Ver introducción

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Introducción
La noviolencia es una paradoja. Aunque es una promesa como método para
desafiar la opresión, y es un tema recurrente a lo largo de la historia, como
ha sido ejemplificado por Jesús de Nazaret, Mohandas Gandhi y Martin
Luther King Jr., la política contenciosa continúa siendo caracterizada por
la rebelión armada, el terrorismo y la guerra civil, en especial en las áreas
menos desarrolladas del mundo. Además, la acción noviolenta a menudo
es vista de una forma paradójica. Mientras los proponentes de la acción
noviolenta claman que ésta es una panacea para los problemas mundiales,
sus detractores arguyen que es una fútil estrategia para promover cambios
en contextos opresivos, que la violencia es la forma última de poder, o que
las relaciones estructurales determinan la dirección y el ritmo del cambio
político. La acción noviolenta no debe ser ni romantizada ni subestimada. En
este estudio advierto el potencial de la acción noviolenta como un método
para desafiar la opresión y la injusticia, y hago un examen empírico tanto de
los casos “positivos” donde ésta promovió un cambio político, como también
de los casos “negativos” en donde la guerra se emprendió principalmente a
través de luchas noviolentas que fueron suprimidas. En lugar de enfocarme
en la fuerza moral de la acción noviolenta, la enfoco como una forma de
hacer “política por otros medios”, y me concentro en examinar su fortaleza
pragmática. Al obrar así espero contribuir a un entendimiento de la acción
noviolenta que sea más matizado y fundado en evidencias empíricas.
Al final del siglo XX –indudablemente la centuria más sangrienta de la
historia humana–, una oleada de insurrecciones desarmadas se expandieron
por todo el globo, por lo cual marchas masivas de protesta, huelgas, boicots,
desobediencia civil y otros métodos de acción noviolenta han sido implementados para promover transformaciones políticas en el “segundo” y “tercer”
mundo. Los movimientos de “poder popular” en Filipinas y de Solidaridad
en Polonia, la caída del Muro de Berlín en Alemania, el colapso del sistema
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Introducción
del apartheid en Sudáfrica, capturaron la imaginación del pueblo y motivaron
a quienes emprendían los retos políticos en sus luchas contra la opresión en
todo el mundo. Sin embargo, esas escenas de júbilo fueron contrastadas con la
brutal opresión que sufrieron las insurrecciones desarmadas en Nigeria, Palestina, Pakistán, Tibet, Timor del Este, Burma, China y otros lugares. ¿Es
posible hallar un sentido a la divergencia de resultados de las insurrecciones
desarmadas? Mientras abundan los estudios de caso de luchas particulares, hay
una carencia explícita de trabajos analíticos comparados de cómo los métodos
noviolentos de lucha contribuyen a las transformaciones políticas en algunos
contextos no democráticos pero no en otros. Intento reducir esta carencia al
examinar seis casos de insurrecciones desarmadas que acontecieron al final
del siglo pasado en países no democráticos: el movimiento anti-apartheid
en Sudáfrica (1983-1990), el del poder popular en Filipinas (1983-1986), y
los movimientos prodemocráticos en Burma (1988), China (1989), Nepal
(1990) y Tailandia (1991-1992).
Siguiendo a Stephen Zunes, defino “insurrecciones no armadas” como
desafíos populares organizados a la autoridad gubernamental, que dependen
principalmente de los métodos de la acción noviolenta en lugar de los métodos armados (Zunes, 1994).1 Éstas son “populares” porque tienen sustento
en la población civil, y son ejecutadas por una amplia participación popular.
Es decir, los civiles son los principales actores de la lucha en lugar de quedar
relegados a la posición de proveedores de apoyo a una vanguardia armada.
Así, la expresión poder popular es frecuentemente usada para describir ese
tipo de luchas. Éstas son “noviolentas” dado que sus desafíos prioritarios
al poder y a la legitimidad estatales ocurren a través de los métodos de la
acción noviolenta en lugar de aquellos del accionar violento. Por supuesto,
casi siempre las insurrecciones desarmadas encuentran la violencia de la autoridad. Esto es de esperarse. Y, por supuesto, raramente las insurrecciones
1
Otros definen el término insurrecciones desarmadas en una vía ligeramente distinta, aludiendo que
las armas no están disponibles pero podrían ser usadas si lo estuviesen. En este estudio estoy dedicado
no a los enfoques que atienden a la violencia y a la noviolencia del pueblo involucrado en una lucha
(un tópico importante que merece ser estudiado), sino a los métodos que actualmente utiliza la gente
para promover un cambio político. Así las cosas, no hago más que notar que las luchas examinadas
aquí constituyen ejemplos de noviolencia “pragmática” y “no idealizada”, y en este estudio no tomo en
cuenta los enfoques, las ideologías o la retórica de quienes están involucrados en este tipo de lucha.
