“El problema más grave que afrontó el sector editorial durante el

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Portafolio 30. Revista Arbitrada de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad del Zulia
Año 15, vol.2, no.30, Julio - Diciembre 2014, pp.42-44
“El problema más grave que
afrontó el sector editorial
durante el último año fue uno:
no hubo papel”.
Entrevista a Diego Arroyo Gil
Sánchez, José Ignacio 1
A propósito de los cambios en formatos, soportes y
otras particularidades sobre la industria editorial en
Venezuela, Portafolio invitó al reconocido periodista
Diego Arroyo Gil, a disertar sobre esta circunstancia,
así como las posibles salidas y reflexiones resultantes
de una problemática centrada en los medios
impresos nacionales. ¿Se vislumbra una pronta
solución?, ¿representan las crisis editoriales, nuevas
oportunidades para el periodismo y el diseño?, o
acaso, ¿la escasez de papel perfila –sin querer- una
reinvención mediática?
Diego Arroyo Gil (Caracas, 1985), es egresado de la
Universidad Central de Venezuela, realizó un máster
en Edición por la Universidad Complutense de Madrid
y el programa Santillana Formación, en España. Junto
con Simón Alberto Consalvi, entre 2008 y 2012 dirigió
la Biblioteca Biográfica Venezolana. Se desempeñó
como jefe editorial de Libros El Nacional. Desde 2006
es articulista del diario El Nacional y desde 2007 es
miembro de la junta directiva de la Fundación del Valle
de San Francisco. Actualmente es asesor independiente de comunicaciones para la empresa privada
y profesor de la Escuela de Letras de la Universidad
Central de Venezuela.
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Arquitecto y Periodista. Magíster en Historia y Teoría de la Arquitectura. Profesor e investigador adscrito al Departamento de Historia
de la Ciudad, la Arquitectura y el Diseño. Programa de Diseño Gráfico. Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad del Zulia.
e-mail: [email protected]
Entrevista: “El problema más grave que afrontó el sector editorial durante el último año fue uno: no hubo papel.”
Sánchez, José Ignacio
JIS: Tradicionalmente, la edición de impresos ha sido
una tarea de alta complejidad multidisciplinar, que
básicamente contempla como eje la producción escrita
conjugada con estrategias visuales efectivas. ¿Ha
cambiado el panorama?
en papel basta tener los dos ojos, o incluso uno solo.
Para leer la prensa digital hacen falta, además de los
ojos, el dispositivo y disponer de conexión a Internet.
¿Qué porcentaje de la población de nuestro país goza
de estos beneficios?
DAG: No demasiado, supongo. Lo que sí es que
cada día más los impresos se ven en la circunstancia
de reajustar su existencia con respecto a la de los
formatos digitales. En uno y otro ámbito seguirá
siendo norma –así lo veo– conjugar, como tú dices, la
producción escrita con estrategias visuales efectivas.
JIS:¿Cuáles deberán ser las adaptaciones impostergables en el diseño del periódico impreso?
JIS: Hace menos de un año, en una entrevista, Rafael
Osío Cabrices señalaba que “la industria editorial en
Venezuela es un archipiélago de incertidumbre”, según
tu opinión, ¿cuál es la situación hoy?
DAG: Pienso que ya no es ni siquiera un archipiélago
sino un mar de incertidumbre, un mar en el que por
cierto algunas editoriales ya naufragaron. No es de
extrañar, dada la crisis que atraviesa el país: aquí lo
que no ha colapsado está en trance de hacerlo.
JIS: Tienes una experiencia valiosa en la edición de
libros, ¿cuál es el mayor desafío para producirlos en
Venezuela?
DAG: Sobrevivir a la etapa productiva, sobre todo.
El proceso previo, el editorial propiamente dicho, no
ofrece tantas resistencias como la producción. Hay
disposición en el sector para que las cosas fluyan, pero
en el camino surgen demasiados escollos. El problema
más grave que afrontó el sector editorial durante
el último año fue uno: no hubo papel. ¿Cómo puede
funcionar una industria como la nuestra con esta falta?
Es prácticamente imposible.
JIS: Ante una crisis de papel, ¿se reinventa el soporte
para informar?
