LA BRUJA BLANCA

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EL FARO DE CEUTA I Lunes 4 de marzo de 2013
PRIMER PREMIO
FRANCISCO ORTEGA
CERVILLA
Me llamo Pedro Labrador y mis primeros pasos transcurrieron en el orfanato de la "Hermandad del Santo Niño"
de Sevilla, en el que, pese a las dificultades y privaciones, los frailes me dieron educación y con ello la oportunidad de servir alRey Nuestro Señor. Pero no quiero en esta ocasión contar mi
historia sino la de Germán, un anciano
de cara pálida yflácida;deojos hundidos ya mates; cabellos escasos, sucios
y encanecidos -quizás prematuramente- que le daban aspecto de enfermedad y miseria.
Lo conocí en la cárcel en 1623 -y allí
quedó cuando cumplí mi condena para volver al mundo-, en la que entré para penar por las acusaciones de haberme quedado con parte de los fondos
que recogía como recaudador de impuestos. Desde entonces me prometí
dejar los naipes para siempre. En los
dos años que permanecimos juntos se
fue abriendo y me contó a retazos, y en
ocasiones roto por el dolor, gran parte
de su vida. Muchas noches se despertaba sobresaltado, gritando reiteradamente un nombre -que yo no alcancé a
entender- al que pedía perdón entre
sollozos. Las lágrimas dejaban entonces surcos de sal en esa máscara de dolor en que se convertía su rostro. Yo he
procurado completar -espero que con
acierto- aquellos huecos que quedaban vacíos en unos recuerdos que afloraban a su conciencia arrugados, distorsionados y, a veces, inconexos.
Grandes relámpagos, como preludio inevitable de los ensordecedores
truenos que les seguían, desgarraban
el rielo iluminando a intervalos, por
sus escasos huecos, la cueva de una
parturienta mientras la lluvia golpeaba sin cesar, con gruesos goterones, el
cobertizo que servía de porche a la entrada. En esa noche infernal, noche
premonitoria de los acontecimientos
nefastos que sacudirían aquel valle, al
filo del crepúsculo, nació una niña preciosa, de blanquísima piel, a la que pusieron por nombre Aurora. Mostraba
una sonrisa extraña en los labios, y
unos grandes ojos verdes completamente abiertos, en cuyo fondo se reflejaban, amortiguados, los enormes
destellos de luz de la tormenta. Sus padres, oriundos de tierras gallegas, se
asentaron en el valle -posiblemente
huyendo de la Inquisición- cuando éste nie repoblado por cristianos viejos a
raíz de la expulsión de los moriscos.
V CONCURSO DE RELATOS CORTOS AULACE FORO FARO ^
-|Hola Padre, buenas tardes! -mi
voz resonó hueca en el templo vado, y
d sacerdote se volvió sorprendido. Era
un andano de cuerpo enjuto y rostro
agradable-. ¿Puede atenderme un
momento?
desnuda como acostumbraba, pero lo
-Alabado sea el Señor, tú dirás hijo
hacía ahora buscando siempre el lumío -me respondió con voz suave,
gar por el que el pastor retornaba
arrastrando las palabras, a la vez que
al pueblo con el rebaño.
me observaba sonriendo abiertamenjfe^^X
La vida de Germán, te.
que hasta entonces ha-Verá Padre, me ha traído aquí la cu\a estado muerto al
riosidad v el deseo de ayudar, en la medeseo camal -podida de lo posible, a un preso de este
siblemente ayu; ^ dado por al- mismo pueblo. Me gustaría saber lo
que ha sido de una mujer llamada Au;. \ gún bebedirora que seguramente aún vive aquí. zo suminis• *
trado por Al oír ese nombre se santiguó, su sonrisa desaparedó, me miró extrañado e
Aurora-,
se trans- hizo una larga pausa antes de responder.
formó
en un
-Hijo mío, esa mujer trajo muchas
deseo
desgracias y miedo a los habitantes de
atroz
este valle. Por tus palabras comprendo
que se
que ya conoces a nuestro antiguo vednegano Germán.
ba a
-Sí, Padre, él me ha traído hasta
ser reaquí
primi-Entonces sabrás que ella, la "Braja
E do y Blanca",
se amancebó con un joven
retorpastor, y que éste le dio un hijo postu. ".I nar a
mo al morir en aquel incendio.