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no armadas son completamente no violentas, como quiera que disturbios,
incendios y asesinatos de opositores o colaboradores del gobierno pueden
ocurrir en el transcurso de contiendas muy intensas. Sin embargo, Zunes
advierte que cuando la violencia ocurre durante una insurrección desarmada,
ésta proviene por lo común de elementos marginales que desafían a los líderes
del movimiento opositor, o del accionar de agentes provocadores, y que a
menudo ésta es una forma de responder a la violencia estatal con armas no
letales como piedras o cocteles Molotov (Zunes, 1994).2 Las insurrecciones
desarmadas son ejemplos de lo que Ralph Summy califica de “noviolencia
no-idealizada”. Él afirma que, “Esta forma no-idealizada de campañas noviolentas podría extenderse a otras categorías políticas. Aunque permaneciendo
predominantemente noviolenta, podría contener algunas acciones que son
manejadas en la esfera convencional, y quizás aún en la esfera de la violencia”
(Summy, 1993, p. 16).3 Como muchos episodios de la contienda política,
las insurrecciones desarmadas podrían ser transgresoras, aunque la principal
garantía de cambio radica en que son los civiles quienes están involucrados
en los métodos de la acción noviolenta, en vez de los cuadros militares comprometidos en las rebeliones armadas, o los jóvenes que arrojan piedras a los
agentes armados del Estado.
Además, las insurrecciones no armadas típicamente involucran la noviolencia estratégica en lugar de aquella que obedece a unos principios. La
noviolencia pragmática se caracteriza por un compromiso con los métodos
de la acción noviolenta debido a que se percibe su efectividad, un enfoque de
fines y medios potecialmente separables, una percepción del conflicto como
lucha de intereses incompatibles, una tentativa de infligir presión no física
al oponente durante la lucha para así socavar su poder, y una ausencia de la
violencia como estilo de vida. Alternativamente, la noviolencia basada en
2
Ver Rigby (1991), quien diferencia entre las armas letales usadas por los Estados, los terroristas
y los insurgentes armados, y las no letales que algunas veces son usadas por los civiles en el transcurso
de las insurrecciones desarmadas. Con respecto a la Intifada Palestina de 1987-1990 afirma: “La
Intifada puede ser caracterizada como una forma de resistencia no armada, hasta el punto que los instrumentos de confrontación usados por los palestinos no han sido letales. Aunque las piedras y los
cocteles Molotov han causado ocasionalmente muertes, caen en una categoría diferente de algunas
de las armas usadas por los militares israelíes, principalmente aquellas diseñadas para mutilar y matar
–una tarea para la que las piedras no están especialmente acondicionadas–”.
3
Cfr. con el término contención “transgresiva” de McAdam, Tarrow y Tilly (2001).
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Introducción
principios se caracteriza por un compromiso con los métodos de la acción
noviolenta por razones éticas, un enfoque de fines y medios como inseparables, una percepción del conflicto como un problema compartido con
el oponente, una aceptación del sufrimiento durante la lucha con el fin de
transformar la visión del oponente, y un enfoque holístico de la noviolencia
como un sendero vital (Burrowes, 1996, pp. 98-101).4 De una manera más
general se puede hacer una distinción entre la acción noviolenta como un
método de lucha, y la acción noviolenta como un estilo de vida. En este estudio se adopta el primer enfoque, esto es, la acción noviolenta pragmática
y como un método de lucha.
Cada uno de los seis casos examinados en este estudio se puede calificar
de “insurrección no armada”, y como un episodio de acción noviolenta “no
idealizada” y “pragmática”. En los casos donde ocurrieron transiciones políticas, los argumentos pueden ser y han sido elaborados para mostrar que lo
que más directamente contribuyó al cambio político fue el poder de la acción
noviolenta en lugar de la violencia o la amenaza de usarla. Por supuesto, la
violencia ocurrió a la par con las luchas noviolentas en los seis casos, de manera
más directa en Sudáfrica, más tangencialmente en Filipinas y Burma, donde
la lucha guerrillera periférica fue contemporánea a las insurrecciones desarmadas, y sólo en aislados incidentes violentos en China, Nepal y Tailandia.
