siempre, hay distintas maneras para lograr esto. Una manera es
buscar la cooperación de nuestros hijos, hacerlos sentir que son parte de un
grupo que los quiere, la familia; que los valoramos como personas; y que
para que la familia este contenta y funcione bien es importante que ellos
cooperen y asuman ciertas responsabilidades. Otra manera de lograr que
ellos cumplan con ciertas tareas es utilizar la recompensa.
El método de la cooperación y responsabilidad requiere tiempo, paciencia,
interés y esfuerzo por parte de los padres. Requiere que los padres piensen
en su familia como en un equipo, un grupo, donde todos tienen un rol que
cumplir, donde todos los roles son igualmente importantes, donde cada
persona en este equipo es valiosa y su cooperación necesaria para lograr el
bienestar de la familia. Y en la medida en que los miembros de esta familia
crecen y florecen así mismo progresa la familia y viceversa.
La recompensa, en cambio, es un método que no implica mucho esfuerzo
por parte de los padres. Los padres fiscalizan y otorgan la recompensa. La
recompensa como el castigo, son instrumentos del sistema autocrático. E,
igual que el castigo, la recompensa es cómoda, práctica, rápida y efectiva
para controlar la conducta de nuestros hijos. Además, como la recompensa
en si se trata de algo placentero y agradable, esto hace que este método sea
considerado muy aceptable y por esta razón sea utilizado con mucha
frecuencia.
¿Pero qué ocurre cuando premiamos o recompensamos la conducta de
nuestros hijos? Primeramente, nuestros hijos cumplen con la conducta
únicamente para obtener el premio o recompensa prometida. En otras
palabras, estamos acondicionándolos a que actúen "bien" únicamente para
recibir la recompensa. No los estamos educando a comprender e
internalizar el valor de la "buena" conducta, o porqué esta conducta es
beneficiosa para la convivencia. o para ellos como personas. Les estamos
enseñando que su conducta positiva tiene un precio y nosotros estamos
dispuestos a pagar por ella. Como indica Rudolf Dreikurs, con el método
de la recompensa la actitud de materialismo crece monstruosamente, no
hay forma de satisfacer su apetito de adquisición. Se ha establecido un
valor totalmente falso, pues el niño asume que el mundo le debe. Y no solo
esto, sino que cuando el niño no recibe una recompensa de acuerdo a lo que
él esperaba o estimaba, esto lo va a llenar de rabia o tristeza.
Es importante aclarar que en el método de la cooperación y responsabilidad
también existe una especie de recompensa. La recompensa en este caso está
en la sonrisa de aceptación de la madre cuando el hijo asume y cumple con
alguna responsabilidad; la mirada orgullosa del padre; el sentirse a la par
con los hermanos mayores; el sentirse como un miembro valioso y querido
de la familia; el sentir que pertenece y que es querido.
Veamos unos ejemplos.
Los Hijos de Margarita
Margarita tiene 4 hijos entre los 7 y 11 años. Margarita trabaja medio día, o
sea que, en la tarde, cuando los niños regresan de su escuela, ella está en la
casa. Margarita tiene una bombonera, llena de chocolates de diferentes
marcas. Si los niños han comido bien, ella les reparte chocolate. Al
terminar las tareas de la escuela, ella les da chocolate. Por las mañanas, a
los que han ordenado su cama les da chocolate.
Cuando sale al supermercado siempre anda buscando marcas nuevas de
chocolatitos para colocar en la bombonera. El esposo de Margarita está
muy contento con ella y como funcionan las cosas en su familia.
Como animalitos de laboratorio, los hijos de Margarita trabajan para la
recompensa. Y algunos de Uds. dirán, "Pero si funciona, ¿porqué no?"
Porqué con este método los niños están aprendiendo que cada tarea o
responsabilidad tiene un precio y van a asumir la responsabilidad si hay
retribución. Este método refuerza lo individual y no el sentido de grupo o
de familia. Las responsabilidades se asumen por la recompensa y no porqué
el vivir en familia requiere que cada uno coopere con la familia y asuma
sus responsabilidades.
Los Hijos de Pedro y Adriana
Pedro es hijo único y Adriana proviene de una numerosa familia donde
todos colaboran y se ayudan. Desde novios, cuando hablaban de tener
familia, Adriana y Pedro estaban de acuerdo que querían crear el mismo
ambiente que existía en la familia de Adriana.
Los primeros hijos de Pedro y Adriana fueron Juan y Felipe, con un año de
diferencia.
Desde un inicio Pedro y Adriana se tomaron el tiempo de enseñarles a sus
hijos a guardar sus juguetes y luego a ordenar su habitación. Felipe, el que
nació de último, era más lento y un poco más rebelde. Así que sus padres
esperaron que él, a su manera y discutiendo, cumpliera con sus tareas.
Desde el principio, cada vez que cada uno de los niños cumplía con lo
esperado sus padres lo felicitaban, o lo miraban complacidos. Los niños se
sentían tomados en cuenta, estimulados y deseosos de agradar a sus padres.
Y Felipe sabía que sus padres estabn dispuestos a escucharlo cuando el no
estaba de acuerdo con alguna tarea. A medida que fueron creciendo Pedro y
Adriana les explicaron que todos en la familia tienen cosas que hacer y
revisaron cuales eran las tareas de cada quién. Felipe cumplía con sus
responsabilidades pero seguía haciéndolo a su manera, seguramente para
diferenciarse de su hermano mayor. Cuando Felipe tenía 5 años nació
Elena. El criar a Elena resultó tan fácil para Pedro y Adriana que se reían
sorprendidos. Elena se insertó fácilmente en el ambiente de cooperación, de
estimulo y de responsabilidad que ya existía en la familia. Y Felipe,
sorprendió a sus padres al demostrar un gran afecto por su hermanita y un
gran deseo de cuidarla y de jugar con ella.
FAMILIA
Regañar al adolescente, buena técnica?
Nora y Jorge Zuloaga
MEXICO
La mejor forma de bloquear la comunicación con un hijo adolescente es
darle un buen sermón. Seguramente durante éste su hijo pensará en todo,
menos en lo que usted pretende hacerle ver.
Con miras a dar énfasis a ese sermón y lograr un efecto todavía más
devastador en el terreno de la comunicación, inícielo con frases como:
Cuando yo tenía tu edad... , Antes el respeto era... o En mis tiempos...
Si lo que quiere es no sólo un bloqueo, sino un rompimiento en el proceso
de comunicación, entonces regáñelo y fuerte, de preferencia delante de sus
amigos. Esa es una de las mejores estrategias para hacer trizas el proceso
de comunicación entre los padres y su hijo adolescente.
A nadie le gusta que lo regañen, que lo critiquen o que lo hagan sentirse
inadecuado. Si eso nos sucede a los adultos, a los adolescentes con mayor
razón, ya que debido al proceso de transformación que viven, experimentan
una sensibilidad a flor de piel.
Eso no quiere decir que los hijos adolescentes son intocables. Los padres
tenemos la obligación de orientar y corregir a nuestros hijos. Pero si no lo
hacemos de la forma adecuada, nos desgastaremos inútilmente, haremos
sufrir a nuestros hijos, afectaremos negativamente la comunicación y la
convivencia familiar, y a fin de cuentas, no lograremos lo que buscamos:
ayudarlos a ser mejores.
Cuando vea que determinada conducta, actitud o proceder de su hijo
adolescente lo perjudica o puede llegar a dañarlo, ciertamente usted como
padre o madre de familia tiene que hacer algo al respecto. Antes de actuar,
tenga bien presente lo siguiente:
1.¿Qué es lo que realmente busco?
