¿CUAL ES EL ESPIRITU DEL VERDADERO CRISTIANISMO? El mundo está lleno de «seudocristianos» — pero, ¿Cual es el espíritu y la actitud de un verdadero cristiano? por C. Wayne Cole D IOS posee un carácter perfecto. Es consistente. Es un Dios que no cambia (Mal. 3:6; Hebreos 13:8). Usted puede contar con Dios para que cumpla sus promesas y propósitos. Es fiel, leal, digno de fe y confianza. ¡Dios es predecible! El carácter y los propósitos de Dios son inmutables — se puede depender de Dios en cualquier emergencia. No le defraudará — nunca fallará. LA HUMANIDAD ES FALIBLE. Pero, como contraste, los seres humanos fallamos. Los hombres cometen errores. Somos falibles, inconsistentes e impredecibles. Dios revela que «todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro. 3:23). Es para la gloria de Dios que Él es lo que es. Pero todos nosotros aquí sobre la Tierra estamos sujetos a las debilidades e inconsistencias de la carne. Jesús mismo reconoció que la carne es, en efecto, débil (Mt. 26:42). La vida humana es una etapa de preparación. Estamos aquí preparándonos para la eternidad. Es aquí, sobre esta Tierra, que hemos de aprender a controlar los poderes que Dios nos ha dado. Por ejemplo, tratamos de controlar el poder del habla y dominar nuestra lengua (Santiago 3:1-10). Nos esforzamos por alcanzar a dominar nuestras emociones. Dios dice: «Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda» (Proverbios 25:28). Debemos dominar el poder físico que tenemos de lastimar a los demás. Juan el Bautista dijo: «No hagáis extorsión [violencia] a nadie . . .» (Lucas 3:14). De manera que es en la esfera de las relaciones humanas donde nos enfrentamos a las mayores dificultades. Y dado que la humanidad es imperfecta, falible y débil, surgen los problemas humanos. No obstante, Dios ama a este mundo miserable a pesar de sus problemas y su falta general de espiritualidad. Pues nos dice el apóstol Juan: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito...» (Juan 3:16). Dios profunda y sinceramente ama a su creación humana. Todo hombre y mujer ha sido creado a la imagen misma de Dios. FUTURA FAMILIA DE DIOS. Cuando nosotros los mortales mirarnos hacia atrás y repasamos el registro de nuestra historia y vemos la trágica evidencia de la crueldad del hombre para con su prójimo, resulta fácil concluir que no existe ninguna esperanza para la humanidad. Pero Dios tiene confianza en el futuro final de la humanidad. Y hay una buena razón para esa esperanza y expectación: Dios sabe que muchos — quizás aun la mayoría de la humanidad — finalmente cumplirán con su destino de ser nacidos dentro de la familia misma de Dios. Jesucristo es el primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:23). ¡Jesús no murió en vano! Su muerte, sepultura y resurrección fueron los eventos más trascendentales y significativos en la experiencia humana. Por ello, la mayor parte de la humanidad será salva — pero cada uno en su debido orden (1 Co.15:22-23). ¿Cómo, entonces, fue que Dios resucitó a Cristo? Por medio de su vasto poder espiritual. Por el poder del Espíritu Santo. Y es este mismo poder el que reside en todo cristiano verdaderamente engendrado. Jesús prometió a sus discípulos que habrían de recibir poder «cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo» (Hechos 1:8). Ese poder, que es la mente misma de Dios, efectuará la resurrección de todo aquél que lo posea (Ro. 8:11 ). La porción de Espíritu otorgada a cada cristiano es meramente el enganche o las «arras» (Ef. 1:13-14) de nuestra herencia. Dios tiene fe en la humanidad. Fe en que su propósito para la humanidad será cumplido. Jesucristo, Cabeza de la Iglesia de Dios, es llamado el autor [en griego, capitán] de nuestra salvación. Es el caudillo, el responsable de ver que el plan de Dios se cumpla hasta en sus últimos detalles. Dios y Cristo tienen un interés personal en todos y cada uno de los seres humanos que han vivido y muerto