REALISMO Y NATURALISMO EN LA NOVELA DEL SIGLO XIX Cuando la burguesía ascendente se instale en el poder, la novela realista se convierte en la creación artística más importante, como expresión del espíritu nada romántico de la nueva generación. Esta nueva literatura trata de frenar la libertad romántica presentando la vida tal como es. La nueva estética realista que viene a sustituir al Romanticismo impone los ideales de observación y de descripción de la realidad que suplen a la idealización y la evasión típicamente románticas. El escritor tendrá que ceñirse a lo que le rodea. El título del discurso de ingreso de Galdós en la RAE resulta elocuente: “La sociedad presente como materia novelable”. El asentamiento definitivo de la clase burguesa, cada vez más conservadora, y la consolidación del sistema capitalista, con los conflictos de clase que acarreaba, incidirán también en el Realismo. La burguesía será la clase dominante en las páginas realistas, pues sobre los burgueses detienen los escritores su mirada atenta; pero junto a ellos, las clases obreras más desfavorecidas tendrán su hueco, en especial en la novela naturalista. Hay quien entiende que el naturalismo no es más que una intensificación del Realismo, que el Naturalismo sobreviene cuando los autores realistas llevan los métodos de su arte hasta las últimas consecuencias. Thérèse Raquin de Zola es la primera novela que la crítica llama abiertamente naturalista. El materialismo, el determinismo y la ciencia experimental sustentan teóricamente las ideas naturalistas. La libertad del ser humano está restringida por la herencia biológica y por el entorno social; ambos factores constriñen los movimientos del individuo, determinado por ellos en su comportamiento. El Naturalismo se recrea ante los aspectos más morbosos y repugnantes de la vida, de ahí la frecuencia de personajes marginales (psicópatas, viciosos, alcohólicos, tarados) en las obras. El punto de mira, fijado por el Realismo en la clase media, se desplaza hacia las clases obreras. Realismo y Naturalismo en Europa Aunque el Realismo alcanzó a todos los géneros, es el narrativo el que más claramente se amolda a los preceptos real-naturalistas. Vamos a dar un repaso a las principales figuras de la literatura europea. FRANCIA Autores STENDHAL Revolucionario y liberal, admiraba a Napoleón. Fue obligado a un exilio casi continuo. Contrario al clima de la Restauración, atacó el cobarde sistema burgués. Obra novelística Rojo y Negro (1830). Denuncia la traición a los ideales de la Revolución. El héroe lucha contra el aburguesamiento; personifica a una intelectualidad que se convierte en la avanzadilla frente a la mediocridad burguesa. La Cartuja de Parma (1839). Ambientación italiana de serenidad y equilibrio que contrasta con la hipocresía y la crispación traídas de Francia Características Primer novelista realista; sin embargo, su desnudez expresiva y su ingenuidad argumental lo convierten en un autor extraño al Realismo. Prefiere al héroe individual perfectamente definido: personajes enérgicos que soportan una grandeza incomprendida equiparable a la de los héroes clásicos. HONORÉ DE BALZAC Monárquico y tradicionalista, se relacionó con la nobleza; sin embargo, es arquetipo del burgués sociable, extrovertido y materialista. Sus aspiraciones sociales y políticas le obligaron a un alto nivel de vida y a trabajar en exceso. Murió endeudado y enfermo. Aglutina sus novelas en series que después pasaron a formar parte en algunos casos, de La Comedia Humana, serie de noventa novelas escritas en el intervalo de veinte años. Destacan: Eugénie Grandet. Quizá sea su mejor obra, aplaudida por la crítica y por el público, consagró definitivamente a su autor. El tío Goriot o Papá Goriot Refleja la sociedad como un organismo, como un ser cambiante, con ebullición de clases, tipos, costumbres y situaciones que el escritor contempla y estudia desde una perspectiva científico analítica. Sus héroes chocan contra una sociedad dominada por el dinero y el poder. La civilización del progreso se convierte en su obra en un mito negativo. Escasa elaboración estilística pero gran vigor narrativo. GUSTAVE FLAUBERT Adoptó una actitud “dandista”, pero no renunció a un burguesismo disciplinado y austero Madame Bovary. Inspirada en un suceso real, Es su obra más conocida y un clásico de la novela universal. Su intención era analizar y criticar la formación romántica y, en concreto, sus efectos en la educación de la mujer. La bella e inteligente Emma Rouault se cree llamada a un destino novelesco; su falseado romanticismo la llevará a un matrimonio que no deseaba con Charles Bovary, después a los brazos de un joven enamoradizo y por fin a las garras de un seductor. Su vida rueda hacia un sensualismo y un materialismo alejados de sus ideales iniciales, lo que la lleva a un suicidio tan inconsciente y novelesco como toda su vida. Su obra intenta ser una reproducción literaria de las leyes naturales y sociales. Los Rougon-Macquart Nana, sobre la figura de la “cocotte”, salida de la clase obrera y obligada por el medio a la corrupción como único medio de mejora social. Germinal, quizá la más madura estilísticamente, asimila la dialéctica marxista como método científico de comprensión de la realidad. Culmina y a la vez supera el Realismo por medio de un esteticismo característico del “fin de siglo”. Abre la novela a formas y técnicas aprendidas de otros géneros. Otras novelas suyas están más cerca de la estética del siglo XX que del Realismo. ÉMILE ZOLA Comenzó en el periodismo, que nunca abandonó. Radical y coherente, se ganó el respeto y la admiración, sobre todo tras el “caso Dreyfus”, en el que defendió a un militar acusado injustamente por motivos antisemitas. Lleva el Realismo a sus máximas consecuencias. Su obra es un excelente documento de las contradicciones del capitalismo y de las condiciones de vida de las clases desfavorecidas. INGLATERRA Autores CHARLES DICKENS Se le debe la creación en Inglaterra de una novela inserta en su sociedad. Gracias a él, la novela se convirtió en el género de las masas inglesas, desplazando al teatro Obra novelística Los papeles póstumos del Club Pickwick Oliver Twist. Obra muy popular de tono melodramático, final feliz y