Muchas veces los padres consideramos una conducta como inadecuada, no
tanto porque realmente lo sea, sino porque nos molesta en lo personal (la
música ruidosa o cierto tipo de vestimenta), y al llamarles la atención sobre
eso, buscamos más nuestra comodidad que el bien del hijo.
Vale la pena preguntarse con toda honestidad: ¿Busco realmente su bien, o
mi propia comodidad o beneficio?
1.Asegúrese de que el móvil es el amor
Una verdadera corrección tiene que estar fundamentada en el amor. Si
usted quiere llamar la atención de su hijo porque lo ama y quiere su bien,
entonces vale la pena actuar y buscar la mejor estrategia para lograr su
cometido.
1.Identifique con precisión la conducta inadecuada
Con frecuencia tendemos a ver las cosas en forma genérica o global. Por
ejemplo, catalogamos a nuestro hijo como desordenado, inmaduro o
irresponsable. Si queremos corregirlo pidiéndole que sea más responsable,
no nos entenderá y no lograremos nuestro propósito.
Tenemos que ser más específicos hablando de cosas como: termina tu tarea
antes de salir, evita dejar tu ropa tirada en el piso, esa manera de hablar
es inaceptable aquí en la casa...
1.Cuente hasta diez
Asegúrese de que no está actuando por impulso. Si usted se siente molesto
o irritado, si se siente alterado, lo más probable es que al llamar la atención
a su hijo proyectará esos sentimientos negativos y hará que el regaño sea
contraproducente. Usted perderá autoridad moral ante su hijo porque se
sentirá agredido y no le pondrá atención.
Si los puntos mencionados se deben tomar en consideración antes de
reprender a un hijo, especialmente si se trata de un adolescente, también es
importante poner especial atención a lo que se debe cuidar en el momento
mismo en el que se realiza la llamada de atención.
Veamos a continuación algunos de esos aspectos:
1.De persona a persona
Es importante que una corrección, consejo o llamada de atención se
realicen en privado, en lo individual, nunca delante de otros y mucho
menos frente a sus amigos.
1.Es importante escuchar
Toda moneda tiene dos caras. Es importante escuchar a los hijos, pedirles
su versión de los hechos. Puede que no estemos de acuerdo con sus puntos
de vista o apreciaciones, pero hay que dejarlos hablar y sobre todo, hay que
escucharlos con atención y sin interrumpirlos.
1.Empatía
Cuando nos dirijamos a nuestros hijos para corregirlos o aconsejarlos, es
importante hacerles saber que los comprendemos y que los amamos.
La simpatía quiere decir que sentimos lo mismo que la otra persona. En
cambio la empatía implica que comprendemos los sentimientos del otro,
pero no sentimos lo mismo. Debido a eso, podemos ver las cosas con
mayor objetividad y ofrecer mejores soluciones.
1.Ante todo, respeto
Considere siempre a su hijo como una persona que merece respeto. Es un
error insultar o denigrar, porque eso crea resentimientos y bloquea la
comunicación.
No se imponga, convenza, razone con su hijo, hágale ver el porqué de las
cosas. Hágale sentir que lo considera una persona inteligente, y no un tonto
incapaz de razonar.
1.Razone
Una llamada de atención, un regaño o un consejo, deben tener un solo
propósito: ayudarle a ser mejor, a desarrollar todo su potencial, a forjarse
un futuro.
Hágale ver que no será eternamente adolescente, que tiene que ver hacia
adelante, que tiene que visualizar a dónde quiere llegar y comenzar a actuar
en esa dirección... desde hoy.
1.Llegue a un acuerdo
No es suficiente regañar y ya. La llamada de atención o el diálogo, tiene
que llegar a algo concreto: qué es lo que se va a hacer o qué es lo que se va
a evitar, ésto tiene que establecerse de común acuerdo, si no, todo quedará
en palabras.
1.Dé seguimiento
Una vez que se estableció un compromiso o se llegó a un acuerdo, no hay
que dejarlo en el olvido. Es importante darle seguimiento, es decir,
verificar que se cumple lo pactado, reuniéndose regularmente con él para
ver cómo van las cosas.
Familia y medios de comunicación. Medios de comunicación y familia.
Blas Bermejo Campos y Julio Cabero Almenara
Universidad de Sevilla
I.- Introducción.
Sin querer entrar en profundidad en el tema de las funciones que la familia desempeña
en la sociedad cultural occidental, el profesor Llorent ha recogido en dos publicaciones
diferentes (1995 y 1996) comunicaciones e intervenciones sobre la temática, en los dos
congresos que lleva ya organizados sobre la problemática de la "Familia y la
Educación", e independientemente de la corriente filosófica y cultural, desde la
institución familiar siempre nos encontraremos con la consideración de ser una
institución que desempeña una función básica: la socialización; es decir, desempeñar el
rol de encardinar e introducir a los nuevos seres en los patrones culturales y axiológicos
del modelo social en el cual se desenvuelve esta institución. Función que podrá ser
percibida tanto desde una óptica de relación positiva, "a favor de", o negativa, "en
contra de", en función de la afinidad entre los patrones ideológicos de los padres y los
valores imperantes en la sociedad.
Como nos llama la atención Llorent (1996, 9):
"La familia es una institución sociocultural, económica e ideológica,
esencial e insustituible para entender nuestro pasado y presente.
Constituye la unidad básica de nuestro tejido social y es clave en el
desarrolo personal del hombre".
No queremos decir con ello que ésta sea la única función que desempeña la familia
como núcleo formativo y comunicativo, ya que éstos pueden ser bastante diversos y
difíciles de precisar, como claramente se refleja en los objetivos básicos que Loscertales
(1996, 55) llega a señalar que desempeña:
"... los miembros de una familia están unidos para ser felices, y ayudarse
mutuamente a lograr dentro del entorno familiar las metas individuales
de crecimiento y plenitud personales".
No podemos olvidar que el concepto de familia y las funciones a desempeñar como
institución se han visto modificadas en los últimos años como consecuencia de diversos
hechos, tales como: la significación que la infancia ha ido adquiriendo en nuestra
sociedad, donde los niños y niñas empiezan a percibirse no como adultos pequeñitos,
sino como personas con sus derechos y responsabilidades; la entrada en el mundo
laboral de la mujer; la feminización de la sociedad, donde actitudes y valores
considerados negativos por ser femeninos empiezan a ser asumidos y dignificados; el
aumento de la calidad de vida en las sociedades occidentales; y por último la influenica
que los medios de comunicación social están alcanzando como instituciones
socializadoras.
Adentrándonos en el último de los aspectos citados, no podemos dejar de reconocer que
otras de las instituciones que en la cultura occidental desempeña la función de
socialización, independientemente de la escuela, son los medios de comunicación social
o medios de comunicación de masas como también son conocidos. Digamos desde el
principio que nosotros vamos a entender por ellos lo siguiente:
"... aquellos sistemas mediáticos de información unidireccional, que de
forma individual o en interacción, transmiten mensajes a una serie de
personas "a priori" desconocidas y de forma simultánea. Estos sistemas
mediáticos responden a una serie de características básicas que los
diferencia de otros, como por ejemplo los medios audiovisuales y las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación. En primer
lugar, su sentido unidireccional de la información, ya que más que
favorecer un proceso verdaderamente comunicativo, entendiendo por
éste aquél que posibilita que los sujetos receptores y destinatarios de los
mensajes se conviertan en emisores, propician modelos puramente
informativos" (Cabero y Loscertales, 1995, 103).
Las funciones que se le han asignado a éstos varían claramente según la escuela o
corriente dentro de la cual nos desenvolvamos (Wolf, 1987). Nosotros en un reciente
trabajo (Cabero, 1994) realizamos una síntesis de las propuestas de diferentes autores y
llegamos a señalar seis funciones básicas: informadora-comunicativa, económica,
estética-expresiva, de diversión y entretenimiento, substitutiva y socializadora.
