¿EL PLAN MARSHALL SALVO A EUROPA DEL POPULISMO? La pregunta plantea un desafío analítico serio y puede ser plausible su consideración acordando previamente la conceptualización del término “populismo”, evaluando el escenario global, político, económico y social de Europa y la forma en que EE.UU. y la URSS definían sus estrategias confrontativas. En este escenario, es crucial preguntarse, qué margen de autonomía poseían los gobiernos europeos?, su situación de extrema vulnerabilidad les permitía examinar opciones?, la presión del gobierno de EE.UU. sobre sus aliados occidentales, podría haber sido distinta?, etc. Tal vez sea necesario incursionar por los márgenes de la historia contrafáctica y reprocharle a algunas versiones del “mainstream” los hábitos reduccionistas con que enfocan estos temas, la ausencia de componentes institucionales en sus análisis y el paradigma invencible de considerar a los gobiernos como entes abstractos maximizadores infalibles y el manejo de algunas variables en clave estática como eje explicativo de complejos y abigarrados procesos. Es decir, no es posible extraer explicaciones simplificadas de la performance de crecimiento europeo por dos o tres cambios implícitos en el plan Marshall y contraponer a ello la claramente distinta evolución argentina o de todos los populismos latinoamericanos en general, equiparando en forma liviana países europeos industrializados de larga data, casi todos potencias imperiales hasta la II G.M., con países periféricos, de economías soldadas a aquellos, abastecedores de materias primas y alimentos, de configuración económica por tanto, deforme, con sociedades y estados en formación, consumidores de la producción industrial europea, tomadores de precios invariablemente. I El populismo fue un fenómeno latinoamericano de la postguerra intransferible y fugaz, (aunque es lícito incluir la experiencia mexicana cardenista de la preguerra) que poseía elementos de arrastre, ocupará un vacío en la sociedad política convulsionada e ineficaz, desestabilizada y confundida por las crisis reiteradas del viejo modelo agroexportador cada vez más exhausto y ahora colapsado por el gran cataclismo europeo. El populismo tiene antecedentes inmediatos en los gobiernos autoritarios que surgían en Latinoamérica durante los años ’30, cuando las viejas formas políticas liberal-conservadoras que gestionaban aquellos modelos exitosos. entraban en crisis. En esas dictaduras como en lo populismos de la postguerra, la política económica estuvo dictada en primer lugar por imperativos exógenos: ensayos industrialistas por sustitución de importaciones, proteccionismo, controles cambiarios y de precios, nacionalizaciones, ampliación del gasto público, etc. Y los mismos matices institucionales que aparecen: prédica nacionalista para recrear consensos, uso oportunista y autoritario del poder al estilo italiano, clase obrera que crece de forma aluvional captada eficazmente junto a las clases medias por prédicas y dádivas, funcional al nuevo estilo de hacer política, grupos sociales aturdidos, conmocionados por sucesivos sobresaltos y que no se resignaban a ver disminuidos sus ingresos. Las viejas rutinas prebendarias/caudillescas del siglo xix, aparecían algo transfiguradas pero todavía lozanas (con sus costos de transacción exorbitados como diría North). Pero, punto crucial, se mantuvieron incambiadas las estructuras productivas agrícola-ganaderas que cada vez más, soportaban dificultades insalvables para mantener, ya muy disminuidos, los flujos exportadores. El estancamiento en el sector se vuelve crónico aunque por mucho tiempo sus exportaciones aportan el mayor stock de divisas. El sector en tales condiciones, erosionado su tradicional rol político, ahora deberá negociar con los jefes populistas el reparto de la renta nacional. Estos jefes de estado-populistas-caudillos cumplirán la función de árbitros poderosos cuidándose de no malquistarse con ningún sector. Modelo de crecimiento entonces que no era sustentable (hipertrofia de la industria ligera con un estado que la protegía como flores de invernadero, mercados internos exiguos que se saturaban fácilmente, escasez de inversiones, dependencia de insumos minerales y fuentes de energía de ultramar, niveles de precios y demanda internacional que se tornaba dramáticamente errática...) Cuando el “ensayo” populista fracasó luego de la Guerra de Corea, los estados habían agotado sus recursos y el desequilibrio comercial se había hecho insoportable (“deterioro de los términos de intercambio” y debilidad de las exportaciones...) Una época histórica latinoamericana se clausuraba. II El lanzamiento del Plan Marshall coincidió con el período más crítico de la guerra fría. En marzo de 1947 se proclamó oficialmente la “doctrina Truman” y se intervenía en Grecia y Turquía. La revolución china impactó fuertemente en Europa y EE.UU. donde agravó la psicosis del macartismo, paridad nuclear a partir de 1949, etc. El gobierno de Truman dudaba de la permanencia del capitalismo en Europa y se asumía con fatalismo no exento de lógica, la llegada de una grave crisis, similar a la de la primera postguerra (declaraciones del secretario de estado Dean Acheson). Por otra parte la inflación europea, que se tomaba como prólogo a la depresión anunciada era un dato de la realidad (los precios italianos habían subido 35 veces sobre los niveles de 1939, etc.) La situación social era crítica (traslados en masa de población, carencia de alimentos...) y la fuerza de los partidos comunistas en Francia e Italia eran