Convirtiendo la Administración en una casa de cristal

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Convirtiendo la Administración en una casa de cristal
Artículo de Joaquín Meseguer Yebra sobre los avances recientes y futuros en matería de transparencia.
En este artículo, elaborado por Joaquín Meseguer Yebra, Inspector General
de Servicios del Ayuntamiento de Madrid y Académico Correspondiente
de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, analiza los avances
recientes y los que aún restan por acometer en un futuro próximo en
materia de transparencia.
Tomando como referencia la experiencia de los países anglosajones
y nórdicos, y en el contexto de las políticas impulsadas por algunas
organizaciones internacionales de las que España forma parte como la
OCDE y la OSCE, nuestro país ha iniciado la presente década entrando
de lleno en la era de la transparencia administrativa y el acceso a la
información pública. Más allá de las iniciativas normativas adoptadas
en los años recientes por algunas comunidades autónomas (Islas
Baleares, Galicia o Navarra), es la ley estatal 19/2013, de 9 de diciembre,
de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, la
norma que establece las bases generales en nuestro país para un nuevo
cambio de paradigma en las relaciones ciudadano-administración.
Mucho se ha hablado y escrito sobre transparencia en los últimos
tiempos, hasta el punto que no hay ya ámbito de nuestra realidad que
escape al uso (y abuso) de este término: hablamos de transparencia
en la confección de las facturas, del etiquetado de los alimentos o
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de los servicios bancarios, por citar algunos ejemplos. Esta palabra
mágica ha inundado por completo nuestras vidas, sin que apenas
seamos conscientes de sus verdaderos contornos y límites. Es un
hecho: la transparencia está de moda, sin duda alguna, y quizá por
esta razón resulta en ocasiones especialmente complicado abordar
con seriedad y de una manera reflexiva la implantación de prácticas
transparentes en nuestra administración. Esta dificultad, sin embargo,
no puede desanimarnos en el intento de aprovechar esta oportunidad
y momento únicos para encarar definitivamente el reto de combatir el
desapego y la desconfianza que se han ido instalando en la ciudadanía,
avanzando en una mayor rendición de cuentas y control de la actividad
administrativa.
La puesta en marcha de la ley estatal, para cuya implantación las
Comunidades Autónomas tienen un plazo límite fijado en diciembre de
2015, va a suponer un giro decisivo para nuestra cultura administrativa.
Convertir a la Administración en esa casa de cristal, en la que pueda
observarse desde cualquier ángulo cómo se gestionan y emplean los
recursos públicos y se pueda acceder a la información que estas acciones
generan, no es asunto baladí que pueda satisfacerse sin resistencia. Por
ello, se hace imprescindible más que nunca antes realizar un esfuerzo
responsable para la formación de nuestros empleados públicos y el
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diseño de herramientas tecnológicas que eviten que el reto de la
transparencia acabe en agua de borraja.
La Junta de Castilla y León, con la aprobación del Acuerdo 17/2012,
de 8 de marzo, puso en marcha el Modelo de Gobierno Abierto en la
administración regional, enumeró una serie de instrumentos e iniciativas
con el fin de preparar el terreno para el despliegue adecuado de la ley
estatal y su desarrollo normativo autonómico. Precisamente con este
último propósito se ha aprobado un proyecto de ley de transparencia
y gobierno abierto, actualmente en trámite en sede parlamentaria,
elaborado teniendo en cuenta las aportaciones y sugerencias de los
ciudadanos presentadas en el desarrollo de una experiencia participativa
llevada a cabo a través de la web institucional del gobierno regional.
Este proceso puesto en marcha en nuestra región no es una
experiencia aislada en el panorama nacional. El Principado de Asturias,
la Comunidad Valenciana o Canarias, por citar algunas Comunidades
Autónomas, están inmersas actualmente en la labor de desarrollo de
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las previsiones estatales (Andalucía, La Rioja, la Región de Murcia y
Cataluña han aprobado en fechas muy recientes sus leyes).
En el debate parlamentario son muchas las cuestiones que aún pueden
y deben concretarse, y que no han sido resueltas o concretadas al
detalle por el legislador estatal. Estos espacios de regulación, que no
son lagunas ni olvidos premeditados sino respeto a la capacidad de
decisión autonómica, pueden ser aprovechados por Castilla y León
para imprimir una impronta territorial a su política de transparencia.
Y podría hacerlo avanzando, a título de ejemplo, en los siguientes
aspectos:
• Ampliación del ámbito de aplicación subjetivo de la ley a sujetos en la
órbita del sector público.
• Establecimiento de un régimen sancionador riguroso que desincentive
aquellas prácticas restrictivas de la transparencia.
• Inclusión de nuevos contenidos en la relación de las informaciones
públicas a las que dar difusión de forma proactiva.
• Mayor concreción de los límites en el acceso a la información pública.
• Creación de un órgano de control con plena y real autonomía funcional.
Esperemos que en el devenir de la tramitación del proyecto
gubernamental y debate parlamentario se avance en alguna de estas
líneas a semejanza de lo que incorporan ya algunas propuestas
comparadas, que han apostado por un acortamiento de plazos,
simplificación de trámites o mayores garantías procedimentales, entre
otras medidas.
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