ISSN 1989-1709 MITOLOGÍA: TEORÍA Y PRÁCTICA AMALTEA. REVISTA DE MITOCRÍTICA Nº 0 (2008) http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html UNIVERSIDAD COMPLUTENSE (MADRID) José Manuel Losada Goya (coord.) Con la colaboración de Esther Navío Castellano y Erea Fernández Folgueiras Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 SUMARIO Nota preliminar / Preliminary Note ............................................................................................. i CUESTIONES DE TEORÍA ...................................................................................................... - 1 Mitología y literatura en el mundo griego (Carlos García Gual)................................................ - 1 Mito y mitología en el romanticismo alemán (Arno Gimber) ................................................... - 13 Arqueología mítica: el tematismo (Javier del Prado Biezma) ................................................. - 25 Paradigmas e ideologías de la crítica mitológica (José Manuel Losada Goya) ..................... - 39 Los mitos según René Girard (José Antonio Millán Alba) ...................................................... - 63 Los mitos y Jung (Rosario Scrimieri Martín) ........................................................................... - 87 La tradición simbólica y mitológica que asume Paul Ricœur (Daniel Vela).......................... - 113 APORTACIONES PRÁCTICAS ........................................................................................... - 127 El mito de Ceres en la obra de Yves Bonnefoy (Patricia Martínez)...................................... - 127 Eneas en la narrativa de Michel Butor (Lourdes Carriedo)................................................... - 151 Orfeo y Eurídice en un relato de Julio Cortázar (Francisco Javier Capitán Gómez) ............ - 171 La mitología del doble en Anfitrión 38 de Giraudoux (Pilar Andrade Boué) ......................... - 199 La figura del ángel en Un cura casado de Barbey d’Aurevilly (Mª Luisa Guerrero Alonso) . - 219 De Dioniso a Maximin, el nuevo Cristo, en la obra de S. George (Carmen Gómez García) - 233 Narciso y Dioniso en W. Pater y O. Wilde (Luis Martínez Victorio) ...................................... - 251 Penélope (y Ulises) en la dramaturgia femenina contemporánea (Mar Mañas Martínez) ... - 277 Amaltea. nº 1 - Petición de originales / Call for Papers................................................... - 303 - Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) i ISSN 1989-1709 Nota preliminar / Preliminary Note As an exception, issue “0” of Amaltea contains only articles in Spanish. These come from lectures given at the Universidad Complutense de Madrid during the academic year 2007/2008, within the framework of a project subsidised by the Spanish Ministry of Innovation. As from issue 1, the journal Amaltea will accept articles in the six languages indicated in the Call for Papers. Con carácter extraordinario, el numero "0" de Amaltea contiene sólo artículos en español: proceden de las conferencias impartidas durante el curso académico 2007/2008 en la Universidad Complutense de Madrid, en el marco de un proyecto subvencionado por el Ministerio de la Ciencia y de la Innovación español. A partir del numero 1, la revista Amaltea acepta artículos en las seis lenguas indicadas en la “Petición de originales”. De manière extraordinaire, le numéro “0” d’Amaltea contient seulement des articles en espagnol: ils sont le résultat des conférences données pendant le cours académique 2007/2008 à l’Université Complutense de Madrid, dans le cadre d’un projet financé par le Ministère espagnol de la Science et de l’Innovation. À partir du numéro 1, la revue accepte des articles dans les six langues indiquées dans l’“Appel à contribution”. Das Heft 0 der Zeitschrift "Amaltea" enthält ausnahmsweise nur auf Spanisch verfasste Beiträge, die aus Vorträgen hervorgegangen sind. Diese Vorträge wurden im Lauf des Studienjahres 2007/08 an der Madrider Universität Complutense im Rahmen eines Forschungsprojekts gehalten, das vom Spanischen Wissenschafts- und Innovationsministerium finanziell unterstützt worden ist. Ab dem ersten Heft nimmt "Amaltea" auch jene Beiträge an, die in den "Call for papers" genannten sechs Sprachen verfasst sind. In modo eccezzionale, il numero "0" di Amaltea si compone soltanto di articoli in spagnolo: provengono dalle conferenze impartite durante l’anno accademico 2007/2008 all’Università Complutense di Madrid, all’interno di un Progetto di Ricerca finanziato dal Ministero di Ciencia e Innovación spagnolo. Per prossimi numeri, a partire dal numero 1, la rivista Amaltea accetterà articoli nelle sei lingue indicate sulla "richiesta di originali". Com carácter extraordinário, o número "0" de Almatea contém apenas artigos em espanhol: procedem das conferências pronunciadas durante o ano lectivo 2007/2008, na Universidade Complutense de Madrid, no âmbito de um projecto subsidiado pelo Ministério espanhol de "Ciencia e Innovación". A partir do número 1, a revista Almatea passará a aceitar artigos em qualquer das seis línguas que se indicam em "Pedido de originais". Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -1- ISSN 1989-1709 CUESTIONES DE TEORÍA Mitología y literatura en el mundo griego (Carlos García Gual) Resumen En primer lugar hablaré de conceptos como mito, mitema, mitología, mitologema; a continuación, de mitología, religión y literatura en el mundo griego, y en tercer lugar, de la relación entre los mitos y la literatura moderna. Me apoyaré en alguno de mis libros. En Introducción a la mitología griega (Madrid, Alianza, 2004) incluyo estas definiciones. He hecho una versión más actual, que recoge cambios de los últimos veinte años, una puesta al día, subrayando cómo han aumentado estos estudios en torno a la tradición literaria. 1. Definiciones preliminares En un libro publicado en 2002 se subraya cómo se han multiplicado los estudios sobre la presencia de la mitología en la literatura en los últimos años: Bien sea en los cursos de letras clásicas, […] bien en los de otras lenguas y literaturas, este tipo de estudios ha cobrado de modo incontestable un lugar cada vez más importante desde hace una veintena de años, pero a pesar de este éxito y esta inflación, este campo de estudio sigue relativamente mal definido tanto epistemológica como metodológicamente. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 -2- Y yo sí quisiera empezar con algunas definiciones. Tengo una definición de mito, que me parece útil para trabajar con ella: el mito es una narración o un relato tradicional, memorable y ejemplar, paradigmático, de la actuación de personajes extraordinarios (en el mundo griego, dioses y héroes) en un tiempo prestigioso y lejano. Rápidamente, voy a comentar esto. Jean-Pierre Vernant dice que el mito en mayúsculas como se utilizaba en la antropología del siglo XIX ya no se usa hoy. El mito casi ha desaparecido. Ahora tratamos de mitos. Y como también Vernant subrayaba, una de las características del siglo XX es tomarse los mitos en serio, como una especie de lenguaje que nos habla de cosas que interesan a la sociedad. Pero el mito se define por ser: • Una narración o relato. • Tradicional: se heredan. Esto plantea un problema: ¿qué se hace con los mitos literarios, que se diferencian de los grandes mitos del pasado porque tienen una fecha de entrada en la memoria colectiva? Lévi-Strauss ha destacado en varias publicaciones que lo más característico del mito es la memoria. • Memorable: Marcel Detienne señala que “los mitos habitan en el país de la memoria”, entendiendo que esta memoria es colectiva, y no individual. • Ejemplar o paradigmático: el mito de alguna manera es un ejemplo de actuación. Los mitos como hechos extraordinarios de personajes extraordinarios han cambiado el mundo, han dejado una huella o una impronta que están ahí. Eliade ha insistido en que cuando los primitivos actúan reproducen un modelo mítico. Éste es el sentido en el que el mito es paradigmático o ejemplar, no en un sentido moral. El mito de Edipo refleja una manera de actuar, de ser, pero no es un ejemplo moral, no se puede sacar una moralidad que llevaría a matar al padre y a casarse con la madre. • Pasado prestigioso y lejano: hay antropólogos que han insistido en que el mito ha de contar historias de otro tiempo. Ya no vivimos en el tiempo de los mitos. Los héroes están todos muertos y pertenecen a otro tiempo. Naturalmente, sin entrar en muchos detalles, hay mitos de un tiempo primordial (la creación, la aparición de los dioses) y otros más recientes que aluden a los héroes (por ejemplo, la guerra de Troya). El tiempo del mito es circular, mientras que el de la historia es lineal. El tiempo del mito es de otra calidad. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -3- ISSN 1989-1709 El siguiente concepto importante es el de mitología. Hay un excelente libro del profesor inglés Geoffrey S. Kirk, El mito: su significado y funciones en las distintas culturas (Barcelona, Barral, 1973; Barcelona, Paidós, 1985). A Kirk no le gusta la palabra mitología. A los ingleses no suelen gustarles las palabras muy largas porque piensan que son cosa de los alemanes. Es curioso que en castellano la palabra mitología haya entrado antes que la palabra mito. Entró en el Diccionario de la Real Academia bastante tarde, en el XIX, mientras que mitología se utilizaba ya en el XVIII. Creo que es importante mantener la palabra mitología, en primer lugar, como colección de mitos o una especie de red de relatos míticos interconectados. Y en segundo lugar, como estudio científico de esos mitos. Cuando en el título de un libro se usa “mitología” puede ser una cosa u otra. Generalmente, se refiere a la colección de relatos. Graves titula su obra Los mitos griegos y nosotros quizá hubiéramos utilizado la palabra mitología. Es importante que esos mitos que forman parte de una mitología, que forman el acervo cultural y la herencia de un pueblo, tengan una mutua interconexión. En los mitos salen los mismos personajes. Cuando los griegos cuentan un mito nunca presentan a los mitos, porque esos personajes son conocidos, están en la mitología. Cuando sale el dios Hermes todos saben ya quién es y qué puede hacer. Esta definición de mitología como red de relatos sirve también para distinguir los mitos de los cuentos, en el sentido de cuentos fantásticos (como cuentos populares, Folk Tales, Märchen en alemán). Los cuentos tienen muchas veces los mismos motivos que los mitos, pero van sueltos, y los personajes no suelen tener nombre, mientras que los personajes de los mitos siempre tienen nombre y se pueden colocar dentro de esa red mítica de la que hablábamos antes. Por ejemplo, un cuento podría ser el de “El náufrago y el ogro”. El náufrago llega a una isla desierta donde hay un ogro, y el náufrago logra engañar al ogro diciéndole que se llama “Nadie”, lo deja ciego y se escapa. Este cuento está en todo el mundo, por ejemplo, en la cultura polinesia. Pero este personaje no tiene nombre. O, ¿cómo se llama Caperucita Roja? No tiene nombre. Ni el lobo. El bosque es el bosque; el lobo es el lobo y la niña es la niña. Los motivos del cuento del náufrago se encuentran en La Odisea: Ulises se enfrenta a Polifemo, en la isla de los Cíclopes. Polifemo es hijo del dios Poseidón. Ulises es el héroe de Troya que va a Ítaca. Es decir, hay Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -4- ISSN 1989-1709 una serie de rasgos que definen al mito frente al cuento, y uno de ellos es éste, los personajes y los mitos están insertos en una red narrativa, cultural, y tienen nombre propio. Mientras que los personajes de los cuentos son mucho más abstractos y universales. Este carácter de interconexión, esta inserción en una red narrativa y pertenencia a un espacio mítico definido diferencia a los mitos de los cuentos. Hay que considerar siempre la mitología en su conjunto, porque la mitología puede decirnos mucho de la cultura de un pueblo. Cada mitología insiste más en unos aspectos que en otros. Por ejemplo: en la cultura griega los dragones tienen un papel bastante pobre, mientras que en la mitología germánica o nórdica tienen un papel importante, como en la china. Hay rasgos que caracterizan a las mitologías, y están en relación con las culturas respectivas. Pasando a cosas más concretas, que el mito sea una narración permite el análisis narrativo del mito, y este aspecto es muy importante. Un mito puede tener en su relato varios símbolos. El símbolo es puntual, mientras que el mito es lineal, lo que permite una segmentación y un análisis. Lévi-Strauss llama mitemas a los segmentos mínimos de una narración mítica, de la misma forma que los fonemas existen en fonética o los morfemas en morfología, como unidad mínima significativa del relato mítico. Otro concepto que se utiliza en los análisis, que en este caso no procede de la lingüística, es mitologema. Es muy interesante de cara al análisis simbólico de los mitos. Procede más bien de Jung y más que una unidad narrativa, es una unidad icónica o imaginativa. Es un motivo que tiene una cierta consistencia propia y que puede repetirse en otras mitologías. Por ejemplo, la Virgen con el Niño o el abandono del niño que será héroe en un río. Tiene más que ver con imágenes que con texto. Ahora pasaremos a ver la importancia que tiene en los mitos la tradición mítica. El mito es una narración memorable y tradicional, viene de atrás y pasa de generación en generación. En ese sentido, hay que subrayar dos cosas. Aunque parece que el mito debería reproducirse siempre idéntico, como el rito o la ceremonia, no es así. El mito va sufriendo variantes, y mucho más cuando se incorpora a la tradición escrita y literaria. Habría que contar con algo que Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -5- ISSN 1989-1709 dice Hans Blumenberg en Trabajo sobre el mito (Barcelona, Paidós, 2003), donde habla de la constancia icónica presente en el mito, de la permanencia de una serie de motivos en la tradición mítica, aunque luego hay una notable variedad en la reinterpretación de los mitos. Y deberíamos tener en cuenta estas dos notas de permanencia y variación. Respecto a la constancia icónica, resulta interesante el término invariantes, utilizado por Jean Rousset (El mito de Don Juan, México, Fondo de Cultura Económica, 1985), en referencia a estos motivos que tienen una alusión icónica. Es importante en el mito señalar las invariantes que definen una estructura mítica frente a la variación que puede introducirse después. Por ejemplo, en el mito de Don Juan, Rousset señala varias invariantes: es objeto del amor de varias mujeres, encuentro con el comendador y muerte… O en el caso de Edipo, siempre mata a su padre y se casa con su madre. Pero luego, los mitos varían en aspectos menores. Aristóteles en la Poética señala ya, hablando del tratamiento que daban los trágicos a los mitos, que el autor literario no debe destrozar o descomponer el mito. El mito tiene siempre una estructura básica. 2. Mitología, religión y cultura en Grecia Grecia tiene una mitología rica, básica para la tradición occidental y es importante subrayar que pasa a la literatura en una época bastante antigua, en torno a la segunda mitad del s. VIII a.C.: Homero (La Odisea, La Ilíada), Hesíodo (Teogonía). Homero habla de dioses y héroes, pero de la época heroica, que es la última época de construcción de la gran mitología, mientras que Hesíodo cuenta los orígenes del mundo, la aparición de los dioses y en este sentido parece más antiguo y fundamental su mundo. Hesíodo es un narrador de un gran catálogo, un ordenador del mundo mítico, la gran literatura empieza con Homero. En Homero hay mucha más creatividad, pero aquí comienza el mundo mítico griego. No conocemos la tradición oral anterior, pero es evidente que los mitos vienen de un mundo oral anterior. Jean-Pierre Vernant y Marcel Detienne han señalado que el paso de la mitología a la escritura marca diferencias. Por un lado, podemos pensar que la escritura supone una fijación, lo que da estabilidad. Pero, a la vez, en el mundo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -6- ISSN 1989-1709 griego, da también un margen enorme de libertad para variantes míticas. Es también muy importante ver en cada cultura quién se encarga de mantener y custodiar la tradición mítica. No es lo mismo que se mantenga por la tradición oral, o mediante un libro sagrado. En el mundo griego la mitología también está asociada a la religión, pero los guardianes de los mitos son los poetas. En Grecia no había libros sagrados ni una estructura jerárquica interesada en mantener una unidad mítica. Saber que los mitos están ya escritos da un enorme margen de libertad, lo que hace que la literatura griega, que en la época clásica se nutre esencialmente de los mitos, tenga esa gran libertad de relatos. Un ejemplo de esta libertad respecto al mito de Helena lo ofrece Estesícoro (s. VI a.C.), que escribió una palinodia, que era un canto donde se alejaba de una versión mítica anterior y decía que Helena no había ido nunca a Troya, sino que la que iba a Troya era una doble exacta de Helena y que la verdadera fue a Egipto, donde la encontró Menelao. Esta versión sólo es posible en un mundo donde ya existen otras versiones literarias, donde el poeta (poeta es creador, de poietés) ya no es un mero repetidor, no es un rapsoda ni un aedo, sino que es alguien que pone su obra por escrito y sabe que hay otros escritos que le preceden, por lo que no tiene que contar la versión canónica. Esto es lo que caracteriza a la literatura griega, que utiliza constantemente los mitos, pero que se permite cambios sin tocar la estructura fundamental. Podemos ubicar el inicio de esta literatura mítica en el siglo VIII a.C., pero es dudoso saber cuándo termina. Quizá en el s. II d.C., con Luciano, que se toma a broma los mitos y cuenta las historias míticas burlándose de ellas, con gran irreverencia. También es la época de Apolodoro, que escribe el mayor resumen mítico que hemos conservado (Biblioteca mitológica). Esto serían mil años de contar mitos. Pero podríamos llegar más allá, porque Nono de Panópolis (Egipto), del siglo V d.C., escribe el poema épico griego más largo que conservamos, Las dionisíacas, formado por unos cuarenta cantos y compuesto en hexámetros, y que recoge toda la mitología griega a modo de recopilación enciclopédica. Las bodas de Cadmo y Harmonía, de Roberto Calasso, está hecha sobre este poema. En Grecia la mitología y la literatura están muy relacionadas. La épica, la lírica y la tragedia se fundan sobre el repertorio mítico. Está muy claro en el Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -7- ISSN 1989-1709 caso de la épica. Es quizá menos claro en la lírica. La lírica griega tiene dos facetas. Hay una lírica coral, cuyo máximo exponente es Píndaro, y una lírica personal, mucho más libre, en la que se ha hablado por ejemplo del descubrimiento del yo, y que está más alejada de los mitos, como por ejemplo Safo, aunque no es independiente de ellos. Para aclarar el sentido de sus versos, Safo cita episodios míticos. Para decir que el amor es lo que valoriza el mundo, lo compara con Helena: “Y es sencillo hacer que cualquiera entienda / esto, pues Helena, que aventajaba / en belleza a todos, a su marido, / alto en honores, / lo dejó y se fue por el mar a Troya, / y ni de su hija o sus propios padres / quiso ya acordarse”. Para aclarar el presente se pone un ejemplo mítico. Píndaro hace cosas parecidas. En medio de una de sus narraciones, siempre hay uno o dos mitos contados, como si los fogonazos del mundo mítico pudiesen iluminar el presente. En cuanto a las tragedias de la época clásica, se conservan 33, aunque hubo cientos y quizá miles, y casi siempre tratan de mitos. No era obligatorio, pero de entre las que se conservan sólo hay una que no trata de mitos, que es Los persas, de Esquilo, la más antigua (472 a.C.). Es la única tragedia conservada que no trata de mitos, sino que cuenta la batalla de Salamina (480), quizá porque relata un hecho histórico tan grande, que quizá podía compararse con el mundo mítico. Tenemos noticia de otra tragedia de tema histórico, La toma de Mileto, de Frínico, pero se perdió. Aristóteles nombra en la Poética una, titulada Anthos (Flor), que habría sido escrita por el poeta Agatón, al que conocemos por ser organizador del banquete de Platón. Hizo una tragedia con tema inventado, pero no parece ser lo más común. Pero de entrada las tragedias tratan siempre de temas míticos y heroicos. Y frente a la épica que canta la gloria de los héroes, la tragedia canta el sufrimiento final de los héroes, el pathos. La tragedia se mantuvo más de un siglo en Atenas, en pleno florecimiento, con estrenos continuos durante el siglo V. Parece que no se repusieron obras en el siglo V en Atenas. Los estrenos eran continuos: podría decirse que quien no vio Edipo Rey en el 430 se quedó sin verla. Hay, por tanto, continuos estrenos y continuos tratamientos de los mismos mitos, con un público al que le encantaba el teatro, formado por gente del pueblo: marineros, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -8- ISSN 1989-1709 artesanos… En el teatro de Atenas cabían entre 15.000 y 20.000 espectadores. Quienes daban los premios eran diez de los ciudadanos que entonces tenían algún cargo, al que se accedía por sorteo, y así se creó el teatro más impresionante de la historia occidental. Sófocles ganaba casi siempre el primer premio; Eurípides, casi nunca. Aunque luego Eurípides sería el más amado. En las grandes Dionisias, que constaban de tres días, a cuatro piezas cada día (tres tragedias y una pieza satírica), se representaban unas 12 piezas. En las Leneas, otras fiestas dedicadas a Dionisos, que duraban un día, se representaban otras cuatro. Si se suman, tenemos 16 piezas cada año, a lo largo de un siglo. Del siglo IV no se ha conservado ninguna tragedia, sólo fragmentos. Cuando Aristóteles escribía el gran teatro era ya una cosa del pasado, eran ya “clásicos”, aunque no se usara esta palabra. Aristóteles no escribe de sus contemporáneos. El teatro del siglo V era innovador, pero a la vez, repetía y se apoyaba en el mito. En Atenas se apreciaba mucho la innovación. Continuamente se volvían a tratar los mitos, pero también hablaban de la condición humana. Aristóteles habla de los efectos de la tragedia: purificación, compasión y terror. Los mitos en la vida griega son muy importantes. José Manuel Losada me sugería la semana pasada que hablase de hasta qué punto los griegos creían en sus mitos. Ése es un tema que yo evito. Paul Veyne aborda la cuestión en ¿Creyeron los griegos en sus mitos?: ensayo sobre la imaginación constituyente (Buenos Aires, Granica, 1987), un libro bastante bueno. Pero la respuesta es muy compleja. Primero porque creer o no creer no es un acto sencillo: se puede creer más o menos. Y depende mucho de los individuos. No se puede decir que todo el mundo cree algo. E incluso, aunque no se crea en ellos, los mitos perviven en las ceremonias, en los ritos, están en el ambiente, de manera que es una cuestión difícil de discernir. En todo caso, el mundo griego estuvo animado por los mitos durante toda la etapa clásica. Hay otro tema, ligado a éste, que es el enfrentamiento del mito y el logos. Es un tema del que se ha escrito mucho, y hay un famoso libro de Wilhelm Nestle, Del mito al logos (Von Mythos zum Logos, Stuttgart, Scientia, 1966), en el que el autor interpreta la cultura griega como una marcha del mito al logos. Se pasa del mito a una etapa en la que la explicación del mundo requiere una Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) -9- ISSN 1989-1709 investigación lógica, activa, racional. A este respecto les recomendaría Los griegos y lo irracional, de Eric Robertson Dodds (Madrid, Alianza Editorial, 1999), donde habla del combate de la razón y lo irracional en el mundo griego, y subraya algo importante: en esa larga lucha entre el mito y el logos, y a pesar de las apariencias, no triunfó del todo el logos. El logos no termina de explicar los grandes enigmas de la existencia humana: qué hay más allá de la muerte, qué sentido tiene vivir. Puede verse en el caso de Platón. Platón es un gran creador de mitos. La filosofía de Platón estaría falta de algunas de sus facetas más interesantes si prescindiese de algunos mitos, como el relato del viaje del alma más allá de la muerte, o el del amor, Eros, hijo de la abundancia. Si pensamos en los finales del mundo griego, no asistimos al triunfo del racionalismo. Las últimas filosofías son irracionales o tienen fuertes ataduras con lo mítico, como es el caso del neoplatonismo, de los gnósticos. Dodds insiste en esto, y tiene un capítulo titulado “El miedo a la libertad”, que resulta muy significativo, y señala que en este final del mundo antiguo el hombre parece necesitar otra cosa, más allá de la filosofía. 3. Modernidad de los mitos Hemos conservado los mitos antiguos, pero ya los tenemos sólo como literatura, no tienen dimensión religiosa alguna. La modernidad también ha creado algunos mitos literarios, que podrían acogerse de alguna manera a la definición de mitos, en el sentido de que son relatos heredados, ejemplares, memorísticos (Don Juan, Fausto). Estos mitos se conocen sin haber leído las obras. Sin embargo, hay que diferenciarlos de los antiguos, porque tienen fecha de entrada en la historia. Por ejemplo, el mito de Fausto aparece primero como leyenda popular, luego lo toma Marlowe en el teatro inglés, y Goethe más tarde. El mito varía en función de sus versiones literarias. Hay grandes versiones literarias que ya han marcado el mito para nosotros. Por ejemplo, Ulises para nosotros es el de La Odisea, no el Ulises anterior a Homero y el de la tradición oral. Edipo Rey de Sófocles ha marcado la historia de Edipo. Cuando Freud habla de Edipo se está refiriendo casi siempre al de Sófocles. Hay versiones Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 10 - ISSN 1989-1709 literarias que son tan fuertes que marcan un mito para siempre, y éste es el caso de Sófocles (puede verse un tratamiento teatral del mito en la excelente obra de Guido Paduano, Lunga storia di Edipo ré, Torino, Einaudi, 1994). En algún trabajo he subrayado que hay diversas formas de tratar un mito. Si pensamos en los géneros clásicos, vemos que la épica es la narración larga y abierta, puede prolongarse indefinidamente. La Ilíada tiene unos 16.000 versos, pero nadie se opone a que hubiera tenido 24.000. En cambio, la tragedia es una obra cerrada. La más extensa es Edipo en Colono y tiene cerca de 1.800 versos. La lírica es un arte alusiva, la incrustación del mito en un contexto de actualidad, mientras que la tragedia es la escenificación, la representación, es traer a los personajes a escena para que hablen por sí mismos. No se cuenta la historia de Edipo, sino que es Edipo mismo quien sale a escena. En el mundo moderno existen estas tres variantes. La épica, por así decir, ya no se lleva, no existe, aunque hay ciertas secuelas, como Odisea, de Nikos Kazantzakis, que es una continuación de la de Homero, y cuenta cómo Ulises se aburría en casa a su regreso, y abandona Ítaca de nuevo. Llega a Esparta, rapta a Helena, va a Egipto…, es un largo relato de 33.333 versos, de 18 sílabas. Aquí hay algo de épico, pero es un caso raro. También existen versiones dramáticas. Hay muchas, y quizá ahora se llevan menos, pero entre los años treinta y mediados del siglo XX, por ejemplo, en el teatro francés hubo una época dorada: varias Electras, varias Antígonas (la de Jean Anouilh es la más conocida), La Machine infernale, de Cocteau (Edipo), Les Mouches, de Sartre… También es importante en otros teatros, como muestra El luto le sienta bien a Electra, de O’Neill. Todo esto es una continuación del teatro griego, pero ya no son tragedias, porque para que haya tragedia debe haber dioses, y en el mundo moderno no hay dioses. Entonces son dramas, con bastante ironía. El mito cae un poco en la lírica moderna. Aunque hay algunos poetas que recurren a los mitos, como Ezra Pound, que comienza Los Cantos con el viaje de Ulises al mundo de los muertos, pero tomado de una traducción de un autor italiano del Renacimiento. Pound dijo alguna vez que todo gran poeta debe hacer un viaje al mundo de los muertos. Recordando a Ulises, dice: “Yo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 11 - ISSN 1989-1709 también soy nadie y de la familia de nadie”. También está presente el mito en Rilke (Orfeo). Y cuando se usa el mito en la lírica moderna se hace también mediante la alusión. En cambio, el mundo moderno ha aportado una novedad: la novela mitológica, que es más bien una novela histórica, aunque sus personajes en vez de pertenecer a la historia proceden de la mitología. Por ejemplo, El vellocino de oro, de Robert Graves; o Casandra, de Christa Wolf. Se pueden escribir novelas de mitos, lo que es algo bastante reciente, porque aunque los griegos tenían novelas, no utilizaban el mito en ellas. Y en la novela moderna, cuando se utilizan los mitos, se hace también con una cierta ironía. Por ejemplo, Mary Renault tiene dos novelas sobre el mito de Teseo, El rey debe morir y El toro del mar (también traducida como Teseo, rey de Atenas). Hay muchas pervivencias del mito clásico en el mundo moderno. Lo que caracteriza al tratamiento moderno de la mitología es que están teñidos de nostalgia por ese mundo perdido e irrecuperable (en la lírica, Hölderlin, Keats, Rilke, Schiller…), o de ironía, que puede resumirse como “contamos las mismas historias, pero ya no creemos en ellas”. No es posible creer en las grandes pasiones, no se llevan, y si se vuelve a ellas se ponen entre comillas. Y esto está más presente en la comedia y en la novela. Por poner algunos ejemplos, puede recordarse el amplio tratamiento de la vuelta de Ulises en el teatro español contemporáneo. Hay por lo menos 12 piezas con este tema en el teatro español del siglo XX. Las más conocidas son La tejedora de sueños (Antonio Buero Vallejo), ¿Por qué corres, Ulises? (Antonio Gala), Último desembarco (Fernando Savater). El final feliz de La Odisea no es creíble para estos autores modernos. El regreso es imposible. El tiempo lo destruye todo. Ulises no puede regresar a Ítaca de forma ingenua y feliz. En la obra de Buero, el horizonte de Penélope ha cambiado mucho en estos veinte años. En la de Gala, Nausicaa le dice a Ulises que por qué corre, que aproveche el momento. En la obra de Savater, nadie espera a Ulises: la nodriza no lo reconoce; Telémaco no quiere que regrese. La ironía lo corroe todo. Las grandes historias no son grandes para nuestro tiempo, pero son a la vez las más bellas historias. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 13 - ISSN 1989-1709 Mito y mitología en el romanticismo alemán (Arno Gimber) Resumen Considerando las teorías sobre la nueva mitología como aportación destacada del romanticismo alemán a las discusiones sobre el uso literario y el tratamiento del mito en la Edad Moderna, nos hemos limitado en nuestra primera intervención en el grupo “Antropología mítica contemporánea” a la contextualización de esta tesis romántica y al esbozo de las consecuencias para el tratamiento de los mitos en la literatura posterior. Tanto la referencia al mito clásico como la mitología entendida como pensamiento y estudio sobre los mitos, tienen un papel importante en el romanticismo alemán. La nueva mitología nace de un malestar debido a la falta de magia en el mundo moderno. Cuando el mito fue abandonado por la Ilustración al ser considerado rudimento de épocas de superstición que no resistía a los criterios de la razón, prerrománticos como Johann Gottfried Herder o Kart Philipp Moritz ya reivindicaron su reutilización en la literatura. Sostiene Herder en De la nueva utilización de la mitología (1767) que la mitología de los antiguos tiene una estructura poética que aún es válida para escribir literatura, siempre que se haga sobre una imitación libre e ilimitada. Moritz en su Estudio sobre los dioses o poesía mítica de los antiguos (1791) radicaliza aún más la reivindicación de que “la literatura mitológica tiene que ser considerada como un lenguaje de la fantasía”, idea central para el planteamiento de una nueva mitología romántica. En el conocido Systemprogramm, documento fundacional en nuestro contexto de autoría compartida entre Schelling, Hegel y Hölderlin, se habla por primera vez de una nueva mitología como elemento unificador en el sentido político. Importa que al inicio del desarrollo de la teoría de una nueva mitología se halle el deseo utópico de integrar a partes iguales todos los estamentos de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 14 - ISSN 1989-1709 la sociedad. Pero el texto va más allá de las implicaciones sociales apuntando a otras artísticas y casi religiosas. Novalis desarrollará más estas últimas, Schlegel las artísticas y en el Wagner de mediados del siglo XIX se deja entrever de nuevo la idea social: el arte convertido en mito es el garante de la unión de todo el pueblo (alemán). Como consecuencias de la nueva mitología que tiene que compensar la pérdida de una armonía originaria, vemos una cierta inestabilidad e inseguridad en el tratamiento de los temas mitológicos debido al dictado de una originalidad artística que abarca no solamente un nuevo tratamiento de los temas de mitología clásica sino también la búsqueda de nuevos mitos en las leyendas germánicas y medievales en general. Introducción Uno de los problemas que plantea esta intervención es que quizá diré generalidades que todo el mundo sabe, pero a lo mejor no. Comenzamos con una definición de mito, a modo de base para poder trabajar. Los mitos son “expresiones sintéticas de innumerables experiencias acumuladas por los seres humanos en un proceso psíquico evolutivo, cuyo origen se pierde en el inconsciente colectivo”. Lo formulo así pensando ya en mis románticos, porque lo de perderse en el inconsciente colectivo tiene que ver con sus teorías. Esta mañana han surgido ideas que son la esencia de mi ponencia, como el mundo perdido, la nostalgia romántica de recuperar el mito, y evidentemente el enfrentamiento entre mitos y logos. Se puede completar la definición anterior añadiendo lo siguiente: “la fijación del mito en distintas manifestaciones artísticas no es otra cosa que su continuación desde la narración mitológica oral. En este sentido, todos los mitos son paradigmas atemporales y a nosotros nos interesa su realización en uno u otro contexto histórico y cultural determinado y concreto”. En esta ponencia quisiera dejar claro el contexto histórico y social sobre el que comienzan a trabajar los románticos. Los románticos reaccionan contra la Revolución Francesa, contra la alienación del individuo y su entorno, contra la alienación del ser ante la naturaleza. Éstas son tesis que se encuentran en Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 15 - ISSN 1989-1709 Schiller, sobre todo en su Ensayo de la poesía ingenua y elemental, al que no me referiré, pero sí que está en el fondo de lo que partimos. Los románticos hablan de esa crisis, y una de las reacciones es la articulación de la crisis mediante el mito y la mitología y buscar soluciones mediante la recuperación del mito. En este contexto, cabe citar a Friedrich Schlegel, que en Sobre el estudio de la poesía griega (1795-1797), dice: En el genio de Sófocles se fundieron de forma igual la divina embriaguez de Dionisos, la profunda sensibilidad de Atenea y la silenciosa prudencia de Apolo. Con un poder mágico su literatura aparta los espíritus de sus lugares y los lleva a un mundo superior; con dulce fuerza seduce los corazones y los arrebata de forma irresistible. Pongo este fragmento al comienzo de la ponencia para mostrar que el discurso ha cambiado. Esta forma de hablar del mito no pertenece ya a la Ilustración. Los románticos introducen ya todo su mundo en este tratamiento del mito: “genio”, “fusión”, “Dionisos”, “poder mágico”…, todo esto remite ya al mundo romántico. 1. El mito en la Ilustración Antes de entrar en los mitos de los románticos tengo que esbozar en pocas palabras lo que dicen del estado de la cuestión los ilustrados. Cabe mencionar un texto de Fontenelle, De l’origine des fables (París, 1724), que se discute mucho en Alemania a partir de mediados del siglo XVIII. La tesis de este texto no es original, sino que es la tesis de la Ilustración, donde se dice que los mitos nacen de causas erróneas. Consideran que los mitos son rudimentos de épocas anteriores y supersticiosas que no resisten los criterios de la razón. El ser humano busca explicaciones para los fenómenos de la naturaleza o intenta entender lo desconocido mediante analogías, y ésta no es la forma de acumular conocimiento mediante la razón. En este contexto, nace en Francia una discusión sobre la función del mito en la literatura. Según los ilustrados, el mito puede entrar en la literatura como decoración retórica o para fines didácticos. Aquí aparece la expresión de una “nueva mitología”. Bodmer y Breitinger, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 16 - ISSN 1989-1709 dos críticos suizos que se oponen a Gottsched, el gran representante ilustrado y de la poética normativa, hablan ya hacia 1740 de una nueva mitología que se plasma en literatura, pero no se refieren a la clásica, sino a la cristiana, y la ven en Klopstock y su Mesías. Esta discusión se relaciona con una problemática más general, que es el papel de la fantasía en la poesía o en la literatura. En este contexto es muy importante Giambattista Vico, que en Scienza Nuova (Nápoles, 1744), dice que el mito nace de la fantasía en épocas cuando el logos aún era mudo y la imaginación resume lo que la razón analítica separa. Insiste mucho en la razón analítica porque después los románticos tienen otra razón, que es la sintética. En este sentido, el mito es esencial al espíritu humano, expresa una unidad entre ser humano y naturaleza, y es esta unidad la que los románticos consideraron perdida a principios o mediados del siglo. Y volvemos a Schiller. Ahora quisiera hablar de una problemática previa antes de llegar a los románticos. Para ello me voy a referir a una tesis de Adorno y Horkheimer, en su Dialéctica de la Ilustración (1944). Éste es un libro complejo, publicado ante el nazismo en Alemania, y una de sus tesis es la del abandono de los logros de la Ilustración. Los románticos, reivindicando el mito, abandonan los logros de la razón y la Ilustración, y esto es un primer paso hacia mundos más peligrosos: Desde siempre la Ilustración en su sentido global de pensamiento progresista ha tenido el objetivo de liberar al hombre de sus miedos y declararlo dueño y señor. […] El programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo. Quiso deshacer los mitos y derrotar la imaginación a través del conocimiento. En este contexto, hay un artículo de Schlegel de 1798 contra la Ilustración en el que se entrevé todo esto perfectamente. Es un texto que también puede ser importante para Novalis; es una alabanza de la oscuridad: Precisamente en la oscuridad en la que se pierde la raíz de nuestra existencia, en el misterio insoluble, reposa el hechizo de la vida, ésta es el alma de la poesía. […] ¿Ha hecho la Ilustración un gran bien a los hombres mediante la liberación de los grandes miedos que trae consigo la superstición? Yo no veo que éstos fueran tan malos, sino que encuentro que a cada miedo se opone una confianza (Contra la Ilustración, 1798). Lo que quieren los románticos es buscar este origen, y relacionan este origen con el mito. Por eso el mito para ellos es uno de los elementos más importantes de su sistema literario. La discusión de los románticos en torno al Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 17 - ISSN 1989-1709 mito hay que entenderla en este contexto, pero llegaremos más adelante. 2. El tránsito: Herder y Moritz Ahora importan también otras discusiones en el camino, y ahí está Johann Gottfried von Herder. Herder no va todavía tan lejos, no iguala mito con verdad, ni mito con origen de la vida como hacen los románticos, pero sí piensa la mitología en clave de imaginación. Y me refiero sobre todo a su Vom neuen Gebrauch der Mythologie (De la nueva utilización de la mitología, 1767), donde se nota que la discusión está ya en curso. No habla todavía de una nueva mitología, pero sí de una nueva utilización de la mitología. Se pregunta qué significa la mitología para los clásicos y qué aporta o puede aportar a la literatura actual, y puede ser: 1. Historia: los mitos interpretan para Herder la historia de una sociedad 2. Alegoría 3. Religión 4. Estructura o base poética: Herder habla literalmente de andamios Herder ve la necesidad de aportar algo nuevo a la literatura, transformando la mitología o llevándola al contexto moderno. Éste es el primer paso que darán los románticos. Herder pide un estudio de la mitología clásica, no para utilizarla tal cual en la propia literatura, sino para ver su funcionamiento y adaptarlo a la literatura actual. Y aquí está ya la base de la nueva mitología. Hay que inventar una nueva mitología, nuevos temas, para poder aplicar una nueva mitología a la historia del propio pueblo, del pueblo actual. Esto se interpreta ya con el nacimiento de una conciencia nacional, que todavía no es excluyente. El interés de Herder por la mitología es un interés por la actualidad. Para tal fin, considera que se necesitan dos fuerzas: 1. Un espíritu de reducción: reducir el material mitológico existente 2. Un espíritu de ficción o invención Es decir, la capacidad de análisis del filósofo y la capacidad de composición, de síntesis del poeta. Y de aquí surge ya el intento de unir al filósofo con el poeta, que será uno de los temas de los románticos. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 18 - ISSN 1989-1709 Es quizá el artículo más importante que nos lleva a la nueva mitología. Herder ya en este texto habla de un poeta que debería crear una nueva mitología, no la llama nueva, pero sería el primero que crearía su propia mitología política. Se relaciona la necesidad de una mitología con el contexto político, y esto se ve todavía más claro en el texto fundacional. Añade Herder: … el primero que crearía su propia mitología política, tal y como algunos poetas comienzan a crear una mitología teológica. Mientras nadie se atreva a hacerlo, resultará más fácil y más seguro utilizar una estructura ya hecha de la poesía sobre la que aún se puede hacer mucho mérito poético, siempre que se haga con imitación libre e ilimitada. Aquí se ve el tránsito. Herder dice que necesitamos una mitología política y la debe escribir el artista, pero, mientras, debemos servirnos de la antigua porque tiene ya una estructura poética que puede utilizarse de una forma más libre y no limitada. Y en este contexto ya aparecen las primeras exigencias de una mitología germánica o nórdica en la literatura de habla alemana: • Gerstenberg, Briefe über Merkwürdigkeiten der Literatur (Cartas sobre rarezas en la literatura, 1767) • Herder, Iduna (1796) Incluso hay autores que consideran que la mitología griega es incompatible con la riqueza metafórica de la lengua alemana. Sólo a través de la mitología nórdica se puede explicar el mundo de la cultura alemana. Y de verdad que todavía no se trata de un nacionalismo excluyente, sino de la necesidad de ampliar el material mitológico e incluir una mitología nórdica para encontrar una correspondencia con el contexto político actual entre formas de pensar y formas de expresión. El 4 de noviembre de 1795 Schiller escribe a Herder: Se puede […] demostrar que nuestro pensar y actuar, nuestra vida y nuestro obrar burgués, político, religioso, científico […] está opuesto a la poesía […]. Por esta razón no conozco remedio para el genio político excepto que se retire del terreno del mundo real […] y que se centre en sus afanes en la separación. Por eso me parece ser una ventaja para el que formase su propio mundo y que, a través de los mitos griegos sea pariente de una época lejana, extraña e idealista, puesto que la realidad sólo lo ensuciaría. Este texto ilustra la diferencia entre la exigencia romántica, que va hacia otras mitologías, y la insistencia de Schiller —en este contexto siempre se cita su Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 19 - ISSN 1989-1709 famoso poema “Los dioses de Grecia”— en el lamento de la pérdida de los dioses griegos. Schiller sí se basa en la mitología clásica. De Karl Philipp Moritz, sólo citaremos un fragmento de Götterlehre oder mythische Dicthung der Alten (Estudio sobre los dioses o poesía mítica de los antiguos, 1791): “Die mythologischen Dichtungen müssen als eine Sprache der Phantasie betrachtet werden” (“La literatura mitológica tiene que ser considerada como un lenguaje de la fantasía”). Éste es el gran tema de los románticos, que están buscando nuevos lenguajes en la fantasía, y aparte de la mitología, aquí entra el sueño, la noche… Terminamos con esto la parte preparatoria, y pasamos a tratar ya el Romanticismo. 3. El mito en el romanticismo 3.1. El texto fundacional: Systemprogramm (1793-95) Se considera que este breve texto es el primero del Romanticismo alemán. Es un texto que reacciona contra la Revolución Francesa, la Terreur. Se desconoce la fecha exacta. La autoría también es dudosa. Normalmente se cita a Schelling, a Hegel y a Hölderlin. En cualquier caso, es un texto de su juventud y fue descubierto en 1924. Los tres estaban entonces en el colegio de Tubinga. Es un texto en la línea de Kant y Fichte, porque parte de la idea del sujeto como medida de nuestro conocimiento, del sujeto libre. Hay una crítica radical contra el Estado que resulta de la Revolución Francesa. El Estado es algo mecánico, y buscan la libertad en lo orgánico. Nos interesa más el final del texto: de la idea del sujeto como medida de la realidad se va a una idea de la estética como primera disciplina y como disciplina de la verdad. Y de este concepto de estética depende ahora la organización del mundo. A partir de la estética buscan un nuevo mundo, porque la obra de arte, según Schiller, es la única obra de la libertad. Se trata de reconciliar el mundo fragmentado del que hablan todos en esta época, a través de un acto estético, y este acto estético está en la nueva mitología: Hablaré primero de una idea que, por lo que sé, aún no se le ha ocurrido a nadie —hemos de tener una nueva mitología: esta mitología debe estar, empero, al servicio de las ideas, tiene que devenir mitología de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 20 - ISSN 1989-1709 la razón. En tanto no les demos un sentido estético, esto es, mitológico, las ideas no tendrán interés alguno para el pueblo y a la inversa; en tanto que la mitología no sea razonable, deberá el filósofo avergonzarse de ella. […] Un espíritu superior, enviado del cielo, debe fundar esta nueva religión, que será la última, la mayor obra de la humanidad. Al margen del atrevimiento de decir que esto no se le había ocurrido a nadie, porque no es verdad, lo que se ve aquí es un intento de conciliar las diferentes capas de la sociedad, el pueblo y los intelectuales que son ellos, mediante esta nueva mitología. La nueva mitología tiene que ser popular y racional a la vez (y racional conforme a la razón sintética, no a la analítica). La última frase de esta cita nos causa muchísimos problemas, porque este “espíritu superior” se puede interpretar en clave religiosa, o entreviendo ya a Dionisos… Si luego vemos a Novalis queda claro que la religión ahí tiene mucha importancia. Lo que se intenta es elevar la mitología al nivel de la religión, como se hace con el arte en general: el artista en el Romanticismo alemán es un sacerdote. Se lanza la idea de una nueva mitología, con implicaciones políticosociales detrás (unión del pueblo). Este tema se puede seguir viendo en una línea directa que une a varios mitólogos, profesores de literatura clásica en las universidades alemanas hasta Wagner, para quien el mito también tiene esta función unificadora del pueblo. A través del arte, del canto, se unifica el pueblo. Esta nueva mitología puede interpretarse atendiendo a los siguientes aspectos: • Implicaciones político sociales. • Relación entre filosofía y poesía, reflexión y sensibilidad, universalismo y fragmento: aquí esta presente esa misma idea de unión, pero a un nivel estético. • Identificación entre mitología y poesía en un proyecto mitopoetológico: más que en los casos anteriores, ahora la mitología está al nivel de la poesía y la literatura. • Elevación del arte a un órgano verdadero y eterno (Schelling). • Religión del arte romántico. 3.2. Friedrich Schlegel y Novalis La idea que se desprende de todo esto es un intento de encontrar Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 21 - ISSN 1989-1709 soluciones ante la alienación y la fragmentación del mundo y una de ellas viene de la nueva mitología. Aquí se inscribe también Rede über die Mythologie (Alocución sobre la mitología, 1800) de Schlegel, que forma parte del canon del Romanticismo alemán (como todas las que se vienen citando). En esta obra, Schlegel afirma: Llego sin más demora al objetivo. Le falta a nuestra poesía, me parece, un centro, como lo fue la mitología para los antiguos, y todo lo esencial, en lo que el arte poético moderno es inferior al antiguo, se puede resumir en las siguientes palabras: no tenemos una mitología. Pero añado que estamos a punto de obtenerla, o mejor, que es el momento de que contribuyamos a articular una. Pues éste es el comienzo de toda poesía, abolir el funcionamiento y las leyes de la razón que piensa razonablemente, y trasladarnos de nuevo a la bella confusión de la fantasía, al caos original de la naturaleza humana, para el que hasta ahora no he conocido símbolo más hermoso que el abigarrado hervidero de los dioses antiguos. Este tipo de ensayos ya tiene carácter de manifiesto de unir a los poetas del momento para crear conciencia de grupo y de cambio. La nueva mitología no es sólo el intento de buscar otra mitología (nórdica, germánica), sino de tratar la mitología clásica de otra forma, y de sacar de la mitología clásica valor romántico. Por ejemplo, cuando habla de este “hervidero de los dioses antiguos”, lo que le interesa es que se corresponde con el caos, que para Schlegel es esencial para que se desarrolle la filosofía. Lo que hay también detrás de esta cita es el concepto de lo arabesco, en su forma irregular, como principio de composición de los románticos (y esto se puede aplicar a la composición de novelas en Novalis o E.T.A. Hoffmann). Y a través de este caos, la fantasía combina elementos disparatados y diversos, y los románticos encuentran este mismo valor en la mitología griega, no sólo en la alemana. Cuando se habla del Romanticismo alemán, como rechazo del mundo clásico y búsqueda de lo medieval, hay que tener en cuenta que no buscan sólo eso, sino también la clásica. Seguimos con Novalis y sus Himnos a la noche (1799): … a él regresaron los dioses — en él se durmieron para resurgir en nuevas y magníficas figuras ante el mundo transfigurado … apareció con rostro nunca visto, el nuevo mundo — en la poética cueva de la pobreza — un hijo de la primera Virgen y Madre — de un misterioso abrazo el infinito fruto. Rico en flor y en presagios, el saber de Oriente reconoció el primero el comienzo de los nuevos tiempos. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 22 - ISSN 1989-1709 Aquí sí que se ve la relación entre mitología y cristianismo. Novalis tiene un concepto precristiano, unido a los dioses si se quiere, pero estos dioses llegan a un fin y después surge un nuevo mundo cristiano. Encontramos la misma idea en su discurso Europa, del mismo año, donde habla de nuevo del peligro de la lejanía de los dioses, y añora, como todos los románticos, este fin de la fragmentación. Hölderlin, en Friedensfeier Hymnen (Himnos de la celebración de la paz), habla de la llegada de un extraño que es evidentemente Dionisos. Después en Novalis, en su novela Hiperión, se ve cómo utiliza la mitología en el texto, una mitología muy ecléctica, pero la utiliza sobre todo a través de cuentos intercalados, que son narraciones de su propia mitología, donde aparece Eros, ahora novio de Freya, diosa germánica, lo que refleja este deseo de fusión tan importante para los románticos. La idea de la lejanía de los dioses está también en Schelling, en Philosophie der Kunst (Filosofía del arte, 1802-03), pero no en relación al cristianismo, sino a Dionisos. Aquí expresa la exigencia de volver al mito. Su trabajo con el mito se centra en los dioses griegos, como vimos en Schlegel, pero insiste en que sus conclusiones son válidas para el trabajo con otros mitos. Quizá es donde vemos mejor la tensión entre Antigüedad y cristianismo. El cristianismo para Schelling es una parte de la verdad. Él establece una filosofía de la mitología que sirve de mediación entre ambas épocas, establece un puente entre la antigüedad y el tiempo moderno. Schelling en esta obra aporta explicaciones sobre el origen del mito. Esto es algo que le gusta mucho. Para él, la imaginación mitológica nace porque hay una necesidad de pasar del estado arcaico de la naturaleza, ya vencido, al estado de la cultura, y este estado se describe a través del mito para Schelling. Hölderlin en Poetische Fragments (Fragmentos poéticos) también habla de Dionisos. Resulta interesante comparar los poemas de Hölderlin sobre Grecia de su primera fase con los últimos. Al principio sí que hay descripción de Grecia, pero al final casi desaparece Grecia como tal y lo único que encontramos es una experiencia de unión y comunión del ser humano con la naturaleza. No sé si Friedrich Creuzer hoy día es conocido. Era rector de la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 23 - ISSN 1989-1709 Universidad de Heidelberg. Tiene dos libros importantes para nosotros: Dionysus (Dionisos, 1809) y Symbolik und Mythologie der alten Völker (Simbología y mitología de los pueblos antiguos, 1811). Quizá está en el inicio de lo que después hace Cassirer. Creuzer es quizá el primero que se ocupa de la dimensión simbólica del mito. Distingue mito (cobra expresión mediante el lenguaje) de rito (es anterior al lenguaje). Se ve también en su obra una nueva recepción de Homero. Busca las sombras en sus obras, y se va a la mitología anterior, a la de Hesíodo. Se habla mucho de las hijas de la noche, y de la noche en general. Hablando de Dionisos, dice que es el dios enigmático del nuevo mundo. Este dios enigmático del nuevo mundo está presente en la obra de Nietzsche, y se sabe que Nietzsche sacó varias veces las obras de Creuzer de la biblioteca universitaria. 4. Perspectivas hacia Nietzsche Todo esto abre algunas perspectivas en las que podríamos trabajar los del área de alemán: • Dionisos, en la obra de Hölderlin. • Narciso, en la de Hoffmann: aparece como si no estuviera. El mito está de forma implícita. Por ejemplo, en su cuento El hombre de arena está Narciso. El protagonista se enamora de una muñeca, pero la muñeca tiene ojos de cristal y en los ojos de cristal se refleja su propia imagen. Es un tratamiento perteneciente a la nueva mitología, porque late la idea de libertad y de poder tratar los mitos de una nueva forma. • Nueva mitología en cuanto a temas: mitología medieval. Podría estudiarse en De la Motte Fouqué, en su obra Ondina. • Recopilación de leyendas germánicas de los hermanos Grimm. Para terminar: • La nueva mitología tiene que compensar la pérdida de la armonía anterior. • Inestabilidad e inseguridad de la nueva mitología frente a la antigua: ésta es la gran preocupación de los románticos, cómo se puede establecer o canonizar una nueva mitología. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 24 - ISSN 1989-1709 • Originalidad (individualidad) de la nueva mitología: a partir de ahora surgen temas nunca abordados en la literatura alemana en torno a la mitología. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 25 - ISSN 1989-1709 Arqueología mítica: el tematismo (Javier del Prado Biezma) Voy a intentar exponer en este tiempo, en función de mi postura o de mi evolución, que ya es larga (han pasado algo así como 40 años desde que presenté la tesis, y creo que la esencia de lo que voy a decir está ya allí), cómo se inserta el concepto del mito en el tematismo y, en segundo lugar, lo que podría ser un tematismo estructural, distinguiendo dos niveles, desde el punto de vista siguiente. El tematismo es una corriente crítica que nace en Francia hacia los años cincuenta en el contexto del existencialismo y de la fenomenología y, por consiguiente, pagará un tributo al existencialismo y a la fenomenología. El tematismo tiene un problema, la palabra misma de la que surge, tema, puesto que es una palabra cajón de sastre que ha sido utilizada por toda la crítica y en cualquier nivel. Por eso una de las primeras cosas que harán los temáticos será definir la palabra “tema”. Su problema no es muy diferente al de los mitólogos, que tienen que comenzar definiendo el concepto de mito. En el tematismo hay una herencia mutua, que es la herencia bachelardiana, en función de la ensoñación material, es decir, cómo toda ensoñación, cómo todo elemento espiritual o imaginario siempre busca un elemento físico, objeto, materia del cosmos, para encarnarse. Aquí está el tema de la encarnación al que aludiré en varias ocasiones. Lógicamente, esto lleva a la entrada de los arquetipos y los mitos en el tematismo. Herencia de los mitólogos, que se van incorporando al tematismo según van apareciendo: Mircea Eliade, como referencia, aunque me da la impresión de que Eliade no les va bien por la dimensión trascendente que tiene siempre el mito en él, cuando ellos son materialistas y se sitúan en el agnosticismo. Creo que les es más interesante el concepto de subconsciente colectivo jungiano. Gilbert Durand: el que más apoyatura les da, porque les da una apoyatura de carácter Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 26 - ISSN 1989-1709 más arquetípico que mítico. Si observamos la función del mito o de la historia mítica en el tematismo, el concepto de arquetipo es más importante que el de mito. Entre otras cosas, porque casi todos los temáticos trabajan con estructuras semánticas. En el tematismo hay tres corrientes esenciales que catalizan en Francia: 1. Una que da más importancia a los elementos existenciales en juegos de espacialidad y temporalidad, con una dimensión metafísica bastante importante: Georges Poulet, autor de Estudios sobre el tiempo humano y La metamorfosis del círculo. El tematismo de Poulet tiene siempre una dimensión conceptual y filosófica. 2. Hay un tematismo más en contacto con el psicoanálisis, donde los temas van a surgir de los conflictos existenciales, ligados al psicoanálisis freudiano. El caso más evidente es el de Starobinski (Dubrovsky también), que trabaja en Ginebra, lo que indica más conexión con el mundo alemán que con el francés. Era del norte de Francia, y permanece en abstracto 3. Jean-Pierre Richard, que será en quien me centraré. Es marsellés, pertenece por tanto al Mediterráneo y, como tal, se ocupa más del cuerpo, de la sensación, del contacto. Os he dado unas fotocopias con textos de Richard. No está traducido al español, es un pecado mío, ya que es mi maestro, y un 80% de lo que pueda decir ahora se lo debo a él. Sólo está traducido Études sur le Romantisme, con el título de El Romanticismo en Francia (Barcelona, Barral, 1975), lo que lo convierte en un falso libro de historia de la literatura, del Romanticismo francés, que es lo que vende en España. El primero de los textos que os he dado, de Poésie et profondeur (París, Seuil, 1956), está encabezado por una cita de Jean Wahl (“Le monde crée en moi le lieu de son accueil”). La escritura consiste en crear la morada del yo, el texto es la morada del yo. El texto está hecho de una fusión entre el imaginario y el soporte material que permite el imaginario. De ahí que justamente la mayoría de los títulos de Richard vayan en esa dirección. Tenemos El universo imaginario de Mallarmé, La geografía mágica de Nerval, Territorios de lectura… Son metáforas espaciales que dan significado, que muestran cómo a través de la palabra, en el contacto directo de la palabra con el mundo, se crea ese espacio. Dice Richard: Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 27 - ISSN 1989-1709 Es en el contacto de un hermoso verso, de una frase dichosa, de una imagen, de un adjetivo, incluso de una inflexión, de un ritmo o de un silencio, donde todo escritor descubre y crea a la vez su grandeza de escritor y su verdad de hombre. La gran literatura constituiría a partir de ese momento algo así como el dominio electivo de la relación dichosa. C’est au contact d’un beau vers, d’une phrase heureuse, d’une image, d’un adjectif, voire d’une inflexion, d’un rythme ou d’un silence que tout grand écrivain découvre et crée à la fois sa grandeur d’écrivain et sa vérité d’homme. La grande littérature constituerait dès lors comme le domaine électif de la relation heureuse (Poésie et profondeur, “Introduction”, p. 9). He leído hasta aquí para ver cómo en la crítica richardiana domina el concepto de escritura como acto feliz, frente a otra parte de la crítica moderna, que se refiere más a la temporalidad, mientras que la crítica richardiana se centra en la espacialidad, en el aquí y el ahora presencial, y es una crítica que pone de manifiesto la relación dichosa (heureuse) del yo con el cosmos. También tiene que ver con que sea del Mediodía, me da la impresión. Creo que Poésie et profondeur marca un punto de inflexión en el estudio de la poesía occidental. Richard no hace nunca teoría, incluso dice: “por eso he ido esencialmente al poema, y nunca a la teoría de los autores que estudio, y si en algún caso he ido a la teoría, la he leído como si fuera un poema más”. Por eso es muy difícil que haya una escuela oficial, porque para que haya una escuela oficial deben haberse dado unos principios metodológicos, y Richard nunca da principios metodológicos, sólo da prólogos. El más largo es quizá el que precede a El universo imaginario de Mallarmé, de 30 ó 40 páginas, resultado de su tesis doctoral: ahí sí esboza algunos presupuestos metodológicos, empezando por una definición de tema. En esta introducción, haciendo algo muy propio de él, Richard intenta buscar en el texto los elementos que conducen o van a conducir su análisis de esos textos. Toda obra lleva en su interior las pautas de su lectura, en cierto modo. Partiendo de una definición que hace Mallarmé de raíz, de racine, en su sentido gramatical, en Les mots anglais, donde analiza los principios significantes de la fonética inglesa (que da lugar a la teoría moderna del significante), Richard ofrece una definición de tema: “un tema sería entonces un principio concreto de organización, un esquema [en el sentido kantiano] o un objeto fijo, en torno al cual tendría tendencia a constituirse y a desplegarse un Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 28 - ISSN 1989-1709 mundo” (“un thème serait alors un principe concret d’organisation, un schème ou un objet fixes, autour duquel aurait tendance à se constituer et à se déployer un monde” (L’univers imaginaire de Mallarmé, “Introduction”, p. 24). Por tanto, el tema es un esquema mental, un esquema imaginario. A veces, ese esquema imaginario está fijado a un objeto. Richard no da a este esquema ni a este objeto un alcance psicoanalítico (puede tenerlo o no, pero no dice nunca que tenga que tenerlo), lo que lo diferencia de la crítica psicoanalítica, de Mauron y de su teoría de las métaphores obsédantes. Tampoco dice que estos temas necesariamente tengan algo que ver con ningún otro tipo de escuela: lo único con lo que tienen que ver es con el yo. Esto es lo que diferencia a esta escuela de la psicoanalítica, cuando apunta el concepto de profondeur: no es una crítica psicoanalítica, sino de las profundidades. Probablemente esta metáfora surge de Proust: cuando dice que el yo es ese espesor existencial y de vez en cuando un acontecimiento remueve este fondo, estas profundidades del espesor del yo, e igual que del fondo de un agua dormida empiezan a subir burbujas y objetos que afloran a la superficie, así este acontecimiento hace que el yo se mueva. Proust establece ese concepto de espesor existencial (espesor de conciencia, o de inconsciencia). La crítica temática tendría un asentamiento en este concepto de profundidad, pero sin darle a esta profundidad ninguna dimensión de escuela, ni psicoanalítica ni no psicoanalítica. Puede tenerla, pero no les preocupa. Después va a desarrollar una teoría de lo que podríamos llamar una posible estructuración de estos temas. Pero no es esto lo que me interesa. Sí me interesa en la página 28, cómo ya desde el primer momento el mito está presente: Mais la compréhension qui s’exerce sur le thème, n’a-t-elle pas le tort de fixer son objet en un point limité, et peut-être très contingent de son histoire? Le poète en effet n’invente pas les thèmes de sa rêverie: ceux-ci existent hors de lui, avant lui, dans l’imagination traditionnelle des hommes, dans celle, en tout cas, de poètes qui l’on précédé. Esta idea de que el poeta no inventa los temas de su ensoñación es de herencia rousseauniana. Lo esencial del pensamiento y de la sensación está en la ensoñación. En este fragmento que comentamos, Richard hace un recuento de dónde Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 29 - ISSN 1989-1709 pueden estar esos temas, y llega a Bachelard y a Durand (“se podrían incluso reunir, con Gilbert Durand, los datos más diversos surgidos de la reflexología”). El pensamiento de Durand, a diferencia del de Eliade, que es trascendente, y del de Lévi-Strauss, que sería sociopolítico, es esencialmente reflexológico, se apoya en los soportes materiales de los arquetipos, posturales incluso. Para un crítico que se instala de lleno en la sensación, para después instalarse en la percepción, el mejor sistema es el de la ensoñación material. Una teoría mítica reflexológica le interesa más que una trascendente o estructuralista sociopolítica. El problema no está en saber cómo, dónde, por qué canal mítico, social o histórico Mallarmé ha recibido esas imágenes. Richard dice que no le importa de dónde vienen esas imágenes, esos mitos o esos arquetipos. Ni siquiera qué sentido podrían encerrar antes de que Mallarmé los tomara y los adoptara por cuenta propia. Esto sería un problema de historia del mito: sólo nos interesa esta recuperación (“cette réprise seule nous a concerné”, p. 29). Se trata de decir que el mito en sí, en sus orígenes y en su caminar hacia nosotros no nos interesa, sino la recuperación que se hace desde el presente: el por qué, el cómo y el para qué realiza Mallarmé esta recuperación. Es esa inserción del mito como función textual (con perdón de los mitólogos) la que interesa a un temático, la que le interesa a Richard, y la que me interesa a mí. Y ahora si me permitís voy a tener un momento de recuerdo personal. Los compañeros del Departamento de Filología Francesa saben que he tenido discusiones muy fuertes con Gilbert Durand, desde la perspectiva del enano contra el gigante. Durand tiende a asumir que el mito es un absoluto que tiene una permanencia, un valor en sí, que trasciende las circunstancias esté donde esté. La discusión más fuerte la tuvimos en Barcelona, en un congreso sobre Hermes. Tuve que sustituir a uno de los ponentes y opté por hacer lo más fácil: meterme con Durand, que estaba allí presente —por eso pude hacerlo—, con esa actitud del gran maestro frente a los jóvenes que van llegando. Mi tesis era que a mí no me interesaba que se dijese que en Yourcernar estaba el mito de Hermes. Sé leer y veo que el mito está ahí presente. Lo que me interesa es saber por qué una francesa belga escribe en 1954 una autobiografía de Adriano en la que subyace el mito de Hermes. No interesa señalar que Hermes Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 30 - ISSN 1989-1709 está en Yourcenar, sino saber qué pinta el mito en un texto de 1954: no se puede remitir de un mito a otro y de ahí a una estructura mítica. Yo tengo que decir por qué, y decir por qué es reducir el mito, por un lado, a su categoría de elemento textual, por consiguiente, funcional, y por otro, darle un soporte interpretativo, hermenéutico, histórico, existencial o social a ese mito. Eso es lo que me interesa. Tengo que traducir el mito a función textual, a racionalidad histórica (esto puede ser desde el punto de vista del mitólogo una aberración; o a lo mejor no, porque entonces no existiría el conflicto de las interpretaciones). Y pueden recordarse en este punto las polémicas de Sartre contra Ricœur y de Durand contra Sartre. Si uno quiere estudiar la dialéctica de fecundidad y la esterilidad como esquemas organizadores de Fortunata y Jacinta, no se puede ser ajeno a que todo el mundo galdosiano está sustentado por dos elementos míticos básicos: el mito del narcisismo estéril (Narciso y Jacinto) y el de la fertilidad, sustentado por la diosa Fortuna y el cuerno de la abundancia. Después se pueden hacer los malabarismos que se quiera con la novela, pero para empezar la novela se llama Fortunta y Jacinta, y no se puede analizar sin partir de este presupuesto. Y no es un problema de puros arquetipos, sino de una organización mítica de dos personas. Esta discusión con Durand la escribí para el congreso, pero no la publicaron en las Actas. La exposición duró 15 minutos, mucho menos que la discusión. El título era “Cuando Hermes es otro” y fue publicado en el capítulo primero de la primera parte de Teoría y práctica de la función poética (Madrid, Cátedra, 1993), con el título de “La poética de los dioses”. Richard, en un momento dado, dice que podemos considerar que en algún momento un análisis temático puede convertirse en estructural, pero entonces sólo podría aplicarse a una obra. Esto significa que, dentro de la perspectiva temática richardiana, el concepto de ensoñación, que se asienta sobre el soporte material de todos los esquemas heredados de todo ese conjunto de elementos míticos, arquetípicos y más o menos psicoanalíticos, tanto desde la perspectiva de Poulet, de Starobinski, como de Richard, siempre se aplica a la totalidad de la obra. Para ellos no existe el límite del género. Existe el libro, la obra, porque esa coherencia de la ensoñación vertebrada por Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 31 - ISSN 1989-1709 esquemas simbólicos funciona de una obra a otra, sean una carta, una novela o una obra teatral. Lo que interesa es el universo imaginario que trasciende las lindes de los géneros en sí, pero también de las obras en sí. Si recordáis el epílogo de Introducción al architexto de Genette, está escrito en forma de diálogo. Genette dice que no puede haber crítica sin considerar el género, y su partenaire dice que lo que existen son textos y que no le importan los géneros. La crítica dice que este partenaire era Richard. Teniendo posturas antitéticas, eran grandísimos amigos. De hecho, las primeras críticas positivas sobre Richard nacen de la pluma de Genette. Intenta definir dos conceptos de crítica: la de participación y la de descripción, el estructuralismo y, en cierto modo, el tematismo. La crítica de participación sólo puede llevarse a cabo en autores con los cuales uno entra en diálogo existencial, dice Genette, y cita a Richard, mientras que la crítica de descripción sólo se puede llevar a cabo cuando el yo crítico puede asumir un distanciamiento objetivo. Richard prevé que sí puede haber una crítica temática que se asiente sobre un principio ligado a un texto único. Esto lleva lógicamente al concepto de tematismo estructural, que me tentó en un momento dado, por dos razones básicas: en primer lugar, soy discípulo de Richard, y por generación soy hijo del estructuralismo; en segundo lugar, para enseñar a leer no se puede trabajar con macrotextos, lo que me llevó a la reflexión sobre el tematismo estructural. Me encontré con una frase de Genette: “porque, en el fondo, la semántica estructural no ha sido sino un tematismo estructural encubierto”. Esto me lleva a estudiar a Greimas. Si alguien ojea mi tesis, verá que es completamente richardiana y que la comencé con él, cuando él era lector de lujo de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, sin que nadie se enterase, y director del Instituto Francés de Madrid, durante diez años de exilio gaulliano, del 58 al 68. Richard me dirigió la tesina y comencé la tesis con él: “Toma un símbolo, ve cómo se desarrolla y analiza cómo se prolonga en otros símbolos, hasta construir una cadena en deriva”, fue lo que me dijo en esta sala. Cuando uno lee una obra de Richard, es muy difícil hacer un esquema de lo que ha dicho, porque no estructura —salvo en su obra dedicada a Proust, Proust et le monde sensible (París, Seuil, 1974). Su análisis va siempre en deriva simbólica: cada Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 32 - ISSN 1989-1709 símbolo devora al anterior, y así sucesivamente y siempre hacia delante. Cuando empecé con la tesis me di cuenta de que eso no me satisfacía. Mi tesis se dividía en tres partes: • Estudio de la infraestructura psicosensorial del texto. • Estudio de la estructura semántica. • Estudio de la superestructura ideológica. Tenía ya los tres niveles de lo que luego voy a desarrollar. Uno de los primeros textos temáticos es “Estructura metafórica del metalenguaje de la poesía de Víctor Hugo”, publicado en el nº 82 en la desaparecida Revista de Filología Moderna. Aquí intento hacer lo que podíamos llamar el estudio del metalenguaje de Víctor Hugo, basándome esencialmente en el prefacio de Cromwell, para demostrar cómo toda la dinámica conceptual, todo el discurso argumentativo, está sustentado por una especie de vértebra paradigmática, que se asienta sobre una infraestructura psicosensorial —a la que después llamaré arqueología mítica—, una estructura semántica, y una superestructura ideológica, que parte de lo que podría ser el esquema de la dinamicidad animal, todas las metáforas que se organizan en torno a esta dinamicidad material, y finalmente, el concepto de historicismo, frente al concepto de estructura. Si alguno ha leído Teoría y práctica de la función poética, recordará que lo que hago aquí con Víctor Hugo lo hago también con el metadiscurso de Vigny, demostrando que toda la estructura argumentativa (todo el eje sintagmático) está sustentada por un eje paradigmático —y aquí se ve el principio básico del tematismo estructural—, que se asienta sobre el concepto de forma o perfección formal; frente a la dinamicidad, el estatismo y la ensoñación del mundo como estático: frente al león, al tigre, al torrente…, el tema de la perla o el de la mariposa. Dos poetas análogos, Vigny y Víctor Hugo construyen todo su texto a partir de esquemas míticos, simbólicos, en cierto modo antagónicos. Y después tienen una reválida en el nivel noémico, conceptual. No hay en Vigny ni una sola metáfora dinámica. Vigny tenía clavada una espina, que era la siguiente: que él había sido romántico antes que Víctor Hugo, por una razón esencial: que era más viejo. Os voy a dar ahora otro artículo mío, “Du mythe à l’archéologie mythique” (Revista de Filología Francesa, nº 7, 1995, pp. 129-155). Aquí concentro toda Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 33 - ISSN 1989-1709 la esencia teórica de lo que quiero decir sobre el tematismo estructural, en función de esa necesidad de incorporar el elemento mítico en su condición de elemento textual, de convertir el mito en función textual. Éste es un concepto, no voy a decir estructuralista, pero sí estructural, y remite a un presupuesto que está bastante desarrollado, que es el de bricolaje antropológico, lanzado al mercado por Lévi-Strauss. Como parte práctica de este desarrollo, os tengo que remitir a mi lectura sobre San Julián el Hospitalario, que apareció primero como artículo, resultado de un seminario organizado por este departamento, y después lo incorporé al último capítulo de Análisis e interpretación de la novela: cinco modos de leer un texto narrativo (Madrid, Síntesis, 1999). Este artículo (“Du mythe à l’archéologie mythique”) es más difícil de encontrar, porque es el resultado de un congreso organizado por directores de teatros de ópera para analizar la función del mito en la ópera. En este artículo hago un análisis de Norma, de Bellini, porque observé que había una disfunción brutal del mito lunar, y que no figura en el texto de Soumet —en el que se basa la ópera—. La disfunción venía en el sentido siguiente. La luna es uno de los grandes mitos que ha venido hacia nosotros: primero de la tradición grecolatina, después de la nórdica, de la tradición árabe e islámica… La luna ha configurado un espacio mítico que en Roma tenía tres manifestaciones básicas: diosa de la guerra (luna roja), diosa de la muerte (luna negra) y diosa de la virginidad (luna blanca), pero de una virginidad agresiva (Artemis, Diana). Cuando se pasa a los textos galos, la luna aparece encarnando la dimensión de diosa de la violencia y de la muerte, es la acompañante del dios de la guerra, de Irminsul. Sabemos que Norma es una sacerdotisa de Irminsul, y tendría que obedecer a la dinámica del mundo de la guerra, de la violencia…, y es así como debería aparecer en escena, cuando le dicen que salga de la tienda e invoque a Irminsul para enardecer a los guerreros contra los romanos. Sin embargo, Norma sale a escena con el aria de la Casta Diva, donde dice a la luna que atempere el sagrado furor de los guerreros, y que vierta sobre los campos la dulzura de su amor. El mito lunar queda completamente subvertido, en sus tres niveles, y la luna entra en lo que podemos llamar no el mito lunar clásico sino la estética de la luna como elemento eufemístico, que se va a condensar paulatinamente en el tema del claro de luna, que no es un nocturno. Hay que Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 34 - ISSN 1989-1709 establecer una diferencia entre claro de luna y nocturno. Me di cuenta de que entrábamos de lleno en una herencia que, de repente, queda subvertida, al entrar en un momento histórico, donde paulatinamente el tema lunar va a usurpar en cierto modo el espacio del espacio solar, en el paso del Romanticismo al Simbolismo. Lorca es el poeta más lunar que yo conozco. La luna sufre una pequeña devaluación del mito de Selene (luna blanca), y vuelve como Hécate, de forma brutal, en Poeta en Nueva York, y también de forma interesante en algunos de los textos teatrales, como en Bodas de sangre. En este mismo artículo, en la página 136, me detengo en el análisis de la relativización del campo mítico, y sigo con un análisis de La pensée sauvage, de Lévi-Strauss, que es donde mejor formula su teoría sobre el pensamiento analógico, y esto me lleva a lo que sería el campo mítico en cuanto a arqueología mítica. Y me baso en el elemento del bricolaje. No quiero entrar en más ejemplos, pero he puesto antes uno. La ensoñación de la luna moderna es un resto fragmentario de toda la herencia clásica. Puede verse la función que el claro de luna va a ocupar en el imaginario simbolista respecto de la muerte de Dios, es decir, el crepúsculo de Dios: “El sol se ha ahogado en su sangre que se cuaja” (“Le soleil s’est noyé dans son sang qui se fige”), dice Baudelaire, o Mallarmé: “El sol que se muere amarillento en el horizonte / —El cielo ha muerto” (“Le soleil se mourant jaunâtre à l’horizon! / ―Le Ciel est mort”), y pueden tomarse ejemplos de todos los poetas simbolistas: “Dieu n’est pas; Dieu n’est plus”, dice Nerval en su poema sobre Jesús en el huerto de los olivos. Y después viene la creación del espacio simbólico del agujero negro: el mundo ya no es un cosmos, es un agujero negro. El papel que pueda después venir a ocupar toda la ensoñación de una posible trascendencia doméstica, como sustituto de una trascendencia en crisis o muerta, a través del tema solar, es un uso de puro bricolaje antropológico. La luna llega a nosotros con una morfología, ha perdido sus funciones y se le da a esa morfología un uso nuevo, igual que a una bicicleta vieja le quito una rueda y la convierto en el eje que mueve todas las figuras de un nacimiento. Bricolaje, pero en su acepción francesa, de coger desechos de objetos que ya no sirven y buscarles una función nueva. Siguiendo la teoría de Lévi-Strauss, todas las culturas acaban Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 35 - ISSN 1989-1709 siendo ruinas de mitos y de elementos arquetípicos, y las culturas nuevas se construyen sobre el uso y nuevo empleo de esas ruinas. Los italianos son maravillosos para esto. Por la zona de la embajada de Francia en Roma, hay unas jardineras impresionantes, que son sarcófagos romanos. ¿Para qué sirve un sarcófago romano, si no es para ser una jardinera? Esto es un buen ejemplo de los conceptos de intertextualidad y fragmentación intertextual. La morfología del sarcófago romano le permite reconvertirse en jardinera. También se han reutilizado como dinteles de puertas en diversos palacios. Ahora me tengo que defender de los críticos que me dicen que desprecio el mito. No, cuando hablo de arqueología mítica, si os dais cuenta, empleo la palabra arqueología, que remite a archaios, principio, fundamento, fundación, que es lo que está en la base de todo, pero esto no significa que su presencia en el texto se agote en su condición de base. Yo no puedo leer Fortunata y Jacinta sin ver que todo el eje simbólico ligado a la dialéctica entre esterilidad (Jacinta) y fertilidad (Fortunata) está construido sobre la arqueología mítica que sustentan la diosa Fortuna, con el cuerno de la abundancia, y Narciso (Jacinta). Esta arqueología mítica sustenta toda la ensoñación galdosiana, y Galdós era consciente de ello. Hay quienes han dicho que no lo era, que el título era accidental, pero alguien que titula su novela Fortunata y Jacinta tiene que ser consciente de ello. A ver cuántas hijas del pueblo de Madrid se llamaban Fortunatas y Jacintas en el siglo XIX. Después se puede ver que toda la estructuración metonímica, todo el desarrollo de este eje a través de los decorados, repite esa dialéctica. Y frente al mundo de la esterilidad de Jacinta, se construye todo el eje metonímico de la diosa Fortuna, y tenemos la ensoñación de la materia textil (tejidos, entramado), de la materia comestible (presencia de los mercados, en especial los de la Cava Alta y de Olavide), la presencia de las listas de lo que se puede comprar en esos mercados cada día. Yo no haría una lectura de Fortunata y Jacinta si no llegase a las conclusiones finales ligadas al elemento último del texto, de la arqueología mítica a la organización metafórica y ficcional del texto: todo el texto está organizado para que al final Jacinta tenga un hijo, para que así se corrija lo que la naturaleza ha hecho mal, que es no darle un hijo. También surge una reflexión ligada al nivel noémico o conceptual y que tiene que ver con la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 36 - ISSN 1989-1709 producción y la explotación: los que viviendo producen, y los que para vivir tienen que explotar, lo que remite al naturalismo zoliano. Posiblemente, ésta no es la función del mito de la diosa Fortuna en el mundo grecolatino. La arqueología mítica le ha permitido sustentar un edificio donde el mito cobra una función diferente que permite organizar el texto de una manera diferente, y que le permite desarrollar elementos brutales, como todos los que están relacionados con las metáforas del niño o los niños (todo el tema del gato, la ensoñación de lo que podríamos llamar la materia gatuna, del gato como animal que simboliza la proliferación en el ámbito doméstico, en un equivalente muy similar al tema del conejo en el mundo rural en la obra de Zola). Evidentemente, hago una lectura ideológica, pasando, en ascensión, de la arqueología mítica a una lectura ideológica. Si cogéis el último esquema de las fotocopias entregadas, sintetiza la estructura en función del tema de San Julián el Hospitalario. Hay un momento central en el avance de la obra, cuando Julián ha matado a sus padres sin darse cuenta, deambula por los campos, totalmente loco, porque los ha matado sin querer, y en un momento dado, tiene sed. Llega a una fuente, se inclina sobre la fuente y ve un reflejo. Pero a mí no me importa el mito de Narciso, sino lo que Flaubert hace con el mito de Narciso, que es a la vez una negación del mito de Edipo, pero en el sentido más freudiano. Julián mira el agua y ve en el fondo una persona, y dice: “Se parece a mi padre”, y toma conciencia de que él se parece a su padre, de que su padre y él forman una identidad. Es a la vez subversión del mito de Narciso, y del de Edipo, porque asume el compromiso de ser bueno, y convertirse, y dedicarse a servir a los demás. Se convierte en barquero y asume así también el mito de San Cristóbal, más que el de Caronte, y por consiguiente se redime. ¿Cómo? Asumiendo la identidad del hijo con el padre, por eso hay una subversión del mito de Edipo, y todo a partir de una aparición circunstancial del mito de Narciso. En el esquema anterior, señalo los diferentes niveles de un campo temático estructural, que estaría definido por un eje paradigmático y un eje sintagmático. Señalo también los niveles de estos ejes. Y si me preguntaseis cuándo puedo hablar de que un texto responde al principio de tematismo estructural, para acabar con Richard, sería cuando un tema dominante en una Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 37 - ISSN 1989-1709 obra se convierte en fuerza o estructura actancial, y como estructura actancial provoca la organización del texto como sintagma narrativo, o como estructura semántica en la poesía. Hay un cruce si queréis entre el eje paradigmático y el sintagmático, y ese cruce es el campo temático. Por eso quienes han hecho tesis bajo el epígrafe de tematismo estructural no se ajustan a lo que yo entiendo por tematismo estructural. Hablan de tematismo estructural porque hablan de temas y estructuras, pero el tematismo estructural está en la posibilidad de hacer coincidir en los textos la organización paradigmática en torno a un tema, por ejemplo, la ensoñación de la fecundidad en dialéctica con la esterilidad, con el eje sintagmático. La fuerza actancial es el deseo de fecundidad de Jacinta, es lo que mueve toda la narrativa: si no consigue el hijo en la primera parte, debe haber una segunda parte para que lo consiga. Vemos cómo el tema de la fecundidad, en su vertiente paradigmática, genera la dinámica sintagmática. Todo está movido por el mito, pero por el mito como función. