El caballero renacentista en su sepulcro.

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EL CABALLERO
RENACENTISTA EN
SU SEPULCRO.
SU PRESENCIA EN
FERROLTERRA
Aunque no sea más que de una
forma somera, hemos de empezar recordando algunas particularidades propias de la escultura
del Renacimiento, aquellas que la
identifican como tal, que la hacen
particular y reconocible en comparación con las expresiones artísticas inmediatamente anteriores; en
definitiva, las que permiten clasificarlas como pertenecientes a esta
época de transición entre la Edad
Media y la Edad Moderna. En el ámbito de la escultura funeraria que es
lo que aquí nos ocupa, hay aspectos de la misma que se hacen genéricos y que contribuyen a facilitar
la identificación de la obra como
influida por esta, en su momento,
nueva corriente artística. Algunos
de estos cambios son remarcables
sobre los demás: de entrada y con
frecuencia se persigue conseguir un
parecido, que la obra guarde con el
modelo una relación de semejanza
natural; que resulte lo más próxima
posible a la forma del objeto reproducido; que sobresalga el valor de
la persona sobre el del personaje,
insistiendo en el realismo conceptual. Se arropa la figura con una
intención intelectual que pretende
proporcionarle sentido y significado acompañándola de elementos
que aportan algún tipo de alegoría
o contenido simbólico que ayuda a
explicar algo concreto sobre la figura principal; finalmente, se proporciona movimiento al conjunto y, si
es posible por razón de espacio, se
teatraliza la escena.
Además, se recupera los modelos
clásicos que rescatan la Naturaleza
y hacen que ésta participe de lo
representado, bien mediante la incorporación de algún elemento evocador de la misma, bien insinuando un movimiento que naturaliza
el conjunto, bien adoptando una
configuración espacial que sugiere
la existencia de un espacio o una
perspectiva. Las ideas y las formas
se expresan a través de la proporción y de la simetría, que no tiene
que ser puramente geométrica sino
en la medida en que las masas buscan el equilibrio en la composición.
La efigie de la persona pretende reproducir lo que fue por medio del
retrato y no mediante una figuración de estructura genérica.
La estatuaria persigue reproducir
al muerto en tanto vivo, con frecuencia, durante el proceso de estar llevando a cabo alguna tarea:
reposando en su cama, leyendo,
orando por su alma. Este naturalismo es además realista, ya que
se trata de un retrato del muerto donde prima especialmente la
consecución del parecido físico.
Complementariamente, a veces, el
conjunto escultórico incorpora detalles conceptuales soportados en
la presencia de algún objeto con
intencionalidad simbólica, como ya
hemos dicho. Normalmente, esta
abstracción tiene como objetivo informar sobre las especiales características humanas o sociales que
adornaron, en vida, al muerto.
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En la catedral de Ávila podemos
contemplar varios ejemplares de
bellos sepulcros de caballeros
armados, alguno de ellos fue realizado a finales del siglo XV, tal vez
un poco antes de que fueran labradas las laudes de Monfero, que estudiaremos después. La calidad de
las tallas es tan alta y los detalles
están ejecutados con tanto primor
que, por si mismas, constituyen una
lección insuperable sobre las características de los diferentes elementos de las armaduras medievales
castellanas del siglo XV.
El sepulcro de Sancho Dávila, alcaide de los alcázares de Carmona,
muerto en la guerra de Granada, es
muy completo y la figura está muy
bien compuesta respetando proporción y canon. Según la epigrafía
que luce la tumba, «murió peleando
como buen caballero contra los moros en la toma de Alhama por cuyo
esfuerzo se tomó a XXVIII de febrero año MCCCCLXXXII». Por cómo
está redactada la leyenda, el sepulcro debió de ser labrado muy poco
tiempo después del suceso, ya que
dice «capitán del rey don Fernando
e de la reyna doña Isabel nros. señores». La efigie de Sancho adopta una postura ligeramente incorporada y ladeada, para que pueda
ser contemplada en su conjunto. La
cabeza, descubierta, sólo porta el
bonete protector del casco, una especie de crespina acolchada. Estos
detalles ya serían suficientes para
su clasificación como renacentista
pero donde ello se hace más evidente es en el tratamiento que recibe la figura del paje-escudero, que
aporta mucho movimiento y naturalidad. La forma en que se sienta,
con las piernas cruzadas y apoyando el brazo sobre el casco de su
señor, mientras dormita, ayuda a
proyectar hacia el observador una
sensación de trascendencia.
En el monasterio de Santa María del
Parral, en Segovia, en el lado del
Evangelio del altar principal, se encuentra el mausoleo del marqués de
Villena, Juan Pacheco. Éste, falleció
en 1474 y después de una prolongada estancia en el monasterio de
Guadalupe su cuerpo fue trasladado
al lugar que ocupa ahora. En 1528,
su hijo Diego encargó los nuevos
enterramientos de sus padres a los
artífices Juan Rodríguez y Lucas
Giraldo, procurando que la obra resultante fuera un fiel reflejo de la
grandeza de sus progenitores.
Ante un reclinatorio, que soporta
un libro abierto, el marqués arrodillado, junta sus manos en actitud
de rezo. Al tener los pies apoyados
en sus punteras la figura se aligera
compensando el efecto producido
por los brazos pegados al cuerpo,
este detalle naturalista presta al
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Para complementar lo dicho y a fin
de disponer de algunas referencias
concretas que nos ayuden a mejor
comprender la verdadera realidad
de los sepulcros renacentistas de
Ferrolterra he seleccionado, entre
los muchos disponibles en otros lugares de la geografía española, un
corto número de ellos que tienen
en común haber sido realizados
en la misma época y pertenecer a
personas que, en su momento, presentaron alguna proximidad circunstancial con nuestros caballeros
gallegos.
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conjunto de la figura una cierta armonía. Detrás de él, un paje mantiene en su mano izquierda la celada de su amo, mientras la derecha
queda apoyada sobre el canto del
escudo que lleva una concha de
vieira: concepto alegórico que nos
informa de su condición de Maestre
de Santiago. Aquí, el paje tiene la
cabeza levantada pero no mira hacia su señor sino hacia atrás, evocando el tiempo pasado, la vida
transcurrida de don Juan.
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Como vemos, en los monumentos
funerarios renacentistas son frecuentes los detalles explicativos a
través de los significados simbólicos de los elementos presentes. Las
alegorías y evocaciones persiguen
resaltar las características personales del fallecido, sus virtudes o los
hechos remarcables que contribuyeron a crear la fama que alcanzó
en vida, que se da por supuesta y
reconocida.
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En 1475 nace en Plasencia Cristóbal
Villalba, quien muy joven se alistó para las guerras de Italia, allí,
desde soldado en la compañía de
Benavides, ascendió a capitán y
luego a coronel del Gran Capitán.
