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LA ATENCIÓN SOCIAL A LOS MAYORES QUE SUFREN MALTRATO
El maltrato y la negligencia hacia las personas mayores es un importante
problema social y, todavía, bastante oculto, aunque ya se viene abordando en
gran cantidad de foros. Son muchas veces las propias víctimas del maltrato las
que no quieren reconocerlo y denunciarlo, ocultando el problema, ello se puede
deber a que los mayores no quieren reconocerse como víctimas de malos tratos
por temor a represalias o al confinamiento en instituciones o simplemente
porque prefieren negar una realidad que les resulta insoportable; por otra parte
los familiares o los cuidadores, no van a dar facilidades en la detección ya que en
la mayoría de los casos ellos son quienes realizan el maltrato. Por todo ello es
muy difícil acertar con las estadísticas de la población mayor que sufre malos
tratos.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR MALTRATO?
Los teóricos del tema han tenido muchas dificultades para consensuar una
definición del maltrato, después de leer sobre ello me quedo con la definición
acuñada por la Red Internacional para la Prevención del Maltrato hacia las
personas mayores (INPEA) que en el año 1995 definía como maltrato “cualquier
acto único o repetido o la falta de medidas apropiadas que se produce dentro
de cualquier relación donde hay una expectativa de confianza que causa daño
o angustia a una persona mayor”. En España en el año 1996 se celebró la
Primera Conferencia Nacional de Consenso sobre el Anciano Maltratado, en ella
se acordó “maltrato a mayores sería todo acto u omisión sufrido por personas
de 65 años o más, que vulnera la integridad física, psíquica, sexual y
económica, el principio de autonomía o un derecho fundamental del individuo;
que es percibido por éste o constatado objetivamente, con independencia de
la intencionalidad y del medio donde ocurra (familia, comunidad e
instituciones)”.
El maltrato hacia las personas mayores se produce en cualquier ámbito, se
presenta de diversas formas y su ocurrencia es independiente del sexo de la
persona mayor. Aunque las estadísticas apuntan que es ligeramente superior el
porcentaje de mujeres víctimas de malos tratos.
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TIPOS DE MALTRATO
Para que los profesionales podamos identificar y detectar si a la persona
mayor a la que estamos atendiendo está siendo maltratada, tenemos que
conocer qué tipos de malos tratos se pueden dar.
Simplemente voy a enumerarlos porque a lo largo de las jornadas ya se ha
hablado de ellos y no voy a reincidir, aunque si me voy a detener en indicadores
a tener en cuenta para que nos salten las alarmas cuando en nuestro trabajo
podamos observarlos.
En el Maltrato Físico los indicadores que debemos tener en cuenta son:
moratones, quemaduras, huesos fracturados o rotos. Signos de haber sufrido
restricciones de algún tipo como marcas de cuerdas, etc.
En el Maltrato Sexual tenemos: moratones alrededor del pecho o del área
genital, enfermedades venéreas o infecciones genitales sin explicación.
Hemorragias vaginales o anales sin explicación. Ropa interior rasgada, manchada
o con sangre. Estos indicadores son más fáciles de identificar en al ámbito
sanitario que en la atención social.
En el Maltrato Psicológico: indecisión para hablar abiertamente,
comportamiento inusual, emocionalmente disgustado o agitado, miedos
inexplicables, etc.
Negligencia: úlceras por presión, suciedad, vestimenta inadecuada,
malnutrición, deshidratación, ignorar a la persona mayor, aislarla, excluirle de
sus actividades.
Abandono: cuando la persona mayor es abandonada en un hospital,
centro comercial o en una gasolinera.
Económico: Implica robo, uso ilegal o inapropiado de las propiedades o de
los recursos de una persona mayor, obligarle a cambiar el testamento, falsificar
la firma de cheques etc.
Violación de los derechos básicos: Se le oculta o se le abre el correo, no se
le permite la práctica de su religión, no se le permite tener privacidad en la
vivienda.
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FACTORES DE RIESGO
Podemos distinguir los siguientes factores de riesgo:
1.
-
Estructurales:
Pobreza o falta de recursos.
Discriminación por la edad.
Imágenes estereotipadas de la vejez como una carga.
Deficientes relaciones intergeneracionales.
Potenciación de viejos conflictos.
Infantilización de la vejez, cosificación.
2.
-
Asociados al cuidador/a:
Múltiples responsabilidades. Cansancio.
Aislamiento social o familiar del cuidador/a.
Problemas económicos, dificultades laborales o dependencia económica de la
víctima.
Estrés o crisis vital.
Abuso de drogas.
Trastornos mentales y problemas de autoestima.
Cuidador/a único/a, inmaduro/a o aislado/a.
Experiencia familiar de malos tratos.
Más de 8-9 años cuidando a la persona mayor.
Falta de preparación o habilidades para cuidar, dificultades de comprensión de la
enfermedad.