Con la función que a nosotros aquí nos interesa, la socializadora, los medios de
comunicación
"... persiguen la incorporación del receptor a un grupo cultural,
presentándole las normas por las que éste se rige, y las conductas
aceptadas y rechazadas. Desde esta perspectiva los medios desempeñan
también una función ideologizante y adoctrinante. En definitiva cumplen
una clara función ideológica en cuanto sistema de representación de la
realidad sociocultural y política donde se desarrolla el individuo"
(Cabero, 1994, 79).
Función socializadora que como indica Fernández Enguita (1995, 20) persigue el
"... sustituir los mecanismos de control externo de la conducta por
resortes de control interno; en otras palabras, que los individuos hagan lo
que tienen que hacer y no hagan lo que deben de hacer sin necesidad de
que nadie venga a resolverlo".
Lo comentado hasta ahora nos lleva a señalar que una función tan significativa como la
que nos estamos refiriendo es, en cierta medida, compartida por ambas instituciones
sociales. Por otra parte, nos tememos que una serie de acontecimientos (número de
horas que los receptores pasan sometidos al influjo de estos medios, modificación de las
funciones que en la sociedad actual está desempeñando la familia, disminución del
papel de influencia significativa de los padres, aumento de la significación de otros
elementos socioculturales en la consideración de patrones culturales en los individuos,
volumen de medios a los que el receptor se encuentra progresivamente sometido...)
estén repercutiendo para que progresivamente los medios estén cubriendo funciones que
anteriormente desempeñaba la institución familiar. No podemos olvidar que las últimas
generaciones infantiles han crecido al influjo directo de medios como la televisión y la
radio, como nos sugiere Sander (1990, 24):
"Niños y jóvenes participan ya desde muy pronto con ayuda de los
medios de comunicación en el mundo adulto de la política, las
catástrofes y las diferentes culturas. Su conocimiento ha cambiado: saben
mucho más del mundo de los adultos, lo conocen gracias a la televisión y
a los medios de comunicación, incluso antes de ser capaces de
experimentarlos por si mismos".
Al respecto, creemos que nadie puede negar que cada vez nos encontramos más
inmersos dentro de una sociedad mediática de comunicación, de manera que las
separaciones que anteriormente se establecían en base al dominio técnico-industrial, en
la actualidad es están empezando a establecer en función del dominio técnicocomunicativo. En un futuro más o menos cercano, por no decir que ya nos encontramos
en él, las sociedades se dividirán por el dominio y la incorporación que hagan de las
tecnologías de la información y comunicación en los diferentes aspectos de la sociedad,
ya desde el ocio y la diversión, ya desde el sector industrial y empresarial, o ya desde el
sector de la investigación. Y en este aspecto nos tememos que las separaciones que se
originen serán más significativas y transcendentales que las realizadas en su momento
entre una sociedad industrial y otra agrícola.
En este nuevo contexto que se nos presenta bien estará, antes de reflexionar sobre los
efectos que los medios pueden tener en la sociedad actual y el análisis de los más
significativos, dedicar unos instantes a analizar las influencias interactivas que pueden
darse entre los medios de comunicación en la familia, y las influencias de la familia en
la interacción que los receptores realicen con los medios de comunicación.
II.- La influencia de los medios de comunicación en la familia. La
influencia de la familia en los medios de comunicación social.
Digamos desde el principio que nuestra percepción al respecto es de que existen
influencias mutuas e interactivas entre estas dos instituciones socializantes de la
sociedad. La exposición a determinados medios de comunicación de masas, como han
puesto de manifiesto Gunter y otros (1995), es una actividad compleja que requiere
diversos problemas de decisión, actividades de atención que incluyen la acomodación
para ignorar las distracciones del contexto. Requieren estrategias de comprensión de
considerable complejidad. Sin olvidar una dimensión social de extremada significación,
y es que la interacción con determinados medios se tiende a realizar en presencia de
otros, y en este caso este hecho viene claramente determinado por la familia.
Como se ha venido demostrando desde las teorías de los efectos de los medios, y a las
cuáles nos referiremos posteriormente, el efecto de los medios no es exclusivamente en
un sentido unidireccional, sino dentro de la interacción de una serie de problemas
complejos. De manera que en nuestro caso tan significativo puede ser lo que los medios
le aportan a la familia, como lo que la familia es capaz de aportarle a los medios,
mediante una actitud crítica y reflexiva hacia los mismos.
Tanto estemos a favor como en contra de la utilización de los medios de comunicación
social, la realidad es que éstos, sin que la familia haya tomado todavía ningún tipo de
decisión, como posteriormente comentaremos, condicionan. Así, la primera influencia
nos la encontramos en la organización del espacio doméstico, como nos llama la
atención la periodista Lolo Rico (1995, 15) que ha sido directora de programas
infantiles y juveniles en televisión, respecto a uno de los medios de comunicación social
más significativo:
"La televisión hoy forma parte del mobiliario de todos los hogares. Sin
embargo, no se trata de un mueble más, si así fuere sería fácil prescindir
de ella o relegarla a un segundo lugar. No, lamentablemente la televisión
se ha convertido en el centro de la familia y se alza en el cuarto de estar
como si se tratara de un altar ante el que todos nos inclináramos para
pedirle dones o entregarle nuestras ofrendas".
Ahora bien, esta influencia no solamente condiciona cuando estamos directamente
enfrente del aparato, sino también incluso antes; a manera de ejemplo, decir que la
ordenación espacial de uno de lo lugares más interactivos y comunicativos de la casa, el
salón, se tiende a organizar espacialmente en función del lugar en el cual el arquitecto
ha situado la toma de la antena de tv.
Desde un punto de vista económico, no podemos tampoco olvidar el condicionante que
introducen, ya que el número de receptores audiovisuales que se están situando en los
hogares españoles está sobrepasando al de la unidad familiar, en cierta medida como
consecuencia del aumento de la oferta de programas comunicativos, y al objeto de evitar
discusiones familiares sobre la programación a observar.
Creemos que no nos equivocamos al afirmar que la televisión se ha convertido en el
centro de la vida social de la familia, en torno a ella se unen sus miembros, y es ella la
que tiende a seleccionar los contenidos de discusión y las actividades a la que son
dedicadas las horas libre de ocio. En algunos casos, incluso se convierte en la música de
fondo de la familia.
El efecto interactivo de la influencia familia-medios de comunicación de masas al que
anteriormente hacíamos referencia, lo podemos observar en el problema tan analizado
del efecto violento de los medios de comunicación social, y sobre todo del medio
cinematográfico y televisivo. Al respecto como creemos que acertadamente apuntaron
Schramm y otros hace tiempo:
"Para algunos niños, bajo algunas condiciones, alguna televisión es
perjudicial. Para otros niños bajo idénticas condiciones, o para idénticos
niños bajo otras condiciones puede ser beneficiosa. Para muchos niños,
bajo muchas condiciones, mucha televisión es probablemente perjudicial,
ni perjudicial, ni particularmente beneficiosa" (Schramm y otros, 1961,
13).
Dicho en otros términos, se ha encontrado una alta correlación positiva en las
investigaciones que se han centrado en estos estudios de comportamientos violentos,
entre los programas que observaban los adolescentes y el comportamiento agresivo de la
familia. Ello posiblemente nos lleva a asumir que algunas veces, y bajo ciertas
condiciones, los medios más que crear patrones culturales, lo que sirven son como
elementos potenciadores de patrones culturales y sociales ya asumidos conscientes o
inconscientemente en los entornos familiares. Singer y Singer (1993, 8) tras analizar
esta problemática llegan a señalar:
"Proponemos que existe un vínculo entre la imaginación, la respuesta del
niño a los patrones de conducta de los padres y la probable imitación de
los contenidos agresivos de la televisión".