Estuvo en la batalla de Seminara, a
las órdenes de Fernando de Andrade
cuya sepultura en Pontedeume comentaremos luego. Conviene adelantar las diferencias que veremos
en ambos monumentos funerarios,
diferencias que se hacen remarcables teniendo en cuenta la proximidad existente entre las dos figuras
militares. Recordemos los detalles
italianizantes de esta talla cuando describamos la sepultura de su
compañero de armas Fernando de
Andrade. En 1512, esta vez a las
órdenes del Duque de Alba, es el
principal protagonista de la guerra
de conquista del reino de Navarra.
En 1516, de forma confusa, falleció
en Estella. Unos años más tarde, su
hijo trasladó su cuerpo a Plasencia
haciéndolo enterrar en la iglesia del
convento de San Ildefonso, del que
era patrono.
La efigie orante del coronel se encuentra en el lado del evangelio del
altar. Sobre la urna de sus restos,
su figura está arrodillada en un cojín, con las manos juntas en actitud
de rezar. Los brazos se separan del
cuerpo contribuyendo a dar un aspecto más ligero y natural al conjunto, más realista. El monumento no puede ser más sencillo, pues
se trata de una escueta figura sin
acompañamiento ni adornos. A su
izquierda, en una especie de resalte, descansa el casco.
Finalmente traigamos aquí el ejemplo con el que la escultura funeraria renacentista en España, posiblemente, alcanza las más altas cotas
de excelencia representativa, al menos en aquellas que se refieren al
caballero armado en su tumba. Se
trata del mausoleo de Ramón Folch
de Cardona que se encuentra en el
lateral del evangelio de la iglesia parroquial de San Nicolás, en Bellpuig
(Lérida). Para relevar a Fernández
de Córdoba, el rey nombró a Ramón
su capitán general en Italia, además
de virrey de Sicilia y Nápoles. A su
fallecimiento en 1522, la viuda encargó a Giovanni Merliano la ejecución de un mausoleo en mármol
blanco que, una vez terminado,
fue transportado para una primera ubicación en el convento de San
Bartolomé de la localidad ilerdense.
A mediados del siglo XIX, se reubicó en la citada iglesia parroquial.
El conjunto se estructura a partir de
un arco triunfal de corte neoclásico
profusamente estatuado. Un buen
ejemplo de simetría y equilibrio en
el que los espacios están perfectamente organizados para acoger las
escenas religiosas, las figuras alegóricas y los elementos ornamentales complementarios. La urna queda
en el centro y sobre su tapa descansa la figura del duque de Cardona.
En un prodigioso escorzo, que le
permite mostrarse enteramente al
espectador, Folch aparece recostado sobre el derecho, la pierna del
mismo lado doblada y recogida bajo
la izquierda que la monta; apoya la
cabeza sobre su casco al que pone
la mano derecha encima, en un gesto de sublime añoranza mientras en
la mano izquierda sostiene el bastón de virrey que descansa sobre el
brazo. Es una escena naturalista,
como si se estuviera produciendo
en este momento. Sobre una especie de manta extendida en la yerba, el duque dormita con los ojos
entreabiertos mientras parece estar
rememorando sus hechos gloriosos
y la enorme futilidad de los mismos.
El resultado es una imagen con una
gran carga de espiritualidad transmitida a través de un complejo sistema de valoraciones simbólicas.
La indudable grandeza del mausoleo no lo libera de cierto abigarramiento pues las figuras parecen, en
nuestra opinión, algo amontonadas, excesivamente próximas y con
dificultades para respirar y poder
mostrar sus propios valores esenciales. Es posible que el artista, a
instancias de la viuda, haya pecado de pretender incorporar demasiada información sobre la persona
del difunto, a través de los símbolos, las evocaciones y las alegorías
que cada uno de los elementos presentes trae al escenario. Se trata
de una representación teatral de la
vida del duque, en un solo acto.
Como síntesis de lo que hemos
comentado sobre estos cuatro casos podríamos concluir que, en el
Renacimiento, el monumento funerario se plantea como una exaltación paradigmática del buen militar, del buen gobernante y del buen
cristiano. Los modelos éticos y políticos del mundo grecolatino, asumidos y potenciados en el seno del
humanismo italiano, van a encontrar las formas de representación
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apropiadas que vemos reproducidas fastuosamente en el mausoleo
de Ramón Folch. Si entendemos
correctamente lo que su viuda hizo
inscribir en las epigrafías del sepulcro hemos de aceptar que, en según que circunstancias, morir una
buena muerte es consecuencia de
haber vivido una vida ejemplar y
ambos hechos llegan a entenderse
en algunos momentos como intercambiables.
Los sepulcros medievales que tuvimos la oportunidad de estudiar y
comentar en el número anterior de
esta revista pertenecen al linaje de
los Andrade o a algún estrecho colaborador y familiar del mismo. Los
sepulcros de caballeros armados de
tipología renacentista que vamos a
estudiar ahora, también albergan o
albergaron a miembros significados
de ese linaje.
Durante la restauración de la iglesia de San Esteban, en Perlío, bajo
el piso de la misma, se halló una
lápida sepulcral que presentaba un
deterioro notable, pues la superficie de la laude estaba totalmente
picada. A pesar de ello la nacela
conservaba suficientes vestigios de
una inscripción que confirmaría su
pertenencia a Pedro Fernández de
Andrade. ¿Se trata de la lápida sepulcral del hijo y heredero de Nuño
Freire, padre de María? En caso contrario, ¿a qué otro Pedro Fernández
de Andrade pudo pertenecer? En la
actualidad, esta lápida, se encuentra en el atrio de la iglesia, utilizada
como poyo para aliviar el cansancio
de la feligresía.
En la guerra civil que siguió a la
muerte de Enrique IV, la mayor
parte de la nobleza gallega tomó el
partido de Juana mientras el arzobispo Fonseca defendió la facción
de Isabel. La intervención de un
ejército castellano, llegado por mar
al mando de Ladrón de Guevara,
produjo los primeros cambios de
suerte que fueron aprovechados
por Diego y sus mesnadas para ponerse del lado de Isabel. Los Reyes
Católicos concedieron a Diego el título de Conde de Vilalba.
