EL HOMBRE HONRADO EL HOMBRE HONRADO —TEATRO— De Humberto Jarrín B. Obra literaria basada en el cuento homónimo de Monteiro Lobato Primera edición: junio de 2014 © Universidad Autónoma de Occidente © Humberto Jarrín B. EL HOMBRE HONRADO —TEATRO— De Humberto Jarrín B. Obra literaria basada en el cuento homónimo de Monteiro Lobato ISBN: Ilustraciones: Andrés Fabián Ágredo Fotografía de carátula: Hernando Rojas Contenido Presentación 9 Personajes 11 Escena I EL LEVANTAMIENTO 13 Escena II EL HALLAZGO 27 Escena III LA DEVOLUCIÓN 35 Escena IV LA EDICIÓN DEL PROGRAMA RADIAL 51 Escena V LA FAMILIA 63 Escena VI LA PESADILLA 73 Escena VII LA OFICINA 81 Presentación La obra que en este momento está en sus manos, apreciado lector, nace de un texto literario, el cuento “El hombre honrado” de Monteiro Lobato. La obra que está en sus manos es también un texto literario. Por cuestiones de ubicación en los géneros se dice que es una obra de teatro. Sí y no. En un célebre ensayo de 1985, el maestro Enrique Buenaventura afirmó categóricamente que “El Teatro no es un género literario”. Como la presente obra pertenece al género literario, en consecuencia, no es teatro. ¿Y por qué no es teatro? Porque el Teatro es, según Enrique Buenaventura, “el espectáculo que organiza diferentes lenguajes sonoros y visuales, uno de los cuales es el lenguaje verbal (…). Lo que solemos llamar una obra o una pieza teatral hace, naturalmente, parte de la literatura y hasta podemos hablar de un género dramático, dialogado, o como se lo quiera llamar, siempre y cuando no lo confundamos con el espectáculo”. Establecida esta diferenciación entre el teatro como espectáculo y la pieza teatral hecha de lenguaje verbal, de palabra, dos discursos diferentes, podemos dedicarnos a la siguiente idea generalmente aceptada también. Hoy no se lee teatro, dicen muchos. De ello han hecho eco las editoriales comerciales que en consecuencia tampoco publican obras de teatro. Tal vez sólo los estudiantes leen algo de teatro, y eso cuando el pensum escolar los obliga (si acaso el teatro, como buena parte de la literatura, no ha sido expulsado de los programas de lengua), y para ello están las obras y autores clásicos: Sófocles, Shakespeare, Moliere, Lorca… Otro grupo interesado, aunque mucho más reducido, pueden ser los grupos de teatro cuando están a la caza de una obra expedita 10 Humberto Jarrín B. para su montaje de turno, esto si no la crean ellos mismos por diferentes procedimientos. Y por ahí debe haber una que otra alma que busca las obras dramatúrgicas con agrado. La razón de este desinterés por la lectura de obras teatrales –en medio del desinterés de todos los tiempos por la lectura en general–, argüirán algunos, es que el teatro es para verlo, del mismo modo como el cine es también para verlo, y por ello nadie publica y menos lee los guiones verbales de las películas. De esta manera se asume, pues, el texto literario como un elemento previo, uno más, un sirviente, sin vida propia, que en mucho casos, incluso, simplemente se suprime del montaje, pues se puede hacer teatro sin lenguaje verbal. Una posible recomendación para obviar este prurito sería, entonces, que la obra –y en particular ésta, que esperamos siga en sus manos– sea vista como lo que es, un texto literario, es decir, una obra para ser leída (lo cual tiene un regalo adicional, pues cada lector puede montar su propio escenario y decorado en la mente e imaginar el espectáculo), es más, una obra para ser leída como un texto narrativo cuyo relato ha reducido al máximo, en el plano de la narración, la presencia e influencia del narrador, y en compensación, ha focalizado y privilegiado su interés en el plano de la historia, es decir, en los personajes (actantes) y sus acciones. Bien podríamos acercarnos a una obra así, entonces, como a una breve novela dialogada. ¿Atípica? Sí, y quizá sugerente. Para finalizar, a partir de esta obra literaria se hizo su correspondiente pieza teatral, el montaje estuvo a cargo del grupo El Taller de Cali y en su momento la obra fue invitada al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, y presentada en muchos escenarios del país. Posteriormente, apoyada igualmente en parte de la obra literaria, se hizo una versión audiovisual. Y ahora sí, que empiece la… lectura. El hombre honrado Personajes Juan Pereira Inspector Ayudante Fotógrafa Periodista Carlota Mesero del sueño Tiquetero Secretaria 1 Secretaria 2 Gerente Candoca Jefe Don Hermeregildo Doctor Mortis Fernández Ernestina 11 Escena I EL LEVANTAMIENTO Oscuridad. Ruidos incesantes de radio-patrullas, sirenas que fatigan. Las bocinas metálicas informan de la dirección donde ocurren los hechos; advierten sobre la necesidad de mantener alejados a los curiosos, cerrar el lugar, etc. El reflejo rojizo de las sirenas cada vez más cercanas salpica de manera intermitente el fondo del escenario. La luz que aparece poco a poco deja ver un cadáver tirado en la calle. Entran el Inspector y el Ayudante. La luz se hace plena. Inspector: Ayudante: Inspector: Ayudante: Inspector: Ayudante: Inspector: Ayudante: Inspector: Hemos llegado. (El ayudante dibuja con una línea gruesa blanca el contorno del muerto y toma algunas medidas) Este trabajo se vuelve cada vez más rutinario. Sí, tristemente rutinario, siempre lo espera a uno un muerto. Y qué más podría encontrarse uno tirado en la calle en este trabajo… ¿Qué refunfuñas? Nada, que el sombrero a 40 centímetros. Debía quedarle ajustado, eso explica su cercanía. El cuerpo fue hallado boca abajo. (Lo reprende) Eso debiste haberlo visto y dicho desde el principio; salta a la vista y es lo más evidente. Estatura aproximada, 1,65 metros. (Molesto) ¿Y por qué aproximada? Somos pro- 16 Ayudante: Inspector: Ayudante: Inspector: Ayudante: Inspector: Humberto Jarrín B. fesionales, científicos, trabajamos sobre datos exactos. Medidas, medidas, datos, datos, cálculos, cálculos, elaboración y ensayo, corrección de errores y luego sí, las conclusiones, las deducciones, inducciones, inferencias y esas vainas que nos ofrece el método científico. El zapato del pie derecho como a… ¡a 20 centímetros exactos! Eso está mejor, si ves cómo ser científico es fácil. Pero se nos olvida algo muy importante. La identidad de la víctima. Revísalo. Aquí están sus papeles, Inspector. (Golpeándolo en la cabeza con los papeles) A ver. Ummmjú, Juan Pereira. Cédula 16.002.314, ¿algo más? ¿Dinero? ¿Joyas? Nada. Lo dicho, hay gente que no ayuda con nada. Voces de gente que viene, son los periodistas. Periodista: Fotógrafa: Inspector: Periodista: (Fuera de escena) Déjenos pasar, por favor, somos reporteros de la cadena radial más importante del país y vamos a cubrir en directo los acontecimientos. Y yo pertenezco al periódico más popular y más leído de la región y nuestros lectores no nos perdonarán que este hecho se quede sin registrar. (A su ayudante) Bueno, bueno, acomódalo rápido y cúbrelo, para que pasen esos buitres. (Los periodistas entran en tromba) Amigos del noticiero “El Urgente”, desde el mismo lugar de los trágicos acontecimientos, El hombre honrado Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: 17 los saluda su amigo periodista Rogelio Chivas para preguntarle al famoso investigador, Escolástico Corchuelo, las últimas informaciones acerca de la muerte de Juan Pereira, el mismo que tiempo atrás fuera noticia por su extraordinaria acción que, como ustedes recordarán, consistió en… (Cortándolo) ¡Un momento, un momento! ¿Últimas, dice usted? ¿Es que acaso tiene usted primeras? ¿Juan Pereira dijo? ¿Cómo es que sabe usted la identidad de la víctima antes que la misma Policía? Eh… Un pequeño problema técnico se nos ha presentado, amigos oyentes, pero no se retiren de la sintonía que ya regresamos. Adelante estudios centrales (Se quita los audífonos, para la grabadora, y baja el micrófono). Inspector... Usted sabe… No, no lo sé… Sabe, es ese sentido soy muy socrático, nada sé. La radio de hoy es veloz. Recurre de inmediato a las fuentes, las busca, rebusca, y revuelca, si es del caso. En lo instantáneo radica nuestro éxito, porque de lo contrario la competencia nos sacaría del mercado. ¡Al diablo ustedes y la competencia! Entorpecen la investigación… ¡Qué hay de la autorregulación a la que se han comprometido! ¡Pero Inspector! ¿Eso no es, pues, para casos de orden público? ¡Pues considere esto como público! Ocurre en la vía pública. 18 Ayudante: Fotógrafa: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Periodista: Humberto Jarrín B. (Reaccionando alterado contra la fotógrafa) ¡Hey, pare! ¿Con qué permiso está usted tomando fotografías? ¿Cómo así? ¿No ve que soy periodista? Usted no me puede prohibir que trabaje honradamente. Además, la Comisión Interamericana de Periodismo dice claramente que… (Intercediendo) ¡Al diablo con ésa y otras comisiones! En todo caso ustedes deben aguardar hasta que se den las informaciones oficiales, las únicas válidas y ciertas para estos casos, lo demás es especulación peligrosa que ayuda a crear un clima de zozobra, de incertidumbre… Por eso estamos como estamos, ¡carajo! (Zalamero) Está bien, está bien, Inspector, de acuerdo, pero usted en su calidad de persona im-por-tan-te, y protagonista, después del occiso, claro, usted, Inspector, un hombre con toda su sapiencia y re-puta-ción, no se negará a que le haga un par de preguntitas, ¿no? Está bien, pero que sean breves, tengo que llevarme el cadáver. (Se va donde el Ayudante a ver en qué quedó el jaleo con la Fotógrafa, le da instrucciones en voz baja) Permítame un momentito…. Yo… arreglo de nuevo esto. (Arregla el equipo y restablece comunicación con estudios para realizar la transmisión) Listo. Estudios, estudios. Sí, listo, 1, 2, 3… probando… probando… So… so… sonido (Al aire) Regresamos luego de superar nuestra pequeña falla técnica. Como les decíamos, te- El hombre honrado Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: 19 nemos en nuestros micrófonos al Inspector Escolástico Corchuelo que nos informa oficialmente sobre los hechos acaecidos en la “Calle del desbarajuste”… ¿Qué tenemos aquí, Inspector? Un muerto. Eeeso veo… ¿Y nos podría decir su nombre? Juan Sevilla (mirando de reojo la cédula del muerto) Eh, no… Juan Pereira. ¿Y como qué pudo pasarle al muerto para que se muriera, Inspector? Nada… ¿Nada? Nada menos que tirarse de un séptimo piso, ¿le parece poco? ¡Jíjole!, un piso siete, siempre es que ese número es de mala suerte, ¿no, Inspector? Si usted lo dice. Y como qué más nos puede adelantar, Inspector. (Amable) Bueno… apenas comienzan las investigaciones, pero podemos adelantar que el occiso, que respondía al nombre de… (Mira de reojo la cédula para no volverse a equivocar) Juan Pereira y que cayó del séptimo piso. ¿Bajo qué circunstancias? No lo