Las relaciones internacionales en el período de Entreguerras (1919 - 1939).A).- La etapa del pacifismo y la distensión (1919-1932).Desarmada Alemania por el Tratado de Versalles, las potencias vencedoras, pensando que con ello la paz quedaba asegurada, se dedicaron a intentar conseguir el desarme general de las naciones; comenzaba así una fase de desarme y pacifismo general cuyo primer paso fue la Conferencia de Washington (1921 - 22), en la que los EEUU, con el pretexto de impedir una escalada de armamentos en la zona, pretendían asegurar sus intereses comerciales y estratégicos en el Pacífico y en China frente al expansionismo japonés. Las potencias con intereses en el Pacífico acordaron allí garantizar la independencia de China y la igualdad de todas en su comercio, estabilizar el reparto de posesiones en el Pacífico, y fijaron una relación de fuerzas navales en ese océano claramente favorable a EEUU y el Reino Unido. Pero el problema crucial no era entonces el Pacífico, sino las Reparaciones de Guerra a pagar por Alemania en virtud del Tratado de Versalles. En 1920 habían sido fijadas por fin en 294.000 millones de marcos-oro (pagaderos en 42 anualidades de 7.000 millones). Pero Alemania, con su economía deshecha, no podía hacer frente a los pagos y tuvo que solicitar una moratoria. Ante ello, Francia (a la que le correspondía un 52% del total) decidió ocupar la región alemana del Ruhr (1923) en concepto de garantía; así se produjo un fuerte endurecimiento de las relaciones franco-alemanas y un impulso al nacionalismo radical en el interior de la República de Weimar. El problema amenazaba con agriar excesivamente las relaciones internacionales, por lo que las presiones de otras potencias terminaron imponiendo también en Francia la tolerancia: en 1924 aceptaba el Plan Dawes, que suavizaba los pagos alemanes (ayudados ahora con capital yankee), y se retiraba del Ruhr. Terminaba así la época tensa del llamado “Espíritu de Versalles” y se iniciaba otra, de franca distensión, bajo el “Espíritu de Locarno” (1925 - 1930). En efecto, la reconciliación franco-alemana se sellaba en 1925 en el famoso Pacto de Locarno, firmado por iniciativa de dos políticos pacifistas: el francés Briand y el alemán Stresemann; ante Francia, Inglaterra, Italia y Bélgica, Alemania aceptaba sus fronteras de Versalles, a cambio de lo cual obtenía el ingreso en la Sociedad de Naciones y la evacuación anticipada de la Renania; además, todos los firmantes se comprometían a renunciar a la guerra y a recurrir a la S. N. y al Tribunal Internacional de La Haya para solventar sus posibles conflictos. Posteriormente, el pacifismo triunfante en la ciudad suiza de Locarno fue reforzado con dos nuevos acuerdos: El Plan Young (1926) suavizaba de nuevo las reparaciones de Alemania: la deuda se reducía a 88.000 millones de marcos-oro, pagaderos en 59 anualidades (plazos anuales decrecientes desde 742 millones en 1926 hasta 2.428 en 1966; y decrecientes desde 1.607 millones en 1967 hasta 898 en 1988). El Pacto Briand-Kellog (1928), firmado por 60 naciones (entre ellas todas la europeas y los EEUU). En él se declaraba la guerra “fuera de la ley” salvo para las posibles sanciones previstas por la Sociedad de Naciones. B).- La etapa de los golpes de fuerza y de los virajes hacia la guerra (1930 - 1939).Pero el espíritu pacifista de Locarno no duró mucho, y si en 1925 Alemania, Francia, Inglaterra e Italia habían firmado un pacto de paz, en 1940 estarían de nuevo en guerra. El cambio de actitud arranca de la gran crisis de 1929 (que acrecentaría la insolidaridad y las tensiones por las dificultades económicas), de la subida al poder de los nazis con Hitler en Alemania (1933), con su política exterior agresiva y contraria a Versalles, y de los virajes producidos en la política exterior de otras potencias). Las primeras dificultades surgieron de la política expansiva del Japón y de la Alemania de Hitler. En 1931, violando el acuerdo de Washington de 1922, los japoneses invadían Manchuria, separándola de China e imponiendo sobre ella su protectorado (Manchukuo); a las protestas de la S. N. los