Lope de Vega La buena guarda o encomienda bien guardada Dirigida a D. Juan de Arguijo, veinticuatro de Sevilla Habiendo leído este prodigioso caso en un libro de devoción de una señora destos reinos, me mandó que escribiese una comedia, dilatándole con lo verosímil a sus tres actos; representóla Riquelme, y después de algunos años llegó a mis manos, y he querido darla a luz, para que sea más común a todos tan raro ejemplo. Las virtudes de vuesamerced me obligaron a dedicársela; cosa a que tenía tan hecha la mano, que luego me llevó tras la imaginación la pluma. A sombra de su valor tuvo vida mi Angélica, resucitó mi Dragontea y se leyeron mis Rimas; y si vuesamerced, por modestia, no me hubiera mandado que no pasara adelante en esta resolución tan justa, mi Jerusalén tuviera el mismo dueño; y así le di a nuestro gran Monarca, Rey de dos mundos; porque, en mi opinión, desde la excelencia de los ingenios sólo se puede pasar a la majestad de los príncipes, y aun esto por seguir la opinión del Filósofo en sus Éticas: «que el arte del gobernar tiene el principado en todos los demás artes.» Amo a vuesamerced tan aficionadamente, y tienen desta verdad tanta satisfacción los que han leído mis escritos, que, o sería decir lo dicho tratar aquí sus alabanzas, o gastar vanamente las palabras, como los que aconsejan a los que están persuadidos; que, aunque sea bueno lo que tratan, como casa sin efecto, no se escucha: sólo esto diré con Platón, que la dificultad que puso en hallar «un hombre varonil, ingenioso y humilde» (así lo refiere en el Diálogo de ciencia, hablando Teateto con Sócrates), no se lo pareciera si hubiera conocido las partes que admiran cuantos conocen su raro ingenio, magnánimo corazón y profunda mansedumbre; antes creo que le hubiera dado el lugar que en el mismo diálogo a Teodoro Tarsio o Euclides. Vuesamerced no admita esta memoria con lo que el nombre suena; sino con la definición de Aristóteles; que si ella lo es de las cosas pasadas, la opinión es fe de las porvenir, donde aun espero que vuesamerced me conozca más agradecido, y siempre firme en aquella primera verdad con que supe estimalle, y estimé conocelle. Dios guarde a vuesamerced. Capellán y aficionadísimo servidor, LOPE DE VEGA CARPIO. Comentario [LT1]: Acto primero PERSONAS DEL PRIMER ACTO LEONARDA.Catalina. DOÑA LUISA.Vivar. UN ESCUDERO.Mariana. DON JUAN.Luis. DON LUIS.España. EL HERMANO CARRIZO, sacristán.Basurto. FÉLIX, mayordomo.Olmedo. DOÑA CLARA.María de Argüello. DOÑA ELENA.Catalina. DON PEDRO, su padre.Quiñones. RICARDO, viejo.España. DON CARLOS.Benito. LOS MÚSICOS. Entren dos damas, con mantos, y sus escuderos. LEONARDA Tarde pienso que venimos. DOÑA LUISASin misa nos quedaremos. ESCUDEROLa intención ofreceremos. LEONARDACulpa de tardar tuvimos; aunque yo, por aguardaros, la tengo mucho mayor. Dos galanes entren por la otra parte. DON JUANAyer me dijo Leonor que esto viniese a avisaros; y pienso que recibís justamente estos favores, pues tan honestos amores a casaros dirigís; que yo culpo grandemente los mancebos atrevidos, no sólo que divertidos están mirando la gente, mas que quiten del altar por un instante los ojos. DON LUISDesta guerra los despojos a su templo se han de dar. En sus gradas nos veremos yo y Leonarda, si Dios quiere; y pues es bien que espere, no es mucho que a verla entremos. El matrimonio, don Juan, es sacramento; ese intento, y a fin deste sacramento, licencia a los ojos dan. Miro una honesta mujer, que la miro para mía. DON JUANTraigan los cielos el día en que ya lo venga a ser. DON LUIS ¿Podré en el agua bendita, donde la mano metió, ponerla yo? DON JUAN Nunca yo supe más de que nos quita pecados y tentaciones, porque es arma que defiende contra el demonio, que emprende encender nuestras pasiones. Para templar las de amor no fuera mal instrumento, si fuera bueno el intento. Entre el hermano Carrizo, sacristán, con su sobrepelliz. CARRIZO¡Alabado sea el Señor! DOÑA LUISA Dígame, hermano Carrizo, ¿habrá misa? CARRIZO Misa habrá, aunque por milagro ya, que un extranjero le hizo; que si agora no viniera de camino, como digo, no había con Ciudad-Rodrigo quien decírsela pudiera. ¿Por qué se levantan tarde? ¡Que las valga Dios, amén! Digan, hermanas, ¿es bien que la misa las aguarde? Lo primero que el cristiano, luego que el alba le avisa, ha de hacer, es oír misa, por pedirle a Dios temprano que los pasos de aquel día en su servicio se den, y por librarse también de aquel traidor que porfía, como sangriento león, devorar nuestra inocencia. LEONARDA¡Qué santidad! DOÑA LUISA ¡Qué advertencia tan digna de estimación! CARRIZO Si ellas salen a las nueve con un manteo bordado de entre el cambray delicado, como unos copos de nieve; y puestos en sus chapines los pies, aun no se persinan, que como grullas caminan al estrado y los cojines; y sentadas en damasco, piden con grande mesura el cofre de la hermosura, que abierto puede dar asco a un enfermero de sala de cámaras, ni hay pintor que tan diverso color ponga en la tabla o la pala, porque puede en este almario, de ver por varias recetas tantos botes y cajetas, confundirse un boticario; y la primera oración es consultar el espejo, con notable sobrecejo de ver su misma visión; y luego, abriendo la boca, hacer tres o cuatro gestos más locos y descompuestos que una mona cuando coca; y con un paño de dientes acicalar las espadas que el sueño tuvo envainadas, en manjares diferentes; dalle con polvos al hueso y con la sangre de drago o aceite de azufre, en pago de algún hurtado suceso; y si tras esto limpiáis la cera y la palomina que hizo el labio clavellina, mientras vos os engañáis; y si luego hay lavatorio, y la redoma enjuagáis para que aljófar hagáis lo que Dios hizo abalorio; y tras esto, echáis encima dos capas de solimán, que los ciegos las verán, aunque os preciéis de más prima; si luego (y no es maravilla), como veis que es carne falsa, porque se coma con salsa, calentáis la salserilla, y os ponéis, con más primor que una gata que se afeita, ese color que deleita, aunque fingido color; y en tierra como ceniza sembráis claveles, y luego sacáis cabellos que el fuego o el cordel quiebra y enriza, hebras por fuerza doradas, de que es el sol buen jüez, y que pueden ser tal vez canas mal disimuladas; y gastáis en la cabeza otras dos horas, tejiendo lazos en que va cayendo la ignorancia y la simpleza; y por uno y otro lado andáis tomando consejo tan prolijas, que el espejo da bostezos de cansado; si luego viene el vestido, y encima os ponéis el dote, aunque el pueblo se alborote y no se alegre el marido; si luego hacéis con el oro vuestro pecho aparador, y luego el quemado olor os inciensa el bajo coro, y salís que parecéis el pabellón de Holofernes, y como el domingo, el viernes en esto os entretenéis, ¿qué misa a buscar venís a las dos, pues no a mirar salís el divino altar; que a ser miradas salís? Y aunque tanta pepitoria os cuesta cuidado eterno, considerad que hay infierno, muerte y vida, pena y gloria. LEONARDA Basta, hermano, que se ha hecho satírico. DOÑA LUISA No creyera que contra mujeres era de tan riguroso pecho. ¡Jesús! ¡Qué cosas nos dice! CARRIZOMenos he dicho que siento. No tardé en el monumento que el año pasado hice, lo que ellas hoy se han tardado en componer para ser vistas. LEONARDA Ya de bachiller se nos hace licenciado. CARRIZO¿Ésta es licencia? DOÑA LUISA ¡Pues no! CARRIZOY si ellas vienen ansí, esos ¿miraránme a mí? DOÑA LUISA¿No sabré cubrirme yo? CARRIZO ¿Qué importa, si con el manto están haciendo caireles y mostrando por canceles eso que encarecen tanto? El paño que el mercader pone, y que la tienda cubre, es el manto con que encubre sus defectos la mujer; que hay mil que en el día claro demonios parecerían. ¡Ay de los que en ellas fían! DOÑA LUISAPare, que es necio. CARRIZO Y reparo. Pues ¡mira el otro babera, cómo se la está mirando, el manto brujuleando, para ver si hace primera! ¡Entrense a misa, en mal hora! DON JUANYa nos vamos. CARRIZO Vayan ellas. LEONARDAYa vamos. CARRIZO ¡Lindas doncellas! ¿Piensan que, porque es agora carnestolendas, no hay más? DOÑA LUISASufre, que es santo, Leonarda. DON JUANAcá en la puerta la aguarda, y hablarla, don Luis, podrás; que éste hará grande misterio de cualquier cosa que impida. DON LUISNo he de venir en mi vida a misa a este monasterio. CARRIZO Vayan, y estén apartados y con mucha devoción. Entranse en la iglesia los galanes y damas, quedando solo Carrizo. Siempre de ignorantes son los sacristanes culpados, y no ven sus ignorancias los que respeto no tienen. Toquen dentro. Son es éste... Danzas vienen. ¿En qué Italias, en qué Francias se celebra el Carnaval con mayor solicitud? Perdone Dios la inquietud. ¿Hay tal son? ¿Hay son igual? Todos andan de alboroto. Quedito, bravas cosquillas, porque no podré sufrillas, y andará todo a lo roto. Ellos tornan a tocar. Quedo, pies. Mas ¿qué se pierde de oír cantar, si no es verde lo que empiezan a cantar? Canten dentro: Si decís de la aldeana que con sayuelo de grana excede a la cortesana en limpieza y en blancura, ara, ven y dura, aunque se alborote el cura. CARRIZO Todo me estoy deshaciendo, como torrezno en sartén. ¡Lindo son! ¡Y cantan bien! ¿Qué es esto, pies? No os entiendo. Haremos una floreta siquiera, y la sotanilla levantando a la rodilla, sonaremos castañeta. ¡Tened, por amor de Dios, que me pico! ¡Pies, teneos! ¡Ay, Jesús! ¡Qué bamboleos! No más, pies; oigámonos. Canten: Si decís de la barbera que parece por defuera vajilla de Talavera. En el lustre y la blancura, ara, ven y dura, que amor es todo ventura. CARRIZO ¿Qué es lo que dijo de amor y de la barbera? ¡Ay, cielo! ¿Soy yo de bronce? ¿Soy hielo? En la puerta estoy mejor: desde aquí los quiero ver. Ya pasan. Ya vuelve el son, pues Carnestolendas son; sotana, no hay que temer. Los músicos y cuatro o seis máscaras de hombres y mujeres, bailando. Canten: Si decís de la del sastre, que tiene por gran desastre que falte a su nave lastre en la mejor coyuntura, ara, ven y dura, aunque se alborote el cura. Si decís de la mujer del letrado, puede ser que dé mejor parecer en los pleitos que procura ara, ven y dura, que el amor todo es ventura. Éntrense con mucho regocijo. CARRIZO ¡Que hube yo de ser agora destas monjas sacristán! Enloquecido me han. Pues ¡es que el son empeora! ¡Alzaos, señora sotana! Tras ellos la calle tomo... Mas éste es el mayordomo. ¡Qué breve es la gloria humana! Félix entre. FÉLIX Doña Clara me ha mandado, Carrizo hermano..., esté atento..., que dé a hacer el monumento que ayer dejamos tratado. Quiere que nuevo se haga y que se pinte y se dore..., esté atento..., y se mejore, y el pasado se deshaga, para que se eche de ver en toda Ciudad Rodrigo que es abadesa... CARRIZO Eso digo, y es muy principal mujer. ¡Qué lindo ara, ven y dura! Aún se me bullen los pies. FÉLIX¿Qué es eso que dice? CARRIZO Que es notable la arquitectura, y que el papel me agradó. Mas esto de monumento en Carnestolendas, siento que no es tiempo. FÉLIX ¿Por qué no? Si no se toma temprano, ¿cómo se hará la pintura? CARRIZOHará... Ara, ven y dura. FÉLIX¿Qué es eso, Carrizo hermano? CARRIZO Esto del cantar me altera: ensayo lamentaciones. FÉLIXEsté atento a estas razones. CARRIZOSi decís de la barbera... FÉLIX ¿Qué es eso? CARRIZO Ya ¿no lo ve? El tiempecillo, por Dios. FÉLIXVenga esta tarde a las dos: lo que ha de hacer le diré, que aquí por la portería quiero hablar a mi señora doña Clara. CARRIZO No ha media hora que ni sentido tenía. Si decís de la del sastre... Si decís... Éntrese. FÉLIX ¡Extraña cosa! Pero vos, nave amorosa, ¿dónde camináis sin lastre? ¿Dónde vais, loca de vos, en tan peligroso mar, que me habéis de sepultar si no me remedia Dios? ¡Nunca a esta casa viniera! ¡Nunca este oficio tomara! ¡Nunca hablara a doña Clara! ¡Nunca su hermosura viera! Diérame algún accidente primero, y fuera mortal, que no hay mal que tenga igual a amar imposiblemente. ¡Ay de mí, que no me he visto jamás en dolor tan fiero, y más cuando considero que es Clara esposa de Cristo! Pues ¿qué intento? ¿Qué pretendo? Que si ofendo tal Esposo, pensamiento peligroso, advertir a quién ofendo. Mas ¿cómo podré vivir? Porque llega ya mi fuego a tanto desasosiego, que se lo pienso decir. Ya vengo determinado: pasos, no volváis atrás, porque imagino que es más matarme desesperado. Deo gratias. ¡Oh, qué mal digo, que no es dar gracias a Dios, sino ofenderle! Mas vos templad, Señor, el castigo. Deo gratias. A mi señora la Abadesa, sóror Juana. Dentro: Aquí está Félix. DOÑA CLARA Mañana dirás que vuelva Teodora. Entre doña Clara, monja, en el hábito que parezca más a propósito. DOÑA CLARA Félix, ¿qué hay de nuevo allá? ¿Vino el trigo? ¿Hízose cuenta con Esteban? ¿Qué hay? ¿Qué intenta? ¿Cuándo vendrá por acá? ¿Advertiste lo que os dije del monumento? ¿Qué es esto? ¿No habláis? ¿De qué estáis compuesto? Pues ¿qué tenéis? ¿Qué os aflige? ¿No estáis buenos? ¿Qué os ha dado? Algo estáis descolorido. FÉLIXEnfermo estoy. DOÑA CLARA Pues ¿qué ha sido? FÉLIXCuidado. DOÑA CLARA Y ¿qué es el cuidado? ¿Puédese acá remediar? FÉLIXBien remediarse pudiera, por más que imposible fuera; mas no lo pienso intentar. DOÑA CLARA ¿Fáltaos dinero? ¿Han hurtado alguna cosa? FÉLIX Sí han; mas no me la volverán, que de voluntad la he dado. Y pues que Dios os crió tan discreta como hermosa, oíd, señora, una cosa. DOÑA CLARAHablad: muy vuestra soy yo. No hay en casa quien os ame con tan grande voluntad; yo os haré tanta amistad, que casi exceso se llame. No soy pobre; bien podéis con seguridad hablar. FÉLIXTodo está en el comenzar. DOÑA CLARAYa aguardo que comencéis. FÉLIX Hanme dado unas tristezas y ansias en el corazón, que a tal desesperación han traído mis flaquezas, que hoy he querido tomar un lazo y echarle al cuello: ahogarme puede un cabello. DOÑA CLARA¡Un hombre llega a llorar! ¿Qué tenéis, por vida mía? ¡Jesús! ¡Ahorcaros! ¿Por qué? FÉLIXSólo porque en vos se ve más claridad que en el día. Por santa, en tan verdes años, deste convento os han hecho Abadesa. DOÑA CLARA No sospecho que en eso estén vuestros daños; que si es falta que le hacéis al convento, hoy me prefiero a pagar con mi dinero: no os ahorquéis ni lloréis. FÉLIX Dicen mil cosas aquí de vuestra gran santidad. DOÑA CLARACuando eso fuera verdad, más podéis fiar de mí. FÉLIX Señora, yo quiero bien; que no es falta de dinero mi mal, sino que no espero que algún remedio me den. Ya os he dicho mi dolor. DOÑA CLARA¡Jesús! ¿Por eso lloráis? Si alguna doncella amáis, casaos, que de aquese amor quedará servido el cielo. FÉLIXNo puede ser, que es casada, que deso tengo anegada el alma entre fuego y hielo. DOÑA CLARA ¡Casada! FÉLIX Señora, sí, y es tan alto su Marido, que tiemblo verle ofendido de mi pensamiento aquí. Tiene notable poder; mas también es pïadoso. DOÑA CLARAHabrá de ser riguroso si vos amáis su mujer. Mas yo haré hacer oración, con disciplina y ayuno, por vos. FÉLIX No sé yo que alguno mueva mi loca intención. DOÑA CLARA No veáis esa mujer. FÉLIX¿Qué importa, si ya la vi? DOÑA CLARARogaldo a Dios, fiad de mí; que lo mismo pienso hacer. FÉLIX De otra manera sé yo que me podréis remediar. DOÑA CLARAAunque la pudiera hablar, líbreme Dios; eso no. ¿Cosa que el demonio acaso os haga amar religiosa? FÉLIXReligiosa, y tan hermosa, que por sus ojos me abraso. DOÑA CLARA ¡Jesús! ¿Quién es? FÉLIX Vos, mi bien. Temblando estoy. Perdonad. DOÑA CLARAAunque con riguridad responderos fuera bien, no quiero descomponerme, que basta por testimonio de que os incita el demonio, que es astuto y nunca duerme, ver la desesperación con que os obliga a mataros. Mas yo quiero consolaros con irme a hacer oración y alguna más penitencia, por afear la hermosura que os obliga a tal locura. FÉLIX¡Qué humildad y qué paciencia! Dadme, señora, perdón. No os ofenderé en mi vida. DOÑA CLARAFlaca será, resistida, la más fuerte tentación. FÉLIXNo sea con vos malquisto. DOÑA CLARASi el demonio os tienta hoy, acordaos, Félix, que soy esposa de Jesucristo. Váyase. FÉLIX No más, desatinado pensamiento: Clara me ha dado luz más que el sol clara, porque los claros rayos de su cara me enseñaron mi loco atrevimiento. Ya tengo diferente sentimiento; con justa causa mi temor repara. Detén, Señor, la rigurosa vara; no me mandes prender, ya me presento. Todo eres manos y ojos; no hay valerse, de tu esposa el adúltero en fiarse que podrá del secreto socorrerse; que cuando pueda en el abismo entrarse, no puede de tus ojos esconderse, ni puede de tus manos escaparse. Váyase, y entren don Pedro y Ricardo, viejos. DON PEDRO Conozco bien ese mancebo ilustre, y sé las partes suyas, que bastara tu autoridad y estar yo satisfecho; que lo que cuadra con el gusto tuyo, bien puede ser satisfacción del mío. RICARDOEs don Carlos un hombre de aquel talle, y tiene condición tan generosa (fuera de ser mancebo virtüoso), que por ella pudiera ser bienquisto, no sólo entre sus deudos, entre bárbaros. Yo tengo para mí que doña Elena no puede hallar su igual; y aunque sois padre, creo que en desear su bien y aumento, don Pedro, os aventaja el amor mío. DON PEDRO¿No venía con vos? RICARDO Aquí venía, y aguardó en el portal. DON PEDRODesde la reja me pareció... RICARDO Verdad, no he de negarlo; y pues venís en ello con tal gusto, béseos las manos. DON PEDRO Será bien que agora... RICARDOYo no os dijera cosa que no fuera muy conforme al honor de vuestra casa. Hablalde y velde; que si fuera padre, primero me casara con mis yernos, que darlos a mis hijas. DON PEDRO Y aun es justo, primero contentar del padre el gusto. RICARDO¡Hola! Llama a ese noble caballero que me aguarda a la puerta. DON PEDRO Yo le estaba aficionado ya de sólo verle; mas bien será que vamos con espacio, que esto de casamientos, dijo un hombre que era como la tecla de los órganos, que en todas era bien poner los dedos. RICARDOTocad en su nobleza, en sus costumbres, en sus inclinaciones, en su trato, en sus amigos, en sus deudos; todo lo hallaréis de una misma consonancia. Don Carlos entre. DON CARLOSBésoos los pies mil veces. DON PEDRO No es mi casa, señor don Carlos, tan extraña. DON CARLOS Ha sido encogimiento más que otro respeto; que bien sé la merced que siempre hiciste a mis padres. DON PEDRO Yo fui servidor suyo, y vuestro lo seré si se ofreciere ocasión de serviros. RICARDO ¿De qué sirven los vanos cumplimientos? Yo he tratado vuestra intención, don Carlos, libremente con el señor don Pedro, y él responde que holgará de teneros por su hijo. DON CARLOSAgora con más veras por el suelo os besaré los pies. DON PEDRO Señor don Carlos, no, ¡por mi vida!, ni esto aquí se trate, que podrán entenderlo los criados, y publicarse en la ciudad sin tiempo; que un casamiento es pretensión de un hábito, donde suelen hablar los enemigos. Ya sabéis que yo tengo a doña Elena, después que Clara religión profesa, casi por mi heredera; porque creo que ha de dar don Bernardo en esto mismo. Es la luz de mis ojos, y merece serlo por su virtud. No puedo daros otro dote mayor que lo que digo. DON CARLOSEn llegando a tratar de dote alguno, pierde, señor, valor mi pensamiento. Suplícoos que dejéis esas bajezas para quien piensa que consiste en oro del casamiento el singular decoro. Yo quiero a doña Elena por sí misma y porque es hija vuestra: aquesto basta. DON PEDROAñadiréis amor y obligaciones, Carlos, con eso, y vos seréis el dueño de la hacienda que tengo. Hacedme gusto de iros a la iglesia y esperarme. A Dios este suceso encomendemos, y en el claustro los tres le trataremos. DON CARLOSVoyme alegre, señor, y confiado de que soy vuestro hijo. DON PEDRO Yo me honro, don Carlos, de que vos me llaméis padre. RICARDOHuélgome de que Carlos os contente. DON PEDROLa modestia en el mozo siempre agrada, porque es la libertad necia y cansada. Váyanse don Carlos y Ricardo. Elena. DON PEDRO¡Elena! ELENA ¿Qué me mandas? DON PEDRO ¡Qué de presto me respondiste! ¿Estabas escuchando? ELENA¿Yo, señor? Pues ¿yo entiendo en tus negocios, o tengo de pensar que me murmuras? Los que escuchan es gente sospechosa, y que tiene por qué. DON PEDRO ¿No has entendido que te quiero casar? ELENA Ni imaginado; que tengo más envidia a doña Clara por vivir religiosa, y de tal suerte, que por su santidad, en verdes años, gobierna a las demás, que si tuviera ceptro del mundo y su señora fuera. El hermano Carrizo, con un tabaque, y su herreruelo, y sombrero. CARRIZO Deo gratias. ¿Quién está acá? DON PEDRO¿Es el hermano Carrizo? CARRIZOTan grande como me hizo quien deshacerme podrá. El Niño Jesús los guarde. ¿Están buenos? DON PEDRO ¿No lo ve? Y él, ¿tiene salud? CARRIZO No sé. Bueno me siento esta tarde; Dios sabe quién ha de estar vivo mañana. DON PEDRO Es ansí. CARRIZOY ella, ¿está buena? ELENA Yo sí. ¿Ya no me llega a abrazar? CARRIZO Como vengo embarazado... ELENALlegue, porque algo me pegue. CARRIZO¿De qué? ELENA Y mire que le ruegue a Dios con mucho cuidado que me haga buena. CARRIZO Sí haré en mis pobres oraciones, y allá con los canelones algo desto le diré. Su hermana y nuestra abadesa, que Dios guarde, acá le envía esta fruta; y a fe mía que de no poder me pesa probarla, porque hoy ayuno. ELENA ¡Qué santidad! DON PEDRO Es ejemplo desta ciudad. ELENA Aquel templo no produce árbol ninguno que de tal fruto no sea. DON PEDROHermano, un negocio emprendo que será remedio, entiendo, de mi hija. Si desea su bien, encomiende a Dios su buen suceso. CARRIZO Sí haré, aunque pecador. A fe que es casamiento. ELENA Los dos tratábamos desto agora. Ruéguelo a Dios por allá. DON PEDROClara, hermano, ¿cómo está? CARRIZOMuy buena está mi señora; aunque con ayunos tales, disciplinas y abstinencias y espantosas penitencias, salen al rostro señales de lo que en el cuerpo pasa. DON PEDRODe escuchallo me enternezco. CARRIZOA dar probado me ofrezco, con las más santas de casa, que es ángel en velo humano. DON PEDRO¡Gracias a Dios! Mira, Elena, que seas tan santa y buena, con tal ejemplo en la mano. Ven; que le quiero enviar un regalo. ELENA Y yo también. CARRIZODígame, hermana, ¿con quién, con quién se quiere casar? ELENA Con don Carlos... ¿No conoce a don Carlos? CARRIZO ¡Pesia tal! Es hombre muy principal: Cuatro mil años le goce. En verdad que he de venir a la boda. ELENA Ruegue a Dios que nos casemos los dos... CARRIZODiga lo que iba a decir. ELENA Que yo le mando de paño de Segovia un herreruelo y una sotanilla. CARRIZO El cielo le dé un hijo al primer año... ELENA Hoy se han de hacer los contratos. CARRIZOY tantos le dé después, que no conozca en un mes las calzas ni los zapatos. Váyanse y Félix entre. FÉLIXExtraño pensamiento, quimera a lo divino, infierno de mis locas esperanzas, esperanza en el viento, que con tal desatino presumes que del sol el rayo alcanzas, ¿qué vanas confianzas de un morir atrevido llevan tu mariposa a la luz amorosa del mismo fuego que arde tu sentido? ¿Adónde vas? ¿Qué quieres? Más es un ángel que cien mil mujeres. Advierte lo que emprendes, advierte lo que sigues. ¿Desto han servido tantas oraciones? ¿Cómo de nuevo enciendes, sin que átomo mitigues de mis locas y bárbaras pasiones, mis ciegas pretensiones? ¿Ya no estaba acabado? ¿Ya no me arrepentía? ¿Ya templar no quería con la virtud de Clara mi cuidado? ¿Qué puede haber que esperes? Más es un ángel que cien mil mujeres. No es mujer la que adoras. Detente, pensamiento; ángel es Clara, el nombre lo declara. Su honestidad desdoras, con loco atrevimiento, que en un abismo de tinieblas para. Pensé que descansara cuando vi la paciencia con que sufrió el camino que abrió mi desatino contra su honestidad y su inocencia. ¡Que de nuevo me alteres! Más es un ángel que cien mil mujeres. ¡Oh, cielo riguroso! Ya no como ni duermo, perdido estoy de llanto y de tristeza; parezco, sin reposo, un abrasado enfermo que no hay donde descanse la cabeza. Fuentes de su belleza se me están acordando: los cristales que veo con ardiente deseo, dulce muerte me están pronosticando. ¡Oh, amor! Infierno eres. Más es un ángel que cien mil mujeres. Yo no desesperara si cien mil pretendiera, aunque fueran más altas que la luna; pero si doña Clara