Justificación La disparidad de la distribución de la riqueza a escala mundial, estatal, regional y local, es inherente al sistema económico y social global, nacional, regional y local. La mitad del PNB mundial se crea en un 1,5 % del territorio. A pesar del dinamismo de los países emergentes, Norteamérica, Europa Occidental y Japón, con apenas 1.000 millones, el 15 % de la población del planeta acumulan tres cuartas partes de la producción mundial y el 85 % de los habitantes, disponen apenas del 30 % restante. Tomando como referencia la renta “per cápita” en Europa sobre una base promedio de 100, la región de Londres registraba un valor de 277 en el año 2003, según datos de Eurostat, mientras que las regiones rumanas se situaban todas ellas en torno a 25, es decir, un diferencial de 11 veces menos. En el caso español dos regiones: Andalucía y Extremadura tenían un PIB inferior al 65 % de la media europea. Pero es en los países emergentes donde las disparidades interregionales son más profundas y. numerosos autores lo sustentan, se han agravado en las últimas décadas. La disparidad interterritorial en Thailandia, es siete veces mayor que en Australia. En Brasil tres Estados del Sur, con un 15 % de la superficie del país aportan un 50 % de la producción total brasileña. En Egipto, el área metropolitana de El Cairo genera el 50 % del PNB egipcio. Esta distribución inequitativa se refleja también a escala regional, de manera que existen dentro de los países, especialmente de los más atrasados, diferencias regionales muy acusadas. En un país podemos encontrar contrastes similares a los que separan Noruega de Marruecos. Lo mismo sucede al descender a la escala local. Dos problemas emergen: 1) Inclusive en los territorios ricos la pobreza se mantiene y aumenta en determinados lugares. 2) No se ha logrado una difusión sostenible del crecimiento económico hacia los territorios periféricos atrasados. Inherente al proceso de economías de concentración, son los flujos migratorios que se dirigen hacia los países más desarrollados, alterando profundamente los patrones culturales tradicionales. La emigración drena a las personas más capaces fuera de sus territorios de origen, creando una deficiencia en recursos humanos emprendedores. De esta manera las regiones pobres se empobrecen más. Un nuevo problema se consolida en el mundo: el envejecimiento de la población, más evidente en los países desarrollados y mucho más en las áreas rurales que en las urbanas. La emigración de los jóvenes agrava el proceso, pues una estructura por edades envejecida es factor inhibidor para el desarrollo. Las ciudades, como siempre, son los territorios más dinámicos que concentran la mayoría del PNB. Pero ahora asistimos a fenómenos urbanos desconocidos anteriormente. Megalópolis como Tokio, Djakarta, Beijing, Shangai, El Cairo, superan en población a Nueva York, Los Ángeles o París. Estas megalópolis no están adecuadas en sus infraestructuras para asumir la explosión demográfica ocasionada por la inmigración. Crecen los barrios periféricos con sus problemas inherentes: droga, desempleo o habitabilidad deficientes. La marginalidad crece en términos espaciales y el desplazamiento a los lugares de trabajo ocupa hasta dos horas a muchos de sus habitantes. El proceso de globalización de la economía, la aparición de los países emergentes aumenta las disparidades interregionales y los procesos de convergencia se dificultan. Los analistas de la escuela del Banco Mundial o de la tradición socialdemócrata europea, consideran que las políticas regionales son el remedio que permitirá avanzar hacia la convergencia. Políticas regionales. Nuevo escenario global. El paradigma fundamental de las políticas regionales y territoriales, es el de avanzar en el proceso de convergencia entre regiones ricas y regiones pobres. Pero la crisis mundial está generando fuertes disparidades en las tasas de crecimiento entre diversos países y entre regiones de un mismo país. De hecho podemos realizar un mapa de la respuesta a la crisis identificando los países que más rápidamente se están recuperando de aquellos en que la recuperación es mucho más lenta. Si las tendencias se mantienen durante un largo período, diez o más años, cabe preguntarse sobre futuro del proceso de convergencia entre regiones ricas y regiones pobres. Las políticas de desarrollo regional han sido, y son todavía, la plasmación espacial del modelo de intervención del Estado para aminorar las brechas económicas y sociales entre las diversas regiones. En torno a estas políticas se han creado instituciones especializadas y se han dedicado ingentes cantidades de recursos financieros. Esto es válido prácticamente en todos los países del mundo. Consideramos el territorio como el