moraleja en defensa de la inocencia y la debilidad. Cuento de Navidad. Obra popular de tradición anglosajona con fin moralizador y fondo optimista David Copperfield. Grandes esperanzas Tiempos difíciles Características Su obra se divide en dos épocas. En la primera, el sentimentalismo y el melodramatismo suavizan los conflictos. En la segunda época, técnicamente gana en realismo. Se le acusa de falta de profundidad y complejidad, insistiendo en u tratamiento simplista de temas como la infancia, los bajos fondos o la sensiblería navideña. RUSIA Los escritores rusos pasan casi imperceptiblemente del Romanticismo al Realismo. Los escritores se comprometieron con su realidad social, pero las condiciones políticas (censura, represión, falta de libertades) y la tendencia al idealismo escondieron la verdad de este complejo país. Autores Obra novelística Características FIÓDOR DOSTOIESVSKI. Sus obras de juventud ofrecen Implicaciones religiosas y Es el más célebre de los una imagen cruel del mundo, espiritualistas extrañas a otros realistas rusos, aunque no el pero tras su deportación realistas. más representativo. contempla al hombre como Personajes de complejísima Su magistral psicologismo un ser en lucha contra su dimensión humana. La novela hace que sobresalga entre los propia naturaleza. de Dostoiesvski resulta un autores contemporáneos. Sus novelas de madurez viaje por las galerías del alma En su obra pesa su presentan un análisis moral humana experiencia vital: cuatro años del conflicto existencial del de trabajos forzados en hombre. Destacan: Siberia sin otra lectura que la Crimen y castigo: gran peso de los Evangelios. de lo religioso. Centra su tema en torno a la culpa y su expiación. El idiota. Demonios. Guerra y paz: obra maestra Defiende la tradición rusa por LEO TOLSTOI Perteneciente a la alta de la narrativa universal; convicciones morales nobleza, tuvo fama de imponente retablo de la excéntrico: despreció una guerra de Rusia contra carrera en el ejército y la Napoleón. comodidad de San Petesburgo Ana Karenina: muy célebre, para instalarse en el campo y sobre el tema del adulterio experimentar el contacto con femenino como transgresión el pueblo. de las normas. Liberal e ilustrado a pesar de Resurrección. su origen social. Denunció la injusticia y en su vejez simpatizó con los revolucionarios El Realismo en España El desarrollo del Realismo español corre paralelo a la evolución de nuestra sociedad durante este periodo (con el consiguiente cambio de gustos). La fecha de 1868, en que se consolida el predominio de la burguesía en nuestro país, puede servir de punto de referencia. Su definitiva implantación se produce en España pues después del triunfo de la Gloriosa y su desarrollo acontece con el Sexenio Revolucionario primero y la Restauración después, como telón de fondo. Los problemas con la iglesia fueron constantes y los testimonios de esto en las novelas, variados. Los liberales anticlericales se opusieron a que el clero siguiera manteniendo los privilegios de antaño, pero se toparon con el afán contrario de los conservadores. De estos conflictos también dio cuenta la literatura, bien desde la perspectiva liberal galdosiana, bien desde los presupuestos conservadores de Pereda. En el plano educativo se tomaron medidas para evitar el monopolio eclesiástico. Con la ley Moyano se procuró que la enseñanza universitaria estuviese controlada por el estado. El intento más exitoso de reforma del sistema educativo fue el de la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos sobre la base del krausismo. Para el Realismo la realidad es el soporte fundamental en la creación de la obra. El ideal de cercanía en el espacio y en el tiempo motiva que los escritores realistas sitúen los hechos de sus novelas en el tiempo presente y en un espacio lo más cercano posible al autor. Así, tenemos novelas que se desarrollan en el campo (Peñas arriba de Pereda o Los pazos de Ulloa de Pardo Bazán) y otras urbanas, como Fortunata y Jacinta, en la que Galdós escribe como nadie de Madrid. Lo mismo sucede con el tiempo: la sociedad contemporánea es la materia novelable y cuando los escritores novelan el pasado (Episodios Nacionales) se trata de un pasado reciente; por eso, en propiedad, no resulta posible hablar de novela histórica. La objetividad e imparcialidad exigibles a los escritores realistas son casi siempre ideales pocas o muy pocas veces conseguidos. Se supone que han de prescindir de juicios de valor, huir del moralismo y de la intención aleccionadora, pero esto no se cumple. Si en un principio el Realismo se fija en individuos concretos, poco a poco va ganando terreno el personaje colectivo, el grupo social: la clase media protagoniza muchas de las novelas de Galdós, por ejemplo. Por ese camino, la novela llegó a adquirir muchas veces un valor social y hasta político: se adscribe a una ideología y se convierte en auténtica arma política. Las técnicas narrativas son muy variadas. La más común es la presencia de un narrador omnisciente que cuenta linealmente una historia en tercera persona. Los saltos temporales son mínimos. Se realizan grandes avances en la técnica descriptiva, con la que pretenden alcanzar los modelos de objetividad y exactitud propios del Realismo. Las descripciones son minuciosas, atentas al detalle. También son meticulosos los retratos, tanto físicos como psicológicos y morales. El diálogo es abundante en toda la novela realista española. Al ceder la palabra a los personajes los autores se aproximan a la objetividad anhelada. A veces, para recoger fielmente el habla de los personajes, transcriben vulgarismos, jergas, en aras de la captación fiel de la realidad lingüística de los personajes; pero suelen plasmar muy bien el habla coloquial. Los folletines y la novela por entregas tenían al público acostumbrado a la multiplicidad de personajes, a las situaciones melodramáticas y a determinados recursos narrativos destinados a mantener viva la atención del lector. Dichos recursos serán empleados profusamente por los novelistas del Realismo, como la suspensión de la narración en un momento de máximo interés, la aparición o desaparición de personajes, coincidencias sorprendentes… Se proponen las siguientes etapas para el periodo realista-naturalista: 1850-1875: Prerrealismo. 