La purificación del Templo

1. Padre que tanto nos amas, permite que toda tu Iglesia, que está formada por
cada uno de nosotros, hagamos todas las cosas por amor y no por cumplir ni
para hacer intercambios contigo, para lograr los favores que nosotros
queremos. Te lo pedimos Padre.
2. Padre que tanto nos amas, permite que el Papa, los obispos, los sacerdotes,
los religiosos, las religiosas y los diáconos, nos den ejemplo con sus palabras y
sus obras, de que dejarnos amar por Ti y corresponder a tu amor, es lo más
importante. Te lo pedimos Padre.
3. Padre que tanto nos amas, permite que los gobernantes de todo el mundo,
puedan reconocer que Jesús es tu Hijo y que conociéndolo a Él, es como pueden
conocerte a Ti. Te lo pedimos Padre.
4. Padre que tanto nos amas, permite que los enfermos y todos los que sufren,
no se desanimen, pues Jesús resucitó y ellos podrán resucitar con Él. Te lo
pedimos Padre.
5. Padre que tanto nos amas, permite que María, nuestra Madre interceda por
nosotros para que con la ayuda del Espíritu Santo, podamos reconocer todo lo
que hay en nuestro corazón, que nos impide experimentar la fuerza de tu amor,
para que Jesús lo expulse y así podamos amarte con toda nuestra vida. Te lo
pedimos Padre.
Erika M. Padilla Rubio
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Reza el rosario con nosotros. Con María, con Jesús, todos
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Plegaria Universal
EVANGELIO (Juan 2, 13-22)
La purificación del Templo
Enrique: Hola Jesús. Hoy mi tía nos dijo que estaba muy enojada contigo, porque
te rezó mucho para que le dieras trabajo a mi tío y Tú no se lo has dado.
Santiago: Dijo que Tú no la escuchas.
Erika: Pero ¿verdad que Tú siempre nos escuchas?
Enrique: Y ¿verdad que a ti no te gusta que hagamos intercambios, como por
ejemplo, si yo te rezo, Tú tienes que hacer lo que yo diga?
Jesús: Les voy a platicar lo que me pasó un día que llegué al Templo de Jerusalén.
Recuerden que el Templo representa la casa de mi Padre.
Estaba cerca la fiesta de la Pascua y Yo subí a Jerusalén. Digo subí, porque para
llegar a Jerusalén hay que ir por un camino de pura subida. Y encontré en el
Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus
puestos.
Para toda la gente era normal que estuvieran estas personas ahí, pues vendían
los animales que sacrificaban para mi Padre. El problema es que a la gente se le
olvidó que el sacrificio representa una prueba de amor a mi Padre y no se hace
por cumplir con un precepto, ni por hacer intercambios con Él para lograr los
favores que uno quiere.
Vamos a jugar:
¿Te gustan los plátanos con crema?
Pues es tanto el amor que Yo tengo por mi Padre, que no podía permitir que esta
gente siguiera usando la casa de mi Padre como mercado, olvidándose de lo
más importante: el amor que Él les tiene y al que ellos deben corresponder.
Santiago: ¿Y qué hicieron los judíos cuando tiraste todas las cosas y los corriste
de ahí?
Jesús: Me dijeron: «Qué signo nos das para obrar así?»
Enrique: Eso significa que los judíos no se habían dado cuenta de que Tú eres el
Hijo de Dios.
Erika: Por eso te piden que justifiques tu manera de actuar.
Jesús: Yo les respondí: «Destruyan este santuario y en 3 días lo levantaré». Los
judíos me contestaron: «46 años se ha tardado en construir este santuario, ¿y tú
lo vas a levantar en tres días?» Pero Yo hablaba del santuario de mi cuerpo.
Cuando resucité de entre los muertos, se acordaron mis discípulos de que había
dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que Yo les había dicho.
Santiago: Tú hablabas del santuario de tu cuerpo, pues es en Ti donde habita el
Padre. Eres Tú quien nos lo muestra. Es siempre contigo, que podemos llegar a
Él.
Erika: Pero también por nuestro bautismo, Tú, Dios Padre y el Espíritu Santo
viven en nuestro interior. Por eso, nosotros también debemos de pensar qué
cosas hay en nuestro corazón. Tal vez también esté lleno de animales, de
puestos y de gente, en lugar de tener la experiencia de tu amor y las ganas de
amarte con toda nuestra vida.
Erika María Padilla Rubio
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¡Preparemos unos! Sólo necesitas plátanos, crema y un poco de azúcar. Rebana
los plátanos, ponles crema encima y un poquito de azúcar.
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Yo que conozco todos los corazones, me di cuenta de la falta de amor a mi Padre.
Por eso, hice un látigo con cuerdas y eché a todos fuera del Templo, con las
ovejas y los bueyes; desparramé el dinero de los cambistas y les tiré las mesas; y
les dije a los que vendían palomas: «Quiten esto de aquí. No hagan de la casa de
mi Padre un mercado». Mis discípulos se acordaron de que estaba escrito: "El
celo por tu casa me devorará".
Ahora toma dos platos: uno limpio y uno sucio. El plato sucio, debe estar
verdaderamente sucio. ¿Te vas a atrever a poner los plátanos en el plato sucio?
A mí me daría mucho asco.
Lo mismo siente Dios, cuando nosotros, en lugar de un plato limpio, le
presentamos nuestro corazón sucio y sin amor.
Erika María Padilla Rubio
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