En diferentes trabajos nosotros hemos apuntado cómo las actitudes que tengamos hacia
los medios, tanto en general como hacia alguno de ellos en concreto, condicionarán las
interacciones que establezcamos con los mismos, ello ocurre tanto con el medio vídeo
(Cabero, 1989), como con el informático (Cabero, 1993). Actitudes que no olvidemos
vienen condicionadas por el contexto en el cual nos desenvolvamos, sea éste escolar o
familiar. En la investigación sobre el medio informático a la que nos hemos referido,
nos encontramos que la presencia de ordenadores en los domicilios paternos de los
estudiantes, condicionaban las actitudes que los mismos tenían hacia los ordenadores y
la informática.
Ahora bien, no es sólo cuestión de tener en cuenta cómo los medios de comunicación
influyen en las familias y el contexto en el cual éstas se desenvuelven, sino también
contemplar la otra perspectiva, es decir, cómo los medios de comunicación se pueden
ver influenciados por el comportamiento existente dentro de las familias.
Aún siendo cierto, como hemos comentado anteriormente, que la influencia de los
medios no es tan directa como desde determinadas teorías se nos ha hecho creer,
también lo es que los medios, sobre todo con la redundancia de la información y de los
mensajes y con la presentación de estereotipos en personas de reconocido y atribuido
prestigio social, van creando valores "positivos" que tienden a ser imitados sobre todo
por las personas como menos nivel cultural y menor edad, para decodificar e identificar
los mensajes ocultos, como los que se tienden a reflejar en diferentes series donde nunca
existen problemas laborales, los roles laborales de los diferentes géneros están
claramente identificados y no existe la tendencia a salirse de los mismos, donde la
ternura es el elemento básicos del desarrollo de las acciones, y donde el mundo es
idílico y la existencia de grandes problemas son situaciones ocasionales.
Ante esta situación, la familia puede desempeñar un verdadero papel para el aprendizaje
y la concreción de los medios. Como ya llegamos a señalar con claridad en otro trabajo
(Cabero, 1994, 81), para nosotros tanto los padres como el ambiente familiar
desempeñan un claro y significativo papel de mediador respecto a la adquisición de
hábitos de exposición y comprensión de los mensajes transmitidos por los medios de
comunicación de masas. Como nos llama la atención Cebrián de la Serna:
"... los padres pueden aumentar los criterios de credibilidad sobre las
conductas, eventos y personas que aparecen en la TV. Pueden también,
analizar qué probabilidad tienen de que ocurran estos fenómenos en la
realidad; discutir y contrastar estas situaciones televisivas desiguales y
mal representadas de la vida... Ayudar, en suma, a ver estos eventos
positivamente diferenciando la realidad y la ficción".
Es cierto que estos comentarios podrían entenderse demasiado centrados en el medio
televisivo, pero con otros medios de comunicación social o de masas, como queramos
definirlos, el papel de la familia es de máxima transcendencia, tanto en el desarrollo de
hábitos para el consumo y la exposición, como para la interpretación crítica de los
mensajes que se presentan a través de ellos, valga como ejemplo el caso de la prensa. En
este caso, los padres pueden ir creando en sus hijos no sólo el sentido de consumidores
de medios impresos, y si es mejor aún consumidores de diferentes medios impresos que
les permitan el contraste y la contraposición de noticias, sino también la reflexión sobre
la información que allí se ofrece contrastándola con las presentadas en otros medios
impresos, o en otros medios de comunicación social. Como es bien sabido, los hábitos
de lectura se adquieren desde pequeño, una familia donde los niños observen cómo sus
padres invierten horas en la utilización de estos medios, los motivarán sin lugar a dudas
hacia su uso.
Otro caso de la potenciación de actitudes hacia los medios en los entornos familiares
nos lo encontramos en las que las mujeres suelen tener hacia los ordenadores. En todos
los estudios donde éstas se han analizado se ha encontrado que son menores en las
mujeres que en los hombres, siendo lo que se ha venido a denominar como
"computerfobia" superior en ellas (Cabero, 1993). Los motivos que se han expuesto
para explicarlos son diversos y van, desde explicaciones de la existencia de menor
cantidad de tetosterona en la mujeres, hasta la especialización de los hemisferios
celebrales. Para nosotros, la explicación pudiera ser más elemental, y a lo mejor consiste
en las posibilidades de experimentar con estas tecnologías que se facilitan a los hijos
varones o hembras: ¿a quién en una familia se le regala antes un ordenador al hijo o a la
hija?
Para nosotros, la significación del papel de la familia en el consumo de los medios de
comunicación no se traduce exclusivamente en el uso concreto que puedan hacer de los
mismos, sino también en hacerles adquirir el hábito de ampliar el número de medios con
los cuales debemos de interaccionar. Como es bien sabido, todos los medios tienden a
presentarnos la realidad en función de la ideología que los sustenta y de los códigos
simbólicos que moviliza. Desde esta perspectiva un ciudadano estará más formado no
sólo por el hecho de utilizar los medios, sino fundamentalmente por la diversidad de los
mismos que utiliza. Recordemos que en el estudio realizado por Singer y Singer (1993),
encontraron cómo altos niveles de agresividad se relacionaban con altos consumos de
televisión, y al contrario.
Diferentes investigaciones llaman la atención cómo en las familias donde entre los
padres y los niños adolescente existen intercambios de ideas y comentarios de los
programas, los hijos ven menos televisión y son más selectivos en las programaciones.
Por el contrario en las familias donde no se realizan comentarios sobre los programas
televisivos, se ve más televisión, se interacciona menos con otros medios, y una gran
proporción de los contenidos de la comunicación familiar gira en torno a temas
marginales relacionados con los programas observados en la televisión (Orozco y
Charles, 1992).
La mediación que el ambiente familiar pueda desempeñar con la televisión como medio
de comunicación, depende prioritariamente del papel que se le asigne. No es lo mismo,
que la televisión sea percibida como instrumento informativo y cultural que como
instrumento de diversión, distracción y ocio. En este sentido, cuatro tipos de familias se
han contemplado respecto al rol mediador que pueden jugar ante el medio de
comunicación de masas del que hablamos, pero que creemos pueden trasladarse con
matices a otros medios: permisiva, familia cuya preocupación se centra en la cantidad
de exposición que el niño es sometido a los medios de comunicación, las que asumen
una actitud activa, y las represivas, que utilizan a los medios como instrumentos de
castigo ante otras conductas realizadas por los niños (Orozco y Charles, 1992). Las dos
primeras ejercen una función menos mediadora, la última puede desencadenar efectos
contrarios a los esperados, ya que la observación de los mensajes se asume como
premio. Apareciendo la última como la más llamativa.
En las familias donde se emplea el convencimiento y la discusión como técnica para
mantener la disciplina, los hijos tienden a ser menos susceptibles al mensajes
transmitido y a las manipulaciones que se originan por los medios. Por el contrario, las
familias donde la disciplina se mantiene mediante conductas represivas y castigos, los
hijos tienden a creer más los mensajes emitidos, y seguir las propuestas actitudinales,
conductuales y culturales formulados desde ellos. O dicho en otras palabras, existe una
cierta influencia entre el comportamiento seguido en las familias y la influencia y
utilización que se hace de los medios de comunicación.
Realizados estos comentarios respecto a las interacciones que pueden establecerse entre
ambas instituciones, pasaremos a realizar algunos comentarios en torno a los posibles
efectos que los medios de comunicación social pueden tener, tanto a nivel social, como
familiar e individual, con el objeto de acercarnos de forma más coherente a la
problemática que aquí nos preocupa.