1875-1880: Iniciación del Realismo. 1880-1890: Plenitud del Realismo-Naturalismo. Década en la que se publican las obras maestras del Realismo español. 1890-1920: Realismo espiritualista. La fase de transición del Romanticismo al Realismo también se ha venido llamando “prerrealismo”. Su punto de partida es el costumbrismo de la etapa anterior. Con él se relaciona la obra de Fernán Caballero (La gaviota). Parecida posición ocupa Pedro Antonio de Alarcón, costumbrista y romántico en sus comienzos y cuyo romanticismo seguirá visible en su producción posterior. Aunque se mantienen algunas características del Romanticismo, los novelistas rechazan ya los excesos románticos en aras de la claridad de estilo. Los escritores realistas extranjeros fueron muy leídos y tenidos en cuenta por estas fechas. En ellos vieron nuestros autores modelos de nuevos temas y nuevas técnicas de observación de la realidad contemporánea. De Francia se admiró sobre todo a Balzac, pero también a Stendhal y a Flaubert. De Inglaterra llegaron las novelas de Dickens. Algo más tarde se conoció a Dostoyevski, Tolstoi y otros novelistas rusos. Pero aunque nuestros autores reciban provechosas lecciones de estas lecturas, rara vez se ajustarán totalmente a los cánones del realismo de estos países. Las técnicas de estos autores les llevaron, eso sí, a una mayor preocupación por la labor de documentación previa a la composición de una novela. La crítica ha empleado la etiqueta de generación del 68 para referirse a los autores del realismo. Atendiendo a la diferencia de edad, podemos distinguir dos grupos: los mayores (Alarcón, Pereda, Valera y Galdós) y los jóvenes (Pardo Bazán, Clarín, Palacio Valdés y Blasco Ibáñez) Posteriormente haremos un repaso por cada uno de ellos. ¿Existe un naturalismo español? La cuestión ha sido muy discutida. Las obras de Zola fueron conocidas muy pronto en nuestro país. Ciertos críticos acusaron de naturalistas a Galdós y a Clarín. Emilia Pardo Bazán fue considerada como la abanderada del Naturalismo en España. Y Blasco Ibáñez llegó a ser llamado “el Zola español”. Pardo Bazán publica en 1882 y 1883 una serie de artículos con el título general de La cuestión palpitante en los que, con un gran conocimiento de causa, estudia los precedentes del Naturalismo y expone las ideas de Zola. Por un lado, alaba la fuerza creadora del novelista francés y lo defiende de quienes lo acusan de “inmoral”. Pero, por otro lado, doña Emilia rechaza enérgicamente el determinismo y las demás bases ideológicas de la escuela, en nombre de una concepción cristiana. Se declara, en fin, partidaria de un realismo “nuestro”, como fórmula “más ancha y larga” que la de Zola. El mismo Zola, al tener noticia de que la escritora española era tildada de “naturalista”, manifestó su extrañeza de que pudiera ser, a la vez, naturalista y católica. Y sentenció que “el naturalismo de esa señora es puramente formal, artístico y literario”. Las aclaraciones de la Pardo Bazán y las palabras de Zola resuelven el problema del llamado “Naturalismo español”. Si el Naturalismo es un sistema al que son consustanciales el materialismo, el determinismo (la herencia, etc), apenas puede certificarse su presencia en España. Todo lo más, se encontrarán ejemplos ocasionales en alguna novela de Galdós (La desheredada) y en algunas páginas de Clarín. Un caso aparte es, ciertamente, el de Blasco Ibáñez que comparte con el novelista francés una ideología revolucionaria, cierta preocupación por las taras hereditarias, una predilección por los ambientes sórdidos y la crudeza de ciertos temas. En el fondo, el naturalismo francés apenas influyó más que en las técnicas narrativas y descriptivas, así como en la presencia de ciertas realidades en la novela. El reflejo de la miseria material y moral, la conciencia de los condicionamientos sociales, la pintura de ambientes turbios y de situaciones escabrosas tendrá eco, sobre todo, en las obras de Emilia Pardo Bazán: La tribuna (1883) refleja la vida dura de una fábrica; Los pazos de Ulloa (1886) y La madre Naturaleza (1887) recogen gentes y paisajes gallegos traspasados por pasiones violentas. Autores más significativos La crítica ha empleado la etiqueta de generación del 68 para referirse a los autores del Realismo. Atendiendo a la diferencia de edad podemos distinguir dos grupos: los mayores (Alarcón, Pereda, Valera y Galdós) y los jóvenes (Pardo Bazán, Clarín, Palacio Valdés y Blasco Ibáñez). Evolucionan todos desde el Prerrealismo hasta el Realismo totalizante y, en algunos casos, hasta el Naturalismo. Fernán Caballero. Si somos rigurosos, según el criterio de la edad no debería figurar en esta nómina, pero lo incluimos por ser una figura fundamental ya que fue la iniciadora de la técnica realista aunque todavía combinada con toques románticos. Cecilia Bölh de Faber firmó siempre sus obrar con el seudónimo de Fernán Caballero. Se educa en Alemania, pero su familia se traslada a Cádiz para instalarse en el Puerto de Santa María. Parte del costumbrismo romántico para llegar a la novela, si no realista, sí claramente prerrealista. A causa de su excesiva intención moralizadora, hoy se tiende a relativizar su valor, pero lo cierto es que en el XIX su obra gozó de una magnífica difusión, no solo en España sino también en Europa. Su obra más conocida es La Gaviota. Pedro Antonio de Alarcón. Como Fernán Caballero, Pedro Antonio de Alarcón está entre las aguas románticas y las realistas. Sus inicios como escritor fueron en el ámbito periodístico. Su obra más destacada es El sombrero de tres picos, una novela, o novela corta en la que se recrea el motivo de la tradición popular del corregidor y la molinera. Elimina las escenas que pudieran ir en contra de la moral cristiana y construye una obra cómica ben torno al honor y la honra. Otras obras: El escándalo (recrea unos hechos con base real con gran éxito de público), El niño de la bola (para algunos, la mejor novela romántica) Todas sus obras tuvieron gran éxito, aunque su prestigio se vio enturbiado por las críticas de personajes como Clarín, quien, a pesar de ser su gran adversario ideológico, reconoció la gran facilidad de Alarcón para novelar. Juan Valera. Nacido en Cabra (Córdoba), su pueblo natal será idílicamente recordado a lo largo de su obra como el paraíso de la infancia al que es imposible regresar más que con la evocación y la literatura. Rechaza el Naturalismo porque no acepta ni la objetividad ni la imparcialidad del narrador ni que la novela sea fiel reflejo de la realidad externa. El idealismo de que dotó a sus obras contribuyó a la eliminación de los aspectos más desagradables alejándose por completo de las teorías naturalistas en boga. La publicación de su primera obra, Pepita Jiménez (1874) suscitó las críticas de los sectores más conservadores, que vieron en ella fuertes dosis de antirreligiosidad y anticlericalismo, pero no hay nada de eso en la novela, como la crítica posterior se ha encargado de demostrar. La novela está plagada de referencias al Quijote y de paralelismos entre personajes de ambas novelas. Otra obra: Juanita la Larga. José María Pereda. En su obra es característica la visión idílica del campo, de la montaña santanderina de donde procede. El campo, frente a la ciudad, representa lo imperturbable e inamovible, y sobre esa sólida base construye Pereda su sistema moral. Entre sus obras destacan: El sabor de la tierruca, Sotileza, Peñas arriba o De tal palo tal astilla. Benito Pérez Galdós. Una de las grandes figuras de la literatura española. Merecería por sí solo dedicarle un tema aparte ya que es imposible trazar un análisis, por breve que sea de su trayectoria literaria. Vamos a esbozar pues simplemente sus rasgos más generales. Nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. Cuando tiene 19 años se va a estudiar Derecho a Madrid, ciudad en la que transcurriría el resto de su vida y de la que había de ser el más profundo observador. Ya en sus años de estudiante se interesa especialmente por los problemas sociales, políticos e ideológicos de su época; colabora en pequeños periódicos y se define como progresista y anticlerical. En unos viajes que hace a París descubre a los grandes novelistas franceses. Balzac lo deslumbra. Pero también leyó a otros realistas europeos e incluso tradujo a Dickens. Del liberalismo progresista de su juventud evolucionó a posiciones próximas al socialismo, llegando a proclamarse republicano. Fue un hombre tolerante como lo demuestra el hecho de que mantuviese amistad con intelectuales católicos y conservadores. Los últimos años de su vida fueron tristes: pierde la vista, aumentan sus dificultades económicas y sus enemigos impiden que se le otorgue el Premio Nobel. Muere en Madrid en 1920. El realismo de Galdós es el de gama más amplia entre los cultivadores de esta tendencia. Si otros novelistas brillaban especialmente en la descripción de ambientes (Pereda) o en el análisis psicológico (Valera), Galdós es el novelista integral. Por una parte es un poderoso pintor de ambientes. Galdós cuida sumamente la documentación sobre los escenarios, costumbres, gentes, etc. Según los métodos del realismo más riguroso. Pero además, sus penetrantes dotes de observación le hacen encontrar el detalle significativo. Calles y plazas de Madrid, interiores de casas burguesas o humildes, comercios, oficinas, etc., aparecen evocados en sus obras con relieve imborrable. Por otra parte, Galdós es un “realista de almas”: sus personajes poseen una verdad que solo puede conferir una agudísima intuición del corazón humano y una infrecuente capacidad de comprensión, que alterna con una lucidez exigente. Su pintura de caracteres se basa, unas veces, en una admirable técnica del retrato, a base de pinceladas sueltas sobre los rasgos físicos o morales, la indumentaria, los gestos; pero sobre todo, Galdós domina el arte de caracterizar a sus personajes por su lenguaje, poniendo a cada uno rasgos diferenciadores de habla. Galdós adapta el lenguaje a la índole de los personajes: ramplón, engolado, coloquial, tierno… según lo exija la ocasión. Cuando habla el novelista, su estilo es espontáneo, antirretórico, diametralmente opuesto a la hinchazón romántica. En conjunto, es una prosa de una gran expresividad, ágil, plagada de rasgos geniales por su poder de sugerir. En algunos puntos, la técnica y el estilo de Galdós es de una sorprendente modernidad. En este sentido, hay que destacar su frecuente utilización del “monólogo interior”, que consiste en la reproducción de los pensamientos de un personaje, imitando su fluir natural y hasta desordenado, sin aparente intervención del narrador. La intención crítica redondea estos rasgos del realismo galdosiano. Su gran arma es la ironía, de la que Galdós es maestro. En esto, como en otras muchas cosas, su gran modelo fue Cervantes. Obra: El mismo Galdós dividió su producción en Episodios Nacionales, Novelas españolas de la primera época y Novelas española contemporánea. A ello se añaden sus obras teatrales, sus numerosos artículos y su interesante correspondencia. Los Episodios Nacionales constituyen un ambicioso proyecto narrativo en el que Galdós quiso ofrecer una visión novelada del siglo XIX. Son 46 novelas de mediana extensión, distribuidas en cinco series de diez títulos cada una, salvo la última, interrumpida, que solo consta de seis. Las dos primeras series recogen la guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII. En este ciclo se hallan las novelas más elogiadas por la crítica: Trafalgar, Bailén, Zaragoza….Las series restantes abarcan desde las guerras carlistas hasta la Restauración. Su rasgo principal es la postura crítica de Galdós ante la intransigencia española, fuente de enfrentamientos fratricidas durante aquel periodo. Las primeras novelas son las que compuso hasta 1880, a la vez que escribía las dos primeras series de los Episodios Nacionales. Se inician, precisamente, con dos novelas históricas: La fontana de oro y El audaz. A estas le siguen otras que abordan ya la vida contemporánea: Doña Perfecta (1876), Gloria (1877), La familia de León Roch (1878)… En ellas, frente a protagonistas de espíritu abierto y moderno, coloca a personajes de estrecha mentalidad tradicionalista. Su propósito es atacar la intransigencia y el fanatismo. Muy distinta, aunque de la misma época es Marianela (1878), idilio trágico entre una muchacha fea y pobre y su amo rico y ciego, a quien aquella sirve de guía. “Novelas