sabemos aún, pero el análisis de las pruebas recogidas y el interrogatorio que haremos a varias personas, arrojarán seguramente alguna luz sobre estos hechos… (Entrometido) …Calamitosos y tristes, más aun con la situación actual del país… 20 Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista: Inspector: Humberto Jarrín B. Sí, sí, sin duda. Pero valga la oportunidad para reiterar a la opinión pública el compromiso que tenemos de no sucumbir ni aun en los momentos más difíciles; precisamente en ellos es cuando demostramos nuestro civismo, nuestro patrimonio ciudadano, nuestra fe en las instituciones y en los valores que nos inculcaron nuestros abuelos... Volviendo a los hechos de esta mañana, Inspector, ¿podemos decirle a nuestra audiencia que las investigaciones marchan por buen camino? Sí, sí. Claro que marchamos por buen camino. Estamos comprometidos con una investigación profunda, científica, echando mano de todas las herramientas que la criminalística moderna nos aporta. No está de más añadir que la llevaremos hasta las últimas consecuencias. Y la ciudadanía puede estar segura de que al, o, a los culpables, les caerá todo el peso de la ley encima, ¡hasta aplastarlos! (Entrometido) Con que les cayera al ladito al menos, estaría bien. (Molesto) ¿Qué dice? No, Inspector, lo que muchos dicen, que no hay culpables, que él solito y por su propia cuenta se tiró. ¿Usted es un periodista o un coleccionista de chismes? Un profesional que oye a todas las fuentes. ¿Fuentes? Reguero de versiones, querrá decir. ¿Ya se le ha olvidado que las únicas versiones oficiales son las nuestras? (Se retira) El hombre honrado Periodista: 21 Eran las palabras del Inspector Escolástico Corchuelo, entregándonos la versión o-fi-ci-al de los hechos. Irrumpe en el escenario Carlota, la mujer de Juan Pereira, llorando porque se ha enterado de los acontecimientos. Carlota: Periodista: Carlota: ¡Aaah! No puede ser, si apenas esta mañanita estaba hablando con él. ¡Buaaaaa! (Tirada sobre el cadáver) ¡Buaaaaaaa... Bu bu bu bu aaa! ¡Abuuu…! Juan, mi Juan, no puede ser, no puede ser, no, no, no, no y no… era cierto que estábamos bravos… pero no era para tanto, buuuuuuu… (Repentinamente se dirige al Inspector) ¿O me lo mataron? (Cogiéndolo de la solapa) ¡Dígame, dígame, dígame! Últimamente tenía muchos enemigos. (Entrometiéndose en el lamento de la esposa. Trascendental.) Y ahora, tenemos que pasar, si se quiere, al lado más duro de la noticia, cuando en el lugar de los acontecimientos se ha hecho presente uno de sus parientes… oigamos el llanto de una mujer desconsolada… (Casi metiendo el micrófono a la boca de Carlota para transmitir su llanto; ésta exagera el berrido). Escenas desgarradoras vivimos. El cuadro patético del dolor de una mujer que era… (Estirando de nuevo el micrófono a Carlota) Para nuestra audiencia, señora, ¿Qué era usted del difunto? Su esposa, su esposa… Buaaaa... 22 Periodista: Carlota: Inspector: Carlota: Periodista: Inspector: Periodista: Humberto Jarrín B. Que era su esposa. Sí, claro. Ahora se pueden imaginar ustedes la odisea que a esta pobre mujer del pueblo le tocará vivir una vez que se lleven el cadáver… ¿Llevárselo? No puede ser, no puede ser, no pueden… ¡a dónde se piensan llevar a mi Juan! Señora, por favor, entienda, por el amor de Dios, los muertos tienen sus propias ocupaciones y compromisos, ahora mismo debe ir a la morgue, luego a los análisis de rigor, más tarde a la autopsia, porque hay que hacer una autopsia para declararlo muerto. ¿Y es que acaso no está muerto?, ¿hay posibilidades de que no esté muerto? (Quiere volver a tirarse sobre el cadáver pero es detenida) ¡Ay, ay! ¡Muerto! ¡Muerto! ¡Muerto! Dolor, llanto y confusión… La muerte todo lo confunde, apreciados radioescuchas. Sí, sí, sí, señora, pero entienda, todo es un procedimiento legal, nada más, de modo que hay que cumplir con las normas establecidas para estos casos… Comprenda, mantenga la calma, más de ahí no puede pasarle, una vez lo abran, lo hurguen, lo estudien, se lo entregarán bien remendado y completito, pero en la morgue, señora, en la morgue, no aquí. (Patético) …Y luego que los deudos lo reciban en la morgue comenzará el suplicio de esta pobre gente, con las casas funerarias, con los cementerios, con los que intermedian ante Dios por su alma… con todos aquellos que alguien muy acertadamente ha bautizado como el con- El hombre honrado Carlota: Inspector: Periodista: Inspector: Periodista Carlota: Periodista: Carlota: 23 sabido “paseo por la industria de la muerte”. ¡No, no… no se lo lleven, quiero verlo, verlo por última vez! Ah, y tiene 48 horas para reclamarlo, señora, si no, se considerará como propiedad de la morgue, y sus partes serán cedidas a la Liga de Órganos y Trasplantes… Hay muchos aspirantes a difuntos que esperan turno. Apreciada audiencia que nos oye con el patrocinio de “Pajarito”, puntos selectos de comidas en el sur… (Dirigiéndose al Ayudante) “Hay días en que somos, tan móviles, tan móviles”, que es mejor aprovecharnos de esa condición y marcharnos... (Salen veloces el Inspector y el Ayudante) Esta es una escena realmente desgarradora, pero oigamos su llanto en vivo y en directo para que ustedes, amable audiencia del noticiero “El Urgente”, que cuenta también con el patrocinio de “Trapitos Cucos”, pañitos para toda ocasión, puedan apreciar la angustia de esta pobre mujer. (Le acerca el micrófono) ¡Aaah… ahhh! Pobre Candoca… De nuevo para nuestra querida audiencia, señora, ¿quién es Candoca? …Mi hija… mi hija… Se ha quedado huerfanita, buaaaa… (Repentinamente deja de llorar y toma el micrófono, exaltada) ¡Las arepas!, Candoca, si me está escuchando, cuide las arepas que dejé en el fogón, no las deje quemar. ¡Pero rápido!, hágame caso que le está hablando su mamá. 24 Periodista: Carlota: Periodista: Carlota: Periodista: Carlota: Periodista: Carlota: Periodista: Humberto Jarrín B. (Le arranca el micrófono) La hija… otra víctima más de la desgracia, de seguro una niña muy bella… Sí… el próximo mes cumple sus quince… Ay, qué lindo… (Al público) Una niña, como decía, para quien el futuro, un futuro sin padre, tal vez represente un sino de sombras negras… Como siempre, los niños son los más afectados con las tragedias de los adultos… (A Carlota) ¿Ya está un poco más calmadita? Sí, sí… ay, ay… Sí… Bueno… este… ¿y ahora qué piensa hacer, señora? No sé… ay… no sé... Con qué voy a pagar sus funerales…, con qué voy a mandarle a decir sus misitas… (Intenta recuperar el llanto) (Comprensivo) Cálmese, cálmese… ¿Y el salario de su esposo? La oficina donde trabaja comprenderá… Ay, ese bendito salario no alcanzaba para los vivos muchos menos para los muertos, que cada vez se ponen más y más caros… Yo qué voy a hacer… Y pensar que nada de esto hubiera ocurrido si… Pero, ¡ay!, Juan se pasó de honrado… A propósito, señora, ahora que los recuerdos del pasado vuelven a nuestra memoria, ¿no recibieron información oficial acerca del requerimiento de la casita sin cuota inicial que desde estos mismos micrófonos hiciéramos por iniciativa propia ante el Gobierno, cuando su esposo se convirtió en personaje digno de resaltar por lo que había hecho y que nosotros, El hombre honrado Carlota: Periodista: Carlota: Periodista: 25 conscientes del valor ejemplarizante de su acto, lo invitamos orgullosamente a la sección institucional de nuestro noticiero, “El Hombre del Mes”? Nooo… (Desconsolada) Y menos ahora que se ha muerto ñiiiiiiiiii ¡Muerto! ¡Muerto! ¡Muerto! Quizás ahora se conduelan. (A su audiencia) Un pobre hombre muerto, una mujer en la miseria, una niña huérfana y una pensión que de seguro no aliviará las necesidades económicas. Quizás nosotros podamos ayudar en algo. Nuestros oyentes tienen un corazón solidario y comprensivo, siempre están dispuestos a colaborar en las desgracias de las gentes humildes; ellos han convertido en axioma la norma de la (enredándose la lengua) solira… soli… sola… ¡solidaridad! Han convertido en una práctica cotidiana de su vida aquel lema que reza: “hoy por mí, mañana por ti”. Sí, sí, sí… Ahhhhhh... (Cae desmayada en brazos del Periodista) Lo cierto, amigos que nos escuchan, es que ese hombre noble, ese hombre que recibiera un mensaje conmovedor de felicitación de las mismísimas Hermanas Herederas de la Madre Teresa de Calcuta por su acto tan alto de honradez, ese hombre que fue ejemplo para todos nosotros, ese hombre ya no… (Mira para comprobar que el cadáver ha sido retirado y que todos se han ido) no está… y nosotros tenemos que terminar ya esta transmisión para cumplir otros compromisos. ¡Adelante estudios! Y recuerden 26 Humberto Jarrín B. que para los desmayos de cada día, ya está en todas las droguerías del país, “Desmayol”. (Se zafa de la mujer, ésta recupera el sentido, el periodista huye, Carlota corre tras él) Mientras se diluye la escena va entrando la siguiente con el sonido de un tren en marcha. Escena II EL HALLAZGO Un tren en movimiento. Juan Pereira viaja en uno de los vagones. El sonido del tren, intermitente y seco, aparece y desaparece. Juan Pereira: Ah… No hay como la satisfacción del deber realizado. Y bien realizado. Porque una cosa es cumplir por obligación, y otra muy distinta realizar el trabajo como la virtud de la honradez nos lo manda. He realizado el negocio encomendado por la oficina, y ya estoy de vuelta (Palpa con afecto su maletín lleno de papeles). Aquí están todos y cada uno de los documentos encargados. No está de más echarles otra revisadita mientras llego… Ajá, el contrato firmado por el subgerente y aprobado y firmado por el gerente. Los procesos de cobro aprobados por el delegado del fiscal. Los recibos del tesorero y confirmados por su secretario. Las peticiones de la oficina central refrendadas por la secretaría. ¡Sí! Todo, todo en orden y bien relacionado… Sólo faltan mi sello y mi firma que constaten que lo he recibido todo en regla. (Se pone a firmar y a sellar) Llevo 30 años trabajando para esta oficina y lo que en ella logre, será por mis propios méritos, por mis capacidades. No como el reptil ése del Fernández, siempre detrás del Jefe, tratando de lograr algo que no se merece. 