espacio de interacción entre el medio físico y los sistemas social y económico. Las diversas interrelaciones que se establecen, determinan la especificidad de cada territorio. El territorio es consecuencia y causa de una dinámica que llamamos desarrollo. Es un hecho que podemos sistematizar las divisiones espaciales según su grado de desarrollo y bienestar. Del mismo modo que las políticas sociales de los Estados, pretenden corregir las desigualdades más flagrantes entre los individuos, las política territoriales consideran los diversos espacios regionales como actores y agentes de desarrollo. Mediante la transferencia pública de rentas de las regiones más ricas a las más pobres, se pretende reducir la brecha que separa unas de otras. Esto es bueno, en términos sociales y en términos de mercado y contribuye a mantener un Estado del bienestar Durante las dos últimas décadas el mapa de contrastes de renta regional ha conocido profundas modificaciones. A escala global han surgido macrorregiones de crecimiento acelerado que ha permitido superar las fases más agudas del subdesarrollo. Son los que denominamos países emergentes. Dentro de la Europa Occidental, la periferia tradicional se ha aproximado a los padrones de renta de las regiones centrales. Esto es consecuencia de procesos globales de apertura a los mercados a escala mundial, así como de las políticas públicas de desarrollo regional. Sin embargo en la actualidad, la disparidad de respuestas ante la crisis mundial, genera diferenciales de crecimiento económico muy acentuados. América Latina ofrece tasas de incremento del PNB entre el 5 y 7 % para el año 2010. Según el Banco Mundial, supo manejar la crisis y el crecimiento se ha reanudado con rapidez. Asia oriental lidera la expansión y se consolida como la fábrica del mundo. Europa Occidental ha entrado en una etapa de contención del crecimiento, mucho más contenido en la periferia. En el caso europeo el problema es el siguiente: países periféricos, España, Portugal, Irlanda y Grecia, habían registrado tasas de crecimiento elevadas que permitieron avanzar hacia la convergencia. Pero ahora estos países son los que más agudamente sienten la crisis y el diferencial con los otros países puede verse aumentado en pocos años, retornando tal vez a la situación de veinte años. La cuestión entonces es: ¿cómo deben responder las políticas de desarrollo regional ante las nuevas disparidades de las tasas de crecimiento? La cohesión interregional está ya sufriendo las consecuencias. Sostenidas muchas regiones menos desarrolladas con los fondos públicos de desarrollo regional, ¿Cuáles serán las consecuencias a escala territorial ante la crisis mundial?. Ya se están configurando espacios urbanos marginales y las regiones más ricas serán cada vez más reacias a transferir sus excedentes hacia las más desfavorecidas. Aquellas que no aprovecharon el proceso de los últimos años para lograr un desarrollo endógeno, pagarán las consecuencias. Otros factores dificultan también el proceso de convergencia o cohesión: el envejecimiento de la población en muchos territorios, la inmigración no integrada, la crisis de los sistemas educativos. Todo esto genera demandas crecientes de recursos públicos, para atenuar lo que el mercado por sí sólo es incapaz de absorber. América Latina se encuentra, es cierto, en una etapa de dinamismo. Sus clases medias han incrementado su poder de consumo. Pero mantiene brechas sociales y regionales muy importantes que es preciso considerar, pues pueden cuestionar el modelo de desarrollo. Asia y Oceanía se están comportando como la gran “zona franca mundial”, a base de salarios muy bajos, que también pueden cuestionar la sostenibilidad del sistema. Por otra parte no basta con definir como BRIC a un país determinado, atendiendo únicamente al crecimiento de su PNB. La brecha social en estos países es brutal y aunque aumenta el porcentaje de personas que han escapado de la pobreza absoluta, no cabe duda de que la concentración de la renta en una minoría de la población, constituye el paradigma general en esos países. Un enfoque macrorregional tampoco nos parece el adecuado para analizar la situación real. En América Latina subsisten países con rentas por habitante muy bajas: Centro América y Caribe, Bolivia, Paraguay, Colombia, son claros ejemplos. En América Latina no existe, como en Europa, una política regional conjunta a escala macrorregional. MERCOSUR o CAF no han avanzado en esa línea, que supondría drenar recursos de los lugares más ricos hacia los más pobres. Aún dentro de cada país las disparidades son notables. En Brasil las diferencias entre el Sur y el NE son abismales. El caso de Europa Occidental Europa Occidental, a través de la política Regional de la UE, ha