Relación afectiva previa.
Cuidar a otras personas.
Situación personal de salud.
-
3. Asociados a la víctima:
-
Deterioro funcional (necesidad de terceros para hacer actividades de la vida
diaria).
Dependencia psíquica. Reducción de la capacidad intelectual.
Alteraciones de la conducta.
Aislamiento social.
Historia previa de violencia familiar.
Mujeres mayores de 75.
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4. Institucionales
-
Personal poco preparado o formado.
Salarios bajos.
Sobrecarga de trabajo.
Estructura física de la institución no adaptada a la gente mayor.
Falta de recursos.
Normas de funcionamiento inadecuadas.
Falta de controles.
El Doctor D. Raúl Gutiérrez Herrera, prestigioso geriatra y gerontólogo, ha
señalado dentro de dichos factores: “la discapacidad del adulto mayor, su
dependencia a otras personas, la Psicopatología de los cuidadores, el abuso de
substancias por parte del cuidador, y los antecedentes de violencia en la
familia, entre otros. Especialmente, en los hogares en donde viven familias con
una persona con Enfermedad de Alzheimer u otro tipo de demencia existe el
riesgo de que se presente alguna forma de maltrato. Dentro del perfil del
paciente anciano maltratado se han encontrado las siguientes características
que denotan riesgo: ser una persona dependiente, aislada, demenciada, con
conducta problemática, deprimida, con necesidades prolongadas y que para el
cuidador resulta ser una carga pesada”.
Los ancianos que tienen un mayor riesgo de sufrir malos tratos se
caracterizan por:
Ancianos que viven en su domicilio o en el del cuidador, que requieren
numerosos cuidados y excederán en breve la capacidad familiar para
asumirlos.
Ancianos cuyos cuidadores expresan frustración en relación con la
responsabilidad de asumir dicho papel y muestran pérdida de control de la
situación.
Ancianos cuyos cuidadores presentan signos de estrés.
Ancianos que viven con familiares que han tenido historia previa de violencia
familiar, (niños, esposa).
Ancianos que viven en un entorno familiar perturbado por otras causas
(pérdida de trabajo del cuidador, relaciones conyugales deterioradas).
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NUESTRA INTERVENCIÓN
En esta materia es fundamental el papel preventivo, comenzando por una
prevención primaria que trataría de incidir sobre las causas sociales y culturales
del problema, mediante una continua tarea educativa a nivel de la familia, la
escuela, los medios de comunicación y de la sociedad, fomentando el
reconocimiento y el respeto a las personas mayores.
Es esencial establecer espacios de cooperación y colaboración
institucional que favorezcan e impulsen la coordinación de todos los
profesionales relacionados con el anciano posible víctima de maltrato.
La intervención de los profesionales sanitarios o sociales en la práctica en
prevención primaria debería ir canalizada fundamentalmente a:
Detectar los factores de riesgo del anciano y del cuidador y las situaciones
de mayor vulnerabilidad para que el maltrato se produzca.
Canalizar nuestras intervenciones orientándolas a modificar los factores
de riesgo.
Apoyar a los cuidadores: vigilar y actuar ante situaciones de estrés y
sobrecarga emocional, que pueden constituir el desencadenante de la
violencia.
Se han descrito muchas situaciones, conductas, síntomas o signos que
pueden hacer que pensemos en la existencia de malos tratos. La queja por parte
de la persona mayor es el indicador más sensible y específico, pero no siempre
está presente, por lo cual a menudo tendremos que partir de estos indicadores
de sospecha, a partir de los cuales confirmaremos o no la existencia de malos
tratos.
La mayoría de malos tratos tienen lugar en el contexto familiar y están
asociados a la necesidad de asistencia para las actividades cotidianas.
Cuando desde cualquiera de los ámbitos profesionales o por denuncia hay
índices de malos tratos, en primer lugar tenemos que realizar una valoración
inicial.
En caso de sospecha, el caso se debe derivar a Servicios Sociales, que
evaluarán la situación de riesgo y establecerán un plan de actuación. En las
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situaciones en las que se valoran como causa la negligencia y/o el abandono,
puede ser adecuada la mediación como sistema para resolver el conflicto
subyacente.
Una vez aplicado el plan de actuación, se valorarán los resultados y, si
persiste la sospecha de malos tratos, se procederá a la denuncia.
En caso de certeza, debemos valorar el riesgo potencial y la inmediatez y
establecer un plan de actuación junto con las otras instituciones implicadas y se
tomarán las medidas adecuadas. El caso se debe denunciar al Juzgado, a la
Guardia Civil o a Fiscalía.
Si tenemos indicios de que la persona es incapaz, hay la obligación de
comunicarlo a la Fiscalía, para que se inicie un proceso de incapacitación con el
objeto de protegerla.