30 Humberto Jarrín B. Termina de revisar todo, cierra el portafolio y saca del saco unos billetes que cuenta complacido. Este es el dinerito que logré ahorrarme por haber terminado pronto y bien. En un día he ido y he regresado; eso es lo que se llama eficacia. Dineros de viáticos, hotel y las correspondientes comidas; son mis ganancias. Con lo que debía vivir yo solo por unos días, viviremos Carlota, Candoca y yo, por varias semanas; tres por uno… ¡Bendita trinidad! Ah… (Estira las piernas y los brazos) Creo que descansaré mientras llego, todavía falta algo de camino. (Juan Pereira descansa… Súbitamente le cae encima un paquete) ¡Qué! ¿Qué fue? ¿Qué es esto? (Lo recoge, lo mira por todos los lados, lo palpa, lo sacude y escucha, lo huele) ¿De quién será? (Busca a alguien en el vagón pero éste al parecer va solo) Será mejor que lo deje en su sitio, no vaya ser que venga su dueño, me encuentre con él en la mano, piense que me lo estoy robando y me vea envuelto en problemas, que nunca faltan, bendito Dios. Coloca el paquete en los altos de la rejilla. Vuelve a sentarse y descansa. Cuando se queda dormido vuelve a caerle el paquete. ¿Ehhhhhh? Qué pasa ahora… Ah, otra vez esto, pero ¿qué será? Esto está como raro… (Lo palpa profundamente, como si pudiera to- El hombre honrado 31 car su contenido a través de la envoltura) Parece como si tuviera papeles o algo así. (Quiere abrirlo pero duda) ¿Y si viniera el dueño? Pero si desde que salí vengo solo. (Se pasea por el coche, mira a atrás y adelante, casi grita al preguntar) ¿Alguien ha olvidado un paquete? (Nadie contesta. Procede a abrirlo) Oh, oh… ¡Dinero! ¡Señor!, cuánto dinero, cien, doscientos, trescientos, quinientos, mil…. se me acaban los números… miles y miles de… ¡dólares! ¡Dólares! (Queda pensativo, como si estuviera siendo tentado por alguna idea. Se pega el paquete al pecho como diciendo “mío”) No… (Saca un billete del montón como para quedárselo) Tampoco, ni eso, ¡nada!, ¡Escúchame Juan Pereira!, nadita de nada. Eres un hombre honrado, ayer, hoy y siempre… No debes tomar nada de lo que no es tuyo. Por un sucio billete no vas a manchar tus manos, tu cara, tu honra y tu virtud. Lo devolveré, sí… a la primera autoridad que encuentre… a lo mejor en la estación aparece el dueño. Vuelve a sentarse. Se queda dormido. Oscuridad. Sueña. Se escucha el pito del tren. Entre nubes de humo aparece Carlota muy elegante, con sombrero y piel de zorro. Juan Pereira le ayuda a sentarse. Ahora son millonarios; viajan en primera clase. Un Chef refinadísimo les sirve en copas elegantes champaña que se desborda y les acerca una bandeja con quesos y dulces apetitosos. 32 Humberto Jarrín B. Carlota, aunque trata de comportase como una dama, bebe en exceso; termina por arrebatarle la botella al Chef, toma del pico de la botella. Juan Pereira le hace señas de que eso es incorrecto; ella se enoja y continúa bebiendo; con pésimas maneras coge la comida con las manos, se chupa los dedos, eructa, le dan ganas de vomitar, Juan Pereira la reprende abiertamente, ella se enoja, lo golpea. El Chef está escandalizado y a punto de salir corriendo. El ritmo del tren crece, se torna frenético. Carlota se levanta, pierde el equilibrio, cae sobre Juan Pereira; la piel de zorro que lleva cobra vida, entonces el zorro ataca agresivo a Juan y al Chef. De nuevo se escucha el pito del tren, esta vez largo… como una bocanada de humo, entre la que desaparecen Carlota y el Chef. Tiquetero: (Voz en off) ¡Lleeeegamos! Juan Pereira: (Despierta súbitamente, con el recuerdo vivo del sueño) Ah, eh, oh… Tiquetero: (Entra. Junto a Juan Pereira) ¡Tiquete! Juan Pereira: (Todavía adormilado) ¿El paquete? Sí, señor, aquí está. Tiquetero: (Asustadísimo, como si se trata de una bomba) “Tiquete”, dije; no “paquete”. ¡Esos paquetes son peligrosos! El tiquete por favor. Juan Pereira: Pero es que este paquete… Tiquetero: Lléveselo, bótelo, entréguelo en la estación… haga lo que quiera, yo sólo recibo tiquetes, nada más, nada más… El hombre honrado 33 Juan Pereira: (Busca en sus bolsillos y entrega el tiquete) Aquí está. (Sale, llevándose el paquete) Tiquetero: (Al público) Primero bancos y corporaciones, después buses, taxis, y hasta bicicletas y triciclos, luego aviones, y ahora trenes… mañana serán barcos y transbordadores espaciales… ¡estos terroristas van a acabar con todos los medios de transporte! Oscuro. Escena III LA DEVOLUCIÓN Oficina del ferrocarril. Juan Pereira con el paquete que ha encontrado se acerca a una de las ventanillas de atención. Juan Pereira: (Tímido) Buenas tardes, señorita… Secretaria 1: Buenas tardes, señor, sí, cómo no, cómo está, qué desea, dígame no más en qué le puedo servir, qué necesita… Juan Pereira: Señorita, gracias… Necesito, sabe, entregar este paquete (Sonrisa plena de satisfacción). Secretaria 1: Bien, caballero, entonces, como decimos aquí, para comenzar con pie derecho nuestra gestión, necesito que primero vaya a esa ventanilla de enfrente, ¿la ve?, sí, sí, esa mismita, bueno, allí le tomarán unos datos de tipo… administrativo y estadístico, pues aquí nos encargamos de los procesos técnicos… Vaya, vaya y vuelve. Juan Pereira: Sí, señorita, muy amable, gracias. Juan Pereira: (Toca en la ventanilla) Eh... Señorita, mire, necesito devolver este paquete y de allá me dijeron que viniera a acá… Secretaria 2: Es correcto, señor, ya está acá. ¿Se trata de algún reclamo? Juan Pereira: No, no, señorita. Se trata de este paquete. Lo encontré en un vagón del tren en que viajaba y quiero dejarlo aquí, por si aparece su dueño. Secretaria 2: Ah, ya, entiendo, entiendo. A ver… Formulario de cosas perdidas… Formulario de cosas ro- 38 Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Humberto Jarrín B. badas… Formulario de cosas regaladas… No, tampoco. Veamos por acá… no, menos… Ajá, Formulario de cosas encontradas. ¡Lo encontré! Bien, veamos, usted y yo vamos a llenar este formato, refácil por cierto, que comienza con los datos personales, ¿correcto, caballero? (Entusiasmado) Correcto, señorita. Primera pregunta: ¿nombre y apellido? (Orgulloso) Juan Pereira. Juan… Pereira… Qué bonito. ¿Sexo? (Avergonzado) Eh… Qué le pasa, caballero, si es lo más normal. Bueno, pues… (Dicharachero y hasta de buen humor) De vez en cuando, señorita, usted sabe, Carlota, mi mujer, a veces… Señor, señor, aquí no nos interesan ese tipo de intimidades, señor, cuando le pregunto por “sexo”, le pregunto por el otro sexo. (Confundido) ¿Cuál otro? Que si usted en hombre, mujer u otro. (Algo exaltado) ¿Cómo así otro? Pues… L, G, B, T, I…o alguna otra letra… ¡con todas esas escandalosas explosiones sociales de los sexos como hay ahora! ¡Qué me está creyendo, señorita!, ¿acaso no ve? (A punto de perder la paciencia) Ay, mire, caballero, sólo responda. Masculino, señorita, hombre, muy hombre. Sí ve cómo nos vamos entendiendo, señor Cartago. Pereira, señorita, ningún Cartago, Pereira. El hombre honrado Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: 39 Ah, sí, pero bueno, estuve cerca. Bien, prosigamos. ¿Documento de identidad? Cédula, 16.002.313. ¿Estado civil? Casado, señorita. ¿Nombre de la cónyuge? Carlota Valarezo de Pereira. ¿Hijos? No tengo señorita… Oh, no, perdón, señorita, sí, hay una hija, de nombre Candoca… Can-do-ca. Negándola, ¿no? No, no… es que cuando usted dijo “hijos”, yo, sabe, pensé en un hijo varón, señorita. Ay, sí, ay, sí, con disculpas a mí. Ah, ¿no me cree? Por qué tendría que mentirle a usted, señorita. ¿Por qué? ¿Pregunta por qué? Simple, porque todos los hombres son iguales, señor Armenia. Pe-rei-ra… Con tanta corregidera no vamos a llegar a ningún Pereira… Así que sigamos, sigamos. Todos podemos tener nuestros lapsus… Típico. ¿Lugar de trabajo? Oficina de Trámites y Documentos Públicos. ¡No me diga que usted trabaja en la OTDP! Fue lo que dije, señorita. Allí trabaja una vieja amiga mía, Hortensia Bastidas… «Vestidas», les decimos a ellas, son tres, todas recataditas, mojigatitas ellas, nadie sabe por qué no están de monjas… No, no la conozco, ¿podemos continuar, señorita? 40 Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Juan Pereira: Secretaria 2: Humberto Jarrín B. Ay, usted tan odioso. Y yo que pensaba pedirle que ya que trabaja allí por favor me llevara la Hoja de Vida de un sobrino que tengo, que sabe… Ya veremos, señorita, continuemos, señorita, que se me hace tarde. (Seca) Dirección de residencia. Trasversal 192 V. ¿Be larga o corta? V de Vaca, señorita… Transversal 192V con calle 258, barrio El retiro. ¡Uy! Y bastante retirado. Sí, señorita. Algo lejos. Y del centro más. ¿Tiene usted carro? No, no… ¿Moto? No, tampoco. ¿Bicicleta al menos? No. Ni lo uno ni lo otro ni lo aquello, ni patineta ni patines, por si va a preguntármelo, señorita, ¡viajo en bus, señorita, en bus! Bueno, de hecho, en varios buses, hasta coger un jeep que me acerque bastante… Si no llueve… Listo, usted disculpará todas estas preguntas, pero son indispensables para llenar el formato según las reglas que el Gobierno dispone… Entiendo señorita. ¿Puede ahora sí recibirme el paquete? Ojalá pudiera, pero va en contra del Reglamento Interno. En cambio, yo le doy una copia de estos datos y con ella va al Departamento Técnico donde le harán la evaluación compu- El hombre honrado Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: 41 tarizada del paquete que quiere devolver, ¿entiende? Está bien, señorita, gracias, muy amable. (Va a la ventanilla número 3) Señorita… Sí, dígame… (Juan Pereira, al reconocer a la Secretaria 1 mira a la ventanilla 1, en la que fue atendido al principio y que ahora ve que está cerrada. No comprende. La Secretaria 1 al notar su perplejidad le explica, casi burlándose) Sí soy yo, la misma de allá, pero ahora estoy acá, con tantos despidos por cambio de gerencia, sabe, nos toca desdoblarnos en uno u otro lugar… Pero veo que ya tan rápido está de vuelta, eso es bueno. Espere un momentito y ya. (Rogando) Pero señorita, es que ya tengo afán, se me hace muy tarde para llegar a casa. (Conteniendo la ira) Ah, no me diga, ¿tiene afán? Entonces hagamos esto. Recíbame. Tome, siéntese, y si usted me colabora, terminaremos más rápido. (Resignado) Está bien. Pero antes, el detector de bombas (saca un extraño aparato). Pero que es que… Esto no es una bomba, de eso estoy completamente seguro, porque es… ¿No es una bomba? No. ¿Está seguro? (Con infinita paciencia) Sí, señorita, estoy seguro. Pero y no, ¿cómo le parece? Pero es que... 42 Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Juan Pereira: Secretaria 1: Humberto Jarrín B. Pero es que nada, además, eso no lo dice usted ni yo, eso lo dice el detector de bombas, aquí nos acogemos para todo a la tecnología, porque sabe usted, los terroristas tienen formas muy desarrolladas de poner sus bombas, haciéndolas pasar por cualquier cosa, ahí está la última que le pusieron al exministro, que parecía una insignificante olla. Será. Y ahora…. Colóquelo en su mano, a media altura (prevenida) y alejadito… Eso… por si acaso, ¿no? (Pasa el aparato por debajo, por arriba y por los lados del paquete mientras suena tu, tu tu, tu tu, tu… te, te, te, te, te, te… ti, ti, ti, ti, ti… ¡tá!) En efecto, marca negativo. No era ninguna bomba. (Triunfante) Sí, ve, ya le decía yo, señorita. No cante victoria, señor Calarcá… (Mascullando) ¡Pereira! …que el triunfo no es suyo, sino de nuestro detector de bombas, y en todo caso, porque así lo dictan los