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 39 - Paradigmas e ideologías de la crítica mitológica (José Manuel Losada Goya) Resumen En una intervención deliberadamente arriesgada, José Manuel Losada considera que, en rasgos generales, las diversas perspectivas de acceso al mito en la reflexión de Occidente se reducen a dos: desde la esencia y desde la existencia o, ideológicamente, desde el esencialismo y desde el existencialismo. Hasta el idealismo absoluto de Hegel el mito entraba prioritariamente en el terreno del esencialismo; desde entonces, los grandes pensadores han optado por el existencialismo propiamente dicho o han adoptado etiquetas diversas: marxismo, psicoanálisis, estructuralismo; a ellos se ha unido la “mitocrítica” acuñada por G. Durand y, en principio, la mayor parte de la mitocrítica contemporánea. Tras esbozar el concepto de mito en estas ideologías, el estudio se centra en el tratamiento del mito de Edipo, sintomático de modo particular en la ideología existencialista. Introducción Mi objetivo es llegar a una comprensión más o menos convincente de los paradigmas y las tendencias ideológicas que modelan los principales enfoques del mito literario en el siglo XX. La extensión del espectro incluye caer en generalidades y excluye entrar en matices; en aras de una comprensión global, necesariamente imperfecta, he preferido correr este riesgo. Exponer las ideologías de la mitocrítica supone apuntar a las diversas metodologías críticas: historia literaria, sociología, lingüística, retórica, marxismo, psicoanálisis, estructuralismo, tematismo… El problema de tal procedimiento es doble: provoca una atomización indeseable para una visión Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 40 - ISSN 1989-1709 de conjunto, implica un alejamiento del objeto de estudio. Con el fin de limitar las vías de acercamiento, cabría recurrir a clasificaciones de la misma crítica. Para Compagnon, todos los acercamientos se resumen en una serie de modelos críticos: explicativos, interpretativos, textuales e “indeterminados”; por desgracia, tal agrupación entraña escollos como la inclusión, dentro de un mismo saco, de la historia de la literatura y el psicoanálisis (según el crítico, ambos se enmarcan dentro del modelo explicativo); contradicciones como ésta aconsejan explorar otros caminos. Aquí voy a esbozar una tipología aún más restringida; considero que los enfoques del mito se reducen prácticamente a dos: desde la esencia 1 y desde la existencia. Vaya por delante que no es mi intención hacer filosofía, dar una explicación del hombre ni arrimarme a ningún sistema filosófico. Independientemente de cuál sea mi pensamiento (literario o antropológico), considero que la historia de la reflexión ideológica en Occidente está de algún modo marcada por dos ideologías: esencialista o existencialista. Dos definiciones generales y neutras: es esencia aquello que hace que una cosa sea lo que es; es existencia el hecho de ser. Llevadas hasta sus últimas consecuencias y cargadas de apriorismo o afectividad según los casos, la esencia se torna en esencialismo y la existencia en existencialismo; en ideología, en cualquiera de los casos. Es característica de la concepción esencialista la prioridad atribuida a las ideas, a los conceptos y al espíritu con menosprecio de sus entidades complementarias, al racionalismo y a la arbitrariedad, a la lógica, a la necesidad y la trascendencia. En el polo opuesto, el existencialismo prima los hechos, las cosas y la materia, los instintos y la biología, el determinismo y la espontaneidad, la psicología, el individuo y los afectos, la contingencia y la inmanencia. El esencialismo es la filosofía del concepto que concede a la esencia la primacía sobre la existencia; el existencialismo es la filosofía del modo de ser del sujeto humano. Para apuntalar esta descripción precisaré mi pensamiento sobre la 1 Aquí salta a la vista una de esas generalizaciones a las que he aludido: una tercera concepción es la ontológica (la que más conviene a Aristóteles y Tomás de Aquino); pero por razones de claridad en mi exposición evitaré abordarla aquí por separado. Pudiera pensarse que estas dos concepciones del mundo (esencialista y existencialista) se solapan sobre las principales corrientes de la crítica literaria, que todas trazan una línea divisoria más o menos perceptible a ambos lados de la crítica tradicional: en un lado se encontrarían las corrientes cercanas a la historia literaria, en el opuesto, las que se alejan de ella; una investigación más detallada demostraría que la relación es sólo superficial. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 41 - ISSN 1989-1709 esencia, la existencia y sus respectivas ideologías a partir de tres paralelismos. El primero: se puede establecer una correlación entre el pensamiento de las esencias y la lógica (ciencia de las leyes de los juicios), entre el pensamiento de las existencias y la psicología (ciencia de las leyes de los hechos psíquicos). Para corroborarlo basta con fijar la mirada en Descartes, cuya filosofía estudia la relación sujeto-objeto a través del pensamiento como enunciado; o en los empiristas ingleses del siglo XVIII, cuya filosofía estudia dicha relación a través del pensamiento como vivencia. Más precisamente, el primero reduce todas sus ideas a pensamiento (las confusas a claras y las claras a pensamiento); inversamente, los segundos eliminan del pensamiento lo que tiene de lógico, de enunciativo, reducen todo pensamiento a vivencia, a modificación psicológica de su conciencia (García Morente 2000: 169 y 191). Segundo paralelismo: no es descabellado ligar el pensamiento de las esencias con el idealismo, el pensamiento de las existencias con el materialismo. Los esencialistas sostienen la primacía de la idea, ya sea eterna (Platón), innata (Descartes), trascendental (Kant), absoluta (Hegel), siempre con la consiguiente desvalorización de la materia; por el contrario, los existencialistas defienden la primacía de la materia, ya sea naturalista (Epicuro), sensualista (ilustrados franceses e ingleses), dialéctica (Marx) o existencialista propiamente dicha (Sartre). Último paralelismo: el esencialismo no se opone frontalmente al espíritu ni barre de su horizonte la religión; el existencialismo sí. Sin entrar en disquisiciones sobre qué sea religión o su impacto en la vida de los pensadores, es incuestionable que prácticamente todos los “esencialistas” (griegos, metafísicos medievales, racionalistas modernos, románticos y contemporáneos) reservan a Dios y, en menor medida, a la religión, un lugar preponderante, como si el espíritu puro o absoluto fuera en última instancia el mayor garante de su pensamiento. Muy distinto es el caso de los “existencialistas”, que por lo general niegan el papel que tradicionalmente nuestra cultura ha atribuido al espíritu, al que consideran usurpador de un derecho del que sólo la materia debería gozar. 1. Esencialistas y existencialistas en la historia Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 42 - ISSN 1989-1709 Puesto que mi hipótesis de partida es demostrar que los acercamientos al mito no son ajenos a estos modos de pensar, preciso resumir su historia en el pensamiento occidental. Grosso modo, dan prioridad a la esencia Platón, Aristóteles y Tomás de Aquino; a la existencia Epicuro, Montaigne, Gassendi. La ideología hace irrupción con fuerza sobre todo en la filosofía moderna. Además de la renovación en las diversas áreas, los descubrimientos científicos del siglo XVII produjeron, en el terreno de la reflexión, una diversificación antes desconocida; la ciencia positiva físico-matemática de Newton dio al traste con el racionalismo de Descartes, del que sobrevivió sin embargo su dualismo esencialista (Spinoza y Leibniz). Frente a la desagregación epistemológica (Leibniz, Hume, Newton), Kant propuso la combinación de todos estos postulados en sus sucesivas Críticas: el ser de las cosas, inasible en sí, no es sino “objeto” de conocimiento para el sujeto pensante. Aunque el filósofo se deshace en elogios del empirismo humeano, en ningún momento se desembaraza del racionalismo cartesiano; en última instancia su idealismo trascendental propicia el advenimiento del idealismo alemán en sus diversas fases: subjetivo (Fichte), objetivo (Schelling) y absoluto (Hegel). Durante todo este tiempo el existencialismo había logrado avanzar más que nunca, tanto entre los empiristas ingleses (Locke, Berkeley, Hume), como en el materialismo francés (Helvétius, d’Holbach, La Mettrie), considerado más tarde mecanicista por no admitir sino los cambios cuantitativos de la materia. Tan lejos fue su empuje que, a partir de entonces y durante los siglos XIX y XX, desaparece progresivamente la dicotomía que nos ocupa y la reflexión va adoptando un tono monocolor: mientras el esencialismo cuenta con grandes pensadores, pero de mitigada influencia, el existencialismo triunfa de manera avasalladora. Marcuse lo declara de modo taxativo: “Después de Hegel, la corriente principal de la filosofía occidental está agotada. […] El cambio es expresado por el hecho de que la esencia del ser ya no es concebida como Logos” (1968: 116). De manera más concreta y arriesgada yo me atrevería a afirmar que, desde la caída del inconmensurable idealismo hegeliano, las grandes ideologías son existencialistas; procuraré mostrarlo brevemente, primero con la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 43 - ISSN 1989-1709 mención de los pensadores propiamente existencialistas, después con tres ideologías que lo explicitan cada una según su opción vital. 1.1. Existencialismo propiamente dicho Schopenhauer, Wagner o Nietzsche son existencialistas; lo es más aún Kierkegaard que, disgustado del mundo artificioso de Hegel y de la mentalidad burguesa, se aferra al dato radical de la existencia y se entrega a la angustia por su contingencia. El gran teorizador alemán del existencialismo en el siglo XX es Heidegger. Descontento con la preocupación kantiana sobre la posibilidad de los juicios sintéticos a priori, el autor de Ser y tiempo considera que la ciencia es un “hacer del hombre”, que el mismo ser lo es también porque el mismo hombre está convocado a la existencia, abrazado a la angustia y a la muerte. El teorizador francés es Sartre, convencido de que “la existencia precede a la esencia” (1996: 26), de que “no hay una naturaleza humana” ni una “moral general”, sino opciones morales resultantes del compromiso, único escape posible de la angustia de sabernos una “pasión inútil”. 1.2. Marxismo Entre los existencialistas hay diversas ramas con etiqueta propia; empezaré por el marxismo. Después del reproche antihegeliano de Feuerbach (son los deseos y las necesidades del hombre, no sus ideas, los que rigen el mundo), Marx retoma la dinámica del idealismo pero propugna la existencia primordial de la naturaleza sobre el pensamiento, la reciprocidad de las acciones (todo efecto se convierte en causa e inversamente) y la aparición de modificaciones cualitativas consecutivas a la acumulación de cambios cuantitativos (Durozoi & Roussel 1997: 252). Ciertamente la evolución de las organizaciones políticas evidencia un fracaso: de Marx hoy sólo queda, paradójicamente, su “espíritu” (Derrida, Spectres de Marx, 1993); mientras la globalización del capitalismo celebra el “fin de la historia”, el fantasma de Marx se ha convertido en un mito, inconfesado pero obsesivo, de las desigualdades materiales que aquejan al hombre de hoy. No han faltado sin embargo análisis sugerentes; todos ponen de manifiesto una ideología que rechaza el idealismo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 44 - esencialista y se adhiere a la inmanencia existencialista; como botón de muestra, este texto de Lukács a propósito de los géneros literarios: El concepto de esencia lleva a la trascendencia por el simple hecho de ponerla, y entonces, en la trascendencia, la esencia cristaliza en una nueva y más elevada esencia que expresa a través de su forma una esencia que debería ser ―una esencia que, como nace de la forma, permanece independiente del contenido dado de lo que meramente existe. El concepto de vida, por otro lado, no necesita de ninguna trascendencia capturada y mantenida inmóvil como un objeto (1971: 47). 1.3. Estructuralismo Otro existencialismo con etiqueta: el estructuralismo. El pistoletazo de este método lo da Saussure, quien en su dialéctica de oposiciones (lengua / habla, diacronía / sincronía, significante / significado) se distancia de la tradicional búsqueda del origen del lenguaje para volcarse en el estudio de las funciones. Surge así el estructuralismo, método de análisis que aglutina en buena medida las investigaciones de Lévi-Strauss (etnología), Greimas (semiótica), Barthes (semiología) 2 . Ciñéndome al terreno de la etnología resaltaré que el estructuralismo surge de la aplicación de los descubrimientos lingüísticos a los problemas de parentesco: en ambos terrenos los fenómenos se integran en sistemas de relaciones íntima e inconscientemente estructuradas (Lévi-Strauss 1958: 47). 1.4. Psicoanálisis En fin, el psicoanálisis, cuyo máximo exponente es Freud; sus premisas sobre el asesinato primitivo fundador de la civilización, así como su inscripción del psiquismo en un horizonte biológico y determinista, dan al traste con una concepción autónoma del sujeto, siempre sometido a deseos, obsesiones y fantasmas que nublan la frontera entre la norma y sus patologías (Durozoi & Roussel 1997: 161). Freud y Rank enfatizan las dificultades de la primera parte del ciclo humano, Jung hace lo propio en la segunda. 2 Aquí no hablaré sino del estructuralismo antropológico. En un importante artículo (“Pour une théorie de l’interprétation du récit mythique”, 1970: 185-230), Greimas ofrece un acercamiento semiótico del mito a partir de las teorías de Lévi-Strauss; los ensayos de Barthes y su aplicación semiológica a los mitos siguen siendo válidos (“Le mythe aujourd’hui”, 1957: 179-233). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 45 - ISSN 1989-1709 El psicoanalista austríaco debe su celebridad a la aceptación exponencial de sus teorías sobre el sueño (La interpretación de los sueños, 1899). El fenómeno onírico le interesa por su diferencia con la actividad mental en estado de vigilia: en reposo “el sueño piensa principalmente en imágenes”, no en conceptos; y estas “representaciones involuntarias”, a diferencia de lo comúnmente aceptado, son para el psiquiatra “verídicas y verdaderas experiencias del alma” (1983: 378-379): la psicología es el objetivo 3 . Freud hace suya y afina una hipótesis de otros psicoanalistas de su época: la actividad onírica tiene por finalidad la realización de deseos (421); por ello concibe la interpretación del significado de los sueños como un útil imprescindible para conocer la psicología de un individuo: … esta eterna y más profunda esencia del hombre que todo poeta tiende siempre a despertar en sus oyentes, se halla constituida por aquellos impulsos y sentimientos de la vida anímica, cuyas raíces penetran en el temprano período infantil considerado luego como prehistórico (497). El postulado que mayores críticas ha levantado es el relativo a la sexualidad, factor al que Freud adscribe “la máxima importancia en la génesis de las afecciones nerviosas” (418 y 530). Sin entrar ahora a exponer sus teorías sobre la actividad onírica 4 , reincido aquí en el carácter existencial de su hipótesis, en su predilección por los aspectos más naturales y biológicos, por la psicología en detrimento de la lógica, en su énfasis en la espontaneidad del organismo, énfasis que no duda en extrapolar al mismo hombre en su conjunto y cuyas expresiones, incluso las más íntimas, son siempre motivadas, nunca decididamente arbitrarias (537). Considerado como delfín de Freud, Jung rompe con el maestro tras la aparición de Metamorfosis y símbolos de la libido (1912). Su desacuerdo brota como consecuencia de la crítica que el discípulo hace del pansexualismo freudiano, de la libido (que Jung concibe como expresión psíquica de una 3 Existen dos ramas principales de la psicología: por un lado, la psicología que estudia los sentidos y sus funciones, la mente consciente y sus funciones, es decir, la psicología metafísica, cuyo objeto de estudio es la psique consciente; por otro, la psicología que estudia la existencia de una psique inconsciente “sin prejuicios filosóficos” (Jung 2002: 140), la primera es una teoría filosófica, la segunda una “ciencia empírica” (54). 4 El contenido manifiesto de los sueños es una deformación (por desplazamiento y condensación), de su contenido latente, deformación debida a traumas y represiones o censuras ejercidos sobre el individuo en su período ontogénico, es decir, desde el desarrollo hasta la edad adulta. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 46 - energía vital cuya orientación distingue los tipos psicológicos entre extrovertidos e introvertidos) y de la definición de la neurosis (cuyo origen el psiquiatra suizo no limita a las turbulencias de la infancia); en última instancia, ambos divergen en el materialismo, fundamental en el primero, relativo en el segundo: según Jung, Freud reduce la psicología a una “parte de la fisiología de los instintos” (2002: 54); el psicoanalista suizo sostiene que no hay prueba alguna de que la psique sea una mera huella de procesos físicos o químicos (57). Cuatro concepciones del mundo, cuatro ideologías que se superponen entre sí; el siglo XX asiste a una maraña de confluencias entre las que merece la pena destacar varios puentes de unión: entre estructuralismo y marxismo (Goldmann), entre estructuralismo y psicoanálisis (Piaget, Lacan), entre estructuralismo, marxismo y psicoanálisis (Reich, Marcuse). 1.5. Mitocrítica El término “mitocrítica” no ha sido acuñado por un mitólogo: Durand se define como “sociólogo de los dinamismos imaginarios”. Su pensamiento resulta de la aglutinación, con restricciones, de numerosas orientaciones: el materialismo imaginario de Bachelard y Sartre, la etnología de Dumézil, Eliade y Lévi-Strauss, el psicoanálisis de Freud y Jung, la epistemología de Piaget y la reflexología de Betcherev. Su libro fundacional (Les Structures anthropologiques de l’imaginaire, 1960) es un elenco explicativo de “los arquetipos fundamentales de la imaginación humana” (27); en él sostiene que el semantismo del imaginario es la matriz original desde la que se despliega todo el pensamiento racional y su cortejo semiológico. Ha de notarse que este “racionalismo” ya nada tiene que ver con el de corte esencialista. Frente a la psicología clásica (que concibe la imagen como la réplica memorística y reducida de la percepción), frente a la fenomenología sartriana (que la identifica con la vacuidad esencial de la conciencia, 21), Durand adopta una postura marcadamente biológica, naturalista. Esta estrategia le distancia de la corriente ontológica tradicional y del cogito cartesiano, de toda la epistemología partidaria del sentido propio o del significado arbitrario del imaginario. Conforme a la teoría de Bachelard, la imaginación es definida como un Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 47 - dinamismo organizador que primero deforma y después uniformiza metafóricamente las percepciones (26); consiguientemente, la imagen es un símbolo muy particular: un signo “intrínsecamente motivado”, un símbolo donde coinciden significante y significado. No está de más insistir en este alejamiento radical de la psicología clásica y de la lingüística saussuriana: aquí no hay lugar para la necesidad lógica, sólo para la espontaneidad biológica resultante de una opción existencial. Cabría esperar que la apuesta de Durand conllevara el acercamiento a diversas corrientes que también propugnan el carácter motivado de los símbolos, que los clasifican según diversos métodos: la mitología de Krappe, la historia de las religiones de Eliade, la física simbólica de Bachelard, la representación mítico-funcional de Dumézil o mítico-sociológica de Piganiol. No es así. Todas estas propuestas, afirma, heredan el lastre del “positivismo objetivo” ajeno a la conciencia imaginaria, en tanto que, según su opción biológica, el símbolo sólo puede ser motivado por “los comportamientos elementales del psiquismo humano” (35). No es de extrañar que el sociólogo del imaginario se introduzca por los senderos del psicoanálisis, aunque siempre con idéntica restricción de fondo: mientras que para Freud, Adler y Jung la imaginación es el resultado de un conflicto entre las pulsiones y su represión, para Durand resulta de un acuerdo entre los deseos y los objetos socionaturales: “lejos de ser un producto de la contención, […] la imaginación es origen de un desahogo” (36). La imagen siempre es reina. Este principio recluye todos los demás estudios al terreno de la metafísica: no sólo la “ontología psicológica” o la “ontología cultural”, también los estudios psicoanalíticos o sociológicos reductores del imaginario al resultado de presiones exteriores a la conciencia; la antropología de Durand es el análisis del intercambio dinámico, en igualdad de condiciones, entre las pulsiones subjetivas y las intimaciones objetivas que emanan del medio cósmico y social (38): todo lo que ocurre a su alrededor condiciona, sin duda, la imaginación, pero la imaginación condiciona también el entorno, como dejan ver los utensilios producidos por el hombre; el movimiento se da en ambos sentidos: el “trayecto antropológico” es bidireccional. Esta dialéctica es de primera importancia. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 48 - En su intento por dibujar el universo imaginativo, Durand recurre a la reflexología; las dominantes reflejas o gestuales constituyen un conjunto sensor y motor particular, un sistema de adaptaciones ontogénicas a las que se refiere toda nuestra representación simbólica: son las dominantes de posición, de nutrición y el reflejo sexual o “rítmico” en sus diversos ciclos (46-51). Pero no todo se reduce a las dominantes reflejas: como queda dicho, el condicionamiento cultural también ejerce su influencia; así, a condición de salvaguardar el principio fundamental, no es la censura cultural la que motiva la imagen, sino que ésta surge del acuerdo entre las pulsiones reflejas del sujeto y el entorno (52); no es la materia la que determina, por ejemplo, el utensilio, sino que éste resulta de la combinación entre la fuerza (dominante refleja) y la materia (55). El sociólogo del imaginario propone algunos ejemplos de esta combinación entre reflexología y cultura (tecnológica): la dominante postural “exige” materias luminosas o visuales y técnicas de purificación cuyo símbolo son las armas, el mago, los útiles percutores; la dominante digestiva reclama materias relativas a la oscuridad simbolizadas por recipientes y alimentos; los gestos sexuales apelan a los ritmos estacionales y astrales, a cualquier ciclo (55). La convergencia de la reflexología, la tecnología y la sociología interactúa además con una bipartición fundamental: los dos regímenes del simbolismo, diurno y nocturno; el primero compete a la dominante postural, el segundo a las dominantes digestiva y cíclica o sexual (59). La exposición de la metodología durandiana deja patente su “concepción simbólica de la imaginación” (60), su convicción de que las imágenes no son signos, antes al contrario, los símbolos, las imágenes, contienen el sentido de los signos: primero, la espontaneidad de la imagen, la biología; después, el signo arbitrario, el discurso. 2. Mito, esencialismo y existencialismo Paso ahora a considerar los acercamientos al mito según las principales tendencias. Seré breve en lo relativo a la vertiente esencialista, la menos beneficiada en la crítica contemporánea, si bien ha contado con mitólogos de excepcional valía: Para el homo religiosus, lo esencial precede a la existencia. Esto afecta tanto al hombre de las sociedades primitivas y orientales como al Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 49 - ISSN 1989-1709 judío, al cristiano y al musulmán. El hombre de hoy es así porque una serie de acontecimientos han tenido lugar ab origine. Los mitos le cuentan acontecimientos y, al hacerlo, le explican cómo y por qué ha sido constituido de ese modo. Para el homo religiosus la existencia real, auténtica, comienza en el momento en el que recibe la comunicación de esta historia primordial y asume las consecuencias (Eliade 1963: 119). En esta opción, el mito apunta al origen de la especie, al drama primordial constitutivo del hombre. Esta crítica centra su atención no en el sexo, la economía o la muerte, sino en la importancia que los hombres dan a la aparición de la vida sexuada, económica o mortal; esta hermenéutica no se limita a escrutar los actos de los hombres en el pasado, sino más bien los modelos ejemplares de esos actos: todo lo que un ser humano hace ya ha sido hecho desde el principio de los tiempos, in illo tempore (157). Más aún que las críticas existencialistas, la crítica de corte esencialista presta especial relevancia a la memoria, ejerce una labor de anamnesis, pero no para recordar los acontecimientos de otros seres existentes que ya no son, sino para encontrar en su reminiscencia las “verdades”: los mitos representan modelos paradigmáticos fundados por seres sobrenaturales, no series de experiencias personales de tal o cual individuo (158). Traeré a colación un relato ejemplar, el del monte Etna y la ciudad que de él toma su nombre. Al principio de la primera pítica de Píndaro nos encontramos con una descripción del gigante Tifón y su castigo a manos de Zeus. Su cuerpo gigantesco se extiende desde Cumas, en las costas de Italia, hasta Sicilia; el Etna reposa como una columna celeste sobre su pecho; la lava del volcán no es sino su vómito. Igual que en el Génesis se nos explicaba el origen del cielo y la bóveda estrellada, aquí se nos explica el origen y la sustancia de una montaña: “columna del cielo” allí plantada para inmovilizar al gigante de las cien cabezas, enemigo hereditario de los dioses. El relato aparecía ya en la Teogonía de Hesíodo para explicar el origen de los volcanes; el mito tiene aquí una función etiológica. Pero en nuestra pítica se trata también de una reorientación, de una aplicación del fenómeno a un acontecimiento histórico. En efecto, Píndaro canta el paisaje siciliano donde Hierón, el rey de Siracusa, ha fundado una colonia también llamada Etna; para reafirmar su poder ha vencido a etruscos y cartagineses, reflejo de la victoria de Zeus sobre el gigante; esta reorientación o conversión tiene un sentido concreto: los Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 50 - ISSN 1989-1709 enemigos son otros Tifones y las guerras otras erupciones que realzan la gloria de Hierón y su hijo Dinómenes. El mito adquiere así una función alegórica (Jolles 1972: 86, Brunel 1992: 24). Tanto en Hesíodo como en Píndaro el mito aparece como un relato; el primero da cuenta de una esencia y su causa (qué sea una montaña y cómo se origina), el segundo plantea en virtud de su significado una referencia a un significado distinto (no importa Zeus, sino Hierón); Hesíodo recurre a la función etiológica del mito; Píndaro, a la alegórica. En ambos casos el mito está restringido a la esfera del logos. El ejemplo vale para comprender lo que sería una concepción esencialista del mito, también la más común en el tratamiento de la mitología tradicional. Muy diferente es el caso de la crítica existencialista. 2.1. Existencialismo Es difícil hablar de mitocrítica a propósito de un pensamiento antimítico como el existencialismo propiamente dicho. El mismo Sartre ha escrito su propia autobiografía (Les Mots) para contradecir el mito de la literatura. Del existencialismo quedan hoy sus mitos: Sartre arengando a las juventudes del 68, Camus con su cigarrillo a lo James Dean poco antes de que un accidente de tráfico le segara la vida. No obstante, los existencialistas han revisitado los mitos; Sartre en Les Mouches, Camus en Le Mythe de Sisyphe. El “trabajador inútil de los infiernos” (1942: 165) no podía dejar de interesar a los existencialistas. Para Camus la tragedia del rey de Corinto no consiste tanto en el esfuerzo de subir eternamente una piedra como verlo regresar, tras una pausa, ladera abajo hasta el abismo desde donde habrá de subirla de nuevo. Sísifo, como Don Juan (102), es absurdo porque es consciente de su mal: este “proletario de los dioses, impotente y rebelado, conoce todo el alcance de su condición miserable”, lo único que acongoja su espíritu cuando baja, apesadumbrado, la pendiente de su castigo. Sísifo mismo es existencialista: se sabe dueño y señor de su destino, serie de acciones inconexas que desaparecerá con su muerte angustiosa. 2.2. Marxismo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 51 - ISSN 1989-1709 Otro tanto cabe decir del marxismo, ideología desmitificadora de todos los idealismos y detentora también de la máxima existencialista: la naturaleza es previa al pensamiento; más aún, tal y como reza la célebre fórmula, “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia” (Marx 1970: 26). La existencia humana resulta de los procesos económicos, que son así definidos como la infraestructura social, causa de la superestructura ideológica (la religión, la moral, la estética, el derecho). En la mente de Marx todos los mitos deben ser destruidos en aras de la única realidad superior, una sociedad sin clases o comunismo universal, único “mito” que, sin denominarlo así, aceptaría el filósofo. 2.3. Estructuralismo De los dos aspectos lingüísticos a los que se refería Saussure (habla y lengua), el primero es estático, irreversible; el segundo, estructural, reversible. Paralelamente, el mito también puede definirse como un sistema combinatorio de dos niveles, uno histórico o irreversible (hechos del pasado), otro ahistórico o permanente (pasado, presente y futuro). La tesis de Lévi-Strauss es que el mito presenta además un tercer nivel, también lingüístico, superpuesto a los enunciados por Saussure. De igual modo que por encima del habla se encuentra el nivel de las unidades constitutivas de la lengua (fonemas, morfemas, semantemas), el mito, entidad igualmente lingüística, está constituido por unidades superiores y más complejas aún o mitemas que se encuentran en el nivel tercero o de la frase (Lévi-Strauss 1958: 241). Pero no se trata de frases sueltas sino de una naturaleza relacional; más precisamente, los mitemas no son sólo relaciones, sino “paquetes de relaciones” que, por razón de su estructura, adquieren una función significante. El análisis de estos paquetes de relaciones conduce al crítico a unas reflexiones que aquí no podré sino enunciar: la finalidad del mito es proveer un modelo lógico para resolver una contradicción, de ahí un número teóricamente infinito de capas u hojas estructurantes diferentes entre sí; es decir, la estructura sincrónico-diacrónica del mito se manifiesta mediante un proceso repetitivo incesante: mientras su estructura es discontinua, su crecimiento es continuo (264); dicho de otro modo: cada mito está compuesto por todas sus versiones (249). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 52 - ISSN 1989-1709 2.4 Psicoanálisis Los psicoanalistas reservan un lugar privilegiado a los sueños y a los mitos: su interconexión desvela innumerables paralelismos gracias a las asociaciones mitológicas de ideas (en las cuales se incluyen determinadas creaciones poéticas caracterizadas por préstamos inconscientes de los mitos). Para estos médicos es vital demostrar que dichos paralelismos no son fruto de una tradición cultural, sino de la psique inconsciente de todos los individuos, es decir, que son “reinstauraciones autóctonas”, que toda psique inconsciente contiene elementos estructurales “formadores de mitos” (Jung 2002: 141). Más que Freud, Jung concede un lugar privilegiado al estudio de los símbolos, de los mitos, de los arquetipos. Frente al inconsciente personal existiría un inconsciente colectivo que representa la prodigiosa herencia de la evolución del género humano, herencia que renace (es su hipótesis del “segundo nacimiento” en cada estructura individual). Estructurado por los arquetipos, este inconsciente colectivo se enuncia a través de los símbolos culturales (folclore, cuentos, religiones), así como en las obras de arte o en los sueños. 2.5. Mitocrítica En la exposición metodológica durandiana el mito brilla por su ausencia; cuando lo hace, desconcierta: “sistema dinámico de símbolos, arquetipos y esquemas que […] tiende a componerse como relato” (64). En su aparente tautología, esta definición esconde la concepción radicalmente existencialista de la que vengo hablando. Coincide con el pensamiento antiguo sobre el carácter discursivo del mito; diverge en el resto. Conforme a su presupuesto fundacional, según Durand, cualquier manifestación racional es fruto de la dinámica que en el interior del psiquismo humano entretienen las pulsiones y las dominantes reflejas con las interferencias externas. En esas profundidades se concitan arquetipos, esquemas y símbolos cuyas manifestaciones son, respectivamente, ideas, mitos y nombres. El caso del mito es particular: a diferencia de la idea (originada en el arquetipo) y del nombre (originado en el símbolo), el mito se nutre simultáneamente de los tres dinamismos; aquí subyace su mayor predisposición para el discurso, disponibilidad inexistente en Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 53 - ISSN 1989-1709 la idea o en el nombre. Por eso el mito tiene esa capacidad de exteriorizarse como discurso, como doctrina religiosa, sistema filosófico o relato legendario (64). Dicho de otro modo, la forma del relato mítico es una disposición diacrónica de símbolos (411). Esta definición del mito podría llamar a equívoco; podría hacer pensar que Durand se interesa por el aspecto discursivo cuando en realidad sólo hace hincapié en el simbólico; nada más ajeno a su concepción de un pensamiento espontáneo y motivado. Lo demuestra su recusación del énfasis de Lévi-Strauss, para quien el mito se encuentra en el nivel superior al fonema y al morfema, esto es, en el nivel de la frase, en el nivel, en definitiva, de los signos lingüísticos arbitrarios. Voluntariamente ignorante de estas clasificaciones por niveles, Durand sostiene que el mito sólo conoce el isomorfismo, la isotopía simbólica y arquetípica en el seno de las constelaciones estructurales (412). En última instancia, Durand no entiende el mito como una sintaxis formal porque considera que entonces quedaría reducido a pura lógica estructural; sus reiteradas afirmaciones de que el mito es intraducible son protestas a considerarlo como un producto de la lógica, de la arbitrariedad. Este intento por comprender lógicamente una entidad ilógica explica la reflexión que el crítico hace en una de sus últimas producciones, Introduction à la mythodologie (1996). Aquí deplora la progresiva separación que ha sufrido Occidente entre el pensamiento y la fantasía, las ciencias puras de un lado y los saberes empíricos y estéticos de otro, entre logos y mythos, hasta que a comienzos del siglo XX una serie de acontecimientos, una comprensible saturación de logicismo habría provocado el desmoronamiento de la epistemología clásica, la apertura a una “antropología de las profundidades”, a lo que él denomina, en clave paradójica, un “realismo” antropológico (75). En el anterior pensamiento predominaba el dualismo: entre la res cogitans y la res extensa (Descartes), entre el sujeto trascendental y la inasible “cosa en sí” (Kant); se imponía esta antropología simbólica que, retomando los postulados de Hölderlin, Bergson y Jung, recordara la unicidad del universo (unus mundus), el universo de los arquetipos, de las grandes configuraciones que rigen todos los fenómenos y su representación (74), de la única materia prima, el mito, propenso a toda interpretación, pero inasequible a cualquier traducción Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 54 - ISSN 1989-1709 o explicación. 3. Edipo según las corrientes existencialistas La teoría, resultado de la abstracción de una práctica, siempre debe permitir su verificación en otra práctica. Aquí he optado por el mito de Edipo, que presenta la ventaja inigualable de ser ampliamente conocido en sus elementos invariantes gracias al drama de Sófocles. 3.1. Psicoanálisis La elección permite, casi exige, que comience por la crítica psicoanalítica. En La interpretación de los sueños, Freud expone por vez primera de manera sistemática lo que se ha dado en llamar el complejo de Edipo. El mismo término de complejo, introducido por Breuer (conjunto de representaciones y deseos inconscientes, de tipo conflictivo, que constituye una estructura fundamental de la afectividad), indica ya que hemos dejado el campo de la lógica y hemos pasado al de la psicología, que hemos entrado en el terreno de las emociones, de la existencia. Freud se fija en el factor principal del mito en cuestión: el destino, “la oposición entre la poderosa voluntad de los dioses y la vana resistencia del hombre amenazado por la desgracia” (507); los dictados de la divinidad se presentan como un designio que condiciona la biología del hombre. Repetidas veces reincide el psiquiatra sobre este aspecto para contraponerlo a la libertad del hombre, siempre incapaz de satisfacer sus deseos. De hecho, Freud sostiene que los sueños relacionados con este complejo son la realización de un deseo que todos, enfermos y aparentemente sanos, tienen por su condición humana: “la leyenda del rey tebano entraña algo que hiere en todo hombre una íntima esencia natural. […] Quizá nos estaba reservado a todos dirigir hacia nuestra madre nuestro primer impulso sexual y hacia nuestro padre el primer sentimiento de odio y el primer deseo destructor”. Alguien podría conjeturar que la expresión “esencia” sea un lapsus; en absoluto: para Freud, la esencia humana existe, pero sólo de manera posterior a la existencia, como producto de su vertiente “natural”, como resultado de puras reacciones físico-químicas que determinan su modo de querer y pensar. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 55 - ISSN 1989-1709 3.2. Marxismo En Totem y tabú (1912) primero, en Moisés y el monoteísmo (1937) después, Freud exponía su teoría central de la sociedad, fundada sobre el ciclo recurrente “dominación ― rebelión ― dominación”: en una época arcana los hombres vivían en pequeñas hordas bajo el dominio de un jefe vigoroso que ejercía el poder con violencia, la posesión sobre las mujeres y la represión sobre los hijos; cuando dicho dominio se tornó insoportable, los hombres se rebelaron, asesinaron y devoraron al padre; como consecuencia, la conciencia del crimen por la aniquilación del principio de orden amenazó con aniquilar la vida del grupo, que decidió repetir la dominación mediante una represión autoimpuesta: los tabúes generadores de la moral social (Freud 1945: 97). En su interpretación freudomarxista de la sociedad, Marcuse se ha fijado en esta “situación edipiana extrema” (1968: 65): un padre dominador del que es preciso deshacerse (92), aunque en la práctica sólo sea de modo ilusorio, como el Edipo mítico, condicionado por “circunstancias que desde el principio aseguran el triunfo duradero del padre” (79). Sabedores de la incapacidad de corroborar este relato mítico ideado por Freud, los freudomarxistas (lejos de limitarse a una interpretación estrictamente psicoanalítica), lo consideran como una proyección de la dialéctica histórica de la dominación, como una explicación de aspectos de la civilización contemporánea, como una especulación de alto “valor simbólico” (67): los conflictos entre las pulsiones del id, del ego y del superego son sistemáticamente interpretados como conflictos entre deseos individuales y constricciones sociales. En la sociedad actual, la represión individual del “super yo” (“heredero del complejo de Edipo”, 63) se transmuta en represión colectiva de los instintos mediante la organización social por todo un sistema de agentes y agencias extrafamiliares (las pandillas, la radio, la televisión, 98), mediante un trabajo enajenador: sometido a la mecánica y la rutina, el trabajador se cosifica, el individuo se convierte en un nombre, sus instintos e inhibiciones se osifican, las interacciones entre el ello, el yo y el “super yo” se congelan como reacciones automáticas (103). 3.3. Existencialismo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 56 - ISSN 1989-1709 Así como la conciencia fraguaba el mito de Sísifo, la sabiduría precipita el de Edipo. En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche evoca una antigua “creencia popular, especialmente persa, según la cual un mago sabio sólo puede nacer de un incesto” (1973: 93): el hijo de Layo resuelve el enigma de la esfinge y se casa con Yocasta. La trasgresión de las leyes de la naturaleza representa para el filósofo una catástrofe que arroja al héroe hacia el abismo de su propia aniquilación, a “experimentar también en sí mismo la disolución de la naturaleza” (94). Camus, igual que hiciera el autor del Ocaso de los dioses, alude a Edipo en Colono, la pieza de Sófocles donde el incestuoso aparece en compañía de su hija; para el novelista, Edipo se conforta con su hija, cuya mano fresca le consuela de sus males y le hace encontrar, en su feliz conformismo, la paradoja del absurdo (1942: 167). Hijo único, huérfano de padre, Sartre se considera un “Edipo muy incompleto” (1964: 24): desde niño ha gozado la presencia de su madre entregada a él sin condiciones, de modo que no ha sufrido ninguna represión del “super yo”, ninguna agresividad, ningunos celos; y esta misma situación le ha hecho consciente de la inconsistencia de la vida, de la fatuidad de toda rebelión. 3.4. Estructuralismo A diferencia de Freud, según Lévi-Strauss el mito de Edipo es sólo un modelo instrumental para el análisis de otros mitos de diversos pueblos primitivos de América. No por ello su estudio deja de ser profundo en lo que se refiere a las relaciones que mantienen entre sí los grupos de personajes de diversos relatos en los que fija su atención. Se resumen en cuatro: 1. El parentesco sobrevalorado (el afecto desmedido de Cadmos por su hermana Europa, el matrimonio de Edipo con Yocasta, la pasión de Antígona por Polinices); 2. El parentesco devaluado (el autoexterminio de los espartanos, la muerte de Layo y de Polinices a manos de su hijo y de Eteocles respectivamente); 3. El origen autóctono del hombre (la inmolación del dragón y de la esfinge por Cadmos y por Edipo respectivamente); 4. El origen bisexuado, como se desprende de la etimología (Labdaco significa en griego “cojo”, Layo “zurdo”, Edipo “pie hinchado”). Si bien es convincente su relación de los grupos 1 y 2, por un lado, y de los grupos 3 y 4, por otro, no lo es tanto la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 57 - ISSN 1989-1709 curiosa operación por la que el etnólogo pone en relación los cuatro grupos en dos series opuestas entre sí, oposición de la que deduce su interpretación del mito: “expresaría la imposibilidad en la que se encuentra una sociedad que profesa la creencia en la autoctonía del hombre […], para pasar, desde esta teoría, a la aceptación del hecho de que cada uno de nosotros ha nacido realmente de la unión de un hombre y de una mujer” (Lévi-Strauss 1958: 248). La finalidad de este estudio no admite dudas: muestra cómo la vida social verifica una visión cosmológica, unos afectos y convicciones en clara contradicción con la verdad conocida por la experiencia; por encima de creencias, para nuestro objetivo es aún más revelador que esta metodología reincida en el elemento subyacente a todo mito: el determinismo al que todos, griegos y aborígenes, obedecen de modo inconsciente en sus instituciones y comportamientos. No puede extrañar que Freud esté presente en la teoría de Lévi-Strauss. El antropólogo sostiene que su interpretación no se aleja sobremanera de los postulados freudianos, puesto que se propone “comprender cómo uno puede nacer de dos: ¿cómo es posible que no tengamos más de un genitor sino una madre y además un padre?” (249); otras referencias explícitas a Freud remachan la consonancia entre antropología estructural y psicoanálisis. 3.5. Mitocrítica Por fin, llegamos a la mitocrítica propiamente dicha. Rara vez se detiene la reflexión académica a considerar el origen de Edipo; no su parto, sino su primer lugar de reposo: su madre, aterrorizada por la predicción del oráculo de Delfos, lo abandonó en el monte Citerión después de horadarle los tobillos con una aguja y ligárselos con una cuerda. Es preciso observar que en este lugar, la tierra-tumba, confluyen diversos criterios y referentes de la metodología durandiana: el régimen nocturno de las imágenes, el esquema del descenso, la dominante digestiva, la materia como continente, los símbolos de la intimidad. En este caso concurre un complejo más, el del retorno al origen, a la madre tierra, lo que convierte el pretendido sepulcro en una cuna mágica y benefactora. Aún hay más: a este isomorfismo telúrico se ligan desde siempre los rituales del abandono de los niños sobre el elemento primordial; el segundo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 58 - ISSN 1989-1709 “nacimiento” de Edipo comparte, en este sentido, el destino de héroes como Rómulo y Remo (Durand 1960: 270). Ha quedado claro que para Durand todo el universo del imaginario se reduce a la dinámica de relaciones entre las dominantes reflejas, las pulsiones y el medio. Entre los esquemas, uno de ellos es el afectivo, resultante de la relación entre el individuo y su entorno primordial. En este marco tiene cabida el esquema afectivo de la paternidad (Layo), correspondiente al reflejo postural de la verticalidad, y el de la maternidad (Yocasta), correspondiente al reflejo digestivo del hedonismo (56). Vengamos al padre. El esquema de la elevación se identifica con el poder y la soberanía (Eliade 1968: 68); de esta sinonimia se desprende el carácter monoteísta del culto del Cielo o del Altísimo que Bachelard denomina “contemplación monárquica” (1948: 385), ligada a los arquetipos de luz y dominio, ligada, por lo tanto, a la postura vertical y al símbolo de la vara o del cetro. De ahí que Durand perciba en esta elevación orgánica la noción edipiana de Dios Padre, de Dios como macho universal (1960: 152); en fin, la mitocrítica durandiana coincide con Jung al ver en la esfinge una síntesis de todos los símbolos sexuales: el monstruo egipcio, feminizado en el mundo griego, no es sino una “masa de libido incestuosa” (la frase es de Jung, Metamorfosis y símbolos de la libido) que se rinde a la astucia del héroe (1960: 74). Conclusión No es baladí que el mito de Edipo interese sobremanera a los diversos investigadores de corte existencialista: la progresiva pérdida de la noción de padre y el cuestionamiento del significado de la madre pervierten las bases sobre las que se asienta la “naturaleza” humana; el hombre sin origen y sin causa ya no es tributario de una esencia inmutable. Más allá de esta relevancia del mito edipiano, salta a la vista que todos los existencialismos ―antimíticos desde la perspectiva esencialista― enfocan los mitos como psicología íntima, como conjunto de relaciones de oposición e impulsos (individuales, sociales), como expresión de un organismo biológico llamado a la desaparición. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 59 - ISSN 1989-1709 Vocabulario (somero y testimonial) Arquetipo: perífrasis explicativa del eidós platónico. Para nuestro propósito esa denominación es precisa y útil, porque viene a decir que los contenidos del inconsciente colectivo son tipos arcaicos o —mejor aún— primigenios, imágenes generales existentes desde tiempos inmemoriales (Jung 2002: 4). Según Durand, el arquetipo es una “sustantificación del esquema” (1960: 62) que pone en relación el imaginario y los procesos racionales (63); a diferencia del símbolo, es constante y universal (la rueda es el gran arquetipo del esquema cíclico). Esquema (del concepto): “condición formal y pura de la sensibilidad que incluye la condición universal sin la cual no se puede aplicar la categoría a ningún objeto” (Kant, Crítica de la razón pura, 1998: 184); tiene una equivalencia, relativa, con el tema. Según Durand, es una “generalización dinámica y afectiva de la imagen; constituye la facticidad y la no sustancialidad general del imaginario”; “símbolo funcional, motriz”, no relaciona la imagen y el concepto (como en Kant), sino los gestos inconscientes de la sensorimotricidad, las dominantes reflejas y las representaciones (1960: 61). Estructura: “protocolo normativo de las representaciones imaginarias agrupadas en torno a esquemas originales” (Durand 1960: 65). Frente al estatismo de la forma, la estructura implica una dinamicidad transformadora (65); es una “forma transformable que juega el papel de protocolo motivador de un grupo de imágenes; ella misma es susceptible de agrupamiento en una estructura general, el régimen” (66). Imagen: signo motivado, no arbitrario (Durand 1960: 25). Mitema: “gran unidad constitutiva” (Lévi-Strauss 1958: 231). Mito: “sistema dinámico de símbolos, arquetipos y esquemas que tiende a componerse en relato” (Durand 1960: 64); bosquejo de racionalización (utiliza el discurso) “en el que los símbolos se resuelven en palabras y los arquetipos en ideas” (ibid.) Mitoanálisis: “…creado por Denis de Rougemont (Les Mythes de l’amour, 1961), habla de psique colectiva, de la irrupción dramática de una fuerza del alma en una sociedad antigua” (p. 25; en Brunel 1992: 44). Mitologema: “variante del arquetipo” (Jung 2002: 234). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 60 - ISSN 1989-1709 Régimen: “agrupamiento de estructuras próximas” (Durand 1960: 66). Símbolo: “ilustración concreta del arquetipo y del esquema”, relativo al nombre (Durand 1960: 64): la serpiente es el símbolo del ciclo. Tema: “principio concreto de organización […] alrededor del cual todo un mundo tiene tendencia a constituirse y a desplegarse” (J.-P. Richard, L’Univers imaginaire de Mallarmé, 1961: 24). Según Javier del Prado, el tema es una “cristalización textual analógica de una relación del yo con algún elemento de la realidad, motivada por algún incidente existencial, cuyo motor es una determinada constante de la percepción y de la ensoñación (catálisis) y cuya materia (sustancia) es elegida entre las múltiples ofertas de la arqueología mítica”. Para Doubrovsky, el tema es una “coloración afectiva de toda experiencia humana en la que entran en juego las relaciones fundamentales de la existencia, es decir, la manera particular como cada hombre vive su relación con el mundo, con los demás y con Dios” (1966: 103). Bibliografía BACHELARD, Gaston (1948). La Terre et les rêveries de la volonté, París: José Corti. BARTHES, Roland (1957). Mythologies. París: Seuil. BRUNEL, Pierre (1992). Mythocritique. Théorie et parcours. París: PUF. CAMUS, Albert (1942). Le Mythe de Sisyphe. París: Gallimard. COMPAGNON, Antoine (1997). “Critique littéraire”, en Antoine Compagnon (ed.), Dictionnaire des genres et notions littéraires. París: Enciclopædia Universalis / Albin Michel. DOUBROVSKY, Serge (1966), Pourquoi la nouvelle critique. París: Mercure de France. DURAND, Gilbert (1960 & 1992), Les Structures anthropologiques de l’imaginaire. París: Bordas. ― (1996), Introduction à la mythodologie. París: Albin Michel. DUROZOI, Gérard & André ROUSSEL (1997). Dictionnaire de philosophie. París: Nathan. ELIADE, Mircea (1963). Aspects du mythe. París: Gallimard. — (1968), Traité d’histoire des religions. París: Payot FREUD, Sigmund (1983), La interpretación de los sueños. Madrid: Biblioteca Nueva. — (1945), Moisés y la religión monoteísta. Madrid: Losada. GARCÍA MORENTE, Manuel (2000). Lecciones preliminares de filosofía. Madrid: Encuentro. GREIMAS, Algirdas Julien (1970). Du Sens. Essais sémiotiques. París: Seuil. JOLLES, Andreas (1972). Formes simples. París: Seuil. JUNG, C.G. (2002). Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. Madrid: Trotta. KANT, Immanuel (1998), Crítica de la razón pura. Madrid: Alfaguara. LÉVI-STRAUSS, Claude (1958 & 1974), Anthropologie structurale. París: Plon. LUKÁCS, Georg (1971). The Theory of the Novel. Londres: Merlin. MARX, Karl (1970), La ideología alemana. Barcelona: Grijalbo. MARCUSE, Herbert (1968), Eros y civilización. Barcelona: Seix Barral. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 61 - ISSN 1989-1709 MAURON, Charles (1962). Des Métaphores obsédantes au mythe personnel. Paris: Corti. NIETZSCHE, Friedrich (1973). El nacimiento de la tragedia. Madrid: Alianza. SARTRE, Jean-Paul (1964), Les Mots. París: Gallimard. ― (1996), L’Existentialisme est un humanisme. París: Gallimard. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 63 - ISSN 1989-1709 Los mitos según René Girard (José Antonio Millán Alba) Introducción La obra de Girard abarca diversos ámbitos que resultan confluyentes: la filosofía, especialmente la que atañe a los siglos XIX y XX, existencialismo, psicoanálisis freudiano y lacaniano, estructuralismo y postestructuralismo deconstructivista (Lévi-Strauss, Foucault, Derrida, Deleuze; el ámbito de la teoría y la crítica literaria, que es de donde parte; la antropología y las ciencias de las religiones. A ello hay que añadir un conocimiento bastante profundo de las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, pero sus análisis de éstas, de gran riqueza, no pasan deliberadamente del intento de elucidación de procesos y mecanismos antropológicos. Su obra se ha centrado en el estudio de los mitos, así como en los llamados relatos de paso o de iniciación, que no son propiamente mitológicos. En los primeros distingue la estructura del deseo mimético, que nos lleva a querer precisamente lo que otros quieren, y que conduce a la violencia generalizada, tanto en las sociedades tradicionales como en las actuales; la estructura de la violencia y del homicidio fundador o creador, en expresión de Mircea Eliade y en lo que coincide con Freud ―aunque no en el carácter pansexual que le otorga―; la aparente solución de la violencia en la noción de sacrificio: la inmolación de algún individuo o grupo que desempeña el papel de chivo expiatorio, noción procedente del Levítico, la estructura de la sacralidad originada por la violencia sacrificial y su perpetuación en el rito. Intentaré exponer cada uno de estos componentes en lo fundamental, aunque, como es obvio, por razones de tiempo, no podré desarrollar pormenorizadamente cada uno de ellos. Digamos que en EEUU, a raíz del 11 de septiembre, sus análisis sobre la violencia y lo sagrado han experimentado un auge que desborda con mucho los ámbitos estrictamente Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 64 - investigadores y universitarios. El año pasado fue elegido miembro de la Academia de la lengua francesa. Antes de acabar esta corta introducción, quiero señalar dos aspectos. El primero se refiere al mito, término ambiguo donde los haya, que sirve para designar realidades muy diversas, en ocasiones no suficientemente esclarecidas, o al menos no con la deseable precisión, de manera que puede dar lugar a un magma semántico muy farragoso, hasta constituirse en una calificación entusiasta o en fuente de recelos, y dar, así, lugar a un tipo de crítica sumamente impresionista o imprecisa, que trata de salvar este escollo merced al recurso a la tradición literaria y al historicismo filológico, o a vagos conocimientos de antropología cultural. Como señala A. Llano 1 , el uso que Girard hace del término es restringido y puede calificarse de técnico, en la misma línea que Lévi-Strauss. Por de pronto, restringe la referencia del término a las religiones arcaicas y a sus ecos en la literatura antigua, aunque no deje de observar la pervivencia de la mentalidad mitológica en muchos aspectos de la civilización contemporánea, que se precia de ser tan desmitificadora. El mito, en su concepción, transmite un acontecimiento cultural y religioso, de acuerdo con la intuición de Durkheim, de orden fundacional, al mismo tiempo que vela u oculta su núcleo constitutivo: la violencia generalizada y la posterior crisis sacrificial que provoca, de manera que enmascara su origen mediante el recurso al chivo expiatorio, con su carácter arbitrario, cruel e injusto, recurriendo, a su vez, a la divinización, o lo que Freud llamaría técnicamente mecanismos de sublimación. El segundo aspecto que quiero señalar atañe a sus planteamientos de epistemología crítica. Ya he reseñado que sus libros no son propiamente filosóficos, ni estrictamente teológicos, pero tampoco cabe calificarlos sin más de estudios de etnología o de sociología del conocimiento; son, ciertamente, todo eso, pero desbordan con mucho esos ámbitos gnoseológicos. *** Desde un punto de vista antropológico, el punto de partida es su teoría del deseo mimético, según la cual los deseos humanos más relevantes no proceden de un mecanismo ni biológico ni psicológico; no son naturales ni 1 Deseo, violencia y sacrificio, Eunsa, 2004. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 65 - ISSN 1989-1709 espontáneos, sino aprendidos e imitados de otros. Ello pone en tela de juicio el papel incuestionado que la filosofía post-moderna del estructuralismo tardío otorga a una concepción unívoca y omnipresente del deseo. En esta dirección se podría decir que la obra de Girard lleva a cabo una deconstrucción del deseo, entendiendo por el término deconstrucción un cuestionamiento radical del orden del mundo y del lenguaje que se da por sabida en una determinada tradición 2 . 1. La estructura triangular del deseo Como señalé al principio, Girard parte del análisis literario para formular su teoría mimética, especialmente en Mentira romántica y verdad novelística, quizá porque piense implícitamente —esto es afirmación mía y no de Girard— que la propia vida humana presenta una estructura narrativa basada en su naturaleza teleológica, lo que hace que, al final, toda vida humana pueda ser leída. O tal vez porque distinga una identidad formal entre lo narrativo y lo histórico —identidad formal en la que reside el principio mismo de la historiografía romántica—, y lo antropológico y existencial, distinción sin la cual narración e historia se confunden. Girard comienza con un análisis del Quijote. D. Quijote ha renunciado, a favor de Amadís, a la prerrogativa fundamental del individuo: ha dejado escoger los objetos de su deseo, y es Amadís quien escoge por él. El discípulo se precipita hacia los objetos que le designa, o parece designarle, el modelo de toda caballería. Llamaremos a este modelo el mediador del deseo. La existencia caballeresca es la imitación de Amadís en el mismo sentido en que la existencia del cristiano es la imitación de Jesucristo 3 . Existe, sin duda, una línea recta que une al sujeto y al objeto del deseo, pero no es lo esencial. Por encima de ella está el mediador, que irradia a la vez hacia el sujeto y hacia el objeto: la metáfora espacial que expresa esta triple relación es el triángulo. El objeto del deseo cambia en cada aventura, pero el triángulo permanece. Ocurre lo mismo en el caso de Sancho, cuyos deseos de 2 Op. cit. Las páginas que siguen están tomadas de la obra, ya citada, Mensonge romantique et vérité romanesque, Grasset, 1961. 3 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 66 - ISSN 1989-1709 ser gobernador de una ínsula y de convertirse en yerno de un duque no le han venido espontáneamente, sino que le han sido sugeridos por D. Quijote, el cual se convierte en el mediador de Sancho. Desde el momento en que la influencia del mediador se hace sentir, el sentido de lo real se pierde, y el juicio se paraliza. La pasión caballeresca define un deseo según el Otro, opuesto al deseo según uno mismo, que la mayoría de nosotros se jacta de tener. D. Quijote y Sancho toman prestados al Otro sus deseos en un movimiento tan fundamental, tan original, que los confunde con la voluntad de ser uno mismo. Este deseo según Otro como función seminal de la literatura se encuentra asimismo en Flaubert. Emma Bovary desea a través de las heroínas románticas de las que tiene llena la cabeza; las obras mediocres devoradas durante su adolescencia han destruido en ella toda espontaneidad, y resulta muy clara a este respecto su afirmación después del primer adulterio: “Por fin tengo un amante, como las heroínas de mis novelas”. En su célebre ensayo sobre el bovarysmo, fenómeno que descubre en casi todos los personajes de Flaubert, J. Gautier afirma: “una misma ignorancia, una misma inconsistencia, una misma ausencia de reacción individual parecen destinarles a obedecer a la sugestión del medio exterior, a falta de una autosugestión procedente de su interior”. Stendhal, por su parte, insiste igualmente en el cometido de la sugestión y la imitación en los personajes de sus obras. Mathilde de la Mole toma sus modelos en la historia de su familia, a los que procura adaptarse. Julián Sorel imita a Napoleón. El Memorial de Santa Elena y los Boletines de la Grande Armée reemplazan aquí a las novelas de caballería. El príncipe de Parma imita a Luis XIV. La historia sólo es aquí una forma de literatura. En el momento de entrar al servicio de los Rênal, Julián Sorel toma prestado de las Confesiones de Rousseau el deseo de sentarse en la mesa de los señores y no en la de los criados. Stendhal designa con el nombre de “vanidad” todas estas formas de copia, de imitación, por las que se sugiere a los personajes sentimientos y deseos que no experimentarían por sí mismos. El vanidoso según Stendhal no saca sus deseos de su propio fondo, sino que los toma prestados de otro, de acuerdo con la estructura triangular reseñada, y el triángulo reaparece cada vez que Stendhal hable de vanidad, ya se trate de comercio, de ambición, de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 67 - ISSN 1989-1709 política o de amor. Para que un vanidoso desee un objeto basta con convencerle de que ese objeto es igualmente deseado por un tercero que reviste cierto prestigio para aquél. El mediador se convierte, así, en rival. Éste desea él mismo el objeto, o podría desearlo, y ese mismo deseo, real o presumido, convierte al objeto en algo infinitamente deseable para el sujeto. La estructura de la mediación engendra en el sujeto un deseo perfectamente idéntico al del mediador, de manera que nos situamos ante dos deseos en competencia. El mediador no puede desempeñar su cometido de modelo sin desempeñar a la vez, o parecerlo, su cometido de rival. Rivalidad que puede exasperarse. 2. Mediación externa e interna Entre Cervantes y Stendhal hay una diferencia muy clara. En el primero, el mediador no entra en disputa porque se sitúa en unas alturas inaccesibles para el sujeto. En Stendhal el mediador ha descendido a tierra. Entre D. Quijote y Sancho no hay rivalidad posible porque, aunque estén físicamente próximos, la distancia intelectual y social entre ellos es inmensa. En el caso de Emma Bovary se ha acortado, y ésta se encuentra algo menos alejada de su mediador parisino (las últimas modas de París llegan a Yonville a través de la prensa), y se acerca a él aún más en el baile de Vaubyessard, donde Emma penetra en el sancta sanctorum y contempla al ídolo cara a cara). Pero esa cercanía es sólo fugitiva. Emma no podrá alcanzar nunca las encarnaciones de su ideal, y nunca partirá a París. En Stendhal, J. Sorel hace todo lo que Emma no puede hacer. Al comienzo de El Rojo y el Negro, la distancia entre el héroe y su mediador es la misma que en Mme. Bovary, pero Julián franquea esa distancia: Hablaremos, señala Girard, de mediación externa cuando la distancia sea suficiente para que las dos esferas de posibles, cuyo centro ocupan respectivamente mediador y sujeto, no estén en contacto; y hablaremos de mediación interna cuando esa misma distancia esté lo suficientemente reducida como para que ambas esferas penetren más o menos profundamente la una en la otra. El héroe de la mediación externa proclama bien alto la naturaleza de su deseo, venera abiertamente a su modelo y se declara discípulo, mientras que el de la mediación interna disimula cuidadosamente su proyecto de imitación. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 68 - ISSN 1989-1709 El impuso hacia el objeto es en el fondo impulso hacia el mediador. Impulso que queda roto por la presencia misma de ese mediador, que desea o que posee ese objeto. Lejos de declararse vasallo leal, el imitador no piensa sino en repudiar los vínculos de la mediación, que se hacen, así, más sólidos que nunca, pues la hostilidad aparente del mediador convertido en rival, lejos de aminorar su prestigio, no puede sino incrementarlo. El sujeto está persuadido de que su modelo se considera muy superior a él, y experimenta, así, por el modelo un sentimiento desgarrado formado por la unión de dos contrarios: la más sumisa veneración y el más intenso rencor: “A este sentimiento le llamamos odio”. Sólo el ser que nos ha impedido, o nos impide satisfacer un deseo que él mismo nos ha sugerido es verdaderamente objeto de odio. Y el que odia, se odia primero a sí mismo en razón de la admiración secreta que su odio descubre. Se trata entonces de velar, de esconder a los demás y a sí mismo esa perdida admiración, de no ver en el mediador sino un obstáculo. El papel secundario de ese mediador pasa a primer plano para disimular el cometido fundamental del modelo religiosamente imitado. En este punto, los análisis de Girard se unen y se distancian de los llevados a cabo por Max Scheller sobre el resentimiento. En este punto, Girard profundiza asimismo sobre la estructura de los celos y de la envidia, en los que observa el mismo carácter triangular y los incluye dentro de los procesos generados por la mediación interna: la estructura de la rivalidad no puede sino exasperar los procesos de mediación. En las Memorias de un turista, Stendhal pone en guardia a sus lectores contra lo que él llama “sentimientos modernos”, fruto de la universal vanidad: “la envidia, los celos y el odio impotente”, que considera al margen de todo objeto particular, y de los que el s. XIX está, a sus ojos, enteramente poseído. Si los sentimientos modernos florecen, no es porque se hayan multiplicado las “naturalezas envidiosas” y los “temperamentos celosos”, sino porque la mediación interna triunfa en un universo en el que poco a poco se borran las diferencias entre los hombres. El vanidoso romántico niega ser discípulo de nadie. Está convencido de ser infinitamente original. En el XIX, como en el XX, la espontaneidad se hace dogma, destronando a la imitación. No nos dejemos engañar, afirma Stendhal. Las ruidosas profesiones de individualismo ocultan Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 69 - ISSN 1989-1709 una nueva forma de copia, un morboso deseo del Otro. El prestigio del mediador se comunica al objeto deseado y confiere a éste un valor ilusorio. El deseo triangular es, por su propia naturaleza, un deseo que transfigura su objeto. En este proceso de transfiguración se inscribe la doctrina estética de Flaubert. Esta naturaleza imitativa del deseo es difícil de percibir en nuestros días, pues la mimesis más ferviente es la más vigorosamente negada. En Stendhal la pasión es lo contrario de la vanidad: el ser de pasión toma en sí mismo, y no en otro, la fuerza de su deseo. La pasión no transfigura, y las cualidades que ese amor descubre en su objeto no son ilusorias. El amorpasión va acompañado siempre de estima, en el sentido corneliano de este término, fundado en un perfecto acuerdo entre la razón, la voluntad y la sensibilidad, y se confunde con la serenidad que alcanzan los personajes en los momentos supremos. En las grandes obras stendhalianas, el paso de la vanidad a la pasión es inseparable del gozo estético; no cabe comprender la pasión stendhaliana sin hacer intervenir las cuestiones relativas a los procesos de creación. La transfiguración del objeto deseado define la unidad de la mediación externa y la interna. La metamorfosis del objeto es aún mucho mayor en la obra de Proust que en la obra de Stendhal, al igual que los celos y la envidia son también más frecuentes y más intensos. En todos los personajes de À la Recherche el amor está estrechamente subordinado a los celos, a la presencia de un rival que desempeña el papel de mediador en la estructura triangular dominante en ésta, rival que está en la génesis misma del deseo: En amor, nuestro rival feliz, o lo que es lo mismo, nuestro enemigo, es nuestro bienhechor. A un ser que no excitaría en nosotros sino un insignificante deseo físico, le añade inmediatamente un inmenso valor que confundimos con él. Si la estructura triangular se encuentra en el origen del deseo amoroso en la obra de Proust, no lo está menos en el universo que rige las relaciones sociales: el esnobismo. El punto de intersección entre éste y el amor-celos permite acceder al lugar proustiano por excelencia, en el cual se afirma constantemente la equivalencia de estas dos dimensiones. “El mundo, escribe, no es sino un reflejo de lo que pasa en amor”. Con la diferencia de que el esnobismo no decae, como los celos, sobre una categoría particular de deseos. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 70 - ISSN 1989-1709 Se puede ser esnob en estética, en la vida intelectual, en el vestido, en la alimentación, etc. El esnob copia servilmente al ser cuyo nacimiento, fortuna o encanto envidia. En À la Recherche, el mimetismo del deseo es tal, que los personajes pasarán a formar parte de una u otra categoría según sea su mediador. El deseo mimético es siempre un deseo prestado, en el cual, sobre la impresión directa que produce la realidad, triunfa la sugestión procedente de otro. Así, entre la infancia narrada en el primer libro y Sodoma y Gomorra hay una perfecta continuidad. En el origen mismo del nacimiento de la subjetividad encontramos siempre al Otro perfectamente instalado. La diferencia existente entre las experiencias de infancia y el universo adulto consiste en que los seres que el narrador admira e imita abiertamente no constituyen ninguna rivalidad, son externos. El conflicto angustioso entre experiencia personal y testimonio de otro se resuelve siempre en favor del segundo. Pero escoger al Otro no es sino una manera particular de escogerse a sí mismo; es creer en uno por la mediación del Otro, lo cual no sería posible sin un olvido casi instantáneo de la impresión verdadera. Este olvido interesado subsiste hasta El tiempo recobrado, verdadero torrente de recuerdos vivos, verdadera resurrección de la verdad, gracias a la cual resulta posible escribir todos los recuerdos anteriores. Recuperar el tiempo es recuperar la impresión auténtica, descubrir las vivencias de otro como ajenas, comprender que el proceso de la mediación nos aporta una impresión muy viva de autonomía y espontaneidad justo en el momento en que dejamos de ser autónomos y espontáneos. Proust no dejó de afirmar que el planteamiento estético de Le temps retrouvé era ante todo un asunto espiritual y moral. La experiencia tratada en él es fundamentalmente una muerte al orgullo, un nacimiento a la humildad, que es, a la vez, un nacimiento a la verdad de lo que nos constituye. Cuando Dostoyevsky celebra “la fuerza terrible de la humildad”, es del proceso mismo de creación de lo que nos habla. En Proust, el nacimiento de la pasión se confunde con el nacimiento del odio. Esta ambivalencia del deseo es muy clara ya desde el primer momento, y no cabe separarla de los procesos de transfiguración y sublimación señalados. En Jean Santeuil Proust da una definición triangular del odio que es a la vez Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 71 - ISSN 1989-1709 una definición del deseo: El odio… escribe cada día para nosotros la novela más falsa de la vida de nuestros enemigos. Les supone, en lugar de una mediocre felicidad humana, atravesada por penas comunes que removerían en nosotros dulces simpatías, un gozo insolente que irrita nuestra rabia. El odio transfigura tanto como el deseo y, como él, nos da sed de sangre humana. Pero, por otra parte, como sólo puede calmarse con la destrucción de ese gozo, lo supone, lo cree, lo ve perpetuamente destruido. Al igual que el amor, no se cuida de la razón, sino que vive con el ojo fijo en una esperanza invencible. Esta ambivalencia del deseo propia de la mediación interna llega a su paroxismo en el caso de Dostoyevsky. En El eterno marido, obra que guarda una clara relación de identidad con El curioso impertinente de Cervantes, el personaje principal, Pavel Pavlovitch, no puede desear sino por la mediación de Veltchaninov, en Veltchaninov, dirían los místicos, antiguo amante de su mujer ya fallecida. Ahora le arrastra a la casa de la nueva mujer que ha elegido para que éste la desee y resulte, así, garante de su valor erótico. Todos los héroes esperan de la posesión una metamorfosis radical de su ser. Y en múltiples casos esta posesión del objeto no es sino un medio de alcanzar al mediador. Proust compara a la sed ardiente ese deseo atroz de Ser otro. La necesidad de absorberlo se presenta con frecuencia bajo la forma de un deseo y un rito de iniciación a una vida nueva, a un modelo de existencia desconocido para el narrador (vida deportiva, vida campestre, etc.), cuyo prestigio aparece vinculado al encuentro con alguien que despierta el deseo. El héroe de las Memorias del subsuelo es empujado por un oficial desconocido en una sala de billar y resulta enseguida atormentado por una sed atroz de venganza. En una carta le suplicaba que se excusase. En el caso de que se negara, yo aludía muy claramente al duelo. La carta estaba tan inteligentemente redactada, que si el oficial hubiese tenido el menor sentimiento de lo bello, de lo sublime, habría corrido indefectiblemente hacia mí para echárseme al cuello y ofrecerme su amistad. ¡Qué conmovedor habría sido todo ello! Habríamos vivido tan felices, tan felices… Su hermosa prestancia habría servido para defenderme de mis enemigos, y yo, merced a mi inteligencia, a mis ideas, habría tenido sobre él una influencia ennoblecedora. ¡Qué de cosas habríamos podido hacer! El héroe del subsuelo sueña con una perfecta síntesis entre la fuerza y la belleza de ese mediador y su propia inteligencia. Quiere convertirse en el Otro Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 72 - ISSN 1989-1709 sin dejar de ser él mismo. Para querer fundirse así en la substancia del Otro hay que experimentar por la propia substancia una repugnancia invencible. Girard observa aquí lo que denomina una dimensión metafísica del deseo que lleva a ir de los casos particulares hacia la totalidad. Todos estos héroes abdican de la cualidad más fundamental, la de desear según su propia elección. Todos ellos se odian en un nivel más esencial que el de sus propias cualidades, cosa que nos dice el narrador proustiano al comienzo de Du côté de chez Swann: “Todo lo que no era yo, la tierra y los seres, me parecía más precioso, más importante, dotado de una existencia más real”. Esta maldición parece constituir el núcleo de la propia subjetividad. Myshkin, el más puro de los héroes de Dostoyevsky, no escapa tampoco a esa angustia de sentirse separado y ajeno a la fiesta universal, de percibirse como un desecho, como escoria: Ante él descubría un cielo centelleante, un lago a sus pies, a todo su alrededor un horizonte luminoso y tan vasto que parecía no tener límites. Contempló durante mucho tiempo aquel espectáculo con el corazón oprimido por la angustia. Recordaba ahora haber tendido los brazos hacia aquel océano de luz y de azur, y haber llorado. La idea de ser ajeno a todo aquello le torturaba. ¿Qué era aquel banquete, aquella fiesta sin fin hacia la que se sentía atraído desde hacía mucho tiempo, desde siempre, desde su infancia, sin poder nunca tomar parte en ella?… Cada ser tiene su camino y lo conoce; llega y parte cantando. Pero él es el único en no saber nada, en no comprender nada, ni a los hombres, ni las voces de la naturaleza, pues por doquier es un extraño y un desecho. No es la sociedad la que hace de este héroe un extraño, sino que es él quien se condena a sí mismo. ¿Por qué la subjetividad se odia hasta ese punto? “Un hombre honesto y cultivado, observa el hombre del subsuelo, no puede ser vanidoso sino a condición de ser infinitamente exigente consigo mismo y de despreciarse a veces hasta el odio”. ¿De dónde puede venir esta exigencia que la subjetividad es incapaz de satisfacer?, se pregunta Girard. No puede proceder de ella misma, pues una exigencia que procediese de la subjetividad y recayese sobre ella no puede ser una exigencia posible. Es preciso que esa subjetividad haya prestado fe a una promesa engañosa procedente del exterior. Como en el caso de Kierkegaard, a los ojos de Dostoyevsky esa promesa engañosa es esencialmente promesa de autonomía metafísica. En la soledad de su conciencia, todos los hombres descubren que la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 73 - ISSN 1989-1709 promesa de una subjetividad que proclama bien alto su omnipotencia radiante es mentirosa. El orgullo sólo puede sobrevivir gracias a la mentira, y es precisamente la mentira lo que alimenta el deseo triangular. El héroe se vuelve apasionadamente hacia ese Otro que parece gozar de la herencia divina. Se desvía, así, del presente y vive en un porvenir radiante. Nada le separa de la divinidad, salvo el mediador mismo, cuyo deseo obstaculiza su propio deseo. Elegir es siempre escoger un modelo, viene a decir Dostoyevsky, y la libertad verdadera se sitúa en la alternativa fundamental entre modelo humano y modelo divino. El impulso del alma hacia Dios es inseparable del descenso en uno mismo. Inversamente, el repliegue en el orgullo resulta inseparable de un movimiento de idolatría hacia el Otro, lo que Chateaubriand llama al final de las Memorias de Ultratumba la idolatría del hombre por el hombre. Cabría decir, dándole la vuelta a la frase de san Agustín, que el orgullo nos es más exterior que el propio mundo exterior. En Le temps retrouvé, Proust afirma que el amor propio nos hace vivir “desviados de nosotros mismos” y en múltiples ocasiones asocia ese amor propio con el deseo de imitación. En El eterno marido y en El curioso impertinente hemos visto ofrecer al ser amado en sacrificio a la divinidad idolatrada. Los personajes de Los poseídos ofrecen a Stravroguin, verdadera alegoría de la mediación interna, a sí mismos y todo lo más precioso que poseen. La transcendencia desviada, concluye Girard, es una caricatura trágica de la transcendencia vertical. No hay un elemento de esta mística al revés que no tenga su correspondiente luminoso en el cristianismo. La pasión, señala Dostoyevsky, que ponen los seres humanos en disputarse y arrebatarse cosas o, por el contrario, en multiplicarlas, no es un triunfo de la materia, sino un triunfo del mediador con rostro humano. En el mundo del mañana, afirman los falsos profetas, los hombres serán dioses unos para otros, y los seres infelices exultan ante el pensamiento de una inmensa fraternidad, sin que lleguen a captar la ironía de su propia fórmula. La oposición y las analogías entre las dos transcendencias se encuentra en todos los novelistas del deseo según el Otro, ya sean cristianos o no, concluye Girard. El vaivén estéril del orgullo y la vergüenza constituye la dinamicidad misma del esnobismo proustiano. Nunca se despreciará tanto al Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 74 - ISSN 1989-1709 esnob como se desprecia él a sí mismo. Por lo demás, ser esnob no es tanto ser abyecto como huir de la propia abyección en el nuevo ser que debe producir el esnobismo. El esnob cree siempre estar a punto de adueñarse de ese ser y se conduce como si ya lo poseyera, de ahí que dé muestras de una altanería insufrible. El esnobismo es una mezcla inseparable de altanería y bajeza a la vez. Esta mezcla define nuclearmente el deseo metafísico en Proust. 3. Metamorfosis y topología del deseo El deseo según el Otro es siempre deseo de ser otro. Sólo hay un deseo metafísico, pero los deseos particulares que concretan ese deseo primordial varían hasta el infinito. También la intensidad del mismo deseo es variable. Ello depende del grado de “virtud metafísica” que se confiera al objeto, y esta última depende de la distancia que separa al objeto del mediador. Mientras más cercano esté el mediador, más intensa, por un lado, es la pasión, y más se vacía, por otro, el objeto de un valor concreto. Pero la mengua, el adelgazamiento progresivo de la realidad no se produce sin la exasperación que engendra el deseo. Esta ley, de aplicación rigurosa, define perfectamente las analogías y las diferencias entre el universo de Stendhal y el de Proust. En ambos se desea el mismo objeto, el Faubourg Saint-Germain, pero el de uno no es el mismo que el del otro. En la época de Proust, frecuentar la antigua nobleza no procura ninguna ventaja tangible. Si la fuerza del deseo fuese proporcional al valor concreto del objeto, el esnobismo proustiano sería menos intenso que la vanidad stendhaliana. Pero ocurre precisamente lo contrario. Los esnobs de À la Recherche son seres mucho más angustiados que los vanidosos de Le Rouge et le Noir. El mismo Stendhal no ignora esta ley cuando escribe: “Mientras más pequeña es una diferencia social, más afectación engendra”. Esta observación de Stendhal resulta llevada al límite en Proust y en Dostoyevsky. Las formas más extremas de mediación interna deben definirse como una diferencia nula que engendra un máximo de afectación. El hombre del subsuelo representa el último estadio de esta evolución hacia el deseo abstracto. Su anhelo furioso de hacerse invitar al banquete de Zverkov Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 75 - no puede ni siquiera interpretarse en términos de provecho material o de ventajas mundanas. Lo físico y lo metafísico varían siempre, en el deseo, a expensas uno del otro. Ello puede observarse, por ejemplo, en la progresiva desaparición del placer sexual en los estados más agudos de esta dinámica. Emma Bovary conoce aún el placer, pues su deseo no tiene una gran intensidad metafísica. El placer es menor en los vanidosos de Stendhal. En Proust el placer ha desaparecido casi completamente. En Dostoyevsky ni siquiera se trata de él. Y no es la ausencia de gozo físico lo que decepciona al héroe stendhaliano o proustiano cuando posee al fin el objeto de su deseo. La decepción es propiamente metafísica. El sujeto comprueba que la posesión del objeto no ha cambiado su ser, que no se ha producido la metamorfosis deseada. El objeto súbitamente desacralizado por la posesión y reducido a sus cualidades objetivas es lo que provoca la famosa exclamación stendhaliana: “¡Es sólo eso!”. Los mediadores pueden ser múltiples, así como la mediación doble o triple, y cada mediación proyecta su espejismo que se sucede como otras tantas verdades que suplantan a las anteriores. Proust denomina Moi a esos “mundos” proyectados por las mediaciones sucesivas. Esta fragmentación en yoes monádicos alcanza en su obra su paroxismo, en donde la existencia pierde definitivamente la unidad y la estabilidad que todavía se conservaba, aunque amenazada, en los autores anteriores. En Proust, la multiplicación de mediadores engendra una descomposición de la personalidad, una imposibilidad de captar la unidad de los seres y de uno mismo, como si toda realidad fuese necesariamente el resultado de un caleidoscopio. Cuanto más breve sea el reinado del mediador más tiránico resulta. En el hombre del subsuelo la sucesión de mediadores es tan rápida que ya no cabe hablar de distintos yoes. A este respecto, los intervalos de relativa calma, o de atonía espiritual que hay en Proust, dan lugar en Dostoyevsky a una crisis perpetua. A ello se debe ese polimorfismo del ser dostoyevskiano que han señalado todos los críticos. Según Stendhal, la sociedad se reparte entre cinco o seis modelos. En Proust, esa cifra da lugar a múltiples yoes. En Dostoyevsky el demonio de Los poseídos se llama legión y se refugia en una piara de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 76 - ISSN 1989-1709 cerdos. Es, a la vez, uno y múltiple. Esta atomización y fragmentación de la persona no es otra que el resultado de la mediación interna, concluye Girard. Y ésta, mientras más inestable resulte, más pesado hará su yugo. El eclecticismo vacío, las admiraciones excesivas y pasajeras, las modas siempre fugitivas, la rápida sucesión de las teorías, sistemas y escuelas, la “aceleración de la historia”, son otros tantos aspectos convergentes, para un Dostoyevsky, del trayecto que se acaba de trazar. El subsuelo es una desintegración del ser individual y colectivo. Dostoyevsky es el único en describir este fenómeno situado en la entraña misma de la Historia. Resumiendo lo expuesto, cabe decir que puede pensarse que el deseo es objetivo o subjetivo, pero, en realidad, reposa sobre otro que valoriza los objetos: el prójimo es el modelo de nuestros deseos. “A esto es a lo que llamo deseo mimético” 4 . Aunque el deseo mimético no conlleve necesariamente un carácter conflictivo, lo es, sin embargo, con mucha frecuencia. Este carácter de oposición entre el sujeto deseante y el rival, poseedor del objeto deseado, genera un triángulo que exaspera cada uno de sus vértices en un movimiento repetitivo. La oposición exaspera el deseo; la imitación del deseo del prójimo engendra la rivalidad, y ésta, a su vez, refuerza la imitación. La existencia de un rival parece confirmar el fundamento del deseo y el valor inmenso del objeto deseado. La imitación se refuerza, así, en el seno mismo de la hostilidad, la cual tiende a su ocultación para parte de cada uno de los dos rivales. A su vez, el movimiento recíproco es igualmente verdadero: al imitar el deseo del otro, doy a éste motivos para desear lo que desea, y la intensidad de su deseo se redobla. Al dar un modelo a mi rival, le restituyo, en cierta forma, el modelo que me presta. Doy, así, un modelo a mi propio modelo. Idolatría del prójimo, e idolatría de nosotros mismos son los dos polos de un mismo movimiento circular: estamos tanto más abocados a dirigir al prójimo una adoración que se transforma en odio, cuanto más intentamos desesperadamente adorarnos a nosotros mismos proclamando nuestra radiante autonomía. De aquí que, en el planteamiento de Girard, la fuente principal de la violencia entre los hombres sea la rivalidad mimética. Envidia, celos y odio uniformizan a los que oponen, a la vez que rehúsan ser pensados en función de las semejanzas e identidades 4 Je vois Satan tomber comme l’éclair, Grasset, 1999. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 77 - ISSN 1989-1709 que no cesan de engendrar. La autonomía que pensamos estar siempre a punto de conquistar, no es, al imitar los modelos de poder y prestigio, sino una ilusión tanto menos consciente de su mimetismo cuanto más mimética es. 4. La violencia y lo sagrado La observaciones hechas en el ámbito literario (paso por alto su trabajo sobre Shakespeare) conducen a Girard a una confrontación con los planteamientos de la etnología y de las ciencias de las religiones 5 . Edipo rey, el drama de Sófocles analizado por Girard, presenta de entrada una ventaja significativa: se trata de una tragedia, género que se añade al de la novela; la tragedia implica una tematización del mito y, por lo tanto, una fisura en su continuidad, porque el mito es lo que sucede siempre y, por consiguiente, ahora. Entre otros elementos del mito, Girard analiza de modo pormenorizado la cólera, que afecta en diversos momentos a tres personajes que van compareciendo en escena, Edipo, Creonte y Tiresias, cuyo enfrentamiento acabará desembocando en una violencia generalizada. Tebas, ciudad en la que reina Edipo, está aquejada por la peste. Edipo ha enviado a Delfos a su cuñado Creonte para que interrogue al oráculo sobre las causas. El dictamen del dios Apolo es el de ejecutar o expulsar de la ciudad al asesino de Layo, el anterior rey de Tebas. Comparece, así, el adivino Tiresias, el ciego vidente guiado por un niño, quien se lamentará de las terribles consecuencias que tendrá para él y para Edipo. El conocimiento progresivo acompaña al desarrollo de la tragedia. Ya había advertido Esquilo que existe una estrecha correlación entre el conocimiento (mathos) y el dolor (pathos). La revelación de lo escondido lleva consigo un daño recíproco. El drama presenta una pugna en la que ambos rivales resultan heridos, porque el mal que les afecta es común a todos. Todos padecen el mismo mal y, en cierto modo, todos son culpables de su aparición y extensión. De aquí que Tiresias se resista a hablar: una vez abierta la espita de la violencia ya no es posible cerrarla sin que haya víctimas. Edipo, el más encolerizado y el más inconsciente, se irrita hasta el punto de 5 Las páginas que siguen repiten el análisis hecho por A. Llano, op. cit. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 78 - ISSN 1989-1709 acusar a Tiresias de que el motivo por el que calla es ser él mismo el responsable del crimen, lo que encoleriza a su vez a Tiresias que finalmente estalla: “Tú eres el azote impuro de esta tierra… Tu eres el asesino que se está investigando”. Sigue una violenta confrontación verbal entre uno y otro, en la que Edipo intenta implicar a Creonte, pero Tiresias, en un paso decisivo hacia el fondo de la cuestión, le contesta: “Creonte no es ningún dolor para ti, sino tú mismo”. Surge, así, la segunda oposición violenta, entre Edipo y Creonte, que se constituyen en un nuevo par de rivales. Es el originario problema del doble, que tampoco está ausente en Dostoyevsky, desdoblamiento que pertenece desde la noche de los tiempos a la esencia de la violencia mitologizada en el sacrificio. Calasso lo sintetiza así en sus estudios sobre la mitología hindú: El fundamento del sacrificio está en lo siguiente: cada uno de nosotros es dos, y no uno. No somos un ladrillo compacto, sino que cada uno de nosotros es los dos pájaros de los Upanishad, en la misma rama del árbol cósmico; uno come, el otro mira al que come. El engaño sacrificatorio, que sacrificante y víctima sean dos personas y no una, es la deslumbrante e insuperable revelación sobre nosotros mismos, sobre nuestro doble ojo. Edipo acusa de envidia y ambición a Creonte y a Tiresias, y éste revela la segunda parte fatal de su secreto: que aquél es, a la vez, hermano y padre de sus propios hijos, hijo y esposo de su mujer, así como asesino de su padre. Girard señala que lo importante no es que comparezca en el centro del drama un tema sexual. Parricidio e incesto no están vinculados por un misterioso vínculo, sino que son formas de violencia que podrían ser sustituidas por otras. Lo que ha sucedido es la oposición frontal entre dos personajes de sangre real, Layo y Edipo, a la que se remiten todas las demás, que compiten por el poder y que viene de muy atrás: se origina antes de que Edipo naciera y se perpetúa después de la muerte de Layo. La mancha que Tiresias y el pueblo de Tebas ven en Edipo es la indiferenciación, el gran enemigo de la paz y el orden de una comunidad. Layo y Edipo tienden a indiferenciarse, componen un doble. El infanticidio frustrado, el parricidio y el incesto son crímenes horribles precisamente porque fomentan la confusión, que se expande como la peste y constituye su última causa. La fatalidad no irrumpe súbitamente en la tragedia. Ha estado soterrada desde el comienzo; Edipo se ve sometido al sino de una culpabilidad de la que ni siquiera es consciente. Todas las miradas del pueblo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 79 - ISSN 1989-1709 de Tebas se dirigen a él exigiéndole que asuma la responsabilidad de la plaga que padecen. Con independencia de los hechos concretos, ha sido elegido de antemano como víctima propiciatoria. Culpabilidad que Edipo termina asumiendo. Yocasta se suicida y Edipo se saca los ojos; pide a Creonte que se le destierre de Tebas, con la seguridad de que no le matarán, porque él es una víctima. Girard señala a este respecto que la tragedia no sobreviene por causa de hechos terribles, sino que tales hechos se relatan como acontecidos porque nos encontramos dentro de un mito prefijado, en el que todos los males se deben concentrar en la víctima propiciatoria: Después de haber oscilado entre los tres protagonistas, la acusación decisiva acaba por fijarse sobre uno de ellos. De igual manera habría podido fijarse sobre otro, o no fijarse en ninguno… La acusación que a partir de ahora pasará por verdadera no se diferenciará en nada de las que pasarán por falsas, salvo que ninguna voz se levanta ya para contradecir nada de lo dicho. Una versión especial de los acontecimientos acaba por imponerse; pierde su carácter polémico para convertirse en la verdad del mito, en el propio mito. La fijación mítica debe definirse como un fenómeno de unanimidad. Allí donde dos, tres, mil acusaciones simétricas e invertidas se cruzaban, predomina una sola de ellas, y en torno a ella todo el resto calla. El antagonismo de cada cual contra cada cual es substituido por la unión de todos contra uno. Según Girard, lo que confiere un carácter modélico a este mito y un valor antropológico perdurable es que en él se produce y se solventa una crisis sacrificial: En la crisis sacrificial, todos los antagonistas se creen separados por una diferencia formidable. En realidad, todas las diferencias desaparecen paulatinamente. En todas partes aparece el mismo deseo, el mismo odio, la misma estrategia, la misma ilusión de formidable diferencia en una uniformidad cada vez más total. A medida que la crisis se exaspera, todos los miembros de la comunidad se convierten en gemelos de la violencia. Podemos decir que unos son los dobles de otros. […] Si la violencia uniforma a los hombres, si cada cual se convierte en el doble o en el gemelo de su antagonista, si todos los dobles son idénticos, cualquiera de ellos puede convertirse en cualquier momento en el doble de todos los demás, es decir, en objeto de una fascinación y un odio universales. […] Una sola víctima puede sustituir a todas las víctimas potenciales, a todos los hermanos enemigos que cada cual se esfuerza en expulsar, esto es, a todos los hombres sin excepción, en el interior de la comunidad. El paso decisivo para que la violencia recíproca pase a convertirse en violencia sagrada, lo que Girard denomina “crisis sacrificial”, consiste en que la violencia Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 80 - ISSN 1989-1709 de todos se convierta en violencia de todos contra uno. Se trata, aparentemente, de un mecanismo de sustitución, en virtud del cual, al personificar en un solo individuo el malestar difuso, ya no es preciso mirar a todas partes: un solo rostro concentra la atención. Pero se trata de algo más, de un proceso inequívocamente religioso. Girard aplica aquí el axioma fundamental de Durkheim, que el nexo social procede del ámbito religioso, aunque el paso dado por Girard estriba en incorporar algunos datos fundamentales como el paso del tiempo, la muerte, el hambre, la deseabilidad en elementos del conflicto mimético que desemboca en la violencia del sacrificio: Para que la sospecha de cada cual contra todos se convierta en la convicción de todos contra uno solo, no hace falta nada o muy poco. El indicio más ridículo, la más ínfima presunción, se comunicará de unos a otros (por el proceso mimético) a una velocidad vertiginosa y se convertirá casi instantáneamente en una prueba irrefutable. La convicción tiene un efecto acumulativo, y cada cual deduce la suya de la de los demás bajo el efecto de una mímesis casi instantánea. La firme creencia de todos no exige otra comprobación que la unanimidad irresistible de su propia sinrazón. Lo que inicialmente era una relación bilateral de dobles, se hace multilateral, para después polarizarse en un solo foco. Un aspecto específico de este proceso es la indiferenciación, una completa superación de las diferencias que, por una parte, parece calmar los odios que estas diferencias generan, pero que, por otra parte, las exasperan al hacerlas completamente intercambiables. En Masa y poder, Elias Canetti señala este mismo fenómeno: En el interior de la masa reina la igualdad. Se trata de una igualdad absoluta e indiscutible y jamás puesta en duda por la masa misma. Posee una importancia tan fundamental que se podría definir el estado de la masa directamente como un estado de absoluta igualdad. Una cabeza es una cabeza, un brazo es un brazo. Las diferencias entre ellos carecen de importancia. Uno se convierte en masa buscando esta igualdad. Se pasa por alto todo lo que puede alejarnos de este fin. En el origen de los mitos, tanto en los más primitivos como en los culturalmente elaborados según aparecen en la literatura griega, suele registrarse un estado de confusión, tanto cósmica como social. La indiferenciación típica de los gemelos (donde la identidad se lleva a cabo en el odio de lo idéntico), instintivamente considerada como peligrosa, parece transmitirse a la propia naturaleza. Hombres y animales no están tajantemente Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 81 - ISSN 1989-1709 distinguidos entre sí, y proliferan los monstruos procedentes del injerto de unas especies en otras. La indiferenciación reina por doquier, según advirtió LéviStrauss. Es la idea del caos original, presente en casi todas las teogonías y cosmogonías. Los seres inicialmente indiferenciados luchan entre sí para diferenciarse mutuamente. Como señala el mismo Girard, este tema se encuentra especialmente desarrollado en los textos postvédicos de la India brahmánica. Cuando la indiferenciación mimética y el caos se establecen por doquier, cuando impera el completo desorden, el mito introduce una reestructuración en la cultura de un pueblo, reestructuración que supone el máximo de desestructuración. En este punto se inserta el análisis de Girard al postular la elección de una víctima propiciatoria como elemento clave en el análisis de una crisis sacrificial. El ser que carga con las culpas de todos —ya sea persona, animal o cosa— unifica de nuevo a la comunidad, le confiere la referencia perdida. “Todos los rencores dispersos en mil individuos diferentes, todos los odios divergentes, convergirán a partir de ahora en un individuo único, la víctima propiciatoria”. Cualquier comunidad afectada por una grave desgracia —real o presunta—activará una descarga que transfiera a otro la causa del mal que la aqueja. De aquí que se entregue en una acción que pasa de la desesperación al entusiasmo a la caza de un chivo expiatorio 6 , denominación tomada del Levítico que Girard ha popularizado en el ámbito de las ciencias sociales, aunque el sentido usual no parece presentar las connotaciones sacrificiales que adquiere en la etnología, y tampoco las tiene en el texto del Levítico, donde aparece descrita la figura por primera vez. La diferencia de los textos bíblicos respecto de cualquier otro radica en la imposibilidad de trasladar este esquema al judaísmo y al cristianismo, puesto que en ellos se rechaza drásticamente esta injusticia primordial, consistente en descargar sobre una víctima, seleccionada por algún motivo extrínseco, las culpas —presuntas o reales— de los miembros de una colectividad. La locución chivo expiatorio ha adquirido el doble sentido de institución ritual y de mecanismo psicosociológico inconsciente y espontáneo. Conjunción semántica que parece contener cierta paradoja, porque lo ritual y lo espontáneo 6 Des choses cachées depuis la fondation du monde, Grasset, 1978. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 82 - ISSN 1989-1709 suelen entenderse como incompatibles entre sí. La expresión chivo expiatorio añade un matiz decisivo a la expresión víctima propiciatoria. Se trata de la inocencia del elegido para cargar con el mal de la comunidad y de la injusticia, al menos material, de esa elección, acompañada en muchas ocasiones por la aceptación de esa atribución por parte de la víctima, incluso en los casos en los que ella sabe que no es culpable de aquello de lo que se le acusa. No es culpable, pero la han hecho culpable, y así acaba por considerarse. La selección de los chivos expiatorios responde a una serie de rasgos victimarios, de signos que sirven para identificar al transgresor y elegirle como objeto de una especie de linchamiento, en el que suele procurarse que participe toda la comunidad, al menos simbólicamente. De manera general, cabe decir que las víctimas preferenciales proceden de cualquier ser de excepción. Todos los pueblos tienen tendencia a rechazar, con uno u otro pretexto, a los individuos que escapan a su concepción de lo normal y aceptable. En la actualidad podríamos decir que resultan rasgos victimarios todos aquéllos que indican la pertenencia a una minoría racial o religiosa; no hace mucho, aquéllos que tuvieran alguna tara física. Pero es muy significativo el papel que desempeña el extranjero en muchas narraciones míticas de todo el mundo; a este respecto, Girard analiza tres mitos 7 , dos de ellos estudiados ya por Lévi-Strauss (El totemismo en la actualidad), uno perteneciente a la sociedad de los indios Ojibwa, en el norte de los grandes lagos norteamericanos; el otro de la tribu de los Tikopa, en el océano Pacífico, y otro de una tribu del norte de Brasil, en donde la indiferenciación desemboca en la crisis sacrificial a partir de la presencia de un extranjero. Girard estudia este mismo proceso a partir de los distintos ritos de paso, incluidos los del mundo medieval, que no son propiamente mitos. La concepción ilustrada de la sociedad considera absurdo que una multitud de personas crean realmente que limpian su culpa, que restablecen el orden y la justicia, si logran encontrar un responsable que cargue con la responsabilidad de todos; sin embargo, eso es lo que los mitos nos están diciendo de continuo. Ahora bien, resulta ingenuo ignorar que eso mismo sucede en nuestros días. Como señala Llano, conviene recordar los casos de 7 La voix méconnue du réel, Grasset, 2002. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 83 - ISSN 1989-1709 violencia colectiva recientes que siguen desencadenándose espontáneamente en comunidades en crisis, los pogroms, ajustes de cuentas, linchamientos, procesos de limpieza y/o de depuración étnica, los procedimientos de justicia expeditiva y sumarísima. Violencias colectivas que se justifican a sí mismas con acusaciones de tipo edípico —parricidio, incesto, infanticidio— o de índole revolucionaria —tiranía, esclavitud, robo, corrupción, colaboracionismo—. Basten, sin ir más lejos, los bombardeos sobre ciudades alemanas llevados a cabo por los Aliados durante los dos últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, incluso algún tiempo después de firmado el armisticio, con un total de 600.000 víctimas, sin que las operaciones del área bombardeada tuvieran ningún valor estratégico: los calcinados por las bombas eran alemanes, por lo tanto, culpables. Según indica Girard, el mecanismo de la violencia recíproca puede describirse como un círculo vicioso; una vez que la comunidad ha penetrado en él, ya resulta imposible la salida. Cabe definir este círculo en términos de venganza y represalias; cabe dar de él diferentes descripciones psicológicas. Mientras exista en el seno de la sociedad un capital acumulado de odio y desconfianza, los hombres no dejarán de vivir de él y de hacerlo fructificar. […] De manera más general, hay que reconocer a la violencia un carácter mimético de tal intensidad que la violencia no puede morir por sí misma una vez que se ha instalado en la comunidad. De aquí que la violencia acabe siempre por remitirse a un origen sagrado como forma presuntamente definitiva de desactivarla. A este respecto, von Balthasar observa: “el sacrificio como sacer encarna lo sacral, que es esencialmente ambiguo, aquella sustancia misteriosa que (como violencia) penetra todo, pero que debe asimismo ser mantenido a distancia, proscrito y pacificado” 8 . Ahora bien, esta operación, que constituye el fundamento mismo del rito, que actualiza y perpetúa el desenlace sacrificial, tiene mucho de perverso, ya que, en el mismo movimiento, lo sagrado se ha convertido en algo esencialmente violento; en este esquema, que es propiamente el del mito, lo sagrado supera la violencia conservándola, la elimina por asimilación, y produce, de esta suerte, una especie de catarsis colectiva. Este es de nuevo el cometido del rito: un mecanismo estereotipado de carácter mítico, en el que se pretende reproducir lo más fielmente posible el sacrificio que, en su día, rodeado de un 8 Teodramática (vol. IV). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 84 - ISSN 1989-1709 aura fundacional, salvó a la ciudad del peligro de autodestrucción y le aportó las características culturales que hoy la identifican. El rito no es, así, sino la perpetuación y actualización del sacrificio fundador, la vigencia del propio mito. A este respecto es muy ilustrativa la figura griega del pharmakos ateniense, término sumamente ambiguo, pues en griego puede significar tanto veneno como medicamento, asociada a elementos preferentemente extraños a la comunidad, vagabundos o mendigos, a quienes la ciudad alimentaba para utilizarlos cuando fuera necesario, y a quienes se les atribuía la mancha infamante. La necesidad de externalizar la violencia sagrada responde al temor de que, si se ejerce sobre algún miembro de la comunidad, dé lugar a un proceso interminable de venganzas y revanchas. Como señala Girard, el pharmakos, a quien se paseaba por toda la ciudad para que produjera como un drenaje de todas las impurezas que pudieran ser raíz de violencia y de desorden, al igual que el propio Edipo, tenía una doble connotación: por una parte se le ve como un personaje lamentable, despreciable y culpable; aparece condenado a todo tipo de burlas, de insultos y de violencias. Por otra parte, se le rodea de una veneración casi religiosa: desempeña el papel principal en una especie de culto. Esta dualidad refleja la metamorfosis de la que la víctima ritual, a continuación de la víctima originaria, debiera ser el instrumento; debe atraer sobre su cabeza toda la violencia maléfica para transformarla, mediante su muerte, en violencia benéfica, en paz y fecundidad. Éste es el último paso de la estructura mítica en el análisis de Girard, la divinización del chivo expiatorio y su culto actualizado mediante el rito. Von Balthasar (op. cit.) sintetiza así esta dimensión nuclear de la teoría mimética girardiana: El esquema primitivo de la inmolación del chivo expiatorio se encuentra en la base de todos los mitos, de forma más o menos velada, pero también, lo que es más importante, en la base de todo ritual, pues, efectivamente, el ritual es la regulación originaria de una “crisis sacrificial” que se va repitiendo periódicamente cuando, en un grupo, tras una temporada relativamente en calma, pugna por desembarazarse y salir a flote un nuevo período de violencia mimética. Entonces el rito brinda la solución siguiente: la elección unánime de una víctima para ofrecerla a la divina violencia enojada (al principio fue una víctima humana, posteriormente una víctima animal, adecuada en lo posible al hombre). Todos los ritos, incluso todas las prohibiciones (incesto) y prescripciones rituales, hasta el canibalismo, remiten a la repetición catártica del drama del chivo expiatorio. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 85 - ISSN 1989-1709 Es la propia fuerza religiosa del rito lo que hace de un inocente un culpable, para toda la comunidad y para sí mismo. De la atribución y aceptación de su maldad, surge un gran bien para el pueblo. La índole sagrada del mito se actualiza en el rito y revierte sobre la víctima sacrificada. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 87 - ISSN 1989-1709 Los mitos y Jung (Rosario Scrimieri Martín) Introducción En su autobiografía Recuerdos, sueños, pensamientos, Jung, al explicar la dinámica de su obra, señala el momento crucial en el que se le plantea como exigencia ineludible el conocimiento y el estudio de los mitos. Se trata del momento que precede y prepara la escritura de su obra Símbolos de transformación, publicada en 1912. Es el momento en que su relación con Freud entra en crisis, crisis que desemboca en ruptura precisamente con la publicación de ese libro, cuyos contenidos se desmarcan claramente de la doctrina de Freud. En ese tiempo que precede a 1912, la relación de Jung y de Freud es muy intensa. Hacen juntos en 1909 un viaje a EE.UU., que duró siete semanas y Jung narra cómo, estando juntos todos los días, analizaban mutuamente sus sueños. En ese tiempo, Jung tiene sueños de significado colectivo, con gran material simbólico. Especialmente uno de ellos fue de gran importancia para él pues le sugirió, según sus propias palabras, por vez primera, el concepto de inconsciente colectivo al tiempo que constituyó una especie de introducción a su libro Símbolos de transformación. Jung narra cómo lo que particularmente interesó a Freud de ese sueño fueron los dos cráneos que aparecían en la zona subterránea y más profunda de la casa, y cómo una y otra vez volvía a hablar de ellos, insinuando a Jung que tratara de hallar un deseo en relación con los mismos. “Naturalmente —escribe Jung— yo sabía exactamente por dónde iba Freud: que en ellos se ocultaban deseos de muerte”. Pero Jung narra cómo se opuso a tal interpretación aunque todavía no confiara suficientemente en sus propias opiniones como para poder confrontarlas con Freud; así que decidió contestarle con una mentira. Era plenamente consciente Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 88 - ISSN 1989-1709 de que su proceder no era irreprochable pero todavía no estaba preparado para confesar abiertamente a Freud sus ideas: el abismo que se abría entre ambos era demasiado grande, dice Jung. A él, sin embargo, le interesaba hallar el verdadero sentido del sueño (1994: 168). Veamos cómo el sueño daba respuesta a las preguntas que en aquel momento preocupaban a Jung. En primer lugar, le resultaba evidente que la casa representaba su estado de conciencia en ese momento con sus complementos hasta entonces ignorados. La consciencia estaba representada por la sala de estar: se notaba que estaba habitada a pesar del estilo ya pasado de sus muebles rococó. En la planta baja comenzaba lo inconsciente. Todo era mucho más antiguo, con características del renacimiento y de la edad media. Cuanto más descendía el soñante tanto más extraño y oscuro se volvía todo, hasta finalmente llegar a una pequeña gruta donde halló huesos y vasijas rotas, y dos cráneos semidestruidos: restos de una cultura primitiva, el mundo de los primeros hombres que apenas puede ser iluminado por la consciencia, el alma primitiva del hombre, lindante con la vida del alma animal. En el sueño, por tanto, se retrocedía hasta los fundamentos de la historia de la cultura y mostraba los estados de consciencia sucesivos. Representaba algo así como un diagrama estructural del alma humana, una premisa de naturaleza completamente impersonal. El sueño se convirtió para Jung en una imagen directriz que en los siguientes años se confirmaría de un modo desconocido para él. Tuvo el presentimiento de una psique colectiva, a priori de lo personal, que al acrecentar su experiencia y conocimientos reconoció como las formas instintivas, como los arquetipos (1994: 170). Nos hallamos de este modo ante una de las primeras diferencias que separan el pensamiento de Jung del de Freud. Para Freud —al que Jung reconoce el gran mérito de haber demostrado empíricamente la existencia de la psique inconsciente que anteriormente sólo existía como postulado filosófico, concretamente en la filosofía de Carl Gustav Carus y Eduard von Hartmann— lo inconsciente es sólo de naturaleza personal, es el lugar donde se reúnen todos los contenidos reprimidos y olvidados por la consciencia, aunque, por otra parte, observa Jung, Freud ya vio el carácter arcaico-mitológico de lo inconsciente y a lo largo de sus trabajos posteriores fue matizando su concepto Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 89 - ISSN 1989-1709 de lo inconsciente personal (2002: 3). Según Jung, en cambio, la capa superficial de lo inconsciente personal “descansa sobre otra más profunda que ya no procede de la experiencia personal ni constituye una adquisición propia, sino que es innata. Esa capa más profunda es lo llamado inconsciente colectivo” (2002: 4). Jung observa que eligió el término “colectivo” porque tal inconsciente no es de naturaleza individual sino general, es decir, a diferencia de la psique personal, tiene contenidos y formas de comportamiento que son iguales cum grano salis en todas partes y en todos los individuos. “Es, con otras palabras, idéntico a sí mismo en todos los hombres y por eso constituye una base psíquica general de naturaleza suprapersonal que se da en cada individuo” (ibid.). Pero a la vez Jung era consciente de que la existencia de contenidos psíquicos sólo se comprueba a partir de que esos contenidos sean susceptibles de pasar a la consciencia, por lo que añade que solamente se puede hablar de inconsciente en la medida en que resulte posible hacerlo patente. Desde la perspectiva de lo inconsciente personal, se trataría de hacer patentes o conscientes los contenidos que forman la intimidad personal de la vida anímica, los llamados complejos sentimentalmente acentuados; y desde la perspectiva de lo inconsciente colectivo, se trataría de hacer patentes o conscientes los llamados arquetipos (ibid.). Es decir, para Jung el contenido de lo inconsciente colectivo lo constituyen los arquetipos. Retornando al sueño mencionado, Jung narra cómo ese sueño le produjo un efecto especial: despertó su antigua afición por la arqueología. Al regresar a Zurich lee de un modo apasionado diversas obras sobre los mitos, entre ellos, el libro de Creuzer, Symbolik und Mythologie des alten Völker: Leía como obsesionado y me abrí paso con apasionado interés por entre montañas de cuestiones mitológicas y finalmente también de cuestiones gnósticas. Terminé en una confusión total. […] Me sentí como en un manicomio imaginario y comencé a analizar y “tratar” a los centauros, ninfas, dioses y diosas como si fueran mis pacientes. En este trabajo no pude menos de descubrir fácilmente la próxima relación de la mitología antigua con la psicología de los primitivos, lo cual me exigió un posterior estudio intensivo (1994: 171). De estas palabras se deduce, entre otras cosas, que Jung no era un mitólogo en el sentido estricto del término, sino que los mitos le interesaban desde la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 90 - ISSN 1989-1709 perspectiva del médico, del sanador de la psique, personal y colectiva: “la múltiple repetición del relato mitológico significa la anamnesis terapéutica de contenidos, que, por razones que en un principio no resultan evidentes, no deben perderse” (2002: 248). No importa, en principio, que no se comprenda el mito: El hombre —observa Jung— pocas veces comprende sólo con la cabeza, sobre todo el hombre primitivo. El mito, en virtud de su numinosidad, produce un efecto directo en lo inconsciente, haya sido comprendido conscientemente o no (2002: 252). En este sentido, al hablar de la figura del trickster (el tramposo, embaucador, truhán) —una figura presente en las tradiciones eclesiásticas carnavalescas medievales de la Europa occidental, y que en sentido psicológico representa el estado primitivo del ser humano, cuando comienza a desprenderse de los signos de la más honda falta de consciencia (la brutalidad, la crueldad, la estupidez)—, Jung observa que la pervivencia de ese mito y de los relatos que le atañen puede explicarse por razones de utilidad pues el trickster “pone de manifiesto la desvalorización del antiguo estado de inconsciencia” (2002: 475): Nada pertenece al pasado —observa Jung—, ni siquiera los pactos de sangre con el diablo. Hacia fuera tal vez se haya olvidado pero hacia dentro, no. […] Hacia fuera se es una especie de hombre civilizado, y por dentro, primitivo. En el hombre hay una parte que no está dispuesta a desprenderse realmente de los comienzos, y otra que cree haber superado hace tiempo todo eso en todos los aspectos (2002: 253-254). El trickster constituye un aspecto del arquetipo de la sombra colectiva, el conjunto de todos los rasgos inferiores del carácter que se han refugiado en lo inconsciente, y que están dispuestos a reaparecer a la mínima ocasión favorable por lo menos en forma de proyección en el otro, volviendo a resurgir ese mundo oscuro y primitivo en el que puede suceder —incluso en el más alto grado de civilización— todo lo que caracteriza a dicha figura. Desde esta perspectiva, explica Jung, se puede entender por qué este mito se ha mantenido y ha continuado desarrollándose, frente a la obstinada tendencia a olvidarlo e incluso frente a la tendencia que tiene el hombre a eufemizar sus orígenes (recordar el mito de la edad de oro). Ese mito “pone a la vista del individuo, en un estadio superior de desarrollo, el bajísimo nivel moral e Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 91 - ISSN 1989-1709 intelectual de tiempos pretéritos para que no olvide cómo fue ayer” (2002: 251). Su explicación —dice Jung— “es algo difícil por estar actuando sobre él mismo dos tendencias opuestas: por un lado, la de salir del antiguo estado y, por otro, la de no olvidarlo”, ya que “no olvidar significa lo mismo que mantener en la consciencia. Si el enemigo desaparece de mi campo visual, entonces es peligrosamente posible que lo encuentre detrás de mí” (ibid.). Nada pertenece al pasado, dice Jung, y en este sentido, en el comienzo de su libro Símbolos de transformación, de acuerdo con el camino trazado por Freud, declara que Edipo sigue viviendo, haciendo la observación de cómo desde la época de esplendor de la cultura griega hasta nosotros sólo han transcurrido unas ochenta generaciones (1982: 52). Las consideraciones e interpretaciones de Jung sobre los mitos aparecen, por consiguiente, siempre inscritas en sus estudios e investigaciones sobre la naturaleza de la psique, los arquetipos, los complejos, los casos y procesos sufridos por sus pacientes, como ocurre en Símbolos de transformación, libro escrito como un intento de comprensión e interpretación de las fantasías y visiones de una joven norteamericana que se presenta bajo el pseudónimo de Miss Miller. Justamente, en la situación mencionada de lectura apasionada de los mitos llegó a manos de Jung el trabajo de esta joven, titulado Quelques faits d’imagination créatice subconsciente (1906), material donde se recogen fantasías generadas por una actividad exclusivamente inconsciente. Jung enseguida quedó impresionado por el carácter mitológico de las mismas, produciendo en él el efecto de un catalizador para sus ideas, todavía estancadas y desordenadas, y narra cómo progresivamente surge de aquéllas así como de su conocimiento de los mitos el libro Símbolos de transformación (1994: 171). 1. El libro Símbolos de transformación Detengámonos en este libro porque es decisivo para comprender, por lo menos de una manera general, las diferencias que llevan a la ruptura entre Freud y Jung, y también para comprender por qué, para qué y cómo Jung estudia los mitos. Empezando por lo último, Jung en el prólogo a la segunda Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 92 - ISSN 1989-1709 edición del libro deja claro que el copioso material comparativo mitológico que aplica al análisis e interpretación de las fantasías de Miss Miller no responde al propósito de formular hipótesis mitológicas: “no era esa mi intención; de lo contrario habría acometido la tarea de analizar un mito o todo un sector de mitos, digamos, por ejemplo, un ciclo hindú” (1982: 24), y aclara el carácter auxiliar que el mito cumple en su investigación psicológica: Si al llevar a cabo este trabajo coloqué toda suerte de mitologemas bajo una luz que hace resaltar tangiblemente su sentido psicológico, ello no es más que un resultado secundario, que en modo alguno pretende constituirse en teoría general del mito. La verdadera intención de esta obra se limita al estudio, lo más profundo posible, de todos los factores de la historia del espíritu que confluyen en un producto involuntario de la fantasía individual. Aparte de las fuentes evidentemente personales, la fantasía creadora dispone del espíritu primitivo, olvidado y sepultado desde hace mucho tiempo, con sus imágenes extrañas que se expresan en las mitologías de todos los pueblos y épocas. El conjunto de esas imágenes forma lo inconsciente colectivo, heredado in potentia por todo individuo (ibid.). En las Palabras finales del libro, Jung vuelve a plantear la necesidad de la clase de conocimientos que debe poseer un médico que quiere practicar una psicoterapia entendida no como una teoría, sino como una ciencia del alma. En este sentido, Jung deja traslucir claramente su tristeza ante el caso de Miss Miller, a la que nunca conoció ni trató personalmente, y que representa el ejemplo clásico de una manifestación de lo inconsciente que se anticipa a una grave perturbación psíquica, pero cuya existencia no demuestra que tal perturbación debiera producirse necesariamente: “Si yo hubiera tratado a Miss Miller —dice Jung— habría tenido que comunicarle algo de lo que figura en este libro, para así educar su conciencia a fin de que hubiese podido captar los contenidos de lo inconsciente colectivo”, pues “en ningún caso basta la psicología orientada de modo personalista exclusivamente” (1982: 439). Ni Miss Miller ni el médico que la trató supieron comprender el significado de las fantasías y vivencias visionarias que ella tuvo. Como tendremos ocasión de explicar cuando hablemos del símbolo, lo que quiere decir Jung con sus palabras es que él hubiera mediado para suprimir la disociación incipiente entre el yo consciente y los contenidos que a éste se le imponían procedentes de lo inconsciente, ayudando así a la joven norteamericana a elaborar las imágenes y fantasías para su transformación en símbolos, es decir, en imágenes Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 93 - integradas en la consciencia, y en imágenes integradoras de la conciencia. Para ello habría sido de extrema utilidad el conocimiento del significado de los mitos con los que se podían relacionar las imágenes de sus fantasías, verlas como representaciones simbólicas de la dinámica del propio inconsciente, urgiendo hacia la ampliación y al crecimiento de la conciencia. El libro, hemos dicho, significó la ruptura entre Freud y Jung. Veamos los puntos que el propio Jung recoge en el mismo como causantes de esa ruptura y que tienen que ver también con el diferente modo que cada uno de ellos tenía de relacionarse con el mito. Seguiré a este respecto las consideraciones que hace el propio Jung en el prólogo de la cuarta edición, de 1948, es decir, treinta y seis años después de su publicación. Precisamente Jung se da cuenta, con la distancia del tiempo, de que la precipitación con la que escribió ese libro se debió al apremio que en aquel momento ejercían “todos aquellos contenidos psíquicos que no podían ser recogidos en la impetuosa estrechez de la psicología y concepción del mundo freudianas” (1982: 15). “El marco conceptual en que Freud tenía el fenómeno psíquico parecíame de una estrechez inaceptable”; a este propósito, Jung alude al causalismo reductivo de la postura general de Freud, a que este investigador hiciera caso omiso de la tendencia finalista de todo acontecer psíquico, tendencia que Jung reconoce inherente a los contenidos del símbolo y del mito; la actitud de Freud, Jung la atribuye al racionalismo y materialismo científico de fines del siglo XIX. Jung habla también del personalismo de la tendencia de Freud, paralela al individualismo de esa misma época, una postura que no dejaba margen para los datos objetivos e impersonales. Al ir examinando las fantasías de Miss Miller, Jung se esfuerza por demostrar que los contenidos que afloran a la consciencia de la joven son componentes que ya no pueden explicarse sólo en razón de su experiencia personal, de sus vivencias subjetivo-personales, almacenadas en la memoria de lo inconsciente personal, sino que obedecen a una dinámica subyacente más profunda, de carácter impersonal propia de lo inconsciente colectivo. En las fantasías de la joven, aparte de las fuentes evidentemente personales, emergían contenidos del espíritu primitivo, sepultado desde largo tiempo, que se expresan con imágenes que se pueden relacionar con las mitologías de todos los pueblos. El contenido esencial del Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 94 - ISSN 1989-1709 libro, por tanto, consiste en comparar esas fantasías con un copioso material mitológico, especialmente relacionado, desde el punto de vista psicológico, con la representación del tránsito de la edad indiferenciada infantil a la edad de la consciencia adulta, lo que Jung denomina proceso de individuación, y que tanto en las fantasías de la joven como en el material mitológico comparado tienen en la figura del héroe y en los procesos de renacimiento su representación ideal. En todos los materiales míticos utilizados, directa o indirectamente relacionados con las fantasías de Miss Miller, Jung hace resaltar el sentido prospectivo de los mismos, su finalidad de representar la dinámica de la energía de lo inconsciente hacia su canalización e integración con la consciencia para producir el desarrollo y la ampliación de la conciencia y crear una nueva personalidad y vida anímica. Este carácter finalista o prospectivo de todo fenómeno psíquico y, por tanto, de las imágenes que conforman el símbolo y el mito, lo pone en evidencia Jung desde el mismo comienzo de su libro a través de la mención de la historia del abate Oegger, referida por A. France en Jardin d’Epicure, un clérigo preocupado obsesivamente por el destino de Judas. ¿Había sido éste realmente condenado al infierno para siempre o Dios lo había perdonado? Oegger se apoyaba para defender la segunda posibilidad en el hecho de que Judas había sido un instrumento necesario de la redención, sin cuya ayuda la humanidad no se habría salvado, y, por tanto, Dios de ningún modo podía haberlo condenado. Finalmente Oegger logró una señal divina que le aseguró que Judas se había redimido y a partir de ese momento se dedicó a predicar el evangelio de la infinita misericordia de Dios. Pero, se pregunta Jung, ¿por qué el abate se torturaba con la vieja leyenda de Judas? La respuesta se comprenderá enseguida. En su recorrer el mundo predicando el evangelio de la misericordia, al cabo de algún tiempo, el abate abjuró del catolicismo y se convirtió a la doctrina de Swedenborg. Y aquí hallamos no sólo el porqué de sus fantasías ―él mismo era el Judas que traicionó a su señor―, sino también el para qué: mediante la solución del problema del apóstol traidor quería abrirse paso hacia la libertad a la vez que salvaguardaba su relación con Dios, gracias a las supremas misericordia y Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 95 - ISSN 1989-1709 bondad divinas (1982: 57). Mediante la utilización de materiales míticos, dice Jung, se nos revelan, por tanto, tendencias de la propia personalidad todavía no reconocidas o que en un momento dado dejan de serlo. Por lo común se tratará de tendencias consideradas inmorales o prohibidas o imposibles, y frente a cuya entrada la conciencia opone la más enérgica resistencia. El abate Oegger nunca habría podido haber admitido que él terminaría desempeñando el papel de Judas. De un modo consciente —y esto es muy importante pues la actividad con las imágenes simbólicas y míticas ha de integrar el polo consciente de la psique— reflexionaba sobre lo incompatible que era la condenación de Judas con la bondad de Dios. Pero paralelamente a esa reflexión subyacía una finalidad, una causa final de carácter inconsciente: dado que él quería o debía ser otro Judas, se aseguraba de antemano la bondad de Dios. Para Oegger Judas se había convertido en el símbolo de su propia tendencia inconsciente y se servía de su imagen para reflexionar sobre su propio conflicto, ya que la conciencialización de éste le habría resultado demasiado dolorosa. Jung afirma y defiende, por tanto, la dinámica prospectiva y finalista del mito concluyendo que, a nivel colectivo, tiene que haber mitos típicos, verdaderos instrumentos que sirvan a los pueblos para elaborar sus complejos psicológicos y sus conflictos (ibid.), y menciona, citando a Buckhard, el mito de Edipo para los griegos y el de Fausto para el pueblo alemán. En el caso de las fantasías de Miss Miller, Jung también descubre una dinámica prospectiva, una finalidad que, sin embargo, y para su desgracia, ni ella ni los médicos que la trataron supieron ver. A diferencia del abate Oegger, sus fantasías debían su existencia a una actividad exclusivamente inconsciente que no pudo ser integrada con la consciencia. De un modo muy sintético, se podría decir que las fantasías de Miss Miller preparaban o anunciaban una dinámica de crecimiento o ampliación de la conciencia que no fue comprendida; en lo inconsciente de la joven se libraba una lucha por la independencia, su mundo infantil quería desaparecer para ser sustituido por la fase adulta y en esa lucha se manifiesta como imagen primordial la figura del héroe que en la fantasía de la joven adopta la forma de un indio azteca, al que llama Chivantopel, inspirado en Hiawatha, el héroe indio del poema de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 96 - ISSN 1989-1709 Longfellow, autor al que la joven cita expresamente y texto en el que Jung encuentra un tesoro de temas mitológicos: Hiawatha es un redentor, marcado por los rasgos de su nacimiento milagroso, precoces hazañas y el sacrificio en aras de sus semejantes (1982: 321). El significado teleológico del héroe responde pues a la necesidad de concentrar y canalizar la energía para conducirla por los “puentes simbólicos del mito” a aplicaciones más elevadas. Y en este punto es donde hallamos uno de los aspectos en que el pensamiento de Jung y Freud se enfrentan, precisamente en el de la superación de la lectura personalista y concreta de las imágenes: Solemos tomar demasiado concretamente los símbolos mitológicos y a cada paso nos extrañamos de las infinitas contradicciones de los mitos. Y siempre olvidamos que es la energía inconscientemente activa la que se viste con imágenes. Por lo tanto, si leemos: “su madre es una maga perversa” es preciso traducir: el hijo es incapaz de apartar la energía de la imago materna, de la madre; encuentra resistencia porque está fijado en la madre (1982: 235). El ejemplo de la figura de la madre puede servirnos para explicar la diferencia, en este aspecto, entre la postura de Jung y la de Freud. En la psicología personalista la figura de la madre personal sobresale tanto que tal psicología, observa Jung, nunca ha ido más allá de la misma, ni siquiera en las ideas o en la teoría. Mientras que la concepción junguiana se distingue fundamentalmente de la teoría psicoanalítica en el hecho de que concede a la madre personal una importancia sólo relativa, ya que considera que no es sólo esta última la que produce todos los efectos que describe la literatura, sino que es el arquetipo proyectado en la madre lo que le da a ésta el trasfondo mitológico, prestándole así autoridad, numinosidad. Los efectos de la madre, por tanto, hay que atribuirlos a aquellos rasgos existentes en la realidad de la madre personal, pero también a aquellos otros que la madre posee sólo aparentemente, por tratarse de proyecciones de carácter fantástico (es decir, arquetípico) por parte del hijo o de la hija. Ya Freud —observa Jung— reconoció que la neurosis no tiene sus raíces, como él supuso en un principio, en efectos traumáticos, sino en una evolución especial de la imaginación infantil. Los contenidos de las fantasías anómalas en torno a la madre, por tanto, están relacionados con la madre personal sólo en parte pues muchas veces hay en ellos, de un modo claro e inequívoco, afirmaciones que van Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 97 - ISSN 1989-1709 mucho más allá de lo atribuible a una madre real; y muy en especial cuando se trata de construcciones claramente mitológicas, como suele ocurrir en las fobias infantiles, en que la madre aparece como animal, bruja, ogresa, fantasma o similares (2002: 80-81). Lo mismo puede decirse respecto de la figura paterna, donde se contienen de antemano ciertos elementos colectivos que no proceden de las experiencias individuales. 1.1. El problema del incesto Es en el ámbito de la problemática del incesto donde convergen todos los rasgos anteriormente mencionados y donde cristaliza de modo flagrante la divergencia entre la psicología de Freud y Jung. El modo de interpretar esta figura: reduccionista, regresivo y causalista, concreto y personal en el primero, en oposición al modo prospectivo finalista y simbólico en el segundo, constituyó la piedra de toque que consumó la ruptura entre ambos. En su autobiografía Jung dice al respecto: Tenía que exponer en Simbolos de transformación mi propia noción del incesto, la transformación decisiva del concepto de la libido, además de otras ideas por las que me diferenciaba de Freud. Para mí el incesto significaba sólo en muy raros casos una complicación personal. En la mayoría de casos representaba algo de naturaleza altamente religiosa, razón por la cual desempeña en casi todas las cosmogonías y en numerosos mitos un papel decisivo. Pero Freud persistía en la interpretación textual y no podía captar el significado espiritual del incesto como símbolo. Yo sabía que él nunca podría aceptar esto (1994: 176). Estas palabras nos permiten también considerar el tema más amplio sobre la sexualidad al que el propio Jung alude aquí como un lugar común equivocado que supuestamente, dicen, le diferenciaba de Freud : Es un error muy frecuente pretender que no he sabido ver el valor de la sexualidad. Por el contrario, desempeña un importante papel en mi psicología, concretamente como expresión esencial —aunque no única— de la integridad psíquica. Fue también mi objetivo principal investigar y explicar su significado personal y su aspecto espiritual más allá de la función biológica y su sentido numinoso: es decir, expresar lo que fascinó a Freud, pero que no pudo comprender. […] En el fondo, este interés se me despertó en mi primera conversación con Freud al comprobar la profunda emoción que sentía él por la sexualidad, sin que pudiera yo explicármelo (ibid.). En Símbolos de transformación Jung aborda el tema del incesto Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 98 - ISSN 1989-1709 relacionándolo con el mito del héroe y sus proezas, simbólicamente relacionadas con la regresión de la energía a sus orígenes para generar una transformación y el nacimiento de una nueva personalidad. En relación con la prohibición del incesto, Jung observa “que éste no es en sí un fenómeno primario sino que depende del primitivo sistema de clases de matrimonio, mucho más importante, que a su vez constituye una necesidad vital de la organización de la tribu”, destacando que “el mito solar prueba claramente que la base fundamental del deseo «incestuoso» no es la cohabitación, sino la peculiar idea de volver a ser niño, de volver a la protección de los padres, de introducirse en la madre para ser parido de nuevo por ella” (1982: 236). Lo que se busca no es la cohabitación incestuosa sino el renacimiento, algo que se proyecta en las fantasías míticas creando múltiples posibilidades para que la energía psíquica se abra caminos y pueda circular y activarse; el incesto simboliza de este modo el anhelo de unión con la esencia de uno mismo, es decir, la individuación, por ello constituye el privilegio de muchos dioses en las mitologías. Frente a la teoría freudiana del incesto que describe ciertas fantasías de carácter infantil-sexual que acompañan a la regresión de la libido, Jung observa que tanto en los mitos como en las elaboraciones individuales, esas imágenes prosiguen y se retrotraen a etapas más profundas y anteriores, en el tiempo, a la sexualidad. Se trata de imágenes que son metáfora de la función nutritiva y digestiva de forma que el llamado complejo de Edipo, con su tendencia al incesto, se trasforma en el complejo de la ballena de Jonás, que tiene muchas variantes, como por ejemplo, la bruja que come niños, el lobo, el ogro, el dragón, etc., y que en el mito solar del héroe se figurativiza con el viaje nocturno por mar de occidente hacia oriente, el devoramiento por un monstruo marino, el proceso de transformación que sufre en el vientre de aquél y finalmente su liberación y renacimiento. El miedo al incesto, por tanto, se trasforma en el temor de ser devorado por la madre, símbolo, a su vez, de lo inconsciente; una imagen, por tanto, la de la madre, que en ningún modo, insiste Jung, debe leerse en sentido personalista y concreto. Si este fuera el caso, tropezaría indudablemente con la prohibición moral, de fundamento religioso o convencional, o incluso con aquélla basada en la misma teoría de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 99 - ISSN 1989-1709 Freud. El concretismo, por tanto, se enfrenta con la condenación moral y trata por todos los medios de impedir el retorno sacrílego a la madre para lo cual también cuenta con el apoyo de la orientación unilateralmente “biológica” de la psicología freudiana (1982: 337). La concepción de Jung, sin embargo, aprueba el apoyo a la regresión pues la “madre” es en realidad una imago, una mera imagen física […] que personifica todo lo inconsciente. […] La regresión sólo en apariencia vuelve a conducir a la madre; ésta es en realidad la puerta que se abre hacia lo inconsciente, hacia el “Reino de las Madres”. Quien entra en él, somete su consciente personalidad yoica a la dominante influencia de lo inconsciente (1982: 337). Jung, por consiguiente, insiste en el significado espiritual del incesto cuando es interpretado de forma simbólica y vemos cómo en su concepción esos dos términos, lo espiritual y lo simbólico, se identifican: Las posibilidades de una vida y progreso “espirituales” o “simbólicos” son lo que constituye el fin último pero inconsciente de la regresión. Al expresarse, los símbolos sirven para que la libido regresiva no se quede detenida en la corporeidad materna. Seguramente en ninguna parte se formula con mayor claridad este dilema que en el coloquio evangélico entre Jesús y Nicodemo: por una parte, la imposibilidad de volver al seno materno, por otra, el renacimiento desde el “agua del espíritu” (1982: 338). Jung se detiene en detalle en este pasaje en el capítulo que trata de los símbolos de la madre y del renacimiento. Nicodemo no puede evitar considerar el asunto en forma concreta y realista: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Podrá acaso entrar por segunda vez en el seno de su madre y nacer? Algo que se hallaría en estricta oposición con la realidad empírica: un hijo puede pensar que su padre lo engendró carnalmente pero no que él mismo fecunde a su madre y se haga dar a luz, idéntico a sí mismo, para una nueva juventud. Jesús procura elevar la concepción materialista de Nicodemo y le invita a pensar simbólicamente; en esa invitación reconocemos esta exigencia: “no pienses carnalmente, de lo contrario eres carne; piensa simbólicamente y entonces eres espíritu”. Es evidente que esta imposición de lo simbólico puede ser muy educativa y útil. Nicodemo permanecería en la más chata trivialidad si mediante el símbolo no lograra elevarse sobre su concretismo. Si hubiese sido un filisteo ilustrado no cabe duda de que se habría escandalizado ante la irracionalidad e irrealismo de esa indicación, y habría tomado la cosa al pie de la letra para acabar rechazándola como incomprensible e imposible. Mas las palabras de Jesús tienen un poder de sugestión tan grande porque formulan verdades fundadas en la estructura psíquica del hombre. La verdad empírica no libera al hombre de sus ataduras. […] En cambio, la verdad simbólica, que sustituye a la madre por el agua de la vida o al padre por el espíritu o fuego, ofrece un nuevo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 100 - ISSN 1989-1709 camino a la libido ligada a la tendencia del incesto, es decir, ligada al deseo de regresión al estado originario de protección y acogida que representa para el niño la figura materna, y la libera y la encamina hacia una forma espiritual. Así el hombre como ser espiritual vuelve a ser un niño recién nacido en un círculo de hermanos; pero su madre es la “comunidad de los santos”, la Iglesia; su círculo de hermanos, la humanidad, con la cual se une de nuevo en la herencia común de la verdad simbólica (1982: 238-239). El proceso de transmutación de la energía, inherente a la figura mítica del incesto, es de radical importancia para el desarrollo de la consciencia: el hecho de que las fantasías de Miss Miller tengan por objeto el problema del sacrificio del héroe, figura que personificaba sus ensoñaciones regresivas infantiles, constituye la llamada de su inconsciente para salir de la relación endogámica con los progenitores, convertirse en adulta y constituirse, a su vez, en el centro de un nuevo sistema, prodigando a la sociedad humana toda la libido que se aferraba inconscientemente a vínculos familiares. Jung en este sentido también recuerda cómo Cristo hablaba de la exigencia de la separación de los hombres de su familia y cómo en el coloquio con Nicodemo se esfuerza en asignar sentido simbólico a la regresión. El problema es de una gran envergadura, observa Jung: los símbolos, como los que constituyen las fantasías de Miss Miller (el héroe que se sacrifica voluntariamente, la serpiente que mata a su caballo), son figuras míticas que proceden de lo inconsciente y en la medida en que el mundo y todo lo existente es directamente una creación de la representación, del sacrificio de la energía regresiva —es decir, del sacrificio de la energía apegada a su matriz originaria— resultará el surgimiento de la personalidad adulta y con ello también “resultará la creación del mundo” (1982: 412). Jung amplifica esta explicación con el mito babilónico de la creación del mundo a través del sacrificio de la madre originaria Tiamat, el dragón, símbolo del caos original, cuyo cadáver sirvió para formar el cielo y la tierra. Evidentemente, en el caso individual de Miss Miller, la cosmogonía no es física, sino psicológica. “El mundo surge cuando el hombre lo descubre”; es decir, el mundo se crea cuando uno se crea a sí mismo. “Y lo descubre, prosigue Jung, cuando renuncia a permanecer envuelto en la madre originaria, esto es, cuando sacrifica el estado inicial inconsciente” (1982: 414). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 101 - ISSN 1989-1709 1.2 La representación simbólica Me he permitido extenderme en estas consideraciones del libro de Jung porque muestran por un lado cómo procede en su trabajo, amplificando el significado de las imágenes mediante las aportaciones de las más variadas fuentes mitológicas, para determinar así el sentido de sus conexiones arquetípicas. Y, por otro, porque el problema que trata a través del caso de Miss Miller contiene en germen lo que va a ser el objeto de sus investigaciones ulteriores sobre los contenidos de su psicología de lo profundo: el llamado proceso de individuación y la dinámica de lo inconsciente hacia la totalidad de la conciencia. Vemos cómo ya desde el lejano 1912 se le impone el medio, el instrumento que permite y facilita esa dinámica de transformación: el símbolo y el mito en cuanto que este último es un instrumento de ayuda para la interpretación del significado de los símbolos individuales. Los símbolos se convierten en figuras míticas cuando pasan a formar parte de una elaboración colectiva, histórica y concreta, específicamente acuñada en las leyendas y relatos míticos. El mito es la formulación colectiva de un proceso simbólico arquetípico, que aparece adaptado a la visión del mundo y de la realidad de cada pueblo. La dinámica hacia la totalidad, que implica el reconocimiento y luego la integración de los contenidos inconscientes en la consciencia, se puede realizar sin dificultades especiales, dice Jung, cuando existen en la conciencia representaciones de naturaleza simbólica —in habentibus symbolum facilis est transitus—, dice un aforismo alquímico. Pero en el caso de Miss Miller no fue así. Las imágenes que se le imponían, el autosacrificio del héroe, la muerte de su caballo matado por una serpiente, no fueron asumidas por la consciencia ni reconocidas como proyecciones de partes de sí misma que era necesario que muriesen, es decir, que se transformaran simbólicamente. El acto de importancia moral quedó delegado al héroe en tanto que ella, dice Jung, se limitó a admitir y a aplaudir como espectadora sin sospechar que Chivantopel, su héroe azteca, que representaba una parte de sí misma, era llevado a hacer lo que ella estaba omitiendo. El progreso inherente al sacrificio de la energía regresiva (representada por la muerte del caballo) existía sólo en la idea, y el hecho de que la joven desempeñara el papel de devota espectadora en ese Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 102 - ISSN 1989-1709 acto de inmolación imaginario carecía en ella de significación moral. Miss Miller no fue capaz de transmutar las imágenes de sus fantasías en un símbolo de transformación consciente, no supo adoptar una actitud adecuada en la fase siguiente del proceso: la inevitable asimilación del héroe a su personalidad consciente, con lo que el amenazador acto de sacrificio se aproximó peligrosamente al sujeto, es decir, al yo personal de la joven. Al impulso instintivo que podría haberla sacado de la penumbra de la infancia se oponía, comenta Jung, un orgullo personal muy inoportuno y probablemente también un horizonte moral correlativamente angosto. Se imponía en su caso el pensar simbólico, la mediación del símbolo pero desde hace tiempo, observa Jung, nuestra cultura se ha olvidado de pensar simbólicamente, y ni siquiera los teólogos saben qué hacer con la hermenéutica de los Padres de la Iglesia. […] ¿Quién habría de molestarse en extraer ideas cristianas fundamentales de un montón de fantasías patológicas? Pero para el paciente que se encuentra en tal situación puede significar la salvación de su vida el hecho de que el médico se haga cargo de esos productos y ponga a su alcance el sentido que en ellos se insinúa (1982: 439). 2. Arquetipo e imagen arquetípica Jung no construyó su obra como un sistema cerrado, dado una vez por todas. Su obra fluye en espiral, una imagen que él mismo utiliza para representar el proceso dinámico de la psique, de modo que la idea de arquetipo es una idea que se va elaborando paulatinamente en él, constantemente reproponiéndose a lo largo del tiempo a medida que su investigación sobre la psicología de lo profundo progresa. Al comienzo (en 1912) denominó a los arquetipos Urbilder, “imágenes primordiales”, después, en 1917, “dominantes del inconsciente colectivo” y sólo a partir de 1919, en la obra Instinto e inconsciente, “arquetipos”. Extrajo este nombre del Corpus hermeticum (siglo III), donde se designa a Dios como luz arquetípica para expresar de esa manera la idea de que Dios es la “imagen primigenia”, el arquetipo de toda luz, preexistente y superior al fenómeno “luz” (2002: 74). Pero fueron sobre todo las “ideae principales” de San Agustín las que le impulsaron a la elección del término pues éstas contienen de un modo claro y eficaz el significado y el contenido de arquetipo. San Agustín dice: Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 103 - ISSN 1989-1709 … efectivamente las ideae principales (ideas originarias) son formas […] estables e inmutables […] que no han sido creadas y por tanto son eternas y se presentan siempre del mismo modo, y están contenidas en la inteligencia divina. Y mientras ellas no perecen, se dice, en cambio, que todo lo que puede nacer y perecer y todo lo que nace y perece se forma de acuerdo o según ellas… (De diversis questionibus ad Simplicianum, Jacobi 1982: 58). El arquetipo tal como lo concibe Jung es una idea difícil de definir, pues aunque Jung reconoce la relación del término con la tradición platónica tiene claro que él no es un filósofo y que al hablar, por ejemplo, del arquetipo de la madre, no puede argumentar como lo haría un filósofo platónico: En alguna parte, en “un lugar del cielo”, hay una imagen primigenia, un arquetipo de la madre preexistente y superior al fenómeno de “lo maternal” en el más alto sentido de la palabra (2002: 74). Como hombre de ciencia, trata el problema desde una perspectiva empírica y engarza sus investigaciones con las que se están realizando en su tiempo sobre estas cuestiones. En su trabajo sobre Los aspectos psicológicos del arquetipo de la madre, cita a Adolf Bastian como al primero que, en el ámbito de la psicología de los pueblos puso de relieve la existencia de ciertas “ideas primigenias”, comunes a todos; menciona también a dos investigadores de la escuela de Durkheim, Hubert y Mauss, quienes hablan de “categorías”, propiamente dichas, de la imaginación, y reconoce que fue Hermann Usener quien vio por primera vez la preformación inconsciente en forma de un “pensar inconsciente” (2002: 77). Pero igualmente reconoce lo que constituye su propia aportación a estos descubrimientos: Haber aportado la prueba de que los arquetipos no se generalizan de modo alguno sólo por tradición, por lengua y por la migración, sino que pueden surgir en todo momento y en todas las partes de modo espontáneo, y además de tal manera que quede excluida cualquier influencia proveniente del exterior (2002: 77). La consecuencia de esta constatación, dice Jung, es importante puesto que significa nada menos que “existen en cada psique disposiciones, formas ―ideas en el sentido platónico— inconscientes, pero sin embargo activas, es decir, vivas, que prefiguran instintivamente e influencian el pensar, el sentir y el obrar” (2002: 77). Para Jung, como hemos dicho, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 104 - ISSN 1989-1709 los arquetipos constituyen el contenido de lo inconsciente colectivo; son elementos estructurales y primordiales de la psique humana y no pueden ser representados en sí mismos pero sus efectos son discernibles a través de las imágenes en que se manifiestan. En sentido estricto designan contenidos anímicos que nunca estuvieron sometidos a una elaboración consciente y representan así un hecho anímico todavía inmediato. De este modo, como hecho anímico inmediato, difieren de la fórmula elaborada y manifestada históricamente, tal como aparecen en los mitos o en los cuentos populares. En estos dos últimos casos, se trata ya de formas específicamente acuñadas en las que el arquetipo se presenta de un modo en que se percibe la influencia de la labor enjuiciadora y valoradora de la consciencia. En cambio, su manifestación inmediata en sueños, visiones o fantasías es mucho más individual, ingenua y también incomprensible que la que aparece en el mito pues el contenido inconsciente del arquetipo, al hacerse consciente y ser percibido, experimenta una transformación adaptada a la conciencia individual en la que aparece, lo mismo que le ocurre cuando lo encontramos en las formas colectivas de los pueblos, en los mitos, cuentos o ritos, en que aparece adaptado a la visión del mundo y realidad de esos pueblos. Por ello, hay que distinguir entre arquetipo y representación o imagen arquetípica; el arquetipo representa en sí un modelo hipotético, no evidente, como el pattern of behaviour que se conoce en biología (2002: 5). Desde esta última perspectiva, en el arquetipo se trataría para Jung de un modo heredado del funcionamiento psíquico, correspondiendo al sentido innato según el cual el pollo sale del huevo; el pájaro construye su nido; una cierta clase de avispa aguijonea el centro de la oruga, y las anguilas encuentran su camino hacia las Bermudas. En otras palabras es un patrón de comportamiento. Éste es el aspecto biológico del arquetipo y pertenece a la psicología científica. Pero el cuadro cambia de pronto cuando se le mira desde el interior, esto es, dentro del campo de la psique subjetiva. Aquí el arquetipo se presenta a sí mismo como una experiencia de importancia fundamental, numinosa (E. Harding 1995: 8). De cuanto acabamos de decir se desprenden los siguientes caracteres a propósito del arquetipo: Los arquetipos no son perceptibles por sí mismos sino a través de las imágenes en que se proyectan. No vemos los arquetipos sino las imágenes que los manifiestan; a nivel individual, en los sueños, visiones, o fantasías (o hablando en términos psicológicos, en los llamados complejos: paterno, materno etc.); y a nivel colectivo, en las elaboraciones culturales que representan los mitos. Jung, por tanto, distingue entre el arquetipo inscrito potencialmente en la psique, no perceptible, y el arquetipo actualizado, perceptible, que ha entrado en el campo de la conciencia y que se presenta como imagen arquetípica y sobre todo como proceso arquetípico pues el Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 105 - ISSN 1989-1709 arquetipo no tiene un modo estático de manifestarse sino que esencialmente posee una dimensión dinámica, es un proceso como, por ejemplo, el que rige el devenir de la conciencia a lo largo del desarrollo vital. Jung insiste en la idea de arquetipo como proceso, como energía que genera una acción, una conducta, con un planteamiento inicial, un desarrollo y un desenlace. Desde el comienzo de la especie el hombre ha proyectado procesos de su desarrollo biológico, psicobiológico y espiritual en imágenes primordiales arquetípicas. Cuando el hombre primitivo —dice Jung— observa al sol y su transcurso diurno ve en estas imágenes el destino de un dios o de un héroe que no es otro que su propio destino. Los motivos de las imágenes primordiales se encuentran en todas las mitologías, cuentos y tradiciones religiosas. “¿Qué otra cosa son los mitos de la travesía marítima nocturna, de la búsqueda del héroe, del dragón-ballena, sino nuestro eterno conocimiento del acabamiento y del renacimiento convertidos en imágenes?” (Jacobi 1982: 66); e igualmente, la serpiente, el pez, el árbol, el niño, son imágenes inscritas en procesos psíquicos subyacentes en lo inconsciente colectivo “que pueden activarse en cada psique individual, produciendo su mágico efecto y condensándose, como dice Kerényi, en una «mitología individual» que presenta un impresionante paralelismo con las grandes mitologías tradicionales de todos los pueblos y de todas las edades, y que en su devenir ilustra a la vez el origen, la esencia y el sentido de aquéllas” (ibid.: 67-68). Para explicar el modo de ser en potencia del arquetipo, no visible, Jung acude a una explicación analógica. La estructura de los arquetipos, dice en Símbolos de transformación, acaso sea comparable “al sistema axial de un cristal, que predetermina la formación cristalina en el agua madre sin poseer él mismo existencia material. Esta existencia se manifiesta primero en la manera de cristalizar los iones y después las moléculas” (1982: 171; el subrayado es mío). En la introducción al estudio del arquetipo de la madre, Jung utiliza la misma analogía cuando, después de decir que “el arquetipo es un elemento vacío en sí mismo, formal, un elemento que no es más que una facultas praeformandi, una posibilidad a priori de la forma de representación” (2002: 78), añade que en cuanto a su forma concreta, es plausible la comparación con la formación de los cristales por cuanto el sistema de coordenadas sólo Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 106 - ISSN 1989-1709 determina la estructura estereométrica, pero no la forma concreta del cristal individual. El cristal puede ser grande o pequeño, o variar en virtud de la diferente configuración de su superficie o en virtud del entrecruzamiento recíproco de los cristales. Constante es solamente el sistema de coordenadas en sus, en principio, invariables relaciones geométricas. Por ejemplo, el modo de pre-ordenarse los iones en el sistema de cristalización del cuarzo no es perceptible, pero la ordenación de esos iones en el átomo es siempre la misma aunque las manifestaciones concretas de los cristales de cuarzo sean de diferentes clases, formas y colores. Lo mismo ocurre —observa Jung— con la manifestación de un mismo arquetipo en diferente tiempo y espacio: “en principio puede dársele un nombre, y posee un núcleo invariable de significación que siempre determina, pero nunca concretamente, la forma bajo la que se presenta” (ibid.). En este sentido, al iniciar el estudio sobre el arquetipo de la madre, Jung enumera una serie de formas en que ese arquetipo puede manifestarse. El arquetipo puede ofrecer tanto un sentido positivo, favorable, como negativo. En este aspecto, tiene cierta semejanza con la “idea” de Platón, pero sin olvidar que la idea platónica se entiende exclusivamente como imagen primordial de suma perfección en sentido luminoso, mientras que su opuesto oscuro no pertenece ya al mundo de la eternidad, sino al de la caduca naturaleza humana. Para la concepción de Jung, en cambio, el arquetipo en su estructura bipolar lleva ínsito tanto el lado oscuro como el luminoso (Jacobi 1982: 61). Es importante, para comprender lo que es el arquetipo, ponerlo en relación con el instinto, como lo hace el propio Jung en sus escritos, donde se refiere a veces al instinto como si fuera lo mismo que el arquetipo, y a veces como si fuera algo diferente. Instinto y arquetipo están unidos como correspondencias, están íntima y recíprocamente relacionados aunque no pueden ser reducidos el uno al otro. Para entender esta relación hay que considerar a la psique como un lugar intermedio entre dos opuestos, entre el cuerpo y la mente, bipolaridad que se corresponde con la que existe entre instinto y arquetipo como reflejos o manifestaciones de la energía psíquica. Jung, para explicar esta interacción bipolar entre instinto y arquetipo, vistos Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 107 - ISSN 1989-1709 como manifestaciones de la energía de la psique, compara a esta última con el rayo de luz, cuyo espectro contiene todos los colores del arco iris. En un extremo de la escala del espectro luminoso, el polo de los rayos infrarrojos, los fenómenos de la psique se convierten lentamente en fenómenos físicos, se manifiestan como instintos, relacionados con la estructura corporal; en el polo opuesto del espectro luminoso, el de la luz violeta, se sitúa el mundo de los arquetipos relacionados con la vida psíquica de la mente. La psique está, por tanto, situada entre el instinto y el arquetipo, entre la materia y el espíritu. Es un espacio abierto, que se desliza hacia abajo, hacia el cuerpo y sus instintos, y hacia arriba, hacia las representaciones simbólicas arquetípicas. Con ello, lo que quiere decirse es que el arquetipo, si lo consideramos como opuesto al instinto, sería una manera heredada e instintiva de tener emociones, ideas y representaciones con símbolos, y el instinto sería la manera heredada de actuar físicamente, cierta especie de acción física (M.L. von Franz 1991: 86-87). INSTINTOS ARQUETIPOS Experiencia Infrarrojo--------------------------------------------------------------Ultravioleta (Fisiológico: síntomas corporales, (Psicológico: ideas, conceptos, percepciones, acciones instintivas, etc.) sueños, imágenes, fantasías, etc.) M.L. von Franz da como ejemplo para expresar esta analogía de la gradación del espectro de la luz del infrarrojo al violeta, es decir, del instinto al arquetipo, el del monje medieval que tiene una visión de la Virgen María y queda completamente extático ante ella y luego escribe un opúsculo sobre el culto mariano y el significado de la madre de Dios. En este momento está experimentando el arquetipo de la madre en su extremo espiritual, como un arquetipo que le aporta experiencias emocionales y espirituales y proporciona significado a su vida. Pero si el monje encuentra una mujer gorda y maternal, se arroja a su regazo y se sienta allí por el resto de su vida, entonces estará experimentando lo materno en el extremo instintivo; podríamos decir que el monje ha caído en el patrón instinto madre-hijo. Reconoce la autora que ha usado un caso extremo para ilustrar una oposición que representa, sin Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 108 - ISSN 1989-1709 embargo, el viejo contraste que ha sido descrito por la filosofía como la oposición entre cuerpo y espíritu (1978: 61-62). Jung asegura no haber encontrado un solo arquetipo que no tuviera su instinto correspondiente (ibid.: 64). Esto confirmaría la sospecha de que existe una conexión entre ambas cosas. Si uno se mueve hacia el extremo simbólico o espiritual —analógicamente hacia la luz ultravioleta—, experimenta el significado emocional y anímico de las imágenes arquetípicas, y quedará enriquecido por sus representaciones interiores; si uno se mueve hacia el otro extremo —analógicamente hacia el rayo de luz infrarrojo—, entonces se desplaza hacia la acción, la actividad instintiva, hacia el desarrollo de una acción en el plano de la realidad física (ibid.: 64-65). La autora puntualiza que normalmente la psique humana es oscilante, es como el rayo de luz que se mueve a lo largo de la escala del espectro, aproximándose a veces a uno de los extremos, otras veces, al otro, y otras, las más de las veces, permaneciendo en el medio del espectro. La energía de la psique, por tanto, puede manifestarse, unas veces, en una frecuencia más alta, la de la luz ultravioleta, que representaría al arquetipo, y puede hacerlo, otras, en una frecuencia más baja, la del infrarrojo, que representaría al instinto. La frecuencia de las ondas no es inmóvil; diríamos que el instinto puede “violetizarse” a veces y el arquetipo puede también, a veces, “enrojecerse”. Hay una continua oscilación entre ambos. 3. Símbolo y mito El símbolo es la misma imagen arquetípica en su proceso de acercamiento y de integración en la consciencia. Las imágenes arquetípicas son manifestaciones inmediatas de lo inconsciente colectivo, fragmentos de naturaleza, dice Jung, que se imponen a la percepción inmediata de la conciencia. Esta última en su labor de integración, de elaboración y asimilación de esas imágenes eleva a las mismas a la categoría de símbolo. Las imágenes arquetípicas devienen así imágenes simbólicas, devienen símbolos. Para explicar, a través de un caso extremo, la confrontación de la consciencia con la imagen bruta y su elaboración hasta su transformación en Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 109 - ISSN 1989-1709 símbolo, Jung menciona el caso del místico suizo Nicolas de Flue (siglo XVI) (2002: 10). Éste tuvo una visión de máxima intensidad y la experiencia fue tan terrible que el propio rostro del fraile, dicen, sufrió una transformación de tal género que infundía incluso miedo. Pero sabemos que fray Nicolas, sirviéndose de un libro ilustrado de un místico alemán, indagó en la esencia de su visión y se esforzó por plasmar de forma inteligible para él aquella imagen primigenia. Esa actividad le tuvo atareado muchos años, labor que Jung considera indispensable para la elaboración de un símbolo a partir de una imagen arquetípica o primordial. El meditar del fraile sobre la esencia de su visión, influido por los diagramas místicos, le llevó a integrar su imagen en la consciencia sirviéndose de la ayuda del símbolo tradicional colectivo de la Trinidad divina. Transformar su imagen aterradora en un símbolo que tenía su paralelo en un símbolo colectivo, necesitó de un largo trabajo de asimilación, labor que le permitió encontrar para su visión un lugar en la psique y para reconstruir también su equilibrio interior. La imagen arquetípica deviene símbolo, por tanto, cuando interviene sobre ella la acción de la consciencia que trata de hallar en esa imagen un sentido. En este proceso de concienciación, por el que las imágenes arquetípicas devienen símbolos, juega un papel muy importante, como hemos dicho anteriormente, el método de la amplificación, que consiste en relacionar esas imágenes con las de los símbolos y mitos colectivos, como el propio Jung hizo en Símbolos de transformación donde constantemente relacionaba las visiones y fantasías de Miss Miller con los grandes mitos de formación del héroe, procedentes de diversas tradiciones (indoamericana, egipcia, cristiana, hindú), o como hizo el propio Nicolas de Flue, integrando su visión con el símbolo religioso colectivo de la Trinidad. La transformación de la imagen en símbolo, es decir, en algo dotado de un sentido para la conciencia individual, no significa que el núcleo inconsciente de la imagen arquetípica quede agotado; ese núcleo permanecerá siempre inaccesible pero el acercamiento al mismo que cada interpretación conlleva significa “un progreso esencial en el conocimiento de la estructura preconsciente de la psique” (ibid.: 144). En ningún momento podemos dejarnos llevar por la ilusión de que un arquetipo puede ser aclarado y, de ese modo, superado. Hasta el mejor de todos los intentos de explicación no es otra cosa que una traducción, más Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 110 - ISSN 1989-1709 o menos conseguida, a otro lenguaje de imágenes (el lenguaje no es sino una imagen) (ibid.: 148). Uno de los aspectos más importantes de la concepción junguiana de símbolo es la de su consideración como “una máquina psicológica que transforma la energía” pues sólo la fuerza atractiva del símbolo tiene el poder de transferir la energía a un “objeto análogo al objeto instintivo” (1995: 53). Aquí nos encontramos de nuevo con otra de las diferencias entre Jung y Freud, ya presente en Símbolos de transformación, y que se refiere al significado que para Freud tenía la idea de la transformación de la energía y su desplazamiento del objeto instintivo al análogo simbólico. Para Jung la energía sometida a la “máquina transformadora” del símbolo es capaz de transmutarse y cambiar las sustancias de base para dar lugar al nacimiento de otra cosa. Jung no aceptaba, por tanto, el concepto de sublimación en el sentido en que lo explicaba Freud, que consideraba la desviación de la energía de su objeto instintivo como una represión y sus efectos como la manifestación “impropia” de una misma cosa, es decir, de la energía sexual. Para Jung se trata de una auténtica transmutación de las sustancias —y aquí comprendemos la fascinación que el mito de la alquimia ejercía sobre él— que, desde el punto de vista energético, “son sistemas de energía dotados de variabilidad e intercambiabilidad teóricamente ilimitadas” (1995: 33). En realidad, para Jung el principio espiritual, en sentido estricto, no es antagónico al instinto en sí, sino más bien a la instintividad, en el sentido de una injustificada supremacía de la naturaleza instintiva frente a lo espiritual. También lo espiritual —dice Jung— se manifiesta en el psiquismo como un instinto, más aún, como una verdadera pasión; o como Nietzsche lo expresó cierta vez, “como un fuego consuntivo”. “No es [lo espiritual] ningún derivado instintivo, como pretende la psicología de los instintos, sino un principio sui generis: el de la forma imprescindible para la energía instintiva” (ibid.: 68). La capacidad movilizadora y transformadora de la energía psíquica inherente al símbolo es extensible naturalmente al mito pues, siguiendo la gradación que estamos estableciendo desde el arquetipo al mito, pasando por la imagen arquetípica y el símbolo, el mito representa la formulación colectiva de un proceso simbólico arquetípico, que aparece adaptado a la visión del mundo y de la realidad de un pueblo. Los arquetipos, como factores de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 111 - movilización y transformación de la psique, generan procesos dinámicos que en su proyección colectiva se materializan en historias y relatos: lo que en las grandes tradiciones culturales y religiosas constituyen los mitos. En el mito los arquetipos aparecen en formas simbólicas específicamente acuñadas, elaborados de acuerdo con la visión del mundo de una dada colectividad, y transmitidos a través de largos periodos de tiempo. En el mito, por tanto, el arquetipo se presenta como un símbolo colectivo, dotado de la fuerza dinámica y de los rasgos caracterizadores que le son propios, que son siempre de carácter contradictorio, luminoso y oscuro, fascinante y temible. INCONSCIENTE Arquetipo no perceptible; posibilidad a priori de las formas de representación CAMPO DE CONCIENCIA CONSCIENTE Imagen arquetípica proyección del arquetipo en el campo de conciencia; percepción inmediata del arquetipo Símbolo intervención del sujeto consciente sobre imagen arquetípica para hallar un significado; integración consciente Mito formulación colectiva del símbolo típico en un tiempo dado Conclusión Como hemos dicho en la primera parte de esta exposición, Jung no habla directamente sobre los mitos, sino que lo hace en función de sus reflexiones e investigaciones sobre los procesos de la psique y del dinamismo de transformación de la conciencia. Los mitos, por tanto, le interesaban como instrumentos de ayuda para la interpretación de esos procesos al constituir proyecciones de lo inconsciente colectivo: Toda la mitología sería una especie de proyección de lo inconsciente colectivo. Lo vemos de la manera más clara en el cielo estrellado cuyas formas caóticas han sido ordenadas por imágenes proyectadas. Es de ahí de donde proceden los influjos astrales de los que habla la astrología. […] Al igual que las imágenes de las constelaciones fueron proyectadas en el cielo, figuras análogas y otras diferentes fueron proyectadas en las leyendas, los cuentos o sobre personajes históricos. Podemos, en consecuencia, explorar lo inconsciente colectivo de dos formas: en la mitología o en el análisis individual (1960: 30; la traducción es mía). A Jung le interesaba la investigación de los mitos porque representan ante todo fenómenos psíquicos que ponen de manifiesto la esencia del alma: El hombre primitivo tiene en principio poco interés en obtener una explicación objetiva de las cosas evidentes, y en cambio siente una imperiosa necesidad, mejor dicho, su alma inconsciente tiene una urgencia Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 112 - ISSN 1989-1709 inaplazable por asimilar toda la experiencia sensorial exterior al acontecer anímico. El hombre primitivo no se da por satisfecho con ver salir y ponerse el sol, sino que esa observación exterior tiene que ser al mismo tiempo un hecho anímico, es decir, el sol ha de representar en su recorrido el destino de un dios o de un héroe que, en el fondo, no habita en otro lugar que en la psique del hombre. Todos los fenómenos naturales mitificados, como el invierno y el verano, las fases de la luna, los periodos de lluvia, etc., están muy lejos de ser alegorías de esas experiencias objetivas, sino que son, antes bien, expresiones simbólicas del drama interior y consciente del alma, un drama que a través de la proyección, de su reflejo en los fenómenos de la naturaleza, se vuelve aprehensible para la conciencia humana (2002: 6). Por lo tanto, lo esencial de la investigación junguiana sobre los mitos es la puesta en evidencia de que sus contenidos están en relación con el acontecer anímico inconsciente: El hecho de que este acontecer sea inconsciente es la razón de por qué, para explicar el mito, se haya pensado en todo menos en el alma. Simplemente, no se sabía que el alma contiene todas esas imágenes de las que surgieron los mitos y que nuestro inconsciente es un sujeto activo y pasivo, cuyo drama lo reencuentra analógicamente en todos los fenómenos de la naturaleza, grandes y pequeños (2002: 7). Bibliografía HARDING, E. (1995): Los misterios de la mujer, prólogo de C.G. Jung, Barcelona, Obelisco. JACOBI, J. (1982): La psicologia di C.G. Jung, Torino, Boringhieri. JUNG, C.G. 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Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 113 - ISSN 1989-1709 La tradición simbólica y mitológica que asume Paul Ricœur (Daniel Vela) Recientemente fallecido, Paul Ricœur (1913-2005) pasa por ser uno de los grandes pensadores del siglo XX, al haber elaborado un sistema hermenéutico completo válido para cualquier texto narrativo. Sin embargo, comienza su andadura siguiendo las tesis fenomenológicas. En su primera obra mayor —Le volontaire et l’involontaire (1950)― realizaba un análisis fenomenológico de la voluntad y todavía continuaría esta línea en L’homme faillible, que es la primera parte de su libro Finitude et culpabilité (1960) 1 . En la segunda parte de este libro comienza su simbología. Pero vamos a verlo por partes. Desde sus primeras obras, Ricœur siempre ha expresado inquietud y desconcierto ante las manifestaciones del mal en el mundo. Todavía en una entrevista que se le hizo en 1998, seguía siendo un punto de referencia: Personnellement, je crois de plus en plus que la grande question qui doit travailler cette communauté de croyants, c’est: comment libérer le fond de bonté de l’homme? Il y a tellement de malheur, de désespérance, de violence, qu’il faut rassembler tous les petits bonheurs et tous les signes de bonté. Contre une tradition de culpabilisation, ne faudrait-il pas essayer de libérer la bonté? C’est peut-être là, dans un langage qui reste encore kantien, la réplique au mal radical: sortir du mal radical, c’est découvrir le fond de bonté qui n’a jamais été complètement effacé par le mal 2 . 