es ángel, ¿quién creyera que la emprendiera confianza alguna? El amor me importuna, el miedo me detiene, a hablarla no me atrevo, porque es volver de nuevo a despertar su ira... Mas ya viene. ¡Oh, amor! ¡Que perseveres! Más es un ángel que cien mil mujeres. Doña Clara. DOÑA CLARA Dijéronme que llamabas. FÉLIXVino aquel recaudador por quien ayer preguntabas. DOÑA CLARA¿Qué dice? FÉLIX Que es ciego amor. DOÑA CLARA¿Cómo o qué? ¿Con quién hablabas? FÉLIX No sé lo que te decía, si va a decir la verdad. Llego a tal temeridad, que he de matarme este día. DOÑA CLARA Pues ¿qué te ha dado? FÉLIX No sé; sé que he rezado, ayunado, y sé que me quebranté a azotes, y no ha bastado. DOÑA CLARA¿Qué dices, hombre sin fe? Si tú a Dios te encomendaras, y orando perseveraras, Dios te ayudara. ¿Qué dudas? Mas tú sus auxilios mudas, porque en deleites reparas. Si no llevas intención y casto y limpio deseo, ¿de qué sirve la oración? FÉLIXPues ¿qué he de hacer, si te veo con tal gracia y perfección? Dios ¿no te hizo? DOÑA CLARA Es ansí. FÉLIXYo quiero lo que Dios hizo. ¿De qué te quejas de mí, si el cielo se satisfizo del valor que puso en ti? DOÑA CLARA ¡Quedo, loco! ¿Qué es aquesto? ¿Tú hablas tan descompuesto, que hasta a los cielos se atreve tu lengua? FÉLIX Ponme esa nieve sobre aquestos labios presto; ponla presto, que me abraso. DOÑA CLARAAlgún demonio te incita. FÉLIX¡Esto por un ángel paso! DOÑA CLARANunca mi Esposo permita tan feo y enorme caso; porque si la vez primera, necio, te hablé con blandura, fue pensando que no fuera adelante la locura, que en su rigor persevera. Hoy te he de hacer despedir, y que esta mayordomía otro la venga a servir. FÉLIXDetente, señora mía; perdón te quiero pedir. Mira que perdona Dios a los que a sus pies se humillan. Roguémoselo los dos. DOÑA CLARAMucho, Señor, maravillan las grandezas que hay en vos. Dos veces he derribado este enemigo atrevido. Félix, ya estás perdonado, porque el verte arrepentido y llorando, me ha obligado. El tiempo es santo: repara en que Dios murió por ti. Haz penitencia y declara tus culpas. FÉLIX Harélo ansí, y tú se lo ruega, Clara. DOÑA CLARA Esa palabra te doy; desde aquí a encerrarme voy. Confiésate. FÉLIX Tú verás que no he de inquietarte más. DOÑA CLARA¡Ay, Señor, la culpa soy! Váyase. FÉLIX ¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado, y cuántas con vergüenza he respondido, desnudo como Adán, aunque vestido de las hojas del árbol del pecado! Seguí mil veces vuestro pie sagrado, fácil de asir, en una cruz asido, y atrás volví otras tantas, atrevido, al mismo precio en que me habéis comprado. Besos de paz os di para venderos; pero si fugitivos de su dueño, hierran cuando los hallan los esclavos. Hoy que vuelvo con lágrimas a veros, clavadme vos a vos en vuestro leño, y tendréisme seguro con tres clavos. Váyase, y entren don Carlos y Carrizo. DON CARLOS Sé que vos entráis allá. CARRIZOYo no le digo que no, que allá voy mil veces yo para saber cómo está. Mas cierto que me he espantado, y la causa no sospecho, de que un negocio tan hecho se hubiese desconcertado. DON CARLOS Hay siempre, hermano Carrizo, malos terceros en todo. CARRIZO¡Ah! ¡Que se pongan del lodo! DON CARLOSYa sé yo quién lo deshizo; pero acabara de dar en tierra mi pretensión, si yo en aquesta ocasión me pretendiese vengar. CARRIZOY en cualquiera tiempo es malo, señor don Carlos, vengarse; eso a Dios ha de dejarse, que tiene Dios por regalo satisfacer los agravios de quien se los deja a él. DON CARLOSEllo fue cosa cruel: yo tengo el alma en los labios: muero por la bella Elena. CARRIZONo diga tal, que es pecado. DON CARLOSSi es voluntad de casado, para santo fin se ordena; ya don Pedro me la daba, y cierto competidor no trató bien de mi honor. CARRIZOMucho la prudencia alaba el agravio en el discreto; tórnelo a tratar. DON CARLOS Sí haré; pero entretanto no sé que con hombre más secreto pueda animar a quererme a mi Elena, que con él. ¿No la llevará un papel? ¿No querrá este bien hacerme? Que en casándome, le juro... CARRIZO¡Abernuncio, Satanás! ¿Yo papel? Es por demás. DON CARLOSPues si casarme procuro, ¿no ve que se sirve Dios? Tome esos cuatro doblones. CARRIZOPara santas ocasiones, y siendo santos los dos, y tan santo el pensamiento desta santa pretensión, aún parece que es razón ayudar su casamiento. ¿Oye? Váyase con Dios, que hoy la señora Abadesa, que de envialle no cesa recados de dos en dos, allá me enviará, y daré este papel a su Elena. Pero mire que se ordena para que con ella esté en servicio del Señor. DON CARLOSEso es sin duda. Adiós quede. Váyase don Carlos. CARRIZO¡Oh, cuánto el dinero puede! Más puede que el mismo amor. Quiero esconder el papel para hablar con doña Clara, que en sólo verme la cara, me dirá cuanto hay en él. Entraré en la portería, que está hablando con fray Juan; los dobloncillos me dan una intrínseca alegría, que estoy cosquilloso todo; no puedo disimular. Doña Clara. DOÑA CLARAAllá lo pueden dejar concertado de ese modo, y las joyas de la palia entréguenmelas a mí. CARRIZOYa huele a santos aquí; que no hay tal ámbar ni algalia. DOÑA CLARA Deo gratias. CARRIZO Por siempre. DOÑA CLARA ¿Dio a mi hermana aquel recado? CARRIZODado está, y aun olvidado. DOÑA CLARAY ¿respondió? CARRIZO Respondió. DOÑA CLARA Muestre el papel, y en un vuelo vaya a doña Elvira, y diga lo que la palabra obliga, que darla en esto es al cielo; diga que le dé las joyas. CARRIZOVoy. DOÑA CLARA Leer quiero este papel. Váyase Carrizo. Lea. «Señora, si estás cruel, puedes abrasar mil Troyas.» ¿Cómo es esto? «Mas si miras blandamente mi pasión...» Letra y razones no son de Elena. «Cuanto te admiras, trocarás en lastimarte.» ¿Papel de amores a mí? ¡Carrizo se atreve ansí!... «Pues verás en cualquier parte las señales de mi pena.» Este sacristán, ¿es santo? ¿Éste han estimado en tanto? Mas si fue yerro de Elena... Entre Félix. FÉLIX Digo que me mataré, ya no hay de qué porfiarme; déjame ya, pensamiento, que yo quiero contentarte; yo echaré en estas paredes un lazo, para que acabes de perseguir un rendido. DOÑA CLARA¿Qué es esto? FÉLIX Vengo a matarme. DOÑA CLARA¿Por qué? FÉLIX Por sólo quererte; pues no es posible que basten diligencias ni temores. DOÑA CLARATente, Félix, no te mates. FÉLIX¿Cómo que no? DOÑA CLARA Escucha un poco; escucha, así Dios te guarde, verás la mayor desdicha que en nuestra flaqueza cabe: el día que me dijiste amores o disparates, no pude dormir, pensando los efectos que amor hace; y de pensar los efectos, me nació el determinarme a quererte; más callé porque tú perseverases. La segunda vez, ¡oh, Félix! Hice mucho en despreciarte, porque ya entonces temía que de temor me olvidases. Muchas diligencias hice; pero no fueron bastantes a contrastar la memoria de lo que allí me contaste; que mientras más resistía, más sentía desatarme las venas en vivo fuego, si hay fuego que tanto abrase; que se imprimieron en mí las lágrimas que lloraste, de suerte, que se mezclaron en el alma con mi sangre. Alterado el corazón, daba golpes desiguales, como que puerta pedía para salir o matarme. No he comido ni dormido, buscando para mirarte las rejas y celosías, o en la iglesia o en la calle. Ayer me determiné que si volvías a hablarme, de aquí contigo saldría, para que tú me llevases donde tu gusto quisiese; y así, vengo a suplicarte con lágrimas de mis ojos, que me lleves o me mates. FÉLIXNo llores, señora mía; mi bien, no llores, que haces ofensa a los claros soles que desos orientes salen. Detén el cristal corriente que de las entrañas nace, que yo imaginaba peñas, y ya son tiernos cristales. Yo soy un esclavo tuyo: como a tal puedes mandarme. ¿Cuándo me mandas, señora, que desta casa te saque? Abrevia, que estoy muriendo. DOÑA CLARAMañana podrás llevarme, cuando la confusa noche a la mitad se levante del cielo, y sepulte en sueño hombres, animales y aves; busca un vestido seglar. FÉLIXY ¿de, quién podré fiarme para servir? Que es forzoso. DOÑA CLARAEste Carrizo es bastante; háblale de parte mía. FÉLIX¿A un santo dices que hable? DOÑA CLARAYo sé bien que no lo es: contigo puedes llevarle; yo sé que sabe traer un papel, aunque sea un ángel de los que tiene la tierra la persona a quien le trae. FÉLIXYo lo haré, pues que lo dices, y no hay más de que me aguardes. DOÑA CLARAAguardaré como tuya. FÉLIXQuien amare, se declare; porque, como persevere, no es posible que no alcance. FIN DEL ACTO PRIMERO Acto segundo HABLAN EN EL SEGUNDO ACTO FÉLIX.Olmedo. CARRIZO.Bisurto. DOÑA CLARA.María de Argüello. UN ÁNGEL.Mariana. UNA VOZ.Catalina Valcacer. DON CARLOS.Benito. GINÉS.Coronel. CARRIZO, fingido.Vivar. UN PASTOR.Riquelme. UN HUÉSPED.Callenueva. PORTERA. Félix y el hermano Garrizo. CARRIZO Sin sentido me has dejado. FÉLIXYo te he dicho la verdad. CARRIZO¡Que sufras, Suma Bondad, tan espantoso pecado! Mira, Félix, que del cielo bajarán rayos de furia si haces tan grave injuria a su castísimo velo. FÉLIX Deja aparte hipocresías, loco, que ella me ha contado que tú la has solicitado con papeles estos días de un caballero de aquí. CARRIZO¿Yo? FÉLIX Tú. CARRIZO Serán de su hermana. FÉLIXPues que contigo se allana, ella le conoce a ti; y abreviemos. O esta daga te ha de pasar ese pecho (pues si te quedas, sospecho que mayor daño me haga), o conmigo has de venir. CARRIZOTen la daga, que te juro que con el alma procuro a ti y a Clara servir. No es mi miedo ni cumplimiento, sino que mi propio humor me lleva a cosas de amor el alma y el pensamiento. Soy retozón de mi gusto, tierno de mi natural: un chapín, un delantal, me causan notable susto. No hay cofia o cabello suelto que no me lleve tras sí; que vive un pimiento en mí, en esta sotana envuelto. En oyendo yo un cheriba, me desato en pura miel, porque soy tan moscatel, que de sentido me priva. Cuanto aquí me has visto hacer, todo ha sido fingimiento; que no hay centro en lo violento, y es mi centro una mujer. Pueden con mi corazón, en oyéndolas hablar, como con manteca, dar lardo a un asado capón. No hay almíbar que me iguale en tratándome de amor, porque el placer y el color al rostro y ojos me sale. Vaya fuera la sotana, no haya más hipocresía; humana condición mía, declarad que sois humana. Venga espada y vengan plumas, rompan el mundo estos pies. FÉLIXHuelgo que por tu interés a servirme te resumas. Clara vistiéndose está para el camino un vestido: lindas joyas ha cogido: a punto las tiene ya; yo las mulas a la puerta de la ciudad, que un villano guarda. CARRIZO ¿Quién? FÉLIX El hortelano desa mi heredad o huerta: no hay más de hacer una seña. CARRIZOY yo, ¿no me he de mudar? FÉLIXSí; mas fuera del lugar. CARRIZOAun pienso que Félix sueña. Félix, ¿es esto de veras? ¡Clara tan loca por ti, que quiere salir de aquí! ¡A un ángel tan santo esperas! ¡A una mujer que por santa la dieron este gobierno! FÉLIXUn amor lloroso y tierno, Carrizo, un mármol quebranta. Mi trabajo me ha costado; tres veces la combatí... mas no tratemos aquí lo padecido y pasado, pues dello surtió el efecto que ves. Yo he vencido; basta. CARRIZO¿Qué mujer habrá tan casta, donde no quepa un defecto, si este enemigo porfía, y el principio no remedia? FÉLIXTemí que fuera tragedia, Carrizo hermano, la mía, y hase convertido en boda. Doy un silbo... Mira bien si hay alguien. CARRIZO Agora, ¿quién? Porque está la ciudad toda envuelta en tiniebla y sueño. Silbe Félix, y salga doña Clara, de seglar, muy gallarda. DOÑA CLARA¿Eres tú? FÉLIX ¿Quién puede ser? Dame esos brazos, mujer, esposa y eterno dueño. DOÑA CLARA ¡Ay, día de mi esperanza, hoy en tus brazos cumplido! ¡Jesús! ¿Con quién has venido? CARRIZO¿No me ves? DOÑA CLARA ¡Qué buena lanza! CARRIZO Lanza o lanzón, cuando aquí sales a casarte, Clara, Carrizo sólo repara en que se pierde por ti. La sacristía me dan desta casa, e imagina que si la imagen camina, no se queda el sacristán. La manga voy a llevar en aquesta procesión. DOÑA CLARAYerros por amores son, a quien dio el alma lugar. Retiraos los dos allí, que un poco tengo que hacer. FÉLIXPresto, que deben de ser las doce. DOÑA CLARA ¿Las doce? FÉLIX Sí. Retírense los dos, y ella diga: DOÑA CLARA ¡Virgen, que estáis sobre esta puerta santa, por donde salgo a tanta desventura, engañada de amor con fuerza tanta, que no repara el alma en mi locura; vara de Araón, divina, fértil planta, que distes al Criador, siendo criatura, por cuyo fruto os echan bendiciones las más fieras y bárbaras naciones; hermosa Virgen, cándida cortina de aquel Sol de justicia soberano; Raquel del gran Jacob, Ester divina, salud eterna del linaje humano, preciosa piedra imán, que al Norte inclina, que nos enseña siempre vuestra mano, yo rompo la palabra que había dado a vuestro Hijo y a mi Esposo amado! Con lágrimas lo digo, Virgen bella: adúltera soy ya; yo soy perdida; que un ciego amor me arroja y atropella, y una pasión en vano resistida. ¡Qué vergüenza que tengo, clara estrella, divina fuente de la eterna vida, de alzar mis feos ojos a miraros, siendo los vuestros más que el cielo claros! Mas ya el demonio, envuelto en mi flaqueza, a desesperación tan grande incita mi loca y femenil naturaleza, que a matarme o salir me solicita. Por vuestra intacta virginal pureza, entre todas santísima y bendita, María celestial, Madre piadosa, os pido hagáis por mí sola una cosa. No sé cómo me atrevo, cuando intento tan gran maldad; pero por ser tan justo lo que os suplico, tengo atrevimiento, que no lo hiciera yo si fuera injusto; y es que, pues yo, con loco pensamiento, llevada de la infamia de mi gusto, voy a perderme en tanto vituperio, quedéis en guarda deste monasterio. Aquí tuve el gobierno, y voy perdida; guardad estas ovejas, Virgen santa, pues su pastora, con infame huida, las deja al lobo, que el ganado espanta. No se pierda ninguna, aborrecida de mi maldad, ni caiga en la garganta del hambriento león, a ejemplo mío. ¡Guardaldas, Virgen; que de vos las fío! CARRIZO Paréceme que llora. FÉLIX No lo entiendo. ¿Si se arrepiente ya? DOÑA CLARA ¡Virgen hermosa, y vos, Esposo mío, aunque os ofendo, y el hombre pierdo aquí de vuestra esposa, guardad estas ovejas! FÉLIX ¿Si temiendo la justicia del cielo rigurosa, no se atreve a partir? CARRIZO Eso sospecho. Llega, y esfuerza su medroso pecho. FÉLIX ¿Qué es esto, Clara? ¿Quieres que amanezca, y nos hallen aquí? ¿Qué estás llorando? DOÑA CLARADespedirme de aquí; no te parezca mucho sentirlo, el daño imaginando. FÉLIXNo hay cosa que el temor, Clara, te ofrezca, que no la venza el amor. ¿Qué estás dudando? DOÑA CLARAVamos. FÉLIX ¿Agora el miedo te acobarda? DOÑA CLARA¡Virgen, en vos les dejo Buena Guarda! Vanse. Una voz, dentro. diga así: VOZÁngel, escucha. Un ángel salga. ÁNGEL ¡Oh, Reina de la vida! ¿Qué me mandáis? VOZ Al punto te transforma en esta miserable, que, perdida, a su Esposo desprecia desta forma. De su rostro y sus hábitos vestida, sirve su oficio, y las demás informa de consejos divinos. ÁNGEL Obediente haré su oficio mientras vive ausente. ¡Oh, poderoso Señor, que los hombres tanto estimas! ¡Que tu justicia reprimas y detengas tu furor! ¡Que quieras que los sirvamos y que en su lugar quedemos, que a los buenos los honremos y a los malos defendamos! Das en el desierto a Agar en tal desdicha consuelo, bajando un ángel del cielo; tres haces también bajar en el valle de Mambré, que Abraham a adorar viene, y otro el cuchillo detiene por tanta obediencia y fe. Cuando bendición le dan, Jacob los vio por la escala, que el cielo y la tierra iguala, y al partirse de Labán. Ya en la zarza que no ardía, ya en la columna de fuego, ya prometiéndole luego el ángel que a Moisés guía; ya puesto contra Balán, ya en favor de Josué, y ya Gedeón le ve al huir de Madián; ya dándole pan a Elías y a los asirios agravios, ya purificando labios, poniendo fuego a Isaías; ya en el horno a Misael, dándole a Dios bendiciones, ya enfrenando los leones, sustentando a Daniel; y ya en Betulia guardando a Judit, casta y valiente, ya con Tobías ausente, su camino acompañando; ya a Josef santo durmiendo, y cuando a Egipto camina, ya moviendo la piscina, ya las cárceles abriendo; ya en el monte Sinaí, ya a Felipe y Pedro santo; pero no es mucho, que tanto les diese favor allí, si viene a comparación con aquesta miserable que a su Esposo venerable ha hecho tan vil traición. Maitines tocan; yo quiero ir a estar en su lugar, pues me le manda ocupar aquel celestial lucero. ¡Cuán mejor gobierno aguarda su casa del que tenía! Que después de Dios, María fue siempre la Buena Guarda. Váyase, y entren don Carlos y Ginés, lacayo. DON CARLOS Yo lo tengo averiguado; no hay que replicar en esto. GINÉS¿Don Juan? DON CARLOS Don Juan. GINÉS ¿Quién te ha puesto con don Juan en tal cuidado, que siempre te ha sido amigo? DON CARLOSNo hay amigos cuando es sobre este vil interés, y este ejemplo es buen testigo. Dame que llegue ocasión que pique la voluntad; que la mayor amistad viene a parar en traición. Hay hombre que por su gusto, en materia de mujer, a su padre sabrá hacer cualquiera engaño y disgusto. Si saber, por dicha, quieres quién es tu amigo, y su intento, pruébale con mucho tiento en dineros y mujeres, que allí se pierden los más. GINÉSMejor será no proballos, que no quiero ocasionallos para perdellos jamás. DON CARLOS Yo sé que me ha hecho tiro en esta ocasión don Juan, porque, de Elena galán, le cuesta más de un suspiro. Con siniestra información a don Pedro ha persuadido, por quien a Elena he perdido, mi honor y reputación, que pienso que en sangre mía ha puesto falta; y si en ella la dejo, vendrá a tenella toda manchada algún día; que de engaños de este modo tantos peligros resultan, que un hábito dificultan, y se pierde el honor todo. ¡Cuántos, por mala opinión que han puesto los enemigos, son, Ginés, falsos testigos en más de una información! ¡Cuántas honras hay quitadas, cuántas noblezas perdidas por pasiones no entendidas, de enemistades pasadas! Dios te libre de quedar una opinión asentada, que no puede ser lavada con toda el agua del mar. No ha de sucederme ansí, porque jurara mañana alguna gente liviana que esto se dijo de mí. Hoy ha de morir don Juan, y venga lo que viniere. GINÉSSi quitarle el honor quiere, aquí estos brazos están, que a sesenta mil como él desharán y harán pedazos. DON CARLOSEsos brazos o estos brazos tomarán venganza dél. ¿Quién es éste? GINÉS Éste es Carrizo, el sacristán desta casa, hombre que por santo pasa, o trae el nombre postizo. Otro Carrizo entre con el traje que traía el que se fue con Félix y Clara. Éste se entra en los zaguanes a reñir a los que juegan, y si los naipes le niegan, finge dos mil ademanes. Y para mí, por la pinta, conoce mejor la suerte que un tahur. DON CARLOS Calla y Advierte. GINÉSAlgunas flores despinta. CARRIZO FINGIDO Deo gracias, señor don Carlos. DON CARLOS¡Oh, hermano! CARRIZO FINGIDO Por siempre, diga. DON CARLOSPor siempre. CARRIZO FINGIDO Dios le bendiga. A los dos quiero abrazarlos, y déles el Sumo Bien de sus bienes celestiales. GINÉSNo tiene aquellas señales que en el hermano se ven. Es el mismo y no es el mismo; más modesto y más compuesto trae el hábito y el gesto. DON CARLOSCalla, que es todo un abismo de pureza y santidad. CARRIZO FINGIDOMi señora la Abadesa, que, como sabe, profesa tanta virtud y humildad, le suplica que se llegue un rato a la portería. DON CARLOS¿A la noche o por el día? CARRIZO FINGIDONo es justo que se lo niegue, que le ha mucho menester. DON CARLOS¡Jesús! Hermano, aquí estoy. Indigno de verla soy: novedad debe de haber. GINÉS Doña Clara, ¿no es hermana de Elena? DON CARLOS ¿Agora lo sabes? GINÉSEstos negocios tan graves, siempre un santo los allana. Ella debe de querer conformaros. DON CARLOS ¡Quiera Dios! GINÉSHablad primero los dos, que este mal vayas a hacer. DON CARLOS Hermano, ¿hay lugar agora? CARRIZO FINGIDO¡Pues no! Véngase conmigo. GINÉSSepa que le soy amigo. CARRIZO FINGIDODiga, ¿con don Carlos Mora? GINÉS Sí, hermano. CARRIZO FINGIDO ¿Qué oficio tiene? GINÉSLacayo dicen que soy; pero yo delante voy, que mi amo detrás viene. CARRIZO FINGIDO Si sirve a Dios muy de veras, y promete desde luego dejar mujeres y juego, juramentos y quimeras, seremos grandes amigos. GINÉSRuégueselo a Dios. CARRIZO FINGIDO Sí haré. GINÉS¡Juego y mujeres!... No sé... CARRIZO FINGIDOSon terribles enemigos. Vayanse, y entren doña Clara y Félix. FÉLIX En este verde prado, donde compiten tan hermosas fuentes, que su cristal helado, dividido por lazos diferentes, la hierba lisonjea, porque jüez apasionado sea; aquí, donde las flores parece que se esfuerzan diligentes a vencer tus colores, aunque las desengañan las corrientes, espejos de sus hojas, contigo menos blancas, menos rojas, puedes, hermosa Clara, pasar aquesta siesta calurosa, si no es que el sol se para a verte entre estas flores, más hermosa que Dafne y que Jacinto, rompiendo aqueste verde laberinto. Mira las dulces aves, cantándote motetes acordados con los picos süaves; mira por los vivares los pintados conejuelos medrosos, del esparcido plomo sospechosos; mira en la verde cama la liebre temerosa, y por la selva la presurosa gama, que está esperando que su esposo vuelva, y por aquesta orilla, gimiendo en soledad, la tortolilla; mira cuán abrazados están aquestos chopos destas vides, y que, como casados, se enredan en los árboles de Alcides. Mas, pues papel me ofrecen, libros serán del bien, que me enloquecen. DOÑA CLARA Pues ¿qué intentas en ellos, dulce esposo del alma que te adora? FÉLIXFiar mi gloria dellos, porque me vino a la memoria agora lo que escribió Medoro cuando gozó de Angélica el tesoro. DOÑA CLARA Detente, no lo escribas, que no es Orlando el que leerlo puede, de quien seguro vivas con el anillo que a la vista excede, sino quien todo es ojos, y se podrá vengar de sus enojos. No donde se escondía Angélica en la India, de su furia segura viviría, si quisiese vengar su injusta injuria, porque hasta el mismo infierno abre su centro a su Jüez eterno. Escribe, Félix mío, tus glorias en tu pecho, que dél solo estos secretos fío. FÉLIXNo pienso que del uno al otro polo hay hombre tan dichoso. ¿Eres mi esposa? DOÑA CLARA Y tú mi amor. FÉLIX Tu esposo. Aquí te sienta un poco; dormiré en tu regazo. Siéntese. DOÑA CLARA Aquí te acuesta. FÉLIX¡Que no se vuelva loco quien goza un bien une tanto mal le cuesta! DOÑA CLARAPara mayor descanso, ya con las hojas juega el viento manso. Un pastor. PASTOR ¿Hay tal desdicha mía, si yo puedo llamarme desdichado? Pensaba que tenía seguro de los lobos mi ganado, y llevóme la oveja de más hermosa y cándida pelleja. Daré silbos mortales, daré gritos, que atruene monte y selva por entre estos jarales: tanto deseo que a su pasto vuelva. ¡Hola, pastores míos! ¿Habéis visto mi oveja entre estos ríos? Montes altos, cubiertos de antiguos robles y robustas hayas, de mis ovejas puertos cuando se escapan de mis blancas playas, ¿habéis visto una oveja, que, por ir con el lobo, el pastor deja? ¿Qué digo? ¡Hola, vaqueros! ¡Hala! ¡Aho! Montañeses cabrerizos, celosos ganaderos, cubiertos con espinas, como erizos, ¿habéis mi oveja visto? DOÑA CLARAParece que el pastor imita a Cristo. Despertaré mi esposo... Mas él duerme cansado, no es bien hecho. ¡Hola! Pastor celoso, que por tu oveja se te abrasa el pecho, parece que tu queja se imprime en mí, con no ser yo tu oveja. ¿Qué buscas afligido? PASTORUna ovejuela pobre desmandada, que ha poco que se ha ido, de la voz de los lobos engañada. ¿Habéisla acaso visto? DOÑA CLARA¡Tiemblo como si viera al mismo Cristo! PASTOR Lindas señas tenía: toda era blanca, aunque en la frente sola una mancha tenía; mas no hay lirio en el prado ni amapola en trigo, ni aun estrella, que se pudiese comparar con ella. Yo le puse una esquila en un collar de más valor que el oro; silbé, llaméla y dila sal en mis manos por mayor decoro; que aun por ella entre espinas andar juzgan mis pies por clavellinas. Hice yo mi cabaña de tres palos, por ella, en ese monte para que a la montaña no se vaya perdida, y se remonte de mi sabroso pasto, en compañía de un cordero casto. Mas no sirvió de nada ni amalla ni querella ni servilla; que cuando más