<íS¡ los con-Lo d d niño no lo sabía. Padre, pero
fines ceentonces, ¿qué ha sido de ella y de ese
f rebrales
niño?
-le interpelé con vehemencia
de los que
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había surgi- para que continuara su relato.
-Verás, ella vivía con el reden natido. Se consumía abrasado do en su cueva, pero un día decidió ex8b
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por unos celos cavar una de las paredes para hacerle
una habitadón al niño -se calló un instante, como haciendo memoria antes
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1 ' ° atenazaban y
de continuar-, así que lo dejó en d co|»K|^r
le dejaban vivir.
bertizo, vigilado por sufidperro BraSurgió en él una segunda
man, para evitarle el polvo produddo
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persona insensible, dura y lle- al extraer la tierra. Fue entonces, de
na de odio, que no obedecía ya a
improviso, cuando ocurrió d desastre.
su voluntad. Y poco a poco se fue ha- La cueva sevino abajo sepultándola. El
ciendo en su mente un hueco para el
animal aulló con tal fuerza y desespedeseo de venganza. Una noche, en que rarión, presa del dolor y la angustia,
sabía que ellos estaban juntos, prendió que puso sobre aviso a todos los habifuego a la cabana del pastor por los tantes d d valle. Cuando éstos acudiecuatro costados con hierbas secas y au- ron era ya tarde para intentar ningún
lagas, que previamente había ido pre- rescate. Se había consumado la trageparando. Milagrosamente, Aurora sadia.
lió de entre las llamas, como una diosa
del fuego, envuelta en una manta mo-Pero, ¿qué fue del niño? -le aprejada. Germán, atónito, se quedó inmó- mié lleno de inquietud.
vil con los ojos desmesuradamente
- El pequeño no sufrió ningún daño,
abiertos, mirando alternativamente al
pero tuvieron que traer una escopeta y
fuego y a Aurora, como hipnotizado, matar al perro. Este no dejaba que nacon el cerebro en blanco, sin percatar- die se acercara al lugar donde se ense siquiera de que fue prendido por la contraba la criatura que lloraba deses"Santa Hermandad". Alcanzó a ver có- peradamente de hambre. Yo por mi
mo se desplomaba el techo en llamas, parte, avisé a los presentes que no pery que la cabana se consumía como una
mitiría que su madre se enterrase en
gran pavesa quedando reducida a celugar sagrado; no fuebautizaday nunnizas.
ca pisó la iglesia, así que su cuerpo sigue aúnalli, bajo la que fue su cueva.
Obligado por la promesa de llevarle
-Padre, me gustaría conocer a ese
noticias del valle a Germán, y por mi
niño, bueno, a ese hombre ya, ¿es eso
propia curiosidad, me puse en camino posible?
hacia al lugar donde ocurrieron los heEl sacerdote me mirófijamenteanchos, ansioso por completar el final de
tes de responder.
esta triste historia.