III.- La realidad (?) de los efectos de los medios.
Al analizar la temática de los efectos de los medios de comunicación pensamos que es
necesario asumir de entrada el planteamiento expuesto hace ya tiempo por Katz y
Lazarsfeld (1979) cuando indicaron que el estudio sobre los efectos de los medios se
había desarrollado desde una perspectiva bastante simple, ya que la realidad es que no
existe un único efecto de los medios, sino una diversidad de interacción de los mismos.
Encontrándonos su influencia, desde la dimensión interna individual, como la creación
y potenciación de actitudes y valores, hasta la dimensión cultural y política, sin
olvidarnos del contexto familiar.
El tema de los efectos de los medios ha recibido diferente tratamiento en la
investigación en medios en función del paradigma en el cual nos pudiéramos mover:
teoría hipodérmica, la corriente empírico-experimental o de la persuasión, los estudios
empíricos sobre los efectos limitados, la teoría funcionalista, la teoría crítica, la
perspectiva culturológica, la perspectiva de los "cultural studies", y las teorías
comunicativas. Aunque de ellos tres han sido los que fundamentalmente se han
preocupado por el problema: la teoría hipodérmica, la de los efectos limitados, y la de
los efectos a largo plazo.
La teoría hipodérmica adquiere sus bases conceptuales desde la psicología
comportamental, y desde aquí los medios son percibidos como estímulos que provocan
determinadas conductas, previsibles algunas veces por el refuerzo establecido. Desde
aquí los individuos son contemplados como colectivos masificados. Desde esta
perspectiva, las relaciones se establecen entre el medio y el receptor, olvidando todos
los elementos mediacionales, externos e internos, que puedan influir en los patrones
conductuales que se obtengan como consecuencia del sometimiento a los medios.
Desde la perspectiva de los efectos limitados de los medios, aunque el problema sigue
siendo cómo los medios influyen sobre el individuo, éstos se analizan desde una
perspectiva cuantitativa y cualitativamente diferente, ya que la influencia es percibida
como el cómputo de una serie de medios en los cuales socialmente se desenvuelve el
individuo, de manera que los medios aquí solamente son un elemento más de influencia
sobre el individuo, y de influencia dentro de un contexto determinado.
En este último caso al que nos referimos las fundamentaciones las recibe no tanto desde
la perspectiva psicológica conductual, sino más bien desde una perspectiva sociológica,
donde se asume la influencia del contexto cercano del individuo como determinante de
las interacciones que establezcan con los medios y de los efectos que éstos sean capaz
de producirle.
En definitiva, desde esta perspectiva, se empieza a asumir que el efecto de los medios
ya no depende tanto del medio en sí, ni del individuo aislado y de sus características
psicológicas y culturales, sino fundamentalmente de la estructura social en la cual se
desenvuelva el individuo; en nuestro caso, del entorno familiar en el cual se
desenvuelva. Desde aquí los medios, ya no son tanto los creadores de actitudes y
valores, sino más bien instrumentos potenciadores de conductas previamente
incorporadas en el repertorio conductual de los sujetos.
Como nos llama la atención Wolf (1994), en la actualidad se está desarrollando una
vuelta atrás hacia la significación de los medios sobre los efectos individuales y
sociales.
"Hoy estamos en una fase de revaluación del poder de influencia de los
media, y además, el estudio de los efectos ha desplazado su atención
hasta las influencias a largo plazo, sobre todo aquellas que se ejercen ya
no sólo sobre cada individuo sino sobre el sistema social entero o sobre
parte de él" (Wolf, 1994, 48).
Uno de los estudiosos más significativos del impacto de los medios de comunicación
social ha sido McQuail, el cual en 1985 escribió uno de los libros que ha tenido más
significación sobre la problemática que nos ocupa: "Introducción a la teoría de la
comunicación de masas", en el que diferencia tres grandes momentos de desarrollo de
los estudios sobre los efectos de los medios. En el último, que es el que nos interesa a
nosotros en este momento, se empiezan a contemplar una serie de variables que
determinan una nueva posición sobre el estudio de la temática que nos ocupa, así se
empieza la preocupación por el estudio del efecto de los medios no tanto a corto como a
medio plazo, la consideración del papel que juegan las variables del contexto en la
predisposición y la motivación, y la significación de la ideología, por ejemplo.
Desde estas nuevas posiciones, se nos viene a señalar que el efecto de los medios no es
tan significativo, o mejor dicho unidireccional, como desde las primeras posiciones se
nos quería hacer ver. Como recientemente ha afirmado Vilches (1993, 33):
"Se afirma entonces que la comunicación de masas no produce efectos en
las audiencias sino que su función se traduce más en el refuerzo que en el
cambio de actitudes".
El recorrido efectuado nos permite señalar que, para nosotros, los medios no llegan a
producir por sí sólos tantos efectos como se les ha venido a considerar, tanto desde la
literatura científica, como desde el mundo coloquial, sino que más bien desempeñan un
papel de potenciador de conductas preexistentes en los individuos. Dicho en otros
términos, el posible impacto de los medios no dependerá exclusivamente del medio en
sí, sino de la interacción de una serie de variables que irán desde las características
cognitivas y actitudinales del sujeto que recibe los mensajes, el contexto en el cual éstos
son recibidos o las características de diseño y presentación del medio en cuestión al cual
nos estemos refiriendo. Sin olvidarnos de las características concretas de los contenidos
a transmitir.
En este núcleo de variables, el interés y las actitudes que los receptores tengan hacia
medios concretos serán determinantes de los efectos que en la recepción y codificación
los medios puedan producir. Sin olvidarnos, como se está poniendo de manifiesto desde
las últimas líneas de investigación en medios de comunicación, que los sujetos no se
exponen a los medios de forma azarosa, sino más bien tienden a exponerse a medios
claramente relacionados con sus creencias y actitudes. Ejemplo claro de lo que decimos
es la prensa con la que individualmente tendemos a interaccionar.
Aspectos como los comentados anteriormente, nos llevan claramente a señalar que los
medios tienen una clara función de potenciación y refuerzo de las actitudes y creencias
preexistentes en los individuos. En otras palabras, más que crear actitudes y valores,
tienden a potenciar los existentes en los individuos adquiridos en otros contextos más
inmediatos y cercanos, como bien pudieran ser el círculo familiar o el círculo de
amigos. Y es desde esta perspectiva desde la que de nuevo reclamamos el papel
significativo de la familia en las interacciones que establezcamos con los medios de
comunicación social.
Realizados estos comentarios previos pasaremos al último de los puntos que trataremos
en nuestro artículo, el papel que la familia puede desempeñar en algunos de los medios
con presencia más usual en nuestra cultura familiar actual, como es el caso de la
televisión y los videojuegos.
IV.- El impacto de la televisión y los videojuegos y el papel de la familia.
Creemos que todos estaremos de acuerdo en reconocer que dos de los medios más
utilizados en el contexto doméstico son la televisión y los videojuegos. Con ello no
queremos decir que otros no tengan su significación, así por ejemplo no podemos
olvidarnos ni de la prensa, ni de la radio, ni del medio informático. Ahora bien, los
motivos que nos han llevado a seleccionar estos dos son básicamente los siguientes: son
los que más impacto, por el número de horas que se utilizan, tienen en los receptores de
menor edad; su presencia va siendo cotidiana en los hogares de nuestra cultura
occidental; y ha existido cierta preocupación y, por qué negarlo, en algunos momentos,
la alarma social que alrededor de ellos se ha originado.
