Por fin la beatificación del obispo Palafox

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Por fin la beatificación del obispo Palafox
La Razón, 13 Febrero 10 - Carlos ABELLA Y RAMAYO- Embajador de España
Si ya sabemos que «las cosas de palacio van despacio» debemos consolarnos también
con lo muy lentas que a veces avanzan las causas de beatificación o canonización. Pero
no todo aquel que espera, desespera. Acabo de conocer la buena noticia de que por fin
después de casi 345 años la Iglesia hace justicia y beatificará a su obispo Juan de
Palafox, que lo fue de Puebla de los Ángeles en México y después arzobispo de la
metrópoli azteca para acabar sus días como obispo de Osma casi en el ostracismo y en
el olvido.
Juan de Palafox y Mendoza, nacido en Fitero en 1600, tuvo una vida por demás azarosa
y extraordinaria, tanto por el secreto de su nacimiento, su personalidad y sus dotes
intelectuales, como sobre todo por su gran labor pastoral y grandes virtudes cristianas.
Hijo ilegítimo del Marqués de Ariza, sólo fue reconocido en su juventud y enviado a
estudiar en Alcalá y Salamanca. Pronto fue diputado y fiscal del Consejo de Indias,
ordenándose sacerdote y consagrado obispo de Puebla a los 39 años. Carlos III lo
nombró además capitán general de Nueva España y virrey de México. Tanto poder
habría de traerle mucha desgracia.
Su gran preocupación y defensa de los indios, le acarreó la enemistad de los
colonizadores y también de los jesuitas, que no querían someterse a su jurisdicción
diocesana. Las acusaciones de unos y otros las pagó Palafox, que fue retirado de México
y trasladado al Obispado de Burgo de Osma, donde murió a los pocos años.
Por su fama de santidad ya en 1666 se abre el proceso para su beatificación. Sin
embargo, la poderosa oposición de los jesuitas lo paraliza. Convertida su causa en baza
política, Carlos III y su embajador en Roma, el famoso ilustrado José Nicolás de Azara,
a la vez que piden al Papa la extinción de la Compañía de Jesús interceden por la
beatificación del obispo Palafox, llegando Carlos III a escribir personalmente a
Clemente XIII para solicitar su pronta beatificación. Los esfuerzos de Azara en su favor
fueron paralelos a los que hacía en contra de los jesuitas.
Después cayó un inmenso y prolongado silencio.Tan prolongado que duró hasta el año
2000. Entonces, y gracias a la admiración a su figura y devoción a la obra de Jorge
Fernández, a la sazón secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, se me instó
para que intercediera de nuevo por aquella causa tan olvidada y se le encargó al Padre
Morriones, otro gran admirable batallador, que se encargara de llevar la pendiente causa
de beatificación. Muchas fueron mis vistas a la Congregación de la Causa de los Santos.
También al entonces Padre General de los Jesuitas –quien me aseguró que no había ya
ninguna oposición por parte de la Compañía de Jesús a una causa tan históricamente
olvidada–, y entre todos empezamos a remover argumentos antiguos y nuevos.
Se organizaron conferencias sobre la obra, virtudes y milagros de Palafox; Jorge
Fernández consiguió traer a Roma una muy completa exposición sobre el Obispo-Virrey
que fue inaugurada en nuestra Iglesia de Montserrat por el entonces vicepresidente del
Gobierno, Mariano Rajoy, y el prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos,
Monseñor José Saraiva. Y la causa empezó a andar de nuevo.
En 2009 la Consulta Médica de la Congregación declaró inexplicables las curaciones
atribuidas a la intercesión del obispo Palafox. El pasado 8 de febrero la Congregación
de la Causa de los Santos se pronunció unánimemente a favor de la beatificación, sólo
pendiente ahora de la sanción de Benedicto XVI y la fijación de la fecha.
Habrá alegría en Fitero, en Puebla de los Ángeles, en Ciudad de México y en Burgo de
Osma, pues será un beato compartido por sus obras edilicias y pastorales en Puebla,
donde dejó su maravillosa biblioteca Palafoxiana y perenne memoria de su defensa de
los indios, y en España, por su gran personalidad, numerosos escritos y sobre todo por
sus virtudes cristianas, dignas de ejemplo.
Aunque despacio, como las cosas de palacio, la Iglesia ha hecho de nuevo por fin
justicia y pronto beatificará a uno de sus servidores más controvertidos pero también
más edificantes. Albricias ¡Laus Deo!
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