españolas contemporáneas” llamó Galdós a las 24 novelas que publicó a partir de 1881. El conjunto es impresionante: por estos miles de páginas desfila todo el Madrid de su tiempo: burgueses adinerados, nobles arruinados, burócratas influyentes o cesantes, gentes humildes y míseras… La unidad de ese complejo mundo es sorprendente. La refuerza el hecho de que no pocos personajes aparezcan en varias de las novelas (unas veces como principales, otras como secundarios). Pero sobre todo, es la unidad de una época, de un ambiente, de una sociedad: los personajes de ficción aparecen en un contexto histórico preciso, con exactas referencias al acontecer político. Citaremos algunos de los títulos más destacados: La desheredada (1881), Tormento (1864), La de Bringas (1864), Miau (1888), Ángel Guerra (1890), Tristana (1892), Nazarín (1895), Misericordia (1897). Sin duda la obra maestra de Galdós y una de las máximas novelas españolas de todos los tiempos es Fortunata y Jacinta (1887-87). Narra la historia de un triángulo amoroso, el que forman las Fortunata, mujer del pueblo que encarna todas las virtudes de lo natural y lo espontáneo, Jacinta, perteneciente a la alta burguesía y obsesionada con el deseo de ser madre y Juanito, el marido de esta última, señorito inútil. A lo largo de las cuatro partes que forman la novela, Galdós retrata de una manera espectacular la sociedad madrileña de la época a la vez que establece un evidente paralelismo entre la inestable política española y la igualmente inestable conducta de Juanito que alterna periodos de fidelidad a su esposa con amoríos con Fortunata. La novela ha sido definida como “selva de novelas entrecruzadas” y su censo de personajes supera los 1500. La producción dramática de Galdós fue tardía y motivada en parte por su necesidad de salir de apuros económicos. No dominaba lo bastante la técnica escénica y en general careció de éxito si se exceptúa Electra. Señalaremos también Realidad y El abuelo. Admirado y discutido en su tiempo, Galdós ha sufrido altibajos en la estimación posterior. En los años 20 y 30 casi era una moda despreciar su obra. Su fama comenzará a crecer a partir de los años 50. Las diversas adaptaciones cinematográficas de algunas de sus obras realizadas en los últimos años han contribuido a renovar su fama1. Hoy, definitivamente, Galdós representa una de las cimas de la novela española y universal. Leopoldo Alas “Clarín”: Nace en Zamora, pero su familia se instala pronto en Oviedo, donde arraigará. Desde los 16 años colabora en periódicos y alternó la docencia con la crítica literaria y su labor como literato. Se dedicó a la poesía, al teatro, al ensayo, al cuento y a la novela corta. Sus dos novelas extensas son: La Regenta y Su único hijo. La regenta es una novela excepcional que relata el adulterio de una mujer frustrada. La auténtica protagonista de la obra es la sociedad provinciana, de la que se sirve Clarín para mostrar las mezquindades de la España de la Restauración. Como novela naturalista es muy importante la influencia del ambiente sobre los personajes: tanto el mundo exterior (la ciudad, las relaciones sociales), como el más próximo (familia, infancia, formación), los condicionan de un modo definitivo. Dos son los rasgos principales del ambiente que envuelve a los personajes: el tedio y la lujuria. En su teoría literaria siempre defendió que la novela debía ser representación fiel y objetiva de la realidad. Emilia Pardo Bazán: Se desenvolvió con soltura en casi todos los géneros o modalidades literarias: cuentos, teatro, poesía, crítica literaria y narrativa. Ya hemos hablado anteriormente de su relación con el Naturalismo y dentro de esta corriente podríamos incluir obras como: La tribuna, Los pazos de Ulloa, La madre Naturaleza o La piedra angular. La protagonista absoluta de Los pazos de Ulloa y de su continuación, La madre Naturaleza, es precisamente, la Naturaleza. En ambas, su Galicia natal está presente y existe una atención especial al paisaje campesino. Vicente Blasco Ibáñez: Aunque su obra entra de lleno ya en el siglo XX, lo incluimos aquí por considerarse un epígono del Naturalismo. Él mismo clasificó su obra novelística en grupos o series entre las que destacamos las novelas valencianas en las que está presente la huella de Zola: Arroz y tartana, La barraca, Entre naranjos y Cañas y barro. Los críticos opinan que La barraca y Cañas y barro son sus obras maestras. Cañas y barro ha sido descrita como prototipo de novela naturalista.2 Destacamos especialmente la serie “Fortunata y Jacinta” de RTVE, las películas de Luis Buñuel “Nazarín” y “Tristana”, o la más reciente de José Luis Garci “El abuelo”. 1 2 La mayoría de estas obras también han sido adaptadas como series de televisión con especial fortuna y mucho éxito (“La barraca”, “Cañas y barro”, “Entre naranjos”, “Arroz y tartana”). Blasco Ibáñez también tuvo gran éxito en el extranjero. Su novela Los cuatro jinetes del Apocalipsis fue llevada al cine en Hollywood. En El sombrero de tres picos, el viejo y feo corregidor don Eugenio de Zúñiga requiebra e intenta seducir a la señá Frasquita, la bella y honrada esposa de un molinero, el tío Lucas. Este, creyendo equivocadamente que su mujer lo ha engañado con don Eugenio, busca vengarse e intenta, por su parte, seducir a la mujer del corregidor. Ni uno ni otro logran sus propósitos. Lee el siguiente fragmento y contesta a las preguntas: Por donde quiera que pasaba el personaje y su apéndice [el alguacil Garduña], los labradores dejaban sus faenas y se descubrían hasta los pies, con más miedo que respeto; después de lo cual decían en voz baja: -¡Temprano va esta tarde el señor Corregidor a ver a la señá Frasquita! […] -Oye, tú, Manuel, ¿por qué irá solo esta tarde el señor corregidor a ver a la navarra?-le preguntó una lugareña a su marido, el cual la llevaba a grupas en la bestia.[…] -¡No seas mal pensada, Josefa!-exclamó el buen hombre-. La señá Frasquita es incapaz… -No digo lo contrario…Pero el Corregidor no es por eso incapaz de estar enamorado de ella…Yo he oído decir que, de todos los que van a las francachelas del molino, el único que lleva mal fin es ese madrileño tan aficionado a las faldas… -¿Y qué sabes tú si es o no aficionado a las faldas?