protocolos de seguridad, es mejor cerciorarse. Uno nunca sabe. Siempre es mejor prevenir que lamentar. Bueno, ahora continuaremos con la fotografía. Súbase a la silla. ¿Listo? Pero que se vea el paquete, levántelo, lo que importa es el paquete. El objetivo es el paquete, y ¡sonría!, no ponga esa cara de amargado, como si no quisiera entregar lo que quiere entregar. (Molesto ya) Pero si el objetivo es el paquete ¿por qué tengo que salir yo, y además sonreír? Ay… Señor… El hombre honrado 43 Juan Pereira: Pereira. Secretaria 1: Señor Pereira, cálmese… Por un lado, es para que todos estos procesos burocráticos que deben quedar registrados fotográficamente tengan al menos algo de estética, y por otro, es para que el trámite sea más amable y más humano… La empresa está comprometida con la campaña, “Un país eficiente, bonito y de buen humor”… Ahora computarizamos el paquete, ya busco el algoritmo. Juan Pereira: ¿El qué? Secretaria 1: No se preocupe, el programa para estos casos (busca en algún lugar). Aquí está. Tecnología de punta, amigo. (Muestra un aparato que en verdad tiene una larga punta) Listo… (La Secretaria 1 repite el sonido que hace la computadora como si fuera una canción de moda) Pin, pun, pan, pin… Ya viene… ya viene… Aquí está. (Toma la hoja de papel con el reporte, lee el resultado) Nos dice: 6 columnas más bien altas y muy compactas de 7 centímetros de ancho y 15 centímetros de lado. Color verde. Volumen: 12 mil centímetros cúbicos. Densidad: igual a peso sobre volumen, da: 3,9. Resistencia eléctrica en ohmios, ah, no es elevada, es decir, no es un elemento conductivo. Coeficiente de rozamiento: 0,5. Quiere decir que se desliza bien. ¿Tipo de equilibrio molecular? Los vectores señalan que es estable. Propiedades químicas: su espectro señala uso frecuente, no perjudicial para la capa de ozono y de baja toxicidad... Listo. Yo creo que 44 Humberto Jarrín B. con esto es suficiente. Y ahora, run… Enter… Todo esto se va a la memoria central y queda debidamente registrado. Juan Pereira: (Aliviado) ¡Uf, por fin! Ahora recíbame el paquete, ya se me hizo tarde. Sólo espero no encontrar a Carlota como una cacatúa. Secretaria 1: Ay, señor, si no fuera por este último paso que exige el Reglamento lo haría con mucho gusto. Juan Pereira: Pero, pero qué… ¿qué más? Secretaria 1: (Saca un montón de cables y va enredando con ellos a Juan Pereira) Pero venga, pues. Súbase sobre el asiento, tranquilo que es aislante, péguese bien el paquete al cuerpo, coja esta punta con una mano y ésta con la otra y esta más con la boca; no se ponga tenso. La Secretaria 1 conecta los cables, éstos despiden chispas y luces de colores, Juan Pereira se retuerce y cae fulminado, como muerto. Juan Pereira: (Electrocutado, tembloroso, tirado en el piso y con los ojos desorbitados) Ah… eh… ah… eh… eh… ah… Juan Pereira queda tieso. La Secretaria 1 y la Secretaria 2 se reúnen junto al cuerpo inerme de Juan Pereira. No saben cómo revivir a la víctima. Secretaria 2: Secretaria 1: ¿Qué pasó, qué le hiciste? ¿Yo?, nada, ¡cómo se te ocurre! Este señor que es problemático, no sé por qué se me desmayó. Yo le puse apenas 30 voltios… ¿o serían 3000? ¡Ay, virgen!, ya ni me acuerdo, pero con lo que El hombre honrado 45 azaraba también este señor. Señor, señor, vea, despierte, despierte, señor… Secretaria 2: (Tapándose la nariz) La verdad, huele a chamusquina. Secretaria 1: ¡Ya déjese de jueguitos, señor Pereira! Secretaria 2: ¿Y no es Calarcá que se llama? Secretaria 1: ¡Ay, yo qué voy saber!, el nombre es lo de menos. Secretaria 2: Entonces revívalo. Secretaria 1: ¿Y eso cómo se hace? Secretaria 2: Bruta, pues dele respiración boca a boca. Secretaria 1: ¡Guácala! ¿Y yo por qué? Secretaria 2: Porque usted como que lo mató, mija, sólo por eso. Al menos muévalo. Secretaria 1: ¿Para que me electrocute yo también? Secretaria 2: Tenga (le pasa un palo), muévalo, muévalo antes de que sea demasiado tarde, y se gana un muñeco, mija. Secretaria 1: ¡Señor Calarcá, señor Calarcá! Juan Pereira: (La sacudida con el palo lo hace revivir) Ah… ¿Qué pasó? (Consciente. Se para veloz) Ah sí... Ya… ¡Ustedes me querían matar! ¿No es cierto? ¡Las pillé! Me querían asesinar para quitarme el paquete… Secretarias 1 y 2: Señor, cálmese, cálmese… Juan Pereira: Pero ahora no se los entrego, ¡exijo ver al Gerente! Secretaria 1: Señor, señor, no grite, el Gerente se enojará si oye todo este escándalo… Juan Pereira: Pues que se enoje, porque lo que es yo, quiero ver al Gerente. (Alzando más la voz) ¡SEÑOR GERENTEEEE! 46 Secretaria 2: Humberto Jarrín B. Ya, señor, venga, le recibimos el paquete y puede irse, ¿sí? Juan Pereira: Ni pu’el diablo. No pienso dejar en sus manos este dinero. Secretarias 1 y 2: (Mirándose maravilladas) Di.. di… ¿dinero? (Se lanzan a quitarle el paquete a Juan Pereira) Juan Pereira: Sí, dinero, desde un principio quise decirles que quería entregar este dinero… ¡SEÑOR GERENTE!… pero no han hecho más que tetearme, que un vuelta aquí, que una vuelta acá… ¡SEÑOR GERENTE! Y por poco hasta me matan… ¡SEÑOR GERENTE! Vea, pues, tampoco este bendito señor que aparece… Secretaria 1: Cállese, señor, y pásenos el paquete, el dinero… Secretaria 2: Ahora que recuerdo, el Reglamento dice que el dinero no pasa por todos estos trámites… (A la Secretaria 1) ¿Cierto? Secretaria 1: Cierto, ciertísimo. Ha habido un pequeño error, no más. Juan Pereira: Nooo… ¡SEÑOR GERENTE! ¿Dónde está el Gerente? Secretaria 1 Venga pues, nosotras se lo entregamos al Gerente… yo que soy la encargada directa… Juan Pereira intenta irse, las secretarias lo acorralan y forcejean como gatas con él para quitarle el paquete; los tres terminan girando como en un desbocado carrusel. El hombre honrado 47 Juan Pereira: ¡Que no, viejas brujas!, ¡suéltenme! ¡SEÑORRR… GEREEEN…! Gerente: (Irrumpiendo de súbito) ¿Qué pasa? ¿Qué es todo este jaleo? Cesa el forcejeo. Por la fuerza centrífuga las secretarias salen despedidas, ruedan por el suelo. Juan Pereira: Señor Gerente, gracias a Dios que aparece… Soy Juan Pereira, vine a entregar este paquete que encontré abandonado en el tren… Estas mujeres no me lo querían recibir, intentaron matarme electrocutándome, y ahora quieren arrebatármelo cuando saben que… Secretaria 1: (Se levanta cojeando y mira con odio a Juan Pereira) Eso no es cierto, señor Gerente. (Busca apoyo de la Secretaria 2) ¿Cierto? Secretaria 2: Sí, señor, le estábamos tomando los datos reglamentarios… Secretaria 1: Y este señor de pronto se nos desmayó… Gerente: ¡Silencio, silencio! Venga señor, no se preocupe, disculpe todas las molestias, yo le recibo su paquete. (A la Secretaria 1) Señorita dele su correspondiente recibo. (Recibe de Juan Pereira el paquete) Secretaria 1: Sí, señor, en eso estaba precisamente cuando… Gerente: No más… (A la Secretaria 2) Y usted, vuelva a su trabajo. Secretaria 2: Sí, señor. Secretaria 1: (De mala gana) Aquí está su recibo, señor Pereira. Gerente: ¿Todo en regla, entonces, Señor Pereira? 48 Humberto Jarrín B. Juan Pereira: (Tomando el recibo y guardándolo) No hay cuidado, señor Gerente… Yo sólo venía a devolver este paquete con dinero, que encontré en el tren mientras venía… Gerente: (Abriendo los ojos) ¿Dinero dice? (Abre por una punta el paquete y alcanza a ver que son dólares) ¡Es mucho dinero! Eh, espere un momento. (Se dirige hacia la Secretaria 1, en voz baja) ¿Ya tomó los datos? Secretaria 1: (Como si esperara una felicitación) ¡Todos, señor Gerente!, tal y como usted lo ordenó, y el señor Cartago… Obando… Pereira, ya tiene el recibo en sus manos. Gerente: ¡Mierda! ¿Y los envió ya a la computadora central? Secretaria 1: Sí, claro… Gerente: ¡Mucha bruta! Considérese despedida; perder una oportunidad así. (Vuelve donde Juan Pereira) Señor, no hay más remedio que entregarlo al Gobierno. Juan Pereira: ¿Cómo dice? Gerente: No… este… Que no tenga miedo, que nosotros lo entregamos a las autoridades competentes. (Lamentándose, al público) Ay… Es una pena… ¿Cuándo se le presenta a uno así la Virgen? Juan Pereira: Sí, es una pena, señor Gerente. En verdad yo no quería incomodar a nadie. De todo corazón le pido que me disculpe. Gerente: No, no se preocupe caballero, como sea, usted con su gesto ha dado lustre a esta empresa y es para nosotros un orgullo que su nombre se vea El hombre honrado 49 unido al de nuestra querida institución cuando… ¡ayyyy!, sea conocida su acción por todo el mundo. Juan Pereira: Gracias, señor, gracias, yo sólo he cumplido con mi deber ciudadano… Gerente: Tenga por seguro que postularé su nombre para que le sea impuesta la medalla de “Viajero Honorable”. (Al público, en secreto) Y para nosotros, la de “Soberanos Imbéciles”. Juan Pereira: (Profundamente halagado) ¡Oh…, gracias, la verdad no es para tanto, yo solo… Gerente: (Ya fastidiado con Juan Pereira) Vaya, vaya con Dios. (Al público, en secreto) ¡Dios definitivamente le da pan a quien nace mueco! (Con la mano sobre el hombro de Juan Pereira lo acompaña a salir) Vaya, venga, que ya no hay caso: todo está consumado… digo, registrado, en regla. (A las secretarias que han quedado cariacontecidas) ¡A trabajar, carajo, a trabajar! Oscuro. Escena IV LA EDICIÓN DEL PROGRAMA RADIAL Una cabina de edición de radio. El mismo periodista de la primera escena. Se dirige al Operador de sonido o Sonidista, que está situado entre el público. Periodista: So, so, so-ni-do, 1, 2, 3… probando, probando… Bien, funciona. Entonces editemos la vaina así… Hago la introducción, destaco el personaje, doy algunas de sus características, lo justifico y alguna otra güevonada, y mientras tanto, vos me tenés listos los casetes con las entrevistas. Mejor dicho, ciñámonos al guion que te pasé… A ver si acabamos rápido esta maricada… Comencemos, pues… 3… 2… 1… ¡Listo! (Fanfarria que identifica el programa, con una voz impostada el periodista hace la presentación del programa) Aaaquí comienzaaa… ¡“El Hombre del Mes”!, un programa dedicado al rescate de los valores cívicos, morales y cristianos del hombre nacional, por su estación favorita, Radio Lunita. (Continúa la fanfarria) (En tono más informal) Oyentes que en este momento están en nuestra sintonía, ¡qué tal! Como todos los viernes al final del mes, cuando a muchos quizá ya les han pagado su sueldito, estamos en esta cita con “El Hombre del Mes”, un programa tradicional ya en la radio- 54 Humberto Jarrín B. difusión nacional, que como dice nuestra presentación, se ha dedicado en todo este tiempo a resaltar las acciones y valores de los hombres buenos de nuestro país. ¡Porque de que los hay, los hay! Este programa llega a nombre del Grupo Financiero “Gran Escape” y el Trust Transnacional “Pulpito S. A.” “El Hombre del Mes” para el día de hoy es todo un acontecimiento, pues nuestro invitado es un hombre humilde y sencillo, pero que encarna lo mejor de las virtudes cristianas de nuestro pueblo. Sin más preámbulos, “El Hombre del Mes” para hoy es… nada más… y nada menos que… (Suena furiosa una trompeta) ¡JUAAAN PEREEEIIIRA! (Coge aliento) Este sólo nombre basta para que todos sepan de quién se trata. Sí, sí… No está usted equivocado, amigo oyente, el mismo que hace poco sorprendió a todo el mundo, óigase bien: a todo el mundo, y no es una hipérbole, cuando tuvo la finura, la honestidad, el pundonor de devolver un paquete –¡y de dinero de los grandes!