sobre la Tierra. Si Dios sabe hasta de una avecilla que cae, ¿Cuánto más le interesará su creación humana? (Mt. 10:29-31). La maravillosa verdad es que Dios está creando una familia. Dios está ampliando su propia familia transformando a sus hijos humanos en seres espirituales. Recuerde que Dios es un Espíritu (Juan 4:24). Juan nos instruye: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos tal como Él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro» (1 Juan 7:2-3). CRISTIANISMO BASICO. Este maravilloso plan de salvación, la reproducción de Dios a través de Cristo, es la esencia misma del cristianismo. ¿Logra usted comprender lo que significaría ser exactamente como es Jesucristo? Puede su mente contener semejante concepto? ¿Puede usted imaginar lo que sería quedar convertido en un ser espiritual? ¿Compartir el poder que Cristo tiene a su disposición? ¡La mente simplemente se anonada ante semejante idea! Sin embargo, la Biblia revela que Dios efectivamente tiene en mente este plan. Ese gran plan maestro de salvación ha sido revelado a aquellos que son guiados por su Espíritu. Pablo escribió: «Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (Ef. 1 :910). De manera que Dios tiene un plan definitivo — ¡un propósito! Ese plan está siendo llevado a cabo por Jesucristo. Ulteriormente, al terminar Cristo su obra, todas las cosas en el universo quedarán unidas bajo el mando de Dios. A fin de cuentas, aun la muerte será desterrada del universo. Pablo explicó a los Corintios: «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que El reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte . . . Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos» (1 Corintios 15:22-29 ). ¡Qué plan tan maravilloso! ¡Qué destino tan fantástico tiene Dios reservado para la humanidad! Ninguna descripción haría justicia a la gloria que aguarda a quienes nazcan como hijos del Dios viviente. El hombre está destinado literalmente a nacer dentro de la familia divina del Creador de este vasto universo. Dios es una familia de seres sobrenaturales, omnipotentes y divinos. Dios activamente está ampliando esa familia. El desea incluirlo a usted en ella. Pedro explicó que Dios no quiere «que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). LA META FINAL. Quienes verdaderamente comprenden la voluntad de Dios y el significado de su plan aguardan una resurrección o «cambio», al ocurrir el cual entrarán dentro de la familia de Dios y continuarán existiendo por toda la eternidad como poderosos seres espirituales con Cristo. Ellos esperan convertirse en miembros del Reino de Dios. Es vital para los cristianos en todas partes del mundo no perder de vista esta meta trascendental. Cristo ordenó: «. . . Buscad primeramente el Reino de Dios . . .» (Mt. 6:33). Esta debe ser la primera y primordial meta de todo verdadero cristiano. Esta visión del Reino, de la vida eterna dentro de la familia de Dios, debe dominar nuestra vida. ¡Nada es más importante! Todo lo demás que hay en la vida debe medirse en relación a esta meta preeminente. Ninguna idea ninguna enseñanza o doctrina esotérica, es más importante que el concepto de que el hombre está destinado a nacer en la familia del Dios viviente. Ninguna meta es más noble o más digna de perseguir. Quienes tienen el privilegio de comprender la gran meta y el propósito de Dios que se ha desarrollado a través de las edades tienen una «perla de gran valor» en su poder. ¡No la pierda usted ,jamás! DOCTRINAS EN PERSPECTIVA. Un verdadero cristiano no se convierte a determinadas doctrinas esotéricas o visiones proféticas. El no se convierte a un «talmud» de prohibiciones, de reglas y obligaciones o de decisiones eclesiásticas. ¡El se convierte a Cristo y a Dios! Al momento del bautismo cada cristiano llega a tener una relación individual y personal con su Creador; y esta relación no depende de los cambios en el pensamiento teológico. Es esa relación con Dios la