guardaba, se me fue con los lobos de la villa, Dios sabe cómo vengo, la sed, el ansia y el calor que tengo. DOÑA CLARA Pastor, que tan celoso vienes buscando tu querida oveja, mira ese soto umbroso; que si la sed con la calor la aqueja, al agua vendrá luego. PASTORNo hará, porque ya tiene muerto el fuego. DOÑA CLARA Yo, pastor, a lo menos no la he visto pasar por este prado. PASTORTeniendo vos tan llenos los ojos del marido regalado que tenéis en los brazos, haciendo al cuello suyo tantos lazos, no lo habréis advertido. Quedad con Dios. Váyase. DOÑA CLARA ¡Qué hermoso y lindo talle! ¡Con qué galán vestido andan los ganaderos deste valle! Despierte Félix. FÉLIX Clara, ¿con quién hablabas? DOÑA CLARACon un pastor, mientras durmiendo estabas. FÉLIX¿Qué buscaba? DOÑA CLARA Una oveja; que te moviera a lástima la suya, pues que por ella deja todo el ganado, sólo porque arguya el amor que la tiene. FÉLIXQuien tiene amor, con tales ansias viene. DOÑA CLARA Sudaba, de cansado, por un rostro que a un rey honor le diera. Echado en el cayado miraba selvas, montes y riberas, a ver si parecía, y a silbos la campaña estremecía. Una honda de seda de tres lazos, que en uno remataban, porque llamarla pueda, se pendía del cinto, que adornaban un pasador y hebilla labrados por extraña maravilla. Las abarcas de pieles, asidas con lazadas encarnadas, a guisa de claveles entre azucenas blancas deshojadas, puestas me parecieron en los pies, que este prado florecieron. FÉLIX Sin duda que soñabas. DOÑA CLARAYo así lo creo, y todo ha sido un sueño. FÉLIX Como acaso pensabas en los amores de tu nuevo dueño, soñabas hermosura, y el alma fue el pincel de la pintura. Carrizo entre de soldadete, con espada y plumas. CARRIZO ¿Habemos hoy de acabar de dormir y de partir? FÉLIXSi al partir daña el dormir, ya le comienza a dejar. ¿Has dado bien de comer a esas bestias? CARRIZO A esas bestias, que sufren nuestras molestias, les di a comer y a beber. He comprado dos capones, que pueden servir a pavos los remates de los cabos, con un par de perdigones. Éstos van en el arzón. FÉLIXDios te haga bien. CARRIZO Cada día la bucólica me fía, y tú verás que no son las de Virgilio tan buenas, aunque por lisonja estén con aquellos versos bien Galo, Títiro y Mecenas. Pero falta lo mejor. DOÑA CLARA¿Cómo? CARRIZO Todo es cosa vil adonde falta un pernil; que escribe cierto dotor que, tomado por jarabe cada mañana, es la cosa más cordial y más sabrosa que de Hipócrates se sabe. Yo estoy muy bien con él por una cosa. FÉLIX ¿Y será? CARRIZOLa diferencia que va del agua, Félix, a él. El agua, para ser buena, ni color, sabor ni olor ha de tener. ¡Qué rigor! Sólo nombrarla da pena. Y el tocino, en competencia, tiene, para ser mejor, buen color, sabor y olor. ¿Cuál es mejor diferencia? Color, lo magro que exceda la grana, sabor que llame al vino, olor que derrame ámbar que vencerle pueda. Todas estas condiciones confortan y recuperan la vida, más que pudieran boticas ni confecciones. Tome un poeta al aurora dos tragos sanmartiniegos, con dos bocados manchegos desto que Mahoma ignora (Belcebú le lleve presto a Argel o a Constantinopla), y podrá de copla en copla henchir de versos un cesto. Beba agua, aunque sea endibia, con azúcar o rosado o blanco; y, el día pasado, hará una copla tan tibia, que parezca que ha salido por boca de cantimplora. DOÑA CLARANotable vienes agora. CARRIZOAlegre traigo el sentido. FÉLIX ¿Adónde habemos de ir? CARRIZOVamos a la gran Toledo; que en nombrándola, no puedo ni tengo más que decir. Gente noble, entendimientos raros, damas siempre hermosas. DOÑA CLARA¡Qué cosas tan enfadosas! CARRIZO¿Celos? DOÑA CLARA No. CARRIZO ¿Qué? DOÑA CLARA Pensamientos. CARRIZO Digo que no vamos ya; y si buscas gente fea, pasémonos a Guinea, que no habrá celos allá, porque en Mandinga y en Zape nunca han entrado los celos, si no es que quieran los cielos que dellos nadie se escape. ¡Pardiez, vamos a Sevilla! FÉLIX¡Oh, qué famosa ciudad! CARRIZOY de mayor libertad que las que tiene Castilla, porque la gran confusión de grandeza y forasteros, de naves y de extranjeros, causa de tenerla son. Es bellísima en extremo. DOÑA CLARAApresta, y vamos allá, aunque en toda España habrá el mismo temor que temo. CARRIZO A Valencia puedes ir, que es un Jardín en la tierra. FÉLIXNotable grandeza encierra; mas no podremos vivir sin que quién somos se entienda. CARRIZOPues vamos a Barcelona, ciudad que la mar corona por su mas querida prenda; y podéis por Vinarrós pasar a Italia, o por ella. DOÑA CLARATodo el amor lo atropella: muramos juntos los dos. Vamos a cualquier lugar. FÉLIXHacia Toledo camina... o Valencia, si imagina Clara que la han de buscar. CARRIZO Las mulas están a punto y la cena. FÉLIX Pues ¿qué esperas? CARRIZOQue partas, y que tú quieras. DOÑA CLARAPor el lugar te pregunto. CARRIZO Habrá dos leguas no más. DOÑA CLARAPues pica. CARRIZO ¡Lindo camino, adonde pernil y vino no pueden faltar jamás! FÉLIX ¿No vas contenta, mi amor? DOÑA CLARA¿Pues no? CARRIZO Caminemos presto. DOÑA CLARAAlgún cuidado me ha puesto lo que me dijo el pastor. Váyanse. Entren el ángel, ya en figura de doña Clara y don Carlos. ÁNGEL Yo os prometo hacer mi diligencia y persuadir mi padre a vuestro gusto; mas la palabra habéis de darme luego de no poner las manos ni la espada en ese caballero. DON CARLOS ¿Quién o cómo os ha dicho, señora, que quería castigar a don Juan de aqueste agravio? ÁNGELBasta que yo lo sepa. DON CARLOS Mal he dicho en preguntaros cómo lo supistes; que vuestra santidad es tan notoria en toda la ciudad, que sólo un hombre tan malo como yo fuera ignorante y peregrino de virtud tan rara, y cómo lo sabéis os preguntara. ÁNGELCarlos, no, quiere Dios que los agravios venguen los agraviados; y así, dice que no busquéis venganza, en el Levítico, ni os acordéis de la pasada injuria: suya la llama en el Deuteronomio. Judit dice que esperen los humildes; David le ruega a Dios que se levante, y que le vengue de sus enemigos. Que no se olvida, dicen los Proverbios, y que es Dios de venganza, en quien es justo que espere el hombre libertad y honra. El que pidiere a Dios de quien le ofende satisfacción, nos dice el Eclesiástico que la hallará sin duda, y a Idumea promete Dios por Israel castigo, por quererse vengar de su enemigo. Tres veces llama a Dios Nahum, profeta, vengador, y aun el mismo Señor dice, por San Mateo, que volváis el rostro a quien os diere en él, y a los romanos y hebreos Pablo escribe estos consejos. Diego y Pedro nos muestran esto mismo, y de las almas de los justos dice Juan en su Apocalipsi que pidiendo están a Dios venganza de su sangre. Pedilda, pues, a Dios, señor don Carlos, y a mí dejadme el cargo de abonaros, si hoy me viere mi padre, como pienso, aunque siempre me ve mi Padre inmenso. DON CARLOS Clara, más clara y pura que el sol claro; Clara, que las estrellas obscureces, no sólo con oírte y con mirarte, piedad infundes en mi duro pecho, pero me obligas que a tus pies echado, pida perdón de mi pasado intento a Dios y a ti, por quien sus voces siento. Verdad es que matar a don Juan quise; mas ya, si quieres que perdón le pida, haré lo mismo que contigo hago. ÁNGELNo, que será advertirle, pues no sabe la ofensa que intentabas a su vida. Yo te prometo de cobrar tu honra, aunque ninguna en esto aventuraste, y de pedirle que te vuelva a Elena, como al principio fue su pensamiento, para que llegue a efecto el casamiento. DON CARLOS Señora, con mirarte estoy de suerte, que ya no sólo quiero que le pidas me vuelva lo que tanto he deseado; pero si quieres que de aquí me vaya a Salamanca, y que con un pobre hábito me ponga en un recluso monasterio, lo haré sin detenerme: tales rayos me da sólo mirarte. ÁNGEL Cuando fuera de Dios la vocación, yo me alegrara. Agora trata de tomar estado, que mi hermana te quiere, a lo que pienso, y en fin es sacramento el matrimonio, en que podéis vivir como Tobías vivió con Sara tan alegres días. Guárdate, si se hiciere este concierto, de llegar, como aquellos desdichados y lascivos mancebos que a las manos murieron del demonio; sino ofrece a Dios humilde tu oración, y pide que sea aquella junta sólo a efecto de su servicio. DON CARLOS Si por ángel, Clara, te llevo en el camino de mi intento, ¡oh, qué honesto será mi pensamiento! Sé tú mi Rafael, ve tú conmigo. ÁNGELVete con Dios, que Dios irá contigo. Váyase don Carlos. ¡Oh, soberana piedad, qué de cosas que te deben los hombres, y no los mueven a agradecida humildad! ¡Cuánto sufre, cuánto aguarda, pues por quien le despreció, hace que su Madre y yo sirvamos de buena guarda! ¡Cuán altos son tus secretos, sin que se entienda a qué fin! ¿Qué abrasado serafín penetrará tus conceptos? La portera. PORTERA Haga vuestra caridad que llamen al Mayordomo. ÁNGELTambién su defensa tomo. No está agora en la ciudad, que es ido a cierta cobranza. Mejor diré perdición. PORTERAPues he pensado que son dineros de una libranza. ÁNGEL ¿Libranza? Yo los daré. ¡Ay, Dios! ¡Si la suya fuera, y Félix libre se viera del pecado en que se ve! PORTERA Cien ducados se han de dar también para la madera del cuarto nuevo. ÁNGEL ¡Ah, sí! Espera, que no les han de faltar. PORTERA ¿Para qué en esta ocasión el Mayordomo enviaste, que no hay leña que se gaste, y se ha acabado el carbón? ÁNGEL Todo se ha de proveer; Félix ocupado está; si hay alguna falta acá, decid lo que es menester. PORTERAHay una y muchas. ÁNGEL Pues yo acudiré a todas luego. PORTERAQue hables al hombre, te ruego, que el monumento pintó. ÁNGEL Pues ¿cómo no le han pagado? PORTERAPor faltar Félix de aquí. ÁNGELAhora bien, pídanme a mí, pues Félix anda ocupado. A Vísperas han tañido. PORTERADespués dellas es costumbre, si no te da pesadumbre (que para ti no lo ha sido), barrer tal día como hoy el coro y claustro de afuera, la abadesa la primera. ÁNGELLa menor de todas soy; apercíbeme una escoba. PORTERA¡Qué humildad! ¡Qué perfección! Por cierto que el corazón, a cuantos la tratan, roba. ÁNGEL Pues ténmela apercibida. PORTERAYo lo haré. ¡Qué alegre parte! de unos días a esta parte está en ángel convertida. Váyanse, y entren Félix y Carrizo. FÉLIXY ¿duerme Clara? CARRIZO Vestida, sobre la cama está echada. ¿De qué suspiras? ¿Qué tienes? Responde. ¿Enmudeces? Habla. FÉLIXNo sé qué tengo, Carrizo; vete, no me digas nada, que no quieren mis tristezas que nadie sepa la causa. CARRIZO¡Tú secreto para mí! FÉLIXSi he de decir verdad clara, Clara me ofende, Carrizo; Clara me enfada y me cansa. CARRIZO¡Clara, más bella que el día! FÉLIXPues en las cosas humanas, ¿piensas tú que están los bienes seguros de sus mudanzas? Con la furia que la amé, ha caído en mi desgracia, y ella lo va conociendo; que ya se lo dice el alma. CARRIZO¿Por qué? FÉLIX Yo te lo diré. CARRIZOEn lo público no hay falta; si las tiene en lo secreto... FÉLIXOye, que es otra la causa: desnudándose una noche, le vi encima de la faja un habitillo pequeño. Preguntéle por qué andaba con esas reliquias ya, y díjome: «¿Qué te espanta? Que como el primero Esposo, me dio, Félix, estas armas, y nunca el amor primero de todo punto se acaba, ansí estimo aquestas prendas, porque éstas son las del alma, como las tuyas del cuerpo.» En diciendo estas palabras, temblé como si estuviera donde el azogue se saca. Dormí mal aquella noche, imaginando la espada de Cristo sobre mi cuello, del adulterio en venganza. Fuíme a la iglesia otro día, que aun no era bien de mañana, y quitándole el sombrero a un crucifijo que estaba sobre los arcos del claustro, le vi volver las espaldas, de suerte que los dos clavos que tenía por las palmas, quedaron por lo de encima las dos cabezas sacadas. Miré abajo, y vi hacia mí de los pies vueltas las plantas, donde los clavos también las cabezas remataban. Erízaseme el cabello de imaginar tales ansias como entonces recibí. Yo pienso que si tomaran cada cabello, pudieran pasar con él una tapia. No me atreví a hablar, Carrizo, ni a oír misa. CARRIZO ¡Cosa extraña! Muriéndome estoy de miedo. FÉLIXA Clara he escrito, esta carta, aunque breve de razones, de