-Ese deseo tuyo no está en mis maDe amanecida, cabalgaba ya con mi
nos, sino en las de Dios. El niño no se
yegua por un ancho camino que se fue
crió aquí, yo mismo lo envié a Sevilla.
estrechando, a la vez que ganaba altuEl arzobispo de la diócesis le encargó
ra, al adentrarse en el valle. Por do- su crianza y educación a unos frailes:
quier, riachuelos y resurgimientos
los de "La Hermandad del Santo Niacuíferos iban descendiendo las penño".
dientes buscando el cauce delríoque
Al oír sus últimas palabras una soslo surcaba. A lo lejos algunas poblaciopecha se fue enredando en mi cerebro
nes, muy blancas, parecían como coly me puse lívido de espanto. Dentro de
gadas de las fuertes laderas abancalami pecho credo una pregunta inmendas para los cultivos. En el largo trayecto me crucé con numerosos arrie- sa que me cortaba la respiración. Aún
ros, cuyas bestias cargaban en los sero- no sé cómo, mecánicamente, articulé
estas palabras entrecortadas:
nes aperos de labranza y productos del
campo. Cerca ya de las altas cumbres
-¿Ysabe.'.., sabe cómo... cómo se llanevadas, al pasar una loma, apareció
ma ese niño. Padre?
la pequeña población de mi destino:
-Sí, yo mismo lo bauticé cuando mucasitas encaladas, con tejados planos
rió su madre y le puse de nombre Pede launa y chimeneas cilindricas, que dro. Pedro Labrador como se llamaba
se apelotonaban en callejuelas retorcisu padre.
das encaramadas montaña arriba. EnSin poder despedirme, como un sotre las numerosas terrazas, llenas de
námbulo, salí a trompicones a la calle,
flores, encontré sin dificultad la eleva- oscura ya, cogí mi yegua y la puse al
da torre de la iglesia. Una vez en el
galppe para salir cuanto antes del vatemplo, en la penumbra, distinguí un
lle. En mi cabeza se entrelazaban mii
hombre alto y delgado vestido con una
ideas contradictorias
mienlarga sotana negra, que encendía unas tras, en d délo, se deslizaba entre las
velas a los pies de la imagen de la Virnubes una gran bandeja de plata brugen en una de las capillas.
ñida: era la luna llena.
LA BRUJA BLANCA
caderas. Cierto día apareció acompañada de un enorme perro asilvestrado, al que puso de nombre Braman; animal que había matado algunas ovejas y escapado a varias batidas para darle
muerte. Desde
ese momento
no se separó
de ella ni de
día ni de
noche,
con una
docili- •
d a d
que
con- i
trastaba
con
x
l a
agres iv i d a d
mos- ^
trada
hadael
resto de
los habitantes del
valle.
En la taberna del pueblo se hablaba
naturalmente de su
belleza y de sus correrías por el monte. Uno de
los mozos, con bravuconería, en el calor del vino trasegado, desafió a los demás diciendo que
al día siguiente la haría suya si le pagaban una cántara del afamado caldo de
"Las Rozas de Albondón", con el que
invitaría luego a toda la concurrencia.
Con gran chanza, todos asintieron divertidos y se formalizó la apuesta. En
la tarde de la fecha anunciada, cuando
el sol ya coqueteaba con el horizonte
antes de desaparecer, un pastor dio
aviso de que al volver al pueblo con sus
ovejas, había visto el cuerpo quemado
del muchacho entre unas zarzas. Oficialmente todo quedó en que un rayo
lo había alcanzado, a pesar de que no
hubo tormenta alguna en la zona. Desde ese día, en privado, a Aurora la llamaron la "Braja Blanca".