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En la iglesia del monasterio de
Monfero, en el lateral sur de la misma, se encuentran dos lápidas funerarias de curiosa tipología. Se trata
de dos laudes para enterramiento a
ras, con efigies labradas en alto relieve. El aspecto físico de la piedra
nos sugiere que su constitución es
de base caliza, una rara composición para ser considerada cómo autóctona. Creemos que podría tratarse de algo parecido a una caliza de
Carcedo, piedra muy utilizada en tierras de Burgos en el siglo XV. Ésta
de Carcedo, es una caliza masiva
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Al morir Nuño Freire de Andrade, O
Mao, su hijo Pedro Fernández hereda
el señorío de Pontedeume y la propiedad de sus estados. A la muerte
de Pedro le sucede su hija María de
Andrade que fallece sin dejar heredero directo. En estas circunstancias,
el señorío y las propiedades pasan al
hermano de Pedro, segundo hijo de
Nuño y tío de María: Fernán Pérez
de Andrade «O Mozo». Cuando «O
Mozo» siguió el camino que ha de
tomar la carne, cosa que tuvo lugar
en 1470, le sucedió su hijo Diego de
Andrade que fallecería en 1490.
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de gran pureza; cuando se extrae
de la cantera es blanquecina y se
deja labrar con facilidad pudiéndose
lograr sobre ella detalles imposibles
de conseguir sobre el granito. Con
el paso del tiempo, su tono cambia a gris oscuro volviéndose muy
dura y adquiriendo una pátina que
la hace inconfundible. En todo caso,
ya sea una caliza de esta procedencia u otra piedra de características
similares, lo que importa es que el
material y la tipología de las lápidas
se alejan sustancialmente de los
que hemos estudiado en el trabajo
anteriormente referenciado.
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No sorprende su presencia en esta
iglesia, donde se encuentran otros
dos enterramientos tardomedievales, porque ambos pertenecen a
dos herederos sucesivos del linaje
Andrade. Es poco frecuente hallar
en Galicia esta clase de laude con
una efigie labrada en alto relieve,
pero lápidas sepulcrales de estas
características pueden encontrarse en Burgos y otras localizaciones
castellanas. Estas dos de aquí, pertenecen a Fernán Pérez de Andrade
y a su hijo Diego de Andrade, la primera de ellas es la que está más
próxima a la cabecera de la iglesia.
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El arnés de ambas efigies es muy
similar. La forma en que están dispuestas las tallas, la ejecución de
sus detalles, el aprovechamiento
de los espacios de las lápidas, etc.,
hace que nos decantemos por considerar un único artífice para ambos trabajos. De acuerdo con esta
presunción, las labras debieron
ser realizadas después de 1490,
fecha de fallecimiento de Diego.
Seguramente antes de la primera
misión del hijo de Diego a Italia;
pues, de otro modo, al haber sido
encargadas por éste como así creemos que fue, las lápidas habrían
sido bastante diferentes y con otras
influencias.
Siguiendo esta línea argumental,
tendríamos dos lápidas de un taller
posiblemente burgalés, que fueron
talladas en origen para su posterior
traslado a Monfero. Ambas son de
la misma mano, por razones que
daremos a continuación, y, según
lo dicho, serían de finales del siglo
XV o primeros años del siguiente.
El tipo de letra utilizada en el texto
grabado y el hecho de que venga
escrito en castellano, abundarían
en nuestra apreciación. Este aserto
solamente quedaría avalado después de algunas pruebas físicas y
químicas que se podrían realizar de
forma sencilla y discreta tomando
un pequeño pedazo de la base de
la pieza, por bajo del ras.
Tal y como hemos dicho en la primera parte, la estatuaria sepulcral
renacentista suele presentar disposiciones complejas y abigarradas,
donde la figura del caballero aparece llevando a cabo algún tipo de
tarea, en tanto persona viva: la de
rezar es la más frecuente, seguida
por la de leer reposado o simplemente reposando sobre el lecho.
Un primer golpe de vista, sobre estos dos monumentos funerarios gallegos, nos podría hacer pensar que
la configuración de las lápidas monferinas pertenece a una tipología de
un nivel algo más suelto que el de
las otras dos sepulturas medievales
presentes en la iglesia, pero manteniendo ciertas similitudes con aquellas. Sin embargo esto no es así,
pues aunque parezcan sencillas en
su ejecución y con pocos elementos
complementarios contienen, de una
manera algo difusa, las características principales que hemos descrito antes para la escultura funeraria
renacentista.
Con respecto al movimiento y la acción que propugnamos como detalle presente en la estatuaria renacentista, fijémonos con atención en
las caras de ambas figuras. Padre
e hijo, tienen los ojos abiertos y
muestran una edad similar, bastante menor que la que pudieron haber
tenido en el momento de producirse sus respectivos fallecimientos.
La edad que aparentan en la efigie,
es la correspondiente a la que tendrán cuando se produzca el Juicio
Final con la Resurrección Eterna,
y es este el aspecto con el que se
encontrarán entonces. Conforme
con las creencias de la época, así
es cómo el cristiano se encontrará en el Gran Día. La esperanza en
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esa importante circunstancia es el
fin último de su enterramiento y,
la edad con la que resucitará el difunto, es con la que se recuperará
a la vida eterna; no con el aspecto que tuvo cuando se produjo su
fallecimiento sino con el que tuvo
en el momento esplendido de sus
treinta años, pues, en el Gran Día,
todos resucitarán en la edad perfecta, la que tenía Cristo al morir.
Este es el movimiento que adopta
la figura, el correspondiente al tránsito de muerto a vivo, el momento
en que abre los ojos para su recuperación a la vida eterna. Creo yo,
que difícilmente podrá concebirse
un movimiento tan magnífico y espectacular.
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La hoja evoluciona a partir de la
configuración plana y ancha, de dos
filos prácticamente paralelos y punta no muy aguda, casi redondeada,
diseñada para una esgrima elemental fundamentalmente apoyada en
el golpe de tajo y corte. La sección
de la hoja, hasta ahora rectangular,
con los rebajes propios de los filos,
obligaba a que la consecución de
su necesaria rigidez se consiguiera
a base principalmente de aumentar
el espesor, cosa que traía consigo
espadas pesadas. La evolución buscará aligerar el arma sin perder rigidez; en realidad, lo que persigue
es una espada que permita realizar el tipo de esgrima que se está
imponiendo y, además, mejorar la
rigidez para soportar el ataque en
punta, cosa que se conseguirá trabajando la forma de la hoja. Los filos pierden su paralelismo, convergiendo hacia la punta y la sección
recta de la hoja adoptará nuevas
configuraciones.
La espada de Fernán es un buen
ejemplo de lo dicho antes, los filos
convergen suavemente porque se
trata de una espada obtusa, utilizada para una esgrima en la que todavía predomina la escuela anterior.
Su aspecto más evolucionado es la
forma que adopta su sección recta,
romboidal de lados rebajados con
vaceos corridos. La diagonal menor
actúa como un falso nervio que se
extiende a lo largo de toda la hoja y
contribuye a aumentar el momento
con respecto al eje mayor transversal, solución mecánica clave para
elevar la rigidez. Mientras, se consigue un menor peso que el que hubiera tenido una espada similar de
tipología gótica clásica.