Sin embargo, de la misma manera que podría ser una grave equivocación
de los científicos sociales el idealizar la noviolencia, también podría serlo el
limitar los análisis de la acción noviolenta sólo a los extraños conflictos que
fueran por completo noviolentos, y mirar superficialmente o despreciar el
poder de la noviolencia en conflictos en donde también ocurrieron acciones
violentas. Hay mucho qué aprender acerca de cómo opera la acción noviolenta, y debería ser examinado cuándo y dónde es que ésta ocurre. La violencia
que podría ocurrir adicionalmente a la implementación de métodos de la
acción noviolenta es una de las muchas variables que debería ser considerada
al examinar la dinámica de las insurrecciones desarmadas.
A través de este libro espero contribuir con un enfoque de la democratización basado en los movimientos sociales. Mientras que los casos exami4
Ver también Teixeira (1999) para la noviolencia adoptada por principios.
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Insurrecciones no armadas
nados en este estudio caen dentro de la “tercera ola” de democratización
(Huntington, 1991; Markoff, 1996), la literatura sobre la democratización
es problemática dado su tradicional énfasis en los requisitos estructurales del
avance hacia la democracia, o en las negociaciones entre las élites que ocurren
como antesala a la transición democrática. Esto deja un tremendo vacío en
nuestro entendimiento de los procesos masivos de contienda política que, casi
siempre, preceden a la democratización. Lo anterior puede solucionarse mediante estudios del cambio político orientados hacia la movilización social.
En relación con el propósito de este estudio, espero contribuir con una
aplicación del enfoque de los procesos políticos para explicar la contienda
política en los países no democráticos, y espero demostrar de qué manera los
estudiosos de los movimientos sociales se podrían beneficiar de una seria consideración de la literatura sobre acción noviolenta. La siguiente sugerencia es
justo tan apropiada hoy como hace unas décadas cuando fue originalmente
escrita: “Integrar los cuerpos teóricos separados, el de la acción noviolenta y
el que concierne a la protesta política, podría, de manera sustancial, aportar
al entendimiento de ambos fenómenos” (Lipsitz y Kritzer, 1975, p. 729).5
La fuerza de cada perspectiva teórica está dirigida a reducir la debilidad de la
otra. Los estudiosos de los procesos políticos tienen fortalezas para explicar
cómo emergen los movimientos sociales, pero sus explicaciones sobre las
trayectorias y los resultados de éstos constituyen sus debilidades. Así mismo,
tienen fortalezas para identificar aspectos del contexto político que pueden
facilitar o dificultar la movilización social, pero al identificar las estrategias
y tácticas del movimiento orientadas a reconfigurar el contexto político, sus
explicaciones tienen menos fuerza. De otro lado, los estudiosos de la acción
noviolenta se han concentrado en las trayectorias de los movimientos sociales
en lugar de hacerlo sobre sus orígenes, y han hecho énfasis en el rol de la
agencia, en especial de la estrategia, en la promoción del cambio político.
Espero ilustrar cómo la literatura sobre la acción noviolenta trata algunos
de los aspectos poco estudiados por el enfoque de los procesos políticos, y
cómo un sensato uso de la literatura de la acción noviolenta podría producir
conocimientos útiles para los estudiosos de los movimientos sociales.
5
Ver Smithey y Kurtz (2003), para conocer un reciente llamado a la integración de los enfoques
de los movimientos sociales y la acción noviolenta en lo referente a la contienda política.
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Introducción
En el aspecto metodológico el estudio de los movimientos sociales está
abrumadoramente caracterizado por estudios de caso, hechos por especialistas
en áreas específicas. Aunque indudablemente son útiles y necesarios –este tipo
de estudios no se debería emprender sin un marco adecuado de literatura–, los
estudios de caso singulares son menos apropiados para identificar patrones,
mecanismos y dinámicas recurrentes a través de los diversos episodios de la
contienda. Mientras reconozco que todos los países son productos únicos de
sus propias circunstancias e historia, también reconozco que su peculiaridad
no vicia una adecuada comparación, y que las comparaciones entre naciones
pueden desentrañar conocimientos que pueden pasar inadvertidos en los
estudios de caso holísticos. Así las cosas, llamo la atención sobre un enfoque
metodológico que intenta identificar mecanismos y dinámicas similares
que operan en los diversos casos de contienda, y que producen diferentes trayectorias y resultados de los movimientos, basados en distintas condiciones iniciales, secuencias o combinaciones (McAdam et al., 2001; Tilly,
1995b, 1997, 2001). Espero que los beneficios de este enfoque metodológico
superen sus desventajas. Los especialistas de un movimiento o país que buscan
descripciones detalladas, nuevos datos primarios, o explicaciones históricas
holísticas de cada episodio contencioso, indudablemente estarán decepcionados con mi estudio. También lo estarán los teóricos de la macrocomparación,
quienes buscan un desmedido aislamiento de las condiciones “necesarias y
suficientes” para un particular resultado, a través de los diversos casos de
insurrecciones desarmadas. Amén de las posibles críticas, el enfoque tomado
en este estudio no satisface ninguna de las dos demandas mencionadas.