Por otra parte, si la persona está ya incapacitada, se deberá informar al
Juzgado o a la Fiscalía para que se adopten las medidas oportunas, puesto que
esta persona está tutelada.
Cuando hay sospecha de malos tratos en el ámbito institucional
(hospitales, residencias geriátricas, centros de día, etc.), se debe comunicar a la
Dirección del Centro y/o a los servicios competentes de la Comunidad
Autónoma, quienes comprobarán su veracidad y tomarán las medidas
adecuadas.
Debemos ser conscientes que con frecuencia nos vamos a encontrar con
el rechazo del anciano víctima de maltrato a formular la denuncia, ya que casi
siempre el agresor es un miembro de la propia familia. Esta situación plantea
con frecuencia un conflicto ético para el profesional con la persona mayor y con
la familia. Sin embargo, la obligación de denunciar la posible comisión de un
hecho delictivo es una obligación absoluta que no puede ser obviada porque la
víctima nos manifieste su deseo en sentido contrario. Si se conoce la existencia
de una situación de maltrato, ésta debe ser denunciada, y para ello se cuenta
cada vez más con protocolos para su remisión al Juzgado de Guardia o la Policía,
que deben ser obligatoriamente cumplimentados.
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ASPECTOS LEGALES A TENER EN CUENTA
La legislación penal, en general, no diferencia la protección sobre las
personas en función de su edad. Las personas mayores tienen los mismos
derechos, salvo que hayan sido declaradas incapaces o sean víctimas de delitos
o faltas a las que se aplican penas agravadas por ser perpetradas en el entorno
familiar.
El delito de maltrato se incluye, en el Código Penal Español, dentro de la
sección de las torturas, y otros delitos contra la integridad moral.
Artículo 173.
1. El que infligiera a otra persona un trato degradante será castigado con la
pena de prisión de seis meses a dos años.
2. El que habitualmente ejerza violencia física o psíquica sobre quien sea su
ascendiente será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años.
Dentro de la sección dedicada al abandono de familia, el art. 226.1
establece:
“El que dejare de prestar la asistencia necesaria legalmente establecida para el
sustento de sus ascendientes será castigado con la pena de prisión de tres a seis
meses o multa de seis a 12 meses”.
Artículo 619.
Serán castigados con la pena de multa de diez a veinte días los que dejaren de
prestar asistencia o, en su caso, el auxilio que las circunstancias requieran a una
persona de edad avanzada o discapacitada que se encuentre desvalida y
dependa de sus cuidados.
Cualquier persona que tenga conocimiento de la comisión de un delito o una
falta que no sea perseguible sólo por parte de la persona agraviada, tiene, no
solo el derecho, sino la obligación de denunciarlo ante las autoridades.
En cuanto al procedimiento ante los Juzgados, todos los delitos y faltas
descritos anteriormente son susceptibles de tramitación por el procedimiento
del llamado “juicio rápido”, ya que reúnen los requisitos que establece (penas
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inferiores a 6 años de prisión, etc.), que requiere la L.E.Crim. (Ley de
Enjuiciamiento Criminal).
Uno de esos requisitos, es que el procedimiento se inicie por atestado
elaborado por la Policía o la Guardia Civil. Es fácil de cumplir: sólo con
presentar la denuncia en las dependencias de los cuerpos y fuerzas de
seguridad del Estado, en lugar de acudir directamente al Juzgado. La ventaja de
proceder de esta forma, es obviamente, la rapidez en la tramitación y
resolución, ya que es la propia Policía o Guardia civil quien cita para la
celebración del juicio, dentro de la guardia del Juzgado de instrucción al que
corresponda.
La celeridad en la tramitación es muy importante, sobre todo en los casos
graves, por la posibilidad de establecer medidas cautelares de protección de
forma inmediata, y que pueden prolongarse por el tiempo que establezca el Juez
de instrucción de guardia, y en muchos casos, mientras se tramita otro tipo de
procedimiento, por ejemplo, la incapacitación.
Estas medidas cautelares de protección, se describen en el art. 544 de la
L.E.Crim.
CONCLUSIONES
A pesar del interés creciente por este tema, ejemplo de ello son estas
Jornadas, todavía queda mucho por hacer para que el maltrato a personas
mayores alcance el grado de atención que tiene dentro de nuestra sociedad
equiparable a otros tipos de malos tratos. Por ello los profesionales que
trabajamos con personas mayores debemos concienciarnos, sensibilizarnos y
formarnos sobre esta problemática para identificarla y ayudar tanto a las
personas mayores en riesgo de maltrato como aquellas que ya están siendo
maltratadas o están sufriendo algún tipo de negligencia.
Sin perder de vista, además, la necesidad de ayudar a los cuidadores,
generalmente mujeres, a sobrellevar la carga y prevenir el deterioro que implica
la atención permanente a una persona mayor dependiente.
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