La espada de su hijo Diego, se aparta de la tipología que respetan las
que hemos estudiado en los enterramientos de Ferrolterra, aunque
mantiene la hija plana de sección
rectangular. Es una espada de
mano y media, también denominada bastarda. La espada bastarda es
de influencia germánica o flamenca
se trata de un modelo introducido
en Castilla a principios del siglo XV,
su empuñadura es más larga que
la normal. Para el golpe de tajo,
se mantenía firme con una mano
mientras la otra aportaba dos o tres
dedos, cosa que permitía aumentar
la precisión y la fuerza en el golpe.
La hoja era más larga y más pesada que la de una espada convencional por lo que la masa asociada
al golpe y la velocidad de la misma
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Con respecto a los elementos complementarios presentes en este tipo
de tumbas, suele ser la espada uno
de los objetos más importantes de
las mismas y su análisis —tipología,
factura y modo de uso— una fuente de información relevante ya que,
también en las características que
refleja se detectan las influencias
que puedan traer y afectar a parte
o a todo el conjunto de la sepultura.
A finales del siglo XV, se incorporan
algunas variaciones en la espada: la
guarnición evoluciona desde la sencilla configuración con el arriaz de
gavilanes rectos, que denominamos
gótica, más propiamente medieval.
Este tipo de espada es presentado
en su funda de madera forrada de
cuero, reposando a lo largo de la
efigie, a menudo con los atalajes
enrollados en un gesto laxo, como
descuidado, de acción que se da
por terminada. En las sepulturas
renacentistas, frecuentemente, la
espada se muestra desnuda ya que
también, en su fidedigna reproducción, el naturalismo persigue obtener una imagen realista del objeto,
un retrato del mismo que refleje en
lo posible la personalidad que se le
supone, todo ello en un gesto tenso, de acción que se mantiene en
curso.
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en el momento de producirlo eran
más elevadas, en consecuencia, la
energía transmitida en el impacto
era sustancialmente mayor y sus
efectos sobre la armadura del enemigo, demoledores.
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Otro elemento muy significativo y
valioso por la información directa
que aporta o por la que se puede
deducir de su análisis, es la presencia de epigrafías. Las de mayor
valor son aquellas que vienen realizadas sobre la propia lápida. Un
segundo orden de valor lo constituirían aquellas que se encuentran
sobre el arca, en un costado de la
misma. Y, un tercero, estaría formado por aquellas que aparecen
en una pieza aparte del sepulcro,
debajo del mismo o en la pared del
arcosolio por ejemplo. En todos los
casos, ha de extremarse la prudencia en el estudio y análisis de estos
documentos, comenzando por determinar su contemporaneidad, que
realmente pertenecen o están relacionadas con el sepulcro, en términos temporales. En el caso de estas
dos lápidas tenemos epigrafías en
dos emplazamientos distintos: en la
bordura de los escudos está el lema
del linaje y en la propia laude, una
referencia indicativa de la persona
enterrada bajo la misma.
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Las letras del lema, presente en la
bordura de los dos escudos, pertenecen al mismo tipo, guardan una
gran disciplina en el respeto al módulo aunque presentan alguna pequeña desviación en este sentido,
que coinciden en las dos laudes. Es
la recuperación de un tipo de letra
romana, un caso típico de neoclasicismo. La presencia de estas letras
es la expresión más claramente renacentista de estas lápidas sepulcrales. Las características del entalle, su profundidad y la manera
como se rematan en serifs los extremos de los astiles, nos hacen
pensar en un mismo taller si no en
una misma mano, como ya hemos
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En la bordura del escudo de Diego,
la M de MARIA recupera un tipo
arcaico cercano a la letra de tipo
uncial pero todas las demás mantienen la misma tipología y algunos detalles extravagantes, como
la forma de coronar la A que en el
caso del trazo corto oblicuo parece influida por el tipo visigótica mayúscula y en el del trazo largo horizontal por la insular mayúscula.
La diferencia en AVE con nexo de
las letras A y V, au, no es más que
un ligero divertimento para incluir
una diferenciación, lo mismo que
la m de DOMINUS que, aquí, adopta otra desviación con respecto al
canon consistente en crear un lazo
con los dos tramos oblicuos, alegría
que vemos repetida en el escudo
de Fernán (MARIA). Estas pequeñas desviaciones con respecto a la
Capital Monumental clásica, tomando algún detalle de tipos medievales, no es importante pues el conjunto guarda un profundo respeto
por la recuperación neoclásica de la
escritura. En fin, se podría hacer un
estudio epigráfico más extenso pero
no es lo que principalmente perseguimos aquí.
Al no disponer de nacela, se han
colocado las epigrafías respectivas,
sobre la lápida, aprovechando el
hueco dejado por la figura yacente. La letra mantiene la tipología
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presente en el lema de los escudos, la distribución es algo errática dada la irregularidad de los
espacios aprovechados para ello,
imprevisión que nos lleva a pensar
en un trabajo de taller con separación de tareas. Las dos epigrafías
identificadas presentan analogías
entre ellas pero lo más curioso y
relevante es que están redactadas
en castellano.
En la estela del padre, vemos dos
nexos y dos abreviaturas: uno de
los nexos se produce sobre AQI,
con la I dentro del cuerpo de la Q
que se repite exactamente igual en
la de Diego, el otro sobre la palabra
CAVALLERO donde la V utiliza un
astil de la A; las dos abreviaturas,
en FERNA (FERNAN) el punto sobre
la A indica la supresión de la nasal
siguiente, en PEZ (PEREZ) la raya
recta a la altura de la última letra
tiene la misma intención. La P es
muy característica, con el trazo curvo abierto sin llegar a tocar el astil
vertical en su centro. Tanto en una
como en otra epigrafía de cada lápida, las palabras vienen separadas
por un punto medianero en formato
romboidal, todo un clásico. La M en
MUY, alterna los dos tipos comentados que vimos en las borduras y
la curiosa tipología que adopta la i
griega, que se repite en ambas losas
contribuyendo a confirmar las tantas veces repetida unidad de taller y
artífice. Un detalle que confirmaría
la dependencia entre ambas losas,
en el momento en que fueron talladas, es que en la posición en que
se hallan, las leyendas «miran» al
centro, ambas se pueden leer desde
el medio de las mismas.
Respecto de los distintos elementos que componen el arnés de cada
caballero, una mirada general sobre los mismos nos indicaría que
son muy parecidos, casi iguales. En
nuestra opinión, dadas las circunstancias en las que fueron elaboradas las dos estelas, creemos que
uno de los dos arneses originales
fue el que sirvió de modelo al tallista y que el otro es una derivación
imaginada del primero, dado que
las variantes son muy pequeñas.