El modesto fin de este estudio es dar algunas luces acerca de la variación
internacional en relación con las trayectorias de las insurrecciones no armadas, al final del siglo pasado, en las naciones no democráticas. En lugar de
intentar un recuento definitivo de esos seis episodios de contienda, o una
teoría general de las insurrecciones desarmadas en los países no democráticos,
simplemente intento trazar un marco de trabajo útil para los estudiosos de
las insurrecciones desarmadas en las naciones sin democracia. Trato de hacer
eso al valorar hasta qué punto cada uno de los desafíos examinados estuvo
caracterizado por atributos y acciones especificados en la literatura de la
acción noviolenta y de los movimientos sociales, los que debieron realzar su
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Insurrecciones no armadas
habilidad para permanecer resilientes en contextos represivos, e incrementar
su poder en relación con el de sus adversarios. También intento ilustrar cómo
las características del movimiento y del contexto político interactúan para
influenciar las trayectorias de las insurrecciones desarmadas. Dada la carencia
de análisis comparativos de las insurrecciones no armadas, veo este estudio
como un primer esbozo de un diseño explicativo; espero que sea al menos
tan provocativo como para motivar a otros a fin de que emprendan análisis
comparados de la dinámica de la acción noviolenta y de las insurrecciones
desarmadas, ya sea elaborando o criticando mis hallazgos.
El estudio comparativo del rol de la acción noviolenta en los conflictos
que ocurren en contextos no democráticos está comenzando a llamar la
atención de los académicos. En este tema se han publicado tres excelentes
libros: Nonviolent Social Movements: A Geographical Perspective, editado
por Sthepen Zunes, Lester Kurtz y Sarah Beth Asher (1999), A Force More
Powerful: A Century of Nonviolent Conflict, por Peter Ackerman y Jack Duvall (2000), y Strategic Nonviolent Conflict: The Dynamics of People Power in
the Twenthieth Century, por Peter Ackerman y Cristopher Kruegler (1994).
El volumen editado por Zunes, Kurtz y Asher resume un amplio rango de
episodios de acción noviolenta en todo el planeta, en las tres décadas finales
del siglo anterior, incluyendo la protesta noviolenta contra las dictaduras
militares en Brasil, los desafíos a los gobiernos en Europa del Este y la Unión
Soviética, la resistencia palestina contra la ocupación israelí, el movimiento
del poder popular en Filipinas, los movimientos prodemocráticos en Burma y
Tailandia, la lucha de la población ogoni en pro de los derechos humanos en
Nigeria, y el movimiento anti-apartheid en Sudáfrica. Mientras su resumen
ilustra hasta qué punto la acción noviolenta llega a ser un método global y
modular de contienda hacia el final del siglo pasado, el volumen carece de un
marco teórico coherente. Hay recurrencia de ciertos temas en muchos de
los capítulos, tales como la paradoja de la represión, la eficacia de la disciplina
noviolenta, el rol de las terceras partes, y la difusión de la acción noviolenta
a través del tiempo y el espacio, no obstante, no se desarrolla un marco
analítico que permita trazar un mapa de las trayectorias y los resultados de
los diversos movimientos.
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Introducción
El estudio de Ackerman y Duvall también resume un amplio rango de
conflictos en los cuales se ha implementado la acción noviolenta, hace una
crónica del desarrollo histórico de las insurrecciones desarmadas a través del
siglo XX, desde Rusia en 1905 hasta Burma y Yugoslavia en los años noventa.
También es útil para documentar el creciente uso de la acción noviolenta en
todo el globo y el poder de ésta en las luchas contra la opresión y la injusticia,
pero carece de un marco analítico para explicar las trayectorias y resultados
de los diversos cambios.