pesadumbres bien larga. CARRIZOPues ¿dónde te quieres ir? FÉLIXPienso dar la vuelta a Italia con el dinero que queda. Llama, amigo, al huésped, llama. CARRIZOÉl viene, no te apasiones. Un huésped. FÉLIXHuésped, yo traía hurtada esa señora, que ahora mi esposa y mujer llamaba. El temor de la justicia, de su presencia me aparta con este mozo también, que fue cómplice en sacarla. Decilde que adiós se quede, y daréisle aquesta carta, que no hay derecho en la fuerza, ni en las desdichas palabra. HUÉSPEDMucho me pesa, señor, que de esa suerte se vaya; háblela, por Dios, primero. FÉLIXNo hay que tratar, esto basta; no me puedo detener. Ven, Carrizo. CARRIZO ¿A dónde? FÉLIX A Italia. CARRIZOVamos a romper el mundo, ya segura la garganta; que esto de sacar la lengua y andar por sogas tan altas, es burla de volatines: ellos esas vueltas hagan. Váyanse Félix y Carrizo. HUÉSPED¡Ah, señora! ¡Ah, mi señora! Doña Clara. DOÑA CLARA¡Jesús! ¿Qué es esto? ¿Quién llama? HUÉSPEDEl huésped. DOÑA CLARA ¿Qué quiere el huésped? HUÉSPEDQue recibáis esta carta. HUÉSPED De aquel gentilhombre que ayer os trujo a mi casa; y porque es de poco gusto, y lágrimas no me agradan donde no he de ser remedio, sola os quedad a llorarlas. Váyase el huésped. DOÑA CLARAAbra y lee. «Clara, yo sé que nos siguen y que ya toma venganza tu Esposo, del adulterio que habemos hecho en su casa. Yo te dejo, y voy tan triste...» No más, letras desdichadas. ¿Ésta es la fe de los hombres? ¡En viento y palabras pagan! DOÑA CLARA¿De quién? ¡Ay, miserable de mí, perdida y en tierra extraña, sola, sin Félix!... ¿Qué digo? Sin Félix no fuera nada; mejor dijera sin Dios, a quien he vuelto la cara, y sin mi querido Esposo, a quien rompí la palabra. ¿Qué menos me prometían tan malas obras, que paran siempre en tan míseros fines? Cansóse, que todo cansa. ¡Oh, gustos del mundo loco, flores hermosas al alba, marchitas al mediodía, y a la noche derribadas! Gigantes, imaginados, son los deleites, que pasan como sueño, y quien los goza, muy diferentes los halla. Recelos desto tenía. Engañóme la esperanza: púsela en un hombre vil, baja sangre, obscura casta; pero quitéla de Dios: ¿A dónde en el mundo hallara en quien segura estuviera? ¿Qué haré? Toda estoy turbada. Ya tiemblo mi airado Esposo, y no sé por dónde vaya a buscarle, aunque jamás cerró sus puertas al alma que le llamase contrita. Mas ¿cómo alzaré la cara que le negó tan vilmente? Afuera desconfianza, que yo no ofendí marido de la tierra, que se baña espada y mano en la sangre de quien la fe le quebranta. A Dios ofendí. Pues, Dios, si a nadie cierras tus llagas, a ti voy; piadoso eres, yo sé, Esposo, que me aguardas. ¿Esposo dije? ¡Ay de mí! Adúltera soy. Desata, corazón, estas dos fuentes, y a la Reina de la gracia toma por madrina, y dile... Pero no le digas nada hasta confesar tus culpas, pues conoces que son tantas. FIN DEL ACTO SEGUNDO Acto tercero HABLAN EN EL TERCER ACTO CARRIZO.Basurto. FÉLIX.Olmedo. TRES BANDOLEROS.Coronel, España, Callenueva. LISENO y COSME, villanos.Argüello, Luis. DOÑA CLARA.María de Argüello. DOS DAMAS.Catalina, Jerónima. DOS GALANES.España, Luis. DOS MÚSICOS.Vivar. DOS NADADORES.Callenueva. DON CARLOS.Benito. UN PASTOR.Riquelme. UN ÁNGEL.Mariana. DON PEDRO.Quiñones. GINÉS.Coronel. LA HORTELANA.Jerónima. LA PORTERA.Catalina. CARRIZO, fingido.Vivar. UN PLATERO.Callenueva. Carrizo y Félix. CARRIZO Mil veces oí en Castilla que en el Coll de Balaguer había bien que temer, ya porque es del mar la orilla, y moros de Argel, piratas, entre calas y recodos, donde después salen todos, tienen ocultas fragatas; ya porque en él, por pasiones, nunca faltan bandoleros. FÉLIXQuien lleva pocos dineros, cantar suele entre ladrones, como lo dijo un poeta. ¿Qué tenemos que temer, pues que nos faltaba ayer? CARRIZOY el moro, ¿no te inquïeta, que hace los cuerpos dinero, cuando en Biserta los vende, o en Trípoli? FÉLIX Nunca me ofende el moro ni el bandolero tanto como yo a mí mismo, imaginando que estoy en España. CARRIZO Triste voy, que soy alma de tu abismo. FÉLIX Años ha, Carrizo hermano, que de España a Italia fuimos, donde hasta agora estuvimos sirviendo y viviendo en vano, pues no merecemos vida, aunque con seguridad, pues que por nuestra maldad fue la muerte merecida. La patria o la perdición nos lleva a Ciudad-Rodrigo, y yo pienso que al castigo. CARRIZOSecretos del cielo son. Mil veces el delincuente, sin entender quién le lleva, quiere que vaya y se atreva a poner entre la gente donde comete el delito. Tal puede ser que los dos vamos, queriéndolo Dios. FÉLIXA su piedad lo remito. Si un largo arrepentimiento, si una tierna contrición hallan la puerta al perdón, luz de mi remedio siento. La penitencia no ha sido tal como debiera ser. CARRIZO¿Tanto ha habido que comer? ¿Tan bien habemos dormido? ¿Qué regalo en tantos años por nuestros cuerpos pasó? FÉLIXHarto trabajo nos dio el tiempo en reinos extraños; que si se ofreciera a Dios, de satisfacción sirviera, aunque pequeña, y corriera por la cuenta de los dos. CARRIZO¡Válame Dios! ¿Qué habrá sido de doña Clara? FÉLIX No sé: no poco tormento fue su memoria en mi sentido. Mil veces me vi de suerte, que quise volver por ella, aunque de volver a vella me resultara la muerte. Fácil cosa fue dejalla; vivir sin ella no fue tan fácil, porque pensé morir volviendo a buscalla. Poco tuvo de nobleza el dejalla, en lo exterior, pues la engañé con amor y la dejé con bajeza. Pero como yo temí al Esposo que ofendía, busqué su vida y la mía, y al fin huyendo vencí. Errar es de hombre mortal, y más en esto que ves; pero de demonio es perseverar en el mal. CARRIZO Al fin volvimos a España, como ya desconocidos en rostro, barba y vestidos, si el tiempo no nos engaña. Ya salimos de la mar y entramos en Barcelona, donde no hallamos persona que nos pudiese juzgar menos que por extranjeros: lo mismo será en Madrid, Toledo y Valladolid. Cuatro bandoleros con sus pistolas y capas, de la montaña. BANDOLERO 1.ºPongan luego los dineros sobre esa piedra, soldados. FÉLIX¡Mal encuentro! CARRIZO Dile azar si ellos no le quieren dar, serán hidalgos honrados, porque no llevamos niente. BANDOLERO 2.ºLos vestidos se desnuden antes que de ahí se muden, o disparo. FÉLIX Espera. CARRIZO Tente. Váyanse desnudando. Ofrezco al diablo artificio, que con apretar la mano, derriba al hombre más sano hasta el día del jüicio. FÉLIX Trabajos me han sucedido, mas nunca en éste me vi. BANDOLERO 3.º¿No acaban ya? FÉLIX Señor, sí. CARRIZOParece que dio el vestido, según le manda quitar; pues no le cosía el sastre pensando en este desastre, que él diera priesa a hilvanar. Tomen, y vayan con Dios. BANDOLERO 1.º¿De dónde son? CARRIZO ¡Lindo aviso! ¿No lo ve? Del Paraíso, aunque no estamos los dos en estado de inocencia. BANDOLERO 2.ºY ¿adónde van? CARRIZO A acostar, porque tras el desnudar, no queda otra diligencia. BANDOLERO 2.º Por parecer gente honrada... CARRIZOHonrada su vida sea. BANDOLERO 2.ºDe cierta vieja librea, de unos pobres desechada, si quieren, los vestiremos. CARRIZOEso es dar ropa y oficio, que hay mil que piden de vicio, y de vicio pediremos. BANDOLERO 2.º Caminen. FÉLIX ¡Qué triste vida! CARRIZOMas te debes alegrar, que ya no puede faltar, por lo menos la comida. Váyanse, y entre Liseno, viejo villano y Cosme, su hijo. LISENO El tiempo de engerir, Cosme, a propósito, ha de ser en creciente de la luna, día sereno y claro; mas la rama ten cuenta que sea nueva; por lo menos que no pase de un año. En tierras cálidas, por mayo es la sazón; pero en las frías, por junio y julio. COSME Estoy tan inquïeto, que le escucho sin gusto y por respeto. LISENO Cuando vieres que suda la corteza y despide la yema, pon el ramo al pecho o sobre la rodilla, y corta, haciendo dos rayitas, como escudo, que por eso se llama de escudete. Ve por un lado alzando la corteza, y entre el dedo pulgar y el otro cógela, y sácala el meollo y aderézala, y en tanto que previenes otro corte, ponla en la boca. COSME Poco estoy atento. La huerta me perdone y los enjertos, que no se engieren bien vivos y muertos. LISENO Donde la has de asentar no tenga raja, que despide mejor estando lisa. Corta luego al través cuanto es la yema, y vela desviando por la parte de arriba, hasta quedar el corte justo. COSMEPadre, yo escucho con bellaco gusto. Dejaos de enjertos de escudete agora, de mesa, pie de cabra o cañutillo, coronilla, barreno o calabaza, y tratad de engerirme en casamiento, porque solo no puedo llevar fruto. Poned en esto el pensamiento, padre; que la huerta ya tiene plantas y árboles. Las plantas duran tres y cuatro años, los árboles a treinta y a sesenta, y árboles hay que pasan de cien años, llevando, como veis, sabroso fruto. A no ser vos enjerto con mi madre, Cosme no fuera fruto vuestro, padre. LISENO ¡Maldito seas, que aún apenas tienes treinta años, y ya tratas de casarte! Y tú, ¿serás, por dicha, para eso? COSMEAún hay en el lugar algún testigo; demás, que no será el peligro vuestro. LISENOMuchas aldeas tiene y caserías la ribera del Tajo; en ellas viven labradoras hermosas; yo te ofrezco poner los ojos en alguna a intento de engerirte con ella en casamiento. COSME No, padre, no; que ya sé yo la moza que el ánima me pudre y me retoza. LISENO¿Quién, Cosme? COSME Juana, aquesta moza nuestra. LISENO¡Pues! ¡Juana! ¿Una mujer que habrá tres años que aquí vino perdida? ¿Estabas loco cuando te dio tan deshonroso intento? COSME¡Pardiez, padre! Vos sois un mentecato si infamáis la limpieza de su trato. Vive como una santa, recogida en oración perpetua y en ayunos; métese en esas peñas, que coronan las márgenes del Tajo, y dase en ellas tantos azotes, que sus carnes bellas las hacen jaspes con la sangre viva; y ¡llamáisla perdida y fugitiva! LISENO Pues cuando sea tal como tú dices, ¿estaráte a propósito que tengas una mujer tan penitente en casa? COSME¡Qué mal sabéis el fuego que me abrasa! No sé lo que me traigo, que al oído me andan diciendo, cuando está en el campo, que la fuerce, la ruegue y solicite, la penitencia y la oración la quite. LISENO Ella es hermosa, y no eres, Cosme, solo el que pretende desviar a Juana de aquellos recogidos pensamientos; que el señor de la huerta por momentos la viene a ver y a molestarla tanto, que crece su dolor y aumenta el llanto. Mas pues que Juana, Cosme, es a tu gusto, y tiene las costumbres que tú sabes, ¿qué mejor dote? Yo la haré mi hija. COSMEEl cielo aumente, padre, vuestros años. LISENOSufre hasta el fin los amorosos daños. Váyase Liseno. COSME Esto que traigo en el pecho no es posible que es amor, porque parece un ardor de muchos infiernos hecho: A mí me incita y me mueve tan vivo desasosiego, que es nieve, y me abrasa en fuego, y es fuego, y me hiela en nieve. Si como, me está llevando, ¡oh, Juana!, tu perfección toda la imaginación, y estoy comiendo y pensando. Si duermo, despierto luego con tu nombre, de tal modo, que me parece que todo es un infierno de fuego. Ésta es la orilla del río; en él quisiera arrojarme, si pensara que templarme pudiera el tormento mío. ¡Oh! Hela allí. Corazón, no tembléis de un ángel ya. Clara, de labradora. DOÑA CLARA¿Cuándo, Señor, llegará de mi pecado el perdón? ¿Cuándo, Jesús de mi vida, me dirá vuestra piedad, pues le costó mi maldad toda la sangre y la vida: «Mujer, perdonada estás»? Pero ¿cómo podrá ser que esto pueda merecer la que no os sirvió jamás, la que siempre os ofendió, la adúltera del Esposo más honrado y más hermoso que el cielo a la tierra dio? Pero tengo confianza en esa sangre, Señor, que aunque es roja en el color, es verde por la esperanza. ¡Jesús mío, yo pequé! ¡Terrible fue mi pecado! Vos sabéis lo que he llorado en esta esperanza y fe. Díceme aquel enemigo que no me ha de aprovechar, y que vos me habéis de dar, como a adúltera, castigo; mas yo le digo, Señor, que nunca vos despreciáis corazón en quien halláis este contrito dolor. ¡Ay, piadosa Virgen bella! ¿Qué fuera de mí sin vos? ¿Por dónde llegara a Dios, por tal mar, sin tal estrella? ¡Ay, cielos! ¿Quién está aquí? COSMECosme soy; ¿de qué te alteras? No son mis manos tan fieras, que te defiendas de mí. ¿Cuál oso viste bajar de los montes de Toledo, que te ha causado tal miedo? Pero debes de pensar que vengo a hurtar la colmena de la miel de tu hermosura. DOÑA CLARAAsí Dios te dé ventura, y a mí, Cosme, me haga buena, que me hagas un placer. COSMEMándame, Juana, y verás que en mandarlo tardas más que yo lo tardo en hacer. DOÑA CLARA Que vuelvas a nuestra quinta por un libro que olvidé. COSMESi voy, ¿dónde te hallaré? DOÑA CLARAEn esta alfombra que pinta de tantas flores el Tajo. COSME¿Está en tu aposento? DOÑA CLARA Sí. COSMEPues yo vuelvo luego aquí, porque vuelo, y sé el atajo. No te vayas, desdén mío. Váyase Cosme. DOÑA CLARA Divino vencedor, de amor vencido, con túnica de sangre y con diadema, donde escribió la Majestad suprema el nombre que vos solo habéis leído; Cordero asado en cruz, el pecho herido, para que exhale el fuego en que se quema, en cuya herida amor con hostia y nema firmó la carta al hombre redimido; ¡quién se alistara, capitán benigno, debajo desa cruz, bandera santa, imperio que en sus hombros se enarbola! Cordero de Sión, si fuera digno mi pecho de ofreceros la garganta, yo os siguiera con palma y con estola. Grita de música y baile, damas y galanes, y un mozo con un tabaque de medienda. MÚSICOS Lavaréme en el Tajo, muerta de risa, que el arena en los dedos me hace cosquillas. DAMA 1.