establecido una metodología de trabajo que cuenta ya con más de 30 años de experiencia. Los resultados han sido prometedores, si nos atenemos a los niveles de renta regional, pues muchas regiones pobres lo son menos hoy en día, gracias a los subsidios recibidos desde el FEDER, FSE y FEOGA. Pero la crisis actual abre cuestionamientos sobre la sostenibilidad de este modelo. En las dos últimas décadas la UE ha debido asumir dos grandes retos netamente territoriales. De una parte la incorporación de los Estados del Este, excomunistas, al modelo europeo de desarrollo. De otro lado, la absorción por parte de Alemania Occidental, de la República Democrática Alemana. Todo esto se ha realizado a un alto costo y ha desviado fondos que anteriormente se destinaban al Sur de Europa e Irlanda, hacia los nuevos miembros de la UE. Sin variar sus niveles de renta, ciertas regiones de Italia, España, Grecia y Portugal, han dejado de ser “pobres” para pasar a ser “ricas” simplemente porque el promedio del PIB europeo ha disminuido. Se cuestiona entonces la metodología de clasificación económica de las regiones, según su desviación de una media aritmética; pero hay otros dos problemas de fondo El primero es valorar el del éxito o fracaso de las políticas regionales europeas. Creemos que muchas de las regiones periféricas que han visto elevar su renta, lo han realizado de manera artificial, a base de subsidios, sin que hayan generado una base socioeconómica propia sostenible. El empleo público muchas veces enmascara el desempleo estructural y su PIB se vería notablemente mermado si desaparecieran las subvenciones. ¿Pueden y deben las regiones ricas seguir apoyando a las pobres? Es difícil responder a esta pregunta simple. Una caída de las rentas regionales periféricas, incidiría inmediatamente en un descenso general del consumo, del cual se alimentan los centros productores de las regiones más desarrolladas. Un modelo de desarrollo basado únicamente en el mercado, disminuirá el peso del Estado en la economía, pero dará paso a un incremento de las desigualdades y de la pobreza territorial, que repercutirá en el bienestar de todo el modelo. En segundo lugar hay que preguntarse claramente si es posible sustentar a base de subsidios el mantenimiento de un nivel de renta regional, en un contexto de recesión económica. Si las medidas adoptadas por los Estados europeos en el 2010 repercuten directamente sobre el bienestar social de sus habitantes, difícilmente se podrán encontrar argumentos para justificar el mantenimiento de los niveles de solidaridad actuales y lo que sectorialmente se está reduciendo: salarios, pensiones de jubilación, cabe esperar que disminuya el esfuerzo en la transferencia de recursos de las regiones ricas a las más pobres. En la Unión Europea las políticas regionales constituyen elementos consustanciales en el modelo de desarrollo europeo. Las actuaciones del FEDER han supuesto una ingente transferencia de recursos desde las regiones más avanzadas hacia las más atrasadas. En el período comprendido entre el año 2000 y el 2006, las políticas regionales consumieron una tercera parte del presupuesto de la UE. La incorporación de nuevos Estados miembros en el año 2004, ampliaron la brecha entre la Europa rica y la Europa pobre, pues todo el Este de Europa se añadió a las regiones más periféricas de la Europa de los 15 Durante esos seis años España fue el país más favorecido, con unas transferencias de 26.000 millones de euros, seguido de Italia con casi 17.000 millones. Alemania, que tenía que integrar a la antigua RDA. Recibió 14,6 millones de euros, cifra ligeramente superior a la de Grecia. Actualmente la política regional europea cuesta 50.000 millones de euros por año. Cabe preguntarse si en un contexto de reducción de gasto público, no se cuestionarán también las políticas regionales. El problema se agudiza en el caso de las ciudades, muchas del as cuales conocieron una gran mejoría en sus infraestructuras a base de recurrir a la deuda pública, que ahora les desborda. Esto sucede en el Sur: Madrid, Barcelona, pero también en Irlanda, Reino Unido y Arco Báltico. Por si fuera poco las ciudades afrontan la llegada masiva de inmigrantes, que carentes de trabajo bien remunerado, ocupan barrios marginales, que se degradan ante la imposibilidad de sus nuevos ocupantes, de mejorar o mantener los edificios. En algunas aglomeraciones europeas la degradación periférica es bien visible. El problema en los países emergentes y en vías de desarrollo En los países emergentes las disparidades regionales son todavía más acusadas, reflejando territorialmente la brecha social existente entre personas ricas y pobres. Por este motivo muchos países muestran su preocupación en este campo, mediante políticas