El estudio de Ackerman y Kruegler difiere de los mencionados libros,
en tanto desarrolla y explicita un marco analítico para explicar las trayectorias y los resultados de las luchas libradas primariamente a través de la
acción noviolenta. Estos autores especifican veinte “principios del conflicto
noviolento estratégico” y valoran hasta qué punto tales principios operaron
en seis diferentes campañas de acción noviolenta a lo largo del siglo XX,
incluyendo cuatro europeas (la primera revolución rusa de 1904 a 1906, la
lucha germana contra la ocupación del Ruhr en 1923 por parte de belgas
y franceses, la lucha danesa contra la ocupación nazi de 1940 a 1945, y el
movimiento Solidaridad en Polonia de 1980 a 1981), una del sur de Asia
(el movimiento de liberación nacional de India en 1930-1931), y una de
América Central (la lucha cívica en El Salvador en 1944). Ellos concluyen
que la implementación de los principios del conflicto noviolento estratégico
incrementa la probabilidad de que las campañas noviolentas tengan éxito.
Pese a presentar un marco analítico no ofrecido en otros trabajos, Ackerman
y Kruegler, no obstante, no toman adecuadamente la literatura relevante
sobre los movimientos sociales y de manera deficiente teorizan los contextos
políticos de los conflictos estudiados. Además, sus casos incluyen insurrecciones desarmadas contra ocupaciones extranjeras como también las luchas
de los pueblos contra sus propios gobernantes, conflictos éstos que pueden
implicar distintas lógicas.
Mi estudio difiere de esos trabajos y adiciona valor a la literatura sobre el
estudio comparativo de la acción noviolenta en dos caminos. Primero, diseño
un marco analítico para arrojar luz sobre las trayectorias de las insurrecciones
no armadas mediante un contacto directo con la literatura sobre movimientos
sociales, además identifico puntos de síntesis a través de la literatura referente
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Insurrecciones no armadas
al proceso político y a la acción noviolenta. Segundo, los casos examinados en
este estudio son más delimitados a través del tiempo y el contexto global. El
volumen de Zunes, Kurtz y Asher es útil para ilustrar el alcance de la acción
noviolenta en todo el globo, en democracias y países no democráticos, hacia
el final del siglo XX; y los estudios de Ackerman y DuVall, y Ackerman y
Kruegler, lo son para ilustrar la recurrencia de luchas noviolentas a lo largo
de tal centuria. Para propósitos analíticos es más útil examinar un conjunto de
casos marcadamente limitados por el tiempo y el contexto.
Mientras los estudiosos de los casos asiáticos estarán desconcertados
por mi inclusión de un caso africano entre los de Asia, y los expertos de
Sudáfrica podrían análogamente sentir perplejidad por la misma asociación,
encuentro que las comparaciones que trascienden las divisiones construidas
por especialistas del área causan intriga. Examino dos casos de insurrecciones
desarmadas en la tercera ola de democratización que fueron centrales hacia
mediados de los años ochenta (Sudáfrica y Filipinas), dos casos hacia finales
de la misma década (Burma y China), y dos casos de comienzos de los años
noventa (Nepal y Tailandia). Además, los seis casos ofrecen una variación
sustancial respecto de su organización, tácticas, tipo de régimen y resultados
de la movilización. Su organización varió de la relativamente espontánea en
Burma, hasta la altamente planificada y coordinada de Nepal. Sus tácticas
estuvieron en el rango que va desde la priorización de la protesta, la persuasión y la intervención noviolenta disruptiva en China, hasta las tácticas que
abarcaron los métodos de la acción noviolenta en Sudáfrica, e hicieron énfasis
en la no cooperación y en la intervención noviolenta creativa, que también
incluyeron un ala armada involucrada en actos de sabotaje que apoyaba la
insurrección no armada.
Con respecto al tipo de régimen, los seis episodios ocurrieron en una
oligarquía racial excluyente en Sudáfrica, en una dictadura personalista en
Filipinas, en un régimen militar en Burma, en un Estado comunista unipartidista en China, en el imperio de un rey en Nepal, y en una monarquía
constitucional “semidemocrática” en Tailandia.6 Con respecto a los resultados,
6
El movimiento del poder popular en Tailandia emergió en 1991 cuando este país fue gobernado por una junta militar, y continuó en 1992, cuando la Nación era técnicamente “democrática”
a tal punto que los partidos apoyados por militares formaron una coalición de control luego de las
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Introducción
los movimientos de poder popular facilitaron la democratización en Sudáfrica, Filipinas, Nepal y Tailandia, mientras que en Burma y China fueron
suprimidos y no se promovió la democratización. No hay clamores acerca
de qué tan bien los seis casos son representativos del conjunto de insurrecciones desarmadas al final del siglo XX, pero dada su variación en términos
de organización, ordenamiento de acciones implementadas, tipo de régimen
y resultados, los hallazgos derivados de éstas se podrían generalizar más allá
de estos seis casos.