ª Pon la merienda en el prado, que él nos servirá de mesa. DOÑA CLARA¡Lo que el demonio atraviesa por despertar mi pecado! GALÁN 1.º ¡Hermosa estás como un oro! DAMA 2.ºY tú, galán como un sol. GALÁN 1.º¿Hay tan dichoso español? DOÑA CLARAAlma, mientras cantan, lloro. MÚSICOS Que no quiero bonetes, que soy muy boba, y en andando con picos, me pico toda. DOÑA CLARA Todas invenciones son del demonio, que despierta mis deleites. DAMA 1.ª ¿No es la huerta de mayor recreación? GALÁN 2. Yo me quiero desnudar. GALÁN 1.ºY yo, que hace gran calor. GALÁN 2.ºEn aquel chopo es mejor. DAMA 1.ª¿Huélgaste de ver nadar? DAMA 2.ª ¿Eso dudas? DAMA 1.ª Pues allí podréis pasar la merienda. GALÁN 1.ºMil primores, dulce prenda, haré en el agua por ti. MÚSICOS Si te echares al agua, bien de mis ojos, llévame en tus brazos; nademos todos. Entrense todos. DOÑA CLARA ¡Qué de cosas representa, para ponerme en cuidado, a mi deleite pasado quien mi perdición intenta! Pues, cuerpo, ya conocéis los castigos que lleváis. Dos gentileshombres entren. GENTILHOMBRE 1.ºMirad, Guzmán, que sudáis, y que a peligro os ponéis. Enjugaos, que tiempo habrá. GENTILHOMBRE 2.º¡Oh, qué graciosa aldeana con veinte ovejas? GENTILHOMBRE 1.º Serrana, ¿dónde menos hondo está? DOÑA CLARA No nadéis si no sabéis. GENTILHOMBRE 2.ºEn verdad que yo nadara adonde mejor templara... DOÑA CLARA De espacio, no os acerquéis. Id en buen hora a nadar. GENTILHOMBRE 1.º¡Lindo brazo! GENTILHOMBRE 2.º Y ¡qué rollizo! DOÑA CLARAEsto el demonio lo hizo, que no me quiere dejar. GENTILHOMBRE 2.º Daréle para corales, si a los labios me los trueca. GENTILHOMBRE 1.ºOiga, no sea tan seca. DOÑA CLARASi son hombres principales, ¿no ven que es mucha bajeza tratar mal una mujer? GENTILHOMBRE 2.ºPeñasco debes de ser, aunque un ángel en belleza. Pues guárdanos los vestidos entre tanto que nadamos, porque desnudos pensamos despertarte los sentidos. DOÑA CLARA Esas palabras no son de gente desta ciudad. GENTILHOMBRE 2.º¡Qué notable honestidad! GENTILHOMBRE 1.º¡Quedo, que tiene razón! Dejalda, que aún tengo miedo de una mujer virtüosa. GENTILHOMBRE 2.ºNo la he visto más hermosa en la Sagra de Toledo. Váyanse los dos. DOÑA CLARA No pienses, fiero enemigo, volverme al mundo jamás; que esto que a mis ojos das, te pienso dar en castigo. Así el alma se desagua cuando va de culpas llena. Dentro, como que nadan. GALÁN 1.º¡San Juan y la Magdalena! Un baño parece el agua. DOÑA CLARA Ojos, ya no hay qué mirar; mirad solamente al cielo, que en aquel hermoso velo hay mucho que contemplar. Dejad las cosas, mis ojos, del mundo, pues tales son, que han sido mi perdición y el blanco de mis enojos. Pensad en lo que perdí cuando mi Esposo dejé. ¡Ay, Señor!¿Cuándo osaré volver mis ojos a ti? Dulcísima vida mía, ¿cómo dejé tus regalos? ¿Cómo por otros tan malos olvidé tu compañía? ¿Cómo te quebré la fe? ¿Cómo el anillo rompí que me diste y que te di cuando tu mano toqué? ¡Llorad, ojos, no os canséis! Y ¡ojalá pluguiera a Dios fuérades mil como dos, porque dos poco podréis! ¿Dónde estás, Esposo mío? ¡Oh, qué enojado estarás! ¡Ay, Dios! ¿Si recibirás los suspiros que te envío? Señor, que en piedad excedes mis culpas, dame tu luz; clavado estás en la cruz; no te me irás, que no puedes. El pastor. PASTOR Verdes riberas amenas, frescos y floridos valles, aguas puras, cristalinas, altos montes, de quien nacen, guiadme por vuestras sendas y permitidme que halle esta prenda que perdí y me cuesta amor tan grande. Ya de pisar las espinas llevo teñidas en sangre las abarcas, y las manos rotas de apartar jarales. De dormir sobre el arena de aquella desierta margen, traigo enhetrado el cabello; y cuando el aurora sale, mojado con el rocío que por mi cabeza esparcen las nubes que del sol huyen, humedeciendo los aires. ¡Ay, Dios, qué cansado estoy! ¿Qué cayado habrá que baste para sufrir este peso? DOÑA CLARACielo santo, declaradme si es este pastor aquel que vi en el Tormes, la tarde que en mi regazo dormía Félix al pie de unos sauces. ¡Ah, pastor! ¡Ah, ganadero, que Dios muchos años guarde! Paréceme que otra vez te he visto yo en otros valles, porque es tanta tu hermosura, que años y trabajos tales no han borrado en mi memoria esas más que humanas partes. ¿Vives agora estos montes? ¿Guardas ganado? ¿Qué haces en las orillas del Tajo? PASTORSerrana, lo mismo que antes. ¿No te acuerdas que buscaba por prados, por arenales, por sierras, por altos montes una oveja aquella tarde? Pues la misma busco agora; que tan perdido me trae, que no volveré sin ella a los ojos de mi Padre; aunque siempre estoy en ellos por la merced que me hace, por el amor que me tiene, y porque somos iguales. DOÑA CLARAPastor gallardo y hermoso, ¿por qué te cansas en balde? Que tanto amor no merece cosa que tan poco vale. ¿Para qué perdido vienes, pues aunque peñas ablandes con silbos, no la enterneces? Que son bien claras señales que vino a manos del lobo. PASTORSí vino; que el lobo infame persigue ovejas que estimo, porque presume vengarse de un golpe que cierta vez le di en un monte una tarde, aunque por darle con fuerza no me costó poca sangre. Mordióla, no la comió. DOÑA CLARA¿Es posible que la llames tanto tiempo, y que no venga? PASTORNo se atreve, aunque bien sabe que estoy los brazos abiertos siempre que ella me buscare; porque yo no soy pastor como algunos arrogantes que vengan los adulterios que las ovejas les hacen. Si ellas lloran y les pesa (que no ay cosa más süave para mí, que ver llorar, porque el corazón me parten), luego les doy sal, y algunas con esta sal tales salen, que no hay carne más sabrosa en la mesa de mi Padre. Váyase. DOÑA CLARANo te vayas. Oye, espera. ¿Sueño o velo? ¿Si me hacen estas burlas mis deseos? Mas ¡ay, burlas celestiales! Ora pasen a mis ojos, ora en mis sentidos, pasen, avisos me ha dado el cielo para que su gracia alcance. Ir quiero animosamente, en este villano traje, desde aquí a Ciudad-Rodrigo. Quizá este pastor es ángel, y me anima a dar la vuelta donde penitente acabe esta miserable vida. Ángel, si lo sois, guiadme. Váyase, y entren el ángel, en el hábito de doña Clara, y don Pedro. DON PEDRO Por ti casé mi hija con don Carlos, porque a no ser por ti, no se la diera, a mis deudos cansado de escucharlos. No digo que es tu hermana la primera ¡oh, Clara! que ha vivido mal casada; pero que yo su bien y paz quisiera. Ni digo yo de ti que estás culpada: yo sé cuán bueno en esto fue tu intento; pero sé que es Elena desdichada. ÁNGEL Pues ¿qué tiene don Carlos? DON PEDRO Descontento; que no quieras más mal para un casado, aunque no sabes tú de casamiento. ÁNGEL Yo vivo con mi Esposo regalado en otro matrimonio diferente. DON PEDRO¡Dichosa quien escoge tal estado! Dos años ha que vive como ausente, que mujeres y juego le distraen: tras esto, celos bien injustos siente. ÁNGEL Cosas son que los años verdes traen. Querrá Dios que don Carlos caiga en ello; que muchos se levantan aunque caen. Envíamele acá. DON PEDRO Si puedo hacello, que teme tu virtud, porque los malos huyen la luz. ÁNGEL La vida es un cabello. Yo no sé quién estima sus regalos, si de tan débil cosa está pendiente. DON PEDRORinde la mocedad el fruto a palos. Yo voy a hacer que venga. Váyase don Pedro. ÁNGEL ¡Oh, Clara, ausente de tu casa legítima y tu Esposo! Aunque es verdad que tengo a Dios presente, y ejercito un oficio tan honroso, deseo tu remedio y que ya vengas; que puesto que en la tierra estoy glorioso, mi gloria aumentaré cuando la tengas. Entre un platero. PLATERO Como licencia me diste, en la portería entré. ÁNGELHoy a llamarte envié, que en cuidado me pusiste. La custodia... ¿está acabada? PLATEROY con el mayor decoro de primor que alcanza el oro..., digo, la plata dorada. ÁNGEL Bien has hecho, que ha de ser casa del Señor del cielo, que en el compás de aquel velo se quiere en cifra poner. Aunque tan grande, está allí como en la cruz y en el cielo. PLATEROAunque te agradó el modelo, con el arte le vencí. ÁNGEL ¡Dichoso tú, que fabricas casa a Dios! DON PEDRO Tú más dichosa, que tan santa y virtüosa le alabas y glorificas. ¡Dichosa tú, que mereces lo que al indigno se priva, pues eres custodia viva del mismo Dios tantas veces! ÁNGEL Dios sabe, amigo, quién soy: deja a Dios toda alabanza. PLATERODame dinero o libranza que pueda cobrarse hoy; que me matan oficiales. ÁNGELHoy tendrás todo el dinero. Don Carlos entre, y Ginés. DON CARLOSDigo que esperar no quiero, y que entraré, pues no sales. ÁNGEL ¿Qué es esto? DON CARLOS En el oratorio te esperaba, y me cansé. ÁNGELReñirte quiero. DON CARLOS ¿Por qué? ÁNGELPorque es tan claro y notorio cómo tratas a mi hermana, y porque dice enojado mi padre, que causa he dado a cosa tan inhumana. Tú, Carlos, ¿eres aquel que tan humilde decías que a doña Elena serías humilde, honesto y fiel? ¿Tú quien juraba sacar mentiroso a tu enemigo, y no hay en Ciudad-Rodrigo quien no te venga a culpar de ingrato a tanta hermosura, y de atrevido a tu honor? DON CARLOSEl divino resplandor, llama de la lumbre pura que sale de aquesa cara, Clara, me obliga a respeto; que si no, yo te prometo que no le tuviera, Clara. Elena, celosa, ha dado causa a hablar mal de mi honor. ÁNGELYo lo sé todo mejor, y en lo que andas ocupado, qué papeles escribiste a quien sabes, y qué cosas, con palabras amorosas, en su reja le dijiste. Sé lo que habéis concertado, y sé... DON CARLOS Detente, por Dios, que lo que pasa entre dos, Dios te lo habrá revelado. ¡Oh, Clara, cuya virtud me avergüenza! En esos pies pido perdón. ÁNGEL Esto es, Carlos, buscar tu quietud. No des a Elena ocasión, ni a mi padre estos enojos. DON CARLOSTendréla sobre mis ojos y la pediré perdón. La hortelana entre. HORTELANA Acude presto, sóror Clara, que sóror Magdalena en este punto, paseando la margen del estanque, cayó en sus aguas y se ha hundido en ellas. ÁNGELDame licencia, Carlos. DON CARLOS ¡Qué desdicha! HORTELANAPresto, señora, que se está anegando. ÁNGELLa Buena Guarda la estará guardando. Váyanse los dos. DON CARLOS ¿Qué sientes desta santa? GINÉS Que la tiene en gran veneración la ciudad toda, y que se cuentan della cosas raras. DON CARLOS¿No ves cómo entendió mi pensamiento? ¿No ves cómo ha sabido los amores que trataba en secreto con doña Ana? GINÉSElla es un serafín en forma humana. DON CARLOS Yo pienso desde hoy más tenerla miedo, y enmendar mis locuras. GINÉS Todo es burla, sino dormir, segura la conciencia. DON CARLOS¿Quién no envidia, Ginés, un hombre justo, sabiendo que es la vida tan incierta, y que es la muerte tan forzosa y cierta? La hortelana entre. HORTELANA Para que no te vayas sin que sepas un milagro tan raro, y seas testigo, así como