sentidas como amenazas letales para el gobierno norteamericano. La cosecha de 1946 había sido catastrófica y cruel el invierno que le siguió, escaseaban los insumos agrícolas, los agricultores se mostraban reticentes a vender su producción a los precios fijados y el cereal del este, viraba a otro hinterland . El desbalance del comercio exterior era inevitable, el sistema fiscal y de distribución estaban al borde del colapso (los bombardeos se habían ensañado con cruces de rutas, vías férreas, puentes, fábricas...) y en tales circunstancias era impensable salir de las rígidas pautas del control de precios y regulaciones, (rutinas de administración de recursos escasos que morigeraban los inestables equilibrios sociales y políticos y que se habían mostrado eficaces durante la Gran Depresión y en las dos guerras). Por otra parte el modelo de planificación soviético y el New Deal rooseveltiano eran paradigmas prestigiosos, avalados por la nueva doctrina keynesiana. III Los componentes “populistas” de esta Europa exhausta de la postguerra eran generados por fuerzas de índole muy distinta pues a las América latina. Eran estrategias plausibles para enderezar y reanimar economías de estructuras sólidas, sustentables. Claro que los reajustes iban a modificar la economía, la sociedad y la política porque el mundo colonial se perdería irremediablemente. Pero el dirigismo no tenía buenas chances de perdurar. En los hechos fue aplastado con la implementación del famoso plan en un entorno que ayudaba: dinamismo productivo general, comercio intraeuropeo vitalizado como compensación al debilitamiento de los viejos lazos coloniales, sistema monetario internacional estabilizador de Bretton Woods. La “economía mixta” o el dirigismo europeo eran coyunturales, no esenciales para industrializar, electrificar o comprar empresas obsoletas extranjeras que llevaban años de desinversión como pasaba en Latinoamérica. Ello además en un entorno de gobiernos rápida y eficazmente “cooptados” por la potencia occidental hegemónica, muy distinto también a los países sudamericanos, aislados, siempre de espaldas entre sí, recelosos de sus performances productivas, con estrategias geopolíticas-militares diversas, ensayando ubicaciones en el “panamericanismo” de la postguerra (OEA, JID, BIRF, etc.) siempre anhelando el espejismo de los buenos tiempos, cuando las relaciones bilaterales con los mercados europeos eran el gran eje de la expansión productiva. El Plan Marhall pues sino salvó a Europa del populismo, contribuyó a desmontar rápidamente las regulaciones, a convalidar su vocación integradora, a sentar las bases sólidas del crecimiento. Fue pensado como opinan Bradford y Eichengreen como un programa de ajuste estructural de largo plazo cuyo éxito desbordó inesperadamente las pesimistas expectativas de 1947: tornó atractivos los mercados para la inversión privada, eliminó cuellos de botella en el intercambio de minerales y fuentes energéticas que embarazaban la producción y facilitó en tales circunstancias la estabilidad política y el clima no confrontativo en la sociedad. Si los recursos que movilizó fueron irrelevantes, su aplicación cuidadosamente diseñada fueron cruciales para provocar aquellos cambios porque se balanceaba lo destinado a incremento productivo (máquinas, reconstrucción de infraestructura vial...) y a inversiones, inyectaron liquidez para hacer más fluido el intercambio intraeuropeo exigiendo levantamientos de cuotas y barreras arancelarias, estabilizaron las monedas nacionales y equilibraron los presupuestos, desalentaron las nacionalizaciones, etc. porque muy al estilo diplomático norteamericano, como dicen los autores citados, era la política de la zanahoria y el garrote: “For every dollar of Marshall Plan aid received, the recipient country was required to place a matching amount of domestic currency in counterpart fund to be used only for purposes approved by the United States government. Each dollar of Marshall Plan aid thus gave the United States government control over two dollars worth of real resources. Marshall Plan aid could be spent on external goods only with the approval of the U:S: government. And the counterpart funds could be spent internally only with the approval of the Marshall Plan administration as well” (1) Desde el punto de vista latinoamericano, ello también contribuyó a erosionar más rápidamente el provisorio e insoslayable proyecto populista, cuya expectativa siempre fue (al menos en la percepción de Perón, Vargas o un populista atípico como Batlle Berres etc.) que tarde o temprano deberían volver los viejos buenos tiempos en que Europa era el gran mercado comprador. (1) J. Bradford De Long and Barry Eichengreen: The Marshall Plan: History’s Most Successful Structural Adjustment Program Bibliografía consultada Bradford De Long, J y otro The Marshall Plan: History’s Most Successful Structural Adjustment Program 1993, MIT Press Galbraith, John K. A History of Economics, the past as the present 1991, Londres. Penguin books Kindleberger,C. Marshall Plan Days 1987, Londres. Allen & Urwin Milward, A.S. The Reconstruction of Western Europe 1945-1951 1987, Londres. Methuen Milward, A.S. La reconstrucción económica de Europa occidental 1992, Madrid. Pablo Iglesias Sala I Martin, X. Apuntes de crecimiento económico 1994, Barcelona. Antoni Bosch Van der Wee, H. Prosperidad y crisis. Reconstrucción, crecimiento y cambio 1945-1980 1986, Barcelona. Crítica Zamagni, V. Historia económica de Europa contemporánea 2001, Barcelona. Crítica Juan Atilio Andriolo