En ambos casos, el casco es abierto y con visera, las diferencias entre
ellos mismos no son muy importantes. Más bien, uno de ellos parece
una variante imaginada del otro, las
rosetas de giro de la visera llevan el
mismo adorno. En síntesis, en el hecho representativo, todo parece indicar que el uno deriva del otro. El
almofar de Fernán es algo más largo
que el de Diego y sobresale más bajo
el gorjal. Comparado con los que hemos visto en otras sepulturas medievales de la comarca, resultan algo
evolucionados pero, aun así, pertenecen a una tipología que podríamos
relacionar con épocas pretéritas.
Mientras los anteriores se ajustan a
un modelo cercano al morrión abierto (sin barbera o con barbera), estos
se acercan más al modelo de yelmo
o celada con visera abatible, dentro
de una tipología más próxima al uso
castellano. El gorjal que utilizan ambos caballeros es bastante parecido
aunque el del padre es asimétrico y
más corto en su hombro izquierdo,
seguramente para permitir el juego
del movimiento con el escudo embrazado que es el acorde con el tipo
de espada que utiliza.
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F a historia
dejado dicho. Las ligeras variantes
que se detectan no pasan de ser
pequeños detalles que parecen introducidos a propósito para diferenciar un trabajo del otro, pero la
línea base no se pierde en ningún
momento.
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En las dos estelas, el caballero reposa directamente sobre el suelo, no
existe el lecho que hubiera creado el
espacio necesario para la reproducción canónica de las navajas de rodillera, por ello, estas protecciones
de las corvas difícilmente podían ser
representadas en la figura. El tallista,
lejos de haberlas dejado insinuadas
o medio representadas hasta el plano horizontal, ha optado por reproducirlas real y objetivamente pero
en un plano que no les corresponde,
imposible. En las dos lápidas, se ha
dado la misma solución y la forma
material de resolver el problema es
sorprendentemente idéntica.
F a historia
Una disposición excepcional, que no
hemos visto en las otras sepulturas
de Ferrolterra ni en las que conocemos de Galicia, es la presencia del
escudo de armas sobre la efigie yacente, que aquí aparece tanto en la
lápida sepulcral del padre cómo en
la del hijo. El escudo no se muestra
como una pieza más del arnés, en
cuyo caso debería ir embrazado, a
la manera en que se puede ver en
los nueve enterramientos que hoy
están en el suelo de la iglesia del
Temple, en Londres. Allí, todos los
finados llevan su escudo de combate —desnudo de blasones ornamentales— embrazado, de manera que
aparentan estar protegiéndose con
el mismo. Creemos que la presencia
del escudo, en la posición que aquí
adopta, tiene una intencionalidad
de otra categoría.
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En nuestra opinión, pretende ser
otra cosa, como la que parece perseguir la figura de Jean d’Alluye
en su enterramiento de la abadía
de La Clarté-Dieu cerca de Tours,
donde el escudo monta la pierna izquierda cómo si estuviera abandonado en un gesto de presentación.
Algo similar lo podemos ver en un
caso más próximo, la sepultura de
Bertrán de Castellet, que se encuentra en la iglesia de los franciscanos
de Villafranca del Penedés. En ella,
Bertrán apoya su mano derecha en
el pomo de la espada que deja al
bies y la izquierda sobre el canto
alto del escudo, que muestra centrado sobre si mismo. La presencia
del escudo de armas en las lápidas
de estos dos Andrade, obedece a
la intención de mostrarlas en una
especie de homenaje de significación espiritual, en línea con lo que
se quiere representar en los enterramientos de Jean y de Bertrán. En
estos dos de Monfero, los escudos
están dispuestos en la misma posición, uno de ellos un poco más alto
que el otro, pero ambos con la misma intencionalidad ritualista.
Las armas son brisadas de las que
vemos en el sepulcro de O Mao que,
a su vez, lo son de las presentes en
el de O Boo. La escueta banda que
lleva el de éste, se convierte en una
barra engolada por dragantes en
el de aquél, mientras en su segundo hijo se hace banda engolada por
dragantes. Estas sucesivas brisuras
de las armas originales, son variaciones no muy significativas que al
final acabaran decantándose para
adoptar la expresión más conocida
de todas las que hemos visto relacionadas con el linaje. Tiene mucho
interés esta sucesión de brisuras y
creo que merecen un estudio específico de evolución heráldica, que no
es el caso hacer aquí. El lema de la
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Francisco Sayáns Gómez
En la iglesia de Santiago, parroquial
de Pontedeume, en el lateral norte del presbiterio, se encuentra el
sepulcro de Fernando de Andrade
fallecido alrededor de 1542. El túmulo, en su conjunto, tiene un gran
interés iconográfico especialmente
cuando se analiza a la luz de las
características de otros enterramientos de compañeros de armas
y de similar nivel de nobleza titulada. Lo expuesto en la primera parte
de este trabajo tiene como uno de
sus objetivos, resaltar las peculiares características de estos enterramientos gallegos de Ferrolterra. Si
los de Fernán y Diego se labraron
al tiempo que se hacía el de Sancho
Dávila, el de Fernando coincidió en
el tiempo con el de su compañero
de armas, el coronel placentino. En
los cincuenta años intermedios, entre unas y otra sepulturas, se tallaron las de Juan Pacheco y Ramón
Folch. Las comparaciones que
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hemos hecho y que se pueden hacer entre aquellos y estos, aclaran
muchos aspectos que vemos reproducidos en los sepulcros gallegos
que estamos estudiando.
apreciar, aquí, resulta arcaica aunque apunte algunos detalles renacentistas que haremos notar a
continuación. El conjunto del monumento es de granito: el arco, la
El 21 de abril de 1503 el ejército
español, al mando de Fernando de
Andrade, derrotó estrepitosamente al ejército francés del mariscal
Berault Stuart. Esta victoria fue doblemente significativa pues, a las
más de dos mil bajas enemigas y
posterior captura de su general, se
unió la circunstancia de que ocho
años antes, y en el mismo lugar,
Berault había hecho retroceder
a las tropas españolas del Gran
Capitán. Los trofeos militares de la
batalla son los que ornan exteriormente el escudo de su sepulcro en
Pontedeume.
urna y la basada de la misma. La
tapa, sobre la que están labradas
la efigie yacente y el resto de las figuras que la acompañan, es de una
piedra caliza que, una vez limpia y
lavada, luce ligeros tonos rosados
pero es principalmente blanca, de
grano fino y texturas casi pulidas,
un mármol aunque se hace necesario repetir lo dicho para las piedras
de sus de las laudes de sus antepasados. Creemos que, en este caso,
la piedra bruta fue traída desde fuera y labrada a pie de sepulcro, de
acuerdo con los usos del arte local,
de ahí su evidente arcaísmo.