japoneses respondieron abandonándola. Por su parte, Hitler ponía en marcha su política de revisión del Tratado de Versalles exigiendo que se permitiese el rearme de Alemania; ante la negativa de las potencias, Alemania reaccionó abandonando también la S. N. en 1933 e iniciando su rearme acelerado. Pero éste era sólo el primer paso para la política expansiva y agresiva del “espacio vital” de Hitler, que implicaba el rechazo completo de las condiciones del Tratado de Versalles y la creación de una “Gran Alemania”, lo que generaría las tensiones que conducirían a la II Guerra Mundial. Esto se puso ya en evidencia con la reocupación alemana del Sarre en enero de 1935, tras un plebiscito favorable. Esta actitud alemana comienza a preocupar a las otras potencias europeas y el resultado es el comienzo de la ruptura del Sistema de Locarno: En abril de 1935 se firmaba el Pacto de Stressa entre Francia, Inglaterra e Italia; con él se pretendía frenar el expansionismo de Hitler, patente en los hechos anteriores y en sus afanes, ya evidentes, de anexión de Austria (lo que incomodaba especialmente a la Italia de Mussolini). En mayo de 1935 se firmaba también el Pacto Franco-Soviético, lo que suponía el llamado “viraje francés”, ya que significaba un cambio radical en su política tradicional de alejamiento del régimen soviético; pero ahora, la necesidad de frenar a Alemania se imponía sobre las diferencias ideológicas. El pacto fue completado con un acuerdo con Checoslovaquia por el que ambas potencias ayudarían a ésta en caso de ser agredida. Los pactos de Stressa y Franco-Soviético significaban el aislamiento de la Alemania nazi y comienzo de la tensión hacia la II Guerra Mundial. Pero, por su parte, también Mussolini iniciaba ahora sus golpes de fuerza en el exterior: en octubre de 1935 el ejército italiano invadía Abisinia (hoy Etiopía), con lo que pretendía obtener prestigio para asegurar la estabilidad interna del régimen y abastecer el país del ansiado carbón e hierro. Las protestas de la S. N. ante este hecho, acompañadas de una serie de sanciones económicas, supusieron también la retirada de Italia de dicha organización en 1936. A dichas sanciones se sumó Inglaterra, lo que supone el “viraje británico”, es decir, la ruptura con Italia, abandonando la política de contrapeso que suponía el pacto de Stressa y sustituyéndola por la de seguridad colectiva que supone la S. N. Estos hechos suponen también el aislamiento de la Italia fascista, lo que la forzará a acercarse a Alemania (cosa facilitada por la afinidad ideológica entre ambos regímenes); en esto consiste el llamado “viraje italiano”, es decir, la ruptura de la amistad franco-italiana. El pretexto para el acercamiento italiano a Alemania lo ofreció la Guerra Civil española (1936-39), en la que ambos regímenes totalitarios apoyaron a los sublevados del general Franco; y también el reconocimiento alemán de la conquista de Abisinia por Italia (julio del 36). El resultado fue el acuerdo verbal llamado Eje Berlín-Roma, efectuado en Berlín entre Hitler y el ministro de exteriores italiano, Conde Ciano, en octubre de 1936. Mientras tanto continuaban los golpes de fuerza: en marzo de 1936 Hitler, contra lo estipulado en Versalles y el Locarno, remilitarizaba la Renania (línea defensiva Sigfrido) y, por su parte, el Japón lanzaba una gran ofensiva contra China, donde Chang Kai-Chek había derribado el Imperio en 1911 e impuesto una República nacionalista. Esta conjunción de actos ofensivos produjo el acercamiento germano-japonés, que, ante la mutua enemistad con el régimen soviético ruso, cuajó en el Pacto Anti-Komintern de noviembre de 1936. Poco después se le sumaba Italia, formándose así el Eje BerlínRoma-Tokio. Estaba así creado el primer bloque beligerante en la futura II Guerra Mundial, el bloque de las potencias totalitarias y militaristas. Por fin, ese instrumento diplomático, la pasividad de las democracias occidentales y la posesión de un moderno y potente ejército, impulsaban a Hitler a la puesta en práctica de la parte fundamental de su programa, la creación de la “Gran Alemania”: 1. El primer paso consistió en el Anschluss o anexión de Austria (marzo de 1938), gracias a las presiones de Hitler, que consiguió colocar en la cancillería austríaca al nazi Seyss-Inquart, quien llamó en su apoyo a las tropas alemanas. 