– que no era suyo. Dinero al que ahora le han salido dueños por montón… Pero ojo, ¡ojo, señores!, que aquí nosotros nos tomaremos el trabajo de fiscalizar el destino de ese dinerito… No vaya a ser que se pierda como se pierden, como por arte de mafia, digo, por arte de magia, muchas otras cosas en este país. Aparecen súbitamente en el escenario, por un lado, Carlota y Candoca con su mesa de trabajo, en la casa; por el otro lado, el Jefe de El hombre honrado 55 Juan Pereira y Juan Pereira, en la oficina. Se mueven en cámara rápida y todo suena como una grabadora cuando se pasa la cinta a toda velocidad. Al llegar al sitio deseado de la grabación, se detiene todo movimiento. Periodista: (Al Sonidista, exaltado) No, no, ¡hombre!, no te me adelantés tanto, ve; ¿no ves que primero hay que hacer el perfil de este man? Salen todos de escena en cámara rápida, simulando el movimiento hacia atrás, tal como se ve cuando se devuelve una cinta de video. Periodista: Eso. Allí. Continuemos. (Tose para afinar la voz) Como veníamos diciendo, nuestro programa de hoy exalta la figura de Juan Pereira. ¿Pero quién es este Juan Pereira?, preguntarán algunos que aún no lo conocen. Juan Pereira, ilustre ciudadano local, estudió en la escuelita de las Hermanas Carmelitas Descalzas, entre otras cosas, descalzo, porque ni para un par de zapatos tenía… Devoto ferviente de La Milagrosa y admirador por siempre de la santa madre Teresa de Calcuta… Padre amoroso, esposo fiel y ejemplar vecino, trabajador honrado, y además, para completar sus virtudes, hincha furibundo del Club Deportivo Naranjas Invencibles, que no invisibles, como se burlan algunos porque últimamente le ha ido un poco mal en la clasificación… (Al Sonidista) Corta. Y ahora veamos la sección: “El Perfil Laboral”. 56 Humberto Jarrín B. Entran a escena, en cámara rápida, Juan y el Jefe. Cuando la cinta está en el punto en el que el Periodista desea, se detiene. Se ve a Juan Pereira que trabaja poniendo sellos, mientras el Jefe se dirige al público, dando su testimonio. Jefe: Periodista: Bueno… yo, en calidad de su Jefe, puedo testimoniar que Juan Pereira es un empleado obediente, un servidor eficiente, pulcro en su trabajo, buen compañero, de lo que nos enorgullecemos quienes hemos trabajado con él… Además, siempre cumple con su jornada de trabajo com-ple-ta, porque nunca, nunca llega tarde… Ah, y menos se va antes de tiempo… En estos 30 años que lleva Juan Pereira con nosotros, nunca lo hemos visto como un esclavo, digo… como un empleado, sino más bien como lo que es, como un hermano, como un camarada, ¡eso!, porque su bondad y buen genio (se ve a Juan que sonríe satisfecho) lo hacen merecedor de la más alta estima y consideración, es así como yo, su Jefe en propiedad, le cederé la próxima semana, y por toda una tarde, ¡mi escritorio!, para que nuestro querido pro-hombre pueda trabajar más cómodo… Porque miren cómo trabaja Juan… (Al Sonidista) Páralo… (Se apaga la luz que ilumina la oficina) Bien, con eso ya comprometimos al hijueputa del patrón para que al menos le dé el escritorio a Juan Pereira. ¿Ah? Sí, ya sé que es apenas por una tarde, pero algo en algo, marica. El hombre honrado Carlota: Candoca: Carlota: Periodista: Carlota: Candoca: Periodista: 57 Y ahora sí, sigamos con “El Perfil Familiar” (Le hace señas al Sonidista para que grabe) Y ahora, apreciados oyentes… ¡El peeerfil familiaaar! Quizá la sección más humana de nuestro programa… (Al Sonidista) Lárgala, pues… (Entran en escena, en cámara rápida, Carlota, la esposa, y Candoca, la hija; hablan al público mientras trabajan en los oficios hogareños) Oh… (Orgullosa) Mi marido es toda una personota, querido por todos los vecinos, no sólo ahora que se ha vuelto famoso, sino desde antes… Desde siempre… Eso sin contar lo cariñoso, lo buen padre y buen esposo, ¿cierto mamá? Cierto. Todos dicen que mi marido es muy honrado (se daña la cinta y Carlota continua repitiendo), muy honrado… muy honrado… muy honrado… muy honrado… (Al Sonidista) Hola, hola eh… Pero en esa cinta sí que salió de tan mala calidad, ¿no? Con nada se pega. Ah, pero es que también, con esas porquerías que el administrador de esta emisorita compra, por lotes traídos de China, ¡cómo no! (Se arregla la cinta y Carlota continúa) … muy honrado… y cumplidor de sus deberes… ¡Ay! (Mimada) Yo estoy tan contenta porque mis amigos me dicen que mi papá es muy honrado, demasiado honrado, y que además… (Al Sonidista) No, no, no… pará, pará ahí… Quítame esa parte en que la culicagada dice “demasiado honrado”, eso se puede prestar 58 Candoca: Periodista: Carlota: Periodista: Juan: Humberto Jarrín B. para suspicacias, tiene, no sé, como con un doble sentido. Córtalo y empátalo con lo que sigue… Córtalo porque suena muy chimbo… …mis amigos me dicen que mi papá es muy honrado… (Salta) …y que además es muy chévere porque nunca me pega… Así está mejor. Ahora que entre la partecita en que la señora pide cacao. (Al público) La gente cree que los periodistas somos dioses, que todos sus benditos problemas se los podemos solucionar. (Al periodista) Usted debería ayudarnos con una cuñita de las arepas… Mire… pruebe… de maíz tierno y natural, no esas masas prefabricadas que venden… (Recordando el momento en que probó la arepa y pidiendo que lo graben) ¡Claro, doña Carlota! ¡No faltaba más! En mora estamos de hacer unas arepas bailables por su cuadra…. Cuente con nosotros para su difusión, y por qué no, con algunos patrocinadores, y con nuestra participación, por supuesto, porque allá estaremos probando esas riquísimas arepas… (Al Sonidista) Ahora busca la grabación que le hicimos a Juan Pereira, y finalizamos de una buena vez esta maricada. (Sin parar de trabajar imprimiendo sellos) El Club de los Leones me ha honrado otorgándome su “Gran Cachorro Dorado”. El Club Rotario me ha hecho merecedor de un precioso llavero con el emblema del club (Lo muestra). Los Ferrocarriles Nacionales, tal como me lo prometieron, me nombraron “Viajero Honora- El hombre honrado Periodista: Jefe: 59 ble”. El Alcalde me mandó un saludo en una entrevista que le hicieron, y según me han dicho, el Procurador también me envió un guiño por la televisora. Las Damas Azules del Voluntariado me han enviado una copia de la oración de San Francisco de Asís. Los Boys Scouts me regalaron el “Colmillo de los Lobatos”. El Club Deportivo Naranjas Invencibles, al conocer mis amores por este equipo, me ha enviado un pase de cortesía para los Hinchas de Mérito, para la localidad de sur…, bien arriba. Y por supuesto… Esta emisora me ha destacado con el honor de nombrarme “El Hombre del Mes”. Y al parecer la revista Rider’s Digest publicaría su historia en la famosa sección “Mi personaje favorito”, para lo cual los gringos ya están haciendo contactos con un poeta local. (Al Sonidista) Sigamos ahora con otro poquito de “El Perfil Laboral”, pero, búscame esa partecita donde el Jefe se queja. Este… sí… quiero aprovechar las ondas hertzianas de esta potente emisora para pedir un pequeño favor: aquellos que quieran saludar a Juan Pereira, y aunque todos sabemos que se ha vuelto un personaje célebre, que por favor, ¡por favor!, se abstengan (marca la palabra), se abs-ten-gan de venir en horas de oficina. El horario de Juan Pereira, es de 6 de la mañana a 8 de la noche… Después de esta hora pueden hacer lo que quieran... Tocarlo, abrazarlo, pellizcarlo, matarlo (con inquina), pero no aquí en esta oficina, porque interrumpen y alteran la jornada normal de trabajo, por favor… 60 Periodista: Humberto Jarrín B. (Transcendental) Ese es el precio de la fama… Y dentro de todas estas manifestaciones de apoyo y de reconocimiento a Juan Pereira, debemos informar que un filántropo del comercio local nos escribió para ofrecernos un televisorcito ¡a color! Pero por supuesto, de televisión no se come ni se vive. Juan Pereira es un hombre que durante toda su vida ha pagado arriendo, una miserable casa, qué digo casa, ni siquiera apartamento, sino un cuarto, un cuchitril, señores… (Con tono politiquero) Señor doctor Londoño del Instituto de Crédito Territorial: ¿Cómo es que todavía no se le ha adjudicado una casita sin cuota inicial a Juan Pereira y en cambio (de manera vehemente) sí a otros, con sólo presentar una carta de recomendación de tal o cual caudillo muerto de hambre manzanillo? Y que quede muy claro, que no estamos pidiendo nada regalado, no… Ni más faltaba, pues Juan Pereira, como hombre honrado que es, como el que más y a toda prueba, y capaz, va a pagar la casita que le van a adjudicar… Pero necesitamos es que se la adjudiquen (golpea con los nudillos la mesa), pero eso sí, ¡ya! ¡Qué es esa mamadera de gallo, por Dios! (En tono dramático) Con estas inquietudes nos despedimos de nuestra audiencia y los esperamos para una nueva emisión de este su programa “Eeeellll Hoooombre del Messs”, un programa dedicado al rescate de los valores cívicos, morales y cristianos del hombre na- El hombre honrado 61 cional, por su estación favorita, Radio Lunita. (Suena fanfarria) Que Dios y la Virgen patrona de esta ciudad estén con ustedes. (Al Sonidista) ¡Bueno, siquiera terminamos toda esta mierda que me sabe a cacho! Escena V LA FAMILIA Casa de Juan Pereira. La mujer y la hija trabajan en una misma mesa. Una haciendo arepas, y la otra en la costura. En la misma mesa, en el colmo de la estrechez, Juan Pereira escucha la radio en un pequeño transistor. Radio: (La voz del Periodista sale del aparato) ¿Recuerdan ustedes el sonado caso del paquete de los millones? Juan Pereira: (Con ansiedad y orgullo) Sí, sí, sí… Carlota: (Lamentándose) Ay, y pensar, Juan Pereira, que usted tuvo tooodo ese dinero en las manos. Radio: Bien, pues fíjense en esta perla: varios son los empleados de la Contraloría, y algunos de la Procuraduría, y otros más de la Fiscalía, y hasta una caterva de la Curaduría, en fin, vivarachos que no faltan de las oficinas del Gobierno, que han sido removidos de sus cargos al comprobárseles… Juan Pereira: (Completando la frase del Periodista) …Negligencia, ¡eso!, que por negligentes los castiguen. Radio: …gencia en los trámites para oficializar esos dineros, que miles de personas han pretendido reclamar como suyos sin que hayan podido demostrar su propiedad a lo largo de