de desarrollo regional. En Brasil, por ejemplo, existe un fondo constitucional de apoyo a la región Nordeste y funciona desde hace muchos años el Banco de Nordeste do Brasil, una especie de Banco Interamericano de Desarrollo a escala nordestina. En China se acentúa la brecha entre el NE más pobre y el SE en rápido desarrollo. Como consecuencia la emigración entre ambos territorios aumenta de año en año. Las regiones más atrasadas pueden ser menos densamente pobladas que las más ricas. Entonces los costos por habitante por unidad de infraestructuras básicas son muy elevados. Sin embargo pequeñas inversiones en servicios: salud y educación principalmente, pueden tener un efecto inmediato muy alto, pues la demanda es más fácilmente satisfecha. La instalación de un pequeño centro médico dotado con una ambulancia, mejora rápidamente las tasas de mortalidad infantil y de esperanza de vida. Es un hecho conocido que las mayores megalópolis actuales, se sitúan en los países emergentes, pues el modelo de optimización del mercado de producción ha conducido a la formación de economías de aglomeración no existentes hasta hace tres décadas. Las diez áreas metropolitanas con más de 10 millones de habitantes. Están situadas en países emergentes, ocho de ellas en Asia, una en Brasil y otra en Rusia. Estas economías de aglomeración concentran y consumen grandes recursos en detrimento del resto del territorio, contribuyendo a la desigualdad espacial. Desde la década de los sesenta del siglo XX, las políticas regionales en muchos países emergentes utilizaron el instrumento territorial de las zonas francas; pero ahora prácticamente todo el mundo el una zona franca, por lo que las ventajas fiscales desaparecen y las regiones de los países emergentes deberán competir entre sí en base a su situación geográfica, recursos humanos adecuados y gestión eficaz y honesta de la Administración y de los recursos públicos. El cambio de modelo es evidente. Ahora bien. Si la crisis ha afectado en menor medida a las economías emergentes, cabe esperar que las políticas de cohesión interterritorial hayan sufrido menos limitaciones. Por tanto analizaremos si el proceso de convergencia se mantiene con elevados niveles de éxito. La evaluación del proceso debería hacerse aplicando indicadores de dispersión interterritorial, homologables con el de los países desarrollados. Las políticas regionales ante la crisis En términos de recursos económicos, las políticas regionales son caras a corto plazo. En épocas de crisis el largo plazo no es tan atractivo, pues demora en producir los resultados apetecidos y hay que invertir grandes cantidades de dinero público que cada vez escasea más. La estrategia de reducir el gasto para mejorar la competitividad, que parece imponerse actualmente, puede afectar directamente a esas políticas, sea en los países atrasados o en los desarrollados. En los países emergentes la productividad se sustenta en los bajos salarios. Es fácil prever que en un futuro inmediato, habrá que hacer concesiones al bienestar de las clases trabajadoras y ello se hará mediante transferencias de recursos públicos hacia la salud, educación, desempleo y pensiones. Las ciudades, las megalópolis, al concentrar la población, recibirán más subsidios que las zonas rurales. El remanente para las regiones desfavorecidas será menor, pero sus necesidades serán mayores, por causa del abandono de las actividades tradicionales, del envejecimiento d la población y la emigración. Estas regiones pueden quedar parcialmente abandonadas a su suerte. Las finanzas de las regiones atrasadas y de los municipios sufrirán una fuerte descapitalización y las transferencias de recursos no serán suficientes para compensarlo. Los procesos de desarrollo endógeno pueden, en algunos lugares aliviar el problema, pero es difícil que se generalicen, a pesar de los esfuerzo de los microcréditos hacia empresas pequeñas y personas autónomas. El 99,5 % del territorio mundial puede verse afectado por una situación de estancamiento y recesión. Es necesario, por tanto iniciar un debate sobre el desarrollo a escala territorial, asumiendo que las políticas regionales pueden ser afectadas por la disminución relativa, por habitante, y absoluta de recursos. La población actual supera los 6.000 millones de habitantes y no es fácil suplir con recursos públicos, las graves carencias de bienestar de la inmensa mayoría. La concentración de rentas en los países emergentes continúa sin cambios significativos y lo mismo puede suceder con la concentración de la riqueza a escala territorial. El foro MEDAMERICA Políticas Territoriales y de Desarrollo Regional ante la crisis mundial presentará las diversas opciones ante el necesario cambio del modelo y debatirá sobre el mismo.