-preguntó a su vez el marido. -No lo digo por mí…¡Ya se hubiera guardado, por más corregidor que sea, de decirme los ojos tienes negros! La que así hablaba era fea en grado superlativo. -Pues mira, hija, ¡allá ellos!-replicó el llamado Manuel-. Yo no creo al tío Lucas hombre de consentir…¡Bonito genio tiene el tío Lucas cuando se enfada!... -Pero, en fin, ¡si ve que le conviene!...-añadió la tía Josefa torciendo el hocico. -El tío Lucas es un hombre de bien…-repuso el lugareño-; y a un hombre de bien nunca pueden convenirle ciertas cosas. PEDRO A. DE ALARCÓN, El sombrero de tres picos a) ¿Cuál es el tema del texto? b) ¿Qué opina la gente del lugar sobre el corregidor, el molinero y su esposa? c) Señala algún rasgo de lenguaje popular o coloquial. En Fortunata y Jacinta, Juanito Santa Cruz, joven señorito de clase acomodada, se casa con Jacinta, con quien no puede tener hijos. Sigue manteniendo, sin embargo, relaciones con la humilde Fortunata, casada con un pobre hombre, Maximiliano Rubín. Fortunata, que se va erigiendo poco a poco en la verdadera protagonista de la narración, abandonada y enferma, morirá tras entregar a su hijo a los Santa Cruz. En esta obra Galdós se muestra con una gran maestría como un narrador omnisciente, es decir, conoce todo lo que pasa, incluso penetra en los pensamientos y sentimientos de los personajes. Indica algún ejemplo en el texto. A la madrugada abrió los ojos. La alcoba estaba en completa oscuridad […]. Incorporose Fortunata, cediendo a un movimiento interior cuyo impulso inicial se determinó cuando estaba dormida. Lo que pensaba entonces era por demás peregrino. El disparate que se le había ocurrido, porque disparate era y de los gordos, fue que debía echarse del lecho muy callandito, buscar a tientas su ropa y vestirse…, ir a la percha, coger su bata y ponérsela. El mantón, ¿dónde estaba? No pudo recordarlo; pero lo buscaría, a tientas también, y una vez hallado, saldría de la alcoba, cogería el llavín que estaba colgado de un clavo en el recibimiento, y ¡aire…, a la calle! […]. ¿Y adónde iría? A una casa de huéspedes. No…, a casa de don Evaristo…No, porque don Evaristo la reñiría. Esta idea de que le reñiría su padrino fue un golpe que le aclaró el sentido, porque la idea de la fuga era un rastro del sueño. “¿Estoy despierta o dormida?”, se preguntaba al reconocer su desatino; y quedose un rato sentada en la cama, con la mano en la mejilla. El pañuelo se le había desatado de la cabeza, y, deshecho el peinado, sus espesas guedejas le caían sobre los hombros. “¡Qué marido este!- pensaba, recogiéndose el cabello-. ¡Ni atar un pañuelo sabe!” Después creyó ver ojos, que en aquella profunda oscuridad la miraban. “Debo de estar soñando todavía. ¿Qué miras tú? ¿Qué dices? ¿Qué estoy guapa? Ya lo creo. Más que tu mujer”. BENITO PÉREZ GALDOS, Fortuna y Jacinta Guedejas: Mechones. La Regenta narra la historia de Ana Ozores, una mujer joven, hermosa y casada con un hombre mayor. Se siente infeliz y frustrada en su matrimonio, en el que no ha podido tener hijos. Busca entonces refugio espiritual en el ambicioso Fermín de Pas, joven sacerdote que tiene el cargo de Magistral en la catedral de Vetusta (Oviedo) y secretamente enamorado de ella. Ana Ozores terminará entregándose a Álvaro Mesía, una especie de donjuán provinciano. Cuando el marido, Víctor Quintanar, que había sido el regente de la ciudad, descubre el adulterio, se siente ultrajado en su honor y se bate con el amante de su mujer. Víctor Quintanar muere en el duelo, Álvaro Mesía huye, Ana Ozores se ve despreciada por la sociedad vetustense y queda más ahogada que nunca en el agobiante espacio físico, social y espiritual de la ciudad. El siguiente fragmento nos introduce en la ciudad de Vetusta y lo hace de un modo sorprendente por su tratamiento cinematográfico, pero también por su exactitud histórica, geográfica y sociológica. Alrededor de la catedral se extendía, en estrecha zona, el primitivo recinto de Vetusta. Comprendía lo que se llamaba el barrio de la Encimada y dominaba todo el pueblo que se había ido estirando por Noroeste y Sudeste. Desde la torre se veía, en algunos patios y jardines de casas viejas y ruinosas, restos de antigua muralla, convertidos en terrados o paredes medianeras, entre huertos y corrales. La Encimada era el barrio noble y el barrio pobre de Vetusta. Los más linajudos y los más andrajosos vivían allí, cerca unos de otros […]. El Magistral veía a sus pies el barrio […] compuesto de caserones con ínfulas de palacios; conventos grandes como pueblos; y tugurios, donde se amontonaba la plebe vetustense, demasiado pobre para poder habitar las barriadas nuevas allá abajo, en el Campo del Sol, al Sudeste, donde la Fábrica Vieja levantaba sus chimeneas, en rededor de las cuales un pueblo de obreros había surgido. […] Desde la torre se veía la historia de las clases privilegiadas contada por piedras y adobes en el recinto viejo de Vetusta. La iglesia ante todo: los conventos ocupaban cerca de la mitad del terreno; Santo Domingo solo tomaba una quinta parte del área total de la Encimada; seguía en tamaño las Recoletas […]; San Vicente estaba convertido en cuartel y dentro de sus muros retumbaba la indiscreta voz de la corneta, profanación constante del sagrado silencio secular; del convento ampuloso y plateresco de las Clarisas había hecho el Estado un edificio para toda clase de oficinas, y en cuanto a San Benito era lóbrega prisión de mal seguros delincuentes. Todo esto era triste; pero el Magistral, que veía, con amargura en los labios, estos despojos de que le daba elocuente representación el catalejo, podía abrir el pecho al consuelo y a la esperanza contemplando, fuera del barrio noble, al Oeste y al Norte, gráficas señales de la fe rediviva en los alrededores de Vetusta, donde construía la piedad nuevas moradas para la vida conventual, más lujosas, más elegantes que las antiguas, si no tan sólidas ni tan grandes. […] No solo era la iglesia quien podía desperezarse y estirar las piernas en el recinto de Vetusta la de arriba, también los herederos de pergaminos y casas solariegas habían tomado para sí anchas cuadras y jardines y huertas que podían pasar por bosques […]. Y mientras […], los míseros plebeyos que a fuerza de pobres no habían