Cobijado en un sencillo arcosolio,
debió ser tallado entre 1544 y 1550,
creemos que por encargo de su hija
Teresa o de su yerno Fernando. En
ningún caso se trata de una obra
que el II conde de Vilalba hubiera
podido encargar para si, pues, sus
experiencias vitales en ultramar le
habrían dirigido hacia otra estética
más italianizante. La que podemos
El perro adopta una postura familiar
y próxima, abandona la rigidez subordinada propia de las sepulturas
góticas anteriores y pasa a participar de la escena por si mismo. Deja
de ser exclusivamente el soporte
físico de una intencionalidad simbólica para incorporarse como un
actor más de la escena contribuyendo -con la actitud que adopta y la
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F a historia
bordura, en su forma corta o extendida, se mantiene en todas estas variaciones dentro del linaje. Pero, en
este caso, se alarga para incorporar
DOMINUS TECVN (¿M?), de manera que el lema queda AVE MARIA
GRATIA PLENA DOMINUS TECVN.
Los escudos con sus armas toman
en una actitud independiente de la
figura porque, la intención perseguida con su presencia en el túmulo,
ha dejado de ser estrictamente parte
del arnés, para ser meramente testimonial del linaje al que pertenece o
de la religión que profesa.
Puesto así, el escudo se convierte en un símbolo de valladar de la
fe. El difunto, con sus armas en el
mismo, personaliza ésta actitud y
la declara cómo propia. Aunque
algo tardía, dentro de los usos generalizados de la caballería, es una
demostración de respeto hacia sus
obligaciones para con Dios «esta es
buena caballería, la mejor que ningúnd caballero puede hacer: pelear
por su ley e feé» según consejo que
da su ayo a Pero Niño.
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suele estar presente en un arnés de
justar por lo que nos decantamos
definitivamente en esta convicción
aunque, todavía, añadiremos un argumento más.
manera con la que apoya la cabeza
y las patas en el suelo, girado hacia
su amo- a proporcionar un aporte
de naturalidad no exento de ternura. Un sentimiento y una emoción
cuya alegórica presencia resultan
típicamente renacentistas.
El significado simbólico que relacionaba la presencia del perro, a los
pies del sepulcro gótico, con la fidelidad que el muerto había demostrado a su señor, aquí, en una profunda expresión naturalista, se ha
convertido en la propia fidelidad del
perro hacia su amo, su figura queda
unida a él en una conjunción contrapuesta, que aporta movimiento y
perspectiva resaltando el realismo
que persigue.
solían entretener sus tiempos de
ocio y celebración vistiendo arneses propios al caso, con frecuencia
evocadores de los gloriosos tiempos
pasados de la caballería medieval
y, por ello, con elementos ácronos.
Esta tesis vendría reforzada por el
tipo de casco con visera y penacho.
En la imagen inmediata mostramos
un casco cerrado de justar, de mediados del siglo XVI, perteneciente
a la colección del autor.
F a historia
En su conjunto, la impresión primera que podemos tener de la efigie
yacente de Fernando, nos remonta
a las clásicas sepulturas de sus antepasados, sin embargo, un análisis cuidadoso de la misma nos va a
permitir detectar varias diferencias
que hacen de ella un caso de particular interés.
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Los escarpines romos y el tipo de
glebas pertenecen a un arnés que,
seguramente, no debió ser el que
usaba en la realidad de la guerra, es
más parecido al que porta el coronel Villalba o Ramón Folch. Las rodilleras son puntiagudas lo que nos
hace pensar en la posibilidad de que
la armadura que lleva sea un arnés
de justa. Sobre esta posibilidad, enfocaremos nuestra atención. La justa fue una actividad muy extendida
en la época, con ella, los caballeros
Sobre el guardabrazo izquierdo, la
bufa le permite proteger la cabeza
del golpe de lanza contrario complementando al escudo. Es un elemento de la armadura que no hemos visto en otras sepulturas de la
región. La bufa es una protección
que solían llevar las armaduras de
justar a caballo, solidaria a la hombrera, a modo de pantalla. En este
caso, al ir solidaria al guardabrazo,
el caballero podía jugar con ella
para mejor sortear el golpe. Éste es
otro detalle de la armadura que sólo
Con respecto al puñal es interesante el costado del que cuelga y la
forma en que es tomado por la empuñadura, detalles que nos aportan
otras informaciones. Aquí vemos
que deja de ser un arma accesoria, como hemos visto en sepulcros
más antiguos, y pasa a ser un arma
complementaria, tal vez como resultado de la influencia de los modos de esgrima italianos que se irán
introduciendo en los usos españoles. Si recordamos los sepulcros de
caballeros medievales que hemos
estudiado en nuestro anterior trabajo, el puñal aparece pendiente en
el costado derecho y siempre desatendido, es un arma que está ahí
para ser utilizada en función de su
uso específico e individual. En la
esgrima italiana, y luego en la española, el puñal manejado con la
mano izquierda pasa a ser un arma
complementaria y de uso simultáneo con la espada.
La espada parece corresponderse exactamente con la propia, es
tan peculiar y está reproducida
con tanto detalle que ello nos hace
concluir así, se trata de un retrato del objeto. Este realismo en la
expresión plástica sigue las pautas
artísticas que trae la corriente renacentista. El pomo, grande y pesado
capaz de balancear el conjunto, es
de doble disco creando una especie
de bordura en la que se solía grabar un memento, que en esta época
era frecuente que procediera de una
referencia clásica; más adelante, se
hará costumbre grabar una sentencia sobre la hoja, aunque con ello
se pierde calidad estética el contenido de la misma suele mantener
algún valor ético.
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Francisco Sayáns Gómez
que es distinto y tiene diferente objeto y justificación que los lambrequines, «a los que son nuevamente ennoblecidos se les ponen Plumajes»,
si la razón de la presencia del penacho es ésta, se confirmaría que
el primer conde de Andrade habría
sido Fernando, en la persona de su
nieto aunque siempre se ha considerado a éste como primer conde.
El penacho, bien pudo ser un homenaje del nieto al abuelo.
En la zona de la cruz, la defensa se
prolonga en un pico de tortuga que
descansa sobre la mesa de la hoja.
Todo nos indica que el conjunto de
la empuñadura es independiente de
la hoja y que ésta, encastra en su
seno por medio de una larga espiga embutida. La hoja es de corte y
punta, ancha y robusta en la mesa
siguiendo las tendencias en la evolución de la misma. Siendo fuerte,
está reforzada por un nervio central que le aporta mayor rigidez sin
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incidir significativamente sobre su
peso.