llegó Clara al estanque, entró por él, y sin mojarse el hábito, asió de un brazo a sóror Magdalena, y la sacó a la orilla viva y sana: dilo a su padre y a su amada hermana. Váyase. DON CARLOS ¿Qué te parece? GINÉS Sin sentido quedo. DON CARLOSY yo confuso entre esperanza y miedo. Doña Clara entre en hábito de labradora. DOÑA CLARA Si tan grande atrevimiento ha sido de Dios guiado, debe de ser mi pecado que quiere dar escarmiento, y anda a buscar su castigo; pues no solamente entré en este traje, y a pie y sola en Ciudad-Rodrigo, pero hasta la misma puerta de la casa que dejé cuando a mi alma cerré la que vio del cielo abierta. Gente hay en la portería. ¡Ay, mi casa regalada! ¡Ay, soberana posada, donde mi Esposo tenía! ¡Ay, Virgen divina, a quien encomendé aquel ganado que dejé por mi pecado! ¿Habéisle guardado bien? ¿Quién lo duda, si de Dios cuanto queréis alcanzáis? GINÉSPues, hermana, ¿a quién buscáis? DOÑA CLARANo os busco, señor, a vos. GINÉS ¡Qué bonita labradora! DON CARLOS¡Hermosa, por vida mía! DOÑA CLARASaber, señores, querría quien es abadesa agora deste santo monasterio, porque la quisiera hablar. ¡Ay, Dios! ¿Quien ha de contar tal deshonra y vituperio? DON CARLOS La que es abadesa aquí es doña Clara de Lara. DOÑA CLARA¡Doña Clara! DON CARLOS Sí, y más clara que el sol. DOÑA CLARA ¿Burláisos de mí? Pues ¿no ha tres años que es muerta? DON CARLOS¡Muerta! Debéis de estar loca. DOÑA CLARA¿Si éste me conoce, y toca algo de mi historia incierta? DON CARLOS Doña Clara es una santa; vive en este santo templo, dando a todo el mundo ejemplo, que sus alabanzas canta. Agora acaba de hacer un milagro. DOÑA CLARA ¿Qué es aquesto? GINÉSVamos a decirlo presto. Váyanse don Carlos y Ginés. DOÑA CLARA¿Quién será aquesta mujer? Yo, ¿no soy Clara? ¡Ay de mí! Pues ¿cómo aquí vive Clara? Y más que dijo de Lara, que también me llamo ansí. Temblando estoy. ¿Qué será? El ángel entre. ÁNGELClara, no te turbes; mira que de tu Esposo la ira se viene templando ya. DOÑA CLARA ¿Sois, señora, la Abadesa? que tengo mucho que hablaros, y solamente en miraros, parece que el miedo cesa. Dícenme que os llamáis Clara; y aunque Clara en luz tan pura, oíd una Clara oscura, que a vuestra luz se declara. Yo soy... ÁNGEL No me digas más: ya sé quién eres. DOÑA CLARA Ya sé que eres santa; escuchamé. ÁNGELClara, en tu convento estás. Entra, y en tu celda propia, el hábito que dejaste cuando a tu Esposo negaste (de tu voto hazaña impropia), toma del mismo lugar; que en el tuyo quedé yo cuando Félix te engañó. DOÑA CLARALos pies te quiero besar. ¿Quién eres, señor? ÁNGEL No digas a nadie lo que ha pasado, sino en confesión. Yo he estado sufriendo tantas fatigas como me ha dado el servir el gobierno tantos años: recupera aquellos daños de tu pasado vivir con debida penitencia, porque te vuelva tu Esposo a su pecho generoso, después desta larga ausencia. DOÑA CLARA Di, ¿quién eres? Oye, aguarda. ÁNGELBasta que sepas agora que sirvo a cierta señora. DOÑA CLARADime el nombre. ÁNGEL Buena Guarda. DOÑA CLARA Animosa quiero entrar, siguiéndole. ÁNGEL Venir puedes. DOÑA CLARAEsposo, ¡tantas merecedes!... ÁNGELYa se lo puedes llamar. Entranse. Carrizo y Félix, de pobres. CARRIZO ¿Que nadie nos conoce? ¡Extraña cosa! FÉLIXNo venimos nosotros para menos. CARRIZOTodo sucede mal a quien ingrato corresponde a tan altos beneficios como de Dios recibe. FÉLIX Éste es el templo adonde yo fui indigno mayordomo. CARRIZO¡Qué miedo, Félix, de mirarle temo! FÉLIXYo pienso que los cielos me han traído para que agora pague mi pecado. CARRIZOY yo, ¿mondaré nísperos? Mas, dime, ¿cómo podrás cobrar, sin declararte, la hacienda por que vienes? Que es, sin duda, que tú y Clara, faltando un mismo día, han de pensar que tú su París fuiste, y pienso que los dos seremos Troya; que nos han de abrasar en vivo fuego, si viene algún jüez que estudie en griego. Entre el fingido Carrizo. FÉLIX Éste es, sin duda, el sacristán que agora tienen aquestas monjas: llega y háblale. CARRIZODeo gracias. ¡Qué temor me sobreviene! CARRIZO FINGIDOPor siempre. ¿Para qué a esta puerta viene? Vaya a la de la iglesia. CARRIZO Diga, hermano, ¿quién es el sacristán que agora sirve este convento? CARRIZO FINGIDO Yo, ¿no me conoce? Pero debe de ser extraño. CARRIZO Extraño de todo bien, y propio de mi daño. CARRIZO FINGIDOSeis años ha que en esta casa vivo. CARRIZO ¿Seis años? Mire, hermano, que se engaña, que agora tres estaba aquí Carrizo. CARRIZO FINGIDOPues Carrizo es el mismo que está agora. CARRIZO¡Carrizo! CARRIZO FINGIDOSí, que ese es mi propio nombre. CARRIZO¿Él se llama Carrizo? CARRIZO FINGIDO Así me llamo. CARRIZO¿Oyes aquésto? FÉLIX Atento estoy a todo. CARRIZO¿Que él es Carrizo? ¿Cómo de qué modo? CARRIZO FINGIDO Porque Juan de Carrizo fue mi padre, y mi madre Lüisa de Montalbo, cristianos viejos. CARRIZO Esos lo eran míos. CARRIZO FINGIDOTuve una hermana murió pequeña, y otra casada en Salamanca. CARRIZO ¡Cielos, que perderé el jüicio! FÉLIX Aguarda un poco, que hay más secreto en esto o estoy loco. Diga, señor, ¿quién es el mayordomo destas señoras? CARRIZO FINGIDO Es Esteban Félix. FÉLIX¡Esteban Félix! CARRIZO FINGIDO Sí, muy buen hidalgo, y no de poca hacienda. FÉLIX ¡Santo cielo! Pues ¿no ha tres años ya que es muerto ese hombre? CARRIZO FINGIDO¡Muerto! Agora le vi con la Abadesa. FÉLIXY ¿quién es la Abadesa? CARRIZO FINGIDO Doña Clara. FÉLIX¿Doña Clara de Lara? CARRIZO FINGIDO Sí, la propia. FÉLIXCarrizo, o es espíritu diabólico este mancebo, o celestial y angélico, porque hombre de la tierra es imposible. CARRIZO FINGIDODigan, señores, ¿mandanme otra cosa? FÉLIXQue os guarde Dios. Retírase el CARRIZO FINGIDO. CARRIZO¿Si somos los que fuimos? FÉLIX¿Si me he mudado yo? CARRIZO Tórnome loco. FÉLIXProcuremos hablar a la Abadesa, y sabremos qué es esto. CARRIZO Mi pecado, en otro el ser que soy ha transformado. Éntrense, y salga doña Clara, ya en su primer hábito, y don Pedro, su padre. DON PEDRO Bien tengo que agradecerte, Clara. ¡Venturoso el día que para la vejez mía fabriqué muro tan fuerte! Carlos me pidió perdón. DOÑA CLARAPues ¿quién señor padre, es Carlos? A todos tiemblo de hablaros, porque no sé la ocasión. DON PEDRO Como estás tan embebida en Dios, aún de tu cuñado, que a tu hermana has restaurado, por momentos se te olvida. DOÑA CLARA ¡Ah, sí! Carlos, el marido de... DON PEDRO De tu hermana. DOÑA CLARA Es ansí. DON PEDROCasástele tú, y a mí me sacaste de sentido, y al cabo ya de tres años, ¿preguntas de quién lo es? En fin, se puso a mis pies y confesó sus engaños. DOÑA CLARA Sin duda que éste es marido de Elena, y reñido habrán. Ellos amigos se harán, todo se pondrá en olvido. DON PEDRO Don Carlos así lo dice; y yo, Clara, que es razón, te debo su conversión. DOÑA CLARASeñor, lo que pude hice: Éste debía de ser mozo travieso sin duda. La portera y el platero. PLATERODice que a firmarla acuda, que agora lo puede hacer. PORTERA Firme vuestra caridad esta cédula a Lamberto. DOÑA CLARA¿Cómo? PORTERA Que vive, es lo cierto, Clara, en otra claridad. ¿No le conoces? DOÑA CLARA ¿Quién es? PORTERAEl platero. DOÑA CLARA Pues ¿qué quiere? PORTERALa firma, porque no espere. DOÑA CLARA¿La firma? Vuelva después. PLATERO Si la custodia he traído, y prometiste el dinero, ¿qué he de hacer? DOÑA CLARA A este platero, este dinero han debido por la custodia que ha hecho. Mostrad, que quiero firmar. DON PEDROTodo, amigos, es pensar en cosas de más provecho. PORTERA Que escribas al Almirante te ha pedido doña Inés. DOÑA CLARA¿Sobre qué? PORTERA ¡Harto bueno es en caso tan importante, y estando tu primo preso! DOÑA CLARA¿A dónde? PORTERA En Madrid lo está. DOÑA CLARA¡Ah, sí! Bien me acuerdo ya, aunque no bien, del suceso. PORTERA La muerte de don Lüis. DOÑA CLARASí, sí. DON PEDRO Toda está en el cielo. PORTERAPues vámonos, que recelo que a fuerte ocasión venís. Váyanse todos. DOÑA CLARA En extraña confusión el alma tengo ocupada; que mal los puede entender quien ha tres años que falta. Esos ¡ay, cielo! ha tenido tan buena guarda esta casa, que para mi confusión todas son buenas y santas. ¡Qué diferente gobierno es el que agora se halla! ¡Qué olor del cielo que tienen cuantas me miran y hablan! Y aunque no sé responder a las cosas de que tratan, ellas me dan la disculpa: dicen que estoy elevada. Pues yo haré, mi dulce Esposo, por estarlo en vos, con ansias tan amorosas y dulces, que allá se me quede el alma. Félix y Carrizo. FÉLIXTemblando llego, y es justo. CARRIZOParece que es doña Clara. FÉLIXTransformada está en el cielo. CARRIZOPienso que el alma le falta. FÉLIXMírala bien. CARRIZO Ella es; que desta manera estaba cuando salimos de aquí. Mas ¿si fue alguna fantasma la que llevaste a Toledo? FÉLIXSí, porque dicen que es santa y hace milagros; y aquí, ¿cómo o por adónde entrara si la hubiéramos llevado? CARRIZOYa vuelve en sí. FÉLIX ¡Cosa extraña! DOÑA CLARA¿Quién está aquí? FÉLIX ¿No conoces a Félix? ¿De qué te espantas? DOÑA CLARA¿No quieres que en verte tiemble, de mis desventuras causa? CARRIZOY ¿a Carrizo no conoce? FÉLIXSeñora, ¿cómo te hallas en tu hábito, en tu honor, en tu virtud y en tu casa? DOÑA CLARACuando salí del convento, y me viste que lloraba, dije con tiernos suspiros a aquella imagen sagrada que, ya que yo me perdía, sirviera de buena guarda a las que dejaba aquí; y la Reina soberana, en mi lugar y en el vuestro, las puso tal, que bastaban para gobernar mil mundos. Éstas, supliendo la falta que los tres habemos hecho, han vuelto por nuestra fama. Dejásteme, y yo, perdida, aunque para Dios ganada, hice dura penitencia, mas pequeña a culpas tantas. Vine, y con la guarda hablé, que en la confesión me manda sólo decir el suceso, y a las partes que le tratan, que sois los dos, a quien ruego por las piadosas entrañas de Dios, que hagáis penitencia. FÉLIXDame aquesas manos santas, y tu bendición con ellas, que sin entrar en mi casa, iré a confesar mis culpas, y a que en una jerga parda se envuelva este triste cuerpo. CARRIZOQuien para mal te acompaña, para el bien lo hará mejor. FÉLIXAquí, para ejemplo, acaba, como verdadera historia, Senado, La Buena Guarda. Si quid dictum adversus fidem et bonos mores, tamquam non dictum, et omnia sub correctione S. M. E. En Madrid, a 16 de abril de 1610. LOPE DE VEGA CARPIO. LOADO SEA EL SANTÍSIMO SACRAMENTO En la mismo hoja, a la vuelta: Examine esta comedia, cantares y entremeses della, el secretario Thomás Gracián de Antisco, y dé su censura. En Madrid, a 27 de abril de 1610 años.-Una rúbrica. Esta comedia, intitulada La Encomienda bien guardada, habiéndola visto también representar el señor licenciado Tejada, del Consejo de Su Majestad, etc. y otros señores, se puede representar. Madrid, a 16 de junio de 1610.-THOMÁS GRACIÁN DANTISCO. Podráse representar esta comedia de La Encomienda bien guardada, atento que yo la he visto representar y otros señores. En Madrid, a 16 de junio de 1610.-Rúbrica (la de Tejada, probablemente). Vista y examinada esta comedia por el licenciado Melchior Mirante y el licenciado (lo que sigue está ya escrito en la hoja siguiente) Benito de Gálvez, fiscal del reverendísimo arzobispado de Sevilla, hallamos no tener cosa contra la Santa Fe Católica; y así, se puede representar. Fecho en Sevilla, a veinte y nueve de mayo de 1611.-EL LICENCIADO BENITO GÁLVEZ.-EL LICENCIADO MELCHOR DE ALMIRANTE. -Gratis. Por mandado del señor Vicario he visto la comedia intitulada La Buena Guarda, y no tiene cosa contra la Santa Fe ni costumbres; y así, se le podrá dar licencia para representalla al autor. En Madrid, a tres días de noviembre de 1614.-EL LICENCIADO LUIS TREVIÑO. El licenciado Alonso de Illescas, teniente de vicario general de Madrid, por la presente doy licencia para que se represente esta comedia, que se intitula La Buena Guarda, atento que nos consta, por el examen que de ella se ha hecho, que no tiene cosa contra la Fe ni buenas costumbres. En Madrid, a tres de noviembre de mil y seiscientos y catorce años. -EL LICENCIADO ALONSO DE ILLESCAS. Libros Tauro http://www.LibrosTauro.com.ar