que constituye el ancla segura de toda vida verdaderamente cristiana. Uno no debe edificar su fe, sus esperanzas e ilusiones en torno a determinada opinión doctrinaria o teológica. ¡Un cristiano no se convierte a un sistema de valores! El bien puede aceptarlos, abrazarlos y vivir de acuerdo con ellos. Y, en efecto, debería hacerlo; ¡Pero él se convierte para con Dios! Como dijo Lucas: «En El [Dios] vivimos, y nos movemos, y somos» (Hechos 17:28). Somos salvos por la fe en Cristo — no por creer determinada doctrina. Pablo escribió a los Gálatas: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi; lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gá. 2:20). Nuestra fe no es una opinión sobre doctrina — ¡Es fe en Cristo! Ello no quiere decir que el co rrecto entendimiento de las enseñanzas de Dios y de Cristo no sea importante. Precisamente el Espíritu de Dios conducirá a la mente convertida a un entendimiento de la voluntad y el propósito de Dios. Pero yo he visto a personas discutir, argumentar y debatir sobre puntos específicos de aspectos técnicos de la Biblia o de pasajes de la Escritura difíciles de entender al grado en que pierden de vista el maravilloso y majestuoso significado del verdadero cristianismo — llegar a ser miembros de la familia misma de Dios. Pablo dijo: «Para mí, el vivir es Cristo» (Fi. 1:21). Jesucristo era el punto central de la vida y la enseñanza de Pablo. Y esa relación colocaba a Pablo más allá de los argumentos baladíes de los aficionados a lo religioso, quienes trataban de debatir sobre cualquier punto doctrinario imaginable. Pablo instruyó a Tito: «Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho» (Tito 3:9). Una relación espiritual con Dios no puede edificarse sobre argumentos teológicos subjetivos. Más bien, un cristiano debe afianzar su vida en la creencia y la fe en Cristo y en Dios el Padre. Pablo y los otros apóstoles y cristianos primitivos encontraron el significado de la vida en su relación con Dios. No se veían obstaculizados por una especie de «talmud» de reglamentos sectarios sin importancia. No obstante, tampoco se consideraban sin ley para con Dios (1 Co. 5:21). Pablo y los demás enseñaron un camino de vida, un camino de amor. Pablo dijo que el amor es el cumplimiento de la ley (Ro. 13:8). La fe, combinada con la obediencia, constituye la base para este camino de vida cristiano. Por supuesto, Pablo dijo también que «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Ti. 3:16-17 ). Pero nuestro entendimiento humano de la enseñanza bíblica cambia conforme crecemos y aprendemos a través del vehículo del Espíritu Santo. Poco a poco somos guiados «hacia toda la verdad» (Juan 16:13). De manera que resulta insensato «cristalizar» el entendimiento humano imperfecto de la Escritura en algo sólido y concreto. Inevitablemente, las doctrinas, las enseñanzas, ideas y opiniones humanas vienen y van. Las profecías fallan (1 Co. 13:8). Las decisiones se dan, se revocan y se revisan. Pero «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por siempre» (Hebreos 13:8). Dios no cambia (Mal. 3:6). Dios permanece el mismo en cuanto a carácter, propósito e intención. Es confiable consistente y asequible a quienes lo buscan y lo necesitan. Uno siempre puede depender de Dios y de su Hijo, Jesucristo. Pero los seres humanos cambian. Todos nosotros por naturaleza tendemos a ser un tanto caprichosos, inconsistentes y volubles. NUESTRA ACTITUD HACIA NUEVAS VERDADES. Conforme la Iglesia de Dios es guiada por el Espíritu Santo, crecemos y adquirimos un nuevo entendimiento una mejor comprensión. Las doctrinas pueden cambiar de vez en cuando a la luz de nuevas investigaciones y estudios. Esto, en sí mismo, no es algo negativo. Es una indicación muy positiva de que Dios aún está obrando con el Cuerpo de Cristo. El Espíritu de la Verdad está guiando a la Iglesia hacia toda la verdad. Pero este es un proceso que continúa a lo largo de las edades