Todos estaremos de acuerdo, sin la necesidad de citar ningún estudio, que uno de los
medios frente a los cuales invertimos mayor número de horas es el televisivo. Algunos
estudios llaman incluso la atención que el número de horas anuales que los niños de
edad escolar pasan enfrente de la pantalla es mayor que el que invierten en los centros
escolares. Aunque la realidad, como ponen de manifiesto Alonso y otros (1995, 21) es
que el menor consumo de tiempo diario se da en los sujetos de 113-24 años (157
minutos), dedicando los de 4 a 12 años 168 minutos, los de 25 a 44 años 181 minutos,
los de 45 a 65 años 243 minutos diarios, y la personas con más de 65 años 294 minutos.
Por clase sociales los de alta tienden a observarlo un promedio de 168 minutos, los de
media de 202 minutos y los de baja de 220 minutos, siendo también las mujeres las que
más tiempo invierten frente al medio, 223 minutos, frente a los 197 invertidos por los
hombres.
Sin querer entrar en análisis tan minuciosos, la realidad, y creemos que todos estaremos
de acuerdo, es que es uno de los medios de comunicación social más significativos de
nuestra cultura occidental y frente al cual invertimos un mayor número de horas. Por
otra parte, no nos interesa tampoco entrar en un análisis de la calidad de los programas
que tienden a ser observados por los receptores, éstos parecen claramente determinados
por diferentes hechos como por ejemplo: las conductas de observación de los programas
son claramente diferentes en función de éstos sean coobservados con otros u observados
independientemente (Gunter y otros, 1995), la edad de los receptores, la clase social a la
que pertenezcan los receptores, y la actitud que en el contexto familiar exista hacia el
medio.
En el último de los aspectos comentados, cuando en un estudio (Nikken y otros 1996)
les preguntaron a las madres que puntuaran las características que deberían de tener los
programas de televisión para los niños, de una lista de once opciones: tener efectos
positivos sobre los niños, ser comprensibles para los niños, no tener efectos negativos
para los niños, ser exitosa, que involucre a los niños para la realización de actividades,
ser familiar para los niños, ser humorística, ser realística, tener profundidad en la
presentación de las diferentes temáticas, ser original, y tener una buena carga estética.
De estas propuestas tres fueron las mejor seleccionadas por las madres:
comprensibilidad, calidad estética y artística, y que involucre a los niños.
Realizadas estas matizaciones, lo que a nosotros aquí nos interesa destacar es que la
actividad que se realice en el ambiente familiar con la televisión será extremadamente
condicionadora de los efectos que el medio pueda tener sobre los niños y del uso que
éstos en el futuro puedan realizar del mismo.
Martínez y Peralta (1996) en un reciente trabajo han propuesto cuatro grandes modelos
de consumo familiar de la televisión; dos que consideran negativos: pasivos y activos, y
dos asertivos: comunicativos y críticos. El primero de ellos viene caracterizado por la
dependencia total del medio y de las programaciones y contenidos que por medio de él
se transmiten; la actividad más significativa del receptor pasa por la utilización del
"zapping indiscriminado", el receptor es un mero consumidor pasivo de los mensajes
transmitidos por el medio. En el segundo, pueden darse dos tipos de actitudes, la
aceptación o la negación absoluta del medio, dependencia o rechazo absoluto. En el
tercero y cuarto la televisión es un medio más y se observa cuando en él hay
información de interés cultural, estético o de distracción, en ellos se tiende a establecer
un debate familiar sobre la calidad de los programas transmitidos.
Sin entrar en la significación de estos modelos, lo que si parece cierto es que existen dos
claras formas de abordar la problemática televisiva en la familia: el consumo pasivo o el
consumo activo y crítico. En el primero la familia puede depender del medio, mientras
que en el segundo el medio depende de la familia.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer para un consumo racional y crítico de la televisión que
permita la creación de receptores activos?
Digamos de entrada que para una correcta interpretación de los comentarios que
posteriormente vamos a realizar es necesario señalar que asumimos de entrada que los
padres no son, ni tienen por qué serlo, profesionales en la alfabetización icónica, sí
pueden realizar una serie de actividades que favorezcan el desarrollo de una actividad
crítica en sus hijos frente a los medios de comunicación. Sin lugar a dudas, la primera
mediación es la coobservación de los programas con sus hijos, ya que ello posibilita el
intercambio de información sobre el mensaje transmitido y la decodificación correcta de
los mensajes que se estén transmitiendo por los mismos. Desde esta perspectiva, es
necesario señalar que cualquier discusión debe girar en torno a separar que la realidad
presentada mediante la televisión es una realidad indirecta, manipulada y expuesta allí
con unos fines específicos: estéticos, convencer al espectador, vender determinados
productos... En definitiva, lo que venimos a decir es que los padres y el contexto
familiar es un elemento significativo para la socialización de los niños hacia el medio
televisivo.
Junto a esta observación conjunta de los programas, no podemos olvidar que para una
observación crítica de la programación es necesario el conocimiento de las emisiones y
la selección consciente de los programas que se ofrecen. Aspecto que cada vez se
convierte en una situación de mayor dificultad dado la amplitud de cadenas que se nos
van ofreciendo, y las que a corto plazo se nos ofrecerán. Esta selección pasa
necesariamente por la adquisición de dos destrezas, hábitos o habilidades, como
queramos denominarlas, y que son: solamente tener encendido el receptor cuando esté
observando las emisiones, y saber desconectar el medio. Como ya hemos señalado en
otra parte de nuestro trabajo, es un hábito común en nuestra cultura tener el receptor de
televisión a manera de equipo de música de fondo.
Es importante tener también en cuenta que si no nos es posible observar, entre otros
motivos por razones de tiempo presencial, la televisión con los niños, al menos si
debemos hacer un esfuerzo significativo en enterarnos cuáles son los programas que ven
y qué motivos preferentemente le llevan a ello.
A nuestro modo de ver, es importante que los comentarios que se realicen sobre los
programas observados no se limiten exclusivamente a los contenidos de las emisiones,
sino también a reflexionar entre el paralelismo entre lo presentado en la emisión y lo
que ellos observan en la realidad, los roles que las personas que han intervenido han
desempeñado, o la forma técnica y estética desde la cual se ha abordado el programa.
Por último, la formación para el mejor uso de la televisión, pasa necesariamente por
potenciar la utilización de diversos medios de comunicación y la inversión del tiempo
libre y de ocio en diferentes actividades lúdicas y recreativas.
Uno de los medios que en las últimas décadas está adquiriendo una presencia
significativa y constante en los hogares españoles son los videojuegos, contando a éstos
tanto los incorporados en los medios informáticos como los de carácter autónomo, en
las conocidas videoconsolas o videojuegos portátiles. Posiblemente sea uno de los
medios en torno a los cuales se han originado más preocupaciones que ninguna otra vez
se habían destinado a otros medios.
Antes de analizar las ventajas e inconvenientes que los videojuegos pueden tener de
cara a la formación y desarrollo de la personalidad de los usuarios, queremos señalar
desde el principio que para nosotros éstos van a venir claramente determinados, no sólo
por el tipo y contenidos de los mismos, sino también y fundamentalmente por las horas
de interacción que los receptores establezcan con los mismos, y el contexto y ambiente
social donde éste se desarrolle.
Digamos desde el principio, que ha existido cierta tendencia a considerar a los
videojuegos como productores de efectos adversos en sus usuarios; éstos, de acuerdo
con las propuestas de diferentes autores (Pérez, 1994; Calvo, 1996), los podemos
sintetizar en:
- Efectos negativos sobre la salud física (tensión ocular, cambios
circulatorios, aumento de la frecuencia cardiaca, aumento de la presión
arterial...) y psíquica de los usuarios.
- Creación de niños violentos y asociales.
- Desarrollo de niños introvertidos.
- Aumento del stress.
- Aumento de la agresividad.
- Crean fuerte adición.