En el capítulo 1 defino la acción noviolenta y la comparo con otras estrategias encaminadas a responder a la opresión y a la injusticia, tales como la
salida, las formas ordinarias de resistencia, la acción política institucional,
la resistencia violenta.
Uno de los factores que impiden el desarrollo de un correcto entendimiento de la dinámica de la acción noviolenta es el grado al que han llegado
las concepciones erróneas acerca de ésta. En el capítulo inicial intento mostrar
cuán superficiales son algunos de los abundantes malos entendidos populares y académicos acerca de la acción noviolenta, incluyendo las creencias de
que ésta es una “resistencia pasiva”, que consiste en cualquier cosa que no
es violenta, que es una forma de política institucional, que es una forma de
negociación o compromiso, que quienes implementan acciones noviolentas
son pacifistas, que este tipo de accionar está basado en la presión moral y en
los esfuerzos por convertir a los oponentes a través del propio sufrimiento,
que falla si el Estado responde de manera violenta, y que puede ser errada al
resultar en la muerte de activistas, que es el último recurso cuando no hay
disponibilidad de medios de lucha violenta, que es un método de la clase
media cuyo uso está limitado al logro de fines moderados y reformistas, que
es inherentemente lenta para promover cambios políticos, que tan sólo puede
ser efectiva contra gobiernos democráticos o “benignos” opresores, y que los
resultados de los desafíos noviolentos están determinados únicamente por
elecciones de marzo de tal año. Mientras el país era técnicamente democrático, existían significativas
restricciones antidemocráticas en la política, como un senado elegido por los gobernantes, un primer
ministro que no era popularmente elegido, e impedimentos para la organización política; así, el término
“semidemocracia” es frecuentemente usado para describir el sistema político en Tailandia durante este
periodo de tiempo y diferenciarlo de las democracias contemporáneas.
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la visión del opresor o por su capacidad y voluntad para contraatacar con
represión violenta.
En este capítulo también discuto brevemente las tendencias de contienda
política en el tercer mundo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, y
sugiero que una confluencia de procesos estructurales y normativos al final
del siglo pasado contribuyeron al repentino incremento global de exitosas
insurrecciones desarmadas y al declive de las exitosas insurgencias guerrilleras. Los procesos estructurales de construcción y expansión del Estado, y el
monopolio de las tecnologías de la violencia por parte de éstos contribuyeron
para que en muchos lugares se inclinara la balanza del poder en contra de los
insurgentes y a favor de las fuerzas estatales. Simultáneamente, los avances
en las tecnologías de la comunicación incrementaron el flujo transnacional
de ideas, facilitaron el monitoreo de las actividades estatales, e hicieron más
difícil para los Estados el ser censores de la ciudadanía. Atravesando esas
transformaciones estructurales aumentaron las preocupaciones normativas en
materia de derechos humanos en la comunidad internacional, y la creciente
reserva de los activistas acerca de la efectividad y las consecuencias de la resistencia violenta. Esos procesos estructurales y normativos contribuyeron
al desarrollo de la acción noviolenta como una forma global y modular de
contienda hacia el final de la pasada centuria. En lugar de asumir que esos
desarrollos fueron lineales, afirmo que un número determinado de factores
convergieron para promover insurrecciones desarmadas allí donde no había
democracia.
Pese a la ola global de insurrecciones desarmadas identificadas en el capítulo 1, los científicos sociales entienden muy poco acerca de su dinámica.
En el capítulo 2 discuto dos enfoques teóricos que podrían ser útiles para dar
cuenta de las trayectorias y los resultados de las insurrecciones desarmadas:
el proceso político y la acción noviolenta. Para que las insurrecciones desarmadas puedan promover cambios políticos en los regímenes autoritarios, ellas
deben permanecer resilientes frente a la represión, socavar el poder estatal y, en
muchos casos, atraer el apoyo de terceras partes. Usando la literatura del proceso político y la acción noviolenta, especifico los atributos de los conflictos
noviolentos que facilitan esas acciones e intento determinar los mecanismos
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Introducción
que vinculan los atributos del movimiento con el contexto político externo
a la movilización, y lo hacen hacia unas trayectorias de lucha.