del hombre — y seguirá así hasta el retorno de Jesucristo. Los cristianos maduros no se inquietan por el desarrollo y el crecimiento doctrinal logrado a través de cuidadosas investigaciones. Más bien, se ven estimulados por el progreso que se va logrando. Los hijos de Dios verdaderamente convertidos se ven estimulados y animados por el influjo constante de nuevas verdades y de una mayor comprensión. ¿Por qué? ¡Porque sus vidas están ancladas a Cristo! Puesto que el propósito y ancla de su vida no es alguna idea o entendimiento de determinado punto de doctrina, no se ven perturbados por el proceso positivo de crecimiento que incluye el cambio. Su fe, su confianza y su esperanza están todas en Cristo. Están atentos a su guía dentro del Cuerpo. Su amor permanece consistente por su relación con el Salvador y Sumo Sacerdote — Jesucristo. Nada los puede debilitar. Nada puede aminorar ese amor, porque el amor es derramado en sus corazones por el Espíritu Santo (Ro.5:5). Como escribió Pablo: «El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos» (1 Co. 13:8-9). Un cristiano ama, y es amado a su vez por Cristo. Pablo dijo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?» (Ro. 8:35). NO USAR LA PALABRA DE DIOS CON ENGAÑOS. Los hijos de Dios son honrados en su uso de la Biblia. No la usan como un garrote, sino más bien como una revelación de Dios. No se preocupan por argumentos sutiles y astutos de aficionados a lo religioso que pervierten las enseñanzas de la Biblia para lograr sus propios y algunas veces deshonestos fines (véase 2 Pedro 3:16). «Antes bien», dijo Pablo, «renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios» (2 Co.4:2). Pablo no se exaltaba a sí mismo ante los demás. No se sentía importante ni era presumido. Más bien, se consideraba un siervo, un ministro de Cristo. Pablo dirigía la atención de sus seguidores no hacia su propia persona, sino a Cristo: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor [Amo, Jefe], y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús» (2 Co. 4:5). Y: «Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo» (1 Co.11:1 ). ¡LA IGLESIA DE DIOS PREDICA A CRISTO! Lo predicamos crucificado, sepultado y resucitado (1 Co.15:1-8). Lo predicamos como el Cabeza de la Iglesia (Col. 1:17-19; Ef. 1:22-23). Lo predicamos como el Autor y Capitán de nuestra salvación (He. 2:10); como nuestro Sumo Sacerdote en el cielo (He. 9:11); como nuestro Salvador (Tito 1:4). Predicamos al Cristo de la Biblia: masculino, vital, poderoso, dinámico. Predicamos a Cristo como Sanador, Perdonador y Confortador. Lo predicamos como Creador — el «Verbo» o «Portavoz» de la familia de Dios, quien estuvo presente en la creación y quien dijo: «Sea la luz . . . (Génesis 1:3; Col. 1:13-16; Juan 1:13; He. 1:2). La Iglesia de Dios predica a Cristo como nuestro Redentor, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Juan 1:29; 3:16). Y predicamos a Cristo como el Rey de reyes y Señor de señores quien pronto arribará para poner a todos los gobiernos humanos bajo su dominio (Apocalipsis 19:16). Jesucristo es la esencia misma del evangelio del Reino de Dios. Pablo habló de «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (Col. 1:27). Continuó: «A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de Él, la cual actúa poderosamente en mí» (versículos 28, 29). Esa es la gran meta de la Iglesia. Buscamos proclamar con todo el poder y la energía que Dios nos otorgue, el evangelio del glorioso Reino del Dios viviente. Predicamos a Cristo y a Él crucificado y resucitado para la salvación de toda la humanidad. Cuando usted capte la profundidad y belleza de la esencia del verdadero cristianismo — es decir, Cristo en vosotros, la esperanza de gloria — no será fácil ser desviado por vientos de doctrina, cambio, discusiones y debates. Su vida entonces estará anclada a una roca sólida — la Roca que es Jesucristo. ¿Por qué no lo intenta usted? I.D.D. Chile