este año… 66 Humberto Jarrín B. Carlota: (Con un quedo suspiro) Un año ya… Juan Pereira: (Como todo un paladín de la justicia) ¿Y seguramente funcionarios de alto rango también estarán comprometidos! Radio: Como usted lo está pensando, querido radioescucha, en efecto, algunos funcionarios de alto rango también se han visto involucrados, pues parece que estaban falsificando documentos, así como lo oyen, y aceptando falsos testigos para favorecer la propiedad del bendito di-neri-to sobre algunas personas en particular… Testaferros, que llaman. Juan Pereira: ¡Deshonestos! Radio: Como nuestra vasta audiencia recordará, todo ese dinero fue encontrado en el tren hace más de un año por un ciudadano llamado… llamado… Carlota: (Con amargura) Si ve, Juan… Ya ni se acuerdan… Juan Pereira: (Haciendo fuerza y procurando ayudarle al Periodista) Juan Pereira… Ay, Carlota, no sea cizañosa, no ve que las ondas de radio siempre tardan un poco en llegar… Radio: Ah, sí, muchas gracias… Juan Pereira se llamaba el tipo. Lo cierto es que la suerte del bendito paquete millonario continúa rodando de oficina en oficina, de escritorio en escritorio, de funcionario en funcionario, y nada extraño sería que el día de mañana nos digan que el “tesorito” se perdió, o lo que no es tampoco de extrañar: que nunca existió el pa-que-te… Porque cosas se han visto, señores, ya que esas oficinas son como hoyos negros en las que El hombre honrado Carlota: Radio: Juan Pereira: Carlota: Hermeregildo: Carlota: Hermeregildo: Carlota: Candoca: Hermeregildo: 67 todo desaparece, todo se lo tragan… (Empezando a reclamarle) ¿Se da cuenta, Juan? Un año…. ¡Un año!, y no aparece el verdadero dueño, ni aparecerá… Y menos la recompensa que tanto le prometieron. Lo cierto es que ninguna persona deshonesta y mal intencionada, mientras existan estos micrófonos fiscalizadores, podrá alzarse con el famoso y controvertido pa-que-te. ¡Cierto! A los deshonestos hay que tenerlos a raya. Es que lo que uno no consigue con su trabajo honrado es mal habido, y trae mala suerte. (Irónica) ¡Qué mal habido ni que ocho cuartos! Mal habida esta suerte de perros que tenemos… (Tocan a la puerta) ¿Quién es? (Tosiendo. Voz en off) ¡El dueño! ¿El dueño de qué? (Voz en off. Molesto) ¡Pues el dueño de la casa!, ¡quién más va a ser! (Con mala leche) No será el dueño del paquete millonario, ¿no? (Exaltada. En voz muy baja) ¡Miércoles, lo que faltaba! (Pellizca a Juan Pereira para que busque escondite. A Candoca) Y usted, vaya a abrir, pero espere a que su papá no se le vea el rabo… (Abriendo la puerta) Don Hermeregildo, ¿cómo está? (Entra. Con lujuria) Ojalá estuviera como usted… (La mira de arriba abajo y trata de tocarla) Qué niña, cada vez más bella, tan bella que está esta niña… 68 Candoca: Hermeregildo: Carlota: Hermeregildo: Carlota: Hermeregildo: Carlota: Hermeregildo: Carlota: Hermeregildo: Carlota: Hermeregildo: Humberto Jarrín B. (Esquivando la acometida del viejo) Siga, don Hermeregildo, está en su casa… (Frustrado en su intento de tocarla) Ya sé que estoy en mi casa, qué se cree usted que es, jovencita, para recordármelo. ¡Qué milagro lo trae por aquí, don Hermeregildo! (Seco) El milagro… o mejor, el suplicio de cada mes. ¿Cómo así? ¿Cómo que cómo así? No se me haga la pendeja… ¿o qué cree que me trae por esta pocilga? (Vuelve a mirar a Candoca con los ojos inyectados de viejo verde) ¿Dónde está el tal Juan Pereira? (Con profunda sorna) ¡El ilustre! (Seco) Vengo por el arriendo. Cómo le parece don Hermeregildo que Juan no está. Ah, no está. ¿Y se puede saber dónde anda ese vago? Vago nooo… Lo que pasa es que está trabajando jornada continua y horas extras, precisamente para poder pagarle… (Mirando por los rincones de la casa, buscando a Juan Pereira) ¡Por pendejo! Con toda esa millonada que tuvo en las manos… Otro más honrado saca de allí al menos para pagar sus deudas… me debe ya ocho meses de arriendo. Pero cómo, don Hermeregildo… ¿Todo ese tiempo? Sí, todo ese tiempo, ¡cómo le parece!, ¿no le parece un descaro? Todo ese tiempo, y además, con intereses. El hombre honrado 69 Carlota: ¡Pero cómo así! ¿Y eso por qué? Hermeregildo: ¿Cómo que por qué? Porque sí. Así de simple, porque sí. Porque es como si le hubiera prestado toda esa plata al mala paga de su marido. Carlota: (Mascullando) Usurero… Hermeregildo: (Encarándola) ¿Decía? Carlota: Pero… pero… Es que todavía no es fin de mes. Hermeregildo: Déjese de pendejadas, doña Carlota, ¿sí? Venirse a fijar en pequeños detalles técnicos, después de que han pasado tantos fines de mes. Candoca: (Tierna) Sea considerado, don Hermeregildo. Hermeregildo: (Lascivo) ¡Tan cuquita que está esta nena! Yo le he dicho que vaya a mi casa (Trata de tocarla de nuevo. Candoca, con asco, temblorosa le hace el quite). Yo tengo por ahí unos calzoncillos por coser… Carlota: (Molesta) ¡Pórtese serio con la niña, por favor, don Hermeregildo! Usted es un señor de edad… Si tiene algo que coser, tráigalo, y aquí con mucho gusto (enérgica) le metemos aguja… Hermeregildo: No, pues, ahora me resultaron regañonas y melindrosas… Vengo por lana, no a que me trasquilen… O me pagan ya el arriendo de todos estos meses o les hecho estos trastos viejos a la calle. (Desordena con rabia algunos objetos caseros) Carlota: (Cautelosa) Mire don Hermeregildo… Sea comprensivo. Usted antes siempre nos daba una esperita… Pero no fue sino que Juan encontrara ese bendito paquete… y usted todavía cree que lo tenemos aquí, y eso no es cierto… 70 Humberto Jarrín B. Candoca: (Rogándole) Ay, sí, don Hermeregildo… No sea malito, espérenos unos diiítas más, ya esperó lo más, qué le cuesta esperar lo menos, ¿ah? Hermeregildo: (Ablandado por la joven) Bueno… sólo porque usted me lo pide, reinita. (Reincide en su acoso) Pero no se me porte tan chisquillosa… (A Carlota, cambiando el tono) Ah, pero eso sí: dígale a ese vago que desde este mes el arriendo sube un treinta por ciento. Carlota: (Alarmada) Pe… pero cómo así, don Hermeregildo, ¿de nada sirve que seamos sus inquilinos más queridos… y de toda la vida? Hermeregildo: (Fastidiado) De nada, usted lo ha dicho clarito. Y eso que agradezca, porque el alza según la ley es de treinta y uno por ciento… (Última mirada morbosa a Candoca) Eso le pasa a uno por andar de filántropo. (Al público) Esta gentuza nunca cambia, ¿no? Lo creen a uno una especie de hermanita de la caridad o quién sabe qué, ¡vea, pues! Don Hermeregildo se va. Juan Pereira sale de su escondite con el radio pegado a la oreja, atento sólo al aparato. Carlota: (Asediándolo) ¿Si ve, si ve? Así cómo ese viejo muchos arman sus paquetes y siempre encuentran “Juanes Honrados” que los devuelven. Mire no más cómo está la niña, dañándose los ojos y chuzándose a cada rato, trabajando como burra… Y además, el acoso de ese viejo verde, ¡guácala! El hombre honrado Candoca: 71 Sí, y mi mamá soplando y soplando todo el día ese fogón, llenándose de ceniza los pulmones… Carlota: (Persiguiendo a Juan Pereira por todo el cuarto) Y mire Juan, ¿no ha pensado en esto? (Juan Pereira con señas le dice que no fastidie y se pega más al radio transistor) ¿Quién quita, Juan, que la voluntad de Dios haya sido que usted se encontrara ese dinero, que usted no le entendiera el milagro que el Señor le quiso hacer, y hasta haya pecado entonces por obrar en contra de sus santos designios? Candoca: (Ayudando en el acoso) Cierto, papá, muy cierto… O si al menos hubiera sacado de todo ese montón un poquito… ¡¿pero quinientos mil dólares?! Carlota y candoca: (Repiten hasta el delirio, hasta el paroxismo) ¡Quinientos mil dólares! ¡Quinientos mil dólares! ¡Quinientos mil dólares! Juan Pereira: (Al borde de la locura) ¡SIII… LEEEEN… CIO! ¡BASTA! ¡SILENCIO! Ya no me aguanto más esta pelotera, esta cantaleta de todos los días, ¡me largo de esta casa! (Juan Pereira comienza a empacar en una bolsa plástica o en una maleta vieja sus cosas) Carlota: (Revisando lo que se lleva) ¡Ese saco es mío! (Juan se lo tira) Y esa oración es mía, usted me la regaló, es la de la paz, la de San Francisco de Asís. (Juan se la tira) Carlota: Eso sí, llévese eso y eso y eso… Y llévese también los colmillos de los boyos couts, a ver si con ellos come… y el tal Cachorro Dorado… a ver si se pone más furioso… (Solloza hacién- 72 Candoca: Carlota: Candoca: Carlota: Candoca: Carlota: Candoca: Carlota: Humberto Jarrín B. dose la mártir. No encuentra respuesta de su marido a quien da la espalda, cuando voltea descubre que ya Juan Pereira se ha ido, procura ir a buscarlo, tropieza con Candoca) ¡Y usted quítese, no estorbe! Ve, ¿y por qué la va a agarrar conmigo? Porque por su culpa su papá se fue, por no saber acomodarse… ¿Yo acaso fui? ¡Sí, claro, cómo no!, yo siempre soy la que tiene la culpa, ¡qué bonito! ¡Qué ingratitud, Dios mío! Pero si yo… nada más… ¡Se calló!, ¡Chito! ¡Se calló! Pero mamá... ¡Se calló!, ¿no le digo? ¡Carajo! Ay… yo lo que quiero es morirme… morirme… morirme… (Sale) Oscuro. Escena VI LA PESADILLA Ambiente onírico, brumoso. Juan Pereira va por una calle oscura. De pronto, se le aparecen las imágenes de su esposa y de su hija en un rincón. Un chorro de luz las ilumina. Se ven secas, como unas momias a punto de desbaratarse. Juan Pereira se arrodilla vehemente ante ellas. Recita. Juan Pereira: Oh, Dios mío, están podridas. Mi pasado y mi futuro enfermos… Pero resistan amadas mías, días peores hemos tenido y ahora también venceremos. Carlota, tú eres fuerte, Candoca, no desfallezcas. Yo, Juan Pereira ahora mismo juro sacarlas de su muerte… Volveré, resistan por favor… conseguiré otro trabajo, uno en tiempo nocturno no importa que sea duro… La visión de las mujeres se diluye hasta desaparecer. Juan Pereira trata de seguirlas. Les dice adiós con las manos. Juan Pereira corre por unas calles laberínticas. Se detiene ante una gran puerta. Un hombre de aspecto vampiroide, extrañamente parecido a don Hermeregildo, le entrega un 76 Humberto Jarrín B. paquete del mismo aspecto que Juan Pereira encontró en el tren. Juan Pereira, extrañado, y sin que pueda evitarlo, lo recibe. Queda intranquilo. Doctor Mortis: ¿Problemas… eh, señor? ¿Líos, deudas y sin bienes? Qué tal si hacemos un contrato y con parte de su trabajo me paga lo que me debe… Para todo hay solución… Comencemos por este encargo: lleve este paquete a la esquina de la Calle Oscura… Vamos hombre, que no se apura, ¡rápido!, como si le dieran con un fuete, ¡aprisa!, que es asunto de vida o muerte… El Doctor Mortis desparece de la vista de Juan Pereira, pero desde un rincón, camuflado, permanece vigilándolo. Juan Pereira: (Palpa el paquete) Y si… si esta vez me quedara con… ¿Si esta vez pudiera?... Voces: Sí, sí, sí, sí, sí… Juan Pereira: (Resistiéndose) ¡No!, sería un robo… Voces: No, no, no, no, no… Juan Pereira: ¿No? Entonces sería