Lo que se ve y lo que no se ve

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¿Qué hubiera sucedido?
Año: 22, Febrero 1980 No. 455
Lo que se ve y lo que no se ve
Brian Summers
Hace más de cien años el gran economista
francés, Frederic Bastiat, escribió su ensayo
clásico intitulado: «Lo visible y lo invisible
en la economía política». ¿Tendrá dicho
ensayo escrito en una tierra extraña y en una
época distinta, algún mensaje relevante para
nosotros hoy día? Indiscutiblemente que sí.
Bastiat nos señaló en forma brillante la
verdad incontrovertible que no puede
obtenerse algo a cambio de nada. A la
mayoría de la gente esto puede resultarles
obvio. Sin embargo, muchos de ellos
olvidan este simple hecho cuando se trata de
economía.
Entonces dicen: «Fíjense en todo el bien que
hace el gobierno gastando. Miren esas
magníficas obras públicas. Consideren la
cantidad de empleos que dichas obras
proporcionan. Seguramente ustedes no se
atreverían ni por un momento a sugerir que
se reduzcan dichos gastos cuando de ello
dependen tantos empleos».
Los resultados concretos de los gastos
gubernamentales es lo que se ve. Lo que no
se ve es qué hubiera sucedido con el dinero
de los contribuyentes si no se les hubiera
quitado en forma de impuestos.
El dinero hubiera sido gastado o ahorrado.
Si hubiera sido gastado, habría creado
empleos en el sector privado, tal cual lo
fueron creados en el sector público, excepto
que la gente hubiera gastado su dinero en lo
que ellos hubieran querido.
Si se hubiera ahorrado, directa o
indirectamente se habría invertido y se
hubiera convertido en fábricas, máquinas y
herramientas. Es decir que el dinero se
hubiera convertido en bienes de capital que
hubieran podido proporcionar trabajo a
millones de trabajadores.
¿Entonces, lo que el gobierno gasta no crea
empleos?
Claro que no. Lo visible son los puestos
creados por el gobierno. Pero ese es sólo un
lado de la moneda. El otro lado, que no
podemos ver ni apreciar, es los empleos que
hubieran sido creados a través del gasto y de
la inversión de los particulares de no haber
sido por lo alto de los impuestos. Estos
empleos que no llegaron a ver la luz debido
a los gastos gubernamentales, es lo que no
se ve.
¿Pero qué de los trabajos públicos que se
originan a través del gasto gubernamental?
Todos estamos conscientes de las obras
públicas. Es lo que se ve. Lo que no se ve
son las vacaciones que no llegan a tomarse,
las casas que no llegan a construirse, los
aparatos que no llegan a comprarse y a saber
cuántas cosas más que no llegan a
materializarse, porque los contribuyentes no
pudieron sufragar su costo. No pudieron
sufragarlo porque el dinero que hubieran
utilizado en su compra, les fue decomisado
en la forma de impuestos y utilizado en
obras y burocracia públicas.
Al evaluar las obras públicas, siempre
hemos de recordar que se originaron a
expensas de lo que el dinero del
contribuyente hubiera creado si el dinero no
les hubiera sido decomisado en la forma de
impuestos. Lo que el dinero hubiera podido
crear es, claro está, lo que no se ve. Es sin
embargo, el precio que pagamos por las
obras públicas lo que sí se ve.
La cuestión de gastos gubernamentales
puede apreciarse mejor cuando uno se da
cuenta de que el gobierno no es fuente de
riqueza. La única verdadera fuente de
riqueza es la gente misma. He allí por qué el
gobierno sólo puede dar a la gente lo que
previamente les ha quitado. Es imposible
obtener algo a cambio de nada.
Una vez que uno comprenda que no hay en
realidad beneficios económicos inherentes
que acompañen el gasto gubernamental,
¿cómo es que uno decide cuál es el nivel
ideal? Me parece a mí que la única forma de
decidir es consultar esa cosa tan tristemente
descuidada que llamamos conciencia.
¿Cómo es esto? ¿Qué conexión puede haber
entre asuntos de Estado y nuestros
sentimientos más íntimos?
La conexión es simplemente esta. Vivimos
en una república. Es por ello que nuestros
representantes electos actúan a nombre
nuestro. El gobierno es agente nuestro.
Por consiguiente yo debiera pedirle que
hiciera sólo aquello de lo que yo
personalmente me quiera responsabilizar.
Para mí esto significa que los gastos
gubernamentales debieran restringirse a
aquellos requeridos para proteger a la gente
de la coerción y del fraude iniciados por los
demás. Cualquier gasto gubernamental que
exceda eso, está beneficiando a alguien a
costa de alguien más. No importa de qué
ángulo lo mire, mi conciencia me dice que
esto está mal hecho.
No pretenderé dictarles qué es lo que
ustedes deben sentir al respecto de estos
asuntos. Hasta ahora empiezo a conocer mi
propia conciencia. Sin embargo me atrevo a
sugerir que una vez limpios de errores
económicos gracias a las obras de hombres
de la talla de Frederic Bastiat, las cuestiones
de economía política pueden resolverse en
mejor forma si uno consulta con conciencia
acerca de lo que es bueno y lo que es malo.
¿ Qué otro modo mejor podría haber?
Tradujo: Hilary Arathoon «Puede afirmarse
que gracias a la no intervención del Estado
en los asuntos privados, las necesidades y
las satisfacciones se desarrollarían en el
orden natural. No se vería a las familias
pobres pretender instrucción literaria antes
de tener pan».
«La Ley»
Federico Bastiat
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