podido huir los codazos del egoísmo noble o regular vivían hacinados en casas de tierra que el municipio obligaba a tapar con una capa de cal; y era de ver cómo aquellas casuchas, apiñadas, se enchufaban, y saltaban unas sobre otras, y se metían los tejados por los ojos, o sean las ventanas […]. […] El humo y los silbidos de la fábrica le hacían dirigir miradas recelosas al Campo del Sol; allí vivían los rebeldes; los trabajadores sucios, negros por el carbón y el hierro amasados con sudor; los que escuchaban con la boca abierta a los energúmenos que les predicaban igualdad, federación, reparto, mil absurdos, y a él no querían oírle cuando les hablaba de premios celestiales, de reparaciones de ultratumba. […] No, aquel humo no era de incienso, subía a lo alto, pero no iba al cielo; aquellos silbidos de las máquinas le parecían burlescos, silbidos de sátira, silbidos de látigo. Hasta aquellas chimeneas delgadas, largas como monumentos de una idolatría parecían parodias de las agujas de las iglesias… El Magistral volvía el catalejo al Noroeste: allí estaba la Colonia, la Vetusta novísima, tirada a cordel, deslumbrante de colores vivos con reflejos acerados; parecía un pájaro de los bosques de América, o una india brava adornada con plumas y cintas de tonos discordantes. Igualdad geométrica, desigualdad, anarquía cromáticas. En los tejados todos los colores del iris como en los muros de Ecbátana; galerías de cristales robando a los edificios por todas partes la esbeltez que podía suponérseles; alardes de piedra inoportunos; solidez afectada, lujo vocinglero […]. Pero entretanto, De Pas volvía amorosamente la visual del catalejo a su Encimada querida, la noble, la vieja, la amontonada a la sombra de la soberbia torre. Una a Oriente, otra a Occidente, allí debajo tenía, como dando guardia de honor a la catedral, las dos iglesias antiquísimas que la vieron nacer, o por lo menos pasar a grandezas y esplendores que ellas jamás alcanzaron. Se llamaban […] Santa María y San Pedro. CLARÍN, La Regenta, Capítulo I Terrado: azotea, terraza. Linajudo: de familia noble o aristocrática. Magistral: canónigo que, en una iglesia catedral, se encarga oficialmente de la predicación. Ínfulas: orgullo, presunción; pretensión vana de lujo. Lóbrego: sombrío, tenebroso. Redivivo: vuelto a la vida (generalmente asociado al lenguaje teológico) Regular: en este sentido, relativo a las órdenes religiosas, que se someten a una regla. Receloso: desconfiado, que teme o sospecha de algo o alguien. Idolatría: adoración de ídolos o divinidades paganas. Vocinglero: que habla mucho y en voz demasiado alta, como para le oiga todo el mundo. a) Intenta hacer un boceto de la ciudad de Vetusta según lo que habéis leído e indica la distribución en los diversos barrios de las clases sociales. b) Tomando como referencia este texto, realiza una descripción literaria exhaustiva de tu pueblo. El Magistral Fermín de Pas es un hombre marcado poderosamente por la influencia de su madre, doña Paula. De hecho utiliza su puesto para favorecer los intereses económicos de su madre. Tampoco renuncia a su lujuria y a su sensualidad, satisfaciendo con su criada Petra lo que su cargo no le permite satisfacer de otro modo. Sus turbulentas relaciones con Ana Ozores están descritas y analizadas de forma minuciosa. El Magistral oculta sus verdaderos sentimientos. Su orgullo no le deja aceptar la realidad que tiene ante sí: está perdidamente enamorado de Ana. Como compensación, va tejiendo cuidadosamente una red espiritual y religiosa en torno a ella lo que crea en Ana una dependencia total del magistral. Fermín de Pas consigue dominar su mente y su voluntad. Cuando al final se entere de la infidelidad de Ana con Álvaro Mesía y vea así su orgullo derrotado, revelará la naturaleza maligna de su comportamiento. Vetusta era su pasión y su presa. Mientras los demás le tenían por sabio teólogo, filósofo y jurisconsulto, él estimaba sobre todas su ciencia de Vetusta. La conocía palmo a palmo, por dentro y por fuera, por el alma y por el cuerpo, había escudriñado los rincones de las conciencias y los rincones de las casas. Lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era gula; hacía su anatomía, no como el fisiólogo que solo quiere estudiar, sino como el gastrónomo que busca los bocados apetitosos; no solo aplicaba el escalpelo, sino el trinchante. Y bastante resignación era contentarse, por ahora, con Vetusta. De Pas había soñado con más altos destinos, y aún no renunciaba a ellos. Como recuerdos de un poema heroico leído en la juventud con entusiasmo, guardaba en la memoria brillantes cuadros que la ambición había pintado en su fantasía; en ellos se contemplaba oficiando de pontifical en Toledo y asistiendo en Roma a un cónclave de cardenales. Ni la tiara le parecía demasiado ancha; todo estaba en el camino; lo importante era seguir andando. Pero estos sueños, según pasaba el tiempo, se iban haciendo más y más vaporosos, como si se alejaran. “Así son las perspectivas de la esperanza, pensaba el Magistral; cuanto más nos acercamos al término de nuestra ambición, más distante parece el objeto deseado, […]”. No renunciaba a subir, a llegar cuanto más arriba pudiese, pero cada día pensaba menos en esas vaguedades de la ambición a largo plazo, propias de la juventud. Había llegado a los treinta y cinco años, y la codicia del poder era más fuerte y menos idealista; se contentaba con menos pero lo quería con más fuerza, lo necesitaba más cerca; era el hambre que no espera, la sed en el desierto que abrasa y se satisface en el charco impuro sin aguardar a descubrir la fuente que está lejos, en lugar desconocido. Sin confesárselo, sentía a veces desmayos de la voluntad y de la fe en sí mismo que le daban escalofríos; pensaba en tales momentos que acaso él no sería jamás nada de aquello a que había aspirado, que tal vez el límite de su carrera sería el estado actual o un mal obispado en la vejez, todo un sarcasmo. Cuando estas ideas le sobrecogían, para vencerlas y olvidarlas se entregaba con furor al goce de lo presente, del poderío que tenía en la mano; devoraba su presa, la Vetusta levítica, como el león enjaulado los pedazos ruines de carne que el domador le arroja. CLARÍN, La Regenta 1) ¿Cómo consideran los ciudadanos de Vetusta al Magistral? Sin embargo, ¿Qué “ciencia” estimaba él? 2) ¿Cuáles eran sus sueños y ambiciones? ¿A qué aspiraba llegar? 