- La adicción que crean hace que los niños no dediquen tiempo a otras
actividades más positivas, como por ejemplo las tareas escolares o la
interacción con medios impresos.
- Pueden favorecer la aparición de psicopatologías como la epilepsia,
convulsiones, etc.
Sin disponer de datos para refutar tales argumentos, lo que si podemos señalar es que
tales planteamientos se deben más a opiniones y especulaciones, que a hallazgos
experimentales científicos; por otra parte, en algunos argumentos la realidad es que su
efecto nos es mayor que con otros medios como por ejemplo el televisivo, sin
olvidarnos que los efectos son de intensidad limitada y en el tiempo inmediato al
período del postjuego.
En oposición a lo que decimos, diferentes estudios han puesto de manifiesto que los
videojuegos poseen una serie de efectos positivos para las personas que interaccionan
con ellos; así por ejemplo se le atribuyen las siguientes ventajas y posibilidades:
- Pueden servir para la introducción de los niños en el mundo de la
tecnología, sobre todo de la tecnología informática.
- Mejoran determinadas destrezas motoras y cognitivas, como por
ejemplo: la coordinación óculo-manual, la visualización espacial, el
sentido del dominio, y la solución de problemas.
- Estimulan la memoria inmediata.
- Potencian la atención selectiva.
En esta línea que comentamos, Calvo (1996, 336-338) ha realizado una síntesis bastante
significativa de las posibilidades educativas y didácticas que los videojuegos pueden
aportar al proceso de enseñanza-aprendizaje, de los cuales destacamos algunos de ellos:
- Pueden simular experiencias o situaciones de la vida real.
- Pueden ayudar en el desarrollo de habilidades para la identificación y
asimilación de conceptos numéricos, reconocimiento de palabras,
identificación de objetos y colores...
- Poseen un nivel alto para la motivación.
- Se piensa que los conocimientos y habilidades aprendidos con los
videojuegos pueden ser transferidos a situaciones reales de la vida
cotidiana.
El problema que se nos presenta es de nuevo complejo, por una parte una serie de
hallazgos nos indican lo beneficioso de tales instrumnetos, y por otra se nos llama la
atención sobre lo perjudicial de tales actividades. De nuevo para nosotros aquí el papel
que puede desempeñar la familia es transcedental, no en el sentido de impedir su
utilización sino de orientarla hacia posiciones positivas. Por una parte, el hecho de que
esta actividad lúdica sea compartida por padres e hijos, como cualquier instrumento más
recreativo, hace que el videojuego se convierta en un instrumento mediador y facilitador
de relaciones entre padres e hijos, favoreciendo la comunicación entre ellos.
Por otra parte, en esta relación padres e hijos, el primero podrá tender hacia la
utilización de diferenes tipos de videojuegos, no todos poseen una carga violenta.
Desde nuestro punto de vista, y queremos señalar que no disponemos de datos
empíricos para sus justificación, el principal problema de los videojuegos puede radicar
en que se conviertan en una actividad individual y aislada por parte del niño y la niña.
En este caso, igual que ocurre con el medio que comentamos anteriormente, pueden
darse relaciones de extremada dependencia de los usuarios frente al medio, creando un
mundo fantástico, no real, e impidiendo la realización de otras actividades.
Para finalizar señalar que frente a los medios de comunicación social o de masas el
papel que puede desempeñar la familia es de máxima transcedencia, ya que a través de
ella se puede influir para pasar de posiciones de supeditación a los mismos, a posiciones
de comprenderlos como instrumentos culturales, con una significación para las personas
que nos desenvolvemos en la cultura occidental.
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La regla de las tres C
Edna García de Martínez
Mi mamá me regaña y hasta me castiga cuando descubre que le he dicho una mentira,
platica Maru, de ocho años de edad. Lo raro, continúa la niña, es que ayer fuimos a un
restaurante y de buenas a primeras me dijo: ’Ahí viene la señorita, si te pregunta tu edad
le dices que tienes seis, ¿entendiste?’
También la otra vez, me estaba recordando que no debo mentir y en eso sonó el teléfono.
Fui a contestar y mi mamá me advirtió: ’Si es fulanita dile que no estoy.’
¿Qué pasa? ¿Antes era malo mentir y ahora ya no lo es tanto? Tiene razón Maru en estar
un poco confundida, ¿no? Sencillamente su mamá no le está dando, por el momento,
ejemplo de congruencia.
Las tres ’C’
El ejemplo anterior demuestra la existencia de una regla básica (en este caso, no usada)
que ayuda a los padres para formar buenos hábitos en sus hijos, es la regla de las tres C,
que significan: congruencia, constancia y consecuencias.
Los padres que siguen esta regla tienen la total garantía de que habrá buenos resultados,
el único pequeño detalle es que esta regla los compromete también a ellos, no es una regla
para aplicar a otros sino para aplicarla con los hechos a la propia conducta.
Resultados
Cuando en el hogar no se pone en práctica la regla de las tres ’C’, lo único que se logra es
un ambiente de tensiones, desorden, gritos, regaños, caras largas y malestar general.
Es momento ahora de pensar en estrategias que nos ayuden a evitar situaciones de
conflicto entre padres e hijos.
¿Cómo le podemos hacer los padres para inculcar la responsabilidad en nuestros hijos? La
responsabilidad se empieza a inculcar desde que el niño es pequeño, ¡sí, pequeño! Este ya
puede empezar a recoger sus juguetes y regresarlos a su lugar, esto le enseña que hay
cosas por hacer que le corresponden a él, que las puede hacer bien y que se espera que las
haga.
Los niños son serviciales, y les gusta ayudar en diferentes actividades. Si esperamos a que
sean adolescentes para pedirles que recojan su plato de la mesa o recojan su cuarto,
¡créame!, será muy tarde.
Primera ’C’: La Congruencia
Se basa en el ejemplo. Si queremos hijos ordenados, amigables y sinceros debemos ser los
primeros en ser así.
Hay una frase incongruente que dice: Haz lo que digo, pero no lo que hago. Además de
incongruente es inoperante porque lo que se imita es el ejemplo antes que las palabras.
Lo más común es que si usted trata a sus hijos con cortesía y respeto ellos harán lo mismo
con los demás.
¡Cómo podemos exigir a nuestros hijos modelos de conducta que ni siquiera nosotros
podemos adoptar!
¿Por qué molestarme si me encuentro a mi hijo bebiendo alcohol, si yo he dado el ejemplo?
Segunda ’C’: La constancia
Equivale a no quitar el dedo del renglón. ¡Cuántas veces nos sentimos cansados, sin ganas
de corregir a los hijos porque cometen los mismos errores todos los días o simplemente
nos hacemos los sordos o los ciegos y dejamos pasar actitudes de ellos, como tomar
alimentos entre comidas, hablar bruscamente al pedir las cosas o acostarse sin cepillarse
los dientes.
Un ejemplo: si su niño tiene la costumbre de dejar la mochila en el primer lugar que
encuentra, usted le recuerda que la lleve a su lugar y él accede, ¡muy bien, ya está! Pero si
esta situación se repite y ahora ya no se siente con humor de llamar al niño para que la
recoja y usted lo hace, créame, tiene ya parte de la batalla perdida.
La constancia es la base para adquirir hábitos: terminar la tarea empezada, poner en orden
los juguetes, ver la televisión sólo a la hora permitida, y más.
La repetición constante de la reglas establecidas nos llevará a las metas que queramos
alcanzar. Es aquí donde el cansancio, los estados de ánimo, la impaciencia y la comodidad
nos ponen duros obstáculos para no ser constantes con lo que exigimos a nuestros hijos.
Si no permite excepciones, verá los resultados más pronto de lo que se imagina.
Tercera ’C’: Las consecuencias
Cada acción buena o mala tiene su consecuencia o, lo que es lo mismo, cada causa tiene
un efecto.