El casco es abierto, con la visera alzada y con un penacho de plumas,
Un detalle que consideramos importante, pocas veces reproducido
en sepulcros de esta época y categoría, es la disposición que adopta
Fernando de Andrade con su espada. Empuñada con firmeza, la hace
descansar sobre el hombro correspondiente en una posición que reproduce la que adopta el que está
F a historia
La guarnición de la empuñadura
se limita al arriaz cuyos dos gavilanes dejan de ser rectos, como
en las espadas que hemos visto en
otros enterramientos similares de
Ferrolterra. La defensa es horizontal
en el centro y se curva hacia los dos
extremos en el sentido de la hoja
formando una voluta que crea un
espacio entre esta y aquella. Es disimétrica, con el gavilán de avante
más robusto que el trasero y, éste,
más alargado que aquél con objeto de proteger mejor el antebrazo.
Este tipo de configuración permitía
trabar la espada del contrario con
el galluelo y, con un fuerte giro de
la muñeca propia, quebrar su hoja.
La solución que vemos aquí es de
clara influencia italiana y ya sugiere
la evolución que seguirán las guarniciones de las espadas.
295
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al frente de fuerza y se presenta en
disposición de revista ante la autoridad superior. En este caso, es
el propio conde también inmediatamente resucitado, el que se presenta ante Dios, listo en posición de
revista. Reflejo de una imagen viva
y natural que reproduce un momento evocador de su servicio a la corona en Italia.
F a historia
Los guanteletes tienen muy protegidos los nudos con piezas forjadas
propias, los codales y brazales no
son especialmente significativos,
el resto de la armadura tampoco.
Otros dos detalles si merecen nuestra atención: la distinta tipología y
disposición de las almohadas y la
solución dada a las navajas de rodillera, tomada de los sepulcros de
sus antepasados inmediatos.
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Al llegar a este punto, procede rematar nuestro trabajo con una pequeña reflexión sobre el devenir
de tan ilustre linaje como el de los
Andrade hasta su total dilución en
el seno de la nobleza castellana.
Cuando fallece Fernando, la casa
de Andrade se extingue con él y los
condados de Vilalba y Andrade pasan a los Castro de Lemos, debido a
que su hija Teresa había casado con
Fernando Ruiz de Castro. Esto explicaría por qué las armas que acompañan la tumba de Fernando, en la
iglesia parroquial de Pontedeume,
llevan en el primer cuartel los seis
bezantes de los Castro.
El escudo de la capilla debió ser
colocado por el nieto de Fernando,
Pedro Fernando de Castro Andrade
er
y Portugal, (5º conde Lemos, 3
er
conde de Vilalba y 1 conde de
Andrade), él es el titular de las armas que allí lucen y que hace colocar en el sepulcro de su abuelo. El
escudo viene timbrado de un casco
de conde, según corresponde a su
dignidad: de plata, perfilado de oro,
enteramente de lado a la diestra,
abierto con grilleta que lleva siete
barretas de oro. En justeza, el casco debería de haberse presentado
terciado, pero tal vez la dificultad
de la talla en este escorzo, habría
recomendado adoptar la posición
en la que queda, perfilado. El casco
se adorna de penacho de plumas y
cimera consistente en un puño armado de espada batiente hacia la
siniestra, tal vez con la intención
de transmitir al adversario de su extraordinaria agresividad y valor.
Es esta una buena demostración
del papel y la fuerza del linaje que
se coloca por encima del papel y la
fuerza de la persona. Sobre la tumba del abuelo, el nieto coloca sus
propias armas, que adorna externamente con los trofeos de aquél.
Al llevar a este sepulcro sus personales emblemas heráldicos, parece
pretender lustrarlos con las glorias
de los de su antecesor materno.
directa con Teresa para subsumirse en el linaje preponderante de
los Castro de Lemos, al que aporta
los condados de Vilalba y Andrade
junto con el señorío de las villas de
Pontedeume y Ferrol, entre otros
bienes y reconocimientos. Hasta
1741, el linaje Castro-Andrade transita a través de una línea de sucesivas transmisiones directas. En
1741 fallece Ginés Fernando Ruiz
de Castro y Portugal que, a pesar
de haberse casado tres veces, no
deja heredero directo. Como consecuencia de esta circunstancia, todos sus títulos nobiliarios pasan a
su sobrina Rosa María de las Nieves
de Castro y Centurión, la cual, después de dos matrimonios muere en
1772, también sin descendencia directa. Los títulos pasan a su sobrino
Joaquín Álvaro López de Zúñiga y
Sotomayor, duque de Plasencia y de
Béjar entre otros títulos del reino.
El duque de Plasencia, que hacía
poco que había conseguido rehabilitar su título tuvo como ocupación principal el servicio del rey
Fernando VI, que lo hizo caballero
de la Orden del Toisón de Oro entregándole el collar correspondiente
en 1751. Al fallecimiento del monarca continuó en el servicio de su
sucesor Carlos III que le encomendó
el cuidado y formación de su hijo, el
futuro Carlos IV. El escudo que se
encuentra encima de la puerta de
la torre de Pontedeume y que, en su
origen, ocupó otro lugar, está compuesto con las armas de los linajes
gallegos que su tía le transmitió en
herencia. Según nuestra opinión,
el propio duque de Plasencia debió de pergeñar este conjunto heráldico que aparece timbrado con
corona de marqués y ornado en
su derredor con los trofeos militares de Fernando de Andrade, aquí,
con la flor de lis. Las armas de los
Andrade ocupan el tercer cuartel y
las de Castro el primero.
Como hemos anticipado, el linaje de
los Andrade pierde su transmisión
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Francisco Sayáns Gómez
La señera figura es un ángel que
sostiene una bandereta que contiene la siguiente breve y expresiva sentencia: «nolite nocere». Su
presencia ahí, nada tiene que ver
con los blasones propios del duque. Se trata del quinto ángel del
Apocalipsis que sube del naciente
sol para parar los daños que tenían
encomendados realizar los otros
cuatro ángeles. «No hagas daño», es
una frase que está aquí ejerciendo
el papel de una demanda o de una
advertencia, cuyo sentido esotérico puede comprenderse si se analiza en conjunción con la segunda
extravagancia, que procedemos a
comentar.
la piedra que lo contiene. Así fue
como se mandó hacer y así quedó
hecho. De esta forma, el conjunto
heráldico parece haber servido de
soporte para transmitir una advertencia a sus propios dependientes
y un despecho que solo podía tener como destinatario al mismo rey.
Causas habría para lo uno y lo otro,
que serían muy interesantes de ser
investigadas.
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cas.
297
14 Fernando de Andrade, hijo de Diego de Andrade y
María das Mariñas y bisnieto de Nuño Freire de
Andrade O Mao, cuyo sepulcro se encuentra en el
monasterio de Monfero.
15 Señor de d’Aubigny, (1452-1508), comandante del
ejército francés en las guerras de Italia, escribió
«Tratado sobre el arte de la guerra».
