La Batalla de Cambrai Por José Francisco Hernando Jorge. En la Primera Guerra Mundial en el campo de batalla dominaba la trinchera junto a la alambrada, la ametralladora y el fuego artillero, este último, pero sobre todo la ametralladora, hacía a su vez más fuerte e indispensable a la trinchera-alambrada. Parecía que la infantería, como siempre se había conocido por su capacidad de fluidez y movimiento; estaba abogada en esta “guerra moderna” al estatismo e inamovilidad (el estancamiento en el Frente Occidental desde la primera batalla de Ypres en 1914 era manifiesto) que ofrecían las trincheras cada vez más sofisticadas. Pero la infantería necesitaba resurgir, ser su razón de ser..., aunque en esta guerra por sí sola no podría, necesitaba “un compañero” y este como se había visto no era la caballería. Sí, precisaba un elemento que fuera capaz de catapultar a la infantería a su objetivo y este fue el carro de combate. La infantería “prisionera” de la trinchera no se imaginaba que este nuevo elemento, “el Tanque” o carro de combate, crearía un nuevo estilo en la maniobra de la misma, sin la cual, el fracaso sería un hecho. El “laboratorio” donde probar este nuevo elemento y ver sus resultados (en un principio no se vio la trascendencia y alcance de esta nueva arma cuyo objetivo inmediato y exclusivo era salir del estancamiento del frente occidental: aunque se había probado en el Somme, Passchadaele, Arras, Bullecourt de un modo primigenio e inicial) fue: Cambrai, después vendrían otros... Los prolegómenos de Haig La batalla clásica, con una intensa y prolongada preparación artillera y, un ataque general y lineal de la infantería, ya no estaba de modo prioritario en la mente de Haig. Además las pérdidas humanas en el Somme y Passchedaele le limitaban; a pesar de ello seguía creyendo que las posibilidades de ganar la 48 | Historia Rei Militaris Guerra en 1917 estaban en manos de Gran Bretaña, siendo la victoria exclusiva o llevando la delantera el Imperio británico. Haig quería sorprender a los alemanes en sus posiciones, atravesar las líneas de trinchera, cruzar el canal y río Escalda, llegar a las alturas de Bourlon y Crevecoeur y, por último apresar la importante plaza alemana de Cambrai en el frente occidental. Sí, Haig quería muchas cosas... para lograr ese objetivo en Cambrai, el factor sorpresa era necesario, y para ello utilizaría el carro de combate, además para más sorpresa en su acción emplearía el factor “tiempo”; tan sólo 2 días1 , las primeras 24 horas las utilizaría en llegar y tomar los altos de Bourlon y Crevecoeur y las siguientes 24 para tomar Cambrai. La sorpresa era tal, que ni Londres ni Paris sabían nada, el secretismo era total, sólo su estado mayor estaba informado y, el alto mando francés tuvo conocimiento la víspera de la batalla. Además, para que la sorpresa fuera real y manifiesta, la aproximación de las unidades al campo de batalla fue escalonada en varias jornadas nocturnas y, ocultando los tanques en aldeas y bosques principalmente en el bosque de Havricourt. Sorpresa y fracaso El primer día de la batalla de Cambrai fue toda una sorpresa además de ser un día “eufórico”: Se había abierto una importante brecha en las defensas alemanas; se conquistaron unos 8 ó 9 kilómetros, se apresaron más de 4.000 hombres2. Posteriormente a ese día, el día 23 de noviembre en Gran Bretaña se hicieron tañer las campanas de las iglesias, 1 Si los resultados de la operación no eran los esperados se cancelaría al término de esas 48 horas. 2 Hay fuentes que nos indican que los prisioneros fueron unos 7.500 hombres