Germán, joven campesino algo rechoncho, de dientes d¿persos, ancho
Aurora, desde sus primeros pasos,
de hombros y piernas zambas -posiya mostró comportamientos extraños
blemente al haber soportado grandes
y cualidades que escapaban a toda lópesos en su niñez- experimentaba un
gica: comenzó a andar con apenas cin- , hechizo extraño por ese ser huraño,
co meses completamente erguida, lo
montaraz y silencioso, pero con un fímiraba todo fijamente sin pronunciar sico tan agraciado. La seguía a distanun solo sonido, y, los animales, al sen- cia cuando la encontraba en los prados
tir sus pupilas, huían despavoridos; buscando plantas, meditando ensimuy pronto, su golosina preferida la
mismada en lo alto de los riscos, en el
constituyó la savia, que cnupaba con bosquecillo de castaños o bañándose
fruición del pedúnculo de los higos desnuda en elrío.Se convertía entonverdes en las higueras cercanas. Nadie ces en una sombra distante, aunque
comprendió nunca como su estómago nunca se atrevió a dirigirle la palabra
podía tolerar ese líquido blanquecino
en estas excursiones. El miedo, la cutan pegajoso e irritante para el resto de
riosidad, la atracción y el deseo luchalos mortales. Desde su primera camiban en su alma de forma constante sin
nata con su padre, con no más de 8 un vencedor claro; hasta que quedó
años, en que probó el agua ferruginosa prendido en esa estela de seducción,
de "Fuente Agria", no bebió ni usó en
en ese torbellino de amor que quiebra
sus brebajes otro líquido que ése. la voluntad de los hombres y los muesCuando alguna vez por descuido le fal - tra como siervos desvalidos.
taba, se ponía en camino de inmediato, ya fuera de día o de noche, lloviera
Con el tiempo, Aurora terminó
o tronara; nunca tuvo miedo. Conocía
aceptando la proximidad de Germán,
las más recónditas trochas, cuevas, re- aunque el amor permaneció siempre
cas, plantas y animales de ese valle que
ausente de su corazón de piedra. Con
consideraba su mundo.
él tenía solucionados todos los problemas cotidianos: mucha leña cortada
Creció Aurora medio salvaje ya que en la chimenea para los fríos inviernos, el cultivo del huerto, el cuidado
nunca consintió en asistir a la escuela
de los animales, la continua repara-tampoco los padres pusieron en ello
ción y limpieza, cocinar
Consimucho empeño-. Ya adolescente, se
guió así, libre de todo deber, tener todo
convirtió en una hermosa muchacha
el
tiempo
del
mundo
para
sus
correrías
de tez inmaculada, cuya espalda adelgazaba sus líneas con rapidez en un es- por ese valle en el que se sentía plenamente feliz acompañada por Braman.
belto talle, para ensancharse después
marcando el generoso contomo de las
Aurora, como antes hizo su madre,
x
z
;
u e
n
á i Aurora, desde sus
primeros pasos, ya
mostró comportamientos
extraños y cualidades que
escapan a toda Lógica
recolectaba todo tipo de hierbas, lí-
jenes, setas, insectos, minerales y
ores; así como el látex de algunas
Splantas.
Con todo ello elaboraba un-
güentos, perfumes y filtros que ofrecía
luego a los lugareños para mitigar sus
dolencias, tanto del cuerpo como del
alma. Sus consultas las realizaba siempre bajo la higuera del porche, hiciera
trío o calor, nevara o cayeran chuzos
de punta. Nunca dejó a nadie entrar en
su cueva, nisiquiera a Germán; ese antro, lleno de matraces, redomas, alambiques, cacerolas y calderos -todos de
herencia materna- era de su uso exclusivo, y en ella pasaba su tiempo cuando no estaba en el campo. Jamás pidió
nada a nadie por esos remedios que
entregaba en pequeñas calabazas piriformes muy frecuentes en la zona. Los
visitantes, agradecidos, siempre le dejaban algo al marcharse: un lechonriUo, un celemín de trigo, unas botellas
de vino, unas albarcas, una hoz, un cedazo, una gallina, un tarro de miel, un
jamón, unas trébedes, una cántara de
aceite, un dije
Todo era bienvenido por parte de Germán que se apresuraba a recoger los regalos con gran alegría, viendo como aumentaba la harienda y la despensa.
Cuando, pasados ya los treinta
años, Aurora decidió tener un hijo; el
entusiasmo de la juventud y el ansia de
maternidad se manifestaron en ella
con fuerza, como frutos tardíos del árbol de la vida. No pensó en Germán como padre, sino que sefijóen un esbelto
muchacho que apacentaba ganado en
los alrededores. Comenzó a bañarse
o
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