1 2 vols., París, Aubier-Montaigne. Le volontaire et l’involontaire, su primera gran obra, se concibió como una primera parte de lo que quería ser una filosofía completa de la voluntad (Philosophie de la volonté) que quedó sin concluir. Esta primera parte, que sale a la luz en 1950, es una fenomenología de la voluntad. La segunda iba a consistir en una “empírica de la voluntad sierva” y el análisis de la culpabilidad humana, que en parte se desarrollará por la mítica de Finitude et culpabilité. Por último, tampoco ha llegado a realizar una poética de la voluntad como imaginación creadora (Cfr. Ricœur, “Auto-compréhension et histoire”, en T. Calvo y R. Ávila eds., Paul Ricœur: Los caminos de la interpretación, Barcelona, Anthropos, 1991, págs. 12 y 13). Al cabo de los años, se sorprende él mismo de su atrevimiento de juventud: “Je l’ai dit, cette programmation de l’œuvre d’une vie par un philosophe débutant était fort imprudente. Je la déplore aujourd’hui” (Ricœur, Réflexion fait, Paris, Esprit, 1995, pág. 26). 2 Entretien à Paul Ricœur en L’Express, 23/7/98, pág. 8. Paul Ricœur nació en Valence Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 114 - ISSN 1989-1709 Es un tema que abordará directamente en su obra Finitude et culpabilité (1960). Allí buscaba, por la reflexión pura, cómo el hombre es capaz de tener mala voluntad. En la primera parte de esta obra analiza la voluntad humana, siguiendo la senda de los filósofos de la reflexión pura: Descartes, Kant, Hegel y Husserl. Entonces descubre que se llega a un callejón sin salida, porque la vía de la filosofía reflexiva no ofrece los resultados requeridos. Después del análisis, da por concluida esta aproximación y procede a adentrarse en el símbolo y el mito: “La réflexion pure ne fait appel à aucun mythe, à aucun symbole; en ce sens elle est un exercice direct de la rationalité; mais pour elle la compréhension du mal est scellée” 3 . Cassirer lo expresa de la siguiente manera: La filosofía como tal no puede ir más lejos; ni tampoco puede atreverse a presentarnos in concreto este gran proceso de sugerencia (el símbolo y su presentación como mito) ni a diferenciarnos cada una de sus fases. Pero si la filosofía pura debe limitarse a darnos la imagen general y teórica de este desarrollo, es posible que la filología y la mitología comparada puedan completar este nuevo esbozo y trazar con líneas firmes y precisas lo que la especulación filosófica sólo es capaz de insinuar” 4 . La hermenéutica que propone Ricœur ahora no es una hermenéutica stricto sensu, es más una recolección del sentido posible 5 : partimos de que el símbolo tiene dos términos, el literal y el simbólico, y de que existe una analogía entre uno y otro; entonces, se descubre que el paso de uno a otro es una intuición: el símbolo no es traducción, sino comunicación del sentido por trasparencia. Y el objetivo último del símbolo será llegar hasta donde no llega la filosofía, llegar a lo esencial, a lo trascendente 6 . en una devota familia protestante que le inculcó el estudio de la Biblia desde pequeño. De hecho, a lo largo de su vida uno de los objetivos de fondo de su labor filosófica es la interpretación de las Sagradas Escrituras. Paralelamente a sus obras filosóficas y hermenéuticas, Ricœur interpreta la Biblia en diversos estudios en los que aplica la teoría de las otras obras. 3 Ricœur, Finitude et culpabilité, vol. II, Paris, Aubier-Montaigne, 1960, pág. 323. 4 Cassirer, E. (1940), Mito y lenguaje, Buenos Aires, Nueva Visión, 1973, pág. 20. 5 Cfr. Ricœur, De l’interprétation. Essai sur Freud, Paris, Seuil, 1965, pág. 36. 6 A muy temprana edad, los diecisiete años, aprendió de su maestro Roland Dalbiez, neotomista, a desconfiar de la capacidad idealista de conocerse a sí mismo por la pura reflexión, sin mediación del mundo: “Je suis persuadé aujourd’hui que je dois à mon premier maître de philosophie la résistance que j’opposai à la prétention à l’immédiateté, à l’adéquation et à l’apodicticité du cogito cartésien, et du «Je pense» kantien, lorsque la suite de mes études universitaires m’eut conduit dans la mouvance des héritiers français de ces deux fondateurs de la pensée moderne” (1995, op. cit., págs. 12 y 13). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 115 - ISSN 1989-1709 1. Desarrollo de la imaginación simbólica hasta Ricœur En la década de los cincuenta, y principalmente en la segunda mitad, en el ámbito francés la corriente filosófica más en alza era la corriente estructuralista, y en su seno, en una de sus vertientes, aparece una serie considerable de autores que no cesaban de tomar en consideración los materiales axiomáticos de lo imaginario: Bachelard, Jung, Lévi-Strauss, Gilbert Durand o Ricœur veían transparentarse detrás del orden de las formas, las estructuras profundas que son los arquetipos dinámicos de los sujetos creadores 7 . En la tradición de occidente, desde antes de Descartes, pero sobre todo después de él, había una creencia generalizada en la poca consistencia de todo lo que se refiere al abandono de la razón: la imaginación venía siendo considerada como la infancia de la conciencia. Las conexiones imaginativas se explicaban frecuentemente desde el asociacionismo. Bergson hace una de las primeras llamadas de atención contra este prejuicio en Matière et mémoire 8 al estudiar la conciencia y la memoria. De todas formas, no abandona la imagen de función subalterna de la imaginación que tenía la psicología clásica por la que la memoria albergaba a la imaginación 9 . Si seguimos en el ámbito francés, que es el que atañe directamente a Ricœur, se ve que es con Sartre con quien se da el salto cualitativo de diferenciar claramente el campo de lo imaginado del campo de lo rememorado. En L’imagination 10 , y como continuación de las tesis de L’imaginaire 11 , Sartre parte de la fenomenología para fijar el cimiento de una teoría de lo imaginario, de manera que establece tres características 7 Jung dirá que todo pensamiento reposa sobre las imágenes generales, esto es, los arquetipos, que son esquemas o potencialidades funcionales que componen inconscientemente el pensamiento (Types psychologiques, Ginebra, Georg, 1950). De Bachelard, aparece en 1957 su Poétique de l’espace, y de Lévi-Strauss, entre otros títulos, la Anthropologie Structurale (1958). 8 Paris, P.U.F., 1945. 9 Cfr. Durand, G. (1960), Les structures anthropologiques de l’imaginaire, Paris, Bordas, 1969, pág. 15 y 16. 10 Sartre, J. P., L’imagination, Paris, P.U.F., 1950. 11 Sartre, J. P. (1940), L’imaginaire. Psychologie phenoménologique de l’imagination, Paris, Gallimard, 1948. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 116 - ISSN 1989-1709 de la imagen, y a partir de ellas deducimos acto seguido su repercusión en el libro de Ricœur Finitude et culpabilité: 1ª La descripción fenomenológica revela una imagen que es conciencia y, por tanto, que es trascendente 12 . Ricœur, por su parte, asume este postulado a través de Kant y, principalmente, de Husserl. Por un lado, “la cosa en sí” —el “noúmeno”— es algo inalcanzable, incognoscible, como dirá Kant. Por otro lado, la imagen que tenemos de la “cosa” es subjetiva, porque cada uno le añade unas características particulares. Entonces, hay un abismo entre “la cosa en sí” y la imagen de la “cosa” en mí. Husserl dice que ese hueco se rellena por la denominación, ya que transmito no la visión, sino su alcance: cuando yo significo digo más de lo que veo 13 . También dirá que algunos procuran rellenar ese sentido con la imaginación, otros con lo sensible, otros no lo rellenan en absoluto. La imagen es por tanto, un intento de llegar a lo que es la “cosa”, es trascendente 14 . 2ª El objeto imaginado es dado inmediatamente como lo que es, mientras que el saber perceptivo se forma lentamente por aproximaciones sucesivas 15 . En el primer libro de Finitude et culpabilité —L’homme faillible— Ricœur entablaba un diálogo fructífero con los representantes de la reflexión pura — Kant, Husserl y Hegel—. Allí descubre la importancia de su proceso racional como vía para el resurgir de lo simbólico y así se marcan las dos fases de toda la obra: “L’entendement sans intuition est vide, l’intuition sans concept est 12 Cfr. Sartre (1940), op. cit., págs.14-18. Llega a decir Ricœur, siguiendo a Husserl: “Le comble de la signification, c’est celle qui ne peut pas être remplie par principe, c’est la signification absurde” (1960, vol. I, op. cit., pág. 46). 14 Cfr. Ricœur, “De l’interprétation” (1983), en Du texte à l’action: Essais d’herméneutique II (1986), pág. 30. Para Gilbert Durand, también formado en la escuela fenomenológica, la imagen simbólica es transfiguración de una representación concreta por un sentido. El símbolo es, entonces, una representación que hace aparecer un sentido secreto, es la epifanía de un misterio. Cualquier objeto puede significar lo sagrado o la divinidad: una piedra elevada, un árbol gigante, un águila, una serpiente. No es verdad que un solo símbolo sea tan significativo como todos los demás, sin embargo, la unión de todos los símbolos unos con otros les añade un poder simbólico suplementario (cfr. Durand, 1964, L’imagination symbolique, Paris, P.U.F., 1993. Vers. esp. La imaginación simbólica, Buenos Aires, Amorrortu, 1968, por donde citamos, págs. 14-16). 15 Cfr. Sartre, J. P. (1940), op. cit., pág. 18-22. 13 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 117 - aveugle. La lumière de l’imagination est leur synthèse” 16 . La reflexión pura no recurre a ningún mito ni a ningún símbolo; en este sentido, constituye un ejercicio directo de la racionalidad. El proceso racional que parte de la percepción es lento en su desarrollo, pero su anclaje firme lo corrobora la historia reciente; en cambio, le están cerradas las puertas que conducen a la comprensión inmediata por la vía simbólica en la que la explicación del desarrollo es lenta también, pero no así la comprensión del objetivo 17 . 3ª La conciencia que imagina ofrece su objeto como “algo que es nada”. El “no ser” será la categoría de la imagen, según Sartre 18 . A partir de estas afirmaciones se separa de la vía fenomenológica y dejamos de ver el paralelismo con la obra de Ricœur. El intento de Sartre por describir el funcionamiento específico de la imaginación y delimitar el comportamiento perceptivo es digno de elogio. Sin embargo, la crítica le recrimina haber destruido la imagen —lo que ocurre en los últimos capítulos del libro L’imaginaire. Psychologie phenoménologique de l’imagination— y haber hecho una teoría de la imaginación sin imágenes. Entre los detractores, Gilbert Durand le achaca su psicologismo parcial, porque una fenomenología de lo imaginario debe mirar con complacencia la imagen y “suivre le poète jusqu’à l’extrémité de ses images sans réduire jamais cet extrémisme qui est le phénomène même de l’élan poétique” 19 . En definitiva, Sartre, lo mismo que ocurre con Bergson, minimiza la imaginación con el fin de privilegiar los elementos formales del pensamiento. La imaginación se reduce a una ilustración didáctica de la conciencia psicológica, quedándose en la sola percepción. En Bergson la imagen era un remedo de la memoria 20 , en Sartre se reducía a su fase sensorial que llevará, en último extremo, al nihilismo. La madurez intelectual de las teorías sobre la imaginación simbólica ha ido fraguándose progresivamente, como estamos viendo, a lo largo de 16 Ricœur (1960), vol. I, op. cit., págs. 29 y 30. Cfr. Ricœur (1960), vol. II, op. cit., pág. 323. 18 Cfr. Sartre, J. P. (1940), op. cit., pág. 23-26. 19 Durand, G. (1960), op. cit., pág. 20. 20 Hasta tal punto esto es así que, para Bergson, la imaginación del poeta no se diferenciaba de la imaginación del cronista (1945, op. cit., pág. 180). Sartre, por su parte, dirige una diatriba contra la imagen-recuerdo de Bergson en favor del dinamismo de la conciencia y el uso habitual de la imaginación (1950, op. cit.). 17 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 118 - la primera mitad del siglo XX. En los años cincuenta y sesenta, esta teoría de la imaginación simbólica se presenta como uno de los brazos del estructuralismo. Mientras en Francia caían en desprestigio el existencialismo y la filosofía del sujeto —reflexiva o fenomenológica— de Sartre, Merleau-Ponty, Gabriel Marcel y Emmanuel Mounier, se erguía un modelo de pensamiento poético como el de Claude Lévi-Strauss y sus Tristes topiques (1955), La pensée sauvage (1962) y Mythologiques (1964) que proponían una organización sistemática de los complejos míticos y, así, un transcendentalismo sin sujeto 21 . En este estado de cosas, se publican en 1960 dos estudios del simbolismo —ya mencionados— que adquirirán gran repercusión; nos referimos a Les structures anthropologiques de l’imaginaire de Gilbert Durand y Finitude et culpabilité de Ricœur. Les structures anthropologiques de l’imaginaire posee en común con la obra de Ricœur el intento de llegar a la complejidad comprensiva de los problemas internos del comportamiento del hombre 22 . En Durand, el objetivo es más vasto al procurar describir la estructura completa del imaginario por los símbolos; mientras que en Ricœur, si el intento es más selectivo, no por ello es menos ambicioso: su descripción es de un único tipo de símbolos (que se enlazarán formando mitos), los relativos al origen del mal en el mundo, pero que son el cimiento de todos los demás 23 . 2. Algunas clasificaciones míticas y simbólicas Desde fines del siglo XIX se han sucedido innumerables intentos de clasificación tanto simbólica como mítica. Las más, han pretendido 21 Cfr. Ricœur (1995), op.cit., págs. 32 y 33. Cfr. Durand (1960), op. cit., pág. 12. 23 De la obra de Durand dice él mismo: “qui ne voulait être qu’un modeste répertoire inventorié et classé des dynamismes imaginaires […] de l’état actuel des questions relatives aux «Structures» et à «L’imaginaire»” (1960, op. cit., pág. 9). Durand dirá que el imaginario es la unión de imágenes y de relaciones de imágenes que constituye el pensamiento capital del homo sapiens (Cfr. 1960, op. cit., pág. 12.): es el gran denominador común en el que vienen a ordenarse todos los procedimientos del pensamiento humano. Tal y como se plantea ahora, la ampliación de esta facultad humana es drástica. Ha dejado de ser la imaginación una parte de la memoria o de la psicología, para conformar con sus estructuras todo el pensamiento. 22 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 119 - estructurar desde fuera del propio mito o desde fuera de la imaginación creadora y, por tanto, han dejado de ser clasificaciones míticas o simbólicas, para pasar a ser clasificaciones empíricas o positivistas, utilitaristas o basadas en la percepción externa o en la psicología 24 . Algunas de las clasificaciones “externas”, aunque profundas, motivadas por dar cabida a los grandes centros de interés del pensamiento, son las cosmológicas y astrales, o también las de la psique primitiva y las oníricas. Aquí destaca A.H. Krappe 25 , quien subdivide los mitos y los símbolos en dos grupos: mitos astrales (sol, luna, estrellas) y mitos terrestres (volcánicos, acuáticos, etc.). Mircea Eliade 26 realiza un plan similar de hierofanías con clasificaciones más pormenorizadas y deducciones profundas, pues llega a los símbolos agrarios, a los de la fecundidad y fertilidad, etc. Otro caso que también sirve de ejemplo es el de Bachelard en L’Air et les songes 27 , donde supone que nuestra sensibilidad actúa de medio entre el mundo de los objetos y el de los sueños y establece un nuevo subjetivismo. Dirá que cuatro elementos de la naturaleza sirven de axiomas clasificatorios de las motivaciones simbólicas: calor, frío, sequedad y humedad. Podríamos seguir el elenco de clasificaciones del mismo corte con G. Dumézil 28 y la tripartición funcional de la sociedad indoeuropea en tres castas u órdenes: sacerdotal, guerrero y productor; o con J. Pryhiski 29 y su evolucionismo de la conciencia humana desde el culto a la generación y a la diosa madre hasta la contemplación de Dios Padre. Estas formas de intentar clasificar, como hemos mencionado anteriormente, pecan de racionalistas, ya que parten de un planteamiento viciado, pues son inspiradas por las normas de adaptación al mundo objetivo y, paradójicamente, se vuelven así menos objetivas. De entre las clasificaciones del mito y la imaginación creadora sin presupuestos filosóficos, desde la mentalidad antigua; caben destacar, 24 Cfr. Cassirer (1940), op. cit., pág. 15; y también cfr. Durand (1960), op. cit., pág. 35. La genèse des mythes, Paris, Payot, 1952. 26 Traité d’histoire des religions, Paris, Payot, 1949. 27 Paris, Corti, 1943. 28 L’héritage indo-européen à Rome, Gallimard, Paris, 1949. 29 La grande déesse, Payot, Paris, 1950. 25 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 120 - ISSN 1989-1709 entre otras, las de Usener, Cassirer, Durand y Ricœur. H.K. Usener 30 (1834-1905) fue predecesor de Cassirer y uno de los primeros en revelar la inmediatez y espontaneidad del lenguaje mítico, que debe escindirse por completo del filosófico. La perspectiva de sus investigaciones es siempre la del estudioso de la antigüedad: histórica, filosófica y, sobre todo, la del que procura no entrometerse ni desfigurar su objeto, sino entenderlo desde dentro, para así poder explicarlo sin anacronismos. De esta forma, parte de la imposibilidad de construir su estudio desde una epistemología actual y apuesta por la lingüística y la mitología como los instrumentos por los que puede llegar a descubrir los procesos de la representación espontánea e inconsciente. El análisis exacto de las palabras nos sumergirá en la historia de las religiones y los mitos, y nos llevará a los últimos significados y funciones. Cassirer, representante de la estética simbólica, mantiene que la literatura ofrece la revelación de nuestra vida personal en las formas simbólicas del lenguaje; es decir, todo arte proporciona un conocimiento de nuestra vida interior frente al conocimiento de la vida externa que viene de la ciencia 31 . Retoma las investigaciones de Usener por la profundización en la formación y estructuración de los conceptos teológicos. Ambos autores han decidido el enfoque por el que creen poder llegar a remontarse al origen de lo divino en el hombre, a la comprensión del hombre de todos los tiempos. Si Usener investiga en las culturas romana y griega, Cassirer ampliará el círculo hasta la cultura egipcia, las tribus bantúes de África, los aborígenes de Australia, diversas tribus de la polinesia y de las religiones indias 32 . El campo de investigación será el de las religiones primitivas y los mitos surgidos de sus civilizaciones. Si Usener y Cassirer han penetrado en los mitos desde dentro, desde 30 Götternamen. Versuch einer Lehre von der religiösen Begriffsbildung, Bonn, 1896. An essay on man, New Haven, Yale University Press, 1944; y también, otra representante de la estética simbólica o semántica: S. Langer, Feeling and form, Nueva York, Scribner’s Sons, 1957; cit. en Aguiar e Silva, V. M. (1967), Teoría de la literatura, vers. esp. de V. García Yebra, Madrid, Gredos, 1993., pág. 70. El arte (y aquí, en particular, la literatura), como medio de conocimiento propio, será una idea muy fructífera. A fin de cuentas, es la clave de la hermenéutica, y así lo entiende Ricœur a lo largo de su trayectoria filosófica. Cassirer aparece como un adelantado a su época, como un precursor de la tesis que desarrolla y aplica Ricœur. 32 1940, op. cit., págs. 23-90. 31 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 121 - el estudio de su lenguaje, en Ricœur sucede lo mismo pero en los mitos relativos al origen del mal en el mundo. Ellos buscaban el origen de la divinidad en el lenguaje, en el pensamiento, Ricœur busca la primera voluntad del hombre, para hallar los mecanismos por los que hay intención de hacer el mal y descubrir detrás el funcionamiento de la culpa y la finitud del hombre de todos los tiempos 33 . 3. El mito en Ricœur Para Ricœur, mientras que el símbolo analógicas formadas espontáneamente y aglutina que significaciones nos trasmiten inmediatamente un sentido, el mito será el símbolo desarrollado en forma de relato y articulado en un tiempo y un espacio imaginarios. El mito nos aparece como relato tradicional referente a hechos sucedidos al comienzo de los tiempos y destinado a establecer las acciones rituales de los hombres de hoy. Es una manera de poder comprenderse a sí mismo dentro de su mundo. Ricœur escoge el mito como discurso no racional en cuanto que es una “proyección de la existencia y una expresión de la condición humana” 34 , como decía su maestro fenomenológico M. Merleau-Ponty. El análisis que desarrolla Ricœur irá dirigido a las tres funciones de los mitos: a) Englobar a la humanidad en su conjunto en una historia ejemplar, sirviéndose de un tiempo representativo de todos los tiempos y en un hombre representativo de todos los hombres, que es “el hombre”: Adán. b) La experiencia que transmite el mito no es sólo un presente, sino que hay movimiento, un desarrollo, desde un comienzo hasta un final: en el mito adámico va desde la perdición hasta la salvación del hombre. c) El mito como narración aborda el paso del ser esencial del hombre a su estado existencial histórico; y se presenta el corte, el salto de uno a otro. 33 34 1960, vol. II, op. cit., págs. 166-321. Phénoménologie de la perception, Paris, Gallimard, 1945, págs. 338-339. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 122 - El hombre siente la necesidad de hacer y decir la unidad, la perfección, precisamente porque no las posee. El mito nos puede aportar uno de los aspectos de la totalidad a la que el hombre aspira: el carácter simbólico de las relaciones entre el hombre y la totalidad: “L’Univers […] a signifié bien avant qu’on ne commence à savoir ce qu’il signifiait…” 35 . Esa totalidad se hace asequible cuando se encarna en ciertos seres y objetos sagrados. Así, lugares y objetos sagrados, épocas y fiestas aparecen en el relato. El mito, al escindirse en distintas significaciones, puede tomar forma de cuento y drama. Estudiamos tres mitos provenientes de cuatro tipos míticos de representación: 1) La creación 36 . En el origen era el caos, contra el que se enfrenta el acto creador de Dios. Esta creación se toma como donación de Dios al hombre, como “salvación” de las fuerzas del caos. En el principio de los tiempos existía un caos original, como cuentan las teofanías de Homero y Hesíodo, y los mitos sumerio-acadios. Lo divino surge a partir de ese caos y empieza a conformarse el cosmos. Según el relato babilónico, Tiamat, madre original de todos, se une a Apsu y engendra a Marduc, el dios más poderoso. Tiamat, por celos hacia su hijo, engendra monstruos para destruirle. Al morir Apsu, Marduc —el primogénito— derrota a Tiamat y muere. Del cadáver de Tiamat y sus pedazos proceden las distintas partes del cosmos. Si en el relato bíblico es con el hombre con quien entra el mal en el mundo, aquí el hombre no es el causante del mal, sino que es de los dioses de donde procede; es más, el orden se establece por la violencia. Por lo tanto, el relato babilónico excluye la primera caída del hombre. Ocurre lo mismo en el diluvio universal de la tradición sumeriobabilónica del Gilgamesh: no hay culpa en el hombre, sino que es un capricho de los dioses que quieren volver al caos primitivo. En la tradición hebrea de la Biblia, el diluvio es un castigo que vendría a cerrar las maldades consecutivas de Caín, la torre de Babel, la generación de Noé, 35 36 1960, vol. II, op. cit., pág. 159. Cfr. Ricœur, 1960, vol. II, op. cit., págs. 167-187. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 123 - etc. 37 . Por otro lado, y volviendo a la creación, en la tradición helénica, por el mito órfico (postfilosófico) sabemos que Dioniso niño fue asesinado por los astutos y crueles titanes que lo devoraron. Zeus, en castigo, los exterminó y de sus cenizas salieron los hombres actuales. Los hombres participan así de la naturaleza divina de Dioniso y de la naturaleza mala de los titanes. De todas formas, como ya hemos dicho, es un mito de invención neoplatónica que reinterpreta a partir de la filosofía. 2) La caída del hombre. Es un episodio irracional. Se trata del segundo episodio de los mitos del origen del hombre 38 . La historia de Adán no tiene tiempo histórico ni espacio geográfico, es un mito. Y como mito tiene más sentido que si tuviera sentido histórico. Para analizarlo, seguimos las dos primeras funciones de los mitos: la universalidad de la experiencia y la tensión entre el principio y el fin de la historia. En primer lugar, en cuanto a la universalidad de la experiencia, el mito adámico es considerado como el mito antropológico por antonomasia. Adán significa hombre y comprende tres rasgos característicos: a) El mito etiológico atribuye el origen del mal a un antepasado de la humanidad actual, con características similares a las nuestras 39 . b) En el mito de Adán, se separa el origen del bien del origen del mal. El hombre es el causante del mal y Dios el origen del bien: el hombre está destinado al bien —a lo divino— e inclinado al mal. c) Al hombre primordial se subordinan otras figuras que hacen de 37 Mientras Ricœur se centra en el papel del hombre por su relación directa con la aparición del mal en el mundo, Cassirer busca en el mito de la creación el poder de la palabra creadora: la palabra divina crea, en la Biblia, las aguas y la tierra, los animales y las plantas, y finalmente al hombre. Pero es el hombre, por facultad delegada, quien da nombre a las cosas y a los animales, de forma que se apodera física e intelectualmente del mundo y lo domina (Génesis, 2; Cassirer, 1940, op. cit., pág. 90). 38 Entre la creación y la caída hay un tipo intermedio: la tragedia. Un dios que tienta, obceca y extravía: el hombre no evita la asechanza y, por tanto, es culpable. 39 Ricœur no acepta la existencia de unos dones preternaturales, de los que habla la tradición católica, por considerar que son reinterpretaciones a posteriori del mito original (1960, vol. II, op. cit., pág. 218-219). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 124 - ISSN 1989-1709 polo opuesto, aunque él sigue siendo el protagonista indiscutible. Estas figuras son la serpiente —el diablo— y Eva: agentes externos, del mundo creado, que seducen al hombre, que es bueno por naturaleza. El pecado del hombre consiste, por tanto, en ceder a la seducción, en dejarse llevar por los aspectos externos y, posteriormente, en cargar la culpa a otros. La segunda función de los mitos es el cambio de un estado de cosas a otro, es decir, la evolución de la historia desde un principio hasta el final. La falta del primer hombre marcó el principio y el fin: fin de la época de la inocencia y principio de un tiempo de maldición con el descubrimiento de la desnudez y la penalidad del hombre. Este mito se concentra en un hombre, un acto y un instante: el “acontecimiento” de la caída. Lo reparte en varios personajes: Adán, Eva y la serpiente; y lo desarrolla en varios episodios: seducción de la mujer y caída del hombre. El drama avanza hasta convertirse en tragedia: la serpiente, que es el ejemplo de que es posible alcanzar el infinito malo, pervierte por la interrogación. La serpiente engaña haciendo ver que más que un límite como prueba, Dios impone una prohibición; es decir, que en Dios el móvil no sería el amor, sino el temor. El hombre, entonces, cae ante la prueba al hacer uso de la libertad, que es la que posibilita el mal. Esta caída se produce por la concienciación del ansia de infinitud del hombre y el rechazo a la subyugación 40 . El mundo no colabora para la ética del hombre. Aquí se manifiesta en el personaje de la serpiente; de igual manera ocurre en otras narraciones, como con Job, Prometeo o Edipo, cuando se reconoce al mundo como una fuerza contraria al querer del hombre 41 . El relato de la creación y de la caída del hombre, se completa con el de la salvación. Según san Pablo, el “Hijo del hombre” es el segundo Adán. Jesús es precisamente el hombre por antonomasia, más aún, es la identidad de todos los hombres tomados colectivamente en uno solo. El 40 La culpa y debilidad del hombre es común a todas las culturas. Sin embargo, en otras tradiciones Dios alberga el bien y el mal; y como el origen del mal está en él mismo, esto lleva a la obcecación divina y al abismo del hombre. 41 Cfr. Ricœur, 1960, vol. II, op. cit., págs. 228-243. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 125 - ISSN 1989-1709 perdón viene como relación interpersonal con “el hombre” inmolado. De esta manera, aparecen dos nuevos símbolos: el perdón y la curación. La historia del primer Adán, si se desliga del segundo Adán, configuraría una tragedia; sin embargo, la caída de Adán se convirtió en “manantial de gracia”, dicen los padres griegos y latinos. Felix culpa! exclaman san Juan Crisóstomo y san Ireneo. Se ha acentuado el pesimismo de la primera caída para realzar la salvación 42 . 3) El alma desterrada. Concentra su atención en el mismo destino del alma. El alma se encuentra extraviada aquí en la tierra. El mito nos cuenta que el hombre es divino por su alma y terreno por su cuerpo; pero el hombre ha olvidado esta diferencia. En Fedro (245c247e), Platón habla de la inmortalidad del alma y del infortunio de su unión con el cuerpo. El alma es desarmonía en el tiro: dos caballos que representan fuerzas contrapuestas. El desequilibrio de las fuerzas y la distracción —el hombre tiene parte de culpa— hacen caer al auriga. El alma queda a oscuras, queda en una nebulosa llamada por Platón “desgracia”, “olvido”, “perversión”. Por otro lado, en El Cratilo (400a) se cuenta que el alma expía en el cuerpo las faltas por las cuales le castigaron. El alma es la que cometió la falta por la que debe pagar; el alma es también testigo del más allá: nos lo revelan los sueños, el éxtasis, el amor y la muerte. El cuerpo es tan sólo lugar de tentación, es un calabozo o prisión del alma hasta que pague sus deudas, hasta la purificación. El cuerpo es el que sufre el castigo de forma repetitiva; sin embargo, esta reiteración es la que purifica 43 . En otro de sus diálogos — II República, 364b-365, critica Platón a los sacerdotes que convencen a personas y estados de la posibilidad de purificarse por juegos divertidos 44 ; ya que la purificación sólo puede lograrse —dice Platón— al hacer de la filosofía la ocupación predilecta, es decir, marchando sobre las huellas de lo divino, sobre las huellas del bien. 42 Cfr. Ricœur, 1995, op. cit., págs. 31 y 32. Sin embargo, comenta Ricœur que no se ha hecho justicia al mito, porque más que ser el mito de la caída, es un mito de sabiduría, de explicación del hombre en el mundo. 43 Ricœur, 1960, vol. II, op. cit., pág. 260-270. 44 Trata Platón, tanto en este diálogo como en el Ion y Fedro, los modos discursivos de imitación verbal, la creación poética, así como la moralidad y utilidad social de la poesía. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 126 - ISSN 1989-1709 Ricœur ha buscado en los mitos de los diálogos platónicos la explicación del mal en el mundo, y encuentra un complemento a los mitos de la creación y primera caída de las culturas helénica, mesopotámica y judeocristiana. De esta manera, cierra el ciclo de su investigación en cuestiones míticas. Esta vía ha servido para esclarecer algunos aspectos que le inquietaban. Conclusión Sartre y Bergson destacan en Francia, en los años cuarenta, por haber abierto la investigación de un nuevo campo de estudio: la imaginación simbólica; si bien es cierto que con prejuicios sobre sus posibilidades: no aceptan la independencia de la imaginación con respecto al raciocinio o la memoria. Al cabo de los años, surgirán los frutos de aquella siembra; ya en 1960 ha madurado la investigación en este terreno y salen a la luz dos obras emblemáticas: Finitude et culpabilité de Paul Ricœur y Les structures anthropologiques de l’imaginaire de Gilbert Durand. Desde entonces no han cesado las investigaciones sobre la imaginación simbólica. En Finitude et culpabilité, escoge Ricœur unos mitos con los que se pretende englobar a la humanidad entera en una historia ejemplar, en donde cada uno se vea reconocido 45 . El símbolo ha tomado forma de cuento en el mito. Este símbolo convertido en cuento no tiene referente externo, significa por sí mismo y transmite este significado de forma inmediata, sin necesidad de acudir a la abstracción filosófica. Todos los mitos tienen algo que decirnos. Ante los mitos no cabe la indiferencia. Comprender la lección de los mitos en su conjunto, según Ricœur, es proclamar la preeminencia de uno de esos mitos, el mito adámico 46 . Esta preeminencia implica dar un nuevo sentido a los demás mitos. 45 46 Cfr. 1960, vol. II, op. cit., pág. 154. Cfr. 1960, vol. II, op. cit., pág. 285. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 127 - ISSN 1989-1709 APORTACIONES PRÁCTICAS El mito de Ceres en la obra de Yves Bonnefoy (Patricia Martínez) De la hermenéutica a la creación poética Yves Bonnefoy es autor de una obra poética y teórica unánimemente reconocida como una de las más importantes de la literatura francesa del siglo XX. En ella, la creación poética, la crítica hermenéutica y literaria y la traducción se sustentan recíprocamente para dar cuerpo a un proyecto de búsqueda ontológica que se propone restituir un sentido y un fundamento a nuestra existencia. Su poesía se define por su dimensión existencial y ontológica y por la función que asigna a la experiencia poética como espacio de búsqueda y cuestionamiento del ser. Sus primeros poemas se inscriben en el movimiento surrealista, del que se distancia en 1947 para iniciar, a partir de su primer libro, un itinerario singular que buscará arraigar la palabra en la existencia vivida y reinstaurar una relación con el mundo que le confiera un sentido y un fundamento en los que pueda reconocerse la comunidad humana. El imperativo de romper con el orden de la representación conceptual y la clausura de la imagen (Du mouvement et de l’immobilité de Douve, 1953) y el reconocimiento de la ausencia y de la muerte como condiciones inherentes a nuestro estar en el mundo (Hier régnant désert, 1958), conforman los vectores Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 128 - ISSN 1989-1709 dominantes de una primera etapa poética en la que se dibuja un horizonte siempre diferido designado como “Vrai Lieu”, “lugar verdadero” e inaccesible de una existencia plenamente vivida. A partir de Pierre écrite (1965), la búsqueda del lugar se transforma progresivamente en interpelación y reconocimiento del otro, considerado como “el único lugar de una verdad decidida, nuestra única razón de ser en el mundo” (2006: 83). Desde la publicación en 1972 de L’Arrière-pays, los libros de poesía se alternan con los relatos en prosa bautizados como “récits en rêve” —“relatos en sueño”—, que inauguran una nueva modalidad genérica, y exploran el potencial de revelación ontológica del pensamiento en los confines del sueño, liberado del orden analítico y conceptual y de la lógica de la representación mimética. Su obra crítica, de una amplitud sin precedentes en el horizonte contemporáneo, no ha cesado de ampliar sus frentes de reflexión sobre un doble campo: el de la hermenéutica del arte y el de la interpretación de los textos literarios. En ese diálogo continuo con artistas y poetas de diferentes épocas, se va configurando una filosofía poética del imaginario artístico que reconoce en las formulaciones del arte y de la poesía un lugar potencial de revelación y de conocimiento ontológico. Además de traducir a Shakespeare, Donne, Yeats, Keats, Leopardi y más recientemente a Petrarca, Yves Bonnefoy ha reflexionado sobre la naturaleza y el sentido de la traducción, concebida como una experiencia genuinamente poética de encuentro e intercambio con el otro en el espacio de la escritura, que adquiere una dimensión ética. “Traducir es la escuela del respeto” — escribe el poeta—, por cuanto “la necesidad de saber respetar nos da la clave de la comprensión de la cosa humana” (La Communauté des traducteurs, 1998: 61). Ordenaré mi presentación sobre el mito de Ceres en la obra de Yves Bonnefoy en sucesivas aproximaciones. Me detendré, en primer lugar, en algunas consideraciones sobre la poética de este autor, íntimamente ligada a una hermenéutica, y, posteriormente, definiré, en relación a ese pensamiento metapoético y hermenéutico, el lugar que ocupa el mito, su naturaleza y el valor heurístico que se le atribuye. En un segundo momento presentaré las líneas Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 129 - ISSN 1989-1709 esenciales de la lectura hermenéutica que Yves Bonnefoy propone del mito de Ceres en dos ensayos sobre una pintura de Adam Elsheimer, “La irrisión de Ceres”, y analizaré, por último, la incorporación del mito, mediatizada por el trabajo de lectura hermenéutica, en la propia creación poética del autor, y más concretamente en un poema de su último libro, Les Planches courbes (2006), en el que Ceres reaparece como mito estructurante y eje temático fundamental. 1. Poética En 1987, Yves Bonnefoy recoge el testigo de Roland Barthes al ser nombrado titular de la cátedra de Estudios comparados sobre la función poética del Collège de France. El discurso que pronuncia en esa ocasión —“La présence et l’image”— es sumamente significativo, pues condensa lo esencial de su concepción de la poesía y, al mismo tiempo, establece sus distancias respecto de su antecesor y de la generación post-estructuralista o deconstructivista. Nuestra época —constata Yves Bonnefoy— ha sido un tiempo de “negación”, que ha cuestionado obstinadamente toda pretensión del espíritu a un conocimiento ontológico del mundo. A la deconstrucción del fundamento teológico de la existencia se habrá sumado la desconfianza en la capacidad referencial del lenguaje, que nuestra condición de modernos nos ha revelado en su inanidad esencial, en el juego incesante de remisión de un signo a otro, y el consiguiente descrédito del sujeto hablante, que antaño se creyó “amo del sentido del mundo e incluso una emanación divina”, y que las inferencias de una cierta crítica contemporánea nos llevan a considerar como un simple “efecto” de voces que proceden de un lugar desconocido (el inconsciente), o un “pliegue” en “una red de significantes fugitivamente recluidos sobre unos significados irreales” (La Présence et l’image, Mercure de France, 1983, p. 15). Como sus contemporáneos, Yves Bonnefoy reconoce la ausencia de fundamento que rige nuestra existencia, en un tiempo sin dioses, sometida a la finitud, al azar, a las vertiginosas imposturas del lenguaje y del Yo. Pero no renuncia por ello al proyecto de restituir una relación con el mundo que le confiera un sentido y un fundamento en los que pueda reconocerse y Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 130 - construirse una comunidad humana. “El ser no es, excepto por nuestra voluntad de que haya ser” (La Présence et l’image, op. cit., p. 10-11). Devolver a la poesía su deber de responsabilidad ontológica y moral supondrá, para Yves Bonnefoy, renunciar tanto al nihilismo desesperanzado afirmador de la nada, como a los juegos formalistas que ahondan en las vertiginosas imposturas de la ficción o producen objetos estéticos autosuficientes, y retornar a la lucidez crítica, que es una herencia irrenunciable de nuestra modernidad, para habilitar un espacio de búsqueda y esperanza. Partiendo del reconocimiento de esa ausencia de fundamento, la poesía se propondrá “transformar el espacio desierto en camino, en esperanza”. Declaración programática y acto de fe poética explícitamente formulados en “L’acte et le lieu de la poésie” (L’Improbable, Mercure de France, [1959], 1980, p. 132), que Yves Bonnefoy mantiene obstinadamente a lo largo de toda su obra poética y teórica: “una esperanza, es decir, una exigencia, que habrá de someter a aquélla a una crítica”, escribía en 2005 (“L’Art”, Lumière et nuit des images, Champ Vallon, 2005, p. 285). Decisión fundamental que aúna lo que podría parecer contradictorio, la extrema lucidez y la esperanza, e inscribe en el centro mismo de la palabra poética el acto crítico por el cual el lenguaje puede convertirse en palabra, las representaciones en presencia y las significaciones en sentido. La lucidez crítica deviene así consubstancial al acto de la creación poética, que deberá deshacer en el lenguaje aquello que lo deporta del mundo real y lo convierte en un objeto estético autosuficiente, en una forma ideal o fantasmática sin arraigo en la vida, sin vocación al conocimiento moral y ontológico. Ya sea la representación por la imagen, cuando ésta sucumbe a la tentación “gnóstica” y sustituye la perfección de la forma y la ensoñación idealista a la imperfección de lo que es, ya sea la representación por el concepto, que abstrae y generaliza, reifica a los seres y objetos del mundo, privándonos de toda experiencia de participación auténtica con el valor absoluto, irremplazable, de la realidad personal singular de cada ser, en el seno de una condición que, a pesar de la incertidumbre y de la ausencia de fundamento, constituye la única verdad en la que podemos reconocernos solidariamente y reconocer nuestra libertad para decidirnos un cometido Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 131 - ISSN 1989-1709 común, un sentido de todos compartido. “El ser es la consecuencia del querer ser cuando ese querer se convierte en alianza”, escribe Yves Bonnefoy en 2007 (L’Alliance de la poésie et de la musique, Galilée, p. 33). Y conviene precisar que si el poeta se siente capacitado para erigir su obra sobre la determinación de preservar una confianza en la palabra, es porque él mismo ha reencontrado esa confianza en la palabra de los otros, en el arte, nuestra gran tradición de imágenes, en la que desde siempre habrá discernido “el acto más obstinado de la esperanza” (“Deux souvenirs de Georges Duthuit”, Le Nuage rouge, Mercure de France, 1977, p. 163). “El arte, el gran arte, no tiene por qué estar encadenado al carro de la desesperación. Es lo que da confianza”, escribía en 2005 (“L’Art”, Lumière et nuit des images, op. cit., p. 283). 2. Hermenéutica Se entiende así el sustento recíproco que la creación poética y la crítica hermenéutica o la traducción (en la que necesariamente estas dos experiencias van unidas) mantienen desde siempre en la obra de Yves Bonnefoy. Se entiende así que crítica y traducción sean una experiencia genuinamente poética para Yves Bonnefoy, en tanto que conformadoras y reveladoras de sentido. Al cuestionamiento crítico de la poesía desde la poesía misma, destinado a despojarla de aquello que la deporta de una relación auténtica con lo vivido, se agrega el cuestionamiento crítico de las obras y de los textos de toda una tradición de cultura, que sondea cómo esa búsqueda de sentido se ha formulado en las obras de otros artistas, y cuáles han sido sus tanteos, sus equívocos, sus iluminaciones. Se establece así una dinámica de recíproca colaboración: la búsqueda de los demás se incorpora a la experiencia existencial del poeta y a su práctica creadora, que se nutre de esa compañía, de esa enseñanza, para ponerla a prueba. En sus trabajos de hermenéutica del arte, Yves Bonnefoy se ha interesado por distintas épocas y artistas. Si los ensayos sobre el arte se han concentrado en el periodo que va del Quattrocento a Poussin, su amor declarado por el románico o por Delacroix da cuenta de la amplitud de sus Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 132 - ISSN 1989-1709 intereses. A los maestros antiguos se van sumando sus ensayos sobre artistas contemporáneos: Morandi, Mondrian, Chillida, Edward Hopper, entre los cuales Giacometti ocupa un lugar privilegiado. Algo parecido sucede con los ensayos de poética: al núcleo originario constituido por sus estudios sobre el “cuadrángulo de oro” fundador de la poesía moderna en lengua francesa (Nerval, Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé), se han ido agregando los textos críticos que acompañan cada una de sus traducciones de Shakespeare, su estudio sobre el Ariosto o La Chanson de Roland, o sus ensayos sobre autores contemporáneos (Des Forêts, Beckett, Borges). Como él mismo ha confesado, el poeta-crítico escribe según una afinidad personal, una filiación compartida con poetas y artistas de distintas épocas en los que Bonnefoy encuentra una comunidad de palabra: “todos ellos —apunta— se han interesado por el sentido de la vida. La relación con la unidad, con el ser o lo que llamaré presencia” (Écrits sur l’art et livres avec les artistes, Flammarion, 1993, p. 39). Yves Bonnefoy concibe la historia de las formas del arte y de la poesía como el despliegue de un discurso sobre el ser, en el que se entraña “simple y fatalmente” nuestra relación con el lenguaje. El pensamiento metapoético de Yves Bonnefoy se va decantando de esa exploración incesantemente reconducida según un “método sin espíritu de sistema” que concita distintos campos del saber: la aproximación erudita a la historia del arte y de la poética, el análisis semiótico de las opciones técnicas de la “escritura” del poeta, del pintor, del arquitecto, y la investigación propiamente filosófica, que, de manera poco ortodoxa, se vale del instrumentario analítico de la fenomenología, la ontología o el psicoanálisis, para adecuarse a las particularidades de cada obra, de cada proyecto individual. El trabajo crítico se despliega sobre un doble plano: el de la escucha en uno mismo de lo que sucede en el encuentro con la obra de arte, experiencia fenomenológica que quedará registrada en el poema, en la prosa poética o en el ensayo crítico, y el de la escucha del otro y el desciframiento de la formulación de sentido que se va conformando en una obra, que da lugar a un trabajo propiamente hermenéutico. Para el poeta-crítico, escuchar la palabra del otro supone responder a una interpelación que es siempre “provocación a la poesía” y a la reflexión crítica. Y Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 133 - ISSN 1989-1709 comprender en profundidad la naturaleza de esa interpelación supone reconocer, más allá de las formulaciones y de los proyectos del pensamiento consciente y de los intereses privados del Eros individual, la reclamación de un deseo imbricado en las manifestaciones de los deseos ordinarios y de los sueños de posesión, del poder que éstos originan: el deseo de “ser”. El deseo propiamente ontológico “de encontrar un sentido a la situación en la que nos sitúan los demás deseos” (“Écrire en rêve”, L’Imaginaire métaphysique, Galilée, 2006, p. 84). Siendo así que las invenciones de la arquitectura, de la pintura, de la música o de la poesía pueden responder a esa reclamación a la manera de un reactivo ontológico, de un signo que remite a la conciencia poética a su verdadero cometido, a su finalidad originaria: “hacer que haya sentido a pesar del enigma”, leemos en su último poemario (Les Planches courbes, Mercure de France, 2006, p. 78). De tal suerte que la búsqueda poética se verá enfocada hacia el sujeto (ese “Yo” deslegitimado por el pensamiento contemporáneo), y encaminada a desenmarañar, en la palabra, el cifrado enigmático del deseo, a rastrear, imbricado en las manifestaciones de los deseos ordinarios, el deseo de sentido o presencia en el mundo que el poeta reconoce “como más profundo y originario que todo deseo del sujeto hablante” (ibid., p. 94). Se va esbozando así una topología del inconsciente que restituye al funcionamiento onírico del pensamiento su valor de revelador ontológico, de acuerdo con una estratificación que se desmarca de la doxa freudiana: a un nivel más profundo del deseo de tener —Eros—, puede aflorar el deseo de ontología o deseo de ser —tener ser—, en la raíz del sueño revelador. Son los significantes de ese deseo propiamente ontológico, los que interesan a la poesía, cuya “tarea más íntima consistirá en prolongar su trabajo en el pensamiento consciente” (ibid. p. 96). Es también ese deseo de ser o de presencia el que habrá interesado al crítico desde siempre en su lectura hermenéutica del arte y de la poesía, abocada al desciframiento del sentido ontológico de los grandes significantes que conservan la memoria de esa reclamación originaria. Se entiende así la sorprendente declaración de un texto reciente, “Écrire en rêve”, donde el poeta intenta descifrar la razón profunda de la conmoción que supuso para él el descubrimiento del Renacimiento italiano: “Fue en Italia donde aprendí, no a Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 134 - ISSN 1989-1709 soñar, eso viene con el lenguaje, sino a esperar del sueño lo que va a darme la prueba de que la existencia tiene un sentido” (ibid., p. 93). Pero atender a las reclamaciones de ese deseo de ontología, supone reencontrarse con la ambigüedad de las formulaciones que propone y las ensoñaciones que solicita. Por cuanto el arte, nuestra gran tradición de imágenes, es a la vez lo que puede arraigarnos a nuestra realidad tal y como es, pero también lo que puede despegarnos de ella, propiciar el sueño de una realidad más alta, hacernos creer que podemos ser lo que no somos: “Soñar la realidad en vez de vivirla, preferir la forma a la presencia, tal es esa otra manera de escuchar hablar el deseo de ser” (L’Imaginaire métaphysique, op. cit., p. 85). Examinar las formulaciones de ese deseo específicamente ontológico en las imágenes de una civilización, en los sueños conscientes de la humanidad en los que trabajan secretamente los deseos inconscientes, supone reencontrar las líneas de fuerza del eterno debate entre la denegación de lo que es y su reconocimiento, entre “el gran sueño metafísico y el acercamiento a lo simple”. Dualidad que se entraña en el centro mismo de la experiencia creativa del poeta, atraído desde siempre por “la intuición de un país de una esencia más alta, en el que habría podido vivir y que [ha] perdido para siempre” (L’Arrière-pays, Skira, 1972, p. 28). Tal sería la doble postulación en la que nos emplaza el deseo ontológico de ser: soñar con tener más ser, soñar otra realidad en vez de vivir —aceptar, amar— nuestra vida, tal y como es, con sus condiciones de finitud y de azar, “que son nuestra desgracia, pero también nuestra única verdad” (ibid.). De la meditación de esa doble postulación y de las complejas dialécticas que articula viene a proponerse una filosofía poética del imaginario que reconoce en la palabra del arte un espacio de verdad existencial en potencia. De esa exploración incansablemente reconducida se deducen las leyes de funcionamiento del imaginario en su relación con la realidad, se desprenden las dinámicas de opciones ejemplares de nuestra modernidad, que tienden a organizarse en torno a figuras tutelares y a asumir un valor transhistórico. Así, por ejemplo, Borromini, ante la intuición del vacío de las imágenes, busca producir una belleza autónoma como un fin en sí mismo, se encierra en el sueño o en la música de las formas y rechaza la realidad del lugar humano; Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 135 - ISSN 1989-1709 Bernini acepta la realidad como tal (“branle” dirá Montaigne) y la ama en la nada o el vacío que la constituye… Esa dialéctica se correspondería en el plano de la poesía a la pareja formada por Baudelaire y Mallarmé, o vendría a resolverse de manera dialéctica en las figuras de la síntesis: Piero della Francesca, Poussin, Rimbaud (que saben conciliar un “empirismo naturalista” y una geometría precisa, el formalismo y el apego a la realidad contingente, el sentimiento del ser singular y el idealismo numérico o formalista). De ahí se deduce también la concepción de la poesía tal y como la entiende Yves Bonnefoy: como categoría trans-artística o trans-genérica, determinada por la función específica que se le asigna, por el trabajo ontológico que debe realizar en su acercamiento al ser por la palabra: la crítica de los sueños, la exploración de los deseos y de las necesidades que los promueven, el reconocimiento de lo que extravía al deseo ontológico en las proyecciones imaginarias, en las representaciones simbólicas que mediatizan el concepto y la imagen y nos deportan fuera de nuestra realidad tal y como es (L’Imaginaire métaphysique, op. cit., p. 11). 3. El mito En esa interrogación del sentido a través de las formas del arte y de la poesía, el examen atento del mito ocupará un lugar relevante. Los mitos transitan por los libros de poesía y de prosa de Yves Bonnefoy: el ciclo griálico en Douve, Hier règnant désert o Pierre écrite, el Moisés salvado de las aguas —tamizado por el cuadro de Poussin— en Dans le leurre du Seuil, Psyché en Ce qui fut sans lumière, o Ceres, Marsias y Ulises en Les Planches courbes. En 1975, Yves Bonnefoy emprende la dirección y coordinación del Dictionnaire des mythologies et des religions des sociétés traditionnelles et du monde antique (Flammarion, 1981; traducido en Destino, 1996), en el que participan casi cien investigadores, desde la voluntad de indagar la naturaleza y el porqué de los mitos, y —tal y como desvelaba el poeta en una reciente entrevista— de proporcionar a la poesía, en un momento de desconcierto e incertidumbre, un cauce de revitalización, como La rama dorada de Frazer (1890) lo habría sido, en su momento, para toda una generación de poetas. En el prólogo del Diccionario, Yves Bonnefoy recuerda la importancia y el lugar cada vez más privilegiado que la mitología ocupa en la investigación antropológica, en “la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 136 - ISSN 1989-1709 explicación y comprensión del fenómeno humano”: Independientemente de que la consideremos imágenes o proyecciones del sistema de comunicación entre los hombres, una manifestación de los arquetipos de la psique, o bien como objeto privilegiado de una fenomenología de la conciencia humana, para las disciplinas y las escuelas más diversas, [la mitología se presenta como uno] de los grandes aspectos de nuestra relación con nosotros mismos, además de una idea del mundo y del entorno terrestre que seguramente fue benéfica (p. 21). Poco importa que no exista una definición consensuada para todas las escuelas, el mito es abarcado en el nivel de las representaciones colectivas, donde constituye “una forma de enunciación y de recepción de las verdades esenciales de una sociedad determinada”. Para Yves Bonnefoy, la mitología ha de ser considerada como una “totalidad simbólica nacida del deseo de conocimiento” (p. 19). En una entrevista de diciembre de 2005 1 , Yves Bonnefoy vuelve a referirse a la naturaleza y a la función del mito. El mito se inscribe en lo que el poeta ha denominado el “pensamiento figural”, un modo de pensamiento por “figura” y no por “concepto”, que permite aprehender un objeto en su totalidad, en lo que de él permanece irreductible a un significado, inasible para las categorías del pensamiento conceptual o analítico. Un sentido que excede, que obstinadamente se resiste a la reducción o a la traducción por el concepto. Ese “pensamiento figural” manifiesta, a juicio del autor, lo que está en relación con lo que podemos llamar lo “sagrado”. En su creación poética, y particularmente en el libro al que se refiere la entrevista, Les Planches courbes, el poeta ha privilegiado los mitos de la antigüedad greco-romana, que pertenecen a “una época en la que prevalece la aptitud para descifrar simbólicamente los aspectos del mundo y de la existencia antes de la imposición del pensamiento analítico conceptual”, pero que, al mismo tiempo, ya reconoce la realidad personal de la conciencia particular del poeta, lo que supone “la afirmación de una conciencia personal autónoma” y, con ello, el sentimiento de responsabilidad moral y espiritual que se otorga a la persona, esa responsabilidad que “el cristianismo no hará sino comprender y 1 Disponible en: http://www.presence-litterature.cndp.fr/bonnefoy/ressources/entretien_audio.asp Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 137 - revalorizar”. Siendo la obra de una conciencia particular, los mitos están ampliamente reconocidos y aceptados por una comunidad, y constituyen por ello “el pensamiento figural de la conciencia colectiva”. “Los mitos son el fondo vivo de nuestra palabra”, entrañan un sentido que “debemos escuchar”. Pero no se trata —añade Yves Bonnefoy— de utilizarlos como una “decoración retórica”, como un pensamiento ya constituido, ya formulado. Es necesario cuestionarlos, interrogarlos, comprender “lo que tienen que decirnos, y también lo que nos dicen erróneamente, acerca de lo que somos o lo que deseamos ser”. Sólo así pueden actuar al modo de un reactivo ontológico, que nos incita al desciframiento de ese sentido oscuro que entrañan y que nos atañe, y nos encamina hacia el conocimiento que anhelamos. Sólo podemos aprender de ellos “si nos imponemos la tarea de interrogarlos, de saber si no están equivocados al pretender ciertas proposiciones sobre el ser en el mundo, en la medida en que son fruto y reflejo de confusiones y errores en la apreciación de las situaciones de la vida”. 3.1. Ceres en la obra de Y. Bonnefoy. La lectura hermenéutica Veamos ahora cómo se articula la lectura del mito de Ceres en dos textos críticos que Yves Bonnefoy escribe sobre una pintura de Adam Elsheimer, La irrisión de Ceres: “Elsheimer y los suyos”, de 1968, y “Una Ceres de la noche”, de 1992 (ambos ensayos están recogidos en La nube roja, Síntesis, 2003). Una obra que, según confiesa el poeta, le procuró “una de las más grandes conmociones que [debe] a la pintura”. En este pequeño cuadro, conservado en el museo del Prado, este pintor precozmente desaparecido recrea escrupulosamente una secuencia del mito de Ceres, tal y como lo relata Ovidio en el libro V de las Metamorfosis: Ceres ha perdido a su hija Proserpina, raptada por el dios de los muertos, y parte en su búsqueda. Agotada y sedienta, la diosa errante llama a la puerta de una cabaña y pide que le den de beber. Una vieja le ofrece un brebaje; Ceres bebe con avidez del cantarillo, pero un niño “de cara huraña y agresiva” (“duri puer oris et audaz”) se burla de ella. Como castigo, Ceres lo transforma en lagarto. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 138 - ISSN 1989-1709 La irrisión de Ceres, Adam Elsheimer, c. 1600. Adam Elsheimer pintó esta singular escena en los inicios de su periodo romano, hacia 1600. Estamos, por tanto, en el horizonte del primer barroco, periodo privilegiado por Yves Bonnefoy, como demuestra su estudio monumental Rome 1630. L’horizon du premier baroque (Flammarion, 1970). Con la crisis de la Iglesia tradicional y los avances científicos, esta época ve Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 139 - ISSN 1989-1709 desmoronarse la antiguas certezas metafísicas del mundo medieval, trastocarse la visión de lo sagrado (los astros no son de naturaleza divina), y registra la situación del hombre en los umbrales de la modernidad, que deberá decidir qué sentido y qué valor confiere a esa realidad material, sensible, de la que se retraen los signos de lo sagrado, donde las apariencias se repliegan sobre su enigma, y el aparecer del mundo amenaza con reducirse a una impresión de vacío: […] desde el momento en que no se dispone de algo sagrado, con sus referentes, los dioses por ejemplo, explícitamente nombrados, se puede aún, se debe incluso interrogar a los mitos, ineludibles, en los relatos que de ellos encontramos, aquí o allá, pero no sin antes haberlos sometido a la prueba de nuestra condición tal y como es, haberlos escuchado a través de sus voces, equívocas, para rehacerlos con nuestra sustancia, pues de lo contrario no serán sino imágenes demasiado bellas, que dicen nuestra nostalgia pero en ningún caso nuestra verdad, y quedan, por ello, fuera de la maduración, de la iluminación que anhelamos (“Elsheimer y los suyos”, La nube roja, op. cit., p. 33). Escuchar e interrogar al mito, rehacerlo con su propia sustancia para acceder a una maduración, a una iluminación que nos ayude a darnos sentido, eso es lo que hace Elsheimer, según su exegeta, al recrear este episodio de las Metamorfosis. Y eso es lo que hace el poeta —como se verá más adelante— cuando integra a la Ceres de Elsheimer en su propia experiencia existencial y poética. Comencemos por recorrer lo esencial de la lectura hermenéutica que el poeta crítico propone de la obra del pintor. Observaremos, en primer término, que esa interpretación va entretejiendo distintos planos de reflexión: una lectura metapoética del cuadro (el cuadro como discurso sobre la representación, con las consecuencias morales que tiene para Yves Bonnefoy toda opción formal), una lectura ontológica (el cuadro como reflexión sobre el sentido, sobre el ser); una lectura “psicológica o psicoanalítica” (el cuadro como escenificación y exploración del sueño y de los deseos inconscientes). En primer lugar, el crítico llama la atención sobre la singularidad de la composición, de la “escritura del pintor”, que se distingue tanto del “naturalismo musicalizado del Renacimiento”, como del “antinaturalismo trágico del arte manierista”. Elsheimer se aparta del acercamiento al mundo por medio de la forma propia del Primer Renacimiento, por cuanto se formula aquí una intuición Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 140 - oscura, equivalente a la escenificación o “el relato de un sueño” que transgrede las formas de la representación tradicional (la perspectiva, la composición renacentista). Y ello, infiere el crítico, porque se representa aquello que se rebela contra las categorías del saber oficial, que excede el orden del pensamiento cristiano tal y como lo establece la doxa religiosa. Reconocer ese algo no integrable en los modos del pensamiento y de las representaciones ortodoxas supondrá entonces transgredir la retórica renacentista, “rechazar la tradición”. Pero de igual modo, el arte de Elsheimer —nos dice Bonnefoy— “nace como crítica del manierismo”, que sufre los efectos de esas fuerzas inasumibles para el sistema de valores y de representaciones de la tradición establecida, pero “sin llegar a conocerlas, a tomar conciencia de su existencia”. El manierismo, “trabajado por los excesos del fantasma sobre el símbolo, sólo había sufrido los efectos del inconsciente sin haber llegado a conocer su existencia”, de tal suerte que deja aflorar los efectos de esa “profundidad reprimida” que deforma las figuraciones de las cosas, y da como resultado representaciones sin relación sustancial con la realidad natural. “Nada de ello, en la pintura de Elsheimer”, afirma Bonnefoy. Elsheimer ha conseguido que aflore y se manifieste lo que llamaríamos la actividad onírica, algo que había sido negado o reprimido y censurado en todas las manifestaciones conocidas de la experiencia espiritual, algo que desmiente y excede las categorías del saber oficial, “que subvierte el pensamiento que se creía asentado en Dios”. La modernidad de la escritura pictórica de Elsheimer consistiría pues en “tomar conciencia de las manifestaciones de la vida psíquica nunca vistas por ese arte que está sometido a la ortodoxia religiosa”. “Lo que implica haber descubierto un continente”, dice Bonnefoy. Lo onírico aflora en Elsheimer no a la manera del Bosco mediante figuras pseudofantásticas, sino mediante un realismo bañado en la atmósfera antinatural del sueño, en el que reconocemos nuestra realidad, aunque cerrada y agresiva (como el niño de Ovidio: “duri pueri oris et audaz”) cuando ésta se sustrae al sentido que creíamos poder darle. Lo que encontramos aquí es un “algo enigmático” que se “clausura sobre sí mismo en las figuras” (p. 191), tal y como nos desvela la lectura técnica o formal de la escritura del pintor. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 141 - ISSN 1989-1709 Observa el crítico que hay cuatro fuentes de luz, de uno y otro lado de la figura central que, al enfocarla, la envuelven en una masa oscura y la impulsan hacia arriba, poniendo de relieve su sombra: como “el negativo de una fotografía, a la espera de que se despeje la figura”, de que se desprenda un sentido (que está aquí por decidir, a la espera de ser reconocido). Esa penumbra contrasta con la legibilidad de otras partes de la imagen que de tan resplandecientes y definidas, a la vez que parciales y fragmentarias, se vuelven extrañas (el yugo descoyuntado, el abdomen y las rodillas del niño). El mundo aparece aquí inquietante, sin unidad ni sentido, “desconocido”. La luz de Dios que hacía habitable nuestro mundo se disgrega, la luz antigua ha dado paso a una noche, donde se propaga la extrañeza de lo familiar todavía indiscernible. De ahí el sentimiento de exilio: “el universo está oscuro”. Esto es lo que significa la escritura del pintor, advierte el crítico, pero también lo que refiere el tema del cuadro, que representa a Ceres errante, perdida en tierra extraña, sin puntos de referencia, en busca de su bien: Proserpina raptada por el dios de los muertos. Pasamos a la lectura del cuadro sobre el plano ontológico. Según la interpretación tradicional del mito, el rapto de Proserpina simboliza la fermentación de la semilla de trigo en la tierra, de tal suerte que el retorno de la joven divinidad sería la expresión de la perennidad de la vida y de los ciclos vitales. Pero advierte el poeta que Elsheimer se ha detenido en un momento del relato rara vez tratado en la pintura, el que más se resiste a esa interpretación tradicional del mito. Tal vez porque ese momento recreado por el pintor contradice “la majestad que instintivamente conferimos a la imagen divina”. La diosa griega sufriente y desposeída, recreada cuando ha triunfado el cristianismo, destituyendo a los mitos paganos, bien puede significar aquí, nos indica el poeta, la “precariedad de lo sagrado” en tiempos de crisis y de incertidumbre, la fragilidad de lo divino, que está a punto de ser cuestionado por un simple niño, que se burla de ella, de su humana y urgente avidez, impropia de una divinidad. Esto es lo que recrea el pintor: la fragilidad (humanidad) de esa figura hasta hace poco divina, despojada de su divinidad, de la que se burla un niño. Y apunta el intérprete: más que recrear la burla, Elsheimer parece revivir Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 142 - ISSN 1989-1709 el instante originario, “cuando el espíritu vacila entre esas dos grandes postulaciones”: la irrisión, la denegación del ser, o su aceptación, que es testimonio de sentido y, por lo tanto, “registra todas las decisiones que atañen al ser o no-ser del mundo”. Ceres sería “la sombra a la espera del sentido”, el sentido a la espera de ser confirmado, en un universo del que se ha retirado lo sagrado y las apariencias se cierran sobre su enigma. Y ese espacio dejado vacante por lo divino es invadido por el sinsentido, la nada que parece ser “la ley del mundo cuando se descubren las fuerzas en acto del inconsciente”. El presentimiento del inconsciente da la mano, en la pintura de Elsheimer, a la impresión de que la realidad rehúsa el sentido que uno cree poder darle, ya no nos permite esa esperanza: ello se debe a que nos revela, en el abismo del alma, gracias, simplemente, a ese sueño duro y ciego, que es el deseo quien gobierna, un deseo sexual, egocéntrico, una simple voracidad de materia. En este escenario por el que se exhibe el fantasma tan sólo hay —y nos encontramos ya con el pesimismo de Freud— materia muda, indiferente (La nube roja, op.cit., p. 193). De tal suerte que esa escena, que es como un “récit de rêve” —el relato de un sueño—, ausculta el momento decisivo en el que lo sagrado se ha retirado de nuestro mundo, en el que se pone en juego el destino del ser, que puede ser una “ausencia”, prefigurada por la figura del niño, que pronto va a ser metamorfoseado en lagarto: pues esa “aridez pétrea del cuerpo brillante como la superficie lunar”, ese “fulgor glacial”, enigmático, ya evoca “el afuera del ser, del sentido”, esa “exterioridad que puede ser nuestro destino”. Pero, observa el exegeta, en “esa superrealidad de las apariencias cerradas” apunta no obstante una virtualidad de presencia, sugerida por una frondosidad vegetal —en oposición a la esterilidad lunar de lo pétreo— que simboliza, en el mito antiguo, el retorno de Proserpina, y que parece indicar “un presentimiento oscuro pero tenaz de lo que podría ser una tierra”, una indicación de lo que podría salvarnos de ese vacío (ibid., p. 34). Tal es la situación del ser —Ceres—, figura antaño divina privada de su divinidad —como el hombre barroco, el hombre moderno—, que yerra y busca, llama a una puerta cerrada, en un universo que expone su condición enigmática, y del que aún no sabemos si no es más que vacío o si se puede abrir alguna vía para “que haya sentido a pesar del enigma”. Pero conviene observar —nos dice el intérprete— que, en el centro de la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 143 - imagen, nos encontramos a una Ceres “menos enigmática que verdaderamente misteriosa” y aunque el muchacho se burle de ella, Elsheimer se cuida mucho de hacerlo: “sobre ese trasfondo de la nada, la figura de Ceres se destaca por el afecto y la admiración con la que el pintor la ha representado”. Y surge entonces una pregunta que el pintor se habría formulado: ¿no habría en ese universo del que lo sagrado se retrae, y en el que se desatan las pulsiones, los deseos del inconsciente, la manifestación de algo más que “la actividad de ese apetito egocéntrico”?, ¿no nos está indicando la posibilidad de una “mirada de amor”? Y la lectura de la escena se abre entonces a una interpretación sobre el plano psicológico. Pues observemos que si el niño se burla, esa burla parece recaer sobre el gesto de avidez de la diosa. Es posible que con su burla nos esté diciendo su frustración, su falta de amor. Elsheimer —infiere el crítico— se habría detenido ante este episodio de las Metamorfosis (que pinta al menos tres veces) porque se habría identificado con el niño, el actor principal de la escena: el niño “privado del bien materno”, “tal vez celoso de una Perséfone a él preferida”, que será por ello incapaz de experimentar la compasión que merece la diosa errante, la madre sufriente. Y el pintor adulto que se codea en Roma con sabios y filósofos, que ha planteado en sus cuadros el problema de la violencia, del sufrimiento (“Los Mártires”, “Judith y Holofernes”), se descubre ahora, ante esa escena ambigua, “capaz de otro sentimiento que habría podido aflorar si sobre ese deseo de posesión —Eros— se hubiese impuesto la adhesión instintiva al ser del otro”, asentada en la comprensión, el reconocimiento de la desposesión, de la carencia y del exilio. Y consideremos ahora que, en la recreación del mito, Elsheimer ha seleccionado un momento y un elemento —el niño burlón— que interfieren y perturban uno de los aspectos fundamentales del mito, que es la búsqueda de la niña perdida por la madre divina y el amor, la devoción materna que se le supone. Esa madre amorosa y desesperada será capaz, no obstante, de convertir al muchacho en lagarto, lo que hace de ella una figura ciertamente ambigua, inclemente a su vez con el burlón y, como aquél, incapaz de compasión. El cuadro pone en escena la decisión fundamental ante la que todo artista Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 144 - ISSN 1989-1709 es emplazado, que no solamente es “vivido, sino también comprendido y explicitado, por medio de un pensamiento figural que tiene la misma trascendencia que las palabras en la filosofía”, escribe Yves Bonnefoy en 2004 (“Le dessin et la voix”, Lumière et nuit des images, op. cit., p. 291). “No sabemos, el propio Elsheimer ignora si podrá ser aquél que al ver a Ceres confirma su ser, o solidario con la turbación y la irrisión del niño, se dejará invadir por los temores, los fantasmas, las pulsiones denigratorias” (op. cit., p. 293). 3.2. De la escritura hermenéutica a la escritura poética: Ceres en “La casa natal” Veamos ahora cómo esta figura emblemática del exilio en un universo enigmático reaparece en el último libro de poesía de Yves Bonnefoy, Les Planches courbes (Mercure de France, 2006), precisamente para significar el fin de la errancia. El sentido declinado en la escritura crítica pasa a la escritura poética en una operación que trasciende la simple referencia intertextual y se convierte en apropiación existencial que conduce a un esclarecimiento personal. La palabra del otro se incorpora así a la propia palabra, marca la voluntad de inscribir una búsqueda subjetiva en una tradición de cultura y alcanzar así una palabra impersonal, unánime y anónima, capaz de donar valores compartibles. Ceres reaparece como hilo conductor en el poema La casa natal, retorno a la memoria de la infancia, en los confines del sueño y del recuerdo, que sostiene la búsqueda del lugar originario destinado a abolir la errancia, a deshacer los señuelos del mito personal del “Vrai Lieu”. Los recuerdos de una memoria personal y lo impersonal del mito se reúnen para conferir a esa reviviscencia del origen “una cualidad de memoria en un sentido más profundo y más fuerte: memoria de nuestra condición como tal, memoria de la tarea que nos exige que hagamos en nosotros mismos” (Entretiens, Mercure de France, 1990, p. 336-337). No debe sorprendernos que esa tarea de desciframiento ontológico se vea mediatizada por el sueño, que el arranque anafórico del poema —“Me desperté, estaba en la casa natal”— designa como lugar de un despertar. Se Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 145 - ISSN 1989-1709 trataría, por tanto, de un sueño dentro de otro sueño: el sueño de un despertar en la morada originaria. Ahí donde, liberándose del mandato del sueño ordinario, gobernado por el deseo de posesión, puede advenir el sueño revelador que respondería a la reclamación del deseo originario de “sentido”. De acuerdo con la dinámica de prospección y de retrospección que autoriza la lógica del sueño, la “casa natal” es presentada, desde los primeros versos del poema, como lugar a la vez de rememoración del pasado y de espera de un acontecimiento revelador, señalado por la presencia de una misteriosa desconocida que viene a llamar a la puerta, y en la que adivinamos a la Ceres de Elsheimer: Me desperté, estaba en la casa natal, la espuma se abatía sobre la roca, ni un pájaro, sólo el viento abriendo y cerrando la ola, el olor del horizonte en todas partes, ceniza, como si las colinas escondieran un fuego que en otra parte consumiera un universo. Salí a la galería, la mesa estaba puesta, el agua golpeaba las patas de la mesa, pero debía entrar, no obstante, la que no tiene rostro pues yo sabía que estaba llamando a la puerta en el pasillo, por la escalera oscura, pero en vano, giré el pomo, que se resistía, casi oía el rumor de la otra orilla, las risas de los niños en la hierba espesa. los juegos de los otros, los otros para siempre, en su alegría. Como en el cuadro de Elsheimer descrito por el poeta, el rostro de la diosa está en la sombra: “Es la sombra en relieve, a la espera del sentido como en el negativo de una fotografía en la que todo nos resulta familiar sin que podamos todavía comprender”, escribía el exegeta en 1968. Ceres es pues evocada en ese momento de ambigüedad que fijó el pintor, cuando la suerte del ser está por decidir. II […] Y toqué, vacilante, en la imagen, el cabello en desorden de la diosa, descubrí bajo el velo del agua su frente triste y distraída de niña pequeña. extrañeza entre ser y no ser. […] Resuena aquí el bien conocido dilema que formula Hamlet, contemporáneo de Elsheimer, como recuerda el poeta al final de su ensayo de 1968 y que, a los Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 146 - ISSN 1989-1709 ojos de Bonnefoy, plantea “el problema del ser en el mundo, del querer ser o del odio del ser”. Ceres es pues evocada en ese momento vacilante, en el que todo está por decidir, a la espera de una confirmación de su ser. Por un efecto de puesta en abismo, la escena representada por Elsheimer (podríamos decir la escena “onírica” de Elsheimer) es introducida en la tercera secuencia del poema, como un sueño dentro de otro sueño. Y, lo mismo que sucedía en el cuadro, en el que el pintor se habría identificado con la figura del niño, según la lectura que propone Bonnefoy, el sujeto poético adopta la perspectiva del niño, para darle la palabra. Esto permite enfocar el enigma del deseo, sondear la ambigüedad en la que se juega la irrisión, con las palabras de la poesía, y transferir así a la palabra poética “el trabajo inexplícito pero lúcido de la escritura del pintor” (La nube roja, op. cit., p. 34). He aquí pues al niño emplazado ante esa elección significada por las dos figuras que se alzan por encima de él, tal y como Elsheimer las había dibujado: “una vieja encorvada, malvada” que nos recuerda la nada del mundo cuando no lo sustenta la esperanza de que nuestra vida pueda entrañar un sentido; “La otra de pie, afuera, como una lámpara, / Bella, sosteniendo la copa que le ofrecen, / Bebiendo ávidamente para calmar su sed”, que simboliza por la dignidad de su porte y la humanidad de su gesto su vocación a lo divino y su necesidad de esperanza. III Me desperté, estaba en la casa natal, era de noche, los árboles se agolpaban de todas partes en torno a nuestra puerta, yo estaba solo en el umbral al viento frío, no, no estaba solo, porque dos altos seres se hablaban por encima de mí, a través de mí. Uno, detrás, una vieja encorvada, malvada, otro afuera de pie como una lámpara, bella, sosteniendo la copa que le ofrecen, bebiendo ávidamente para calmar su sed. Y ahí donde el pintor no podía sino meditar sobre la ambigüedad indecidible de la pregunta que se plantea, la naturaleza enigmática del deseo, la escritura poética puede avanzar en su desciframiento y exponer claramente la razón por la cual Ceres será burlada y el niño condenado a quedarse en el afuera del ser, recluido sobre sí mismo, bajo una apariencia ciertamente enigmática: ¿Acaso pretendía burlarme? claro que no, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 147 - ISSN 1989-1709 más bien dejé escapar un grito de amor pero con la extrañeza de la desesperación, y el veneno corrió por mi cuerpo, Ceres burlada rompió a quien la amaba. Así habla hoy la vida recluida en la vida. La irrisión no sería sino un grito de desesperación, el signo de una alienación de la palabra, convertida en distorsión incomprensible (en violencia), que irrumpe cuando, en nuestra experiencia del mundo, se impone el sentimiento de que éste se cierra a todo sentido y, en ese vacío, la única realidad que impera es la del fondo “duro y ciego” del deseo de posesión, de las pulsiones del “Eros” (la avidez del niño privado del bien materno o la avidez de la figura materna privada de su niño). Las pulsiones del deseo de posesión, que acaparan y reifican el mundo, que reducen al otro a un simple objeto (de burla, de castigo), que pueden ser reprimidas o denigradas, o simplemente aceptadas y proyectadas en sus virtualidades inversas de conocimiento de uno mismo y de reconocimiento del otro. Se trataría por tanto de invertir la desesperación y el desistimiento ante el vacío en voluntad, en esperanza de presencia. Pues el deseo de posesión, que contiene en germen la violencia, la denigración de la burla, la agresión del escarnio (la denegación del ser del otro, en definitiva), podría verse mediatizado por el otro deseo —el deseo de tener ser, el deseo de presencia— y convertido en adhesión total a lo que es auténticamente lo real: “la relación del Yo con el otro”, “el único fundamento concebible de una realidad propiamente humana” (L’Imaginaire métaphysique, op. cit. p. 84). Indispensable para nuestra habitación del mundo, el lenguaje es también lo que nos destierra de él y nos encierra en el fatalismo de un exilio. Tal sería por tanto la pregunta que plantea la irrisión de Ceres: cómo desenmarañar el cifrado enigmático del deseo en la palabra, cómo encontrar en la oscuridad de los afectos “la voz que espera”, que podría invertir la fatalidad del mito y “hacer que haya sentido a pesar del enigma”. Tal es la pregunta que formula el fragmento que abre la última parte del poema, que demanda “un lugar natal” para aquél que, como Ceres, busca y espera “afuera” a que la casa se abra “desde dentro”: XII Belleza y verdad, pero esas altas olas sobre los gritos obstinados. ¿Cómo preservar audible la esperanza en el tumulto, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 148 - ISSN 1989-1709 cómo lograr que hacerse viejo sea renacer, que la casa se abra desde adentro, para que no sea la muerte quien empuje afuera al que pedía un lugar natal? En respuesta a ese encadenamiento de preguntas se introduce el último fragmento del poema, que despliega la iluminación final: Comprendo ahora que fue Ceres quien apareció de noche, buscando refugio cuando llamaron a la puerta, y afuera de pronto su belleza, su luz y su deseo también, su necesidad de beber, con avidez, del cántaro de la esperanza porque estaba perdida pero no para siempre, tal vez, aquella niña que ella, aun siendo tan divina y orgullosa, no supo alzar en la llama tierna del trigo para hacerla reír, en la evidencia que da vida antes de la codicia del dios de los muertos. El sueño de un despertar es finalmente el sueño de una revelación: “Je comprends maintenant”. La atención se desvía ahora del niño a la figura de Ceres. Se tratará de esclarecer la ambigüedad del mito e, igualmente, de invertir su fatalidad. El exilio de Ceres vendría a significar el exilio de la conciencia poética de la modernidad, despojada de aquello que le daba sentido: Proserpina, que sería, según el intérprete de Elsheimer, “la vida que puede ser presencia, participación a un sentido, al ser, y que estaría alienada de sí misma” (La nube roja, op. cit., p. 29). Se trataría por tanto de transformar “el espacio desierto en camino, en esperanza”, escribía Yves Bonnefoy refiriéndose a la poesía, en 1959 (“L’acte et le lieu de la poésie”, op. cit.); de convertir la desesperación del exilio y de la pérdida en búsqueda, en voluntad de reencontrar aquello que se ha perdido, “pero no para siempre, / tal vez”, dice el poema. Lo que invierte la desesperación de la nada en esperanza es la lucidez poética, llamada a desenmarañar las formulaciones enigmáticas del deseo en la palabra, a nombrar la raíz, la razón de todo exilio. De ahí el segundo movimiento de la secuencia, centrado en descifrar el porqué de la zozobra de la diosa. Así, la sufriente Ceres no habría sabido preservar a su hija del codicioso dios de los muertos por no haber sido capaz de hacer don “de la evidencia que nos da la vida”, de la “risa” —que no irrisión—, que es aceptación y participación en la vida. Nos remite aquí el poeta Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 149 - ISSN 1989-1709 a esa experiencia originaria y, a su juicio, decisiva, que atañe a la relación entre la madre y el hijo (como atestiguan sus estudios críticos sobre Nerval, Rimbaud o Des Forêts), en la que el niño nace al lenguaje, y en la que se decide el destino de aquél en su relación con el mundo. Mediatizada por la figura materna, esa relación podrá sustentarse sobre la confianza, la adhesión a lo que es, el deseo de presencia y de participación en la vida, o, por el contrario, quedar marcada por la duda y la desconfianza que lo deportan hacia un exilio. Exilio que vendrían a significar en el mito el rapto de Proserpina por el dios de los muertos, o la metamorfosis del niño en lagarto. Ceres sería por tanto culpable de no haber sabido preservar como madre la “divinidad” del niño. Y al mismo tiempo, el desciframiento poético del mito permite desentrañar una verdad existencial en la que el poeta se reconoce y que puede integrar en su propia existencia. La exploración poética del mito conduce a un esclarecimiento personal que atañe a su relación de filiación con su propia madre, evocada —por vez primera— en este mismo poema como “la evasiva presencia materna”, y le permite comprender la raíz de la carencia originaria que le habría llevado a desear ese “Vrai Lieu” ausente, siempre diferido en el horizonte de una incesante búsqueda vivida como exilio, que habrá constituido un influyente polo de atracción en su universo poético. La obsesión de ese lugar (“irreal”) perdido, que desvía al poeta de su verdadero cometido (el encuentro con lo “real”), es reconocida y asumida como “mito personal” enraizado en la relación materno-filial, como “legado” edípico, tal y como desvela explícitamente el fragmento IX. El sueño de retorno a la “casa natal” significa, por tanto, el “despertar” del sujeto poético a la carencia originaria que sostiene su búsqueda poética, determinada por la ambigüedad afectiva de la madre, asociada, en este mismo poema, a otra figura de la desposesión y el exilio, la Ruth de Keats, marcada por la nostalgia de la tierra natal perdida: IX Y entonces llegó un día en que escuché ese verso de Keats, extraordinario, la evocación de Ruth “when, sick for home, she stood in tears amid the alien corn”. Y de aquellas palabras no me era necesario penetrar el sentido porque ya estaba en mí desde la infancia, me bastó reconocerlo, y amarlo cuando volvió desde el fondo de mi vida. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 150 - ISSN 1989-1709 ¿Pues qué otra cosa pude recoger de la evasiva presencia materna sino su sentimiento de exilio y las lágrimas que enturbiaban aquella mirada al querer ver en las cosas de aquí el lugar perdido? Ceres deviene así figura emblemática de la madre en su relación con el hijo. Comprender la ambigüedad de Ceres es comprender —y redimir— la ambigüedad de la propia madre. El sueño de un despertar es, por tanto, el de la toma de conciencia de la carencia originaria y, de igual modo, el de una anamnesis de la conciencia poética reencontrada con su verdadero cometido, que consiste en reparar esa carencia en un ejercicio de memoria y de comprensión del que pueda decantarse una verdad que daría fundamento a nuestra vida, recordándole su objetivo y su finalidad. Conducida por la lucidez crítica, condición de la verdadera experiencia moral, la palabra poética está ahora en condiciones de reconocer y expresar el verdadero deseo humano que nos devuelve a la vida, que puede cambiar la incertidumbre en confianza, la ignorancia en reconocimiento y el deseo de posesión en deseo de participación: Y piedad para Ceres y no burla, encrucijadas en la noche profunda, gritos que llaman en las palabras, aun sin respuesta, palabra aun oscura mas que pueda por fin amar a Ceres que busca y sufre. Comprender poéticamente significa, por último, aceptar sin reservas la desgracia de Ceres en un acto de reconocimiento y de compromiso que es también una “devoción”. Y retomo la palabra que empleaba el poeta para calificar la mirada de Elsheimer cuando pintó a su diosa ambigua, para reconocerle, a pesar de todo, su belleza y su dignidad. Pues tal es el cometido último de una palabra poética que no habrá renunciado a un conocimiento moral y ontológico: comprender y redimir al otro en un acto de compasión que constituye el gesto más auténticamente humano de donación de sentido. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 151 - ISSN 1989-1709 Eneas en la narrativa de Michel Butor (Lourdes Carriedo) El “Nouveau Roman” y la reescritura de los mitos Consideraciones preliminares Como otros escritores del Nouveau Roman 1 , Michel Butor recrea en su obra, bajo el envoltorio narrativo propio de la modernidad experimental, unos relatos fabulosos y ejemplares que vienen a expresar, según sus propias palabras, “relaciones eternas y universales en medio del extraño mundo contemporáneo”. Esos relatos fundamentales protagonizados por personajes míticos se convierten así, de manera bastante explícita, en principios dinamizadores de las novelas de su primera etapa narrativa 2 . Tal es el caso de Teseo, el héroe ateniense que, unido a su inseparable decorado laberíntico, irradia el espacio mítico de L’Emploi du temps (1956), una novela que ya ha merecido interesantes estudios desde una perspectiva mitocrítica 3 . Tal es el caso también de Eneas, el héroe troyano ensalzado por Virgilio como fundador de Roma, que sustenta gran parte de la urdimbre mítica de La Modification 1 Con la perspectiva del tiempo, el Nouveau Roman aparece como una cesura en la historia del relato según el título de Francine Dugast-Portes (2001), que se produce a lo largo del tercer cuarto del siglo XX. En términos generales, los autores que pueden englobarse bajo esta etiqueta ciertamente reduccionista practican la libertad narrativa, regida por una decidida voluntad de subversión respecto a las estructuras novelescas tradicionales. Pero bajo esta envoltura de modernidad, varios miembros del mal considerado grupo, como Robbe-Grillet y Claude Simon, además de Butor, reescriben y readaptan mitos arcaicos, cuyo valor semiótico varía muchísimo de una obra a otra y de un autor a otro. 2 La primera etapa narrativa de Butor se compone de novelas en las que se ha producido una subversión de las formas tradicionales sin llegar a su completa desintegración. Passage de Milan (1954), L’Emploi du temps (1956), La Modification (1957) y, ya en la frontera, Degrés (1960), forman parte de lo que se ha denominado Romanesques I. 3 Son de reseñar, entre otros y por orden de publicación, los trabajos de Else Jogeneel (1988), Michel Butor et le pacte romanesque, José Corti; André Siganos (1993), Le Minotaure et son mythe, P.U.F.; Pierre Brunel (1995), L’Emploi du temps. Le texte et le labyrinthe, P.U.F. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 152 - ISSN 1989-1709 (1957). Es ésta una novela compleja y fragmentaria en la que se entrecruzan y confluyen numerosos relatos fundamentales, que la convierten, como veremos, en un auténtico “palimpsesto de carácter mítico” 4 . La modificación presenta, en efecto, un evidente intertexto virgiliano, a partir del cual quedó configurado el “mito literario” 5 de Eneas, pero es bueno recordar que éste, a su vez, fue el resultante de una encrucijada de hipotextos 6 homéricos que, por su parte, supieron absorber relatos míticos de orígenes remotos, como el de Orfeo y su bajada al Hades en busca de la bella Eurídice. Este encadenamiento o, mejor dicho, esta estratificación de narraciones míticas, resulta relativamente fácil de percibir en la novela de Butor por parte de un lector mínimamente conocedor de los textos clásicos fundacionales de la literatura europea 7 , un lector al que, además, se le lanzan algunos guiños, o pistas interpretativas, desde la propia acción narrativa. No es casual, por ejemplo, que el mecanismo rememorador de Delmont, el personaje principal de la novela, le haga remontarse, durante las primeras horas de su largo viaje en tren, a una tarde ociosa, en la cual, cómodamente instalado en su salón parisino, había escogido releer el libro VI de La Eneida y escuchar el Orfeo de Monteverdi. A lo largo de La modificación, Butor deja sutilmente entrever al lector el entramado de héroes míticos que cimientan el personaje de su ficción, mientras ésta se reduplica por medio de un relato especular 8 , o “puesta en abismo” que, en el caso concreto de esta novela, reenvía simbólicamente a una etapa de la gesta mítica de Eneas. Estos dos procedimientos literarios de reescritura o 4 Utilizamos el título de Gérard Genette en su estudio clave sobre los procesos de intertextualidad: Palimpsestes, Seuil, 1982. 5 Seguimos aquí la distinción que hace André Siganos en Le Minotaure et son mythe (1993) entre el “mito literario”, que nace a partir de una obra literaria concreta, y el mito “literarizado”, que actualiza en un texto relatos arcaicos preexistentes de origen remoto e ilocalizable. Interesa también, a este respecto, el estudio de Juan Herrero “El mito como intertexto: la reescritura de los mitos en las obras literarias” (2006). 6 Según la denominación de Gérard Genette, el “hipotexto” es el texto primero, o subyacente, en un proceso intertextual, mientras que el “hipertexto” corresponde al texto posterior que lo re-crea. 7 Es de señalar, a este respecto, el sugerente trabajo de Francisco García Jurado sobre El arte de leer. Antología latina en los autores del siglo XX (Madrid, Liceus, 2007), en el que, partiendo de una definición clara y operativa del concepto de “intertextualidad”, repasa sintéticamente el eco de numerosos autores latinos en la literatura europea contemporánea. 8 El relato especular, también llamado por L. Dallenbach (1977) mecanismo de “puesta en abismo”, supone la inclusión de un microrrelato en el interior del relato principal, con el que establece una relación simbólica, metadiscursiva o intertextual. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 153 - ISSN 1989-1709 intertextualidad 9 , y de “puesta en abismo” o narración especular, se hallan en la base de la escritura butoriana y se convierten, además, en dos poderosos mecanismos de inserción de substancia mítica. La modificación ofrece un ejemplo privilegiado de todo ello, al tiempo que plantea la función de este elemento mítico. Como demuestra Javier del Prado en “Du mythe à l’archéologie mythique” (1995), el poder de significación del mito resulta fluctuante, ya que depende, en el proceso de su reformulación literaria, no sólo de la estructura que lo acoge, sino también del momento en que aquélla se produce. Si bien el mito pone en escena, según Carlos García Gual (1997: 9), “actuaciones memorables y paradigmáticas de figuras extraordinarias —héroes y dioses― en un tiempo prestigioso y esencial”, como es el caso de la actuación de Eneas en el texto de Virgilio 10 , en la novela de Butor el personaje central, a través de su alter ego o reflejo especular en el microrrelato insertado, dista mucho de ser extraordinario; no actúa de manera memorable, sino de modo tremendamente pusilánime, y lo hace en un tiempo prosaico en el que la civilización dista mucho de esa ejemplaridad cultural y artística de la antigua Roma 11 . Es llamativo que, en La modificación, ese heroísmo que se desprende de las figuras irradiantes de Eneas (fundador de Roma) y, en menor medida, de Teseo (héroe ático, fundador de Atenas), figuras ambas politizadas y magnanimizadas en la literatura clásica, se revela imposible en este caso, al producirse una desmitificación sistemática de espacios y personajes. Del héroe mítico, Butor nos desplaza, a través del anodino Léon Delmont, al antihéroe de lo cotidiano, valiéndose de guiños intertextuales, juegos especulares, estructuras invertidas y desarrollos metadiscursivos. Sobre todo ello reflexionaremos en el presente trabajo, teniendo en 9 En términos generales, la intertextualidad supone la presencia, más o menos explícita, de un texto en otro (Genette, 1992). Dentro de los cinco campos intertextuales que distingue Marc Eigeldinger (1987:11), Butor desarrolla enormemente los campos literario, artístico y mítico; en menor medida, los campos bíblico y filosófico. 10 Virgilio matizó y personalizó el heroísmo rudo y sin ambages de los personajes homéricos, dándoles un perfil más humano. Eneas es, en un principio, un guerrero derrotado que huye de una Troya devastada, para convertirse luego en un héroe con misión trascendente, tanto política como religiosa. 11 Como demuestra Michel Leiris (1957), La modificación desarrolla un “mito romano”, a través de la magnificación de la historia política y artística de la “ciudad eterna”, metonimizada por Cécile, la amante italiana con la que Delmont sueña recuperar una nueva juventud. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 154 - ISSN 1989-1709 cuenta que el análisis de la arqueología mítica del texto, junto con el de la intertextualidad que lo sustenta y el del metadiscurso que lo vertebra, no responde sino a los diferentes niveles de su espesor paradigmático, o topografía textual, que se resuelven en el desarrollo actancial y lógicocronológico de su particular estructura narrativa. Ello supone la necesaria ubicación del análisis de la recreación mítica en el marco de una lectura temático-estructural de La modificación, que pasamos a esbozar muy sucintamente. 1. La modificación desde una perspectiva temático-estructural Según la formulación de Javier del Prado (1999), el tematismo estructural parte de la base de que en la dinámica sintagmática, que desarrolla una determinada anecdótica, se articulan varios niveles de significación que confieren al texto un espesor topográfico, o estratificación paradigmática. El paradigma comprende así varios niveles significantes que van desde la arqueología mítica o decorado mítico del texto ―ligado a las instancias del preconsciente―, a la disposición cultural del intertexto y conceptual del metadiscurso, pasando por las marcas enunciativas del yo que escribe o que habla, la ensoñación material del mundo que revela su expresión analógica, la descripción y creación del espacio de ficción que rigen las relaciones con el cosmos. El engarce de dicha articulación entre el eje vertical del paradigma y el desarrollo horizontal del sintagma, viene a resolverse por medio del campo temático, que ejerce de motor de la estructuración anecdótica y actancial del texto. En La modificación, el campo temático rector que permitirá el engarce de los niveles sintagmático y paradigmático del texto será, como anuncia el título, el de “la modificación” o rectificación, en función de la cual un personaje termina dando marcha atrás a sus proyectos iniciales, tras haber tomado conciencia de su situación y de sus limitaciones. Esta toma de conciencia, que implica también una revelación, sucede a una doble crisis, existencial y sentimental, sutilmente reflejada por el trenzado narrativo, reflexivo y descriptivo de la novela. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 155 - ISSN 1989-1709 La modificación se construye sobre una anecdótica aparentemente tradicional y manida; se trata de un viaje en tren París-Roma, que realiza un personaje, cuya identidad conocemos muy entrado el relato, Léon Delmont. Salvo en contadísimas ocasiones, Delmont permanece en el compartimento durante las 21 horas que dura el viaje, por lo que tenemos unas unidades aparentes de lugar, tiempo y acción, que se ven trascendidas por múltiples espacios e imágenes que manan de sus sensaciones, recuerdos y fantasías. Múltiples tiempos se superponen y alternan en el hilo central del relato. Delmont, quieto en su asiento, se entrega a una actividad mental desbordante, dada su gran capacidad de observación, rememoración y ensoñación, que le llevan a transitar por los caminos permanentemente bifurcados, y a veces también cortocircuitados, de su complejo espacio interior 12 . Ello condiciona su decisión final de no llevar a cabo el proyecto originario con el que subió al tren —abandonar a su mujer y la monótona vida familiar en París, para instalarse con su amante romana en París 13 ―, para invertir dicho plan casi por completo —seguir cohabitando con su mujer en París, y continuar encontrándose con su amante en Roma. A lo largo de la narración, el lector asiste al proceso de una conciencia en situación, pudiendo tomarse el término “proceso” en su doble sentido, cronológico y jurídico. Como se demostró en el artículo “Héroe pasivo y conciencia activa en La modificación” (Carriedo, 2000), el devenir del texto, que se construye de manera fragmentaria, corresponde a las diferentes etapas de instrucción, o autoinstrucción, de un juicio o acusación: el que lleva a cabo su propia conciencia. La dinámica actancial obedece, de este modo, a la transformación progresiva de la decisión de Delmont, a partir de una crisis que le hace experimentar un verdadero infierno personal, en estrecha correspondencia metonímica con el ambiente sofocante y recalentado del compartimento. El lector vive con el personaje, arrastrado por el poder performativo de la segunda 12 Un espacio interior ciertamente laberíntico que el héroe recorre extraviado, cual Teseo en el laberinto del Minotauro. En este caso, será la voz narrativa, de origen enunciativo incierto, pero tremendamente próxima a la voz de la conciencia, la que se convertirá en un peculiar hilo de Ariadna que le conducirá a la luz final. 13 Es precisamente esta voluntad de continuar viviendo en París lo que se revelará como un gran error, desde el momento en que Cécile, metonimia de la luz romana, no resulta trasplantable al escenario parisino. El radical cambio de vida requeriría, así pues, una imprescindible ruptura espacial. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 156 - ISSN 1989-1709 persona, un proceso de metamorfosis que conlleva un auténtico y revelador descensus ad inferos. El viaje de Delmont responde, así pues, al esquema iniciático de la transmutación del destino 14 . El nivel de la estructuración metafórica responde igualmente a un juego metamórfico por el que determinados objetos y personajes del entorno de Delmont son en un principio percibidos en su realidad fenomenológica (el entramado romboidal del suelo del vagón por el que sale la calefacción, por ejemplo) para ir adquiriendo, a través de una percepción deformada por el cansancio y el sueño, nuevos valores y resonancias a partir de significativas derivas imaginarias. Así, el suelo metálico del vagón conduce poco a poco a la recreación fantasmagórica de ese infierno en el que el largo viaje se acaba convirtiendo, en perfecta consonancia analógica con el decorado mítico que lo sustenta, y que, además, se reduplica gracias al relato especular que se engasta en el hilo narrativo principal. En efecto, a partir del comienzo de la tercera y última parte de la novela, una serie de siete microsegmentos se insertan entre la narración del viaje presente y la irrupción del pasado recobrado por la memoria hiperactiva de Delmont, para construir, a pesar de la intermitencia narrativa, un relato autónomo, con introducción, desarrollo y desenlace propios. Dichos fragmentos se engastan en el hilo principal por medio de bisagras que mantienen, tanto con el segmento anterior del microrrelato, como con la narración central, una ilación temática y recurrente. Se instaura así ese sistema de ecos y repeticiones, esa “prosodia generalizada” tan característica de la escritura butoriana. Existe una evidente correspondencia simbólica entre la aventura interior de Delmont y la de ese personaje anónimo que se convierte en un alter ego que absorbe, como veremos, una larga tradición mítica. Además, no parece casual que, simultáneamente al punto álgido de su crisis personal, Delmont comience a ensoñar la aventura fantasmagórica de un hombre perdido que avanza penosamente por un paisaje espectral. Esta aventura por el mundo de las sombras no es sino un relato especular experimentado por un doble en la ficción onírica, que se introduce abruptamente en el texto por medio de un 14 Este aspecto se desarrolla en la introducción a la versión castellana de La modificación que realizamos para la editorial Cátedra, en 1989. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 157 - ISSN 1989-1709 pronombre en tercera persona. Antes de ver cómo se establecen las correspondencias entre la narración principal y el microrrelato especular, y la relación de recreación y/o subversión que éste mantiene con el relato mítico virgiliano, parece oportuno recordar brevemente cuál ha sido el destino literario de Eneas, mito “literarizado” por Homero, y definitivamente elevado por Virgilio al rango de “mito literario”. 2. El destino literario de Eneas, héroe mítico La primera vez que Eneas aparece como personaje de una obra literaria es en la IIíada de Homero (s. IX a.C.), donde se recogen antiguas leyendas y queda configurado el escenario mítico primigenio. En la epopeya homérica, Eneas aparece como un valiente guerrero, fruto de la unión de la diosa Afrodita con el troyano Anquises, que logra escapar de Troya para exiliarse en el Lacio tras muchas peripecias, y fundar lo que luego sería la ciudad de Roma. Varios siglos más tarde, Virgilio (s. I a.C.) aprovecha esta figura literaria para imprimirle en su Eneida el sello de héroe político que cumple una misión trascendente dictada por la divinidad. El Eneas virgiliano será, en efecto, político y piadoso al tiempo, una figura de grandeza acorde con las expectativas del emperador Augusto, mecenas de la obra y deseoso de engrandecer su propio linaje por medio de un antepasado heroico. Eneas ofrecía un perfil mucho más adecuado para la glorificación de la dinastía Julia que el que proporcionaba Rómulo, cuyo fratricidio podía recordar el reciente asesinato político de Marco Antonio a manos de Octavio, futuro emperador Augusto. Desdeñando la leyenda de Rómulo y Remo 15 , Virgilio contribuye, así pues, a consolidar a Eneas como insigne fundador de Roma. En la Eneida, Virgilio adapta la materia homérica y la reescribe a modo de díptico en el que se absorben las dos obras del poeta épico griego. La Odisea le ofrece materia más que atractiva para los seis primeros cantos de su Eneida, mientras que la Ilíada se convierte en el substrato literario de los seis últimos. A 15 Rómulo consta en los textos de Tito Livio y de Plutarco como el fundador de Roma. Pero esta gesta, que cumple con los auspicios divinos, se realiza sobre la base del asesinato que él mismo comete contra la figura de su propio hermano. Esta fundación de la ciudad basada en un fratricidio condicionaría su difícil destino, que contempló muchas guerras civiles. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 158 - ISSN 1989-1709 lo largo de los primeros cantos, la Eneida relata la devastación de Troya por los aqueos y la huida precipitada de Eneas con su padre Anquises y su hijo Ascanio, a los que perderá por el camino. Las peripecias de esta huida retoman muchos elementos de la Odisea, incluyendo el descenso al mundo de ultratumba, que en aquélla había efectuado Ulises. La recreación de la catábasis órfica constituye un mitema ―o unidad narrativa mínima de significado mítico― central de ambos relatos. Sin embargo, como señala Carlos García Gual (1997), el tratamiento del mismo núcleo narrativo resulta significativamente diferente en ambos textos. Ulises en la obra homérica y Eneas en la obra virgiliana visitan el Hades con diferente intención. Mientras Ulises aspira a que el adivino Tiresias le indique cómo conseguir un “dulce regreso” a Ítaca, y éste le profetiza un camino de retorno largo y difícil, lleno de obstáculos, Eneas ansía reencontrarse con su padre Anquises, quien a su vez le anuncia un destino glorioso, íntimamente ligado al del pueblo romano. No deja de ser curioso que Anquises le cuente a Eneas la futura y gloriosa historia de Roma desde el reino de los Muertos, en un relato prospectivo plagado de elementos oníricos 16 . Por otra parte, mientras que en el canto XI de la Odisea, Ulises accede, casi sin preámbulos descriptivos, a la fosa del Erebo donde se congregan las almas de los difuntos, en la Eneida el tiempo de narración que se dedica a la entrada de Eneas en el Averno es mayor y mucho más detallada la descripción de los lugares fantasmagóricos que el héroe atraviesa antes de poder acceder al mundo de ultratumba gracias a la mágica rama dorada 17 que, a modo de salvoconducto, le proporciona la Sibila de Cumas. En su texto, Butor recupera elementos de ambos relatos míticos, para marcar la enorme distancia existente entre los héroes de aquéllos —Ulises y Eneas, respectivamente― y el personaje pusilánime del microrrelato intercalado que constituye el doble mítico de Delmont. En su personal 16 Es propio de los relatos iniciáticos que la revelación se efectúe tras una “muerte simbólica”, que con frecuencia se logra a través del sueño. Cf. Simone Vierne (1987). De hecho, el final del Libro VI de la Eneida se refiere explícitamente al “país del Sueño”. 17 Virgilio recoge la leyenda folclórica de la rama de oro, o rama dorada —ramus aureus―, que crece en un árbol ubicado en el centro de un frondoso bosque para ser ofrecida a Proserpina, reina del Hades. Sólo el elegido por los dioses podría hacerse con la rama y adquirir, gracias a ella, poderes sobre los seres infernales. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 159 - ISSN 1989-1709 catábasis, éste no se hace merecedor de ramo alguno; tampoco se le augurará la posibilidad de un regreso o de un destino glorioso por el cumplimiento de una misión heroica. En este caso, la revelación habrá de ser necesariamente de otro signo. 3. Relato especular e intertexto mítico. Eneas y Delmont: sus respectivos descensi ad inferos El microrrelato que se inserta fragmentariamente en el hilo narrativo central del viaje, al comienzo de la tercera parte de La modificación (capítulo 7), constituye el eje sobre el que pivota y gira la decisión de Léon Delmont. A medida que se alarga el tiempo del extenuante viaje, a medida que el viajero da vueltas a los recuerdos e impresiones de sus últimos años, y que reflexiona sobre sus planes inmediatos, la firmeza de sus intenciones primeras se desmorona para dar paso a la convicción de la imposibilidad de escapar de una situación viciada. La rumia interior de la que Delmont es incapaz de liberarse, amenaza con minar, a nivel psicológico, sus posibilidades de cambio vital y, a nivel simbólico, sus opciones de acceder definitivamente a una amante, Cécile, a la que ensueña como gloriosa y prometedora “puerta de Roma”. La inserción del microrrelato coincide con el momento en que el personaje comienza a dar marcha atrás en sus planes, y a concebir la idea de regresar a un hogar “inhóspito”. Ello le llevará, por una parte, a considerar lo erróneo de su proyecto inicial, por otra, a reconocer su propia incapacidad para dar un giro definitivo a una existencia tediosa e insatisfactoria. Delmont comienza entonces a proyectar, en unas divagaciones cada vez más delirantes, su propia desorientación existencial en el nivel imaginario de la escritura 18 , para conferirle después espesor significativo a través de ese mito, que el relato intercalado recrea de manera especular bajo la enunciación encubridora de la 18 Delmont traslada al plano imaginario de un libro que no habrá de leer, sino escribir, su propia situación de extravío: “en ese libro […] tiene que haber un hombre en dificultades que quisiera salvarse, un hombre que mientras recorre un trayecto se da cuenta de que el camino que ha tomado no conduce a donde pensaba, como si se hubiera perdido en un desierto, o en la selva, o en un bosque que se cierra tras él sin que pueda llegar ni siquiera a encontrar el camino que le ha llevado hasta allí, pues las ramas y lianas ocultan los rastros de su paso, la hierba ha vuelto a crecer y el viento ha borrado sus huellas sobre la arena” (Butor, 1988: 240). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 160 - ISSN 1989-1709 tercera persona. Los siete microsegmentos de los que se compone dicho relato intercalado responden a las diferentes etapas de un trayecto iniciático, en las que confluyen diferentes figuras míticas. Microsegmento 1 (Butor, 1989: 247-248). Descenso a la sima infernal Un personaje anónimo se arrastra por un paisaje crepuscular hasta llegar a una sima, en cuyo fondo mana con estruendo un torrente amenazador. La caída por la sima cobra tintes fantasmagóricos. Los elementos del paisaje reenvían a un doble plano. Por un lado, al plano del viaje físico de Delmont, dominado por el ruido del traqueteo del tren y la caída de la tarde 19 . Por otro, al plano de lo que se anuncia como doble intertexto mítico: el descenso de Ulises a la fosa del Erebo; el paisaje que atravesará Eneas en su bajada hacia el Averno, cuya descripción por parte de la Sibila de Cumas resume los componentes del paisaje que atraviesa el alter ego de Delmont y, al tiempo, trasunto de Eneas: Todo el trecho intermedio son boscajes, Y resbala el Cocito retorciendo En abrazo de muerte su onda negra (Virgilio, 2006: 326). Microsegmento 2 (Butor: 252-253). Llegada ante la cueva de la Sibila El personaje anónimo continúa su avance por un paisaje hostil, ya bañado por la luz de la luna —en consonancia con el anochecer del plano real del viaje―, y vadea un río de aguas turbulentas hasta que llega, trepando por unas rocas, “a la entrada de una cueva de donde sale con un silbido una fuerte corriente de aire” (253). Ha llegado ante la gruta de la Sibila de Cumas, cuya presencia se impondrá en el microsegmento siguiente. Es curioso cómo, en esta aproximación a la gruta, ubicada en el flanco de una peña, el personaje oye un fuerte silbido. La fonética misma de la palabra prepara ya, con su sibilancia, la aparición de la Sibila. Así, leemos en el texto virgiliano: El flanco enorme de peñón euboico 19 La luz del atardecer permite establecer la correspondencia entre el plano real del viaje y el plano del relato onírico; constituye la bisagra temática entre los dos hilos narrativos. Así, el final del primer microsegmento alude a ese atardecer “cuando la cinta del cielo se vuelve violeta”, mientras que el segmento siguiente, relativo al viaje real de Delmont, comienza con una alusión a esa luz que poco a poco se disuelve en sombras: “Esa gran mancha de sol que se había ido extendiendo lentamente frente a usted […] y que luego fue desapareciendo del compartimiento”. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 161 - ISSN 1989-1709 Se abre en un antro inmenso, al que dan paso Cien largas galerías con cien puertas: A través de ellas sale, en son de oráculo, La voz de la Sibila hecha cien voces (Virgilio: 321). Paralizado en el umbral de la gruta, el personaje huele a humo, y este olor a quemado constituirá la bisagra entre el segundo y el tercer microsegmento. Microsegmento 3 (Butor: 255-257). Encuentro con la Sibila El personaje errante se encuentra con una anciana 20 que, sosteniendo un gran libro, le recibe con un susurro de palabras, en un principio ininteligibles. El eco de las mismas se confunde con el eco del ruido que produce el silbato del tren cuando pasa por el túnel, de ahí la aclaración del paréntesis, que supone un nuevo cambio de planos narrativos: “(pero ese susurro considerablemente ampliado se convierte en un ruido parecido al que hace el tren en el túnel, de modo que resulta muy difícil entender lo que está diciendo)” (255). Los tres planos —el del viaje que realiza Delmont, el del relato fantasmagórico que ensueña en su estado de semiinconsciencia, el del relato mítico reescrito― se entrecruzan de manera sutil, formando un complejo entramado. En este microsegmento, los ecos virgilianos del heroísmo de Eneas se multiplican. Pero, en un momento dado, la dinámica magnificadora cambia de signo y aparecen subvertidos ciertos ecos, esta vez homéricos. Veamos cuáles son los elementos que se recuperan de cada hipotexto, y cuáles son sus respectivas funciones. Tanto en el hipotexto virgiliano como en el hipertexto butoriano, la anciana figura recibe a los personajes haciendo alusión a la dificultad del largo camino por ellos recorrido. En el texto virgiliano, a la rememoración de los peligros sorteados (“Oh tú que tantos riesgos en los mares has logrado evadir”, Virgilio: 315) sucede la predicción de otros múltiples peligros; de ahí el paréntesis especificativo que sigue a la frase anterior —“(y otros peores en tierra habrás 20 Según cuenta la leyenda, la Sibila de Cumas tenía el don de emitir profecías que le eran inspiradas por el dios Apolo. Éste le ofrece concederle un deseo, y la Sibila le pide vivir largo tiempo, pero se olvida de solicitar la eterna juventud, por lo que, con el paso de los años, se convierte en una anciana tremendamente consumida. Por ello se la representa siempre como tal, sosteniendo habitualmente uno de sus libros proféticos o sibilinos. Butor superpone esas imágenes con la de la anciana que Delmont percibe durante su viaje, que es precisamente la que constituirá el fundamento real de su ensoñación: “El empleado se cruza con una mujer de luto, una italiana encorvada y flaca como una Sibila de Cumas, como la anciana señora da Ponte”. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 162 - ISSN 1989-1709 de ver)”. En el texto de Butor, la Sibila resalta las penurias del camino, al tiempo que le inquiere acerca de los motivos que le han llevado a emprender semejante aventura. Al no obtener respuesta inmediata, le espeta esa pregunta-clave que reenvía directamente al texto de Virgilio. Reseñamos, por su interés, el párrafo entero: Estos bosques, esta selva estas piedras son agotadores, pero ahora tienes derecho a descansar un poco para escucharme, para hacerme esas preguntas que debes haber preparado larga y minuciosamente, porque nadie emprende un viaje como éste tan peligroso, si no tiene unas razones muy precisas, muy meditadas y de mucho peso […] ¿Por qué no me hablas? ¿Te imaginas que no sé que tú también vas en busca de tu padre para que te muestre el porvenir de tu raza? (255-256) Esta pregunta es, en efecto, la que proporciona la clave de la intertextualidad virgiliana, y reenvía directamente al héroe troyano quien, como se sabe, desciende al Mundo de los Muertos con la intención de reencontrarse con su padre. De él obtendrá la visión profética de un destino personal que alcanza valor nacional. Ante las indagadoras palabras de la Sibila de Cumas, Eneas pronuncia un discurso digno de su valor, al tiempo que le pide, con las palabras adecuadas y oportunas, que le permita acceder a la presencia en sombras de su padre: Cuando cesó la furia y se aquietaron Sus labios, dijo Eneas: “No suscitas, oh virgen, ante mí visión alguna de males no esperados; todos ellos no sólo los preví, sino que el alma les tengo ya ofrecida. Sólo aspiro a una gracia: ésta dicen que es la puerta hacia el rey infernal y el negro lago en que vuelca su flujo el Aqueronte: Oh, logre yo pasar a la presencia De mi padre querido, y el camino sé tú quien me lo muestres y me lo abras!… (Virgilio: 325). El discurso valeroso de Eneas continúa con el recuerdo de sus propias hazañas, que comprenden la huida de Troya devastada por los aqueos con su anciano padre a hombros, así como las hazañas de otros héroes míticos que fueron capaces de bajar al Averno y de salir de él: Orfeo, Pólux, Teseo y Alcides. Eneas se sirve de estos nombres para incrementar su capacidad de persuasión ante la Sibila, decidido como está a buscar a su padre por el reino de ultratumba. La Sibila, tras advertirle de la dificultad de regresar al mundo de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 163 - ISSN 1989-1709 los vivos, le indica la manera de acceder al Averno. Para ello ha de hacerse con la rama dorada, de hojas y tallo de oro, que crece de un árbol situado en medio del denso bosque. Guiado por dos palomas, Eneas conseguirá la rama y, una vez habiendo sepultado a Miseno, su compañero de armas recientemente muerto, podrá acceder al reino de las sombras, que recorrerá guiado y amparado por la Sibila. Si nos centramos en el microrrelato intercalado de La Modificación, la valentía del personaje virgiliano se torna en retraimiento y pusilanimidad, al tiempo que recupera la temática del regreso al hogar, aquélla precisamente que domina la dinámica actancial del Ulises homérico: […] no quiero nada, Sibila, tan sólo salir de aquí y regresar a casa, volver al camino que había emprendido; y puesto que hablas mi lengua, apiádate de mi sumisión, de mi incapacidad de honrarte, de pronunciar las palabras que convendrían y que originarían tu respuesta (Butor: 256). El héroe-antihéroe del relato butoriano invierte los términos del valor mostrado por sus antecesores míticos, Eneas y Ulises. Intimidado, pronto renuncia a sus proyectos iniciales, pretendiendo “volver a casa”, sin más, y se muestra, además, incapaz de construir un discurso convincente para que la Sibila le provea de los salvoconductos necesarios para acceder al inframundo 21 . Esta le niega la rama dorada que en el relato virgiliano sí se le había entregado a Eneas y que le habían servido de salvoconducto para atravesar la laguna Estigia en la barca de Caronte. En el microrrelato de Butor, la Sibila acusa al trasunto mítico de Delmont de “permanecer ajeno a sus propios deseos”, lo que supone un nuevo entrecruzamiento entre dos hilos narrativos, el del plano real de la situación de Delmont y el del plano imaginario y especular del relato que su conciencia gesta en duermevela. Llegados a este punto, cabe deducir que el personaje mítico de la Sibila funciona a nivel simbólico como la representación de la propia conciencia desdoblada del personaje. Esta conciencia se erige en juez y acusador, al tiempo que en reflejo especular de la terrible situación de desorientación y extravío de aquel. Ello explica también la alusión, en el 21 En La Eneida, la Sibila de Cumas acompaña a Eneas durante todo su recorrido por el Averno, intercediendo por él ante Caronte, y librándole del Can Cerbero. En el microrrelato de La modificación, la Sibila se limita a negarle la rama dorada, poniendo en duda la capacidad del personaje de salir por sí solo del reino de ultratumba. Sólo le da dos galletas horneadas, en recuerdo quizás de las laminillas que se utilizaban en los misterios órficos. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 164 - transcurso del mismo diálogo, a la “Guía azul de los descarriados”, cuya referencia muestra un doble alcance. Por un lado, aparece como reflejo imaginario de la “Carte bleue”, plano de carreteras muy conocido en la Francia de los años cincuenta y guía de conductores. Por otro, como alusión indirecta a la Guía de perplejos, también conocida como Guía de los descarriados, obra del filósofo Maimónides (1135-1204). En este sentido, el relato de Butor se convierte en una verdadera encrucijada de referencias intertextuales, en ese “caballo de Troya” que, para él, constituye toda novela. El tercer microsegmento se cierra con la alusión al fuego a punto de extinguirse de la hoguera de la Sibila. El héroe del microrrelato mítico reemprende su camino errante, recuperándose el escenario fantasmagórico del primer microsegmento: piedras que, según se pisan, se van convirtiendo en polvo, que se desprenden de las paredes para caer rodando al fondo de simas abisales. Microsegmento 4 (Butor: 260-261). Caronte y Cerbero El comienzo del cuarto microsegmento retoma en eco la frase final del anterior, con el mero cambio de tiempo verbal presente-pasado, lo que pone de relieve el transcurso del tiempo y el cambio de perspectiva narrativa. El “se vuelve a poner en marcha” pasa a ser en el microsegmento siguiente “se volvió a poner en marcha”, revitalizándose así el sistema de ecos que entreteje la narración butoriana, a base de anáforas y repeticiones. El intertexto virgiliano recobra fuerza a través de la figura de Caronte, el barquero infernal que, en La Eneida, acepta pasar a Eneas a la otra orilla de ese río “que dos veces nadie cruza”, allí donde aguarda Cerbero, el temible perro guardián de tres cabezas, encargado de dejar pasar sólo a los espíritus de los muertos, y a no dejar salir a nadie. A éste, la Sibila le adormece lanzándole un bollo “narcótico de miel, granos y drogas” (Virgilio: 332) para que Eneas pueda proseguir el viaje de ultratumba y reencontrarse con aquéllos que en su día fueron. El microrrelato butoriano recupera la figura de Caronte que aparece recurrentemente representada en los bajorrelieves atenienses. Esta figura de gran potencial iconográfico se describe aquí con mucha minucia, proporcionando el retrato terrorífico de un personaje cuyo germen literario Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 165 - ISSN 1989-1709 mítico resulta de una claridad meridiana. Al igual que el Caronte de La Eneida, el de Butor es un anciano escuálido de larga barba gris y ojos abrasadores, que empuña firmemente un largo varal en actitud amenazadora. La descripción en ambos textos resulta sorprendentemente próxima, mientras las palabras que pronuncia el barquero del microrrelato no dejan lugar a dudas: ¿A qué esperas? ¿Me oyes? ¿Quién eres? He venido para llevarte a la otra orilla. Ya veo que estás muerto; no tengas miedo de zozobrar, la barca no se hundirá con tu peso (Butor: 260). Si bien las fuentes míticas del microrrelato resultan claras, la fuente real de la deriva onírica de Delmont se detecta un poco más adelante. Dos son las pistas que permiten identificar al anciano —y así también ocurrirá con el Jano bifronte del microsegmento siguiente― como proyección imaginaria de los controladores que irrumpen en el compartimento. El entrecruzamiento de planos —real, imaginario y mítico― se perfila aquí por medio de la figura de analogía. La estruendosa voz del barquero resuena “como amplificada por uno de esos altavoces que se utilizan en las estaciones, aullándole al oído”, mientras pronuncia las palabras de resonancia mítica: “Tú querías ir a Roma, lo sé muy bien, te conozco; ya no puedes dar marcha atrás, te voy a llevar” (Butor: 261). El final del microsegmento hace confluir los dos planos de la enunciación (el del protagonista del microrrelato ensoñado, y el de Delmont, el viajero protagonista de La modificación) en el juego coordinado de los pronombres sujeto: “Luego (él) pasó por la Puerta Mayor y usted entró en Roma”. Ambas identidades no constituyen sino el producto de un yo desdoblado en busca de su verdad. Microsegmento 5 (Butor: 260-261). Progresión hasta la Puerta Mayor de Roma. Jano bifronte En el quinto microsegmento, que recupera el enigmático tema de las dos galletas entregadas por la Sibila, el anónimo protagonista continúa su peregrinaje. Tras haber encallado en las infectas orillas de la Estigia, pierde el conocimiento. Una pérdida de conciencia que puede equipararse a la “muerte simbólica” que requiere todo proceso de iniciación. Tras recuperar la conciencia, el infrahéroe llega a la Puerta Mayor de Roma, donde se encuentra con una figura de doble rostro, en recreación Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 166 - ISSN 1989-1709 imaginara del dios Jano bifronte. Este le vaticina con sorna que nunca podrá regresar a donde pretende 22 , pero al mismo tiempo le indica el camino de entrada a Roma. A Jano, dios romano de las puertas, símbolo de transición y cambio, se le representa con doble rostro, el uno mirando hacia atrás y el otro hacia adelante, por lo que puede sugerir la condición del tiempo presente, atrapado entre el pasado y el futuro. No es necesario decir que, en esos precisos momentos, Delmont atraviesa la frontera entre Francia e Italia, llegando, al tiempo, al momento crítico de su decisión. Recorrido geográfico, recorrido psicológico y ensoñación de carácter mítico alcanzan, así, una perfecta consonancia. Microsegmento 6 (Butor: 270-271). La loba Capitolina El sexto microsegmento retoma el tema de la “respiración del muro” que había cerrado el anterior. La figura metafórica que reenvía a esas paredes del tren, vibrantes por el traqueteo, introduce el plano real del viaje. En la deriva que éste produce en el personaje, cuya extenuación inclina al sueño y la alucinación, el aduanero cobra los rasgos de un nuevo Jano bifronte que le permite el acceso a la ciudad y le concede como guía a una loba de larga tradición mítica, aquella que amamantó a Rómulo y Remo. Pero no nos interesa tanto la introducción de ese nuevo elemento mítico, como la contestación que el personaje anónimo da a la fantasmagórica figura del aduanero. El arranque del discurso recuerda el texto virgiliano ―“he llegado hasta aquí entre tantos peligros y errores”―, pero da un giro inesperado a la dinámica prefigurada por los relatos míticos, para centrarse en lo que va a ser la nueva misión del héroe de Butor: la búsqueda del libro, no sólo de aquél que debería haber leído con detenimiento durante el viaje, ya que lo había comprado antes de subir al tren, sino también de aquél que habrá de escribirse con el contenido de su aventura. Es el momento preciso en el que la nueva misión heroica comienza tomar forma, una misión literaria que cobra relieve en el microsegmento 7. No es casual que, ahora sí, el héroe del relato intercalado pueda responder con firmeza a las preguntas que el aduanero le formula 22 El “no podrás volver jamás” que le espeta uno de los rostros recuerda el recibimiento que se le reserva a Dante ante las puertas del Infierno. La Divina Comedia es otro de los hipotextos explícitos del texto de Butor, sobre todo el primer libro dedicado al Infierno, que Dante recorre guiado por su maestro Virgilio. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 167 - acerca de su identidad y situación existencial —“¿Quién eres?”, “¿Dónde estás, qué haces, qué quieres?”―, preguntas que se han ido convirtiendo en leitmotiv del microrrelato, irradiando a la totalidad de la narración. La metamorfosis del infrahéroe se ha producido, y el discurso del personaje se encuentra ya muy lejos de aquel balbuceo con el que a duras penas había podido contestar a la Sibila: “He llegado hasta aquí tras tantos peligros y errores porque busco ese libro que perdí, que ni siquiera sabía que estaba en mi poder, porque ni siquiera me preocupé de leer el título” (1998: 270). Microsegmento 7 (Butor: 273-274): una nueva misión heroica Los hilos narrativos del viaje real de Delmont y del viaje onírico de “prégnance” mítica confluyen en este último microsegmento, que responde a la revelación que suele suceder al proceso iniciático. Tanto Delmont como su alter ego mítico del relato intercalado, descubren salidas inesperadas, fundamentalmente tangenciales, para un problema que, en realidad, queda sin resolver. En La modificación, Delmont reescribe, ensoñándola en su duermevela, la aventura de un nuevo Eneas venido a menos, en el que contempla su propio reflejo especular y antiheroico. Reescribe un “mito literario”, y no es casual que se recupere el episodio del descenso a los infiernos, al que se había dedicado prácticamente todo el Libro VI de La Eneida. Eneas desciende al Hades para vivir una aventura iniciática de la que saldrá fortalecido, una vez habiéndose encontrado con su padre y habiendo conocido su misión trascendente. Como sus modelos míticos, Delmont ensoñará especularmente su propio descensus ad inferos a través de un personaje gestado tanto por la imaginación y el sueño, como por el peso de sus lecturas. Terminará tomando conciencia de una nueva misión necesaria 23 , una revelación muy distinta de la que inicialmente había concebido, que no es ni heroica, ni política, ni sagrada, ni profesional, ni amorosa, sino literaria. Así pues, la aventura recupera ciertos elementos de relatos anteriores 23 Toda aventura iniciática culmina con una revelación o el acceso a un nuevo conocimiento. En el microrrelato especular, al igual que en La Eneida, el protagonista sortea numerosos peligros y supera determinadas pruebas que le llevan a una “muerte iniciática”, antes de resucitar a la vida. Cf. el estudio de Simone Vierne, Roman, rite, initiation, Presses Universitaires de Grenoble, 1973. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 168 - para transformarlos, subvirtiéndolos en ocasiones, e incorporarlos a una nueva realización estética en la que ejercerán un insospechado poder de irradiación. La sorpresa en La modificación es que esta nueva entidad ficcional no sólo la constituye el macrorrelato en el que se engasta el microrrelato especular, es decir, la novela que acabamos de leer, sino también la novela que el protagonista concibe escribir, como salida ciertamente terapéutica a una situación de desconcierto existencial. Esta futura novela es la que precisamente contiene ya en germen el microrrelato especular. 4. Desmitificación del héroe mítico. Mitificación de la escritura La recuperación del héroe mítico virgiliano por parte de Butor supone, como acabamos de ver, una reescritura de su función narrativa y una alteración de su función simbólica. La dinámica actancial de Eneas, a través de su trasunto Delmont, deriva hacia un antiheroísmo flagrante que, sin embargo, no excluye al final una revelación salvífica. La dinámica narrativa obedece a una transformación ―o “modificación”― de las intenciones iniciales del protagonista, así como al reconocimiento de una nueva misión trascendente, ya no de carácter épico, o político, o sagrado, sino de carácter literario. Si a nivel personal el cambio no parece posible, y, al final de ese viaje —que también es un trayecto interior—, Delmont concibe dejar las cosas como estaban (volver a París junto a Henriette, y mantener a Cécile en Roma, lo que implica continuar viviendo a caballo entre las dos ciudades, París y Roma), sí se produce un cambio sustancial a partir del descubrimiento de una futura misión de carácter literario. Ello contribuye a proporcionar al personaje una nueva perspectiva existencial, una nueva mirada sobre el mundo, sobre los demás y sobre sí mismo. La escritura aparece como salida airosa a una aventura personal que había desembocado en un callejón sin salida. El tema del libro perdido aparece desde el principio de la novela, y, de hecho, aparece como motivo recurrente al final de cada capítulo, pero hasta la última parte no se desvela su importancia. El libro que le sirve físicamente a Delmont para reservarse el asiento cuando sale del compartimento, y cuya lectura nunca llega a emprender, a pesar del aburrimiento de las horas muertas Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 169 - ISSN 1989-1709 del viaje, se convierte en anticipo metonímico de lo que será su futura misión: rellenar la forma vacía de ese volumen plasmando la aventura interior recién vivida, que es precisamente aquélla que el lector acaba de leer en La modificación. Situándose en la estela de lo que Marcel Proust había construido con inigualable destreza en À la recherche du temps perdu, la novela constituye así el relato de su propia génesis, la historia de una vocación de escritura que se presenta, al mismo tiempo, como actividad salvadora: “tengo que escribir un libro; ése sería el modo de colmar el vacío que se ha producido en mí” (1998: 310). En esa vocación literaria, el intertexto mítico aparece entonces con vistas a su subversión. La desmitificación del héroe mítico allana el camino a una mitificación de la escritura. Se sabe que Virgilio quiso destruir el libro al que había dedicado más de diez años de su vida, quizás porque considerase que contribuía demasiado a la propaganda augústea, o tal vez porque, como novela H. Broch 24 , pensase que la escritura no podía justificar por sí sola toda una vida. En pleno siglo XX, y una vez asimilada la experiencia proustiana, la escritura resulta susceptible de dar nuevas justificaciones a la existencia. Y con mayor razón a una vida tan anodina como la de Léon Delmont. En realidad, La modificación nos refleja la gestación de una vocación de escritura y, al tiempo, la constitución de la anecdótica con función simbólica de la misma. Trasunto del mítico Eneas, el personaje embrionario que protagoniza el microrrelato especular intercalado, resulta a su vez un alter ego antiheroico del personaje que se descubre a sí mismo, gracias al “proceso” del viaje, como futuro escritor. El microrrelato especular de carácter mítico propicia, así pues, un desarrollo metadiscursivo presente a lo largo de toda la novela, primero a través del tema de la lectura, luego a través del tema de la escritura, y la progresiva asunción de su función catártica de ambas. Delmont descubre que la única vía de solución —y quizás de salvación— a un conflicto que resulta incapaz de resolver por sí sólo, no es la de leer la historia supuestamente narrada por el libro que ha llevado entre manos sin llegar nunca a abrir, sino la de rellenar sus páginas en blanco con el relato de su propia aventura. La 24 Sobre ello fabula Hermann Broch en su novela La muerte de Virgilio (1946), desarrollando al tiempo una honda reflexión sobre la función de la literatura. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 170 - ISSN 1989-1709 escritura se revela, así, la mejor manera de responder a esas preguntas eternas que surcan La modificación a modo de leit-motiv — “¿Quién eres?, ¿A dónde vas?, ¿Qué buscas?, ¿A quién amas?”—, a algunas de las cuales Eneas habría podido responder sin titubeos, sobre todo tras esa aventura de ultratumba que tan fuertemente impregna los sueños del personaje de Butor. Referencias bibliográficas BRUNEL, Pierre (1995). L’Emploi du temps. Le texte et le labyrinthe. Paris: P.U.F. — (1992). Mythocritique. Théorie et parcours. Paris: P.U.F. BUTOR, Michel (1956). L’Emploi du temps. Paris: Gallimard. — (1957). La Modification. Paris: Minuit. — (1969). Essais sur le roman. Paris: Gallimard. — (1989). 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Resumen El autor intenta acercarse, desde el análisis y la praxis mitocrítica, a una singular versión (o subversión) del mito de Orfeo y Eurídice en el relato Manuscrito hallado en un bolsillo, del escritor argentino Julio Cortázar. En estas páginas se esbozan algunas constantes o mitemas del relato, las funciones, temas y motivos órficos. Se comprueba si esos mitemas están presentes, latentes o han sido transformados por Cortázar. Se intentan señalar, además, las causas y efectos de esas posibles presencias, ausencias o modificaciones. 1. En torno a Orfeo, Eurídice, Cortázar y la mitocrítica Este artículo versa sobre el mito de Orfeo y Eurídice desde la singular óptica de Cortázar, pero antes de entrar de lleno en el tema debemos revisar la elusiva definición de mito y lo que se escribió en torno a lo mítico. Partiremos de ciertas teorías de críticos y autores que han desentrañado éste y otros mitos. Para la noción de mito y de varios rasgos de lo mítico, asumimos muchas de las afirmaciones defendidas por Mircea Eliade en su libro Aspectos del mito (2000). Afirma que un mito es, en esencia, un relato. Ahora bien, parte de los rasgos del mito para llegar a ideas más trascendentes, a estructuras cuyo alcance escapa a lo meramente textual o literario, ya que el autor rumano Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 172 - ISSN 1989-1709 profundiza con destreza única en campos como la antropología, la etnología, el folklore, la filosofía o la historia de las religiones. Muchas de sus ideas más brillantes rebasan el tema de este análisis. En la obra de Eliade están las nociones de los ritos primordiales o fundacionales de las culturas, del viaje iniciático (la quête) como paso a una dimensión más profunda. Más adelante, el lector podrá comprobar que estas ideas son utilísimas y aquí las usaremos para captar con plenitud el mito de Orfeo y Eurídice 1 . Completando los estudios de Eliade y otros, Claude Lévi-Strauss publicó en 1969 su excelente Antropología estructural. En ella, el autor nos brinda páginas dignas de ser citadas. Son aquéllas que recogen argumentos tan fértiles como los siguientes: la poligénesis de los mitos (1969: 188); la definición del arquetipo, en la estela de Jung, pero con el sorprendente descubrimiento de que lo que más se parece a un mito es una ideología política (189); la idea de mito como lenguaje, no sólo como relato, usando las dicotomías entre lengua y habla, propias del más puro estructuralismo saussuriano (190); por último, quizá su mejor contribución es la noción de mitema, como estructura sintáctico-semántica o unidad mínima de significado mítico, inserta en el decurso de un sintagma, de una oración, de un relato oral o de todo texto literario. Éstas son algunas de las mejores ideas del libro de LéviStrauss, en cuanto a lo que a nuestro estudio se refiere 2 . Uno de los fundadores de la mitocrítica, pero no el único ni el primero, ha sido Gilbert Durand. Ha escrito un volumen de gran alcance en lo que respecta al mito, Les Structures Anthropologiques de l’Imaginaire (1960, 1981), especialmente atractivo para el análisis del mito de Orfeo: ofrece ideas tan seductoras como la de los regímenes de lo diurno o postural, lo nocturno o 1 M. Eliade, Aspectos del mito, Barcelona: Paidós, 2000 (Aspects du mythe, 1963, París: Gallimard). Hay otras obras de Eliade que nos gustaría citar, como por ejemplo, su estudio sobre la religión europea y más en concreto la de los dacios, es decir, de los antiguos rumanos, de su dios, Zalmoxis, y sus ritos. Al respecto, vid. De Zalmoxis à Gengis-Khan. Études comparatives sur les religions et le folklore de la Dacie et de l’Europe Orientale: París, en especial, pp. 31-80; Historia de las creencias y de las ideas religiosas. Tomo II: De Gautama Buda al triunfo del cristianismo, Madrid: Cristiandad, 1979; Tratado de historia de las religiones. Morfología y dinámica de lo sagrado, Madrid: Cristiandad, 1981 (Traité d’histoire des religions, París: Payot, 1949). 2 Antropología estructural, Buenos Aires: Eudeba, 1969. En especial, las páginas del capítulo XI, referidas a la “La estructura de los mitos” (186-210). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 173 - ISSN 1989-1709 digestivo y el Eros, o régimen de lo erótico 3 . Estos tres ejes son una buena síntesis del mito, como veremos luego. Acogemos de esta obra otro argumento muy sugestivo: el del estado de latencia de los mitos 4 . Volveremos sobre éstas y otras ideas al hablar de Orfeo en Cortázar, porque son importantes para nuestro análisis. No obstante, no quisiéramos cerrar este breve apartado introductorio sin hacer alguna referencia a otras obras. En el diccionario de mitología de P. Grimal 5 se lee un buen resumen del mito. Es muy interesante leer la voz “Orfismo y pitagorismo” del Diccionario de las religiones, dirigido por el cardenal Paul Poupard 6 . También merece una mención el completo estudio de Robert Graves (2005), en el que se basa parte de este artículo 7 . Sería igualmente injusto dejar de anotar el volumen más citado por los estudiosos de Orfeo, el orfismo y el esoterismo órfico: nos referimos al libro de W.K.C. Guthrie 8 . Los ensayos mitocríticos de Pierre Brunel 9 son de gran utilidad; actualizan en buena medida el trabajo de Léon Céllier sobre la epopeya francesa del humanitarismo en la Europa romántica 10 . C.M. Bowra escribió sobre la importancia de la imaginación en el Romanticismo inglés y, tangencialmente, en el europeo. Insiste en la imaginación romántica como alma del Romanticismo, como uno de los puntos esenciales en los que 3 G. Durand, Les Structures anthropologiques de l’imaginaire. Introduction à l’archétypologie générale, París: Bordas, 1981. Este libro es de 1960. Pero eso sería bueno y aconsejable añadir aquí alguna de las obras de Jean-Pierre Richard, como Littérature et sensation, prefacio de G. Poulet, París: Seuil, 1954; L’Univers imaginaire de Mallarmé, París: Seuil, 1961; Poésie et profondeur, Paris: Seuil, 1976, etc. El conocimiento y disfrute de la obra de J.P. Richard se lo debo al profesor Javier del Prado. Mi gratitud para él y sus estudios sobre narrativa, tematismo y “arqueología mitocrítica”. 4 G. Durand, De la mitocrítica al mitoanálisis. Figuras míticas y aspectos de la obra, Barcelona: Ánthropos / México: U.A.M.-Iztapalapa, 1993. Sobre todo las páginas que se refieren a “Los mitos y símbolos de la intimidad en el siglo XIX” (pp. 247-270) y a la “Conclusión: metodología, mitocrítica y mitoanálisis” (pp. 341-358). 5 Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona: Paidós, 1982. 6 Barcelona: Herder, 1987, pp. 1328-1330. 7 Los mitos griegos, Madrid: RBA, 2005. Esta gran obra, usada por tantos mitólogos y mitógrafos modernos, se titula, en el original inglés, The Greek Myths; fue publicada en 1955, en dos volúmenes, Penguin Books. 8 Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “movimiento órfico”, Madrid: Siruela, 2003; libro inicialmente publicado en 1934 y ampliamente revisado en 1952. 9 Mythocritique. Théorie et parcours, París: Presses Universitaires de France, 1992. Contiene un precioso y para mí valiosísimo excurso sobre Orfeo en su relación con Hugo y el Romanticismo francés y europeo. 10 L’Épopée humanitaire et les grands mythes romantiques, París: SEDES, 1971. Inicialmente publicado como L’Épopée romantique, 1954, París: P.U.F. Dedica especial atención al Orfeo del poeta y erudito P.S. Ballanche, tal vez el más raro y profundo de cuantos se hayan escrito. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 174 - ISSN 1989-1709 basa su análisis de la poesía de autores como William Blake, P.B. Shelley (autor de un hermoso Orpheus) o de Algernon Swinburne, entre otros poetas 11 . Carlos García Gual, en su libro Mitos, viajes, héroes, nos resume esta historia mítica con palabras que merecen ser reproducidas: “Figura extraña y fascinante como ninguna otra es la del mítico Orfeo, el cantor tracio que, al son de su lira y por la melodiosa magia de sus tonadas, hacía andar a los árboles, detenía el soplar de los vientos, conmovía las duras peñas, convocaba unánimes y mansas a las fieras del bosque, y, fiado en su poderosa música, bajó al mundo de los muertos para rescatar, sin otras armas que el hechizo poético de sus cantos, a su mujer, Eurídice. Esa figura ha ejercido una seducción singular en la tradición mítica y en la literatura occidental, desde las primeras menciones en los poetas arcaicos griegos hasta nuestros días” 12 . Por otra parte, José Alsina Clota 13 hace un buen análisis de los mitos de Prometeo y de Orfeo. Charles Segal 14 , en un gran trabajo, lee el mito desde un triángulo: el formado por arte, amor y muerte. En la estela de Guthrie, Reynal Sorel 15 se acerca a la intrahistoria de Orfeo y del orfismo, abordando esa faceta esotérica que aquí sólo podemos bosquejar. Hay una actual y buena recopilación de textos clásicos sobre Orfeo recogida en el libro de Annick Béague 16 . El más reciente acercamiento al mito, desde la óptica de Víctor Hugo, está en un artículo de Ludmila Charles-Wurtz 17 . Por último, para el relato concreto de Julio Cortázar, tema de este trabajo, hay que tener muy presentes dos obras que el narrador argentino había leído e influyeron en sus ficciones: el clásico Homo ludens, de Huizinga (1938) y, sobre todo, la Teoría de los juegos, de Roger Caillois (1958), sobre el juego y lo lúdico como formador de la personalidad del ser humano. En fin, hemos leído con atención el libro de J. Alazraki (1994) sobre Cortázar y la introducción de 11 La imaginación romántica, Madrid: Taurus, 1972. Ed. inglesa: 1969, Oxford University Press. 12 Madrid: Taurus, 1981, p. 26. Problemas y métodos de la literatura, Madrid: Espasa-Calpe, 1984. 14 Orpheus. The Myth of the Poet, Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1989. 15 Orphée et l’orphisme, París: P.U.F., 1995. 16 Les visages d’Orphée, Annick Béague et al. (coords.), Villeneuve d’Asq: Presses Universitaires du Septentrion, 1998. 17 “L’éblouissant est ébloui: une réécriture du mythe d’Orphée”, Université de Tours: 2007. 13 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 175 - ISSN 1989-1709 Andrés Amorós a su edición (1984) de Rayuela 18 . 2. Constantes o mitemas en el mito de Orfeo y Eurídice Por sorprendente que parezca, hay versiones del mito en las que Orfeo logra derrotar a la muerte, pero no a su destino final: salva a Eurídice y viven felices, pero muere despedazado por las bacantes. En la mayoría, Orfeo es derrotado por el olvido y la muerte. Le pudo la soberbia de creerse el mejor poeta de Tracia, hijo de la Memoria, de Calíope, pero olvidó lo más importante: que, tras subir del Infierno, no debía mirar a su esposa; se olvidó de ella. En la introducción hemos visto la definición de mitema, en la que seguimos las obras de Lévi-Strauss y Durand. Sabemos que los mitemas son las “unidades mínimas del lenguaje que contienen un mínimo significado mítico”. Al tratar de mitemas o constantes míticas, entendidas como las líneas sintagmático-paradigmáticas o vectores que recorren cualquier manifestación poética del mito, debemos anotar primeramente todos los mitemas que son esenciales para abordar nuestra lectura de Orfeo en Cortázar. Nos limitaremos a ocho mitemas imprescindibles o básicos en la estructuración de las versiones del mito: 1) La identidad de Orfeo: cantor, músico, profeta y mago. 2) La identidad de Eurídice y la unión de Orfeo con ella. 3) Muerte de Eurídice y las consecuencias de su pérdida o ausencia. 4) Catábasis o descenso a los infiernos. 5) Suspensión o encanto mágico. 6) La ley de Hades y su condición. 7) Ascenso al exterior, ruptura de la ley de Hades. 8) Pérdida de Eurídice y desolación de Orfeo: muerte y destino de los amantes. Explicamos qué significan o simbolizan cada uno de estos ocho mitemas 18 R. Caillois, Teoría de los juegos, Barcelona, 1958; vid. p. 160 y ss; J. Alazraki, Hacia Cortázar: aproximaciones a su obra, Barcelona: Ánthropos, 1994; J. Cortázar, Rayuela, Andrés Amorós (ed.), Madrid: Cátedra, 1984; esta edición es realmente admirable, por muchas razones, y entrañable: a D. Andrés Amorós, nuestra gratitud y la seguridad de que, aunque J. Cortázar no pudiera verla terminada, “ya la había leído y seguro que antes de leerla le habrá gustado ya”. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 176 - ISSN 1989-1709 básicos: 1) Mircea Eliade llama “chamán” a Orfeo, es decir, encantador, mago, invocador de los espíritus de los muertos. Los rasgos de la identidad de Orfeo simbolizan, al mismo tiempo, lo apolíneo y lo dionisíaco, lo solar y lo lunar, memoria y olvido: el régimen de lo diurno o postural domina sobre lo nocturno: horizontalidad. 2) Esa relación (matrimonial para los autores latinos y para algunos, como los españoles Lope y Calderón) es expresión del régimen del Eros o de la intimidad. 3) Las consecuencias de la trágica perdida de Eurídice son la lamentación de Orfeo y la motivación de su célebre viaje o descenso al infierno. Es su primera separación. 4) La muerte de Eurídice lleva a la catábasis de Orfeo. En ella se refleja, en parte, lo que Durand llama régimen de lo nocturno o digestivo, que domina sobre lo diurno: eje de la verticalidad, predominante en Orfeo. 5) En el Hades queda demostrado el poder seductor y encantador de Orfeo, por medio de lo que hemos llamado “función órfica”. Esta función, explícita en los rasgos identitarios del Orfeo poeta o creador, del Orfeo músico, mago y profeta, aparecerá o será contada por los poetas de la Antigüedad, emulada por los renacentistas y, en un arrebato de originalidad, intentará ser superada por los románticos, siendo luego más valorada y puesta en tela de juicio por los autores de la Posmodernidad. 6) La aceptación de la ley de Hades supone su cumplimiento por parte de los amantes, pero como Orfeo incumple esa norma, debe ser castigado. 7) Al completar su ascenso, Orfeo incumple la condición del dios infernal y se le castiga con la desaparición o evaporación del alma de Eurídice. El quebrantamiento de las normas hace que el destino se vengue de los amantes; es, tal vez, el mitema básico de esta historia, junto con el de la catábasis. Segunda muerte de ella y segunda separación de los amantes. 8) Este mitema se subdivide en dos: castigo y muerte violenta de Orfeo, y destino feliz de los amantes. La muerte de ella provoca que él no se relacione con otras mujeres, desprecie la vida social, y por ello se vea de nuevo condenado a una dolorosa expiación por haber roto las normas: muere Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 177 - ISSN 1989-1709 despedazado por las bacantes. La pareja se vuelve a unir, ambos ya redimidos de sus culpas y ajenos a los males del mundo. Según algunas versiones, como la de Ovidio, reposan en el cielo pagano: en los Campos Elíseos. 2.1. Orfeo, poeta, músico, mago y profeta Se refiere a la propia identidad del poeta, a su proteico o polifacético ser, como poeta, músico y profeta. La Antigüedad nos dio de él una imagen de seductor, mago que adivina el futuro y encanta a animales, hombres y dioses, pero los atributos que más repite la iconografía de todas las épocas son la tiara y la lira. El primero lo asimila simbólicamente a reyes o dioses como Asur, o Brahma; el segundo (a veces, en lugar de lira, toca un arpa o una cítara) lo asemeja a reyes y dioses como Anfión, Apolo o Eros. La tiara de rey le viene de su linaje, pues Orfeo era hijo, según la tradición mitográfica que se tome, o bien de Apolo, o bien del rey tracio Egeo. Si por nacimiento es príncipe, hijo del rey Egeo, en su muerte debe ser considerado como un dios 19 . Por otra parte, según la versión, se le hace hijo de la musa Calíope, la Inspiración, o de Mnemosine, la Memoria, lo que lo convierte en hijo de la Luz (Apolo) o del fluir vital (Egeo-rey fluvial), de la Inspiración (musa Calíope) o la Memoria (diosa Mnemosine) 20 . No obstante, para delimitar plenamente la personalidad de este rey-semidiós mítico, faltaría, cuando menos, un último y esencial elemento: su relación con el héroe Jasón y el dios Baco, o Dionisos. La relación con Jasón (en la aventura de los Argonautas) ha sido muy bien estudiada por García Gual (1981); en cuanto al carácter dionisíaco de Orfeo, lo encontramos en dos momentos de sus viajes y obras —vid. Ruiz de Elvira 21 . Según los mitógrafos antiguos, el cantor tracio habría sido iniciado en los misterios del esoterismo por el propio Dionisos o en un viaje a Egipto. Por adorar a Apolo y ofender a Baco fue despedazado por las basárides o bacantes, mujeres del culto a Baco. 19 James George Frazer, La Rama Dorada, México-Madrid : FCE, 1984, p. 435: “…la fábula del tracio Orfeo, que fue destrozado miembro a miembro por las bacantes (como Dionisos), nos parece indicar que también pereció en el carácter de Dios” [Esta sugerente y clásica obra es de 1922 y fue inicialmente publicada con el título de The Golden Bough]. 20 José Luis Morales Martín, Diccionario de Iconología y Simbología, Madrid : Taurus, 1984 (Reimpr. 1986); vid. la voz “Orfeo”, pp. 248-249. Los atributos de Orfeo (la lira y la tiara) están recogidos al final de esta obra. 21 Antonio Ruiz de Elvira, Mitología Clásica, Madrid : Gredos, 1982; en especial, pp. 45, 82, 95 y 275. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 178 - ISSN 1989-1709 Graves (2005: 128) ofrece ésta y otras explicaciones sobre la muerte de Orfeo: su condena a la promiscuidad de las Ménades para luego predicar el amor homosexual o la pederastia, lo que originaría también la cólera contra él de la diosa Afrodita. No podemos detenernos aquí, pero es necesario que anotemos esas dicotomías ya descritas en las obras de F. Nietzsche: lo apolíneo — diurno, inspirado y solar— frente a lo dionisíaco —nocturno, mistérico, lunar— en la figura de Orfeo son rasgos que recorren su vida, sus obras, su muerte, igual que en la obra poética de Mihai Eminuescu. De nuevo, Graves (129) apunta que, cuando el héroe fue desmembrado, sus restos se esparcieron por las aguas de ríos y mares (Orfeo es también un héroe-rey-dios “río” o de la naturaleza): la cabeza fue a parar al santuario de Dionisos, lugar de culto al dios de los sentidos (lo que indicaría que, pese a su nacimiento apolíneo, su cabeza fue a parar al centro de culto de Baco, y que era o había sido director de ritos dionisíacos), mientras que su lira (valga decir sus cantos, su melodiosa voz, las dos cuerdas que añadió a las siete de la cítara tradicional para con ello homenajear a las nueve musas, su madre entre ellas) sería llevada al santuario de Apolo, dios del intelecto, la luz, la razón y la poesía. 2.2. Encuentro y unión de Orfeo con Eurídice Del personaje de Eurídice hay menos referencias literarias, sean mitológicas o mitográficas; nos hablan de su relación amorosa con Orfeo, de su muerte y del ascenso de ambos desde el submundo infernal. Ese aparente descuido se ha de achacar no a los estudiosos, sino al propio mito, pues esta “antigua leyenda”, según la denominación de L. Gil (1976), siempre se ha leído focalizando la atención en Orfeo. De Eurídice sabemos poco: que era llamada Agríope; que era una ninfa de río, una dríade; que se casó con el músico tracio y un día, cerca de Tempe, en el valle del río Peneo, se encontró con Aristeo, el cual quiso violarla y, en su desesperada huida, aquella ninfa de río pisó una serpiente, lo que le produjo una muerte casi instantánea, a causa de la mordedura. Esto resume lo que mitólogos como Ruiz de Elvira (1982: 95) o Graves (2005: 127) anotan de la unión entre Eurídice y Orfeo, interrumpida por el loco amor de Aristeo (sobre éste, vid. Virgilio, Geórgicas, IV, 453 y ss., y Ovidio, Metamorfosis, lib. X, 8 y ss.). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 179 - ISSN 1989-1709 2.3. Separación La muerte de Eurídice provocó una tremenda desolación en Orfeo. A tal punto que, sin apenas solución de continuidad, los lamentos del poeta fueron seguidos de su decidida búsqueda del alma de su amada en los reinos de Hades o Plutón: bajó a sus dominios infernales, cruzó los desiertos y los ríos del Infierno. 2.4. Descenso al Averno (Catábasis) Mircea Eliade ha sido, en nuestra opinión, quien mejor y más hondamente ha escrito sobre este auténtico misterio del orfismo, su descenso a los mundos inferiores, por lo que toda repetición por nuestra parte sobra. Es interesante recordar que Eliade habla de “viaje” en sentido general y que usa el término “rito”, más preciso al tratarse de una religión como la órfica. Habla, en concreto, de “ritos primordiales”, de “ritos de paso” y de “transmigración de las almas” como algunos de los rasgos propios del orfismo anterior a Homero. Remito a las obras sobre historia de las religiones escritas por el sabio rumano, parte de las cuales se han citado ya (nota 1). Sobre la “Katábasis”, Carlos García Gual, en su estudio de 1981, ha escrito páginas inmejorables en lo que él llama “viaje al más allá”. Al referirnos a nuestro tema en clave mitocrítica, hemos de apuntar que la referencia al mundo inferior, en los términos de Durand (1981: 232 y ss.), es aquélla en la que domina el régimen de lo nocturno o digestivo. Lo peculiar del mito de Orfeo no es su viaje, o no es el viaje en sí: otros reyes y héroes de la Antigüedad hicieron ese mismo trayecto a lo inferior, como el babilónico Gilgamesh; o los griegos Teseo, Hércules, Eneas; o el Dios cristiano, Jesús, entendido aquí como héroe de una Sagrada Escritura, la más cercana a nuestra civilización; o el danés Ogier; también otros, como san Brendán o san Patricio, en sus viajes a un lugar sin tiempo, al Purgatorio; Dante, en viaje metafórico, en su Commedia; el Väinämöinen del Kalebala, etc. No, lo propio del tracio Orfeo parece ser ese intento suyo de recuperación de la amada a través, no de la palabra, sino de la música y el canto: esto es a lo que llamamos “suspensión o encanto mágico”, término que, en clave mitocrítica, acuñaremos de aquí en adelante bajo la denominación de “función órfica”. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 180 - ISSN 1989-1709 2.5. Suspensión mágica. Petición Orfeo “encanta a los monstruos del Infierno” e incluso al propio dios Hades, al que pide la resurrección de Eurídice. Antes, según el mitógrafo o la versión literaria de que tratemos, ha debido pasar por ciertas pruebas y sortear peligros. En presencia de Hades, logra lo que parecía imposible: el rey infernal accede a su petición. La propia esposa de Hades, Proserpina, se halla impresionada por la voz mágica y la música encantadora del príncipe tracio. Ambos acceden a su petición y le entregan a Eurídice. En ese instante y, dado que los tormentos del Infierno se han visto suspendidos momentáneamente, Tántalo puede escuchar a Orfeo mientras come o bebe, e incluso Sísifo no sube ya su roca, ni las Danaides tienen que llenar los insondables cántaros. Es la magia seductora de Orfeo: suspende los castigos de Dite. Esa escena ha sido pintada, esculpida o musicada por maestros como Rubens, P. Fris, Rodin, Monteverdi o Glück. 2.6. Condición de Hades El dios Plutón o Hades impone a los amantes, a Orfeo sobre todo, una sola pero esencial condición: que no mire atrás. Ya Orfeo sube triunfante por los riscos y escarpadas montañas que separan el horrendo mundo de los muertos, ese reino inferior (vertical, nocturno, oscuro) tan distinto del exterior (horizontal, diurno, solar), para que Eurídice y él puedan volver a amarse (Eros, régimen de la intimidad erótica). Dante Alighieri supo resumir esos tres reinos en su Commedia: Inferno, Purgatorio y Paradiso, y aunque coloca la figura mítica de Orfeo en el Infierno, él mismo puede ser visto como un “Orfeo cristiano” en pos de su Eurídice (o su Beatrice). En la condición de Hades, o más bien en su incumplimiento, vemos un reflejo del poder del destino, del fatum romano, del hado. La simbología (no mirar atrás) nos remite también al origen del héroe, pero nos ofrece esta paradoja: que Orfeo, hijo de la inspiración y de la memoria, olvida esa simple condición del dios infernal y pierde a Eurídice por mirar al pasado, por su soberbia o su cobardía. 2.7. Ascenso, incumplimiento de la condición y pérdida de Eurídice Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 181 - ISSN 1989-1709 Con el ascenso al exterior, Orfeo casi ha completado su viaje (ya escribí que algunas versiones nos lo retratan como triunfante de su periplo por el Tártaro y salvador de Eurídice; Ovidio casi se adhiere a esta idea, pero sólo en el final de su fabulación del mito en las Metamorfosis, lib. X y XI). Orfeo, en la mayoría de las versiones, sea por razones literarias o no, vitales o no (la ansiedad por besar a su amada o su soberbia de poeta y cantor egocéntrico), rompe la condición de Hades (el Fatum, el destino), mira a su amada y ésta se desvanece. Esa ruptura de las reglas impuestas, ese incumplimiento de la noma establecida por el dios infernal, ese instante supremo e irrepetible, constituye una de las páginas más memorables de la historia de la literatura y en ella, sin duda, la cota más alta la alcanzó Virgilio, no sólo en las Geórgicas, sino también al describir los reinos inferiores en su inmortal Eneida 22 . 2.8. Destino final y muerte de Orfeo Orfeo ha sido vencido, pero no del todo… Si de una película se tratase, podríamos oír las carcajadas de los dioses, de Hades y Proserpina: el fracaso del héroe parece haberse consumado. Sabemos que Eurídice se desvanece cual fantasma y regresa al Infierno; el héroe, totalmente desolado, parece no asumir su fracaso y se ocupa de otros menesteres. Al final, tras tantos viajes y misterios esotéricos, el rey-río, el héroe-mago, el músico tracio muere despedazado por las bacantes. Su muerte le hace ser una divinidad. Orfeo, rey y dios, reposa junto a Eurídice en el lugar más placentero de la mitología griega: en los elevados y gozosos Campos Elíseos. 3. Análisis temático y narratológico “Manuscrito hallado en un bolsillo” (Mhb, en adelante) pertenece al grupo de cuentos que Cortázar designó bajo el significativo nombre de Ritos. En la intrahistoria del cuento está Rayuela, un “clásico”, como afirma A. Amorós, desde 1984, año de la muerte de su autor. 22 Remito a los estudios de Vicente Cristóbal sobre Virgilio y su pervivencia. En especial, un artículo suyo del año 2000: “Mitología clásica en la literatura española: consideraciones generales y bibliografía”, Cuadernos de Filología Clásica. Estudios latinos, 18, pp. 29-76. Es accesible en la Red de Internet: http://dialnet.unirioja.es. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 182 - ISSN 1989-1709 En la historia interna y externa a este relato están los ocios, juegos, ocupaciones y preocupaciones del Cortázar de los 60 y 70. En Rayuela, pero también en Mhb, podemos leer el mayo francés del 68, el metro de París, Catherine Deneuve, la obra de Mondrian, los directores de cine y literatos de la Nouvelle Vague; las calles de cualquier urbe metropolitana, las parejas de enamorados, los ricos burgueses y los clochards… En Mhb están, sobre todo, las teorías sobre probabilidad, azar y juego de Caillois; están el escritor y su/s musa/s, al igual que en otros relatos suyos: el jazz afroamericano está en ese Johnny de El perseguidor; una pareja de hermanos, aterrada ante lo desconocido cotidiano, en Casa tomada; un hombre lee novelas policiacas y es asesinado en Continuidad de los parques… Cortázar todo está en todo Cortázar, como en esa historia suya de una pareja: él mecanografía su relato en una vieja máquina de escribir, ella no sabe lo que busca: es el cuento de Las babas del diablo, base de la célebre Blow-up, de Antonioni 23 . El contenido del texto nos presenta todos esos temas y motivos señalados y que luego sistematizaremos en una lista. Trata de un hombre que viaja en metro, allí juega a un juego cuyas reglas él mismo se ha impuesto, pero indirectamente ha impuesto a los otros sujetos del juego: las mujeres, o la mujer, que tropieza en sus “viajes” por el metro. En ese ir y venir por el laberinto del metro, como Teseo en pos del Minotauro (vid. su primera obra, Los Reyes, 1949), o mejor, al igual que Orfeo en busca de su/s Eurídice/s, juega al juego, “su juego”, dentro y fuera del metro. Como en todos los juegos, 23 El mito de Orfeo ha sido adaptado o versionado muchas veces en la gran pantalla. De las mejores, cito sólo éstas: las de Jean Cocteau, La sangre del poeta (1930), y El testamento de Orfeo (1960), pues Orfeo recorre toda la trayectoria vital y artística de Cocteau; la de Alfred Hitchcock, Vértigo o De entre los muertos (1958), basada en la novela de Daphne du Maurier (D’entre les morts). El juicio que voy a emitir ahora es subjetivo, personal: me parece muy superior en poder de sugerencia y encanto el largometraje del realizador inglés, porque convierte a Orfeo en un expolicía, un detective cotidiano (James Stewart) que se ha enamorado de una mujer (¿o dos?) a la que sigue (Kim Novak); el clímax de la historia no se refiere a un descenso, sino al ascenso a un campanario, al vértigo que sufre el detective, y a la doble vida de esa enigmática mujer. El film de Hitchcock no desdeña ninguno de los mitemas, pero sí los cambia o subvierte. Se han realizado muchas películas y series basadas en las historias de Cortázar: para ese tema, remito: República de las Letras, revista de la Asociación Colegial de Escritores, nº 54, noviembre de 1997, passim; de nuevo, a las páginas introductorias de Amorós en su excelente edición de Rayuela (1994: 18-107), y envío al lector interesado a una de las últimas ediciones de las Obras Completas (tomos I y II) de Cortázar, Madrid: RBA, 2003, cuya introducción es de Saúl Yúrkievich. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 183 - ISSN 1989-1709 éste tiene dos fallos o “defectos”: 1) es real, ocurre en espacio y tiempo vivenciales, no sólo imaginarios; 2) tiene unos límites, un término: se acaba. No sabemos ni el nombre del que escribe sentado en un andén del metro de París, ni se nos dice cuál es su destino. Sólo sabemos que ama a una mujer, a muchas: ama a Paula-Ofelia, a Ana-Margrit, a Marie-Claude… ¿Son la misma o son distintas? Debemos responder a esas preguntas, porque, usando un término de Umberto Eco, estamos ante una obra abierta, relato abierto desde su íncipit hasta su final. Dividimos los temas y motivos isotópicos usando el triángulo básico usado en la obra de Charles Segal (1989): son temas y motivos isotópicos respecto al arte, al amor y la muerte, que están en Orfeo. Hay que comprobar si se hallan o no en Cortázar. Arte ha de ser entendido en sentido general (para Cortázar, vale desde las pinturas de Altamira al jazz, el cómic o cualquier juego, sea infantil, juvenil, de azar o por la pura necesidad vital de jugar un juego, igual que se recita un poema o se huele una flor o se bebe un vaso de agua). Proponemos al lector una breve lista, ampliable, con los tres vértices fijados y el punto de vista del narrador de este relato, tema al que en seguida nos referiremos: 1. Temas y motivos isotópicos en Mhb, respecto al arte, o a las artes: a. Ruleta, real o metafórica, y jugar a ella. b. El hipódromo, apostar en las carreras, verlas. c. La seducción amorosa entre hombre y mujer. d. Los juegos, “su juego” y “sus reglas” de juego. e. La lectura de periódicos, de revistas, de la actualidad. f. La pintura, la escultura, la música: el arte abstracto. g. Las películas, el nuevo cine; los libros y la nueva literatura. h. Los viajes: en metro, a pie, a otros países, reales o ficticios. 2. Temas y motivos isotópicos en Mhb, respecto al amor y sus estados: a. Enamoramiento repentino, pasional, inconsciente y precipitado. b. Encuentro casual, pero pensado en eterno: azar amoroso. c. Posible amor humano entre hombre y mujer: ¿charla? d. Desdoblamiento de los amantes: ¿conversación? e. Reverberaciones del amor en los vidrios de una ventanilla del metro. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 184 - ISSN 1989-1709 f. Multiplicación de los amados, o de la amada: ¿ejes horizontales? g. Probabilidades de amor consumado. Vida: ascenso, subida a la calle. h. Consumación o no. Ausencia o presencia. Destino de los amantes. 3. Temas y motivos isotópicos en Mhb, respecto a la muerte y sus estados: a. Monstruos de lo cotidiano: las arañas, sus pinzas: el desasosiego. b. Miedos: a la muerte, al desamor, a la inexistencia, al olvido. c. Miedos: al vacío, a los túneles del metro, a las calles. d. Miedo o muerte: a la vida, muerte en imágenes falsas de la vida, el cine o los libros. e. Muertes: en los pozos, en arañas, pinzas; en las caídas, en los descensos. f. Miedo al amor y a la incomunicación, en los ejes verticales. g. Vida probable o improbable: ascenso, palabras, comunicación. h. ¿Vida o muerte? Con éxito, arte y amor; con fracaso, muerte. Para no agotar los temas, motivos e isotopías (Segre, 1994) sobre este gran relato, esbozaremos su posible intención comunicativa. Nosotros podemos entreverla a través de los temas, motivos e isotopías, lugares comunes señalados en una lista, pero que podrían demostrar que el escritor argentino expuso su propia idea del azar, del destino, de la sempiterna necesidad del juego y la comunicación: Tampoco podía llamarse Margrit la muchacha sentada frente a mí sin mirarme, con los ojos perdidos en el hastío de ese interregno en el que todo el mundo parece consultar una zona de visión que no es la circundante, salvo los niños que miran fijo y de lleno en las cosas hasta el día en que les enseñan a situarse también en los intersticios, a mirar sin ver con esa ignorancia civil de toda apariencia vecina, de todo contacto sensible, cada uno instalado en su burbuja, alineado entre paréntesis, cuidando la vigencia del mínimo aire entre rodillas y codos ajenos, refugiándose en France-Soir o en libros de bolsillo… 24 En definitiva, el dilema de este sugerente relato bien pudiera ser “el juego: ¿azar o necesidad?” Al lector corresponde juzgar lo acertado o no de nuestra hipótesis. Nos limitaremos a ofrecer una lista ordenada de los rasgos narrativos. 24 J. Cortázar, Los relatos. Ritos, Madrid: Alianza Editorial, 1995, p. 76. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 185 - ISSN 1989-1709 Para seguir un esquema de las implicaciones narratológicas de esta compleja ficción, podríamos añadir algunos datos de teoría narratológica, y aquí es donde intervienen los libros y manuales de algunos teóricos de la literatura o la narratología como Antonio Garrido Domínguez (1993), Antonio García Berrio (1994). —Tiempo: en el relato de Mhb, el tiempo es circular; hay una suerte de presente perpetuo, aunque se conjuguen las perífrasis —a las que Cortázar era tan aficionado— con tiempos de pasado y futuro. El uso de ese tipo de presente actual y atemporal otorga al relato esa misma cualidad: presencia y abstracción. No obstante, hay breves y leves saltos en el tiempo, casi todos retrospectivos (analepsis), aunque en otras obras de Cortázar son constantes los saltos al futuro (prolepsis). Que el tiempo es circular en esta historia nos lo demuestra el narrador comenzando así: Ahora que lo escribo, para otros esto podría haber sido la ruleta o el hipódromo, pero no era dinero lo que buscaba, en algún momento había empezado a sentir, a decidir que un vidrio de ventanilla en el metro podría traerme la respuesta, el encuentro con una felicidad, precisamente aquí donde todo ocurre bajo el signo de la implacable ruptura, dentro de un tiempo bajo tierra que un trayecto entre estaciones dibuja y limita así, inapelablemente abajo 25 . ¿Puede haber mejor comienzo para una historia como la que Cortázar se propone narrar? Mezcla tiempo y espacio, presente con pasado y futuro, un estilo culto siempre, cortante e incisivo a veces, con uno conceptuoso, barroco. El tiempo de Mhb es circular, especular: Todavía espero en este banco de la estación de Chemin Vert, con esta libreta en la que una mano escribe para inventarse un tiempo que no sea esa interminable ráfaga que me lanza hacia el sábado en que acaso todo habrá concluido. […] Pero es jueves, es la estación de Chemin Vert, afuera cae la noche, todavía cabe imaginar cualquier cosa. […] Entonces nos miramos, Marie-Claude ha alzado la cara para mirarme de lleno, aferrado al barrote del asiento soy eso que ella mira, algo tan pálido como lo que estoy mirando, la cara sin sangre de Marie-Claude que aprieta el bolso rojo, que va a hacer el primer gesto para levantarse mientras el tren entra en la estación de Daumesnil 26 . El final es abierto: ¿qué ocurre con el autor de ese “manuscrito”? A esto se puede responder fácilmente, pero ¿qué fue de Marie-Claude, de Margrit, de 25 26 Op. cit., p. 75. Cortázar, Op. Cit., 1995: 86. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 186 - Ana? El tiempo en Mhb es circular y hay que leerlo en la clave del juego: con un espejo frente al rostro de la persona que miramos y nos mira. —Espacio: en la historia de Cortázar aparecen muchos espacios reales. El primero es un lugar romántico, pero triste y sucio: el metro de París. Está también la cafetería donde se encuentran, beben, se comunican y se redimen mutuamente Marie-Claude y ese desconocido hombre al que designaremos con la letra “O” (de Orfeo, pero también de “Originador de la narración”). Están también la casa de Marie-Claude: nuestro O se queda en el portal, en los umbrales de un amor no consumado; están las estaciones del metro, y los nombres de los transbordos y combinaciones, pero los lectores nos permitirán que los omitamos. Hay, además, espacios ficticios o, si queremos, figurados, “especulares”, que sólo están en la mente de nuestro narrador O; éste imagina, se figura, especula con las imágenes y, por tanto, ya no son imágenes reales, sino virtuales, especulares. En fin, están los espacios según las taxonomías y axiologías que escojamos. Los resumimos en estas dicotomías, referidas a lo interno o externo: el metro y su opuesto, la calle; el silencio y su opuesto, la palabra; espacios cerrados y abiertos, estáticos y dinámicos. La horizontalidad o la verticalidad, al modo en que Durand la estudia, es problemática para ser aplicada a un texto como éste. En él domina el eje vertical, porque es imposible la horizontalidad. Sólo en lo no escrito por Cortázar, en lo implícito, veríamos atisbos del eje horizontal. —Anonimia: una anonimia buscada por Cortázar y por su narrador. Pero hay también una multiplicidad en el narrador: primero, el narrador es único, y a la vez se trata de un personaje protagonista en primera persona, lo que dobla sus funciones narrativas (narrador y personaje). Según las teorías narratológicas, se trataría de un narrador homodiegético e intradiegético: único —pese a su doble oficio, como contador de la historia y protagonista de la misma―, pero a la vez, múltiple. Pese a ello, el pobre y apesadumbrado amigo de las mujeres y los espejos se da a la escritura desde el anonimato. Es claramente un escritor vergonzoso de lo que escribe, pero que se ve en la necesidad de contárselo a otro. Por tanto, el relato de Cortázar hablaría de la anonimia, de la incomunicación entre personas y de la cosificación: así termina el pobre O, cosificado (“…soy eso que ella mira, ese algo pálido…”). Buscaba a Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 187 - ISSN 1989-1709 su Eurídice, su “E”, y la vio multiplicada en los espejos del metro. Este O es órfico y proteico, único y múltiple. Ella, esa E única, como veremos abajo, es una y triple. No podemos ocultar más nuestra teoría sobre el final del texto: el personaje de O pudo suicidarse —seguramente fue arrollado por un vagón de metro en la estación de Chemin Vert, probablemente el jueves en que escribe el manuscrito, antes de terminar el juego—. Pero, aunque hubiera sobrevivido, al saber que no había logrado consumar su amor, habría intentado una nueva partida de su juego, una tercera partida… Citamos: En el portal de su casa le dije que no todo estaba perdido, que de los dos dependía intentar un encuentro legítimo; ahora ella conocía las reglas del juego, quizá nos fueran favorables puesto que no haríamos otra cosa que buscarnos 27 . En fin, aunque hubiera logrado ese amor y una comunicación más permanente y amable con su Marie-Claude, aunque ella le hubiese querido a él, precisamente ella, nuestra E, ya ha tomado otra opción, otro andén, otra línea en dirección a otra calle de París. Cortázar deja abierto el final, pero no deja abiertas muchas posibilidades de interpretación: la mente de O, desde el jueves en que escribe sentado en un banco de la estación de Chemin Vert, imagina, sueña con el encuentro legítimo con E, pero todo eso es su quimera. O escribe que si E jugara (y la paradoja es que, en su mente, ella está jugando), si se encontrara con ella esta vez, entonces quizá él no habría escrito su historia en una libreta. Porque, una vez terminado el relato, no importa demasiado saber si unos minutos después de escribir su manuscrito, o un día después, se suicida. Podríamos preguntarnos, por último: ¿existe un narratario final, aparte de cada uno de los lectores? Nuestra respuesta es no, porque O no escribe para E, sino desde su punto de vista, desde la contemplación de E. Escribe para sí mismo, para desahogar sus miedos (su desasosiego, en la maravillosa imagen de “las arañas” y “las pinzas”) y no escribe para ella ni para que E lea lo que él ha escrito. E es su tema, su motivo y su finalidad, pero no el destinatario de su narración, porque O es un caballero, triste, gris o apesadumbrado, pero caballero, y no querría que E sintiese remordimientos al enterarse por Le 27 Cortázar, Op. Cit., 1995: 84. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 188 - ISSN 1989-1709 Figaro del día siguiente que ese hombre con el que habló, compartió cafés y películas, se suicidó unos minutos, unos días más tarde. Además, no hay un transmisor del manuscrito, del mensaje: ¿quién encontró la libreta en el bolsillo de O? Todo eso, lo implícito, pertenece a la obra abierta. Lo demás, que O muere porque E tal vez no jugase el juego, queda a la imaginación del lector. —Conductas del O-narrador y de E: para nosotros no hay más personajes que esos que llamamos E y O, ella y el “narrador-origen”. La mujer a la que sigue o persigue no tiene nombre al principio, y el narrador, por intuición propia u observación detenida de su bolso, ropa y actitudes vitales, le asigna uno inventado, virtual o imaginario (Ana); luego, en un paso más, en un estadio más avanzado de “su juego”, le asigna un nombre más concreto, el especular, el reflejado en las ventanillas del metro (Margrit); finalmente, tras hablar con ella, el narrador descubre que esa única y triple mujer posee un nombre real: MarieClaude. Los nombres de otras mujeres (Paula-Ofelia) se refieren a pasadas y fallidas intentonas de ese juego del narrador de buscar y encontrar mujeres en el metro para hablar con ellas fuera de su gris e incomunicada realidad. —Los vidrios y las arañas en la trama del relato: la estructura narrativa en Mhb no sólo es circular; resulta especular y con un discurso dirigido a un centro desde la periferia, esto es, discurso en espiral. Los reflejos (espejos) o, en palabras de Cortázar, los vidrios o ventanillas del metro, son esenciales. Si no podemos darles la categoría de personaje, igual que a las arañas que hormiguean en la vida y en la conciencia de O, nuestro tímido narrador, sí que debemos hacer un pequeño comentario, porque estructuran el tejido que es este texto, le confieren el espesor y la densidad narrativa propia de un cuento bien tramado y añaden un nuevo rasgo de vanguardia y originalidad a la escritura cortazariana. Los vidrios representan el reflejo de lo que somos, pero para un personaje tímido y visionario como O, los espejos son la única ventana al azar y al juego, su única vía de escape, su solitaria salida en busca del amor y la comunicación. Como fracasa siempre, la imagen de sí mismo siempre es vista como una cosa pálida, cobarde, ilegítima, azarosa. Ellas, las mujeres o la mujer que anhela, son vistas en rojo, como la materialización viva y real de sus deseos. Cada E que ve reflejada en un vidrio y que desea entrar en “su juego” se convierte en una nueva oportunidad de apostar. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 189 - ISSN 1989-1709 Así, O es también ludópata: comienza hablando de apuestas, ruleta e hipódromo; ahora se conforma con ser un observador, un voyeur. Su única y triple Ana, Margrit y Marie-Claude (E), es real, pero él mismo la va modelando en su mente. El joven O nos parece algo torpe, inseguro de sí mismo, un hombre que asume su fracaso con obstinación; E es segura, honesta, amable, le brinda no una sino varias oportunidades de verse y hablar. Pero los vidrios, testigos de ese juego de miradas, aceptadas o rechazadas, seguirán ahí, fríos, imperturbables, como las arañas del desasosiego, del miedo al vacío, a la incomunicación, a la nada, esas arañas que son imagen de lo escrito aquí, pero que están en todo hombre parecido al O de Mhb. Por eso decimos que todas las imágenes cotidianas —vidrios y arañas— configuran y dan estructura a un relato abierto, que parte de un aquí (estación de Chemin Vert, París), un ahora (años 60-70) y una situación vivencial que sólo conoceremos al terminar de leer el relato. El resto es obra abierta; pero si O se suicidó (evidentemente, se suicida) y E se fue o no (en su mente), si jugó o no (en la realidad), si se fue por Daumesnil en lugar de por Reuilly-Diderot, fue su elección, legítima, como todas: la elección de jugar al juego con las reglas impuestas por ese extraño personaje llamado “O”. 4. Constantes o mitemas del mito de Orfeo y Eurídice 4.1. Acción de las constantes en el texto actual Llegamos a la médula de nuestro artículo: la aplicación de la exposición teórica, mitocrítica, al original y vanguardista texto de Julio Cortázar, en la clave del mito de Orfeo y Eurídice. Hemos buscado las correspondencias entre las constantes o mitemas de la historia de Orfeo (las ocho esenciales ya señaladas, vid. apartado 2) que aparecen en el relato del autor argentino. A continuación, intentaremos ver las pervivencias de este mito en Cortázar, así como cada una de las modificaciones, subversiones o innovaciones del autor americano en la fábula clásica, como por ejemplo la introducción de las nociones de “juego” o “azar” en lugar del “hado” o “destino” del mito clásico. Ahora procuraremos completar esas nociones refiriéndonos a lo que sabemos sobre Eurídice, Orfeo y el Mhb de Cortázar, aplicando los métodos y Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 190 - ISSN 1989-1709 terminologías mitocríticas. Unas pocas preguntas nos aclararán las causas y efectos de que el narrador argentino haya modificado el mito de Orfeo y Eurídice, porque eso, creemos, es indudable: Cortázar cambia lo que desea de ese mito, lo subvierte, lo modifica, pero lo conserva. 4.2. ¿El O-narrador, el O-protagonista es escritor? Al menos desea dejar constancia por escrito de su forma de ver la vida y el amor, de ese azaroso juego suyo de buscar y encontrar mujeres en el metro de París. El personaje narrador de Mhb, al que llamamos O, debe ser un hombre joven. Un observador pálido, muy vergonzoso en su relación con las mujeres (de las que registra el color de su bolso, la tela de sus ropas o su peinado), pues no les habla: las mira. Es un voyeur, en el buen sentido de la palabra. Mira a través de las celosías de la vida, como el personaje de El gran Gatsby, de Fitzgerald. Mira a través de los vidrios, pero con miedo: miedo al vacío, a la incomunicación, a las arañas que le pinzan el estómago: tiene miedo a la muerte, y a lo peor; tiene miedo a la vida, al arte, al amor. Ante todo, es un hombre frustrado, deprimido. Escribe en una libreta, pero escribe con tan buen estilo, que es imposible que sea un mero aficionado. La realidad del genio de Cortázar choca con la verosimilitud de su relato. Cortázar modifica, en parte, el rol, la constante del personaje que sería su Orfeo. No es músico, pero le apasiona la música; no es director o actor de cine, pero le encanta Catherine Deneuve; no es poeta, pero escribe admirablemente bien. Por ello, los mitemas de Orfeo en el Mhb se han visto sabiamente difuminados, pero están ahí: latentes, implícitos o, si queremos, sugeridos. 4.3. Las relaciones casuales con E-ella: ¿subversión del mito? Parece que Cortázar modifica, y en ocasiones subvierte el mito en este exquisito relato: en él se puede ver toda la diversidad de una, de dos, de varias vidas entremezcladas en un tiempo imposible, eternamente presente, irredimible y en un espacio muy limitado: el metro, las estaciones y andenes son espacios cerrados, represivos, asfixiantes y constreñidores del yo, de la alteridad y la comunicación entre ambos. El tema clave es el juego y, por Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 191 - ISSN 1989-1709 extensión, el azar. Ese azar está condicionado por las elecciones personales, o a la inversa, que condiciona nuestras elecciones, es uno de los hallazgos del cuento. Así como lo es también la noción de juego, eso que aquí hemos llamado “su juego”: el juego de buscar y encontrar mujeres en el metro, de enamorarse de ellas, de ofrecerles la mirada a través del espejo: recuérdense las obras de Lewis Carroll, porque tienen mucho que ver con Orfeo, con Cortázar y con este cuento suyo. En el mundo horizontal / vertical de la calle, se produce la comunicación, la charla. Pero el buscado y final encuentro erótico es una utopía. Para el jugador O y para la jugadora E el encuentro horizontal, último y definitivo, el encuentro legítimo y no falso, el íntimo, amoroso y erótico, parece improbable. Al menos, para E y O, los dos jugadores conocidos por nosotros, es un encuentro totalmente imprevisible. Por otra parte, hemos visto en algunas versiones del mito de Orfeo que los mitemas de Eurídice nos la presentan siempre como una mujer, una sola figura femenina, única, e insustituible. Insustituible es Eurídice para Orfeo en Virgilio y Ovidio porque el héroe se arriesga a bajar a los infiernos para buscarla, aunque después fracasa por su vanidad de artista o por lo desmemoriado de su personalidad o para que el fatum, el destino, la venganza de Hades, se cumpla. En los otros “Orfeos”, los orfeos renacentistas y románticos, los nombres que se le atribuyen o que se adhieren al de Eurídice (ninfa, esposa, amante, amada, herida, muerta) son estados, modos de existencia, pero no son la esencia. Son meros estados, atributos, adjetivos… Solamente en Novalis, en Hugo, en Leopardi, en Rilke, o en Antonio Colinas o en poetas de ese tipo, podemos encontrar innovaciones “mitemáticas”, es decir, que alteren o modifiquen lo esencial de los atributos de Orfeo, de Eurídice o del mito en sí. Los demás (Dante, Petrarca, Garcilaso o Ronsard) se limitan a seguir el mismo esquema: el amante artista se enamora de una hermosa mujer, la pierde (por las razones que sean) y luego trata de recuperar su memoria a través de sus artísticos cantos. En Cortázar, Eurídice, si no se encuentra multiplicada, al menos sí es algo divina: su unidad en el relato se vuelve trinidad. Ella (E) es llamada Ana, cuando el O-narrador la contempla y ve su bolso rojo o la felpa de su traje o Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 192 - ISSN 1989-1709 sus zapatos o el rouge de sus labios; luego pasan a las miradas a través del cristal, de los vidrios del metro, y recibe entonces el nombre de Margrit; al fin, ya en la calle, nuestro héroe descubre que Ana-Margrit se llama Marie-Claude, lo que ya es un pequeño éxito, porque en otros intentos de su juego, otras mujeres (Paula-Ofelia) se quedaron en la fase 2 del juego. En definitiva, para ese O-narrador, todas sus amadas casuales son, en el fondo, una y la misma: E. 4.4. ¿Búsqueda en el submundo o huida de él? El problema interno del O-narrador y protagonista queda revelado en el propio relato: si ella no comparte el juego falso de los espejos, no hay juego exterior, íntimo, libre. Los problemas de ella no están del todo claros. Su honestidad, tal vez, hace que otorgue varias oportunidades al empedernido jugador. Éste la espera en el andén de la estación de Chemin Vert. La espera de O por su amada E es, esta vez, vana: sólo aparece en su perturbada imaginación, o en su quimérica fantasía. Y el manuscrito, ese manuscrito que él ha ido componiendo trabajosamente en el duro papel de una libreta, esos papeles tan originales y bien escritos, son hallados entre tickets de cine y monedas. Los encuentran en los bolsillos de un muerto, tal vez entre el rojo de su sangre y el blanco de su definitiva palidez. Es la muerte de un Robinsón urbano, un héroe cotidiano como los de Antonio Muñoz Molina, un Orfeo que se atrevió a jugar pero no quiso molestar a las jugadoras. El juego, el que él se impuso y les impuso a ellas, terminó devorándolo. Nos quedan sus bellas palabras. O las palabras de Cortázar. La(s) amada(s) que el O-narrador busca no muere(n), para luego vivir un happy end, como la Eurídice de Ovidio. Esa mujer de la que sí conocemos el nombre, esa hermosa Marie-Claude que es amada por O y, al tiempo, llega a amarle, sí que en un punto del relato se desvanece como un fantasma, como la Eurídice de Virgilio y de tantos poetas, escritores y artistas que le siguieron. Las mujeres que “persigue” el narrador desaparecen, como la desconocida Paula-Ofelia, o la propia Marie-Claude. Ellas desaparecen, no desean volver a jugar “el juego del metro” que, con su mirada triste, abajo, en el metro, y con sus tiernas, cálidas palabras, les propuso el protagonista, ya arriba, en la calle, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 193 - ISSN 1989-1709 en la libertad de un café parisino de los años 70. Pero todas se desvanecen, en virtud de las propias y férreas “reglas del juego”: para ellas, las miradas a través del cristal, de los vidrios, del espejo, son demasiado vaporosas. La mirada auténtica, la real, la de ese joven que las ama y las desea, sus palabras, son las que pudieron conquistarlas. Pero no un juego sin sentido, ilegítimo, deshonesto o falso. Un juego que las hace desvanecerse y a él, deprimido y agobiado, le merma la razón y trastorna sus miradas en quiméricas, imposibles fantasías de amores soñados pero no sucedidos, no consumados. Por tanto, más que una búsqueda, en el fondo es una huida. Una loca persecución; una huida, en ellas y en él. 4.5. ¿Por qué el O-narrador sólo desea ascender desde el metro? He aquí otra de las claves: en el descenso sí podemos ver una clara subversión, o mejor inversión del mito. El juego se impone incluso a Cortázar y provoca que tenga que mover a su personaje en sentido contrario al de Orfeo, siempre desde abajo hacia arriba. Orfeo se mueve primero de arriba abajo, luego de abajo arriba y, por último, mueve la cabeza y pierde a Eurídice. La catábasis de ese O-narrador es, desde el principio del relato, la inversa: primero se mueve de abajo hacia arriba, a un mundo donde la gente parece infeliz y lo es; luego, sale a la calle, respira la libertad, charla en un café con una mujer, le explica las reglas de su loca fantasía, la implica en el juego, lo juegan durante un tiempo, ella se cansa y él, ahora definitivamente, de arriba abajo, escribe las últimas líneas de ese extraño diario que ha escrito en esos días, lo guarda en su chaqueta o en su gabardina y… ¿qué le ocurre ese jueves, o el sábado siguiente? ¿Se suicida o no? Y para seguirnos planteando interrogantes: tras la última línea de este “manuscrito” de Cortázar, o de ese personaje O-narrador, ¿qué pasa con Marie-Claude? 4.6. ¿Por qué la ausencia de la palabra en favor de la mirada? En lugar de los monstruos del Hades (el Can Cerbero, la barca de Caronte, etc.), los vidrios y las arañas: son las metáforas, las gráficas imágenes del miedo que nos atenaza con sus pinzas; nos devuelven un rostro que no es Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 194 - ISSN 1989-1709 el nuestro, una mirada no deseada o, al revés, no nos ofrecen la mirada que deseábamos. Pensemos en la obra poética y pseudobiográfica de Fernando Pessoa: aunque las arañas no estén en su Livro do Desassossego, sí fue un hombre enamorado (Ofelia, se llamaba ella), compuso poemas para revistas (la más célebre se llamó Orpheu). Como el narrador de Cortázar, Pessoa fue infeliz. El escritor argentino, desde nuestra perspectiva y a través de los mitemas enumerados, trata de mostrar o demostrar que un hombre, artista o no, si no llega a comunicarse sincera y honestamente con una mujer, nunca la alcanzará, siempre estará mirándola, sin llegar a ese encuentro legítimo que buscan E (o Marie-Claude) y O (el narrador). La ausencia de palabra en lo más infernal del mundo, en el metro, irremisiblemente abajo, es la muerte, el desamor, el vacío. 4.7. ¿Por qué es trascendental el mitema de la regla del juego? La condición de Hades era “no mirar atrás”, al pasado; la condición del Onarrador es la contraria: mirar y ver, o más exactamente mirar el reflejo de las miradas. De nuevo, el juego, “su juego”, con “sus reglas” y, una vez más, el azar que le pone a una mujer única y, en su mente, triple: Ana / Margrit / MarieClaude. Pero la necesidad de amarse legítimamente unida a la mala conciencia o la timidez o la cobardía del O-personaje protagonista, fuerzan lo inevitable: la ausencia de ella, su huida del juego, y la muerte de él, su escapada final de la vida, del metro y de todas las mujeres que amó. Aquí hallamos otro punto de alteración casi total entre el mito y el texto estudiado. En uno, la condición la impone un dios, y el hado realiza la venganza del dios burlado por los encantos del poeta tracio; en Cortázar, es el propio poeta quien cae en la tela de sus arañas: impone las reglas a una mujer, juegan a esa loca aventura suya y, a falta de sinceridad y palabras, no de miradas, de palabras, ambos sucumben al juego. De ahí el desasosiego que produce leer este relato, compensado por su belleza y su originalidad. Por eso, ambas condiciones, la de Hades (no mirar atrás) y la del O-narrador protagonista (mirar y luego comunicar), son inversas, pero en el fondo son la misma: no vuelvas tu mirada al pasado, vuélvela al presente; vuelve tu palabra a tu esposa, no hables con la mujer amada. Ambas tienen el mismo resultado fatídico: muerte tras un amor conseguido a través del Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 195 - arte. El azar no escapa al destino. La necesidad de la palabra o la ausencia de una vuelta al pasado son, en nuestra opinión, caras de la misma moneda. 4.8. ¿Por qué es necesaria la trasgresión del juego? Los temas, motivos y mitemas enumerados y estudiados responden a esta pregunta, aunque los movimientos de Orfeo y de su contrafigura, el narrador del cuento de Cortázar, sean en sentido inverso. La trasgresión es necesaria porque, si no, no habría ni mito de Orfeo ni relato de Cortázar. El motivo es claramente narrativo, de trama ficcional. Bien es cierto que en ambas historias, aunque haya un ascenso al mundo exterior, el orden arriba-abajo o abajo-arriba es opuesto. Pero eso no impide que los resultados finales sean parecidos: por tanto, este mitema de “trasgresión de las reglas o condiciones”, es un mitema narrativo en ambos relatos. Es justo lo contrario a un mitema contingente, es necesario, no azaroso. Cortázar, o Rilke, o Garcilaso, o Virgilio precisan ese mitema. Sus obras lo requieren. Podríamos llamarlo “narrativamente necesario”. Si no, no habría ni relato, ni lírica, ni poema épico. La ruptura (palabra que emplea el narrador cortazariano al inicio de su historia) de la vida enclaustrada y asfixiante, de la vida constreñida y agobiada del Onarrador es la esencia del juego. Si ella o él se saltan las reglas, no son honestos con el juego. Al pasar de las miradas a las palabras, sin romper el juego, están pasando de lo contemplado a lo dicho. Y en ese terreno, el de la comunicación, el héroe de Cortázar se ve indefenso. Su talón de Aquiles justamente es ése: su miedo, su cobardía, sus arañas, su timidez a la hora de comunicarse. 4.9. ¿Se suicida él? ¿Qué pasa con Marie-Claude? Son dos preguntas cuya solución sólo puede dar el lector, porque la obra de Cortázar es decididamente abierta, pero sólo en cierto sentido: deja al lector que imagine a una Marie-Claude arrepentida o feliz, a una mujer libre de todo juego o falsedad que ha logrado salir del laberinto suburbano; deja que imaginemos la muerte de nuestro héroe, ese triste, pálido y tímido O, pero podríamos pensar que nos ha vuelto a engañar: que el manuscrito se halló “en Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 196 - ISSN 1989-1709 un bolsillo”, pero no el suyo. El bolsillo de un pobre, el de una chaqueta tirada en el metro, el de un abrigo en una tienda de empeños… Contra la lógica del relato cortazariano, cabe oponerle nuestra propia ruptura, la ruptura de “sus reglas de juego”: contra lo improbable, cabe pensar que O sólo arrojó la chaqueta y con ella su vida pasada. Pero eso es nuestra fantasía. En lo verosímil, en lo real de este relato, en las declaraciones y entrevistas que hizo Cortázar (para él mismo), el personaje de O murió y ella escapó. 5. Conclusiones: de papeles hallados en el suelo A lo largo de este trabajo, hemos podido observar las modificaciones o subversiones del mito a través de los cambios introducidos por Cortázar en su relato, en especial por ese uso que él le otorga a la noción de juego y su “escritura total”, en collage. En la introducción apuntamos nociones sobre el mito y los rasgos propios de lo mítico, o mejor, de los rasgos que son estudiados por los mitocríticos. Éstas son nuestras conclusiones: 1) ¿El relato de Cortázar es un mito o trata sobre un mito? No podemos responder por Cortázar ni por Eliade, pero sí podemos decir que, si un mito, en esencia, es el relato, la narración de una historia, el relato de Julio Cortázar sería un “mito” (mythos), o si queremos, su propia versión de un mito, el de Orfeo y Eurídice. Trata, pues, sobre un mito, pero lo modifica, subvierte sus constantes, los vectores que lo articulan: conserva algunos mitemas, otros desaparecen y muchos aparecen tan cambiados que resultan irreconocibles. 2) ¿Hay en este relato algún tipo de rito iniciático, hay alguna búsqueda o alguna especie de rito de paso a lo incognoscible? No como tal, pero en la peculiar versión del “juego del metro” de ese narrador cortazariano (O), en su búsqueda de una mujer ideal (E), en las reglas del juego y en el hecho de que el autor llamase a la serie que incluye este relato con el nombre de “ritos”, no podemos ver sólo un cúmulo de casualidades. En las obras de Eliade, leemos conceptos como los del viaje iniciático, de la búsqueda, o de los ritos de paso a dimensiones más hondas del ser humano. Así, ese “O-narrador” no funda ninguna religión: funda un juego, lo comparte con “E-ella” y, acabado el juego, muere. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 197 - ISSN 1989-1709 3) El mito de Orfeo y Eurídice, en la versión de Cortázar, ¿contiene arquetipos, habla de ideología política, es lenguaje mítico en la relación sintagmático/paradigmática? Sí, desde nuestro punto de vista. Sobre todo, seguiendo a Lévi-Strauss, como quedó expuesto en 1. Ese manuscrito contiene dos arquetipos clarísimos; hay ideología, no sabemos si política o no, pero posiblemente sí, ya que la definición de “político” es, según Aristóteles, la del ser que se ocupa de su ciudad, de su gente… y, en ese sentido, el O-narrador de Cortázar es, primero escritor, pero también “animal político”, social, aunque él mismo sea un “asocial”; en la noción de mitema, como estructura sintácticosemántica o unidad mínima de significado mítico, inserta en el decurso de un sintagma, de una oración, de un texto, queda aclarada esta cuestión. En resumen, es un relato mítico, casi diríamos, o una “escritura total” en la que el mito es ejemplarmente subvertido o alterado. 4) ¿Las ideas de Gilbert Durand (1960) sobre los regímenes de lo diurno o postural, lo nocturno o digestivo y el Eros, o régimen de lo erótico, pueden aplicarse sin problemas a este relato? Desde mi punto de vista, el primer eje, vagamente; el segundo, sí, con total seguridad, porque es el eje de lo vertical; el erótico o amoroso está más implicado que explícito, ya que hay en este relato intimidad, erotismo, si queremos, pero no una clara y patente relación amorosa, porque “el juego”, que debería facilitarla, la impide. 5) Sobre el estado de latencia de los mitos (Durand, 1993), ¿qué podemos concluir respecto al relato de Cortázar? Que Orfeo no se halla en estado patente (no se le da ese nombre), pero tampoco está en estado latente, así que podríamos decir que, en lo explícito, el mito está latente; en lo implícito, en los actos y pensamientos de los personajes, se encuentra en estado casi patente; al menos es fácil de adivinar por un lector avisado. Hemos tratado de escribir o esbozar las modificaciones, aportaciones o enriquecimientos de Julio Cortázar a esa “antigua leyenda” de Eurídice y Orfeo. Cortázar alteró el mito: en algunos mitemas lo modifica; en otros, lo invierte o subvierte; en unos pocos, casi lo conserva intacto, por razones puramente narrativas, de trama argumental. A todos sus lectores queda el juzgar lo acertado o no de nuestra visión y si las herramientas aportadas han sido útiles o no. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 199 - ISSN 1989-1709 La mitología del doble en Anfitrión 38 de Giraudoux (Pilar Andrade Boué) Cuentan Hesíodo (El escudo de Heracles, 11s., 79s.) y luego Apolodoro (Biblioteca, II, 4, 6s.) que Anfitrión, habiendo dado muerte accidentalmente al padre de Alcmena, marchó desterrado a Tebas, y que de allí salió en campaña contra los tafios, cuyo rey había asesinado a los hermanos de la mujer. Durante su ausencia el dios Júpiter le suplantó para yacer con la bella Alcmena, y a su vuelta, al alba, ésta le acogió con frialdad y diciéndole que habían pasado la noche juntos. Anfitrión reaccionó con ira, acusándole de adulterio, pero intervino el adivino Tiresias aclarando el entuerto. De Alcmena nacieron dos gemelos, Hércules (hijo de Júpiter) e Ificles (hijo de Anfitrión). Plauto toma este argumento para componer una comedia en la que se incorporan nuevos personajes y que constituirá el hipotexto de muchas otras versiones posteriores, entre ellas, la del escritor francés Jean Giraudoux. En el texto de Plauto la suplantación se inflaciona, puesto que también Mercurio toma la apariencia del criado Sosia y despóticamente se burla tanto de su original criado como de Anfitrión. Sin embargo, la parte central de la comedia se perdió, y sólo se conservan la introducción de Mercurio y su conversación con Sosia, dos conversaciones entre Alcmena y Júpiter, el enfado de Anfitrión creyéndose burlado por otro hombre, y el momento final en que Júpiter desvela a Anfitrión la verdad y apacigua a los esposos, enfrentados entre sí (no contra el dios). En realidad, el tema de los personajes idénticos que generan malentendidos es muy rentable desde el punto de vista de la comedia. Esto hace que muchos autores dramáticos se hayan interesado por él, empleándolo con un provecho semejante al que procuraba el motivo de los hermanos U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html ISSN 1989-1709 - 200 - gemelos 1 . Pero la riqueza del personaje no se agota evidentemente con esta vis cómica, sino que se prolonga hacia la problemática más amplia que suscita la existencia de un doble, es decir, de un individuo idéntico a uno mismo. La presencia o aparición de un doble hace aflorar preguntas que ponen en cuestión la identidad en primer lugar de este doble, desde luego (¿quién eres tú?), pero también, y de rebote, sobre la propia identidad del original (¿quién soy yo?) y de su percepción de la realidad (¿es real mi percepción, o se trata de un sueño, de una alucinación?). Por otra parte, la historia de Anfitrión, además de internarse en el laberinto metafísico del Doppelgänger, establece una relación e incluso una confrontación entre el hombre y los dioses, con lo cual la complejidad del personaje se incrementa con una nueva dimensión: aflorarán también aspectos vinculados a la vivencia e implicaciones de la presencia de lo sobrehumano o lo sobrenatural en la existencia humana 2 . En este trabajo querría proponer una reflexión y análisis del personaje o mito de Anfitrión en su relación con la figura del doble, y a través sobre todo del texto Amphitryon 38 del escritor francés del siglo XX Jean Giraudoux. Esta última es una obra cuyo enfoque a modo de reescritura trágica de la historia clásica 3 permite superar la vertiente cómica reabsorbiéndola en los temas más omnicomprensivos antes citados, y se presta además a una lectura psicocrítica que creo plausible apoyándome en la importante presencia del psicoanálisis en las otras obras del autor, lectura que abre la perspectiva de análisis hacia la mejor comprensión de la autoscopia 4 y su etiología. Se ha dicho que la originalidad del Anfitrión de Giraudoux estriba en haber dado verdadera voz diegética a Alcmena, esposa del protagonista masculino, frente a las versiones anteriores que le concedían un papel muy secundario. 1 Las versiones de Anfitrión son abundantes, desde el siglo XII (comedia De Geta e Birra de Vitalis Blesensis) hasta 1848 (Zweimal Amphitryon de G. Kaiser); infinita es, por su parte, la bibliografía correspondiente a historias de hermanos gemelos. 2 De hecho, en las primeras grandes culturas la gemelidad se asocia a la mediación entre dioses y hombres, cf. por ejemplo Lévi-Strauss, Antropología estructural, Buenos Aires, Eudeba, 1968, pp. 203 ss. 3 A pesar de que Giraudoux indique que se trata de una “Comedia en tres actos”, el propio Plauto había marcado la pauta al emplear personajes divinos y heroicos (propios de la tragedia) en vez de personajes reales y de la vida cotidiana (propios de la comedia). 4 Autoscopia externa: visión de un doble; autoscopia interna: visión del interior de sí mismo (órganos, tejidos…). U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 201 - ISSN 1989-1709 Efectivamente, y como es habitual en las obras de este autor, el peso de la acción y de la reflexión recae sobre la mujer, de modo distinto, sin embargo, al que tenía en la versión de Kleist, su más inmediato e influyente predecesor 5 . Lo primero que consagra la superioridad de Alcmena es que conoce los planes de Júpiter antes que su esposo, e intenta evitar que se cumplan. Por el contrario, en la versión de Plauto y en las que le son directamente deudoras, Alcmena desconoce hasta el final el abuso del que ha sido objeto, y reacciona con ira ante la estupefacción y celos del cónyuge. De este modo se esquiva la dimensión trágica de la violación desde el punto de vista femenino y permite un final, si no feliz, al menos aceptable, especialmente para el marido burlado. Sin embargo, precisamente el hecho de que Alcmena conozca los planes divinos en la versión de Giraudoux es lo que enriquece y complica el texto del francés. Observemos que esto le permite a Alcmena intentar evitar que se cumpla lo predicho, lo cual lleva además a la única escena de vodevil o de fabliau del drama, en que ella misma, confundiendo a Anfitrión con Júpiter, empuja al esposo al lecho de Leda. Más adelante veremos, sin embargo, que esta escena de quiproquo (malentendido) tiene un significado profundo en el seno de mi interpretación. Alcmena es, por tanto, la que sabe y la que actúa en consecuencia. Conoce las prepotentes intenciones del dios e intenta burlarlas. Una lectura correcta de este elemento diegético que pone en contacto lo humano con lo divino consiste en identificar planes jupiterinos y la noción de destino o fatalidad. Pues, en efecto, uno de los temas importantes en el teatro de Giraudoux es el conflicto entre la voluntad humana y la fuerza de la fatalidad, que frustra esa voluntad casi invariablemente. Esto implica, en primer lugar, que Alcmena, al oponerse a los planes del dios, está intentando contravenir al destino. Sabemos que el primer desenlace del drama no permite que la voluntad y la libertad de Alcmena triunfen, y que el dios poseerá con engaños a la mujer. Por tanto, la violencia ejercida sobre el cuerpo femenino es, sobre todo, una violencia sobre su espíritu y sobre lo más nuclear de su ser, implica un vaciado de aquello sobre lo que se edifica su identidad. A Alcmena le 5 Las relaciones entre la obra de Kleist y la de Giraudoux han sido estudiadas por J. Body: Giraudoux et l’Allemagne, París, Didier, 1975, pp. 307-321. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 202 - ISSN 1989-1709 arrebatan el libre albedrío y, como consecuencia, la primera tentación es absoluta: el suicidio. Pero a esta tentación sigue otra, como mecanismo de defensa generado por el propio personaje, que es el olvido. Mejor olvidar la aniquilación inevitable y puntual de la identidad que optar por una aniquilación evitable y permanente. Alcmena la que sabía será desde entonces Alcmena la que no sabe, una segunda Alcmena que ha renunciado a sí misma. Volveremos a esta reflexión más adelante. Desde el punto de vista de Júpiter, sin embargo, la misma cuestión se plantea de otro modo. El dios, después de poseerla, se enfrasca en una sesuda conversación con la mujer que le mostrará la valentía y humildad de Alcmena, la que no teme a la muerte, la que rechaza el ofrecimiento de inmortalidad de Júpiter, quien, asombrado, declara que ella es “el verdadero Prometeo” (p. 150 6 ) o, en otras palabras, que es un ser humano libre —pues sólo quien no teme morir es libre, como nos remachan infinidad de filosofías y ficciones desde la antigüedad y hoy también el cine—. Este desarrollo no es exactamente contradictorio con el anterior, sino más bien complementario. Ambos desenlaces, el que sugiere la derrota de Alcmena y el que afirma su victoria, dependen del punto de vista. Los acontecimientos, focalizados por la protagonista, muestran como ganador al dios, cuyo retoño lleva ahora Alcmena impotente en su seno; focalizados por Júpiter, le dan a ella la victoria (o a él una victoria pírrica), pues por una parte ha vencido a la muerte aceptando el destino común (“soy en efecto la que mejor acepta y ama su destino”, “je suis en effet celle qui approuve et aime le mieux son destin”, p. 147), y por otra no ha otorgado al dios ese “consentimiento” que él tanto anhelaba. Esta doble lectura de los acontecimientos muestra, además, que la protagonista femenina libra realmente dos combates. Uno, el primero, contra el destino concretado en la muerte, y el segundo, contra el destino concretado en los planes de Júpiter. Del primero saldrá vencedora; en el segundo perderá. En los dos, sin embargo, acepta —aunque una y otra aquiescencia no tendrán la misma repercusión en ella—. Lo que me interesa en este momento es ahondar un poco más en esa lucha que emparenta al personaje femenino (en esta 6 Las citas del Amphitryon 38 y de las demás obras de teatro de Giraudoux reenvían a la edición del Théâtre complet publicada en la colección de Bibliothèque de La Pléiade (París, Gallimard, 1982). Las traducciones son mías. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 203 - ISSN 1989-1709 primera fase) con la raza de todos los héroes solares mitológicos. Los antropólogos se han ocupado de hacer ver cómo los combates de este tipo simbolizan el pugilato interno del ser humano frente a lo desconocido, lo que le supera, etc., como en este caso las leyes irrefragables del universo, y también, paralelamente, constituyen el transparente del proceso de individuación o maduración de la psicología humana. Entonces y desde esta última óptica, ¿cómo se concreta la evolución psicológica para Alcmena?, ¿contra qué exactamente está luchando, si lo hace contra algo más que el destino? Partiré de la hipótesis siguiente: Alcmena es sólo una parte de un yo que abarca todos y cada uno de los principales personajes del drama. Anfitrión, Leda, Júpiter, Eclissé, Sosia e incluso el gentío de tebanos son los protagonistas de ese proceso de individuación que constituye o se adivina en la diégesis. Y que Alcmena se enfrente al destino significa, dentro de ese proceso, encararse con los miedos que ella intuye y que las otras partes del yo se esfuerzan por escamotear. Por tanto, el de Alcmena es un combate interno contra el miedo… pero miedo, exactamente, ¿a qué? La siguiente hipótesis que fijaré es que Alcmena y sobre todo la parte del yo que viene encarnada en Anfitrión tiene miedo de su propia impotencia, en un sentido lato. Aquí tomaré como referencia interpretativa cierto tipo de “historias de dobles”, en las que el duplicado surge como proyección de la angustia del sujeto. Desde esta perspectiva, el dios sería sobre todo la manifestación de un doble de Anfitrión. Más aún: el dios es la manifestación del doble que el propio Anfitrión genera, angustiado por su impotencia real o sólo posible, pero siempre amenazadora. Júpiter es la figura creada por el mecanismo de defensa del protagonista, a semejanza de lo que ocurre en otros relatos clásicos de dobles, como (muy claramente) en El copartícipe secreto, de Joseph Conrad, Desesperación de Vladimir Nabokov o incluso El horla de Guy de Maupassant. No nos quedaremos aquí, sin embargo. Esto correspondería a lo que Carl Jung llama interpretación analítica o causal-reductiva, que es correcta, pero no completa 7 . Dicha interpretación podría continuar explicando, por ejemplo, que la aparición del doble es producto de la angustia ante la muerte o de la angustia ante la soledad: ambas son sugerencias de Otto Rank, en su libro El 7 Cf. “El método sintético o constructivo”, en Sobre la psicología de lo inconsciente. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 204 - ISSN 1989-1709 doble escrito en 1914 (última publicación en Orión, Buenos Aires, 1976). También indica Rank que la presencia del doble debe vincularse con una falta de maduración del sujeto, que ha permanecido en etapas narcisistas de la formación de su yo. Ambas teorías se mezclan y se complementan: la imposibilidad de aceptar la muerte provocaría simultánea o alternativamente en el sujeto un amor desmesurado a sí mismo, o un miedo desmesurado a sí mismo; en ambos casos la respuesta psíquica sería la generación de otro yo idéntico, protector o enemigo. Como es sabido, las ideas de Rank fueron desarrolladas por Freud especialmente en su ensayo Lo ominoso, pero se englobarían también bajo el etiquetado jungiano de “interpretación analítica”. La teoría de Freud es a su vez muy rica y vincula la aparición del doble a varias etapas de la formación del yo. El doble desdoblado una o varias veces está ligado a la compulsión de repetición, defensiva y ofensiva simultáneamente, común a los niños y al adulto neurótico. El doble como protección contra la muerte pertenece a la etapa infantil en general, mientras que el doble como castración o mutilación se ubicaría más concretamente en la etapa fálica. El doble como conciencia o censura debe situarse en un estado adulto o joven en el que se produce un exceso de superyo que ese doble manifiesta. También en el estado adulto puede generarse el doble como expresión de deseos no cumplidos, y, en fin, como autocastigo que se inflige el yo por la impotencia (explicación de la que he partido antes). En los casos en los que el doble supone una regresión a la infancia, está implícito el concepto de narcisismo al que Rank ya se refirió: el narcisista se ve lastrado por un pasado del que no puede desprenderse, lo cual a su vez generaría la aparición de espíritus antropomorfos entre los que se cuenta ese otro yo mismo. El mito de Narciso ejemplifica perfectamente esta explicación, y de hecho la novelística de Giraudoux ha sido ya estudiada desde este punto de vista por André Job 8 . Por último, el doble puede ser la imagen generada para proyectar la culpa que experimenta el yo: se descargaría la culpa sobre él de forma que el individuo podrá realizar su deseo sin sentirse responsable 9 . 8 9 Giraudoux/Narcisse. Genèse d’une écriture romanesque, Toulouse, PUM, 1998. Cf. Rank, op. cit., p. 122 y Freud: La escisión del yo en el proceso defensivo. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 205 - ISSN 1989-1709 Todas estas teorías son, sin embargo y como sugerí, incompletas o al menos insuficientes, desde mi punto de vista, para comprender a fondo el texto que nos ocupa. Júpiter es, sí, un doble que manifiesta la impotencia del original, pero una interpretación sintética (en la terminología jungiana) nos hará bucear más en esa impotencia y, sobre todo, bucear en la actitud de Alcmena y de los demás personajes ante esa impotencia. Sosia nos anima a ello cuando afirma, al comienzo de la obra, que tiene que hacer una proclamación por un objeto perdido… Lo perdido y olvidado sale por tanto a la luz a lo largo de esta pieza teatral. Mi tercera hipótesis será que la angustia y el miedo se han generado ante las expectativas del grupo. El yo 10 se ha construido como “recorte de la psique colectiva”, es decir, adaptándose a los deseos de la colectividad más que a los suyos propios. Y en este momento del proceso de individuación, la parte individual del yo ha entrado en conflicto con la parte del inconsciente colectivo. Alcmena, como manifestación de esa parte individual, intentará desenmascarar la presencia de los deseos colectivos en el seno de la psique. Cuando un hamletiano Júpiter, al comienzo de la obra, afirma que Alcmena debe optar — “Fiel al marido, o fiel a sí misma, ésa es la cuestión” (p. 117)— está expresando la incompatibilidad de la fidelidad a sí misma, es decir, a la propia “misión” (hacer aflorar y predominar el deseo individual) con la fidelidad al marido, dominado por el deseo colectivo. Esta hipótesis, por otra parte, se inscribe en la línea de una de las lecturas más conocidas de la obra de Giraudoux, cerrando un poco el objetivo para observar con más detalle algunas características del texto analizado. Me refiero al estudio de R.M. Albérès, Esthétique et morale chez Jean Giraudoux 11 , que subraya, en los textos dramáticos giralducianos, la contraposición frecuente entre los anhelos individuales y las imposiciones de la vida o más concretamente del entorno. Ya el prólogo lo expresa bajo la rimbombante fórmula de “conflicto entre una estética cósmica y una moral humana” (p. 9), pero después se retoma la tesis con términos más sencillos, aplicada a la 10 A partir de aquí me apoyo en el análisis jungiano y recurriré por tanto a su terminología, con los significados concretos que atribuye C. Jung a términos como “persona”, “máscara”, “ánima”, “sí-mismo”, etc. 11 París, Nizet, 1970. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 206 - ISSN 1989-1709 biografía del autor: “(…) los deberes de hombre entrarán en contradicción con ese diletantismo, y concretamente después de 1920, el conflicto aparecerá en la obra de Giraudoux” (p. 63). Ésa es la fecha aproximada en la que nuestro dramaturgo, habiendo dejado atrás sus felices treinta y tantos años de despreocupación juvenil, está aceptando ya misiones diplomáticas de importancia y tiene una familia a la que atender (en 1921 nace su hijo JeanPierre). Desde 1926 se asienta en la capital y se sumerge en las liturgias parisinas y la vida social. Anfitrión 38 está escrito en 1929. Albérès subraya asimismo el rasgo tan importante de Giraudoux consistente en la “obsesión de la despersonalización, marcada por cierta complacencia hacia los temas de la evasión y la fuga” (p. 260). En mi perspectiva interpretativa yo diría que la despersonalización equivale a una pérdida del yo que ha sido invadido por las imposiciones colectivas, y la tentación (no la solución) ante esta amenaza es la huida. Por eso también Giraudoux “se interesa sobre todo por el hombre ajeno a las rutinas humanas, el hombre que conserva la pureza original, el ser superior, en quien la serenidad libera de las preocupaciones humanas” (p. 261). Poco más tarde, Charles Mauron, en su estudio Le théâtre de Giraudoux. Étude psychocritique 12 , profundizará en la contraposición yo creador/yo social, proponiéndola como estructura básica de la obra giralduciana. Debo dejar claro, en cualquier caso, que no trato de reducir la obra de Giraudoux al “no es más que” un problema psicológico. Primero, porque el conjunto de dicha obra no se explica evidentemente sólo por un conflicto psicológico; muchos autores han destacado ya los peligros de las lecturas reduccionistas. Y segundo, porque la psique humana no se reduce a un sólo elemento de conflicto, ni siquiera a una neurosis, y menos aún la psique de alguien con una riqueza interior y exterior como la de Giraudoux. Por tanto, la aplicación de las teorías jungianas a la obra del dramaturgo francés pueden verter alguna luz sobre los textos, pero no desplazan otras lecturas también válidas y enriquecedoras. La lucha contra el inconsciente colectivo en Anfitrión 38 y otros textos no excluye, en mi opinión, ni explica enteramente (aunque para Jung sí) la presencia de una ensoñación de un cosmos y un hombre prístinos, como tampoco otros muchos aspectos de la poética giralduciana. 12 París, Corti, 1971. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 207 - ISSN 1989-1709 Volviendo a nuestro texto, recordemos que Alcmena representaba la oposición del yo al deseo de la tribu. De ahí que constantemente manifieste su falta de interés o de sensibilidad ante la brillantez (“l’éclat”) o la apariencia (p. 150). Brillar en sociedad y pavonearse o aparentar son actitudes para la galería (y, por eso mismo, tan barrocas). Oigamos asimismo la respuesta que da la protagonista a su cónyuge cuando éste manifiesta que tiene que irse a la guerra: ANFITRIÓN: Ahora sí que son ellos… tengo que irme. ALCMENA: ¿Quiénes? ¿Tu ambición, tu orgullo de jefe, tu predilección por la carnicería y la aventura? ANFITRIÓN: No, sólo Elafocéfalo e Hipsipila, mis corceles (p. 130). Dejemos aparte el detalle proléptico de que Elafocéfalo signifique “con cuernos de ciervo” e Hipsipila “que pasa sólo por puertas altas”; son apostillas cómicas que poco convienen a la gravedad del asunto, vestigios no depurados por el minucioso Giradoux en las sucesivas redacciones de la obra. Lo que nos interesa aquí es que efectivamente Alcmena se reafirma en la voluntad de rechazar la “máscara” que Anfitrión se obstina en colocarse, máscara exigida por la sociedad y que hace adoptar un rol de dominancia y autoridad, de, precisamente, brillo y apariencia. Al preferir ese rol Anfitrión se autoproclama “persona” y renuncia (al menos parcialmente) a Alcmena, es decir, a sus propios deseos. Inmediatamente, y dado que esos deseos son imposibles (al menos parcialmente también) de conciliar con las imposiciones del grupo, surge lo ominoso (unheimlich). Y lo ominoso es en este momento Júpiter, que además de divino y, por tanto, temido, representará lo extraño en el seno de lo familiar. En efecto, Júpiter transformado en Anfitrión indica, a través del tema del doble, que lo angustioso se ha instalado en el corazón de lo conocido (heimlich). De hecho, el dios despierta en Alcmena inmediatamente ciertos recelos: ella se demora en abrir la puerta y, sobre todo, ante la seductora frase “Soy tu amante” pronunciada por Júpiter, responde con una negativa firme: ella no tiene amantes. La disociación amante/marido que pretende establecer el dios tiene implicaciones interesantes. Júpiter pretende que la mujer entregue su cuerpo no al marido (Anfitrión), sino al amante con quien él mismo se identifica. Alcmena asegura no poder disociarlos y se niega rotundamente a llamarle de U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 208 - ISSN 1989-1709 ese modo: “¿Pretendes quizá que te llame amante? ¡Jamás lo haré!” (p. 139). La negativa significa la resistencia ante la seducción, es decir, siguiendo con mi interpretación, ante el lado sombrío del arquetipo 13 . Ella sólo cederá al marido, al yo que quiere convertirse en “sí mismo”, es decir, en meta de la individuación. La actitud de Alcmena manifiesta constantemente esta última intención de oponerse a la fuerza del arquetipo. En la primera conversación larga que mantiene con su esposo, por ejemplo, ella manifiesta que teme a las diosas y a las extranjeras, es decir, que siente celos de ellas, del atractivo o de la tentación que puedan suponer para Anfitrión. Desde luego, el hecho de temer a las diosas podría interpretarse como una especie de prolepsis, puesto que la propia Alcmena va a ser engañada por un dios. Pero ¿qué sentido darle a las extranjeras? De nuevo podemos pensar que representan el “anima” del yo y, de hecho, en la cita antes transcrita, la “aventura” está unida a la gloria y la ambición. Eso explicaría que las extranjeras amen “a todo hombre casado, todo hombre que pertenece a otra, ya fuese a la ciencia o a la gloria” (p. 129), pues, efectivamente, la “persona” Anfitrión pertenece a la ciencia o a la gloria. Alcmena añade además que “el gusto por lo foráneo actúa más poderosamente sobre el hombre que el gusto por el hogar” (ibid.), pero aquí los términos se alejan de la interpretación antropológica tradicional. Por “hogar” no debemos entender el espacio de lo femenino que puede castrar al hombre e impedirle madurar convenientemente. No olvidemos que ahora el hogar es Alcmena, y frente a ella, lo foráneo es lo que no responde al deseo de Alcmena, lo extraño a ella. Frente al deseo verdadero, individual, lo foráneo es el deseo impuesto por el exterior, lo que obliga a Anfitrión a ser general victorioso de los tebanos, pero también a adoptar el rol social del marido-amante-padre. Obligaciones que 13 En el texto se menciona una vez el arquetipo, en la conversación entre la juiciosa Alcmena y la ignorante Leda: “El lenguaje abstracto no es tu fuerte, gracias a dios. ¿Comprenderías las palabras «arquetipo», las palabras «idea clave», la palabra «ombligo [ombilic]»?” (p. 167). Parece más plausible que Giraudoux estuviera pensando en los arquetipos neoplatónicos que en los de Jung, aunque este autor remite a su vez a la fuente griega para explicar su propio concepto (cf. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, en Obra completa, vol. 9/I, Madrid, Trotta, 2002, pp. 4-5). Giraudoux se interesó vivamente por las obras de los neoplatónicos a través de la poesía renacentista francesa y León Hebreo; Sartre vincula los arquetipos giralducianos con la filosofía aristotélica (cf. Situations I. Essais critiques, París, Gallimard, 1947, pp. 79-90), mientras que C.E. Magny insiste en las fuentes platónicas y no aristotélicas (en Précieux Giraudoux, París, Seuil, 1945, p. 31). U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 209 - ISSN 1989-1709 son vividas con angustia menos por lo que en sí mismas implican que por ser imposiciones de la colectividad enjuiciadora. De este modo, Giraudoux reutiliza el consabido tema del héroe guerrero y emprendedor vaciándolo de su primer sentido positivo y poniéndolo al servicio de una explicación psicológica. Ese héroe que mira hacia fuera no es libre, sino que al volcarse hacia el exterior está respondiendo a los patrones de comportamiento indicados por el grupo. Se trata de la misma compulsión que expresará el caballero de la obra Ondine: Descubríamos palacios y volvíamos a vivir en nuestra casa. Liberábamos a Andrómeda y ganábamos la jubilación a los sesenta. Robábamos el tesoro de los gigantes y se nos dispensaba de la abstinencia los viernes… ¡Todo esto se ha acabado para mí! La aventura ya no va a ser ese stage en la caballería y la imaginación que también se les impone a los futuros escribanos! (p. 779). Esta actitud de volcado hacia fuera impide, simultáneamente, el conocimiento del propio interior. La extranjeras (esa parte doblegada del yo) “se adoran a sí mismas, porque permanecen extrañas para sí mismas” (p. 129). El psicoanálisis nos diría que se niegan a que aflore el pasado en forma de deseos infantiles (Freud) o en forma de arquetipos colectivos (Jung), lo cual sería muy saludable como primer paso del análisis, pero el narcisista (Anfitrión o Giraudoux) teme ese conocimiento interior. Contra la voz de Alcmena se alzan por tanto las voces del ánima. El pueblo tebano y su portavoz la nodriza Eclissé, que celebran la violación programada (acto II, escena IV), y Leda, encarnan esas voces. Era previsible que esta última considerase un honor la visita del dios, y que exclame con sorpresa, ante el ruego de Alcmena: “¿Salvarte de la gloria?” (p. 165). Pues la gloria es efectivamente el mayor deseo del ánima. Y no desoigamos tampoco la voz de Mercurio, que incrementa la presión y amenaza a la acongojada esposa: “¿Crees escapar a los dioses quitando todo lo noble y bello que destaca en ti?” (p. 159). Alcmena quiere pasar inadvertida ante el dios opresivo, insistiendo en sus limitaciones, sin éxito, hasta afirmar, desalentada, que “ese papel no me conviene” (ibid.). Ni ése ni ninguno de los que la transforman, a ella y a Anfitrión, en “persona”. Pero Mercurio insiste, recurriendo incluso al chantaje: muchos morirán si ella no se entrega. Tal es la U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 210 - ISSN 1989-1709 fuerza de la tribu. Ella responde con una frase magistral: “Mi marido puede ser Júpiter para mí. Júpiter no puede ser mi marido” (p. 161). Anfitrión, el yo que desea su propia felicidad y no se aliena en los otros, puede ser objeto de amor; Júpiter, el yo alienado, no puede serlo. Mercurio, escocido, acusa de cinismo a Alcmena y duda de que pueda resistirse a la presión de la colectividad (“No me fuerces a hablarte crudamente, y a mostrarte el fondo de lo que crees que es tu candor. Encuentro que ya eres lo bastante cínica con tus palabras”, ibid.). Insistamos de paso en que esa alienación es también querida de algún modo por el sujeto —en caso contrario no sería tan difícil de combatir. En fin, la confrontación de una parte del yo con su ánima se percibe claramente cuando Alcmena hace jurar a Júpiter (que ella cree Anfitrión) en un simulacro de nueva ceremonia matrimonial: JÚPITER: ¡Yo, Anfitrión, hijo y nieto de generales pasados, padre y abuelo de generales futuros, broche indispensable en el cinturón de la guerra y de la gloria! ALCMENA: ¡Yo, Alcmena, cuyos padres han desaparecido, cuyos hijos aún no han nacido, pobre eslabón ahora aislado de la cadena humana! JÚPITER: ¡Juro hacer que la dulzura del nombre de Alcmena sobreviva tanto tiempo como el ruido del mío! ALCMENA: ¡Juro ser fiel a Anfitrión, mi marido, o morir! (p. 139). El contraste entre ambos respalda la interpretación dada hasta aquí. JúpiterAnfitrión se ha identificado completamente con su cargo público, y jura proyectando su propio deseo: que el nombre de Alcmena sobreviva. Ella, en las antípodas, se reconoce como sujeto único, individual, aislado de la comunidad, y simplemente jura fidelidad a su esposo (deseo reprimido por el yo). Si Anfitrión creía haber superado su angustia haciéndose reemplazar por el doble que tendrá aquello de lo que él carece, se engañaba: la noche que Alcmena pasa con Júpiter no fue la mejor ni la más placentera, sino simplemente la “más conyugal” (p. 142). Alcmena la ha vivido como una sensación de seguridad, es decir, sin aprehensión, sin angustia. Porque efectivamente el doble proporciona seguridad al original, pero no la epifanía que hubiera dado paso a la propia búsqueda de la felicidad. Recordemos, por otra parte, que la obra teatral de redacción inmediatamente anterior a ésta, y que lleva por título Sigfrido, parte U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 211 - ISSN 1989-1709 exactamente de la misma estructura diegética. Un joven llamado Sigfrido, soldado no identificado recogido en el frente de batalla, se ha convertido en héroe político alemán. Pero la presencia de una antigua novia (Genoveva) que le reconoce amenaza con sacar a la luz su verdadero origen francés y su anodina condición de escritor. Se trata por tanto de una historia de dos identidades, una pública gloriosa y otra privada humilde entre las que Sifgrido deberá elegir, pues, como le indica la novia, no hay solución intermedia (p. 56). Esta obra representa el momento en que la identidad pública, el ánima, descubre sorprendida la presencia de otra identidad oculta (simbolizada por Genoveva). Y le plantea la pregunta que en rigor se habría tenido que dirigir a sí mismo: “¿Quién eres?” (p. 75). Sigfrido, que no sabe quién es él, pregunta a su exnovia quién es ella. Ella es su deseo oculto, su verdadero deseo individual que s-e le ofrece en una variante de la escena especular clásica (yo mirándose al espejo). A lo largo de esta obra la sociedad intentará impedir que el caso Sigfrido se destape. Y se formará el mismo triángulo que para Anfitrión, colocado entre Alcmena y Júpiter: Eva, novia actual de Sigfrido y voz de la tribu, hará de contrapeso ante Genoveva, llamada del yo sofocado. Eva intentará que Sigfrido opte por el colectivo, que “no se sacrifique a su sombra” (p. 59), sombra que representa, como en el cuento de Andersen que lleva ese mismo título, al yo hasta entonces oculto. Genoveva, por su parte, le recordará su primitivo y sencillo origen, su perro que le espera en Francia. Ambas mujeres se enfrentan en una pugna dialéctica muy semejante al acto de juramento antes trascrito: GENOVEVA: El drama, Jacques, está hoy entre el gentío que te aclama y ese perro, si quieres, y esa vida silenciosa que te espera (…). Sólo cuando encuentres a tus animales, tus insectos, tus plantas, esos olores que son diferentes para la misma flor en cada país, podrás vivir feliz, incluso con la memoria vacía, porque ellos son su trama. Todo te espera en Francia, excepto los hombres. Aquí, aparte de los hombres, nada te conoce, nada te adivina. EVA: Escoge, Sigfrido. No dejes que se ejerza sobre ti el chantaje de un pasado que ya no conoces y de donde se sacarán todas las armas para alcanzarte, todas las adulaciones y todas las denuncias. No es un perro lo que esta mujer ha puesto como cebo en Francia. Eres tú mismo, tú mismo como un desconocido, ignorado, perdido para siempre (pp. 58-59). Y tiene razón Eva diciendo que lo que le espera a Sigfrido en Francia es él mismo, que se descubrirá a sí mismo allí. Pero se equivoca cuando piensa que U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 212 - ISSN 1989-1709 el protagonista elegirá quedarse en Alemania, cumpliendo con sus deberes colectivos. Porque Sigfrido, que “nunca ha huido de la sombra ni de la luz” (p. 66), se decantará por el yo bueno, por la identidad francesa, por un pasado irrenunciable 14 . Otras obras de teatro se construyen sobre un triángulo multifrénico muy semejante. Intermezzo, por ejemplo, escrita en 1933, pone en escena a una joven atraída por un espectro y pretendida por un “controlador” 15 , palabra de semantismo interesante en el marco de mi análisis. Isabel, como Alcmena, es huérfana, aislada del conjunto de la humanidad, del arquetipo. El espectro, en cuya descripción se inserta un intertexto explícito a la “Noche de diciembre” de Musset 16 , está saboteando todos los principios sobre los cuales se asienta la sociedad civilizada (p. 285), la moral burguesa (p. 289). El propio controlador lo define como su rival (p. 332), reanudando con el tema del doble-competidor latente en Anfitrión. Un cuarto personaje, el inspector, duplica a su vez la figura del controlador; ambos representan el arquetipo colectivo y su misión consiste en impedir que Isabel se acerque al espectro —es decir, asome al interior del yo—. La amistad entre Isabel y el espectro es efectivamente peligrosa (cf. acto II, escena 3). Separará a la joven del resto de la humanidad, alejándola del “rebaño que gusta de vestidos y corbatas” (p. 319), sus intenciones no son buenas (ibid.), engatusa a los incautos y les lleva a los límites de la vida; en esa aventura, en fin, puede uno volverse loco: “El menor juego en la razón humana, y se pierde” (p. 320). Jugar con las fuerzas del inconsciente, buscando la luz en la sombra, puede alterar el delicado equilibrio de la psique. A su vez, el boticario le dará la contrarréplica al controlador (acto II, escena 7), poniéndose del lado de Isabel: las jóvenes (léase: la conciencia, el yo) tienen 14 Como se ve, en mi interpretación la vuelta a la patria no es una regresión, sino un paso adelante en el proceso de individuación. Si, por el contrario, interpretamos el espacio francés como lugar del narcisismo primario, entonces habría que pensar que Alcmena es también el lugar del narcisismo primario, y que Júpiter, el violador, representa la madurez psicológica. Anfitrión entonces habría superado su angustia mediante la proyección de esa divinidad tiránica, símbolo de la ley de la necesidad (externa e interna al hombre). Es una lectura plausible, pero molesta, que queda necesariamente implícita en la explicación de Charles Mauron, op. cit. 15 El francés “contrôleur” se traduce mal: interventor, revisor, inspector…, y también censor. 16 Poema en el que aparece un personaje, vestido de negro, que acompaña al yo lírico y se le parece “como un hermano”: es su doble. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 213 - ISSN 1989-1709 derecho a elevarse por encima de la vida cotidiana y a dar “algo de uso a su razón” (p. 330). Usar la razón significa, en este registro, bucear en el inconsciente y comenzar el análisis. Es, por tanto, fundamental para el controlador aislar a la protagonista del “Cosmos” por medio de la Administración y la Instrucción obligatoria (p. 336). La burocracia y una pedagogía adecuada son los instrumentos óptimos para construir una personalidad obediente e integrada en la tribu. Y fijémonos bien en la jugosa continuación del argumento; a esa burocracia que tanto le costó a Giraudoux incorporar a su vida, le seguirá la Claridad obligatoria, “que limpiará la tierra del sueño y del inconsciente” (p. 337). Porque se trataba de eso, de evitar que el inconsciente aflorara y pusiera en cuestión la identidad construida en una paciente vida de integración en el engranaje social. Paradójicamente, pero dentro de la lógica de la contradicción que rige la obra giralduciana y de la lógica de la ambivalencia que rige los procesos psíquicos, el inspector y el controlador, en tanto que arquetipo colectivo, describen ese engranaje social como el corsé que hace de la vida una aventura lamentable, con, para los hombres, salarios de aprendiz míseros, promociones de tortuga, jubilaciones inexistentes, botones de cuello postizo como protesta, y para las simplonas como ellas, cotorreo y poner cuernos, cacerola y aguardiente (p. 300). Parece lógico pensar que sólo quien no ha sido devorado por la maquinaria burocrática pueda mirar a la muerte a la cara, es decir, como siempre, asomarse al inconsciente. Y aquí llega una de las paradojas quizá más interesantes de Giraudoux: ese personaje que no puede ser un banquero o un empresario sí puede ser… un funcionario, el propio controlador. Porque, y en ello reside la explicación de la paradoja, “ha vivido, pero sin explotación a ultranza de su personalidad” (p. 342). Como su sueldo llega regularmente y sin esfuerzo especial por su parte (sigue diciendo Giraudoux), como si los árboles echaran monedas de oro, se sitúa en el punto intermedio (véase el título de la obra, Intermezzo) en el que puede semiintegrarse en el sistema pero conservando su libertad. Puede obedecer al arquetipo a medias. Giraudoux ha expresado sin complejos el sueño de cualquier francés: ser funcionario del Estado. La cuestión es cómo seguir siendo diletante sin ser pobre. Y por ende, como le explica persuasivamente el controlador a Isabel, en esa vida no falta U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 214 - ISSN 1989-1709 una pizca de azar que le dé aliciente, sin caer, claro está, en la tiranía del azar puro (p. 343) o, por decirlo de otro modo, del destino que se impone (como se impuso a Alcmena), del inconsciente colectivo 17 . A su vez, en Tessa, escrito un año más tarde que Intermezzo, el triángulo se establece entre Charles, Tessa y Florence, que ocuparían respectivamente los lugares de Isabelle, el espectro y el controlador. Charles optará primero por Florence, cuya aspiración máxima es “casarse con un hombre verdaderamente grande, ayudarle, inspirarle” (p. 397), es decir, ser la esposa de un hombre glorioso y admirado por la sociedad —papel arquetípico tan cómodo, por cierto. En Electra (1937) el argumento se enriquece notablemente y el triángulo, aun siendo perceptible, pronto se difumina para centrarse la acción en pleno combate dialéctico entre el primero y tercer vértice (Alcmena contra Júpiter). Electra debe optar por la felicidad de la vida en un agradable jardín, obviando el crimen cometido por el amante de su padre (“allí evitará la angustia, el tormento, y quizá el drama”, p. 623), y la venganza que implicará renunciar a esa felicidad. El dilema se engarza sobre el díptico mentira/verdad que recorre la obra giralduciana y que es interpretable desde muchas perspectivas. En la que aquí ofrezco, “mentira” es lo que para Alcmena representaba el olvido: ignorar las constricciones grupales a las que se somete el individuo. “Verdad” es atreverse a mirarlas. Escoger la verdad, para Electra, es analizarse por dentro; de ahí que las euménides le reprochen que quiera “reencontrar su propio rastro” (p. 648), tanto más cuanto que esa búsqueda conllevará una masacre trágica para la familia de los átridas. Ondina (1939) vuelve al mismo esquema con el caballero-Ondina-Berta, adaptándolo a lo maravilloso del mundo germano. En Sodoma y Gomorra (1943) triunfa la fatalidad del arquetipo, completamente embebido ahora del pesimismo moral que acompaña al hecho de someterse al deseo colectivo. Las ciudades bíblicas son el símbolo de esa humanidad mezquina y desgraciada, que en Electra se describía acudiendo a una imagen muy schopenhaueriana y también con ecos de la marioneta maeterlinkiana: los seres humanos son como erizos que deben atravesar una carretera impulsados por una Voluntad ciega; 17 La institución del matrimonio forma parte de ese destino irrefragable. Ese inevitable contrato encasilla en el sistema y con él, “el collar pierde su oriente” (p. 173), la estrella que le guiaba, el deseo personal. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 215 - ISSN 1989-1709 muchos morirán en el intento (p. 612). Por Lucrecia (1953), en fin, menciona explícitamente el contenido éticoontológico que está presente en el esquema del triángulo, y que tiene su sitio igualmente en el proceso de individuación. La negativa a analizarse interiormente es, también (como en muchas neurosis), negativa a admitir la naturaleza humana tal cual es, como una mezcla de bondad y maldad. Y no sólo se rechaza la maldad en el otro, sino sobre todo en sí mismo. El sujeto no quiere contemplarse por dentro porque no es capaz de admitir la presencia del mal ni en el mundo ni en sí mismo, como explica Lucile, “que juró (…) no admitir el mal, que se juró a sí misma probar, y con la muerte si era necesario, que el mundo era noble, los humanos puros” (p. 1112). El personaje opuesto, Paola, representa la transigencia con el mal, la aceptación de la impureza y el vicio; la existencia de una mujer como Lucile le resulta insoportable porque pone su interior, la bestia, al descubierto: “Al verme denuncias al único ser que puede despreciarte, condenarte, a ti misma” (p. 1087). En fin, Lucile morirá por haber contemplado de golpe la estupidez, la maldad y la insensibilidad humanas (p. 1116). Otras obras teatrales de Giraudoux podrían examinarse desde esta misma óptica. Volviendo a Anfitrión, también Alcmena pertenece al grupo de héroes y sobre todo heroínas que rechazan la existencia del mal. Puede comprobarse cuando exclama, creyendo que ha burlado a Júpiter —el destino—: “Que no me vuelvan a hablar de la maldad del mundo (…), que no me hablen de la fatalidad, existe sólo gracias a la cobardía de los seres” (p. 173). Más tarde, cuando compruebe lo equivocado de su afirmación, deberá decidir si quiere aceptar el destino, el arquetipo, el mal; si quiere, en términos de Jung, “pactar con el diablo”. Recogiendo lo dicho a propósito de Sigfrido, Alcmena, y también Anfitrión, tendrán que determinar sus opciones. Sigfrido prefirió volver atrás, descubrir lo que latía bajo la apariencia y la gloria del presente; Alcmena, al final de su trayecto, ¿qué escoge? Para ambos esposos, en tanto que símbolos de una psique, se trataría de elucidar si lo ominoso ha surgido de lo reprimido o de lo superado (según Freud puede provenir de ambas eventualidades) —si el doble Júpiter surge porque ha sido superada la angustia, o porque existe aún esa angustia—. La ambigüedad U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 216 - ISSN 1989-1709 de hecho está presente en el texto y, como han señalado los comentaristas refiriéndose a otros aspectos 18 , focalizada en una de las frases finales de Alcmena, en la que afirma besar a Júpiter por tercera vez. Si Alcmena se refiere al beso nocturno con Júpiter-Anfitrión, significa que no ha olvidado el episodio, y que no reprime los deseos personales frente al dios avasallador, el ánima atenazadora. Si se refiere al ósculo de su marido al que tomó por Júpiter, entonces ha olvidado lo sucedido, ha vuelto a reprimir su yo. La construcción del individuo sería entonces y desde entonces regresiva. Alcmena era consciente sin embargo desde un principio de que el trayecto debía realizarse por encima del ánima (Júpiter), que les ha sumergido (al crear el mundo y a ambos cónyuges) “en un terrible montón de estupores e ilusiones, del que debemos salir solos, yo y mi querido marido” (p. 145). Obsérvese la mención de las ilusiones (en el sentido platónico de “apariencias” o “sombras”) como espacio propio de desenvolvimiento de la psique, que debe progresar hacia su madurez. También Sigfrido adivinaba ese difícil camino por recorrer, incluyendo en él no obstante un final feliz: No hay sufrimientos tan contrarios, experiencias tan enemigas que no puedan fundirse un día en una sola vida, pues el corazón del hombre aún es el crisol más importante. Quizá en un momento no muy lejano esa memoria que escapó, esas patrias encontradas y perdidas, esa inconsciencia y esa consciencia que me hacen sufrir y gozar al mismo tiempo formarán un tejido lógico y una existencia simple (p. 68). No voy a dar, para Anfitrión 38 de Giraudoux, un final interpretativo cerrado ni concreto. Creo además que el autor sugirió su preferencia por esta apertura con la ambigüedad de los besos entre Júpiter y Alcmena a la que aludí antes. Es cierto que Alcmena quizá ha triunfado, pero también ha decidido olvidar… ¿Es el olvido aceptación y principio de cambio? Si lo es, entonces su victoria es completa, a pesar de que haya sufrido, dentro de la anecdótica textual, la coyunda divina y su embarazo. El otro triunfo, el triunfo aparentemente total, hubiera sido el suicidio: la muerte para borrar la afrenta absoluta recibida, y el testimonio futuro de esa afrenta (el niño Hércules que nacerá). Pero Alcmena descarta este desenlace no sólo porque, como dije al principio en este trabajo, es mejor olvidar la aniquilación inevitable y puntual de 18 Cf. el comentario de J. Body en la edición citada del Théâtre complet de Giraudoux, p. 1314. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 217 - ISSN 1989-1709 la identidad que optar por una aniquilación evitable y permanente, sino porque, en definitiva, quizá “lo que aman los hombres (…) no es conocer, saber, sino oscilar entre dos verdades o dos mentiras” (Intermezzo - Intermedio, p. 350) 19 . 19 A. Job (op. cit., p. 34) explica que la obra literaria es una “formación de compromiso”, capaz de satisfacer simultáneamente el deseo inconsciente y las exigencias defensivas. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 219 - ISSN 1989-1709 La figura del ángel en Un cura casado de Barbey d’Aurevilly (Mª Luisa Guerrero Alonso) A la hora de abordar la producción literaria de Jules Barbey d’Aurevilly, resulta inevitable asociar ésta con el concepto de satanismo, relación que ya sus contemporáneos fomentaron; de este modo, en vida del autor algún crítico escribió que “el señor d’Aurevilly piensa como el señor de Maistre y escribe como el señor marqués de Sade”, revelando esta opinión el desfase, por un lado, entre las declaraciones teóricas de Jules Barbey d’Aurevilly, en las que se afiliaba al legitimismo ultracatólico y, por otro, su práctica narrativa, que configuraba un universo donde la acción del mal no conoce redención ni perdón, de tal modo que el primero triunfaba plenamente en la realidad humana. A pesar de los continuos esfuerzos de nuestro autor por justificarse y defender sus obras de los ataques de la jerarquía eclesiástica y del grueso de la sociedad de su tiempo, Barbey d’Aurevilly era para sus coetáneos un seguidor destacado de una literatura que se deleitaban aventurándose por los caminos de las perversidades humanas en las que, además, veía reflejada la acción del diablo en la Historia. Lo anterior, unido a la creación de personajes e intrigas estrechamente relacionados con prácticas satánicas y la elección de títulos como La hechizada o Las diabólicas, llevaron a la opinión pública de su tiempo, y así ha seguido ocurriendo hasta hace poco, a singularizar a nuestro autor por su satanismo haciendo de él un rasgo para “marcarlo” especialmente y, en cierto modo, aislarlo dentro del panorama de la literatura francesa del siglo XIX. No obstante, la presente intervención quiere completar la imagen del autor normando como “escritor satánico”, pues tiene la voluntad de introducir la importancia que en su universo tienen las figuras angélicas. De este modo, U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 220 - ISSN 1989-1709 desde su primer trabajo, la novela corta Léa (1832), hasta uno de sus últimos relatos, Una historia sin nombre (1882), las narraciones de Barbey d’Aurevilly pivotan sobre el enfrentamiento entre figuras diabólicas y angélicas, que no son más que concreciones humanas de los dos principios en perpetuo enfrentamiento, el Bien y el Mal, para él, Dios y el Diablo, los cuales, en la ideología de este autor, escriben con su conflicto el guión de la historia humana: El Catolicismo es la ciencia del Bien y del Mal. Sondea las tripas y los corazones, dos cloacas, llenas, como todas las cloacas, de un fósforo inflamable; mira en el alma (Prólogo a la edición de Una antigua amante, escrito en 1865). Los comentarios precedentes exigen por tanto matizar esa etiqueta de “satánico” con la que se ha hecho convivir al autor objeto de esta exposición. En el mismo grado que “satánico”, Barbey d’Aurevilly sería “angélico” pues, como ya he expuesto, sus figuras e intrigas “diabólicas” necesitaban de un contrapunto de extrema bondad y adhesión a la ley de Dios, comportamientos éstos seguidos por las presencias angélicas que transitan por las ficciones aurevillianas. Ahora bien, la particularidad del relato que he escogido, Un cura casado (1865), es que en él ese combate entre el diablo y el ángel tiene un desarrollo y una profundidad que sobrepasa lo que en otros textos es a veces un planteamiento maniqueo sin más. En efecto, en la persona del sacerdote apóstata Jean Gourgue, apodado Sombreval — “Valleoscuro”—, el lector está lejos de encontrar una de esas figuras tópicas de sacerdotes libidinosos cuyo pecado consiste en la transgresión sexual y que aportan uno de los pilares de la novela gótica, manifestación literaria, no se olvide, omnipresente en la literatura europea del siglo XIX. Jean Sombreval encarna la voluntad de romper la comunicación con Dios, propiciada por su condición sacerdotal, y sustituir esa relación sobrenatural por dos objetos de adoración: primero la ciencia y luego el amor sin límites que tiene por su hija, Calixte, a la que quiere salvar de una muerte segura debido a una extraña enfermedad nerviosa que la muchacha padece. Y este segundo objetivo renueva en nuestro autor la figura del cura apóstata, dotándole de una complejidad emocional que se trasmite a la percepción lectora: por amor a su U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 221 - ISSN 1989-1709 hija Sombreval se consagra a curarla con su ciencia y posteriormente a simular una vuelta a la religión, lo que él piensa que podía conseguir acabar con el terrible mal de la joven, de origen sobrenatural, como los narradores del texto exponen en varios momentos. A la caracterización satánica que asume Sombreval, siguiendo los tópicos del código byroniano, se añade un comportamiento donde destaca una inmensa ternura paterna, con gestos y palabras que hablan del desmedido amor que profesa a su hija; de este modo, la caracterización satánica resulta matizada por la atractiva paradoja de un padre cuyo amor acaba en suicidio. El tratamiento transgresor que Jules Barbey d’Aurevilly aplica a la figura satánica de Sombreval se extiende a la figura angélica de su hija, Calixte. Y ello porque Calixte resulta algo más que una figura cuya morfología y actuación en la dinámica textual sobrepasan los caracteres canónicos del prototipo angélico para derivar hacia otro prototipo que tiene un especial protagonismo en el imaginario aurevilliano: el redentor crístico. En la figura de nuestra protagonista el ángel transita hacia el redentor, el serafín necesariamente se convierte en Jesucristo al revestirse el primero de una función de expiación y sacrificio existencial. Después de exponer a grandes rasgos las líneas fundamentales de mi exposición, pasaré a la ilustración textual de las mismas, concretada en dos momentos: —en el primero, realizaré una visión panorámica y caracterizadora de lo que he llamado “figuras intercesoras” entre la esfera sobrenatural y la humana, presentes en todas las civilizaciones y visiones antropológicas que aquéllas desarrollan. —en el segundo, me centraré en Un cura casado, para, como antes adelanté, ver cómo la narración realiza la deriva de la figura del ángel a la del redentor crístico en el personaje de Calixte Sombreval. El breve recorrido por las distintas concreciones del arquetipo del mensajero entre lo trascendente y lo humano que tiene en la figura del ángel su representación más extendida, empieza, como casi toda operación de rastreo, en Mesopotamia, en cuyas diversas regiones se adoraba a distintos dioses, aunque algunos eran comunes, los cuales, a su vez, surgían como U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html ISSN 1989-1709 - 222 - emanaciones de un “deus otiosum”, de un ser supremo que, por su sublimidad, resultaba sólo accesible a los hombres a través de unos espíritus intermediarios. Hacia el 3000 a.C. aparecieron en la zona mesopotámica las primeras iconografías de genios alados que asumían distintas formas, desde la antropomórfica, los karibú, que serán las protoformas de los querubines, hasta las morfologías animales: el águila, el toro, el león, todas ellas representaciones que serán introducidas en el libro bíblico del profeta Ezequiel. En el primer capítulo, ante el mismo profeta se manifiesta la divinidad rodeada de estos seres que se describen como seres refulgentes y alados, a la vez que sus rostros reproducen las figuras del hombre, del león, del buey y del águila. (Ezequeil 1,4-12). Dichos espíritus alados se presentaban como mensajeros benéficos cuya misión era fundamentalmente comunicadora: llevaban a los dioses los homenajes que los hombres les dedicaban y comunicaban a estos últimos los favores divinos. Sin aún adoptar la morfología angélica tradicional, ya unían a esta misión trasvasadora la de protección de los hombres, ayudados por su invisibilidad cuando intervenían en la existencia de éstos. Junto a ellos, las poblaciones mesopotámicas también creyeron en espíritus alados malignos que perturbaban la existencia humana provocando enfermedades, inspirando malas acciones y molestando a los hombres en su vida cotidiana. La segunda figura mediadora viene representada por uno de los dioses olímpicos más famosos y singulares, el dios Hermes, romanizado en Mercurio. Hijo de Zeus y de la pléyade Maya, numerosas leyendas le atribuyen ya desde pequeño una intensa actividad intelectual, una aguda astucia y un fuerte encanto social. Sus funciones derivadas de estos caracteres coincidirán casi una por una con las que el judaísmo y el cristianismo atribuyeron a los ángeles; entre ellas citaremos su papel comunicador entre el cielo y la tierra, su cercanía a los hombres —el dramaturgo Aristófanes lo definió como “el dios más amigo de los hombres”—; a través de él la presencia divina se inserta cotidianamente en el mundo. Su bonhomía le hace próximo a los hombres a quienes sirve de guía y escolta hacia el Hades. También con él se asocia la prosperidad y la fortuna y en función de esto es patrón de mercaderes y ladrones. Se caracteriza por el movimiento continuo tanto espacialmente, pensemos que lleva unas sandalias con alas, como sustancialmente, pues su caduceo permite U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 223 - ISSN 1989-1709 que pueda trasmutar sustancias, poder que luego heredarán los alquimistas. Pues bien, toda esta herencia tan densa de figuras comunicadoras, móviles, trasmutadotas, llegará al pueblo judío. Durante su exilio en Babilonia en el siglo VI a.C., los hebreos descubrieron estas figuras mensajeras y se sintieron especialmente atraídos por ellas, fijándose especialmente en los Caribú, quizás por su forma antropológica, que les hacía más cercanos a nuestra condición humana; los judíos potenciaron en estas figuras el papel de mensajeros al servicio de un único dios, el verdadero, a diferencia de la pluralidad babilónica y helénica. Los testimonios textuales que dan carta de naturaleza a estas figuras son dos: el libro de Ezequiel y el libro de Enoch. El primero (del que ya he hablado y que en varios capítulos introduce apariciones angélicas), les confiere un carácter ora benéfico (capítulos 8 y 10) ora maléfico (véase la clara alusión a Satán en el capítulo 28). El segundo (hoy ausente del canon bíblico ortodoxo e incluido en la lista de libros apócrifos) ofrece la primera clasificación de los ángeles en las escalas de arcángeles, querubines y serafines. En el Nuevo Testamento las alusiones a figuras angélicas recorren los evangelios y los textos finales. A la hora de hablar de la morfología y funciones de estas figuras, es preciso decir que las representaciones más extendidas los asocian con manifestaciones luminosas radiantes de las que la vestimenta de lino blanco es la más extendida, tal y como aparecen en el libro de Ezequiel; sus voces emiten un cántico de alabanza continuo con el que celebran la Creación, de la que han sido testigos y cuyas maravillas difunden. En este sentido, a quienes sienten su presencia, los orientan hacia la alabanza universal de tal modo que su mente y corazón pasan a conectarse con el poder de la creación invisible que los ángeles constituyen y a vivir una vida nueva: Quienes experimentan la presencia de un ángel sufren un cambio, pues pasan a formar parte de él. Adquieren su sabiduría y se integran en la unidad que es la Fuente de la vida. El conocimiento que les proporcionan los ángeles no se puede diferenciar del amor y la unidad (Barker, 2003: 20). El hecho de haber formado parte los ángeles de la creación invisible y haber asistido como testigos a la creación visible, que es la que describe minuciosamente el Génesis, les confiere un estado de conocimiento U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 224 - ISSN 1989-1709 sobrehumano por el que ven la unidad de las cosas, sin las divisiones que caracterizan el conocimiento del estado visible. El conocimiento angélico proporciona la visión de la Creación material como unidad a la vez que la del Tiempo como globalidad simultánea y no como una realidad sucesiva; por eso los ángeles han sido dotados de una visión profética que supone un dominio sobre el tiempo de tipo sucesivo. Por otro lado, la asociación del ángel con la morfología luminosa traduce su conexión con Dios, luz suprema en la que están los ángeles. Su participación en Dios fundamenta su función conectora entre el mundo inmanente de la experiencia cotidiana y la Fuente de toda Vida, esto es, Dios: Por medio de los ángeles podemos lograr una cierta percepción del Ser Supremo, y por su mediación obtenemos un conocimiento completo de la creación. Nos revelan todo lo que la mente humana es incapaz de conocer por sus propios medios. Y nos guían en los diversos modos del razonamiento humano (Barker: 10). Junto a esta misión reveladora y comunicadora, el ángel tiene como misión privilegiada la protección del ser privilegiado de la Creación, el hombre; tal es la encomienda especial de los ángeles custodios; a ello se añade cómo se han involucrado en el plan que la Providencia ha preparado para los hombres así como su especial contento ante el rescate de un alma descarriada, lo que ilustran las palabras de Jesús en el evangelio de san Lucas “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (15:10). Tras este largo paréntesis, a mi juicio necesario en cuanto que resulta imprescindible tener claros los rasgos morfológicos y funcionales del ángel para ver cómo los asume y singulariza el texto aurevilliano, pasaré a ilustrar el proceso por el que el escritor normando somete a metamorfosis la figura del ángel convirtiéndola en la de Cristo, con las consecuencias ideológicas que de ello se derivan y que en parte pueden argumentar la condena que el texto sufrió en su momento por parte de la jerarquía eclesiástica. El lector de Un cura casado no ha de esforzarse mucho para asociar a Calixte Sombreval con la figura del ángel, tanto por sus rasgos físicos como por su actuación a lo largo del relato; la luminosidad e hiperbólica blancura centellean y deslumbran a los demás en cualquier espacio donde la joven se U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 225 - ISSN 1989-1709 presente: Calixte era menos una mujer que una visión —“una visión, decía Jeanne Roussel, que casi consiguió que pudiera verla, a fuerza de hablarme de ella, como Dios quería, en sus planes, que ese malvado de Sombreval la tuviera siempre ante sus ojos”. Se diría que era el Ángel del sufrimiento andando por la tierra del Señor y andando con su belleza de ángel fulgurante y virginal, la cual no podía ser profanada por el dolor por muy cruel que éste fuera. […] Poseía la belleza cristiana, la doble poesía, la doble virtud de la Inocencia y la Expiación…La palidez de la cólera de Néel no era más que rosas lavadas por las lluvias en comparación con la palidez sobrenatural de Calixte. Como un recipiente de marfil humano, demasiado puro para resistir ante las rudas embestidas de la vida, su rostro, más que pálido, quedaba sencillamente enmarcado por unos cabellos de un rubio oro claro, recogidos hacia arriba y que dejaban al descubierto sus doloridas sienes (Barbey d’Aurevilly, 2005: 154) 1 . La cita presenta a una Calixte de exacerbado angelismo, destinada al cielo, tal y como irá demostrando a lo largo de la narración con su incapacidad de generar una actuación integradora con el ámbito terrestre, como será, entre otras, su negativa a responder a los proposiciones sentimentales de su único amigo, el joven noble Néel de Nehou. Frente a otras ficciones de tradición angélica en las que el conflicto central surge cuando el ángel es conquistado por lo terrenal y quiere permanecer en esta esfera, mezclarse con lo humano, participar de esta condición, renegando así de su naturaleza primera, Calixte Sombreval, por el contrario, cumple escrupulosamente con su condición de criatura del cielo y para el cielo, portadora de un mensaje para los humanos; y es precisamente en esta función profética, con la que Barbey d’Aurevilly enriquece a su personaje, donde se instala la heterodoxia del texto aurevilliano. En la narración de Un cura casado, Calixte Sombreval trasmite de manera singular especialmente a su padre y luego a todos los que la conocen, un mensaje de carácter trascendente, pues no sólo se servirá de sus palabras para hablar de la voluntad divina sino que su mismo físico evidencia esa voluntad sobrenatural: a través de su enfermedad nerviosa, cuyo origen la ciencia no ha podido determinar y cuyo recordatorio es la marca cutánea en forma de cruz roja que aparece en su frente y que ella misma se encarga de ocultar con un extraña banda roja. Las voces narradoras que confluyen en el 1 Las citas que ofrezco de Un cura casado pertenecen a la edición de la colección Clásicos universales de la Editorial Cátedra, publicada en 2005, de cuya edición y traducción yo misma soy autora. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 226 - ISSN 1989-1709 texto subrayan cómo dicha marca no hace más que recordarle a Sombreval su pecado de apostasía y la necesidad de convertirse a través de la persona de su hija, la cual es consciente de cómo Dios la ha marcado y elegido para tal mediación, como le declara a Néel de Nehou: “Estoy marcada para la muerte y para rescatar el alma de mi padre. ¡Usted lo sabe de sobra!”. Sin embargo, el mensaje indeleble que lleva Calixte no fructificará a favor de la voluntad divina, al contrario, originará la perversión de la misma puesto que Sombreval decide simular una conversión al catolicismo y pedir su reingreso en las funciones sacerdotales, con lo cual, a la postre, se repite el acto de apostasía primero, esta vez encubierto y unido al sacrilegio. Cuando Calixte conozca a través de su padre espiritual, Méautis, este simulacro, desesperará y pondrá en duda el mensaje que ella misma estaba encargada de trasmitir; respecto a esto último, es preciso apuntar que en los capítulos finales del relato se potencia la capacidad profética de la joven, atributo propiamente angélico, no se olvide. Su conocimiento del tiempo futuro se centra en anunciar a quienes la rodean en su lecho de muerte, con su terrible grito “¡Estamos condenados!”, que tanto su padre como ella no encontrarán la salvación, con lo que la joven niega la confianza que tenía en lograr la conversión de su padre ayudándose de sus insistentes plegarias y acatando su terrible enfermedad. Su grito apunta a lo estéril de la expiación que ha protagonizado a lo largo de su vida y produce un cortacircuito en el principio teológico que Barbey d’Aurevilly quería encarnar en la joven: el de la Comunión de los Santos y la Reversibilidad de los méritos del justo; ambos dogmas defienden que el hombre santo puede salvar con su sacrificio el abismo instaurado por el pecado original y subsanado por la Redención crística. En este contexto, el que un creyente asuma las faltas ajenas supone un deseo de revivir la interacción entre Dios y los hombres y reafirmar la acción humana como camino de progreso hacia la trascendencia; por eso, para la teología cristiana, el sufrimiento del justo es regenerador, ya que su expiación vuelve a comunicar al hombre con la realidad divina. Éste es el aspecto que la conclusión de la novela pone en entredicho y además en boca del que ha sido agente de expiación, la propia Calixte Sombreval; su grito sume en las tinieblas su vivencia espiritual y esboza la posible ineficacia de sus súplicas ante su U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 227 - ISSN 1989-1709 creador, aspecto que recoge argumentos dados por su mismo padre a lo largo de la novela. La Iglesia contemporánea de la novela vio el carácter problemático de las preguntas que quedaban en el aire textual de la misma: ¿Acaso el ángel mediador había fracasado como agente trasmisor? ¿Acaso Dios rechaza perdonar? Muy probablemente esto es lo que hacía problemático el texto para la jerarquía católica, más que su posible satanismo, que a esas alturas del siglo se había convertido en un tópico literario asumido y al que el público estaba acostumbrado. Pero, si problemática es la función profética de Calixte como mediadora ante Dios, también su físico lo es, o mejor dicho, su morfología angélica presenta más aristas de lo que parece. Su rostro angelical y la visión del mismo resulta turbada por la presencia de esa extraña cinta escarlata que pretende ocultar una cruz, esa extraña señal de nacimiento que el texto, recordemos, presenta como la venganza divina a la apostasía de Sombreval. Ahora bien, en esa cinta y en esa cruz ocultada se inscribe la morfología que completa —y hace problemática— la del ángel: hablamos de la morfología crística que hace que en la joven se unan dos arquetipos, el del mensajero y el del redentor, que completan y se erigen como figura de llegada del enviado divino a la existencia humana: Demasiado ancha para considerarla un adorno, aquella cinta escarlata que le ceñía la cabeza de un blanco tan mate y bajaba muy cerca de las cejas, figuraba perfectamente la corona sangrante de una frente mártir. Se diría que era un círculo de sangre coagulada —derramada allí en sublimes torturas— y se podría pensar en las Medusas cristianas. De cuya frente abierta mana realmente sangre bajo las espinas de la coronación mística, como la que hemos visto derramarse en estos últimos años de las desgarradas frentes de las estigmatizadas del Tirol (155) La cinta de Calixte es presentada en varios momentos como corona de espinas, y en el momento de la crisis nerviosa que será mortal, el mismo cabello angélico se convierte en corona de sufrimiento, agentes, por tanto, cinta y cabello, de martirio, rememorando la pasión del Señor: Después de una hora de estar postrada durante la que Calixte se mostró como absorta, sus dolores nerviosos, que podían adormecerse, pero cuyo origen seguía estando en ella, se despertaron como tigres dormidos y la devolvieron a la intensa vida de las sensaciones. Cada cabello de la hermosa cabeza rubia se convirtió en una aguja de dolor. Profundos estremecimientos sacudieron hasta romper su frágil cuerpo U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 228 - ISSN 1989-1709 (437). Según el texto avanza, Calixte, en su aspecto doliente, va asimilándose más a Cristo, en un proceso que recuerda el Viacrucis; ella misma en su discurso va a fundir las dos entidades, al compararse en sus sufrimientos con Cristo, al que llama el ángel de los Olivos, el cual aceptó, como ella, beber del cáliz que anunciaba su muerte por amor a los hombres. Es curioso que siempre el personaje de la hija de Sombreval funcione con esa doble entidad, la de ángel y la de redentor a través de la conjunción del agente enviado para trasmitir el mensaje divino y del agente enviado para sufrir, verdadera esencia de la figura de Cristo. Esta asimilación crística encuentra su apogeo en las escenas de los últimos momentos de Calixte en la tierra, verdadera Pasión hasta acabar convirtiéndose la joven en Cristo en el lecho de dolor, su Gólgota particular; sin embargo, Barbey d’Aurevilly hace una recreación problemática de este episodio de la crucifixión, pues dota a la agonía de la joven, a pesar de repetir la desolación de Cristo, de un contenido heterodoxo a partir de las palabras finales que anulan el acto de redención: Al acercarle la hostia, en la cual quizás percibía como santa Teresa, a Jesucristo bajo la forma visible y sangrante de su pasión, ya no se veía en ella una muchacha que iba a expirar, sino un ser humano que la santidad divinizaba. El rostro de Calixte se hizo totalmente celeste. Sus hermosos ojos engrandecidos emitieron un resplandor desconocido. Su cabello se iluminó como una aureola. La cruz de su frente lanzó destellos, y su palidez, diáfana como el éter, y como si su alma, desde dentro, la hubiera iluminado, transpiró un ligero efluvio de oro… Su cuerpo entero fulguró…¡qué prodigiosa visión […]. Calixte, atraída por el divino imán de la Eucaristía, pareció alzarse horizontalmente de su lecho, y, bajo la atracción del amor, acercarse a la hostia… […]. Pero de pronto, como si hubiera tenido la intuición final, se deshizo en llanto: —¡No! —continuó hablando—. Mañana moriré. Cuando llegue, me habré muerto… Me ama demasiado para encontrarme con vida —añadió con una hondura católica que hizo que todos se estremecieran. Y concentrada en su padre, sin separarse de él, exclamó: —¡Estamos condenados! (447-448). Es habitual en la narrativa aurevilliana la introducción de personajes U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 229 - ISSN 1989-1709 antitéticos que desarrollan esa visión maniquea de la realidad que caracteriza especialmente a este escritor. Ya hemos visto cómo, en un principio, la pareja formada por Jean Sombreval y su hija así lo eran, con los matices enriquecedores que el texto desarrollaba, que contribuían a complicar lo que sería una oposición frontal entre ambos. Esta pareja actancial no es la única que el lector encuentra; en efecto, inmediatamente se le impone el dúo constituido por la prometida de Néel de Nehou, Bernardine de Lieusaint y la propia Calixte Sombreval, que encarnan los dos polos del imaginario femenino del autor. Para el objetivo de nuestra exposición, señalaremos una nueva pareja en cuanto que ambos componentes desarrollan la figura del ángel. Acerca de Calixte Sombreval ya hemos escrito suficiente; ahora es el turno del otro “ángel” del universo de Un cura casado, el padre espiritual de la hija de Sombreval, el padre Méautis. Por su físico y su espiritualidad exacerbada desarrolla en las páginas de la novela una relación gemela con Calixto; en efecto, el padre Méautis, en su extraordinaria pasión religiosa, es comparado con los querubines, “los Ángeles adoradores de Dios”, y será su inmenso amor al Creador lo que le lleve a denunciar ante Calixte la impostura sacrílega de Jean Sombreval, provocando la crisis mortal de la joven y la hecatombe en la que se resuelve la narración : No omitió nada. Lo dijo todo. […] Y temiendo, más que volverse loco, el ser cómplice por su silencio del sacrilegio que se estaba consumando, si verdaderamente se consumaba, había pedido a Dios con tanta insistencia, en el sacrificio de la misa, que le enviara un solo signo que lo sacara de aquella tortura, que ese signo, Dios, conmovido por la miseria de su servidor, se lo había enviado en los últimos tiempos —tres veces, y cada vez más claro— y que a partir de entonces ¡se había propuesto contárselo todo!, ¡pasara lo que pasara! (368). Por esta razón, el sacerdote actúa como intermediario del mensaje de Dios para Calixte, con el fin de que la muchacha adquiera conocimiento del horror espiritual que su padre está cometiendo. Meáutis se erige pues en ángel exterminador que, como ocurría en el Génesis, expulsa a Calixte, a su padre y a su enamorado Néel del pequeño paraíso en el que la falsa conversión del segundo los había introducido. Esta vez, el ángel sí comunica el mensaje de Dios, en oposición a lo que había ocurrido con Calixte, cuya función mediadora no sólo no había tenido fortuna, sino que se había vuelto contra ella misma. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 230 - ISSN 1989-1709 Así pues, en las ficciones aurevillianas sólo hay espacio para el aniquilamiento, progresivo o instantáneo, poco importa; en este proceso, la función mediadora del ángel sólo es productiva cuando se trata de trasmitir destrucción y muerte, nunca misericordia y redención. El rostro de Dios, en el universo del autor normando, es irascible y su brazo punitivo: el único ángel que cumple con su misión comunicadora lo hace para anunciar la terrible justicia divina, como lo hizo el arcángel del paraíso; frente a ello, el lector no puede olvidar que la mistificación de Sombreval tiene su origen en el supremo amor paterno y en el lógico deseo de salvar a su hija de la muerte. Por ello, unas veces el texto mira hacia un Dios justiciero y otras hacia un Dios misericordioso y, en este movimiento de alternancia, revela un autor obsesionado con la imagen de un Dios castigador de la rebeldía pero a la vez también atraído por la imagen de la posibilidad de que al final actúe un Dios clemente: la intriga narrativa alimenta hasta el final el dilema, sin resolverlo en los juicios de unos narradores que, en otros momentos textuales, han trasmitido sus opiniones sin paliativos. Por ello, el lector cierra este libro con la pregunta de si verdaderamente el Dios de Calixte ha podido condenar eternamente el inmenso amor desplegado en este torturado mundo afectivo tanto por parte del padre como de la hija. Enfrentarse a esta novela excluyendo su dinámica de multiplicación de propuestas teológicas, de imágenes de Dios y de funciones angélicas, no haría más que mutilar la complejidad e inquietud de un texto que une la reflexión teológica con el ejercicio literario; por eso, Un cura casado ha de leerse panorámicamente, abarcando sus contradicciones y planteamientos, haciendo del querubín el Cristo ineficaz de un abismo desolado, en el que sólo llega a algún puerto la acción del padre Méautis, el particular ángel exterminador de esta novela. Bibliografía sucinta sobre angelología BARKER, M. (2003) Una extraordinaria reunión de ángeles. Madrid. Pearson Education. BLOOM, H. (1997) Omens of millenium: the Gnosis of Angels. Dreams, and Resurrection. London. Fourth Estate. CORBIN, H. et al. (1978) L’Ange et l’homme. Paris. A. Michel. FOMBONNE, J-M. (1996) Des Anges et des hommes. De la nuit des temps au IIIe U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 231 - ISSN 1989-1709 millénaire. Paris. Hachette. GONZÁLEZ ALCANTUD et al. (2001) Seres intermedios: ángeles, demonios y genios en el mundo Mediterráneo. Madrid. Clásicas. MARTÍN CONTRERAS, E. (2006) Los ángeles en el Talmud y en el Midrás. Barcelona. Riopiedras. SERRES, M. (1999) La Légende des anges. Paris. Flammarion. VELASCO, J.-M. et al. (1984) Ángeles y demonios. Madrid. Fundación Santa María. U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html - 233 - ISSN 1989-1709 De Dioniso a Maximin, el nuevo Cristo, en la obra de S. George (Carmen Gómez García) Introducción Partimos de la dimensión religiosa que griegos y románticos conferían a la mitología, de tal forma que mitología aúna rasgos estéticos y éticos 1 . Los románticos concebían al artista como sacerdote de una nueva religión que pretendía vincular ser humano, divinidad y naturaleza mediante el lenguaje poético. En particular Novalis y Hölderlin preparan el terreno a una nueva mitología, abogan por el retorno de una poesía universal que devuelva al hombre a su estado originario de connivencia con la naturaleza, con los dioses. El testigo lo recoge Stefan George, quien vuelve a los griegos sobre todo a través de Hölderlin, e intenta dar un paso más allá de Nietzsche: George equipara no sólo mitología con poesía y religión, sino también con ritual, confeccionado en torno a un nuevo dios, para cuya configuración escoge a uno de sus discípulos. Con ello, George renueva el lenguaje del culto religioso y, en calidad de Redentor, logra la vinculación absoluta de sí mismo con la poesía — parte esencial del ritual y lenguaje de la nueva religión— y con su círculo de acólitos —creyentes—, con los que funda una comunidad, un nuevo Estado, en el que lo ético y lo estético son una misma cosa. George hace uso de Dioniso, el “dios enigmático del nuevo mundo”, como dijo Creuzer 2 , pero también de Cristo; es decir, funde las tradiciones mitológica y cristiana con el propósito de instituir una nueva deidad a partir de un ser humano de carne y hueso, y salvaguardar así su propia posición en calidad de único profeta. Lo nuevo de George estriba, por un lado, en que, como él mismo 1 2 Seminario de Antropología Mítica Contemporánea: sesiones del 31/10/07. Véase en este mismo número el artículo de Arno Gimber. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 234 - ISSN 1989-1709 dijo, no trazó falsos dioses de papel, como podía ser Zarathustra, sino que él creaba, daba forma a seres humanos vivos… y muertos. Por otro, en que la nueva religión de George tenía una finalidad formativa, educativa, cuyo último objetivo residía en la instauración de un nuevo Estado, entendido en el sentido platónico. 1. El cambio de siglo en Alemania y Stefan George Stefan George (1868-1933) es el poeta de lengua alemana cuya producción manifiesta con mayor claridad las necesidades míticas de una época determinada, que se caracteriza entre otros rasgos por la creación de nuevos movimientos religiosos y por una cierta predisposición a nuevas formas de espiritualidad. En torno al cambio de siglo, George formó parte del grupo muniqués de los Cósmicos, fanáticos de lo irracional, a quienes su aversión a la civilización y a su época les condujo, entre otras fórmulas de búsqueda de trascendencia, a la adoración de dioses paganos o al culto de las personas, así como a la superación del principio espiritual de Apolo (que anticipa a Cristo) por medio de Dioniso como principio vital. Todo ello era frecuente en un periodo marcado por la muerte de Dios, ausencia que imposibilita toda revelación por parte de la divinidad y, en consecuencia, favorece la construcción de mitos propios, privados. En este contexto aparece Stefan George, cuya repercusión fue determinante para la vida cultural de la primera mitad del siglo XX. Es más: durante los dos primeros decenios del siglo XX, no hubo gran autor en lengua alemana que no manifestara su atracción o repulsa con respecto a la obra y personalidad del poeta renano. George se inició como representante de la poesía pura, absoluta, hermética, con el esteticismo simbolista. A partir del cambio de siglo se insertó en la tradición alemana del arte como religión. El poeta es ahora guía y el poema, a la sazón, portador de una nueva fuerza transformadora. Ello se radicaliza en El séptimo anillo (1907), ciclo en el que el poeta emerge como juez de su tiempo, al que le contrapone un nuevo dios salvador: Maximin, figura salvífica, dios de das schöne Leben, de la unidad perdida. Su siguiente Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 235 - ISSN 1989-1709 poemario, Estrella de la alianza (1914), es en realidad un breviario para la “Alemania secreta”, reunión de su círculo de acólitos con los que funda El nuevo imperio (1928). Este imperio se realizará mediante el arte y tiene al poeta, guía y profeta, como autoridad máxima. La obra de George, en principio en la estela de Mallarmé, bien puede asumirse como un capítulo más de la poesía pura, absoluta, y como respuesta a la muerte de Dios. El razonamiento que adopta es el siguiente: la racionalización política, jurídica y económica pone en tela de juicio el valor de lo aurático, de lo divino (Frank, 2004: 287). Si a los seres humanos se les priva de la divinidad, todo asume el mismo rango, el mismo valor. Todo es equivalente, todo es indiferente (ibid.: 295); sólo el poeta mantiene aún vínculos con lo sagrado. Por ello, George establece una distinción absoluta entre la lengua habitual de comunicación y el lenguaje poético que, vetusto, hermético, únicamente les es revelado a unos pocos a partir de su interpretación religiosa. La poesía ha de conservar cuanto de enigmático y exclusivo es inherente al misterio de lo sacro, necesario para creer en lo único que tiene trascendencia, el hermoso paraíso que es el arte. Así, el movimiento de George se presenta como un grupo social de elegidos en contraposición a lo profano, al pueblo, a la burguesía, de la que él mismo se aparta aun procediendo de ella. Este rechazo también remite al hecho de que los intereses de la burguesía son económicos; sus valores se establecen con relación al dinero, que todo lo nivela y transforma en valor de cambio. En “La ciudad muerta”, del Séptimo anillo (1907), lo sagrado, lo inconmensurable, permanece intocable con respecto a la masa: […] “Nos siega una triste pena y nos pudrimos Si vosotros no ayudáis —en la abundancia de dolor. ¡Concedednos hálito puro de vuestra elevación Y claro manantial! Encontraremos reposo en el corral Y en el establo y en cada cavidad de un portón. Aquí tesoros como vosotros nunca ella vio —las piedras Como carga de cien barcos exquisitas · hebilla ¡Y madura del valor de completas extensiones de tierra!” Sin embargo llega respuesta severa: “Aquí no aprovecha compra alguna. Lo bueno que os valía ante todo es inmundicia. Sólo se han salvado siete de los que en su momento vinieron Y a ellos nuestros niños les han sonreído. A vosotros os alcanza la muerte. Ya vuestro número es sacrilegio. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 236 - ISSN 1989-1709 ¡Id con la falsa pompa que a nuestros muchachos resulta asquerosa! Mirad cómo vuestro pie descalzo la empuja al mar por encima del arrecife” 3 . En este poema se manifiesta la crítica exacerbada a su época y a la burguesía, cuya identidad le es conferida por los bienes materiales. La burguesía, en tanto que ha usurpado el cielo, cuestiona la esencia de lo aurático: una ciudad, antes fructífera, es abandonada por sus habitantes en aras del progreso. Se han enriquecido, pero ahora vagabundean errabundos en espera de la muerte. Por ello claman a los moradores de la antigua ciudad que, emplazada sobre una alta roca, tiene sentido sagrado. De todos los suplicantes, cuyo número es sacrilegio, sólo se salvan siete, a quienes los niños les han sonreído. Los pobladores de la ciudad sagrada no muestran conmiseración alguna para con los profanos. Tamaña crítica sirve en último término para preparar a una nueva poesía y a una nueva vida. Frente al pueblo, sumido en los valores caducos de lo material, el poeta salvaguarda lo sagrado, tal como puede advertirse en los últimos versos del poema “El poeta en tiempos convulsos”, de El nuevo imperio (1928): […] divisa ya […] El futuro más claro. Pero él creció ya No manoseado por el mercado exuberante Por delgado tejido cerebral y oropel venenoso Reforzado en el encanto de los años perversos Una estirpe joven que nuevamente mide hombre y cosa Con auténticas medidas · lo bello y severo Alegre por su ser único · orgulloso ante lo extraño Se aleja a la vez de escollos de la más osada oscuridad Como pantano poco profundo de fraternidad fingida Que vomitó fuera lo blando y cobarde y tibio Que del soñar bendecido hacen y soportan Al único que ayuda al hombre alumbrado.. Éste rompe las cadenas barrido por ruinas El orden · fustiga los lares extraviados En el derecho eterno en el que lo grande vuelve a ser grande El señor de nuevo señor · la disciplina de nuevo disciplina · une El símbolo verdadero con el estandarte popular Conduce a la obra a través de la tempestad y las señales espantosas De la aurora temprana de su fiel tropa Del día despierto y planta el Nuevo Imperio. 3 Tanto este como el resto de poemas de Stefan George que se adjuntan en este texto son traducciones de Agustín González Ruiz (Frank, 2004). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 237 - ISSN 1989-1709 Esta función del poeta conduce inevitablemente a su concepción como guía, como Führer de una nueva generación incompatible con la sociedad burguesa, para la que rescata los viejos valores de dominio, disciplina, orden… Ya desde los primeros escritos de George, este guía, este Führer, hace acto de presencia en poemas de corte conservador, en los que se asiste al sacrificio de una masa uniforme, mediocre, prescindible. Desde una perspectiva apolítica, George utiliza el lenguaje religioso para criticar a la burguesía liberal. Él, el vate, el elegido, vínculo de lo sagrado, se arroga el derecho de imitar a los profetas del Antiguo Testamento y transmitir incluso advertencias apocalípticas (Frank, 2004: 295). Se hace necesario, pues, el retorno de lo sagrado, lo cual no cabe en el contexto de la burguesía, de lo profano. Por ello ha de delimitarse el espacio de lo excepcional y minoritario y se vuelve al templo —palabra y concepto— al que sólo el sacerdote tiene acceso (a lo que remite la raíz griega tem-, que significa “cortar”; esto es, separado del resto). Por otro lado, si lo que caracteriza al burgués es su desacralización, George recupera lo sagrado y afirma a Dios, pero a su manera. Esto requiere una comunidad, una nueva aristocracia, cuya nobleza provenga de su actitud espiritual. Para sustentar la espiritualidad, la unión del grupo, para sustentar su papel de guía, de profeta, George precisaba de un apoyo teológico, base de la nueva mitología. Ésta, a su vez, parte de la muerte de los dioses, como manifiesta el siguiente poema de El año del alma (1899): Vosotros entrasteis en el hogar En el que todo rescoldo se apagó · Luz había sólo en la tierra Pálida cadavérica por la luna. Introdujisteis en las cenizas Los lívidos dedos Con inquisitivo palpar buscando — ¡Se hace de nuevo la luz! Mirad lo que con gesto de consuelo Os aconseja la luna: Apartaos del hogar · Se ha hecho tarde. El fuego del hogar, los rescoldos, son símbolos del fuego divino que una vez alumbró la tierra, ahora en tinieblas, débilmente iluminada por un astro que emana un tenue resplandor de forma indirecta. El ser humano busca afanosa e Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 238 - ISSN 1989-1709 inútilmente la luz, aquello que fue. Pero ante la oscuridad debe apartarse y dirigirse a otro lado. Este vacío, esta necesidad de luz, se revela como el trasfondo necesario a George para establecer una nueva religión y, en consecuencia, crear un culto que confiera unidad a sus discípulos, todos ellos varones. 2. Dioniso Ya en los poemas tempranos de George se advierte la fantasía del dios venidero en forma de un niño que muchas veces identifica con Dioniso, como en el poema “La lucha”, de El séptimo anillo: Ebrio de sol y sangre Abandono precipitado la casa rocosa · Acecho en el campo perfumado En el dios de bellos rizos El de paso danzarín El que con boca canora Me ridiculiza en mi sepultura. ¡Hoy conoce la cólera Que alumbra desde las profundidades! Mi puño apresante Ahoga su cuerpo rosáceo. Mira cómo grita · ¡un niño! Fuera con la maza — Un golpe Hunde al odiado hasta el fondo. ¡Cuídate!.. Sufra yo · ¡cómo me alcanza La luz que sale de su ojo! Abajo en el combate cavernícola Oscuro y humeante ardor Fui yo el vencedor del grupo.. Detenga el cobarde el relámpago · ¡Muestra con el brazo tu valor! ¡Ay! Ellos luchan con luz. Agarra él al que cae. Aprisionado pone el pie Sobre mi pecho jadeante. Sonriente canta su canción.. Ebrio de sol y de sangre Me hundo en la muerte sin gloria · El niño de los rizos es Dioniso, que en George se trata de un dios de la luz, como Apolo (luz como símbolo de lo sagrado, de lo divino). Dioniso aparece como un dios combativo, como el mito según el cual destroza a sus adversarios (Frank, 2004: 313 y ss.). Pero Dioniso vuelve como niño, topos antiquísimo, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 239 - ISSN 1989-1709 pues el niño está más próximo a lo divino y al origen, le es inherente la realización de lo venidero, la esperanza de la llegada del Mesías. El mismo Cristo aboga por la conversión de los adultos en niños, para quienes es el reino de los cielos, la divinidad. La figura del niño como ser divino está ya presente a lo largo de todo el Hiperión en clara relación con el “niño” del que Stefan George hace uso: Sí, el niño es un ser divino hasta que no se disfraza con los colores de camaleón adulto. Es totalmente lo que es, y por ello es tan hermoso. La coerción de la ley y del destino no le andan manoseando; en el niño sólo hay libertad. En él hay paz; aún no se ha destrozado consigo mismo. Hay en él riqueza; no conoce su corazón la mezquindad de la vida. Es inmortal, pues nada sabe de la muerte (Hölderlin, 2007: 27). En otro poema de La estrella de la alianza (1914), George aborda a Dioniso de la siguiente forma: Regresado de la tierra de la ebriedad De las ricas playas de fruta y flor Te encontré en la primavera del hogar.. Ésta es verde dorado, delicada y frágil. Junto al blanco tronco de abedul Reluciente y de toda corteza privado Te hallas tú sólidamente sobre base florida Pues tú eres un dios de la cercanía. Ojo claro aún sin sombras Fuerte la callosidad de tus manos — Tienes del pastor pecho y rodilla.. Ciertamente eres un dios de la mañana. Importantes son las características del dios (es el dios de la cercanía, de la mañana), amén de la ebriedad, de la naturaleza, del culto floral que también interviene en la fusión dioses-naturaleza. Todo ello está abocado a introducir un advenimiento, un renacimiento religioso y, por lo tanto, una esperanza de retorno al estadio primigenio del ser humano, a la naturaleza. Este niño Cristo o niño Dioniso 4 es poderoso en el reino espiritual; su poder le es otorgado por sus adeptos. Y Dioniso hace su aparición como niño dado que el niño es ajeno al mundo desacralizado de los adultos, en el que todo es medido por valores de cambio. La figura del niño, ya para los Cósmicos como para los románticos y los griegos, equivale a territorio sagrado. Portador de la salvación, es una 4 Para la identificación Dioniso-Cristo, véase la obra de Manfred Frank: El dios venidero, Barcelona: Serbal, 1994. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 240 - ISSN 1989-1709 representación habitual en la mitología, habitual en Hölderlin. 3. Hölderlin y Nietzsche Al referirnos al Dioniso de George partimos de Hölderlin y de Nietzsche. En el romanticismo, Dioniso se había convertido en el único dios que había sobrevivido a la Ilustración en tanto implicaba la poesía en sí, la ebriedad y un principio de esperanza religiosa. Dioniso representaba “al dios del futuro que cuando llega al punto final de un proceso mítico, y bajo los condicionantes de una orientación racionalista de la existencia, es capaz de preservar la substancia de la esperanza religiosa para las generaciones futuras” (Frank, 1994: 18). Más aún: en la mitología del romanticismo, Cristo y Dioniso son los únicos que perduran tras el alejamiento de los dioses. Dioniso es comprendido como quintaesencia del proceso mitológico, como hermano carnal de Cristo (ibid.: 22). Además de esto, para George, y ya para los griegos, Dioniso reúne de “forma sintética y superadora” la esencia de los demás dioses. Así, en el poema de Hölderlin titulado “Pan y vino”, es el dios que, frente a la Ilustración, salva lo sagrado. Es el dios venidero, el dios del adviento, que regresará cuando retornen los dioses del Olimpo. Pero, además, Dioniso, Baco, es el dios del vino y, con ello, el dios de la fraternidad, de la ebriedad espiritual en la que los hombres se hacen uno. De este modo se constituye el fundamento de la comunidad, contexto en el que Dioniso retorna, en clara anticipación a la figura de Cristo. También el poema “El único”, de Hölderlin, identifica a Dioniso con Cristo. La sangre de Cristo es a la vez la sustancia del dios del vino. Tanto Cristo como Dioniso dan a sus discípulos su carne y su sangre en un ritual que garantiza la participación, la apropiación de lo sagrado. Asimismo, Cristo y Dioniso, en la interpretación de Nietzsche, fueron torturados, descuartizados y ambos volvieron a resucitar (Zagreo). A ello se le añade que se celebra la venida de Dioniso al comienzo de la primavera. George ve en Hölderlin al gran profeta del pueblo alemán 5 y, ante todo, 5 Véase el texto dedicado a Hölderlin en Tage und Taten. Aufzeichnungen und Skizzen Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 241 - “una especie de anticipación del descubrimiento nietzscheano del sustrato dionisíaco en la cultura apolínea de los griegos y, también, la corriente de la tradición órfica y su religión secreta como antecedente de la religión homérica” (Gadamer, 2004: 39). George, como Hölderlin, creía que la renovación del lamentable estado en el que se hallaba Alemania pasaba por la Antigüedad clásica, lo cual está estrechamente vinculado con la concepción escatológica de la historia que Hölderlin había tomado de Schiller. Por otro lado, el Hiperión de Hölderlin introduce el esquema fundamental que estructura la vivencia de George para con Maximin. En él, además, se muestra la atracción homoerótica de una belleza juvenil ideal que se sublima en una literatura mediterránea, patria de la pederastia helénica y del culto a la belleza corporal. Para George, Hölderlin, además de predecesor de Maximin, es el único que había vislumbrado el fondo dionisíaco de la religión griega oculto tras la lucidez apolínea, y, más allá del filósofo, había comprendido a Platón en su fase de formador de discípulos (George, 1933: 71), como puede observarse en el Hiperión. Hiperión atisbó lo superior en la separación de Diótima, en la experimentación de la pérdida y privación de lo divino. Tras la muerte de Diótima, su patria son los poemas, con los que revive la naturaleza, hogar de los dioses y de los hombres. Hölderlin construye no una nueva religión, sino la interpretación del mundo desde la certeza del alejamiento de los dioses, de lo divino. También él había equiparado juventud y belleza, que identifica con el bien, con lo que vincula ética y estética siguiendo preceptos de Schiller —y a su vez de Kant y Platón—. No obstante, Hölderlin confía en el advenimiento real de Dioniso. Por ello, a George, quien con Maximin en calidad de Diótima va a secundar estas pautas, Hölderlin le ofrece una legitimación desde la distancia temporal: es anunciador, no portador de la plenitud, de la divinidad. Nietzsche parte de la poética de Aristóteles para instituir en Dioniso el origen de la comedia y de la tragedia, que entiende como una síntesis dialéctica de lo dionisíaco y lo apolíneo: de Dioniso, interpretado y transfigurado por Apolo, Nietzsche acentúa la máscara animal (Frank, 2004: 51). A partir de Schelling, Nietzsche afirma que el despedazamiento de Dioniso, el (George, 1933: 68-71). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 242 - padecimiento dionisíaco, concluye en su transformación en aire, agua, tierra y fuego. Así, la individuación es algo en sí reprobable y fuente, principio de todo padecimiento, y defiende una transformación en la máxima pluralidad (ibid.: 5657). El Dioniso de Nietzsche es el dios Zagreo que sufre, el que fue despedazado por los titanes, aquel que renace como Baco, pero definitivamente como Yaco en los misterios eleusinos. 4. Maximin Para ya acabar de sacralizar su poesía, para justificar sus primeros poemas, con el fin de rematar el acto fundacional de su grupo y terminar de ritualizar la literatura o bien literaturizar el ritual de una religión que haría no sólo de la poesía, sino también de su vida, un acto religioso, George recurre a la figura de un niño, de un adolescente poeta, y lo eleva a la categoría de semidiós. No “valen” Dioniso o Cristo: se trata de inaugurar de forma sacrifical una nueva religión de la que él sea único profeta y evangelista. Véase el poema “Los signos”, dedicado a Maximin, y publicado en El nuevo imperio (1928): * M AHORA SE APROXIMA TRAS MILES DE AÑOS UN ÚNICO INSTANTE LIBRE: YA SE ROMPEN POR FIN TODAS LAS CADENAS Y DE LA TIERRA AMPLIAMENTE AGRIETADA ASCIENDE JOVEN Y BELLO UN NUEVO SEMIDIÓS Uno vino procedente del campo hacia la puerta Púrpura azul se inflamó la montaña · Cielo pálido · aire muerto cubría Las murallas como ante el estruendo de la tierra.. Dentro yacían todos en el más profundo sueño. Él se estremeció y tiembla todo el cuerpo: ¡Señor! ¿Reconozco correctamente tus signos? La voz resonó apagándose: está tan lejos. Tres se hallaban en la sala llenos de miedo Se colocaron en círculo unidas las manos Intercambiaron ardorosos la arrebatada mirada: Tu hora · señor · nos encontró aquí.. Nos eliges para tu mensaje: Entonces haznos soportable el sobreimpulso De nuestra fortuna cuando desde la noche del mundo Con vigor caminando vimos al niño eterno. Siete oteaban desde la montaña de la tierra.. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 243 - ISSN 1989-1709 Las ruinas humeaban, el mildéu golpeaba el campo: Tu hálito lo enviamos a través del imperio Tus semillas las colocamos en el suelo ¡Señor! Tú sacudes una vez más nuestro destino. Mientras tú sigas cubriendo la larga roturación Aguardaremos como guardianes de tu eminencia Moriremos gustosos desde que hemos visto tu luz. El semidiós, precedido por señales apocalípticas (tierra ampliamente agrietada, cielo pálido, aire muerto, estruendo, mildéu, mundo sumido en las tinieblas de la noche del mundo que, en definitiva, se consume, se agosta), ha venido ya. Sólo tres justos, discípulos de George, han percibido a tiempo los signos de su llegada. Y el joven y bello semidiós no es otro que un niño eterno. Unos pocos —siete— que ya lo otean desde lo alto de la montaña, en un estadio superior a la masa profana, esparcen las semillas para que en primavera, al igual que Dioniso, llegue la luz con el nuevo fruto. El niño eterno es la deificación de Maximilian Kronberger, joven escolar y poeta de Múnich que George conoció en 1902, a la edad de 13 años, y que murió el 15 de abril de 1904 de meningitis, al poco de haber cumplido los 16. El joven Maximilian estaba dotado de atributos muy estimados por George: joven, bello, con inquietudes poéticas… El maestro le tenía por un talento precoz y le introdujo en su círculo. A Maximilian le dedica el ciclo central de El séptimo anillo, que comienza con los siguientes versos: “Para aquel, niño · para aquel, amigo. / Yo en ti veo al dios”, esto es: Maximin es dios porque George ve en él al dios y así lo describe. El ciclo de poemas se estructura según el modelo de un suceso sagrado conducente a una resurrección en adviento. George pergeña a Maximin, estilización poética de la persona Maximilian, como baremo pedagógico, como modelo inalcanzable para la juventud. Y Maximin deviene en centro de un ritual estético cuyo espacio poético controlaba George, en donde se radicalizan sus teorías estéticas. Por consiguiente, es un dios “mitopoético”, pero no Maximilian Kronberger. Maximin, “epifanía de lo divino” (Groppe, 1999: 123), sólo existe en el texto. Por otro lado, la apoteosis de la juventud, clave en la literatura del cambio de siglo, adquiere un tinte especial en el círculo de George en relación con una imagen ideal de la Antigüedad, la cual respondía a la atmósfera de Schwabing Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 244 - ISSN 1989-1709 y a los anhelos del Círculo Cósmico. Más aún: Maximin reconciliaba en uno lo apolíneo y lo dionisíaco que Nietzsche había separado. Maximin es “un Cristo griego” (Faber, 1994: 141). Maximilian Kronberger murió y, con su muerte, a través de la experiencia de la privación 6 y del dolor por el amor perdido, así como Hiperión-Diótima, George apercibió la divinidad y proclamó a Maximin. Hölderlin, gracias a Diótima, se elevó a una dimensión absolutamente nueva de su vida y obra; Maximin y su culto, en cambio, son una consecuencia a la que la vida y obra de George ya apuntaban, un nuevo acento (Gadamer, 2004: 44). Hölderlin advirtió en la naturaleza la plétora de los dioses; George, por el contrario, se estiliza tanto en su propio objeto de afirmación poética como en el de sus amigos. Su poesía se convierte en la interpretación religiosa de sí mismo, como también se infiere del verso final de un poema del Séptimo anillo: “Soy el tronar de la voz sagrada”. La elaboración poética de la muerte y experiencia de Maximilian, el nacimiento de Maximin, suponen la configuración de la existencia poética de George como poeta y salvador, y de su círculo. A partir de Maximin, el peso de su obra se desplazó hacia la formación de sus discípulos mediante el ritual de la palabra. Veamos, a continuación, el proemio de La estrella de la alianza: TÚ SIEMPRE AÚN PRINCIPIO PARA NOSOTROS Y FIN Y MEDIO Por tu senda en este mundo · Señor del cambio · Empuja nuestra alabanza hacia tu estrella. Entonces una vasta oscuridad se cernía sobre la tierra El templo tembló y la llama del interior No se elevó más para nosotros aún por otra fiebre Debilitados que la de los padres: en pos de los serenos De los fuertes fácilmente alcanzables tronos Donde la mejor sangre nos absorbió el ansia de lejanía.. Entonces nos saliste al encuentro tú brote de nuestro propio tronco Bello como ninguna imagen y palpable como sueño alguno Con el esplendor desnudo de un dios: Entonces rebosó consumación de benditas manos Entonces se hizo la luz y calló todo anhelar. Eres tú quien nos liberó del tormento de la dualidad Nos trajiste la fusión hecha carne De uno a la vez y del otro · ebriedad y lucidez: Tú fuiste el devoto de los tronos de las nubes Quién luchó con el espíritu hasta atraparlo 6 A tenor de esto, dice Gadamer: “Hablar es buscar la palabra. Encontrarla es siempre una limitación. El que de verdad quiere hablar a alguien lo hace buscando la palabra, porque cree en la infinitud de aquello que no consigue decir y que, precisamente porque no se consigue, empieza a resonar en el otro” (Gadamer, 2004: 12). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 245 - ISSN 1989-1709 Y se ofreció como sacrificio en su día.. Y fuiste a la vez el amigo de la ola primaveral Que se dio esbelto y reluciente a su lisonja Y fuiste el que duerme dulcemente en los campos A quien se le posó un celestial. Te adornamos con palmeras y rosas Y rendimos tributo a tu doble-belleza Sin embargo no sabíamos que nos arrodillábamos por el amor En el que se llevó a cabo el nacimiento del dios. Aquí se habla de un “tú”, de un “nosotros” que da voz a la comunidad de culto. Aparece una estrecha vinculación con la naturaleza, la dualidad dionisíaca, el culto platónico a la belleza y el sacrificio cristiano; se expresa la necesidad del cambio de los tiempos mediante el templo tembló, que alude a la oscuridad, a la urgencia que se tenía de dios. Pero también el texto menciona que Maximin ha surgido a partir de la propia comunidad, de aquéllos para los que es sagrado. Y, sin embargo, no es sólo una idea, sino idea hecha carne, y dios para los que le veneran. Con Maximin brota la luz sobre la que George escribía desde sus comienzos; se supera el desgarro producido por la dicotomía ApoloDioniso, a lo que se suman los rasgos de la desnudez, la tensión sensiblesuprasensible, de nuevo la luz y la belleza, y la metáfora de adviento. Y este dios, señor del cambio, ha salido de su propio tronco. Es el dios luminoso que se ha encarnado. Por ello posee doble belleza: como muchacho y como ser divino. Es evidente que la Bildungsreligion, religión educativa instaurada por George, acusa una gran influencia del catolicismo. George rechazaba la teología cristiana al uso, pero valoraba el concepto de sacrificio y los rituales católicos a tenor de su fuerza social vinculante (Braungart, 1997: 183). Maximin corporiza el salvador hecho carne, la dulzura cristiana y la belleza griega. En consecuencia, George emplea claves bíblicas, así como imágenes y metáforas cristianas y mitológicas, con lo que sus poemas cobran la fuerza mistérica procedente del catolicismo y del paganismo. Es el dios que aúna toda espiritualidad. Y George, insistimos, su único profeta, aquél que le nombra, que le dice “dios”. A la imaginería religiosa se le añaden imágenes eróticas: el amor, el homoerotismo, aquí como en toda la obra de George, está muy presente. George creó el dios al que amaba, y él mismo es consciente del proceso de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 246 - ISSN 1989-1709 mitificación que ha llevado a efecto: en el ciclo a Maximin se lee el siguiente verso: “Yo criatura de mi propio hijo”, esto es, verso escrito en boga con un tiempo en el que, como bien sabía George, la religión ya no era la consecuencia de una revelación de Dios, sino fruto de la comunidad que lo crea (Frank, 2004: 330 y ss.). George es consciente de este proceso de mitificación: se manifiesta a la vez como padre creador y como producto de su propia mitología, a la que procuró dotar de todo un entramado ritual neopagano de simultánea estructura dionisíaca y cristiana. 5. El círculo de George: el nuevo Estado a partir de la nueva religión El proceso educativo de los miembros del grupo consistía en alcanzar el ideal, la belleza: Maximin. George diseñó todo un programa pedagógico que incluía tanto modos de comportamiento (de vestirse, de escribir, de hablar, de amar, de servir el té o trinchar la carne) como ejercicios de caligrafía y de lectura de poemas, que, para George, conformaba parte esencial del rito de iniciación en el círculo: es el ritual de la comunión de la palabra 7 . La verdad del texto se revela en su lectura en voz alta, se realiza a consecuencia de su valor performativo, en términos de Wolfgang Braungart. El cuerpo humano corporiza la palabra mediante el ritmo y melodía, lo que constituía la ratificación y socialización de la palabra. Todo ello, sin embargo, a imagen y semejanza de los postulados poéticos de George, dado que el concepto de “imitación” cobra cada vez más fuerza en el círculo como valor pedagógico y religioso, a semejanza de la Imitatio Christi (Nachahmung — Nachfolge [Braungart, 1996: 249]), al igual que “servicio” y “apostolado”, nociones acuñadas por Friedrich Wolters y Friedrich Gundolf en sendos ensayos titulados: “Dominio y servicio” (1909) y “Servidumbre y apostolado” (1908). Los rituales de George unen lo estético, lo ético y lo social (Braungart, 1996: 254), puesto que permiten reconstruir la unidad de vida y obra de George 7 Hay que tener en cuenta que, durante el cambio de siglo, vuelven a cobrar vigencia las teorías de Aristóteles, en particular sobre el ritmo y la melodía, ambos constitutivos de la misma naturaleza del cuerpo humano. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 247 - ISSN 1989-1709 y, a su vez, persiguen una vinculación más estrecha entre los miembros del grupo. El ritual, en consecuencia, también obtiene un sentido pedagógico. Con ello vuelven los ojos a Platón, pero no ya como filósofo, sino como educador, como maestro que con su academia creó un estado, reino espiritual vivo, en el que, de la misma forma que Sófocles 8 , se alude a la inspiración que produce la observación de un cuerpo joven y hermoso. La mera contemplación provoca la reflexión sobre el cosmos espiritual. Para George, así como para sus acólitos, Eros es “el amor que da forma al ser humano, creador de mundos, amor no para ser disfrutado; sólo germina en los espíritus nobles, en iguales” (Gundolf, 1920: 42). Así, el amor, la belleza, también tiene un sentido pedagógico, lo que remite de nuevo a la academia platónica de la educación. El amor, procedente de dios y que actúa en los hombres, incluye el retorno de valores como sacrificio, entrega, plenitud, negación, todos ellos de corte religioso (ibid.: 257 y ss.). La transubstanciación de Maximin, dios poético, en la poesía, materializa la unión de sexualidad, literatura, ritual, mitología y religión. Se concreta lo que George necesita para su círculo, así como la unidad de su obra, de su quehacer poético y de su vida (Braungart, 2005: 10). George utiliza los mitos de Dioniso y de Cristo con el fin último de criticar el liberalismo, la sociedad de su época y, frente a ella, fundar una nueva sociedad de culto; recurre a una fusión de valores espirituales como reacción ante la pérdida de los valores legitimados religiosamente, éticamente, estéticamente, que es lo mismo. George hace que retorne lo uno, lo Único, y a sí mismo se confiere el papel de creador. Bajo estas premisas, George asume su rivalidad con Nietzsche desde un sentimiento de superioridad porque, a diferencia del filósofo, él ha sido capaz de crear personas nuevas y Nietzsche, en cambio, sólo ha proclamado por medio de Zarathustra el advenimiento de un nuevo hombre (Raulff, 2005: 7879). Únicamente la palabra poética posee la fuerza mágica de conceder vida a los seres humanos y hacer que los dioses aparezcan. El filósofo se queda en su enunciado, en palabras de orador; George las llena de vida. La diferencia entre ambos estriba entonces en la fuerza “plástica”. En una 8 Stefan George sobre Sófocles en “Eine Erinnerung des Sophokles”, en Tage und Taten (George 1933: 42-43). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 248 - ISSN 1989-1709 carta fechada el 11 de junio de 1910, George escribe a Gundolf: “En Nietzsche está casi todo. Ha entendido las cosas grandes, esenciales: pero él no tiene el DIOS PLÁSTICO (den plastischen Gott), de ahí su interpretación errónea de los griegos, en especial de Platón” (Raulff, 2005: 79). Pero su “fuerza plástica” no sólo se sugiere en la capacidad de George de experimentar a dios en un ser de carne y hueso, sino que se realiza en la capacidad de esculpir seres humanos a su imagen y semejanza (Raulff, 2007: 9). En otras palabras, Maximin era el dios plástico de George, más aún: el círculo se entiende a sí mismo como encarnación de la palabra de George. A partir de un dios mitopoético, George modela, esculpe a sus jóvenes discípulos —jóvenes porque en ellos estaba el renacimiento de una nueva Alemania— en consonancia con su concepción de la poesía como obra plástica —valga como muestra, entre otros aspectos, el vocabulario que emplea, su forma de construir los poemas o la arquitectura de sus libros—. Hacer literatura consiste, como él mismo afirmó, en hacer que se manifieste un dios, el dios que habita en cada hombre. A partir de 1917, George encargó esculpir los bustos de sus discípulos a imagen y semejanza del suyo. Estas esculturas obedecían tanto a un programa pedagógico —acercarse a un ideal, al Maestro, al demiurgo— como al principio plástico que George había aprendido de los griegos, de Platón, en calidad de Formbildner y de adoradores de una religión asentada en el culto a lo bello. Con estas esculturas, que no eran sino la concreción plástica de los hombres nuevos, George quería recrear su estado en directa relación con el programa de la política artística de Platón (ibid.: 28-29), quería poblar un nuevo templo pagano para la formación de su Nuevo Imperio. Bibliografía Braungart, Wolfgang (1996): Ritual und Literatur. Tübingen, Niemeyer. ― (1997): Ästhetischer Katholizismus. Stefan Georges Rituale der Literatur. 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At the Fin de Siècle, this representation was challenged by new ideological stances, partly aroused by an economic crisis which shook the foundations of the Victorian paradigm. The mythical figures of Dionysus and Narcissus played a very important role in the development of the Fin de Siècle culture. In other words, the reinterpretation of these myths, carried out during this period, underlies the challenging and postmodern patterns of the art and literature of the last decades of the 19th century. In the following pages the author discusses this process, and analyses a short-story by Walter Pater and two tales by Oscar Wilde in order to illustrate it. 1. Dioniso y Narciso pueden considerarse las dos grandes irradiaciones míticas en el contexto cultural del Fin de Siglo, puesto que se trata de un periodo caracterizado por el apogeo del esteticismo y del hedonismo. Esto puede hacerse extensivo a muchos países europeos, aunque me ocuparé de la presencia de estos mitos en la literatura inglesa del periodo. Dicha presencia no significa que los autores ingleses del Fin de Siglo aborden directamente Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 252 - ISSN 1989-1709 estas figuras míticas en muchas de sus obras, sino que lo narcisista y lo dionisíaco impregnan esos textos a través de personajes y de peripecias vinculables de manera bastante obvia a estos relatos míticos. Uno de las obras que comentaré en este artículo es Denys L’ Auxerrois de Walter Pater, una de las pocas en la que el protagonismo recae explícitamente en la figura de Dioniso. En los cuentos de Oscar Wilde, El joven rey y El cumpleaños de la Infanta, los otros textos objeto de análisis, lo dionisíaco y lo narcisista se manifiestan sin la aparición explícita de las figuras míticas. El Fin de Siglo inglés supuso una profunda ruptura con la episteme dominante en la era victoriana. El modo en el que se produjo esa ruptura con un periodo histórico moderno ofrece la posibilidad de considerar posmoderno al Fin de Siglo. Éste vendría a encarnar por tanto la posmodernidad de la modernidad victoriana. Sin duda, esto implica una visión de la posmodernidad distinta de la que denota literalmente el prefijo, según el cual ésta sería una fase histórica posterior y, en buena medida, superadora de la modernidad, una fase cuyo nacimiento se situaría en torno al fin de la segunda guerra mundial. Este concepto sugiere una visión teleológica de la historia que casa mal con los planteamientos del neo-historicismo con los que me siento más identificado. En línea con la teoría de Marshall (5), con cuya definición del “momento posmoderno” estoy básicamente de acuerdo, la posmodernidad se identificaría más bien con un contrapunto, una especie de sombra que acompaña a la modernidad misma, ubicándose, por decirlo así, en los márgenes de la episteme moderna, y que en determinados contextos histórico-culturales hace su aparición de manera más o menos generalizada. El Fin de Siglo, al menos tal y como se manifiesta en la cultura inglesa, presenta rasgos posmodernos, los cuales a su vez resultan fácilmente vinculables a los mitos de Dioniso y Narciso. En la interpretación que los autores más significados del periodo hacen de estos relatos míticos radica el componente transgresor y posmoderno del Fin de Siglo. 2. Cualquier parámetro que se quiera utilizar como referencia —el científico, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 253 - ISSN 1989-1709 el tecnológico, el sanitario, el político, etc.— demuestra la modernidad de la sociedad victoriana. Esta modernidad surgió de una síntesis de los valores de la Ilustración, por un lado, y del protestantismo-puritanismo, por otro, síntesis que generó ese modelo de sociedad liberal-capitalista y democrática con el que todavía seguimos identificando a la modernidad. La Ilustración aportó el protagonismo de la razón y de la ciencia, así como un concepto de sujeto autosuficiente y nítidamente hegemónico respecto a la naturaleza. La religión contribuyó con una serie de elementos perfectamente compatibles con el proyecto moderno, a saber: la ética del trabajo protestante, el individualismo puritano y la dimensión moral que éstos atribuyen a la riqueza, entendida como signo de predestinación a la salvación. Si el individuo enriquecido es un elegido, una sociedad caracterizada por el progreso y el crecimiento económico sólo podía ser vista como una sociedad elegida. Por tanto, el sentimiento religioso mayoritario en la sociedad victoriana podía convivir sin muchos sobresaltos con la modernidad. En definitiva, se produjo una convivencia —y connivencia— extraordinariamente fructífera entre dos visiones trascendentes de la peripecia humana en este mundo, o, por remitirnos a Lyotard, entre dos metanarraciones, una de corte histórico y otra de cariz metahistórico. Por supuesto que hubo puntos de fricción. El caso más significativo fue quizá el efecto producido por las tesis de Darwin. Eminentes victorianos como Tennyson, Carlyle y Arnold sufrieron profundas crisis de fe a causa de la teoría evolutiva, aunque todos recuperaron su fe, lo que muy bien puede explicarse por la comprensión, más o menos consciente, de la compatibilidad de las dos metanarraciones. Este feliz maridaje entre Ilustración y religión podría haberse ido al traste si el cuerpo —entendido como depositario de la sexualidad, de los instintos, de lo irracional en el ser humano— hubiera tenido el protagonismo que en principio cabía esperar en una era moderna. Una visión liberal por parte de los modernos a este respecto hubiera entrado seriamente en conflicto con la visión restrictiva propia de la religión. Pero esto no llegó a producirse, pues, como advierten Horkheimer y Adorno en su Dialéctica de la Ilustración, el cuerpo fue el gran olvidado en el proyecto ilustrado. Esto se explica precisamente por el sentido trascendente del proyecto, por su entidad de metanarración y por el Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 254 - ISSN 1989-1709 sustrato de jerarquización violenta, dicho al estilo derrideano, que caracteriza a las estructuras binarias en estas concepciones de la historia. Si antes fue el alma la clave de la trascendencia atribuida al ser humano y a su historia colectiva, ahora era la razón la que venía a ocupar ese lugar, bien en sustitución del alma, bien superpuesta a ella. El ambos casos, el cuerpo, considerado “intrascendente”, quedaba lógicamente en un segundo plano, sólo contemplado en el fondo como instrumento de afirmación de su opuesto. El conflicto quedó aplazado y emergió con bastante virulencia precisamente en el Fin de Siglo. Dioniso y Narciso trajeron consigo la identificación del ser humano con su cuerpo, en un contexto de deconstrucción de las estructuras binarias que habían articulado hasta ese momento a la cultura victoriana. En una cultura dominada por metanarraciones, cabía esperar que los mitos tendieran a integrarse con un sentido de continuidad histórica. Cuanto más profunda sea la historia, más verosímil resultará la atribución de un sentido trascendente a la misma. Esta visión de continuum cultural e histórico es la que impregna la aproximación a los mitos de los Apóstoles de Cambridge —Arthur Hallam y Alfred Tennyson, fundamentalmente—, cuya poesía presenta abundantes referencias míticas. Los mitógrafos en general también dejan patente esta pauta de integración (Louis 338-339). En la vertiente religiosa, el empeño es el de incorporarlos de la mejor manera posible a la historia del cristianismo. Los victorianos no descartan a los mitos clásicos como meras leyendas más o menos edificantes, afirmando, por contraste, la verdad del cristianismo. Lo que hacen es considerar a los mitos como manifestaciones primarias del verdadero sentido religioso de la humanidad que habría culminado en la cristiandad. Ahora bien, la pauta de integración siempre implica una manipulación en función de los intereses que la inspiran. La manipulación victoriana se sustentó en una división bastante radical entre los dioses olímpicos y los dioses mistéricos —Dioniso, Deméter y Perséfone— para descartar a los primeros y reivindicar a los segundos. Los victorianos despreciaron a los dioses olímpicos por su indiferencia ante el sufrimiento humano, por su frivolidad y por su hedonismo. Zeus, por ejemplo, que quizá podría haber sido interpretado como Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 255 - ISSN 1989-1709 un anticipo del Dios padre cristiano, era demasiado proclive a la búsqueda del placer sexual —convenientemente disfrazado— con ninfas y con mujeres mortales. Por otra parte, para reivindicar a los dioses mistéricos, la manipulación consistió, aunque resulte extraño, en la omisión del aspecto dionisíaco de Dioniso. Los victorianos quisieron ver en estos dioses una cierta dimensión crística, por ser fronterizos entre lo divino y lo humano, por estar tocados por la mortalidad y por suscitar un culto y un sentido de comunidad religiosa premonitorio de lo que más tarde traería el cristianismo. En el caso de Dioniso, él mismo participaba en su culto e incorporaba a los marginados —las mujeres, los esclavos, etc.— en un anticipo de actitudes características de Jesús de Nazaret. La reivindicación de los dioses mistéricos se mantendrá en el Fin de Siglo, pero, como ya advertí, desde una pauta de deconstrucción de la versión victoriana. Es decir, Dioniso se volverá dionisíaco. Siempre resulta difícil situar las fechas de comienzo y finalización de un periodo histórico, pero algunos acontecimientos de gran trascendencia social y cultural permiten ubicar en la década de los 80 el nacimiento de lo que hemos dado en llamar el Fin de Siglo. El continuado progreso y crecimiento de la sociedad victoriana sufrió un frenazo importante justamente en esa década (Ledger y Luckhurst 1-24). Esta inesperada crisis trajo consigo un periodo de pesimismo histórico, opuesto al que en líneas generales había imperado hasta ese momento. Como cabe suponer, este clima se vio agravado por la proximidad del cambio de centuria, una frontera cronológica propiciatoria de sentimientos y discursos apocalípticos. La crisis de la promesa trascendente trajo al primer plano, por ejemplo, la teoría de la regresión de Thomas Huxley: ¿por qué atribuirle a la humanidad un proceso inexorablemente evolutivo?, ¿por qué no podríamos abocarnos en algún punto de esa evolución a un proceso inverso, a una regresión?, ¿qué nos garantiza que caminaremos siempre hacia delante? En una línea parecida, aunque con una mayor carga ideológica, penetró en la cultura inglesa la teoría de la degeneración de Max Nordeau, según la cual todos los elementos que constituyen el marco cultural del Fin de Siglo, sus rasgos distintivos, son traducidos a síntomas de degeneración individual y/o social. Con el agravante Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 256 - ISSN 1989-1709 de una identificación casi absoluta entre los conceptos de degeneración y feminización. Y no es de extrañar que H.G. Wells “inventase” precisamente el género de la ciencia ficción en esta fase, y con una clara tendencia al mensaje distópico, como lo demuestran los relatos que publicó en la última década del siglo, dos de ellos claramente centrados en el tema de la regresión: La máquina del tiempo (1895) y La isla del doctor Moreau (1896). La ciencia, santo y seña de la religión del progreso, empezaba a ficcionalizarse, a relativizarse y a entenderse incluso como posible causa de la regresión y de la destrucción del mundo. Si el elemento clave de la metanarración de la modernidad podía ser ya tan cuestionable, quedaba abierta la veda para la crisis de otros muchos valores y referencias de la cultura victoriana. Y, como es lógico en medio de un clima tan apocalíptico, se produjo la reivindicación del presente, del disfrute del momento de vida disponible, en definitiva, del hedonismo característico del Fin de Siglo. El Dioniso dionisíaco llamaba a las puertas de la ciudad moderna. Estrechamente relacionado con la crisis económica está el cambio de modelo económico que señala Regenia Gagnier (20-24): la transformación de una economía de la producción en una economía de consumo. La economía en recesión busca en el fomento del consumo su salvación. A la inevitable producción de objetos útiles se añade la de objetos deseables. Todos los bienes se consumen de un modo u otro, pero la economía de consumo —un mero eufemismo del consumismo con el que tan familiarizados estamos hoy en día— alude al consumo por el consumo, a la circulación de bienes orientados a proporcionar placer al consumidor. La economía de consumo tiene también mucho que ver con la crisis del Fin de Siglo, pues dicha economía precisa la liberación del deseo como condición sine qua non de su propia realización. Para que seamos consumistas el deseo tiene que estar activado. Y liberar el deseo implicaba atraer al centro de la episteme una alteridad, algo reprimido, negado u olvidado en la metanarración de la modernidad, como ya he mencionado. Aunque el poder político-económico pretendiese dar rienda suelta sólo al deseo de consumir, lo cierto es que por esa rendija —o portal, según se mire— iban a liberarse otras alteridades aparcadas en los márgenes de la episteme victoriana, necesarias en el fondo para el funcionamiento de la economía emergente. Surgieron así, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 257 - ISSN 1989-1709 además del cuerpo como realidad esencial del ser humano, la new woman —la feminización de la sociedad que espantaba a Nordeau y a sus seguidores—, el esteta —la feminización del hombre más espantosa aún para los sectores reaccionarios—, el arte por el arte —un enfoque “intrascendente” del arte para los frívolos mecanismos del mercado— y un concepto de la realidad, vinculado a esto último, que Wilde desarrolla en su ensayo La decadencia de la mentira y que se resume en la célebre máxima “la vida imita al arte” (139). Si el arte inventa la realidad nos situamos en un contexto anti-victoriano. La realidad y la naturaleza, tal y como se conciben en el ensayo wildeano, no son más que el fruto de nuestras fabulaciones y nuestros constructos. Desde este punto de vista de reminiscencias nietzscheanas, todas las verdades se escriben con minúscula, son relativas, puesto que igual que inventamos podemos revocar lo inventado. En otras palabras, nos situamos en un escenario marcado por la crisis de las metanarraciones, con sus esencialismos y sus verdades mayúsculas. A esto Lyotard lo llama posmodernidad. Es preciso aclarar que la crisis de las metanarraciones no conlleva ni mucho menos su abolición, sino simplemente su devaluación en meras narrativas, es decir, su caída desde el pedestal de la trascendencia. Esto no conspira contra su presencia en una cultura determinada. Más bien al contrario. Como la máxima wildeana indica, esas narraciones se consideran en la posmodernidad como constitutivas de la realidad, o de nuestra visión de la realidad. Desde esta perspectiva, la realidad no es más que un entramado de relatos o ficciones que, por decirlo en términos nietzscheanos, favorecen o perjudican a la vida. Una vez despojadas de su aura de trascendencia, todas esas narraciones estarán más disponibles que nunca para ser manipuladas, recreadas o deconstruidas, para ser tratadas con la creativa irreverencia que caracteriza a la literatura del Fin de Siglo. 3. La crisis de las metanarraciones durante el Fin de Siglo podrá apreciarse en la relectura de los mitos de Narciso y de Dioniso, éste último en el sentido ya señalado de contradicción con su presentación crística, así como en la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 258 - ISSN 1989-1709 irreverencia con la que será tratado el cristianismo y la propia figura de Jesucristo. La mezcla de reivindicación y provocación en relación con los elementos religiosos dará lugar al tan característico componente sacrílego del esteticismo finisecular. Por supuesto, la metanarración descalificada sin muchas contemplaciones será la de la modernidad, por radicar en ella muchos factores incompatibles con la filosofía esteticista. Empezaré abordando el mito de Narciso para recuperar luego la figura de Dioniso. Parece poco discutible que en el relato mítico la figura de Narciso está cargada de negatividad. Todo lo que se transmite convencionalmente en relación con Narciso y con su conducta es negativo: su olvido del otro, su amor onanista hacia sí mismo, su desprecio incluso de la propia vida… Esta percepción vale para los victorianos y, en buena medida, para nosotros. Pero el Fin de Siglo lo vio de otra manera. Ahora Narciso podía ser identificado con rasgos positivos, incluso con una dimensión moral hasta entonces impensable. Es significativo que del mito de Narciso haya al menos tres versiones, todas ellas coincidentes en el castigo que recibe el personaje y en la moraleja que se extrae de su peripecia. Ahora bien, en esa peripecia hay diferencias que posibilitan la relativización del mensaje supuestamente unívoco del relato. Según una leyenda beocia, Narciso era el objeto de deseo de otro joven, Aminias. Narciso, supuestamente incapaz de conocer el amor, rechazó repetidas veces a su pretendiente y acabó regalándole una espada. Aminias lo interpretó —hay que subrayar este verbo— como una invitación al suicidio y se quitó la vida, pero antes de morir maldijo a Narciso, y éste al pasar junto a una fuente se vio reflejado en sus aguas, se enamoró de sí mismo, y, ante la imposibilidad de satisfacer su pasión, decidió suicidarse también. Cuesta ver en este relato la culpabilidad de Narciso. A fin de cuentas, lo único que hace es rechazar una relación amorosa, y el regalo de la espada —un símbolo claramente fálico— podría sugerir, por ejemplo, una explicación a su pretendiente de la causa de su rechazo. Si los victorianos se hubieran detenido en este relato, quizá podrían haber visto a Narciso como un modelo de virtud masculina y haberlo convertido en una referencia moral. Pero la versión más sugerente en relación con el Fin de Siglo es la de Pausanias. Es decir, los estetas bien podían haber inspirado en él su Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 259 - ISSN 1989-1709 recreación del mito de Narciso. En este relato, Narciso tiene una hermana gemela con la que comparte su vida en plena naturaleza. Cuando ella muere, Narciso se pasa la vida contemplándose en las aguas de un arroyo, pero no para verse a sí mismo, sino para ver a su hermana muerta en el reflejo de su propio rostro, dada la semejanza entre ambos. Presuntamente, ésta habría sido la causa de que Narciso acabase enamorándose de sí mismo, de que Narciso se volviera narcisista. Pero, como en la versión anterior, caben otras interpretaciones de este relato. Para empezar, si nos atenemos a la literalidad del relato, lo que se castiga aquí en todo caso es un amor incestuoso. Un amor tabú en todas las culturas, y por tanto merecedor del castigo de los dioses, pero un amor que representa un pecado muy distinto del que tradicionalmente se le atribuye a Narciso, puesto que el personaje se enamora de otro, no de sí mismo. Hay incluso una posible lectura aún más profunda del relato de Pausanias susceptible de vincularse al Fin de Siglo. No en vano el relato nos insinúa un conflicto entre el yo y la alteridad, tanto interna como externa, que es un asunto de gran interés filosófico y clave para entender la cultura finisecular. Narciso ve a su hermana —idéntica a él— y se ve a sí mismo en el agua. Se abre así la vía para la reinterpretación del mito. ¿No estará Narciso descubriendo a través del otro —siempre igual y distinto a nosotros— una alteridad propia, en este caso su lado femenino?, ¿el bello joven se ama frívolamente a sí mismo o indaga en sí mismo en un proceso siempre arriesgado de autodescubrimiento? Al fin y al cabo, debajo de la superficie del agua están las profundidades. El esfuerzo de autodescubrimiento no puede considerarse reprobable, pero desde luego es un acto potencialmente subversivo en toda sociedad, donde el sujeto debe ser construido desde la episteme dominante. Autodescubrise implica la posibilidad de la vida auténtica, por usar la expresión de Heidegger, la vida que elegimos desde nuestra identidad más profunda. El sistema nos aboca siempre a una vida a su servicio, en definitiva, a una vida inauténtica. El castigo de Narciso sería así comprensible, pero no justificado en términos absolutos. Supondría la represión de una diferencia de gran calado moral y filosófico. La cuestión del autoconocimiento reaparece además de manera explícita en la versión de Ovidio, en la que Tiresias precisamente le vaticina a su madre Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 260 - ISSN 1989-1709 que el joven vivirá una larga vida si no llega a conocerse a sí mismo. Narciso desprecia a la ninfa Eco, a la que Hera había castigado por su locuacidad a repetir sólo los últimos sonidos de lo que escuchaba, y los dioses, irritados con esta conducta de Narciso, le castigan como ya sabemos. Pero cómo va ser Narciso culpable por despreciar a la insulsa Eco, ¡si la propia Hera estaba harta de ella! En un sentido más general, ¿es culpable de despreciar el amor de los hombres y mujeres que se le acercan? No cabe la culpabilidad si lo hace sólo mientras se descubre a sí mismo. El énfasis quiere decir que estamos ante la clave del narcisismo finisecular en su versión más sofisticada. En el proceso de descubrir la identidad profunda el otro sería un estorbo. Luego, el narcisismo, entendido como fase y dimensión de lo humano, daría paso a la fase/dimensión ética en la que lógicamente se produciría el encuentro con el otro. Durante la fase narcisista, el individuo bucea en las profundidades de su propio ser, no se queda en la imagen de la superficie. En un proceso de goce y sufrimiento descubre su identidad auténtica, imprescindible para un fructífero encuentro con el otro. Como sostiene Tucker, refiriéndose a la filosofía de Pater, hay una moral de la pasión y una moral de la compasión. Y lo que se deduce tanto de la obra de Pater como de la Wilde es que la primera, imprescindible para la realización del individuo, constituye la base de la segunda. Encuentros en la segunda fase, podríamos decir. Pero los dioses nunca le dieron a Narciso la oportunidad de transitar a la segunda fase. Obviamente el Narciso del Fin de Siglo por excelencia es el dandi, uno de los iconos centrales del periodo. El dandi, obsesionado con su propia imagen hasta convertirla en una máscara, supuestamente desprecia al otro. Es soberbiamente aristocrático y abomina del proceso de estandarización que atribuye a la democracia. En realidad, odia todo lo que conspira contra la singularidad individual. Y qué mejor referencia se nos puede ocurrir que Baudelaire. El dandi francés afirma en sus Escritos sobre el dandismo: “el dandi debe aspirar a ser sublime sin interrupción, debe vivir y morir delante de un espejo” (247). Pero la cuestión es si la máscara y el espejo se identifican con superficialidad o con profundidad. A mi juicio, Baudelaire, Pater y Wilde manifiestan con su vida y/o con su obra que es posible asociarlos con profundidad. Balzac en su ensayo De la vida elegante afirma algo que puede Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 261 - ISSN 1989-1709 relacionarse con esto: “No olvidemos que cada persona debe parecer única y exclusivamente quien es” (118). Claro, pero saber quién es uno no es tan fácil. O es fácil sólo si la identidad nos es impuesta desde fuera. El sistema siempre sabe muy bien quién quiere que seamos. Para que la identidad nos llegue desde dentro, la fase narcisista, tal y como se ha explicado, es indispensable. Siguiendo con Baudelaire se comprenderá mejor esta versión del narcisismo. El dandi francés advierte que “El dandismo no es tampoco, como tantas personas poco reflexivas parecen creer, un gusto inmoderado por el tocador y la elegancia material. Tales cosas no son para el perfecto dandi más que un símbolo de la superioridad aristocrática de su espíritu” (255). Si Baudelaire habla del espíritu, habla en principio de la profundidad, puesto que es ahí donde lo coloca nuestra tradición; si habla de la “superioridad aristocrática de su espíritu”, a lo que alude es a la singularidad que emana de su descubrimiento y de su cultivo. Y esta “suerte de culto a sí mismo”, prosigue Baudelaire, “…puede sobrevivir en la búsqueda de la felicidad, en el encuentro con otro…” (256). O sea, la fase y la dimensión narcisistas sobreviven en la fase ética porque son de hecho la condición de posibilidad de esta última. Sartre, en su célebre Baudelaire, arroja un poco más de luz sobre el Narciso finisecular. Uno de los rasgos definitorios del dandismo baudelairiano es el autocastigo. Es decir, este Narciso se castiga a sí mismo, no es castigado por los dioses, y el castigo no consiste en inmolarse en una autocontemplación superficial y suicida: “La primera y más constante de esas penas que se inflinge es indiscutiblemente la lucidez. Ya vimos el origen de esta lucidez: Baudelaire se situó de entrada en el plano de la reflexión porque quería comprender su alteridad” (55-56). El autoconocimiento implica el descubrimiento de la propia alteridad, o de las alteridades —mejor en plural— que lo constituyen y enriquecen a uno frente a ese yo monolítico en el que el sistema pretende fijarnos. El Baudelaire que inaugura la poesía moderna, que interpela al lector, que se ocupa de la sociedad y del sujeto modernos, de sus complejidades, de sus misterios, de sus deseos, de sus anónimas tragedias, etc., no puede ser visto como un Narciso superficial suicidándose en la autocontemplación, sino como un Narciso profundo desgarrándose en el encuentro con el otro desde la “verdad” de su máscara —sí, ya sé que suena paradójico— en dramático Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 262 - ISSN 1989-1709 contraste con la “mentira” del rostro construido por el sistema. Y si junto “verdad” y “máscara” es porque en este caso la máscara es un yo autocreado, un yo, en ese sentido, auténtico, en definitiva, un espíritu aflorado. La máscara de este Narciso finisecular es su espíritu. Y, por supuesto, si se menciona la alteridad, qué relato mítico podría resultar más adecuado que el de Dioniso, la otra gran irradiación mítica en el Fin de Siglo. Éste, como Baudelaire, acoge en sí mismo el estigma de la alteridad y de la hibridez; es “un dios un tanto bajo sospecha” (García Gual 122), como el dandi es un ciudadano bajo sospecha. Nacido de la relación de Zeus con una mortal, Sémele, Dioniso no debería haber superado el estatus del héroe. Sin embargo, se convirtió en dios porque nació dos veces, una de su madre mortal y otra de su padre divino, una de cuerpo de mujer, otra de cuerpo de hombre. Los habituales, y por otra parte muy justificados, celos de Hera habían hecho que la diosa instigara a Sémele para que le pidiera a Zeus que se le presentara en todo su fulgor. Zeus accedió y Sémele murió fulminada estando embarazada de Dioniso. Zeus extrajo entonces a Dioniso del vientre de su madre y se lo introdujo en uno de sus muslos, de donde nacería a los nueve meses. Este segundo nacimiento es por otra parte una magnífica metáfora del acceso a la vida auténtica tras la fase narcisista. En ese sentido, todos deberíamos nacer dos veces. Las citas de M. Detienne sobre Dioniso que García Gual incluye en su Diccionario de mitos son concluyentes respecto a la dimensión política y revolucionaria de este extraño dios: Su marginalidad atraviesa por completo el cuerpo político. Y es necesario regresar de nuevo al Dioniso extranjero para poner de manifiesto su naturaleza profunda: su extrañeza, que lo lleva a situar a los individuos en un orden cambiante que los sobrepasa, no sólo al acoger a quienes están excluidos de los cultos políticos, como los esclavos y las mujeres, sino también imponiendo en la ciudad, y haciendo emerger entre los olímpicos —de los que él mismo forma parte— la figura de la Alteridad. […] Dioniso pone fuera de sí a esos hombres y mujeres, los hace extraños a su condición eminentemente social y se apodera de ellos completamente, en cuerpo y alma, no para provocar su huida del mundo, sino para hacerles descubrir, a través de los mitos y las fiestas […] que la vida y la muerte están anudadas y se entrecruzan, que la renovación de la primavera estalla en la memoria de los muertos, que lo Mismo está necesariamente habitado por lo Otro. El propio Dioniso no es sino una máscara inconfundible de lo Otro (123-124). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 263 - Resumiendo, Dioniso, mal visto en el Olimpo por su estigma de alteridad, se reconocerá siempre a sí mismo como extranjero, como el otro, y desde esa alteridad interna se abrirá al otro —los esclavos, las mujeres, etc.— y a lo otro, la tierra, la carnalidad, la embriaguez… Lo otro, que se encarna en un régimen de experiencia alternativo, en los márgenes, y ese desmedido afán de experiencia en lo marginal, es la definición más profunda del hedonismo finisecular, quedando la búsqueda obsesiva del placer sólo como su versión más superficial, en el fondo un mero estereotipo que falsea la auténtica identidad del Fin de Siglo. En el afán de experiencia dionisíaco aparece también esa alteridad radical que es la violencia extrema: el descuartizamiento del cuerpo y el canibalismo, presente en los ritos dionisíacos y algo de lo que el mismo Dioniso fue víctima a manos de los titanes en la leyenda de Dioniso Zagreo. Este Dioniso complejo y transgresor es el que encontramos fundamentalmente en la literatura del Fin de Siglo, el que se representa en las obras de Pater y de Wilde. La dimensión crística del dios no desaparece por completo, pero su tratamiento muestra el talante irreverente y deconstructivo del Fin de Siglo respecto al tema religioso. En la recreación de Narciso aparecerá el “Narciso profundo”, aunque en la obra de Wilde esta figura se contrapone al “Narciso superficial” también presente. Seguiremos en el próximo apartado con el análisis de los dos cuentos wildeanos citados al principio. 4. La ficción de Oscar Wilde se puede dividir en dos grandes grupos. Las ficciones en las que Wilde juega a ser trascendente y aquéllas en las que juega a ser nihilista. Por simplificar las denominaré ficciones trascendentes y ficciones nihilistas. En todas sus ficciones aparece un personaje joven ante el desafío de un rito de paso, que de manera general se refiere al tránsito desde la inmadurez a la madurez, pero que más específicamente se centra en la transición desde la fase o dimensión narcisista a la fase o dimensión ética. En las ficciones trascendentes, el personaje superará la prueba y se realizará el tránsito; en las ficciones nihilistas, el personaje fracasará y quedará definitiva y Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 264 - ISSN 1989-1709 claustrofóbicamente encerrado en la fase o dimensión narcisista. El espejo, así como las relaciones y figuras especulares, es un elemento frecuente en estas ficciones. En las trascendentes, el personaje suele enfrentarse con varios espejos, lo que sugiere el viaje interior de Narciso en busca de su espíritu; en las nihilistas basta con un espejo, ya que este Narciso fija su identidad en la primera imagen, la que le ofrece la superficie del agua. En El joven rey tenemos todos los ingredientes de un cuento trascendente, con la figura de Jesucristo fusionándose con evidentes y provocativos elementos dionisíacos y narcisistas. En el cuento, se narra la peripecia de un príncipe que recién nacido había sido entregado a unos pastores, por haber sido el fruto de los amores de la hija del rey con un plebeyo, un músico o un artista italiano. El monarca, arrepentido o reacio a la desaparición de su linaje, había ordenado que tras su muerte el príncipe fuera traído a palacio y coronado finalmente rey. La incertidumbre del narrador respecto al padre del príncipe y a los motivos del rey se explica porque el “flash back” al inicio del cuento se basa en rumores. El protagonista, un bello efebo de dieciséis años, se enfrenta por tanto al rito de paso que representa la coronación. Para empezar, nos hallamos ante el estigma dionisíaco de alteridad y de hibridez, esa alteridad interna que, una vez reconocida y asumida en la fase narcisista, impulsará al individuo a una vida de inspiración dionisíaca compatible con la compasión, con el reconocimiento del otro. Si Dioniso es un “dios bajo sospecha”, un extranjero en el Olimpo, el príncipe lo es en la Corte, un “rey bajo sospecha”. La hibridez queda patente en la personalidad del príncipe, en la que se reúnen lo aristocrático y lo plebeyo, la aristocracia convencional de la madre y la aristocracia artística del padre, lo natural y lo artificioso, la inocencia y el horror, e incluso se insinúa una mezcla racial en los distintos orígenes de sus progenitores. En la presentación del personaje ya se detecta el vínculo dionisíaco con la naturaleza: El muchacho —pues era sólo un muchacho, teniendo no más de dieciséis años— no sintió que se marcharan [sus cortesanos], y se había arrojado con un hondo suspiro de alivio sobre los mullidos almohadones de su diván bordado, y yacía allí reclinado, con los ojos agrestes y la boca abierta, como un oscuro fauno de los bosques, o algún joven animal de la selva recién atrapado por los cazadores (87). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 265 - ISSN 1989-1709 El efebo descrito, comparado con un fauno y con un animal, con sus “ojos agrestes” y su “boca abierta” es una figura intensamente sexuada, un cuerpo para la incitación carnal, un muy verosímil objeto de deseo para el propio autor. Desde este componente dionisíaco se entiende bien la propensión del personaje a vivir lo otro, en su caso, dada su vida anterior en la naturaleza, a enamorarse de la belleza artificiosa del palacio. A continuación, se nos relata la fase narcisista del príncipe, que vive como un culto solitario y extasiado su relación con el lujo y el arte. En la superficie del agua Narciso se descubre como esteta y se dota a sí mismo del rostro de Adonis, el primer espejo. También, inexorablemente, descubre su sexualidad, por supuesto homoerótica, como insinúa su beso a la estatua de Antino, el esclavo de Adriano. Y acto seguido aparece otra imagen cargada de simbolismo. El príncipe contempla durante toda una noche una estatuilla de Endimión bañado por la luz de la luna. En el relato mítico el agraciado pastor sólo se despierta para satisfacer las demandas sexuales de Selene. Tanto el episodio mítico como la actitud del príncipe simbolizan el peligro de que la fase narcisista se cierre sobre sí misma, de que el individuo se entregue exclusivamente al placer olvidándose del otro. Para Wilde, la fase narcisista encierra tal carga de realización personal que la tentación de perpetuarse en ella es difícil de resistir. Por eso, a continuación se nos habla del egoísmo del príncipe, de su afán por conseguir a toda costa los objetos más bellos y singulares para su coronación. Por eso, el pasaje del príncipe en su dormitorio poco antes de acostarse se centra tanto en la descripción de los objetos que le rodean: De los muros pendían ricos tapices que representaban el triunfo de la belleza. Un gran armario, con incrustaciones de ágata y lapislázuli, ocupaba un ángulo, y frente a la ventana había una vitrina curiosamente labrada con paneles de laca trabajada en pan de oro formando una especie de mosaico, y en la que estaban colocados unos vasos delicados de cristal de Venecia y una copa de ónice de vetas oscuras. En la colcha de seda del lecho estaban bordadas amapolas pálidas, como si hubieran caído de las manos cansadas del sueño, y esbeltas columnillas estriadas de marfil sostenían el baldaquino de terciopelo, del que surgían grandes penachos de plumas de avestruz, como espuma blanca de la pálida plata del techo trabajado en calados. Una estatua de bronce verde de Narciso riéndose sostenía sobre su cabeza un espejo bruñido. En la mesa había una copa plana de amatista (91). Este mundo de belleza objetual, junto con la presencia del Narciso sonriente, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 266 - ISSN 1989-1709 conforman un correlato del esteticismo deshumanizado del príncipe. Sin embargo, antes de dormirse, el príncipe divisa la cúpula de la catedral y le alcanza una ráfaga de perfume de jazmín desde la ventana entreabierta. Son los símbolos de la posibilidad de que la fase narcisista desemboque en la fase ética. Una vez dormido, el príncipe tiene tres sueños que le revelan la realidad a la que ha permanecido ajeno y en qué medida su placer se paga con la moneda del sufrimiento ajeno. La paradoja está cargada de significado, pues que la realidad se revele mediante la experiencia onírica, una manifestación profunda del yo, enfatiza la trascendencia moral de la fase narcisista. Es ahondando en sí mismo como el príncipe acabará por reconocer y comprender al otro. En el primer sueño, el príncipe visita el telar en el que se está tejiendo la vestimenta que lucirá en su coronación. Aparecen ya referencias al capitalismo vigente en la moderna sociedad victoriana: niños y mujeres enfermos explotados en las fábricas, y uno de los obreros que denuncia su situación: la apropiación por parte del empresario de la plusvalía de su trabajo y la hipocresía del sistema: “somos esclavos, aunque los hombres nos llaman libres” (92-93). Una denuncia, por otra parte, de lo más actual: el discurso dominante de la libertad en las sociedades capitalistas y democráticas, la propaganda que pretende convencernos de que somos libres, contrapuesta a la realidad de la esclavitud de los menos favorecidos, sobre todo, aunque no sólo de ellos. El príncipe se horroriza cuando el mismo personaje le menciona el destinatario de su trabajo. El segundo sueño es más enigmático, aunque el enigma se aclara bastante atribuyéndole connotaciones sexuales. Aparece un barco frente a alguna costa de Arabia. Unos hombres negros fustigan a unos remeros blancos, condenados a galeras, señalando una sospechosa pauta de inversión. Además, el escenario exótico tiende a relacionarse en la obra de Wilde con lo prohibido. El más joven de los condenados —quizá una representación especular del efebo del inicio— es obligado a sumergirse en el agua en busca de una perla para el cetro del príncipe: lo hace en varias ocasiones hasta que consigue su objetivo y muere reventado por la presión. El cetro, la perla, el Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 267 - ISSN 1989-1709 cuerpo martirizado del joven sugieren una sexualidad homoerótica y sadomasoquista, quizá aquélla que no pocos aristócratas vivían por los barrios sórdidos de Londres o en otros lugares de la tierra, puesto que ya existía el turismo sexual. El príncipe se asusta al saber para quién es la perla, pero también ante el horror de un hedonismo para el que el otro es un mero objeto. Aquí, como en toda la segunda parte del texto, el remordimiento de Wilde se transparenta con bastante nitidez. En el tercer sueño, nos encontramos un escenario infernal y una multitud que escarba en el lecho seco buscando rubíes para la coronación. La Muerte y la Avaricia se los disputan, hasta que la primera triunfa. Alguien le muestra un espejo al príncipe cuando pregunta por el destinatario de los rubíes. El príncipe grita sobrecogido ante su propia imagen. Parece que ha profundizado tanto que el segundo espejo le ha descubierto su alma, y la imagen podría asemejarse a la del célebre retrato de Dorian Gray. Esto sucede al borde del amanecer. La aparición del alma justo antes de despertar es una metáfora del espíritu aflorado, la fusión de la máscara y el espíritu. En la mañana de su coronación, el príncipe pide sus ropas de pastor: su cayado será el cetro y su corona será de espinas. Empieza su via crucis desde al palacio hasta la catedral. Su paje le abandona y el pueblo le increpa, como los judíos a Jesús, pero con el discurso del proletariado alienado de la sociedad moderna: “Trabajar penosamente para un amo duro es amargo, pero no tener un amo para quien trabajar es más amargo todavía. […] ¿Diréis al comprador: «comprarás a tanto», y al vendedor: «Venderás a este precio»?” (100). ¿Eres tú el verdadero socialista?, parecen preguntarle. El príncipe, inasequible al desaliento, continúa y a las puertas de la catedral se enfrenta al Obispo, que también le reprocha su actitud. El Obispo, encarnación del orden establecido, describe el mundo como la ley de la jungla y le pregunta al príncipe: “¿El que creó la miseria no es más sabio que sois vos?” (101). La ley de la jungla es una metáfora típica al aludir al “capitalismo salvaje”; de ahí que, cuando el Obispo defienda ese mundo como la obra incuestionable de Dios, nos hallemos ante la fusión de las dos metanarraciones mencionadas al principio de este artículo: la modernidad hegeliana y darwinista bendecida por la visión religiosa protestante y puritana. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 268 - ISSN 1989-1709 Por fin, el príncipe llega a la catedral para mirarse en el tercer espejo: la imagen de Jesucristo. Y se queda extasiado, mientras los nobles, enfurecidos, se aprestan a ejecutarlo. En ese momento surge el milagro: un haz de luz celestial lo inviste de una belleza sobrehumana compuesta de atributos naturales. La belleza triunfa, pero la belleza redimida del hedonismo solipsista. Todos caen de rodillas y ni se atreven a alzar la vista para mirarlo. Wilde le ahorra el cáliz del descuartizamiento o la crucifixión a su dionisíaco anticristo, pero en la lógica del relato estaba precisamente un desenlace cruel. Lo que sucede es que Wilde siempre “perdona” a su protagonista en las ficciones trascendentes; es el perdón que pide para sí mismo. Él, que también era dionisíaco, esteta, mártir, socialista, homosexual y, por supuesto, divino, le dice a la sociedad victoriana que no merece castigo. El descuartizamiento queda para los relatos nihilistas. El cumpleaños de la Infanta es un ejemplo de ficción nihilista. El cumpleaños simboliza aquí el rito de paso. La Infanta, identificada con el hedonismo y con lo artificioso tendrá la oportunidad de reconocer al otro, el Enano, representante del mundo de la naturaleza, pero fracasará y quedará definitivamente encerrada en la fase narcisista. El ambiente de palacio se caracteriza por la morbidez que aportan el jardín decadente, el amor necrófilo del rey, la crueldad de don Pedro, el componente siniestro que atraviesa lo lúdico en los juegos de los niños y el fatal desenlace del Enano. En estos elementos mórbidos se encarna la muerte propia del narcisismo claustrofóbico, la muerte de lo que no ha nacido: el espíritu. La Infanta tiene un espejo en el que mirarse y en el que queda fijada para siempre: la reina muerta y embalsamada, objeto de la pasión enfermiza de su padre. La reina también era una niña cuando se casó y el paralelismo refuerza la relación especular. Por eso en la descripción de la Infanta resalta un aspecto de muñeca fría, de puro objeto bello: Su vestido era de raso gris, con la falda y las anchas mangas abullonadas bordadas en plata, y el rígido corselete guarnecido de hileras de perlas finas. Dos chapines diminutos con grandes escarapelas color de rosa le asomaban debajo del vestido al andar. Rosa y perla era su gran abanico de gasa, y en los cabellos, que como una aureola de oro desvaído brotaban espesos en torno a su carita pálida, llevaba una hermosa rosa blanca (106). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 269 - ISSN 1989-1709 La Infanta se encuentra ante el otro durante la actuación del Enano en la fiesta. Dicha actuación se basa en la danza, un arte primitivo que aquí insinúa una relación romántico-ecológica del personaje con la naturaleza. Lo otro siempre produce extrañeza, y la risa de la Infanta es la reacción propia de quien no se abre a la alteridad. No puede hacerlo porque le ha faltado el viaje interior de autodescubrimiento, el acceso a su alteridad interna, lo que la dispondría positivamente hacia la comprensión de la alteridad externa. La Infanta representa el hedonismo de la búsqueda del placer, no el del afán de experiencia dionisíaco que se asocia al narcisismo profundo. El desenlace del cuento no es más que la confirmación de una muerte espiritual anunciada desde el primer párrafo del cuento, desde la imagen de las granadas abiertas y sangrantes (105). La frase que pronuncia la Infanta ante el cadáver del Enano ratifica la imposibilidad de su tránsito hacia la fase ética: “En el futuro, que los que vengan a jugar conmigo no tengan corazón” (127). Pero no es sólo la Infanta la que no supera la prueba. El Enano es también un Narciso incapaz de profundizar desde su imagen en la superficie del agua. Él también tiene enfrente al otro y también fracasa a la hora de reconocerlo. Interpreta la risa burlona de la Infanta, y la flor que ella le lanza, como gestos de amor. De ahí que, tras una serie de ensoñaciones absurdas sobre la dicha que compartiría con la Infanta en el bosque, decida entrar en el palacio a la hora de la siesta para culminar su presunta seducción. En el palacio, la naturaleza que el Enano simboliza esta reproducida en tapices, anticipando su propia muerte por la transformación de lo vivo en objeto. El Enano muere a causa de un infarto cuando descubre en un espejo su propia imagen. El autodescubrimiento es demoledor porque este Narciso monstruoso confunde su imagen con su ser, algo que sólo podría haber descubierto sumergiéndose en el espejo, buscando las profundidades del arroyo. Ese ser —ese espíritu— existe. Se da en la romántica relación del Enano con la naturaleza, que el narrador ha descrito a conciencia, poniendo su voz al servicio de los personajes que conviven y aman al personaje, como antes la ha puesto al servicio de los que se mofan. El estilo indirecto libre juega en este cuento un papel importante para subrayar los distintos puntos de vista, y relativizar así un mensaje que debe ser más abierto que el de las ficciones Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 270 - ISSN 1989-1709 trascendentes. Lo curioso es que Wilde presenta la inocencia como otra forma de narcisismo superficial, dejando al Enano en situación muy vulnerable. Si el personaje hubiera sido dionisíaco, su creador lo habría adornado con el atributo de la lucidez, el arma de la autocomprensión y de la comprensión del otro. Al ser romántico, al encarnar una inocencia pastoril, el Enano se convierte también en objeto de la “crueldad” de Wilde. Aquí sí pueden darse el descuartizamiento o la crucifixión, o su equivalente: el infarto. La inocencia es narcisista porque siempre se ve a sí misma en lo que mira. Viendo inocencia en la Infanta, el Enano se está viendo exclusivamente a sí mismo. Como Narciso, queda letalmente atrapado en su propia imagen. Su horror es perfectamente equiparable a la fascinación del personaje mítico. Su monstruosidad lo es también con la belleza de éste, aunque resulte paradójico. Wilde, con este tratamiento de la inocencia —también presente en el cuento El amigo abnegado—, anticipa un elemento fijo de muchas de sus obras posteriores, en las que la mujer inocente, y por ello superficialmente narcisista —en las comedias: el ángel doméstico—, es “maltratada” por el autor al identificarla con la pesadilla del hombre lúcido y activo. En Salomé, sin embargo, esta inocencia narcisista recae otra vez en un personaje masculino. En sus ilustraciones para la edición inglesa del drama wildeano, Aubrey Beardsley dibuja a Yokanaán y a Salomé como los dos hermanos gemelos del relato de Pausanias (véase la ilustración). Todo el mundo tiene claro el narcisismo de Salomé, pero la convención erige al Bautista en símbolo de lo trascendente. El nihilismo del drama se sustentaría en el triunfo de la frivolidad sobre la trascendencia, en el alma pisoteada por el cuerpo. Beardsley, en cambio, interpreta que Yokanaán está tan enamorado de su santidad como Salomé de su deseo, y desde ese narcisismo es tan incapaz como ella de reconocer al otro. El Profeta mira a Salomé y ve su propio rostro, en exacta reciprocidad con lo que le sucede a la princesa. Wilde se enfadó bastante con las ilustraciones de su amigo. Debió de ser un ataque de celos ante el éxito de los dibujos. No creo que pudiera quejarse de la asombrosa precisión con la que Beardsley captó el “espíritu” de su texto. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 271 - ISSN 1989-1709 John and Salomé 5. Pater es autor de tres relatos centrados en los mitos griegos: Denys L’Auxerrois, Apolo en Picardy e Hipólito velado, así como de dos trabajos ensayísticos: Un estudio de Dioniso y Deméter. Éstos se publicaron primero, en la década de los setenta, y los relatos fueron apareciendo en pleno Fin de Siglo. En los ensayos, Pater enfatiza la conexión de estos dioses con la tierra y con lo carnal y hace mucho hincapié, sobre todo en el caso de Dioniso, en la complejidad y riqueza tanto de su origen como de su experiencia, incluyendo la ya mencionada leyenda de Dioniso Zagreo. Pater detecta en la peripecia de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 272 - Dioniso un soporte de su filosofía hedonista —identificada con el afán de experiencia, no con la exclusiva búsqueda del placer— y de su concepto protomodernista del yo, señalado por Moran: el yo como un ente complejo y contradictorio, lo que para Pater equivalía a una riqueza digna de ser reivindicada. Aunque sólo comentaré el texto sobre Dioniso, no quiero dejar de apuntar los paralelismos con el texto sobre Apolo, puesto que contrastan significativamente con la pauta de contraposición que se ha consolidado en nuestra cultura tras las aportaciones de Nietzsche. En ambos casos, Moran acierta al percibir una aproximación de cariz posmoderno a los relatos míticos. Según el estereotipo nietzscheano, Denys representaría el protagonismo de los instintos, de lo sombrío y de la anarquía, mientras Apollyon encarnaría la luz, la razón y el orden. Pero el plan de Pater es subrayar la dualidad interna de los dos dioses. Tanto Denys como Apollyon son duales, internamente contradictorios, con un lado luminoso, vitalista y positivo socialmente, y otro, siniestro, melancólico, abocado a la crueldad, la violencia y la destrucción. La contradicción interna es fundamental para Pater. Desde su perspectiva, una de las virtudes de los mitos es precisamente esa dualidad irresoluble, la existencia de una alteridad irreductible con la que siempre tiene que negociar —más o menos exitosamente— la parte más presentable y superficial del yo. A su vez, los dos dioses se nos presentan como exiliados en el contexto histórico-cultural de la Edad Media, un contexto de crisis y transición que Denys y Apollyon contribuyen a exacerbar. Ésta es la otra contraposición que Pater pretende desarrollar. Pero, ¿por qué la Edad Media? En primer lugar, supongo, para rebatir la idílica visión que de ella tenían los prerrafaelistas, quienes la ensalzaban como una fase premoderna caracterizada por una mirífica armonía social. En segundo lugar, aunque es lo más importante, para alejar las referencias a un mundo moderno que en realidad se transparenta de manera notoria en tan remoto escenario. Los interlocutores de Denys y de Apollyon son los monjes, los depositarios del saber. Tanto los monjes como la institución eclesiástica misma son representados con rasgos propios de la modernidad: orden jerarquizado, identificación con la razón y la disciplina, sentido de progreso, exclusión de la Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 273 - ISSN 1989-1709 alteridad, etc. No en vano el monje más comprensivo con Denys se llama Hermes, el nombre de un dios que simboliza el tipo de simbiosis de metanarraciones propio de la modernidad victoriana. En el nombre está el relato mítico, en las actividades del dios se percibe una conexión con las industrias de la modernidad, y el componente religioso es obvio. Pater percibe la compatibilidad de las metanarraciones constitutivas del orden victoriano y sitúa el origen de la modernidad en la Edad Media, en la transición desde el régimen feudal a la ciudad burguesa. Denys aparece en plena Semana Santa en la ciudad de Auxerre e interfiere con una ceremonia religiosa que se está celebrando en la catedral. A partir de ahí, Denys transforma de manera vitalista y carnavalesca la ciudad entera. Ésta prospera gracias a ese extraordinario impulso, pero también va descubriendo una alteridad interna, en su propio ser —individual y colectivo—, que deviene en fuente de inquietud. A la larga, el objetivo será exorcizar, no liberar esa alteridad. Éste es el origen del carnaval, el régimen de experiencia alternativo puesto entre paréntesis como estrategia de afirmación del orden establecido. La personalidad de Denys tiene muchas facetas vinculadas a su afán de experiencia. Con la música de su órgano encarna, como sucede con el arpa de Apollyon, otra dimensión del ser humano, su parte más sensual e instintiva. Su desaparición temporal de la ciudad sugiere su deseo de ser siempre el extranjero, el otro, lo que será tanto en los lugares que visite así como en Auxerre cuando regrese. Su transformación de vegetariano en carnívoro insinúa su deriva hacia la experiencia extrema. Finalmente, la fase melancólica por la que se aísla del mundo tras su vuelta, convirtiéndose en un monje más, muestra otro confín de su personalidad, desde el que hubiera acabado por recuperar su vitalismo si la ciudad se lo hubiera permitido. Durante la fase melancólica de Denys, la ciudad sufre una serie de desgracias —¿una recesión?— y su antiguo líder es señalado como el culpable de la crisis. Denys se perfila ahora como el chivo expiatorio. La ciudad decide desenterrar a un santo y organizar una procesión, un gesto que no significa lo que aparenta: no se trata de una regresión a la superstición medieval, sino un intento de restablecimiento del orden. Denys quiere escapar a su melancolía y Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 274 - ISSN 1989-1709 presidir la procesión, osadía que despierta la ira de la muchedumbre que se abalanza sobre él y lo descuartiza. Con la violencia colectiva culmina el exceso carnavalesco. El carnaval tiene sus fechas: Dioniso queda terminantemente prohibido fuera de ellas. El monje Hermes entierra los restos de Denys bajo una cruz, en un desenlace ambiguo y abierto, pues cabe suponer que significa cosas distintas para el monje y para el autor, dejando al lector también un margen para la interpretación. El acto del monje significa el empeño por someter a Dioniso al sentido de trascendencia. Pero Pater más bien propone la perpetuación de una oposición capaz de inspirar la creatividad humana, de un continuo y deconstructivo juego entre dos polos opuestos, sin que ninguno de los dos llegue nunca a imponerse de manera definitiva. Coincido con Moran en que lo que Pater plantea es la reticencia del temperamento moderno a integrar la diferencia. El sujeto moderno, producto de una visión trascendente de la historia, excluye, a veces muy traumáticamente, su propia alteridad y eso genera una interacción muy conflictiva con el otro y con lo otro. En realidad, sólo consiente su integración homeopática, lo que representa el carnaval. Es el temperamento finisecular —Moran y yo mismo lo haríamos extensivo a la posmodernidad— el que integra la diferencia, el que comprende el extraordinario potencial de enriquecimiento que aporta a toda sociedad y cultura. Ésta, creo, es la filosofía de Pater, un talante que impregna en buena medida el Fin de Siglo inglés. La estrategia narrativa de Denys L’Auxerrois no hace más que confirmar el sello posmoderno de su contenido. El narrador es un unreliable narrator de cariz homodiegético, es decir, su infiabilidad emana no sólo de su subjetividad sino de otras fuentes de información cuya objetividad es también cuestionable por definición. Cuando llega a la ciudad de Auxerre, el narrador se topa con la imagen de Denys en un fragmento de una vidriera de la catedral y acomete la reconstrucción de la peripecia del personaje. El fragmento le remite a unos tapices, en poder de un sacerdote, donde se reproduce la historia que luego resumirá para el lector. La traducción de las imágenes a palabras, la información extraída de la biblioteca del sacerdote, la subjetividad del narrador, mencionada por él mismo como posible causa de distorsión de los hechos, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 275 - ISSN 1989-1709 todo contribuye a la infiabilidad de la narración. Pero este rasgo, desde el punto de vista posmoderno, no es negativo, sino todo lo contrario, por relativizar, por subrayar el papel de la perspectiva individual y cultural en la interpretación de cualquier episodio histórico o ente de la realidad. Justo porque la interpretación está condicionada de esta manera existe la posibilidad de un proceso creativo y hermenéutico ilimitado, la posibilidad de que la cruz y Denys, con su inacabable conversación, sigan nutriendo indefinidamente nuestra imaginación. Bibliografía Balzac, Baudelaire, D’Aurevilly (1974). El dandysmo. Edición de Luis Antonio de Villena. Madrid: Felmar. Bann, Stephen, ed. (2004). The Reception of Walter Pater in Europe. Thoemmes Continuum. Contiene: Moran, M. F., Pater’s Mythic Fiction: Gods in a Gilded Age y Tucker, Paul, Pater as “Moralist”, ambos artículos procedentes de 1880-1920 British Authors Series, 6, 1988. Brake, Laurel et al., eds. (2002). 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Cuentos Completos. Traducción de Catalina Montes. Madrid: Espasa Calpe. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 276 - ISSN 1989-1709 ― (2002). La decadencia de la mentira. Edición crítica y traducción de Luis Martínez Victorio. Madrid: Langre. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 277 - Penélope (y Ulises) en la dramaturgia femenina contemporánea (Mar Mañas Martínez) Resumen El presente trabajo analiza la imagen de los personajes de Penélope y, de modo secundario, Ulises, en la dramaturgia femenina española contemporánea, desde el último cuarto del siglo XX. Analizamos cuatro obras: Ulises no vuelve, de Carmen Resino (1973-1981), Las voces de Penélope, de Itzíar Pascual (1996), Polifonía, de Diana de Paco Serrano (2001), y Soy Ulises, estoy llegando, de Ainhoa Amestoy (2007). Introducción La temática mítica proveniente de La Odisea ha sido recreada en numerosas ocasiones en el teatro español contemporáneo desde los años de la inmediata postguerra. Como expone Floeck: En la segunda mitad del siglo XX los mitos masculinos tradicionales parecen haber perdido importancia frente a los mitos femeninos. Esta tendencia puede observarse también en la plasmación del mito de Ulises y Penélope en el teatro español del siglo pasado. […] Frente a la desmitificación de Ulises, podemos observar en el personaje de Penélope una recodificación del modelo tradicional de la mujer que conduce a la reafirmación tanto del poder exterior como de la fuerza interior de la heroína femenina (2005: 53). Esta tendencia se cumple en el tratamiento del tema de Ulises y Penélope en la dramaturgia española ya desde una de sus primeras muestras: La tejedora de sueños, de Antonio Buero Vallejo (1949-1952). Sin embargo, tenemos que esperar hasta el último cuarto de siglo para que las dramaturgas empiecen a recrear la mítica odiseica. Me ceñiré a cuatro obras, que son: —Ulises no vuelve, de Carmen Resino (1973-1981) Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 278 - —Las voces de Penélope, de Itzíar Pascual (1996) —Polifonía, de Diana de Paco Serrano (2001) —Soy Ulises, estoy llegando, de Ainhoa Amestoy (2007) Encontramos unas diferencias formales entre la primera de ellas y las tres siguientes porque generacionalmente sus autoras pertenecen a grupos distintos. Mientras que la primera obra se organiza en una estructura dividida en dos actos, divididos a su vez en dos cuadros cada uno, todas las demás se organizan en estructuras mucho más fragmentarias constituidas exclusivamente por escenas, lo que es común al teatro escrito a partir de los años 90. José C. Paulino, establece los siguientes grupos o tratamientos que recibe el tema de Ulises y Penélope desde la postguerra en el teatro español. —Grupo 1. Las que presentan al individuo frente a su mito. —Grupo 2. Las que presentan a la mujer frente al vencedor (por la fuerza). ―Grupo 3. Las que presentan el modelo odiseico como paradigma para la interpretación de la realidad social o de la condición existencial humana. —Grupo 4. Las que presentan el esquema del modelo odiseico para tratar de unas patologías. (Paulino 1994: 333-334). Las cuatro obras tratadas pertenecerían al primero de los grupos expuestos: “Son aquellas que presenta(n) al individuo frente a su mito contraponiendo los aspectos públicos oficiales construidos por la tradición literaria del personaje a la realidad inmediata, privada del sujeto en su particularidad histórica” (ibid.). De todos modos, también podemos encontrar rasgos de los otros grupos, porque en todas ellas aparece la mujer frente al vencedor, aunque veremos que este tratamiento se solucionará de modo distinto según la obra. También podemos considerar que en buena parte del teatro contemporáneo, se potencia la astucia de Ulises y su capacidad para la mentira, por lo que el personaje puede rayar en la patología, y esto se ve de modo acentuado con un tratamiento totalmente serio en la obra de Carmen Resino, en la que la mentira convierte en cómplice a Penélope y de modo indirecto a toda su familia, o de modo humorístico en la de Ainhoa Amestoy en la que Ulises se convierte en un irresistible y mentiroso seductor. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 279 - ISSN 1989-1709 1. Ulises no vuelve, o los mitos no huyen su destino Carmen Resino, dramaturga nacida en 1941, escribió esta obra en una primera versión en 1973 y con ella quedó finalista del premio Lope de Vega en 1974. Sin embargo la obra que conocemos actualmente corresponde a una segunda versión revisada entre 1980 y 1981, publicada en 1983 y estrenada en el festival de teatro de Toledo por el grupo Tarantos en 1984. Para este trabajo uso la edición de Virtudes Serrano; citaré la obra como Ulises no vuelve, 2001. La obra de Carmen Resino resurge, tras un periodo de inactividad, a partir de los años 80 coincidiendo con un florecimiento de la dramaturgia femenina, ya que hasta entonces prácticamente solo había brillado la obra de Ana Diosdado. En 1986 es nombrada presidenta de la Asociación de Dramaturgas. Por la época de creación de la obra original, podríamos ponerla en relación con ¿Por qué corres, Ulises? de Antonio Gala, que es del año 75. Del mismo modo que Gala extrapola unos valores burgueses caducos, propios de un tiempos que está acabando en su Ulises 1 , a mí me llama la atención el que en la obra de Carmen Resino Ulises se comporta como un personaje también propio de unos tiempos que estaban acabando, pues parece un “topo” huido de la guerra civil. Ulises es un desertor de la guerra, que vive en el piso superior de su casa, escondido. Su padre, que aparece como “El abuelo”, es ferozmente intransigente, y no aparece como el viejo e indefenso Laertes, que no puede hacer nada para ayudar a Penélope a librarse de sus pretendientes. Espera su vuelta y le tiene preparadas una bala por si ha sido un traidor y una corona de laurel por si ha sido un héroe. Solo Penélope sabe la verdad porque es la que le mantiene y pasa las noches con él. Todos los habitantes de la casa viven como sacerdotes del culto odiseico del héroe ausente, y viven a la sombra una existencia tan mermada e incompleta como sus nombres que están apocopados pues se llaman, Pen y Tel. Hay una auténtica necesidad en ambos de vivir por ellos mismos, de desarrollar su auténtica historia al margen de su papel de “hijo de” y “esposa de”, pero todo esto será frustrado por un guiño final 1 Pueden verse al respecto las palabras preliminares del autor en la edición de Antonio Gala (1977), Las cítaras colgadas de los árboles y ¿Por qué corres, Ulises?, Enrique Llovet (pról.), Madrid, Espasa-Calpe: 124-125. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 280 - ISSN 1989-1709 del destino porque cuando finalmente Ulises sale de su escondite, aparece en el periódico que el gobierno le ha declarado la guerra a Troya con lo que su gesto es inútil ya que tendrá que volver a la guerra. Y como le dice a su padre: ULISES.— (Riendo amargamente) ¡Tiene gracia!… ¡Salir justamente ahora! Ahora (Breve pausa para sí). Por mucho que queramos torcerlo, el destino nos espera en cada vuelta (Ulises no vuelve, 2001: 70). Lo que demuestra que su padre estaba equivocado cuando poco antes le había dicho a Penélope: “Cuando el destino parece enfilarse en una dirección, acorralarnos en un sentido….se hace ¡zas!, se le asesta un golpe de muerte y el destino queda torcido en nuestras manos” (ibid.: 65). Esta actitud corresponde a las palabras de la autora, en su nota preliminar: En torno a Ulises, como ocurre con casi todos los mitos clásicos, se ha escrito mucho: la posibilidad y el destino del héroe parecen necesitarlo para su evidente realización universal. Por mi parte, no he podido sustraerme a ello: ahondar en estos posibles, darles la vuelta, ocasionar el giro de noventa grados de un comportamiento previamente conocido, una tentación insostenible e insoslayable: porque jugar con el mito no es en definitiva otra cosa que manejar las posibilidades vitales de cada hombre, ya que aquel permanece en cada uno de nosotros. Ulises no vuelve no ahonda en el tema clásico, sino que lo toma como motivo de abstracción, en torno a una situación posible a partir de la figura de Ulises. Este nuevo tratamiento nada tiene que ver con el clásico, y sin embargo, acaba por ser el mismo. El equívoco temporal al que está sometido, lo condiciona más a su esencia al proporcionarle el valor de todo mito: el tiempo, ya que somos nosotros los auténticos artífices de toda perennidad. Pero el Ulises clásico va en busca de su destino, un destino ya encauzado para su consecución, este Ulises más cercano y palpable intentará rebelarse, sustraerse a él, torcerlo, según sus palabras, para finalmente, acabar mordiendo la cola de su propia tragedia, y no obstante, recoger el guante de su propio reto (ibid.: 33). Telémaco, que parece ajustarse a la imagen vehemente e impetuosa que tienen los pretendientes de él en La Odisea, se rebela. Aunque su rebelión es lógica, es fácil ver en él un germen de ese tirano que es su padre en su modo de tratar a los más débiles, su madre, el ama y el abuelo: TEL.— (con agresividad) ¡No intentes comerme el coco! Puedo marcharme, quiero marcharme y me marcharé! (Breve pausa) ¡Estoy harto de historias familiares! Desde que cumplí los quince, deseo marcharme, vivir mi vida, sin estar a la sombra de unos padres perfectos… ¡Estoy hasta los huevos de familias irrepetibles y magníficas! Quiero vivir como los de mi generación, con mis propios problemas y sin injerencias de los demás!… ¡No ser únicamente el hijo de Ulises, sino Tel, yo mismo…; Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 281 - ISSN 1989-1709 quiero encontrarme mi propia experiencia, y luchar, y equivocarme y joderme si es preciso! (ibid.: 61). Resulta muy interesante que la autora relativice la importancia de este parlamento cuando escribe: “El llamémosle discurso de TEL se interrumpe cuando llaman a la puerta” (ibid.:61). Un discurso similar de hartura, rebeldía y sublevación podemos encontrar en PEN, pero Carmen Resino va un paso más allá, porque si la Penélope convencional espera pacientemente, y en diversas recreaciones, como veremos en algunas de las estudiadas, se cansa de esperar, ésta de lo que se cansa es de fingir, porque Ulises la convierte en cómplice de su mentira. Es la Penélope que se siente la más sucia de todas, porque su papel ha sido cambiado en contra de sus principios. Cuando Ulises le reprocha que Tel no tiene principios, y que tendría que habérselos inculcado, responde: PEN.— ¿Yo? ¡Bastante hago con reajustar los míos! ¿Cómo puedo inculcarle semejante cosa cuando me reprocho continuamente lo que estoy haciendo? ¿Qué puedo decirle yo cuando cada noche deshago contigo todos los que a mí me dieron? (Pausa. Está casi a punto de llorar. Rehaciéndose) Me sacas de quicio. Ulises, con esa forma tuya de ver la vida: mucho exigir a los demás y nada a ti (ibid.: 54). Cuando Pen insta a Ulises a salir de su escondite, y éste le dice que su padre es capaz de matarla a ella también por haberse prestado a ello, ella le responde: PEN.— Quizás lo merezca, que debería haberte denunciado. (Pausa) ¡Estoy harta de fingir, de decir cosas que no siento, de hacer la comedia día a día…! Estoy harta, sí, de estar en esta horrible casa con goteras y podredumbres, de alentar tu absurdo culto y de sentirme injustamente culpable!… ¡Mañana volverás, Ulises, y responderás a todas las preguntas, sean de quien sean y como sean. Y si alguna te coge en falso, lo aguantas como un hombre! Es mi última palabra. ULISES.— (Con resignación) Entonces así sea. PEN.— Exacto: nunca mejor dicho (ibid.: 54). La acción se desarrolla en un tiempo actual al que se escribe la obra, lo sabemos porque hay un tocadiscos en escena, aunque hay una sensación de intemporalidad y decrepitud (Interior de una casa por la que han pasado el tiempo y las necesidades; ibid.:37). El tocadiscos, el único artefacto que remite al tiempo contemporáneo, es vendido por Tel para sacar dinero y escapar de casa. Pen piensa en vender la casa por la que ha recibido varias ofertas, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 282 - ISSN 1989-1709 instada por el sentido práctico del ama, que aparece en clara oposición al abuelo, pues le recomienda que elija entre los pretendientes y que no espere, lo mismo que hace Tel. No hay más huellas del telar y del tejido que el uno de los pretendientes sea el dueño de una mercería. Aparece un pretendiente llamado Quilón, que volvió herido y cojo de la guerra de Troya, pero con ello está aceptando su destino con gusto pues muchos quedaron muertos allí, y esta herida nos recuerda de nuevo la cobardía de Ulises que permanece escondido en su casa. 2. Las voces de Penélope y Polifonía 2.1. Feminismo y sororidad Todas las obras comentadas se centran en el motivo de la vuelta de Ulises y la espera de Penélope. Este motivo aparece enunciado ya explícitamente desde el título de dos de ellas: Ulises no vuelve y Soy Ulises, estoy llegando. Sin embargo cuando nos enfrentamos a las obras de Itzíar Pascual y Diana de Paco, inmediatamente nos llama la atención la identidad entre sus títulos: “polifonía” y “voces”. Ambas obras tratan de dar voz a las mujeres a las que la “historia oficial”, en este caso “el mito”, ha privado de voz. La obra de Itzíar Pascual, es la que ha generado más bibliografía de todas las estudiadas por su carácter feminista (González Delgado, 2005 II, Harris, 2003 y Brizuela y Brignone, sin fecha). En ella hay discursos feministas explícitos. En Las voces de Penélope y en Polifonía encontramos la idea feminista de la “sororidad” o “hermandad entre mujeres”, al igualar los caracteres de Penélope, “La mujer que espera” y “La amiga de Penélope” en la primera, y los de Penélope, Clitemnestra, Fedra y Medea en la segunda. Incluso Penélope y Clitemnestra son llamadas hermanas, a pesar de que son primas. Es curioso, porque Alicia Redondo Goicoechea, reivindica la “polifonía” al hablar del feminismo; “polifonía” entendida en el sentido bajtiniano que admite que en el texto (especialmente narrativo) hay una interacción de distintas voces, puntos de vista y registros lingüísticos: Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 283 - ISSN 1989-1709 Debo empezar aclarando que el concepto de feminismo que utilizo tiene un sentido polifónico, a la manera bajtiniana, con objeto de poder abrirlo en múltiples direcciones: hacia la inmensa pluralidad de los textos literarios escritos por mujeres, hacia la variada teoría literaria feminista, hacia los diferentes tipos de feminismo teórico, y también hacia las otras diferencias sociales, marginadoras, además del sexo-género, como son las de las clases sociales, razas, lenguas, culturas, y religiones. En realidad propugno una epistemología polifónica que desde el pensar-sentir de cada yo trate de integrar alguno de los múltiples y plurales tús y enraizarse en ellos; un punto de vista con vocación plural y amorosa (2001: 19). Las protagonistas de estas obras, son mujeres que se ven obligadas a ponerse continuamente unas en lugar de las otras. La figura de Penélope aparece ligada al telar y a su labor de tejer y destejer. El campo semántico del tejido es muy recurrente a la hora de establecer metáforas desde el “feminismo de la diferencia”, aquél que lucha por la igualdad social de los sexos pero reconociendo y enorgulleciéndose de los valores propios de la mujer. Como he mostrado en otro lugar, Carmen Martín Gaite era una experta en este aspecto 2 . No es de extrañar por ello, que las autoras se sientan tan atraídas por la labor de Penélope. Pero hablando de polifonía y textos, no deberíamos olvidar tampoco la etimología que une a “texto” y “tejido”. “Texto” viene de “textus”, participio del verbo “texo” (“tejer”), de modo que “texto” originariamente significa” tejido”. Del mismo modo, hay que tener en cuenta dos acepciones de la palabras “trama” según el DRAE: “conjunto de hilos que, cruzados y enlazados con los de la urdimbre, forman una tela”, y “disposición interna, contextura, ligazón entre las partes de un asunto u otra cosa, y en especial el enredo de una obra dramática o novelesca”. Por lo tanto, es como si en el núcleo mismo del “tejido” estuviera la clave del acto comunicativo o textual. Según Alicia Redondo Goicoechea, de nuevo: La mujer escritora suele preferir una estructura que le permita mayor libertad, “que no sea lineal sino repetitiva, acumulativa, cíclica disyuntiva, lo que remitiría a la fragmentación de sus vidas”. Una forma que no esté férreamente definida, sino que va haciéndose a la vez que se va produciendo el acto comunicativo, de forma que tenga cabida en ella lo 2 Veáse “Mis ataduras con Carmen Martín Gaite: una mirada personal a sus libros de ensayo”, en Alicia Redondo Goicoechea (coord.), Carmen Martín Gaite, Madrid: Ediciones del Orto, 2004: 33-52. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 284 - ISSN 1989-1709 fragmentario, lo inconcluso, la improvisación y el mundo inconsciente, lo cual evidencia una clara preferencia por lo parcial frente a la totalidad; lo que, en parte, también ha hecho suya la escritura de la postmodernidad: una estructura unida al proceso discursivo, que le permita enlazar las partes a la manera de un relato sarta, que ha metaforizado como rosario o collar de perlas, y también como espiral, sin seguir una sola línea narrativa, sino varias, con una gran libertad temporal y espacial y con finales abiertos (2001: 27). La cursiva es mía para señalar dos ideas: —La forma se va creando a la vez que se va produciendo el acto comunicativo. Es decir el proceso solo tiene sentido en cuanto está en movimiento. Al igual que la tela de Penélope, el acto comunicativo sólo tiene sentido mientras se está realizando, por lo que no puede ser nunca algo perfecto, en el sentido de totalmente acabado. —La estructura fragmentaria propia de la escritura femenina también se puede aplicar para el postmodernismo. Con todo lo hasta aquí expuesto, no es de extrañar que las autoras se sientan tan atraídas por la figura y la labor de Penélope. Dice Umberto Eco en su obra Apostillas al “Nombre de la rosa”, novela biblia de la literatura postmoderna: La respuesta postmoderna a lo moderno consiste en reconocer que puesto que el pasado no puede destruirse —su destrucción conduce al silencio—, lo que hay que hacer es volver a visitarlo; con ironía, sin ingenuidad 3 (1984: 28-29). Las voces de Penélope, Polifonía y Soy Ulises, estoy llegando, participan de estas características. Las tres revisitan el pasado y las tres necesitan una complicidad por parte del lector, que sea capaz de reconocer los textos recreados. 2.2. Las voces de Penélope Estrenada como primera “perfomance” en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes en 1996, ganó el Accésit al premio Marqués de Bradomín en 1997. De hecho Itzíar Pascual, nacida en 1967, podría 3 Eco, Umberto Apostillas al nombre de la Rosa, citado a http://librosgratisweb.com/pdf/eco-umberto/apostillas-a-el-nombre-de-la-rosa.pdf través de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 285 - ISSN 1989-1709 considerarse perteneciente a la “Generación Bradomín” 4 y fue publicada por esa colección que edita esos premios teatrales en 1998 5 . Yo la citaré por la edición incluida en Ni Ariadnas ni Penélopes, de Carmen Estévez. Actualmente hay dos ediciones de la obra en la red 6 . La obra de Itzíar Pascual es la que presenta el tono más feministamente reivindicativo de todas las estudiadas, de hecho Itzíar Pascual es miembro de la Asociación de Mujeres de las Artes Escénicas de Madrid, Marías Guerreras (AMAEM), una asociación que concibe el teatro como “una forma de pensar el lugar de lo femenino”. En Las voces de Penélope se produce una mezcla entre el tiempo mítico y el actual, un tiempo urbano y contemporáneo en el que se usan teléfonos móviles y tarjetas de crédito y que sin embargo presenta problemas de comunicación. Según el concepto postmoderno revisita el mito mezclándolo con cultura popular y mediática. La cultura popular se aprecia en la música latina que acompaña las escenas del presente. Son canciones del llamado “feeling cubano” (“Cómo fue” o “Encantada de la vida”, de Benny Moré); boleros (“Somos novios”, de Armando Manzanero); clásicos (“Mambo con puente”, de Tito Puente), incluso, según avanza la tensión, se nos advierte que una de las canciones es “una desgarrada ranchera contemporánea, por ejemplo “Mala Bestia” de Miguel 4 El premio Teatral Marqués de Bradomín fue instaurado en 1985 por el Instituto de la Juventud para premiar a autores menores de 30 años. Desapareció en el año 1994 (como se puede ver en el artículo firmado precisamente por Itzíar Pascual http://www.elmundo.es/papel/hemeroteca/1994/06/27/cultura/721276.html) y se reanudó al año siguiente. De hecho la generación teatral que empieza a publicar en torno a estas fechas es conocida entre otros nombres como “La Generación Bradomín” porque se aglutina en torno a este premio y al Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas (1984-1993), situado en la antigua Sala Olimpia y dirigido por Guillermo Heras. 5 Antonio López Morcillo (El carnicero), Eva Hibernia (El arponero herido por el tiempo) e Itzíar Pascual (Las voces de Penélope), premios Marqués de Bradomín, INJUVE, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 1998. 6 Hay una edición del texto en el portal Parnaseo de la Universidad de Valencia dentro de la revista Stychomithya en su sección “Monografías de autores contemporáneos. Anexos Stychomithya”. La dirección completa es: http://parnaseo.uv.es/Ars/Autores/Pascual/obras/text_castepenelope.pdf Además hay un dossier muy completo sobre la obra que incluye estudios y artículos, a los que se aluden en la bibliografía: http://parnaseo.uv.es/Ars/Autores/Pascual/obras/penelope.html. Hay otra edición en el portal www.cervantesvirtual.com, pero esta edición es un documento modificado que no permite su impresión. La dirección completa es: http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12819418626703728987435/004740. pdf?incr=1 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 286 - Comamala”, y aparece finalmente “La truhana” de la Lupe. A partir de ahí, cuando hay una cierta toma de conciencia de los personajes, y una reflexión, la música ya desaparece, o aparece el pop alternativo español más culto y de culto, más reflexivo de “Esclarecidos” con “No hay nada como tú”. La actualidad es donde encontramos a dos mujeres también abandonadas: “La mujer que espera” y “La amiga de Penélope”. Esta abstracción, en la que los personajes no tienen nombre (no sabemos si “La mujer que espera” se llama Penélope también o es por derivación), es algo muy común en las obras teatrales escritas a partir de los 90, como señala Virtudes Serrano. En estos dramaturg@s hay un compromiso en clave realista o simbólico; habla de que en “los espacios” hay “una carencia de todo signo identificador concreto”, y que Dicha carencia la padecen también sus habitantes que están sólo superficialmente marcados con los signos genéricos: Hombre/Mujer; El/Ella; Uno/Una, o incluso Uno/Dos /Tres; en algunas propuestas interesan las relaciones domésticas (Marido/Mujer Padre/Hijo) o la oposición por edad (Joven/Anciano) e incluso por alguna característica física (Alto/Bajo) (2004: 22). Podemos decir que los/as autores/as de los 90 retoman las vanguardias de fines de los sesenta y de los setenta y algo de ese vanguardismo abstracto podíamos reconocer en la estilización de la obra analizada de Carmen Resino. Las voces de Penélope está constituida por 19 escenas numeradas y con título y dos finales, que podríamos considerar una obra partida en dos: “Mucho tiempo después” (I) y “Muchos años después”: Mi verdadera historia (2). En la primera interviene “La mujer que espera” y en la segunda “la Penélope mítica”. Aparecen en la obra tres mujeres abandonadas por los hombres, pues “La amiga de Penélope” al principio se dedica a hacer de consejera con su amiga, “La mujer que espera”, hasta que se encuentra a su novio que estaba supuestamente enfermo con una rubia siliconada en un bar. Este personaje, aparentemente más frívolo, va conociendo un proceso de concienciación, que le lleva a responder cuando “La mujer que espera” le dice: “Parece que el hombre es tu enemigo”: LA AMIGA DE PENELOPE: No (sonriendo). Mi peor enemigo es la falta de conciencia (Las voces de Penélope, 2002: 324). Al final asistimos al paralelismo, en el que la Penélope mítica y “La mujer que Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 287 - ISSN 1989-1709 espera” han aprendido a esperarse a sí mismas. En la escena 19, llamada “Lejos”, “La mujer que espera”, pasa a ser “La mujer que esperó”: LA MUJER QUE ESPERÓ: Todo era suyo y para mal. Hay que joderse: conquistar el mundo para despreciarlo. Entonces me vi encerrada y pequeña en la foto de su mesilla. Mucho tiempo atrás, me había enamorado de él. No de sus ojos, ni de la piel que le brillaba, ni de aquellas piernas de atleta con las que podía volar. No. Me había enamorado de su luz. De ese brillo generoso que lo tocaba todo. El mundo era un lugar para respirarlo con plenitud. Yo aterrorizada por no ser, o por ser tan poco, creí que él era la totalidad. (Pausa; se quita las gafas muy despacio y las guarda) […] Podía haberle hablado. Explicarle “Ya no soy la ingenuidad que puebla tu mesilla”. (Pausa) Preferí dejarle ir. Entre quejas (ibid.: 328-329). Es muy sintomático el que se quite las gafas de sol porque ya no hay deslumbramiento posible en esa figura masculina. En la última escena llamada “Mucho tiempo después… Mi verdadera historia (2)”, asistimos al descubrimiento de la Penélope mítica: PENÉLOPE: A veces me pregunto qué le hizo volver. No lo hizo por mí, la vejez me ha hecho intuir que fue un acto de demostración. Había salido triunfante de las batallas, nadie podía con su tenacidad. Un guerrero sin oda, no es nadie. Sentí un cierto malestar al reencontrarlo. Me había hecho conmigo misma en un lugar en el que no tenía que dar explicaciones, en el que podía ver crecer a Telémaco. Un lugar en el que me sentía bien siendo cómo era. (Coloca el retrato sobre la silla de enea). La espera me hizo más fuerte, más segura y descreída. Llegaban rumores constantes de regresos o de tragedias. Y un día aprendí a esperar. A esperarme a mí misma. Y a proteger un poco ese lado del corazón que se hace arena o fuente, dependiendo de la luz que lo ilumina. Aprendí a mirar a mi sombra paseando por la orilla con una tristeza que construye futuro. Esa tristeza dio paso a la serenidad. Y la serenidad a la calma. Y la calma a la inquietud de ser yo, no la espera de otro. Me esperé a mí misma. Ésta es mi verdadera historia. (PENÉLOPE invita a entrar en la escena a LA AMIGA DE PENÉLOPE. Esta sonríe y enciende lentamente un cigarrillo (ibid.: 332). Y este es el final de la obra, en el que se fusionan todas las Penélopes en una, la mítica y “La mujer que esperó” pues ya no esperarán por nadie más que por sí mismas. Hay un contraste entre el tono coloquial presente en “La amiga de Penélope” y el tono culto que intenta reproducir el mito clásico en Penélope y Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 288 - ISSN 1989-1709 “La mujer que espera”. Se manifiesta un interesante contraste en este diálogo en el que una mantiene un registro de teatro poético vanguardista lorquiano, o albertiano (nos recuerda a obras como El hombre deshabitado, definida como “Auto Sacramental sin Sacramento”) y la otra se mantiene en lo más prosaico y práctico, donde se hace presente el tema del tejido. Es la escena 4, llamada “Consejos Doy”: LA MUJER QUE ESPERA: La mujer que espera lleva tallado en el pecho un almendro en flor. LA AMIGA DE PENÉLOPE: Un cursillo de macramé y se te quita la tontería. LA MUJER QUE ESPERA: La mujer que espera lava sus sabanas con cal y ceniza. LA AMIGA DE PENÉLOPE: Iniciación al punto de cruz, que relaja mucho. LA MUJER QUE ESPERA: La mujer que espera sabe a deshielo en eclipse de luna. LA AMIGA DE PENÉLOPE: En esta revista lo explican todo. Y con el primer fascículo gratis un telar y dos ovillos. LA MUJER QUE ESPERA: La mujer que espera aprende tersura de los cerezos. LA AMIGA DE PENÉLOPE: Un licorcito, mejor dos, entonan el cuerpo. LA MUJER QUE ESPERA: La mujer que espera se abraza a los mástiles de los días célebres. LA AMIGA DE PENÉLOPE: Te he traído un chocolate buenísimo y sin almendras. LA MUJER QUE ESPERA: La mujer que espera sorbe la tristeza en taza de desayuno. LA AMIGA DE PENÉLOPE: Una conversación telefónica, y ¡hala! A pasar la tarde. LA MUJER QUE ESPERA: La mujer que espera recorre los charcos de la templanza. LA AMIGA DE PENÉLOPE: La mujer que espera, desespera. LA MUJER QUE ESPERA: Un poco. LA AMIGA DE PENÉLOPE: ¿Y el macramé? ¿Y el punto de cruz? ¿Y la revista? ¿Y los licores? ¿Y el chocolate? ¿Y el teléfono? ¿Y la frivolidad? LA MUJER QUE ESPERA: ¿Frivolidad? LA AMIGA DE PENÉLOPE: FRI-VO-LI-DAD. LA MUJER QUE ESPERA: ¿Tú crees? No sé. LA AMIGA DE PENÉLOPE: Sí, mujer. LA MUJER QUE ESPERA: Bueno (ibid.: 305-306). Escena en la que se atreve además con esa figura de pensamiento tan Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 289 - ISSN 1989-1709 utilizada en el barroco de la “diseminación y recolección” 7 , enumerando de modo disperso a lo largo del discurso y recogiendo finalmente toda la enumeración anterior. Según las palabras de Itzíar Pascual: Las Voces de Penélope nació de ese lugar, literario vivencial; allí donde lo público se cuestiona y lo oficial se escamotea. ¿Debemos creer en Homero? ¿Penélope sólo pudo ser, vivir, existir, en función de Ulises y Telémaco? ¿Esperó fielmente en el palacio de Itaca? ¿Que significa esperar? ¿Qué significa acoger al que regresa? ¿Se vuelve igual? ¿Tiene algún sentido esperar hoy? ¿Qué hacemos en el tiempo de espera, si esperamos? 8 . Hay en estas declaraciones muchas cosas que ya hemos traído a colación en este trabajo: las esferas pública, privada y oficial, el papel dependiente o no dependiente de Penélope. Y la autora dice también: Antes de escribir Las voces de Penélope, yo leí todas las Penélopes españolas de este siglo: La Tejedora de sueños de Buero Vallejo, por ejemplo. Admiro profundamente a Buero… pero el punto de vista que da es el de Ulises y el de Homero, por mucho que la Penélope que él perfila sea de enorme interés. Yo no me encuentro con esa Penélope, que lo que hace es estar al servicio de la histórica imagen de fidelidad, que Ulises necesita (cit. Harris, 2003: 4). Itzíar Pascual demuestra en su obra que las Penélopes son capaces de existir sin los Ulises, porque, como bien señala Carolyn J. Harris, The presentation of the stories of three Penelopes en Pascual’s work, leads spectators to recognize that waiting on another is not a natural part of female identity but a role that women have asummed (ibid.: 6) 9 . Y ya que hablamos de roles y de papeles, pasemos a la obra en la que los personajes tienen más conciencia de “su papel”. 2.3. Polifonía Diana de Paco Serrano (1973), aparte de dramaturga es Doctora en Filología Clásica y profesora de griego en la Universidad de Alicante, con lo 7 Véase por ejemplo el famoso soneto gongorino “Mientras por competir con tu cabello”. Texto escrito para la puesta en escena de la obra con objeto de recibir la ayuda a la producción de la CAM. Reproducido a través de http://parnaseo.uv.es/Ars/Autores/Pascual/obras/itziar.pdf 9 “La presentación de las historias de las tres Penélopes en la obra de Pascual, lleva al espectador a reconocer que esperar a otro no es una parte natural de la identidad femenina, sino un rol que la mujer ha asumido.” 8 Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 290 - ISSN 1989-1709 que tiene muy en cuenta los modelos clásicos. Polifonía quedó finalista del premio Calderón de la Barca en 2000, convocado por el Ministerio de Cultura a través del INAEM para jóvenes autores dramáticos. La obra no se ha representado. Fue publicada en Primer Acto, 291, en diciembre de 2001, con un estudio introductorio de Domingo Miras titulado “La tela de Penélope” y una entrevista realizada a la autora por José Henríquez titulada “Diana de Paco y las heroínas de Polifonía”. En esta entrevista Diana de Paco manifiesta su admiración por dos autores que han tratado el tema de Penélope, aunque no los mencione por eso: Buero y el mencionado Domingo Miras, que a su vez dedicó su Penélope (1971) “al autor de La tejedora de sueños”. Como hemos visto, Miras realiza el estudio introductorio de Polifonía, y es muy interesante ver que, en cierto modo, esto convierte a la autora que nos ocupa en heredera de un legado del pasado, como se ve muy claramente en su obra. Declara Diana de Paco en la mencionada entrevista a José Henríquez: Admiro la figura de Buero, que fue capaz de dar un giro tan sustancial a la dramaturgia contemporánea de nuestro país. [..] Domingo Miras ha sido para mí un descubrimiento y una referencia fundamental, y por supuesto entre los cercanos a mí, aquellos que practican la renovación de las formas teatrales sin abandonar ese compromiso que nuestros mayores nos han mostrado que tenemos la responsabilidad de no olvidar (Henríquez, 2001: 98). Continúa Diana de Paco: La figura de Penélope está dotada de una gran complejidad, se trata de un carácter muy rico en matices, pese a lo que pueda parecer, por lo que ha sido objeto a lo largo del tiempo de muy diversas interpretaciones. Es cierto que la lectura de La Odisea parece mostrarnos ese paradigma de la mujer sumisa, que desempeña las labores atribuidas al género femenino tradicionalmente representadas por el tejer y destejer que ocupa a Penélope. Pero esta acción aparentemente convencional es el arma de la esposa de Odiseo, gracias a ella consigue evitar el enfrentamiento con los príncipes que la pretenden solo para conseguir el reino y que mientras tanto dilapidan sus riquezas. Más allá de la apariencia, Penélope es una mujer astuta que consigue mantener a su alrededor a todos esos hombres cobardes y que finalmente se reencuentra con el objeto de su deseo. Si bien es la mujer virtuosa que tantas veces se contrapone con la de Clitemnestra, trágica, la mujer que calla, y teje, y ama fielmente, paradigma femenino de la sociedad heroica también es cierto que la riqueza de su figura permite observar su espíritu desde el interior, interpretar su silencio, y comprender su frustración, y el miedo que en ocasiones la atormenta, y la hace reaccionar de determinada manera. En Polifonía, Penélope parece la más serena y sensata, aquella que Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 291 - ISSN 1989-1709 está al margen de todo y que constituye el apoyo moral de sus compañeras, pero cuando finalmente reconoce su verdad y se descubre, aparece un alma agitada no carente de inconformismo. Nada de esto es nuevo, todo está explícita o implícitamente en la tradición griega o ha sido interpretado desde las claves que ésta ofrece. Los caracteres de las heroínas que aquí se reúnen son distintos y a la vez complementarios pero los motivos que las han movido a actuar son muy parecidos y llegan a identificarse al producirse la explosión de sentimientos, la ruptura del aislamiento y la llamada a la acción, y a la solidaridad entre heroínas (ibid.: 99-100). En Polifonía, no solamente aparece Penélope, sino que está acompañada de otras tres mujeres míticas: Clitemnestra, Medea y Fedra. Asistimos también a escenas del pasado en las que cada una de ellas dialoga con los hombres de sus historias, Orestes, Agamenón, Jasón, Hipólito, Teseo, Telémaco y Ulises. Todas ellas están encerradas en una habitación oscura en “un interior tenebroso” (Polifonía, 2001: 105), aunque al fondo se ve un telar. Pero esta escena aparece ya titulada como “La cárcel”. De hecho todas las escenas del diálogo entre ellas llevan ese nombre, mientras que los diálogos del pasado llevan los nombres de las mujeres y los de sus interlocutores masculinos. Al comienzo parece que esta cárcel es la conciencia de las tres mujeres, Penélope va ejerciendo como interlocutora y una especie de maestra de ceremonias, ya que, en un principio, ella no es como las demás. Ella no ha derramado sangre. Parece estar por encima del bien y del mal y tener serenidad suficiente para juzgar a sus compañeras, que no entienden qué es lo que ella hace ahí; sin embargo no las juzga, simplemente está ahí para hacerles “un poco de compañía”. Finalmente comprendemos que ella es igual que todas y que tampoco pudo escapar de su destino, en cierto modo es responsable de la muerte de todos los pretendientes con el regreso de Ulises; el manto que ha estado tejiendo durante todo ese tiempo, y que al final sirve para cobijar a las cuatro, debía de ser la mortaja de Ulises, porque el Ulises que ha regresado ya no es el que ella quería. Dice al respecto Miras en la introducción a la obra: ¿Meter cuatro universos en una habitación? Bien pues ahí están. La habitación se llama Polifonía, y en ella conviven Penélope, Fedra, Medea y Clitemnestra. Cierto es que a veces parecen sentirse un poco incómodas, pero gracias al talento de la autora, acaban por apañarse. Y, en fin ¿por qué una estancia no puede contener cuatro Universos? ¿Cuántos mundos caben en un cráneo? (2001: 90). Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 292 - ISSN 1989-1709 Esta es la obra en la que hay una conciencia metaficcional y metateatral más clara y se plantea de un modo más explicito el enfrentamiento de los personajes con su mito literario. Penélope es consciente de su papel, y así lo repite en diversas ocasiones, y se lo plantea a las demás: PENÉLOPE: Mi papel es esperar a Ulises. ¿Sabes cuál es el tuyo? […] ¿Cuál fue tu papel? (Polifonia, 2001: 105-107). Más tarde: FEDRA: (Mira a su alrededor) ¿No es esto como una muerte? PENÉLOPE: No para mí. Mi papel continúa intacto, mis manos limpias, mi garganta sin cicatrices de dolor, y cualquier día llamaré al carcelero pidiéndole que me saque de aquí, y vosotras comprenderéis que mi camino ha sido diferente. Yo estoy tranquila (ibid.: 113). Es difícil prescindir de las reflexiones de Miras, pues su estudio es detallado y brillante. Habla en él del reparto de papeles, que nos remite al que hace “El divino autor en El gran teatro del mundo” (2001: 91). La alusión al auto sacramental trae a mi recuerdo, como ya hice en el caso de la escena de Las voces de Penélope comentada, esa modernidad pre-vanguardista, de los autos sacramentales que prefigura la autoconsciencia metateatral del teatro de Pirandello o de Unamuno, y que está muy presente en esta obra. Como sigue exponiendo, “El malentendido radica en que Penélope tiene el doble papel de historiadora, y de personaje de la misma historia que escribe” (ibid.: 97). Y poco antes, leemos: Estamos ante la Penélope símbolo: la sabihonda, la omnisciente Penélope, que teje en su tela las historias de las demás: ella es el erudito investigador, el docto historiador que no duerme ni descansa (ibid.: 96). Y yo, me atrevería a decir, estamos también ante la Penélope detective. Polifonía es una especie de thriller psicológico e interior, como de J.B. Priestley, por poner un caso, que constituye un buceo en las conciencias que va in crescendo, hasta que las tres mujeres se dan cuenta de la verdad, y entonces Penélope aparece ante las demás casi como una farsante, así se lo hace ver Fedra: FEDRA: Nos has obligado a narrar nuestro pasado, que es desagradable y oscuro, peor también real, y nos haces creer que estás libre (Polifonia, 2001: 120). Y poco después: Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 293 - ISSN 1989-1709 MEDEA: (Coge la tela que Penélope teje) Esto, Penélope, no es una túnica, es una mortaja. (Penélope se la quita bruscamente de las manos) FEDRA: Una mortaja, ¿para quién? MEDEA: Eso ha de contestarlo Penélope. PENÉLOPE: (Derrotada) Para nadie. CLITEMNESTRA (Se acerca a Penélope. Y la ayuda a sentarse. Le habla con compasiva ternura). Ahora lo entiendo hermana. Estás tejiendo y destejiendo la mortaja de Ulises, mientras te debates entre la razón y tus sentimientos. Durante el día animada por la lucidez recuerdas qué ha pasado y reconoces con tal vez tristeza que tu historia también ha terminado con una tragedia, entonces apresuras tu labor, para poder cubrir los restos de Ulises con el manto fúnebre. MEDEA: […] Cuando cae la noche, sin embargo se apodera de ti la locura, olvidas que tu hombre cambió, que volvió y ya no te amaba. Pretendes creer que todavía anda errante, fugitivo, con un solo pensamiento en su mente “Penélope”. [..] PENÉLOPE: […] Vosotras habéis matado y se os ha castigado, yo sin embargo sigo siendo pura hasta que vuelva mi esposo y entonces cuando me encuentre aquí el cielo brillará para nosotros. Pero por ahora prefiero que no me alcance, refugiada en esta gruta os protejo y conseguiré finalmente terminar el manto. No le creáis, os lo suplico. Soy yo quien dice la verdad (ibid.: 121). Y sigue insistiendo hasta que en la siguiente escena de flash back con Ulises conocemos la verdad: PENÉLOPE: Tú no eres Ulises. Mi esposo era bueno, compasivo, sincero. Tú eres un tirano que conoce su larga ausencia y que se ha querido aprovechar. Has tardado poco en cambiar tus harapos por sus vestidos… Pero dime ¿dónde lo encontraste? Te lo suplico, respóndeme ¿Te dijo él que vinieras a Ítaca? ¿Te dio algún mensaje que me ocultas? ¿Tal vez fue él movido por los celos, quien te animó a matar a mis pretendientes. Te puedo asegurar, extranjero, que yo nunca le he sido infiel a Ulises. Nunca. Me llegaron noticias de sus aventuras, bocas envidiosas hablaban de otras mujeres, y a mí me consumía el dolor al escucharlas, por eso, solamente por esa razón, quise mantener esta situación y engañé a los pretendientes prometiéndoles una mentira… Pero día tras día me he ido marchitando, y conmigo se ha desvanecido la ilusión, el recuerdo e incluso el amor que por Ulises sentía entonces. Ulises ya no me importa, no quiero que vuelva, no quiero terminar este manto nunca más, deseo seguir tejiendo y destejiendo durante el resto de mi vida. Dibujo en las telas, según mi voluntad con hilos de colores, la verdad de los otros, y, a la vez, cada día borro mis sueños (ibid.: 120-121). Ante lo que Ulises contesta: “Quedas desterrada de mi País por haber sido infiel a Ulises, por haberme olvidado. Ningún túmulo ha de cubrir mi manto” Incluso con esa separación de Penélope y Ulises, Diana de Paco parece estar pensando en otros finales sobre La Odisea, en derivaciones posteriores, Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 294 - ISSN 1989-1709 como la Telegonía 10 . Pero tras los reproches iniciales, cuando Penélope cuenta su historia, sus compañeras empatizan con ella y así Penélope, la que nunca dormía, puede descansar: CLITEMNESTRA: Cuando Penélope despierte, su manto seguirá aquí, protegiéndonos a nosotras. En él está escrita nuestra historia, y por fin, hasta el último de sus párrafos ha sido recreado en la tela. […] CLITEMNESTRA, MEDEA Y FEDRA: […] Durmamos tranquilas, con el espíritu aliviado, pues finalmente lo hemos conseguido, por fin en el manto de Penélope ha quedado escrito el destino de la humanidad. Se recuestan juntas abrazadas y se tapan por completo con el manto tejido por Penélope. La escena se ilumina de un color rojizo que se mezcla con el oscuro de la estancia. Después un azul intenso se sobrepone a ambos y domina la escena. Poco a poco la luz se concentra sobre las cuatro heroínas escondidas bajo la tela. Música. Oscuro (ibid.: 123). Final en el que, al fin, el azul calmado, que veíamos en la obra de Itzíar Pascual, predomina sobre el rojo. En un momento de la obra, Fedra le reprocha: FEDRA: Nos has sonreído compasiva y esperabas que te creyéramos, que envidiáramos a la perfecta Penélope que ha podido tomar los riendas de su destino ¿no? (ibid.: 120). Pero, no, esta Penélope, no puede tomar las riendas del destino, a diferencia de su homóloga de Itzíar Pascual. Refleja su destino y el de los demás, levanta acta notarial de él, mediante el tapiz, pero no puede cambiarlo. Quizá la Penélope “historiadora” de la que habla Miras, que se solidariza con el pasado, a través de la autora, pueda hacerlo, pero no la Penélope “personaje”. Ésta se hermana con sus hermanas en la desgracia, demostrando que “todas somos iguales”, como reza la escena 3 de la obra Itzíar Pascual. Según expuso Itzíar Pascual en una conferencia a la que pude asistir hace poco 11 , en su dramaturgia hay un desafío que es buscar mujeres que buscan la libertad y creen en ella y son capaces de conseguirlo (algo no común en el teatro español contemporáneo, donde, por ejemplo, las mujeres 10 Atribuída a Eugamón de Cirene, de fecha incierta, en la que Ulises viaja al país de los Tesprotos, donde se casa con la reina Calídice y a su vuelta es asesinado por el propio hijo que tuvo con Circe, Telógono, que acaba casándose con Penélope, y Telémaco con Circe. 11 Jornada organizada por el Foro Computense y la Embajada Noruega: “Las hermanas de Nora. Voces artísticas, académicas y políticas hablan sobre la igualdad de género”, celebrada en la Facultad de Filología de la U. Complutense el 29 de noviembre de 2007. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 295 - ISSN 1989-1709 lorquianas buscan la libertad pero se ahogan sin conseguirla). 3. Soy Ulises, estoy llegando La obra se estrenó el 23 de octubre 2007 y no ha sido publicada 12 . Ainhoa Amestoy tiene una idea de recreación y de ludismo, de acercamiento del texto al público pero respetando una fidelidad del texto y siendo consciente de que los espectadores disfrutarán mucho más del texto si conocen todas las referencias que en él se dan. Hay algo en esta obra del ¿Por qué corres, Ulises? de Antonio Gala, pero despojado de cualquier crítica política o social coyuntural. Se trata de una actualización de La Odisea en la que asistimos a más episodios de la misma que en ninguna de las obras anteriormente comentadas. Todos ellos son episodios amorosos de Ulises. La obra vuelve a dirigir su interés hacia la figura de Ulises, rodeado, eso sí, de un importante elenco femenino en el que no podía faltar Penélope. Se deja ver claramente que también Atenea ha probado sus favores amorosos. Atenea conduce la acción desde un papel totalmente de “Dea ex machina”, congelando la imagen y volviendo al pasado para ejercer de narradora. Asistimos a los episodios amorosos de Ulises con Circe, convertida en una gran dama de discoteca que hechiza a los hombres con drogas de diseño (los actores aparecen con camisetas rosas y caretas de cerdo transportados a otra dimensión bailando “techno”); con una Calipso obsesiva (empeñada por ejemplo en que se ponga calcetines para dormir) que acaba colgada del Lexatín o con una Nausicaaa colegiala pija de un colegio privado a la que no se le cae de la boca la expresión “¡Qué fuerte!”. Atenea va juzgando a Ulises, pero pierde credibilidad porque vemos que lo hace movida por los celos. Por ejemplo en el episodio de Nausicaaa leemos: ATENEA: Esta actitud me pareció por completo despreciable: encandilar a un trío de jovencitas inmaduras e influenciables. Había caído muy bajo ¡Y no crean ustedes que la cosa acabó con este breve encuentro! ¡No señor! 12 Agradezco a Ainhoa Amestoy que me haya proporcionado un ejemplar de la obra, cuyas hojas he numerado yo, y un DVD con la representación teatral, y que me haya dedicado amablemente un tiempo de conversación al respecto de la misma. Se puede acceder a un completísimo dossier en la red en http://www.soyulisesestoyllegando.es/dossier.pdf. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 296 - ISSN 1989-1709 El muy vanidoso y engreído se dedicó durante varios días a enamorar a la adolescente princesita a base de contarle películas en las cuales ¡como no!, se presentaba a sí mismo como al mayor héroe que habían conocido los tiempos. Observen, observen. Me parece deleznable, en extremo deleznable. No lo puedo ni mirar (Atenea toma una revista “Muy Interesante”) (Soy Ulises, 2007: 19). Hay una cierta degradación sutil cuando Atenea, la diosa de la sabiduría, se pone a leer una revista de divulgación científica de quiosco. El cartel de la obra y carátula del DVD en el que vemos un hombre corriendo entre el tráfico de Madrid, perseguido por varias mujeres, con el fondo de las geométricas torres KIO de Plaza de Castilla (porque según Ainhoa Amestoy tienen un cierto aspecto de construcción griega), a mí me remite a la imagen de Buster Keaton, perseguido por la multitud de mujeres vestidas de novia en Las siete oportunidades. Se puede apreciar en él un cierto carácter de vaudeville o de “screwball comedy” alocada y hollywoodiense. Ulises repite constantemente, a través del móvil, tanto a Penélope como a las demás mujeres que requieren su presencia: “Soy Ulises, estoy llegando”. Los textos postmodernos pueden tener muchos niveles de lectura y esto se demuestra en la adaptación cinematográfica de uno de los textos postmodernos por antonomasia, el citado El nombre de la rosa de Umberto Eco, que en la versión cinematográfica de Jean-Jaques Annaud, es despojado de todos los niveles metaliterarios y autoconscientes y se transforma en una buena película policiaca. Del mismo modo, podríamos leer el texto de Ainhoa Amestoy, como un mero divertimento si eso es lo que queremos: pero este mero divertimento será mucho más ingenioso, si conocemos los textos sobre los que la autora trabaja. La obra, por lo tanto, no está lejos de la utilización paródica burlesca que hacían en el pasado autores como Quevedo, o Góngora, cuando exigían de los lectores el conocimiento del mito para mayor disfrute del mismo. Sólo sabiendo que Dafne fue convertida en árbol de laurel, y que el laurel se utiliza en el escabeche se podría entender el terceto final de “A Dafne huyendo de Apolo”: Esto la dije, y en cortezas duras De laurel se ingirió contra sus tretas, Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras 13 . 13 “A Dafne huyendo de Apolo”, en Francisco de Quevedo, Poesía Varia, edición de Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) ISSN 1989-1709 - 297 - O los lectores tenían que conocer la desdichada muerte de Hero precipitada desde una torre al enterarse de que Leandro se había ahogado, cuando Góngora escribe en su romance primero dedicado a Hero y Leandro: El Amor, como dos huevos, quebrantó nuestras saludes: él fue pasado por agua, yo estrellada mi fin tuve 14 . Ainhoa Amestoy es muy fiel a la tradición, a pesar de las (post)modernidades, porque trabaja no sólo con La Odisea homérica sino con distintas recreaciones de La Odisea, en un ámbito literario clásico como el caso de Las Heroidas de Ovidio o el de la oda “Las Serenas: a Querinto”, de Fray Luis de León. También hace alusiones a las recreaciones de La Odisea en el ámbito de cultura popular de masas: con el politono de la canción “Penélope” de Serrat en el móvil de Ulises cada vez que es ella quien le llama o las referencias al Ulises de la serie de dibujos animados franco-japonesa Ulises 31 (1981), porque Nausicaaa dice que se parece “A Ulises del de la serie de televisión”, lo que su “amiga 1” asevera diciendo que se parece “mogollón” y “canta la música de la serie de televisión”. No contenta con eso, la “amiga 2” asegura: “Mi madre me contó que la serie está basada en un hecho real y que el tal Ulises despareció hace unos quince años, cuando nosotras acabábamos de nacer” (Soy Ulises…, 2007: 18). Hay referencias a películas actuales que se han convertido en mitos y a la vez parecen arrancar sus bases de la mitología como Mátrix, ya que Ulises y Telémaco acaban con los pretendientes en una lucha al estilo Mátrix. En cuanto a los textos clásicos referidos, en la escena 4, “Prohibido escuchar”, “aparecen entre las olas tres sirenitas que cantan y bailan el siguiente texto tomado de un poema de Fray Luis de León”: SIRENAS: Todos de su camino tuercen a nuestra voz, y satisfecho con el cantar divino el deseoso pecho, a sus tierras se van con más provecho. El e-mail que envía Penélope a Ulises en la escena 3, en el que incluso James O. Crosby, Madrid, Cátedra, 2000: 365 (Apolo era el dios del sol). 14 Romances, ed. Antonio Carreira, Barcelona, 1998, nº 28: t. I: 487-488. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 298 - ISSN 1989-1709 vemos la dirección del correo electrónico [email protected], mantiene un diálogo continuo con La Heroida de Ovidio dedicada a Penélope y Ulises. Y si en la Heroida de Ovidio leemos Esta carta, Ulises, la envía Penélope a tu tardanza. No me contestes: sino mejor ven en persona 15 , En la obra de Ainhoa Amestoy leemos: Mensaje nuevo. Asunto: “¿no estabas llegando?” “Este mail te lo manda tu Penélope, insensible Ulises, pero nada de contestarla: ¡vuelve tú en persona! (Soy Ulises…, 2007: 8). En ambos textos se resume la situación de Troya y Penélope alude a sus miedos por los peligros que puede padecer Ulises, de los que no están exentos los celos: …// Mientras pienso neciamente en esto, tal es vuestra lascivia, tú puedes estar cautivado por el amor de una extranjera; quizá también le cuentes cuán rústica esposa tienes, que se preocupa solo de que la lana esté cardada. ¡Que me equivoque, y que esta acusación se desvanezca en la ligera brisa, // y que, pudiendo volver, no quieras estar lejos (Heroidas 1986: 6). Quizá hasta le estés contando a otra lo inútil que es tu mujer, que el único entretenimiento que tiene es el de cardar lana. Ojalá me equivoque y el viento se lleve este reproche y que no quieras, libre para volver, quedarte lejos (Soy Ulises…, 2007: 8). Se mencionan los mismos pretendientes, acompañados de sus respectivos epítetos épicos: Pisandro, Polibio, el cruel Medonte y “las insaciables manos de Eurímaco y Antinóo” (Heroidas: 6) y “el codicioso Eurímaco y Antinoo” (Soy Ulises…, 207: 8). Al final Penélope le pide que vuelva porque su padre es muy viejo y su hijo muy joven para combatirlos. Como era de prever, acaba de la misma manera que su modelo latino: // Y es cierto, que yo, que al marcharte tú era una muchacha, por pronto que vuelvas, pareceré una anciana (Heroidas,1986: 7). Piensa también en mí, era una muchacha cuando me dejaste y ahora por muy pronto que vuelvas pareceré que ya estoy hecha una vieja. Punto final: Para [email protected]. Enviar. (Soy Ulises…, 2007: 8). En cuanto a los guiños a la cultura popular, hemos mencionado que, en el 15 Cito la Heroida por la edición bilingüe de Ovidio, Heroidas, texto revisado y traducido por Francisca Moya del Baño, “Colección Hispánica de Autores Griegos y Latinos”, Madrid: CSIC, 1986; aquí, pág. 2. Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 299 - ISSN 1989-1709 móvil de Ulises, cada vez que llama Penélope, suena (“con una melodía que recuerda a la canción de Serrat”). La referencia a esta canción, que como vemos está ya muy arraigada en nuestro imaginario colectivo, también aparece en Las voces de Penélope, cuando con la frivolidad que la caracteriza al comienzo de la obra, dice: LA AMIGA DE PENÉLOPE: Pero si nadie espera a nadie, bonita. ¿Que tú sí? Yo no me quiero meter en donde no me llaman, pero… Hasta en la canción de Serrat termina mal. ¿Qué no sabes cuál es? Tiene nombre de chica: Lucrecia, o algo así (Las voces de Penélope, 2002: 304). Hay algo de la tradición sainetera castiza recuperada a partir de los años 80 por autores como Jose Luis Alonso de Santos o Fermín Cabal, como vemos en este diálogo, poco antes del cual, Ulises acaba de exclamar, desautomatizando un tópico: ¡Como fuera de casa en ningún sitio!: ULISES: No te preocupes, churri, me levanté de la siesta, no tenía tabaco y salí a comprar. PENÉLOPE: Te despertaste hace cuatro horas. ¿Me puedes explicar cuánto has tardado en llegar al estanco de la esquina? ULISES: No, es que el estanco de la esquina estaba cerrado por defunción. Resulta que el estanquero era familiar de uno de los pretendientes, concretamente de Leócrito Everónida. PENELOPE: ¡No me cuentes milongas! ¿Dónde estás? ULISES: Entonces me tuve que ir al viejo estanco de las afueras de la ciudad. PENÉLOPE. En quince minutos te quiero aquí. Ya no estoy dispuesta a soportar más tonterías ¿Me oyes? He aprendido mucho en todos estos años. Y si no quieres estar conmigo nos separamos y punto. ULISES: No digas tonterías, no te preocupes, si estoy llegando. PENÉLOPE: Mas te vale (cuelga el teléfono). (Soy Ulises…, 2007: 31). Ulises llama “cariño”, “corazón” o “churri” a sus amores, y al final hay un enredo tribanda, y nunca mejor dicho, porque está hablando por el móvil con llamada en espera con Penélope, Calipso y Nausicaaa, ante la desesperación de Atenea, y para colmo la obra concluye cuando se oye una VOZ FEMENINA CON ACENTO CUBANO DESDE FUERA: ¡Ulises! ¡Tigretón! ¿Qué pasa mi amor? Ante lo que Ulises reacciona. ULISES: Lo que sucede es que en esos momentos uno se lo piensa, lo sopesa, y siempre encuentra alguna buena razón por la que no claudicar… ¡Voy enseguida, corazón!… (Aparece Atenea que observa a Ulises) Y, en esa circunstancia es genial lo de apretar un botón. “¡Ups me quedé sin Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 300 - ISSN 1989-1709 batería!”, “Vaya no hay cobertura”, “¡Qué lástima, no tengo saldo!” (Hace el amago de irse a la dirección de dónde ha salido la voz) ¡Ah! Por cierto… Si preguntan por mí, digan que me han visto y que no se inquieten… que estoy llegando. Oscuro Telón (Soy Ulises…, 2007: 38). Y también hay un diálogo que muestra la desesperación y la rebelión de Penélope en la mencionada escena 10, titulada: “Como fuera de casa en ningún sitio”: ATENEA: ¿Por qué iba yo a querer llevármelo a algún sitio? PENÉLOPE: ¿Por qué? ¿Por qué? Quizá porque llevas la friolera de veinte años apartándolo egoístamente de mi lado sin ninguna consideración, y con unos celos rabiosos carcomiéndote el alma, porque en ninguno de estos veinte años has conseguido, ni por un segundo que él te prefiera a mí. Veinte años en los cuales ni por una vez te has puesto en mi piel como para sentir la soledad por la que me has hecho pasar. Veinte años en los que, indudablemente, has visto cómo Ulises, nuestro amado Ulises, coqueteaba con millones de mujeres, y tú, teniéndolo al lado, no has sabido ejercer ni el más mínimo encanto como para que se percatase de los desplantes que te estaba haciendo y le has dejado que me fuese infiel sin ningún cargo de conciencia ni arrepentimiento. Veinte años, Atenea, ¿Será por eso? ¿Quizá sea por eso? (Soy Ulises…, 2007: 30). Y es que curiosamente en esta obra, que podría parecer la más lúdica de todas, aparecen todos los grupos temáticos que enunciaba Paulino mencionados al comienzo del artículo (1994: 333-334). Aparece el individuo frente a su mito, como ya hemos visto a lo largo del trabajo. Aparece la patología, pues Ulises es un mentiroso: ATENEA: (Pegándole) Mentiroso impenitente, incansable embustero. ¿Ni aún en tu patria habías de renunciar a los fraudes y a los engaños? Menos mal que soy prudente y mucho más astuta que tú (Soy Ulises…, 2007: 27). También aparecen la(s) mujer(es) sometidas al vencedor (incluso Atenea, por muy diosa que sea y muchos superpoderes que tenga “como una heroína de cómic”, es, digamos, “chuleada” por Ulises); finalmente la utilización del tema odiseico sí pudiera servir aquí para explicar un comportamiento existencial, como es el miedo al compromiso. Conclusiones En este recorrido, panorámico por un lado e individualizado por otro, a lo largo de estas cuatro obras escritas desde 1973 hasta 2007, hemos Amaltea. Revista de mitocrítica http://www.ucm.es/info/amaltea/revista/revista.html U. Complutense (Madrid) nº 0 (2008) - 301 - ISSN 1989-1709 comprobado cómo las obras de Carmen Resino, Itzíar Pascual y Diana de Paco, someten a revisión a la figura mítica de Penélope, con una clara intención feminista en el caso de Itzíar Pascual y Diana de Paco Serrano, y desmitificadora de Ulises en el caso de Carmen Resino. La de Ainhoa Amestoy ejerce una revisitación postmoderna y lúdica de La Odisea, de modo más general, enfocando el interés por un Ulises ya desmitificado. Este tratamiento postmoderno también está presente, pero de otra manera, en las obras de Itzíar Pascual y Diana de Paco Serrano. Bibliografía (Obras estudiadas) Amestoy, Ainhoa (2007). Soy Ulises, estoy llegando (manuscrito cedido por la autora). Paco Serrano, Diana de (2001). Polifonia, en Primer Acto, 291, diciembre: 103-123. Pascual, Itzíar (2002). Las voces de Penélope, en Carmen Estévez (ed.), AA.VV., Ni Ariadnas ni Penélopes (Quince escritoras españolas para el siglo XXI), Madrid: Castalia, Biblioteca de escritoras: 295-332. Resino, Carmen (2002). Ulises no vuelve, en Virtudes Serrano (ed.), Carmen Resino, Teatro Diverso (1973-1992). La recepción, De película. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2001: 31-70. Teatro breve entre dos siglos (2004). Virtudes Serrano (ed.), Madrid: Cátedra. 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