Con sólo esta idea que se grabara a fuego en la mente de los pequeños, se evitaría tantas
desgracias futuras.
¡Hay que permitir a los hijos que experimenten las consecuencias de sus propios actos! Si
les resolvemos todo les hacemos un gran daño y les robamos la gran oportunidad de crecer
y madurar.
Las naturales consecuencias son de gran ayuda para nosotros los padres, ni siquiera hay
por qué enojarse si por ejemplo la niña rompe un vaso lleno de leche, lo único que debe
hacer en seguida es recoger bien los vidrios, limpiar a profundidad el líquido y dejar tan
limpio como estaba.
Las consecuencias actúan por sí solas, ellas marcarán el autocastigo del niño y así, en la
próxima ocasión tendrá más cuidado y no habrá motivo para enojarse con sus papás.
Esta es la regla de las tres ’C’, pequeña, pero muy completa, para que empiecen a
formarse los hijos y terminemos de formarnos los padres.
¿Quién manda en casa?
Jorge Hidalgo
Fuente: Hogar Joven.
Fernanda tiene dos años con seis meses y sabe perfectamente cómo conseguir lo que
quiere: se tira al piso, patalea, golpea los objetos que están a su alrededor, llora a gritos.
Entre más la miran, más grita. Sus padres se mueren de vergüenza, se confunden y no
saben qué actitud tomar cuando se encuentran en un lugar público. Por lo general se
sienten mal y terminan comprándole lo que quiere por temor a que se acerque algún
desconocido y les pregunte: "¿para eso traen niños al mundo, para maltratarlos?"
La mayoría de los padres no sabe qué hacer en situaciones similares y terminan llevándose
al niño a rastras o recurren, para demostrar su autoridad, a las nalgadas, sintiéndose en el
fondo el peor de los villanos. Los padres, temiendo que ese sea el inicio de una etapa
caracterizada por la mala conducta, recurren a los especialistas alegando que su pequeño
los tiene de cabeza y que no quieren recurrir a medidas que puedan afectar su desarrollo.
Este es un período común en el desarrollo de los niños ya que, desde el año y medio de
edad, ellos descubren que tienen deseos propios y que éstos no siempre son satisfechos.
Esto es un motivo de enojo y desesperación que suele desembocar en un berrinche. Los
niños se pueden sentir frustrados cuando nadie les festeja una nueva gracia, un gesto
amoroso o un triunfo alcanzado.
Cuando el pequeño siente que algo no lo puede realizar, se siente derrotado. En esta etapa
aún no es capaz de soportar el hecho de sentirse inútil o torpe.
El niño, al no desarrollar un lenguaje con intención, recurre al llanto como principal
expresión de comunicación. La madre va regulando las necesidades de su pequeño,
dejando, en muchas ocasiones, la actividad que realiza, para atender su demanda.
Según los expertos, ante el llanto y la demanda del hijo, muchos padres se vencen por la
ansiedad, lo que impide que en el pequeño se desarrolle lo que se denomina como
frustración óptima necesaria, es decir, la que permite al niño poco a poco darse cuenta que
no todo puede llegar de inmediato y encontrar la forma de tranquilizarse.
Los berrinches se relacionan con una época en la cual el niño se siente independiente, con
deseos de autonomía y con un marcado egocentrismo. Se dice que a esta edad está
desarrollando el ego (yo) y el negativismo (todo o casi todo es no).
El conocer todos estos factores es importante para realizar un buen manejo de los primeros
episodios de berrinches, con el fin de evitar crear un mal hábito y saber controlar los
próximos si se produjeran nuevamente.
Para que no gane la amenaza…
Cuando aparezcan estos episodios, hay que considerar la personalidad del niño y los
cambios que en él se generan. Otros factores importantes: la sobreprotección, una
disciplina demasiado estricta y rígida, el cansancio de los padres, la impaciencia y el mal
humor.
Es importante que sepan que entre más temperamental sea el niño, más fuertes serán sus
ataques de furia. Cuando están en medio de un berrinche, nunca se calmarán con largas
explicaciones o amenazas. Lo único que conseguirían los padres es que se enoje más.
Se recomienda evitar:
1. Entrar en conflicto con los niños: Ponernos a su nivel hace que el niño lo tome como un
ataque personal. Entre más calma exista en los padres, menos berrinches y menos estrés
para el pequeño. Un niño estresado es un niño irritable y berrinchudo.
2. Cerrar puertas: Esto les genera más ansiedad y sensación de abandono.
3. Golpes: Es preferible contemplarlo sin palabras, para que entienda que no hay pleito.
Muchas madres recomiendan que una nalgada a tiempo, sin que ésta lo lastime o humille,
puede ser un correctivo efectivo más que un aviso de guerra.
4. Todo a su tiempo: No se recomienda enfrentarlo a actividades difíciles para su edad o
capacidad, pues incrementan el nivel de frustración.
¡Auxilio! ¿Qué hago?
El trato que den los padres a los niños en esta etapa determinará si aumentan o
disminuyen los berrinches con los años. En esos momentos pueden ayudarlo con
respiraciones profundas, explicándole que no entienden cuando se pone así y que es mejor
que se tranquilice para que lo puedan ayudar.
Otras medidas ofrecidas por especialistas:
1. Imposición y respeto de límites: Muchos creen que esto puede traumar a los pequeños;
por el contrario, una nalgada a tiempo puede detener los berrinches. Cuando los límites no
son puestos, los hijos pueden llegar a rebasarlos y así sacar a los padres de sus casillas.
2. Dejar que el niño haga el berrinche hasta que se canse: Si recordamos que no hay mal
que dure cien años ni enfermo que lo resista, el pequeño será el primero en abandonar la
causa cuando vea que no obtiene lo que quiere.
3. No, es no: Cuando ocurra el berrinche en un lugar cerrado, lo recomendable es cargarlo
y sacarlo del lugar, lo que provoca que desaparezca el estímulo y entienda el sentido de
nuestra negativa.
4. No perder el control de la situación: Mantener la calma; el autocontrol y la tranquilidad
servirán de ejemplo al niño.
5. Aparentar indiferencia: De cualquier forma los intentos de diálogo no los podrá escuchar
porque su llanto no se lo permite.
6. Ser firmes: Lo que no significa ser duros ni estrictos, sino el darle tiempo y lugar para
que se recupere y no concederle lo que quería previamente.
7. Darle opciones: Para aumentar su autonomía se aconseja dar alternativas para que él
elija dentro de un marco delimitado por los padres. Ejemplo: Hoy hay fruta de postre, ¿cuál
quieres? Se come fruta y se da la opción de elegir.
Es importante sobrellevar este período con paciencia y sensatez. Nunca está de más el
sobrellevar esta etapa con humor; total, las famosas rabietas y berrinches desaparecerán
cuando el pequeño comience a madurar.
Conforme el pequeño se vuelva más autónomo y no los necesite para todo, será capaz de
sentirse más independiente en su medio ambiente y podrá realizar más cosas con su
cuerpo.
Es importante destacar que los berrinches son patrones de conducta normal en los niños
pequeños, que ayudan a forjar su personalidad y su carácter. Por esto, se recomienda que
el menor se acostumbre a intentar nuevos retos. Actividades tales como jugar con algo que
los relaje a los dos o compartir más tiempo juntos dando manifestaciones de cariño. Y, lo
más importante: devuélvanle la confianza en sí mismo, haciéndole sentir que ustedes se
apoyan en él. Pedirle ayuda en cosas que pueda hacer es la mejor manera de decirle
cuánto esperamos de él.
Asesoría a cargo de la Lic. Laila Anguiano, terapeuta infantil y conferencista exclusiva para
Fisher Price en México.
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