El capítulo 3 es un examen de los desafíos al apartheid en Sudáfrica
entre 1983 y 1990, y al dictador Marcos en Filipinas de 1983 a 1986. Ambos movimientos, el anti-apartheid en Sudáfrica, y la lucha contra Marcos
en Filipinas, fueron luchas dispersas que se agregaron y unieron gracias a
federaciones u organizaciones “paraguas”. Ambos movimientos implementaron un amplio rango de métodos de acción noviolenta, y en ambos casos
los Estados sufrieron de una pérdida de legitimidad –en Sudáfrica debido
al rechazo de la reforma política por las personas no blancas, y en Filipinas
debido a la oposición de la Iglesia católica–. En ambos casos hubo presión
interna combinada con presión externa para promover cambios políticos
–en el caso de Sudáfrica la salida de capital y la imposición de sanciones por
parte de la comunidad internacional, y en el caso de Filipinas el escape de
capital y la presión diplomática de Estados Unidos–.
Así mismo, en el capítulo 3 analizo por qué los movimientos de resistencia
armada por sí mismos fueron incapaces de acabar con los regímenes opresivos
en Sudáfrica y Filipinas. En Sudáfrica, las fuerzas militares del régimen del
apartheid excedían de lejos las capacidades militares de Congreso Nacional
Africano (CNA), y éste carecía de bases para lanzar operaciones guerrilleras
dentro del país. En Filipinas, la insurgencia comunista del Ejército del Pueblo
Nuevo (EPN) estaba creciendo, pero el ejército filipino contaba con un apoyo
total de Estados Unidos, lo cual hacía improbable que se dejara avanzar a una
insurgencia comunista y violenta, dados los intereses económicos y estratégicos estadounidenses en Filipinas. Mientras se reconoce que las culturas de
resistencia forjadas por el CNA y el EPN facilitaron la movilización, también
se reconoce que la implementación de la acción noviolenta contribuyó a
cultivar un apoyo social para tales desafíos que no habría tenido lugar si las
luchas hubiesen sido prioritariamente violentas. En el caso de Sudáfrica es
menos probable que el movimiento anti-apartheid hubiera recibido un apoyo
crucial de las iglesias sudafricanas y los países occidentales si el desafío hubiese
sido principalmente a través de métodos armados. En Filipinas es improbable
que la Iglesia católica hubiera respaldado con su peso institucional la lucha
contra Marcos si ésta hubiera sido prioritariamente violenta.
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Insurrecciones no armadas
En el capítulo 4 examino los movimientos prodemocráticos en Burma
en 1988 y en China en 1989. Mientras que los desafíos en Sudáfrica y en
Filipinas fueron consumados luego de unos años, en Burma y China fueron
suprimidos de manera violenta luego de pocos meses de acción colectiva
sostenida. Mientras el movimiento prodemocrático en Burma fue sorprendentemente efectivo en implementar diversos métodos de acción noviolenta,
el movimiento por la democratización en China estuvo basado casi exclusivamente en métodos de protesta y persuasión, y en intervención noviolenta
disruptiva. Mientras que esos métodos indicaron el alcance de la oposición al
régimen y el compromiso de los activistas chinos con su causa, por sí mismos
no proporcionaron a quienes retaban al régimen comunista de un poder suficiente contra éste, para así promover el cambio político. Factores cruciales
inhibieron a los retadores7 en ambos casos, destacando la desorganización, la
carencia de infraestructuras autónomas, al igual que la falta de una efectiva
presión externa a los regímenes en el transcurso de las luchas.
Pese a los resultados de ambas luchas, los retadores contribuyeron con
el desarrollo de “culturas de la resistencia noviolenta” –indicativas de la
emergencia de una sociedad civil opositora–, y con redes internacionales de
activistas que seguramente serán llamadas en luchas futuras.
En el capítulo 5 examino el movimiento prodemocrático en Nepal en
1990, y el movimiento antimilitarista en Tailandia en 1991-1992. El reto
a la monarquía en Nepal y el desafío al control militar en Tailandia fueron
promovidos por movimientos con amplia base social, cuya acción coordinada fue preparada por diversos grupos de oposición. Ambos movimientos
fueron adeptos a la implementación de métodos de la acción noviolenta. En
contraste con los retadores de Burma y China, quienes carecían de un crucial
apoyo externo, los de Nepal y Tailandia contaron con la facilidad de presiones
externas, aunque en diferentes vías. En Nepal, la influencia del régimen fue
socavada debido a la presión ejercida desde la India y la comunidad internacional de donantes, mientras que en Tailandia, la presión internacional afectó
al régimen a través de redes de ONG y capitalistas neoliberales.
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Se usará ocasionalmente la palabra “retador” para referirse a los grupos organizados o movimientos sociales que desafían o retan a un determinado régimen. (N. del T.)