como recuperar… Voces: Sí, sí, sí, sí, sí… Juan Pereira, sin poder resistirse más, abre el paquete, de él sale una mano ensangrentada sosteniendo un billete de un dólar. Presa del pánico, Juan Pereira arroja la extraña mano El hombre honrado 77 al suelo, ésta salta temblorosa como un pez ahogándose. En ese preciso momento aparece el Doctor Mortis, quien recoge la mano y la acaricia, como si fuera una mascota herida. Doctor Mortis: (Con voz medio cavernosa) Veooo… que ha… abierto mi paquete. Juan Pereira: ¡No, no, señor! Esa mano lo abrió sola. Doctor Mortis: ¿Sííí? ¿Acaso quería regalarle ese billete? Juan Pereira: Este… No sé… a lo mejor… quizá… quién sabe… Doctor Mortis: Ya me arruinó el encargo. Juan Pereira: No entiendo, señor. Doctor Mortis: El aire de la noche le hace mal. Era la mano de un tipo que nunca trasnochaba, algo tímido, que nunca saludaba con esa mano, que nunca robó nada con ella, era una mano sin estrenar. Ya ve. Lo ha echado todo a perder… Ahora tendrá que darme la suya… Juan Pereira: No, no, Doctor… Doctor Mortis: ¿Quiere acaso quedar como un deshonesto en la empresa en donde trabajaba entregando paquetes? Es más, ¿quiere perder su empleo? ¿Negará que usted, abusivamente, abrió mi paquete? Juan Pereira: Oh, no, no, Doctor, no haga eso, por favor necesito mi empleo. Doctor Mortis: Tendrá entonces que entregarme su mano…. Y para que vea que soy bueno con usted, le pago por ella, ¿qué le parece? No mucho, pero algo es algo, y así quedamos a mano. (Se ríe perversamente y le coge la mano derecha para cortársela) 78 Humberto Jarrín B. Juan Pereira: (Resistiéndose) No, Doctor… La derecha no… Doctor Mortis: (Al público) Todos dicen lo mismo (Remedando ridículamente) No, la derecha no… Juan Pereira: Sí, es que… Juan Pereira aprovecha que el Doctor Mortis lo ha soltado por un momento y echa a correr perdiéndose en las calles, sin embargo es perseguido por el Doctor Mortis, que parece volar con su capa de vampiro. Cuando Juan Pereira cree que ha escapado del monstruo, pero éste, más adelante, saliendo del escondite lo aborda de frente. El Doctor Mortis con su capa oscura y densa arropa como una ameba a Juan Pereira. Ambos forcejean como metidos en un saco. Al fin, luego de un ridículo baile bajo el ropaje, ambos quedan al descubierto. Doctor Mortis: (Retomando la negociación) Como le decía, debe darme la derecha… Juan Pereira: No, Doctor, la derecha no, la izquierda, ¿sí? No sea malito. Doctor Mortis: La izquierda es problemática, inmanejable, pero bueno, si no hay de otra. (El Doctor Mortis esta vez es precavido y toma la izquierda sin soltar la mano derecha de Juan Pereira) Juan Pereira: ¡Ay, Dios santo! Doctor Mortis: (Horrorizado) No diga esas cosas… Bueno, ¿y la sangre? Juan Pereira: ¿Qué pasa con mi sangre? Doctor Mortis: Se la compro. Juan Pereira: ¿Compra también sangre? Doctor Mortis: Sí, a precio de oro. El hombre honrado 79 Juan Pereira: Pero si mi sangre no es azul. Doctor Mortis: Roja, azul, no importa, no tengo motivaciones ideológicas ni políticas. Juan Pereira: Si usted lo dice. Doctor Mortis: La de unas mujeres que encontré ya estaba vieja y podrida. Sin vida. En cambio la suya… (A través de la piel de la mano huele la sangre de Juan Pereira y la saborea de antemano) Juan Pereira: (Cuidando de que nadie lo oiga) ¿Y qué más compra? Doctor Mortis: Sangre y corazón y ojos, ¡qué tal si me vende también sus ojos! Juan Pereira: No… bueno, uno solo… Y hablando de ojos, ¿yo no lo he visto a usted en alguna parte? Doctor Mortis: Puede ser. ¿Y las orejas? Juan Pereira: ¿Da buen precio por ellas? Doctor Mortis: Podemos negociar… Juan Pereira: (Indeciso) Pero es que yo… Doctor Mortis: Hágale, que para lo que hay que oír con una oreja basta… De hecho, de todo lo que tiene de a dos podría venderme una, ¿no le parece? Juan Pereira: (Tocándose la entrepierna) Ay, no… Doctor Mortis: Hummm, deje el melindre, hombre, que cuando uno ya está metido en gastos qué más da una cosa u otra… ¿Entonces qué? ¿Bajamos? Bajan a un sótano que parece un centro clandestino de operaciones, un desguazadero de seres humanos. Juan Pereira: Está bien negro el panorama, ¿no?… Está tan oscuro… 80 Humberto Jarrín B. Doctor Mortis: La luz enciende abajo, además yo no la necesito, je, je, je… Ah, señor, déjeme advertirle que… Juan Pereira: (Juan Pereira cae de la escalera estrepitosamente) Aaaaahhhh… Doctor Mortis: …que falta un escalón. Comienza el desmembramiento de Juan Pereira, en una bandeja van quedando sus miembros y órganos vendidos. Luego el Doctor Mortis envuelve el dinero del pago en un paquete, Candoca y Carlota, ya lozanas, van a recogerlo. Juan Pereira sobre una silla de ruedas, es un despojo de hombre, sin un brazo, sin una oreja, sin un ojo, sin una pierna… El Doctor Mortis hace entrega del paquete –es idéntico al que Juan Pereira encontró en el tren– de la transacción comercial del tráfico de órganos a Carlota. Ésta lo pone sobre el regazo de Juan Pereira que parece un zombi, mientras lo llevan a casa. La silla va dejando un ruido lastimero. Oscuro. Escena VII LA OFICINA Es muy de mañana, no ha salido todavía el sol. En algún rincón de la oficina. Juan Pereira se levanta sudoroso, la angustia de la pesadilla aún permanece en su rostro. Se pasa la manos por la cara, como si quisiera alisarla, se mira al espejo como tratando de desentrañar quién es ese Juan Pereira que ve reflejado. Se afeita y se acaba de vestir. Camufla su dormitorio, arregla la oficina y se pone a trabajar. La oficina se ha ido iluminando, lentamente como el paso del tiempo. Ha salido el sol. Apresurada entra Carlota. Carlota: (Casi cariñosa) Buenos, días mijo… Tal como supuse. Hoy madrugó… porque su buen rato sí que lo estuve esperando abajo y nada que lo veía. Y el portero abajo, dale con que nadie podía pasar hasta la hora reglamentaria, que nadie entraba hasta el horario de oficina… Si hasta me dijo el muy chistoso que usted ya no trabajaba aquí, porque no lo había vuelto ver subir ni bajar… (Cambiando el tono) Pero mire nada más esa cara que tiene y lo flaco que anda… (Ya adusta) Mire, Juan… vengo por algo de plata porque ayer de nuevo nos cayó don Hermeregildo con su cantaleta de cada mes. Que si no cancelábamos cualquier cosa nos echaba… Que si no tiene plata, pues que venda algunos de sus órganos para pagarle, le manda a decir, y que ya son dos meses más a la cuenta vieja. (Juan Pereira revisa a Carlota 84 Humberto Jarrín B. para comprobar que no es la momia de la pesadilla) ¿Y a usted qué bicho le picó? Juan Pereira va de un lado para otro de la oficina solitaria, llevando y trayendo papeles como si no viera y escuchara a Carlota. ¡Pero póngame atención! Necesito plata para mercar, ayer vi unos paquetes (Juan Pereira se estremece) de verduras que estaban en promoción. Ay, ojalá no se hayan acabado… Pero mijo… ¿Qué le pasa?, póngame atención, que el asunto es serio… Por la casa las cosas andan cada vez más de mal a peor. Hasta Candoca, con todo lo juiciosita como ha sido siempre esa niña, se ha echado a las petacas desde que usted, por una bobadita, le dio por irse… (Al sentirse ignorada Carlota se molesta, lo encara y le grita) ¡Escúcheme Juan Pereira porque le habla su mujer!, ¡la plata! Hermegildo azarando, Candoca que no quiere trabajar, y yo, mire no más, con las mismas mechas… (Sollozando) Si no fuera por las arepitas que ayudan en algo, pero la masa y el queso están recaros, todo sube… De paso usted, gastando comida, y dormida, y lavada, y quién sabe qué más en otro lado… ¿Dónde se está hospedando, Juan? (Juan Pereira le dice con gestos fuertes de la mano y de la cara que eso a ella no le importa. Llorando) Esta vida es dura, la pone a una a andar rogando… como si no se tratara de su hija, como si yo no fuera su mujer… (Juan le tapa la boca con un manojo arrugado de bille- El hombre honrado Ernestina: Fernández: Ernestina: Fernández: Ernestina: Fernández: Ernestina: Fernández: 85 tes que ha sacado desesperado de su bolsillo) ¡Ay, mi Diosito, cuándo dispondrás de nosotros para no seguir en este trajín tan cruel… (Va saliendo) (Saluda a Carlota que está en la puerta recontando los billetes) Buenos días... (Entra de lleno a la oficina y se pone a arreglar su escritorio. Juan Pereira busca unos papeles escondido entre una estantería. Ernestina, creyendo que es Fernández, se aproxima) Fernández, buenos días… (Detrás de la estantería Juan Pereira suelta un gruñido seco, Ernestina retrocede, duda de que sea Fernández) ¿Fer… Fernández? ¿No es usted, Fernández? (Juan Pereira se asoma, está comiéndose un pedazo de pan, le ofrece un trozo) ¿No ha llegado Fernández? (Retrocede de espaldas hasta la puerta y mientras llama a Fernández, éste aparece por detrás asustándola) ¡Aaayyy! ¿Qué le pasó? ¿No preguntaba por mí, pues? ¿O vio a algún diablo? ¡Por qué se aparece así tan de repente, Fernández! Pero si es usted la que viene caminando como si tuviera los ojos en la parte de atrás… (Juguetón) ¡Qué!, ¿la asusté mucho? No… No, qué va. ¿O el grito era por la emoción de verme? No, es que… (Viendo que Juan Pereira está ahí) Ah… ¿es por ése? También es que cualquier mico la asusta. 86 Ernestina: Fernández: Ernestina: Fernández: Ernestina: Fernández: Ernestina: Fernández: Ernestina: Humberto Jarrín B. Deje de hablar… Ahora verá cómo hay que tratarlos. (Va al lugar donde está Juan Pereira, éste le gruñe fieramente y le infunde miedo; Fernández calma sus ímpetus) No… este… Venía a saludarlo… qué tal… qué tal, Juan… Siga, siga no más trabajando, mejor le arreglo el escritorio al Jefe… Usted si no tiene remedio, ¿no Fernández? (Mientras arregla el escritorio) No insinúe que soy un lambón, todo hace parte de una estrategia bien planificada para subir, ¿o acaso cree que yo me quedaré como ese tonto (señala a escondidas a Juan Pereira), toda la vida en el mismo lugar? No, no… (Sube la voz para que Juan Pereira lo escuche) Yo no me encontraré paquetes millonarios pero sí hallaré mis mañas para ascender… (Se acomoda en el puesto como si fuera el Jefe) Mejor bájese de ahí, Fernández. Qué va, el Jefe todavía demora, para eso son los jefes, para entrar más tarde…, mejor dicho, cuando les dé la gana, como me pasará a mí… Además, Ernestina, tengo que ir ensayando para cuando llegue la hora; usted sabe, el Jefe ya está viejito, en esto lo pensionan o estira la pata, con lo viejo que está… ¡Fernández!, no hable así del vieji… del Jefe. (Imitando al Jefe) Señorita Ernestina… Por favor, páseme la correspondencia de hoy… Y haga ejercicios de calentamiento que vamos a redactar unas cartas muy importantes… (Riéndose) Ay, deje de molestar y bájese… El hombre honrado Fernández: Ernestina: Jefe: Fernández: Jefe: Fernández: Jefe: Ernestina: Fernández: Ernestina: Jefe: 87 (Serio) Pórtese bien, Ernestina. Yo sé por qué se lo