2. Segundo paso: la desmembración de Checoslovaquia: la población de la zona checa fronteriza con Alemania, los sudetes, integrada por importantes minorías alemanas, solicitó (impulsada por Hitler) la autonomía respecto al Estado checo; ante la negativa de éste Hitler se aprestó a intervenir, pero Checoslovaquia contaba con el apoyo francés (recuérdese el pacto franco-soviético), lo que produjo un fuerte aumento de la tensión. Una Conferencia reunida en Munich en septiembre de 1938 solucionó el problema con la renuncia de las potencias occidentales: Inglaterra y Francia accedían a la anexión alemana de los Sudetes a cambio de vagas modificaciones en la forma y de un pacto de no agresión con Alemania. 3. Tercer paso: ocupación de Bohemia y Moravia y desaparición del estado checo (marzo 1939). Como Hitler hacía caso omiso de sus acuerdos internacionales, el acuerdo de Munich sólo sirvió para que pensara que las potencias occidentales no eran capaces de dar una respuesta enérgica a sus exigencias; por otra parte, contaba ya con una potencia bélica monstruosa: un ejército de 13 millones de hombres en 1938, abastecido con 2/3 de la producción industrial alemana. Así, puso ya en marcha el proceso de creación del “espacio vital” (lebensraum) para el pueblo alemán: animó los afanes independentistas de los eslovacos y, tras amenazar al presidente checoslovaco, logró que éste firmase un documento en el que solicitaba la “protección” de Alemania; en marzo de 1939 las tropas del III Reich ocupaban Praga y se anexionaban Bohemia y Moravia. El hecho fue aprovechado por Mussolini, que en abril siguiente se adueñaba de Albania. La tensión con las potencias occidentales subió ya a un grado máximo: Inglaterra y Francia advirtieron a la cancillería alemana que no tolerarían ni una sola anexión más por parte de Alemania. Pero las apetencias territoriales de Hitler no se habían saciado: el paso siguiente (que sigue implicando la revisión del Tratado de Versalles) sería la ocupación del corredor polaco hacia la Prusia Oriental, con la ciudad de Dantzig, lo que significaba la invasión de Polonia, cosa planeada por Hitler desde bastante tiempo atrás. Sin embargo, como tal acción posiblemente implicase la guerra con Francia e Inglaterra, que apoyarían a Polonia, Hitler necesitaba la neutralidad soviética; por eso tanto aquéllas como éste entraron en negociaciones con Stalin en busca de un pacto que reforzase sus respectivas posturas. Pero Stalin no se encontraba en disposición de ir a la guerra (el país no está preparado y, además, es la época de las grandes purgas políticas y militares en la URSS), no se fiaba de las potencias occidentales (que no habían hecho nada hasta el momento para frenar las agresiones fascistas) y había considerado ultrajantes los acuerdos de Munich del 38; por otra parte, los polacos no querían la ayuda ni la alianza de los rusos. Por todo ello Stalin prefirió acercarse a Hitler, y el resultado fue la firma del Pacto de no agresión Germano-Soviético (agosto de 1939), que dejó al mundo estupefacto (suponía la alianza de dos regímenes enemigos por definición) y que contaba con un protocolo secreto por el que Alemania y la URSS se repartían Polonia. Este pacto significaba el último viraje hacia la guerra, el “viraje alemán”, ya que aseguraba el flanco oriental de Alemania y suponía la quiebra definitiva entre Alemania y las potencias occidentales. Con este instrumento diplomático, Hitler se atrevió, por fin, a exigir a Polonia la ciudad libre de Dantzig y un corredor para llegar a ella desde territorio alemán. Ante la prevista negativa polaca, ya que Polonia se sabía defendida por sus aliados Francia y el Reino Unido, el 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán invadía Polonia; tres días después Francia y Gran Bretaña declaraban la guerra a Alemania. Era el comienzo de la II Guerra Mundial (1939-1945).