DAG: La falta de papel para imprimir periódicos ha
obligado a la gente a buscar información en las redes
sociales y en los diarios digitales, que en Venezuela
son pocos y, en general, incómodos de consultar. Esto
no significa que el soporte se esté reinventando, sino
sencillamente que el ciudadano busca la manera de
enterarse de lo que sucede echando mano de las
herramientas que le ofrecen las circunstancias. Por
supuesto, estoy seguro de que la falta de papel ha
obligado a los directivos de algunos medios impresos
a pensar con mayor urgencia y seriedad en las
posibilidades del mundo digital, pero esos cambios no
se dan de un día para otro. Por lo demás, para leer
DAG: En primer lugar, hay que renunciar a la muy
atroz idea de que la gente quiere leer menos que lo
que leía antes. En la política editorial de la prensa se ha
incubado el virus del “taquito”. Hay gentes que creen
que porque Twitter es una maravilla y un éxito, toda
la prensa debe ajustarse a la “filosofía” de los 140
caracteres. El resultado es que de un tiempo para acá
las noticias son cada vez más pequeñas y las fotos son
cada día más grandes. “Es demasiado texto”, dicen
los jefes cuando uno les pide 7000 caracteres para
narrar un acontecimiento relativamente importante.
Antes las noticias eran noticias. Ahora las noticias son
fotoleyendas.
JIS: ¿…y del libro?
DAG: El libro debe ser siempre amable: que su
portada sea atractiva sin llegar a mentir, que se abra
fácil, que la mancha no hiera la mirada, que la letra no
atrofie el ojo, etcétera. Esto en cuanto al libro de papel.
En lo que respecta al libro digital, me parece que el
reto que enfrenta es el mismo: insisto, que sea amable,
que no se olvide que existe para dar placer al hombre.
JIS: ¿Hay conciencia para esa amabilidad?
DAG: Hay diseñadores que hacen unos libros
espléndidos que solo sirven para ser vistos, no leídos.
Incluso ganan premios, que por cierto se merecen. Muy
bien, que sigan adelante. Siempre produce placer la
belleza, aunque sea inútil; supongo que el hecho de
que produzca placer ya indica que no es inútil, pues
estimula la sensibilidad del observador y, en ese
sentido, lo educa en la percepción del mundo.
Pero así como está bien que haya este tipo de
diseñadores, requerimos a los que son capaces de
hacer libros bellos que pueden también usarse, que
pueden abrirse bien sin que se les raje el lomo tejido con
hilos de algodón egipcio... Les pasa a los diseñadores
una cosa que también sufren los arquitectos, según
me han dicho: tienen el reto de equilibrar estética con
utilidad. Que no se quejen. Aunque ardua, es una tarea
necesaria, y solo ellos están llamados a consumarla
buenamente en nuestro provecho.
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Año 15, vol.2, no.30, Julio - Diciembre 2014, pp.42-44
JIS: Recordando a Umberto Eco, muchos “integrados”
mantienen una excesiva confianza en la tecnología
digital. En tu opinión, ¿hacia dónde se orienta el futuro
de la industria editorial?
DAG: Para responder también con Eco, aclararé de
entrada que no soy ni “apocalíptico” ni “integrado” ante
esa cosa temible que llaman “la cultura de masas”. No
sé qué es la cultura de masas. ¿Es que acaso existe
alguna cultura que no sea, per se –detesto la frase– “de
masas”? Trato nomás que de adaptarme, aceptando
algunas tentaciones, rechazando otras. Creo que el
futuro de la industria editorial es la convivencia entre
el soporte tradicional, que es el papel, y los nuevos que
nos provea la tecnología.
JIS: En Venezuela, ¿qué tanta sincronía o asincronía se
corresponden a los avances en la producción editorial
a nivel internacional?
DAG: Vamos detrás de la ambulancia, y no por falta de
ganas ni de talento, sino de ambiente y circunstancia.
Pudiendo ser uno de los países más avanzados a
este respecto, ocupamos los últimos lugares en la
lista latinoamericana. Para estar en sincronía con
los avances editoriales que se desarrollan hoy en el
mundo, es indispensable que primero contemos con
una capacidad de navegación en Internet que no
tenemos. ¿Por qué? Por desidia. Marchamos hacia
atrás, como el cangrejo, con la diferencia que el
cangrejo sabe siempre hacia dónde va.
JIS: ¿Qué necesitará la industria editorial en el futuro?
DAG: Lo mismo que necesita ahora: gente con
talento, gente con ganas de trabajar y gente con
sentido común. A todas en conjunto corresponderá,
eso sí, idear la manera de que el mundo no se pierda
en la innumerable, infinita cantidad de información que
se nos terminará de venir encima cuando acaben de
abrirse las puertas de la globalización. Digo cuando
acaben de abrirse porque cada día nos sorprenden
con una novedad. Esto es de nunca acabar. Estoy
seguro de que, para protegernos de la avalancha,
desarrollaremos nichos de mercado y de consumo. De
hecho, ya sucede.
JIS: ¿Venezuela está preparada para enfrentar eso?
Prefiero no contestar para no desdecirme cuando
digo que no soy “apocalíptico”, según Umberto Eco.
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