digo, porque en poco tiempo voy a estar aquí de verdad… y usted no querrá que la eche como voy a echar segurito a ese pendejo que yo no sé qué se ha creído últimamente… que… (Asustado) huyyy, ahí viene el Jefe… (Entra el Jefe) Buenos días, Jefe. (Impersonal) Bueno días. Jefecito, buenos días, luce muy saludable el día de hoy, casualmente les estaba diciendo eso a mis compañeros… (Solícito) Venga le ayudo con el abrigo. (Con doble intención y mirando a Ernestina como cómplice) ¿No se cansó mucho subiendo los siete pisos, Jefecito? Algo. Ya va para quince días que no sirve el ascensor… y quién sabe cuándo lo arreglen. El administrador del edificio se comprometió conmigo a que este fin de semana lo arreglaban sin falta (Fernández hace mala cara, disgustado por la noticia) Ojalá. Sí, porque la subidita por esas escaleras calaveras… todos los días… mata a cualquiera… hasta un infarto le puede dar a uno. ¡Ay, Dios no lo quiera! (Fernández le pega a escondidas del Jefe: es como si Ernestina hubiera conjurado una maldición estropeándola con su deseo) (Al ver que Pereira está tan absorto en su trabajo) Buenos días, Pereira. ¿Cómo le va con ese montón de papeles? Procure desocuparse 88 Fernández: Jefe: Ernestina: Jefe: Ernestina: Jefe: Ernestina: Jefe: Humberto Jarrín B. antes del medio día porque en la tarde otro paquete le espera. (Juan Pereira se frunce al escuchar de nuevo la palabra “paquete”) (A Fernández) Y usted, Fernández… Póngase a trabajar en los sellos finales de los procesos recientes. Debo firmarlos cuanto antes… Sí, Jefe, descuide. Yo se los tengo listos de inmediato. Y usted, Ernestina, revíseme las notificaciones de ayer, y con los sellos correspondientes, me las pasa para aprobarlas… Y luego me desempolva los expedientes de hace seis meses que… ¿Cuáles, Jefe? ¡Cómo que cuáles, Ernestina! Los que le recordé ayer. Me los han pedido y tengo que revisar algunos… ¿Entendido? ¡Ay!, y en dónde estarán los benditos… ¿Cómo? ¿Se da cuenta de lo que dice, Ernestina? Si no sabe cuáles son y dónde están, ¿cómo puedo evaluar su trabajo, ah? ¡Eso significa que ni siquiera los ha empezado a buscar! En cuanto termine la tarea que tiene va a ese cuarto donde van a parar los expediente viejos, que allí, en medio de todos esos paquetes (Otro gruñido molesto de Juan Pereira) amontonados deben estar. Sí, pero con todo ese desorden que hay en ese cuarto. Señorita Ernestina, le recuerdo que ese es su trabajo… Usted se dará sus mañas para encontrar el paquete correspondiente. (Juan Pereira gruñe de nuevo) El hombre honrado 89 Todos se ponen a trabajar en sus lugares correspondientes. Ernestina y Fernández cuchichean cosas y se ríen por lo bajo. El Jefe se pone a leer la prensa. Al rato, Fernández va para el cuarto de los expedientes, al verlo, Juan Pereira que está subido en una estantería, salta de ella impidiéndole el paso. Fernández: Jefe: Fernández: Jefe: Fernández: ¿Épale!, cuidado con esos aterrizajes, Superman. (Juan Pereira le pregunta con gestos y de mala gana “qué necesita”) Ne… necesito revisar varios expedientes viejos para comparar unos sellos. (Juan Pereira, con señas, le dice que los trae) ¡Del 36 al 42! (Al leer algo en el periódico, sacudiéndolo) Ja, ja, ja, ja, ja… ¿Están buenas las tiras cómicas hoy, Jefecito? (Juan regresa y le tira los expedientes solicitados) Je, je, je… no, hombre, es que aquí dicen que las contrataciones del equipo rival han resultado verdaderos paquetes… (Juan refunfuña y destroza papeles. Todos lo miran. Juan no se da por enterado) ¿Cómo así? ¡Ah!, pero es que con esa junta directiva que no sabe ni un comino. Hablando de pa-que-tes (Juan salta y gruñe enfurecido. Ya no soporta escuchar esa palabra), ¿se enteró, Jefecito, de que al doctor del piso 10 le hicieron hace un par de días el… (Se detiene, mira a Juan, que está engarrotado esperando la terrible palabra. Finalmente Fernández termina 90 Jefe: Humberto Jarrín B. la frase moviendo claramente los labios, pero sin sonido alguno) el pa-que-te chileno? (Molesto) Fernández, por favor deje los bochinches para después del trabajo. A las cinco de la tarde necesito tener todo firmado. Ernestina va a buscar un papel en cercanías al lugar secreto de Juan Pereira, éste, al verla que se acerca le clava los ojos para censurarla y con gestos le pregunta que qué quiere, igual que lo ha hecho con Fernández. Ernestina: Jefe: Fernández: Jefe: (Temerosa) Unos papeles, Juan… (Juan manoteándole los brazos le dice que no joda, que se largue. Ernestina le pide por señas a Fernández que le saque los papeles que necesita. Fernández va, pero Juan se lo impide. Forcejean, el Jefe se da cuenta de la disputa) ¿Qué pasa ahí? Jefecito, es Pereira que no me deja buscar los folios 48 y 49 y subsiguientes. (Casi sin atender el asunto) Juan Pereira, no interrumpa el trabajo de Fernández. (Pereira le pasa a Fernández lo que necesita) Fernández y Ernestina continúan con su trabajo en cadena, cuando terminan le llevan la tarea hecha al Jefe. Jefe: (Revisando el trabajo) ¿Qué es esto? Han seguido utilizando los mismos sellos. La semana pasada les dije que éstos ya estaban caducos… ¿qué pasó con los sellos nuevos, El hombre honrado Ernestina: Jefe: 91 por qué no los utilizan? Esta empresa invierte en recursos modernos, y es como si nada. ¡Aquí vamos a tener que hacer un revolcón de padre y señor mío!, comenzando por el personal “tan eficiente” que tenemos… ¿Y dónde… están, Jefe? ¡Ineptos!, pues en el paquete (Juan gruñe y rasga furioso un papel con la boca) de correo que llegó precisamente la semana anterior cuando les dije que éstos ya no se utilizarían más… ¡Inútiles!, hemos perdido tiempo como estúpidos… ¿en qué es que andan últimamente en esta oficina? ¿Es que nadie puede hacer bien su trabajo? ¡Hasta razón tiene la gente de quejarse de la burocracia ineficiente! Pero ahorita mismo me arreglan todo, y pronto, o nos cogerá la noche en esto tan simple… Ernestina y Fernández tratan de ir por el paquete que contiene los sellos pero Juan Pereira ya lo ha sacado, arrastrándolo con los pies, y de una patada y de mala gana, lo tira para que Fernández lo recoja. Fernández: Ernestina: (A Juan Pereira) Mire, por su culpa estos papeles quedaron mal. Y éstos también. Ambos tiran los papeles. Fernández levanta el paquete pateado por Juan Pereira, lo pone en la mesa, lo abre y saca los nuevos sellos, al tiempo que entre los dos murmuran de manera ininteligible. Fernández va por otros papeles 92 Humberto Jarrín B. al cuarto prohibido y otra vez Juan Pereira se le para enfrente, impidiéndole el paso. Fernández: Jefe: Fernández: Jefe: Fernández: (En voz baja pero amenazante) Mira Pereira, yo no sé qué mierda te está pasando (Sube la voz a propósito), pero necesito buscar los originales de los expedientes que me hizo dañar. (Forcejea con Juan Pereira e intenta pasar a la fuerza, como no puede, pone la queja) Jefecito, Jefecito, fíjese que… ¿Y ahora qué pasó?, ¡carajo! Llámele la atención a Pereira que no me deja entrar por los originales para hacer las copias con los nuevos sellos. Pereira, Juan Pereira. ¡Venga de inmediato para acá! (Juan Pereira se acerca al Jefe. Fernández aprovecha para entrar al fin al cuarto resguardado por Juan, a ver qué es lo que éste esconde) Dígame, ¿qué le ocurre a usted, Pereira? ¡Cuál es el jaleo ahí con los demás! Y no sólo es eso, Pereira, aprovecho para decirle que en las últimas semanas usted se ha vuelto muy desordenado… En verdad eso no se entiende en un trabajador que como usted en más de 30 años ha sido ejemplo de eficiencia, trato y pulcritud… y menos esa actitud suya de revoltoso y de cochino… Mire no más cómo tiene su lugar de trabajo, ¡vuelto un chiquero! ¡Porque en eso es lo que se ha convertido, en un cerdo, Pereira, un cerdo! (Que ha entrado al sitio tan defendido por Juan Pereira y lo ha descubierto todo) Hua- El hombre honrado Ernestina: Jefe: Fernández: Jefe: Fernández: Jefe: 93 gg… (Saca unos trastos, una cobija sucia y otros cacharros y los tira en medio de la oficina) ¡Huaggg! ¡Fuchi! ¡Ahhggg! ¡Guácala! ¿Qué pasa? Mire esto, Jefe. (Levantando con asco la cobija) ¿Y esto qué es? Una cobija, Jefe. No sea estúpido, Fernández, ya sé que es una cobija… y esto es una bacinilla curtida… y esto otro unas medias apestosas… y esto más unas chancletas rotas… ¿Pero qué hacen aquí en una oficina que más parece una pocilga? ¡Qué es toda esta porquería! ¡Que alguien me explique, si es que esto tiene alguna explicación! Juan Pereira recoge sus cosas y las aprieta contra su pecho. Parece una fiera herida cuidando sus crías. Fernández: Jefe: No sé, Jefecito, pregúntele a Pereira. Juan Pereira, ¡explíqueme qué es esto! Estos aguamaniles con aguas sucias y pelos… estos espejitos, esos trapos sucios… toda esta porquería. O no… no, mejor no me explique nada… porque queda despedido, ¡ya! Haga su pa-que-te y lárguese de inmediato… La sola palabra “paquete” que ha sido infinitamente repetida hace que al fin Juan Pereira monte en cólera, y salido de sí intenta ahorcar al Jefe, el Jefe grita y los otros van a socorrer- 94 Humberto Jarrín B. lo, a cada uno Juan Pereira los va agarrando por el cuello, zarandea enérgicamente ese ramo humano, suelta a los sujetos tirándolos por el suelo, y entonces, enceguecido, comienza a destrozar la oficina, su escritorio primero, luego el de Fernández… Ernestina: Jefe: Fernández: Ernestina: Jefe: Fernández: Ernestina: ¡Ayyy! ¡Dios mío! Contrólese, Juan, ¡se lo ordeno! Que se controle, ¡Pereira! Juan, cálmese, por favor. (Juan sube a destrozar el escritorio del Jefe) (Viendo su escritorio en peligro) No, Juan, no, mi escritorio no… acuérdese que alguna vez lo ocupó por toda una tarde… No vaya a dañar mi futuro escritorio… Juan, no lo desorganice todo, ¡por el amor de Dios! Juan Pereira, se trepa en un asiento y se para temerariamente en el alféizar de la ventana, a un paso del vacío; amenaza con tirarse; los otros al adivinar sus intenciones pretenden impedírselo. Ernestina: Jefe: Fernández: Jefe: Ayyy… No, Juan, no se tire, ¡por favor! ¡Son siete pisos, Juan Pereira! ¡No! Ni siquiera lo intente Juan, es una orden, si lo hace usted será removido de su cargo, despedido de manera fulminante y sin preaviso… y sin cesantías… (Juan se lanza al vacío desde el séptimo piso al pavimento de la calle) El hombre honrado Ernestina: Fernández… Jefe: 95 ¡Ayyy! ¡Juan! ¡Pereira! Los tres se asoman a la ventana y desde allí ven el cuerpo de Juan Pereira que yace abajo, descoyuntado. Cada uno con la boca abierta y los ojos desorbitados vuelve la mirada al público. Se apagan lentamente las luces. Este libro se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2014 en los Talleres Gráficos de la Universidad Autónoma de Occidente. Se utilizo la fuente Times New Roman 13 sobre 16. Cali - Colombia