16 Los penachos eran plumas de adorno del casco, propios para el evento de la justa y la presentación de
armas, pero no para el combate real. El casco de su
monumento funerario aparece adornado con penachos similares.
17 Tal como la que hemos encontrado en otro pomo
similar de procedencia italiana, —sunt.hic.etiam.sua.
praemia.laveli— tomado de la Eneida. Que viene a
significar —aquí la virtud tiene su debida recompen-
Con el paso de los títulos y dominios gallegos a López de Zúñiga, estos perdieron una parte importante de su galleguidad. Don Joaquín
Álvaro fallecería en 1777. El ducado de Plasencia pasó a la casa de
Osuna y la mayor parte de los restantes títulos y estados, entre los
que se incluían los gallegos heredados de su tía, a la casa de Berwick.
Años después, todos los títulos y
propiedades nobiliarias de la casa
de Berwick pasarían a la de Alba.
sa—.
18 Son frases del estilo: «Viva mi dueño», «Por mi rey
y por mi honor», «Ni me saques sin razón ni me envaines sin honor»; que se harán populares a finales
del XVI y durante el XVII, especialmente sobre las
espadas roperas.
19 La efigie de O Mao lleva lambrequines en su casco.
20 El Marqués de Avilés. Ciencia Heroyca. Madrid
MDCCXXX, Tratado I, pp. 59-60. De la biblioteca del
autor.
21 Hay algunas dudas con respeto a la fecha de su acaecimiento que algunos datan en 1542. En la epigrafía
del arcosolio se nos dice que el once de octubre de
1540, fue enterrado en un panteón dentro de la capilla mayor de la iglesia. En el Registro de la Nobleza
Titulada, aparece el título de Conde de Andrade como
concedido en fecha 1 de mayo de 1543 en la persona de don Fernando de Andrade y de las Mariñas. El
dato de la epigrafía debe de ser el correcto de lo que
se derivaría que don Fernando nunca fue conde de
Andrade, pues el título habría sido concedido a su
nieto Pedro Fernández de Castro Andrade y Portugal
o, tal vez, a Fernando en la persona de su nieto. Esto
es tema de otro tipo de estudio.
22 Pieza sobrepuesta al casco, normalmente fabricada de
cartón o cuero, que servía para identificar al caballero
e impresionar al enemigo. A menudo consistía en una
Notas
1 Característica que veremos repetida en todos los sepulcros de esta época, constituyendo un detalle identitario de los mismos.
2 Morrás Ruiz-Falcó, María. «Mors bifrons», en Ante la
muerte. Actitudes, espacios y formas en la España medieval. ed. Jaume Burell y Julia Pavón, EUNSA, 2002.
pp. 153-195.
3 Sayáns Gómez, Francisco. «El sepulcro del caballero
medieval en Ferrolterra», en Ferrol Análisis, nº 25. Club
de Prensa de Ferrol, Ferrol, 2010. pp. 162-177.
4 Lápida sepulcral con grabados, inscripciones o figuras
referentes al difunto.
5 Pudo ser de otro Pedro Fernández de Andrade, el sobrino de «O Boo» que señoreó la casa por un corto
tiempo y al que sucedió «O Mao». Pero si fuera así
carecería de importancia en este trabajo. Una línea de
investigación podría ser la comparación de los tipos de
letra de las tres sepulturas.
6 En el Registro de la Nobleza Titulada, este título apa-
Nos referimos a la incorrecta disposición contornada que el duque
ordena dar a la figura del Toisón,
pues no puede resultar de un error
involuntario del tallista, dada la relevancia y notoriedad del objeto,
de sus peculiares características y
de su conocida posición canónica:
suspendido de la cinta y mirando a
la derecha. Si hubiera sido un error
lo habría advertido y se habría subsanado fácilmente retallando solo
sario. Paladín castellano de las virtudes caballeres-
rece concedido con fecha 22 de Marzo de 1486 en
la persona de Diego de Andrade Moscoso, señor de
Villalba.
7 Por estar compuesta de unos materiales que le aportan
esa tendencia a oscurecer en gris. Aunque bien podría
tratarse de otra calidad y procedencia.
8 Pertenecientes a Nuño Freire de Andrade y a Aras
Pardo.
9 En el claustro de la Catedral el sepulcro de García
Fernandez Castellanos y en el Museo varias procedentes de Villasandino.
10 Las que podemos ver en los sepulcros de los Esquío
(en Neda y Xubia) o en los de Nuño Freire y Aras
Pardo (en Monfero).
11 Capital Monumental Latina, de módulo cuadrado.
12 Serifs, detalle como una incisión amplia que remata
el extremo libre de los astiles de las letras.
13 Valladolid (1378-1453) Cigales. Militar, marino y cor-
figura que estaba relacionada con algún aspecto del
personaje en cuestión.
23 XI conde de Lemos, IX conde de Vilalba, VII conde de
Andrade y VIII marqués de Sarria.
24 Álvaro de Zúñiga, II conde de Plasencia fue hecho
I duque de Plasencia en 1476. El II duque sufrió la
revuelta ciudadana contra su autoridad y la ciudad
retornó al realengo en 1488.
25 Por el título de Sarria.
26 En los archivos municipales se podría comprobar la
precisión de la fecha, cosa que no es de importancia
aquí.
27 La posesión del nombramiento de caballero y del hecho material del collar correspondiente es personal
y no hereditaria de manera que, a su fallecimiento,
debe ser reintegrado al Gran Maestre que se lo concedió.
28 Apocalipsis 7:3. dicens nolite nocere terrae neque mari
neque arboribus quoadusque signemus servos Dei nostri
in frontibus forum.
29 Casa fundada por James Fitz-James, hijo de Jacobo
Estuardo rey de Escocia. En la guerra de Sucesión
española, mandando los ejércitos del pretendiente
Felipe, venció a los del pretendiente Carlos en la batalla de Almansa. Fue creado I duque de Berwick, I
duque de Liria y I duque de Jerica.
F a historia
El duque debió mandar colocarlo
alrededor de 1775 y demostró especial preocupación por personalizarlo incorporando al mismo su
collar del Toisón. Por fuera de los
timbres y los adornos exteriores
del conjunto heráldico, en lo alto,
se halla una figura. En los distintos
trabajos que lo describen y que he
podido leer no he encontrado una
interpretación correcta del significado y de la razón por la que está
ahí. Paralelamente, la importante
pieza del blasón, que es el collar,
presenta una inequívoca incorrección, que tampoco he visto descrita
ni analizada en otros trabajos. Estas
dos circunstancias están, en nuestra opinión, relacionadas y obedecen a una intencionalidad críptica
que nos proponemos ayudar a desentrañar.
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