3) ¿Cómo vuelve la edad al Magistral? ¿Qué pretende entonces? 4) Cuando se desalienta, ¿qué hace don Fermín de Pas para superar esos momentos de pesimismo, esos “desmayos de la voluntad”? 5) Resume en pocas líneas el contenido del texto. 6) El texto está formado por tres párrafos. Señala el tema de cada uno de ellos. 7) Hablamos de estructura circular cuando el final del texto retorna al inicio. ¿Podríamos decir que la estructura del texto es circular y cerrada? Justifica tu respuesta. 8) ¿Cómo caracterizarías al personaje del Magistral? 9) Clarín utiliza un lenguaje de gran expresividad; entre otras cosas, por la gran fuerza de las imágenes y de las comparaciones que emplea. A menudo, estas imágenes y comparaciones las resuelve el autor mediante elementos que se refieren a dos ámbitos de la realidad: lo alimenticio-fisiológico y lo animal. Busca en el primer y tercer párrafos un ejemplo de cada uno de ellos. 10) Vetusta se erige también como protagonista de la obra. En el primer y tercer párrafos, el autor define a la ciudad con dos adjetivos, ¿cuáles son? 11) Define los siguientes términos: presa, escudriñar, fisiólogo, vaporoso, jurisconsulto, escalpelo, trinchante, pontifical, cónclave, tiara, levítica. Clarín también destaca por el valor de sus cuentos publicados. En ellos no domina la intriga, sino el estudio detallado de la psicología de los personajes, lo que justifica sus comportamientos y reacciones. ¡Adiós, Cordera! Es uno de los más famosos. El prao Somonte era un recorte triangular de terciopelo verde tendido, como una colgadura, cuesta abajo por la loma. Uno de sus ángulos, el inferior, lo despuntaba el camino de hierro de Oviedo a Gijón. Un palo de telégrafo, plantado allí como pendón de conquista, con sus jícaras blancas y sus alambres paralelos, a derecha e izquierda, representaba para Rosa y Pinín el ancho mundo desconocido, misterioso, temible, eternamente ignorado. Pinín, después de pensarlo mucho, cuando a fuerza de ver días y días el poste tranquilo, inofensivo, campechano, con ganas, sin duda, de aclimatarse a la aldea y parecerse todo lo posible a un árbol seco, fue atreviéndose con él, llevó la confianza al extremo de abrazarse al leño y trepar hasta cerca de los alambres […] Rosa, menos audaz, pero más enamorada de lo desconocido, se contentaba con arrimar el oído al palo del telégrafo, y minutos, y hasta cuartos de hora, pasaba escuchando los formidables rumores metálicos que el viento arrancaba a las fibras del pino seco en contacto con el alambre. La Cordera, mucho más formal que sus compañeros, verdad es que, relativamente, de edad también mucho más madura, se abstenía de toda comunicación con el mundo civilizado, y miraba de lejos el palo del telégrafo como lo que era para ella efectivamente, como cosa muerta, inútil, que no le servía siquiera para rascarse. Era una vaca que había vivido mucho. Sentada horas y horas, pues, experta en pastos, sabía aprovechar el tiempo, meditaba más que comía, gozaba del placer de vivir en paz, bajo el cielo gris y tranquilo de su tierra, […]. Aquella paz solo se había turbado en los días de prueba de inauguración del ferrocarril. La primera vez que la Cordera vio pasar el tren se volvió loca. Saltó la sebe de lo más alto del Somonte, corrió por prados ajenos, y el terror duró muchos días, renovándose, más o menos violento, cada vez que la máquina asomaba por la trinchera vecina. Poco a poco se fue acostumbrando al estrépito inofensivo. Cuando llegó a convencerse de que era un peligro que pasaba, una catástrofe que amenazaba sin dar, redujo sus precauciones a ponerse en pie y mirar de frente, con la cabeza erguida, al formidable monstruo; más adelante no había más que mirarle, sin levantarse, con antipatía y desconfianza; acabó por no mirar al tren siquiera. CLARÍN, ¡Adiós, Cordera! Jícaras: Piezas de porcelana que están en los postes de telégrafos. Sebe: cercado de estacas a) ¿Qué dos mundos se oponen en el texto? Coméntalo. b) ¿Cómo caracteriza Clarín a los dos niños? c) ¿Cómo describe el autor a la vaca Cordera? d) ¿Qué reacción provoca la presencia del palo del telégrafo en la vaca? ¿Cómo reaccionan los niños? La barraca dibuja un tenso mundo de venganza y odio que discurre por la huerta valenciana. La barraca, que nadie quiere arrendar en la huerta por unos trágicos sucesos ocurridos años atrás y en solidaridad con su antiguo ocupante, es finalmente habitada por Batiste, su mujer y sus hijos. Los huertanos, dirigidos por Pimentó, valentón y pendenciero, acosan y hacen la vida imposible a la humilde familia de Batiste, que llega incluso a perder un hijo. Al final, Batiste mata a Pimentó. La barraca acaba en llamas. -¿Cuántas son las obras de misericordia?... -Dos por siete, ¿cuántas son?... Y rara vez quedaba contento de las contestaciones. -Son ustedes unos bestias. Me oyen como si les hablase en griego. ¡Y pensar que les trato con toda finura, como en un colegio de la ciudad, para que aprendan ustedes buenas formas y sepan hablar como las personas!... En fin, tienen ustedes a quien parecerse: son tan brutos como sus señores padres, que ladran, les sobra dinero para ir a la taberna e inventan mil excusas para no darme el sábado los dos cuartos que me pertenecen. Y paseábase indignado, especialmente al quejarse de los olvidos del sábado. Bien se notaba en el aspecto de su persona, que parecía dividida en dos partes. Abajo, alpargatas rotas, siempre manchadas de barro; viejos pantalones de pana. Pero de cintura arriba mostrábase el señorío; lo que le distinguía de toda gente de las barracas, gusarapos pegados al surco: una corbata de colores chillones sobre la sucia pechera, bigote cano y cerdoso partiendo su rostro mofletudo y arrebolado, y una gorra azul, recuerdo de uno de los muchos empleos que había desempeñado en su accidentada vida. VICENTE BLASCO IBÁÑEZ, La barraca a) ¿Dónde está situado el colegio? Señala el dato que te ha permitido averiguarlo. b) ¿Por qué el maestro cree que los alumnos no aprenden lo que él les enseña? c) ¿Con qué compara el maestro a la gente del lugar? d) Menciona en qué aspecto se detiene el narrador.