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Introducción
El éxito de las insurrecciones desarmadas en Nepal y Tailandia contrastó
con el fracaso de anteriores intentos de derrocamiento a través de la fuerza
armada. Al comienzo de los años sesenta, el Partido Comunista Maoísta
de Tailandia declaró que la lucha armada era la estrategia apropiada para la
revolución, y empezó a enfrentar a las fuerzas gubernamentales en batalla
en 1965. La insurgencia fue contenida durante los años sesenta y setenta,
y el movimiento guerrillero se desmoronó a comienzos de los ochenta por
una variedad de razones, incluyendo la expansión de los procedimientos
democráticos, la garantía de amnistía para quienes desertaran de la guerrilla,
y la movilización popular del ala política de las organizaciones de extrema
derecha y de la milicia para combatir a las guerrillas en las áreas rurales, además de una gran atención del gobierno al desarrollo en tales áreas. En Nepal
ocurrió un levantamiento guerrillero al comenzar los años setenta en Terai,
las tierras bajas de Nepal que deslindan con los estados indios de Behar y
Bengala occidental, pero falló debido a la carencia de un amplio apoyo social
y a las operaciones de contrainsurgencia del Estado.
En el capítulo final trazo unas conclusiones acerca de cómo y por qué las
insurrecciones desarmadas podrían o no contribuir a las transformaciones
políticas en los regímenes autoritarios. En los seis casos resalto y comparo
la dinámica de la contienda, y trato los efectos del rol de la violencia y de la
posibilidad de operación de flancos radicales.8 También identifico las lecciones generales que los activistas podrían requerir para tomar en cuenta en
sus respectivas luchas.
En conclusión, permítanme ser claro acerca de unos pocos puntos. Primero, nunca ideologizo la noviolencia ni hago clamores morales concernientes
a la violencia o noviolencia. Vale la pena procurar, así lo pienso, intentar
entender el potencial y las limitaciones de la acción noviolenta pragmática, y
el mejor método para hacerlo es examinar este tipo de acción de una manera
científica y libre de pasiones sociales. Además, nunca arguyo que la violencia
sea inefectiva al promover los cambios sociales. Ciertamente, hay muchos
ejemplos donde la violencia podría ser justificada, y el vistazo más precipitado de los textos históricos cubre una plétora de episodios de insurrecciones
8
También hago breves comparaciones de las insurrecciones desarmadas en Polonia (1980-1989)
y Palestina (1987-1990).
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Insurrecciones no armadas
violentas exitosas. Además, no hago llamados acerca del “fin de la historia”
o a la idea de que el mundo está evolucionando hacia un punto donde
será inevitable el declive de las luchas violentas. Simplemente afirmo que
ha habido una ola mundial de insurrecciones desarmadas al final del siglo
XX, y que es de incumbencia de los científicos sociales entender el porqué
éstas han ocurrido, y el rol que la acción noviolenta jugó para promover
transiciones políticas en unos casos mientras que en otros no.
Finalmente, no idealizo la democracia representativa. A lo que me refiero
con “resultados” del movimiento –esto es, si el cambio contribuyó o no a la
democratización, y como consecuencia del proceso un gobierno autoritario
deviene más democrático–, es en muchos casos simplemente el comienzo de
la lucha. Sin duda, respecto a los derechos civiles y a las libertades políticas, la
libertad de expresión, la separación de poderes, la competencia electoral
institucionalizada, y la regulación constitucional –aunque sean imperfectamente implementadas–, tienen consecuencias reales para las vidas de los seres
humanos. Aunque la democracia representativa no es la tierra prometida del
desarrollo político. El proceso de democratización es a menudo cooptado en
programas de poliarquía (por ejemplo, democracia burguesa) y neoliberalismo
por parte de Estados Unidos y de las instituciones financieras internacionales
justo para impedir que la democracia popular tome alguna raigambre (Robinson, 1996). Así, las transiciones democráticas son simplemente los primeros
pasos en un proceso de luchas en pro de la democracia participativa. Lejos
de representar una dicotomía definida, la democracia y el autoritarismo son
terrenos en los cuales se libran luchas entre la dominación y la resistencia. La
transición a la democracia podría disminuir el autoritarismo político abierto,
pero las luchas contra el autoritarismo subrepticio, el estatismo, el militarismo,
la patriarquía, el racismo, la corrupción política, la degradación ambiental
y la explotación económica capitalista continúan. De cualquier manera, la
transición hacia una forma de sistema democrático es significativa porque
podría proporcionar un contexto en el cual las futuras luchas sean libradas
con más garantías efectivas.
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